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INSULAR DE FUERTEVENTURA
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UNAMUNO, LOS DERECHOS DEL
HOMBRE Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
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ANUARIO DEL ARCHIVO HISTÓRICO
INSULAR DE FUERTEVENTURA
TEBETO
ANUARIO DEL ARCHIVO
HISTÓRICO INSULAR DE
FUERTEVENTURA (ISLAS
CANARIAS)
ANEXO I
1989
EXCMO. CABILDO INSULAR DE FUERTEVENTURA,
COMISIÓN DE CULTURA
ARCHIVO HISTÓRICO INSULAR DE FUERTEVENTURA
TEBETO
ANUARIO DEL ARCHIVO HISTÓRICO INSULAR DE FUERTEVENTURA se
publica bajo el patrocinio del Servicio de Publicaciones del Excmo. Cabildo
Insular de Fuerteventura y del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura.
PRESIDENTE
D. Raimundo Domínguez de Vera.
CONSEJO DE DIRECCIÓN
D. Francisco Navarro Artiles.
Dr. D. Manuel de Paz Sánchez.
D." Rosario Cerdeña Ruiz.
CONSEJO DE REDACCIÓN
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Dr. D. Manuel Hernández González.
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SECRETARIA
D." Rosario Cerdeña Ruiz.
DISEÑO
D. Juan Cabrera Alemán.
Dirigir la correspondencia al Archivo Histórico Insular de Fuerteventura. Cabildo
Insular. Puerto del Rosario. Fuerteventura. Islas Canarias.
ISBN 84-87461-01-8
Depósito Legal M-41388-1989
Imprime Industria Granea MAE
Impreso en España
JOSÉ ANTONIO FERRER BENIMELI
UNAMUNO, LOS DERECHOS DEL HOMBRE
Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Un modelo de campaña masónica
A finales de 1913 se constituyó la «Liga Española para la Defensa de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano», a raíz de una campaña en
favor de la libertad de conciencia. En una de sus primeras circulares se
especificaba que la Liga tenía un objetivo concreto que interesaba por
igual «a hombres de diversas religiones y partidos políticos y a individuos
y agrupaciones de todo género», ya que su fin era precisamente «la
defensa de los derechos individuales inherentes a la personalidad humana,
que por ser considerados anteriores a toda legislación y convención
social se han llamado por antonomasia inalienables e ilegislables y que
históricamente se fundan en los principios de justicia comunes a todos
los pueblos civilizados». Y se añadía: «La Liga sólo se propone la defensa
del derecho, no en modo alguno la conquista del poder, y en esto se
distingue precisamente de todo partido político.» La Liga se colocaba,
pues, por encima de ideologías políticas y religiosas, pudiendo ser miembros
de ella «todos los que aspiren al fin concreto de afirmar y extender
los derechos del hombre, sin renunciar a sus compromisos de escuela,
reUgión o bando político ^
De hecho en la fundación y organización de la Liga Española de Derechos
del Hombre había una institución que por aquellos años se recuperaba
de la crisis finisecular derivada de los problemas surgidos especialmente
con la independencia de Filipinas y Cuba^. Me refiero a la
1. Liga Española para la Defensa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Madrid,
agosto 1915.
2. PAZ SÁNCHEZ, Manuel de: «Españolismo versus "separatismo" en la masonería puertorriqueña:
La logia Boriquen n.° 81 de Mayagüez (1889-1897)», Boletín Millares Cario
[Madrid], vol. IV, núms. 7 y 8 (1985) 199-227; SÁNCHEZ FERRÉ, Pedro, «La Mafoneria catalana
i el conflicte colonial cuban», L'Avenc (Barcelona), n.° 76 (noviembre 1984) 62-68;
«La masonería española y el conflicto colonial filipino», en La masonería en la España del
siglo XIX (Actas del II Simposium de Metodología Aplicada a la Historia de la Masonería
Española, Salamanca, 2-5 julio 1985), Valladolid, Junta de Castilla y León, 1987, vol. II,
págs. 481-496.
Masonería. No en vano fue nombrado Presidente de la Liga el doctor
Luis Simarro, entonces Gran Maestre de la Masonería Española^. Entre
los demás componentes del Comité Nacional, encabezado por Simarro,
Pérez Galdós y Castrovido, se encontraban también no pocos masones,
como Augusto Barcia, Enrique Barea, Odón de Buen, Eduardo Barrio-bero,
Nicolás Salmerón...
La acción del doctor Simarro en pro de la defensa de los Derechos
del Hombre no resulta fácil de separar de su calidad de masón, y de masón
cualificado. Uno de los ejemplos más claros es el relativo a la campaña
en favor de Miguel de Unamuno perseguido en 1920 por supuestos
delitos de imprenta. En este caso la iniciativa de Simarro, como Presidente
de la Liga Española, se sirvió de su influencia como Gran Maestre.
En calidad de tal envió a todas las logias de su jurisdicción'* la siguiente
circular:
«Venerable Maestre y queridos hermanos:
El Gran Consejo de la Orden, aun cuando en ella, por razones que
comprenderéis, no se dice, ha patrocinado la carta que va a continuación,
que hoy publican todos los periódicos liberales de Madrid^, y os la
enviamos para que os sirváis dar cuenta de ella a esa respetable Logia, e
interesar de los hermanos que la integran que procuren que la prensa
afín a nosotros en esa ciudad la reproduzcan para la debida propaganda,
y envíen esos queridos hermanos su adhesión personal a nuestro Gran
Maestre para que todas ellas sirvan de justificación y apoyo a cuanto
convenga hacer en defensa de la causa a que se refiere dicha carta.
Espera el Gran Consejo que esa respetable Logia, como siempre,
atenderá esta solicitud, tanto más cuanto que se trata de una causa tan
simpática como la defensa de un atropellado por la razón de exponer
leal y noblemente en la prensa su pensamiento.
3. Sobre el doctor Simarro tuvieron lugar unas Primeras Jornadas de Sociología e
Historia de la Ciencia dedicadas al «Dr. Simarro y los orígenes de la Psicología Científica
en España», en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid del 22
al 24 de febrero de 1984, cuyas Actas están en vías de publicación.
4. En 1915 el Grande Oriente Español, de las 228 logias que figuran en su catálogo
oficial, tan sólo 36 estaban en territorio español. Las 192 restantes se repartían por Estados
Unidos, Argentina, Puerto Rico, Filipinas, Marruecos, Grecia, Turquía... Cinco años
más tarde, en 1920, en el Cuadro de logias y miembros publicado en Berna por el Bureau
International de relations magonniques se adjudicaban a España 103 logias pertenecientes
al Grande Oriente Español y a la Gran Logia Catalana Balear. Sobre este tema, cfr. FE-RRER
BENIMELI, José A., «Las Logias del Grande Oriente Español (1900-1936)», en Masonería,
Política y Sociedad (Actas del III Symposium de Metodología Aplicada a la Historia
de la Masonería Española, Córdoba, 15-20 junio 1987), Zaragoza, CEHME, 1989, vol. II.
5. En especial El País, El Sol y El Liberal. A juzgar por las referencias recibidas de
los lugares más dispares. El Sol y El País eran los de mayor difusión nacional.
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Recibid, Venerable Maestre y queridos hermanos, la expresión del
afecto que por nuestro conducto os envía el Gran Consejo de la Orden ^.»
Firman la circular el Gran Secretario General, José Lescura, y el
Gran Maestre, Luis Simarro.
La carta de referencia remitida a los directores de los periódicos, más
o menos afines ideológicamente, decía así:
«Muy señor mío y estimado amigo: Agradecería a usted muchísimo
que, si lo juzga oportuno, hiciera público en el periódico de su digna dirección,
que:
Considerando el caso del señor Unamuno, que sufre actualmente
persecución por la justicia con motivo de supuestos delitos de imprenta,
la Junta Directiva de la Liga Española para la defensa de los derechos
del hombre y del ciudadano ha acordado, respondiendo a las apremiantes
excitaciones de muchos de sus miembros, acudir al amparo de la U-bertad
de pensar, principio y raíz de todas las libertades públicas, atropellada
en la persona del catedrático de la Universidad de Salamanca, y
eximio escritor, señor Unamuno, que durante veinte años ha influido
poderosamente en la dirección espiritual de la cultura de España y de todos
los países de lengua española.
La Liga española, que cuenta con el apoyo de sus confederadas, las
Ligas francesa, belga, italiana y portuguesa, de la misma denominación,
ruega a las personas, sean o no miembros de la Liga, que quieran prestar
su adhesión a esta campaña que lo comuniquen al doctor Simarro (General
Oraa, 5, Madrid), que ha recibido el encargo de la Junta para organizar
y coordinar los esfuerzos de todos los que se interesen en esta
trascendental cuestión.
Muy agradecido y devoto servidor, que besa su mano, Luis Simarro.
Madrid, 14 de septiembre de 1920^.»
Efectivamente fueron muchos los periódicos que en el mes de septiembre
publicaron dicha carta, adhiriéndose a la campaña en favor del
«eximio profesor señor Unamuno, «honra nacional» que representaba
«el sentir de todo español consciennte y de todo hombre amante de la li-
6. Recordemos que la labor periodística de Unamuno fue muy fecunda, habiendo colaborado,
entre otros periódicos y revistas, en la Revista Política Ibero-Americana, La Escuela
Moderna, El Nacional, La Ilustración Española, Vida Nueva, Hispania, La Lectura,
Nuestro Tiempo, La España Moderna, Revista Ibérica, Alrededor del Mundo, Nuevo Mundo,
Helios, Revista de la Unión Ibero-Americana, Diario de Salamanca, Alma Española, El
Socialista, La Nación, El Mercantil, etc.
7. El Noroeste, de Gijón (21 sept.); La Rioja, de Logroño (18 sept.); La Crónica, de
San Sebastión (21 sept.); El Mercantil Valenciano y El Pueblo, de Valencia (17 sept.); El
Sol, El País, El Liberal, de Madrid (15 sept); El Popular, de Málaga; El Reformista, Diario
Liberal, Tribuno y El Pueblo de Cádiz...
11
bertad, de la justicia y de la cultura», según se podía leer en El Noroeste,
de Gijón. Por su parte, El Popular, periódico republicano de Málaga, en
un suelto titulado «La condena de Únamuno», decía:
«Miguel de Unamuno, gran escritor universalmente conocido, profesor
de la Universidad de Salamanca —dice Fierre Nolay en La Petite
Republique—, acaba de ser condenado a dieciséis años de prisión por
dos artículos por los que se le imputa el delito de lesa majestad.
Miguel de Unamuno, a quien todo el mundo conoce, ha trabajado
poderosamente durante veinte años en la dirección de la cultura española.
Su país le debe mucho y también el mundo entero.
Los jueces del Tribunal de Valencia acaban de agradecérselo a su
modo, pues esta condena monstruosa levanta un clamor universal. Nosotros
tenemos el derecho de juzgar a tales jueces porque su sentencia
constituye un verdadero ataque a la conciencia pública.»
A su vez. La Rioja, diario imparcial de la mañana, publicaba en Logroño,
el sábado 18 de septiembre de 1920, un trabajo titulado «Unamuno,
encadenado», firmado por Julio Fernández Maeztu, en el que, entre
otras cosas, se puede leer lo siguiente:
«Sobre la testa privilegiada del ilustre escritor ha caído una enorme
cadena de años de prisión. Es el epílogo, el eterno epílogo de los luchadores
anónirrfos; el broche de una enorme labor de cultura cimentada
en la cátedra, en el libro y el periódico. No voy a analizar el delito por
el cual ha sido condenado...; no voy a defender con argumento su calidad
en el proceso; el análisis fundamental será con relación al hombre
escritor, al hombre sabio que va a ser sepultado en las ergástulas presidí
arias.
Porque Unamuno es, ante todo, "nada menos que un hombre" que
mira impasible el reflejo de su rostro en "el espejo de la muerte". No
teme a nada, es una rebeldía la que anida en su "yo", indomable e inflexible
ante las circunstancias y los hombres. Jamás el ilustre Rector
de la Universidad de Salamanca conoció la cobardía. Su fuero interno
nos lo presenta su pluma mondo y lirondo, sin titubeos, ni hipocresías.
Él es incapaz de decir lo que no siente, aun cuando vaya a presidio,
glorioso baldón para los que saben ir por defender un credo de libertad
individual...»
Después de unas reflexiones sobre la difícil y dura labor de los periodistas
de la época definidos como «folicularios», concluye con estas reflexiones:
«Los jueces valencianos han condenado a una interminable reclusión
al Kngüista Unamuno, literato y doctor universitario. Va a presidio
el Prometeo, el sabio y el foliculario. No es uno sólo el castigado, son
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tres en uno sólo, como los dioses y como las Parcas. Ello no nos arredra
a los que quedamos, sino, por el contrario, nos alienta a proseguir
tenazmente en la lucha hasta conseguir la libertad de exponer el pensamiento
y arrancar de la oscura mansión donde se amontona la escoria y
la honra social, este genio que hoy nos arrebatan las leyes...»
Incluso hubo artículos publicados en el extranjero, como el que desde
Lima envió su autor, Abelardo M. Gamarra, quien se expresa así en
la carta fechada el 18 de octubre: «Con verdadero estupor he leído en El
Comercio, de esta ciudad, la noticia de que el señor Unamuno se encuentra
procesado y con amenaza de prisión por ¡veinticuatro años! Sin
tiempo para más, remito inmediatamente a dicho periódico las pocas palabras
que en copia acompaño a usted. Es algo tan inaudito que se hace
duro creerlo porque sería dar idea de un retroceso de no pocos siglos, y
de un Gobierno y una legislación en extremo atrasados.» El artículo en
cuestión, bajo el epígrafe de «El proceso Unamuno», decía así:
«Si un periódico de la importancia de El Comercio no lo hubiera
publicado parecería un sueño. Transcribe la noticia de que el eminente
profesor y singularísimo escritor señor Miguel Unamuno "sufre persecución
con motivo de supuestos delitos de imprenta", y agrega que "el
Fiscal solicita la pena de veinticuatro años de prisión para don Miguel
Unamuno por supuestos delitos de lesa majestad".
Repetimos que todo esto nos parece un sueño.
En la España contemporánea, y con un Rey al que se le pregona como
mandatario digno de la época, la persecución de un escritor, así no
fuera don Miguel Unamuno, es algo como si nos hablaran de un auto
de fe.
Pocos escritores más bien equilibrados y de una superioridad mental
más noble que la del señor Unamuno.
¿Qué ha podido escribir, o qué ha podido decir tan distinguido como
singular escritor que así le condene a la hoguera?
Ni lo comprendemos, ni nos lo atinamos a explicar, y nos aferramos
en creer una de tantas noticias salida de fuente poco consultada; tal nos
hace suponer su inverosimilitud.
No queremos ni ofender a la cultura de España ni aminorar el concepto
que de su gobernante tenemos.
La superioridad de Unamuno es tal que escandalizaría al siglo su
persecución, y su condena avergonzaría siempre a la hidalga nación española.
Vaya, pues, nuestra palabra de simpatía para el gran escritor, orgullo
de España y gloria de la cultura contemporánea.
No debe ser cierto lo de su proceso; quizá confunden la noticia, y
de lo que se trata sea de laurearle o de celebrar sus bodas de oro bajo
algunas de las faces de manifestación de su intelectualidad que le tiene
ya entre los sabios.
