M.I! DOLORES DOMINGO ACEBRÓN
LA PARTICIPACiÓN DE CANARIOS EN LAS GUERRAS
DE INDEPENDENCIA CUBANAS. 1868-1898
TEBETO
ANUARIO DEL ARCHIVO HISTÓRICO INSULAR
DE FUERTEVENTURA
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
TEBETO
ANUARIO DEL ARCHIVO
HISTÓRICO INSULAR
DE FUERTEVENTURA
(Islas Canarias)
ANEXO IV
«ESPECIAL 1 CENTENARIO DEL 98»
1998
SERVICIO DE PUBLICACIONES
DEL EXCMO. CABILDO INSULAR DE FUERTEVENTURA
ARCHIVO HISTÓRICO INSULAR DE FUERTEVENTURA
Puerto del Rosario, 1998
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TEBETO
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ISSN: 1138-4069
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MARÍA DOLORES DOMINGO ACEBRÓN
LA PARTICIPACIÓN DE CANARIOS
EN LAS GUERRAS
DE INDEPENDENCIA CUBANAS,
1868-1898
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AGRADECIMIENTOS
Mi agradecimiento más sincero al Catedrático
de Historia Contemporánea Manuel de Paz, y mi
admiración por su labor de difusión y apoyo para
el mejor conocimiento de la historia de Canarias y
América.
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A mi querida hija, América, a mis padres,
a Ana, mi hermana, y a Tomás, mi marido.
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ÍNDICE
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Páginas
PRÓLOGO .................................................................................... 17
INTRODUCCIÓN ......................................................................... 25
CAPÍTULO I
LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA, 1868-1898
1. Los canarios en Cuba............ ................................................. 33
2. Antecedentes conspirativos: la Guerra de los Diez Años, 1868-
1878........................................................................................ 36
3. La Guerra Chiquita, 1879-1881............................................. 45
4. La guerra de 1895 a 1898...................................................... 47
CAPÍTULO II
LA POSICIÓN DE LOS CANARIOS
ANTE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA, 1868-1898
1. La actitud de los canarios ante los movimientos de liberación
nacional cubano: Manuel Suárez Delgado y la Compañía
Rifleros de la Libertad ........................................................... 53
2. La posición de los españoles ante las guerras de indepen-dencia......................................................................................
59
3. La política represiva y los decretos de reconcentración del
general Weyler ........................................................................ 62
4. Los desertores del Ejército Regular español......................... 65
CAPÍTULO IJI
INCORPORACIÓN DE LOS CANARIOS
AL EJÉRCITO LIBERTADOR CUBANO, 1868-1898
1. Composición numérica del Ejército Libertador durante la Gue-rra
de los Diez Años (1868-1878) y la Guerra de 1895-1898 71
2. Incorporación de los canarios en el Ejército Libertador ....... 74
CONCLUSIONES... ................................. ...... ....................... ........ 83
APÉNDICE DOCUMENTAL ...................................................... 87
FUENTES ............. ................. ...... ........ ....... .......... ................ ......... 165
BIBLIOGRAFÍA ........................................................................... 169
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PRÓLOGO
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Este estudio de la doctora María Dolores Domingo Acebrón, al cual
la autora llama sencillamente «monografía», cuando supera obviamente
esa categoría, se inscribe oportunamente en una doble y fecunda trayectoria
investigativa: la que abarca, desde unos quince años, las relaciones
privilegiadas entre el archipiélago canario y la mayor de las Antillas a lo
largo de cinco siglos; la que contempla, en vísperas del aniversario de los
acontecimientos de 1898 en el Caribe hispano, el contenido y alcance
internacional de la última guerra de la independencia cubana.
Al revelar y analizar la participación de un contingente significativo
de «isleños» en las filas del Ejército Libertador cubano (el más nutrido de
los contingentes españoles, cuando el español en su conjunto era ya el
más numeroso de los contingentes no-cubanos en dicho Ejército), este
estudio viene a subrayar un aspecto nuevo de la siempre fuerte presencia
canaria en Cuba, a la vez que vuelve a poner de relieve, en términos
concretos, el carácter anticolonial de la guerra emancipadora.
Fueron 292 los canarios alistados en el Ejército «mambí» en la guerra
de 1895-98, según lo establecido por María Dolores Domingo Acebrón,
principalmente a partir del Archivo Carlos Roloff que se conserva en
Cuba. Comparado con el total de 70.000 soldados (cifra baja) que contó
este ejército, el aporte canario resultará modestísimo. En rigor es más
bien simbólico. Pero, ¡que símbolo más rico de evoluciones y potencialidades!
¡Qué evolución, en efecto, con lo que había ocurrido durante la Guerra
de los Diez Años (1868-78 )! Faltan datos cuantitativos, como lo observa
la autora, pero por los diversos testimonios que recoge, se sabe que
entonces la participación canaria en el primer Ejército Libertador fue
una participación aislada y excepcional, aunque algunos combatientes
alcanzaron un alto rango jerárquico. El más «estrellado» de ellos, el general
de Brigada Manuel Suárez, cuya limpia hoja de servicios se resume
aquí, bien merecería que se le dedicara algún día una auténtica monogra-
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fía. Pero, ¡qué evolución también si se toma en cuenta que al inicio de esa
«Guerra Grande», según los cálculos de Moreno Fraginals y Moreno
Masól
, casi el 25% de las tropas de «voluntarios» de La Habana y Matanzas
estaban integradas por nativos de la Islas Canarias! Éstas formaban
entonces la primera región española por su intransigente «integrismo».
María Dolores Domingo Acebrón trata de aclarar las causas de tanto
«desbalance», como dice, y propone explicaciones satisfactorias que se
podrían profundizar de disponer de mayor espacio. Señala acertadamente
que la guerra de 1895 empezó conforme a las consignas del Partido Revolucionario
Cubano (PRC) y a la línea unitaria que le dio José Martí.
Menos de un mes antes dellenvantamiento, Martí precisaba en las columnas
de Patria que «esta revolución no es, no lo fue antes, de cubanos
contra españoles, sino de los cubanos y de los españoles contra el gobierno
incapaz e incurable de España»2. Y en cuanto a los canarios -«isleños
» en la tradición lingüística criolla-, había apuntado que «ni es raro
que el hijo de las Canarias, mal gobernado por el español, ame y procure
en las colonias de España la independencia» y que «oprimidos como
nosotros, los isleños nos aman»'.
En el mismo artículo, que es un sentido elogio a un isleño hermaneado
con los patriotas cubanos, José Martí no dejaba de indicar que, a pesar
de aquel ejemplo, el gobierno español había logrado que hasta la fecha y
en su mayoría los canarios de Cuba se opusieran a las aspiraciones de los
cubanos a la libertad y no les brindaran su apoyo. La historiadora no
deja de mencionar tampoco, aunque no lo estudie, que aliado de la incorporación
comprobada de tres centenares de canarios en el ejército cubano,
hubo una incorporación aún más cuantiosa de inmigrantes canarios
de Cuba en lasfuerzas subalternas del Ejército español. Sería bueno tener
en el futuro un conocimiento más preciso de esta otra realidad, de este
fenómeno que se supone más urbano que rural. Por ser más natural o más
impuesto (uno y otro debieron existir), por ser menos problemático y menos
riesgoso, ese comportamiento pro español fue más frecuente que el
otro, subversivo, pero él no invalida lo que la autora, con independencia
I MORENO FRAGINALS, Manuel R., y MORENO MASÓ, José J.: Guerra, migración
y muerte (El Ejército español en Cuba como vía migratoria), Ed. Júcar, Colambres,
1993, pág. 97.
2 «Las noticias de Cuba y la impresión de los españoles de la Isla», Patria, Nueva
York, 26 de enero de 1895, en RIPOLL, Carlos: Escritos desconocidos de José Martí,
Eliseo Torres and Sons, Nueva York, 1971, pág. 161.
, «Los isleños en Cuba», Patria, Nueva York, 27 de agosto de 1892, en MARTÍ, José,
Obras completas, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963-1973, tomo IV, págs.
423-424.
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de juicio y franco anticolonialismo, quiere hacer resaltar: la valiente y
prometedora presencia de «mambises» de origen canario en la «guerra
de Martí».
No cabe duda que esta presencia significa un primer momento de
realización de la «nación soñada»: la ideada por Martí, la que empezó a
fraguarse en los clubes del PRC y en la manigua, la que pudo ser, pero
que no se concretó en 1898 por la intervención militar extranjera y por
los intereses clasistas de la dirigencia política doméstica.
¿ Traicionaron a España esos «mambises» oriundos de Canarias? Sólo
lo pensarán quienes hoy no comprendan cómo los antifascitas alemanes
pudieron unirse a los «maquis» de Francia contra la Warmacht nazi o
cómo algunos «pieds-noirs» pudieron combatir en Argelia en las filas del
FLN argelino contra las tropas coloniales francesas. Sólo lo pretenderán
quienes ignoren el planteamiento martiano: «Los españoles buenos son
cubanos».
María Dolores Domingo Acebrón explica, además, cómo dentro de la
constante emigración española a Cuba en el siglo XIX -un tema ahora
bastante bien dilucidado en España gracias a los trabajos de Consuelo
Naranjo, lordi Maluquer de Motes, Manuel de Paz y Manuel Hernándezla
emigración canaria, sin ser tal vez la más numerosa en los años inmediatamente
anteriores a la guerra de 1895, aunque sí lo era al estallar la
de 1868", es la de arraigo más viejo y la de mayor ruralización en 1895.
Estos dos rasgos hacen del «isleño» el más «aplatanado» de los colonos
españoles, el más apegado a la tierra cubana convertida por su labor de
«guajiro» en «su» tierra». Añadamos a esto el hecho de que las autoridades
gubernamentales coloniales solían adoptar, respecto a los canarios,
unas insidiosas actitudes discriminatorias. Solían distinguir entre los españoles
a los «peninsulares» y a los «canarios» (y únicamente a ellos), y
a veces solían considerar a estos últimos como medio africanos'. Recordado
este ambiente entenderemos mejor la rebeldía canaria, que no obedece
sólo a causas socio económicas inmediatas relacionadas con la grave
crisis de 1894-95 en el campo urbano. El acercamiento del isleño al
, En su interesantísimo libro La esclavitud blanca (Santa Cruz de Tenerife, 1992),
Manuel DE PAZ Y Manuel HERNÁNDEZ escriben (pág. 65) que <<la inmigración isleña
en Cuba es a mediados del siglo XIX porcentualmente superior a la del resto del Estado
español. En los censos de 1846 y 1862 se contabiliza un 58% de españoles, frente a un
42% de canarios».
5 Al abandonar a Santo Domingo en 1865, el gobierno español dispuso de la siguiente
manera la suerte de sus funcionarios: «que los empleados que quieran irán a Cuba y Puerto
Rico, y los de color, a las Islas Canarias». O sea, a un territorio español de segunda clase
y africanizado, en el caso de éstos.
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criollo no surge, pues, de un brusco cambio de mentalidad del primero. A
mediados del siglo XIX, Antonio Franchi Alfaro notaba ya que los canarios
«simpatizaban y encuentran amistad entre los criollos», y añadía que
«son sospechosos de ser políticamente apegados a los criol/os>}. Pronto
los habría solidarios y mancomunados.
El estudio que prologamos consta de dos partes, como se ha acostumbrado
al público culto y curioso a esperarlo de todo buen trabajo histórico.
No hemos comentado sino la primera. La segunda la constituye un
apéndice documental, compuesto por algunas piezas de interés y sobre
todo por las fichas individuales de los insurrectos canarios. No son tan
completas como las que rellenaron después de la guerra los empleados de
la Comisión Liquidadora de Pensiones y que han servido de base a otros
estudios (como el de Coralia Alonso sobre los castellanos en el Ejército
Libertador, aún sin publicar), pero proporcionan lo básico. Lo suficiente
para llegar a conclusiones fundadas, como lo hace la autora. Lo suficiente
para que otros emprendan investigaciones de otro tipo. No dudo que
muchos canarios, con antepasados y familiares en Cuba, deseen hojearlas
en la búsqueda del historial de algún deudo.
María Dolores Domingo Acebrón analiza debidamente esas afortunadas
fichas. Deduce de ellas y demuestra que el canario «medio» alistado
en la guerra de 1895 en el bando cubano era caracterizable así: era
soltero; sin instrucción; tenía menos de treinta años; procedía del campo;
se incorporó al comienzo de la guerra; combatió como soldado raso;
ingresó sobre todo en los cuerpos militares de Occidente (donde se concentraba
la población campesina canaria y en especial los vegueros).
Ahora, ¿cuántos perecieron?, ¿qué fue de ellos después del Tratado
de París? Las fichas no permiten contestar, aunque es de suponer en lo
tocante a la segunda interrogante que se quedaron todos o casi todos.
Pero ¿cuántos regresaron a su vega o a su finquita?, ¿se beneficiaron
algunos de alguna tierra del Estado?, ¿mejoró su condición?, ¿cuántos
pasaron a la Administración republicana, a la Guardia Rural o al Ejército
Nacional?, ¿ trasladaron acaso su experiencia a las agrupaciones canarias?,
¿ hasta dónde sobrevivió en ellas el recuerdo de su gesta? Como se
ve, quedarían muchos puntos por hurgar para ampliar el estudio de María
Dolores Domingo Acebrón, pero el mérito de éste es ya grande y
múltiple.
6 El texto, de 1856, figura en la página 154 del libro citado de Manuel DE PAZ Y
Manuel HERNÁNDEZ (efr. nota 4).
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Se apoya en un material informativo de primera mano y lo difunde.
Abre un nuevo espacio a la investigación científica sobre la historia «americana
» de los canarios y sobre la historia de la formación de la nación
cubana. Ubica la participación de canarios en las guerras de independencia
cubanas en una apretada síntesis histórica sobre esas mismas guerras
y sobre las características de la emigración canaria en la Isla. Contribuye,
para concluir, al estrechamiento de las relaciones entre las Canarias y
Cuba, y en este año en que se cumplen treinta y cinco años bochornosos
de agresiones y bloqueo a Cuba, no es tarea inútil ni baladí.
Agradecida y felicitada sea la historiadora, sobria y confirmada, que
todo aquello lo ha cumplido como si nada.
Paul ESTRADE
Catedrático de la Universidad de París VIII,
Director del Centro de Investigaciones sobre
«Historia de las Antillas Hispánicas» (HAH)
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INTRODUCCIÓN
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La existencia de un Convenio existente entre el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas y la Universidad de La Habana, que dirigía la
doctora Consuelo Naranjo con el Proyecto de Investigación titulado «La
inmigración hacia América, Cuba y Puerto Rico, 1880-1910», y mi pertenencia
al CSIC como Becaria Postdoctoral en el Departamento de Historia
de América, en el Centro de Estudios Históricos, con el tema de investigación
«La participación de españoles en el Ejército Libertador en Cuba,
1895-1898», fue lo que propició que fuese enviada para consultar los fondos
existentes en el Archivo Nacional de La Habana y principalmente el
Archivo Carlos Roloff.
Dicho archivo contiene una información fundamental para analizar la
pertenencia social de los integrantes en la última guerra de independencia,
así como su nacionalidad. El general Roloff fue nombrado después de
finalizada la guerra inspector general del Ejército Libertador, con el encargo
de realizar la liquidación de haberes de todos aquellos que habían
formado parte del Ejército Libertador.
En el desarrollo de la investigación comprobamos cómo de los españoles
que ingresaron en el Ejército Libertador el porcentaje más elevado
eran canarios. Y éste fue uno de los motivos que nos indujo a intentar
elaborar un estudio riguroso y científico sobre la aportación canaria a la
independencia de Cuba. E intentar valorar y comprender por qué sacrificaron
sus vidas, puesto que muchos quedaron sepultados en los campos de
Cuba y abandonar lo que tanto esfuerzo les había costado conseguir.
