SOBRE EL ORIGEN DE LA ACTIVIDAD LOCERA
EN HOYA DE PINEDA
(Gáldar-Santa María de Guía, Gran Canaria)
Juan Manuel Zamora Maldonado
Estudiante de Historia. Centro Asociado de Las Palmas de Gran Canaria.
Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
y
Antonio Manuel Jiménez Medina
Licenciado en Geografia e Historia. Arqueólogo.
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
RESUMEN
A las antiguas loceras.
In memoriam D. Nicolás Godoy Vega, locero, y
Dña. Juliana María Vega Suárez "Julianita", locera.
Y en la noche del huerto,
sus sombras se alargan, ·
y llegan hasta el cielo (. .)
Federico García Lorca, Poema del cante jondo.
El presente artículo plantea una hipótesis sobre el origen de la fabricación
de cerámica tradicional en la localidad grancanaria de Hoya de Pineda
(Gáldar y Santa María de Guía). Para ello se ha partido del análisis
histórico y etnográfico de este centro locero, utilizando, entre otras fuentes,
además de la oralidad cultural, diversos libros de bautismos, matrimonios y
defunciones depositados en los archivos parroquiales de Santa Maria de
Guía, Santiago Apóstol de Gáldar y Santa Brígida en los que se han documentado
los antecedentes familiares de los alfareros y de las alfareras del
citado centro locero. Este estudio abarca una cronología que va desde
mediados del siglo XVJII , hasta los inicios del siglo XX.
Palabras clave: Etnografía, centro locero, cerámica tradicional, infonnación
oral, archivos parroquiales, Hoya de Pineda, Gran Canaria, Islas
Canarias.
l. INTRODUCCIÓN
Este trabajo nace por nuestro interés sobre el conocimiento del origen
de la actividad locera en Gran Canaria. En un primer momento, comenzamos
a investigar, desde finales de 1998, hasta comienzos de 2000, el
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
centro alfarero de Tunte1 (San Bartolomé de Tirajana), y una vez estudiadas
y fundamentadas algunas hipótesis, decidimos hacer lo mismo con el
centro locero de Hoya de Pineda, durante casi todo el año de 2000. Dicha
investigación se centró desde una perspectiva etnográfica e histórica, analizando
su evolución, hasta llegar a su probable origen. Y al igual que sucedería
con los alfares de Tunte y, probablemente, otros que estamos analizando
(Santa Lucía de Tirajana, La Aldea de San Nicolás de Tolentino y
Moya), parece existir una posible conexión directa con el centro locero de
La Atalaya de Santa Brígida.
En cuanto a las fuentes utilizadas para la realización de este trabajo,
se han basado en la oralidad cultural, especialmente en las referencias aportadas
por varios vecinos y vecinas de Hoya de Pineda y, sobre todo, por
Dña. Juliana Suárez Vega y D. Nicolás Godoy Vega, últimos exponentes de
la memoria de lo que fue la cerámica tradicional en este centro locero.
Asimismo, se han analizado las fuentes escritas, desde la bibliografía general
y específica (sobre todo, la depositada en la Biblioteca y Hemeroteca
del Museo Canario), hasta la documentación que se conserva en los diversos
Archivos Parroquiales de Santa María de Guía, Gáldar y Santa Brígida.
En esta última consideración, hay que destacar que este tipo de documentos
(libros de bautismos, matrimonios y defunciones), con anterioridad, no
se han analizado en los trabajos de documentación sobre la cerámica tradicional
en Gran Canaria.
11. HISTORIA DE LAS INVESTIGACIONES SOBRE LA LOZA
EN HOYA DE PINEDA
Que nosotros sepamos, las primeras referencias que hacen alusión a
la fabricación de loza en Hoya de Pineda, se localizarían a comienzos del
siglo XIX (Padrón General de la Población, Guía, 1834. Archivo de El
Museo Canario, Las Palmas de Gran Canaria).
1. Este proyecto ha sido financiado por el litre. Ayuntamiento de San Bartolomé de
Tirajana (Zamora Maldonado y Jiménez Medina, 2000 a). Un artículo sobre este
centro locero puede consultarse en Zamora Maldonado y Jiménez Medina, 2000 b:
13-15.
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Es curioso señalar que en diversas obras de viajeros e investigadores,
de los siglos XVIII y XIX (entre otros: G. Glas [1764], 1982; F.
González Lemus, 1998; O. Stone [1887], 1995; V. Grau Bassas y Más
[ 1888], 1980; R. Vemeau [ 1891 ], 1981 ), no encontramos ninguna información
que aborde la fabricación de loza en esta localidad. Asimismo,
también hay una carencia de noticias sobre la fabricación de loza en este
pago, en la "Relación del estado de la Agricultura, Industria y Comercio
... ", que llevó a cabo la Secretaría de Balanza de Comercio a partir de
1786 (según se constata en el Archivo Acialcázár), donde sí se cita la
fabricación de loza ( ordinaria, se desconoce si también hace alusión a la
elaboración de tejas) en Artenara, Tejeda y Tirajana (J. M. Santana Pérez
y G. Santana Pérez, 2000: 607-622)2. Y de la misma manera, existe una
falta de documentación, en general, para los centros loceros de la isla, así
como la propia actividad locera e, inclusive, para el oficio de ollero/a,
locero/a o alfarero/a, en las fuentes escritas anteriores al siglo XIX, especialmente
en los protocolos notariales3.
Asimismo, en los diferentes diccionarios geográficos, estadísticos,
administrativos o históricos publicados en el siglo XIX (F. Escolar y Serrano
[ 1806], 1983; P. Madoz [ 1850], 1986; P. Olive, 1865) no encontramos
ninguna mención a esta actividad en el pago de Hoya de Pineda.
La primera cita (publicada) que alude a la fabricación de loza en
este lugar4, se debe al farmacéutico Cipriano Arribas Sánchez (1900:
268), quien en su obra A través de las Islas Canarias, hace mención a
esta actividad " industrial" en Gáldar:
2. Agradecemos la información al Dr. Germán Santa na Pérez, profesor de Historia Moderna
de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, quien, amablemente, nos
cedió, en el año 2000, una ponencia presentada en el XIV Coloquio de Historia
Canario-Americana, recientemente publicada en las actas de dicho coloquio.
3. Agradecemos la información al Dr. Pedro C. Quintana Andrés, especialista en H istoria
Moderna.
4. En futuros trabajos se podrá avanzar en este aspecto y, tal vez, se localicen nuevas
referencias.
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PLANO DE SITIJACIÓN DE LOS
TÉRMINOS MUNICIPALES DE SANTA MA.RÍA DE GUÍA Y GÁLDAR
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"La industria de la población es .fabricación de azúcar, miel,
manteca de vacas, quesos exquisitos, tejidos del país y .fabricación
de loza basta, ladrillos, tejas, escobas, esteras y muebles
finos".
Sin embargo, los primeros investigadores que mencionan el centro
locero de Hoya de Pineda como tal, son autores del siglo XX. El primero
de ellos fue Sebastián Jiménez Sánchez ( 1958: 213), que ocupó los cargos
de Comisario y Delegado Provincial de Excavaciones Arqueológicas en la
Provincia de Las Palmas, 1939-1969 (Ramírez Sánchez, 2000: 417-429).
Este investigador, en un trabajo sobre la cerámica prehispánica de la isla de
Gran Canaria, cita esta localidad como uno de los centros herederos de la
etapa prehistórica. Según sus propias palabras, los centros loceros que
habían pervivido eran:
"El Hornillo y Lugarejo, en Agaete; los de Hoya de Pineda y
La Degollada, en Guía; el de La Atalaya, en Santa Brígida, y el
propio de Tunte, en San Bartolomé de Tirajana".
Este mismo planteamiento lo repetirían, después, diversos investigadores
como el Dr. Celso Martín de Guzmán (1984: 363).
A finales de la década de los setenta y principios de los años ochenta,
surgen los primeros estudios etnográficos sobre este centro locero, especialmente
las investigaciones del Dr. Rafael González Antón ( 1977: 84-
85), Julio Cuenca Sanabria ( 1981: 23-25) y del Dr. J. Sebastián López
García (1983: 567-576). Todos estos trabajos coinciden en un análisis donde
priman los aspectos técnicos, como la descripción de la búsqueda del barro,
el proceso de fabricación de la loza, el secado, el guisado, las herramientas
usadas en su elaboración, los tipos de hornos, la venta, etc. Asimismo,
en estas investigaciones se plantea, nuevamente, la atribución de un
origen prehispánico de este centro locero.
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Panorámica de Hoya de Pineda. Foto: J. Zamora Maldonado.
111. LOCALIZACIÓN
Hoya de Pineda es una localidad que se ubica en el Noroeste de la
isla de Gran Canaria, a unos 500 metros sobre el nivel del mar y se sitúa
entre los términos municipales de Gáldar y Santa María de Guía (figuras 1
y 2). El límite municipal lo marca, en parte, la divisoria de la vía asfaltada
que atraviesa dicho pago, así como el Barranco de La Hoya. El hábitat
tradicional de esta localidad se caracteriza por la presencia de cuevas artificiales
excavadas en la roca; sin embargo, recientemente, se localizan
inmuebles construidos de obra.
