6 VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8
Las cavidades volcánicas de El Paso, III: sectores Bco. de Los Cardos–Bco. de El Riachuelo y de Torres. (La Palma, islas Canarias)
INTRODUCCIÓN
Con este trabajo se continúa la línea comenzada por la
Delegación de La Palma del G.E.C. Benisahare, actual-mente
constituido como un club independiente denomi-nado
G.E. Tebexcorade – La Palma, en la que se aborda
la publicación del Catálogo de Cavidades de La Palma se-gún
una serie de avances parciales que abarcan municipios
o, como en este caso, partes de los mismos.
Antecedentes.-
En los volúmenes 6 y 7 de la revista Vulcania se realiza-ron
sendos avances para el término municipal de El Paso
(Dumpiérrez et al., 2003, 2005), dada la abundancia de
cavidades en dicho municipio. En el volumen 6 se comen-zó
en el sector del Barranco del Rincón, perteneciente a la
falda Sur del Monte Bejenado, donde se describieron 10
cavidades y se presentó la topografía de 9 de ellas ya que no
se pudo localizar la cueva de Las Moradas (LP/EP-25) que
según el informe elaborado en 1986 por Martín Esquivel
(sin publicar) y por el trabajo de Medina et al. (1996), debía
encontrarse en dicho barranco. En Vulcania 7 se presenta-ron
las topografías, descripciones morfológicas y datos fau-nísticos
de seis tubos volcánicos y un sistema, formado por
otras siete pequeñas cavidades, localizados en los sectores de
Tacande, del Llano del Banco y de La Virgen de Fátima,
todos pertenecientes a la zona centro-sur del municipio.
Además, se indicaba que la cueva de Las Moradas (LP/EP-
25) había sido localizada en un barranco situado al oeste de
un cono volcánico próximo al Bco. del Rincón, y que su
topografía y descripción completa se presentarían en un
futuro artículo, que ahora cobra forma.
De las presentadas en este trabajo, sólo cinco cavidades
(Benisahare – La Palma o Los Cardos II, LP/EP-2; Los
Cardos I, LP/EP-6, Las Cuatro Bocas, LP/EP-12; Las
Tijaraferas o de Barros, LP/EP-18; y Las Moradas, LP/EP-
25) habían sido mencionadas anteriormente: LP/EP-18 y
LP/EP-25 por Medina et al. (1996); LP/EP-2 por
Fernández et al. (1997) y todas ellas en el avance global del
catálogo de cavidades de La Palma, en el volumen 4 de la
revista Vulcania (Fernández, 2000). Por lo tanto, para las
siete cavidades restantes (Las Cabras, LP/EP-28; Cuchillo
de Torres, LP/EP-29; Lomo de Torres, LP/EP-39; Los
Cardos III, LP/EP-40; Cueva de Tamarahoya I, LP/EP-41;
Escondida de Torres, LP/EP-42; y Cueva de Enfrente,
LP/EP-43) la documentación aquí recopilada constituye la
primera mención y descripción que se hace de ellas.
Además, de entre las citadas en el listado de Vulcania 4,
LP/EP-6 y LP/EP-12 serán descritas ahora por primera vez.
LAS CAVIDADES VOLCÁNICAS DE EL PASO, III: SECTORES DEL BARRANCO DE LOS
CARDOS-BARRANCO DE EL RIACHUELO Y DE TORRES (LA PALMA, ISLAS CANARIAS)
FERNÁNDEZ, O., R. GARCÍA, F. DUMPIÉRREZ , D. GÓMEZ, M. MATA,
F. GOVANTES, A.J. GONZÁLEZ, M. MARTÍN, & Y. RODRÍGUEZ.
Grupo de Espeleología Tebexcorade - La Palma, Apartado de Correos 591, 38700 S/C de La Palma Islas Canarias, tebexcorade@canarias.org
Abstract
We present here the surveys, morphological descriptions
and faunistic data of the eleven lava tubes known so far in
«Barranco de Los Cardos-Barranco del Riachuelo» and «Torres»
sectors, located in mount Bejenado, in the municipality of El
Paso (La Palma, Canary Islands). The survey and geomorpholo-gical
description of «Las Moradas» cave, located near Barranco
del Rincón (El Paso, Mt. Bejenado) is presented too.
Key words: lava tubes, Mt. Bejenado Barranco de Los Cardos,
Barranco del Riachuelo, Torres, Las Moradas cave, La Palma,
Canary Islands.
Resumen
Se presentan las topografías, descripciones morfológicas y
datos faunísticos de los once tubos volcánicos conocidos hasta
ahora en los sectores del «Barranco de Los Cardos-Barranco de
El Riachuelo» y de «Torres», localizados en el Monte Bejenado,
dentro del término municipal de El Paso (La Palma, islas Cana-rias).
La topografía y descripción geomorfológica de la cueva de
«Las Moradas», localizada en las proximidades del Barranco del
Rincón (El Paso, Monte Bejenado) también se presenta.
Palabras clave: tubos volcánicos, Monte Bejenado, Barranco
de Los Cardos, Barranco de El Riachuelo, Torres, cueva de
Las Moradas, La Palma, islas Canarias.
ISSN: 1577-1792 Fernández et al., 2007 Vulcania, 8 pp: 6-45
Las cavidades volcánicas de El Paso, III: sectores Bco. de Los Cardos–Bco. de El Riachuelo y de Torres. (La Palma, islas Canarias)
VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8 7
Sectores a estudio y características generales.-
Todas estas cuevas se agrupan en sectores de estudio loca-lizados
en las faldas de orientación sur-suroeste del estratovol-cán
Bejenado, que alcanza una altitud de 1.854 m s.n.m. Su
formación, que comenzó hace unos 500.000 años, obedece a
la descompresión de la cámara magmática que alimentaba el
edificio Volcán Cumbre Nueva (el cual llegó a alcanzar los
3.000 m de altura, ocupando la actual zona central de la isla;
un vestigio de su existencia es su falda oriental, que se extien-de
hacia el valle de la comarca de Las Breñas y S/C de La Palma,
formando la actual dorsal de Cumbre Nueva). Dicha descom-presión,
provocada por un espectacular deslizamiento gravita-cional
en forma de colapso de flanco de una tercera parte del
edificio Cumbre Nueva por su parte occidental, reactivó el vol-canismo
en la zona, lo que iniciaría la formación del edificio
Bejenado (Anguita et al., 2002) con unas variadas e interesan-tes
etapas geológicas iniciales, que arrancan directamente sobre
el Complejo basal, sin formaciones volcánicas intermedias. Sin
embargo, es posible localizar en la zona de unión una brecha
volcánica caótica de potencia variable y que deja ver algunos
niveles de piroclastos subordinados entre las predominantes
coladas basálticas «aa» y «pahoehoe», siendo precisamente la
última fase de emisión la de abundantes lavas fluidas del segun-do
tipo (cordadas), que formaron un estrato superficial de
espesor variable que cubre el actual monte casi en su totalidad.
Es de destacar que en la cima del estratovolcán se localiza, final-mente,
uno de los escasos afloramientos de lavas fonolíticas de
La Palma (Rodríguez, 2000).
El posterior desmantelamiento del estratovolcán por la
dinámica erosiva del conjunto de barrancos que originó La
Caldera de Taburiente iría dando la forma actual de semicono
del Monte Bejenado, configurando un gran triángulo cortado
por el Bco. de las Angustias al norte y por el del Riachuelo al
este. Este último barranco separa a su vez al Bejenado del resto
de la Pared de La Caldera por la escotadura de La Cumbrecita
(Afonso, 1985), lugar donde el Bco. del Riachuelo quedó
decapitado al actuar el de Las Angustias como colector princi-pal
de las escorrentías. Privado así de un caudal significativo, el
Bco. del Riachuelo se ha ido cubriendo paulatinamente de
derrubios de ladera al carecer de fuerza para evacuarlos, hecho
que le da una forma de valle en U en su primer tramo, lo que
no debe llevar a confundirlo con un valle glaciar, pues no lo es
(Afonso, 1985).
Las laderas del actual Monte Bejenado, con orientación
predominante Sur-Suroeste, se encuentran abarrancadas aun-que
sin una jerarquización clara de la red por los cambios pro-ducidos
en su base a causa de las erupciones posteriores, como
La Hiedra, El Barrial, Valencia, Antonio José y La Colorada.
Todas estas barranqueras en sentido Norte-Sur (El Riachuelo,
El Rincón, Los Cardos, San Martín de Porres, etc.) se reúnen
en el barranco de Tenisque, que recorriendo el pie del Monte
en dirección Noreste-Oeste las colecta para convertirse en el
Bco. de Hermosilla (Afonso, 1985), que poco más al Oeste se
une con el Bco. de Torres, uno de los mayores que surcan la
montaña en dirección Noreste-Suroeste. Esta red pluvial ha
horadado muchas áreas de la capa superficial de lavas cordadas
que cubre el estratovolcán, así como los tubos volcánicos que
dicha capa contiene, permitiéndonos de este modo su estudio.
Otros, como el que en próximas páginas trataremos de la
Urbanización del Lomo de Torres (LP/EP-39), permanecen
sin una boca natural, hasta que la acción del hombre los pone
de manifiesto. El número de tubos volcánicos que pueda exis-tir
en El Bejenado sin boca o que haya sido destruido por los
barrancos es una conjetura, pero dada la riqueza de las zonas
conocidas de esta capa de lavas, sin duda debe ser alto.
Los pinares del Bejenado guardan una estrecha afinidad bo-tánica
y fisionómica con los de La Caldera y, de hecho, los si-tuados
por encima de los 1.300 m. de altitud quedan incluidos
dentro del Parque Nacional. Por debajo de esta cota, hasta los
700-800 m s.n.m. el pinar es denso y se mantiene relativamen-te
bien conservado. En su sotobosque predomina el amagante
(Cistus symphytifolius var. symphytifolius) y más localmente el co-razoncillo
(Lotus hillebrandii), favorecidos porque se trata de
especies piróficas, que proliferan tras los incendios, frecuentes
en estas laderas secas de orientación sur (Pérez et al., 1994).
ISSN: 1577-1792 Fernández et al., 2007 Vulcania, 8 pp: 6-45
Las zonas objeto de este estudio se encuentran dentro
del antiguo bando o cantón prehispánico de Aridane, y el
sector del Bco. de Los Cardos-Bco. de El Riachuelo está
próximo a las Cuevas de Herrera, interesante poblado de
quince covachas bastante espaciosas, algo deterioradas por
los saqueos y la construcción de un canal. Este conjunto
ya fue mencionado por Abreu Galindo a finales del siglo
XVI (publicado en su Historia de la conquista de las siete
islas de Canaria en 1977). Por esto, la mayoría de las cavi-dades
estudiadas muestran indicios de haber sido utiliza-das
por los habitantes prehispánicos, si bien es extraño
encontrar restos de relevancia debido a la labor de expo-lio
a que han sido sometidas.
A continuación pasaremos a la descripción de los dos
sectores que serán tratados en el presente artículo:
Sector del Barranco de Los Cardos–
Barranco de El Riachuelo
Este sector se encuentra en la falda sureste del Monte
Bejenado, por encima de los 900 m s.n.m., limitado por el
Bco. del Riachuelo (principal) al este y por el de Los Car-dos
(afluente) al oeste. Donde ambos barrancos confluyen
para formar el de Tenisque ha quedado a salvo de la ero-sión
un espigón de lavas cordadas de notable potencia (en
torno a 40 m) que alberga casi todos los tubos de la zona.
Aquí hemos catalogado cuatro cavidades: tres que for-man
un sistema en el barranco Los Cardos, La Cueva Beni-sahare-
La Palma (LP/EP-2, también llamada «de Los Cardos
II» o «de Los Laberintos»), la Cueva de Los Cardos I (LP/EP-
6) y la Cueva de Los Cardos III (LP/EP-40), y la Cueva de
Las Cuatro Bocas (LP/EP-12) en el escarpe que separa los
lomos de Valencia del Bco. del Riachuelo. En el caso de
LP/EP-40, es la primera vez que se la menciona y describe,
siendo además la única que se encuentra en la margen dere-cha
del Bco. de Los Cardos, separada del espigón descrito.
Recientemente, el 7 de enero de 2007, miembros del
Grupo de Espeleología Tebexcorade-La Palma consiguie-ron
unir, primero visualmente y luego mediante travesía,
la Cueva de Los Cardos I (LP/EP-6) y la Cueva de Los
Cardos II (LP/EP-2), con lo que el Sistema Los Cardos I
y II se convierte en la 6ª cavidad en desarrollo de La Palma
con unos 740 m aproximadamente. Si consideramos su
antigua unión con LP/EP-40 (hoy interrumpida por la
acción erosiva del barranco) se obtendría un tubo de desa-rrollo
cercano al kilómetro, algo notable en la isla.
