ESTUDIO DE LOS CONTENIDOS LITERARIOS
DE EL ATLANTE (SCT, 1837-1839)
SALVADOR F. MARTÍN MONTENEGRO
Natural de Murcia y nacido en 1799, Pedro Mariano Ramírez y
Atenza se trasladó en 1831 a Santa Cruz de Tenerife con "objeto de
tomar posesión de la herencia de su bisabuelo don Cristóbal Vandama"'.
Desde esa fecha hasta su muerte, acaecida en la misma ciudad en
1886, se reveló como una de las personalidades más relevantes de la
vida política y publicista isleña. En esta última labor inició pronto su
actividad, ya que en 1834, siendo oficial de la secretaria del gobierno
político, se hizo cargo por falta de licitadores de la edición del Boletín
Oficial de Cananas. Con una ventajosa posición adquirida como redactor
de la "gaceta provincial" y como funcionario del gobierno; con una
clara visión de la importancia social, cultural y política de un medio
de comunicación periódico independiente; con una no menor valoración
del aspecto comercial de la empresa; y bajo el amparo de una libertad
de imprenta restablecida por el gobierno Calatrava, este murciano
funda, al cesar su actividad en el boletín oficial de la provincia ^ El
Atlante, primer periódico impreso no oficial del siglo XIX en Canarias,
si no se toma en cuenta la 2." época del Correo de Tenerife.
El Atlante fue una publicación polémica, tanto por la personalidad
controvertida de su editor como por ser el primer periódico privado de
entidad con el que contaron las islas, si bien tuvo especial cuidado en
no extralimitarse en sus críticas a la autoridad, sobre todo cuando la
nueva legislación se hizo más restrictiva. Las criticas se agudizaron aún
más con la salida en marzo de 1837 de dos nuevas publicaciones. El
Tribuno y El Pigmeo, que se caracterizaron por mantener durante su
breve vida un constante pulso con el periódico de Ramírez. Cuando
ambos periódicos desaparecieron, por no poder hacer frente al pago de
1. VIZCAYA CARPENTER, Antonio: Tipografía Canaria, S. C. de Tenerife, Instituto
de Estudios Canarios, 1964, p. XXXIV.
Las siglas BOC y SCT utilizadas en este trabajo deben ser entendidas, respectivamente,
como Boletín Ofícial de Canarias y Santa Cruz de Tenerife.
2. RAMÍREZ, Pedro: "Comunicado", BOC, SCT, n. 267 (21-12-36).
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los 10.000 rs. de depósito previo que marcaba la ley para publicar un
periódico político, El Atlante quedó como único representante del periodismo
privado y su beligerancia se fue mitigando, reduciéndose a la promovida
por sus subscriptores. Con la salida del Diario Mercantil de
Canarias, en enero de 1838, se activó de nuevo, aunque por poco
tiempo, pues el diario falleció en marzo, la usada costumbre de las recriminaciones
entre periódicos.
1. RASGOS PERTINENTES
Dos son los períodos en los que se divide la historia de El Atlante,
a cada uno de ellos le precedió un prospecto, el primero editado separadamente
a finales de 1836, y el segundo inserto dentro de la publicación
en uno de los últimos días del mes de abril de 1837.
La primera época se enmarca entre el 1 de enero de 1837 y el 30
de abril del mismo año, cuatro meses, en los que sacó a la luz 88 ejemplares.
Comenzó siendo diario, excepto lunes, hasta el n. 16 (19-1). Después
se publicó cinco días por semana (martes, miércoles, viernes,
sábado y domingo), y se mantuvo así hasta el final de su primera
etapa. Esta periodicidad tan corta obedecía a que el formato de la publicación
era bastante reducido, 22 x 16 cms. En su defensa hay que decir
que todos los periódicos canarios impresos en 1837, a excepción del que
aquí estudiamos (a partir de mayo), tuvieron la misma dimensión. Ninguna
de las imprentas de Tenerife ya existentes antes de ese año imprimió
un periódico con medidas superiores, y eso que todas publicaron
al menos uno (Rioja el BOQ hasta julio, y El Tribuno; Bonnet el BOC
desde agosto y el El Atlante hasta finales de agosto; y la de la Universidad
de San Fernando El Pigmeo).
Constaba de cuatro páginas, cada una a dos columnas. En cuanto
a la impresión, realizada en la Imprenta Constitucional de Vicente Bonnet,
no se puede decir que fuera muy buena, aunque era mucho mejor
que la de Rioja. Se vendía al precio de 12 rs. (S.C. de Tfe.) ó 14 rs.
(Interior e islas, franco porte) mensuales, 2 reales más cara que cualquier
otra publicación isleña del momento. Incluso así, y teniendo en
cuenta su larga vida, parece claro que el público la apoyó con sus subscripciones.
De todos modos, no se debe olvidar que cuando mejoró su
presentación, formato, colaboraciones, etc. no varió ese precio, aun no
teniendo competencia, favoreciendo así a los abonados. A ella se deben
los dos primeros grabados al aguafuerte publicados en la prensa, uno
de ellos era una imagen del Teide (n. 33, de 11-2-37) y el otro, un
retrato de Juan de Bethencourt (n. 56, 15-3-37). Recuérdese que en el
270
Semanario Misceláneo Elemental... de Amat el padre Bermejo publicó
una lámina de las islas, que debido a un tórculo defectuoso no salió
con una buena impresión.
Tuvo puntos de subscripción en casi todas las islas, 8 en Tenerife,
1 en La Palma, Lanzarote y Fuerteventura respectivamente, y 3 en
Gran Canaria. Se repartía entre las siete o las ocho de la mañana en
la capital de la provincia, a las 9 en La Laguna y para las islas los días
de salida de los buques correo.
La segunda época se inicia en mayo de 1837 y finaliza el 31 de
marzo de 1839 con la desaparición del periódico. La primera variación
ostensible fue la de su formato, ya que dobló su dimensión y aumentó
sus columnas a tres. También se mejoró la presentación: letra más clara
compuesta de los caracteres entredós y lectura chica, algún adorno, etc.
A partir del n. 63 (23-8-37) se estampó en la Imprenta de El Atlante
(el n. 53 de 2-8-37 ya apareció con este pie de Imprenta), creada por
Ramírez para editar el periódico, si bien las mejoras tipográficas se produjeron
desde mayo. El cambio se llevó a cabo cuando Bonnet consiguió
la subasta del 50C para los últimos cinco meses de 1837, tras
rescindírsele a Rioja la contrata por incumplimiento de sus bases. La
imprenta del El Atlante variará de nombre al cesar la publicación, denominándose
Imprenta Isleña y siguiendo como propietario de la misma
Ramírez hasta 1857 en el que lo fue Juan N. Romero.
Redujo su periodicidad a cuatro días por semana (miércoles, jueves,
sábado y domingo), aunque por poco tiempo, puesto que a partir del
16 de octubre de 1837, además de los días citados, lo hizo los lunes.
Finalmente, desde enero de 1838 se editó a diario, al igual que el Diario
Mercantil de Canarias durante el primer trimestre de ese año.
El título escogido merece también un breve comentario. Con él se
alababa el orgullo de los canarios al recordar "que en este pequeño
Archipiélago viven los descendientes de un gran pueblo". Por supuesto,
no todos se tomaron este encabezamiento en ese laudatorio sentido, por
ejemplo, los estudiantes de la Universidad de San Fernando al elegir
como nombre de su biseminario el de El Pigmeo no hacían sino convertir
su título por vía de antítesis en clara burla del gran atlante.
A pesar de todas estas mejoras mantuvo sus precios sin cambios,
conservó los puntos de subscripción en las islas, añadiendo uno nuevo,
Cuba, donde se vendía a 1 peso fuerte al mes, franco porte.
Estas positivas reformas y la falta de competencia posibilitaron su
estabilidad y su permanencia durante 2 años y 3 meses, período largo
para una publicación primeriza, lo que dice mucho a favor de su editor,
pues habrá que esperar a la década del cincuenta para encontramos con
publicaciones que superen este tiempo de vida.
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2. SECCIONES Y CONTENIDOS
En el primer prospecto ^ de El Atlante, dos son los grandes fines
que se indican, "propagar la luces" y ser "saludable freno de las demasías
del poder". La primera de las opciones nada tenía de nueva, la consideración
de la prensa como medio de ilustración de los pueblos es
una afirmación dieciochesca que en el caso de Canarias se mantiene
vigente durante buena parte del siglo XIX. La agricultura, el comercio,
la economía y la industria son las materias por las que se muestra particular
interés, si bien, son las dos primeras las que a la hora de la verdad
más se divulgan, junto a la literatura, tanto en su aspecto recreativo
como educativo. No podemos hablar en sentido estricto de secciones,
ya que no existe ni un orden ni un espacio más o menos fijo para
su publicación. Aunque suelen insertarse entre las páginas 2 y 4, su
inclusión y su extensión dependen de la importancia dada a otros
temas, y un buen número de veces las encontramos entremezcladas con
ellos. Por eso, más que de secciones, en este punto hay que hablar de
contenidos globales de orientación divulgativa que pueden tomar la
forma de artículo, copiado o no de otras revistas, o de comunicado (se
insertaban gratis los de los subscriptores, siempre que fueran breves y
libres de porte). La cada vez mayor intervención de los lectores interesados
por los asuntos públicos y la conflictividad del momento provocaron
una disminución del espacio ocupado por este área.