El nombre de Hoya de Pineda ya es citado por el erudito ilustrado
Joseph de Viera y Clavijo ([1783] 1967, II: 396) en 1783, como uno de
los pagos pertenecientes a Santa María de Guía. Por otra parte, en la obra
de Francisco Escolar y Serrano ([ 1806] 1983: 281 ), Estadistica de las
Islas Canarias , se recogen, entre 1793 y 1806, los distintos pagos de la
jurisdicción de Santa María de Guía en Gran Canaria, entre los que se
hallan "Hoya de Pineda y del Guanche".
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Hoya de Pineda y Hoya del Guanche, según los vecinos de la zona,
son topónimos que hacen alusión al mismo lugar5. Si bien, Hoya de Pineda
es el nombre por el cual es conocida actualmente toda la zona. Según J.
Sebastián López García ( 1983: 571 ):
"EL topónimo de Hoya de Pineda tiene su origen en la combinación
de un fenómeno natural (la hoya) con el posesional de una
familia (los Pineda). La casa de los Pineda aún se levanta en el
centro de la hoya".
Según los datos de que disponemos, este núcleo de población (Hoya
de Pineda) ya existía por lo menos a finales del siglo XVIII, si bien su
origen y poblamiento es muy anterior. En algunas partidas de nacimiento se
constata lo siguiente:
"Asunción hija legítima de Francisco Malina Jiménez y de
Andrea Benítez, naturales y vecinos de esta villa en el pago de
Hoya de Pineda" (APSMG. Libro de bautismos. N.º 11 , foliol35 vº,
20-VIII-1785).
En diversas obras encontramos datos demográficos y estadísticos de
Hoya del Guanche y Hoya de Pineda; así, Pedro de Olive (1865: 537 y
539), en su Diccionario Estadístico Administrativo, recoge que:
"Hoya del Guanche: Aldea situada en el tj. de Guía, pj. de
idem., isla de Canaria. Dista de la c. del d.m. 3 Km., 900 m., y lo
componen 2 edif. de dos pisos y 1 O choz. ú hog. habit. 5 const. por
5 v. 23 a. y inhab.
5. Desconocemos si en el pasado ambos topónimos se situaban en lugares diferentes.
En ese sentido, Hoya del Guanche es el nombre dado por el Ayuntamiento de Santa
María de Guía, hasta comienzos del siglo XX, a la zona establecida dentro de su
jurisdicción. Por otra parte, algunos autores consultados (F. Escolar y Serrano y P.
de Olive) hablan de Hoya de Pineda y Hoya del Guanche por separado. Hoy día,
Hoya del Guanche (Santa María de Guía) es un topónimo que se ubica en el ámbito
de Hoya de Pineda (Gáldar). Según se ha podido documentar, la zona de Hoya de
Pineda estaba conformada por varias agrupaciones de familias que se distribuían en
la Hoya del Guanche, Hoya del Bardo, Cuevas del Bujo, Hoya de Pineda, La Degollada,
La Cruz de la Majadilla, etc.
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Hoya de Pineda: Casa de labranza situada en el tj. de Gáldm~
p.j. de Guía, isla de Gran Canaria. Dista de la c. del d.m. 4 Km. ,
670 m.: tiene dos pisos y está cnst. habit. por J v. JO a".
Por otra parte, en el Nomenclátor de la Provincia de Las Palmas
de 1850, aparece Las Cuevas de Pineda como un caserío con 5 vecinos,
perteneciente al Ayuntamiento de Gáldar; en el de 1888, en la zona perteneciente
al municipio de Gáldar, recoge la existencia de una casa de un
piso y de dos casas de dos pisos, siendo la población de 5 habitantes de
hecho y 5 de derecho; y en la correspondiente al municipio de Guía tiene
cinco casas de un piso y en el enunciado de albergues: cuevas, barracas y
chozas aparecen tres, con una población de hecho de 21 habitantes y 23
de derecho. Por otra parte, según el Libro de Matrícula o Padrón
Parroquial de Santa María de Guía (depositado en el APSMG), en el
apéndice de familias pobres feligresas de la parroquia, del año 1920, se
recoge la cantidad de más de 600 personas que habitaban la Hoya del
Guanche.
Hoy en día, el término de Hoya del Guanche, según algunos informantes,
se ha reducido a una pequeña zona ubicada al Este de Hoya de
Pineda, en la margen derecha del barranco de La Hoya; de igual manera,
este lugar es conocido, popularmente, como Hoya del Bardo. Sin embargo,
en el siglo XIX y comienzos del XX, Hoya del Bardo aparece como un
lugar diferenciado.
Los nombres de Hoya del Guanche y Hoya de Pineda se hallan en
distintas partidas de nacimiento de la Parroquia de Santa María de Guía,
correspondientes a habitantes de este lugar de los siglos XVIII, XIX y XX,
abarcando (en el caso de Hoya del Guanche) una cronología que va desde
1790 hasta 1927. A partir de la década de los treinta del siglo XX, el
topónimo Hoya del Guanche se pierde, definitivamente, como término administrativo,
prevaleciendo en la memoria de las personas de mayor edad
de Hoya de Pineda.
Éstos son algunos ejemplos de los documentos consultados en el
Archivo Parroquial de Santa Maria de Guía:
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"puse Oleo y Crisma a Sebastián Josef hijo legítimo de Josef
Moreno y de Ana García, naturales y vecinos de esta villa en el
pago de La Hoya del Guanche, (APSMG. Libro de bautismos. N.º
12, bautizo N.º 397, folio 68 vº, 24-I-1790).
Bauticé puse Oleo y Crisma a Elena que nació el veinte y dos
de f ebrero a las cuatro de la madrugada, hija legítima de Juan
Suárez y Catalina Santiago naturales y vecinos de esta villa en La
Hoya del Guanche" (APSMG. Libro de bautismos. N.º 19, bautizo
N.0 837, folio 235 rº, 22-II-1862).
También aparece el topónimo de Hoya del Guanche en la obra de D.
A.M. Manrique y Saavedra (1873: 28), concretamente, cuando nos habla
del número de habitantes de los distintos pagos del distrito de Guía: Hoya
del Guanche, 30.
En cuanto al significado del término Hoya del Guanche, hace referencia
a la ocupación de la zona en época prehispánica, corno así lo atestiguan
el conjunto de cuevas artificiales, localizadas en el Lomo Tirior, concretamente
en el lugar conocido como El Picacho, donde hay que destacar
la existencia de un granero formado por un conjunto de silos a distintas
alturas y de capacidades diferentes6• Según lo observado en visitas efectuadas
a este enclave, una parte de este yacimiento arqueológico ha sido
reutilizado, por pastores, en épocas recientes.
Un documento oral de gran interés, hace mención al probable origen
de la construcción de las actuales cuevas viviendas en La Degollada, la
actual Hoya de Pineda, hecho éste que, quizás, ocurrió durante el siglo
XIX y que parece confirmarse por el aumento de nacimientos que se registran
en este lugar a mitad de este siglo. Así, según D. Nicolás Godoy:
"Don Clemente un señor rico, que tenía todo eso ahí enfrente
esto aquí y la Joya eran de él. Esto por aquí se lo dio a Los pobres,
6. Agradecemos la información del arqueólogo D. Valentín Barroso Cruz. En el año
2002 se realizó la Carta Arqueológica de Santa María de Guía (Ascanio Padrón,
Mendoza Medina, Moreno Benítez y Suárez Medina, 2003: 35-37), documentándose
en esta zona de Hoya de Pineda los yacimientos de Tirior y El Cercadillo ( este último
se correspondería con las denominadas Cuevas del Bujo).
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
dio permiso a nosotros no a los antiguos y todo el que quiso hacer
cuevas hizo cuevas y todo el mundo hizo cuevas. Esa historia ha
venido desde siempre" (D. Nicolás Godoy Vega, 86 años, Hoya de
Pineda, Gáldar, XI-2000).
IV. CAUSAS PROBABLES DEL ORIGEN DEL CENTRO
LOCERO DE HOYA DE PINEDA: EL MARCO HISTÓRIC07
Pensamos que es sumamente importante comprender el marco histórico
en el que creemos surge la actividad loceraºen Hoya de Pineda,
para poder entender las causas y razones que motivaron que las familias
de las alfareras se desplazaran desde Las Cuevas de Las Laceras, La
Atalaya (probable foco difusor) a diferentes localidades de la isla. En ese
sentido, también es importante comprender la relación que existe entre
los procesos tecnológicos y las mentalidades; así, según Xuaco López
Álvarez (1994: 12):
"Ahora bien, como se sabe, la cultura, en un sentido etnográfico
amplio, es un sistema organizado, integrado por tres subsistemas
o niveles: tecno-económico, sociológico e ideológico, que,
aunque el papel principal corresponda al primero, se hallan relacionados
entre sí; cada uno de ellos reacciona sobre los otros y es
a su vez afectado por ellos ... " .