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Que se sirva así consignarlo el señor Luis Simarro de parte de este
pobre escritor peruano que por razón de edad es hoy el decano de los
periodistas de esta patria.»
A pesar de las buenas intenciones del escritor peruano, lo del proceso
de Unamuno era cierto, y muy cierto; sin embargo, frente a los veinticuatro
años que pedía el Fiscal, la condena quedó reducida a dieciséis
años y dos días de prisión mayor, y a la multa de 1.000 pesetas; ocho
años y un día, más 500 pesetas, por cada uno de los dos artículos —motivo
de la condena— publicados en El Mercantil Valenciano, respectivamente
en octubre y noviembre de 1918. De hecho habían sido tres los
artículos encausados: «La soledad del rey», del que se le absolvió; «El
archiducado de España» y el titulado «Irresponsabilidades», causantes
de la condena.
La lectura de dichos artículos a más de setenta años de distancia puede
resultar de interés, no tanto para evaluar la actuación del tribunal de
Valencia, cuanto para conocer la forma de pensar y escribir de Unamuno,
y sus zahirientes críticas al Gobierno y a los Reyes de España, a los
que Unamuno designa despectivamente como Archiduques de Austria;
críticas que se hacían públicas en unos momentos en los que se estaban
juzgando los resultados de la primera guerra mundial y la actitud en ella
tomada por los Reyes de España.
El artículo titulado «El archiduque de España», publicado el 27 de
octubre de 1918, decía así:
«AL ARCHIDUCADO DE ESPAÑA»
Nuestro Monarca es, además de Rey de España, Archiduque de
Austria. Así lo hemos oído por lo menos, y que él no lo olvida. Y en todo
caso es indudable que su madre es Archiduquesa de Austria, y no
menos indudable el papel que en estos cuatro años de prueba ha estado
jugando en eso de la neutralidad a todo trance y costa. Neutralidad que
nos ha resultado no haber sido en el fondo más que alcahuetería.
Nuestra amiga Alemania, la de los HohenzoUern, ahada y sostenedora
del imperio austro-húngaro, el de los Habsburgos, nos ha estado torpedeando
y hundiendo barcos de comercio, con asesinato de sus tripulantes
a las veces, pero lo hacía amistosamente y forzada por una dura
necesidad. Y la necesidad no reconoce ley según la teoría tudesca. Al final
de la guerra, si ésta le hubiera resultado victoriosa, habríamos resarcido
ampliamente de esos daños. Es decir, a nosotros, a los verdaderos
españoles, no. Habría resarcido de ellos al patrimonio del Archiduque
14
austríaco de España. Y el Times ha acusado a la ex regente, o mejor, a
la regente, sin ex todavía, de haber mediado en el vergonzoso cachipu-che
de la incautación de esos siete barcos que Alemania nos ha cedido
generosamente para que España no se viese en el duro trance de tener
que ejercer su derecho contra el imperio de que este nuestro Archiducado
depende.
Dícese que allá por el mes de abril nuestro Archiduque decía en el
Consejo de sus Ministros que ya no dudarían éstos del triunfo de los Imperios
Centrales, y de los Habsburgos, por lo tanto, y que había que
proceder en consecuencia. No es difícil que después se haya mostrado de
acuerdo con la obra y el sentido de la gran democracia norteamericana
de la que le arrebató a su patrimonio, no a la nación española, Cuba,
Puerto Rico y Filipinas. Por lo menos su bisabuelo paterno, por la parte
de los Borbones, usaba de duplicidades y falsías tales. Baste recordar su
abyecta conducta para con Napoleón.
Cuando escribimos estas líneas el imperio austro-húngaro de los
Habsburgos se está desmoronando. Las nacionalidades polaca, checo-es-lava
y yugo-eslava cobran independencia. La germinación de los eslavos,
el empuje al Oriente y la Europa central —la «Mitteleuropa»— son ya
sólo un sueño. ¿Y este archiducado habsburgiano de España?
Ya hemos dicho en otra parte cuan acertados estuvimos los del gran
mitin de las izquierdas en la Plaza de Toros de Madrid al unir la suerte de
la aliadofilia, o más bien de la antigermanofilia española, a la de una
solución franca y resueltamente republicana en el sentido que ha entendido
lo de la RepúbUca el que estas líneas trata, de un régimen de publicidad,
y en que el verdadero y único soberano son el pueblo, y el Jefe
del Estado el que sancione con su firma, sin veto alguno, sus decisiones.
Fue un gran acierto hacer de aquel mitin un mitin antihabsburgiano
cuando la Habsburgo que vivía e intrigaba en España preparaba las vergüenzas
todas de la neutralidad a todo trance y costa.
Pero no se dan por vencidos, no, los habsburgianos y archiducales de
España. Esto es una especie de Tíbet; la última tierra de Europa y del
mundo civilizado en que persiste el lamaísmo político. Aquí se refugiará
el Gran Lama. Cuando la concepción política germánica haya desaparecido
de Germania, sobrevivirá aquí, especie de mamut del pensamiento
entre nuestros trogloditas y los que, sin serlo, de ellos viven.
Por de pronto los más de los Diputados a Cortes, la heterogénea
mayoría de este Parlamento, confían en que se restablecerá el turno de
los partidos y que seguirán disfrutando de sus distritos. Todo esto pasará
—dicen— como pasará la peste; se hará un gobierno liberal o izquierdista
bajo la dirección de los actuales cachicanes; se llevará a cabo una am-pUa
reforma constitucional que deje en pie la constitución interna, la ca-
15
ciquil, y luego... ¡conservadores otra vez! «Ya verán ustedes —nos decía
uno de ellos— como dentro de diez años las cosas siguen fundamentalmente
las mismas.» Y hay momentos en que lo tememos.
No hace mucho que recordábamos aquella frase de Espartero:
«Cúmplase la voluntad nacional.» ¿Pero es que hay voluntad nacional?
¿Es que la nación, no el archiducado, tiene voluntad o siquiera conciencia?
Dato, el Dato ese, el más servil de los cortesanos del Archiduque,
pretendía ser intérprete de la voluntad nacional. Y lo era de la «noluntad
» nacional. Porque lo que aquí ha habido ha sido «noluntad», de «no-le
», no querer —y no voluntad—; de «vele», querer. Como voluntad
aquí no había más que la del Archiduque, o más bien la de la Archiduquesa,
su madre. El pueblo ni quería ni sabía nada; ni quería saber ni sabía
querer. Y aún hoy la más de la gente no quiere saber nada ni sabe
querer. Pero esos no son pueblos. La masa, aunque sea de bachilleres y
doctores, que no quieren saber ni saben querer, no es pueblo.»
Miguel DE UNAMUNO
Veinte días más tarde, el 17 de noviembre, volvía Unamuno a la carga
con un artículo titulado «Irresponsabilidades», en el que nuevamente
se alude a la cuestión de los barcos alemanes, y donde, además de atacar
al Rey y su Gobierno, no duda en calificar a los Fiscales de Su Majestad
de cerriles, y más que cerriles; «título» que, como vemos, no le iban a
perdonar.
«IRRESPONSABILIDADES»
«Dios sabe en qué estado o en qué régimen se encontrará España
cuando dentro de cuatro días aparezca este nuestro artículo en las columnas
de El Mercantil Valenciano. Y eso que en nuestra España —o
mejor dicho: en la de ellos— las cosas no van tan de prisa como en el
mundo civilizado. Llevábamos años de atraso respecto a otros pueblos, y
es de temer que esos años de atraso o retardo aumenten dado que los
días de ahora equivalen a años de no hace mucho.
Ayer, martes 12, se esperaba aquí, como en toda España consciente,
que la jornada del Congreso fuese fecunda y movida, que produjese graves
efectos la presentación en él de este ministerio doméstico o áulico
encargado nada más que de encubrir y salvar a un poder irresponsable
que se va y de encubrir y salvar su irresponsabilidad no respondiendo.
Pero por lo que hoy, miércoles 13, leemos, la sesión del Congreso de
ayer fue para los que el gobierno doméstico, de casa y boca, llama revolucionarios,
un fracaso. Pero ya sabemos, sobre todo desde hace cuatro
16
años, a qué llaman fracasos y a qué victorias esos que El Sol llama con
grandísimo acierto «los señoritos de la Regencia». Podría también llamarlos
los señoritos de la Regente, de la Archiduquesa y de su hijo el
Archiduque.
¡Fracaso! ¿Y a qué llama fracaso el señor Marqués de Alhucemas? ¿A
qué Jlaman fracaso los señoritos de la Regencia?
Hace muy pocos días leíamos en un crítico militar germanófilo una
explicación, la más peregrina, del resultado de la guerra. Decía que a
Alemania le ha derrotado su triunfo, y que en cambio los aliados han
merecido la victoria por la fortaleza con que han sabido soportar sus derrotas.
Es decir, que Alemania ha perdido la guerra porque la había ganado
y los aliados la han ganado porque la habían perdido. ¿Se quiere
más fineza y más argucia? Por nuestra parte, hace tiempo que sin echárnosla
de profetas —no hemos aprobado las asignaturas de estrategia y
táctica que confieren el don de profecía— habíamos predicho que Alemania
sucumbiría al peso de sus victorias. Sólo que, como dijo un japonés,
creemos, como Noguchi, que las batallas se ganan en el último cuarto
de hora y las guerras en la última batalla. En una última apuesta pierde
un jugador cuanto puso primero y cuanto ganó después.
Ya sabemos, pues, a qué llaman fracasos esos señoritos y ya sabemos
a qué atenernos respecto al fracaso de la revolución que proclamó ayer
en el Congreso el Marqués de Alhucemas. Y Dios sabe si cuando estas
líneas vean la luz pública resultará aún más ridicula esa afirmación del
actual Presidente del Consejo de Su Majestad. Actual quiere decir de
hoy, miércoles, 13 de noviembre de 1918.
Es inútil que se pretenda que no se discuta en el Parlamento el poder
irresponsable del Rey y que se discuta al Rey mismo. Se le discute en todas
partes, dentro y fuera del Parlamento; le discuten, y en privado le
niegan los mismos que en público hacen como que le defienden. El Debate
ha dicho que el Rey está solo. Es decir, que no está con él ni siquiera
el autor del artículo de El Debate, porque si éste le acompañara no diría
de él que está solo. Y más bien debe decirse que se ha quedado solo.
«La persona del Rey es sagrada e inviolable», dice la Constitución, o
lo que sea. El decir que es sagrada no es, en rigor, decir nada, porque
para nosotros, los hombres de hoy, esa categoría mística y rústica no tiene
un sentido claro y preciso. Nadie sabrá traducirnos a términos civiles
eso de lo sagrado de la persona del Rey. ¿Y en cuanto a lo de inviolable,
es que quien discute al Rey sus actos le viola por eso? Ni en la cabeza
del más cerril Fiscal de Su Majestad —y los hay que se pasan de cerriles—
cabe semejante desatino.
Según la ley, la persona del Rey es inviolable; pero esto tiene su contrapeso
y es que es irresponsable. Lo cual o no quiere decir nada, o
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quiere decir que él, el Rey, a su vez, no debe poder violarnos, no debe
tomar medida alguna que nos merme en nuestros derechos. Irresponsable
tiene que significar inocente, que no hace daño, y los encargados de
cubrir sus responsabilidades tienen la obligación de impedir que nos dañe
y que dañe a España.
Por ejemplo: ¿ha dañado a España el que ésta no se haya incautado
de barcos alemanes para resarcirse de los daños que Alemania le infligió
hundiendo los suyos? Porque éstos no incautados, sino transferidos, no
nos servirán según el artículo 33 del Armisticio firmado por Alemania.
Y si ese daño se ha infligido a España, ¿quién se lo ha infligido? ¿Quién
se opuso a esa incautación? Dato se ha sacudido las pulgas, y The Times
ha atribuido esa oposición no a ningún Ministro responsable, sino a la
madre del Rey, tan irresponsable de ello como su hijo, según la ley. Y se
ha hecho público en el Congreso el suceso del cazadero de Lachar en
que nuestro irresponsable soberano dio al Kaiser su palabra de que España
no se cobraría por sí y ante sí de lo que era su derecho y su deber
cobrarse.
Que siga el Marqués de Alhucemas por el mando el fracaso de la revolución.
Así son ellos. Seguirán negando que hay tormenta hasta que el
rayo les haga callar para siempre. ¡Y si es comedia!...
¡Hasta la próxima, pues!»
MIGUEL DE UNAMUNO
Los dieciséis años de condena que los artículos anteriores le costaron
a Unamuno fueron justificados así por la justicia de Valencia en los siguientes
considerandos o bases fundamentales de dichas condenas, a saber:
«Que escrito el artículo titulado "El archiducado de España" en forma
manifiestamente despectiva para la augusta persona de Su Majestad
el Rey, a quien irónicamente se le llama Archiduque diciendo que es Archiduquesa
Su Majestad la Reina Doña Cristina, por cuya intervención
durante los cuatro años de guerra europea se ha estado jugando a la
neutralidad, la cual ha resultado una alcahuetería; que el Rey hace dejación
de sus funciones de Jefe del Estado, permitiendo que su augusta
madre sea todavía Regente; que ha sido parcial en favor de los imperios
centrales con perjuicio de España, induciendo a sus Ministros a proceder
como si fuera seguro el triunfo de aquéllos; que por la intervención de
Su Majestad Doña María Cristina se hizo lo que el procesado llama vergonzoso
cachipuche de la incautación de barcos alemanes; que España
es un archiducado dependiente de Alemania, y que no hay en la nación
voluntad nacional, sino tan sólo voluntad del Archiduque, refiriéndose a
18
Su Majestad el Rey, aparte de otros conceptos e imputaciones que, desde
luego, puede afirmarse que no constituyen una crítica racional y legal
de carácter político, sino que realmente traspasan esos límites, y claramente
se ve tanto por el sentido general que inspira el artículo, como
por el de cada uno de los conceptos vertidos en el mismo, que el propósito
de su autor ha sido el de menospreciar la augusta persona de Su
Majestad el Rey, y, por tanto, el de injuriarle, debiendo, en su consecuencia,
estimarse los conceptos mencionados comprendidos en el artículo
162 del Código Penal.
Que en el artículo titulado "Irresponsabilidades", después de decir
que al Rey se le discute y se discute su poder irresponsable en el Parlamento
y en todas partes, atribuye a Su Majestad el haber dado al Kaiser
su palabra de que España no cobraría por sí y ante sí de lo que era su
derecho y su deber cobrarse, refiriéndose a la incautación de algunos
barcos alemanes, con lo que se le imputa haber realizado actos contrarios
a sus deberes constitucionales en daño de la patria, lo que implica
un evidente menosprecio para la augusta persona de Su Majestad el
Rey, constituyendo el delito previsto y penado en el artículo 162 del Código
Penal*.»
En las dos sentencias se disponía, además, que cuando fueran firmes
pasasen las causas a fiscalía a los efectos del Real Decreto de indulto del
12 de octubre de 1919. Efectivamente, el Decreto en cuestión, en su artículo
cuarto, concedía indulto total de toda clase de penas impuestas por
el delito de imprenta, y el trece disponía que las causas por los delitos a
que se refería el artículo cuarto que se hallaran en tramitación continuaran
hasta la resolución definitiva, y si la sentencia fuera condenatoria, el
Tribunal sentenciador propondría el indulto si los sentenciados eran de
buena conducta y no reincidentes.
