Las mujeres en el mundo rural isleño
TERESA GONZÁLEZ PÉREZ
Catedrática. Faculcad de Educación
Universidad de La Laguna
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
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INTRODUCCIÓN
NUESTRO OBJETIVO se centra en destacar a las mujeres rurales en Canarias
y su importancia en la evolución de la sociedad insular, al
tiempo que pretendemos reconocer la aportación de las mujeres de
nuestra tierra, gente noble y trabajadora que ha contribuido con su legado a
la evolución de las Islas. Esas laboriosas mujeres, trabajadoras sin pausa, que
además de las tareas propias del hogar, atendían las faenas del campo y cuidaban
la ganadería, aquellas que en sus ratos libres se dedicaban a la artesanía,
cestería, cerámica, a bordar, tejer, coser, remendar la ropa ... pero que la concepción
masculina de la sociedad y de la historia ha ido relegando al silencio.
Esas valientes mujeres de nuestros campos que sabían sortear todo tipo de dificultades,
muchas veces con el marido ausente (emigrado a tierras cubanas o
venezolanas, sobre todo) afrontaban la vida cotidiana con los hijos y personas
mayores a su cargo, y eran capaces de laborar el campo para ganar el sustento
diario. Sin embargo, un muro de silencio se ha construido en torno a ellas,
lo cual, junto a la palabra sustraída, implica el desconocimiento de las isleñas
del mundo rural.
La carencia de fuentes es un obstáculo para redescubrir la actividad de las
mujeres, por ello tendremos que leer y releer las informaciones que nos ofrecen
los documentos, invariablemente masculinos y, necesitadas de una fina
hermenéutica para poder extraer datos o referencias al mundo rural. Además,
para recuperar su memoria es preciso acudir fundamentalmente a la metodología
cualitativa, para lo cual hay que recurrir a la historia oral empleando
para ello las entrevistas e historias de vida. Los documentos orales son historias
personales recogidas a través de entrevistas, por lo que la investigación se
realiza interpretando la palabra, en este caso, de las mujeres, lo que ellas vivieron,
pues su experiencia y relato ayuda a construir ese pasado tan ignoto.
La oralidad nos presta una incuestionable ayuda en la recuperación de la palabra
de las mujeres de los sectores populares, tan ninguneada por la historio-
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TERE SA GONZÁ l EZ PÉR EZ
grafía oficial. Sin lugar a dudas, a través de la oralidad logramos hacer visibles
a mujeres sin notoriedad pública. Además, estas fuentes nos remiten a relaciones
cercanas, al pasado inmediato, y nos permiten reconstruir voces que
parecían haberse perdido, rastrear los hilos con los que se teje la biografía de
las mujeres anónimas. Por medio de la palabra, archivo vivo, podemos profundizar
en las dimensiones culturales, sociales y simbólicas que han condicionado
el rol femenino. Las transformaciones generacionales de socialización
y formación, en la mayoría de las ocasiones, han permanecido estáticas especialmente
en los sectores populares de las zonas rurales. El grupo doméstico y
la transmisión oral han sido los elementos básicos en su formación, el entorno
local ha fortalecido el rol tradicional sustentado, en la base de las costumbres
para mantener el orden establecido.
Nos referimos a esas mujeres autosuficientes de las clases populares, en su
mayoría analfabetas, que no fueron a la escuela, que no conocían la escritura
ni los libros de literatura, sólo el legado de la oralidad1
• Tampoco sabían nada
de feminismos ni reivindicaciones sociales, pero por naturaleza han destacado
y ocupado un papel esencial en la vida de nuestros pueblos, aunque no se
reconociera, ni aún se haya reconocido lo suficiente, su protagonismo y el
papel desempeñado.