Sin embargo, respecto a la Guerra de los Diez Años (1868-1878) no
contamos con la documentación específica, y, por consiguiente, todos los
análisis cuantitativos realizados han sido muy escasos, los cuales han sido
obtenidos a través de las fuentes bibliográficas consultadas (Diarios de
Campaña, Memorias de los líderes rebeldes, etcétera).
Otro aspecto que debemos aclarar es el relativo al resto de los españoles
que ingresaron en las filas del Ejército Libertador en la última guerra
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de independencia. Un análisis comparativo consideramos que hubiera sido
importante. Algo similar ocurre para los extranjeros. Para lo cual contamos
con nuestra aportación para la Guerra de los Diez Años 1 y con la de
García del Pin02 y Bernardo Iglesias para la guerra de 1895'.
Ahora bien, los numerosos aspectos abordados en esta monografía y la
importancia del tema tratado ha hecho necesario limitar la investigación
exclusivamente a los canarios.
Asimismo, hemos consultado el fondo existente en la Real Academia
de la Historia de Madrid, denominado Colección Fernández Duro. Comprende
diez legajos y trata sobre la Guerra de los Diez Años durante los
años 1868 y 1870.
Las fuentes bibliográficas han sido consultadas en España, Cuba (La
Habana) y París. Respectivamente, en el Ateneo de Madrid, la Biblioteca
Nacional José Martí y la Bibliotheque Nationale de Paris.
La emigración canaria a Cuba ha constituido tema de investigación de
numerosos especialistas, entre los que destacamos a Julio Hernández\
Consuelo NaranjoS y Antonio Macías6
, que abordan el período cronológico
desde la primera mitad del s. XIX hasta comienzos del s. XX.
Estudios más puntuales, como, por ejemplo, los de Alejandro de la
Fuente1, que estudia la inmigración española en La Habana entre 1585-
1645; Francisco Castillo Meléndez8
, que analiza la emigración de familias
I DOMINGO ACEBRÓN, M.a Dolores: «La participación de los extranjeros en el
movimiento libertador cubano, 1868-1878», Cuba. La Perla de las Antillas, Actas de las I
Jornadas sobre Cuba y su historia, Ateneo de Madrid, CSIC, Doce Calles, Madrid, 1994,
págs. 167-179.
2 GARCÍA DEL PINO, César: «El caraqueño general del Ejército Libertador», Revista
de la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 1970, vol. XII, n.O 3, págs. 87-95.
3 IGLESIAS, Bernardo, y GONZÁLEZ, René: «Presencia extranjera en la Guerra del
95: estudio del Primer Cuerpo del Ejército Libertador», Revista de la Biblioteca Nacional
José Martí, La Habana, 1988, págs. 64-87.
4 HERNÁNDEZ GARCÍA, Julio: La emigración de las Islas Canarias en el siglo XIX,
Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1981.
, NARANJO ORO VIO, Consuelo: «Canarios en Cuba en el siglo XIX», VII Coloquio
de Historia Canario-Americana, Las Palmas, 1986, págs. 515-536.
" MACÍAS HERNÁNDEZ, Antonio: «Un siglo de emigración canaria, 1830-1930»,
Españoles hacia América la emigración en masa, 1880-1930, Alianza, Madrid, 1988.
7 FUENTE, Alejandro, y ROMERO ESTÉBANEZ, Leandro: «La inmigración en La
Habana, 1585-1645: un estudio de sus áreas de procedencia», Rábida, Huelva, 1990, n.o 8,
págs. 68-82.
R CASTILLO MELÉNDEZ, Francisco: «La inmigración de familias canarias a la Isla
de Cuba en el último cuarto del s. XVII», Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, 1983,
XL, págs. 411-467.
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canarias en el último cuarto del s. XVII, o el trabajo de Rosario Márquez",
que aborda el tema de los canarios a Cuba entre 1852 a 1855.
Las investigaciones resaltan la importancia de la emigración canaria a
Cuba y lo que significó social, económica y políticamente. Aunque algunos
de estos aspectos han sido los que han merecido menor atención. No
obstante, contamos con la valiosa aportación del historiador Manuel de
Paz l0, que ha analizado los aspectos políticos y sociales durante la última
guerra de independencia en Cuba. Y principalmente el «bandolerismo social
» y la conexión existente con los líderes revolucionarios, siendo numerosos
los ejemplos de bandidos que apoyaron los procesos insurgentes,
contribuyendo con su actitud anticolonial al proceso independentista cubano.
También contamos con el estudio de Marie Poumier 1 sobre el mito de
uno de los bandidos más famosos de Cuba, Manuel García.
Asimismo, el trabajo de Elena Hemández Sandoical2
, que analiza la
situación del soldado español a su llegada a Cuba; la dureza de las circunstancias
provocó la muerte de numerosos de ellos no por causa de enfermedades,
sino debido al hambre, seguido del cansancio y del agotamiento.
y nuestra aportación al poner de relieve el papel de los españoles en el
Ejército Libertador cubano en la guerra de 1895\J.
Por consiguiente, pretendemos cubrir el vacío historiográfico existente
sobre la participación de la comunidad canaria en el desarrollo político de
Cuba, y lo que esto supuso para la formación de la nación y de la identidad
cubana durante el largo proceso iniciado en la Guerra de los Diez Años
hasta la última guerra de independencia en 1898.
4 MÁRQUEZ, Rosario: «La búsqueda de un modo laboral capitalista en la economía
cubana. La emigración de colonos canarios, 1852-1855», Anuario de Estudios Americanos,
Sevilla, 1991, tomo XLVIII, págs. 557-584.
lO PAZ, Manuel, y RODRÍGUEZ DELGADO, Octavio: «Presencia canaria en el Ejército
Mambí, 1895-1898», Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 1991,
págs. 97-112.
- «Bandolerismo social e intentonas revolucionarias (1881-1893): La otra guerra de
Cuba», Tebelo, Anuario Histórico de Fuerteventura, Canarias, 1989, n.O 2, págs. 13-92.
11 POUMIER TAQUECHEL, Marie: Contribution a l'elude du banditisme social a
Cuba. L'histoire et le mythe de Manuel García «Rey de los campos de Cuba, 1851-1895»,
Editions L'Harmattan, París, 1986.
12 HERNÁNDEZ SANDOICA, Elena, y MANCEBO, Fernanda M.: «Higiene y sociedad
en la guerra de Cuba (1895-1898). Notas sobre soldados y proletarios», Estudios de
Historia Social, Madrid, n."' 44-47, año 1988, enero-diciembre, págs. 361-384.
Ll DOMINGO ACEBRÓN, M: Dolores: «La participación de españoles en el Ejército
Libertador en Cuba, 1895-1898», Revista de Indias, Departamento de Historia de América,
CSIC, Madrid, 1992, vol. LlI, n.'" 195-198, págs. 349-363.
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CAPÍTULO I
LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA,
1868-1898
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1. LOS CANARIOS EN CUBA
La emigración canaria a América se debió, por una parte, a la privilegiada
situación geográfica de las rutas intercontinentales del Atlántico y,
por otra, a la tradición migratoria desde finales del s. XVI, debido al elevado
índice demográfico de las Islas Canarias, favorecido por una estructura
económica bastante arcaica'".
En efecto, las condiciones favorables que durante los siglos XVI, XVII
y XVIII tuvieron los canarios para comerciar con América, y especialmente
con las Antillas, sin tener que pasar por el puerto de Sevilla, que era el
centro del monopolio mercantil español, propiciaron los intercambios con
Cuba".
La presencia isleña en Cuba es patente desde el último cuarto del
s. XVI y principalmente en actividades relacionadas con el comercio, el
movimiento portuario y en la incipiente producción azucarera. Así, según
una de las gráficas presentadas por Alejandro de la Fuente, los naturales de
Canarias representan entre finales del s. XVI y mitad del s. XVII el 14,5 y
el 29,5%, respectivamente, para la ciudad de La Habana y el 0,6% para
toda la Isla, siendo en este período los naturales de Andalucía los que
tienen el mayor porcentaje (41,4%) del total de la población y el 43,4%
para la capital de la Isla'!>.
Por consiguiente, los canarios que llegan a Cuba a comienzos del
s. XVII eran fundamentalmente labradores y se dedican al cultivo del tabaco
a orillas del río Caunabaco, en la jurisdicción de Matanzas, de ahí
que también fueran conocidos con el nombre de vegueros, que hace alu-
" HERNÁNDEZ GARCÍA, Julio: «La emigración de las Islas Canarias», Jarburch,
Alemania, 1976, n.o 13, págs. 132-150.
" LE RIVEREND, Julio: Historia Económica de Cuba, Ed. Pueblo y Educación, La
Habana, 1971, págs. 143 y ss.
16 lbíd. (7), págs. 75-81.
33
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sión a la vega donde se cultiva dicha planta. La producción era vendida a
los contrabandistas, piratas y corsarios.
Las siembras se fueron extendiendo hasta la orilla del río CanasÍ y a
las estancias conocidas como Ceiba Mocha. Y de esta forma los canarios
se establecieron en las zonas de Matanzas, que ya desde su fundación
contó con 30 familias procedentes de Canarias, entre quienes se sortearon
30 solares. Y añade Rivero Muñiz que «en unos tiempos en que las labores
del campo eran realizadas principalmente por esclavos, el canario luchó
para no ser explotado, y optó por dedicarse al cultivo del tabaco»17.
Ramiro Guerra corrobora esta actitud de los canarios de defender sus
posesiones y sus riquezas hasta el límite, principalmente en la zona de
La Habana y MatanzaslR
• Y también el historiador Julio Le Riverend l9
destaca cómo los cultivadores de tabaco eran principalmente provenientes
de Canarias, aunque también había algunos hijos de la tierra, quienes
«se aferraban al pedazo de suelo que encontraban, sea cerca de la ciudad
o mucho más lejos, dentro de haciendas, mercaderías o realengos.
Eran colonizadores por excelencia, puesto que se instalaban en lugares
muy diferentes del país»lo. Incluso se enfrentaron con los hacendados,
obteniendo un régimen de excepción, ordenado por el gobernador Salamanca2l
•
En La Habana los vegueros permanecieron bajo las Ordenanzas de
Cáceres, en las grandes haciendas se volvieron arrendatarios o
mayoritariamente trabajaban como aparceros, constituyendo un extracto
campesino bastante importante22
•
Según Antonio Macías, el total de canarios en 1852 fue de 45.81423
•
Tampoco hay que olvidar que cuando comienza la Guerra de los Diez
Años en 1868 desciende la emigración por cuestiones obvias; y es a partir
de estos momentos cuando se promulgó el Real Decreto de 27 de octubre
de 1877, que disponía la distribución gratuita de tierra a los desmovilizados
del Ejército y los voluntarios de guerra, y de esta forma los españoles
17 RIVERO MUÑIZ, José: Tabaco, su historia en Cuba, Instituto de Historia, La Habana,
1965, tomo 1, pág. 161.
18 GUERRA SÁNCHEZ, Ramiro, y otros: Historia de la Nación Cubana, Ed. Historia
de la Nación Cubana, La Habana, 1952, tomo V, pág. 61.
lO LE RIVEREND BRUSONE, Julio: Problemas de la formación agraria de Cuba,
siglos XVI-XVII, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1992.
2(, Ibíd., págs. 178-179.
" Ibíd" pág. 179.
22 Ibíd., pág. 179.
21 Op. cit. (6), págs. 173-175.
34
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
pertenecientes al Ejército Regular español se encontraron convertidos en
migrantes privados24
•
Incluso apunta la historiadora Fe Iglesias que esta fue una táctica organizada
y preparada por las autoridades españolas, con el fin de contrarrestar
las posiciones independentistas de algunos sectores criollos25
•
Otras causas favorecieron la emigración a Cuba. Cuando se generaliza
la navegación a vapor los precios de los pasajes descienden; en 1862 un
pasaje a La Habana costaba 700 pesos y en 1889 era de 340. Con estas
facilidades, desde enero de 1878 hasta octubre de 1880 emigraron un total
de 12.961 personas. Aunque la salida masiva se produjo en la década de
1880, así sólo durante dos años, 1885 y 1886, salieron 5.263 isleños. Y
Cuba continuaba siendo el principal destino. A su vez, la mejora de la
situación económica en Canarias favoreció que los emigrantes temporeros
no tuvieran que verse obligados a tener que ir por el sistema abusivo de las
contratas26
•
En la primera mitad del siglo XIX algunos de los hacendados más
progresistas muestran una preocupación sobre el incremento de la población
negra esclava y el temor de una sublevación27
, abogándose por la
necesidad de campesinos blancos. Elaborándose los primeros proyectos
para la fundación de nuevas poblaciones con familias canarias28
•
Incluso tenemos noticias que ya a finales del s. XVII tenemos el caso
de la ciudad de Matanzas, lugar que debe su nombre al de «massacre»,
debido a la masacre de indios que vivían en el lugar. El terreno perteneció
al monasterio de Santa Clara y el rey Carlos II lo compró para fundar una
villa y promulgó la Ordenanza Real de 25 de septiembre de 1690. Se
escogió un emplazamiento donde había algunas cabañas de pescadores.
En 1693 se levantaron las primeras casas, enviándose 30 familias de Canarias
para comenzar a poblarla29
•
24 MALUQUER DE MOTES, Jordi: Nación e inmigración: los españoles en Cuba,
ss. XIX y XX, Ed. Júcar, Asturias, 1992.
" IGLESIAS, Fe: «Características de la inmigración española a Cuba, 1904-1930»,
Españoles hacia América la emigración en masa, 1880-1930, Alianza, Madrid, 1988, págs.
274-275.
26 Ibíd., págs. 173-197.
27 Op. cit. (8), págs. 300-301.
2X NARANJO OROVIO, Consuelo, y GARCÍA GONZÁLEZ, Armando: «Antropología,
racismo e inmigración en la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana»,
Asclepio, Madrid, vol. LXIII, fascículo n, págs. 139-163.
29 D'HESPEL D'HARPONVILLE, Gustave V: La Reine des Antilles ou la situation
actuelle de l'/le de Cuba. Gide et Baudry, Editeurs, París, 1850, págs. 127-129.
35
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
Pero es a partir de 1831 cuando la Junta de Fomento de La Habana se
encargó de fomentar la traída de trabajadores isleños, que fue un éxito,
frente al fracaso que habían supuesto los proyectos de catalanes, vascos y
gallegos, siendo estos trabajadores isleños los que sustituyeron a la mano
de obra esclava por la asalariadaJo. Y además contribuyeron a aumentar la
población blanca.
Por último, y para comienzos del s. XX, contamos con la valiosa aportación
que nos ofrece Consuelo Naranjo en el análisis cuantitativo de la
colonia canaria. El número total de españoles según el informe elaborado
el 21 de septiembre de 1931 era de 625.466, representando los canarios
el 7% y destacando en estos momentos gallegos y asturianos, con un 37 y
un 33%, respectivamente'].
2. ANTECEDENTES CONSPIRATIVOS: LA GUERRA
DE LOS DIEZ AÑOS, 1868-1878
El largo proceso que se produjo en Cuba para conseguir la independencia
del colonialismo español estuvo marcado por una serie de conflictos
que se iniciaron a finales del s. XVIII, con la rebelión de los esclavos
de Camagüey (1796), Y a comienzos del s. XIX, la Conspiración de Aponte
(1812), la Conspiración de la Escalera (1843-1844), todas brutalmente
reprimidas \2. Sin olvidar las conspiraciones masónicas. De los Soles y
Rayos de Bolívar (1822-1824), del Águila Negra31 (1829) y de la Cadena
Triangular y Soles de la Libertad (1829). Esta última, según algunos autores,
fue una trama inventada.