El marco económico e histórico del siglo XIX en Gran Canaria fue
fluctuante, en una sociedad básicamente rural, analfabeta y fuertemente
jerarquizada y, al igual que en el resto del Archipiélago Canario, se vio
envuelta en una crisis económica, social y política que abarca casi toda la
primera mitad del siglo XIX.
Este período de comienzos de siglo, lleno de convulsiones, agitaciones
y crisis generalizada, se caracteriza por la influencia de cuatro aspectos
históricos fundamentales como son:
7. Agradecemos el asesoramiento del Dr. D. Pedro C. Quintana Andrés en el conocimiento
del marco histórico de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Así corno
a Dña. María Teresa Santana Viera, Leda. en Historia Contemporánea.
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
1 º. La Guerra de la Independencia ( 1808-1814 ), que supuso un estado
y economía de guerra, con movilizaciones de hombres para el abastecimiento
de tropas interiores y exteriores, una situación de inquietud y preocupación
generalizada en la población canaria por el peligro de invasión
napoleónica e, incluso, británica.
2º. El cambio político, a partir de las Cortes de Cádiz (1812), que
crea una profunda confusión y convulsión político-institucional, agravada
por la crisis financiera y presupuestaria y un caos hacendístico.
3º. La caída del comercio del vino (1814), que tuvo corno consecuencia
más inmediata el abandono de este cultivo, la falta de dinero (sin
dinero no se puede comprar mercancías y bienes necesarios, que obligatoriamente,
venían del exterior), de poder adquisitivo y la necesidad, emergente,
de buscar otro producto que sustituyese a la vid (Vitis vinifera).
También hay que recordar que la zona de Santa Brígida fue una gran productora
de vino y que su caída conllevó, entre otras cuestiones, el abandono
de áreas de cultivo, el desempleo de buena parte de la mano de obra
(jornaleros) y, consecuentemente, la falta de dinero, la emigración, la dedicación
a otras labores, etc. Tal vez por esta causa, algunas familias de loceras
tuvieron que salir forzosamente del pago de La Atalaya al no tener mercado
donde vender su producción; por la crisis generalizada, la fuerte competencia
entre muchos talleres, que no encontraban demanda a las piezas
fabricadas, etc.
4°. El proceso de emancipación americana (a partir de 1811), que,
entre otras cosas, supone el reclutamiento de tropas, lo que deja sin hombres
para cultivar la tierra, la imposibilidad de emigrar (oficialmente) a
América, así como la falta de llegada y salida de productos. Probablemente,
los habitantes de los pagos más pobres se vieron obligados a realizar
una emigración interior, hacia otras entidades donde existieran más posibilidades
de subsistencia.
Todos estos aspectos, unidos a una serie de hechos y sus respectivas
consecuencias, marcaron, indudablemente, una etapa conflictiva y precaria
de la isla de Gran Canaria.
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El Dr. Oswaldo Brito González apunta que, durante casi todo el siglo
XIX, el Archipiélago Canario estaba supeditado a un control económico,
social y político impuesto por la influencia ideológica y religiosa de los grupos
dominantes. Estos grupos do,minantes estaban conformados por la oligarquía
terrateniente local y la propia Iglesia Católica. Desarrollaban un caciquismo
total y absoluto, especialmente ejercían un control sobre la propiedad de la
tierra. En este sentido, se habla para Canarias del mantenimiento de una sociedad
"feudal izada", propia del Antiguo Régimen. A partir de las Cortes de
Cádiz (1812), esta situación socio-poi ítica se ve agravada con las I u chas de
poder que mantenían los monárquicos absolutistas contra los constitucionalistas
y, más tarde, los conservadores contra los liberales, contribuyendo, de
esta manera, a potenciar, aún más, una gran inestabilidad política (O. Brito
González, 1989: 61-77).
Durante el último cuarto del siglo XVIII y el primer tercio del siglo XIX
se plantea la existencia de dos períodos económicos. El primero abarcaría
desde 1772 hasta 1823 y el segundo desde 1824 hasta 1830 (O. Brito
González, 1989: 29).
Esa primera etapa, 1772-1823, se puede considerar como cierta expansión
y mantenimiento del comercio exterior, debido, principalmente, a la
demanda de vinos y baiTilla (Salso/a oppositifolia).
Mientras que la segunda etapa, 1824-1830, se caracteriza por un
fuerte retroceso en el comercio, motivado por la bajada de los precios del
vino (por la apertura otra vez de los mercados exportadores europeos, tras
las guerras napoleónicas) y la barrilla, para la fabricación de sosa cáustica.
Asimismo, esta fase se agrava por el mantenimiento de fuertes aranceles,
tanto de manufacturas como de elementos básicos e imprescindibles para
la subsistencia.
La primera mitad del siglo XIX presenta una serie de años específicos
que nos van a explicar el continuo trasiego y emigración interior que se
produce en la isla de Gran Canaria, provocada por los siguientes hechos:
a) Epidemias: desencadenadas, principalmente, por el tráfico de personas
y mercancías del Puerto de Las Palmas, así como por la falta de
higiene, la mala nutrición y alimentación, la escasez de infraestructuras sa-
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
nitarias, etc. Entre las epidemias que se desarrollaron en Gran Canaria destacan:
1810-1811; 1840-1841 y 1862-1863: fiebre amarilla. 1820-1821 :
gripe. 1825: viruela. 1851 : cólera morbo.
Las consecuencias inmediatas de estas epidemias fueron, además de
la alta mortandad, la falta de producción de alimentos y la imposibilidad de
entrada de mercancías, la prohibición de salir de los pueblos y núcleos
poblacionales, decretada por la cuarentena, así corno el cierre de la emigración
hacia América. Lo que supone que la población grancanaria ha de
permanecer en el interior de la isla. Pero una vez superadas las epidemias,
la población se moviliza y desplaza hacia otros puntos insulares.
La epidemia de fiebre amarilla fue especialmente virulenta en la zona
de Hoya de Pineda, puesto que según se refleja en el Libro de bautismos
N.º 13, del Archivo Parroquial de Santa María de Guía, hubo que utilizar la
ermita, bajo la advocación de San Antonio, para poder bautizar a los niños
y niñas, dada la imposibilidad de salir de este pago por efecto de la cuarentena
decretada.
b) Hambrunas: las padecidas en esta época fueron consecuencia de
las carestías que sufría la isla de Gran Canaria, especialmente por el descenso
de la producción de trigo (Triticum sp. aestivo compactum ), 1802-
1804), y cebada (Hordeum vulgare), 1813, con respecto a 1779, lo que
incrementa su precio y la reducción de la cabaña ganadera, así corno por el
descenso de entradas de mercancías, debido a la crisis exportadora e
importadora que se padeció entre 1820 y 1830.
De especial relevancia fue el año de 1826; el estado de pobreza era
generalizado y la crisis económica provocó una situación muy grave,
enfatizada, aún más, con la continua y sistemática presión contributiva (se
estima, grosso modo, en el 33%).
La explicación de este proceso vendría dada por la destrucción del
medio ambiente, la continua y sistemática deforestación del monte, la degradación
del suelo ( con pérdida de terreno agrícola, a pesar del uso de
terrazas de cultivo), la escasez de espacio cultivable, la gran presión demográfica
( debido al exceso de población), la falta de nuevas técnicas y sistemas
agrícolas, la falta de modernidad de las estructuras agrarias, la relativa
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escasez de hombres (que cultivaran la tierra y pastorearan al ganado)
fallecidos en las epidemias o destinados a las tropas que combatieron en
América, y la casi inexistencia de entrada de mercancías. De hecho, gracias
a la ayuda de la América inglesa, expresada en harina, millo (Zea
mays), etc., una parte de la población canaria pudo sobrevivir a esta
penosa y dura etapa.
Este proceso de pobreza generalizada y estancamiento económico
se ve reflejado en varios informes emitidos por la Real Sociedad Económica
de Amigos del País, así como por el propio Foreing Office británico.
Otro hecho destacado es la propia dinámica y evolución de lapoblación
canaria, en general, y grancanaria, en particular. Así tenemos que:
- Durante casi todo el siglo XIX, el 90% de la población era analfabeta.
Este dato plantea que Canarias era la región de todo el Estado español
y del Occidente europeo con más bajo nivel cultural.
- En 1860, según los datos censales, el 70% de la población activa
era eminentemente agraria, predominando los jornaleros (mayoritarios) y
medianeros (en segundo lugar), frente a otros grupos (agricultores, pastores,
artesanos, pescadores, marineros, etc.). De este porcentaje, a su vez,
la mayor parte de la población (se desconocen las cifras exactas) estaría
sumida en una gran marginalidad económica y social.
