EL «MILAGRO» DE LA PLANTACIÓN CAFETALERA
EN CUBA
SERGIO LÓPEZ
La Habana-Cuba
En la historia económica de Cuba, la primera mitad del siglo XIX salta a la
vista del menos curioso. Sucede que, en este período, la producción cafetalera
no sólo ocupó el primer orden en la agricultura cubana, desplazando a sus
pilares tradicionales (azúcar y tabaco), sino que sobrepasó los marcos insulares
colocando a la colonia en la cima de los cosecheros de café del mundo.
Casi dos centurias después el asunto todavía promueve la reflexión, aunque, a
veces, por caminos divergentes. Así, algunos historiadores prefieren ofrecer
luz acerca de la impresionante escalada de la plantación cafetalera en Cuba,
mientras a otros los motiva desentrañar su brusca caída. Empero, como se
trata de un proceso orgánico donde los síntomas de la crisis corroen la plantación
desde su esplendor, ningún análisis objetivo debe sustraerse de abordar
el problema en su conjunto. Al menos, ese es nuestro propósito.
Desde su introducción, en el año 1748, el cafeto se localizó en la parte occidental
de la isla. Del Wajay —partido de la jurisdicción de Santiago de las
Vegas— el cultivo se extendió por las jurisdicciones de Bejucal y Guanajay, al
suroeste, y el poblado de Canasí, partido de Corral Nuevo, jurisdicción de
Matanzas, hacia el este. Sin embargo, todavía el café en Cuba no adquiriría
verdadera notoriedad. El modelo colonial español, fundado en el férreo monopolio
comercial y la tributación onerosa, mantenía atado cualquier atisbo de
prosperidad en los límites de un crecimiento que al evaluar a La Habana como
un puerto de tránsito sacrificaba el potencial productivo de la colonia.
De tal modo, debieron ocurrir dos sucesos definitorios que despejaran el
camino. Uno, la ocupación de La Habana por los ingleses. El otro, la ruina de
la opulenta colonia de Haití.
La toma de La Habana por los ingleses en el año 1763 fue un acontecimiento
aleccionador para los hacendados en Cuba, que conocieron las premisas
del desarrollo y no tardaron en solicitarlasi. En tal sentido, como docu-
1. Si bien es irrefutable que la toma de L.a Habana por los ingleses en el año 1763, al decir
de Francisco de Arango y Parreño, «... con sus negros y su libre comercio habían hecho más en
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mentó clásico debe considerarse el Discurso sobre la Agricultura de la Habana
y medios de fomentarla del ideólogo criollo Francisco de Arango y Parre-ño,
el cual, al analizar los motivos del auge de las colonias francesas e inglesas,
en contraposición con las hispanas, exponía cuatro razones: tributación
estimulante, fuerza de trabajo barata, libre comercio y perfección del trabajo.
A partir de entonces parece como que las contradicciones metrópoli-colonia
en el ámbito económico se encontraran solucionadas, y la «Madre Patria»
accediera gustosa a los reclamos de su «siempre fiel Isla de Cuba». Una concepción
de dominio más liberal en las relaciones mercantiles, que surgió
como respuesta más o menos apropiada al momento histórico, ofreció el presupuesto
de un cuadro ideal al crecimiento acelerado del cultivo del café en
las postrimerías del siglo XVIII.
En cuanto a la tributación, la Real Resolución fechada el 8 de junio de
1768 exceptuó de impuestos a los cosecheros de café por todo un lustro, lo
cual se prorrogó luego durante el año 17742. Este estímulo fiscal recibió un
impulso considerable con las ventajas concedidas a la introducción de la fuerza
de trabajo esclava, mediante las licencias reales para importarlas, en la
letra de la Real Orden de 24 de marzo de 1786 y la Real Cédula de 28 de
febrero de 1789.
Al unísono, las medidas favorables a la comercialización del producto
complementaron el cuadro benefactor. En el año 1767 la Real Orden fechada
el 4 de abril autorizó que en casos de «urgente necesidad» se compraran víveres
en el extranjero, lo cual se amplió con otra (17 de agosto de 1772), que
permitió el comercio con New Orlcans, y la extracción de productos hacia la
Florida, según una más de 28 de septiembre de 1776. Luego, el «Reglamento
del Libre Comercio», fechado el 12 de octubre de 1778, se convertiría en factor
principal de la prosperidad en el intercambio.