El segundo de los fines, en cambio, lo vincula de algún modo con
la prensa política y hasta con la de partido, en un sentido amplio, aunque
sólo le estuviera permitido dedicarse a los llamados "intereses materiales".
Ateniéndose a este principio se proponía denunciar los abusos
y reclamar la observancia de la ley, defender todo pensamiento útil destinado
a mejorar la administración de las islas y exigir que algunas
leyes generales se acomodaran a las particularidades del Archipiélago.
En todos los casos el marco geográfico de la crítica política quedó reducido
de forma expresa a las propias islas, haciéndose voluntaria dejación
del derecho a analizar los temas de carácter nacional. Esta posición conservadora
de El Atlante será imitada pronto por otras publicaciones,
lo que unido a las dificultades legales impuestas a la prensa política y
a los restrictivos modos de los gobernadores civiles explica ese tono
doméstico que singulariza a muchos de los periódicos isleños de la primera
mitad del siglo XIX.
3. Prospecto de El Atlante, S.C. de Tenerife, Imp. Constitucional de Vicente Bonnet,
1836, 3 págs.
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Estos contenidos se desarrollan en particular por medio de las comunicaciones
de los lectores y de los alegatos que en su propia defensa
publican los personajes objeto de la crítica. También se vislumbra en
la selección y extracto de las noticias. De todos modos, y al margen
de estos apartados, no podemos hablar tampoco de secciones acotadas,
puesto que lo político tiñe otras múltiples colaboraciones.
Donde sí se reconoce, en cambio, una mínima estructura regular es
en el área de noticias locales, nacionales y extranjeras, que suele aparecer
en las primeras páginas. Asimismo podemos hablar de sección en
los avisos y anuncios, como la entrada y salida de buques, precios de
productos, subastas, estreno de obras dramáticas, venta de bienes, etc.
que aparecen en la cuarta página ocupando una mínima extensión. También
se ofrecen de manera regular, aunque selectiva, las sesiones de la
Diputación Provincial, los decretos y órdenes del gobierno, las decisiones
de las Cortes, etc. La edición del Boletín de las Leyes y Decretos
por la misma empresa, primero como apéndice de El Atlante y luego
como revista individualizada, explica la progresiva minoración de estos
contenidos en las columnas de la publicación de Ramírez, así como su
orientación hacia las sesiones de las Cortes o las de la Diputación Provincial.
El 26 de abril de 1837 se publicó en el n. 85 de El Atlante un
nuevo prospecto" en el que se anunciaban las mejoras y las características
que desde mayo tendría la publicación. Se produce este cambio
en una coyuntura diferente a la que le vio nacer, es decir, existe una
ley de imprenta específica, han desaparecido El Tribuno y El Pigmeo,
la conflictividad política parece remitir, etc. En este distinto entorno afirmar,
como hiciera en su nacimiento, que la prensa había de ser la
"segura garantía de la libertad" carecía de objeto. En este renovado programa
para nada se mencionan las cuestiones políticas. Por contra se
da una imagen, hecha realidad al editarse, de diversidad y solidez que
antes no tenía. La mayor capacidad del periódico permitió el desarrollo
de muchos más contenidos de una forma más completa y racional; pero
si bien aumentaron los redactores y las colaboraciones, el excesivo cuidado
que se tuvo en la critica de personas e instituciones y en la selección
de noticias no demasiado polémicas, junto a una selectiva criba
de las opiniones remitidas por lectores, obHgó al editor a rellenar los
espacios libres con préstamos de otras publicaciones nacionales o extranjeras,
cuyas opiniones extractadas o no ya habían sido sancionadas. Con
ello, a la vez que se reducían los trabajos de elaboración y confección
4. "Prospecto de la nueva forma que recibirá el Atlante desde el día 1.° de mayo próximo".
El Atlante, SCT, n. 85 (26-4-37), pp. 3-4.
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de los textos, así como los costes, se evitaban los riesgos de la censura
\
Frente a la mezcolanza de contenidos de la primera época, en esta
segunda encontramos una estructuración más armónica y sistemática:
bloques de materias añnes en secciones con o sin epígrafe, inserción en
un orden (siempre flexible) de esos bloques, ocupación proporcional,
etcétera.
Las secciones que abrazó y su ubicación (únicamente de forma aproximada)
pueden ser sintetizadas de la forma que sigue: 1. Extracto de
las sesiones de Cortes y de la Diputación provincial (pp. 1-2); 2. Noticias
locales, nacionales y extranjeras (pp. 1-2); 3. Artículos de fondo y
comunicados de la redacción, de los lectores, subscriptores, etc. (pp. 2-3);
4. Variedades (carácter misceláneo): literatura, artes, agricultura, anécdotas,
descubrimientos, etc. (pp. 3-4); 5. Anuncios y avisos: embarcaciones,
ventas, estrenos, etc. (p. 4).
Más de la mitad de su mancha estuvo ocupada por las secciones 3
y 4, que se extendían, en mayor o en menor medida, desde la página
dos a la cuatro. La intención de Ramírez era clara, mantener la
empresa, para ello nada mejor que, por un lado, expresar la opinión
del público o comentar la actualidad local, lo que se canalizaba por
medio de los subscriptores, que eran generalmente los únicos a los que
se les publicaban los escritos, o de los redactores; y por otro, entretener
e ilustrar al lector con anécdotas, historias, poesías, adelantos técnicos,
costumbres inusuales, biografías célebres, charadas, etc. Lo dicho no significa
para nada que el resto de las secciones carecieran del favor del
público, sería impensable afirmar que El Atlante se mantuvo durante
tanto tiempo sólo gracias a ellas, sino que mientras estos apartados crecieron
desmesuradamente, los otros, aunque también fueron potenciados,
no lo hicieron en la misma medida.
3. CONTENIDOS LITERARIOS
3.1. Narrativa
Este tipo de colaboraciones no formaron parte de las columnas de
la publicación sino meses después de su sali<ia, coincidiendo con el cambio
de formato y de estilo que se produjo a partir de mayo. La razón
5. Sin embargo, tampoco se vio libre de ella, pues el n. 57 del 12 de agosto de 1837
fue denunciado. V. Luis Maffiotte, Los periódicos de las islas Canarias. Apuntes para un
catálogo, Madrid, Tip. de Alfredo Alonso, 1905-7, p. 30.
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quizá haya que buscarla en esas variaciones que le permitieron ampliar
el espacio de escritura y que vinieron acompañadas de la desaparición
de toda competencia periodística y la minoración de los contenidos políticos.
Con el formato que mantuvo hasta mayo era difícil insertar narraciones,
porque la extensión de éstas constreñía el desarrollo de otros
apartados.
La fragmentación es la forma obligada de edición y ésta se lleva a
cabo, salvo las excepciones que confirman la regla, por medio de 2, 3
ó 4 subdivisiones que suelen insertarse entre las páginas 2 y 4, al tratarse
de textos de no excesiva longitud. Además, debido a que son en
su casi totalidad obras copiadas de otras revistas, han de ser adaptadas
a la "mancha" que la publicación normalmente reserva para tales menesteres
y que varía según la mayor o menor extensión de las otras materias
del periódico. Esto ocurre a menudo, por ejemplo, "El duelo se despide
en la iglesia" o "De doce a una" de Mesonero Romanos, publicados
cada uno de forma unitaria en el Semanario Pintoresco Español'',
en El Atlante ocupan respectivamente tres números. Asimismo "Zenobia"
de Eugenio de Ochoa, que vio la luz en El Artista en dos entregas',
aquí lo hace en cuatro. Esto supone una manipulación de la obra
original que hay que tener en cuenta, porque se rompe la unidad primigenia
al reconvertirla en un texto por entregas por disposición del
funcional criterio del editor.
Puede ocurrir también, aunque en menor medida, que el texto literario
extralimite su tamaño usual; pero casi siempre lo hace en detrimento
de contenidos o temas no noticiosos o de escasa actualidad, tales
como anécdotas, utilidades, charadas, disposiciones, comunicados asépticos,
etc.
Uno de los rasgos que singulariza a El Atlante es el alto número
de artículos, noticias, etc., que sin reparo recoge a modo de préstamo
de otros colegas. Este fácil acopio de materiales también es visible en
la mayor parte de las colaboraciones literarias, y dentro de ellas son
las de carácter narrativo o seudonarrativo las que con más frecuencia,
por no decir casi siempre, revisten esta característica. La tendencia general
es la de que las composiciones líricas y la critica e información teatral
estén en buena parte en manos de autores nacidos o afincados temporalmente
en Canarias, mientras que los cuentos, las descripciones, los
cuadros de costumbres, los episodios históricos anovelados, etc. recaen
6. El primero ve la luz en las pp. 225-8, y el segundo en las pp. 312-3, del Semanario
Pintoresco Español en 1837 (v., José Simón Díaz, Semanario Pintoresco Español [Madrid,
¡836-1857], Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1946, p. 173).
