Resistir con la paciencia de un cabrero:
apuntes sobre belleza, inteligencia y conocimiento,
a propósito del pastoreo en el Sur de Tenerife
FERNANDO SABATÉ BEL
Geógrafo
Universidad de La Laguna
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Don Rafael Rodríguez Hernández en una «tagora». El Rincón (La Laguna).
Fotografía cedida por don Eduardo Rodríguez Pérez.
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« Yo me acuerdo de las cabras en Las Cañadas. Ytz después ya las fueron retirando,
las fueron retirando. Ytz después eso se fue apretando, hasta en el
Monte del Estado andaban. Pero entonces ya después ahí vinieron, una vez
le caeron los guardas y mataron una partía dellas, otras las . .. Después ya
eso se fue quitando tóo. Y la Cumbre se acabó, la Cumbre después que se
dejó de podar la retama se acabó. La Cumbre la acabó no dejar cortar náa,
y el Monte lo acaba no dejar sacar náa. Porque el Monte se da fuego hoy
y arde completo, arde completo. Antes no había nada, ahí no había nada.
Lo mismo que las retamas estaban limpitas, se llevaban el cisco, se llevaban
el leñito seco, se podaban, qué más querían. Pero ahora nada, ahora
nada. Y si no fíjese usted cuando vaya por Las Cañadas pa que vea cómo
está eso.» 1
Abril de 2004. Me asomo a la ventana una mañana de domingo, cuando
la claridad apenas hace acto de presencia. Suficiente para comprobar
que la barra de nubes se extiende en el horizonte frente al Valle
de Güímar. La isla de Gran Canaria apenas se distingue en la penumbra, entre
la bruma difusa y el anuncio de un temprano contraluz. El alisio comienza a
reinar en estas fechas. Lo hará progresivamente con más fuerza hasta bien
avanzado el verano. Menos mal que ciertos fenómenos todavía acuden, más o
menos puntuales, a cumplir su ciclo anual.
Más pronto que tarde habremos de lamentar, y mucho, la pérdida casi
total del sentido intuitivo en nuestras vidas. Un sentido que crece y se desarrolla
en contacto y armonía con los ciclos de la Naturaleza, junto a los cuales
coevolucionó el organismo humano desde el origen. La intuición, como
todas las formas no mecánicas de inteligencia, tiende a quedar relegada a
' Don Juan Díaz González el del Fondo (Chimiche, 1930). Callao del Río, Arico, 22 de
octubre de 2002.
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una minoría de personas que se dedican, por ejemplo, al arte de manera profesional,
lo que es sinónimo en nuestros días de actividad tasada y mercantilizada.
Al haber perdido, entre otras cosas, el sentido de la intuición, perdemos
también, entre otras cosas, la capacidad de comprender en su sentido más
profundo los rasgos de las sociedades vernáculas. Es decir, aquéllas que basaban
su estrategia de supervivencia en un sentido mucho más extenso y rico de
la inteligencia humana. La intensificación intelectual, que tan buenos frutos
produjo, al pasar un cierto umbral propende al empobrecimiento de las personas
en su sentido humano más profundo. En torno a estas ideas giran las líneas
que siguen, cuya querencia mayor (antes que anticipar muchos datos novedosos)
es agitar la reflexión en las conciencias lectoras.
El grueso de la población mundial ha estado sometida a duras condiciones
de vida y explotación a lo largo de la historia, y lo sigue estando actualmente.
Afirmarlo no supone más que constatar una realidad objetiva. Otra
cosa, por desgracia frecuente, es cuando este tipo de reconocimiento lleva
aparejado una especie de transferencia de esos padecimientos a la condición
humana de quienes los sufren e, incluso, a su conciencia misma. El desconocimiento
o, lo que es más grave todavía, la simple impotencia para comprehender
la imaginación que demuestran las comunidades humanas en toda
clase de circunstancias hostiles (sociales y naturales) representa un lastre para
muchas personas investigadoras que reducen sus análisis a la reproducción de
un esquema previo y siempre repetido. ¿No se puede llegar, trillando siempre
la misma vereda, a negar la posibilidad de que los trabajadores o los campesinos
hayan podido desarrollar un sentido estético, a negarles incluso la posesión
de una inteligencia propia? Si seguimos al pie de la letra la interpretación
que hacen algunos aspirantes a intelectuales, es como si quienes pernoctaban
en el campo junto a sus animales, desarrollaban esfuerzos energéticos brutales,
o realizaban las tareas que hoy desempeñan las máquinas, hubieran desgraciadamente
incorporado a sus vidas esos rasgos de animalidad, de brutalidad,
o de conducta mecánica y no inteligente. Semejante perspectiva, pesimista,
reduccionista y mecanicista (a la que no han sido ajenas algunas versiones
vulgares de la tradición marxiana), no es capaz de reconocer la capacidad
de lucha por desarrollar una vida lo más digna posible que han demostrado
tener los seres humanos por doquier, con independencia de su historia
y geografía (o más bien, a pesar de ellas) . Una vida que es capaz de cargarse
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RESISTIR CON LA PACIENCIA DE UN CABRERO : APUNTES SOBRE BELLEZA , INTELIGENCIA ..
de at ibutos cualitativos, incluso cuando las restricciones sociales y ambientales
SéJ lo ponen muy duro a la construcción social de condiciones humanas satisfactorias.