Con este precedente la revolución haitiana del año 1791 se constituyó en el
catalizador del despegue cafetalero cubano. En efecto, en el año 1789 la parte
francesa de la isla de Santo Domingo —alrededor de 28.000 km^—, que tenía
una población de 530.500 habitantes —40.000 blancos, 28.000 libertos y
462.000 esclavos—, exportaba nada menos que 3.073.408 arrobas de café a
Europa, algo más del 40% del mercado mundial. La producción promedio de
un año... que nosotros en los sesenta anteriores...». Ix) cual influyó de tal forma que aquella ciudad,
de un desarrollo en ciernes, ascendiera en 1779 a una verdadera plaza de comercio. Si bien
penetraron en el puerto de L.a Habana más de mil embarcaciones, consiguiendo extracciones inimaginables
e importaciones de gran demanda. Y si, además, la cifra de 2.727 esclavos introducidos
en el año 1763 resultó desproporcionada comparada, por ejemplo, con las 3.263 piezas que
entraron entre 1743 y 1748. No lo es menos el hecho de que, refiriéndose al progreso alcanzado
en los años terminales de la década del sesenta, el mismo autor advierte que Cuba sólo exportaba
alguna porción de café, una expresión bastante similar a la utilizada por el intendente de Hacienda
Miguel Altarriba, para caracterizar el estado del ramo diez años antes.
2. Unido a lo anterior, diversas disposiciones otorgaron gracias especiales a cada uno de los
frutos coloniales, y la Real Orden de 22 de octubre de 1777 eximió de tributos la entrada de
maquinarias al país.
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sus 3.117 cafetales era de 986 arrobas, lo cual se obtenía mediante la plantación
esclavista y el desarrollo tecnológico. Era el instante en que Cuba, con
una densidad demográfica seis veces menor y en proporción 45 veces menos
esclavos, exportaba casi cuatrocientas veces menos.
La rebelión en la colonia mayor abastecedora de productos tropicales del
mundo comenzó el 14 de agosto de 1791. Entre tanto, la ciudad de Santiago
de Cuba sería albergue principal de los primeros refugiados, aunque el éxodo
varió en tiempo y espacio. Los asentamientos iniciales se consolidarían luego
con la evacuación de Santo Domingo por los ingleses en 1798 cuando, aliados
Francia y España después del Tratado de Basilea (1795), Cuba se convirtió
en ideal para aquéllos, quienes en 1799 pasaron a La Habana, donde ocurrieron
masivas incursiones entre 1803 y 1807.
En consecuencia, en el año 1795 la producción cafetalera de Haití representaba
ya el 2,89% de la de 1789, y ello provocó, según Jacobo de la Pezue-la,
que «el gobierno español tomó oportunamente medidas previsoras destinadas
para que las cosechas de Cuba empezaran a llenar el hueco que dejaba en
los mercados la reina de aquella isla opulentísima»'. De esta época son las
excepciones en el pago del diezmo y la alcabala por un plazo de diez años,
desde el cultivo de la primera cosecha —^Real Cédula de 22 de noviembre de
1792—, lo cual se extendió una década más en el año 1800; pero, además, la
rebaja del 6% al 4% en el tributo por la venta de cafetales, y la libertad de
montes, monopolizados antes por la corona y a disposición ahora del mejor
postor. También la posibilidad de comprar esclavos en el extranjero (Real
Orden de 24 de noviembre de 1791), e incluso directamente en África y sin
gravámenes, legalizado por las Reales Ordenes de 22 de noviembre de 1792 y
24 de enero de 1793.
Paralelamente la Sociedad Patriótica Amigos del País de La Habana (1793)
incentivaría la perfección del trabajo, al publicar estudios especializados
sobre el cultivo, atención y beneficios de los cafetales (Sección de Agricultura
y Economía Rural) y congratular a los agricultores más esmerados, a través
del Consulado de Agricultura y Comercio*.
Inmerso en este acontecer, de nada valió que España prohibiera el «libre
comercio» (Real Orden de 14 de marzo de 1794) o tratara de evitar las crecientes
relaciones con Estados Unidos, el 21 de enero de 1796, pues las autoridades
peninsulares en Cuba —gobernadores e intendentes de Hacienda—
ofrecerían a los hacendados permisos particulares de intercambio. Además,
las constantes fluctuaciones de su política comercial —aprueba el intercambio
con neutrales el 18 de noviembre de 1797 y lo suspende el 20 de abril de
3. PEZUELA, Jacobo de la: Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de la Isla de
Cu¿a, Madrid, 1865, p. 223.
4. Ijis memorias de la SEAP recogieron en sus páginas diversos trabajos dedicados al café,
como testimonio del interés que despertó su cultivo en este período. Los análisis de J. A. Jove en
1815, A. Dumont en 1823 y Tranquilino Sandalio de Noda, junto a Francisco de Paula y Serrano
en 1829, resultan testimonios elocuentes.
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1799, lo permite en enero de 1801 y lo prohibe de nuevo en diciembre del
mismo año— creaban un ambiente de confusión propicio al comercio ilícito'.
En contexto semejante el flujo de colonos franceses debía promover el
desarrollo rápido. De ahí la cálida acogida de las autoridades, donde el abono
de 3 reales diarios a cada jefe de familia y medio real a cada individuo inmigrante
es una evidencia notable; así como la Real Cédula de 21 de octubre de
1817, que concedió 15 años libres de derechos (alcabala y diezmo) a los cultivos
de los experimentados propietarios*.