7. Se publicó en las pp. 44-7 y 55-9, tomo primero (v., José Simón Díaz, El Artista,
Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1946, p. 131).
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en creadores foráneos, de los que los peninsulares forman el bloque más
numeroso. Menos representativos son los extranjeros, si bien dentro de
estos, son los franceses e ingleses (respecto a la lengua, no a la nacionalidad),
los de mayor frecuencia de aparición. Los autores isleños se
insertan de manera tan escasa que son irrelevantes. Salvo excepciones,
como sucede con "Memorias de un entusiasta" de Ricardo Murphy y
Meade, fragmento de una pretendida narración que no llegó a publicarse
y seguramente realizarse', y que trata de un desterrado a Tenerife
por motivos políticos, no podemos hablar de textos narrativos, porque
la mayor parte son descripciones, impresiones, etc. como "Fragmentos"
de A.P.M., pintura de una festividad sacra en cuatro momentos, víspera,
mañana, tarde y noche, que sirve de contrapunto a la melancolía
del relator; o "El sueño" de Sansón y Grandy', composición de nulo
valor, en la que por medio del viaje interior el autor vierte sus opiniones
artísticas y se lamenta de la desdicha de no poder hacer realidad
sus ensueños. Todo ello nos informa de la tendencia, más lírica o dramática
que narrativa, que personaliza en sus inicios la labor literario-periodística
de los románticos canarios.
En 1842 la Revista Isleña afirmó que la falta de competidores hizo
que El Atlante decayera de forma progresiva, dedicándose a llenar "sus
columnas con copias literales de otros papeles". Esta consideración, que
ha tenido eco en otros autores, como Maffiotte o Pizarroso, nos ha
legado una imagen incierta del periódico de Ramírez, porque si bien
no se puede negar el uso excesivo de retales periodísticos ajenos, éstos
no son tantos como podría pensarse por las escuetas, pero determinantes
aseveraciones con las que se le ha querido etiquetar. Si lo comparáramos
con otros periódicos isleños posteriores de menor o parecido
formato, vida y periodicidad, no se podría mantener sin serias matiza-ciones
la afirmación de la Revista Isleña. Por otro lado, el uso de prendas
ajenas en parte de la mancha de un periódico no es en sí mismo
un rasgo que lo invalide, si así fuera, pocos podrían ser hoy tenidos
en cuenta y no seguramente los mejores. Hágase el expurgo de la
prensa isleña, antes de la llegada del telégrafo y de la regularización de
los servicios de correos y transporte, quitando las noticias nacionales
y extranjeras, las variedades, los artículos divulgativos, los discursos polí-
8. Si bien José Plácido Sansón y Grandy da la noticia de la existencia de esta obra
en su "Estudios biográficos. D. Ricardo Murphy y Meade" (La Autora, SCT, n. 40,
4-6-48, p. 315), luego reproducido con el título de "Noticia biográfica de D. Ricardo Murphy
y Meade" en la edición de las obras postumas de Murphy (S.C. de Tfe., Imp. y Lib. de
Vicente Bonnet, 1854, se publicó en 16 entregas en El Eco del Comercio desde el 9 de
junio de 1854), no hay constancia de que viera la luz, ni que fuera acabada.
9. Firma esta composición con la inicial N.
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ticos, el folletín, el parte oficial, etc. y comprobaríamos que no hay
tanta información de primera mano como se cree.
Ahora bien, en lo que toca al área que intitula este epígrafe, la
dependencia, como ya se dijo, fue casi absoluta; pero habría que achacarla
a la falta de interés o capacidad de los habituales colaboradores
literarios de El Atlante, como Ricardo Murphy, Sansón y Grandy, Gon-zaga
del Mármol, etc. más interesados por la lírica o la crítica teatral.
A falta de textos propios. El Atlante ocupó sus páginas con un
mosaico de composiciones entresacadas de un variado número de publicaciones.
Esta selección, meritoria en algunos casos por la calidad de
las obras escogidas, no brilló precisamente por sus altas cuaüdades estéticas,
pero supuso, ante todo, para la minoría lectora un acercamiento
regular y cotidiano a una literatura, la romántica, a través de un conjunto
de escritores, si no representativos muchos de ellos bajo el punto
de vista de la historiografía literaria, sí plenos de actualidad. En este
sentido, es justo reclamar para El Atlante el haber sido uno de los instrumentos
más importantes para la implantación del nuevo gusto literario
en las islas.
El Atlante publicó textos sacados de, entre otros. El Panorama
(Madrid, 1838-41), revista de literatura y artes a cargo de D. Manuel
Antonio de las Heras; El Guardia Nacional de Barcelona, de tendencia
moderada desde 1837; No me olvides, semanario de literatura y bellas
artes dirigido por Jacinto de Salas Quiroga, que publicó 41 números
desde el 7-5-37; La Paz (Madrid, 1838-39); El Artista (Madrid, 1835-
36), revista literaria publicada por Eugenio de Ochoa y Federico
Madrazo; Semanario Pintoresco Español (Madrid, 1836-57), semanario
a imitación del Penny Magazine y el Magasín Pittoresque, que dirigió
inicialmente Mesonero Romanos; El Porvenir (Madrid, 1837), diario conservador;
y El Paraíso (Madrid). Cuantitativamente fueron El Panorama,
El Guardia Nacional, El Paraíso, Semanario Pintoresco Español
y El Artista, los que más a menudo merecieron la atención de El
Atlante. De todos ellos, destaca El Artista por un doble motivo, primero,
por el especial fervor que los redactores de la empresa de Ramírez
mostraron por él como propagador de las ideas románticas (recuérdese
que en los primeros años del BOC fue una de las pocas revistas
de la que se recogieron composiciones literarias) y segundo, por destacarse
del resto por su mayor número de colaboraciones y por ser el
único que había dejado de existir antes del nacimiento de El Atlante.
Bajo el punto de vista del lugar de edición, la prensa madrileña
ocupa un lugar preponderante, si bien la inserción de artículos de publicaciones
no metropolitanas, v. gr.. El Guardia Nacional, merece ser
señalado. En cuanto a las traducciones, pocas son las que tuvieron el
277
honor de la reimpresión ("Las dos mellizas" de Arlincourt, "Aventura
de un estudiante alemán" de Washington Irving, "Recuerdos de España.
Juana" de Henrique Cornille, etc.), si las comparamos con los escritos
de autores nacionales. Este rasgo tiene su razón de ser en la postura
de defensa que la publicación muestra por los escritores españoles, y
que si en la prosa narrativa queda demostrado por el alto número de
colaboraciones, en lo que respecta al teatro se manifiesta abiertamente
en las criticas dramáticas, donde se aconseja a los directores que prefieran
las producciones propias contemporáneas de mérito, a aquellas
obras extranjeras de mediocre valor que saturaban la escena. Por otro
lado, es normal que los autores estén representados por una o dos obri-tas.
Los que sobrepasan estas cifras no lo hacen en demasía, v.gr., Eugenio
de Ochoa, 3; Mesonero Romanos, 5; etc. También pertinente son
los textos anónimos (o publicados como tales) o que carecen de indicativo
de procedencia. La diversidad y la actualidad autorial marcan
al conjunto de lo editado (José de Espronceda, Luis González Bravo,
Pedro de Madrazo, Sebastián López Cristóbal, Eugenio de Ochoa, José
Augusto de Ochoa, Mesonero Romanos, etc.). Esta variedad dentro de
la unidad supone un acicate para el lector, quien de forma habitual
puede acercarse a una literatura "moderna", redundante y vacua habi-tualmente,
que entretiene su ocio y nutre su imaginación a un precio
no excesivo.
Es sabido que el libro durante el romanticismo sufre una verdadera
revolución en casi todos sus niveles: caracteres, ilustraciones, papel,
tamaño, encuademación, forma de venta, recursos técnicos, etc.'"; uno
de los resultados más significativos de este cambio es el aumento de la
cantidad y variedad de ejemplares y, por ende, del público lector, si lo
comparamos con períodos anteriores. Sin embargo, el libro romántico
no resultaba barato, más aún en provincias donde los gastos de envío
resultaban onerosos para el comprador. En Canarias, en estos años, esta
limitación revestía cierta gravedad al ir acompañada de problemas de
intercomunicación, altísima tasa de analfabetismo, escasa riqueza, reducida
población urbana (principal destinataria de los envíos), poco desarrollo
del comercio editorial y librero, etc. Un dato bastante significativo,
en este sentido, es la corta cantidad de anuncios de venta de
libros de literatura por o sin subscripción, en unidades o en colecciones,
que no sólo encontramos en El Atlante, sino en el BOC de estos años
y en los restantes colegas que les acompañaron. Habrá que esperar al
comienzo de la década del cuarenta para encontrarnos con una mayor
10. Véase ARTIGAS-SANZ, M. Carmen de, El libro romántico en España, Madrid,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1955, 4 vols.