Otra cuestión, paralela a la anterior, tiene que ver con la obsesión por encontrar
un sentido utilitario inmediato a todas las prácticas desarrolladas, en
este caso, por el campesinado. No descubrimos nada nuevo si afirmamos que
la mayor parte de las actividades de las personas campesinas, el ritual más o
menos formalizado que las acompaña, su integración con los recursos del espacio,
su encaje calendarístico, su adaptación al marco institucional más amplio,
reflejan un sentido práctico y funcional, que en último término viene
determinado por el aseguramiento de la reproducción social en términos perdurables.
Miríadas de investigaciones coinciden al respecto. Ahora bien, nos
interesa mucho destacar que esto no resulta incompatible, sino todo lo contrario,
con la incorporación de un sentido estético a muchas de las cosas que se
llevan a la práctica.
Recuerdo con viveza, entre tantas conversaciones sostenidas y registradas
en estos años con personas campesinas del Sur tinerfeño, las palabras de un
anciano de Chirche. Junto a otros familiares de la banda de Isora, ascendía esforzadamente
hasta los dos mil metros de altitud, desde su pueblo situado
bastante más abajo, para arañar unas fanegas de centeno a una tierra pedregosa
y dura, situada al pie del Teide Viejo. Durante aquellos días de trabajo
en la Cumbre, cada tarde, al concluir la faena, subían todavía un poquito más,
hasta el alto de una montaña vecina. Desde allí podían contemplar las espléndidas
puestas de sol visibles desde esa parte de la Isla. Disfrutaban, en silencio,
del efecto cromático y sensitivo sobre las rocas y el ambiente todo de Las
Cañadas.
«Es que nos quedábamos cuando estábamos segando el centeno. Yo me
quedaba áhi. Y venía a puestas de sol a ver paquí parriba á Las Cañadas,
ahí a la Montaña de Chasogo de Arriba, que nosotros le decíamos a la
montaña ésa. Ahí venía yo a puestas de sol pa ver ese silencio que había
aquí dentro. Esa tranquilidad. ,,2
2 Agradecemos su testimonio a don Vicente Delgado Rodríguez, de Chirche (Guía de
Isora). Las Cañadas, 9 de mayo de 2003.
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FERNANDO IABATÉ BEL
Un investigador inteligente y erudito como Lewis Mumford, que nunca
renunció al sentido de la intuición, afirmaba convencido la siguiente idea:
«Nuestras reacciones y nuestras normas de eficiencia y de belleza se derivan
ambas ampliamente de nuestras reacciones al mundo vivo, en donde la adaptación
correcta de la forma ha sobrevivido con tanta frecuencia.»3
El sentido estético, es decir, lo que hace que de forma intuitiva una mayoría
de personas consideren algo bueno, correcto o armonioso, casi siempre
coincide en la práctica con lo que es bueno, correcto y armonioso para la reproducción
social a largo plazo. Abriendo codos los sentidos, cualquier persona
es capaz de discernir muchos ejemplos: el empleo de materiales abundantes
en el lugar; el desarrollo de paisajes agrícolas bien adaptados a las condiciones
ambientales; el levantamiento de construcciones y artificios que por
su buen acabado van a durar mucho tiempo; la producción de sonidos agradables
pero que al mismo tiempo refuerzan la cohesión o cumplen alguna
otra utilidad social. A menudo, sentido estético y sentido práctico no son, en
el interior de una cultura vernácula, cosas diferentes: son la misma cosa.
Estamos de acuerdo con Edward Goldsmith cuando afirma que la intuición
estética es también un medio esencial para aprehender y comprender la relación
con el mundo circundante, así como para establecer vínculos emocionales
con aquello que es importante4. Las cosas bellas tienden a ser, también, social
y ecológicamente deseables. Algunas prácticas campesinas del Sur de
Tenerife, que comentaremos a continuación, pueden servir de ejemplo para
corroborar lo hasta aquí afirmado.
Fue costumbre bastante generalizada el que los cabreros procedieran a homogeneizar
en dos, tres o hasta cuatro tonos distintos -dependiendo del número
de cabezas- el sonido de los cencerros que portaba su ganado.
Buscaban con ello generar armonía en el sonido de la manada desplazándose
y paciendo por los campos de pastoreo.
«Hombre, eso hay unas jierras amigo, y unos hierros que eso da gusto.
Y que es bonito que usted vaya a ver una manda cabras cantando, y los
hierros tocando tóos al. . . Eso es como una guitarra. Le voy a decir la ver-
3 MUMFORD, Lewis (1998): Técnica y civilización, p. 274. [Edición original de 1934]
4 GOLDSMITH, Edward (1999): EL Tao de la ecología. Una visión ecológica del mundo, p. 53.
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dad, el que era cabrero, los collares los hacía tachaos como era debío. El que
no era sino comedor de leche, no conocemos de cabras, porque el comedor
de leche no va sino a sacar la leche a la cabra. Pero el cabrero que es cabrero
... »5
Este propósito de afinación se conseguía con una paciente labor, a base de
adelgazar los badajos con la navaja, o sustituirlos por otros más gruesos, siempre
de madera dura como la Leña Blanca u otras.
