DEL LOIRA EN LA RIBERA EN TARDE CLARA.
LA APORTACIÓN DE PAUL ESTRADE A
LOS ESTUDIOS DEL DR. BETANCES
FÉLIX OJEDA REYES
(Instituto de Estudios del Caribe, Universidad de Puerto Rico)
Recuerdo que fue en abril de 1989, mientras participábamos en una
conferencia auspiciada por la Universidad de Puerto Rico, cuando le pregunté
cómo era posible que un francés -tan distante de nuestro suelo-, estuviese
interesado en estudiar la vida y la obra de Ramón Emeterio Betan-ces.
Me dijo entonces que es la Revolución cubana lo que le lleva al
estudio de José Martí, y examinando la vida del «libertador elocuente» se
tropieza en varias ocasiones con el revolucionario puertorriqueño. Paul Es-trade
queda impresionado. Ha descubierto a un hombre de trayectoria
ejemplar, a una figura esencial en la historia del Caribe al remate del siglo
XIX.
La figura portentosa de nuestro Betances la describe Estrade con muchísima
elocuencia. Betances es el propagandista y el organizador de la colonia
cubana de París. «Resulta profunda su concordancia con las grandes
líneas de la estrategia revolucionaria de Martí: no esperar nada de España,
de sus reformas tardías o mezquinas; no tratar de buscar otra solución que
no sea la independencia; alcanzar la misma mediante una guerra libertadora
ineludible, popular y rápida; unir a todos los patriotas, sin discriminación
de clase o de raza; desconfiar de la política norteamericana, abiertamente
expansionista; preparar junto con la independencia, las
condiciones de la República democrática futura».
Acto seguido, Estrade añade que «Martí y Betances se informan mutuamente
del desarrollo de la situación, mantienen una correspondencia
desgraciadamente extraviada. En 1894, cuando se unen los hilos decisivos
de la conspiración y surgen grandes necesidades financieras, se proyecta
incluso un viaje de Martí a París, que no llega a tener lugar. De esta manera,
los líderes respectivos de las luchas por la independencia de Cuba y
Puerto Rico, jamás tuvieron la ocasión de estrecharse las manos».
Con una labor tan destacada en la vida cultural y científica de Europa,
aparejada a su inquebrantable compromiso antillanista, Ramón Emeterio
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Betances está llamado a ser líder y portavoz de los cubanos residentes en
Francia. Apenas comienza la guerra por la independencia de Cuba en febrero
de 1895, a Betances se le confiere nombramiento de Agente Diplomático
de la República en Armas. Actúa, además, como Delegado del Partido
Revolucionario Cubano y preside el Comité Cubano de París.
Es sorprendente el cúmulo de trabajo por la libertad acumulado por el
doctor Betances en esos últimos años de su vida. Es aquel un período de
mucha devoción y servicio continuo a la causa independentista antillana.
Si en apretada síntesis tratamos de hacer inventario de las actividades desarrolladas
por él mientras ocupa los escaños cubanos, tenemos que destacar,
primero, su campaña ante las altas esferas del gobierno y la prensa
francesa para evitar o retardar los empréstitos que España pretende obtener
de la banca europea; segundo, la compra y acarreo de armas para el Ejército
Libertador de Cuba; tercero, el envío de combatientes a la guerra independentista
cubana; cuarto, la solidaridad con los presos políticos encerrados
en cárceles españolas; quinto, el cobro de contribuciones de guerra
a los propietarios de ingenios azucareros residentes en Europa; sexto, su
intervención en negociaciones diplomáticas con importantes figuras del
gobierno de España; y, finalmente, sus gestiones para acercar al movimiento
revolucionario de las Islas Filipinas con el proceso insurreccional
cubano.
Si todavía existieran dudas sobre la singular genialidad del médico de
Cabo Rojo deberíamos citar al profesor Estrade e informar que Betances
no tan sólo urde el Grito de Lares sino que además ayuda a liberar a José
Maceo del presidio español; pone en contacto secreto a los revolucionarios
de Manila con los de Cuba; compra clandestinamente armas en Austria, en
Bélgica y otros países de Europa; infiltra la embajada española de París; y
recomienda actuar con las armas poderosas de la discreción y del silencio.