La implantación de la masonería en Cuba data de finales del s. XVIII,
entre los años 1762 y 1763. Durante la ocupación inglesa, el Regimiento
n.O 48 de tropas irlandesas, que permaneció en la Isla hasta el 6 de julio de
1763, constituyó una logia militar, la n.O 218 del Registro de Irlanda, según
consta en la patente de masón de Alexander Cokrun, fechada en La
'" Ibíd .. págs. 143-144.
l) NARANJO OROVIO. Consuelo: «Canarios en Cuba en el s. XX», Cabildo Insular
de Gran Canaria, Las Palmas, 1986, págs. 528-536.
" ESTRADE, Paul: «Observaciones sobre el carácter tardío y avanzado de la toma de
conciencia nacional de las Antillas Españolas», Ibero-Americana Pargensia. Praga,
Suplementum, 1991, n.O 5, págs. 24-25.
" El general Santa Ana sostuvo la conspiración de cubanos en México llamada del
«Águila Negra». El poeta José María Heredia, que había participado débilmente, fue condenado
a muerte, mientras que el poeta Teurbe Tolón fue el instigador del movimiento en
Matanzas. Cfr. POUMIER, Maria: Abufar-Abdala. Aspects tragiques de la cubanite. 1820-
1880, Histoire des Antilles Hispaniques, Publications de I'Equipe de Recherche de
I'Université de Paris VIII, París, 1992, pág. 56.
36
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
Habana el 3 de mayo de 1763, que reproduce Miranda Álvarez en «La
Historia documentada de la Masonería en Cuba»'"'.
Posteriormente, el movimiento anexionista estuvo protagonizado por
el general Narciso López. Según los informes enviados desde la Legación
de España en Washington en 1849, se había organizado una «Junta Central
promovedora de los intereses políticos de la Isla de Cuba», que defendía la
anexión de Cuba a Estados Unidos". Y como respuesta al interés de los
cubanos de «sacudirse del dominio de la Metrópoli». Los integrantes de la
conspiración eran los siguientes: Narciso López, González, Macías y
Villaverde, los Iznaga, Madams'ó -abogado habanero que era el alma del
Club Secreto de Nueva York-, Pedro Agüero, Betancourt -también otro
rico habanero de Puerto Príncipe-, el joven Victoriano Anieta y O' Sullivan,
que había escrito algunos trabajos sobre la vida de López y que era cuñado
de Madams. A pesar de que contaban con importantes apoyos de algunos
banqueros de Nueva York, que en un principio habían ofrecido grandes
sumas y más tarde se habían negado a dárselas17
•
La desunión entre todos los conspiradores provocó que se formara una
nueva junta, denominada Junta Suprema Secreta, dirigida por José Aniceto
Iznaga, Gaspar Betancourt Cisneros, Victoriano Arrieta y Cristóbal Madams,
y que poco tiempo después cambiaría su nombre por el de Consejo de
Organización y Gobierno Cubano's.
" DOMINGO ACEBRÓN, M: Dolores: «La Masonería durante la Guerra de los Diez
Años, 1868-1878», en Masonería, Revolución y Reacción. Instituto de Cultura Juan Gil
Albert, Alicante, 1990, tomo n, pág. 977.
De la misma autora ver también: «Francisco Arredondo y Miranda: Masón y Mambí»,
en Masonería y América. Cáceres, Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española,
1993, tomo n, págs. 629-635.
Asimismo ver la Tesis Doctoral presentada en la Universidad de La Laguna y dirigida
por el historiador MANUEL DE PAZ de CASTELLANO GIL, José Manuel: Masonería
Española en Cuba, Sta. Cruz de Tenerife, Centro de Cultura Popular Canaria, 1996, 415 págs.
" Carta (reservada) de D. A. Calderón de la Barca al gobernador de la Isla de Cuba.
Legación de España en Washington. Washington, 15-Xn-1849. Cfr. Archivo Histórico
Nacional, Sección: Ultramar, Legajo n.o 3.681.
lb La familia Madams residía desde hace muchos años en la ciudad de Matanzas. El
padre, Joaquín Madams, procedía de las Islas Canarias; dedicado al comercio, tiene tres
hijos varones, de los que el mayor era Cristóbal, y cinco hijas. Son de posición acomodada
y viven del producto de sus propiedades. Carta de don José Folguera al gobernador y
capitán general de Cuba, Gobierno Militar de Matanzas. Matanzas I1-IlI-1850. A.H.N.,
Sección Ultramar, Legajo 3.681.
.n Carta (reservada) de don A. Calderón de la Barca al capitán general gobernador de
Cuba. Legación de España en Washington. Washington, 23-II-1850. Cfr. Archivo Histórico
Nacional, Sección Ultramar, Legajo n.o 3.681.
18 GUERRA SÁNCHEZ, Ramiro; PÉREZ CABRERA. José M.; REMOS, Juan J., y
37
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
La expedición que López intentó llevar a Cuba según el artículo de
prensa publicado en Estados Unidos el 30 de enero de 1850, contaba con
el apoyo de «los más hábiles y ricos cubanos que se sentían con el corazón
dañado por el actual sistema tiránico y degradante que existía en Cuba».
Asimismo, tenían el apoyo de los estados esclavistas del Sur de los Estados
Unidos, pues esperaban que Cuba formara con el tiempo parte de la
Unión y un estado de esclavos de la mayor consideraciónJ9
•
La expedición fracasó y López fue condenado a muerte por Gutiérrez
de la Concha, cumpliéndose la sentencia de garrote vil elide septiembre
de 1851.
Uno de sus más estrechos colaboradores, Manuel Macías, publicó en
París en 1851 un folleto titulado La Question de Cuba, donde hacía una
comparación con las expediciones del general Miranda para liberar Colombia
y las del general Mina respecto a México. Incluso la de Miranda obtuvo
el apoyo moral y material de Inglaterra. Por consiguiente, ¿por qué la del
general López no había obtenido el mismo lugar en la historia? Pero a pesar
de todo, la muerte de López ni resuelve, ni cambia la cuestión de Cuba40
•
Un año más tarde, en 1851, Joaquín Agüero se levanta en «rebelión
contra todos los actos o leyes que emanen de la antigua Metrópoli». El
prestigio alcanzado por Agüero se debió al establecimiento de una escuela
gratuita de primeras letras en Guaimaro y a la liberación de los esclavos
que había heredado de sus padres. La conspiración fracasó y Agüero fue
condenado a muerte, junto con José Tomás Betancourt y Zayas, Fernando
de Zayas y Cisneros y Miguel Benavides y Prado, el12 de agosto de 185141
•
Otro de los conspiradores fue Ramón Pintó, que, debido a sus ideas
liberales y bajo la represión absolutista en España, representada por
Fernando VII, se vio obligado a huir a Cuba, donde entabla amistad con el
barón de Kessel y entra a trabajar en su casa como profesor de sus hijos,
y más tarde como administrador y apoderado. Guiado por su espíritu liberal
se unió a los conspiradores, presidiendo la Junta Revolucionaria de La
Habana en 1854. Una vez más, los trabajos revolucionarios habían sido
descubiertos y Ramón Pintó fue ejecutado en la plaza de la Punta, de La
Habana, el 22 de marzo de 1855.
SANTOVENIA, Emeterio: Historia de la nación Cubana, Ed. Historia de la Nación Cubana,
La Habana, 1952, tomo IV, pág. 84.
39 Recorte de periódico. Artículo titulado La expedición a Cuba, 30 de enero de 1850.
A.H.N., Sección Ultramar, Leg~o n.o 3.681.
40 MACÍAS, M: Question de Cuba, Imprimiere Serriere, Paris, 1851, págs. 5-12.
41 GUERRA SÁNCHEZ, Ramiro, y otros: Historia de la Nación Cubana, Editorial
Historia de la Nación Cubana, La Habana, 1952, tomo IV, págs. 88-91.
38
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Esta conspiración promovida por un peninsular contaba con el apoyo
en el interior de la Isla de las personas más ilustradas, además de numerosas
armas y dinero, pues se barajó la cifra de catorce millones de reales"2.
Las conspiraciones continuaron, y esta vez desde Bayamo los terratenientes
Francisco Vicente Aguilera, Francisco Maceo Osorio y Pedro
Figueredo intentaron extender las protestas a Santiago de Cuba, Camagüey,
Holgüín, Las Villas y La Habana. El estallido revolucionario se produjo,
por fin, en 1868, dando lugar al primer movimiento de carácter
independentista.
Las guerras de independencia que se produjeron en Cuba durante más
de tres décadas, desde 1868 hasta 1898, contra el colonialismo español
fueron la culminación de un largo proceso de lucha, que se inicia con la
primera guerra de independencia en 1868. Tras la Paz de Zanjón, y como
respuesta al no aceptarse las condiciones impuestas por las autoridades
españolas, se produjo la Guerra Chiquita, entre los años 1879 y 1881,
hasta culminar con la última guerra durante los años 1895 y 1898, organizada
y dirigida por José Martí, sirviendo como apoyo ideológico el Partido
Revolucionario Cubano, que había sido fundado en 1892 y que se convirtió
en el aglutinador de los defensores de la independencia de la Isla. De
esta forma, Cuba podría convertirse en una nación libre y soberana, aunque
esto se vio malogrado con la intervención norteamericana y la imposición
de numerosas condiciones que se vieron plasmadas en la famosa
«Enmienda Platt» de 1902, que justificaba jurídicamente la dependencia
neocolonial del estado cuban043
•
Cuba podría ser considerada a mediados del s. XIX como el crisol
donde se mezclaron diferentes culturas junto con situaciones económicas
y sociales muy diversas. «La heterogeneidad racial, económica y de estatus
social y político era el hecho dominante en la comunidad cubana. En este
conglomerado se destacaba el peninsular dominador, funcionario, empleado
público, soldado, sacerdote, fraile, profesional, comerciante, artesano,
dependiente de tiendas y comercios, ocupaciones de tipo urbano
casi siempre, si bien a medida que avanza el s. XIX el peninsular enriquecido
había mostrado una marcada inclinación a figurar en la clase de los
hacendados o propietarios de ingenios»44.
42 Op. cit. (38), tomo IV, págs. 120-126.
43 FERNÁNDEZ SOSA, Mirian: «El intervencionismo norteamericano en Cuba y su
reflejo en el pensamiento político cubano de principios del s. XX», Arbor, Madrid, n.o 567,
tomo CXLIV, 1993, pág. 119.
44 GUERRA SÁNCHEZ, Ramiro: Guerra de los Diez Años, Ed. Pueblo y Educación,
La Habana, 1972, tomo 1, pág. 16.
39
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
Económicamente, durante los años en que se desarrolló la primera
guerra, la producción de azúcar, sostén de gran parte de la economía cubana,
se encuentra hacia 1873 en una situación de «crisis definitiva», término
que utiliza Moreno Fraginals para delimitar este período. Es decir,
hacia 1842 puede hablarse de un agotamiento de la población esclavista a
la antigua usanza, que culmina hacia 1873, momento en que también se va
a producir un ciclo de desarrollo industrial a través de la mecanización de
ingenios y una progresiva dependencia de Estados Unidos hasta bien entrado
el s. XX.
La «insurrección cespedista», nombre por el cual ha sido también designada
a la primera guerra de matiz independentista que se produce en la
Isla, debe aquél a que en los primeros momentos el movimiento estuvo
encabezado por el hacendado y abogado bayamés Carlos Manuel de Céspedes4S,
que partió desde su hacienda «La Demajagua», situada en la jurisdicción
de Manzanillo, con una partida de 36 hombres, al que se le unieron
algunos de los más destacados terratenientes: Francisco Vicente
Aguilera, Francisco Maceo Osario, Pedro Figueredo, Donato Mármol,
Calixto García, Vicente García, Félix y Luis Figueredo, Manuel Calvar,
Jaime Santiesteban, Julio y Belisario Grave de Peralta, Ricardo Céspedes,
Tomás Estrada Palma, Bartolomé Masó y otros.
El movimiento rebelde fue apoyado con gran rapidez en toda la zona
de Manzanillo, Jiguaní, Baire, Santa Rita, Bayámo, Cauto del Embarcadero,
Holgüín, Las Tunas, etcétera. A pesar de todo, el capitán general Francisco
Lersundi no le dio importancia, pero a medida que el movimiento
rebelde se iba extendiendo con la ocupación de la ciudad de Bayámo por
los insurrectos dirigidos por Céspedes y de Jiguaní, Baire, Santa Rita y
otros poblados por los distintos jefes rebeldes, sin olvidar los famosos
ataques a Holgüín y Las Tunas, convencieron a Lersundi de una vez por
todas de la gravedad de la situación.
Un aspecto que consideramos debe tenerse en cuenta es que también
otros hacendados del departamento Occidental, principalmente de La Ha-
" Carlos Manuel de Céspedes nació en Bayámo el 18 de abril de 1819 de una antigua
y distinguida familia. Entró en el convento de Santo Domingo y allí adquirió una formación
bastante sólida en Humanidades. Después se trasladó a La Habana, donde obtuvo el
grado de bachiller en 1838. Se casó con su prima M." del Carmen Céspedes del Castillo y
tuvieron dos hijos, Óscar y Carlos. Hacia 1840 salió de Cuba y visitó España, estableciéndose
en Barcelona y frecuentando asiduamente los cursos de la Universidad. Durante su
estancia en dicha ciudad desempeñó el cargo de capitán de la milicia ciudadana. Dos años
después obtuvo el Diploma en Leyes en Madrid.
CÉSPEDES y QUESADA, Carlos Manuel: Carlos Manuel de Céspedes. Tipografía de
Paul Dupont, París, 1895, pág. 346.
40
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
bana y Matanzas, lucharon asimismo en favor de la independencia de
Cuba; por este motivo las autoridades españolas respondieron, para frenar
el avance del Ejército Libertador, con la construcción de las trochas"".
La primera y más importante fue, sin duda, la trocha de Júcaro a
Morón, que fue diseñada por el ingeniero español José Gagó, quien vio
con bastante claridad la necesidad de establecer una línea militar que sirviese
de barrera para incomunicar al enemigo, dividiendo la Isla por la
mitad y adaptándose también como más apropiado el trayecto de Júcaro a
la laguna de Morón no sólo por ser una distancia relativamente corta, sino
también por ser el terreno más exento de accidentes topográficos, tales
como ríos, colinas y barrancos"7.
Le Riverend afirma que la insurrección del 68 se produjo debido a la
depresión económica y a las propias contradicciones y diferencias en el
seno de la clase terrateniente, la cual se había escindido en dos grandes
grupos, «los poderosos azucareros de Occidente y los menos poderosos de
Centro y Oriente»"x.
En este sentido, Moreno Fraginals es más radical y sostiene «que ninguno
de los que se lanzaron con Céspedes a la guerra tenían ingenios». Y
añade que durante la Guerra de los Diez Años sólo uno de los grandes
sacarócratas de Occidente, donde se encontraba más del 60% de la producción
azucarera, se incorporó a la revolución anticolonial. En cambio, lo que
sí hicieron los sacarócratas de Occidente fue tratar de perpetuar la esclavitud
y colaborar al tránsito del coloniaje español al norteamericano. La
abolición de la esclavitud y la lucha por la verdadera independencia del
colonialismo español al norteamericano se hizo sobre bases no azucareras"9.