El por qué se dedicaron al cultivo del café parece obvio; no obstante, Juan
Pérez de la Riva (La implantación francesa en la cuenca superior del Cauto)
aporta nuevos argumentos: «La caña requiere tierra llana y una inversión
mucho más considerable, el añil ha perdido el mercado por razones políticas,
y para el algodón las tierras disponibles no parecen adecuadas»^. En el año de
la revolución la exportación de Haití dedicaba el 48% al azúcar, el 33,6% al
café y el 7,7% al algodón. Sin embargo, las tres quintas partes de los esclavos
importados entre 1767-1790 se dirigieron a los cafetales, y el ritmo de crecimiento
de este cultivo era el más intenso en aquel momento histórico.
Como era de esperar, junto al avance del siglo XIX la reacción de la plantación
cafetalera en Cuba fue vigorosa, ampliándose sensiblemente el capital
invertido por unidad productora.
Los 18.445 pesos materializados en una plantación en el aflo 1797 se alejaban
bastante de la cifra de 1829, cuando fluctuaba ya entre 60.000 y 80.000
pesos, lo cual representaba en toda la colonia la astronómica suma de
85.825.000 pesos. Estos cálculos en proporción dentro de la estructura agraria
de la isla ofrecían resultados impresionantes. El valor de los terrenos dedicados
a cafetales en Cuba —13.800.000 pesos— era sólo superado por la propiedad
sitiera, que alcanzaba la cifra de 41.464.000, y los ingenios, cotizados
5. Durante las tres décadas finales del siglo XVni se suceden otros conflictos entre las
potencias capitalistas por el dominio colonial, o entre éstas y sus posesiones, que influyen también
en el desarrollo agrícola cubano.
La E)eclaiación de Independencia de las trece colonias en el año 1776 generó el apoyo encubierto
de España a los sediciosos, con el objetivo de debilitar el imperio inglés. Estas colonias,
abastecidas tradicionalmente de productos tropicales por las Antillas inglesas, tuvieron que sustituir
con el comercio de Cuba aquel que acababan de perder.
Dos años más tarde Francia rompía hostilidades con Inglaterra, apoyada por España y Holanda.
De nuevo la colonia sería favorecida con el trasiego de barcos provocado por el permiso de
comercio con los aliados y la reglamentación de éste entre España y sus colonias.
La Revolución francesa en el año 1789, la guerra entre España y Francia (1793-1795) y el conflicto
entre Inglaterra y Francia (con España como aliada) provocaron una atinada intermitencia
en el monopolio metropolitano, lo cual favoreció que la joven república del norte se hiciera cargo
de aquellas transacciones.
6. Súmese, en la región oriental, la labor promocional del refugiado francés Prudencio Casa-mayor,
quien, mediante la compra de terrenos a la Real Hacienda y particulares (El Cobre, Dos
Bocas, Damajayabo, Santa Catalina), proporcionó a sus coterráneos lotes por 10 caballerías a
censo (hipoteca perpetua al 5% anual) o por venta al contado (250 pesos la caballería).
7. En El barracón y oíros ensayos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 367.
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en 22.950.000 pesos. El valor de los sembrados —32.500.000— ubicaba al
cafeto en segundo lugar del país, precedido por las frutas y legumbres de las
estancias, que ascendían a 41.464.000 pesos. La misma importancia adquiría
el valor de las construcciones de beneficio —20.000.000^, que rivalizaba
con la industria del azúcar, evaluada en 29.835.000 pesos. Mientras, los
esclavos, en cantidad similar a los ingenios, tenían un valor de 15.000.000 de
pesos, una cifra superior a cualquier otro sector».
Entonces, si en el año 1797 existían cinco cafetales produciendo en toda la
colonia, en 1803 solamente en la jurisdicción de santiago de Cuba, se promovieron
ocho instalaciones en los partidos de Dos Bocas, La Güira, Guainicú y
Candelaria; incorporándose 56 cafetales más cuando en 1807 se extendieron a
Limones, Sacatecas, Cauto y Vicana, Tinguabo y la Sierra Maestra. Al mismo
tiempo, en la región occidental se fundaron 69 cafetales, los cuales se repartían
entre el área de San Antonio de los Baños (Alquizar, Guanimar, Pendencias,
Majana, Güira de Melena y San Andrés) y la sección oriental de Vuelta
Abajo (San Salvador, San Marcos, Artemisa y El Cuzco). En la zona central
la plantación cafetalera logró, asimismo, alguna relevancia, fundamentalmente
en las jurisdicciones de Trinidad y Remedios, aunque también en Sancti
Spíritus, Santa Clara y Puerto Príncipe. En general, el crecimiento resultó
vertiginoso. De 60 cafetales produciendo en 1800 a través de toda la isla, en
1817 sumaban ya 779, y en 1827, durante la efervescencia, superarían la cifra
de los dos mil.