l. CAMPESINAS DE AYER
Las zonas rurales en Canarias son el eje de la cultura tradicional, a pesar
de los elevados índices de analfabetismo, en ellas se conserva el legado patrimonial
de nuestros antepasados que la oralidad ha mantenido vivo a
través de generaciones. La voz del pasado no ha podido ser desplazada por
los modernos medios de comunicación ni por el avance de la alfabetización,
porque en la memoria de los mayores se conserva la sabiduría popular, me-
1 VATT!MO, G.: La Sociedad transparente. Barcelona, Paidós, 1991. Pág. 80. La monovisión
histórica «estalla en una multiplicidad de racionalidades "locales" -minorías étnicas,
sexuales, religiosas y estéticas- que toman la palabra, al no ser, por fin, silenciadas
y reprimidas por la idea de que hay una sola forma verdadera de realizar la humanidad,
en menoscabo de todas las peculiaridades, de todas las individualidades limitadas,
efímeras, contingentes».
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moría que precisa ser rescatada, pues debe ser recuperada para que no se
pieraa con ellos.
Al referirnos al mundo rural no podemos ignorar la aportación de las mujeres
a la vida de la comunidad y a la unidad familiar. Sin embargo, en pocas
ocasiones se las menciona, quedan ocultas por lo genérico, continúan en la
marginalidad como si su contribución no fuera importante. Ni siquiera existen
estudios sobre las mujeres rurales en Canarias, sólo algunas investigaciones
parciales sobre actividades artesanales, de las que se dedican a tejer, calar,
bordar, cestería, cerámica ...
En las Islas, lo rural ha estado vinculado al paisaje agrario, el hábitat disperso
en pequeños asentamientos de población, desconectado y alejado del
mundo urbano. Ya no sólo la actividad agrícola-ganadera los separa, tanto en
el comportamiento, cuadro de valores, el arraigo de las creencias tradicionales
y expectativas están perfectamente diferenciados entre el ámbito urbano y
el rural. Las áreas rurales son mucho más conservadoras y los roles suelen estar
más diferenciados, aunque las mujeres sean las sintetizadoras culturales.
La agricultura y la ganadería suelen ser, con frecuencia, actividades complementarias,
normalmente transmitidas por herencia. Una herencia que
también transmitía las diferencias de género, condicionando las oportunidades
de las mujeres, porque a ellas se les otorgaba la función de ayuda familiar
y ellos eran los organizadores y auténticos trabajadores. Además de aprender
las labores agrícolas y ganaderas, ellas debían entrenarse en las actividades
domésticas, pues en el contexto familiar ejercen diversas actividades. En este
sentido se desvalorizaba su trabajo, tanto en el sector agropecuario como en
las tareas del hogar, sobre todo debido a la falta del reconocimiento social de
su amplia dedicación laboral.
El trabajo agrícola desempeñado por las mujeres ha tenido una consideración
inferior, aunque éste haya superado al realizado por los hombres; este
comportamiento ha sido una forma de invisibilizarlas y negarlas como población
activa. Igualmente ese panorama ha generado el desarrollo de baja autoestima
y minusvaloración del propio trabajo desempeñado, como si no fueran
importantes en la comunidad. Sin duda, el aporte económico y socio-cultural
de las mujeres en el mundo rural ha sido clave, pero ha estado oculto,
han trabajado siempre excepto las que pertenecían a la clases más favorecidas,
que permanecían en las casas (miembros de la burguesía agraria). En este sentido,
las mujeres rurales han sido imprescindibles en la economía, pero invi-
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TE RESA GONZÁL EZ PÉ REZ
sibles en la sociedad, no se les reconoce como merecen porque su trabajo no
está remunerado.
La estadística no recoge el trabajo agrícola desempeñado por las mujeres.
Las tasas de inactividad prolongan los roles sexistas de una sociedad antigua,
pues se recogen «sus labores» como categoría estadística, relegando oficialmente
al confinamiento doméstico a las mujeres rurales, negando el trabajo
extradoméstico. La denominación «sus labores» engloba horas y horas dedicadas
al sector agropecuario, o lo que es lo mismo: el pluriempleo de las campesinas
sin salario.