«Eso mi padre ponía así la mano, y ahí lo iban afinando él, a ver el
que estaba más bajo o más alto, y los dejaba todos como si fuera una guitarra
y timplillo, un conjunto désos.»6
Este asunto, sobre el que llamó la atención hace tiempo el investigador
palmero Talio Noda, no se debe reducir a la mera razón utilitaria de conseguir
un sonido diferente para cada manada, que permitiera identificar a distancia
quién era el propietario de una cabra. Sin negar esa utilidad adicional,
ésta no explica el esfuerzo por generar una polifonía, basada en la conjunción
armoniosa de varias notas diferentes y simultáneas.
Tal vez, debemos poner en relación la motivación musical de los cabreros
con otros dos factores. En primer lugar, la relativa disponibilidad de tiempo
que poseían estos trabajadores rurales durante la permanencia en los espacios
de pastoreo. Apacentar el ganado constituye una tarea no sólo dura, sino esclava;
el volteo y el ordeño no conocen descansos ni festividades del calendario
(salvo el periodo de cría en el segundo caso). Reconocido este hecho, es
cierto también que mientras se practica la actividad, existen momentos largos
para el ocio. Un adagio que se escucha en algunos pueblos del Sur -suponemos
que también en otras partes- advierte: «No te metas con un cabrero,
porque tiene tiempo para pensar». Por eso no es extraño que muchas comunidades
rurales dedicadas al pastoreo, en diferentes lugares, hayan desarrolla-
5 Agradecemos la información a don Juan Díaz González. Callao del Río (Arico), 22 de
octubre de 2002.
6 Agradecemos su testimonio a don Vicente Delgado Rodríguez, de Chirche (Guía de
lsora). Las Cañadas, 9 de mayo de 2003.
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FERN ANDO IABATÉ 8 EL
do elaboraciones artesanas, cierto folklore musical a partir de instrumentos
fáciles de construir sobre el terreno (como las flautas), y hasta costumbres más
singulares y consumidoras de tiempo, tal que dejar marcas o escribir el nombre
del pastor sobre paneles de roca, desafiando su dureza a fuerza de restregar
la punta de la navaja; práctica ésta última que hoy día resulta difícil de encajar,
incluso para los cabreros actuales sometidos a la ausencia crónica de
tiempo, a pesar de las ordeñadoras mecánicas y las plantas industriales de elaboración
de queso.
« Yo trabajaba en esa finca y al canto arriba de los castañeros de la finca
de José María, hay unas piedras que les decimos la Morra de las Piedras.
Son unas piedras muy grandes. Pueden ser veinte o treinta piedras, más o
menos, pero piedras, más grande que esto, claro. Se quedaron, y las usamos
pa sentarnos, áhi cuando no estábamos haciendo nada, sino hablar, porque
el sitio es muy vistoso. Claro, es como un mirador, y como estamos con
bastante calma allí, hay unos nombres grabados, que los grabamos con un
cuchillo, a punta cuchillo, haciendo una ranura en la piedra, dale que te
dale. Y áhi están. Ésas tienen, pues las hicimos en año mil novecientos cuarenta
y tres. Yo me imagino que no habrán quitado las piedras, no las
habrán quitado, espero que no. Y están, áhi están tres nombres puestos: está
el mío, el de un tío mío y el del un hombre de Araya. Nos reuníamos yo y
mi tío cuidando las castañas, porque venían gente del Norte y de por áhi,
venían y se llevaban castañas, a cuestas, pallá, porque había miseria, y nos
sentamos a cuidarlas. Y el de Araya, porque era cabrero y estaba cuidando
las cabras áhi, y entonces, nos reuníamos y como desde aquel sitio divisábamos
todo. »7
En segundo lugar, no se debería obviar que, como señalamos más arriba,
también existe un sentido y una preocupación estética en el interior de la cultura
vernácula, que no tiene por qué resultar incompatible con la eminente
funcionalidad de todas las prácticas conducentes a la reproducción social.
Aunque a menudo no se sepa (o no haga falta) expresarla en forma de conceptos
verbales abstractos, esta búsqueda innata de la armonía estética parece
7 Agradecemos la información a don Félix Guanche Bello (1931). Malpaís de Candelaria,
4 de noviembre de 2002.
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REIIITIR CON LA PACIENCIA DE UN CABRERO : APUNTE\ \OBRE BELLEZA , INTELIGENCIA ..
con ustancial al ser humano en cuanto tal. Es parte de su naturaleza humana
(valga la aparente paradoja). Y se pueden encontrar múltiples manifestaciones
de ella, aún entre las personas campesinas más pobres, y también en los momentos
más duros y difíciles.
El tiempo disponible durante la estancia en los campos de pastoreo también
se debe poner en relación con la práctica de ciertos juegos de inteligencia.