- En 1860, según el Censo de población, el 45% era menor de 20
años, siendo por tanto una población muy joven, donde predominaba una
alta tasa de natalidad (45-50 por 1.000, máximo biológico, es decir, una
media de 5 ó más hijos por mujer casada o viuda, además de los hijos
ilegítimos o expósitos), a pesar de la alta tasa de mortalidad infantil propia
de esta época (200 por 1.000).
- Aproximadamente, menos de un 25% de la población vivía en ciudades
o villas (como Las Palmas de Gran Canaria, Telde, Santa María de
Guía, Gáldar o Arucas), por tanto predominaba la residencia en núcleos
rurales.
- En 1805, el censo de Canarias revela una población que ronda los
194.510 habitantes; en 1860, pasa a ser de 237.036 habitantes (Giménez
Romera, 1868: 8), lo que constituye, para la época, un alto número de
habitantes.
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Por otra parte, existe en el Archipiélago un control absoluto de la
propiedad de la tierra, en manos de la "burguesía rural", que adquiere la
titularidad mediante unas relaciones matrimoniales fuertemente endogámicas,
tendentes a evitar los procesos de fraccionamiento de los patrimonios
históricos, en respuesta a la eliminación jurídica de los mayorazgos
y vinculaciones (V. Suárez Grimón, 1987). De hecho, se calcula que los
trece mayores contribuyentes del Archipiélago controlan más del 80% de
la propiedad agraria de las islas.
A todo esto habría que añadirle la serie de motines, algaradas y
enfrentamientos, especialmente por el control de la tierra y la falta de alimentos,
que se desarrollaron en Gran Canaria, donde sobresalen los motines
de 1800, en Arucas, según el Dr. Ramón Díaz Hemández, ( 1990: 10-
11 ); de 1808, en La Aldea; y desde 1808, 181 O, 1814, hasta 1820 y 1823,
en la Montaña de Doramas. Entre todos ellos, es de destacar el conocido
motín de la Montaña de Doramas, protagonizado por vecinos de los pueblos
de Guía, Teror, Arucas, Firgas y Moya (V Suárez Grimón, 1987, I:
511-529), motín relacionado con la masiva apropiación del monte público
grancanario, originado por la gran presión demográfica, efecto del exceso
de población provocado, por un lado, por el elevado número de habitantes
propios de la isla y, por otro, por la llegada masiva de emigrantes de las
islas periféricas.
La ocupación de los montes, especialmente de la Montaña de
Doramas, el Monte Lentiscal y el Pinar de San Bartolomé de Tirajana, se
debe a la búsqueda de tierras de cultivo, la necesidad de obtener leña e,
inclusive, de un asentamiento para construir una vivienda, generalmente en
cueva, o bien en superficie.
Además, con los procesos desamortizadores de 1836 (Mendizábal)
y 1855 (Madoz), los montes públicos se verán afectados gravemente al
favorecer los incendios de talas, para evitar, así, la previsión legal que los
excluía de la venta.
En palabras del Dr. José Miguel Pérez García ( en M. Lobo Cabrera
et. al., 1994: 367-368):
"La estructura de la población activa reflejará también durante
muchos decenios la existencia de una economía predominan-
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temente agraria y sometida a fases de dificultad que tienen en el
hambre, la alta mortalidad, los elevados índices de analfabetismo y
la p ervivencia de epidemias graves, sus más negativas secuelas" .
Todos estos aspectos inciden en plantear y reafirmar que, sin dudas,
el periodo de tiempo que va desde comienzos hasta mediados de siglo se
presenta como el más importante momento de carestía y crisis generalizada
de todo el siglo XIX.
El final de esta grave crisis se produce con la introducción, en tomo a
1845, del cultivo masivo de la tunera ( Opuntiaficus indica), para la obtención
de la cochinilla o grana (Coccus cacti)-de la cual se obtiene un tinte
carmesí intenso, utilizado como colorante textil- . Hasta 1876 la economía
canaria es relanzada y, poco a poco, se observa un leve desarrollo. Sin embargo,
a partir de ese año de 1876 se desarrolla una nueva crisis provocada
por la caída de los precios de la cochinilla (motivada por la introducción de
colorantes sintéticos, entre otras razones). A finales del siglo XIX esta nueva
crisis es superada por el auge del cultivo de la caña dulce o caña de azúzar
(Saccharum officinarum). Posteriormente, hace su aparición el cultivo de la
platanera (Musa acuminata cavendishii) y del tomatero (Lycopersicum
esculentum), que se convierten en los verdaderos impulsores de la economía
canaria hasta casi el último cuarto del siglo XX.
Todos estos argumentos explican la condiciones sociales.y económicas
precarias de las familias de las loceras, como así lo atestiguan los
Libros de Matrícula o Padrones Parroquiales de Santa María de Guía,
donde aparece un apéndice de familias pobres feligresas de la misma,
entre las que se encuentran casi todos los habitantes de La Hoya del
Guanche.
IV. HIPÓTESIS SOBRE EL ORIGEN DEL CENTRO LOCERO
DE HOYA DE PINEDA
Basándonos en los documentos escritos de los Archivos Parroquiales
de Santiago Apóstol de Gáldar, Santa María de Guía y Santa Brígida, soporte
básico de esta hipótesis, podemos afirmar que el origen del centro
lacero de Hoya de Pineda está en La Atalaya de Santa Brígida.
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Como ya hemos comentado, el primer testimonio cronológico que
nos informa de la existencia de estos artesanos en Hoya de Pineda, lo encontramos
en el Padrón General de Población del municipio de Santa María
de Guía del año 1834. En este documento, donde consta que el término
municipal poseía unos 3.616 habitantes, son citados como alfareros o loceras
las siguientes personas: Brígida Sánchez (viuda), Matías Suárez y su mujer
Juana, Josefa Machín (viuda), Francisco Rodríguez y su mujer Josefa, así
como María Manuela (viuda).
Asimismo, en el Archivo Parroquial de Santa María de Guía, concretamente
en la partida de matrimonio, fechada en el año de 1863, de los
abuelos de la locera Juliana María Suárez Vega, aparece, también, el término
alfarero:
"casé infacie eclesie por palabras de presente que hacen legítimo
y verdadero matrimonio, y velé conforme el ritual romano a
Juan Andrés Vega alfarero natural de Gáldar y vecino de esta villa
de estado soltero, de edad 19 años con Francisca Suárez también
soltera, natural y vecina de esta villa en La Hoya de Pineda de
edad 19 años ... " (APSMG. Libro de Matrimonios, N.º 10, folio 159
rº, 16-Xl-1863).
Sin embargo, es en el Archivo Parroquial de Santiago Apóstol de
Gáldar donde, a partir de 1880, aparece reflejado este oficio, en varias
ocasiones, con la denominación de laceros. Estos son algunos ejemplos:
"Escolastiana hija legitima de Santiago Suárez González,
natural de Guia y Rita Ramos Vega que lo es de Gáldar, de la que
son vecinos en La Hoya de Pineda y en la que fueron casados,
loceros" (APSAG. Libro de bautismo. N.º 17, bautizo N.º 30, folio 85
vº, 1880).
"Félix hijo legitimo de Santiago García y Elena Suárez, laceros
y vecinos en la Hoya de Pineda" (APSAG. Libro de bautismos.
N.º18, bautizo N.º 161 , folio 71 rº, 1885).
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Dña. Antonia Suárez, antigua locera de Hoya de Pineda, que nació en el siglo XJX.
Fotografia de J. Zamora Maldonado.
Otros matrimonios aparecen, en el siglo XIX y principios del XX, en
el Archivo Parroquial de Santiago Apóstol de Gáldar con el oficio de loceros,
corno son los casos de Antonio Suárez y Agustina Vega (l 887 y 1889),
Juan Andrés Vega y Francisca Suárez ( 1887 y 1888), Bartolorné Vega y
Eloisa Suárez (1889), Bartolorné Godoy y María Candelaria (Lucía en
1890), Nicolás Suárez y Francisca Vega ( 191 O), Juan Godoy y Eloisa Vega
(1910), Martín Godoy y María Guía Vega (1910), Victoriano Suárez y
Dom inga Suárez (191 O). Llama la atención, además, el proceso de
endogamia que se produce desde mediados del siglo XIX.
Observarnos cómo en la mayoría de las ocasiones aparece citado
corno locero sólo el marido, mientras que, en otras partidas, aparecen marido
y mujer con este oficio. Al igual que no consta dicha ocupación de
loceros en algunos de los documentos mencionados, siendo el marido quien
es citado con la profesión de jornalero, cuando sabemos, por la tradición
oral, que se dedicaban al trabajo de la loza.
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Estos son algunos textos que nos indican el papel jugado por ambos
sexos, al menos en la última etapa productiva de los centros loceros de
Hoya de Pineda (Gáldar- Santa María de Guía) y de Lugarejos (Artenara):
"La loza en Lugarejos era de las mujeres, era casualidad que
hubiera un hombre que aprendiera el oficio este, los hombres, los
marías los sábados y domingos traían los materiales si habían que
ayudarlas en algo las ayudaban, algunos sabían esponjar, es decir
las ayudaban a ellas en la terminación de la loza. La loza era
una ayuda de las mujeres a los marías que ganaban poco, se llenaban
de familia y era más lo que se gastaba que lo que se ganaba.