De hecho, es en esta zona donde se localizan los mayo-res
tubos conocidos del Bejenado, pues además de éstos de
Los Cardos, se encuentran por encima de los 1000 m s.n.m.,
dentro de los límites del Parque Nacional, cuevas como la
Honda del Bejenado (LP/EP-1, desarrollo 1363 m) o Los
Sorprendidos (LP/EP-13, desarrollo 211 m) (García et al.,
en prensa). Por la misma zona del Bejenado pero en cotas
aún más altas, la pendiente de la ladera aumenta y los tubos
conocidos hasta ahora son de menor entidad, como la C. del
Risco de Los Cuervos (LP/EP-35, desarrollo estimado 60 m)
(Fernández, sin publicar).
Sector de Torres (Barranco de Torres, Lomo de Torres
y Tamarahoya).-
Esta zona, sin límites definidos, engloba el área de Torres
donde hasta la fecha se han localizado tubos volcánicos, bien
por exploración sistemática (Bco. de Torres) o por comuni-cación
directa de su aparición (Lomo de Torres). Del citado
barranco, uno de los más notables de todo el Monte
Bejenado, se ha explorado desde su desembocadura en Los
Llanos de Aridane (en torno a los 450 m s.n.m.) hasta las
proximidades de la Montaña de La Hiedra, en el paraje
conocido como Fuente de Tamarahoya (~900 m s.n.m.).
En la parte inferior, el cauce es relativamente ancho, des-tacando
la zona conocida como «La Peña del Diablo»: un
enorme anfiteatro natural con el fondo abancalado para el
cultivo de secano (hoy abandonado) donde además llama la
atención la presencia de un roque (la «Peña» que le da nom-bre).
Aguas abajo desde «La Peña del Diablo», el Bco. de
Torres queda separado de una barranquera afluente suya,
localizada al Noroeste, por un cuchillo que se muestra más
delgado en la zona donde contacta con el anfiteatro. En esta
parte del sector localizamos 3 cuevas: La Cueva de Las
Tijaraferas (LP/EP-18), en la mencionada barranquera
afluente; La Cueva de Las Cabras (LP/EP-28) en la base del
cuchillo, junto a un andén habilitado como corral de cabras;
y La Cueva del Cuchillo de Torres (LP/EP-29), en la cúspide
de dicho cuchillo. En las proximidades de LP/EP-28 existen
bocas colgadas, que no han podido ser exploradas para no
alterar la tranquilidad de cabras y pastores en el corral próxi-mo,
ante el riesgo de desprendimientos durante el rappel.
Todas las cuevas en esta zona se estudian por primera vez,
incluyendo la presente en el vecino «Lomo de Torres» (LP/EP-
39) que hizo su aparición durante las obras de edificación en
una urbanización; la excepción la constituye LP/EP-18, para la
cual, aunque ya había sido tratada con anterioridad en 1986
Las cavidades volcánicas de El Paso, III: sectores Bco. de Los Cardos–Bco. de El Riachuelo y de Torres. (La Palma, islas Canarias)
8 VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8
ISSN: 1577-1792 Fernández et al., 2007 Vulcania, 8 pp: 6-45
ISSN: 1577-1792 Fernández et al., 2007 Vulcania, 8 pp: 6-45
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10 VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8
por Martín Esquivel (sin publicar) y por Medina et al. (1996),
también aportamos ahora una nueva descripción y topografía.
En la propia zona de «La Peña del Diablo» son visibles a su
vez numerosas bocas, en un estrato que, localizado en la base
de sus paredes, muestra gran similitud con lavas cordadas en
una apreciación inicial. Sin embargo, tras una exploración
minuciosa de los cortados de dicho estrato (media de unos 40
m de desnivel) no se ha hallado ningún tubo volcánico en su
seno, todo lo más burbujas que se han abierto a la pared, a
modo de abrigos más o menos profundos, debido a la erosión.
De entre ellas, una de las más significativas es un caboco col-gado,
que se exploró dada la posibilidad de que se tratase de un
tubo; finalmente resultó de recorrido escaso (~ 8 m) aunque
destaca la presencia de restos aborígenes, particularmente frag-mentos
de cerámica de la Fase III (todo pese a la dificultad que
presenta su acceso).
Escondida de Torres (LP/EP-42), localizada a 780 m s.n.m. en
la margen derecha; La Cueva de Enfrente (LP/EP-43), a 820
m s.n.m. en la margen opuesta; y La Cueva de Tamarahoya I
(LP/EP-41) en la cota de 960 m s.n.m. y margen izquierda del
Barranco de Los Helechos (afluente de Torres), cercana a su vez
a la Montaña de La Hiedra y a la Fuente de Tamarahoya.
En las proximidades de la Fuente de Tamarahoya el cauce
principal describe un brusco meandro hacia el Oeste y conti-núa
su ascenso, zona que permanece inexplorada desde el
punto de vista espeleológico. Las otras cavidades localizadas
entre el meandro y «La Peña del Diablo» (zona en la que tam-bién
existen muchas bocas obstruidas por sedimentos) no se
han podido estudiar por el momento, por falta de tiempo y
por tratarse de una zona de acceso complejo, con una aproxi-mación
larga por terreno inestable, lo que a su vez desalienta
cuando se trata de tubos de escaso desarrollo. No obstante, la
más significativa ha sido designada con un código (C. de Torres
I, LP/EP-38), dado que posee un paso estrecho soplador y el
resto han sido georreferenciadas para futuros estudios, que
podrían incluir a su vez la parte superior del barranco (por
encima del meandro). En estas zonas, sin duda, son muchas
las sorpresas espeleológicas por catalogar y que podrían alterar
significativamente el número de cavidades conocidas para este
municipio.
Sin embargo, y habida cuenta de que la actividad de nues-tro
colectivo ha estado concentrada ininterrumpidamente
desde 2002 en este municipio, con tres avances parciales pu-blicados
en Vulcania, un estudio específico sobre las Cavida-des
Volcánicas del P.N. de La Caldera de Taburiente (García et
al., en prensa) y un total de 38 cavidades estudiadas, la labor
del GE Tebexcorade – La Palma en un futuro próximo se diri-girá
a otras zonas de la isla, para uniformizar la distribución de
las cuevas palmeras en su Catálogo y así evitar datos falsos sobre
su concentración.
Esto no significa que la exploración en este municipio haya
finalizado, sino que ha entrado en un compás de espera hasta
que la localización de un número significativo de nuevas cavi-dades
y el apoyo de la administración municipal (que para los
estudios realizados hasta ahora ha sido inexistente) aconsejen
el desarrollo de un nuevo avance parcial.
La Cueva de Las Moradas
Como addenda a este trabajo se presenta el estudio (des-cripción
y topografía) de La Cueva de Las Moradas, que debía
haberse incluido en el avance parcial publicado en Vulcania 6
sobre el Bco. del Rincón (Dumpiérrez et al., 2003), pero que
Fragmentos de ce-rámica
(Fase III)
localizados en el
caboco colgado en
la zona de la Peña
del Diablo. (Foto:
O. Fernández)
Un estudio geológico más detallado, parece asociar este
estrato con materiales epiclásticos de fan-delta marino (delta en
abanico), un tipo particular de depósitos freatomagmáticos,
puestos al descubierto por los intensos procesos erosivos des-critos
antes.
Desde la «Peña del Diablo» y aguas arriba el cauce del
barranco pronto se vuelve mucho más estrecho, con lo que el
desnivel de sus márgenes se hace más patente. En esta zona se
diferencian claramente dos estratos: uno inferior masivo, del
tipo epiclástico antes comentado y que no se ha explorado
dada la experiencia previa de la prospección en la «Peña del
Diablo», que resultó infructuosa; y un estrato superior, forma-do
por lavas cordadas, que es donde se ubican los tubos cono-cidos
hasta ahora en esta parte del barranco. La transición entre
ambos estratos está marcada generalmente por un talud de
derrubios donde prolifera la vegetación dominante de la zona,
alterada por la actividad pastoril.
En esta capa de lavas cordadas, y en ambas márgenes del
barranco, se han localizado varios tubos volcánicos, pero so-lamente
se presenta en esta ocasión el estudio de 3: La Cueva
ISSN: 1577-1792 Fernández et al., 2007 Vulcania, 8 pp: 6-45
ISSN: 1577-1792 rcrnánJcz el a/., 2007 Vl/frall¡a,8 pp: 6-45
Lm callidadeJ lIo!cdnicm de El Pmo, /11: >ectom Seo. de LOJ CardOJ-Seo. de El Riachuelo y de TorreJ. (La Palma, úlm CanariaJ)
~ ! ! •~
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VULCANIA. R~V;'la de f:Sp~/eof<Jgía del Arcbipiflngo Canario, Vol. 8 11
ISSN: 1577-1792 Fernández el al., 2007 l/1I!cania, 8 pp: 6-45
Las cavidades volcánicas de El Paso, 111: sectores Bco. de Los Cardos-Bco. de El Riachuelo y de TOrres. (La Palma, islas Canarias)
no pudo ser localizada duranre la prospección para dicho trabajo pues se
la buscaba intensamente en e! eirado barranco según los rexros de! GIET
(Marón Esquive!, sin publicar). Sin embargo, seguramente debido a un
error, la descripción de acceso dada por e! GIET esrá equivocada en lo referente
al barranco en que se halla. En una nueva prospección, por tanteo
de barrancos similares al descriro, acabamos localizando la cueva al oeste
de un cono volcánico, en una barranquera parale!a al Bco. de! Rincón.
En las inmediaciones de la entrada existen otras bocas de tubos, que
se encuentran colmatadas por sedimentos. También cerca se encuentra
la galería El Valle, ya abandonada, la cual podría haberse intersecado
con algún orro tubo en su trazado, aunque es poco probable debido
a su orientación este-sureste (Mapa Topográfico Nacional E:
1/25000, hoja 1085-11) hacia e! barranco Tenisque y no hacia los estratos
de lavas cardadas (al norte); no obstante, la galería permanece inexplorada
por falta de tiempo.
Vista de la zona de la Peña del Diablo desde el interior del caboco colgado.
Vista panorámica de la margen derecha del Beo. de Torres, tomada desde la
cabecera de la vía de acceso a la e de Enfrente. En la parte central de la imagen
se localiza la e Escondida (LPIEP-42)
(Fotos: o. Ferndndez)
Vista de la zona de la Peña del Diabw. En ella se aprecia
eL estratofeatomagmático inferior, separado por un taLud
de demlbios deL estrato de lavas pahoehoe superior. La
flecha señala el caboco colgaM.
Vía de acceso instalada en eL caboco coLgado en la zona
de la Peña del Diablo.
Las cavidades volcánicas de El Paso, III: sectores Bco. de Los Cardos–Bco. de El Riachuelo y de Torres. (La Palma, islas Canarias)
VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8 13
CUEVA DE LOS CARDOS I
Emplazamiento y descripción
Se trata de un tubo volcánico laberíntico de 153 m de
desarrollo, y situado en el Barranco de Los Cardos a unos 975
m de altitud sobre el nivel del mar. Sus coordenadas UTM
datum REGCAN95 son (28R) X= 221549 m Y= 3175141
m y su clave en el Catálogo de Cavidades es LP/EP-6. La
variada geomorfología que presenta (grietas de retracción,
estafilitos, gateras, salas, jameos interiores, columnas, corni-sas,
etc.), así como su recorrido que se muestra accesible y
diverso en su mayor parte, hacen de él un tubo muy intere-sante.
Destaca la posibilidad de realizar una travesía entre esta
cueva y la vecina cueva II, si bien la conexión se produce en
un paso estrecho extremadamente difícil.
El camino soportado por paredes de piedra que llega
hasta la cueva y la pared de mampostería, que cierra parcial-mente
el acceso por la boca 1, dan testimonio del uso
humano del lugar; sin embargo, es difícil apreciar vestigios
aborígenes, pues tanto esta cavidad como las de su cercanía,
han sido saqueadas (Pais, 1996).
La cavidad cuenta con 3 accesos desde el exterior, aun-que
el occidental es impracticable ya que presenta poca
altura por ser destino de muchos sedimentos arrastrados
por las escorrentías esporádicas. La entrada más cómoda,
por ser la de mayor altura con 0,90 m, es la central (1).