Esta interesante parcela de la tradición cultural fue puesta de manifiesto
en 1987 por García Talavera y Espinel8, y concretada más recientemente por
el segundo para el caso del Sur de Tenerife9
• Como señala este autor, se trata
de juegos que implican, aparte del aspecto puramente lúdico, cierta capacidad
de abstracción, estrategia, concentración y donde la inteligencia es la base
principal para la consecución del resultado positivo. Estas manifestaciones lúdicas
se desarrollan generalmente en espacios geométricos concretos, a modo
de tableros. Algunos de estos <lameros se podían improvisar sobre la marcha,
pero otros resultan imperecederos al haberse elaborado con tiempo suficiente,
labrando líneas sobre una laja de piedra basáltica o fonolítica. Los juegos,
que son siempre un eslabón fundamental para la socialización de las personas,
debieron desempeñar además en este caso un importante nexo de comunicación
entre personas adultas, y entre éstas y las más jóvenes, contribuyendo a
integrar al grupo social1º.
Otra referencia cultural con estrechos vínculos culturales a la que debemos
hacer mención es la existencia de un lenguaje del silbo en el Sur. Probablemente
fuera Juan Bethencourt Alfonso el primer autor que dejó constancia
escrita de que entre los pastores de la Comarca existía aún en el siglo XIX
un sistema de lenguaje silbado cuyo uso se desvanecía ya en aquellos tiempos.
«Ahora he descubierto que en Vilaflor se entienden silbando, como en
La Gomera, muchas personas; y que esto viene de antiguo. También hay en
Granadilla muchos que se entienden también silbando, en Los altos de
8 GARCÍA TALAVERA, Francisco y ESPINEL CEJAS, José M. (1989): juegos guanches inéditos,
cfr. passi m.
9 E SPINEL CEJAS, José Manuel (2003) : «Los juegos tradicionales de inteligencia en
Arona», pp. 29-35 en Arona. Cuaderno de Etnografla nº 1.
'º Ibídem, pp. 29-30.
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f ERNAN DO IABATÉ B El
Arico, por Chajaños, etc. (. .. )Aún hoy se hablan algunos en Barranco
Hondo y otros puntos, pero en muchísima menor escala que antes» 11
•
Sin embargo, en la zona de Arico se ha mantenido hasta tiempos recientes
la memoria de aquel modo de comunicación a distancia, y aún la constancia
de su práctica entre la generación anterior a la de los actuales ancianos
del municipio. No se trataba de un mero sistema para anunciar la presencia
mediante algún sonido conocido por los familiares o allegados: en su
trabajo recopilatorio sobre juegos y actividades de la infancia de Arico, Maxi
Álvarez deja constancia de que se emitían frases completas; esto es, se podía
mantener una conversación mediante el silbo, costumbre que como es bien
sabido ha pervivido en la isla de La Gomera, de donde se pensaba que era
exclusiva12
• Aunque Bethencourt Alfonso atribuía a esta costumbre un origen
guanche (ascendencia que no se puede descartar) cabe pensar también
que se tratara de una práctica introducida por los gomeros desplazados a
Tenerife para trabajar como pastores tras la Conquista de esta última Isla,
pudiendo haberse transmitido y conservado este sistema de comunicación
entre sus descendientes. Ahora que el Silbo Gomero acaba de ser presentado
-y tiene muchas posibilidades éxito- para su declaración como Patrimonio
(intangible) de la Humanidad, ¿no merece la pena reconstruir, hasta
donde sea posible, la existencia de un lenguaje articulado similar en el Sur
de Tenerife?
La negación de la capacidad creativa e inteligente del pueblo trabajador y
campesino lleva también a desconocer por completo lo mucho que éste puede
aportar para una adecuada interpretación y ordenación de los recursos naturales.
Cada año, se titulan en Canarias, como en todos sitios, decenas dejóvenes
profesionales cuyos estudios tienen que ver, al menos en un plano teórico,
con varias dimensiones de las materias que acabamos de citar (biólogos,
geógrafos, ingenieros agrónomos ... ). Cada año fallecen en Canarias, como en
11 BETHENCOURT ALFONSO, Juan (1994): Historia del Pueblo Guanche. Tomo 11, p. 503.
12 ÁLVAREZ P ÉREZ, Maxi y Asociación de Tercera Edad «Abona» de Arico (1995): Nuestra
infancia y otros juegos en Arico, p. 137. Se cita el caso de una vecina que en la actualidad
«recuerda algunas frases, ya que su padre estaba continuamente silbando».
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rodar parces, decenas o cientos de personas ancianas, peritas en su interacción
con ia Naturaleza durante una prolongada etapa de su existencia. ¡Qué poco
hemos avanzado en tender puentes para la comunicación entre ambas generaciones,
entre ambas formas de conocimiento, útiles y complementarias! No
habrá sido porque desde la Etnografía y otras disciplinas humanísticas, no
haya habido quién abriera ese debate desde hace ya muchos años13
•
Lo sucedido con la vegetación del Parque Nacional de Las Cañadas y su
entorno constituye un buen paradigma. El medio siglo transcurrido desde su
establecimiento suministra una oportunidad para reflexionar con serenidad.