1.1. Ocupación de las campesinas
Las categorías laborales más comunes de las mujeres canarias eran: campesinas,
servidoras domésticas, modistas y obreras. Las obreras o peanas agrícolas
son un sector olvidado aunque hayan recibido un salario. Sucede igual
con las campesinas, por su papel dentro de la comunidad rural, desempeñan
tareas agrícolas no remuneradas como ayuda a la unidad familiar. Las mujeres
campesinas eran el grupo más representativo en la Canarias decimonónica
y, prácticamente, de la primera mitad del siglo XX.
En la sociedad agraria isleña la vida de las mujeres era intensa, no estaba
confinada en el hogar como las mujeres de los sectores acomodados, porque
el propio trabajo les permitía ámbitos de relación más amplios. Al margen de
desempeñar las tareas del hogar, asumían diversas actividades como: labrar la
tierra, recoger cosechas, trillar, cuidar el ganado, hacer quesos, conservar y
preparar alimentos, tejer, coser, hacer el pan ... Ejercitan diversos oficios como
lecheras, aguadoras, gangocheras, pinocheras, leñadoras ... multitud de oficios
desempeñados en condiciones precarias y apremiadas por las necesidades
de subsistencia, se hallan alejadas de reivindicaciones y a la vez ignoradas por
el sindicalismo. Todas mantienen una interrelación, se encuentran en los espacios
y lugares de trabajo (terrenos, eras, lavaderos, molinos, fuentes, hornos,
ventas, etc.), en algunos casos compartiendo tareas con los hombres, pero
siempre velando por la moral y las costumbres. En su círculo disfrutaban de
sus propios saberes y tenían variedad de conocimientos, incluso aplicados a la
salud (rezadoras, curanderas y sanadoras) , y aunque se situaban en un plano
diferente a los hombres del mundo rural, su presencia ha sido vital y han ejercido
un notable influjo en la comunidad, no en vano han sido las mujeres is-
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La siega. El Palmar, Tenerife.
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leñas sintetizadoras culturales y, a la vez, conservadoras por el apego demostrado
a los valores tradicionales. Además, el influjo de las mujeres en la familia
canaria es muy acusado, tienen un gran protagonismo en la vida cotidiana,
y al ser tan destacado eclipsan la función del padre. En los campos isleños
las madres ejercían un auténtico matriarcado, aunque socialmente mostraran
la sumisión a los hombres.
TASAS DE ACTIVIDAD POR SEXOS ( 1930-1981)
AÑOS MUJERES PORCENTAJES HOMBRES PORCENTAJES
1930 6,8 10,3 59,4 89,7
1940 8, 1 12,3 57,5 87,7
1950 8,3 11,8 62, 1 88,2
1960 11 ,3 15,9 59,6 84, 1
1970 11,I 17,2 53,4 82,8
1981 14, 1 22,5 48,3 77,5
*Fuente: IN E. Censos de Población
Las mujeres de las zonas rurales siempre han trabajado, todas como amas
de casa y un alto porcentaje en actividades agropecuarias y/o artesanales, aunque
las estadísticas las invisibilizan porque no las consideran población activa
al catalogarlas como «ayuda familiar». Además, al margen de las peanas, su
dedicación laboral no generaba ingresos, no cobraban, excepto aquellas que
se dedicaban a las manufacturas, por ejemplo calar, tejer, bordar, coser, cestería,
cerámica ... si bien lo hacían por un módico precio ya suponía un dinero
extra. Por otra parte, ellas mismas mantienen la discriminación de decir
que no trabajan, en referencia a que no realizan ocupación remunerada, pues
la gratuidad de las tareas domésticas no se contempla como trabajo activo.