Precisamente esta laja que asoma aquí es antigua, es de
Lugarejos, era de una lacera que yo no conocí que se llamaba Cha
Rosalia Suárez. Estaba en el empedrado del patio de su casa, luego
se casó una nieta de esta lacera con un hermano mio ( ... ) y así
llegó a mis manos. Estas lajas que son de piedra viva las sacaban
los hombres en La Gloria de Juncalillo en una cantería en hojas,
metían una cuña y levantaban estas lajas" (D. Justo Cubas Cubas,
86 años, Telde, VT-2001).
"Mi padre era una maravilla, pa hacer la funda que le decían,
esto era mi padre agarraba y cogía el barro y lo ponía a
altura de habilitarla, cuando estaba aria, entonces mi madre la
habilitaba. Yo aliñaba, la loza la raspaba, pero hacerla no la hice
nunca. Hoy la loza no es como la de antes, hoy cuatro tallas pesan
más que antes veinte tallas, cristiano eso era liviano, hoy le echan
mucho barro" (D. Santiago Suárez Santiago, 88 años, Hoya de Pineda,
Gáldar, VII- 2001).
"Los hombres de antes traían leña, el barro, la arena, el almagre
y habilitaban la loza, esto es, se ponían a raspar, se ponían
a liñarla de agua, después daban la almagría, es decir las mujeres
hacían la loza y después se habilitaba entre todos. También los
hombres, especialistas, guisaban la loza y se llamaban guisanderos.
Yo soy guisandero, uno de los pocos hombres que hacía loza" (D.
Nicolás Godoy Vega, 86 años, Hoya de Pineda, Gáldar. XI-2000).
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"Antes los hombres cuando llegaban del trabajo, se ponían
habilitar la loza" (Dña. Juliana María Suárez Vega, 83 años, Hoya de
Pineda, Gáldar, X-2000).
Sin embargo queda claro, según la información oral, que los hombres
colaboraban de varias formas, ya sea transportando la leña, buscando
y sacando el barro, pisándolo y habilitando la loza, guisando las distintas
piezas de barro y construyendo o reparando los hornos.
En nuestra opinión, en Gran Canaria el papel que jugó en ocasiones
el hombre, respondiendo a distintas necesidades dentro de esta actividad,
nos hace reflexionar sobre el verdadero significado del término locera o
locero, ya que durante las diferentes fases de producción, en algunos alfares,
los hombres colaboraban de una manera más directa en la elaboración de
la cerámica tradicional. En todo caso, hombres y mujeres desarrollaban el
oficio de loceros.
Planteamos, a tenor de los datos localizados, que la actividad cerámica
de Hoya de Pineda fue llevada a este lugar por personas procedentes
de Las Cuevas de Las Loceras (La Atalaya) en Santa Brígida.
Asimismo, en las consultas realizadas al Archivo Parroquial de Santa
Brígida, vemos que en el siglo XVIII, en la zona denominada actualmente
como La Atalaya (Santa Brígida), se distinguen dos pagos definidos: el
primero es el pago de La Atalaya, situado en la parte alta de dicha montaña;
y el segundo, es el pago de Las Cuevas de Las Laceras o Las Cuevas,
que corresponde al núcleo habitacional excavado en la pared natural;
el topónimo de Las Cuevas desaparece casi por completo en la documentación
consultada a partir del siglo XIX, donde todo este paraje pasa a
denominarse La Atalaya.
Sobre este topónimo de Las Cuevas hemos localizado, en el Archivo
Parroquial de Santa Brígida, un documento de gran valor que dice: 1
"En este lugar de la vega a once de septiembre de mil setecientos
cincuenta y dos yo Matheo Ojeda cura de este lugar ...
casé ... a Joseph Ramírez hijo legítimo de Gregario Ramirez y de
Josefa de Vega con Anna María hija legítima de Pedro de Vera y
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Cathalina Malta, ya difuntos, todos vecinos de es te lugar en las
cuebas de las laceras ... " (APSB. Libro de Matrimonios. N.º 4, folio
169vº, ll-IX-1 752).
De este texto podemos extraer algunos datos de interés. El primero
de ellos es que en el año de 1752 se hacía loza en el pago de Las Cuevas,
por lo tanto es la fecha más antigua que, en estos momentos, tenemos sobre
la elaboración de loza en La Atalaya. Segundo, ya en 1752 eran conocidas
las mujeres que desarrollaban dicho oficio como loceras. Tercero,
era un oficio generalmente desarrollado por mujeres. Y cuarto, este oficio,
en 1752, se practicaba en cuevas artificiales.
En la relación de loceras y loceros que se documentan en el Padrón
General de Población de 1834 del municipio de Santa María de Guía, se ha
podido constatar, tras las consultas realizadas en los Archivos Parroquiales
de Santa María de Guía8 y Santa Brígida, que todas estas personas, excepto
Matías Suárez, eran naturales de La Vega de Santa Brígida, concretamente
del pago de Las Cuevas (La Atalaya). De una manera breve queremos
destacar algunos datos biográficos de estos artesanos y artesanas
que han sido extraídos de las citadas fuentes documentales, así se han podido
constatar a: Brígida Sánchez Moreno (APSB. Libro de bautismos.
Nº 11 , folio 169 v.º, 5-X-1782) y su esposo Juan de Vega, Matías Suárez
y su mujer Juana Rodríguez (APSMG. Libro de matrimonios. N.º 7, folio
196 v.º, 9-V-1825), Plácida Josefa Machín, viuda de José Rodríguez, que
en 1834 vuelve a contraer matrimonio con Santiago Guillén (APSMG. Libro
de matrimonios. Nº 8, folio 54 v.º, 14-V-1834), Francisco Rodríguez
y su esposa Juana Rodríguez (APSMG. Libro de bautismos. N.º 15, folio
49 r.º, 15-X-1836) y María Manuela Suárez esposa de Juan Rodríguez
(APSB. Libro de matrimonios. N.º 5, folio 125 v.º, 28-VII-1783), padres
de los anteriores Juana Rodríguez y de Francisco Rodríguez.
Con los datos que se disponen en la actualidad podemos plantear
que las personas reseñadas anteriormente, junto con otras de la misma
procedencia, se establecen en Hoya de Pineda en las primeras décadas del
8. Agradecemos la confianza, ayuda y colaboración prestada por el párroco de Santa
María de Guía D. Pedro Perdomo.
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
siglo XIX ( concretamente entre 1815 y 1825). El primer matrimonio talayero
documentado se asienta en Hoya de Pineda en el año de 1819 (APSMG.
Libro de bautismos. Nº 13, folio 21 O r. º, 19-IV-1819), dicho matrimonio
estaba formado por José Gutiérrez y Ana Suárez. Años después, el citado
José Gutiérrez se casa con Catalina Almeida, natural de La Aldea de San
Nicolás (APSMG. Libro de bautismos. N.º15, folio186 r. º, 14-IX-1834).
Asimismo, por estas fechas iniciales del siglo XIX, se establecen en Santa
Lucía de Tirajana la locera María Rivero Dorta, también procedente de
Santa Brígida, viuda de Antonio Gutiérrez (APSB-. Libro 6 de matrimonios,
folio 121 v.º, 29-VIII-1799), que es hermano del citado locero asentado
en Hoya de Pineda José Gutiérrez.
Otros vecinos de Hoya de Pineda procedentes de Santa Brígida que
hemos podido documentar en el Archivo Parroquial de Santa María de Guía
son los siguientes: Francisco Rodríguez y su esposa Josefa Rodríguez
(APSMG. Libro de bautismos. N.º 15, folio, 49 r.º, 15-X-1836), María
Gutiérrez (APSMG. Libro de bautismos. N.º 16, folio 13 v.º, 25-X-1839),
Juan de León (APSMG. Libro de bautismos. N.º 16, folio 26 r.º, 16-1-
1834), José Hemández (APSMG. Libro de bautismos. N.º 16, folio 39 r.º,
20-111-1842), Agustín Rodríguez (APSMG. Libro de bautismos. N.º 16,
folio 40r.º, 2 l-IV-1842), José de León (APSMG. Libro de bautismos. N.º
16, folio 47 v.º, 2-1-1842), Manuel León (APSMG. Libro de bautismos.
N.º 16, folio 124 v.º, l-V-1848). Entre casi todas estas personas existen
relaciones de parentesco y algunas de ellas contraen matrimonios con habitantes
de Hoya de Pineda.
Por otra parte, si se analizan los antecedentes familiares de la conocida
locera de Hoya de Pineda, Dña. Juliana María Suárez Vega (Julianita), se
observa cómo ( en esta primera fase de formación del centro locero de
Hoya de Pineda) su familia es la que más individuos aporta a dicho centro.