Durante esta etapa de apogeo, las plantaciones cafetaleras se concentraban
en Occidente (58,39%), junto a Oriente (35,07%) y el Centro (6,53%), por
ese orden. Por otro lado, la acumulación de la producción era aún más acentuada:
Occidente producía el 75,21% y Oriente el 20,17%, a la vez que el
Centro aportaba el resto, es decir, el 4,6%. De tal forma, la región comúnmente
llana de occidente producía más de las tres cuartas partes del café en
Cuba, y por sus puertos se exportaban las cuatro quintas partes en el período
de mayor esplendor*.
A no dudarlo, en aproximadamente tres décadas de crecimiento continuado
Cuba se aproximó a Haití en plantaciones (1.050 menos) y producción (93,8%)
e incluso la aventajaba ya en rendimiento por unidad, al alcanzar las 1.394 arrobas,
superior a las 986 arrobas logradas por Haití en plena prosperidad.
Sólo una distinción: el destino exterior de la producción de Cuba^" no ocuparía
el lugar de Haití en el mercado europeo y, claro está, no por impoten-
8. Ver PÉREZ DE LA RIVA, Francisco: Et café, historia de su cultivo y explotación en
Cuba, La Habana, Jesús Montero, 644, p. 168.
PAULA Y SERRANO, Francisco de: «Memoria número 11», en Memorias de la SEAP, 1829,
p.98.
SANDALIO DE NODA, Tranquilino: «Sobre el mismo asunto que la anterior...», en Memorias
de la SEAP, 1829, pp. 129-132.
9. Ver anexos 1 y 2.
10. Ver anexo 3.
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cia. Se trata de que el mercado cafetalero mundial, que se concentraba tradi-cionalmente
en Europa, varió en este contexto. Como se sabe, España nunca
representó una demanda considerable, por su escasa cotización del producto
y su real afición por el chocolate. Pero Inglaterra, verdadera monarca de la
importación e intermediaria comercial, ahora cedió su costumbre ante el té,
elaborado a gran escala por su colonia de la India; precisamente cuando los
Estados Unidos de Norteamérica variaban de hábito a la inversa, ante el alto
costo del té, su coincidencia nada agradable con el gusto de su antigua
metrópoli, y la importación de café exento de gravámenes. Expuesto en el
lenguaje de las cifras, Inglaterra, que en la segunda década del siglo XIX
sobrepasaba las 280.000 arrobas de café anuales importadas, tres décadas
después consumía 2,5 veces menos. Mientras Estados Unidos, en el año
1821, importaba ya 850.800 arrobas, de las cuales más del 40% las recibía
de Cuba. En 1827, cuando Cuba exportó 2.001.584 arrobas, el 44,6% fue
asimilado por ese mercado en expansión. Los norteamericanos se convertirían,
pues, en el receptor por excelencia del café de Cuba en el período de
esplendor.
El mercado interno, a su vez, asumiría paulatinamente un papel protagóni-co.
En su favor se conjugaron tres razones. Por una parte, la pujante producción
cafetalera insular, que estimuló su absorción a tal punto que, en el propio
año 1827, cuando se produjeron 2.883,528 arrobas de café, se consumió
el 30,6%, lo cual, relacionado con la población de la época (730.562 personas),
ofrece un per cápita aproximado de 30 libras anuales". Por otra, la
escasa y costosa existencia del cacao, que en plena década de apogeo del
café se localizaba en muy pocos distritos, ocupando una limitada extensión
de terreno y produciendo cosechas muy reducidasi^; cuando su abastecedor
regular —Caracas— se encontraba prácticamente anulado por el bloqueo
continental espafloU^. Desde otro ángulo, un factor de insoslayable importancia:
«Conscientes o no, los cubanos, después de 1830, no pierden ocasión de
distinguirse de los peninsulares...» En este proceso de afirmación nacional:
«Tomar café "tinto" y comer arroz blanco con frijoles negros era una manera
de distinguirse de los españoles, que tenían predilección por el chocolate, los
garbanzos y la paella'*. Sería, eso sí, un fenómeno donde el propósito de
exportar el grano justificaría una producción sorprendente, que acomodaría
el mercado internóla y socavaría la tradición, convirtiendo la infusión del
11. Ver anexo 4.
12. Ver anexo 5.
13. Las guerras de independencia, la ausencia del comercio español por casi dos décadas y el
desarrollo del café decidieron el desplazamiento del cacao por este producto en la economía
venezolana en el período 1810-1830 (IZARD, Miguel: El café en la economía venezolana del
XIX, Valencia, España, 1973, p. 230).