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vitalidad en el mercado del libro. En el ínterin, estas cortas narraciones,
descripciones o escenas que cotidianamente estampaba la empresa de
Ramírez iban abonando un terreno ya de por sí fértil a tales iniciativas.
Si nos atenemos a los datos, el lectorado no muestra especial simpatía
por las descripciones literarias de objetos o paisajes del tipo de
"Las delicias de Aranjuez" y, en general, por la descripción en sí, aunque
lo descriptivo esté interpolado en buena parte de todo lo que lee.
Busca, sin embargo, que los temas no literarios de carácter descriptivos
sean inusuales ("El camaleón", "El Kranker o gran serpiente marina",
etcétera) e incorporen una cierta porción de "buen estilo".
La pintura de caracteres y la escena o crítica de costumbres, en cambio,
con su pintoresquismo descriptivo, con su mirada tipológica sobre
la realidad, sus chascarrillos insustanciales, su fácil humor y sus dosis
de "moralina", tuvieron una representativa presencia, pero no tanta
como se podría esperar de un "genero" de ampUa aceptación entre los
lectores de periódicos y que, como afirma Ucelay da Cal, nace o se
crea como forma independiente e individualizada gracias a la prensa".
Como era lógico fue Mesonero Romanos quien ocupó un lugar preponderante
con su Panorama matritense, y quien dio a su vez con su obra
la medida de lo que había de entenderse por artículo de costumbres.
Con ello se ejempUfica una vez más cómo, "desgraciadamente, el que
triunfó, y no sólo por aquellos años fue el costumbrismo de "El
Curioso Parlante", estudio bastante chato de usos populares —bajo pueblo
y burguesía media—, tipificación sumaria de clases sociales en ejemplares
lo más lejos posible de toda singularidad" ".
De Mesonero Romanos se publicaron seis de sus composiciones del
Panorama, casi todas ellas bastante representativas, como su crítica al
romanticismo ("El romanticismo y los románticos"), su parodia de la
tercería ("Escenas de buhardilla"), o sus ironías sobre las costumbres
funerales ("El duelo se despide en la iglesia"). Al margen de Mesonero,
otros artículos vieron la luz, de los que cabe mencionar: "Soliloquio
de un burro de basura", censura a los servicios de limpieza pública; o
"El peso duro recortado", sobre la delictiva costumbre de rebajar el
peso de las monedas. Todos ellos venían a ser un contrapunto a la exaltada
imaginación romántica, que aunque puesta en tela de juicio se veía
respaldada por la favorable acogida de los lectores. Se puede decir que
11. UCELAY DA CAL, Margarita: Los españoles pintados por sí mismos (1843-
1844). Estudio de un género costumbrista, México, El Colegio de México, 1951, p. 31.
12. MONTESINOS, José F.: Costumbrismo y novela, 5 ed., Madrid, Ed. Castalia,
1983, p. 51.
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la narración breve de corte romántico, lo que conocemos como cuento
romántico, es lo que realmente llama la atención del lectorado de El
Atlante, que además se ve favorecido por la actitud de los redactores,
ganados también a la nueva causa.
La redundancia de temas y argumentos singulariza al conjunto de
las narraciones, asi como la poca calidad de la mayoría. Las historias
de amor con sus duelos, abandonos, seducciones, venganzas, desengaños,
nobles caballeros, jóvenes calaveras, tiernas huérfanas, amantes
apasionadas, etc. y, cómo no, con sus trágicos desenlaces y forzadas tramas,
son las que forman el bloque más compacto y abundante. No faltan,
como era de esperar, los ambientes medievales como "El castillo
del espectro", con su mezcla de elementos fantásticos, trágicos y amorosos;
o "Beltrán", que desarrolla el tema del caballero que por amor
se convierte al islamismo. Así mismo, encontramos anécdotas o episodios
de figuras históricas, Pedro el Cruel ("El zapatero de viejo de Sevilla"),
Napoleón ("Bonaparte y la condesa de L... T"), Carlos V ("Un
episodio de Carlos V"), etc. Los sucesos, elementos o argumentos sorpresivos,
extraordinarios y raros abundan, y no faltan historias como
la del estudiante que se vuelve loco tras comprobar que la mujer que
recogiera en la calle había sido guillotinada el día anterior ("El estudiante
alemán"), el desgraciado final de unos novios al enterarse de que
son hermanos ("Recuerdos de un bautizo"), o la enamorada que mata
a su amante creyendo erróneamente que va a abandonarle ("Recuerdos
de España. Juana"). Igualmente repetitivos son los lugares, grandes ciudades
(París, Ñapóles, Londres, Madrid, etc.), pueblos o zonas poco
transitadas de la geografía nacional, y la escenografía: oscuridad, tormentas,
calles en penumbra, salones, conventos, paseos, castillos, etc.
En fín, otros muchos elementos podrían ser citados, pero consideramos
innecesario su enumeración teniendo en cuenta sus claros valores paradigmáticos,
que es precisamente lo que se ha querido demostrar.
3.2. Teatro
3.2.1. Anuncios. La necesidad de dar la mayor publicidad posible
a las obras que se estrenan, tras el desarrollo de la actividad dramática
en las islas a partir de principios de la década del treinta, generaliza
en la prensa el uso de un corto espacio dedicado a esta labor, con la
doble función de atender al público y favorecer a los cómicos.
Desde el inicio de su andadura El Atlante incorpora esta clase de
información, sin cambios diferenciales respecto a su antecesor el BOC.
280
Lo normal es encontrarla en la última columna de la cuarta página ocupando
un reducido espacio. Los elementos que la forman suelen ser
mínimos, título de la obra, nombre del autor, fecha y hora de la representación,
número de actos, carácter, etc., si bien podemos encontramos
con anuncios de mayor amplitud y variedad con datos del tipo: orden
del espectáculo, título del saínete, precios, nombre de los actos de la
obra principal, nuevas decoraciones, lista de piezas de la temporada,
beneficios, etc.
En 1837 aparecen estos avisos en enero-febrero, aunque encontramos
otros con el rótulo de "Teatro" de julio a diciembre, que anuncian el
espectáculo de muñecos mecánicos de Juan dal Ponte y Mariana PeruUi.
En 1838, de enero a agosto y de noviembre a diciembre. Y en 1839,
de enero hasta el 18 de marzo. Las lagunas informativas entre períodos
se deben a tres motivos, primero, a la inexistencia de representaciones
en los períodos de intervalo que se dan a lo largo del año teatral, por
finalización de la temporada regular o por carencias o disolución de las
compañías. Segundo, a la publicación de los avisos de estrenos en otros
periódicos. Y tercero, al propio deseo del editor o del empresario, que
en un momento dado no considera necesario la inserción. Los anuncios
normalmente no aparecen a la vez en más de un periódico, por eso se
busca uno de periodicidad diaria o cercana a ella y con una amplia
base de lectores que permita que la pieza sea conocida con la antelación
necesaria por el mayor número posible de espectadores, algo de
sumo interés dado los cambios continuos de la cartelera. En este
aspecto. El Atlante ofrecía más ventajas y no es de extrañar que la casi
totalidad de los avisos aparecieran en sus columnas, aún más cuando
se quedó sin competidores. Durante el período de vida de El Atlante,
sólo El Tribuno, desde finales de marzo hasta finales de abril de 1837,
y el BOC, en febrero de 1839, incluyeron algunos anuncios. Del Diario
Mercantil no podemos hablar debido a que desconocemos el paradero
de sus ejemplares, pero presumimos que también publicaría algunos
durante su corta vida, piénsese que en el primer trimestre de 1838 El
Atlante sólo estampó siete anuncios.
Como es obvio estas carteleras teatrales sólo se hacen eco de las
representaciones dadas en S.C. de Tenerife.
3.2.2. Crítica. En el BOC la crítica teatral había sido una de las
secciones literarias de más interés para el lectorado y los comunicantes;
pero las páginas del boletín oficial se convirtieron en terreno abonado
para la polémica entre los llamados analistas teatrales, al teñirse sus artículos
de recriminaciones personalizadas. Salvo algún intercambio de puntos
de vista, la crítica que nos ofrece El Atlante no generó ni de lejos
281
la polvareda que se levantó en su día en el BOC. La razón habría que
buscarla sobre todo en la carencia de colaboraciones de esta clase en
el resto de los periódicos, y en la misma falta de periódicos que rivalizaran
entre sí. La realidad no deja lugar a la duda, El Tribuno y El
Pigmeo orientaron gran parte de sus esfuerzos a desacreditar la ideología
de El Atlante y formaron parte de su biografía sólo durante una
pequeña fracción de tiempo. Cuando sale a la luz el Diario Mercantil,
las aguas se habían remansado y las funciones teatrales regularizado,
pero la corta vida del mercantil diario no permitió sino un esbozo de
pluralidad de opiniones. El BOC, por su paite, desde 1837 no insertaba
artículos teatrales. De no haber existido el monopolio de El Atlante,
sin duda la crítica dramática hubiera presentado un aspecto mucho más
diverso, rico y controvertido del que tuvo.