Así, de las siete personas relacionadas con la actividad locera que son
citadas en 1834 en el Padrón General de Población del municipio de Santa
María de Guía, al menos cinco de éstas se adscriben o pertenecen a su
familia. De hecho, su bisabuela (fallecida en Hoya del Guanche, en 1830) y
su tatarabuela, proceden de Santa Brígida. Ambas se instalarían en La Hoya
del Guanche, antes de 1825, año en que contraen matrimonio dos de los
hijos de la bisabuela de Dña. Juliana, Agustín y Juana.
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
1 Antonio Suárez <=> Nicolasa González I Andrés de Troya<::::> María Ramírez
1 Alejandro Rodríguez<::::> Josefa Tejera 1
Antonio Vega<::::> Francisca Silva
Santa Brígida
~
Francisco Suárez <::::> Ana Ramírez
(M 1760)
Juan Suárez Rodríg•uez <::::> Catalina SantXiago Juan Andrés Vega<=> Francisca Suárez Gu;a(M1866) (B 1844)Gu;,
Antonio José Suárez <::::> Juana Vega
B 1866 Guía (M 1896) B 1878 Gáldar !José Suárez <=> Jsidora Ramos 1
l
Joaquín Santiago Suárez <=> Rita Ramos
Guía Gáldar
t
1 Catalina Suárez <::::> Juan Santiago 1
t
Juliana María Suárez Vega<::::> José Santiago Suárez
B l916Gáldar(M 1937) B 1918Gáldar
Símbolos: <=} Matrimonios. t Descendencia.
Figura n.0 3: Antecedentes familiares de Dña. Juliana María Suárez Vega.
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Si tenemos en cuenta que, como se sabe, la tradición locera,
generalmente, se transmitía por línea matrilineal, podríamos plantear que el
conocimiento locero de Dña. Juliana procede de sus antepasados, originarios
del pago de Las Cuevas de Las Loceras (La Atalaya, Santa Brígida). Hecho
que hemos podido documentar en el Archivo Parroquial de Santa Brígida,
concretamente en la partida de bautismo de su bisabm,la, Juana Rodríguez,
donde vemos reflejado de una forma concreta el lugar de procedencia y los
padres de ésta: vecinos de este lugar en el pago de Las Cuevas ... (APSB.
Libro de bautismos. N.º 12, folio 47vº, 19-VI-1786). En ese sentido,
podemos asegurar que las manos de Julianita se atesoraban, al menos, 300
años de tradición locera familiar.
A tenor de lo expuesto, tenemos que añadir, además, las grandes
similitudes que parecen existir entre el centro locero de La Atalaya de Santa
Brígida y el de Hoya de Pineda9, como pudieran ser:
- El mismo tipo de horno.
- La denominación del hombre encargado de la cocción de la loza,
que es conocido en los dos centros loceros como "guisandero".
- El empleo de grandes palos para mover y sacar la loza, conocidos
con los nombres de "Jurgoneros" y ''pitones".
- Presencia de un depósito excavado en el interior de la cueva taller,
que servía para depositar el barro conocido con el nombre de "goro".
- La utilización de un molino circular de piedra para moler el almagre.
- La similitud de la tipología de la cerámica en ambos centros, la
tecnología empleada para la elaboración de la loza, así como las herramientas
usadas en la misma.
En definitiva, creemos que la grave crisis económica, social y política
de comienzos del siglo XIX fue la causa por la que, tal vez, los habitantes
del pago de La Atalaya, al igual que en muchos lugares, se vieron forzados
a emigrar a otras entidades de la isla de Gran Canaria y, paralelamente,
llevaron consigo la tradición de fabricar loza, fundando nuevos centros como
el de Hoya de Pineda.
9. Agradecernos el asesoramiento del Colectivo El Alfar, especialmente a D. José
Ángel Hernández Marrero.
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Detalle de distintos utensilios usados en la fabricación de la loza, propiedad
de D. Nicolás Godoy Vega. Foto: J. Zamora Maldonado.
Por otro lado, quedaría todavía por aclarar los motivos que condujeron
a estas gentes a asentarse en este lugar, aunque sospechamos que la
causa sea la proximidad de las materias primas (barreras, leña, agua, etc.),
y la estratégica situación de este pago respecto a las zonas de venta o
trueque, que se realizaban tanto en mercados (tal es el caso de Arucas,
donde las loceras pasaban la noche del viernes, ya que tenía lugar el
sábado, el mismo día que se celebraba el de Guía, y al día siguiente,
domingo, el de Gáldar), como en diversas entidades poblacionales, sobre
todo del Norte de Gran Canaria. En algunos de estos puntos de población
la venta, o más bien el trueque, se realizaba adaptándose al ciclo
agrícola de recogida de los cultivos, que eran conocidos por estos artesanos,
quienes sabían cuándo tenían que acudir a los distintos pagos,
según el tipo de cultivo:
"Usted sabe Barranco Hondo, hasta las Cuevas de Las Albejas
allegué a di cargada de loza y cargarme un saco de papas por un
tostador y llegar aquí abajo con él, todos los años en el mes de
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Santiago y agosto es la recogida de papas en Barranco Hondo y
cambiábamos una cosa por otra" (Dña. Juliana María Suárez Vega,
83 años, Hoya de Pineda, Gáldar, X-2000).
La fabricación de loza en Gran Canaria tuvo una cierta importancia,
al menos durante el siglo XIX, ya que sus producto~ llegaron, incluso, a
exportarse a otras islas del Archipiélago Canario, como se refleja en este
documento de mediados del siglo XIX:
"Ni había fábricas en esta Ysla que alcanzasen al consumo,
sino de sombreros bastos; cierta tela burda de lana, que servía
para ropa de los marineros costeros, ó variándola de color para
sayales de frailes; y en los campos sus capotones de blancos o
lanudos, muchas esteras de palma, escobas, y cazuelas de barro,
que se transportaban a las demás Yslas" (J. Álvarez Rixo [ 1841 ],
1955: 46).
Está acreditado que, en momentos determinados, había movimientos
de loceras que se establecían en nuevas localidades, e inclusive que se
desplazaban a otras islas, llevando su oficio y tradiciones, buscando mejorar
su calidad de vida (J. Cuenca Sanabria, 1983: 28; J. F. Navarro Mederos,
1992: 137; M. Fariña González, 1998: 58).
Es conocido que habitantes de este lugar de Hoya de Pineda llevaban
loza a La Aldea; Dña. Juliana Suárez Vega nos dice:
"Mi madre se iba de aquí y con la loza que guisaba, la cambiaba
en La Aldea por cebada para hacer gofio, en La Aldea hay
barro, sí señor" (Dña. Juliana María Suárez Vega, 83 años, Hoya de
Pineda, Gáldar, X- 2000).
Otros loceros llegaron a establecerse en La Aldea de San Nicolás
de Tolentino antes de la guerra civil española (aunque sabemos que había
loceros/as en 1835). Es el caso de los padres de D. Nicolás Godoy Vega,
Dña. María Guía Vega y D. Martín Godoy que fijaron residencia en El
Barrio:
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"Mi madre y mi padre se fueron pa La Aldea a un sitio que le
dicen El Barrio, mi padre hizo el horno, el barro se cogía en el
mismo !nagua, mi madre y mis hermanas hacían la loza en La Aldea
y mi padre con mis hermanos iban a venderla sobre todo a Mogán,
yo llegué a venderla en Mogán poco después de la guerra de España.
En La Aldea murió mi madre y dos de mis hermanas". (Nicolás
Godoy Vega, 86 años, Hoya de Pineda, Gáldar, XI-2000).
Pero, además, documentamos por primera vez que loceros de Hoya
de Pineda se establecieron también en Tasarte (La Aldea de San Nicolás
de Tolentino ); estos fueron D. Victoriano Suárez Vega y su esposa Dña.
Dominga Santiago Moreno, aunque la experiencia no se desarrolló más de
un año.
Éste es el interesante testimonio que sobre este hecho nos dio D.
Santiago Suárez, hijo de este matrimonio:
"Mi padre se llama Victoriano Suárez Vega y mi madre
Dominga Santiago Moreno, tuvieron que pedir dinero, no sé si fueron
tres duros emprestaos para ir pa Tasarle, tenían muchos chiquillos
chicos y no teníamos qué comer. Yo tenia cuatro años cuando
fuimos pa allá, recuerdo que me llevaron al hombro, esto fue
cuando la Guerra Mundial primera, por el año catorce [1914].
En Tasarle vivíamos en una casa de tejas, los viejos dormían
en una cama y nosotros, que éramos cuatro, nos acostábamos en el
suelo sobre sacos, la cocina fuera, tres piedras pa guisar la comía
y cerca había un horno (de pan) que mi padre lo reparó para guisar
la loza. El barro y la leña la cogíamos por aquellas montañas,
la arena no gustaba mucho porque la arena la cogíamos en los
barrancos, pero tuvimos que remediamos, porque pa la loza tiene
que ser una arena muerta que no sea viva, pa que no estalle, nosotros
estábamos acostumbrados a sacar la arena de la tosca. Y así
pegamos a hacer loza allí, mis padres fueron a Tasarle para matar
el hambre, hacíamos loza en Hoya de Pineda y no se ganaba que
comer y nos marchamos pa allí, después los vecinos nos traían cebollas,
nos daban tabefe que yo iba a buscarlo, papas y así nos
daban comía.