2. TRANSFORMACIONES EN EL MUNDO RURAL
El campo isleño tenía un peso específico en la economía hasta finales de
los años sesenta del pasado siglo, pero paulatinamente este sector va a ser desplazado
con la llegada del turismo. Los campesinos con menos recursos abandonan
la agricultura y comienzan a trabajar como asalariados; algunas muje-
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res también se incorporan al trabajo remunerado, otras en cambio continuaron
htendiendo la pequeña explotación familiar sin descuidar sus responsabilidades
domésticas. A comienzos de la década de los setenta, las mejores perspectivas
laborales que ofrecía el sector servicios sirvieron de atractivo para las
nuevas generaciones, incluso para algunos adultos que abandonaron sus tradicionales
ocupaciones, por la escasez de recursos y las dificultades económicas,
y trabajan en la hostelería, transportes y construcción, preferentemente.
Sólo los que poseían grandes explotaciones y orientadas a la comercialización
de los productos o a la exportación, invertirán y mejorarán su rendimiento.
Las mujeres siguieron desempeñando actividades relacionadas con la agricultura
de autoconsumo y exportación, en el campo siembras y recolecciones, así
como en los empaquetados y envasados. Muchas trabajan sin contratos y sin
horarios, como temporeras, a veces en condiciones infrahumanas sometidas a
los caprichos de los dueños y patronos.
La población campesina se ocupaba de la agricultura, así lo agrario y lo
rural eran sinónimos, aunque ahora exista una clara diferenciación entre lo
que significa vivir y/o residir en el campo o zona rural y dedicarse a esta actividad
laboral. Por supuesto, en esta diferenciación entra a formar parte la dedicación
laboral, ya no es lo mismo referirse a áreas rurales y agrarias2
•
Si bien es cierto que las transformaciones acaecidas en el Archipiélago en
las últimas décadas han modificado las conductas y alterado el orden de vida
campesino. El turismo y la evolución de la población han ido desplazando
progresivamente las tradicionales ocupaciones de las isleñas, desviándose
hacia el sector servicios, pocas mujeres quedan dedicadas a las actividades
agropecuarias, aunque en los últimos años intenta reactivarse el sector. Incluso
las labores artesanales que solían realizar se han ido abandonando -por la
escasa rentabilidad y porque las nuevas generaciones no las encuentran atractivas-,
trasladándose muchas de ellas a otros lugares que ofrecen mejores
perspectivas laborales, permanecen las mujeres de las áreas más alejadas e intentan
ampliar la gama de actividades y orientarse al turismo rural. Además,
continuando en la propia localidad pueden compatibilizar perfectamente sus
ocupaciones domésticas y el cuidado de la familia.
2 CAMARERO, A. y otros: Situación socioprofesional de la mujer en la agricultura. Tomo V.
S.G.T. Madrid, 1993. Pág. 172.
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3. LAS MUJERES EN LA PRODUCCIÓN AGRÍCOLA
Las zonas rurales de Canarias, caracterizadas por el minifundismo, mantienen
en la actualidad una agricultura marginal donde la participación femenina
es bastante raquítica. El descenso de la población activa en este sector implica
lógicamente la reducción de su productividad. Según informan las fuentes
estadísticas correspondientes al año 1983, en la provincia de Santa Cruz de
Tenerife trabajaban en el sector agrícola el 20 % de la población, y en la provincia
de Las Palmas el 15,2%. En 1994 se redujo al 8,5% y 6,4% respectivamente.
Cifras que indican una notable disminución de activos. No obstante,
los censos no son del todo fiables ni reflejan la realidad, pues las mujeres
que no son propietarias ni aquellas que «colaboran o ayudan» en la explotación
familiar no las recoge la estadística, puesto que se catalogan como población
no activa. Incluso aquellas dueñas de pequeñas explotaciones no se declaran
como cales, con lo cual el número de agricultoras en las Islas es escaso.
SITUACIÓN LABORAL AGRÍCOLA FEMENINA.