La guerra continuaba y las autoridades españolas se veían en muchos
casos incapaces de controlar lo que en un primer momento denominaron
«el descontento de unos cuantos rebeldes». A pesar de todo, las medidas
" Trocha: eran las líneas fortificadas que dividían a ambos contendientes. Generalmente
la constituía una línea externa en forma curva, convexa hacia el enemigo. La componían
centinelas y escuchas. Tenía una segunda línea de grandes guardias, que era
concéntrica y más recogida que la primera, y una tercera, más interna, formada por gruesos
piquetes, retenes o puestos de apoyo y sostén.
GÓMEZ BÁEZ, Máximo: Invasión y campaña de Las Villas, 1875-1876, Editora Militar,
La Habana, 1984, pág. 114.
" Álbum de la Trocha. Breve reseña de una excursión feliz desde Cien fuegos a San
Fernando, recorriendo la línea militar, por cuatro periodistas. La Universal. La Habana,
1897, págs. 88-89.
4S Op. cit. (15).
" MORENO FRAGINALS, Manuel: El ingenio, Ed. Ciencias Sociales, La Habana,
1978, tomo I1, pág. 94.
41
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represivas para erradicar la insurrección fueron bastante duras. Por un
lado, se dictó unos meses después de comenzada la guerra la Circular de
20 de abril de 1869, sobre embargo de bienes a todos aquellos a los que
pudiera probárseles lo que se denominó el «delito de infidencia». En realidad,
la orden iba dirigida contra todos aquellos a los que se pudiese
probar judicialmente su apoyo a la insurrección, tanto los que se encontraban
en la Isla como los que se hubiesen ido al extranjero. Cualquiera podía
ser comprendido en esta circular, pues se consideraba ser adeptos a los
rebeldes el poseer armas y municiones, pasar artículos de subsistencia,
etcétera; como castigo quedaban privados no sólo de derechos políticos y
civiles, sino también del de la propiedad desde ell de octubre de 1868. De
estas disposiciones sólo quedaban excluidos los que se acogieran al decreto
de amnistía de 12 de enero de 1869.
Incluso la Circular afectó a algunos extranjeros residentes en Cuba,
por lo que se produjeron numerosas quejas en las representaciones diplomáticas
en la Isla contra la actuación de las autoridades españolas. Por
otro lado, España intentó por todos los medios a su alcance bloquear la
entrada de armas procedentes principalmente de Estados Unidos.
Por consiguiente, durante estos primeros años la necesidad de conseguir
armas fue una cuestión prioritaria, por este motivo se produjo un
tráfico bastante intenso en los dos bandos, el español y el libertador. Ahora
bien, debe tenerse en cuenta la clara desventaja en la que se encontraba el
Ejército Libertador respecto al Ejército regular español, convirtiéndose
este tráfico en «ilegal», en contraposición al ejercido por las autoridades
españolas, que sí era legapo.
Era también de suma importancia conseguir que Estados Unidos reconociera
la beligerancia a los rebeldes cubanos, asunto que fue denegado
definitivamente por el presidente Grant en 1875.
Los rebeldes, por el contrario, a pesar de todas las adversidades, continuaron
la lucha y se encontraron en muchos casos en situaciones bastante
penosas: falta de alimentos, armas, etcétera. Junto a esto se unieron
algunas discrepancias en el seno de la revolución, que comenzó con la
destitución del propio presidente de la República en Armas, Carlos Manuel
de Céspedes.
Nos parece muy interesante para comprender algunas de las causas
que llevaron a la destitución de Céspedes, y que en las circunstancias que
50 DOMINGO ACEBRÓN, M.a Dolores: «El tráfico de armas durante la Guerra de los
Diez Años, 1868-1878», Tebeto, Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura,
1990, n.o 3, págs. 91-131.
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ésta fue escrita, unos días antes de su muerte, podría ser indicativa de lo
que ocurrió. La carta está escrita por el propio Céspedes y fechada, «Cuba
Libre», martes 17 de febrero de 187451
• Sin olvidar las divisiones existentes
entre los más destacados representantes en el exilio.
Después de diez largos años se firmó el Pacto de Zanjón, en octubre de
1878, entre el general Martínez Campos y el representante de la Junta
Central del Camagüey, consiguiendo los pro independentistas cubanos las
mismas condiciones políticas y administrativas que tenía Puerto Rico.
Sin olvidar que a comienzos de 1869 la Asamblea de la Cámara de
Representantes, presidida por Salvador Cisneros Betancourt, declaró la
abolición de la esclavitud con la correspondiente indemnización a sus
dueños52
• Y se suscribe la primera Constitución de la República de Cuba5
'.
" "Cuba Libre», martes 17 de febrero de 1874.
"Con respecto a la salida de la Isla, más puedo decirte todavía no tengo pasaporte, y sin
él no puedo marcharme ... Aunque la generalidad opina que no debe ponerse obstáculos a mi
viaje, pues ya he servido bastante, y en el extranjero tal vez sea útil ahora; de los deponentes,
unos dicen que supuesto que yo les metí en la revolución, debo quedarme aquí, para que si
se hunden me hunda con ellos, y otros son de parecer que no se me despache el pasaporte
hasta que ellos con sus informes no me hayan desprestigiado bien en el extranjero, para que
nadie me haga caso y me muera de hambre. A estos desgraciados los miro con lástima y
desprecio esas miserias que ellos mismos quizá se apresuren a negar algún día.
Comprendo muy bien que las razones alegadas para mi deposición hayan parecido
circunstanciales, pero has de añadir que todo es un tejido de calumnias y de hechos
trasgiversados. Las verdaderas causas han sido: la deposición de Manuel, que impulsó a
éstos a unirse con los míos cuando vieron su nombramiento para miembro de la Agencia
Confidencial; el deseo de la Cámara de inmiscuirse en los negocios que no son de su
competencia y de convertir al presidente de la República en un mayordomo de cada diputado,
para que les facilite caballos, asistentes, ropas, honores, etcétera, y, por último, la
ambición de algunos jefes militares que no estaban contentos con su territorio y sus atribuciones
y sabían que yo consideraba su supremacía perjudicial a la salud de la República. Si
yo hubiese podido transigir con todas estas aspiraciones, todavía ocuparía la presidencia;
pero mi conciencia me lo prohibía. Así que hoy ha desaparecido el presidente, sofocado
entre la Cámara, el Ejército y el Consejo de Gabinete. No existe más que un maniquí que
funciona por la buena voluntad de los que manejan sus resortes ...
Antes que este puesto vergonzoso miro con placer la perspectiva de vivir con mi
trabajo honrado en un país libre ... Así es que debemos olvidar cuanto ha pasado; perdonar
a esos hombres que en vano han querido agraviamos y seguir cooperando en la salvación
de nuestra patria.»
CÉSPEDES y QUESADA, Carlos Manuel: Carlos Manuel de Céspedes, Tipografía
Paul Dupont, París, 1895, págs. 341-343.
" La disposición estuvo firmada, además, por Eduardo Agramonte, Ignacio Agramonte
y Loynaz, Francisco Sánchez Betancourt y Antonio Zambrana. Camagüey, 26-II-1869. Cfr.
Carta del G.S.c. al M.U., 9-1-1869. Colección Caballero de Rodas, tomo 1, folios 132-133.
5J Almanaque Cubano. Impr. de Hallen y Breen, Nueva York, 1870, Colección Femández
Duro, tomo IV, documento n.o 2.
43
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La Guerra de los Diez Años tuvo otras repercusiones de tipo económico;
una gran parte de la estructura productiva orientada a la exportación,
que lo constituían las plantaciones de caña de azúcar, quedó destruida
dentro de la dinámica de la guerra; aunque en este punto debemos precisar
que si la guerra quedó circunscrita al Departamento Oriental y que uno de
los principales objetivos era pasar al Departamento Occidental, siendo uno
de los objetivos del dominicano Máximo GÓmez54
• Es decir, que una gran
parte de los ingenios azucareros del Departamento Central y Oriental sufrieron
con más rigor los avatares de la guerra. Las autoridades españolas
impusieron una política represiva basada en el embargo de bienes y propiedades,
la incautación y más tarde la confiscación.
Ahora bien, esta medida represiva de tipo político tuvo un alcance
económico, puesto que las autoridades españolas no sólo no administraron
correctamente los bienes embargados, sino que incluso hubo una corrupción
flagrante en los tres organismos que se ocuparon de dicha labor;
asunto que repercutiría después de finalizada la guerra. Y como apunta
Carmagnani, «los propietarios malvendieron lo que les quedaba, y fue
precisamente en estos momentos cuando el capital norteamericano penetró
en Cuba»".
El primer organismo fue el Consejo Administrativo de Bienes Embargados.
Su actuación fue bastante deficiente y se ha comprobado que el
Consejo manejó dinero en efectivo propiedad de los embargados aun antes
" Máximo Gómez, natural de Santo Domingo. se alistó en el Ejército de su país
cuando éste fue atacado por Haití. La anexión de Santo Domingo a España en 1861 provocó
la incorporación del Ejército dominicano al Ejército español en el Cuerpo de Reservas
Dominicanas. Posteriormente, al finalizar el dominio español sobre la República Dominicana,
numerosos oíiciales dominicanos se trasladan a Cuba, siendo entonces Máximo Gómez
comandante. En 1867 abandona el Cuerpo de Reservas Dominicanas y se instala en el
pequeño ingenio «Guanarabú» de Bayámo.
Máximo Gómez fue el único jefe militar que tuvo a su cargo la jefatura de todos los
Cuerpos del Ejército durante la Guerra de los Diez Años. Una de sus más brillantes operaciones
militares fue la invasión de Las Villas en 1875. Las actividades de Gómez continuaron
y en 1892 ocupa el cargo de general en jefe del Ejército Libertador, otorgado por el
entonces delegado del Partido Revolucionario Cubano, José Martí. Tres años después, en
1895, desembarcó en Cuba, acompañado por Martí, Francisco Borrero, Marcos del Rosario,
César Salas y Ángel Guerra. Colaboró activamente en la guerra del 95, dirigiendo
algunas de las operaciones militares más importantes, las conocidas con el nombre de La
Invasión, La Lanzadera y la de La Reforma.
BUZNEGO, Enrique, y otros: Máximo Gómez Báez. Sus campañas militares (1868-
1878), Editora Política, La Habana, 1986, págs. 9-20.
55 CARMAGNANI, Marcelo: Estado y Sociedad en América Latina, 1850-1930, Crítica,
Madrid, 1984, págs. 173.
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de que se probara el delito, obviando lo dispuesto en la Circular de 20 de
abril, según la cual debía probarse el delito de los acusados antes de embargarles
los bienes. Dicho organismo se convirtió en 1871 en meramente
consultivo con el nombre de Administración Central de Propiedades del
Estado y Bienes Embargados.
Paralelamente con el Consejo Administrativo de Bienes Embargados
funcionaron como organismos de control y vigilancia las Juntas de Bienes
Embargados. El general Caballero de Rodas cometió un grave error al
poner en manos de los Cuerpos de Voluntarios y de los más leales a las
autoridades estas Juntas, provocando aún más abusos y fraudes, hasta tal
punto que el gobernador no podía controlar a dichas juntas, que hacían y
deshacían a su antojo.
Por último, y debido al resultado tan nefasto obtenido por los anteriores
organismos, fue creada en 1872 la Junta de la Deuda. introduciendo
una única novedad: la clasificación de los expedientes de embargo en dos
categorías, dependiendo del grado de culpabilidad de los acusados"'.
Otra de las medidas represivas de tipo político fue la deportación".
Por último, cabe señalar que este primer intento en pro de la independencia
supuso, según Carmagnani, un viraje decisivo en la situación política.
La clase que detentaba el poder sufrió un golpe, tanto cuantitativo
como cualitativo, e hizo ver el posible apoyo popular en el caso de que se
produjera otro nuevo conflicto; esto paralizó a la oligarquía abandonando
todo proyecto de lucha, de ahí que buena parte de ella tomara posiciones
junto al Partido Autonomista'K.
3. LA GUERRA CHIQUITA, 1879-1881
Terminada la Guerra de los Diez Años y al amparo de las libertades
que promovió Martínez Campos se organizaron, por un lado, el Partido
Liberal Reformista (3 de agosto de 1878), el cual se convertiría en el
Partido Autonomista, y el Partido Unión Constituciona1'9.
No obstante, la inestabilidad en el orden político en Cuba se debía, por
una parte, a la actividad separatista y, por otra, a la gestión anexionista.
'" DOMINGO ACEBRÓN. M." Dolores: Proyección social y política de la Guerra de
los Diez Años. Cuba. 1868-1878. Tesis Doctoral. Universidad Autónoma. Madrid, 1987.
" DOMINGO ACEBRÓN, M." Dolores: «Los deportados de la Guerra de los Diez
Años, 1868-1878», Revista de Indias, Departamento de Historia de América, CSIC, vol. Ll,
enero-abril, n.o 191, Madrid, 1991, págs. 143-166.
" Op. cit. (55), págs. 173.
") ROLDÁN, Inés: Unión Constitucional, Universidad Complutense, Madrid, 1992.
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Unos meses después de haberse firmado el Pacto de Zanjón la actividad
revolucionaria no cesaba. Calixto García, al frente del Comité Revolucionario
del Centro, fundó diversos centros y clubes conspirativos en las
principales ciudades de Estados Unidos: Nueva York, Cayo Hueso, Tampa,
Jacksonville, Nueva Orleans, Baltimore, Chicago y también en Centro y
Sudamérica. A su vez, en Cuba se organizó en gran parte del territorio de
Oriente la nueva conspiración dirigida por Flor Crombet, José Maceo,
Guillermón Moneada, Mayía Rodríguez, Quintín Banderas y Pedro
Martínez Freire.
Por fin, el 24 de agosto de 1879 el general Belisario Grave de Peralta,
apoyado por el teniente coronel Comelio Rojas, se levantaron en San Lorenzo
y Holgüín con unos 200 hombres, comenzando de esta forma la
Guerra Chiquita.
Posteriormente, otros nuevos levantamientos, bajo el mando de José
Maceo, pusieron de manifiesto las condiciones tan difíciles en las que se
encontraba la insurrección: falta de armas y sobre todo existencia de una
desorganización y confusión entre los cabecillas más destacados. A esto se
unía la dificultad de tipo estratégico, que al ser una guerra de guerrillas
dificultó la organización de un mando único. Éste fue un hecho decisivo
para la guerra6(J.
Finalizado este nuevo intento de conseguir la independencia para Cuba,
resurgieron con más fuerza las posturas anexionistas. Muy importante y
esclarecedora es la carta que Martí le escribe a Máximo Gómez, donde le
dice: «¿A quién se vuelve Cuba, en el instante definitivo, y ya cercano, de
que pierda todas las nuevas esperanzas que el término de la guerra, las
promesas de España y la política de los liberales les ha hecho concebir?
Se vuelve a todos los que le hablan de una solución fuera de España. Pero
si no está en pie, elocuente y erguido, moderado, profundo, un partido
revolucionario que inspire, por la cohesión y modestia de sus hombres, y
la sensatez de sus propósitos, una confianza suficiente para acallar el
anhelo del país, ¿ a quién ha de volverse, sino a los hombres del partido
anexionista que surgirán entonces? ¿ Cómo evitar que se vayan tras ellos
todos los aficionados a una libertad cómoda, que creen que con esa solución
se salvan a la par lafortuna y su conciencia? Ese es el riesgo grave.
Por eso ha llegado la hora de ponernos en pie ... »6J.
60 PÉREZ GUZMÁN, Francisco, y SARRACINO, Rodolfo: La Guerra Chiquita: una
experiencia necesaria, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1982, págs. 104-251.