Nuestro prudente compañero se acerca a la figura de Betances con todo
el respeto y la dignidad que tal gestión requiere. La primera investigación
que realiza Estrade sobre nuestro héroe nacional se publica en una revista
latinoamericanista de Toulouse. Esto ocurre en 1971. Por pura coincidencia
el trabajo llega a manos de José Luis González, que a la sazón es profesor
invitado en esa ciudad. A José Luis le gustó el artículo -nos confiesa
Estrade-, quien seguidamente añade que el distinguido escritor puertorriqueño
le anima a continuar la investigación sobre el Padre de nuestra Patria.
Mientras tanto, Estrade conoce en París a Carmen Vásquez Arce, profesora
de la Facultad de Humanidades del Recinto de Río Piedras de la
Universidad de Puerto Rico, quien le regala una obra clásica de nuestra literatura
histórica, el Betances de Luis Bonafoux.
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Por aquellos días Paul colabora en un texto de interés para todos: Ramón
Emeterio Betances. Las Antillas para los antillanos, publicado por el
Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1975. Los trabajos que integran ese
volumen fueron prologados, seleccionados, traducidos y anotados por el
escritor uruguayo Carlos Rama, quien nos entrega, en esa selección, una
imagen completa y abarcadora del procer puertorriqueño.
En 1994, Estrade da a la publicidad La colonia cubana de París 1895-
1898, una importante obra que tiene por subtítulo El combate patriótico de
Betances y la solidaridad de los revolucionarios franceses, publicada en
Cuba bajo el sello de la Editorial de Ciencias Sociales. En estos precisos
momentos la Universidad de Puerto Rico lanza una nueva edición del volumen
publicado en La Habana bajo el título de Solidaridad con Cuba libre,
1895-1898: la impresionante labor del Dr. Betances en París.
Las fuentes utilizadas por Estrade para armar su importante trabajo no
constituyen misterio alguno. Aunque dispersas, en general, son de primera
mano: cartas personales, informes oficiales, notas confidenciales, publicaciones
militantes, artículos, entrevistas y testimonios de contemporáneos.
Buena parte de esa información proviene de los archivos y bibliotecas de
la hermana isla de Cuba.
Así, poco a poco, enredado en los hechizos del Caribe, Estrade comienza
a insertarse en el Proyecto Betances, dirigido a recoger y publicar,
desde Puerto Rico, la obra dispersa del médico de Cabo Rojo.
Siempre he dicho que la relación de mi distinguido colega con el Instituto
de Estudios del Caribe de la Universidad de Puerto Rico se establece
gracias a los historiadores cubanos, particularmente gracias a los oportunos
señalamientos que nos hace Emilio Godínez Sosa, para quien Betances
siempre sería fuente inagotable de inspiración en la lucha por la Ube-ración
de las Antillas.
Lamentablemente, Emilio muere a temprana edad. Los puertorriqueños
nunca olvidaremos las palabras de gratitud del compañero cubano a
nuestra patria. Recuerdo que poco antes de su fallecimiento, en uno de
nuestros viajes a La Habana, me hace entrega de la dirección de Estrade.
Así, a principios de 1985, desde la ciudad de Nueva York le escribí al distinguido
colega. Su contestación no se hizo esperar:
Muy estimado amigo Félix,
Tu carta del 13 de mayo ha sido para mí una de las mejores noticias... de las
que me han llegado últimamente. Por fin, gracias a tu empeño y al de algunos
otros -entre los cuales estará Emilio-, lo supongo... se van a recoger y publicar
las obras completas del ilustre luchador, que tanto me cormiovió y dejó admirado
el día que lo descubrí, hace ya quince años exactamente.
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Algunos renglones más adelante, la misiva de Estrade termina diciendo:
Imaginarás pues con qué satisfacción... recibo tu amable e inesperada propuesta,
de la que te agradezco infinitamente y a la cual, sin dilación como ves, muy
ilusionado, y muy decidido a colaborar en lo que sea necesario con el grupo y con
el propósito que indicas, quiero contestar positivamente. Puedes contar conmigo.
Sin más por ahora, te saluda, agradecido, tu hermano en Betances. P. Estrade.
Es así como se origina ese enlace con la Universidad de París que creemos
fundamental, pues por un lado reafirma la importancia del trabajo colectivo,
pero también destaca la utilidad de los estudios betancinos en el esfuerzo
por comprender las construcciones de las nacionalidades en la
historia del Caribe.