Según el abogado defensor de Unamuno, Antonio Cortina^, en carta
dirigida a don Francisco Alvarado, el 28 de septiembre de 1920, estas disposiciones
encajaban perfectamente en las dos causas condenadas, e incluso
en las propias sentencias se acordaba que, cuando fueran firmes,
pasaran al Fiscal a los efectos de dicho Real Decreto. De donde se podía
8. Recordemos que ya en el siglo xix se ocuparon de estas cuestiones las leyes de imprenta
de Nocedal y de Cánovas, que venían a reforzar el Código Penal, según el cual
—basado en el art.° 2.° de la Constitución entonces vigente— el que injuriase al Rey por
escrito y con publicidad incurría en penas de prisión mayor y multa de 100 a 1.000 duros.
9. Que vivía en Grabador Esteva, n.° 34, Valencia. Tanto él como su procurador renunciaron
a los honorarios a fin de contribuir con ellos a la suscripción de la Liga. Las costas
de Audiencia y Juzgado se calculaban en unas 2.000 pesetas, que debía pagar el procesado.
19
lógicamente asegurar que, aunque ambas sentencias fueran firmes, no
habría prisión.
De esta misma opinión era Santiago Crespo Martínez, Catedrático
de Electrotecnia en la Escuela Industrial de Logroño, quien en carta al
doctor Simarro (6 octubre 1920) escribía:
«Parece ser que los poderes públicos no tienen intención de que la
sentencia se cumpla al incoar el oportuno expediente de indulto, pero el
solo hecho de que haya podido ser dictada es una vergüenza nacional y
creo debe conseguirse a toda costa que sean derogados cuantos artículos
de los códigos y leyes vigentes se oponen a las libertades de los ciudadanos
para reunirse, exponer por escrito sus opiniones, etc.»
Todos sabemos que Unamuno, finalmente, no fue a la cárcel. Sin
embargo, Unamuno no cambió su forma de pensar, ni tampoco de exponer
lo que pensaba. Lo que sí iba a cambiar, y muy pronto, era la situación
política española con la implantación de la dictadura de Primo de
Rivera. Dictadura que no iba a tolerar que un catedrático se dedicase a
«reaUzar propagandas disolventes y a desacreditar al Rey y a los representantes
del poder». Razón por la que no tardó en llegar el Decreto del
Directorio Militar del 20 de febrero de 1924 desterrando a Unamuno a la
isla de Fuerteventura, en Canarias, siendo al mismo tiempo destituido
de sus cargos de Vicerrector de la Universidad de Salamanca y Decano
de su Facultad de Filosofía y Letras, y suspendido de empleo y sueldo
como catedrático. En esta ocasión ni siquiera hubo proceso, si bien las
causas del destierro parece ser que fueron la publicación de una carta en
la revista Nosotros, de Buenos Aires (n.° XVII, de diciembre 1923), y
un discurso pronunciado en Bilbao en la Sociedad El Sitio, como señala
Sebastián de la Nuez en su interesante trabajo Unamuno en Canarias.
Las islas, el mar y el destierro (Universidad de La Laguna, 1964).
Pero, así como el destierro de Unamuno a Fuerteventura constituye
un capítulo importante de la historia de Unamuno y de la historia de la
isla cuyos habitantes tienen a honra, todavía hoy, el haber acogido a
Unamuno a quien consideran —y con razón— como a uno de los suyos,
y ha merecido toda una serie de estudios donde se analizan la especial
circunstancia del desterrado, su obra literaria y poética insular, así como
el impacto y protesta nacional e internacional de estudiantes, periodistas,
políticos e intelectuales que —como señala Curtius— levantaron «un
clamor de indignación»; como contrapartida, apenas es conocida la respuesta
masiva que tuvo unos años antes, en 1920, la campaña dirigida
por el doctor Simarro en favor del Unamuno procesado. Campaña en la
que colaboraron de forma entusiasta muchos masones a título personal y
no pocas logias de forma oficial.
Especialmente activos se mostraron los componentes de la logia Jo-
20
vellanos n." 337, de Gijón, que consiguieron recoger en diversos pliegos
328 firmas, tanto en Oviedo como en Gijón. La logia España Democrática
n.° 341, de Cádiz, consiguió que el llamamiento del Gran Maestre, el
doctor Simarro, se publicara en cuatro periódicos de la ciudad: El Reformista,
Diario Liberal, Tribuno y El Pueblo. La Federación Valentina
n." 43, de Valencia, proponía el 2 de octubre de 1920, en carta dirigida
al Consejo de la Orden, que aprovechando la condena del señor Una-muno
se formara opinión a fin de que las Cortes reformasen la Ley aboliendo
los castigos de cárcel para los supuestos delitos de imprenta. En
este sentido, en «tenida» celebrada el 28 de septiembre habían acordado
«hacer los trabajos necesarios para formar dicha opinión valiéndose de
la prensa, la conferencia y hasta el mitin, y enviar una circular a todas
las logias de la Confederación para que en sus localidades respectivas hicieran
trabajos en dicho sentido».
También se conservan testimonios de las logias madrileñas Hispano
Americana n." 379, Catoniana n.° 336 y Fuerza Numantina n." 355; de las
andaluzas Trece de Abril, de Carmona, y Ferrer n." 342, de La Campana
(Sevilla); de dos situadas en Tánger, la Clemenceau n.° 404 y la Morayta
n." 284, así como de la Gran Logia Simbólica Catalana Balear. En otros
casos la adhesión se hizo a título personal, como la de algunos masones
de Posadas (Córdoba) o la de tantos otros de Zaragoza, Sevilla, Madrid,
Cádiz, Valencia, etc.
Desde Posadas escribieron un grupo de personas —evidentemente
puestas de acuerdo entre sí—. De algunas nos consta, tanto por la firma
masónica como por los cuadros lógicos que pertenecieron a la logia
Abril de esa población. Todos fechan entre el 13 y el 27 de septiembre
sus respectivas cartas, muy breves, casi telegramáticas, en las que llama
la atención tanto la unanimidad en el ataque al Gobierno como en el resaltar
la importancia de la figura de Unamuno que va recibiendo los calificativos
de eximio, ilustre, patricio, gloria y honor de España y de las
letras españolas, en un caso, y de las letras castellanas en otro; mártir de
los derechos del hombre, etc., y cuya lectura, a pesar de su aparente reiteración,
son un testimonio fiel de cómo respondió la logia cordobesa
de Posadas utilizando la vía individual.
Así, Juan Morales González escribía con membrete del Centro Liberal:
«Protesto en nombre de la libertad, del oprobioso proceder del Gobierno
en el caso del eximio escritor señor Unamuno.» Rafael Fernández
Urbano, carpintero, y de nombre simbóUco Ferrer I, se expresaba
así: «Protesto muy enérgicamente del incalificable atropello cometido
por el Gobierno, en la persona del ilustre escritor señor Unamuno por
considerarlo atentatorio a la libertad de conciencia.» Eduardo Lujan decía:
«Como buen español protesto del proceso que el Gobierno acéfalo
21
de señor Dato ha impuesto al eximio escritor, gloria de España, señor
Unamuno.» También desde el Centro Liberal escribía Bernabé Garrido:
«Protesto como español y hombre honrado del atropello contra la libertad
de pensamiento que ha sido víctima del Gobierno de Dato, el gran
patricio don Miguel Unamuno, gloria y honor de la letra española.» El
también masón Juan Bozal se expresaba de esta forma: «Protesto como
honrado del incalificable atropello que el poder público ha cometido en
la persona ilustre por mil conceptos del señor Unamuno por ser un ataque
a la libertad de pensamiento, inexplicable por todos conceptos en el
siglo XX.» El albañil Rafael Hidalgo Cortés, simbólico Volney, escribía:
«Protesto contra el atropello en la persona del ilustre Unamuno, honra y
gloria de las letras castellanas.» Para Julián Soto, empleado, y simbólico
Morayta, «como amante de los derechos del hombre, y consecuente en
la sacrosanta libertad, protesto del injusto proceso que el Gobierno del
señor Dato hace del nombre ilustre del señor Unamuno, mártir de los
derechos que menciono». Juan Cipriano: «Uno mi más enérgica protesta
a la de todos los amantes de la libertad contra el caso insólito del Gobierno
en el asunto del ilustre escritor señor Unamuno.» El empleado
Francisco Alberca, simbólico Diógenes, se expresaba también en parecidos
términos: «Protesto del atropello que el Gobierno ha cometido en la
persona del ilustre escritor, gloria de las letras patrias, señor Unamuno,
por considerarlo atentatorio a la libertad de pensamiento.» El camarero
Ángel Medina, simbólico Carlos Marx, en una carta plagada de faltas de
ortografía, pero tan dura como sincera, decía: «Deseo haga constar mi
protesta en beneficio de mi querido amigo y colaborador de ideas liberales,
señor Unamuno, que tan injustamente ha sido procesado por el capricho
de un hombre o ambición de una colectividad que representa el señor
Dato que ya podía haberse ido a su casa.»
Finalmente, Ángel Lara Muñoz, cochero de profesión, y de nombre
simbólico Tolstoi I [su hermano Miguel era el Tolstoi / / ] , escribía: «Con
toda sinceridad me adhiero a su noble y justa campaña en favor del honrado
y culto Catedrático, gloria de las letras patrias, don Miguel Unamuno.
Quede, por consiguiente, mi más enérgica protesta contra tamaña
injusticia, engendrada, sin duda, bajo el influjo de bastardas y mezquinas
pasiones.» Y el albañil Isidro Revuelto Lara, simbólico Víctor Hugo,
unía su «modesta, pero enérgica protesta a las muchas recibidas por la
injusticia cometida con el ilustre Unamuno, gloria de las letras españolas
y escritores contemporáneos, por lo cual merece el más profundo respeto
de amigos y adversarios,, al mismo tiempo que a hombres así no hay
justicia que pueda condenar, máxime cuando lo que su pluma escribe
emana del corazón y no del vientre, como, por desgracia, ocurre con
muchos que se llaman escritores».
22
Se conservan cientos y cientos de adhesiones que fueron llegando al
domicilio particular del señor Simarro desde los lugares más insospechados
del territorio nacional, e incluso del extranjero, y que son un testimonio
interesante no sólo de la simpatía y respeto que Unamuno supo
captarse en vida, sino de la forma de pensar y actuar de amplios sectores
de la sociedad española en unos años en los que los problemas sociales,
políticos y militares eran especialmente delicados'°.
Unamuno recibe todo tipo de elogios y calificaciones en estos escritos
espontáneos y sinceros, donde, entre otras cosas, es llamado genio,
sabio catedrático, ilustre demócrata, rector de granito, eximio escritor,
viril pensador, eminente profesor, agitador y padre espiritual, gran patriota,
esclarecido español, querido maestro, insigne periodista... y es
presentado como «símbolo de España», «honra nacional», «gloria de las
letras patrias y de la intelectualidad española», «conductor espiritual de
la sociedad española», «adalid de la cultura nacional», «orgullo de España
», «gloria de la cultura contemporánea» y «una de las mayores lumbreras
del pensamiento mundial».
Hubo quien con su adhesión remitió el siguiente soneto a don Miguel
de Unamuno, que, al margen de su escaso valor literario, resulta bastante
significativo:
Soneto a don Miguel de Unamuno
Salud y elevación, grande Unamuno.
Salud al hombre de virtud y ciencia
Que sólo al grito de la impar conciencia
Siempre es distinto, aunque sólo es uno.
Yo te venero, pues, mejor que alguno.
Llevan tus venas la vital potencia
De echeco-jauna de bajeza ayuno.
Como a él ya llega para ti el instante
En que al feroz trinar del olifante
Tu alma se muestre, como siempre, noble.
Sin claudicar en la batalla franca.
Que al viento no se abate nunca el roble,
Y el mundo nunca olvida a Salamanca.
El soneto lleva la firma de Enrique de Antón Cuadrado, y está fechado
en Madrid [en la calle Echegaray, 29, 3.° izqda.]. En la carta que le
10. Toda esta documentación se encuentra en el archivo particular del doctor Simarro.
Carpetas Unamuno.
23
acompaña se ofrece «para cuanto pueda contribuir a dejar en su lugar la
justicia, y el nombre del catedrático de Salamanca y su persona, al abrigo
de toda arbitrariedad». Y añadía: Para que conozca usted cuáles son
mis pensamientos respecto a ese esclarecido señor, le remito adjunto un
soneto.»
El señor Simarro recibió en respuesta a su llamada en favor de Una-muno
todo tipo de adhesiones en forma de cartas, telegramas y telefonemas
que, en unos casos, proceden de destacados particulares, como Alberto
Aguilera, para quien «la campaña era justa y necesaria en obsequio
de cualquiera, pero tratándose del señor Unamuno, digno de toda
clase de respetos, era obligada»; Alvaro de Albornoz, Demófilo de
Buen, Alejandro Lerroux, Diputado a Cortes por Barcelona; José Giral,
para quien el nombre y la persona de Unamuno —con quien había convivido
muchos años en Salamanca— era (y creía debía ser para todos)
«tan venerado como se merece el gran maestro»; Hermenegildo Giner
de los Ríos (hermano de Francisco); Santiago Valenti Camp (autor del
libro Las sectas y las sociedades secretas a través de la Historia) ^^; Pi y
Suñer, Diputado a Cortes por Figueras para quien «en verdad que es este
un mundo al revés». Pues Unamuno era el patrimonio nacional y uno
de los pocos espíritus escogidos «que aquí tenemos», por lo que era necesario
removerlo todo «para que esta barbaridad no cuaje»; Gómez
Vaquero (del propio Real Consejo de Instrucción Pública); Joaquín Ál-varez
Pastor (Catedrático del Instituto de León), quien había comentado
con sus amigos Américo Castro, Azaña, Sánchez Ocaña y Araquistain
—entre otros— que en casos como el de Unamuno lo que había que hacer
era firmar todos el mismo artículo objeto de condena y publicarlo en
la primera plana del periódico que se prestara a ello, pues el señor Unamuno
había sido seguramente condenado por decir cosas ciertas y exactas
que suscribirían, sin duda, casi todos los miembros de la Liga de los
Derechos del Hombre.
También se conserva la adhesión de Antonio Machado, y la que desde
Sevilla remitió el farmacéutico Antonio Machado y Sánchez, para
quien la tortura material de la Edad Media sólo se había modificado en
la forma. En España —añadía— «sólo pueden vivir y medrar los hombres
grises; y mientras más se envilecen, más seguro es su encumbramiento.
Esperemos y podremos observar que mientras quedan impunes
todos los delitos electorales, que mientras salen absueltos de las Audiencias
los más audaces criminales, se extremarán los rigores para extermi-
11. Cfr. FERRER BENIMELI, José A.: Bibliografía de la Masonería. Madrid, Fundación
Universitaria Española, 1978.
24
nar hoy a Unamuno, mañana a Ortega y Gasset o Carracido, y en general
a cuantos españoles eleven y honren la cultura y la patria».