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
No llegó al año lo que estuvimos allí, desde que mi padre
mató el hambre nos vinimos otra vez a Hoya de Pineda, yo después
me quedé rascao de que mi padre se haya marchao pa acá con lo
bien que estábamos, vendía la loza allí mismo, la poníamos fuera
de la casa y los vecinos venían comprarla, venían a buscarla, pocas
veces fuimos a Mogán a vender loza". (D. Santiago Suárez Santiago,
88 años, Hoya de Pineda, Gáldar, VII-2001).
IV. EL ALFAR DE LAS CUEVAS DEL BUJO
Dentro del centro locero de Hoya de Pineda habría que destacar el
que, probablemente, sea uno de los primeros talleres alfareros que se instalaron
en esta zona. Se trata de un conjunto de dos cuevas artificiales,
conocidas como cuevas del Bujo y una tercera conocida como Cueva del
Horno de la Loza. Junto a éstas aparecen pequeñas cuevas, de muy escasas
dimensiones, algunas ocultas tras un desprendimiento, cuya utilidad nos
es desconocida ( quizás servían para guardar animales).
Según la locera Dña. Juliana Suárez Vega, vecina de La Degollada,
Hoya de Pineda, cuando era niña iba con su madre a vender loza a las
partes altas de Guía; cuando pasaba por delante de estas cuevas, su madre
le decía que en ese lugar llegaron a guisar loza Una gente, los primeros que
llegaron, que no eran de la zona:
"Donde dicen que se jacia mucha loza, me contaba mi madre,
no sé si fi,eron los primeros que vinieron aquí a jacer/a, barranco
arriba cerca del camino que va a San Bartolomé, a Piedra Molino
a todos esos sitios, le decimos las Cuevas del Bujo y allí jacian loza
y guisaban una vez al año, la loza era buena, me decía mi madre el
cuento, ellas trabajaban en aquellas cuevas y enfrente estaba el
horno si no lo tiraron y una cueva para meter la loza" (Dña. Juliana
María Suárez Vega, 83 años, Hoya de Pineda, Gáldar, X-2000).
Este yacimiento, que en realidad formaba parte del antiguo centro
locero de Hoya del Guanche y Hoya de Pineda, se encuentra excavado en
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la toba volcánica y se ubica en la vertiente de umbría, en la margen derecha
del Barranco de la Hoya (término municipal de Santa María de Guía), o
Barranco de Gáldar, a unos 51 O metros sobre el nivel del mar.
Este topónimo, conocido como Cuevas y Laderas del Bujo según la
información oral, hace alusión a agujero (bujo, bujero, abujero ). Sin embargo,
este término aparece recogido en el Diccionario diferencial del
español de Canarias, como:
"Bojo: (Del port.) m. L. P y Tf Parte convexa de algunas
cosas especialmente de toneles y piezas de cerámica. Var. Bujo".
(C. Corrales Zumbado, D. Corbella Díaz y M. A. Álvarez Martínez,
1996: 202).
También se denomina Horno del Bujo10 al horno más antiguo de La
Degollada en Hoya de Pineda, perteneciente al municipio de Gáldar. Este
horno en el pasado fue reconstruido, para su uso, en varias ocasiones. En
la actualidad su estado de conservación es muy malo, ya que una gran
parte de su estructura se halla derruida.
Toda la zona de las Cuevas y Laderas del Bujo se encuentra rodeada
de vegetación, donde predominan el tajinaste (Echium ssp.), la tabaiba
amarga o salvaje (Euphorbia obtusifolia), el verode (Klenia neriifolia),
cerraja de risco (Sonchus spp.) y la zarza (Rubus ssp.).
Las dos cuevas del Bujo, denominadas cueva 1 y cueva 2, según
dirección de W. a E. (ver figura 4), presentan muro de cierre, elaborado
con la técnica de piedra seca, aunque algunas piedras se encuentran agarradas
con argamasa fabricada de barro y pasto, ya que se reutilizaron para
guardar ganado; en ambas se observa la presencia en el techo de una especie
de película de brea que, probablemente, actuaría de aislante para impermeabilizar
los techos, puesto que la humedad reinante es palpable.
10. El Horno del Bujo posee, bajo nuestro punto de vista, un gran interés arqueológico,
ya que presenta un probable lancon, es decir, una secuencia estratigráfica de
restos cerámicos.
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Asimismo, ambas cuevas se encuentran comunicadas por una puerta
excavada y adintelada. Y presentan diversas oquedades excavadas, a modo
de alacenas, así como numerosos agujeros también excavados ( de unos 7 a
15 cm. de diámetro y de 15 cm. de profundidad), algunos de los cuales
todavía conservan restos lígneos (¿palos para sujetar objetos, como recipientes
cerámicos?).
Justo en la boca de la denominada cueva 1, se hallan los restos de lo
que parece un horno de loza (según la información oral); de dicho horno se
ha conservado sólo la cimentación, siendo sus medidas generales: diámetro:
2,20 m; ancho del muro (máximo): 0,50 m. y alto del muro (máximo):
0,60m.
Pasamos, a continuación, a describir las Cuevas del Bujo y la Cueva
del Horno de la Loza.
Cueva 1: Presenta planta irregular, con cierta tendencia rectangular,
si bien en conjunto es en forma de L, puesto que en el lateral izquierdo
(mirando del interior al exterior) se anexa una planta (de menores dimensiones),
también rectangular. Su estado de conservación podría considerarse
bueno.
Posee la peculiaridad de hallarse, muy próxima a la boca, una especie
de pila excavada en la roca, denominada goro, con relleno (de 10 cm
de espesor) de barro seco. Así como dos alturas perfectamente excavadas.
Sus medidas generales son: largo (fondo): 6,80 m; ancho (máximo):
5,80 m y alto: 2,70 m (máximo l ª altura) y 2,00 m (máximo 2ª altura).
Mientras que la boca posee: largo (fondo): 0,60 m; ancho: 2,50 m; alto:
2,25 m y orientación: 60º (Noreste).
Por otra parte, el goro o pila para el barro (planta de tendencia
rectangular) presenta las siguientes medidas: largo: 1,05 m y O, 90 m;
ancho: O, 68 m y O, 57 m; alto: 0,20 m; largo boca salida de agua: 0,31 m;
ancho boca de salida de agua: 0,28 m y orientación boca: 90º (Este).
En esta cueva se localizan algunos agujeros sellados con barro y otros
con restos !ígneos en su interior. Se observan restos de barro en superficie.
Presenta hasta 9 alacenas, distribuidas de la siguiente forma: 6 en la pared
derecha (de interior a exterior) y 3 en la pared del fondo.
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CUEVAS DEL BUJO
(BARRANCO DE LA HOYA, SANTA MARÍA DE GUÍA).
PLANTA \ a N e
2
0 d
restos
b Qcimentación
horno
o.. - 5 10m. ~ - -1
SECCIONES
~
~
b 2 a d 1 e
~
~
ALZADO
Realización: Margarita Jiménez Medina
Figura nº 4: Planta y sección de las Cuevas del Bujo, Barranco de La Hoya.
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Detalle del probable goro o pila situado en la cueva nº 1, Cuevas del Bujo.
Foto: J. Zamora Maldonado.
También presenta un muro de piedra seca en la boca ( con una altura
variable, de hasta 0,50 m y más), si bien en algunas zonas posee argamasa
de barro y paja. Dicho muro tiene hasta 3 hiladas y 6 hileras (máximo).
Probablemente es mucho más reciente, pues, según la información oral,
esta cueva, después de abandonarse, fue usada como alpendre para guardar
ganado, por lo que se procedió a instalar muros de cierre en las bocas,
así como en la puerta.
La puerta que comunica las dos cuevas presenta dos niveles de dinteles,
uno más bajo en la cueva 1 y otro más alto en la cueva 2. Sus medidas
generales son: largo (fondo): 1 m; ancho: 1,20 m y alto: 2 m (máximo).
Cueva 2: Al igual que la anterior su planta es de tendencia rectangular.
Sus medidas generales son: largo (fondo): 8,60 m; ancho: 9,30 m y alto:
4,10m.
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Detalle de las alacenas y puerta que comunica la cueva n.º 1 con la n.º 2
(Cuevas del Bujo). Foto: J. Zamora Maldonado.
Boca: largo (fondo): 0,30 m, ancho: 3,70 m; alto: 3,50 m y orientación:
30º (Noreste).
En la superficie de esta cueva se observa la presencia de numerosos
fragmentos de cerámica tradicional. Asimismo, presenta una gran
acanaladura excavada en la boca, probablemente un sistema de sujeción
para el entramado vegetal que actuaría de parapeto o cierre de la cueva.