61 lbíd., pág. 340.
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Otros factores sociales contribuyeron a la explosión de la guerra. En
este período de finales de siglo existían en Cuba relaciones sociales de
tipo capitalista. Una burguesía comercial bastante precaria en el interior,
los sectores medios en el exterior y una clase obrera bastante bien organizada.
La agitación social unos años antes de la guerra estuvo protagonizada
por uno de los principales propagadores de las ideas socialistas, de
tendencia anarquista, el líder obrero Carlos Baliño; su actividad en una
fábrica de tabaco en Florida y más tarde como director de la Tribuna del
Pueblo, periódico revolucionario de Tampa. Produciéndose el 16 de enero
de 1892 uno de los primeros congresos obreros, con una asistencia de más
de cien delegados.
A su vez, se produjeron numerosas huelgas con la reivindicación de la
jornada laboral de ocho horas"2; unido a esto, la otra gran reivindicación,
que era conseguir la independencia. Por consiguiente, según Mires"" la
ideología de Martí no sólo tiene rasgos nacionalistas, sino también sociales.
En este aspecto es interesante la precisión de Paul Estrade cuando
expone que la última guerra del 95, podría calificarse como la «revolución
de independencia», puesto que ésta tenía ya aspectos sociales en el ideario
de los pro independentistas, después de haberse abolido la esclavitud en
1886. Es decir, después de haberse conseguido lo que podríamos denominar
los objetivos básicos, se intentó en esta nueva insurrección conseguir
mejoras de tipo social para el conjunto de la sociedad"';.
Pero, además, Martí luchó con todas sus fuerzas contra la dominación
de España y contra la de Estados Unidos. Por eso puede hoy afirmarse, sin
lugar a dudas, que la fundación del Partido Revolucionario Cubano en 1892,
bajo el liderazgo de José Martí, marcó un hito en la lucha independentista
y de transformación social del pueblo cubano.
4. LA GUERRA DE 1895 A 1898
El 24 de febrero de 1895 se produjo el alzamiento en algunos puntos
de Occidente, en los pueblos de Ibarra, Jagüey Grande y los Charcones, y
en Oriente, en Manzanillo, Bayámo, Guantánamo, Caney, Songo, San Luis,
El Cobre, Jiguaní y otros puntos, como ha quedado demostrado por la
historiadora cubana Hortensia Pichardo"" dando inicio otra guerra que
'" ESTRADE, Paul: Las huelgas en 1890, Laia, Barcelona, 1979.
,,; MIRES, Fernando: «Cuba: entre Martí y las Montañas», Síntesis, Sociedad Editorial,
Madrid, n.o 15, pág. 93.
64 Op. cit. (62).
", PICHARDO, Hortensia: «24 de febrero de 1895: inicio de la guerra de Martí»,
Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1984, n.O 7.
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acabó con el dominio español en Cuba. Pero lo que podría haber culminado
con el proceso de liberación del pueblo cubano, quedó frustrado debido
a la intervención de Estados Unidos en la guerra y las consecuencias que
posteriormente se derivaron. El interés de Estados Unidos de anexionarse
Cuba tuvo una negativa bastante rotunda del pueblo cubano. Así, de esta
forma, la «Enmienda Platt» era la fórmula ideal para el imperialismo norteamericano;
el 21 de febrero de 1901 la constitución de la nueva República
fue sancionada, y el 12 de junio, dicha enmienda como apéndice constitucional,
quedando de este modo legalizada la dependencia neocolonial
del nuevo estado"".
Cuando se inicia la guerra en 1895 la posición española era bastante
delicada. El Ejército de Operaciones en Cuba estaba organizado de la
siguiente forma: el Primer Cuerpo del Ejército comprendía el Departamento
Oriental; el Segundo Cuerpo se extendía por las provincias de Las
Villas y Ciego de Á vila; la primera Comandancia General estaba en
Camagüey, y la segunda Comandancia General, en la provincia de Matanzas,
La Habana y Pinar del Río. Numéricamente, el Ejército se encontraba
reducido a 15.900 hombres, organizado en siete regimientos de Infantería,
un batallón de Cazadores, dos regimientos de Caballería, un batallón de
Artillería, un batallón mixto de Ingenieros y de tres tercios de la Guardia
Civil, organizándose de inmediato siete batallones provisionales sacados
del arma de Infantería de la Península y de Marina. Asimismo se acudió a
la reserva y a las fuerzas de Baleares y Canarias, constituyendo el Provisional
de Cuba. También se mandaron de Puerto Rico los batallones de
Valladolid y Cádiz"7. Por consiguiente, se enviaron a Cuba en menos de un
mes 8.302 hombres, y desde ell de abril al 12 de enero de 1896,80.219"'.
Incluso algunos autores han calculado que en los momentos más álgidos
de la guerra las fuerzas de España en Cuba ascendían a 260.000 hombres,
incluidos los cuerpos y unidades irregulares y auxiliares69
•
Estos hechos fueron denunciados por Pi y Margall, quien se destacó
por su oposición a la política colonial española. Desde el semanario que
fundó en 1891, El Nuevo Régimen, se mostró favorable a los esfuerzos de
b( Op. cit. (43).
b' Ver también el folleto sobre el Ejército español durante el período de la guerra de
Enrique BUZNEGO RODRÍGUEZ: El Ejército español de 1895-1898. Estructura y organización,
Editora Militar, La Habana, 1985.
(,s WEYLER, Valeriano: Mi Mando en Cuba. Historia militar y política de la última
guerra separatista durante dicho mando, Ed. Felipe Rojas, Madrid, 1910, tomo 1, págs.
21-23.
"" lbíd., pág. 7.
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los cubanos por conseguir la independencia. El hecho más triste era que
los que iban a Cuba, eran aquellos hijos de familias humildes que no
podían pagar las 2.000 pesetas que se exigía para poder redimirse. Igualmente,
la prensa socialista y republicana federal se hizo eco de esta situación
y de lo que denominaron «guerra injusta». En 1897 el Partido Socialista
publicó un comunicado que decía: «Trabajadores, es necesario que
no consintamos que se envíe a la manigua solamente a los hUos de los que
nada tienen, de los que diariamente son despojados de la parte principal
del fruto de sus trabajos por quienes, hablando a todas horas de patriotismo,
ni empuñan el fusil, ni mandan a sus hUos a los campos de Cuba»]".
Por el contrario, en el campo rebelde la revolución pretendía ocupar
mayor territorio e intentaba extenderse de Oriente a Occidente. A comienzos
de abril de 1895, Antonio Maceo desembarcó por Duaba y José Martí
y Máximo Gómez por play itas de Cajobabo; ya en suelo cubano comenzaron
a tomarse medidas encaminadas a conseguir que las operaciones militares
alcanzaran a toda la Isla y destruir las zonas cañeras occidentales.
Era fundamental para la República en armas conseguir dos objetivos de
vital importancia: que Camagüey se incorporara a la guerra y concentrar
en la zona oriental todas las fuerzas posibles para resistir en caso de ataque
del Ejército españopt.
Asimismo, el Ejército Libertador estaba organizado en seis Cuerpos:
el Departamento de Oriente comprendía el Primer Cuerpo, este de Oriente;
el Segundo, oeste; el Tercero, Camagüey y el Departamento de Occidente,
que agrupaba a su vez el Cuarto, Las Villas; el Quinto, La Habana
y Matanzas, y el Sexto, Pinar del Ríon
.
71' FERNÁNDEZ MUÑIZ, Aurea Matilde: «Las quintas. Sistema de reclutamiento:
explotación para unos y negocio para otros (1868-1898»>, Estudios de Historia Social,
Madrid, n.'" 44-47, enero-diciembre. 1988, págs. 555-558.
7' Para todo lo relativo a operaciones militares durante la gUl~rra existe una amplia
bibliografía. desde Diarios de Campaña de los líderes rebeldes hasta trabajos más recientes
elaborados por el Centro de Estudios de Historia Militar. Con respecto a los diarios pueden
consultarse los siguientes: LOYNAZ CASTILLO, Enrique: Memorias de la guerra, Ed.
Ciencias Sociales, La Habana, 1989; MIRÓ ARGENTER José: Cuba: Crónicas de la
Guerra. Las campañas de invasión y de Occidente, 1895-1898, Ed. Lex. La Habana, 1943;
BOZA, Bernabé: Desde Baire hasta la intervención americana, Ed. Ricardo Veloso, La
Habana, 1924; BUZNEGO RODRÍGUEZ, Enrique, y otros: Mayor general Máximo GÓmez.
Sus Campañas Militares (1895-1898), Ed. Política, La Habana. tomo 1I, 1986.
" Para una información más detallada de la organización del Ejército: división territorial,
orgánica, mando de unidades, Armas e instituciones ver el folleto de Enrique
BUZNEGO: El Ejército Libertador de Cuba (1868-1898), Centro de Estudios de Historia
Militar, La Habana, 1985.
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Por consiguiente, las fuerzas militares mambisas estaban agrupadas en
un solo ejército, el Libertador, que se estructuró de la siguiente forma: el
Estado Mayor General, Cuerpo de Estado Mayor, Armas de Infantería,
Caballería, Artillería, Cuerpo de Ingenieros, Jurídico-Militar, Administración
Militar, Instituto de Sanidad Militar y Vigilancia de Costas o Departamento
Marítimo.
y sus unidades de combate estaban organizadas en cuerpos de ejército,
brigadas, batallones y escuadrones.
Por otro lado, así veía la guerra el general Martínez Campos, enviado
a Cuba en febrero de 1895 para acabar con la insurrección: «El mal es
grande, la guerra es más grave que en el 76, el país nos es más hostil, el
sentimiento español, aunque va reviviendo, se ha gastado en las luchas
políticas; dos años de período constituyente de falta del principio de autoridad,
de propaganda en la prensa, de entrada de armas han agigantado el
mal; pero no es irremediable: costará hombres, dinero y tiempo, pero se
vencerá»7'.
Por consiguiente, la guerra del 68 supuso la culminación del proceso
de formación nacional dirigido por los terratenientes, mientras que la guerra
del 95 implicó a las clases medias, rurales y urbanas. Aunque la intervención
de Estados Unidos en la guerra del 95 paralizó este proceso, el
capitalismo financiero no sólo frustró la independencia y soberanías nacionales,
mediante la imposición de la Enmienda Platt, sino que de esta
forma puso de nuevo a la cabeza del nuevo estado a la burguesía dependiente
de Occidente y desplazó a las clases medias nacionales, que habían
constituido la vanguardia del movimiento de liberación nacionap4.
7< Carta del general Martínez Campos a Tomás Castellano (ministro de Ultramar), op.
cit. (68), pág. 27.
" IBARRA, Jorge: Cuba: 1898-1921. Partidos políticos y clases sociales, Ed. Ciencias
Sociales, La Habana, 1992, pág. 179.
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CAPÍTULO JI
LA POSICIÓN DE LOS CANARIOS
ANTE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA,
1868-1898
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l. LA ACTITUD DE LOS CANARIOS ANTE LOS MOVIMIENTOS
DE LIBERACIÓN NACIONAL CUBANO: MANUEL SUÁREZ
DELGADO y LA COMPAÑÍA RIFLEROS DE LA LIBERTAD
Una de las cuestiones más importantes de esta monografía y que consideramos
debe precisarse es el des balance existente entre la Guerra de los
Diez Años y la Guerra del 95, y al cual ya hemos hecho alusión en la
Introducción.
En este sentido, Martí en uno de sus escritos y refiriéndose a los españoles
y su actuación en la Guerra de los Diez Años decía que «ante la
deshonrosa ira mostrada en la primera guerra, esperaba hallar en esta
revolución su neutralidad o su ayuda, y que por este motivo la guerra
sería más breve y sus desastres menores. Los cubanos empezamos la guerra
y los cubanos y los españoles la terminaremos»75.
Es decir, que con esto parece quedar claro que los españoles no apoyaron
este primer movimiento independentista y por este motivo los datos
localizados son individuales y muy personalizados. Uno de los ejemplos
más significativos fue el caso de Manuel Suárez Delgado, siendo uno de
los pocos canarios que ha sido localizado y que colaboró estrechamente
con las fuerzas independentistas durante la Guerra de los Diez Años.
Manuel Suárez nació el 7 de enero de 1834,20 de junio de 1840, en
Santa Cruz de Tenerife, graduándose en la Academia Militar de Toledo y
participando en la Campaña de África en 1860, recibiendo el grado de
capitán.
En 1861 fue destinado a prestar servicios en Cuba, pero abandonó la
carrera militar y se estableció en La Habana. En 1864 viajó a París para
retar a José Ferrer de Couto por las ofensas hacia la colonia cubana en
París.
" ARMAS, Ramón: <<losé Martí: su República de mayoría populaf», Cuba. La perla
de las Antillas, Ed. Doce Calles, Ateneo de Madrid, CSlC, Madrid, 1994, pág. 276.
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Al comenzar la Guerra de los Diez Años se trasladó a Nueva York,
donde se identificó con la causa cubana y organizó y entrenó el batallón
que denominó Rifleros de la Libertad (Apéndice 1).
En una carta de José Morales Lemus, ministro plenipotenciario de la
República en Armas, dirigida a Carlos Manuel de Céspedes, general del
Ejército Libertador y jefe del Gobierno Provisional, le informaba que la
compañía organizada por Suárez estaba integrada por cubanos y que estaba
armada de Remington76
• Al frente de ésta viajó a Cuba con la expedición
del «Perrit», que llegó a la Península del Ramón, en la costa norte de
Oriente, el 11 de mayo de 1869.
En 1871 pasó a Camagüey y participó, entre otros combates, en Palo
Seco, Naranjo y en la conocida batalla de las Guasimas. En 1874 fue
ascendido a general de Brigada y en febrero de 1875 se incorporó al Tercer
Cuerpo del Ejército Libertador, en el que destacó por combatir en la
Trocha de Júcaro a Morón.
En la guerra del 95 se incorporó al Ejército Libertador ellO de abril de
1895. De febrero a junio de 1896 ocupó el cargo de jefe del Tercer Cuerpo
del Ejército. Yel 31 de diciembre del mismo año fue ascendido a mayor
general.
Durante la República vivió alejado de toda actividad política. Falleció
el 7 de enero de 1917 en la ciudad de Camagüey 77.
La trayectoria de Manuel Suárez según su biografía es uno de los
ejemplos más significativos de lo que podría denominarse la toma de conciencia
de la situación que él mismo constata a su llegada a Cuba. Un
militar que abandona la carrera militar en el Ejército Regular español, pero
que más tarde se incorpora al Ejército Libertador cubano. Un ejemplo
similar lo tenemos en el caso ya citado del dominicano Máximo Gómez y
el del general venezolano Narciso López. Este último, después de haber
combatido en América y en la primera guerra carlista, a su llegada a Cuba
fue nombrado gobernador de Trinidad, pero pronto se hizo eco de las
quejas de los descontentos de los más pudientes de Cuba, entre los que se
encontraban los Sánchez Iznaga y unos cincuenta ciudadanos más. La
expedición proyectada fracasó y López fue condenado a muerte7X
•
76 Junta Central Republicana de Cuba y Puerto Rico. Carta de José Morales Lemus a
Carlos Manuel de Céspedes, Real Academia de la Historia, Colección Femández Duro,
Nueva York (sin fecha), legajo n.O 2, fol. 237.
77 Máximo Gómez Báez. Invasión y campaña de Las Villas, 1875-1876, Editora Militar,
La Habana, 1984, págs. 107-108. Ver también op. cit. (7), págs. 107-109.
" MACÍAS, M.: Question de Cuba, Imprimerie Serriere, París, 1851.