Las críticas teatrales comenzaron a partir de febrero de 1838, ya que
el teatro estuvo ocupado desde julio hasta diciembre con representaciones
de muñecos mecánicos. Al respecto, Sansón y Grandy, con una no
disimulada alegría afirmaba: "¡Con qué placer he oído resonar voces
humanas sobre la escena! Harto de figurines, no puedo expresar las
agradables sensaciones que he experimentado las dos noches del
Domingo y el Martes" '\
Al margen de la colaboración aislada de algún lector, se puede decir
que sólo tres firmas merecen atención en este tema, a saber, José Plácido
Sansón y Grandy, Ricardo Murphy y Meade y Un Aficionado.
Todas ellas se circunscriben al período del primer semestre 1838. De
hecho, salvo excepciones, la crítica teatral queda reducida a esta etapa
específica.
Especial interés se muestra en ellas por la labor de los actores. En
general, aunque encontramos recriminaciones a sus actuaciones, éstas
no son excesivas, porque hay un cierto grado de comprensión de sus
limitaciones. Ahora bien, toda reconvención individualizada y púbUca,
aunque no sea agria en demasía o peque de benevolente, no suele ser
admitida de buen grado. En algún caso, la dureza de las amonestaciones
hace que el agraviado conteste a lo que él considera ofensa y crítica
parcial, como ocurrió con Bernardo Ramos, acusado de falta de memoria
y de estudio, causas ambas de que las piezas en las que aparecía
se deslucieran'". Más peregrino, pero no menos indicativo, es el caso
de la Sra. Ramos, que aunque siempre fue acogida con general aplauso,
se quejaba de que la nombraran en los "papeles".
13. P. C. "Teatro", El Atlante, SCT, n. 26 (26-1-38), p. 3.
14. Aficionado, Un "Teatro", El Atlante, SCT, n. 166 (15-6-38), p. 4.
282
Una parte de la crítica, la representada por el Diario Mercantil, no
consideraba de recibo analizar el trabajo de los cómicos y abogaba por
dejar que ejecutaran las piezas como podían o sabían: "que si lo hacen
bien aplaudiremos, y si mal, nos callaremos" ". Temía que los artículos
de Sansón y Grandy, bajo el seudónimo de P.C, provocaran como las
del Fígaro tinerfeño del año 36 la marcha de los actores. Por supuesto,
esta aseveración carecía de ponderación, pues sería demasiado otorgarle
al Larra isleño tal peso en la opinión pública, y lo que intentaba era
dar carta de naturaleza al conformismo, aun en el terreno de las bellas
artes.
El 25 de diciembre de 1835 se inauguró en Santa Cruz de Tenerife
el teatro de la Marina'^ que sustituía al provisional de la calle del
Tigre. El teatro se instaló en un almacén, un depósito de vinos que se
había quedado sin empleo " y que hubo de ser habilitado para su nueva
función todo lo buenamente que se pudo. De ahí que, más de una vez,
en las críticas lo que se trasluce es un cierto desaliento por no poder
contar con un edificio adecuado donde las obras no se resintieran en
su verosimilitud o calidad. En especial, las piezas románticas con su
"aparato teatral difícil", como refiere Sansón y Grandy, se veían seriamente
limitadas por la imposibilidad material de poner en escena parte
de sus elementos espectaculares. No se defiende que se destierren o
reduzcan este tipo de representaciones, sino todo lo contrario, aunque
"en la parte material estuviesen imperfectísimas '*, porque el público
manifestaba un crecido interés por ellas.
También en las revistas teatrales hay un esfuerzo por educar a los
espectadores y censurar las faltas de urbanidad. Ya desde el BOC está
presente esta perspectiva didáctica que intenta formar el gusto del
público y desterrar hábitos considerados impropios en un recinto teatral.
Por ejemplo, se reprende que en las situaciones más patéticas algunas
personas suelten la más estentórea carcajada, o que sin ningún respeto
algún "zángano" se asome por los bastidores en medio de la representación.
Estas impropias costumbres, unidas a otras de índole diferente,
como la de los actores que en vez de dirigirse al personaje con quien
debían hablar declamaban cara al público o los cambios de decorados
en mitad de los actos, disminuían en gran medida la ilusión teatral,
pero eran difíciles de erradicar.
15. M. M.: "Teatro", El Atlante, SCT, n. 69 (10-3-38), p. 3.
16. BOQ SCT, n. 167 (6-1-36), pp. 666-7.
17. CIORANESCU, Alejandro: Historia de Santa Cruz de Tenerife, S. C. de Tenerife,
Caja General de Ahorros, 1979, t. IV, p. 259.
18. P. C. op. cit., p. 3.
283
Otro apartado de singular importancia es el de la selección de las
obras y de los autores. En este caso lo que se intenta es subvertir los
valores vigentes. El crítico con sus opiniones presiona sobre la compañía
para que incluya en su repertorio el mayor número de piezas con la
impronta del nuevo gusto literario. Resulta interesante destacar que Sansón
y Grandy y Ricardo Murphy asumen a mitad de la década del
treinta el romanticismo con el mismo fervor que sus antiguos modelos
neoclásicos, con la diferencia de que éstos formaban parte de su educación
(ambos habían estudiado en la Universidad de San Fernando)
y aquéllos son asimilados de forma autodidacta, al margen de la academia,
a través de lecturas y experiencias personales ".
El teatro, leído o representado, fue un gran acicate en la fijación
del reciente descubrimiento estético. Tanto Murphy como Sansón y
Grandy encuentran en la crítica dramática un canal óptimo para comunicar
al público el fervoroso convencimiento romántico que les animaba.
Por eso, muchos artículos desvían su atención del objeto inmediato, la
representación, para justificar, apoyar o defender los postulados de la
novedosa escuela. Se aconseja que las compañías prefieran los autores
nacionales, especialmente los jóvenes, Muñoz Maldonado, Mariano
Rocar de Togores, García Gutiérrez, etc., y los grandes nombres del teatro
antiguo a los extranjeros. Algunas concesiones se hicieron, pero la
cartelera del período demuestra a las claras, al igual que en todo el
país, que las refundiciones o traducciones de obras extranjeras (mayo-ritariamente
francesas) ocuparon un lugar destacado, junto al morati-niano
Bretón de los Herreros. En opinión de Grandy, por otro lado
nada original, el teatro genuino español se sepultó con el defectuoso
José de Cañizares. Tras Lope de Vega, Moreto y Calderón de la Barca,
España vio de pronto "suceder a tan vivo resplandor una oscuridad
hondísima". El afrancesamiento y el servilismo a los preceptos del siglo
XVIII los sumió en el olvido. Pero "las cosas han cambiado, un espí-rítu
de nacionalidad ha cundido por el terrítorío español, y algunos jóvenes
de corazón osado y de hidalgas intenciones han jurado resucitar la
antigua escuela española"^".
Estas opiniones fueron contestadas por el Diario Mercantil, defensor
de posiciones más conservadoras, que consideraba que las obras de
Lope o de Calderón eran ya extemporáneas, asegurando que el público
19. En este sentido las confesiones de Grandy en sus Apuntes biografíeos, editados
fragmentariamente por Sebastián Padrón Acosta (Poetas canarios de los siglos XIX y XX,
pr. de Sebastián de la Nuez Caballero, S. C. de Tenerife, Aula de Cultura de Tenerife,
1978. Véase el capítulo dedicado a José Plácido Sansón y Grandy, pp. 9-27), merecen gran
atención porque aclaran algunos puntos sobre la recepción del romanticismo en las islas.
20. P. C: "Teatro", El Atlante, SCT, n. 61 (2-3-38), pp. 3-4.
284
antes de finalizar el primer acto de alguna de ellas quedaría profundamente
dormido. Llamaba, además, extravagancia el escribir en prosa
las obras dramáticas; aseveraba que no existia semejanza alguna entre
el teatro antiguo y el moderno, y, finalmente, defendía la función moral
o ejemplarizante del teatro.
El 6 de marzo 1838 publicó el Diario Mercantil estas afirmaciones,
pocos días después Ricardo Murphy salió en defensa de su compañero.
La respuesta de Murphy comprendía muy bien la sensibilidad de los
redactores literarios de El Atlante. Murphy defiende la afinidad de las
piezas contemporáneas con el teatro antiguo español y afirma la modernidad
de este último, porque en ambos se encuentran las nobles costumbres
caballerescas y el pundonor y orgullo de los antiguos hidalgos
de Castilla y Aragón. Reafirma su convencimiento de la importancia
de la ambientación histórica de argumentos contemporáneos y alaba la
imaginación romántica. En cambio, aunque sigue manteniendo que el
teatro no debe perder su ingrediente moral, apoya sobre todo la belleza,
porque no basta, nos dice, "para que un sermón sea bueno que encierre
una excelente lección, es preciso, además, que esté bien compuesto".