Allí situados, transitaremos agachados hasta la boca del
primer ramal notable (C, a unos 16 m de la entrada) entre
alturas que van desde los 0,60 m hasta los 1,63 m, estan-do
el punto más bajo de este tramo en un puente de lava
situado entre los 6 y 9 m –aunque la bóveda tiene una
media que supera el metro–. A partir de este puente, las
paredes presentan cornisas a ambos lados y un pequeño
canal lávico en el suelo, que acabarán uniéndose más ade-lante
para formar un tubo superpuesto en la sala central
de la cueva, a la cual llegamos avanzando unos 12 m desde
la bifurcación del tubo C. Todo el tramo hasta la sala está
mayoritariamente cubierto por sedimentos terrosos y
derrubios.
El tubo C se abre en una terraza a unos 0,20 m sobre el
suelo del A; su recorrido es descendente hasta la boca 3, en sen-tido
inverso al que hemos descrito por el tubo principal. Su
Bifurcación de ramales a 4 niveles en la Cueva de los Cardos I.
(Foto: O. Fernández).
Vista inferior del jameo de conexión entre el ramal E (inferior) y
EA (superior) de la Cueva de los Cardos II. (Foto: O. Fernández).
SECTOR BCO. DE LOS CARDOS –
BCO. DEL RIACHUELO
ISSN: 1577-1792 Fernández et al., 2007 Vulcania, 8 pp: 6-45
Las cavidades volcánicas de El Paso, III: sectores Bco. de Los Cardos–Bco. de El Riachuelo y de Torres. (La Palma, islas Canarias)
14 VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8
parte central, de amplias dimensiones (unos 8 m de ancho por
2 m de alto), se halla deteriorada con acumulación de grandes
bloques en el suelo. Esta sala central del tubo C da acceso a los
tubos ascendentes D y E (el E es sólo un pequeño tubo para-lelo
con origen y fin en el D, situado al comienzo de éste); están
mejor conservados que el C y, por tanto, con variadas es-tructuras
geomorfológicas observables. Presentan un elevado
grado de humedad, abundante goteo de agua y un suelo de
escoria compacta con un pequeño canal lávico (D).
Los otros ramales parten de la sala situada a mitad de reco-rrido
del tubo principal; la unión de las cornisas la dota de un
«doble fondo», siendo posible reptar por el inferior aunque es
de escaso tamaño y contiene innumerables bloques que difi-cultan
considerablemente la progresión, por lo que normal-mente
se pasará por encima.
En la parte derecha de la sala, a unos 0,50 m de altura,
está la entrada del que denominamos tubo G en la poligo-nal
topográfica. Tiene una sección redondeada y estrecha,
con suelo, paredes y techo lisos y compactos hasta los 15
metros. A partir de aquí el tubo se manifiesta como una
galería más ancha y deteriorada, con grandes bloques en el
suelo y una potencia importante de sedimentos. Esta sala,
bastante iluminada por la cercanía de la achatada boca
número dos, presenta un ramal en estado ruinoso por la
parte derecha, sepultándose a escasos metros de su inicio.
A la izquierda de la sala central y a 1,60 m de altura,
está la entrada del tramo F, que desemboca en la zona
ancha del tubo G; no obstante, el recorrido del F es en
parte impracticable, porque a dos metros de su comienzo
forma un paso estrecho obstaculizado por bloques, tanto
sueltos como soldados. El resto del ramal está bien con-servado,
tiene una gran inclinación y es transitable si lo
hacemos casi a rastras y protegidos de un suelo de escoria
lavada, pero muy abrasiva.
El tramo de tubo principal que está después de la sala
central cuenta con algo más de 23 m de desarrollo, prácti-camente
rectilíneo, aunque de escasa altura lo que nos obli-gará
a recorrerlo a gatas y a rastras por un suelo cubierto de
derrubios de pequeño tamaño; la humedad, a su vez, es alta.
Durante casi 12 años, se consideró que este era el final de
la cavidad, pues el tubo acababa cegado en lo que parecía
un sifón lávico, quedando tan sólo una posible continua-ción
impracticable a la derecha de dicho final. En el mo-mento
de situar las cavidades de este barranco unas respec-to
de otras, pronto llamó nuestra atención la posibilidad de
que LP/EP-6 y LP/EP-2 estuviesen unidas al menos en un
punto. Posteriormente se confirmó la conexión visual en el
lugar previsto y, tras una desobstrucción ligera, se pudo
completar una travesía entre el final del tubo principal de
la C. I y el final del tubo B de la C. II.
La topografía del sistema se presenta en página 15
Forzando el «Paso de Paco Picapiedra» en sentido descendente (izquierda) y ascendente (derecha). (Fotos: O. Fernández).
Amplia sala, llena de derrumbes de bloques. Tubo C de la Cueva
de Los Cardos I (Foto: O. Fernández).
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Las cavidades volcánicas de El Paso, III: sectores Bco. de Los Cardos–Bco. de El Riachuelo y de Torres. (La Palma, islas Canarias)
VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8 15
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16 VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8
CUEVA BENISAHARE – LA PALMA (C. DE LOS
CARDOS II O C. DE LOS LABERINTOS)
Emplazamiento y descripción
Apenas a unos 25 m de la C. de Los Cardos I encon-tramos
este tubo volcánico de dimensiones medias no
muy amplias, con una bóveda de 1 a 2 m de altura, pasos
muy estrechos y numerosas ramificaciones interconecta-das;
lo que le otorga un desarrollo de 584 m, consideran-do
la parte tradicionalmente conocida del tubo. La boca
se abre a 975 m s.n.m. en el barranco de Los Cardos, sus
coordenadas UTM Datum REGCAN95 son (28R) X=
221570 m Y= 3175128 m y su clave en el Catálogo de
Cavidades, LP/EP-2.
Desde la boca ascendemos con una pendiente suave por un
tramo de tubo relativamente amplio aunque en mal estado de
conservación, donde son abundantes los derrumbes y el barro
que apenas dejan aflorar las formas parietales durante un reco-rrido
de unos 60 m. En este sitio, a la izquierda y en un nivel
superior, se localiza uno de los puntos de unión –en este caso
impracticable– con la Cueva I. Siguiendo nuestro recorrido,
enseguida encontramos la primera estrechez: una gatera de
unos 4 m de longitud y de suelo de escoria lavada con una altu-
Bifurcación del ramal F (izquierda) de la Cueva de Los Cardos II
en una zona donde abundan los derrumbes parcialmente cemen-tados.
(Foto: O. Fernández).
Tramo de tubo principal entre los ramales E y F de la Cueva de Los
Cardos II, donde se aprecian diversos niveles de terrazas.
(Foto: O. Fernández).
Bella terraza escalonada en el tubo GB de la Cueva de Los Cardos II
(Foto: O. Fernández).
Columna en el tubo G, próxima al ramal GA de la Cueva de Los
Cardos II (Foto: O. Fernández).
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VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8 17
ra de unos 35 ó 40 cm, que se supera sin problemas y en la cual
pueden observarse estafilitos bien conservados.
Tras este paso la cavidad se abre a una sala muy derruida
que primitivamente poseía una gran terraza en su lado
izquierdo y que ahora apenas aflora entre los cascotes. De
aquí parte el tubo B, que durante la topografía inicial (rea-lizada
en 1995) se creyó cegado por un sifón lávico y
derrumbes. Con posterioridad, ya en 2007, se verificó que
también en este lugar las cuevas I y II estaban unidas a tra-vés
de un orificio de unos 15x15 cm, oculto en parte por el
material clástico que tapiza la sala. Las mayores dimensiones
de la C. II (donde se puede estar sentado, en contra de la C.
I donde hay que permanecer a rastras) facilitaron que se
practicase una desobstrucción desde ella, en dirección a la
C. I, lo que permitió completar la travesía entre ambas (aun-que
el paso sigue siendo muy estrecho), de lo cual resulta
una única cueva con 740 m de desarrollo total.
Toda la sala, al igual que casi todo el resto de la cueva,
está cementada por un limo de color ocre que le da una gran
consistencia, siendo pocos los cascotes realmente sueltos.
Al final de la sala el tubo continúa, por la parte inferior
derecha y a través de una gatera muy estrecha de unos 2 m
de recorrido, de sustrato compacto o de escoria muy lavada
y cuya altura inicial no sobrepasaba los 15 cm. Este punto se
ensanchó durante el proceso de exploración y se conoce colo-quialmente
como «Paso de Paco Picapiedra». Se trata de un
paso muy técnico, en el que se ha de entrar sin casco y con-trolando
el volumen de la caja torácica mediante la respira-ción.
Es, además, conveniente colocar lona en el suelo, debi-do
a su aspereza, para facilitar que el espeleólogo se deslice.
Tras la mencionada gatera la cueva recupera altura
paulatinamente, a lo largo de una galería que presenta el
suelo lleno de bloques, algunos cementados y con el techo
intacto. A partir de aquí se observa la verdadera morfolo-gía
de la cavidad: en todo tramo amplio dominan los
derrumbes consolidados por limo, mientras que cuando
el diámetro del tubo disminuye se conservan perfecta-mente
sus estructuras primarias, existiendo también en
algunos lugares unas concreciones secundarias de extraor-dinaria
belleza. En ocasiones puede verse cómo las forma-ciones
minerales recubren todo el suelo, paredes y techo a
modo de manto, muchas veces ennegrecido por oxida-ción,
y que hemos denominado «concreciones fungifor-mes
» (Fernández et al., 1997) debido a la forma de hongo
achatado que presentan en la mayoría de los casos.
Partiendo de la porción de tubo existente tras el paso,
la cavidad continúa ascendiendo suavemente con algunas
ramificaciones de escaso recorrido, derrumbes y depósitos
de concreciones fungiformes con algo de yeso disperso.
Unos 50 m después del «Paso de Paco Picapiedra» se en-cuentra
a la derecha el primer ramal importante (tubo E)
que parte descendiendo hacia el suroeste en una intrinca-da
red de galerías que se conectan entre sí en dos niveles
distintos, unidos por un jameo interior (E, ramal inferior,
EA, ramal superior). Muchos de estos pequeños ramales
finalizan obstruidos por escoria o bien se prolongan en
gateras impracticables, que se han forzado al máximo
hasta ser obvio que no tienen futuro.
Esta red de galerías que hoy parte de la pared sureste
al nivel del suelo de la cavidad estuvo en sus orígenes ele-vada
1,5 m por encima del tubo principal, lo que propi-ció
la suavidad de su suelo compacto: cuando disminuía
el aporte de lava, el tubo principal actuó como canal de
drenaje pasando a él toda la escoria, y dejando así los pri-meros
metros de las galerías de niveles superiores exentas
de este desecho, formándose sustratos lisos.
En el estado actual de la cavidad, la galería parte de un
nivel ligeramente inferior al tubo principal, debido al
derrumbe que existe en el cruce de ambos.
En este mismo punto desembocaba originalmente el
tubo F, que comienza algunos metros más arriba y que
constituía una conexión entre el tubo principal en su final
y el comienzo del ramal E. En la actualidad dicha salida
se halla sepultada por el mismo derrumbe que hace que el
tubo E se encuentre ligeramente hundido. Aún dentro de
todos estos caños, e independientemente de cuál fuese el
que actuó como canal de drenaje en último término,
observamos caprichosas formaciones generadas por la lava
en su último discurrir: pequeñas cornisas y canales lávi-cos,
junto con conductos de dimensiones centimétricas.
Según proseguimos nuestro ascenso por el principal lle-gamos
al final de éste, de donde parte en sentido descen-dente
el ramal F; su estado es casi ruinoso en los tramos de
altura superior a 2 m, pero se conserva intacto en partes más
estrechas mostrando, además, formaciones secundarias de
gran belleza, como algunas microestalactitas calcáreas.
Del techo parte, a su vez, otro ramal –el tubo G– cuya
génesis suponemos aislada del resto de la cavidad, y que
habría sido capturado por la galería inferior (principal) en
los últimos momentos de su formación. En esta conexión el
superior cruza de modo casi perpendicular al inferior y
ambos se conectan por un jameo interno que presenta unos
2 m de desnivel. Desde aquí, el tubo G desciende en un
recorrido paralelo hasta prácticamente duplicar el desarrollo
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18 VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8
del principal. Sus estrechas dimensiones hacen de él una
larga gatera de extraordinaria belleza, en ocasiones a modo
de laminador y con escasos derrumbes de cascotes. El suelo
es mayoritariamente compacto ya que el aporte de lava fue
absorbido por el tubo principal cuando aún fluía abundan-temente,
bajando el desecho de escoria al ramal inferior por
una cascada pétrea en la unión de ambos (A-G).