Por su parte, el abogado Vicente García Temes se adhería desde
Pontevedra a la justa campaña «en reivindicación de la justicia hollada
por la inicua sentencia contra Unamuno, una de las pocas mentalidades
de España». Otro tanto hacía, desde el Instituto-Escuela, el Catedrático
Samuel Gili Gaya, y desde el Casino de Cartagena, Antonio Rizo Bayona
^•^, para quien «el sabio Unamuno» estaba «bajo el peso de una sentencia
infamante, no para él, sino para los jueces que la dictaron». Y
añadía: «Un deber de civismo me obliga a protestar de tan gran iniquidad,
sumando mi voz al grito de rebeldía que con este motivo lanzan los
ciudadanos que tienen conciencia de sus derechos.»
Entre los muchos telegramas conservados cabe señalar tres remitidos
desde Bilbao. El primero por un grupo de amigos de Unamuno (Areíl-za,
Lequerica, Gardoqui, Gortázar, Artiach, Bandrés, Arteta, Zuaza-goitia...)
que habían convivido con él en su pueblo. El que José Manuel
Bernal envió en estos términos: «Como racionalista protesto sentencia
dictada contra gran pensador Miguel Unamuno. Espero como salmantino
mi provincia se una como un solo hombre y proteste ante desequilibrados
cerebros que sentenciaron.» Y el que, firmado por Falparda, decía:
«Como nacionalista vasco protesto condenas dictadas Miguel Unamuno...
joya inapreciable literatura y desasnador burros sin albardas.»
El Presidente del Instituto Librepensador Benéfico, Luis Umbert,
envió su «adhesión más entusiasta e incondicional a la campaña iniciada
por la Liga en pro de la libertad de pensar y del eximio maestro señor
Unamuno, director espiritual de la cultura de España y de todos los países
de lengua española». Y desde el Ateneo de Madrid, José Albiñana
Mompó, también se adhería «a la campaña de protesta contra la seténela,
que en la persona ilustre de Unamuno hiere de frente la libertad de
pensamiento y de imprenta y las más nobles prerrogativas del espíritu
humano».
También se adhirieron a la campaña en favor de Unamuno numerosas
instituciones culturales, sociales y políticas del país, como el Ateneo
Científico Literario y Artístico de Madrid; la Asociación General de
12. Antonio Rizo Bayona, empleado, simbólico Anotóle France, era miembro de la
logia Aurora, de Cartagena, en la que llegó a ser secretario en 1924. Su hermano Ángel
Rizo Bayona, Capitán de Corbeta, simbólico Bondareff, por aquellas fechas era segundo
Vigilante de la Lx>gia Aurora. En 1923 figura como Venerable de la Logia Tolstoi, también
de Cartagena. Diez años más tarde, en 1933, sería tercer Vicepresidente del Gran Consejo
Federal Simbólico del Grande Oriente Español. Cfr. FERRER BENIMELI, José A., Masonería
española contemporánea, Madrid, Siglo XXI, 1987.
25
Maestros de Madrid, formada por profesores de Universidad, Instituto,
Escuela Normal, Inspectores de primera enseñanza y Maestros Nacionales;
el Claustro de la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca;
el Casino de Autores Dramáticos y Líricos de Madrid; el Museo
Pedagógico Nacional (con 15 firmas); el Museo Nacional de Ciencias
Naturales; el Instituto Librepensador Benéfico de Barcelona; el Ateneo
de Ribadeo; el Centro de Estudios Teosóficos y rama «Zanoni», de Sevilla;
la Escuela Moderna de Cheste y la Escuela Nueva de Carlet, en
Valencia; la Junta para Ampliación de Estudios; la Asociación del Magisterio
Nacional de Montblanch, en Tarragona; el Círculo Mercantil e
Industrial de Vigo; el Centro Mercantil de Oviedo; el Sindicato Agrícola
Luz y Guía de Grado en Asturias; el Círculo de Artesanos de La Coruña;
el Partido Reformista de Logroño; el Centro Republicano de Moneada; el
grupo «Hombres Libres», de Sevilla; la Fraternidad Republicana, de
Ruzafa; el Partido Republicano de Sueca ^'; las Juventudes Republicanas
de Bilbao; el Centro de Eibar, Valladolid, Jaén y Santa Cruz de la
Palma; el Partido Republicano Autónomo de Almería (del que era Presidente
el masón Antonio Tuñón de Lara); los Comités Republicanos de
Burriana y Jaén; el Casino Republicano de Valencia (situado en el distrito
de la Audiencia); la Asamblea Municipal de Unión Republicana de
Madrid; la Casa de la Democracia de Valencia; la Juventud Radical de
Baracaldo; la Agrupación Socialista Obrera de Jerez de la Frontera; la
Agrupación Socialista Germinal de Santo Andrés (Turón); la Federación
de Grupos Anarquistas de Andalucía, etc., sin olvidar el Ayuntamiento
de Bilbao, que en sesión celebrada el 24 de septiembre [1920]
acordó:
1.° Dirigir un mensaje de simpatía al señor Unamuno, haciendo
constar su protesta por el fallo dictado por la Audiencia de Valencia
contra dicho señor.
2.° Enviar un telegrama al señor Presidente del Consejo de Ministros
mostrando el disgusto que a la Corporación ha producido el indicado
fallo condenatorio; y
3.° Elevar su adhesión al señor Presidente de la Liga para la defensa
de los Derechos del Hombre a fin de apoyar cuantas gestiones realice
el referido organismo en pro del señor Unamuno.
13. El telegrama del Partido decía: «Protestamos indignados nombre partido republicano
de Sueca condena Unamuno cuya palara acabamos de oír. Estamos a sus órdenes para
organizar los actos de protesta necesarios.» Y el del Centro: «Unamuno condenado patria
ofendida. Españoles dignos dispuestos a todo. Justicia prevalecerá. Precisa hacer desaparecer
leyes históricas. Nombre España quedará reivindicado ante el mundo.»
26
La Escuela Graduada de Niños de Guijuelo, en Salamanca, envió
una carta acompañada de 31 firmas, entre las que destacan las de siete
maestros nacionales, cuatro industriales, cuatro comerciantes, dos labradores
y las de un médico, carpintero, cartero, jefe de estación, factor de
ferrocarril, administrador de Correos y un estudiante de medicina^*.
La Agrupación Socialista Obrera de Jerez, a la protesta por la condena
de Unamuno, unía una serie de sugerencias, y entre ellas que el puesto
de Unamuno era el Congreso de los Diputados «y no el infamante
presidio donde debían de estar muchos ministros y ex ministros». Otorgándole
la investidura de Diputado a Cortes en las próximas elecciones
«demostraremos —decían— que aún quedan en España hombres honrados,
amantes de la libertad y de la verdadera justicia».
De la misma opinión era la Asamblea Municipal de Unión RepubH-cana
de Madrid, que tomó entre otros acuerdos que «como protesta contra
el atropello cometido por la justicia histórica, recordando precedentes,
y reconociendo los eminentes servicios que a la cultura patria y a la
causa democrática viene prestando el señor Unamuno, dirigir a éste un
expresivo telegrama de adhesión, poniendo en su conocimiento que con
entusiasta unanimidad le ofrece un puesto en la candidatura para Diputados
a Cortes por Madrid en las primeras elecciones que se verifiquen».
Desde Bilbao se recibía este expresivo telefonema, fechado a las 2 de
la madrugada del 27 de septiembre: «Reunidos asamblea cinco mil doscientos
obreros sindicato ramo construcción Vizcaya, acordado protestar
ante Presidente Consejo Ministros condena ilustre Unamuno y sumarse
a cuanto hagan ustedes por amparar a tan ilustre condenado. El Comité.
»
Y es que el carisma de Unamuno no conocía barreras sociales, como
lo testimonian las 72 firmas de adhesión de Vélez Málaga, las 86 de
Monterrubio de la Sierra (Salamanca), las 25 de Pedrorillo de los Aires
(Salamanca) o las 49 de Lorca, entre las que hay 11 de estudiantes, siete
de agricultores, 11 de empleados, cuatro de comerciantes, dos de capataces,
fabricantes, periodistas y abogados, así como otras de obreros,
confiteros, viajantes, practicantes, etc.
14. Todavía hoy día hay historiadores insensibles a la cuestión social y con una concepción
elitista y absurda de la historia y de su interpretación, para quienes resulta ridículo
siquiera el consignar el hecho del testimonio de Guijuelo, dada la ínfima importancia numérica
y social de dicho pueblo. Cuando precisamente la lectura de dicho testimonio nos
pone en contacto con la popularidad que gozaba Unamuno en pueblos cuya responsabiU-dad
moral y política estaba en proporción inversa al número de sus habitantes, y de su estrato
social, si bien no deja de ser significativo que precisamente estén las firmas de siete
maestros nacionales, la del médico, Jefe de estación, Administrador de Correos y tal vez la
del único universitario de dicho pueblo.
27
Especial sensibilidad mostraron los estudiantes. En este sentido resulta
simpática la carta que desde Salamanca remitieron ocho estudiantes
(cinco de medicina y uno de derecho, uno de filosofía y letras y otro
de ciencias), un pintor y un empleado.
Desde la Escuela del Centro Obrero de la Agrupación Socialista Germinal,
de Santo Andrés (Turón), se proclamaban «fervientes admiradores
del escritor que más influjo ha ejercido sobre nuestra cultura», y consideraban
su condena «como un crimen de lesa humanidad y como un
atentado incivil al pensamiento» Y añadían: «La España burguesa, reaccionaria,
clerical y troglodita quiere vengarse de los dicterios que le dirigió
el gran escritor. La España nueva, racionaUsta, comunista y libertaria
debe trabajar porque dicha sentencia no se cumpla.»
El Noroeste, de Gijón, tras incluir la carta del doctor Simarro, añadió
la siguiente nota:
«El Noroeste se adhiere incondicionalmente, y con todo entusiasmo,
a la justa campaña que inicia el ilustre doctor Simarro en defensa de la
libertad de pensamiento y del eximio profesor señor Unamuno, honra
nacional.
La opinión democrática asturiana, sin distinción de matices políticos,
debe acudir al llamamiento del doctor Simarro sin ninguna clase de
vacilaciones.
La Liga Española para la defensa de los derechos del hombre representa
en el caso del señor Unamuno el sentir de todo español consciente
y de todo hombre amante de la hbertad, de la justicia y de la cultura.
»
El llamamiento hecho por El Noroeste tuvo una rápida y masiva respuesta
en Oviedo y en Gijón. El 20 de septiembre, 216 firmas refrendaban
en Oviedo el siguiente texto:
«Los que suscriben, ciudadanos para quienes los derechos de libertad
de pensamiento están por encima de toda clase de magistraturas, y
para quienes nunca la opinión autorizada de los hombres que representan
la mentalidad de la nación debe sufrir la menor cortapisa, se dirigen
a usted formulando la más enérgica protesta por la condena recaída sobre
don Miguel de Unamuno, pidiendo la derogación de esa sentencia,
que si es legal desde el punto de vista de nuestras arcaicas leyes, es
injusta ante un derecho sagrado cual es el de la libre emisión del pensamiento.
»
Y el 6 de octubre, 112 firmas de adhesión seguían a una especie de
manifiesto dirigido «A los demócratas de Gijón», concebido en unos tonos
un tanto retóricos:
28
«Queriendo patentizar nuestra protesta por la condena del ilustre
catedrático salmantino, don Miguel de Unamuno, conductor espiritual
de un sector importantísimo de la sociedad española que estudia y trabaja,
rogamos a todos aquellos que simpaticen con nuestra idea estampen
su firma en uno de los pliegos adheridos al presente para de este
modo recoger el mayor número de adhesiones y remitirlas al procer no
menos ilustre de la intelectualidad española, doctor Luis Simarro, y demostrar
que un pueblo con un historial altamente democrático como el
nuestro no puede dejar pasar inadvertidos los latidos espirituales de
aquellos hombres que consagraron su vida entera a difundir el enorme
bagaje intelectual de que ellos eran portadores, rompiendo gallardamente,
como nobles cruzados del ideal, por entre esas arcaicas leyes, aguijoneadas
por el espíritu intolerante de secta, oprobio y ultraje para la actual
civilización.
Tal es, fundamentalmente, nuestro elevado despropósito, y, por lo
tanto, quisiéramos que todos los que aman la libre exposición del pensamiento
humano, en todas sus manifestaciones y francas rebeldías,
uniesen sus firmas con la nuestra para no sepultar en esclavitud a aquellos
hombres gravemente preocupados por la llegada de la emancipación
total del pensamiento, ensalzando el avance progresivo de la humanidad.
Ennoblezcamos la fecunda y gloriosa vida del viejo maestro con
nuestro aliento colectivo y hagamos sentir nuestra más viril protesta
por la injusta condena del sabio que en el silencio augusto de su gabinete
de trabajo difundió sus luminosas ideas, aclarando los serenos horizontes
del arte cuando éste arrastraba penosamente los viejos moldes
de una vetusta tradición.
Terminemos, pues, esta noble exhortación creyendo que todos los
espíritus liberales se compenetrarán espiritualmente con nuestro sentir,
que es el de esta famosa sentencia: «Nadie puede juzgar a otro, inexorablemente,
desde un plano distinto.»
Desde Carballino (Orense), 85 firmas protestaban contra la sentencia
dictada por la Audiencia de Valencia «por no poder admitirse en estos
tiempos tales ataques a la libertad de pensar y manifestarse que nos retraerían
a los tiempos medievales». Entre las firmas encontramos las de
16 canteros, 15 carpinteros, nueve albañiles y seis herreros.
Más duro en sus apreciaciones fue el abogado Francisco de la Mora,
quien desde Ramales (Santander), y en carta dirigida el 16 de septiembre
al doctor Simarro, se expresaba así:
«Distinguido señor mío: Leída su carta publicada en El Sol de ayer
me apresuro a transmitirle mi completa adhesión a la campaña que la
Junta Directiva de la Liga Española para la Defensa de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano tiene acordada, amparando la libertad de
pensar, con el fin de que se absuelva, como es justo, al eminente escri-
29
tor señor Unamuno de los procedimientos que se le siguen por la exposición
de sus ideas, más dignas de respeto que las de la infinidad de necios,
vagos e incultos que pueblan, y hasta dominan, esta reaccionaria
y, por tanto, deseuropeizada nación española, nido de la frailería y del
monjío antimoral y antihumano, y notoriamente anticristiano aún para
quienes sigan creyendo en la farsa de las industrias religiosas.»
Desde Zamora dos hermanos masones. Pía y José Domínguez, se expresaban
así:
«Sin discutir la acción de la Justicia por la condena impuesta al sabio
• don Miguel Unamuno, honra de la literatura mundial, protestamos indignados
por la persecución de que ha sido objeto por el supuesto desacato
al Rey, y doblemente por la sentencia recaída últimamente por la
Audiencia de Valencia.
Cuente, pues, el señor Unamuno con la adhesión más sincera y con
cuanto pueda ser posible en la ayuda de su completa libertad, deseando
vivamente no llegue a confirmarse dicha sentencia en otro más alto Tribunal,
aunque hoy, desgraciadamente, en España se carece de... [sic].»
Y desde el Bilbao de Unamuno, su amigo y paisano José E. de Arria-ga
escribía:
«Protesto con todo mi corazón de los arcaicos procedimientos e inquisitorial
condena recaída contra mi admirado paisano y querido amigo
Miguel de Unamuno, honra no de España solamente, sino del mundo,
por lo menos de la parte de él en que suena el castellano, y de aquí,
del país nativo (que, por cierto, es tan ingrato para con su hijo, que debiera
ser el predilecto), dominado por el troglodismo, la única mayor
gloria en mi concepto que hemos tenido hasta el presente.