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La actitud tomada por los canarios ante los movimientos de liberación
nacional cubanos era hasta el momento un aspecto que no había sido
analizado, con excepción de los trabajos ya reseñados de Julio Hernández
y de Manuel de Paz7
". El primero dio unas pinceladas sobre la actitud de
los trabajadores isleños durante la última guerra de independencia en Cuba,
y lo que supuso para un inmigrante afincado en la tierra en la que se había
integrado completamente el estallido de una nueva guerra. De esta forma
expone el profesor Hernández cómo los canarios se vieron perjudicados
económicamente cuando se inicia la guerra del 95, puesto que el envío de
remesas que los canarios mandaban al archipiélago canario se vio frenado
debido a la paralización de las cosechas, etcétera, a lo que había que sumar
la interrupción de la salida de los isleños con destino a Cuba y la llegada
de los que huían de la guerraxo•
Profundizando en este tema, uno de los ejemplos fue el cultivo de la
cebolla. La isla de Lanzarote, principal productora de la cochinilla, vio
cómo este producto quedaba desbancado debido a los avances científicos
en el campo de la química, produciéndose una situación ruinosa, que pronto
fue solventada con la producción de la cebolla y su producción masiva
en Cuba. Pero el estallido de la última guerra de independencia vino a
truncar las esperanzas de Lanzarote, que vislumbraba las consecuencias
desfavorables si Cuba conseguía la independencia.
Aunque, efectivamente, sí tuvo sus repercusiones, al exigirse por parte
de Estados Unidos, una vez que ocupó la Isla, unos derechos de introducción
muy elevadosx1
• Esto pudo retraer a algunos, dándose diversas actitudes
ante los movimientos de liberación nacional que se produjeron en
Cuba durante la segunda mitad del s. XIX.
En algunos casos favorable a la independencia de Cuba, como ha podido
constatarse. Pero en otros casos se opusieron. Los canarios que apoyaron
la posición de España fue analizada y además ha sido la visión más
difundida por el historiador canario Julio Hernández. Efectivamente, los
canarios pro españoles tuvieron incluso algunos órganos de difusión, entre
los que cabe citar a los periódicos Las Canarias o Las Afortunadas. Desde
éste último, el periodista J. Domínguez Barreda afirmaba que «no es cierto
que haya canarios luchando a favor de la independencia de Cuba».
Asimismo, la Asociación Canaria de Beneficencia y Protección Agrícola
79 Op. cit. (4), (lO).
'" Op. cit. (4), pág. 477.
'1 MOROTE, Luis: La tierra de los Guanartemes. Canarias Orientales, P.Ollendroff,
París, 1910, págs. 222-225.
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colaboró con las autoridades españolas, llegándose incluso a formar una
«guerrilla canaria» organizada por el isleño Francisco Alonso Vega. Sin
olvidar los numerosos quintos que vinieron de Canarias para luchar por la
integridad nacionalH2.
Un grupo bastante numeroso de canarios que vivían en Cuba en una
extensa región agrícola entre Holgüín y Gíbara, que los cubanos conoCÍan
con el nombre de la «España chiquita» debido a la actitud mantenida por
sus habitantes, contraria a la revolución, y que servía a las tropas españolas
como lugar de abastecimiento de víveresH1.
Asimismo, militares españoles canarios de más alto rango; por ejemplo,
el comandante Pedro Méndez Vega, que luchó en las filas del Ejército
Regular español y que consiguió varias condecoraciones en el desempeño
de su cometido en las acciones de ~eralejoH4.
Más tarde, la llegada a Cuba del general Weyler propició la formación
de los famosos «guerrilleros», quienes constituían un ejército paralelo. Es
interesante destacar el retrato que hace Esteban Montejo en el relato Cimarrón
cuando nos dice: «La táctica de los guerrilleros era distinta, a ellos
les salía fuego por los ojos. Eran hombres llenos de veneno, de entrañas
podridas. Cuando veían a un grupo de mambises, si los cogían los mataban
sin más. Los españoles que peleaban de frente no mataban así, a
sangre fría. Tenían otro concepto»R5.
Estos guerrilleros no sólo fueron canarios, sino también había cubanos
y de otras regiones.
Esta posición de algunos canarios no puede ser considerada como la
única adoptada ante las guerras de independencia del poder colonial español,
sino que hubo otros muchos isleños que apoyaron decididamente la
lucha por la libertad y que así lo llevaron a cabo alistándose en el Ejército
Libertador Cubano.
La posición de numerosos canarios ha sido reconocida por numerosos
historiadores, pensadores, políticos, intelectuales. Sin duda, una de las
más destacadas, por lo que significó para Cuba, fue la de José Martí, quien
con esa clarividencia y sensibilidad que le caracterizaba expuso algunas de
X2 op. cit. (4), pág. 480-482.
Kl ESCALANTE, Aníbal: Calixto Carda. Datos inéditos del 95, Ed. Caribe, La Habana,
1946.
" Hoja de servicios del comandante Pedro Méndez Vega, Imp. La Moderna Poesía, La
Habana, 1898. Información donada por Agustín Guimerá, Investigador científico del Departamento
de Historia Moderna y Contemporánea del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas. Mi profundo agradecimiento.
" Op. cit. (4), pág. 481.
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estas ideas en el conocido artículo que dedicara a los canarios titulado
«Los isleños en Cuba», y que pone de manifiesto el desinterés de los
canarios en la lucha en un país que ya consideran como el suyo propio y
que tenían un solo objetivo, la libertad de Cuba. Entre otras cosas, Martí
describe así a uno de los isleños: «No había en el presidio de La Habana
penado más rebelde, ni más criollo, que un bravo canario, Ignacio
Montesinos. La ira del país chispeaba en aquellos ojos verdes. Echaba a
rodar las piedras, como si echase a rodar la dominación española. Servía
mucho, hablaba poco, dio opio a los guardias y huyó libre. i Y ahora,
veinte años después, a este noble isleño, coronado de canas, escribe, desde
un monte de Santo Domingo, que es como el que antes su corazón, que
no se ha cansado de amar al país; que el padecimiento y la ruina que le
cayeron, lo hacen amar más, que allá está, suspirando, por prestar a
Cuba otro servicio. ¿ Quién mejor que este isleño podrá llamarse cubano?
¿ Quién que peleó en Cuba, dondequiera que pelease, no recuerda a un
héroe isleño? .. Oprimidos como nosotros, los isleños nos aman. Nosotros,
agradecidos, los amamos. Pronto va a tener Montesinos la ocasión
suspirada de servir a Cuba»x6.
En esta misma línea, otros reconocieron la actitud de los canarios ante
los movimientos de liberación nacional. En los trabajos de Toledo Sande
cuando dice: «Como sería justo no olvidar nunca que los canarios mostraron
siempre una solidaridad en espíritu, acción y san¡.:re hacia la libertad
de Cuba»87.
Esta actitud, asumida por los canarios con todas sus consecuencias,
pudo estar motivada, por una parte, guiados por lo que podríamos llamar
la «solidaridad internacional» que muchos pueblos han demostrados hacia
otros en momentos difíciles, conflictos bélicos, etcétera. Ilustrativo de este
tema es el trabajo aparecido recientemente en el libro Cuba: la Perla de
las Antillas, donde se pone de manifiesto la importancia de lo que significó
para Cuba el apoyo de los extranjeros durante la Guerra de los Diez
Añosx8
• Dicho tema ha sido ampliado refiriéndonos a uno de los países de
las Antillas que más fraternalmente estuvo unido durante todo el proceso
de lucha desde las guerras de 1868, 1879, 1895, nos referimos a la República
Dominicana. Figuras prominentes, desde Máximo Gómez, los hermanos
Marcano, Modesto Díaz, etcétera, contribuyeron a conseguir para
86 MARTÍ, José: Obras Completas, La Habana, Editorial Nacional de Cuba 1963-
1973, tomo IV, págs. 423-424.
X7 TOLEDO SANDE, Luis: <<José Martí: de madre canaria y padre valenciano», Jornadas
de Estudios Canarias-América, págs. 63-77.
" Op. cit. (1).
57
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Cuba lo que otros países ya habían conseguido al constituirse en naciones
soberanass9 (Apéndice 2).
Entre las múltiples razones que podríamos esgrimir de tipo moral,
ideológico o de simple convencimiento personal, estarían todas aquellas
que las vamos a llamar «sociales»; es decir, todas las que fueron debidas
a la situación de injusticia social que se vivía en Cuba. Y, efectivamente,
en este punto los independentistas tuvieron muy en cuenta la importancia
de lo que podría significar el aporte de la emigración a la causa de Cuba.
En este sentido nos parece importante destacar la visión que aparece en el
libro de H. Goodman sobre cómo la emigración peninsular que sufrió los
mismos rigores de la injusticia, la explotación de la Administración española,
se unirían a la causa de Cuba. Según Goodman, sólo el miedo y la
ignorancia hacía dudar del apoyo hacia la revolución. Por consiguiente,
debían los laborantes hacerles comprender «que no es el temor lo que nos
hace pedirles su colaboración, sino el convencimiento de que saldremos
vencedores y de que podremos constituir una nacionalidad vigorosa y
agrupar a nuestro lado todas las Antillas»90.
Esta idea nos parece muy importante, puesto que refleja algo fundamental
de la guerra, el contenido ideológico y de reafirmación de que la
Guerra de los Diez Años fue el primer intento serio para constituir la
nación cubana, siendo muy importante el intento de agrupar a toda la
población existente en Cuba, y por este motivo se decía: «Todos los que
hemos nacido en Cuba, todos los extranjeros que aquí viven se unirán, sin
mucho trabajo, a la obra de la redención. Es necesario quitarle al enemigo
su único apoyo, la ignorancia de las nacionalidades»91. Por supuesto,
las autoridades españolas verían con muy malos ojos la posibilidad de que
los inmigrantes, los negros esclavos, etcétera, pudieran unirse a la revolución,
puesto que lo que verdaderamente temía España era que arraigara en
la población en general la idea de la nación cubana. Es decir, que los
cubanos e incluso los propios españoles residentes en Cuba se unieran a la
causa independentista, como así sucedería.
89 DOMINGO ACEBRÓN, M." Dolores: «El apoyo de la República Dominicana a la
independencia de Cuba, 1868-1898», El Ateneo, Revista de Ciencia, Artes y Cultura, Ateneo
de Madrid, Madrid, 1994, n, cuarta época, págs. 48-55.
90 GOODMAN, H.: Escenas de la Revolución de Cuba. Los laborantes, París, 1872,
págs. 62-76.
91 Op. cit. (90), págs. 66-76.
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2. LA POSICIÓN DE LOS ESPAÑOLES ANTE LAS GUERRAS
DE INDEPENDENCIA
Martí jugó un papel muy importante en la decisión de muchos españoles
de apoyar la revolución, puesto que siendo el ideólogo alcanzó una
credibilidad moral que muy pocos tuvieron en la Gran Antilla, y de esta
forma contribuyó a que muchos españoles que vivían en Cuba decidieran
luchar contra quienes les oprimían como nación y pretendían que Cuba
continuase siendo una colonia.
En este sentido, si pensamos un poco en la trayectoria personal de
Martí comprenderemos mejor su posición hacia los españoles. Cuando
sale de la Isla en 1873 ya había sufrido personalmente lo que era el régimen
colonial español, asistiendo en España a la proclamación de la Primera
República española y comprobando la actitud de algunos, que a pesar
de su filiación republicana y de un supuesto ideario liberal y progresista,
por el contrario, no tomaron ninguna posición respecto a Cuba y a los
problemas que tenía planteados. «Estos republicanos padecían la misma
ceguera, intransigencia e incomprensión que los monárquicos respecto a
Cuba»92. Como expusiera Nicolás Estebánez, la República española «adoleció
no de excesivo radicalismo, sino de conservadora, de complaciente
y de cándida»9'. Y que la única excepción fue la del político Francisco Pi
y Margan, que asumió una posición crítica ante la situación de Cuba. La
figura de Pi y Margan está indisolublemente ligada a la historia de Cuba,
desde su paso por la presidencia de la República y su posición más liberal,
dictando una de las leyes sobre desembargo de bienes en 1873.
En el homenaje que el Ateneo de La Habana y el Centre Catalá94 le
rindieron con motivo del centenario de su nacimiento, se puso de relieve
en la conferencia inaugural, titulada: Pi y Margall ante la historia y la
gratitud de Cuba, pronunciada por José Comangla Fontanilles, presidente
del Centre Catalá de La Habana y director de la Revista Parlamentaria de
Cuba, cómo a pesar de ser Pi y Margan uno de los políticos del régimen
colonial español, por el contrario, podría ser definido como el «más cívico
defensor de los ideales patrióticos de Cuba». Consecuente con sus ideales
republicano-federalistas fundó en 1891 su famoso semanario El Nuevo
Régimen, cuyo primer artículo fue en defensa del levantamiento ocurrido
" ROIG DE LEUCHSENRING, Emilio: «Las dos Españas de Martí», Revista de la
Biblioteca Nacional «José Martí», La Habana, 1953, tomo IV, n.o 1, págs. 37-57.
9.1 Ibíd., pág. 40.
" Ateneo de La Habana y Centre Catalá: Homenaje en memoria de Pi y Margall con
motivo del centenario de su nacimiento, La Habana, 1924.
59
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en Holgüín y donde la postura era muy clara: «La insurrección que se
acababa de sofocar era una consecuencia de la desastrosa política colonial.
El poder sin límite concedido a las autoridades enviadas, muchos de
los que iban con la idea de enriquecerse rápidamente, unido esto a la
falta de obras de urbanización, propició sin duda que un grupo de hombres
quisieran hacer capitular al gobierno de la Península»05.
y este fue, sin duda, uno de los españoles de los que habló Martí
cuando decía «que los españoles buenos son cubanos». La actitud de Martí
hacia los españoles ha quedado patente en sus numerosos artículos de
prensa. Por ejemplo, son significativos los publicados en el periódico Patria,
en Nueva York, durante los años 1892 y 1893, y donde podemos citar
los titulados «Un español», «Carta de un español», «José Martínez El
Gallego», etcétera.
En el primer artículo, titulado «Un español», comienza haciendo una
división entre «los que aborrecen la libertad porque sólo la quieren para sí
y los que la aman y la quieren para todos»9ó. Además, cita en dicho artículo
al catalán Mariano Balguer, que murió en defensa de Cuba. En los demás
artículos, y más concretamente en «Carta a un Español», nos relata el caso
del gallego «Insua», que murió en Nueva York después de haber sostenido
dos clubes pro cubanos en dicha ciudad y de haber pasado toda su vida
defendiendo la paz y la justicia97
•
Además, esta visión de Martí de contar con el apoyo de los españoles
estuvo reflejada en uno de los primeros manifiestos; por ejemplo, el titulado
«El Partido Revolucionario a Cuba», más conocido como el «Manifiesto
de Montecristi», firmado en la República Dominicana el 25 de marzo
de 1895 por José Martí y Máximo Gómez unos días antes de que
partieran para Cuba. En este documento Martí y sus seguidores diferencian
entre la España absolutista y los que él llamaba los «buenos españoles
». Es un llamamiento a la hermandad entre los dos pueblos y dice así:
«La guerra no es contra el español que en el seguro de sus hijos y en el
acatamiento a la patria que se ganen podrá gozar respetado, y aun amado,
de la libertad que sólo arrollará a los que salgan imprevisores al
camino ... la guerra tiene la voluntad de respetar, y hacer que se respete, al
español neutral y honrado, en la guerra y después de ella»98.
" Ibíd., pág. 19.
% Artículo titulado «Un español», Patria, 16 de abril de 1892, op. cit. (86), pág. 389.