Si analizamos la Cumbre de Tenerife (especialmente si pensamos en ella desde
el Sur) podemos advertir claramente la desconexión creada entre las personas
campesinas que habitaban en su proximidad y explotaban los recursos del
ecosistema, y los que establecieron el Parque Nacional con todas sus restricciones
en el año 1954. Clasificar un entorno 'natural' como espacio 'protegido'
da lugar a una diferenciación social de sus percepciones y usos: los que utilizaban
el espacio como una herencia secular siguen viendo en él, aún cincuenta
años después de la declaración, un recurso esencialmente productivo;
recuerdan perfectamente cómo fueron privados de aprovechamientos que resultaban
esenciales y bien integrados en aquel contexto histórico, y como quedaron
(y siguen estando) excluidos de la gestión.
«La cabra no le hace daño ninguno a la retama. La podona no le hace
daño en la retama, la hoz chiquita que no tiene dientes, la podona que usa
el camellero para cortar la retama. ¿La podona, podarlas? Lo que le hacía
daño a la retama era el carbón. Por lo menos quitar los carboneros, eso sí
era lógico que los quitaran, p ero a las cabras y a los camelleros no tenían
que haberles cerrado Las Cañadas. Porque fue . .. aparte que era la forma
de mantener sus camellos. { .. } Que ahora ya las retamas no sirven.» 14
13 Así, en su obra seminal, Manuel Lorenzo Perera (1983): ¿Qué foe de los alzados guanches?,
plantea de forma valiente el conflicto de intereses y de formas de racionalidad suscitado
entre los pastores y el Estado encargado de la administración forestal en la primera
mitad del siglo XX.
14 Agradecemos la información a don Claudia Delgado Díaz, de San Miguel. Las Galletas,
9 de agosto de 2002.
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fERNAHDD IASAT É BEL
El control de todos los recursos de Las Cañadas fue a lo largo del lento
proceso histórico de 'modernización' económica, un objetivo esencial de las
élites de La Orotava. Como reconoce un autor tan documentado como
Tomás Méndez (que, sin embargo, escribe con la perspectiva documental e
ideológica del Norte):
«El Ayuntamiento de La Orotava, dominado durante siglos por la oligarquía
agraria, desconfiaba de aquellas empresas [. . . } que pudieran derivarse
en el uso y explotación de los recursos hídricos de Las Cañadas del
Teide. Estos bienes eran considerados por la clase dominante como de su
gestión y aprovechamiento exclusivo, a sabiendas de que estaban fuera del
dmbito de las suertes de su propiedad. »15
La perspectiva que se posee desde el Sur, tanto desde sus élites como desde
los sectores populares, era bien distinta.
«Quitar Las Cañadas al Sur de Tenerife es el crimen mayor que se ha
hecho en la historia. Eso fue lo mds grande que se hizo. La tragedia no fue
sólo las cabras, la tragedia fueron los camellos. Los camellos y los burros.
¿ Cómo vivían los camellos? De retama y pencas. Fíjate que llegaban diez
o doce camellos, le quitaban la. . . le quitaban no, los hacían ir a La
Orotava, los desnudaban a/Id, de silla, bastar, pretal y tajarrón, todo lo
que tenía el camello, venía con la cabuya y la soga de . .. pelaos. Había que
hacer otra silla, porque ésa no se la devolvían ya mds nunca, las quemaron
y no se las devolvieron mds. Una vez mataron a un chico del Frontón [barrio
de la zona alta de San Miguel} en la parte alta de Las Mesas con un
fusil de . .. los guardas. Unos guardas que no eran, yo no sé si eran guardas
si eran .. . los nombraban de guardas pero eran unos asesinos. Eso fue el cri-men
mayor que se ha hecho en el Sur, cerrar Las Cañadas, en la época mds
difícil, eso fue después de la Guerra. Tú sabes que Las Cañadas eran de
Vilaflor, de Granadilla, todos esos municipios lindaban con el Teide. Arico,
Fasnia. . . San Miguel y Arona no tenían Cumbre. Pues ésa fue la época
que les quitaron la Cumbre a los municipios del Sur y la época que cerraron
Las Cañadas. [Entrevistador: '¿En esa época no hubo protestas de la
gente, de los ayuntamientos del Sur?''. Respuesta del informante:} ¿A quién
'5 MÉNDEZ PÉREZ, Tomás (2000): Antecedentes Históricos del Teide y Las Cañadas, p. 31.
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le protestabas, cuando La Orotava es la que mandaba? La Orotava es la
que mandaba. »16
Los gestores y buena parte de los actuales visitantes, en cambio, propenden
a realizar una mirada más ambientalista sobre el Parque, percibiéndolo y
utilizándolo como un paisaje del que se puede obtener placer, a través de una
mirada amable y, en buena medida, inventada y utópica. Desde este punto de
vista, Las Cañadas y el Teide resultan una construcción cultural, inventada
por quienes escriben la historia y no tanto por quienes la padecen. Como han
señalado algunos investigadores para el caso del Parque Nacional de Doñana:
«Los parques y las reservas, en una escala comercial, vendrían a ser un
ejemplo de mercancía cultural de evocaciones románticas y alto valor de
mercado, al menos vista desde las capas ilustradas de las áreas urbanas; no
tanto desde las sociedades rurales más próximas al espacio 'natural' acotado.