¿Quiénes son los golillas capaces de poder juzgar a tan gran hombre?
¿Existen por ventura en España quienes puedan juzgarlo?»
Otro paisano de Unamuno, José Santamaría, con residencia en la Alameda
de Urquijo, n.° 27, se unía a la protesta con estas palabras:
«Identificado con el llamamiento que hace la Liga de los Derechos
del Hombre con motivo de los procesamientos de mi ilustre paisano
don Miguel de Unamuno, le ruego una usted mi protesta a las numerosas
que recibirá contra este nuevo y vergonzoso atropello.»
No menos significativa es la carta remitida desde San Sebastián por
Francisco Grandmontagne:
«Me informan que ha publicado usted una nota en la prensa —se
me ha escapado su lectura en el fárrago de la prosa periodística— llamando
a defender a Unamuno a todos los españoles que tengan alguna
30
significación en la vida intelectual de nuestro país. La mía es bien escasa;
pero a cambio de una inteligencia corta pongo a la disposición de
usted para defender esa causa una voluntad máxima. Así pues, estoy a
sus órdenes para aceptar y realizar con todo empeño aquella parte de
trabajo que se me distribuya.
Esta disposición de mi ánimo tiene por origen la absoluta convicción
de que Unamuno representa para España, así en el orden intelectual
y moral, como en el social y patriótico, un valor infinitamente
mayor que todas las personas que han encarnado la monarquía española
desde Carlos V en adelante.»
Y si del País Vasco pasamos a Aragón, en papel timbrado del Casino
Independiente de Escatrón (Zaragoza) se expresaba así el veterinario
Fernando Arribas:
«Hace mucho tiempo envié mi adhesión a la Liga que usted preside
y la creía disuelta por no saber nada de ella, cuando veo que por el caso
deplorable del gran Unamuno entra en acción para ratificar mi vieja
adhesión y desearles una franca victoria en todos los casos que como
éste la razón esté de nuestra parte.»
Desde una óptica radicalmente diferente escribía estas palabras Fernando
Jordán en nombre del Grupo Anarquía, de Barcelona:
«A pesar de que, por regla general, ni los intelectuales profesionales
ni la Liga de los Derechos del Hombre suelen defendernos cuando
se nos atropella, que es cada día, nosotros, un grupo de obreros anarquistas,
estamos dispuestos a prestar toda nuestra ayuda en favor de
Unamuno y de cuantos hombres dignos sean víctimas del inicuo régimen
político-social que permite semejantes monstruosidades en nombre
de las leyes... ¡democráticas!»
También desde Barcelona llegaba esta dura crítica de la situación política
del momento de manos del abogado Pedro Estartús Eras:
«Me entero por El Sol de su carta-invitación para la campaña en
pro de la libertad de pensar atropellada en la persona del eximio escritor
señor Unamuno; y siendo partidario convencido de dicho principio
fundamental de las libertades humanas, le envío mi modesta adhesión
para contribuir en la medida de mis fuerzas a la defensa de los derechos
del hombre, cada día más en peligro en este país por haberse convertido
en el liltimo reducto en donde hallan seguro refugio, amparo y protección
los restos del atraso y oscurantismo mundiales bajo el manto
protector de la única dueña de los destinos de nuestra tan querida como
desdichada España.»
Quizá una de las cartas más largas, y al mismo tiempo lacerantes en
31
su visión política española, sea la que desde Cangas de Onís remitía
F. Pandas, refrendada, a su vez, por las firmas de José Álvarez Valdés
(médico), Rodrigo del Cueto (abogado), Manuel Cuesta (comerciante)
y Luis Martínez Laria (médico):
«Acabo de leer su carta, dirigida al director de El Sol, invitando a
los que quieran prestarle su adhesión en la campaña que se propone
emprender en defensa de los derechos del hombre y del ciudadano, una
vez más pisoteados en la persona del esclarecido español don Miguel de
Unamuno, y me apresuro a contestarla para aplaudir su iniciativa y
ofrecerle mi cooperación.
El procesamiento de don Miguel era el borrón que faltaba en la sucia
historia gubernativa de nuestro funesto partido conservador. Después
de ios innúmeros atropellos e injusticias cometidos en las personas,
bienes y derechos de españoles de todas las clases sociales y credo
político distinto al suyo era natural que para digno remate del cúmulo
de arbitrariedades que constituyó siempre su paso por el Gobierno les
llegase el turno de ver conculcados sus derechos y restringidas sus libertades
ciudadanas más elementales a aquellos pocos de nuestros
compatriotas que por su alta mentalidad y gran prestigio dentro, y más
fuera de España, han rehabilitado a nuestra patria ante la opinión universal,
modificando en favor nuestro el concepto despectivo que hasta
hace bien poco merecimos a los pueblos civilizados.
Es natural, también, que esta obra ignominiosa de aplicar a la libertad
de pensar el bozal de leyes arcaicas que avergonzarían a cualquier
otro pueblo que pretendiese codearse con los que marchan a la cabeza
de la civilización, intente realizarse bajo el desgobierno del señor Dato,
imagen y reflejo fidelísimos del espíritu de su partido.
Debemos, sin embargo, reconocerle (a quien sea el padre de la criatura)
que tuvo en esta ocasión un enorme acierto al elegir como primer
reo de un delito que cada día comete mayor número de españoles a
don Miguel de Unamuno. Nadie como él contribuyó durante estos últimos
veinte años a la formación del moderno y cada vez más pujante espíritu
de la intelectualidad española; nadie arrostró con mayor valentía
los obstáculos opuestos a su apostolado de regeneración, ni nadie tuvo
su entereza viril y serena para exponer en voz alta, sin desplantes insolentes,
sentimientos populares que la mayoría de los españoles temíamos
exteriorizar en voz baja. Sólo que hoy la medida es tardía y, con
toda seguridad, contraproducente; ya no puede reprimirse con el encarcelamiento
de un escritor la ansiedad nacional alimentada a diario, en
la prensa de todos matices, por informaciones paralelas de cacerías de
rebecos y de hombres muertos equivocadamente por la fuerza pública,
de banquetes opíparos y de niños hambrientos que perecen lentamente
en Riotinto, de rehabilitaciones de títulos nobiliarios y de bajas españolas
en África, de tiros de pichón y de manifestaciones populares sofocadas
a tiros, de carreras de caballos y de asesinatos terroristas, de rega-
32
tas de balandros y de emigración de obreros y labriegos, de deportaciones,
de encarcelamientos en masa, de supresión de jurados, de elevación
de tarifas, subsistencias, contribuciones, alquileres; de una parte
zarabanda de millones, de la otra embestidas del hambre y oleadas de
injusticia.
No obstante, creo probable la condena del señor Unamuno, aunque
no sea más que para acudir luego al indulto; que, como dijo Ortega y
Gasset, "todo es posible en España" y aún de estas desmañadas martingalas
va siendo ya necesario echar mano en nuestra patria para apuntalar
algo muy carcomido que amenaza derrumbarse fatalmente. Por eso,
y para impedir si es posible esta nueva ignominia, aspiro a tomar parte
de su enaltecedora campaña.»
Igualmente expresiva del estado general de la nación era la carta que
el doctor Salvador Vinez, Director del Manicomio de Salt (Gerona), escribía
el 25 de septiembre, en la que, entre otras cosas, decía:
«Le ruego haga constar mi adhesión a esta campaña, sin la cual quizá
se cometiera un delito de "lesa inteligencia". Es de esperar que la
misma no circunscriba su acción al caso presente. El gravísimo caso
Unamuno no es más que la culminación de un estado de cosas agudizado
cuando la promulgación de la Ley de Jurisdicciones, y gracias al cual
repetidas veces se ha atropellado a la justicia en nombre del derecho.»
En esta misma línea se manifestaban desde Valencia, en una carta colectiva,
Eugenio Arnau, Lucas Lartiga, J. Arambul y Ricardo Bose:
«Sentir la verdad, defenderla y proclamarla valientemente son virtudes
consideradas como delitos por los funestos gobernantes que venimos
padeciendo, mantenedores de un régimen de vergüenzas e injusticias
y empeñados en acelerar la bancarrota nacional. Por eso se pretende
ahogar la voz del sabio Unamuno y se le condena a prisión.
Nosotros, que sentimos circular por nuestras venas sangre joven, independiente
y digna, protestamos indignados por el fallo dictado contra
el ilustre pensador, eminente Catedrático, Unamuno, a la vez que nos
adherimos a todo cuanto en pro del mismo se realice.»
Más escueto en su formulación, pero no menos contundente, se manifestaba
Santos Vela, desde Vegado (Asturias):
«Con motivo del actual proceso del ilustre Unamuno, afirmo mi
convicción de que si a los pueblos se les priva de la libertad de pensar,
quedan en crisis todos los derechos del hombre.»
Curiosa resulta la firmada por Victorio Macho:
«Creo que los que tienen atribuciones para castigar debieran encar-
33
gar el busto de Unamuno a un mal escultor, y después encerrar éste en
el "cuarto del coco" porque es estúpido pretender aprisionar a un ser
todo espíritu, luz y alas. Las cárceles, con sus rejas, cerrojos y celadores
armados se han hecho para hienas y raposos, no para uno de los
hombres cuya silueta grande como una cordillera, alza su frente pensativa
y heroica para marcar al mundo el mapa espiritual de España.»
Y dura en su contenido y expresión la que desde Madrid enviaba Rafael
Bernabeu y en la que no se sabe quién queda peor parado si el Gobierno
o el Rey:
«Leo en El Sol sus líneas, y movido en lo más hondo por el atropello
que un Gobierno singobierno intenta contra nuestro querido y sabio
profesor Unamuno, le envío a usted en estas líneas la entusiasta adhesión
de un español que lo es más, mucho más que un monarca, primero
porque en su sangre fluye todavía la pureza de la raza netamente española
de sus antepasados sin amalgamas de tintes extranjeros de ninguna
especie; y segundo, porque este español trabaja en su patria y para ella
y siente en su corazón de veintiocho años toda la indignación del mal
proceder de un Gobierno arcaico y todo el desprecio e irreverencia hacia
quien se deja sostener un áureo capelo por una recua de galeotes.»
También desde la juventud se desahogaba así el segoviano Mariano
Quintanilla, licenciado en filosofía y letras y en derecho:
«Acabo de leer en El Sol la invitación que usted dirige para protestar
contra el proceso seguido a don Miguel de Unamuno. Si no justificara
esta protesta, la defensa de la libertad de pensamiento, que aún no
disfrutamos, pese a la Constitución, la justificarían los méritos del admirado
maestro, agitador espiritual tan necesario en este ambiente de
adormecimiento y misoneísmo en que nos movemos; él ha sido guía de
una gran parte de la juventud y muchos jóvenes le llamamos maestro,
aunque no hayamos pasado por su cátedra.»
Desde Granja de Torrehermosa (Badajoz) llega un cordial testimonio
de M. Plaza Aranda, de la época de la residencia de estudiantes:
«Conocí a Unamuno en la residencia de estudiantes y pude admirar
en él al gran patriota, hombre modesto y profundo pensador.»
Sin embargo, Antonio Ballestero va más lejos en su apreciación:
«Uno mi protesta más enérgica a la que usted formula en nombre
de la Liga para Defensa de los Derechos del Hombre por el hecho
inaudito de que un hombre representativo como Unamuno, cuya obra
educadora debía merecer la glorificación de su nombre y el respeto a su
persona, de la que llevan la representación del Estado y que por cruel-
34
contraste se halla acusado y expuesto a una prisión que destrozaría su
vida. Hay que repetir con Ortega y Gasset: "Todo es posible en España",
pero en un grito desgarrador de tristeza y de profundo dolor.»
Grito que para Juan José Domenchina y Moreu (con domicilio en la
calle Serrano, n.° 48, pral.) tenía que ir acompañado de una acción inmediata:
«Hay que evitar, cueste poco o cueste mucho, que el maestro Una-muno
caiga arrollado una vez más bajo la horda troglodítica que rige
los destinos de España.»
A su vez, Emilio J. Ferrer se adhería, desde Barcelona, a la campaña
con estas palabras:
«Todo español "civilizado" secundará esa campaña que es urgente
llevar a cabo para oponernos e imponernos a la presente y vergonzosa
ola de regresión política de nuestros ¡gobernantes!»
Mateo Ruiz, también desde Barcelona, centra su protesta en torno a
la Justicia:
«No tiene nada de extraño que hoy que la injusticia es el engranaje
que mueve a toda la vida española se pretenda condenar a veinticuatro
años de presidio —por supuesto delito de lesa majestad— a don Miguel
Unamuno.
Lo que es verdaderamente sensible y bochornoso en grado sumo es
que se trate de condenar en nombre de la justicia a un hombre que ha
pasado toda su vida luchando por ella.
Como ciudadano libre protesto con toda mi alma del vil atropello
de que se quiere hacer víctima a uno de los pocos hombres de verdadera
valía que tenemos en España.»
Uno de los escasos testimonios en los que las críticas se extienden a
clero y milicia es la de Pedro González-Blanco, quien escribía desde el
Palace Hotel, de Madrid:
«No necesito decirle que estoy con usted en todo lo que signifique
reaccionar contra la barbarie clerical española, pero muy especialmente
en este caso particular de don Miguel de Unamuno, a quien tanto quiero
y a quien tanto espiritualmente debo.
Si es preciso tendremos que actuar de una manera eficaz para darle
un puntapié a instituciones que viven de la misericordia de todos y de
la refulgencia de cuatro espadas pretorianas.»
Desde Guadalajara, Francisco Ortega y José Viana, del Partido Comunista
alcarreño, sentencian en un breve escrito de protesta:
35
«Cuando un hombre de la cultura del señor Unamuno lanza su querella
en un periódico, sea a la personalidad que fuere, no debe tomarse
como insulto, sino como consejo. Protestamos ante el inicuo proceder
de la justicia.»
Como contraste, Joaquín Planell Bertrán, en una larga y barroca carta
en defensa del «eximio y egregio» escritor, entre otras muchas cosas
dice:
«Si en la presente, a los españoles que está conferido el cargo sacratísimo
de manifestar cuáles son las causas por las que la España sufre,
frena y parece derrumbarse, hiciéramos uso de los principios que dicta
la prudencia, las plumas y las lenguas deberían estar quedas, y las verdades
permanecerían en la tenebrosidad.
"No escribáis nunca cuando os halléis enojados." Si tuviésemos que
cumplir este precepto, en toda la España se levantaría un silencio infamante,
inspirador y amenazante.
E. Renán dice: "El amor puro debe ser el inspirador de la pluma."
He aquí el principio que más nos ha de inspirar para llevar a cabo esta
gloriosa defensa. Nosotros sentimos entrañable amor y un profundo cariño
hacia la persona del autor de "El Sentimiento Trágico de la Vida",
y ese cariño y ese amor serán el que saque de la reclusión sistemática a
que se ha condenado a nuestro admirable y admirado Unamuno.
Ya no he decir nada más, don Luis; sí, que debemos todos poner
nuestro más decidido empeño en sacar de las garras del tigre no solamente
a nuestro Unamuno, no, sino que a todos aquellos que cayesen
entre sus garras para salvarlos, y salvándolos poner a salvo el pensamiento
español.»