14. PÉREZ DE LA RIVA, Juan: La isla de Cuba en el siglo XIX vista por los extranjeros.
Editorial de Ciencias Sociales, La. Habana, 1966, p. 7.
15. Los viajeros que visitaron la isla durante el siglo XIX legaron obras pintorescas que describen
el bregar de aquel papel protagónico. En el año 1820 el inglés Francis Robert Jamerson
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café en tal hábito, que adquirió desde entonces una relevancia insustituible
en la dieta cubana'*.
Ahora bien, el crecimiento de la plantación cafetalera en Cuba no fue algo
casual, pero sí coyuntural. Debido a ello, al cesar las condiciones ideales que
se agolparon para brindarle el esplendor sobrevino la ruina.
A partir del tercer lustro del siglo XIX llegó el momento del «ordeño» para
el fisco metropolitano. En 1815 el café fue gravado a $24 el quintal por el
virreinato de Nuevo México. Cinco años después debía pagar un real por
arroba exportada para proporcionar carne a la guarnición española y 2,5 reales
(«Auxilio») y 1,5 («Auxilio Consular») por cada saco trasladado del interior
a La Habana. En 1826 pagaba también el 6%, 4% ó 2% según el buque y
el lugar de destino, sumándose un cuarto más en el año 1833. Dos años más
tarde sufragaba además medio real por arroba («Auxilio de Exportación»),
medio real por saco («Auxilio Consular») y 1% (Balanza). En el año 1838 se
aumentó el recargo a 3 reales por quintal de café (bandera española), 4 reales
(bandera española-puerto extranjero) y 4,5 reales (bandera extranjera-puerto
extranjero). En 1842 se impuso, sin diferencia, 8 reales a la arroba de café
introducida en España, resultando que, según el historiador cubano Francisco
Pérez de la Riva en su obra El café, historia de su cultivo y explotación en
Cuba: «... desde su salida del mercado productor hasta su introducción definitiva
en el lugar de su consumo, los gravámenes que sufría el café en Cuba
giraban en una escala estimativa que se extendía desde un 28 y un 54%...»'''.
A tono con lo anterior, y como consecuencia de la «guerra de tarifas»
comerciales entre España y Estados Unidos durante el período, estos últimos
tomaron represalias del aumento de tributos a sus harinas, y elevaron los
refleja en sus impresiones el señoreo del chocolate en el desayuno, mientras el café acompaña las
comidas. Así lo expone en sus Carlas habaneras:
«El caballero cubano se levanta temprano y toma una taza de chocolate (...). Enciende entonces
su tabaco y se pasea por el patio y los balcones, o monta a caballo. A las diez almuerza: pescado,
carne, sopa, huevos con jamón, vino y café...»
Más adelante, agrega este autor, aparece el inseparable tabaco y, a las tres de la tarde, después
de la comida, regresa el tabaco y el café. Chocolate y café compartiendo honores en 1820.
Sin embargo, en la sexta década del siglo XDÍ el pintor Walter Goodman advierte sólo la presencia
opcional del chocolate, en su interesante testimonio La Perla de las Antillas:
«A las seis de la mañana entra en mi dormitorio un doméstico de piel oscura trayéndome una
taza de café solo y un cigarrillo. A esto sigue un poco más tarde un tazón de leche con café, o, si
lo prefiero, chocolate...
A las once se almuerza... y se finaliza repartiendo los indispensables tabacos y cigarrillos y el
delicioso café-noir...»
Ahora el café gana terreno y, aunque el chocolate sostiene una rivalidad tenaz, su porvenir es
inseguro. Avanzada ya esta misma década, Samuel Hazavid, en Cuba a pluma y lápiz, no deja
dudas al respecto:
«El café es... una de las bebidas más generalizadas en este país. Esta es la primera oferta en la
mañana y la última en la noche. Café solo, después de la comida, es la general costumbre cubana.
»
16. Ver anexo 6.
17. PÉREZ DE LA RIVA, Francisco, op. cit., p. 109.
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derechos fiscales a los productos de Cuba. De tal modo, el café cubano fue
desalojado del mercado norteamericano y tuvo que reorientarse hacia el continente
europeo".
Como complemento, en la plantación cafetalera de Cuba el esclavo se convirtió
también en motivo de crisis. En el año 1797 la dotación de un cafetal la
conformaban 24 esclavos, los cuales, a razón de 300 pesos per cápita representaba
el 38% del capital invertido, la cifra mayor en aquel conglomerado.
En 1829 alcanzaba al menos los 100 esclavos, lo que, al mismo precio, sumaba
22.750.000 pesos más, o sea, el mismo 38% del total. Empero, cuando el
precio se duplicó por el cese oficial de la trata, la situación se hizo insosteni-blei9.
Desprovisto de esta atmósfera excepcional que lo acompañó durante el despegue,
se hizo visible un problema medular: la improductividad de la plantación
cafetalera en Cuba.