Por otra parte, presenta hasta 7 alacenas: 3 en el fondo y 4 en el lateral
izquierdo (desde el interior al exterior). La mayor de las alacenas mide de
largo (fondo) 0,60 m (máximo), por 1 m de ancho (máximo) y por 0,65
m de alto (máximo).
Su estado de conservación también es bueno, si bien se observa la
presencia de varios nidos de palomas ( Columba spp.), así como restos de
defecaciones y restos óseos de las mencionadas aves.
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Una característica que llama la atención es la presencia en el fondo
de la cueva de una repisa encima de las alacenas, con agujeros excavados
para poder acceder (a modo de peldaños), así como de una especie de
banco. También hay tres zonas excavadas en una de las repisas que parecen
ser apoyos para vasijas de barro.
Cueva del Horno de la Loza (figura 5): La denominación de Cueva
del Horno, viene dada por la costumbre de guisar loza en el interior de esta
cueva, directamente, según nos comentaron D. Manuel y D. Santiago Molina
Moreno, vecinos del lugar, de 82 y 72 años, respectivamente:
"La loza la guisaban en aquella cueva, allí se hacía loza y se
guisaba en una parte pequeña de esta cueva que se ve todavía
negra. Yo iba a coger, comida para los animales y me encontraba
muchos trozos de lebrillos, tostadores que al sacarlos del horno
se les rompían y los tiraban pa fuera, por aquellos riscos pa bajo.
Yo le cuento estas historias que las contaba un viejo que se llamaba
Cho Pablo Moreno, esto era cuando el Movimiento, estábamos
trabajando en unas calabaceras que estaban en la orilla de
este barranco, él nos ayudaba y se quedó mirando pa allí y dice
que él estuvo viviendo allí cuando pequeño haciendo loza con la
madrastra que es quien por lo visto hacía la loza. También se hizo
loza en la Cruz de La Majadilla; allí vivía Cho Bias con su mujer
Cha Juliana que era hermana de Cho Pablo" (D. Manuel y D.
Santiago Molina Moreno, 82 y 72 años respectivamente, Hoya de Pineda,
Gáldar, XI-2000).
Las medidas generales de la cueva del Horno de la Loza son: largo
(fondo): 5,30 m (máximo); ancho: 6,60 m (máximo), alto: 2,20 m (máximo)
y orientación de la boca: 320º (Noroeste).
Las paredes circundantes del lugar donde se guisaba la loza se encuentran
recubiertas de una película cristalizada ( como vidrio volcánico), al
haber sido afectadas por altas temperaturas. Los hallazgos de fragmentos
de loza tradicional, a Jo largo de las laderas adyacentes, estarían relacionados
con la actividad locera.
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CUEVA DEL HORNO DE LA LOZA
(BARRANCO DE LA HOYA, SANTA MAR.ÍA DE GUÍA)
N <xiC(
o 5m.
SECCIÓN
~
b a
Realización: Margarita Jiménez Medina.
Figura n.0 5: planta y secc ión de la Cueva del Horno de la Loza, Barranco de La Hoya.
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Detalle del interior de la Cueva del Horno de la Loza; probable zona de combustión.
Foto: J. Zamora Maldonado.
Las medidas de la zona donde se produciría la cocción en la cueva
son: largo: 1,20 m; ancho: 2,00 m; alto: 2, 1 O m y orientación boca: 200º
(Suroeste).
Según se ha podido documentar en la Carta Etnográfica de Artenara
(C. Rodríguez Pérez Galdós y E. Grandío de Fraga, 2000) y según comunicación
personal del Ledo. Alejandro Cuenca Sanabria, este tipo de
guisaderos, en el interior de cuevas artificiales, sólo aparecen en el centro
locero de Lugarejos, donde todavía se pueden observar, aunque modificadas
por su reutilización, algunas de estas estructuras.
V. CONCLUSIONES
Del análisis realizado sobre el origen de la alfarería en Hoya de Pineda
podríamos establecer las siguientes consideraciones y reflexiones finales,
que a manera de conclusión pasamos a describir.
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Parece ser, que la aparición de la actividad locera en Hoya de Pineda
estaría relacionada con la llegada de nuevos habitantes procedentes de Santa
Brígida, a principios del siglo XIX (1800-1830), quehacer que se prolongaría
hasta la actualidad. Si hablarnos de Santa Brígida, no nos podernos olvidar
que en este municipio (conformado ya en esas fechas) se establece el
gran centro locero de Las Cuevas de las Loceras (La Atalaya), que actuaría
corno foco difusor. Por tanto, probablemente, el centro locero de Hoya de
Pineda es relativamente reciente y no descendería, directamente, de un antiguo
centro alfarero prehispánico.
Las razones esenciales de la llegada de estas nuevas gentes parecen
ser de tipo económico. En ese sentido habría que relacionar la expulsión o
salida de un área en crisis, donde la competitividad quizás era mayor, así
corno el traslado a una zona de importante expansión demográfica (núcleos
de población considerables, Gáldar, Arucas, Guía ... ), donde esta ocupación
tendría más demanda.
Este comportamiento de foco difusor, ocurre luego con Hoya de Pineda,
dado que, posteriormente, las loceras de esta localidad se establecen en
La Aldea de San Nicolás de Tolentino (por lo menos en el siglo XX) y, en
menor medida, en Tasarte, donde desarrollan su oficio.
El alfar de Las Cuevas del Bujo, probable primer alfar de toda la zona
de Hoya Pineda, en un principio, estaría habitado por gentes llegadas de Las
Cuevas de las Loceras, Santa Brígida, abandonándose a finales del siglo
XIX. Dicho alfar posee un alto valor etnográfico y arqueológico, ya que éste
ha sufrido pocos cambios y se nos muestra tal y corno era uno de estos
alfares en el siglo decimonónico.
Un hecho a destacar es la utilización de una cueva artificial corno lugar
de cocción de cerámica, elemento que, en el estado actual de las investigaciones,
sólo se ha localizado en Lugarejos (Artenara).
De la misma manera, habría que resaltar la utilización del estudio de
fuentes históricas documentales, como los libros de bautismos, matrimonios
y defunciones de los Archivos Parroquiales de Santiago Apóstol de
Gáldar, Santa María de Guía y Santa Erigida, documentos que, por otro
lado, han sido novedosos en cuanto al análisis de un centro locero en Gran
Canaria.
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También es necesario resaltar, una vez más, la importancia para este
tipo de trabajos etnográficos, de la información oral. Destacando que, gracias
a la oralidad cultural, se ha podido avanzar en el conocimiento de este
centro locero.
Deseamos que con este modesto trabajo, hayamos podido contribuir
a una mejor documentación del centro que nos ocupa, así como a
iniciar una serie de mecanismos que traten de preservar, conservar e integrar
los restos arqueológicos que existen, especialmente las Cuevas del
Bujo, Cueva del Horno de la Loza y el Horno del Bujo (La Degollada).
Ahora bien, corno conclusión final, no cabe duda que existen otras
posibilidades distintas sobre el origen de la actividad locera en Hoya de
Pineda, pero estos son los hechos, evidencias y reflexiones que sustentan
nuestra hipótesis. A partir de estos momentos, futuros trabajos podrán iniciar
una serie de discusiones que avancen en el conocimiento sobre el surgimiento
de este centro locero.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo no hubiera podido llevarse a cabo sin la ayuda de los
vecinos de Hoya de Pineda, en especial Dña. Juliana Suárez Vega y D.
Nicolás Godoy Vega.
Asimismo, a Dña. Fátirna Rubio Fleitas, psicopedagoga, por su esti mable
ayuda, tanto en las tareas de campo, como por su colaboración en la
búsqueda de documentos y su posterior análisis. A Dña. Margarita Jirnénez
Medina, técnica delineante, por la realización de los dibujos de planos, plantas
y secciones. A D. José Ángel Hernández Marrero, alfarero, miembro de
El Alfar, por el asesoramiento, seguimiento, ayuda, apoyo y reflexiones.
Al Obispado de Canarias, representado por el cura-párroco de Santiago
Apóstol de Gáldar, el cura-párroco de Santa María de Guía, el curapárroco
de Santa Brígida, así corno al personal técnico del Archivo Histórico
Diocesano de Las Palmas por la ayuda prestada.
Al personal técnico de la Biblioteca y Hemeroteca del Museo Canana.
A Dña. María Teresa Santana Viera, Leda. en Historia Contemporánea,
D. Valentín Barroso Cruz, arqueólogo, al Dr. D. Pedro QuintanaAn-
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drés, historiador y profesor de educación secundaria, al Dr. D. Juan Manuel
San tan a Pérez, profesor de Historia de la ULPGC, al Dr. D Germán
Santana Pérez, profesor de Historia de la ULPGC, a D. Miguel Artiles
Marrero, técnico delineante, y a D. Alejandro Cuenca Sanabria, arqueólogo,
por el asesoramiento en distintas materias.
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