Termina su carta anunciando la próxima aparición de un libro que
acaba de comenzar y cuyo título sería «En defensa de Unamuno».
Menos retórica, pero mucho más contundente en la formulación y el
contenido es la adhesión de Ramón Yglesias, calígrafo del Excmo.
Ayuntamiento de Bilbao:
«Enterado de la carta por usted dirigida a los Directores de los periódicos
solicitando la publicidad que merece la campaña iniciada por la
Asociación que usted tan dignamente preside, no puedo por menos de
ofrecerle incondicionalmente mi modesto concurso para todo cuanto
sea necesario al objeto de contrarrestar el maquiavelismo de la reacción
añoradora de Torquemada, y que aspira nada menos que a privar
a las muchedumbres de un país tan inculto como el nuestro, de uno de
sus más preclaros educadores.
Creo que, como yo, opinarán todos los hombres que sientan en su
alma un poco de honradez, y sólo los hipócritas o los malvados dejarán
de sumarse a campaña tan noble y tan digna.»
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Entre agresiva y utópica es la también extensa carta escrita en Pontevedra
por César Luis de Montalbán, amigo de Roso de Luna, en la que
llega a comparar a Alfonso XIII con «el idiota Carlos II» y con Charlot:
«Por El Sol me entero de que usted recibe las protestas contra el
proceso de Unamuno.
Creo que la protesta no sólo se debe hacer, sino también dar medios
para que los idiotas no tengan la satisfacción de ver a nuestro Unamuno
con el birrete del presidiario, por más que entre estos desdichados
hay un 69 por 100 que se les encarcela por ser perfectos ciudadanos,
y fueron a la celda por una causa en cuyas primeras hojas se escribía:
Atentado contra la Autoridad.
Al dirigirle mi protesta me creo en el deber de darle dos soluciones
contra la causa de Unamuno:
1." Todo ser tiene dos padres: el derecho natural y la ley del espíritu
que ordena el sacrificio por los dos padres. Yo tengo uno material y
muchos espirituales. Mi ser se modeló con el estudio del libro y la constante
investigación arqueológica; por mi padre material daré gustoso la
vida; por mis padres espirituales, la vida y la libertad.
Para que el padre espiritual siga su obra, para que sus libros sigan
modelando espíritus necesita la libertad, y ésa la tiene figurando ya como
autor de esos artículos que dicen ofenden al idiota de Carlos II, encarnado
en el Charlot, vulgo Alfonso XIII.
Esta solución es hija de mi manera de ser y jamás sentiré el haber
tomado tal decisión.
La segunda —si ésta no se tiene en cuenta, cosa que lamentaría—
consiste en la siguiente: Si fuera condenado —cosa que tengo segurísima—,
Unamuno se refugiaría en la Universidad, y todos formaríamos
una guardia hasta su libertad absoluta o su prisión, cosa que sería después
de haber vendido cara nuestra vida.»
También desde Galicia, más concretamente desde la Escuela Nacional
de Carreia, Tas (Coruña), Manuel González Ramos escribía con una
caligrafía perfecta, propia del maestro nacional que era:
«Enterado por El País del día 15 de la campaña que la Liga Española
para la Defensa de los Derechos del Hombre y del ciudadano piensa
hacer por los atropellos cometidos al pensamiento libre —hoy personificado
en el señor Unamuno— por los que dicen que administran justicia,
me declaro partidario de una grande protesta y me adhiero con toda
mi alma a lo que esa Liga acuerde. Ruégole, además, que esto mismo
se haga con todos los ciudadanos perseguidos en general, convencido
que si nosotros, en todos los casos análogos, protestamos en forma, libraremos
a España de ser la cola de Europa, y las generaciones futuras
nos recordarán con júbilo. En otro caso nos confundirán con razón.»
37
Nuevamente la figura del Rey es puesta en la picota en una carta fechada
en Valencia el 16 de septiembre y firmada por Eduardo Roselló
(padre e hijo):
«Amantes de todas las libertades que sean reflejo de independencia
moral frente a todo lo que por prejuicio histórico esté en pugna con el
progreso de la humanidad y de los derechos naturales del hombre, protestamos
con toda nuestra fe del proceso que se sigue a don Miguel
Unamuno, invocando una respetabilidad absurda con ribetes de acatamiento
divino en pro de un personaje representativo que será todo lo
irresponsable e inviolable que se quiera ante la Constitución del Estado,
pero que deja de serlo ante la razón y la conciencia cuando olvidado
de los deberes que le impone el cargo desciende a hechos condenables
por toda justicia convencida de su misión.»
El Presidente de la Juventud Republicana de Valladolid también se
adhiere en una misiva entre esperanzadora y optimista:
«Enterado de la carta sucinta, pero maravillosa, como corresponde
a su gran talento, que ha dirigido a los diarios madrileños El Sol y El
País, tengo el alto honor de dirigirle la presente en nombre de la Juventud
Republicana de Valladohd para adherirme efusivamente al acto
de acudir al amparo de la Ubertad de pensar, atropellada, como usted
muy bien dice, en la persona del sabio Catedrático de la Universidad
de Salamanca señor Unamuno.
Esta Juventud, formada por jóvenes puros y limpios de corazón, hacen
votos porque no tenga confirmación la sentencia que se ha leído en
la Audiencia de Valencia por el Fiscal de Su Majestad.»
Desde Alceda (Santander), el farmacéutico Manuel Riancho también
tiene algo que decir de la justicia y de la libertad de pensamiento y expresión:
«Rojo de vergüenza por la condenación del señor Unamuno, expresión
clara del oscurantismo que desgraciadamente impera aún en España
en sus organismos más dehcados, me apresuro a adherirme a esa
campaña que la Liga de los Derechos del Hombre emprende a fin de
restablecer el imperio de esos primordiales derechos, hoy atropellados
en la persona del señor Unamuno.
Es un deber de todo hombre hacer manifestación ostensible de protesta
contra ese acto de los tribunales de justicia, que dejan así de lado
una de las esencias de la racionaUdad humana, el pensar libre y la libre
emisión del mismo.»
A iniciativa de Restituto Mozos y Daimiel, propietario de una tienda
en la que por el membrete de la carta se vendía de todo [Tejidos del país
y extranjero. Encajes de hilo. Paquetería. Salazones. Ultramarinos y co-
38
loniales. Calzado de todas clases. Carbones vegetales al por mayor], el
Ayuntamiento de Hinojosas (Ciudad Real), enterado por la prensa del
caso del señor Unamuno,
«Decidió adherirse a la Junta Directiva de la Liga Española para la
Defensa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano con el fin de
que amparen los derechos de libertad de pensar, principio y raíz de todas
las libertades públicas, atropelladas en la persona del catedrático de
la Universidad de Salamanca.»
Alfredo C. González, de Gijón, es el autor de una de las cartas más
duras y largas —y al mismo tiempo barroca— en su crítica al Gobierno y
en su protesta por la situación creada a Unamuno:
«Creedme: mi cerebro, las células de mi cerebro vibran y mis facultades
morales se perturban cuando por la retina de mi inteligencia pasan
imágenes tan absurdas y diabólicas, satánicas e incongruentes como
las que nacen de hechos que se consideran fantásticos como son los que
relacionan con el proceso del señor Unamuno, catedrático y escritor
del cual está muy agradecida España. Digo la España ilustre, honrada,
moral y laboriosa, no la España de los toreros y bailarinas, chinches,
pohllas, escarabajos y sanguijuelas, y demás chulos y matones que viven
del presupuesto, del presupuesto que cotiza un pueblo tan borrego
como cobarde.
Pero..., ¡he aquí el clavo, señor mío!, precisamente {apolítica de todos
los Gobiernos que tan rastreramente se vienen sucediendo tiene
por norma, como base fundamental, el procurar por todos los medios
posibles, por canallas, rastreros, infames y criminales que sean, la
mayor ignorancia del pueblo para así poder esquilmarle bien y asesinarle
como a mísero borrego...
La máxima suprema de Iz política, ésa es. Desaparecida la ignorancia,
¡adiós anarquía monárquica, adiós entorchados, juergas, riqueza,
queridas..., y adiós turrón, rosquillas, empanadas y mieles, y adiós todo,
todo!...
Por eso, amigo mío, a mí no me admira que un Gobierno tan desmoralizado,
sin autoridad, corrompido y sin conciencia, pretenda infamar
y humillar a un hombre tan ilustre y honrado como lo es el señor
Unamuno.
Si el señor Unamuno se hizo delincuente por decir lo que dijo,
¿por qué no habrán hecho penales con una capacidad suficiente para
recluir a más de media España?
El señor Unamuno no es delincuente, la verdad, y la conciencia lo
dice, y de sobra sabe el Gobierno que en centros, círculos y otros lugares
se habla del Rey y del Gobierno de la manera más despreciable y
denigrante. Así, pues, lo que se pretende es, con la condena que se impone
al señor Unamuno, infundir el miedo en los demás talentos aman-
39
tes del bienestar y prosperidad del país para que éstos callen como si
fueran muertos...
La indignación que causa es grande, y la protesta será mayor todavía.
Los hombres honrados no pueden callar y no callarán, y yo tampoco;
tengo conciencia y amo la verdad.
Esta es mi protesta, la protesta de un español amante de las ciencias
y que desea la mayor grandeza y felicidad de su patria, protesta que yo
quisiera que usted hiciese pública.»
El masón Laureano D'Ore, desde la Escuela Nueva de Carlet (Valencia),
hacía una propuesta, ya adelantada también por otros:
«Hoy he leído con vergüenza, por lo que el hecho en sí representa
de atentado a la intehgencia y a la dignidad humana, la sentencia recaída
al señor Unamuno.
Uno mi protesta, insignificante pero sincera, contra tal atentado al
pensamiento en la persona del señor Catedrático salmantino y, por si
cuela, creo que sería bueno publicar nuevamente los escritos objeto de
la condena, seguidos de las firmas del mayor número posible de ciudadanos
como acto de solidaridad, y para ser todos bonificados con igual
pena y recibir el beso de la cárcel, beso que hoy es signo de dignidad y
nobleza del hombre hbre.»
Y desde Barcelona, J. López Otal en pocas, pero radicales palabras,
expresaba su manera de pensar:
«Si España consintiese que don Miguel de Unamuno perdiese su al-bedrío
material, pues a su espíritu no lo traban cadenas, sería llegado el
momento de excrementarse en la ruin patria que nos vio nacer y sacar
cédula de vecindad en cualquier cábila más o menos civilizada.»
Para el Director de la Normal de Maestros de Gerona, Casiano Costal,
resultaba «inconcebible que en el siglo XX se incoen procesos tan absurdos
como el de Valencia». Pero más absurdo resultaba para Arsenio
Rey Clavé, de Bilbao, el que la Constitución acogiera tales leyes que
permitían semejantes sentencias:
«Como hombre libre, en el sentido más absoluto y más luminoso de
la palabra, formulo mi más enérgica protesta contra el atropello cometido
en la persona del ilustre don Miguel Unamuno a condenarle a dieciséis
años de presidio por el hecho de escribir sinceramente lo que su
mente le dictó.
Y protesto y me adhiero a toda campaña en pro del ilustre escritor
por entender inicua la pena recabada sobre él, ya que leyes dictadas al
amparo de esta mal llamada Constitución protejen a todo ciudadano el
libre pensamiento de su mente.
40
Restituyase esa falsa ley amparando la libertad del pensamiento o
conmútesele la pena de dieciséis años al ilustre Unamuno por la de la
admiración nacional.
Humillen sus cabezas los hombres llamados demócratas ante el honrado
condenado que nos ocupa y álcenlas ante los asesinos que condenan
y atropellan los derechos al ciudadano noble, honrado y humanitario.
»
En una carta fechada en CuUera, y firmada por «los cuatro admiradores
» que saludaron al doctor Simarro a la puerta del Círculo Recreativo,
de Sueca, después de los Juegos Florales (José Albiñana, Juan Valls,
José Pía y Ricardo Pía), se lee:
«El objeto de estas líneas es unir nuestra humilde, pero enérgica
protesta, a la ya mundial ante la enorme torpeza cometida por los liliputienses
gobernantes que padecemos.
A la frase de don Joaquín Costa: "Es un mal negocio ser español",
precisa añadir "y una vergüenza".»
Esta vez la cita pasa de Costa a Maura, puesta en la pluma de Francisco
Escribano R. de Moneada, precedida de una carta en la que la letra
más que el contenido delata al médico-cirujano de Torrevieja:
«Los que vemos con asco el auge que todos los servidores de las
malas artes alcanzan, ya se llamen gobiernos, ya empresas mercantiles,
acaparadores por toda una taifa de monipodios que nos rodea, hemos
de ver con simpatía al que se trate hacer una separación de las clases de
hombres que desgraciadamente existen: los rufianes, aunque vistan de
levita, y los de honor.
Le felicito y me adhiero a la campaña que usted intenta emprender
con motivo de la condena del eminente Unamuno.
Y ahora sí que pega aquello del vesánico Maura: "Nosotros somos
nosotros."»
Desde Alcoy, Teófilo Andrés hace más que una crítica a Dato y sus
magistrados, sobre todo una apología y exaltación de Unamuno:
«Por El País me entero que usted, como presidente de la Liga Española
para la Defensa de los Derechos del Hombre, ha empezado a gestionar
la libertad del sabio Unamuno, condenado por magistrados a
sueldo del Dato ése, no a sueldo de la justicia.
El Catedrático de la Universidad de Salamanca, el Rector de granito,
el hombre que por su elevada conciencia y moralidad ha llegado a
ser —al menos para mí— maestro espiritual es lo menos cien veces más
grande y magnánimo que todo el conglomerado que ha pretendido juzgarle.
41
Aunque creo no llegará a realizarse tan inicua farsa, con lo poco
que valgo me tiene a su disposición en todo lo que se refiere a conseguir
la libertad de esta lumbrera española.»
Otro mensaje de la juventud, lleno de esperanza y fraternidad, escrito
en un lenguaje cripto-masónico, es el que desde Huelva enviaron Ricardo
Carrillo, F. Jiménez, Francisco Balse y Antonio Franco:
«Cuatro universales, cuatro jóvenes que aman la verdad y la justicia,
al verla atropellada en la persona de nuestro maestro Unamuno
protestamos enérgicamente de ese Gobierno inhumano que intenta
hundir en la ruina y la miseria a uno de los más grandes pensadores
modernos, achacándole a un código la responsabilidad de sus actos.
Nobles en nuestros gritos de amparo al hermano, clamamos que si
es verdad que ese código castiga la libertad del pensamiento, con más
motivo puede tener un artículo que castigue a los gobiernos que desgobiernan
a un país y que con sus ansias de lucro le guían hacia el desastre.
Esperanza, nombre que nos alimenta el alma y nos renace el espíritu,
unámonos todos los discípulos del maestro, del hermano, y hagamos
ver al mundo que en España, país de política, de corridas de toros,
etc., se proteje a los ignorantes y se ataca al maestro, a todo aquel que
con la verdad de sus palabras pueda enseñar a un pueblo lo que a algunos
políticos no les conviene que aprenda.
Doctor Simarro: reciba nuestra adhesión de protesta y envíe a nuestro
hermano el aliento, la vida, la juventud de estos universales.»