Los cálculos optimistas del año 1797 no se escucharían más. Y, si la utilidad
de más de un tercio sobre el capital que se proponía en aquel entonces era
infundada, pues, por una parte, no incluía el valor de las siembras y el costo
del transporte para el mercado y, por otra, auguraba un precio estable de 3
pesos la arroba y una producción constante de 2 libras por almacigo. Lo que
ocurrió en 1829 no tenía paralelo en esta historia. Teniendo en cuenta un precio
reducido a la mitad, las utilidades del café se calculaban sólo entre el
0,8% y el 2i/2 del capital invertido, muy inferior al 15% que había podido
lograr Haití.
Así, al observar el producto bruto obtenido por los sectores fundamentales de
la economía cubana en 1830, es notoria la desproporción nada favorable que
caracterizaba la plantación cafetalera en pleno apogeo. Es decir, el café, segundo
rubro en importancia de acuerdo al capital invertido en la isla, precedido
sólo por la pequeña propiedad sitiera, y superior incluso a los ingenios, recibía
el 5% de utilidad global, mucho menor al 22,3% obtenido por la propiedad
sitiera, y distante también del 10,6% logrado por los ingenios^". Dos décadas
más tarde se afirmaba que 1.288.000 arrobas anuales a precio medio de dos
pesos ofrecían 2.576.000 pesos, lo cual no cubría el gasto de aquellas fincas^i.
18. Ver anexos 7 y 8.
19. Paradójicamente la plantación esclavista fue la misma que permitió a Brasil colocarse en
la cima del mercado mundial. Ahora bien, existían marcadas diferencias. El precio del esclavo
era sustancialmente menor que en Cuba y el tráfico se mantuvo latente hasta bien avanzado el
siglo, contando en su mitad con 2.500.000, o sea, el 31% del total poblacional. Además, la decisión
por el café como producto fundamental —^impulsado por la decadencia de la minería y la
imposibilidad de competir con el azúcar de Luisiana y Cuba— generó el acaparamiento de los
esclavos de estas posesiones por la plantación cafetalera.
20. SAGRA, Ramón de la: Hisloria económica, política y estadística de la isla de Cuba, pp.
126-127.
21. GARCÍA DE ARBOLEYA, José: Manual de la isla de Cuba. Compendio de su hisloria.
geografía, estadística y administración. Imprenta del Gobierno y Capitanía General, La Habana,
1852. p. 138.
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Al desenvolverse en condiciones de excepcionalidad, los plantacionistas
cafetaleros en Cuba no habían escatimado en desembolsos superfluos^^,
desinterés tecnológico" y cálculos especulativos. De este modo, aquellas
haciendas, más sitios de recreación que empresas económicas, convirtieron
sus ganancias al superconsumo y se ingcrieron ellas mismas. Cuando el mercado
mundial se repuso y el precio se abalanzó, cuando España reclamó los
adeudos gravando la producción y la exportación, cuando el tráfico negrero
cerró oficialmente y sus valores aumentaron, cuando Estados Unidos evitó la
importación en represalia a las medidas aduaneras de la «Madre Patria», el
mal se generalizó y sin remedio.
En el año 1852 ya el capital que soportaba la caficultura en Cuba se había
reducido en un 52%, mientras aquella producción representaba sólo el 3,17%
de las ventas de Cuba^*. Una década después, plantaciones y producción cafetalera
significaban el 37,8% y el 26%25, respectivamente, de lo que, en la apoteosis
del año 1827, había alcanzado el «milagro» cubano.
BIBLIOGRAFÍA
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ARANGO Y PARREÑO, Francisco: Obras, 2 tomos. Dirección de Cultura, Ministerio de
Educación, 1952.
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ASOCIAaON NACIONAL DE CAHCULTORES: Nuesíro café. Estadísticas y gráficos
1790-1947. serie A (s. e.) (s. 1.), 1947.
BACARDI, Emilio: Crónicas de Santiago de Cuba. 10 tomos. Tipografía Arroyo Hermanos,
calle Estrada Palma, baja 13, Santiago de Cuba, 1925.
22.La opulencia y la ostentación eran parte de aquel sistema donde la casa vivienda a veces
«... cubría la mitad del valor total de la finca...» (PAULA Y SERRANO, Francisco de, q). cit., p.
86).
23.Las deficiencias en el cultivo del café en Cuba fueron alertadas por los contemporáneos,
Francisco de Paula y Serrano (op. cit., pp. 87-118) advertía sobre el «hacha destructora» que
laceraba el campo de sus maderas más útiles, y la inutilidad del descerezador, «... cuyo destino es
estrujar al café cuando viene del campo...».