En su parte media posee tres ramificaciones interco-nectadas,
existiendo en el tubo GB una pequeña terraza
muy bien formada que modela una «acera» en curva de
unos 50 cm de altura con varios niveles, testigos del cese
paulatino del aporte lávico. Una observación detallada de
las paredes de estos ramales permite comprobar la existen-cia
de microgours de limo, algunos semicristalizados, pro-ducto
del agua al deslizar por sus lisas paredes. El tubo G
termina en un sifón de lava, y podría haber estado conec-tado
durante su formación con alguno de los ramales de
la vecina C. de Los Cardos I.
En el tramo inicialmente accesible de la cavidad (previo
al «Paso de Paco Picapiedra») se han hallado restos de cerá-mica
y algunos útiles aborígenes, muy deteriorados, corres-pondientes
a la fase IV. Al parecer esta cavidad y su vecina C.
de los Cardos I (LP/EP-6), así como abrigos exteriores de la
zona que presentan muros para nivelar el suelo, fueron asen-tamientos/
necrópolis auaritas hoy expoliados (Pais, 1996).
Esta cavidad fue objeto de estudio por parte de dos pro-yectos
de investigación faunística simultáneos durante los
años 1999 y 2000, por los grupos espeleológicos canarios
GIET (Proyecto LIFE) y Benisahare-La Palma (Proyecto
Convenio Parques Nacionales-CSIC), arrojando unos inte-resantes
datos como son la captura de 206 ejemplares repar-tidos
entre 16 especies algunas de ellas tan interesantes como
los escarabajos Medon feloi Assing, 1999 y Laparocerus zara-zagai
García & Oromí, 1996. Para más información con-sultar
García et al., 2001.
La topografía del sistema se presenta en página 15
CUEVA DE LOS CARDOS III
Emplazamiento y descripción
La cavidad se abre en la margen derecha del barranco
de los Cardos a unos 960 m s.n.m. (un centenar de metros
por debajo de la cueva LP/EP-2). Tiene un desarrollo de
154 m repartido entre cinco ramales, y se le asigna la clave
LP/EP-40 en el Catálogo de Cavidades; suponemos que
durante su formación estuvo conectada con las vecinas
cuevas I y II, siendo posteriormente seccionada por la
acción erosiva del barranco. Sus coordenadas UTM datum
REGCAN95 son (28R) X= 221552 m Y= 3175043 m.
La boca accesible se encuentra colgada a 4 m sobre el
talud de esta margen del barranco, siendo posible trepar
hasta ella sin ayuda de material de progresión vertical. Sin
embargo, dada la escasez de agarres para las manos en la
repisa de acceso (lo que se añora a la hora del destrepe),
hay instalados dos tacos, de M-8 y M-10, para asegurar el
ascenso/descenso del grupo mediante una escala, debien-do
el primero ascender y posteriormente bajar en integral.
Es preciso hacer que los tacos trabajen a cizalladura me-diante
una triangulación, y repartiendo las cargas, pues se
encuentran instalados sobre roca porosa.
Una vez en la repisa de entrada, accedemos a un tramo
ascendente y uniforme, con una altura media de 1,2 m y sus-trato
terroso polvoriento, que progresivamente se compacta
según avanzamos por el aumento de humedad. Así pronto lle-gamos
a una sala con un importante derrumbe de bloques de
buen tamaño (muchos de más de un metro), de donde sale el
primer ramal superior a la izquierda (tubo B). Éste se mues-tra
como una gatera de suelo de escoria compacta y una altu-ra
de 0,6 m, con un paso impracticable que nos impide seguir
avanzando a los 8 m de su comienzo. Situados en este punto,
apreciamos la tenue luz que proviene de la segunda boca,
cuyas dimensiones ignoramos al no poder llegar hasta ella.
En el tramo de sala donde se bifurcan el tubo princi-pal
y el B observamos lo que con toda probabilidad son
Comienzo del ramal G, de sección casi circular y fuerte pendiente en su
inicio, que posteriormente se torna en laminador. (Foto: O. Fernández).
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VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8 19
restos de industria lítica aborigen, y algunos óseos más
deteriorados que no logramos identificar.
Prosiguiendo el ascenso por el tubo principal traspo-nemos
la zona del derrumbe para pasar a un tramo de
tubo ancho y con suelo terroso muy húmedo, compacto
y uniforme, donde se aprecian también raíces, hongos y
algunas piedras de menor tamaño, así como un ramal de
escaso recorrido a la derecha.
A los 50 m, medidos desde la boca, llegamos a una
nueva bifurcación, una zona bastante deteriorada donde
el tubo se divide en dos ramales amplios. Por sus dimen-siones,
consideraremos el de la derecha como principal.
Conforme avanzamos por la derecha no tardamos en
encontrarnos con otro ramal («D» en la topografía) de
escasa altura (0,4 ~ 0,6 m) y corto recorrido (8 m), que fi-naliza
en una angostura impracticable mezcla de las di-mensiones
originales de la cueva y una acumulación de
cantos rodados y sedimentos.
De vuelta al tubo principal, ascendemos por un tramo
amplio (3 m de ancho por dos de alto), que presenta varios
derrumbes, incluidos algunos bloques de gran tamaño; aun
así, se observan algunas formas primarias dignas de mención,
como terrazas escalonadas y pequeños canales lávicos.
Bifurcación de ramales en la C. de Los Cardos III («C» a la izquier-da,
principal a la derecha) (Foto: O. Fernández & D. Gómez).
Tramo de tubo principal próximo a su final en la C. de Los Cardos
III. (Foto: D. Gómez & O. Fernández).
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20 VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8
Nuestro recorrido en este tramo termina a 35 m de su
bifurcación con el ramal C, poco más adelante de una
pequeña desviación que vemos a la derecha (tubo E). En este
lugar, la altura desciende hasta medidas que, si bien son
practicables, hacen la progresión arriesgada por el mal esta-do
que presenta el techo, lo que desaconseja seguir avanzan-do
pues forzosamente se tocaría la bóveda con la espalda con
el serio riesgo de desprender algún bloque. No obstante, la
galería continúa, pero por la localización de la cueva respec-to
del cauce del barranco, su presunta unión durante su ori-gen
con las otras cuevas del sistema y la acumulación de
vaho lo más probable es que no tenga mucho recorrido.
De vuelta en el ramal C, ascendemos unos escasos nueve
metros por una galería de aspecto ruinoso, hasta que llega-mos
a una estrechez en desnivel, fruto de un derrumbe.
Superada la misma sin demasiada dificultad, avanzamos
por una gatera de suelo arenoso-terroso, que pronto desem-boca
en una sala de 4 m de ancho por uno de alto; en sus
laterales, observamos sendos ramales impracticables.
El extremo superior de la sala continúa como una nueva
gatera arenosa, con abundantes cantos rodados, que se torna
impracticable a los pocos metros; aunque es posible la
desobstrucción mediante excavación (algo que parece que
ya se ha intentado), la hemos desestimado por las escasas
probabilidades de que la cueva continúe.
La fauna observada es rica en variedad y abundancia,
habiéndose constatado la presencia de especies troglobias tan
interesantes como Paraliochthonius mirus Mahnert, 2002
(Pseudoescorpionides), Dysdera ratonensisWunderlich, 1991
(Araneae); Loboptera teneguia Izquierdo & Martín, 1999
(Blattaria); Licinopsis angustula Machado, 1987 (Coleop-tera);
Aptilotus martini Wheeler & Marshall, 1989 (Diptera).
La topografía de la cavidad se presenta en página 21
deba a la circulación de agua por su interior cuando el barran-co
del Riachuelo discurría a la altura de las bocas, habiendo
entrado gran cantidad de material clástico que erosionó las pa-redes,
privándolas de la mayoría de las formaciones primarias.
Desde la boca norte entramos en un tubo amplio, de pare-des
deterioradas y suelo polvoriento excepto donde alcanza la
luz, que está tapizada por algunos musgos. Unos 20 m más
adelante, la cavidad presenta una gruesa columna, tras ella
enseguida vemos la claridad que proviene de la segunda y
amplia entrada, donde crecen algunos arbustos, entre ellos la
vinagrera (Rumex lunaria L.). También observamos algo de
basura, bolsas, cascos de botella y latas, ejemplos de que esta
boca parece ser bastante conocida. Asimismo, se encuentran
aquí algunos restos dispersos de industria lítica.
A partir de este punto la caverna disminuye su sección du-rante
unos 30 m de recorrido, por lo cual quitarse los aparatos
de técnica alpina (si se habían usado para acceder a la cueva)
ayudará a progresar con más comodidad. En este tramo la pol-vorienta
galería serpentea suavemente y podemos observar res-tos
de industria lítica amontonados junto a las paredes, de
modo que no descartamos que la gruta haya sido visitada por
expoliadores que pudieran haber extraído los restos arqueoló-gicos
más interesantes, apartando los líticos. A su vez, en este
tramo hay una fuerte corriente de aire entre las bocas 2 y 3.
Así llegamos a una sala de buen tamaño, desde la cual el
tubo principal continúa con dirección sur y desde donde parte
CUEVA DE LAS CUATRO BOCAS
Emplazamiento y descripción
Este tubo volcánico ramificado abre sus cuatro bocas
al escarpe de aproximadamente 40 m de desnivel que
separa los lomos de Valencia del barranco del Riachuelo.
De este modo las entradas mayores (1, 2 y 3) son visibles
desde la carretera que va al mirador de La Cumbrecita. Se
hallan a 1054 m s.n.m., en las coordenadas UTM Datum
REGCAN95 28R X= 221656 m Y= 3175481 m (boca 1
–Norte–), siendo la clave para todas ellas LP/EP-12.
Para llegar a los accesos del sur es preciso descender en rap-pel
desde la parte alta del escarpe, usando como anclaje los
abundantes pinos. La entrada por el primer orificio, aunque
arriesgada, es posible sin usar cuerdas, ayudándose de una tu-bería
de acero galvanizado que en ese punto baja por el escar-pe.
No obstante, es recomendable montar un pasamanos o un
pequeño tramo de rappel que asegure el descenso. Casi enci-ma
de la boca 1 hay un pino que utilizaremos como anclaje de
cabecera y, una vez en la repisa de la entrada, avanzando algu-nos
metros hacia el interior, es fácil encontrar fisuras aptas para
clavos universales y en «U» con los que asegurar la instalación.
Es de destacar que apenas se observan estafilitos o corteza
lávica original en la cueva, donde abundan, por contra, los
sedimentos terrosos. Parte de este deterioro seguramente se
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22 VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8
un gran ramal a la izquierda que, tras un descenso por un resal-te
de unos 4 m (trepe y destrepe mediante agarres naturales)
continúa 15 m más para abrirse al acantilado en una boca de
unos 4 m de alto por 2 de ancho (boca 3). Este ramal también
posee un recorrido ascendente de unos 8 m, donde finaliza
cegado por un tapón natural. En la zona próxima a la boca
podemos ver guano de paloma y señales de nidos y posaderos.
Prosiguiendo por el tubo superior hemos de avanzar unos
33 m más por una galería mucho más estrecha que antes, hasta
que llegamos a la cuarta y última entrada, la más pequeña con
2 m de ancho por menos de 1 de alto, donde hemos observa-do
restos de nidos de paloma varios metros hacia el interior.
El plano topográfico que aquí presentamos fue levanta-do
en 2003 pues, aunque nuestros compañeros C.T. Pestana
y D. Gómez realizaron una topografía de Grado 5 en 1998,
tanto datos de campo como dibujos resultaron extraviados.
Tramo inicial, entre las bocas 1 y 2, de la C. de las 4 bocas, donde des-tacan
los sedimentos terroso-arenosos y una columna.
Desnivel existente entre el tubo A (superior) y el B (inferior), que lleva a
la boca nº 3. (Fotos: O. Fernández).
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VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8 23
CUEVA DE LA URBANIZACIÓN
DEL LOMO DE TORRES
Emplazamiento y descripción
Esta cavidad nos manifestó su presencia durante el movi-miento
de tierras para la construcción de viviendas unifami-liares
aisladas en la Urbanización del Lomo de Torres (pro-yecto
de F. Rodríguez de La Cruz, Arquitecto). El tramo de
mayores dimensiones, donde se abrió un jameo bajo el peso
de la excavadora, se encuentra bajo las parcelas B1 y B2. Sus
propietarios han dividido el tubo en esa zona con una pared
de mampostería, de acuerdo con la parcelación de la super-ficie,
y ambos lo están acondicionando para ser usado como
bodega. El desarrollo de todo el tubo (considerando que no
se hubiese parcelado) es de 146 m, y las coordenadas UTM
Datum REGCAN95 de la boca son X= 216200 m Y=
3174680 m Z= 510 m. Se le asigna la clave LP/EP-39 en el
Catálogo de Cavidades.