Desde Posadas (Córdoba), esta vez de forma colectiva, el Presidente
y Secretario de la sociedad Benéfica Abril —que no era otra cosa que la
logia allí existente— enviaron su correspondiente protesta:
«En nombre de la Sociedad Benéfica Abril protestamos del injusto
proceder del Gobierno contra el sabio Catedrático, honra de las letras
patrias, don Miguel Unamuno, por considerar su proceso un ataque a
la libertad de pensamiento.»
Firman Juan Bosch, simbólico Garibaldi, y Francisco Alberca, simbólico
Diógenes, propietario y empleado, respectivamente.
Adhesiones colectivas o individuales se van acumulando en pocos
días en el domicilio del doctor Simarro, como la enviada desde Chipiona
por Cándido Calvo Blasco:
«Amante siempre de las causas justas, me adhiero con toda el alma
a la campaña que en favor del sabio Unamuno hagan todas las personas
honradas y, por lo tanto, defensoras de los derechos del hombre.»
O la remitida desde Barcelona por José Arbós Duxó:
42
«El que suscribe, como hombre libre y amante defensor de los Derechos
del Hombre, que la gran Revolución francesa legó a la humanidad,
me adhiero con todo fervor y entusiasmo a su iniciativa para todo
aquello que tenga relación con el caso del culto catedrático don Miguel
Unamuno y con todos aquellos hombres que en más o en menos se hallan
en idéntico caso.
Al mismo tiempo aprovecho la ocasión para indicarle que ha llegado
el momento de hacer extensiva una mayor propaganda por parte de
los hombres que integran la Liga de los Derechos del Hombre, máxime
cuando la reacción lo invade todo y las libertades ciudadanas están en
manos de los locos torquemadescos.»
Con membrete de la Unión Republicana de Gerona, el profesor de la
Escuela Normal de Maestros, Miguel Santalo, escribía:
«En la prensa de hoy acabo de leer su llamamiento para una acción
contra los sucesivos atropellos del poder público a toda manifestación
que no sea halagüeña para él. También acabo de leer el fallo inhumano
que el Tribunal de Valencia acaba de dictar condenado al viril pensador
y escritor sincero don Miguel de Unamuno.
Somos muchos aquí que unimos nuestra indignación a la de usted.»
El médico de Abarán (Murcia), Jesús Templado, también tomó partido
en la campaña en defensa de Unamuno:
«Desconozco los artículos por los que don Miguel de Unamuno ha
sido condenado a dieciséis años de presidio, pero cualquiera que sea su
contenido se trata de una enormidad tal que es imposible que pueda
permanecer indiferente ante tal monstruosidad ningún ciudadano, no
ya de un país civilizado, sino a medio civilizar.
Conste, pues, mi protesta por este hecho y cuente usted con mi modesta
adhesión para cuanto se haga en beneficio del señor Unamuno,
así como para evitar que tales hechos puedan repetirse.»
Y desde Cartagena, José Martínez Andrés no se quedaba corto en
sus juicios y expresiones:
«Con sorpresa —con una relativa sorpresa ya que hoy en nuestra
desdichada España toda arbitrariedad y toda injusticia tienen su entronizado
asiento— se da la sentencia despiadada y parcialísima dictada
contra don Miguel de Unamuno. Basta su nombre sin más calificativos,
que éstos los han empobrecido y deshonrado la facihdad y la prodigalidad
ridiculas con que a diario se ornamenta tanta rama y perversa in-sustancialidad.
Espero q\ie la misma enormidad absurda, que es la sentencia, no
permita llevarla a efecto; y si el odio, cobarde y miserable, que la dictó
43
tratara de ir más allá en su abominable persecución, no lo habían de tolerar
la opinión consciente nutrida y tolerante.»
El doctor Pedro Vallina, desde su clínica médico-quirúrgica de Sevilla,
envía en nombre de diferentes agrupaciones y sindicatos anarquistas
la siguiente carta:
«En El Sol del miércoles pasado leímos su carta-protesta contra el
proceso del señor Unamuno.
Como nos parece bien lo que en ella se dice, no dudamos en prestar
nuestra adhesión a esa campaña. Quiere esto decir que esperamos saber
lo que hay que hacer, pues nuestro concurso, el del Grupo Hombres
Libres, el de la Federación de Grupos Anarquistas de la Región
Andaluza y hasta el de los Sindicatos, está pronto a prestarse contra todos
los abusos.
Asimismo nos parece bien que se haga algo por la Ubertad de numerosos
obreros que en esta región sufren los rigores de las cárceles, y de
otros que hace días salieron por estas carreteras para la deportación.
Además no transcurre un día sin que la clase humilde y trabajadora
tenga que padecer las brutaUdades y atropellos de la autoridad.
Para detener tanta injusticia nos parece también conveniente una
actuación. Aunque, al fin y al cabo, los Sindicatos sabrán y podrán entendérselas
con todos sus enemigos.»
Desde Santa Cruz de Tenerife el abogado y profesor mercantil Jorge
de Foronda enviaba también su apología de Unamuno y su crítica al Código
Penal:
«Identificado completamente con la noble y patriótica campaña que
ha iniciado en protesta de la inicua sentencia dictada por la Audiencia
de Valencia contra el señor Unamuno, mentahdad de altos relieves y
uno de los más prestigiosos adalides de la cultura nacional, en la que,
so pretexto de cumplir con los preceptos de un Código Penal arcaico y
senil, se le inflinge el más execrable atropello, escarneciendo el inviolable
derecho de la Ubertad de pensar que consagra y garantiza nuestra
maltrecha Constitución, haciendo una nueva víctima de la incultura y
de la reacción que nos flagela»
José Royo Gómez también acudió a la llamada del doctor Simarro,
esta vez desde la Sección de Geología del Museo Nacional de Ciencias
Naturales, de Madrid:
«Acabo de leer en El Sol la sentencia dictada contra el insigne Unamuno,
la cual me ha llenado de indignación, pues aunque estamos ya
acostumbrados a ver en este país cosas monstruosas, siempre creí que
no se atreverían a llevar a cabo esta injusticia.
44
Me uno de todo corazón a la protesta iniciada por usted y a la cual
deben adherirse, no sólo de palabra, sino de hecho, todas las personas
amantes de la justicia y de la libertad.»
El Presidente del Sindicato Agrícola Luz y Guía y de la Sociedad de
Labradores d(;l Concejo de Grado (Asturias), F. Fernández-Sagasta,
añadió a la carta oficial de adhesión otra particular como amante de la
cultura intelectual y librepensador sincero:
«No obstante haberle enviado su adhesión la Sociedad de Labradores
del Concejo de Grado, de la que me honro en ser Presidente, me
place en sumo grado unirme en sentido particular, y con vehemencia, a
la muy justa campaña que usted ha iniciado en defensa del insigne catedrático
don Miguel Unamuno.
Carezco, doctor, de vastos conocimientos, pero, sin embargo, soy
un ferviente admirador de la cultura intelectual y un librepensador sincero;
por tanto, protesto enérgicamente de la inicua y monstruosa sentencia
dictada contra el "eximio maestro".»
Nuevamente la dureza de expresión y de contenido la encontramos
en una carta remitida desde Barcelona por Marcelino Puig:
«Cuente usted con la adhesión y el concurso de este modesto obrero
de escritorio para todo cuanto sea preciso hacer en favor del ilustre
Unamuno, honra de esta patria desgraciada.
Esa sentencia es la síntesis de la corrupción a que ha llegado esta
depravada sociedad, en la cual los sabios se ven condenados y escarnecidos
en la misma proporción que se respeta y venera a los grandes
bandidos.
Los tribunales que condenaron a los Jordano [sic], Galileo, etc., son
en la historia de la humanidad un borrón de ignominia, como lo serán
en el mañana esos togados petrificados o estultos que por halagar a los
de arriba, o tal vez buscando una prebenda, no reparan en llevar al hogar
del pensador ilustre la intranquihdad consiguiente a una monstruosa
sentencia.»
También resulta elocuente en su dura expresión la carta que desde
León firma Cayetano Pérez y Pérez, maestro nacional, simbólico Elíseo
Reclús y miembro de la logia Jovellanos, de Gijón:
«Leo en El Sol su invitación para adherirse a la campaña iniciada
para sacar al gran Unamuno de las garras de lo que llaman justicia, y
me apresuro a tomar la pluma para escribirle.
Ya he visto que la Audiencia de Valencia le ha condenado a dieciséis
años de presidio. En este país de los viceversas no hay que extrañarse.
Pero espero que tal monstruosidad jurídica no prevalecerá.
Los elementos reaccionarios españoles no pueden perdonar al gran
45
Unamuno su intensa labor de propaganda para iluminar las conciencias
y librarlas de las tinieblas de la ignorancia, que son campo abonado para
su dominación. Como ciertos microbios, que no pueden vivir a plena
luz y al aire libre, tienen que medrar a la sombra y en lo más infecto y
recóndito. La libertad les mataría.»
Ramón Várela, otro masón, y Gaspar Ditaben se manifiestan desde
Barra de Miño (Orense) en una visión apocalíptica de las arbitrariedades
del régimen político español:
«La persecución de que es objeto el señor Unamuno con motivo de
supuestos delitos de imprenta no es solamente un atropello a la libertad
de pensamiento, sino la demostración evidente del fariseísmo español
contemporáneo que ha de originar la bancarrota del derecho político.
El respeto al derecho ajeno —según la doctrina actual— es la paz.
Si esto fuera cierto no habría ya adversarios del derecho político.
Mas los inadaptables al régimen actual, como saben distinguir de
matices, hacen una interrogación violenta. Los líderes rusos afirman:
¿Qué utilidad reporta un derecho a los esclavos si no sirve para emanciparles?
¿Y qué utilidad le puede reportar un derecho al señor Unamuno
si no le permite exteriorizarse con plena libertad, decimos nosotros?
Las arbitrariedades del régimen político actual, inconexas, irrazonables,
sencillamente estúpidas, son un motivo más para el fomento de la
irrespetuosidad y de la lucha enconada.
Protestamos de todas veras contra este caso bochornoso de intolerancia
caciquil y persecutoria de que es objeto el eminentísimo Catedrático
de Salamanca, señor Unamuno, y damos las más expresivas
gracias al doctor Simarro por la nobleza que inspiran sus actos fundando
la Liga Española para la Defensa de los Derechos del Hombre.»
Todavía va más lejos Francisco Fernández Ramos en carta escrita en
Barcelona, y en la que la figura de Unamuno es comparada a la de Costa
en una larga apología de la libertad a través de la historia patria:
«Sus deseos son ecos de la opinión de todos cuantos hombres sienten
el bien humano; todos los que pasamos nuestra vida desde la mitad
de la centuria del siglo xix venimos presenciando atropello tras atropello,
persecuciones, fusilamientos, destierros, condenas y prisiones contra
los hombres de esclarecido entendimiento que creyéndose su pensamiento
libre escriben, proclaman y desde la tribuna dicen qué es y qué
representa la libertad.
El tribuno don Emiho Castelar desde los cerros en desmonte de la
Moncloa, acompañado de otros tribunos al aire Ubre, en 1869 decían al
pueblo numeroso que les escuchaba todos los domingos que el pensamiento
era libre para pregonar la libertad del hombre para el hombre,
con el bien entendido del bien para el bien.
46
Sus enemigos, los faltos de sentido común, de lógica y de justicia, a
la sombra de un algarrobo en Sagunto, para contrarrestar al pensamiento
libre, se alzaron en armas y rudamente ios persiguieron y obligaron
a huir a uña de caballo a esos filósofos de la conciencia libre que
a lo Narváez los hubieran fusilado y aventado sus cenizas al igual que
con Riego realizaron, y no solamente esto: en la Moncloa mismo levantaron
ese edificio monstruoso e inquisitorial donde más que malhechores
hospeda hombres de ideas.
¿A qué extrañarnos, pues, ese proceder contra don Miguel de Una-muno?
¿No se ensañaron con su rectorado en la Universidad de Salamanca?
¿Los hombres de conciencia no protestaron de tal atropello?
¿Con Costa no hicieron igual?
Pues Costa, igual que Unamuno, son hombres de conciencia que
dijeron lo que saben y lo que sienten. Por desgracia, para ser comprendidos
por los pocos hombres humanos que estudiando la vida predicando
y haciendo bien, vivimos y pasamos los años en esta era en que todos
son odios, rencores y venganzas, y como bestias se persiguen, se
encarcelan, se condenan y se matan los hombres legal, ¿qué legal? Ile-galmente
se cometen los mayores crímenes políticos y sociales contra
los hombres.
¡Y para dar ejemplo y escarmiento se condena a don Miguel Unamuno
a dieciséis años de presidio por el delito de haber emitido públicamente
unos escritos que no han hecho daño ni perjuicio a nadie.
En cambio, en esta ciudad de Barcelona, en la Plaza de la Universidad,
se erige un aglomerado de piedra con unas figuras representativas
de una amenaza y un odio contra el resto de España, y no se procesa ni
se condena a presidio a los que le erigieron, es más, el 11 de este mes,
al pie de otro monumento, se demostró vivamente, con actos de presencia
e intenciones, iguales odios y enemistades contra el resto de España,
y no hubo quien pidiese proceso alguno; por lo tanto, huelga la
condena; al contrario, los tribunos de esta clase de política exclusiva y
odiosa y contraria a toda libertad, ministros fueron y al lado del Rey se
sentaron.
Con lo expuesto, la falta de lógica y de justicia queda demostrada
en los que nos mandan, y no nos queda otro remedio qué demostremos
nosotros que somos hombres amantes del bien y que deseamos el pensamiento
libre, los derechos y deberes del hombre por el bien y para el
bien, y que abominamos del mal y del daño ejecutado contra los hombres
por los hombres.»
Nuevamente el paralelismo con Costa se hace desde Denla, esta vez
por Miguel Moreno Aranda:
«He leído en el diario El Sol del día 15 que tiene usted el pensamiento
con otros miembros de la Liga para la defensa de los derechos
del hombre de promover en España una campaña a favor de la persona
47
del señor Unamuno que la merece, por las denuncias, del Fiscal de Su
Majestad de que fue objeto por los artículos que publicó en El Mercantil
en que encontró aquél ofensa a una alta personalidad política.
El caso del señor Unamuno es idéntico al del señor Costa. Tuvo
que mencionar éste en uno de sus discursos pronunciado en Zaragoza
en enero de 1906 que se incoó un procedimiento contra sí por injurias
al Rey, y el señor Costa vivió más de cinco años luego y no se le persiguió;
en las actuaciones judiciales hubo, sin duda, consideración a la
buena fe con que había procedido el señor Costa, aunque se siguiera un
mal: el de que resultase ofendida la persona de más elevada categoría
social, la cual no debía ofenderse por la realeza que ostenta, siendo una
personalidad política y, por lo tanto, sujeta a todas las discusiones públicas
y a quien si no procede bien en su actuación en el orden político
se le debe imputar los mismos defectos que se le imputan a los malos
gobiernos: reinar es gobernar. Diga lo contrario la Constitución de
1876, que tiene algunos disparates jurídicos, y uno enormísimo gramatical:
el Rey reina y no gobierna.
Me adhiero a sus humanitarias, que ha demostrado en otra ocasión
tratándose de la aplicación de la pena de muerte.»