AÑO 1997
AUTÓNOMA. 9,2%
AYUDA FAMI LIAR .. 28,6%
ASALARIADA 9,0%
También se dedican al cuidado del ganado, sobre todo del ganado menor
(cochinos, gallinas, conejos, cabras), igualmente atienden las vacas, alimentándolas,
extrayendo el estiércol y ordeñándolas; por supuesto, se encargaban
de la elaboración de quesos, chorizos, morcillas, salazón de carnes ... siguiendo
métodos totalmente artesanales. Sin embargo, a ellas se les encuadra en la
categoría de «ayuda familiar», así consta un 62,6%, tal como figura en el
censo agrario correspondiente al año 1982. Notable diferencia con respecto a
los hombres, ellos representan 24,8% como ayuda familiar y se refi eren a grupos
de edad jóvenes. Aunque aparezca como una dedicación a tiempo parcial,
en la vida cotidiana es bien distinta porque, gracias a su labor, se mantiene la
supervivencia de la explotación familiar. Además, asumen la responsabilidad
total del trabajo agrícola cuando el marido se dedica a otra actividad o fallece.
Por otra parte, hay que valorar que en la horticultura de invernaderos es
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Recogiendo hierba. Taganana, Tenerife.
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TEREIA GONZÁLEZ PÉREZ
importante la presencia de mujeres asalariadas, buena parte de carácter eventual,
ellos poseen la propiedad y la mano de obra es femenina. Como peanas
agrícolas la mano de obra femenina es importante; han destacado en las plataneras,
sobre todo «quitando flor» y en el cultivo y cuidado de los tomates.
Posteriormente, después del cultivo y la recolección, la actividad desarrollada
en las cooperativas y/ o empaquetados también era fundamentalmente femenina.
Sobre todo en la producción tomatera las protagonistas esenciales han
sido las mujeres, pues:
«El deseo y la necesidad de obtener un trabajo remunerado hizo que las
mujeres configurasen un colectivo especifico dentro de la población rural.
Se trataba en realidad de un grupo humano compuesto de auténticas subempleadas
lo que le da al colectivo una dimensión estratégica de cara a
los procesos de restructuración del mercado laboral en los espacios rurales en
diferentes coyunturas. Y es que el carácter de trabajo no declarado relega a
la mujer a la condición de comodín para todo de cara a los reajustes de una
za,fta fuertemente marcada por la estacionalidad del producto estrella»3
.
Canarias es la comunidad que cuenta con menos mujeres dueñas de tierras,
normalmente son los hombres los que poseen la titularidad y ellas trabajan
junto a ellos pero no toman decisiones, sólo las que atañen a la siembra,
recolección y a la organización de las tareas agrícolas. Ellas realizan diversos
trabajos vinculados con la agricultura, pues también existe una división
sexual del trabajo agrícola. Por ejemplo arar y cavar son actividades efectuadas
mayoritariamente por los hombres en las que ellas participan poco, sin
embargo, en la siembra y la recolección se incrementa su presencia. Igualmente,
en lo que respecta al ganado se encargan de alimentarlo, ordeñarlo, de
limpiar el establo, pero en el caso del pastoreo y conducir el ganado, así como
de llevar la contabilidad se encargan ellos. Además en el caso de empleo de
maquinaria es nulo su uso por parte de las mujeres, excepto el empleo de la
ordeñadora, si bien la mecanización agrícola en Canarias es poca.
Por otra parte, hay que considerar que algunas mujeres continúan ocupadas
en las tareas agrícolas porque no tienen otras posibilidades, sobre todo por
3 BOAÑOS DoMfNGUEZ, S.: Mujer y aparcería. Ed. Ayuntamiento de Santa Lucía de
Tirajana. Gran Canaria, 2003. Pág. 18.
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LAS MUJERES EN El MUNDO RURAL ISLEÑO
car~cer de formación. De este modo inculcan a sus hijas que se preparen y
bu~quen otras alternativas, porque la vida del campo es dura y nada rentable.
Ahora las generaciones jóvenes han roto los moldes tradicionales, se niegan a
mantener el papel subordinado de ayuda familiar y a casarse con agricultores.
Así los jóvenes buscan alternativas laborales fuera del entorno rural, hecho
que ha provocado un acelerado envejecimiento de la población campesina. Si
bien Canarias constituye una excepción en el despoblamiento\ las mujeres de
los núcleos rurales en su mayoría son mujeres mayores, con una tasa que se
sitúa en torno al 16,4%, hecho notorio a partir de la década de 1980, un incremento
que se debe, sobre todo, al aumento de la esperanza de vida y porque
son más longevas que los hombres.