También hace suya la libertad de elegir el medio de expresión, ya que
la inspiración es la que dicta al artista el lenguaje que debe usar en
cada momento y no las normas preceptivas. Por último, y luego de
aconsejar jocosamente al Diario Mercantil que siga interpolando sus
colaboraciones literarias con las habichuelas y el aguardiente de Cataluña,
tiene especial cuidado en delimitar su entusiasmo romántico, afirmando
primero que hay obras del ingenio humano intemporales
segundo, que los preceptistas del dieciocho obraron en principio con
la idea de desterrar los abusos de las "imaginaciones fogosas", pero que
cayeron en el otro extremo; tercero, que el criticar los abusos en los
que incurrieron los ilustrados no significa negarles valor; y cuarto, que
el romanticismo es una reacción lógica al normativismo anterior y que
no puede ser analizado con esquemas neoclásicos. De ahí que en la
actualidad, se nos dice finalmente, haya dos bandos irreconciliables, clásicos
y románticos, y que sean estos últimos los que han llevado las de
perder debido a las extravagancias de ciertos autores mediocres alistados
en sus filas ^'.
Sebastián Padrón Acosta consideraba que José Plácido Sansón era
un poeta de transición entre el neoclasicismo y el romanticismo y que
estaba influido por Martínez de la Rosa en un rumbo y en otro". Esta
21. M. M., op. cit., ns. 69-70.
22. PADRÓN ACOSTA, Sebastián: Retablo canario del siglo XIX, ed., notas e índice
de Marcos G. Martínez, S. C. de Tenerife, Aula de Cultura de Tenerife, 1968, p. 242.
285
opinión se apoyaba sobre todo en las afirmaciones del propio Sansón
en su autobiografía, en las que reconocía la deuda contraída con el
autor de La Conjuración... y de la Poética, a la vez que manifestaba
que desde 1839 sus ideas literarias habían cambiado de orientación, al
repudiar los excesos del romanticismo y volver a sus antiguos modelos
ilustrados. No debemos entender en sentido estricto esta última aseveración,
porque una simple mirada a su producción nos descubriría lo
evidente, Sansón y Grandy no abandonó el romanticismo, sólo, como
un buen número de sus contemporáneos, lo atemperó. A nuestro entender,
ni éste ni Ricardo Murphy fueron escritores iconoclastas deseosos
de romper con sus lecturas dieciochescas, pero también no deja de ser
menos cierto que en el período de irrupción del romanticismo en Canarias,
al que coadyuvaron, sus querencias neoclásicas pasaron a un
segundo lugar ante la admiración que despertó en ellos la nueva sensibilidad
estética. En este sentido, las críticas teatrales nos informan con
nitidez de la asunción de este ideario: Larra, Eugenio de Ochoa, García
Gutiérrez, Víctor Hugo, Shakespeare, Rocar de Togores, Calderón de
la Barca, etc.
El 2 de junio de 1838 un comunicante envió una carta a El Atlante,
bajo el seudónimo de "Otro apasionado", en la que daba cuenta de
que había sido entregada a la compañía que actuaba en la capital una
tragedia de un joven hijo del país, pero sin obtener ningún resultado
favorable. Unos años antes, y con igual suerte, el mismo autor había
intentado que la compañía del Sr. Domínguez le pusiera en escena otra
obra. Ambos ejemplos, que demuestran lo reacio que eran los directores
a estrenar las pocas piezas de autores del país que se les remitían, tienen
gran importancia para nuestro tema, porque la joven promesa no
era otra que Sansón y Grandy. Poco tiempo después, el 27 de enero
de 1839, la compañía del Sr. Navarro representó el drama Elvira, al
que le seguiría el 2 de febrero del mismo año, la tragedia Atreo y
Tieste. Ambas obras eran de Sansón y Grandy. Estos estrenos vienen
a significar un reconocimiento artístico, anhelado por el autor, pero que
sólo se consigue por medio de su vinculación al periódico de Ramírez
y a Ramírez mismo. Sin duda, la prensa cumple aquí una función de
suma importancia, porque a nuestro entender ella facilita a Grandy la
posibilidad de protagonizar una porción de la vida cultural de su
entorno. No se piense que se trata de un caso aislado, no tendríamos
hoy en la literatura canaria ni la mitad de los autores que conocemos
si la prensa hubiera sido "una planta exótica".
3.2.3. Obras. La prensa no es el lugar adecuado para la publicación
de piezas teatrales, aunque de forma esporádica y por razones
286
nada periodísticas haya servido más de una vez para tal fin. Bien es
sabido que el lector de teatro es una "rara avis in terris" que poco
tiene que ver con el lector de periódicos. Esta rareza se acentúa en
colectividades donde el lectorado es minoritario como en Canarias. Por
contra, la falta de actividades dramáticas regulares obliga al aficionado
al arte dramático a suplir esta carencia con la lectura de los textos,
siempre y cuando pueda conseguirlos. Precisamente a dos de estos aficionados
se deben los dos únicos textos que editó El Atlante. No se
trata de piezas completas, sino de fi-agmentos, uno del drama romántico
Rodrigo de Sansón y Grandy y otro de una comedia, creemos que
de Ricardo Murphy, titulada ¡Un romántico! El uso del fi-agmento permite
aquí una mejor adecuación de los escritos a la estructura del periódico,
al hacerlos aparecer como cortos diálogos dramatizados, a la vez
que siguen cumpliendo la ftinción básica que se les encomienda que no
es otra que hacer público o adelantar parte de unas obras. Aquí el término
"ft'agmento" no debe ser entendido en su uso romántico, es decir,
como composición autónoma "que se ofrece como expansión espontánea
del alma del artista, concreción de una súbita inspiración de un
momento de arrebato creador"".
3.3. Lírica
Al contrario que la prosa narrativa o la crítica teatral, la poesía aparece
desde un primer momento. Hasta el cambio de formato lo hace
de forma esporádica y a partir de él de una manera regular y constante.
Lo normal es encontrarla en la página tres o en la cuatro, o en
ambas, entremezclada con las materias usuales en dichos espacios, variedades,
comunicados, charadas, avisos, anécdotas, etc. Su alta frecuencia
de aparición, comparable a la de los textos narrativos breves, la convierte
en una de las áreas literarias de mayor relevancia y a la vez en
uno de los apartados que más personaliza a la publicación de sus otros
colegas coetáneos. A diferencia de los textos en prosa, el número de
composiciones líricas de autores canarios o residentes en las islas es
superior a la de los foráneos. En cuanto a la cifra de autores cabe
hablar de una cierta igualdad relativa, mínimamente favorable a los
peninsulares. En cambio, los escritores extranjeros, salvo raras excepciones
(v. gr., Lamartine), brillan por su ausencia. Paradójicamente, en
todos los apartados literarios se tiende más a hablar sobre ellos, en especial
los ligados al romanticismo, que a incluir sus composiciones. Bajo
23. NAVAS RUIZ, Ricardo: El romanticismo español, 3 ed. renovada, Madrid, Cátedra,
1982, p. 119.
287
el punto de vista de la cercanía al ámbito de lo isleño, se puede decir
que los líricos canarios no le consagraron a la materia excesivos esfuerzos.
Encontramos algún poema aislado como, por ejemplo, "Una noche
de máscara" de Ricardo Murphy, en el que se ironiza sobre algunos
tipos (la vieja que por haber nacido en la Península quiere dar lecciones
de castellano a los canarios, el político oportunista, la joven dama malhumorada
por las máscaras, etc.); "El voluntario", del mismo autor,
composición en la que se alaba el patriotismo y la lealtad de los canarios;
o "Al Teide" de Sansón y Grandy, canto a la fragilidad de toda
grandeza en el que se intercala un fragmento dedicado a la raza guan-che,
a su valiente resistencia y a su triste fín, de interés por ser la primera
vez que el tema se literaturiza en la prensa ^\
Los textos líricos foráneos se recogen casi de los mismos periódicos
y revistas que hemos citado en el epígrafe de narrativa, si bien los préstamos
son menores, así como el número de autores recopilados. Algunas
de esas publicaciones fueron las que siguen, El Español Constitucional,
El Guardia Nacional, El Vapor, El Porvenir, El Correo Nacional,
El Panorama, El Tiempo, El Paraíso, El Artista y No me olvides.
No en todos los poemas se consigna la fuente de procedencia, por lo
que no podemos asegurar qué periódicos son los más usados. Teniendo
en cuenta sólo los textos de los que sabemos por distintos medios de
donde proceden, se puede aseverar que son El Artista y No me olvides
las dos revistas más utilizadas.
En el BOC los escritores no isleños ocuparon un lugar poco representativo.