Tranquilino Sandalio de Noda (op. cit., pp. 135-137) añadía lo perjudicial de «... sembrar en
las calles yerbas de guinea...» y la inusual utilización del abono. Mientras, Ramón de la Sagra
(op. cit., p. 111) criticaba: «La corta distancia a que siembran los árboles, la contención a poco
más de seis cuartas de altura a que se les sujeta, y la fuerte poda que anualmente sufren...» En el
año 1867 vio la luz el título Apuntes sobre varios cultivos cubanos, de Alvaro Reynoso, quien
resumió así las causas que motivaron la ruina de los cafetales: mala elección de los terrenos,
insuficiencia del riego y el abono y confusión de «... el destrozo caprichoso de los cafetos con la
poda irracicsial». Incorporando, a su razonamiento, un elemento de primer orden: «... la ausencia
de las familias de los dueños, los cuales en la capital ni vigUaban sus propiedades, ni vivían con
economía...» Las fincas eran dirigidas por los administradores, los cuales «... son muy ignorantes...
y demasiado bien hallados en un orden de cosas que los conserva casi en total independencia
del amo, a quien suelen imponer la ley; por estas causas, lejos de interesarse ai las reformas,
procuran por todos los medios posibles el desacreditarlas».
24. GAROA ARBOLEYA, José, op. cit., p. 138.
25. Ver anexo 9.
311
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Noticias estadísticas de la isla de Cuba, Imprenta del Gobierno, Capitanía General y Real
Hacienda por S.M., Habana, 1864.
313
ANEXO 1
Distribución de plantaciones y producción de café
partidos rurales en el año 1827
DPTO. DE OCCIDENTE
Ciudad de La Habana
Ciudad de Matanzas
Tenencia de Gob. de Pinar del Río
Ciudad de Santiago
Ciudad de Bejucal
Ciudad de Jaruco
Ciudad de Santa Mana del Rosario
Villa de Guanabacoa
Villa de Güines
Villa de San Antonio
Total
DPTO. DEL CENTRO
Tenencia de Gob. de Puerto Príncipe
Ciudad de Trinidad
Villa de Santa Clara
Villa de Sancti Spiritus
Villa de San Juan de los Remedios
Gobierno de la Colonia Femandina
Partido Rural de Yaguaramas
Total
DPTO. DE ORIENTE
Ciudad de Cuba
Villa de Bayamo
Ciudad de Holguín
Ciudad de Baracoa
Pueblo de Jiguaní
Total
TOTAL DE CUBA
Plantaciones
649
203
1
253
1
2
1
3
59
35
1.207
8
35
3
14
75
—
—
135
678
6
11
26
4
725
2.067
por poblaciones y
Producción (Arrobas)
1.084,348
316,113
400
603,283
1,543
4,910
300
9,500
91.500
57,059
2.168,956
5,015
63,440
5,010
24,597
34,700
—
—
132,762
545,678
3,892
3,750
28,020
470
581,810
2.883,528
Fuente: Cuadro estadístico de la siempre fiel Isla de Cuba, Oficina de las viudas de Aiazoza y Soler, Imprenta
del Gobierno, Habana, 1829.
314
ANEXO 2
Exportación de café en arrobas por los puertos de Cuba (1814-1829)
Años
1814-
1824
1826
1827
1828
1829
Habana
694,000
1.221,660
1.433,487
794,480
1.130,680
Matanzas
—
—
178,958
96,120
191,560
Trinidad
220,00
—
4,148
11,6
9,96
PtO.
Príncipe
—
6
0,44
0,08
Sigo.
de Cuba
—
—
379,5991/4
375,640
399,000
Baracoa
—
—
134,675
5,7
5,8
Fuentes: Alejandro de Humbolt. Ob. C/f., pág. 176.
Tranquilino Sandalio de Noda. Ob. Cit., pág. 12Z
315
ANEXO 3
1804
1805
1806
1807
1808
1809
1810
1811
1812
1813
1814
1815
1816
1817
1818
1819
1820
1821
1822
1823
1824
1825
1826
1827
1828
1829
1830
Exportación del café en Cuba (1804-1830)
Exportación
Años (arrobas)
50,000
69,639
80,637
82,892
137,148
269,824
399,601
250,949
263,618
339,962
529,990
918,263
370,229
709,351
779,618
642,716
686,046
792,509
501,429
1.115,824
881,674
1.070,767
1.773,798
2.001.584
1.284,088
1.736,258
1.798,598
índice
base fija
1827-100
2%
3%
4%
4%
7%
13%
20%
13%
13%
17%
26%
46%
18%
35%
39%
32%
34%
40%
25%
56%
44%
53%
89%
100%
64%
87%
90%
índice
en
cadena
100%
139%
115%
103%
165%
197%
148%
62%
105%
129%
156%
173%
40%
192%
110%
82%
107%
116%
63%
223%
78%
121%
166%
113%
64%
135%
104%
Fuente: Jacobo de la Pezuela. Ob. Cií., pág. 225.