La parte inferior del tubo, bajo las viviendas, tiene unas
dimensiones holgadas, que aún aumentan con los trabajos de
acondicionamiento al ser retirada la capa de derrubios y blo-ques
que cubren el suelo de la cueva. Así, esta zona alcanza los
4 m de anchura y los 3 de altura, además de poseer una bella
terraza con estrías de avance muy bien marcadas en el lado
izquierdo, según la dirección de avance de la lava.
Una de las viviendas está cimentada sobre este tramo
de cueva, lo que hizo necesaria la realización de diversos
estudios sobre la capacidad de carga de la bóveda (con un
espesor hasta la rasante de excavación de unos 2 m) así
como de las deformaciones del interior, aprovechando la
estancia en la isla de los Ingenieros que dirigían las obras
del nuevo túnel de Cumbre Nueva. Así, observamos en
estos tramos numerosos anclajes de expansión que sirvie-ron
para sostener la triangulación durante el estudio de las
deformaciones. Tras concluir los estudios, se determinó
que la capacidad portante de la bóveda era más que sufi-ciente
para soportar los bulbos de presión de las zapatas
de la vivienda (sólo dos plantas). Entre estos estudios se
encuentra también una topografía mediante teodolito
(que ofrece la mayor precisión posible) de estos tramos
mayores, lo que permitió localizar un punto próximo a
una de las viviendas para abrir un jameo artificial que ser-
Tramo de pendiente pronunciada en la parte superior de la cavidad,
destacando la curvatura de las formas parietales. (Foto: O. Fernández).
Tramo de mayores dimensiones de la C. de la Urb. del Lomo de
Torres, donde destaca la suave curva que describe el tubo y las estrí-as
de avance. Este segmento de cueva se encuentra bajo una de las
viviendas, y será acondicionado como bodega. (Foto: O. Fernández).
SECTOR LOMO DE TORRES - BARRANCO DE TORRES
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24 VULCANIA. Revista de Espeleología del Archipiélago Canario, Vol. 8
virá, en un futuro, como acceso a la cueva (aunque la entrada abierta inicial-mente
por la excavadora será preservada con una escalera de mampostería).
De este modo, tras el temor inicial surgido en los dueños por un posible enca-recimiento
de la estructura y otras repercusiones negativas que la presencia de la
cueva pudiera originarles, éstos han pasado a verla con mejores ojos, hasta el punto
de llegar a acondicionarla –todo hay que decirlo– con bastante cariño y curiosidad
por el estudio del resto de la cueva, que nos han facilitado amablemente. Así pues,
reciban desde estas líneas nuestro agradecimiento y felicitación tanto por permitir-nos
el acceso a la cavidad como por emprender esta adaptación poco agresiva de los
tramos inferiores de la cueva.
En sentido descendente, poco después del jameo artificial bajo la vivienda, la
cueva finaliza en un derrumbe con presencia de material clástico del exterior, que
parece anterior a los trabajos en la urbanización. Es posible que la cueva no tuviese
entradas naturales, a menos que este final por el tramo inferior fuese un antiguo
jameo que se vio colmatado por materiales del exterior. Sin embargo, no hemos
encontrado indicios en la cueva que apoyen esta última idea (no observamos restos
óseos de ninguna clase), así que tal vez la cueva se haya conectado con el exterior
recientemente.
En sentido ascendente, tras el segundo tramo en acondicionamiento, la cavidad
se muestra en su estado natural, aunque con unas dimensiones más modestas. Es la
tónica del recorrido la presencia de abundantes derrumbes de bloques y derrubios,
así como depósitos arcillosos y de limo, y un estado de deterioro generalizado de
paredes y techo. Abundan también las raíces y, donde la corteza lávica original sub-siste,
estafilitos de formas caprichosas y terrazas de poca profundidad pero bastante
llamativas, salpicadas en ocasiones con concreciones tanto de yeso como calcáreas.
El tránsito por el interior no reviste demasiada dificultad, salvando el suelo
abrupto por los derrumbes y una ligera estrechez de 0,75 m de altura. Algo después
de la citada estrechez, la cueva recupera unas dimensiones que posibilitan recorrer-la
erguido en algunos tramos, siendo de destacar la presencia de un tramo de fuer-te
pendiente a unos 15 m del citado sector acondicionado.
El final de la cueva por la parte superior se produce en un sifón lávico, contem-poráneo
a la formación de la cueva.
En la página siguiente se presenta el levantamiento topográfico de la cavidad.
Vista de las parcelas en las que se abrió la boca
del tubo volcánico, aún sin haber terminado las
obras (2004). (Foto: F. Rodríguez).
Jameo artificial (abierto tras un replanteo topográfi-co
mediante teodolito) para dar acceso desde la bode-ga
de la vivienda al tubo volcánico. En la imagen, F.
Rguez., Arquitecto a cargo del proyecto.
Zona de la parte superior de la cueva, con las forma-ciones
primarias perfectamente conservadas.
(Fotos: O. Fernández).
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Las cavidades volcánicas de El Paso, III: sectores Bco. de Los Cardos–Bco. de El Riachuelo y de Torres. (La Palma, islas Canarias)
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CUEVA DE LAS TIJARAFERAS (C. DE BARROS)
Emplazamiento y descripción
En medio de una pequeña barranquera situada en la
margen derecha del Barranco de Torres y más concreta-mente
en un «caboco»1 bajo una cascada basáltica, se en-cuentra
la entrada de la cueva, muy amplia en su comien-zo
(alcanza los 6 metros de ancho por casi 4 de alto), sien-do
realmente un lateral a modo de repisa bajo la cual con-tinúa
la caída unos pocos metros más hasta topar con el
cauce. Este tubo volcánico lineal cuenta con 63 m de desa-rrollo,
y también se ha identificado en los estudios del
GIET (Medina et al., 1996) como «Cueva de Barros» (aun-que
«C. de Las Tijaraferas» es el nombre popular), relacio-nándose
ambos con la Clave LP/EP-18 (Fernández, 2000).
Sus coordenadas UTM Datum REGCAN95 son (28R)
X= 217.564 m Y= 3.173.988 m Z= 545 m.
Un espacio de antiguos bancales de cultivo, hoy aban-donados
y colonizados por almendros, dibuja el paisaje
del entorno, que se complementa con otra caverna, a esca-sos
metros de distancia en la margen opuesta de la barran-quera.
Ambas cavidades fueron antaño pobladas por los
awara (antiguos habitantes de la isla de La Palma), hecho
confirmado por la abundante presencia de fragmentos
cerámicos, líticos y restos óseos de ovicápridos (Pais,
1996); posteriormente y ya en épocas históricas han sido
reutilizadas como vivienda y corral.
La boca de entrada de la Cueva de Las Tijaraferas se
encuentra actualmente tapizada de grandes bloques des-prendidos
del techo, siendo utilizados algunos de los agu-jeros
resultantes del colapso de la bóveda como nidos por
cernícalos (Falco tinnunculus canariensis Koenig, 1890) y
palomas (Columba livia Gmelin, 1879). Enseguida se
observa que la cavidad se estrecha y podemos introducir-nos
en el tubo volcánico que asciende suavemente hasta
alcanzar un desnivel total de 17 metros.
A pocos metros de penetrar en el tramo de menores
dimensiones observamos dos escalones separados 1,20 m
uno del otro; en un principio el suelo es compacto con
sedimentos polvorientos, para luego, prácticamente en lo
que resta de cavidad, hacerse terroso-arenoso con peque-ñas
piedras dispersas. A unos 20 m de la entrada se pue-den
observar restos de ovicápridos, que se vuelven a repe-tir
un poco más adentro, lugar en el que aparecen tam-bién
indicios de fauna cavernícola, representada por éli-tros
de Licinopsis angustula Machado, 1987 y Loboptera
teneguia Izquierdo & Martín, 1999. Asimismo observa-mos
restos de fauna trogloxena constituida por Omma-toiulus
moreletii (Lucas, 1860) y abundantes restos de
microlepidópteros.
Llegados a este punto es de destacar la presencia de un
pequeño muro de piedras y restos de basura como velas,
pilas o botellas, al igual que trazos de pintura roja en las
paredes dibujando símbolos profanos, peces, espirales y
otros graffiti.
Seguimos avanzando sobre un suelo terroso, con ele-vados
índices de humedad que llegan a originar un irre-gular
goteo en diferentes partes de la caverna, notándose
a su vez la presencia de raíces que cuelgan del techo. Las
condiciones ambientales se van enrareciendo cada vez
más, aumentando los valores de humedad y temperatura.
En los últimos metros, ya a rastras por la disminución
paulatina de la altura, debemos esquivar una curva hacia
la derecha, formada por piedras que obstruyen el paso;
salvado este obstáculo, el tubo continúa pero de pronto se
hace impracticable sin expectativas de continuidad (no se
apreció ventilación durante la exploración y topografía).
En la página siguiente se presenta el levantamiento topo-gráfico
de la cavidad.
Boca, de grandes dimensiones, de la C. de las Tijaraferas, localiza-da
en una pequeña cabecera de barranco. (Foto: O. Fernández).
1 Voz que, en La Palma, tiene el sentido de concavidad del terreno
situada en el cauce de un barranco.
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CUEVA DE LAS CABRAS
Emplazamiento y descripción
La cavidad, localizada en el Barranco de Torres a 495 m
s.n.m., tiene una única boca abierta a media altura de la mar-gen
derecha, en un pequeño andén habilitado como corral
de cabras, bajo un gran techo desplomado que arroja sombra
a determinadas horas del día. Sus coordenadas UTM datum
REGCAN95 son 28R X= 217603 m Y= 3173876 m y su
clave en el Catálogo de Cavidades, LP/EP-28.
Este tubo volcánico, de unos 110 m de desarrollo, se
distribuye en dos niveles. La boca, más o menos semicir-cular,
da acceso al nivel superior, en el cual el tubo presen-ta
un suelo compacto, con derrubios de moderado y pe-queño
tamaño en varias zonas, así como algunos bloques
grandes. Sobre este suelo compacto también se acumulan,
en algunos puntos, sedimentos arenoso-terrosos.
Las paredes y techo del primer tramo del tubo se carac-terizan
por presentar una superficie bastante lisa, con
escasísima presencia de estafilitos. Es posible observar
algunas estrías de avance, grietas de retracción y son fre-cuentes
las manchas de óxido en el techo.
En estos primeros metros el suelo es especialmente
polvoriento y abundan los excrementos, debido al tránsi-to
de los animales al no haber barrera entre el redil y la
cueva, pudiendo las cabras acceder libremente. Entre los
8 y 10 m pueden observarse restos óseos de varios ejem-plares;
en la segunda visita realizada durante la labor topo-gráfica
encontramos un adulto moribundo y una cría
refugiados en esta zona.
A partir de los 9 m localizamos algunos grandes blo-ques.
El primero, desprendido de la pared izquierda,
supera los 2,5 m de longitud. El segundo, de dimensiones
muy superiores (algo más de 5 m de longitud), se intro-duce
parcialmente en el nivel inferior y, aparentemente,
constituía parte del suelo, pared y techo del tubo superior.
A 21,6 m de la entrada encontramos un jameo que abar-ca
todo el ancho del suelo del tubo y que utilizaremos, en su
momento, para acceder cómodamente al nivel inferior.
Continuando por la rama superior tras el jameo obser-vamos
una burbuja que prácticamente ocupa el ancho del
techo y comienzan a aparecer los primeros estafilitos. El
suelo es compacto y siguen siendo abundantes los sedi-mentos
de granulometría muy pequeña.
Desde este punto la altura de la galería va disminuyen-do
hasta alcanzar apenas 30 cm. Avanzar en esta zona no es
fácil y se complica aún más con la presencia de un bloque
desprendido del techo que disminuye la luz de la bóveda.
Superado el bloque llama nuestra atención la presencia de
unas baterías oxidadas que alguien abandonó aquí.
Continuamos avanzando hacia una zona bastante col-matada
de sedimentos. El tránsito se hace ahora más có-modo
durante algunos metros al incrementarse ligera-mente
la altura del recorrido. Podemos observar un ramal
lateral izquierdo y, luego, las dimensiones de la cavidad
comienzan a disminuir nuevamente hasta llegar a su cie-rre
natural en una zona con suelo arenoso-terroso.