97 Artículo titulado «Carta a un Español», Patria, 14 de mayo de 1892. MARTÍ, José:
Obras Completas, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963-1973, tomo IV, págs.
410-412.
" LAVIANA CUETOS, M." Luisa: José Martí. Antología del pensamiento político,
60
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Es interesante resaltar la idea apuntada por Paul Estrade'''' sobre la
diferencia expresada por Martí en torno a la necesidad de la descolonización
de España y lo que otros llamaron la desespañolización. Por ejemplo,
algunos desde la emigración abogaban por dicha idea. En un artículo aparecido
en el periódico Yara el 26 de febrero de 1890 se decía que la
desespañolización era algo fundamental y como un principio de dignidad
para el pueblo cubano. Esta última tesis apareció en los artículos de Alberto
Ruz, exiliado en París'oo, quien escribía bajo el seudónimo de Egmont,
titulado «A propósito de la Autonomía», publicado en París en la Revue
Diplomatique el 7 de noviembre de 1897, en el Moniteur des Consulats y
en El Comercio Internacional e14 de noviembre de 1897. En él se atacaba
con bastante dureza a los españoles, tachándolos de vengativos y rencorosos.
En uno de los párrafos decía: «Incluso suponiendo que España, sensible
a la voz de la justicia, estuviera resuelta a reconocer a los cubanos
los derechos que siempre les negó, es imposible que los e:<Jpañoles de
Cuba se resignen a vivir como simples ciudadanos sobre el mismo suelo
en el que gobernaron como dueños ... »'O'.
Efectivamente, al comienzo de la guerra, el 15 de agosto de 1895,
Estrada Palma, como delegado de la República Cubana en Nueva York,
publicó una Circular donde en sus cinco artículos era bastante tajante
respecto a la política a seguir no sólo con los españoles que colaboraran
con el Gobierno español, sino también con los cubanos que combatieran a
favor de España; para ambos las penas eran de expulsión de la Isla y
confiscación de sus propiedades. Ahora bien, se especificaba que los españoles
que no luchasen contra la independencia serían respetados, como
también lo serían los soldados españoles que se incorporasen a las filas del
Ejército Libertador, quienes tendrían los mismos derechos que los soldados
cubanos,02.
Efectivamente, todas estas consideraciones propiciaron que numerosos
españoles se incorporasen a las filas del Ejército Libertador. En el análisis
realizado destacan el grupo de los canarios, de ahí la importancia que tiene
el resaltar a esta comunidad como la que tuvo mayor peso social en el
social y económico de América Latina, Instituto de Cooperación Iberoamericana, Madrid,
1988, pág. 86.
99 ESTRADE, Paul: <<José Martí: las ideas y la acción», Estudios de Historia Social,
Madrid, n.'" 44-47, enero-diciembre, 1988, págs. 17-88.
lOO Ibíd., pág. 34.
101 ESTRADE, Paul: La Colonia Cubana en París, Ed. Ciencias Sociales, La Habana,
1984, págs. 334-336.
lO' Op. cit. (68), págs. 36-37.
61
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desarrollo económico, social y político cubano. Seguido de andaluces, gallegos,
castellano-leoneses, catalanes, valencianos, extremeños, asturianos,
baleares, cántabros, aragoneses, madrileños, murcianos, vascos y navarros.
Además, fue analizado también el año de ingreso en el Ejército Libertador,
el grado militar que alcanzaron, la profesión, estado civil, etcéteral()].
3. LA POLÍTICA REPRESIVA Y LOS DECRETOS
DE RECONCENTRACIÓN DEL GENERAL WEYLER
Es interesante analizar cómo influyó la política represiva de España
para que los canarios y los españoles en general, cubanos y los extranjeros
se unieran a la revolución. Es decir, comprobar hasta qué punto los decretos
de reconcentración dictados por el general Weyler propiciaron que
muchos comprendieran, si no falleCÍan antes, cuál era realmente la posición
de España.
El bando del general Weyler, fechado el21 de octubre de 1896, contenía
las siguientes órdenes: en primer lugar, todos los habitantes en los
campos o fuera de la línea de la fortificación de los poblados debían
reconcentrarse, en el término de ocho días, en los pueblos ocupados por
las tropas, siendo considerado como rebelde quien se encontrase en algún
despoblado.
En segundo lugar, quedaba prohibido sacar víveres de los poblados y
transportarlos de un lugar a otro, por mar o por tierra, sin permiso de la
autoridad militar. Los que no lo hicieren así serían juzgados como colaboradores
de los rebeldes.
En tercer lugar, los dueños de ganado tendrán la obligación de conducirlos
donde se les ordene.
En cuarto lugar se declaró el plazo de ocho días para que todo esto se
llevara a cabo, valorándose en los que se presentasen la información sobre
los rebeldes, si traían armas y especialmente si los presentados eran un
grupo más numeroso. Y, por último, las disposiciones sólo eran aplicables
para la provincia de Pinar del Río104
•
103 DOMINGO ACEBRÓN, M.a Dolores: «La participación de españoles en el Ejército
Libertador en Cuba, 1895-1898», Revista de Indias, Departamento de Historia de América,
Centro de Estudios Históricos, CSIC, Madrid, vol LII, mayo-diciembre 1992, n.o 195-196,
págs. 349-363, Y «Los españoles en Cuba y su participación en la Guerra de Independencia,
1895-1898», Actas La Nación soñada: Cuba, Puerto Rico y Filipinas, Ed. Doce Calles,
CSIC, Aranjuez, 1996, págs. 647-661.
104 MIRÓ ARGENTER, José: Cuba: Crónicas de la Guerra. Las campañas de invasión
y Occidente, Ed. Lex, La Habana, 1943, págs. 141-142.
62
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El decreto de reconcentración de Weyler formaba parte de la política
represiva que las autoridades españolas habían impuesto en Cuba desde
que se produjeran los primeros movimientos de liberación. El decreto de
Weyler de reconcentración en las ciudades de todo el campesinado cubano,
era muy semejante al decreto del general Lersundi al comienzo de la
insurrección del 68, con la implantación de las famosas «comisiones militares
», los delitos de sedición, traición y rebelión. Más tarde, el general
Dulce comenzó su mandato, a comienzos de 1869, con una política más
moderada, suprimiendo las «comisiones militares». Pero esta política se
vio pronto modificada debido al avance rebelde e inaugura la política
represiva en febrero de 1869, estableciéndose que todos los delitos de
infidencia y rebelión armada pasarían a ser juzgados en Consejos de Guerra
ordinarios, y desembocando ésta en la Circular de 20 de abril de 1869,
sobre embargo de propiedades, incautación y más tarde confiscación.
Después, el Conde de Valmaseda, en 1871, dictó el bando que ordenaba
que todos aquellos que no se presentaran antes del 15 de enero de 1871
serían fusilados, y si se presentaban después de dicha fecha eran condenados
a cadena perpetua.
Al comienzo de la última guerra de independencia continuó la política
de mano dura que repercutió directamente en la población civil. A pesar de
todo, según las cifras del historiador español Reverter Dalmás había
reconcentradas en La Habana unas 70.000 personas, 62.000 en Matanzas
y 40.000 en Pinar del Río. Y según el cónsul norteamericano Mr. Lee, a
finales de 1897 había unas 100.000, de las que habían muerto la mitad.
La situación era tan denigrante, que «vivían como moribundos, en La
Habana Weyler les había reservado los fosos, es decir, las zanjas que circundaban
las antiguas murallas. Apiñados bajo techos de yaguas o ramas,
sin agua, sin letrinas, enfermaban rápidamente de tifus, viruela, disentería
o cólera. Durante el día invadían las calles en busca de limosna y esperaban
las sobras a la puerta de las fondas y los cafés» 105.
Ninguna de las descripciones que se hagan se asemejarán a la verdadera
realidad de lo que significó la reconcentración, personas incapaces de
defenderse de la arbitrariedad y el despotismo de una autoridad que incendiaba
los bohíos, destruía las siembras y dejaba morirse de hambre a
los que sin ningún tipo de recurso se veían abocados a la miseria y a la
muerte.
105 POUMIER, Maria: «La vida cotidiana en las ciudades cubanas en 1898», Revista
de la Universidad de La Habana, La Habana, 1972, n.O 196-197, págs. 170-209.
63
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
El traslado forzoso a las ciudades de los campesinos que no se habían
incorporado a la revolución, y según un interesante relato de Raimundo
Cabrera, que bajo el seudónimo del coronel Ricardo Buenamar, nos detalla
la vida de los reconcentrados. Las familias por centenares se trasladaban
en caballerías, en carreta o a pie, trayendo sus ajuares, sus aves y sus
objetos más precisos. La ciudad no tenía edificios suficientes para acoger
a los reconcentrados, unos se apiñaban en las casas, hasta 20 familias en
una sola vivienda, y los que no podían pagar el hospedaje se veían obligados
a alojarse en los portales de las casas. Y otros, en su propia carreta.
Incluso algunos han instalado bohíos abiertos con pencas de guano, formándose
un barrio de más de 200 familias lo6
•
Incluso después de terminada la guerra, si se veía a una persona andrajosa
o mísera se le llamaba popularmente «un reconcentrado».
Tal fue la saña desplegada contra la población rural, que Antonio Maceo,
como general del Ejército Libertador, escribió una carta al propio Weyler,
donde le responsabilizaba de los crímenes cometidos en Nueva Paz y Loma
del Gato, destacando los de los coroneles españoles Vicuña y MolinalO7
•
Estas medidas represivas fueron las que propiciaron la incorporación
de muchos campesinos a las filas mambisas, por el solo hecho de buscar
refugio y amparo en las montañas y en los lugares donde los rebeldes
habían establecido sus campamentos. Y, además, al huir de los intolerantes
militares españoles para muchos campesinos «la Tierra del Mambí», como
llamó el periodista irlandés James O'Keillyt°8 a los campos ocupados por
los insurrectos, se convertía en un lugar seguro l09
•
Desde el campo intelectual hubo una labor de denuncia sobre la situación
social de Cuba. Y fue precisamente desde esta posición en la que
encontramos al escritor canario Andrés Avelino Orihuela, quien en su novela
El Sol de Jesús del Mantel 10 hace una descripción bastante fidedigna
de la situación de los esclavos. Por ejemplo, en el primer capítulo, titulado
«La madre y la hija», y en una escena típica de costumbres de una casa de
tipo medio en la Calzada de Jesús del Monte, de La Habana, hacia 1844,
111(, CABRERA, Raimundo: Episodios de la guerra. Mi vida en la manigua, Filadelfia,
1898, págs. 237-242.
107 Op. cit. (104), págs. 141-144.
lOS O'KEILLY, James: La Tierra del Mambí, La Habana, 1968.
111') ESCALANTE, Aníbal: Calixto García. Datos inéditos del 95, Ed. Caribe, La Habana,
1946, págs. 13y 198.
1111 ORIHUELA, Andrés Avelino: El Sol de Jesús del Monte, Editores Ignacio Boix y
c.', París. 1852.
64
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
una esclava es amenazada con un «boca-abajo»]]]. Asimismo, incluye en el
relato la muerte del poeta cubano Gabriel Concepción Valdés Plácido en
1844. O cuando el mismo autor, a través de sus personajes, hace la siguiente
reflexión: «¿Tenemos los hombres derecho para oprimir a nuestros
semejantes? Los negros son hombres como nosotros, están dotados de
inteligencia, de raciocinio, de las mismas facultades que usted, y luego de
dónde emana el legítimo título para venderlos y tratarlos como a animales
irracionales. Quien ama a su país, cuando oprime a los de fuera ni ama la
libertad, ni ama a los hombres»ll2.
En realidad, hace una crítica al sistema esclavista, la trata, la soberbia
y superioridad de los blancos sobre los negros, la compra de títulos
nobiliarios, etcétera. ¡Parece imposible que en el s. XIX existan todavía
diferencias de razas!]13.
4. LOS DESERTORES DEL EJÉRCITO REGULAR ESPAÑOL
La deserción en un Ejército es algo bastante normal, máxime cuando
los soldados que iban a la guerra de Cuba no eran voluntarios, sino obligados.
Ahora bien, la deserción no sólo está contemplada en el sentido de los
que ya están en Cuba y desertan, sino incluso aquellos que tienen que
alistarse para las guerras de las colonias. Y aquí comenzaba el problema
cuando los mozos no acudían al llamamiento a filas. Incluso algunos ante
el inminente ingreso en el Ejército se trasladaban a Ultramar o simplemente
fuera del país. Por este motivo la reina dio un Decreto el 26 de febrero
de 1846, a través del Ministerio de la Guerra, prohibiendo que se expidiesen
pasaportes a todos aquellos que estuvieran en edad militar. De esta
forma, los prófugos si eran solteros se les enviaba a la Compañía de Ultramar,
y sin eran casados, al Batallón Correccional de Ceuta.
En muchos de los casos las deserciones se producían debido a los
privilegios sociales respecto a quienes pagaban o no la cantidad impuesta
para poder librarse de ir a las guerras coloniales, en Cuba y Marruecos ]]4.
'" «Boca-abajo»; noventa o cien latigazos con un cuero sobre el cuerpo desnudo; de
un castigo semejante suelen estar los esclavos algunos días enfermos, porque de ordinario
las heridas tardan en cicatrizarse por la inflamación que le sobreviene, aunque emplean
para curarlos una infusión de tabaco, orines y aguardiente de caña, op. cit. (99), págs. 7-9.
'lO Op. cit. (109), págs. 58-62.
IIJ Peifil histórico de las Letras Cubanas, desde los orígenes hasta 1898, Instituto de
Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, Ed. Letras Cubanas, La
Habana, 1983, pág. 304.
'14 MARTÍNEZ RUIZ, Enrique: «Desertores y prófugos en la primera mitad del s. XIX.
65
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
Para la guerra del 95 han sido contabilizados 9.679 desertores según la
estadística de reclutamiento y reemplazo del Ejército, que da los siguientes
porcentajes: el 2,68% en 1895, el 3,56% en 1896, el 4,09% en 1897 y
el 4,62% en 1898, siendo la media para los cuatro años del 3,73% de los
quintos.
Otro aspecto interesante del problema de los desertores es el apuntado
por Carlos Serrano, observando la relación directa existente entre los prófugos
y las provincias españolas que han sido por excelencia puntos de
emigración. Las provincias gallegas, Cataluña, el País Vasco-Navarro y
Canarias. Las causas parecen apuntar a los factores de tipo geográfico y
sociales. Las crisis agrarias de los años ochenta hicieron que muchos agricultores
perdieran hasta la mitad de sus cosechas, y que ante la imposibilidad
de pagar la cantidad para redimirse huyeran hacia un destino incierto
pero un poco más seguro. Es decir, emigrantes que se encontraban en
Ultramar y que no se presentaban a las autoridades consulares o militares
para incorporarse al Ejército.
Incluso el aumento del número de desertores en determinados puntos
hacía temer que algunos de éstos pudieran unirse a «las conspiraciones
anarquistas, republicanas o carlistas». En este sentido, el embajador de
España en Francia a finales de 1896 temía por esta situación y por los
problemas que podría ocasionar sobre todo de tipo social, pues los españoles
trabajaban por salarios bastante inferiores a los trabajadores franceses.
Frente a esta situación, la opinión pública, y más concretamente el
órgano de los socialistas vascos, exponía cómo la deserción no era más
que una reacción popular contra lo que significaba la guerra y la ideología
patriótica, y decía: «Los quintos que emigran huyendo de la guerra no son
patriotas, lo dicen ellos a boca llena, porque entienden que la patria es el
marqués de Comillas y los accionistas del Banco y la Tabacalera y de los
ferrocarriles, y ellos no quieren perder la vida por esa pandilla de usureros
»J15.