Hasta hace unos años, buena parte de los pueblos insulares vivían casi exclusivamente
del sector primario: en las tres últimas décadas se ha ido inclinando
hacia el sector terciario sobre todo, y algo menos al secundario.
También el incremento de la escolarización, la reducción de las tasas de analfabetismo
y el aumento de las posibilidades de formación entre la población
más joven, ha provocado la decadencia del mundo rural con el abandono de
las explotaciones familiares, la pérdida de superficie cultivable y el descenso
de la cabaña ganadera hasta el extremo de que en muchos pueblos ya no queda
ni una vaca.
4. CULTURA Y EDUCACIÓN
Hasta avanzado el siglo XX no se generalizó la instrucción primaria en el
Archipiélago y mucho menos la escolarización de las niñas5
• Las escuelas de
amigas paliaron algo estas deficiencias, mujeres que con conocimientos rudimentarios
pero de acreditada moralidad, enseñaban labores, catecismo, lectura
y escritura,6
• El aprendizaje de la escritura no era una actividad habitual en
4 CAMARERO SAMPEDRO, Vicente: Mujer y ruralidad. Ed. Ministerio de Asuntos Sociales.
Instituto de la Mujer. Madrid, 1991. Pág. 26.
5 GONZÁLEZ PÉREZ, T.: La enseñanza en Canarias. Estudio histórico. Ed. Dirección
General de Universidades e Investigación. Gobierno de Canarias. Santa Cruz de
Tenerife, 2003. Pág. 82.
6 Jbidem. Pág. 53.
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TER ESA GONZÁL E! PÉRE Z
las escuelas de niñas, porque más bien se consideraba perjudicial, pero a partir
de la segunda mitad de la centuria incorporaron las prácticas de escritura,
caligrafía y copias de manuscritos. La aritmética, y sobre todo el cálculo, eran
conocimientos útiles para la administración del hogar7. Las niñas y jovencitas
estaban privadas de recibir la misma educación que los niños, se les impedía
la formación intelectual, pues por el mero hecho de ser mujeres se les relegaba
al ámbito familiar. Ejercían una clara discriminación e influían en la dirección
de sus vidas, temían por la libertad que el saber podía reportarles y
además, las requerían como mano de obra agrícola y/o familiar. Por este motivo
las mujeres tienen menos recursos, son más pobres, y poseen menos estudios
y preparación, hecho en el que existe un trasfondo histórico y social.
A ello hay que añadir que las zonas rurales tienen mayores dificultades para
acceder a la educación que las áreas urbanas, así es superior el analfabetismo,
lo cual provoca mayor disparidad entre los sexos.
ÍNDICES DE ANALFABETISMO ( 1930-1981)
AÑOS TOTAL MUJERES HOMBRES
1930 49,8 52,8 46,3
1940 37,8 41,5 33,6
1950 33,2 37,2 28,6
1960 22,6 26,5 18,3
1970 12,7 15,9 9,4
1981 5,9 7,5 4,2
*FUENTE: INE. Censos de Población
El proceso de urbanización -que comienza a extenderse más notoriamente
al iniciarse el siglo XX- permite unas mayores posibilidades instructivas
a las mujeres de las áreas urbanas, en cambio, las mujeres rurales permanecen
al margen y hacia la segunda mitad del siglo XX, sobre todo a partir de
la aplicación de la Ley General de Educación es cuando consiguen equipararse
en niveles de escolarización, porque la formación profesional, el bachillerato
o los estudios universitarios sólo estaban al alcance de una exigua minoría.
7 Ibídem. Págs. 54-56.
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LAI MU EREI EN El MUNDO RURAL ISLEÑO
Sef ún los datos estadísticos de 1981, las mujeres rurales sin estudios representan
el 77,2%, frente al 53% de las urbanas8; la distancia en cuanto al nivel
instructivo es importante, pero en las generaciones más jóvenes es menor.