El ramal lateral de escasa altura (30-55 cm) en relación
con el ancho (superior a 2 m en algunos puntos), sólo es
practicable hasta algo más de 5 m, donde un derrumbe
del techo y escorias soldadas en el suelo impiden seguir
progresando por el mismo.
Al nivel inferior de la cavidad se puede acceder por el
jameo o por el hundimiento junto al bloque de grandes
dimensiones, que en la descripción del ramal principal
hemos dicho que se introducía parcialmente en este nivel.
Debido al hundimiento, sólo se puede progresar unos
pocos metros, ya que pronto encontramos un punto, a
falta de un metro para alcanzar el jameo, en el que la altu-ra
es de tan sólo 20 cm. En este sector el suelo del tubo es
arenoso-terroso y en algunas zonas presenta bloques pe-queños,
piedras sueltas y restos óseos de cabra. Las pare-des
muestran una superficie irregular.
A partir del jameo destaca, en primer lugar un gran blo-que
cuya caída generó el pozo. En esta galería B, sobre el
En la página siguiente se presenta la topografía de la cavidad.
Boca de entrada de la Cueva de las Cabras. (Foto: E. González).
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suelo de escoria, es prácticamente constante la presencia de
bloques de diversos tamaños, que en tres zonas llegan a ocu-par
la mayor parte de la sección de la galería. En varios pun-tos
se originan acumulaciones de sedimentos terroso-areno-sos
y en el techo observamos manchones de óxidos y sales.
Muy cerca del jameo parte un ramal lateral izquierdo, el
cual volverá a conectar con el B en dos ocasiones, a mitad
y al final de su recorrido. A la entrada del ramal la lava ha
solidificado formando una curiosa estructura que recuerda
la quilla y el puente de mando de un barco. El suelo es de
escoria soldada y bloques sueltos. En el tramo final se obser-van
pequeños estafilitos y depósitos de sales en el techo.
Superados estos recorridos la cavidad ya no presenta
más ramificaciones, salvo una gatera impracticable de 20
x 30 cm a la izquierda, por la que se puede percibir una
corriente de aire, y una abertura en la pared derecha de 1
m de ancho y 20 cm de alto que permite visionar lo que
parece una pequeña sala, a la que es imposible acceder
dadas las dimensiones del hueco.
En los últimos metros vuelven a observarse estafilitos,
estrías de avance y restos óseos. Debido a que las exiguas
dimensiones la hacen impracticable, no es posible deter-minar
el punto exacto de cierre de la cavidad, que se supo-ne
próximo al no existir corriente de aire.
CUEVA DEL CUCHILLO DE TORRES
Emplazamiento y descripción
Este tubo volcánico de 201 m de desarrollo y tres bocas
(aunque sólo dos practicables) se localiza en la parte supe-rior
del cuchillo que separa el cauce del barranco de Torres
de una barranquera afluente que discurre al noroeste, todo
muy próximo a la «Peña del Diablo». De sus entradas, la
inferior, muy llamativa por sus dimensiones, se abre a 600
m s.n.m. en un escarpe del cuchillo, siendo necesario trepar
para llegar hasta ella. Sus coordenadas UTM datum REG-CAN95
son (28R) X= 217839 m, Y= 3174128 m y su clave,
LP/EP 29. Los accesos superiores se localizan cerca del final
del cuchillo, siendo posible llegar a ellos sin necesidad de tre-pes,
aunque uno se encuentra obstruido por un bloque que
hace imposible forzarlo.
En la embocadura inferior, para cuyo acceso asegurado
pueden usarse los dos tacos M-8 instalados en la parte dere-cha
de la boca (uno en el exterior y otro para reasegurar en
el interior) observamos un tubo de grandes dimensiones,
alcanzando los 5 m de anchura por 3,6 de altura, con una
cornisa de gran tamaño aunque de poco volado, así como
diversas oquedades en el lado derecho de la gruta. En la
misma boca, pero en el lateral izquierdo, se encuentra un
ramal de pequeñas dimensiones y escaso recorrido.
Avanzando por la galería principal, su suelo de escoria
lavada pronto se torna en terroso-arenoso, al tiempo que dis-minuye
la altura (1,2 m) y la anchura (2 m). Enseguida el
tubo recupera un ancho considerable (7 m) en un lugar don-de
se puede observar un derrumbe en la parte izquierda. En
este mismo punto se encuentran, un ramal descendente col-matado
por sedimentos y otro ascendente, formando una
gruesa columna en paralelo al tramo principal. El que for-ma
la columna es practicable, con un paso mínimo entre
piedras de 1 m de ancho por 0,6 de alto, aunque el recorri-do
por el tubo principal es mucho más holgado, tanto así
que justo tras la columna la galería alcanza unas dimensio-
En la página siguiente se presenta la topografía de la cavidad.
Boca inferior
LP/EP 29
Boca inferior de la C. del Cuchillo de Torres, visible desde el fondo
del barranco. (Foto: F. Rodríguez).
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nes de hasta 2,6 m de altura por 4,5 de anchura, con un
suelo terroso, muy húmedo y con una potencia de sedimen-tos
considerable, lo que puede apreciarse al estar dicho sus-trato
horadado por el goteo constante de la bóveda. Ésta, a
su vez, y aunque carece de estafilitos o costra lávica original,
tiene un variado colorido debido a las filtraciones y sales,
aunque no se observan concreciones de tamaño reseñable.
Al final de este amplio recorrido de unos 11 metros, la
cueva se reduce nuevamente en un paso de 0,9 m de altura,
en cuya parte derecha existe un pequeño ramal, muy angos-to,
que conforma un puente de roca con el tubo principal.
Es en esta zona donde la gruta se complica con un nudo
entrecruzado de ramales, de gran belleza y atractivo lúdico a
la hora de progresar por él. Justo tras el puente de roca des-crito,
y en un nivel inferior, el tramo principal sigue a modo
de estrecha gatera con suelo terroso y tímidas terrazas latera-les,
así como algunos pasos ajustados (hasta 0,3 m de altura)
que se superan fácilmente gracias a la suavidad del suelo y lo
sencillo que resulta cavar en él, de modo que con el simple
tránsito de un compañero arrastrando un carburero, la gate-ra
(coloquialmente nombrada «Gatera de la escolopendra
braseada») gana tamaño. Esta galería sigue con unas dimen-siones
similares, y gana altura paulatinamente pudiéndose ir
a gatas, y siendo de destacar un ceñido jameo interior (de
aprox. 0,5 m de diámetro, y nombrado «Jameo de la leche en
polvo») que la conecta con el ramal superior, de unas dimen-siones
mucho más holgadas. Si seguimos avanzando por el
tubo inferior no tardamos en toparnos con un gran bloque
arrastrado por aluviones que obstruye el paso, aunque es
posible sortearlo yendo primero por la izquierda, para luego
formar un ángulo con el cuerpo doblando el tronco y con los
hombros en vertical y así avanzar rotando la cintura hasta
salir con los hombros en paralelo al suelo por el otro lado,
donde las dimensiones son mucho mayores. Debido a la
maniobra contorsionista que se realiza en este lugar, se lo ha
denominado «Paso del paritorio II», dado su parecido con
otro existente en el Tubo B del Sistema de Tigalate
(Dumpiérrez et al., 1997). En esta zona de la cavidad, aun-que
no se ha realizado estudio faunístico, se han recogido
ejemplares del escarabajo Licinopsis angustula Machado
1987, así como un ejemplar de ciempiés Scolopendra valida
Lucas, 1840, lo que no es nada habitual en un tubo tan lejos
de la boca. Su presencia pudo deberse a la fuerte calima rei-nante
en el día que se observó.
Tras los bloques la cueva recupera un tamaño que posi-bilita
recorrerla erguido durante unos 7 m, dando lugar a
una pequeña sala.
Seguramente, este cambio de altura está asociado con la
formación de la galería superior que hemos dejado atrás.
Nombrada F en la poligonal topográfica, continúa por el
lado izquierdo, con dimensiones holgadas de hasta cuatro
metros de alto, allí donde el tubo principal se convierte en
gatera. Aglutina diversas formas primarias llamativas, si bien
está más o menos afectada por la acción de los aluviones que
en su momento entraron por las bocas superiores arrastran-do
la mayoría de los sedimentos y bloques que tapizan la
cavidad.
En este recorrido que podemos considerar una sala,
observamos primero, a la derecha, un escalón de unos 0,5
m de altura sobre el cual se abre una pequeña gatera que
avanza algunos metros sobre el tramo principal para acabar
sellada por la lava. Justo encima de esta estrechez, una
amplia terraza, cuya meseta se mantuvo horizontal durante
su formación, ayuda a apreciar el desnivel existente, que
ronda los 2 m. En el lado contrario de la galería encontra-mos
un amplio laminador en un nivel superior, hasta el que
es fácil trepar gracias a la abundancia de agarres. Aunque no
es practicable en su totalidad, el interés de dicho laminador
radica en su formación independiente del flujo normal del
tubo, estando tal vez asociado a la fusión de un lóbulo de
drenaje al canal lávico que durante la actividad reogenética
se formo en el tramo F.
Avanzando un poco más, observamos, a la izquierda, y a
ras de suelo, una nueva gatera de escasas dimensiones hasta
su final que se transforma en una estrechez impracticable. Si
seguimos por el ramal F, enseguida llegamos a un escalón,
esta vez descendente, de unos 0,6 m de altura, lugar donde
el F se interseca oblicuamente con otro tubo que proviene de
una lengua de lava, con el aporte cortado en la sala tras el
«Paso del paritorio II», y con final inferior (también sellado)
en el pequeño ramal que observábamos sobre el comienzo
del tramo de gatera del recorrido principal.
Este nuevo conducto acaba cegado en su parte superior
por una lengua de lava, tras una rampa algo más pronuncia-da,
siendo practicable a rastras. En su extremo inferior, muy
cerca del escalón en donde se conecta con la sala, observamos
la parte superior del «Jameo de la leche en polvo» por el que
se puede acceder al nivel inferior. De esta manera, el tránsito
más cómodo en dimensiones de la cavidad consiste en sorte-ar
la gatera más estrecha del tubo principal bajo la sala, acce-diendo
a ella a través del jameo. Apenas un metro más arri-ba
existe otra conexión con el nivel inferior, esta vez a modo
de una angosta grieta gracias a la cual puede apreciarse el
espesor de la capa de roca que separa ambos tubos: apenas
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unos centímetros. Este conjunto es de un alto valor didácti-co,
tanto a nivel geológico como topográfico y de progresión.
Volviendo a nuestro recorrido por el tubo principal tras el
«Paso del paritorio II», avanzamos por una sala (2,5 m de alto)
con abundantes bloques y sedimentos terrosos, donde además
se acentúa momentáneamente la pendiente, para a su vez dis-minuir
la altura (0,9 m). Poco más arriba, en un tramo ancho
y de aspecto ruinoso (conforme nos aproximamos a las bocas
superiores se acentúan los efectos de los aluviones) podemos
ver un pequeño ramal colmatado a la izquierda, con sentido
descendente. Más arriba, aparece la última bifurcación de la
cueva, partiendo por la derecha un ramal de unas dimensiones
medias de 1 m de ancho por 0,7 de alto, que termina en la sali-da
impracticable descrita al principio, por la que, no obstante,
es perfectamente apreciable el entorno exterior entre los blo-ques
encajados. De hecho, en este tramo se aprecian restos
óseos dispersos, particularmente de conejo (Oryctolagus cuni-culus
L.) y vegetales, como pencas de tunera (Opuntia sp.) El
ramal de la izquierda, ligeramente más amplio que el otro, ser-pentea
suavemente abundando los bloques y el sustrato terro-so,
que se irá tornando polvoriento según aumenta la seque-dad
ambiental por la proximidad de la boca. Así, tras algunas
estrecheces (0,5 m de altura) llegamos a la entrada superior de
escasas dimensiones (0,5 m de ancho por 0,6 de alto), por la
que es posible salir sin apoyo de técnica vertical.
CUEVA ESCONDIDA DE TORRES
Emplazamiento y descripción
Llamada así debido a que por la orientación de su
única entrada es difícil de localizar, esta cueva se encuen-tra
en la margen derecha del Barranco de Torres, a una
altitud de 780 m s.n.m.
Es un tubo volcánico de trazado laberíntico, con nume-rosas
columnas y dos ramales principales que se subdividen
en diversas galerías, las cuales –por lo general– cuentan con
un recorrido escaso. Pese a su antigüedad, destaca el alto
grado de conservación; también se observan indicios de
presencia aborigen por toda la cavidad en forma de hachos
de tea, abundante industria lítica y un pequeño fragmento
de cerámica en un cruce de ramales.