En términos postmodernos, cabría decir que en estos 'santuarios: tomados
como hechos discursivos, se reúnen, en el escalafln preciado de su
gama semántica, los dos paradigmas hegemónicos en el discurso ambiental
contemporáneo; el ético-utópico y el tecnocrático. »17
La prohibición de apacentar el ganado se extendió con posterioridad al
resto de la Cumbre, en el momento en que intervino la administración del
Estado -recuperando en algunos casos la propiedad, a través de compraspero
ahora para proceder a 'repoblaciones' forestales. Este hecho marcó el inicio
de la decadencia definitiva de la vieja ganadería trashumante, a partir de
los años cincuenta.
«Uno fue convenio con los ayuntamientos, lo que se llamaba consorcio,
y los otros fueron los que yo le dije, que el Patrimonio (Forestal} compraron
varias fincas, compró unas en Vilaflor, aquello fue yendo hacia Granadilla,
no me acuerdo cómo se llaman ahora las fincas, compró ésas, compró Chi-
16 Agradecemos la información a don Claudia Delgado Díaz, de San Miguel. Las Galletas,
9 de agosto de 2002.
'
7 ÜJEDA RIVERA, Juan F.; GüNZÁLEZ FARACO, Juan Carlos; VILLA DÍAZ, Juan (2000): «El
paisaje como mito romántico: su génesis y pervivencia en Doñana», pp. 343-356 en:
MARTíNEZ DE PISÓN, E. y SANZ H ERRÁIZ, C. (eds.) : Estudios sobre el paisaje.
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visaya. Y después en convenio todas las Cumbres de Arafo se consorciaron,
que ahí no había nada, ahí no había pinos nada, ni codesos, ahí no había
nada. A quien más afectó fae a los cabreros, entonces se les hizo presión y
hubo que quitar las cabras del Monte. Porque esas Cumbres donde se hicieron
las repoblaciones eran de pastoreo. Se hacían redadas con los guardas,
yo no estaba de guarda todavía, se juntaban guardas de todos los pueblos
y se iba a dar el tiro a las cabras. Porque claro, les decían que las quitaran
y no las quitaban. A última hora las tuvieron que quitar. Fue duro.
[. .. } Con todo, pero salieron, unos salieron por las buenas, otros salieron
por las malas, guardándoles [apresándoles} las cabras. Eso tendría que
haber sido cuando las repoblaciones ésas, por los años cuarenta y poco. Esa
gente no recibió ninguna indemnización: pastoreaban ahí, con el beneplácito
del ayuntamiento, sin permisos ni nada, ni tengo yo idea de que los
ayuntamientos les cobraran tampoco ni un canon ni nada de eso.» 18
Las grandes manadas de cabras vieron restringido su tránsito por un doble
movimiento 'envolvente': en la Cumbre, se prohibió, manu militari, el pastoreo.
En la Costa, se extendió la nueva agricultura más propiamente capitalista
de tomates, se sorribaron los malpaíses y buena parte de los antiguos espacios
de pastizal; tan sólo quedó en ellas una forma de ganadería restringida a
circular en el interior de las mayores fincas aprovechando los espacios en barbecho
(pues hubo que esperar a una nueva oleada de intensificación que no
dio comienzo antes de los años setenta del siglo XX para que se abandonaran
fórmulas de cultivo extensivo e itinerante del tomate dentro de estos grandes
predios). Los cabreros, como elementos esenciales de las nuevas fincas, se
adaptaron a su renovada función de suministro de abono orgánico a las explotaciones
tomateras de la Costa, resistiendo la estación seca a base de alimentar
el ganado con tomate de repudio (la zafra canaria concluía poco antes
del verano, cuando entran en el mercado las producciones europeas que no
exigen costes de transporte ultramarino), y de piensos importados llegados en
los barcos, tal vez los mismos que cargaron los tomates en sentido inverso. Por
su parte, la Medianía, hasta su crisis definitiva en el último tercio de la centuria,
siguió desempeñando un papel central en la producción de la subsis-
18 Agradecemos la información a don Imeldo Izquierdo Armas (antiguo guarda forestal) .
Güímar, 30 de septiembre de 2002.
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cencia y no estaba en condiciones de acoger la carga ganadera que antaño discuJriera
arriba y abajo de la misma. En este contexto, los cabreros se vieron
circunscritos a un espacio cada vez más reducido y en competencia con otras
actividades, lo que los convirtió en seres en permanente conflicto con los
campesinos agricultores.