Claro que existen diferencias reseñables entre el campo y la ciudad; las desigualdades
en cuanto al nivel de instrucción son un efecto del difícil acceso a
los recursos formativos, y el nivel educativo repercute notoriamente en el
mercado de trabajo, aunque ahora hay una tendencia creciente de las mujeres
rurales a estudiar. No obstante, la generación de mujeres mayores refleja la situación
tradicional de educar a las mujeres en la ignorancia, pero el cambio
generacional en cuanto a estudios es visible, existen muchas madres analfabetas
o semianalfabetas e hijas letradas; se observa un avance mucho más notorio
que en el caso de los varones.
En otro orden de cosas, hay que indicar que, en la mayoría de las ocasiones,
las enseñanzas de las maestras servían de poco para las hijas de los campesinos
isleños, motivo por el cual su labor solía ser poco apreciada, pues la
cultura escolar que se impartía en el medio rural tenía menor utilidad que las
formas tradicionales de cultura popular. Hecho que se explica porque, en
aquel contexto, la asistencia de las niñas a la escuela contribuía a perder el
tiempo en un aprendizaje inútil, pudiendo colaborar en las faenas del hogar,
cuidar de los hermanos pequeños y ayudar en las labores agrícolas. Y en términos
de rentabilidad económica equivalía a un despilfarro.
5. MÁS EDUCACIÓN, MEJOR FORMACIÓN
Debemos considerar que, según el Censo de Población de 1960, las mujeres
canarias activas sólo representaban el 11,5%, triplicándose prácticamente,
sin embargo, casi dos décadas más tarde, pues las estadísticas para 1981 representaban
un 27%. Lógicamente en la década de los años sesenta y setenta del
pasado siglo, prácticamente no existía paro femenino en las comunidades rurales,
porque eran muy pocas las mujeres que desempeñaban actividad laboral
remunerada. Por lo común no estaban integradas en el mercado de trabajo, excepto
las temporeras, las que acudían a las zafras, por ejemplo del tomate. A
8 !NE. Censos de Población.
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TERESA GONZÁLE Z PÉREZ
partir de la década de los setenta, de forma paulatina, las generaciones más jóvenes
de campesinas se van incorporando al sector servicios, sobre todo a la
hostelería, en la medida que se produce un aumento de la demanda en el sector
y la consiguiente merma de rentabilidad de la producción agrícola al evolucionar
el nivel de vida. Las mujeres de las zonas rurales se trasladan a las
zonas turísticas y a las zonas urbanas para emplearse en el sector servicios. Es
un hecho generalizado en todas las Islas, si bien en las áreas más alejadas continúan
desempeñado tareas vinculadas con el mundo agrario de las que obtener
alguna rentabilidad. Las campesinas mayores, que nunca desempeñaron
trabajo remunerado, han colaborado con sus hijas en el cuidado de los niños
actuando como «canguros voluntarios», sustituyendo la ausencia de guarderías,
para que éstas puedan desplazarse y mejorar su condiciones de vida.
Las abuelas de hoy pertenecen a la generación de mujeres educadas para el
hogar, de acuerdo con los patrones de la época franquista, y que se vieron condicionadas
por una serie de factores tales como las cargas familiares, baja educación,
las actitudes conservadoras y los prejuicios sociales con respecto al trabajo
extradoméstico y extrafamiliar.
NIVEL DE ESTUDIOS DE LA POBLACIÓN FEMENINA INSULAR
1977 1985 1997
ANALFABETAS 18,70 13, 10 7, 10
SIN ESTUDIOS 17,40 16,50 15,90
EST PRIMARIOS 49,40 42,80 27, 10
BACHILLER 6, 10 11, 10 16,65
FORM. PROF. O, 10 0,50 10,60
UNIVERSIT 1, 10 2,45 8,90
Las mujeres que se han beneficiado de la generalización de la educación
obligatoria, tras la promulgación de la Ley General de Educación, tienden a
buscar una ocupación fuera de las actividades agropecuarias, de la cual puedan
obtener un salario digno. Normalmente, las mujeres de más edad son las
que continúan vinculadas a las actividades agrícolas tradicionales, sobre todo
aquellas a las cuales les ha costado más salir de su entorno familiar para buscar
un empleo lejos de su lugar de residencia.