En El Atlante, en cambio, se acoge favorablemente la poesía
peninsular contemporánea. Se puede decir que aquí también cumplió
fielmente con la labor de propaganda que se habían propuesto sus
redactores. Al igual que ocurrió con la prosa narrativa no es la calidad
por lo que deben ser juzgadas las composiciones recogidas, sino por la
variedad de poetas, ligados a una distinta sensibilidad creadora, que
acercó a sus lectores. La siguiente relación puede servir de confirmación
de lo que manifestamos: M. Alcaide, Salvador Bermúdez de Castro,
Gabriel García Tassara, Santos López Pelegrín, Gerónimo Moran, Eugenio
de Ochoa, Gregorio Romero Larrañaga, Jacinto de Salas Quiroga,
José Zorrilla, etc.
De obligada presencia fueron las poesías festivas, que iban desde la
sátira hasta el chiste fácil, pasando por la ironía o la típica humorada.
24. Sabín Berthelot publica en El Atlante los días 6 y 7 de mayo de 1838, con el
título de "Recuerdo de un viaje", sus impresiones poético-naturalistas de una excursión
a Tenerife. Es también el único texto en el que se dedica atención a aspectos particulares,
botánica, zoología, etc., de la realidad canaria.
288
normalmente representadas en epigramas, letrillas y décimas. Las más
intrascendentes, como los epigramas, se publicaban sin autoría como
reflejo de su poco valor. En general, su humor era fácil y sus temas,
motivos y personajes, tópicos (la mujer casada, el médico, la ignorancia,
el vicio, el matrimonio, etc.). Mención aparte merecen las composiciones
de Abenamar (Santos López Pelegrín), no sólo por su mejor hechura,
sino por tocar temas de actualidad ("El hombre del año 12", "Una
lágrima no más").
La poesía laudatoria a personajes, instituciones, conmemoraciones,
etcétera, es casi inapreciable, por lo menos en lo que toca a los escritores
peninsulares. Los elementos neoclásicos y antirrománticos, aunque
presentes quedan minorados por la mayor presencia de una literatura
de creación vinculada al espíritu del romanticismo.
Por su parte, entre los escritores isleños o residentes en el Archipiélago,
destacan Ricardo Murphy, José Llanos, Luis Gonzaga del Mármol,
José Plácido Sansón y Grandy y aquéllos que firman con las iniciales
A.P.M. y R.A. ^K En términos cuantitativos es José Plácido Sansón
con diferencia el de mayor número de colaboraciones, no sólo de
los de este grupo que citamos sino de todos los escritores literarios
incluidos en las columnas de la publicación. Se trata de una posición
privilegiada que habla a las claras del gran peso específico que el autor
tuvo dentro del periódico.
Ricardo Murphy no escribió para El Atlante sino unos pocos poemas.
Nosotros hemos contabilizado como seguros unos seis^'. Comenzó
insertando dos composiciones, una en enero y otra en febrero de 1837,
para luego colaborar sólo esporádicamente. Hasta abril de 1838, fecha
en la que abandonó Tenerife con destino a Inglaterra, sólo publicó una
y después de esa fecha, tres. Las dos últimas están escritas tras su par-
25. Bien pudiera ser que A.P.M. y R.A. sean el mismo autor. Ambos usan como nombre
supuesto de su amada el de Anfrisa. En cuanto a quién o a quiénes pertenecen estas
siglas, poco podemos agregar que no sean conjeturas. P. Marrero Diez hace uso de tal
nombre en "A Anfrisa cantando", BOC, SCT, 19-7-34, p. 56.
26. En El Atlante se publicaron dos fábulas bajo la firma "M". Murphy hizo alguna
vez uso de esta inicial, pero estas dos composiciones no son suyas, ya que fueron recogidas
del periódico El Panorama de Madrid.
En 1836, en las páginas del BOC, parte de la critica teatral estaba en manos de un
tal Juan el Chasnero. Sansón y Grandy al referirse a los plagios del Fígaro tinerfeño dice
que "sus robos encontraron al fin un descubridor en un joven de talento, ausente ahora
de su patria, y que reunía a un caudal escogido de conocimientos un chiste no común
en el decir". ("Sobre los plagiarios". El Atlante, 24-3-39, pp. 3-4). Cabe la posibilidad de
que se refiera a Ricardo Murphy, que había abandonado la isla con destino a Inglaterra
el 28 de abril de 1838.
289
tida, una de ellas, compuesta durante el viaje, está marcada por la nostalgia
("A bordo de la Rosabel, Mayo de 1838") y la otra recoge la
impresión que le causó la catedral de San Pablo. Dejando a un lado
los dos primeros poemas publicados, de tonos más circunstanciales, el
resto está marcado por el juego de contrastes y oposiciones que tanto
gustaba al autor, lo sacro y lo profano, alegría y tristeza, vida y
muerte, etc.
De José Llanos ya conocíamos algunos poemas de carácter laudatorio
impresos en el BOC en 1835 y 1836. Aquí no cambia de orientación.
Se trata de un poeta especializado en cantar a las conmemoraciones,
efemérides y personajes de relevancia pública. De las tres poesías
que estampa en El Atlante, dos están dedicadas a Espartero y una
al marqués de la Concordia (con motivo de su actuación en los sucesos
derivados de la epidemia de peste en Las Palmas de Gran Canaria).
Por supuesto, Llanos no monopoliza la función de vate de efemérides,
encontramos a otros, como es el caso de J.B.V., quien en julio del 37
da a luz una oda, un soneto y unas octavas en alabanza a la Constitución
y a Isabel IL
Luis Gonzaga del Mármol inició sus colaboraciones tardíamente, en
mayo de 1838, y las finalizó antes de acabar el mismo año. Al igual
que A.M.P. o R.A. tiende hacia los poemas amorosos: el recuerdo de
la mujer amada, la mujer como roca a la que se ase el amante, la
belleza que destruye la muerte, la pureza, etc. La causa de su súbito
silencio cuando hasta entonces había publicado regularmente, lo que nos
permite pensar que mantenía una óptima relación con la redacción,
tiene que ver con la enemistad que surgió entre él y Sansón y Grandy.
Fruto de ella fue la acusación de plagiario que éste, con toda razón
insertó en uno de los últimos ejemplares del periódico y con la que buscaba
desacreditarlo. Poco antes apareció otro artículo del mismo autor,
"Espíritu nacional", que creemos está referido al mismo asunto. En él,
Sansón y Grandy afirma que la hospitalidad de los isleños no debe aplicarse
"a algunos entes, que se presentan en un país con un aire chocante
de superioridad, vistiendo de galas ajerias sus enigmáticos escritos,
y ultrajando con sus expresiones donde quiera el mismo suelo que pisan
(...). El mirar con consideraciones en un pueblo a semejante clase de
hombres, copistas, plagiarios... y mucho más, sería no ya indulgencia,
sino la mayor relajación en las ideas morales"".
27. P. C, "Espíritu nacional", El Atlante, SCT, n. 439 (16-3-39), p. 3. Desconocemos
el lugar de nacimiento de Luis Gonzaga del Mármol. Si el artículo de Grandy se refiere
a él, parece claro cual no era su tierra natal.
290
Años después, en 1842, Gonzaga del Mármol, que ocupaba el
puesto de censor de teatro^', denunció por subversivo y antiespañol el
drama de Sansón y Grandy Hernán Peraza, que había sido realizado
por encargo de la Sociedad Dramática de Santa Cruz".
Grandy publicó más de una treintena de poemas, de los que la
mayoría fueron después reeditados en 1841 en el primer tomo de sus
ensayos literarios*. No forman un bloque homogéneo porque se recogen
composiciones escritas desde 1830 a principios de 1839, es decir,
de los 14 años a los 23. Hay una mezcla de poemas de distintas influencias,
por un lado, neoclásicas, como "A la grandeza del Criador", "Anacreóntica",
o "La zagala", y, por otro, románticas, como "¿Lloraré?
¿Reiré?... Mundo de cieno...", "En medio del pantano de la vida...",
"Young", "A un barco", etc. En el prólogo a su selección poética Ecos
del Teide de 1871, deja bastante claro ese momento de transición, lo
que nos exonera de mayores explicaciones. Dice el autor al referirse a
esas dos etapas:
En la primera se ve al clásico siguiendo la senda trazada por los preceptistas,
buscando sus imágenes en la mitología griega y romana, sin osar extralimitarse;
en la segunda aparece el romántico, alejándose "sistemáticamente" del camino
trillado, exagerándolo todo hasta rayar en la extravagancia".
Sansón y Grandy tiene una gran variedad de registro, no sólo por
la distinta sensibilidad que personaliza a los poemas de un período y
de otro, sino porque no se queda sólo en el planto amoroso y la sublimación
de la mujer. El siempre afirmó que la poesía había sido su
pasión dominante, nunca una distracción, siempre un sacerdocio. Busca
un objeto, sujeto o situación que concuerde con sus melancólicos sentimientos
o sus raptos de alegría: mujer, mendigo, amigo, guerrero,
niña, noche, mar, muerte, despedida, recuerdo, etc.; pero en el centro
de este constante mirar a todos lados late como arcano insondable la
pregunta qué es el poeta, qué la poesía. Grandy, que quizá careció de
una mirada más integral al paisaje que le rodeaba, es en el sentido vital
28. Gonzaga del Mármol fue nombrado censor de teatro por ausencia de Segundo
María Carros en enero de 1842. Ocupó el puesto hasta octubre del mismo año en que
fue sustituido por Francisco del Castillo Valero (v., Alejandro Cioranescu, op. cit., t. IV,
p. 356).