«¿Los cabreros? Con una piedra siempre en la mano pa tirarle a las cabras
y todo, porque eso a las cabras le ponían los guardas denuncias a montones,
a denunciarlos, porque las cabras iban por los caminos y se saltaban
a las parras ... un pámpano que cogieran, ya se estaban denunciando, y eso
estaban los cabreros siempre con una piedra en la mano. [ . . ] Algunas personas
tenían hasta que hacerle un papel, porque si no ... Le daban para
pastorear alguna persona que tenía un terreno, porque pastoreaban en los
terrenos de ellos y tenían que hacerle un papel, y .firmarlo y tenerlo en la
mochila pa cuando el guarda llegara decirle al guarda que tenía permiso,
porque si no lo denunciaba.» 19
El oficio de pastor, que pudo haber llegado a tener en el pasado una consideración
social mucho más positiva -sobre codo en la comarca de Abonaconoció
de este modo un cierto desprestigio, avanzando hacia la marginalidad.
«Normalmente, el que tenía una manada de cabras, porque no tenía
donde ponerla, ni tenía terreno, o sea el ser cabrero era un poco como . .. la
persona que no tenía nada, nada, no tenía otra cosa de qué vivir, y entonces
compraba cuatro o cinco, diez o doce cabras, las que pudiera, y vivía
de eso, porque el que tenía terrenos no se dedicaba a guardar cabras, era
una profesión un poco baja, mal mirada. Te miraban como . . . no como un
delincuente ni nada de eso, sino como un oficio muy ordinario, y entonces
no lo usaba sino el que no le quedaba más remedio. »20
Antes de cerrar este artículo, conviene repasar las siguientes consideraciones.
Existen diferentes mecanismos a través de los cuales se podía resolver la
19 Agradecemos la información a don Félix Guanche Bello. Malpaís (Candelaria), 4 de
noviembre de 2002.
20 Agradecemos la información a don Félix Guanche Bello. Malpaís (Candelaria), 4 de
noviembre de 2002.
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alimentación de los animales domesticados en los sistemas campesinos vernáculos.
El alimento que consumen los animales puede ser extraído directamente
de la Naturaleza. Otra forma de obtenerlo es mediante la agricultura,
que en este caso no produce alimento humano de forma directa, sino a través
del escalón intermedio del ganado. También cabe una tercera vía, intermedia,
para resolver la alimentación animal: seleccionar semillas de una especie de
interés forrajero presente en la Naturaleza y favorecer que se propague mejor
por medio de su cultivo o gestión adecuada, pero desarrollando esta labor en
el interior del propio ecosistema, donde ya aparecía antes de la intervención humana,
sin alterar sustancialmente su estructura.
Conviene, al respecto, precisar: hablamos del aprovechamiento de una
serie de ecosistemas en estado 'natural' llevado a cabo a través de determinados
animales gestionados por los seres humanos, ya fueran las cabras, las ovejas,
las abejas, u otros. Conviene entrecomillar el término natural, por cuanto
se puede suponer que cientos (o un par de miles) de años de práctica del
pastoreo tuvieron que tener necesariamente algún efecto sobre los ecosistemas
originales: el ramoneo estacional tiene lugar de modo mucho más intenso
sobre las especies hacia las que el ganado orienta su querencia, afectando de
forma más limitada a otras de inferior calidad bromatológica, y dejando intactas
a aquéllas de peor palatabilidad; también puede ocurrir que los pastores
evitaran por diversos medios la proliferación de estas últimas. Lo mismo
se puede decir de la apicultura: debido al aumento del número original de
abejas que existen potencialmente en el ecosistema, se multiplica la polinización
de las especies de mayor aptitud melífera, que pueden alcanzar un desarrollo
superior al de otras.
La prueba empírica de este aserto es lo que efectivamente ocurrió en Las
Cañadas del Teide, tras su declaración como Parque Nacional a partir de 1954
y la definitiva erradicación del pastoreo y otros aprovechamientos campesinos
en su interior -aunque estas prácticas, como han demostrado Manuel
Lorenzo Perera y Tomás Méndez, ya se venían limitando desde finales del
siglo XIX-. Se ha puesto de manifiesto repetidas veces que aquel espacio conoce
una transformación dinámica desde entonces y que su estado actual en
poco se parece al que existía hasta mediados del siglo xx:21
•
21 Véase, por ejemplo, ÜRTUNO MEDINA, Francisco (1980): Los Parques Nacionales de las
Islas Canarias, p. 63.
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RESISTIR CON LA PACIENCIA DE UN CABRERO : APUNTES SOBRE BELLEZA , INTELIG EN CIA ...
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una evolución que está lejos de haberse completado, como lo muestra el
caso de una especie subarbustiva (Pterocephalus lasiospermus), para la que la
comunidad científica se 'inventó' el nombre de Rosalillo de la Cumbre, por
desconocer, y no preocuparse en indagar, su nombre vernáculo. Los campesinos,
al menos los del Sur de Tenerife, se referían a ella -con cierto desdén,
al no servir de forraje- como 'Ramo Blanco'. Antaño constituía una especie
rara, llegando a afirmarse que pudo estar en peligro de extinción22. Su 'recuperación'
en los últimos años puede considerarse como espectacular, expandiéndose
por todo el territorio de Las Cañadas y, en especial, formando parte
de una comunidad primicolonizadora de bordes viarios, taludes y espacios alterados23.