El desarrollo asciende a 285 m y su clave en el Catá-logo
de Cavidades es LP/EP-42, siendo las coordenadas
UTM datum REGCAN95 de la boca X= 218413 m Y=
3174625 m.
Tramo inferior, próximo a la boca 1, de la C. del Cuchillo de Torres,
caracterizado por una gran potencia de sedimentos.
(Fotos: O. Fernández).
Conexión entre el ramal F y el tubo principal, en la C. del Cuchillo
de Torres, en el llamado «Jameo de la leche en polvo» (al fondo).
En primer término se aprecia una fisura que también comunica
con el tubo inferior (principal).
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El acceso se localiza en un escarpe de orientación suroeste
del citado barranco, siendo necesario practicar una sencilla es-calada
de unos 5 m para llegar hasta él. En la terraza que forma
crecen hediondos (Ageratina adenophora (Spreng.) King &
Robins), tasaigos (Rubia fruticosa Ait), tuneras (Opuntia sp.),
lechugones (Sonchus sp.) y en las inmediaciones otras especies
como Convolvulus fruticolosus Desr. (A. Ferraz com. pers.).
La entrada da paso a una galería de similares dimen-siones
y unos 14 m de longitud, que se abre a la «Sala del
apretón con cobertura», lugar donde la bóveda alcanza
hasta 3 m de alto, siendo por ello apreciables los despren-dimientos
en forma de bloques de hasta 1 m de arista. En
el extremo superior de esta sala observamos la primera
columna a la izquierda (tubo B, en la topografía); siguien-do
el recorrido principal por la derecha, se aprecian terra-zas
con varios niveles y estrías de avance, lo que será una
bella característica de la cueva en la mayoría de sus curvas.
Apenas a unos 10 m de la citada columna, se abre a la dere-cha
el tubo C, que se mantiene paralelo al principal para vol-ver
a conectarse con él, mediante una ventana. Este tramo
acaba cegado por una lengua de lava. El conducto principal
continúa algunos metros más que el C, para acabar igualmen-te
sellado por la lava. Poco antes de la ventana que conecta el
principal con el ramal C, hace su aparición a la izquierda y en
un nivel superior la rama D: la mayor de toda la cueva.
El ramal Dconstituye una galería de dimensiones holga-das
en su parte superior (DA), donde destacan las estrías de
avance en sus paredes y una angosta conexión con el tubo
principal a través del ramal superior DAC. Este segmento
superior (DA) acaba en una gatera impracticable por acumu-lación
de sedimentos terroso-arenosos, siendo el sustrato en
la mayor parte de su recorrido compacto o con derrubios; en
sus paredes y techos son apreciables las concreciones en
forma de aguas silíceas, calcáreas y algunos microgours de
apariencia igualmente silícea. Destaca, asimismo, un peque-ño
ramal a la izquierda (DAB) y un ramal inferior, a modo
de laminador con un paso muy estrecho (DAD) que acaba
en un cierre por lago de lava, y donde se aprecian restos dis-persos
de lagarto gigante (Gallotia simonyi ssp. auaritae,
Mateo, García Márquez, López Jurado & Barahona, 2001).
En su recorrido, el tubo D pronto presenta un ramal a la
izquierda (DB) formado realmente por una columna de des-prendimientos
sobre una terraza. Paulatinamente, la presencia
de sedimentos terroso-arenosos se incrementa, haciendo tam-bién
su aparición el yeso, con lo que la tonalidad de las pare-des
adquiere colores más claros. A unos 7 m del ramal DB, y
también a la izquierda sobre una terraza, se abre el tubo DC,
que –con dimensiones más holgadas que el D– se reúne con el
mismo tras 5 m de recorrido.
A la derecha del DC, y en un nivel ligeramente infe-rior,
el tubo D presenta unas dimensiones más angostas
(altura mínima 0,4 m), suelo terroso y un nuevo tramo a
la derecha: el tubo DD. Este pequeño ramal, de sustrato
igualmente terroso y dimensiones estrechas, acaba en una
continuación impracticable donde, si bien es perceptible
una tenue corriente de aire, es inviable cualquier desobs-trucción
debido a la fragilidad de la bóveda, que presenta
grietas muy anchas de aspecto poco estable.
Desde esta zona y hasta el final de la galería D, las grie-tas
de una anchura media de unos 5 cm irán aumentan-do
en número; igualmente se aprecian dos desprendi-mientos
de bloques de tamaño considerable.
Siguiendo la conexión del ramal DC con el tubo D, pron-to
vemos una nueva columna a la izquierda (sin designación
alfabética en la topografía) y un pequeño ramal impracticable
a la derecha que, a modo de columna, se conecta de nuevo con
D pocos metros más abajo.
Prosiguiendo nuestro descenso por una galería donde las
concreciones de yeso y los hachos de tea se hacen cada vez más
patentes, no tardamos en encontrar un derrumbe (altura míni-ma
de paso de unos 80 cm) de grandes bloques, previo a una
columna natural que divide el tubo D (izquierda) del DE
Único fragmento de cerámica (Fase IVa) localizado durante la labor
topográfica en la C. Escondida de Torres. (Foto: O. Fernández).
A la derecha se presenta la topografía de la cavidad, pro-cesada
íntegramente a ordenador mediante software libre
GNU (Therion, Inkscape y GIMP).
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(derecha). Sorteado el derrumbe tanto el tubo D como el DE
presentan dimensiones holgadas, cuando ambos se conectan
de nuevo unos 7 m más abajo en una sala fuertemente concre-cionada
con yeso («Galería del Yeso»). En este lugar siguen
apreciándose vestigios aborígenes, como hachos de tea, lo que
nos lleva a pensar que quizás se introdujesen tanto en la cueva
para extraer el yeso, tal vez para su utilización como pigmento
de modo similar a como usaban el almagre.
Desde este punto, la gruta sigue siendo practicable unos
pocos metros más si sorteamos por la derecha el desprendi-miento
en el que aparentemente termina la sala. Poco des-pués
la galería se torna impracticable, aunque sigue habien-do
buena ventilación [no se acumula vaho, a diferencia de
lo que sucede en el tramo superior de la cueva (DA)], con
lo que es posible que exista comunicación con otras galerí-as
a través de pequeños intersticios.
Estrías de avance en el ramal «DA» de la C. Escondida de Torres. Al
fondo, a la izquierda, el ramal «DAB». (Foto: O. Fernández).
Levantamiento topográfico mediante láser en el ramal «DA» de la C.
Escondida de Torres. A la izquierda, el ramal «DAC»; abajo, el ramal
«DAD». (Foto: O. Fernández).
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CUEVA DE ENFRENTE
Emplazamiento y descripción
Este tubo volcánico de 109 metros de desarrollo, situado
en la margen izquierda del barranco de Torres, debe su nom-bre
a su localización frente a la C. Escondida (LP/EP-42).
Cuenta con dos bocas colgadas en la pared del barranco, si
bien sólo una de ellas (boca 1) está equipada para técnica ver-tical
mediante una vía formada por una cabecera de explora-ción2
sobre dos pernos de expansión por cono roscado M-8
(para chapas acodadas) y dos fraccionamientos sobre M-10
y M-8, para placas revirada Fixe y anilla asimétrica Raumer,
respectivamente, sumando unos 10 m de desnivel desde la
cabecera hasta la boca de la cueva (aprox. 5 m de rampa y 5
de vertical). Una vez en el interior, hay un último fracciona-
Tramo superior de la C. de Enfrente, donde es visible una fisura
longitudinal en el techo de la galería. (Foto: O. Fernández).
Fragmentos de cerámica (Fase IVa) localizados en uno de los rama-les
de la C. de Enfrente. (Foto: O. Fernández).
Vista del Bejenado y meandro del Barranco de Torres desde la cabe-cera
de la vía de acceso a la Cueva de Enfrente. (Foto: F. Dumpiérrez).
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miento (M-8 para anilla Raumer) que reasegura la instala-ción
en el tubo principal, donde es posible permanecer ergui-do.
Esta boca se encuentra en las coordenadas UTM datum
REGCAN95 (28R) X= 218711 m Y= 3174526 m Z= 820
m, y la Clave asignada a la cavidad es LP/EP-43.
La vía2 desciende por la parte izquierda de la entrada 1, sal-vando
así algunos ángulos vivos de la roca; una vez al nivel de
la entrada hay que pendular ligeramente a la derecha para
poder acceder. Aterrizamos de este modo en una repisa donde
prolifera una vegetación constituida principalmente por he-diondos
(Ageratina adenophora (Spreng.) King & Robins), ta-saigos
(Rubia fruticosa Ait.), tuneras (Opuntia sp.), lechugones
o cerraja (Sonchus sp.), esparragueras (Asparagus sp.), vinagre-ras
(Rumex lunaria, L.), entre otras. Existe a su vez una alinea-ción
de piedras en sentido transversal al tubo, y a la derecha
vemos un pequeño ramal obstruido por sedimentos terrosos.
Aún anclados a la instalación, avanzamos unos 3 m hacia
el interior, llegando a un tramo de cómodo transito, que per-mite
permanecer erguidos. En este lugar se encuentra el últi-mo
spit M-8 (a nuestras espaldas, según avanzamos) para ase-gurar
la instalación. En este punto vemos a la derecha la aper-tura
al ramal B, sobre un pequeño escalón lávico de unos 0,6
m de altura. El tramo principal presenta una sección bastan-te
uniforme, verticalmente ovalada en su inicio, siendo de
destacar la presencia en el techo de la cavidad de una grieta
longitudinal que la recorre casi en su totalidad, y que en algu-nos
puntos supera los 10 cm de ancho. Seguramente la grie-ta
se deba a la erosión lateral que experimenta el tubo por la
cercanía del barranco, ya que son de trazados casi paralelos.
En este tramo de tubo con inclinación moderada, desta-can
los estafilitos (muchos en buen estado de conservación)
y una terraza en el lado izquierdo, a unos 12 m del final de
la instalación, que termina sepultada por bloques. Unos
metros más adelante encontramos una acumulación de cás-caras
de almendras roídas, probablemente acarreadas desde
el exterior por ratas y, a unos 25 metros, a la derecha, se obser-va
una cornisa parcialmente desprendida por su propio peso,
que se extiende durante cuatro metros más. También se apre-cian
raíces en el techo. Tras unos 35 m de recorrido, el final
se produce por cierre natural, donde una hermosa lengua de
lava viscosa tapiza el suelo y tanto altura como inclinación
van disminuyendo hasta cegar el tubo por completo.
De vuelta en el final de la instalación, accedemos a la
galería que queda a nuestra derecha (B), situada sobre un
pequeño escalón, y cuyas dimensiones sólo nos permiten
avanzar en cuclillas. Tras unos 5 m descendemos un nuevo
escalón de unos 0,6 m, lugar donde encontramos, a la
izquierda, una oquedad con acumulación de piedras y cas-cotes;
entre ellos, se observan huesos de cabra (destacando
un fragmento de cráneo) e industria lítica aborigen. En esta
zona también da la impresión de haberse acumulado agua
en el pasado, por la apariencia de los sedimentos terroso-are-nosos
del suelo. El tramo B continúa su descenso –en el que
se encuentra la bifurcación del tubo C a la izquierda– hasta
abrirse de nuevo en la misma pared del barranco, en una
boca que lo interseca casi en paralelo a su trazado. Se forma
así una repisa donde destaca la presencia de abundante vege-tación,
constituida en su mayor parte por tuneras (Opuntia
sp.), bejeques (Aeonium sp.), cardos marianos (Silybum
marianum (L.) Gaertn.) y vinagreras (Rumex lunaria L.).
El ramal C, situado sobre un pequeño escalón de 0,6
m, tiene menores dimensiones que el B; igualmente, pre-senta
un deterioro mayor, siendo más difícil encontrar
estafilitos. Los primeros metros del suelo están cubiertos
por derrubios, piedras y algunos bloques, materiales entre
los cuales hacen su aparición restos dispersos de cerámica
aborigen. Destaca la abundancia de fragmentos de la Fase
IVa, que parecen pertenecer a la misma vasija tanto por su
proximidad como por el dibujo; Asimismo, podemos
observar varios huesos e incisivos de cabra.