29. PADRÓN AGOSTA, Sebastián: Poetas canarios..., op. cit., p. 16.
30. SANSÓN Y GRANDY, José Plácido: Ensayos literarios de..., S.C. de Tfe., Imp.
de la Amistad, 1841, 3 tomos. El primero recoge una selección de poesías desde 1830 a
1939. El segundo, las tragedias Anacoana (1830), Aben-Hamet o El último abencerraje
(1834) y Atreo y Tieste (1834). Y el tercero, las poesías más recientes hasta la edición del
libro.
31. SANSÓN y GRANDY, José Plácido: Ecos del Teide. Poesías, Madrid, Imp. del
Colegio Nacional de Sordo-mudos y Ciegos, 1871, p. VIII.
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del término un "poeta", pero le falta, vamos a decirlo con una palabra
muy en boga en su época, verdadero genio.
4. CLÁSICOS Y ROMÁNTICOS
La controversia entre clásicos y románticos, o rutinarios y romanescos,
tiene su eco en las islas en la segunda mitad de la década del
treinta. Son, en especial, los redactores literarios de El Atlante, adscritos
a la estética romántica, los que mantienen con más calor sus posiciones,
aunque éstas se tiñen de un cierto grado de eclecticismo en algunos
momentos. El hecho de que, salvo cortos períodos, el único punto de
vista periodístico fuera el de El Atlante permitió el desarrollo de la literatura
romántica, pero no con un sentido exclusivista. El Atlante no
es una revista romántica, y aún menos clásica, es un periódico misceláneo
que en su parte fabulatoria atiende a la actualidad, por eso junto
a Mesonero Romanos o Santos Pelegrín encontramos a José de Espron-ceda
o a Eugenio de Ochoa, junto a una jocosa letrilla o una fábula
tropezamos con un recuerdo de amor prendido de una octava italiana
o un romance sobre las reconvenciones de Alfonso VI al Cid.
En el epígrafe dedicado a las críticas teatrales hemos comprobado
que los artículos derivaban de un modo indefectible hacia la expresión
o defensa del ideario romántico. Estos juicios respondían tanto al deseo
de informar a un público que no sabía a qué atenerse, como el de responder
a los llamados "clasiquistas" o "clásicos" que en puridad tenían
ideas bastante sumarias sobre el novedoso movimiento. Así mismo, la
selección de obras y autores en el periódico se orientaba a esa misma
necesidad, asi como los acercamientos a personalidades de prestigio, v. gr.
"Un día con Sir Walter Scott", "Madame George Sand", "Memorias
sobre Sir Walter Scott", "Shakespeare", etc.
En realidad, a excepción de los juicios interpolados en las revistas
dramáticas, muy pocos son los artículos dedicados en exclusiva a apoyar
o criticar el romanticismo. Aun así vale la pena detenerse en ellos.
El primero, cronológicamente, lleva por título "Romanticismo" y se
debe a la pluma de Sansón y Grandy, que firma bajo la inicial N. El
texto es una mezcla de Larra, Eugenio de Ochoa y Martínez de la
Rosa. Su interés radica en que se publica al poco tiempo de editarse
El Atlante, con lo que sirve casi de pórtico anunciador del gusto artístico
de la publicación, y por ser un intento de justificación y defensa
entre teórico e histórico del romanticismo, en un tono divulgativo ^^
32. N.: "Romanticismo", El Atlante, SCT, n. 4 (7-5-37), pp. 14-5. n.8 (14-5), pp. 30-
31; y n. 23 (10-6), pp. 2-3. También pueden comprobarse (...) primeros años del BOC.
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Para Grandy, el romanticismo no es un movimiento nuevo. El primer
romántico fue Homero, porque al crear su obra no escuchó otra
voz que la de su genio. Fueron otros, los preceptistas, los que consideraron
como inmutables algunos rasgos que en buena ley sólo pertenecían
al período histórico de la obra o a la obra misma. Tras largos
siglos de silencio el romanticismo renació con Dante, para ir poco a
poco desapareciendo con los autores que sucedieron a Tasso. A Francia
se debió la revitalización de las ideas "rutinistas" que invadieron toda
Europa y a Alemania el ser el refugio del romanticismo, de donde partió
de nuevo para extenderse por todas partes.
La libertad que se defiende es aquella ajustada a principios fundamentados
en la naturaleza. No se deben obedecer reglas arbitrarias que
van en perjuicio de la obra, como las unidades de tiempo y de lugar.
El autor no debe titubear en usar elementos opuestos, verso con prosa,
personajes altos y bajos, situaciones patéticas con risueñas, porque la
naturaleza toda es básicamente un contraste.
Tras aclarar algunos errores comunes en torno al movimiento, como
que es un género fácil o que su rasgo pertinente es el hacinamiento de
horrores, nuestro crítico, cuyas ideas nacen de la "convicción más profunda",
aconseja a todos que se alisten en sus filas y declara sin ambages
su admiración por el nuevo credo:
Entregado desde los más tiernos años a los trabajos artísticos, hemos meditado
bastantemente sobre las doctrinas de los dos bandos rivales que se disputan
la palma en la arena del campo literario; y el resultado de estas meditaciones ha
sido convencernos íntimamente de que el romanticismo es el género más conforme
con la naturaleza, y una emanación por decirlo así, del siglo del progreso
y de luces en que vivimos ^3.
El segundo artículo también pertenece al mismo autor, "Los románticos
y anti-románticos de Santa Cruz" y está firmado con su habitual
seudónimo en iniciales, P.C. ^^ Se trata de un breve texto en el que se
ironiza sobre estos dos bandos contrapuestos. El tono aquí es muy otro
del que antes hemos visto, porque lo que se critica es que el romanticismo
se haya convertido en la capital de la provincia en una moda,
en una pose:
Vas lector, al café, y un joven "a la derniere", con dos grandes rizos que
cubre sus despatilladas mejillas, flaco "¿Es V. romántico?" te pregunta... y añade
"¡Oh! ¡Yo lo soy furiosamente! ¿No ve V.? Es moda". Si vas a la plaza ¡Cielos!
33. N., op. cit., n. 23, p. 3.
34. P. C: "Los románticos y anti-románticos de Santa Cruz", El Atlante, SCT,
182 (1-7-38), p. 3.
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Allí todo es romanticismo. Romanticismo en la iglesia, romanticismo en el paseo
de la Concordia, en las confiterías, hasta en la carnicería, hay romanticismo. No,
no hay duda, aquí tiene su mansión el romanticismo... de los tontos! '5.
Le dolía al articulista este "romanticismo de los tontos" que impregnaba
el ambiente santacrucero. Para un sincero convencido de la hondura
y sinceridad de los Hugo, Dumas, Fígaro, etc., como era él, esta
desvalorización suponía una impostura inaceptable. La paradoja estaba
servida, el triunfo de la sensibilidad romántica había sido a la vez la
crónica de su fracaso.
Los dos últimos artículos que vamos a comentar no son de índole
diferente, pero sí de distinto signo. Se editan a finales de 1838 y en
ambos se satiriza el romanticismo. Como dice Ricardo Navas Ruiz, "a
medida que el romanticismo se imponía fueron apareciendo sátiras que
ponían en ridículo algunos aspectos del mismo y también la persona
del romántico"^'. El primero de ellos lleva el nombre de "La romántica"
y se trata de un retrato burlesco y deformante en el que se pintan
los "rasgos típicos" mediante los cuales se podía reconocer si una joven
había caído bajo el influjo del romanticismo. El segundo es el conocido
cuadro de costumbres de Mesonero Romanos, "El romanticismo y los
románticos", en el que el primer término del título se analiza por medio
de una reflexión general nada positiva, a modo de introducción, y el
segundo con una corta historia ejemplarizante, donde el autor a semejanza
del artículo anterior, acumula exageración tras exageración hasta
esperpentizar la figura del romántico. Como asevera José F. Montesinos,
"las sátiras de Mesonero, como la de los costumbristas antirromán-ticos,
tendieron siempre a ridiculizar exageraciones que nada tenían que
ver con la escuela, o insensateces y majaderías que del romanticismo
no tomaban sino grotescos detalles, gestos y actitudes extremosos"".
Ambas producciones se acercan, en lo que tienen de censura a ciertas
extravagancias, al último texto citado de Sansón y Grandy, con la
gran diferencia que aquí lo que hay es una clara inquina, mientras que
en el autor canario encontramos ante todo una denuncia de la adulteración
de las nuevas doctrinas, convertidas en puro adorno pasajero.
35. Ibidem.
36. NAVAS RUIZ, Ricardo: op. cit., p. 112.
37. MONTESINOS, José F.: op. cit, p. 54.
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