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CONCLUSIONES '
LAS MUJERES EN El HUNDO RURAL ISLEÑO
1
Las mujeres han sido, y son, las responsables de la mayor parte del traba-jo
agrícola del mundo rural isleño. Igual que en otras partes del orbe, ellas han
tenido una especial relación con la agricultura. Las canarias son gente sencilla,
inteligentes y suspicaces, no suelen ser conformistas y carecer de iniciativa,
ante la falta de medios buscan alternativas para «ganarse la vida». Es cierto
que no se revelan contra las estructuras caciquiles de su tierra -porque
poco iban a lograr-, de forma individual emprenden su lucha, asumen dobles
y triples jornadas.
La agricultura tradicional isleña ha estado en manos de las mujeres, sin
embargo, no se las reconoce como agricultoras. Ellas poseen conocimientos
especiales sobre los sistemas de cultivo, variedades de semillas, plantas medicinales,
abonos, plagas, gestión del agua, etc. Muchas han vivido como soporte
de la familia y colaboradoras en las actividades agrícolas familiares. El
hecho de desempeñar su tarea en las explotaciones familiares, considerada
como «ayuda», ha provocado que su trabajo no haya sido reconocido socialmente
ni lo reflejen las estadísticas oficiales. Da la sensación de que se quiere
ocultar su contribución a la unidad familiar minusvalorando su trabajo. No
obstante, nadie cuestiona que los cultivos de subsistencia, y/o diversas actividades
agropecuarias, el cuidado de los animales, la recogida de leña y agua, las
tareas domésticas y atenciones a la familia han ocupado a las campesinas isleñas
de por vida.
En la actualidad, es preciso facilitar la formación a las agricultoras para asegurar
el futuro de este sector, con el objetivo de generar puestos de trabajo y, a
la vez, para que puedan obtener unos rendimientos que les permitan vivir con
dignidad. Igualmente, es necesario facilitarles conocimientos técnicos que permitan
el progreso de las actividades agropecuarias, pues mejorando los niveles
educativos se incrementa la producción y la calidad de vida de las familias.
Con este somero estudio pretendemos visibilizar a las mujeres rurales de
Canarias, condenadas al silencio e ignoradas por la sociedad y la historiografía,
al tiempo que abrimos la posibilidad de continuar investigaciones que
permitan difundir el esfuerzo de estas mujeres para contribuir a la evolución
familiar, y cuyo papel fue determinante en su propio entorno. Sin despreciar
que muchas de ellas con baja formación influyeron en las nuevas generaciones
para que se formaran y lograran mejores medios de vida. Asimismo, han
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TERESA GOH ZÁ LE l PÉREZ
contribuido a la inserción laboral de las hijas al actuar como cuidadoras o
«canguras voluntarias», atendiendo a sus nietos mientras sus hijas trabajan.
La importancia de conocer nuestra historia para no desaparecer, no significa
volver atrás en la evolución, sólo rescatar y conservar nuestras tradiciones.
Además, las mujeres tenemos que recobrar la memoria para conocer que
desde épocas pasadas hemos tenido protagonismo, aunque la sociedad lo haya
ignorado apoyándose en esquemas androcéntricos, donde era privativo el dominio
masculino. Claro que, cuanto más sepamos sobre las mujeres del pasado
y más trabajemos para reconocer a las del presente, mayor será el legado
que podrán apreciar las generaciones futuras. Las nuevas generaciones de mujeres
deben implicarse más en rescatar del ocultismo la labor femenina, para
que sus v1venc1as no pasen desapercibidas y continuen en su lucha por la
igualdad.
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