Mientras tanto, con el pasar del tiempo descubro algunas marcas que
fortalecen nuestra amistad. Descubro, por ejemplo, que nuestros padres
militaban en el mismo partido. En Europa o en el Caribe mantuvieron con
mucha honra y con muchísimo sacrificio sus convicciones democráticas,
progresistas, revolucionarias. El Padre de Paul en la resistencia francesa.
El mío desde las filas del obrerismo rebelde, combatiendo el coloniaje de
Estados Unidos en Puerto Rico.
Así, poco a poco, sin prisa, pero sin pausa, hemos ido tejiendo este Proyecto
que ya reúne un acervo documental impresionante. Muchas cosas
nos han ocurrido desde entonces. Hemos visto nacer y morir muchas ambiciones.
Hemos visto pasar y desaparecer muchos amigos. Pero el proyecto
continúa.
Algunos éxitos hemos alcanzado. Además de publicar nuestros libros
(El anciano maravilloso y Pasión por la libertad, entre otros) fomentamos
el estudio de la vida y la obra de nuestro procer. En 1998, a cien años exactos
de los funerales de Betances, Paul se hallaba a nuestro lado cuando descubríamos
una tarja cincelada en mármol frente a la entrada del edificio
donde vivió el patricio en sus días postreros. El texto grabado en aquel pedazo
de piedra es de Paul. Dice así: «Aquí durante veinte años, exiliado por
sus ideas, vivió y ejerció la medicina un amigo de Francia, el Dr. Ramón
Emeterio Betances (1827-1898), abolicionista apasionado, propagandista
de la libertad y de la unión de las Antillas. Padre de la Patria Puertorriqueña.
Homenaje del Instituto de Estudios del Caribe de la Uiúversidad de
Puerto Rico y del Centro de Historia de las Antillas Hispánicas de la Universidad
de París VIII».
Bueno sería añadir que a fines de noviembre de 2001 Paul estaba junto
a nosotros participando en un evento que consideramos de extraordinaria
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importancia, la inauguración del Monumento a Betances, una impresionante
escultura vaciada en bronce, que descansa en base de granito negro
y pedestal de hormigón. El Monumento a Betances es obra del escultor
puertorriqueño Tomás Batista. A nombre del Instituto de Estudios del Caribe
y con la ayuda de Paul pudimos develar, frente a la Facultad de Ciencias
Sociales, esa impresionante pieza, levantada por nuestra Universidad,
en honor al «jíbaro más indócil de Puerto Rico».
Puntualicemos ahora un hecho confirmado. Paul Estrade no investiga a
Betances porque Betances estudia en París o porque deja escrita en francés
una obra üteraria amena, bella o apremiante. Menos aún porque le canta bellamente
a las riberas del Río Loira donde Paul tiene asentada su casa:
Tiemblan sus ojos negros
En embeleso,
Y sigue nuestro abrazo
Con dulce beso
Del Loira en la ribera
En tarde clara.
Cuando a abrevar conduzco
Mi fiel manada.
Paul tampoco estudia a Betances porque el puertorriqueño elogia la
Revolución de 1789 que sigue siendo la máxima aportación francesa a la
Historia universal de la libertad. Paul estudia a Betances porque Betances
representa lo mejor, lo más lúcido, «lo más fecundo de la etapa histórica
en la que Puerto Rico empieza a vislumbrar, entre tinieblas, un futuro propio
que fuese de prosperidad y de dignidad en la independencia».
Sirvan mis palabras para rendirle un pequeño homenaje de admiración
y respeto al compañero Paul Estrade por su dedicación académica, por su
consagración patriótica al estudio de la figura cumbre de la nación puertorriqueña,
el padre de la Revolución de Lares, un hombre silencioso que
ejercía con extraordinaria habilidad tres oficios muy discretos y muy peligrosos,
los oficios de médico, diplomático y el de conspirador impenitente.
Que este homenaje que le rendimos hoy al Profesor Emérito de la Universidad
de París VIII sirva para anunciar que muy pronto él, desde Francia,
y nosotros desde esta isla nuestra, comenzaremos a publicar las Obras
Completas del Padre de la Patria puertorriqueña. Para mi es un verdadero
placer, un honor si se quiere, colaborar junto a mi querido hermano en Betances,
en la publicación de estos trabajos tan importantes para la existencia
misma de la nación puertorriqueña.
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