Superada esta zona llegamos a una parte más amplia,
llena de cascotes y bloques desprendidos del techo, entre
los cuales se aprecia algún que otro hacho de tea; al fondo
de esta sala podemos ver una pared de mampostería seca,
parcialmente desmantelada por la parte superior (sufi-ciente
para dejar pasar una persona) y cuyo origen nos es
desconocido. Si bien era costumbre entre los Awara cerrar
con una pared las cavidades donde depositaban los cadá-veres
de sus allegados, estos tabiques se encuentran nor-malmente
a la entrada de la cueva, no en un lugar tan pro-fundo,
aparte de que no se han encontrado restos huma-nos
en todo la cavidad y menos tras la citada pared.
Salvado este muro por el hueco superior, prosigue su
recorrido descendente, disminuyendo a su vez la altura
entre varios bloques desprendidos del techo. Estas cir-cunstancias
acaban por hacer impracticable la galería,
aunque se aprecia una tenue corriente de aire.
Seguidamente se presenta el plano de la cavidad.
2Debe preverse que esta cabecera podría no ser reutilizable, dependien-do
del desplazamiento de las cuñas interiores de los pernos; por tanto,
al planificar una visita, se debe considerar el material suficiente para
instalar una nueva cabecera en caso necesario.
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Socavón producido por la corriente lávica en el tramo medio de la
cavidad. (Foto: F. Govantes)
Lengua de lava que parte del tubo D, en voladizo sobre la galería
principal. (Foto: O. Fernández)
Labor de topografía en el ramal C de la C. de Las Moradas.
(Foto: F. Govantes)
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CUEVA DE TAMARAHOYA I
Emplazamiento y descripción
Esta cueva se localiza en el margen izquierdo del Barranco
de Los Helechos, en la falda de la Montaña de La Hiedra, no
muy lejos del meandro que desvía el trazado del Bco. de
Torres hacia el Oeste. Su única boca se abre en la base de un
escarpe, justo encima de un terraplén, a una altitud de 960
m; tiene orientación norte, por lo que en su entrada abun-dan
hediondos (Ageratina adenophora (Spreng.) King &
Robins, vinagreras (Rumex lunaria L.), amagantes (Cistus
symphytifolius Lam), lechugas o cerrajas (Sonchus sp.) y la um-belífera
Pimpinella dendrotragiumWebb.
El desarrollo de la cavidad asciende a 39,6 m, su clave en
el Catálogo de Cavidades es LP/EP-41 y las coordenadas UTM
datum REGCAN95 de la entrada son X= 219.279 m, Y=
3.175.127 m.
Para acceder al interior de este pequeño tubo volcánico es
necesario practicar una corta y sencilla escalada, para luego
atravesar su amplia boca de 6 m de ancho y 1,4 m de alto. El
suelo de esta deteriorada cavidad es terroso-arenoso con
abundantes derrubios y grandes bloques, principalmente en
la entrada. En los primeros 24 metros la anchura media se
aproxima a los 3,5 m, y las alturas varían entre los 3,2 m de
máxima y el metro de mínima; es un tramo en general bien
iluminado, donde abundan la pinocha, la madera y el car-bón.
A los 17 metros de recorrido se puede observar una
amplia grieta transversal que abarca toda la sección del tubo,
muestra de la erosión a que está sometido por la cercanía del
barranco. Al final de este tramo la cavidad gira hacia la dere-cha,
encontrándonos con un paso estrecho de alturas inferio-res
a los 40 cm. Una vez salvada la estrechez pasamos a una
galería de unos 9 metros de recorrido con valores medios que
rondan los 1,5 m de ancho y el metro de altura. Esta parte
de la cueva presenta un suelo terroso-arenoso donde, por
zonas y sobre todo en los últimos metros, es tan seco y fino
que al pisar y desplazarse se levantan nubes de polvo.
En este punto final hemos encontrado huesos de cone-jo
(Oryctolagus cuniculus L.), de murciélago (indet.) y abun-dantes
restos de alas de mariposas. Asimismo hemos reco-gido
élitros de Licinopsis angustulaMachado, 1987 y ejem-plares
vivos del trogloxeno Ommatoiulus moreletii (Lucas,
1860). Igualmente hemos observado abundante carbón.
A continuación se presenta la topografía de la cavidad.
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CUEVA DE LAS MORADAS
Emplazamiento y descripción
Se trata de un tubo volcánico de 191 m de desarrollo,
con un pequeño ramal lateral no comunicado subterráne-amente,
de 15 m más. Se ha clasificado con la clave LP/EP-
25 y las coordenadas UTM datum REGCAN95 de su
única y angosta entrada son (28R) X= 219.199 m Y=
3.173.492 m Z= 727 m.
La boca, localizada en un espigón de escasas dimensio-nes
entre dos pequeñas cabeceras de barranco, debe supe-rarse
a gatas para, de esta manera, acceder a la cavidad que
asciende hacia el este-noreste por el interior del espigón
descrito, con unas dimensiones sorprendentes respecto a lo
que se pudiera sospechar desde el exterior. La cueva, que
esencialmente es un tubo lineal, destaca por poseer en su
parte media un nudo de galerías entrecruzado a 4 niveles,
donde la lava desbordó el canal lávico principal, por la pre-sencia
de varios obstáculos, derramándose así en un nivel
de gateras superior a ambos lados de la galería central.
Sobre todo, llama la atención en este punto la presencia
de un pino lavificado, en la parte más alta del nudo de ra-males:
una estructura [cavidad volcánica de origen o núcleo
orgánico (Govantes, 2005)] frecuentemente observada en
otras ocasiones, si bien nunca en el interior de un tubo volcá-nico3
sino aislados o en pequeños grupos en coladas basálticas
(caso de «Los caños de Arnulio» en Puntallana, Dumpiérrez
et al., 2001). Su origen hay que buscarlo en la presencia de un
pino de buen porte, arrastrado por la colada lávica, que queda
englobado por la misma haciendo de molde (no se produce
la combustión, por la ausencia de oxígeno en el seno de la lava,
y los ejemplares de pino canario tienen una corteza aislante
que les da resistencia al fuego). Con el paso del tiempo, la ma-teria
orgánica residual se descompone y queda el hueco que
constituye este nuevo espeleotema volcánico.
Seguramente este pino fue uno de los obstáculos crucia-les,
junto con varias bolas de acreción (lava balls), que con-tribuyó
a la formación de este nudo de ramales. Según nos
parece, al bloquearse el pino transversalmente en la colada,
frenó varias bolas de acreción, lo que produjo un tapón que
provocó un desbordamiento de la lava a niveles superiores,
donde quizá también estuvo presente la fusión de algunos
lóbulos de drenaje laterales, creándose así las gateras (C y
D~B). El bloqueo del flujo lávico en el tubo principal formó
temporalmente un lago de lava cuyos bordes, al solidificar-se,
crearon las terrazas actuales al nivel de las gateras; la ero-sión
térmica de esta masa de lava aumentaría el «efecto
draga» de la misma, excavando en el terreno y acentuando
la pendiente del tubo. Con el cese de la actividad reogenéti-ca,
algunas bolas de acreción encajadas en este tapón habrían
descendido, en estado plástico, hasta bloquear por comple-to
el tubo principal a medida que disminuía la presión de la
lava que fluía por él.
En la entrada de la cueva, la abundancia de piedras nos
indica que en algún momento estuvo cerrada mediante un
muro de mampostería a hueso; superado este acceso nos
encontramos con una amplia galería, que puede transitar-se
cómodamente (de pie) durante unos 35 m, y con unas
anchuras medias de 2,5 m y mínima inclinación en senti-do
ascendente. El suelo se presenta terroso con abundantes
derrubios y bloques, algunos de más de un metro de arista,
y una considerable e irregular lengua de lava lateral a la
izquierda del primer tercio del recorrido. A 15 m de la boca,
también en el lado izquierdo de este tramo, nos encontra-mos
con una pequeña gatera (B) en un nivel superior, que
finaliza impracticable en una estrechísima burbuja, de la
que emana una ligera corriente de aire que seguramente
está relacionada con otros ramales de la cueva (D), accesi-bles
desde el nudo central. En toda esta parte del tubo,
abundan los indicios de visitas de todo tipo, incluyendo raí-les
de vagoneta empleados en una galería cercana.
A 35 m de la boca, el final aparente de la galería es en rea-lidad
un obstáculo formado por bloques soldados y bolas de
acreción, que obstruye el tubo principal con un espesor
(según nuestra topografía) de aproximadamente 1 m. La gale-ría
continúa tras este obstáculo, y es posible acceder a dicha
zona a través de dos gateras localizadas a unos 3 m de altura,
tanto a la derecha como a la izquierda. La escalada, realizada
con precaución por la presencia de abundante limo que vuel-ve
la roca resbaladiza, nos permite apreciar que la gatera de la
3 Aunque menos evidente que este caso de la Cueva de Las Moradas,
puede que un ramal de la C. del Rincón IV (LP/EP-36) («Gatera de la
loca», Dumpiérrez et al., 2003) también obedezca a este tipo de génesis.
Addenda
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izquierda se conecta con la cascada por la que trepamos a tra-vés
de una lengua de lava, truncada en el aire, que atestigua
los complejos flujos y reflujos de magma acaecidos en este
punto. Al término de la escalada, observamos la gatera de la
derecha (tubo C), que nos da acceso a una pequeña red labe-ríntica
de estrecheces perfectamente practicables (tanto por
sus dimensiones como por lo liso de su sustrato y presencia de
limo) y que se entrecruzan a varios niveles, en un conjunto
sumamente hermoso y sugestivo de cara a la exploración, real-mente
apto para la realización de cursillos de iniciación.
Situados en la boca del ramal C, observamos el gran soca-vón,
de unos 3 m de profundidad, originado por la corriente
de lava principal al otro lado del obstáculo que habíamos
mencionado antes. En los bordes de dicho pozo, se forma una
terraza que lo rodea por tres lados, siendo posible acceder por
el situado al norte al tubo D, que pronto se convierte en una
gatera que se bifurca: a la izquierda, observamos la lengua
truncada que, en voladizo, conecta con la galería A en la cas-cada
por donde antes trepamos (es posible pasar de un lado a
otro con precaución). A la derecha, el D continúa estrechán-dose
entre desprendimientos de bloques y derrubios, hasta
hacerse impracticable, aunque seguramente conecta con el B.
En el último nivel, localizamos el pino lavificado (a unos
6 m del fondo del pozo), orientado perpendicularmente al
tubo A. Se trepa hasta él por una abertura lateral, a un tercio
de su longitud (12 m en total), con un diámetro aproximado
de 0,7 m que permite recorrerlo casi por completo.
Por el lado sur de la terraza antes descrita, se puede conti-nuar
hacia el interior de la cueva sin necesidad de cuerdas para
salvar el pozo, pues una estrecha cornisa nos permite apoyar
suficientemente los pies y abundan los agarres para las manos.
En este mismo punto, junto al pozo, la pendiente del tra-mo
principal es considerable, aumento que quizá se deba al
efecto draga, y el sustrato está mayoritariamente ocupado por
bloques de gran tamaño, que ocultan terrazas laterales de
varios niveles. En la parte izquierda del tubo, están soldados
formando un pequeño ramal lateral. Otros, más adelante, se
encuentran apilados formando una columna más o menos en
el centro del tubo. A partir de este lugar, la galería es algo más
baja (mínimo 1 m de altura) y los bloques se dispersan,
aumentando los derrubios y haciendo su aparición las concre-ciones
de yeso. Apenas avanzamos, la cueva recupera altura en
una nueva burbuja (3 m), en cuya base termina el tubo prin-cipal
a modo de gatera que se desvía a la derecha.
Sin embargo, la gruta no termina aquí, pues en la parte
superior de la burbuja existe una estrechísima gatera colga-da
(algunos de cuyos pasos fueron desobstruidos) que avan-za
haciendo una S y da acceso a otro tramo de la cavidad:
un caos de derrumbes escoriáceos donde, no obstante, sub-siste
una burbuja bien conservada en un nivel superior
(punto más elevado a + 14 m respecto de la boca). La cavi-dad
termina en este caos, sin que se haya apreciado corrien-te
de aire en las dos visitas realizadas.
AGRADECIMIENTOS
A D. José Luis Hernández Pérez, dueño del corral
donde se ubica la Cueva de Las Cabras, por permitirnos
estudiar la cavidad. Igualmente, a D. José L. González
Castro y D. Claudio S. San Martín por permitirnos el
acceso y estudio de la C. de la Urb. del Lomo de Torres.
A todos los compañeros del G.E. Benisahare – La
Palma / G.E. Tebexcorade – La Palma por su colaboración
en los planos topográficos y sesiones fotográficas.
Pino lavificado situado en la parte más alta del nudo central de
la cueva. (Foto: F. Govantes)
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