Sin embargo, la perspectiva de la comunidad campesina es muy diferente:
«Aquí no había sino retamas y poleo, y por allí pabajo igual, y ya no
está. Ni estos ramos estaban, nosotros le decimos ramos blancos. Aquí había
unos codesos, que nosotros subíamos en el alto de los codesos, mira, eso florecío,
muchacho, y eso lleno de cerrillos por áhi parriba. Y hoy no se ve codeso
ninguno. No, qué va, los ramos blancos se comió todo. Eso se terminó.
Mira, eso era pa quitarlo y limpiarlo. Pero esto estaba todo lleno de retamas
y yo mirando que no se ve ni una, sino ese demonio de rabos blancos,
que eso se comen todo. Estos ramos no estaban sino en la montaña aquélla,
la montaña de Chasogo. Están estorbando toda la Cumbre ésta, esos ramos
se comen las retamas y todo. »24
Los efectos del cese del ramoneo y la poda periódica de una planta de crecimiento
tan lento como la retama, sólo se pueden percibir en el largo plazo.
Quizás ahora empecemos a estar en condiciones de identificar sus reales
efectos. La opinión prácticamente unánime de todas las personas consultadas,
desde Güímar hasta Guía de !sora, coincide en el deterioro que presen-
22 Ibídem.
23 WILDPRET DE LA TORRE, Wolfredo y MARTfN ÜSORIO, Victoria Eugenia: «Flora vascular
y Vegetación», en: Varios Autores (2000): Parque Nacional del Teide, pp. 108-109.
24 Don Vicente Delgado Gorrín (1930) y doña Rosalba Placeres Gorrín (1931), naturales
de Chirche. Las Cañadas, 9 de mayo de 2003.
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tan los retamares de la Cumbre en la actualidad, achacando ese mal estado
a la desaparición de los aprovechamientos. Aunque las razones de este fenómeno
puedan ser más complejas, abrigamos el convicción de que la evaluación
definitiva de lo que supuso eliminar por completo la intervención humana
'tradicional' sobre ese ecosistema está aún por realizarse; y, tal vez, esa
evaluación deberá marcar distancias respecto al triunfalismo de ciertas lecturas
que, no por bienintencionadas, se libran de un marcado reduccionismo
biologicista.
En este sentido, merece la pena llamar la atención acerca de los estudios
sobre el mutualismo, los cuales conocen una renovada atención en Ecología
durante los últimos años. Las personas que cultivan esta rama de la ciencia
vienen observando un número cada vez mayor de relaciones parasi tarias o
predadoras que, examinadas en detalle, evidencian su carácter cooperativo.
Según este punto de vista, se afirma entre otras cosas que:
«La imagen habitual de la relación entre los animales que pastan y las
hierbas con que se alimentan es totalmente errónea. Mientras que los ecólogos
han tendido a ver las plantas como algo relativamente pasivo, ahora
vemos claramente que las plantas son capaces de responder al pastoreo de
una manera muy dinámica, llegando a desarrollar un crecimiento compensatorio
y asimilar la recolocación.»15
Un investigador como el citado al pie señala hasta nueve formas diferentes
en que la relación entre los animales pastores y los pastos con que se alimentan
puede juzgarse como mutualista. Otros, en la misma dirección, llegan
más lejos: destacan que los herbívoros y los pastos que éstos pacen han
llegado a coevolucionar «hasta el punto de que uno no sería posible sin el otro»16
•
Una conclusión sorprendente, por cuanto el concepto es idéntico (aunque expresado
con diferentes palabras) al que sostienen todos los campesinos sobrevivientes
que se vieron privados hace más de cincuenta años de los aprove-
2
; Mc NAUGHTON, S.J.: «Grazing asan optimisation process: grass ungulate relationships
in Serengeti», The American Naturalist, vol. 13, nº 5, 1979, pp. 695-702.
26 ÜWEN, D.F. y Wiegerc, R.G.: «Murualism between grasses and grazers: an evolutionary
hypothesis», Oikos, 1981, pp. 376-49 1.
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RESISTIR CON LA PACIENCIA DE UN CABRERO : APUNTES SOBRE BELLEZA , INTELIGENCIA ..
chamientos de la vegetación en la Cumbre. Aquí se encuentra otro campo
abierto a una investigación menos apriorística, que sería bueno que contara
con la opinión de estas personas.
Si una conclusión provisional se puede extraer por ahora es la del convencimiento
pleno y unánime, en el seno de las comunidades rurales, de que los
pastizales de la Cumbre se encuentran en un estado de degradación, cuya
causa principal radica en el abandono del pastoreo. Una idea pocas veces registrada
en los libros, pero sí en ese otro almacén del conocimiento y la inteligencia
vernácula, que es el cancionero popular. Así lo registró la creatividad
poderosa de un heredero de esta forma de pensar y conocer, don Florentino
Melián Évora, de Chío, que había nacido en 1911 y falleció recientemente.
Valgan estas coplas suyas como homenaje a su memoria.
« Yo lo digo todo esto
y que queden advertidos
después que falta el ganado
la retama se ha perdido.»
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