316
Años
1827
1846
ANEXO 4
Proporción del consumo interno del
Producción
(Arrobas)
2.883,528
1.470,754
Exportación
(Arrobas)
2.001.584
817,662
café en
%
69,4
55,5
Cuba (1827-1846)
Consumo Interno
(Arrobas)
881,944
653,092
%
30,6
45,5
Fuentes: Cuadro Estadístico de la siempre fiel Isla de Cuba (1829 y 1847).
Jacobo de la Pezuela. Ob. Cit., pág. 225.
ANEXO 5
Zonas productoras de cacao en Cuba durante los años
Zonas
Ciudad Habana
Pinar del Río
Puerto Príncipe
Trinidad
Santa Clara
Sancti Spíritus
Remedios
Stgo. de Cuba
Bayamo
Holguín
Baracoa
Total
Fincas
2
—
—
—
—
13
41
2
—
—
2
60
1827
Producción
(Arrobas)
250
—
285
1,086
183
1,075
20,150
32
—
95
20
23,176
Fincas
2
1
—
—
59
5
10
12
—
—
—
69
1827-1846
1846
Producción
(Arrobas)
9
6
165
—
—
440
1,101
2,102
6
—
7
3,836
Fuente: Cuadro Estadístico de la siempre fiel Isla de Cuba (1829 y 1847).
317
ANEXO 6
Distribución de cafés y
Lugar
C. Habana
Matanzas
Cárdenas
P. del Río
Santiago
Bejucal
Jaruco
Sta. M* del Rosario
Guanabacoa
Güines
San Antonio Abad
Puerto Príncipe
Trinidad
Santa Clara
St. Spíritus
Remedios
Femandina de Jagua
Yaguaramas
Sto. Domingo
Sagua la Grande
Nuevitas
Stgo. de Cuba
Bayamo
Holguín
Baracoa
Jiguaní
Cafés
_
10
—
—
—
—
—
—
—
1
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
1827
chocolaterías 1
Choc.
2
—
—
—
—
—
—
3
1
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
Cafés
22
14
14
9
1
6
1
1
—
9
2
7
3
—
3
6
7
—
1
5
3
24
4
5
3
—
en Cuba (1827-1862)
1846
Choc.
24
—
—
1
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
1862
Cafés
111
10
13
—
—
—
—
2
4
—
3
4
2
2
1
4
—
—
—
—
—
9
—
—
—
—
Choc.
9
6
1
—
—
14
—
1
—
1
3
—
—
—
—
—
2
—
—
—
—
Fuentes: Cuadro Estadístico de la siempre fiel Isla de Cuba (1829-1847). Noticias estadísticas de la Isla de
Cuba. Imprenta del Gobierno, Capitanía General y Real Hacienda por S.M., Habana, 1864.
Vale la pena aclarar que, los totales del año 1827, aparecm ca el índice general del Cuadro Estadístico de la
siempre fiel Isla de Cuba (1829) y no en la díslñbución por localidades. Por otra parte, sai ccvicluyentes los
datos sobre la concentración de estos establecimientos y, aunque algunos autores enfaticen que el consumo del
café era fundamentalmente doméstico, es sigjiiñcativo el hecho de que, «i la Ciudad de la Habana se CUCUKÍ-tren
en el año 1862, el 67% de estos establecimientos públicos.
318
ANEXO 7
Importación de café por
País
Brasil
Haití
Venezuela
Indias orientales inglesas
Indias occidentales inglesas
Nueva Granada
Total
Estados Unidos (1861-1862)
Importación
(Arrobas)
6.263,326
624,870
458,378
127,963
99,974
75,649
7.650,160
%
81,8
8
5,9
1,67
1,3
0,9
100
Fuente: Ramón de la Sagra. Cuba 1860, pág. 161.
ANEXO 8
Exportación del café de Cuba por países en el año 1860
País
Exportación
(Arrobas)
122,569
62,932
58,085
15,646
3,938
%
46,5
23,9
22
5,9
1.4
Francia
España
Alemania
Inglaterra
EE.UU
Total 263,170 100
Fuente: Ramón de la Sagra. Cuba 1860, pág. 161.
319
ANEXO 9
País
1827
1846
1862
Plantaciones y Producción de Café en
Plantaciones
2.067
1.670
782
%
100
80,7
37,8
Cuba (1827-1862)
Producción
(Arrobas}
2.883,428
1.470.754
741,542
%
100
59
26
Fuentes:
Cuadro Estadístico de la siempre fiel Isla de Cuba. Oñcina de las viudas de Arazoza y SOICT, imprenta del
Gobierno, Habana. 1829.
Cuadro Estadístico de la siempre fiel Isla de Cuba. Imprenta de Gob. y Capitanía General, Habana, 1847.
Noticias estadísticas de la Isla de Cuba. Imprenta del Gobierno, Capitanía General y Real Hacienda por S.M.,
Habana, 1864.
320