En definitiva, lo que se está cuestionando es la crisis social, política y
económica de fin de siglo. Por una parte, refleja la imposibilidad de seguir
manteniendo las colonias y el sacrificio que esto suponía para el país. Por
otra parte, la desigualdad social de un sistema político que provocaría la
Sus causas y efectos», Revista Hispania, Instituto Jerónimo Zurita, Madrid, 1967, págs.
608-638.
115 SERRANO, Carlos: «Prófugos y desertores en la guerra de Cuba», Estudios de
Historia Social, Publicaciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1982,
n.o 22-23, págs. 253-274.
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organización de la clase obrera como única forma de combatir las injusticias
del Estado.
En este sentido ya apuntábamos algo en el artículo sobre los españoles
en el Ejército Libertador. Y es precisamente este dato el que queremos
destacar al comprobar que algunos soldados que desertaban del Ejército
español ingresaban en el Libertador. Por ejemplo, es significativo el hecho
de que el Regimiento de Infantería de Ocujal n.o 16, el segundo batallón y
la quinta y sexta compañías, procedían del Ejército español.
DESERTORES DEL EJÉRCITO ESPAÑOL
Nombre Natural Ingresó Profesión Edad
Cipriano Casanova .................... Santander Procedente Campo 43
Ejército
español
José Peláez Fernández ............... Asturias » Campo 30
Francisco Navarro Ginés ........... Valencia » Campo 40
Francisco Pérez Abreu .............. Canarias » Campo 31
Pedro J anés González ............... » » Campo 29
Domingo Piñera ......................... » » Campo 40
Andrés Concepción Hernández. » » Campo 40"6
Las causas de la deserción ya han sido analizadas por numerosos estudiosos
sobre los modelos coloniales, principalmente de Cuba, abordado
por la profesora Elena Hemández Sandoica1l7
• La vida del soldado en
Ultramar era bastante dura para poder ser soportada, y sobre todo si tenemos
en cuenta el escaso sentido que muchos de estos soldados veían a
estas guerras. Es decir, sin convencimiento de por qué se estaba luchando
y para qué; el sacrificio de más de 200.000 soldados en la guerra del 95,
según las cifras de la citada autora. Si a esto sumamos la falta de ropas, las
enfermedades y sobre todo la falta de alimentos, todo esto provocará la
repatriación de numerosos soldados, si es que llegaban. El informe elaborado
en 1897 daba como primera causa de mortalidad el hambre y no la
terrible enfermedad del vómito.
116 Fuente: Archivo Nacional de Cuba, Archivo Carlos Roloff, Legajo n.o 10, Expediente
72. Elaboración propia.
117 HERNÁNDEZ SANOOICA, Elena, y MANCEBO, M.a Fernanda: «Higiene y sociedad
en la guerra de Cuba (1895-1898). Notas sobre soldados y proletarios», Estudios de
Historia Social, Madrid, págs. 361-384.
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La situación es semejante para la Guerra de los Diez Años, donde las
enfermedades eran la primera causa de mortalidad del soldado español en
Cuba.
Conscientes los líderes del Ejército Libertador de que el hecho de la
deserción era algo inevitable, apoyaban a los soldados españoles que así lo
hiciesen, equiparándoles a los de las filas mambisas. Y además, Estrada
Palma, como delegado de la República Cubana en Nueva York, exponía
que fueran respetadas las propiedades de los españoles que no luchasen
contra la independencia. Por el contrario, se acentuaban las penas contra
los voluntarios que colaborasen con el Gobierno español"H•
Otras versiones sobre el abandono del Ejército Regular español es la
expuesta recientemente por Moreno Fraginals"9
, quien explica cómo la
gran demanda de trabajo en Cuba ejerció de fuerza migratoria, pero sobre
todo hizo que los soldados peninsulares abandonaran la vida militar y se
dedicaran a la vida civil. Pero esta decisión no fue tomada al llegar a
Cuba, sino antes de salir de la Península. No obstante, el autor reconoce la
existencia de numerosas deserciones debido a la escasez de la paga, si es
que ésta se cobraba, lo cual hacía bastante difícil poder subsistir en La
Habana o Santiago de Cuba, siendo éstos unos de los lugares más caros de
América.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que el período analizado corresponde
desde finales del s. XVI hasta finales del s. XVIII.
'" Op. cit. (68), págs. 36-37.
119 MORENO FRAGINALS, R., y MORENO MASÓ, José J.: Guerra, migración y
muerte (El Ejército español en Cuba como vía migratoria), Ed. Júcar, Asturias, 1993,
163 págs.
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CAPÍTULO III
INCORPORACIÓN DE LOS CANARIOS
AL EJÉRCITO LIBERTADOR CUBANO,
1868-1898
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
1. COMPOSICIÓN NUMÉRICA DEL EJÉRCITO LIBERTADOR
DURANTE LA GUERRA DE LOS DIEZ AÑOS (1868-1878)
Y LA GUERRA DE 1895-1898
La importancia de cifras 10 más aproximadas posibles al número real
de integrantes del Ejército Libertador en ambas guerras representa un trabajo
casi imposible, debido a la complejidad de la formación de un Ejército
y la diversidad de sus integrantes, entre los que hubo: campesinos
blancos, españoles y cubanos, criollos, negros, libertos, chinos, extranjeros
de varios países, etcétera. Es decir, los insurgentes eran reclutados
entre los insulares y emigrados, los obreros sin trabajo y los extranjeros
(españoles, peninsulares, americanos, norteamericanos, mexicanos, dominicanos,
colombianos, ingleses). Y aunque hay una mayoría importante de
negros, los blancos mayoritariamente ocupan los cargos de responsabilidadl20
•
El Ejército Libertador cubano en la Guerra de los Diez Años es aún
más difícil, si tenemos en cuenta que no existe una lista oficial documental
y que los datos que hemos podido conseguir han sido a través de la consulta
de numerosa bibliografía, y que, por consiguiente, tampoco podemos
considerarlos como definitivos, sino una aproximación al número total de
fuerzas del Ejército Libertador.
En la primera guerra de independencia el número total de integrantes
fue bastante inferior a la del 95. Y se aproximan a un total de 8.000 combatientes
hacia los años 1874-1875, auge de la guerra y cuando las fuerzas
libertadoras tuvieron mayor brillantez, en su mayoría negros 121.
120 ESPINASSE-SECONDAT, P.: A Cuba. L'/nsurrection cubaine de frevier /895 a
mai 1896, Editeur Henri Charles-Lavauzelle, París, 1897.
'21 FRANCO, José Luciano: Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, Ed.
Ciencias Sociales, La Habana, 1989, pág. 134.
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
Algunos otros datos obtenidos nos dan la cifra de un total de unos
3.000 hombres, «que más era una agrupación que un ejército». Las tropas
se componían de jóvenes de las ciudades de diferentes profesiones, de
hombres blancos de los campos, de negros africanos y criollos y hasta
algunos chinos; apenas había unos 300 armados -muchos de éstos, atados
con cuerdas para que se sostuvieran-; unos 300, armados de machetes, y
el resto, con trozos de palos, cortados como fusiles. Junto a éstos, la artillería,
que se componía de individuos que custodiaban un tubo de madera
de unos 80 centímetros forrado de cuero y descansando en dos ruedas de
carreta» 122 •
Otros de los datos recogidos dan la cifra de 4.000 hombres en noviembre
de 1868 y 10.000 dos años después, en 1870, según las que el mismo
autor ofrece a continuación. El Ejército Libertador en la Guerra de los
Diez Años estuvo formado de cinco Cuerpos y da la cifra de 5.000 hombres.
Yen los Cuerpos de Infantería, Caballería y Artillería da los siguientes
datos:
Armas Hombres Cabal/os o muletos Piezas de artillería
Infantería............................ 25.000
Caballería ........................... 14.000 13.800
Artillería .............. .............. 800 190 22
---------------------------------------
Total....................... 40.000 13.900 22
Del total, 12.000 poseen armamento completo, 18.000 no tienen más
que una carabina o machete y 10.000 no están armados123
•
y según el Bulletin de la Revolution Cubaine l24
, órgano de prensa de
los revolucionarios en París durante la Guerra de los Diez Años, en el
primer número, que apareció elide septiembre de 1871, daba la cifra de
45.000 cubanos en armas contra la tiranía española, de los que 17.000
tenían fusiles. Aunque el mismo periódico daba la cifra de 3.000 hombres
un mes después. Y para finales de 1872 el coronel Macías, agente general
de Cuba en Inglaterra, los patriotas armados en Cuba eran unos 15.000,
distribuidos así: 2.000 en Cinco Villas (oeste), 3.000 en Camagüey (cen-
122 GOODMAND, H.: Escenas de la revolución de Cuba. Los laborantes, París, 1872,
págs. 197-207.
'" Op. cit. (120).
124 Bulletin de la Révolution Cubaine, n.o 1, viernes 1 de septiembre de 1871, hasta el
n.o 128, 7-IV-1874, Impr. Marcilly, París, manuscrito (redactor Ramón de Armas y Céspedes).
72
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
tro) y 10.000 en el este. Y más de 20.000 hombres no armados'25
• Los
partes de los rebeldes parecen coincidir con estas cifras y daban un número
entre 10.000 y 15.000 hombres, y las informaciones oficiales dadas por
Céspedes se elevaban a 9.700 hombres \26. Y al igual son semejantes las
publicadas por Nicolás Estébanez en París 'CJ, afirmando que la insurrección
de 1868 no tuvo en armas en ningún momento más de 10.000 hombres
y como mucho 12.000.
Ahora bien, según las cifras recogidas en las diversas fuentes oficiales
dadas por los propios representantes de las fuerzas rebeldes, y por los
estudiosos interesados por la cuestión de Cuba en el extranjero, la media
durante los años álgidos podría haber alcanzado los 15.000 hombres, puesto
que el número de 40.000 y 45.000 hombres parece una cifra bastante
abultada.
Con respecto al número de fuerzas que compusieron el Ejército Libertador
en la guerra de 1895, fue superior a los integrantes para la Guerra de
los Diez Años. Este aspecto es muy importante para constatar la importancia
del papel que jugaron los canarios en las guerras de independencia.
Sin duda alguna, este nuevo conflicto contaba con un apoyo superior a
la guerra del 68. Máximo Gómez dijo que la guerra del 95 era «la guerra
de Martí»'2H; a pesar del poco tiempo que vivió la contienda, quedó impregnada
de la ideología martiana.
Las cifras que dan algunos autores para la última guerra de independencia
alcanzan a 69.782 hombres en filas, según García del Pino '2". Y
para Benigno Souza el Ejército Libertador llegó a contar con más de 100.000
hombres'.l".
La Ley de Organización Militar dictada en 1897 nos permite conocer
con exactitud los nombres y apellidos de todos los inscritos, fecha de
ingreso, naturaleza, edad, profesión, fuerza y cuerpo a que pertenecieron,
grado y antigüedad, armamento, municiones, altas y bajas, y por qué motivos
se produjeron. Asimismo se publicó en 1901 el Índice Alfabético y
Defunciones del Ejército Libertador, elaborado por el general Carlos Roloff.
No obstante, dicha lista parece tener, según las investigaciones realizadas
'" lbíd., n.O 57, 28-IX-1872, 2.° año.
IC" RECLUS, Elisée: L'lnsurrection de Cuba. Revue Politiqueo Paris.
m ESTÉBANEZ, Nicolás: Resumen de la Historia de América, Garnier Hermanos,
París, págs. 431-436.
'" Op. cit. (71).
IC" GARCÍA DEL PINO, César: «Algunas consideraciones acerca de las bqjas del
Ejército Libertador», Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 1972,
n.02, año 63, págs. 127-145.
!lO Op. cit. (117).
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2014
por García del Pino, algunos errores, al omitir algunos de los fallecidos.
Por ejemplo, de un total de 69.782 hombres alistados en el Ejército Libertador,
únicamente da como fallecidos 4.786. Y posteriormente, la Comisión
Central Revisora y Liquidadora dio la cifra de 10.655 muertos en
campaña. Según el general Collazo, el Ejército perdió en tres años y medio
aproximadamente el 50% de sus efectivos u1
•
2. INCORPORACIÓN DE LOS CANARIOS EN EL EJÉRCITO
LIBERTADOR
La incorporación de los canarios al Ejército Libertador ha sido constatada
documentalmente, después de haber sido realizada una investigación
en el Archivo Carlos Roloff. La investigación incluye todos los Cuerpos
del Ejército Libertador: Primero, Segundo, Tercero, Cuarto, Quinto y Sexto
(Apéndice 2).
La información de cada uno de ellos incluye las siguientes variables:
naturaleza, fecha de ingreso en el Ejército, graduación, profesión, edad,
estado civil yen un tanto por ciento bastante inferior aparece la información
sobre instrucción (si sabían leer y escribir), fecha de fallecimiento,
especificando la causa y el lugar; empleo que desempeñaban en el Ejército,
antigüedad, lugar de destino: compañía, batallón, regimiento, departamento
de la Isla, procedencia antes de incorporarse al Ejército, es decir, si
procedían de otras compañías dentro del Ejército Libertador, si venían del
Ejército español en calidad de desertores o si, en último caso, eran civiles
que se incorporaban por primera vez.
El número total de canarios que ingresaron en el Ejército Libertador
fue de 292, que se desglosan por Cuerpos de la siguiente forma:
CANARIOS EN EL EJÉRCITO LIBERTADOR DE CUBA, 1895-1898
Cuerpo Cantidad %
Primero ............... 57 19,5
Segundo .............. 46 15,7
Tercero ................ 11 3,7
Cuarto ................. 97 33,2
Quinto ................. 79 27,0
Sexto ................... 2 0,6
TOTAL .... 292
IJI Op. cit. (129), págs. 127-145.
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Los porcentajes han sido elaborados sobre el total de los canarios que
ingresaron en el Ejército, puesto que no conocemos el dato exacto del
número de integrantes de todas las nacionalidades, cubanos u otros extranJeros.
El Primer Cuerpo comprendía, según los datos recogidos en el Fondo
Carlos Roloff: el Regimiento de Infantería de Cambute n.O 11, el Regimiento
de Guantánamo, Regimiento de Baracoa, Departamento Militar de
Oriente.
El Segundo Cuerpo ocupaba el Regimiento de Céspedes, el Regimiento
de Infantería de Martí n.O 6, Regimiento de Infantería de Ocujal (División
Occidental de Holgüín), Regimiento de Infantería Ocujal n.O 16, Regimiento
de Infantería de Oriente n.O 15, Regimiento de Infantería Tacajo
n.o 14 (División General Holgüín).
El Tercer Cuerpo comprendía el Escuadrón de Caballería de Agramonte,
el Primer Escuadrón, Brigada de la Trocha en Comisiones Especiales,
Batallón Aranguren, Brigada de la Trocha, Regimiento de Caballería de
Camagüey.
El Cuarto Cuerpo ocupaba el Regimiento de Caballería de Villa Clara,
Regimiento de Infantería de Villa Clara, Regimiento de Caballería de Zayas,
Departamento Occidental, Segunda División, Segunda Brigada, Provincia
de Las Villas, Sancti-Spiritus, Departamento Occidental, Regimiento de
Cienfuegos.
El Quinto Cuerpo comprendía el Regimiento de Infantería Colón,
Regimiento de Betances, Regimiento de Infantería de Cárdenas, Regimiento
de Caballería Colón, Regimiento de Caballería General Mayia,
Regimiento de Infantería de Matanzas (Lista Adicional), Regimiento de
Palos y Tiradores de