Y Waldo de Valbuena, desde Noreña (Asturias), coincidía en su crítica
a la Constitución y en la apología de Unamuno:
«Como hombre de ideas libres acudo con entusiasmo al llamamiento
que usted hace a la opinión para la defensa de los Derechos del
Hombre en el caso del proceso Unamuno.
Al saber que el eximio escritor ha sido condenado a dieciséis años
de prisión por supuestas injurias al Rey en dos artículos periodísticos,
tal es la repugnancia que me produce la noticia, que llego a pensar si
habremos retrocedido a la España de Femando VII...
Aquí el artículo 13 de la Constitución es letra muerta puesto que se
levantan enormes barreras a la libre exteriorización del pensamiento
cual si viviéramos en plena dictadura zarista.
Sería una deshonra para las letras españolas que el sabio ex rector
de la Universidad de Salamanca ingresara en la cárcel. Y antes que esto
ocurra, todos los amantes de la Ubertad y de la justicia tenemos el deber
ineludible de arreciar la protesta para evitar que semejante violación
sea consumada. Yo estoy dispuesto con todas mis fuerzas a seguir
sus instrucciones para la salvación de las garras de la injusticia española
al gran Unamuno, una de las mayores lumbreras del pensamiento mundial.
»
Especialmente curiosa e interesante es la tarjeta postal remitida desde
Londres el 18 de septiembre por V. García (con domicilio en 46,
Goodge Street W.I.), en la que con una letra apretada y diminuta logró
escribir lo siguiente:
48
«No soy unamunista; ninguna relación ni amistad me une al gran catedrático,
ni afinidad ideal; pero ante lo que creo gran iniquidad soy a
su lado, como lo soy al de todas las víctimas de la sociedad y de la mal
llamada justicia. Es de esperar, si Dato no quiere cargarse el último borrón,
que Unamuno será absuelto por honra de la justicia de España y
de la libertad de pensamiento. Pero es que los hombres que recluta la
Monarquía para ir tirando, ¿tienen alguna opinión sobre estas cosas?
Después del asesinato de Ferrer que usted criticó en un hermoso libro,
después de tantas cosas inicuas que en España ocurren cometidas por
los gobernantes que ponen a la nación por debajo de los pueblos más incultos
y que confirma aquella frase de Dumas: "África empieza en los
Pirineos", ¿qué no puede esperarse? Cuando un Laborde cualquiera
puede apresar y tener detenidos a centenas sin ningún delito y se es cobarde
que quiera huir al merecido castigo ocultándose entre sayas y los
gobiernos lo toleran; cuando un Bravo Murillo obliga a un niño a descubrir
a su padre y luego amarrado lo abofetea, ¿qué puede esperarse
de los auxiliares de una tal justicia? Soy de los que luchan por el bien.»
Los ejemplos podrían multiplicarse, todos coincidentes en el aprecio
a Unamuno por una parte, y en las aceradas críticas a la situación política
del país, por otra; situación que se complicaría, apenas seis meses
después, con el asesinato del jefe del Gobierno, Dato (8 marzo 1921), y
más tarde (21 julio) con el desastre de Annual..., y que el 13 de septiembre
de 1923 llevaría al golpe de Estado del General Primo de Rivera.
Pero entre los muchos testimonios de adhesión que recibió el doctor
Simarro, tal vez, por lo que de reconocimiento personal tenía, debió de
darle doble satisfacción el que desde Salamanca le remitió el abogado
Enrique Meca, quien, entre otras cosas, le decía:
«En medio del bochornoso espectáculo que ofrecemos al mundo
dejando que imperen en el Gobierno —mejor diríamos desgobierno—
y dirección de los negocios los más ineptos, consuela y conforta el ánimo
ver a personas como usted acometiendo campañas dignificadoras
para levantar el nivel moral de este desdichado pueblo de pobres y cobardes
de espíritu, que a todo se someten sin una sola protesta viril y
de purificación social.»
Otro tanto habría que decir de la carta que desde Yepes (Toledo) le
envió, el 18 de septiembre de 1920, el médico Luis García Rico:
«Aun cuando no tengo el honor de conocer a usted personalmente,
no es usted para mí un desconocido; antes al contrario, tengo leídos muchos
artículos de usted en los que siempre he visto no sólo el gran caudal
de conocimientos científicos y sociales de su privilegiada inteligencia,
sino también el valor con que siempre ha defendido usted los honrados
ideales de los hombres de bien.
49
No me extraña, por lo tanto, el interés tan grande que muestra usted
en defensa del muy ilustre y muy honrado señor don Miguel Una-muno,
universalmente conocido por su vastísimo talento y por su acrisolada
honradez, y a un hombre así, una justicia cuyo calificativo no
encuentro en mi mente, le condena de una manera monstruosa, hollando
la libertad de pensar... ¡Esta sí que es la gran paradoja!, la mayor
que tal vez haya podido pensar en su envidiable inteligencia nuestro
muy ilustre defendido.
No pertenezco a la Liga Española para la Defensa de los Derechos
del Hombre, pero por lo que llevo escrito puede usted ver con cuánta
firmeza y con cuánto entusiasmo me asocio a la campaña que ha iniciado
usted en defensa del gran escritor señor Unamuno.»
O la que desde Silla (Valencia) escribía Francisco Hidalgo, Director
y propietario del Colegio Particular de Niños, en la que le recordaba al
doctor Simarro su amistad y fidelidad desde la época del fusilamiento de
Ferrer y Guardia, hasta la defensa de su candidatura fallida a Diputado
a Cortes por Valencia, ya que "usted era el único para ir al Congreso y
pedir la revisión del proceso."
Y para concluir el testimonio de Demófilo de Buen ^^ en el que el tema
de Unamuno va unido a otro más estrictamente masónico y que puede
servir de punto final a una iniciativa hecha desde la masonería y llevada
a cabo en gran medida por los propios masones en favor de Unamuno,
que no era masón, pero que en aquel momento simbolizaba la defensa
de unos ideales de libertad y justicia por los que hacía tiempo venía
luchando la masonería española:
«Mi querido e ilustre amigo: Leí en El Sol su carta y aprovecho
unos momentos de estancia en Madrid para adherirme cordialmente a
la iniciativa de la Liga para la Defensa de los Derechos del Hombre.
Es una vergüenza que puedan dictarse sentencias como la dictada
contra don Miguel de Unamuno. Al dictarlas, nuestros magistrados parecen
más lacayos palaciegos que servidores de la justicia.
Le agradeceré muy de veras indique a los amigos de la Logia Ibérica
—a los que no tengo tiempo de visitar, y lo siento mucho, y a los
que deseo transmita usted mi paternal saludo— me remitan a Sevilla mi
plancha de quite o el documento que sea necesario y me indiquen las
logias que allí trabajan para que pueda ingresar en una de ellas. Quiero
aprovechar mi estancia en la capital andaluza para hacer labor masóni-
15. Demófilo de Buen Lozano, profesor de la Universidad de Sevilla, se hizo cargo
en 1926 de la organización y dirección del Grande Oriente Español cuando se trasladó a
Sevilla la sede del Gran Consejo Federal. En 1933 era 4." Vicepresidente del Gran Consejo
Federal Simbólico.
50
ca. Al enviarme la documentación necesaria, que me envíen también
nota de los derechos que tenga que abonar y señas de la persona a
quien haya de hacer el giro.
De usted espero también consejos u órdenes que siento mucho no
recibir de palabra por los apremios de tiempo. Supongo que Sevilla es
una ciudad donde es muy posible realizar una labor democrática y liberal,
y yo deseo hacer cuanto pueda y creo que lo haré con fruto si encuentro
en ustedes el necesario apoyo.
Sabe cuánto le quiere su amigo, que le estrecha la mano y queda
gustoso a sus órdenes.»
Los testimonios aportados son sólo una selección de los muchos recibidos
por el doctor Simarro en respuesta a su llamada en favor de Una-muno.
Pero su lectura —a pesar de la aparente reiteración— nos pone
en contacto con una múltiple variedad de origen social y geográfico, y
son un fiel reflejo no sólo del éxito que tuvo la iniciativa del Gran Maestre
de la Masonería y Presidente de la Liga de Derechos del Hombre,
doctor Simarro, sino que indirectamente nos muestran cómo era juzgada
la situación política española del momento por tantos y tantos ciudadanos,
y, sobre todo, nos señalan esa otra faceta humana y social de qué
era y qué suponía don Miguel de Unamuno para tantos españoles de su
época amantes de la libertad y de la democracia.
APÉNDICES
Dada la gran cantidad de cartas, telegramas, telefonemas, etc., conservados
en el archivo del doctor Simarro, a continuación se reproducen
algunos de estos documentos que pueden servir de testimonio vivo y gráfico
de aquel homenaje espontáneo y sincero en defensa de Miguel de
Unamuno y de la libertad de expresión. Homenaje que fue patrocinado
y dirigido en gran medida por la masonería española en favor de quien
nunca fue, ni sería, miembro de ella.
51
APÉNDICE
DOCUMENTAL
A la Resp, Log.
Ven . • . Maest. • . y o,q . • . hh. • . :
El Oran Consejo de la Orden, aun cuando en ella, por razones
que comprenderéis, no se dice, ha patrocinado la carta que va a
continuación, que hoy publican todos los periódi.cos liberales
de Madrid, y os la enviamos, para que os sirváis dar cuenta de
ella a esa Resp, • . Log. • . , e interesar de los hh. • . que la integran
que procuren que la prensa afín a nosotros en esa Ciudad,
la reproduzcan para la debida propaganda, y envíen esos queridos
hermanos su adhesión personal a nuestro Qr. • . Maest.•., para
que todas ellas sirvan de justificación y apoyo a cuanto convenga
hscer en defensa de la causa a que se refiere dicha carta.
Espera el Gr. • . Cons.•. que esa Resp.•. Log.•., como siempre,
atenderá esta solicitud, tanto más, cuanto que se trata de una
causa tan simpática como la defensa de un atropellado por la razón
de exponer leal y noblemente en la prensa su pensamiento.
Recibid, Ven.-. Maest. . y qq.v •' " - -'-~ "'"•'
afecto que. por nuestro conducto, os
la Orden.
El Gran Maestre,
L U I S SI MARRO
hh.•., la expresión del
envía el Gr.*. Cons.-. de
El Gr.-. Secretario genera',
J O S É LESCURAr—
C A R T A DE R E F E R E r M ^ IA
Seflor Dii'octor ilc
Muy seílür mío y estimado amigo: Agradecería a usted mudiísimo que, si lo juzga opor-3
tuno, luciera pi'iblico en el periódico de su digna dirección, que: 5
Considerando el caso del Sr. Unimuno, que sufro actualmentn persecución por la justicia,e
vou motivo de supuestos delitos de imprenta, la Junta Directiva di; la «Liga Española para la
<lefensa de los derechos del hombre y del ciudadano», ha acordado, respondiendo a las apremiantes
excitaciones de muchos do sus miembros, acudir al amparo de la libertad de pensar,
principio y raíz de todas las libertades públicas, atropellada en In persona del catedrático de la
Universidad de Salamanca, y eximio escritor, Sr. Unamuno, que durante veinte ailos ha influido
poderosamente en la dirección espiritual de la cultura de Esparta y de todos los países de
lengua cspaílola.
La l.iga Kspaíiola, que cuenta con el «poyo de sus confederados las l.i¿as francesa, bíl-ga,
italiana y portuguesa de la misma denominación, ruega a las personas, sean o no miembros
de la Liga, que quieran prestifl' su adhesión a esta campana, que lo comuniquen al doctor
Simarro ((¡eneral Oraa, 5, Madrid), que ha recibido el encargo de la Junta para organizar
y coordinar los esfuerzos do todos los que se interesen en esta transcendental cuestión.
Muy agradecido y develo servidor, que besa su mano, Luis Siman o.
Madrid, 14 de septiembre de ii)20.
55
^ '
»..™»«^,
BILBAO
\
Sección ._j;;!dat.ral-
9^^cta9o ii
í t i im ..I5&2....-_
xn. l;>cr.o. AyuntaT-lonto dt; c i prtísldbn-oia,
en seBi^n celubrade &1 díb 24 del actual,
acordeI
!><.- Dirigir un nenEaJe de 6i:r.patía al
Sr. Unanuno, haciendo constar 6u protesta
por el fallo diotado por la Audiencia de
Valencia contra dicho BeHor.
2".- Enviar un teleeraí^-a *^ Sr. Presi-dentb
del Consejo de rinistros moBtrando
el disf^sto que a la Corporación ha pite-ducido
el ifidioado fallo condenatorio; y
3 - . - HLevar su adhesión al Sr.I¥esidbn-te
de la l i g a para la defensa de los Derechos
del Havihre, a fin de apoyar cuantas
gestiones realice el referido organisno en
pro del Sr. UnsEiuno".
T a lOB efectos ultiraeciente expresados
tengo el gusto de coaunicarlo a Ud. para
BU conociraiento y satisfacción.
D i o s {guarde a Ud. muchOB ai.oe.
Bilbao 24 de septifeiibrt; dt 19üC.
- - - , - / ? 4 ^ — ^*
Sr. Doctor Siroarro, Presidente de l a Liga para l a defensa
de l o s Derechos del Eozibre.
i: A D E I D
57
PROPIÍTARIOS
TíLKFONO» 11-74 Y 11-78
•VV. *3&. ííMA -ítAMXXMíc
CAvObUv '^o-»-». AAj'fc,*-ULl ííji U»/>-en.ivi<»/%^ . <kZ Wc^Áfvío^ IMAIA^J >vio..fcAA*<5^ ttaj
^ a -toa aU»_ •»«« '»'H«ÍO CúluLfu? ^ vUi^SU , u U> ^ l « ; t ; •»«*ut^iO / ^ * **•'' )"*** *Í«/U«
«A*. U . UV^LG^ <VH3ÍltM«¿k. p«-ftoi U«i«cN ÍOÍMKI. «V*AÓtM'e<x. A* íAMjux/v-vt*A tu eUrttt»»**x
WA.UA. OAAAAJC Y'vu.dLo. <4 M»o <JUJ U> luiKjJ. c-»^ | . / » »^ 'ÍA' «*>t«A*x*XA;. -t*^ V ^^
>VO CV. »«y> ©-T.ll«.*A«A .
^ e v t x ó ¿<J2O oCe Ti*''*^»» u.
/^
KAÍO^OOI^'CÁ - /)L y^B^/Si^lAt /f2'
y- ^,
¿^ /Ly^,
ALVARO DE ALBORNOZ
ABOGADO
ArAUk. «5 - M A D R I D / ^f^A.yi^•^.-^/7^o
oisrACHOi
PRÍNCIPf. IB Y 31, PRAL.
DE 10 A I
^ " ^ - ^ ^ 7 , 5 ^ *
-<2_—¿z;^'V^
CA9II«>I>»C*VAC«N* - ^ ^ ' ' - ^ _ ^ 0^
S«ñor DoH Luis Sinarro.
MADRID.
Muy dlBtiaguido señor mió; £1 sabio Uaonuao
88ta bajo «1 poso do uua soatáacia infanauto.BO
para 41,sino para los Juscos qu« la dictaroa.
Ua dobor do civismo mo obliga a protostar
de tan fraa iniquida,sumaado mi V07 al grito de
rebeldía,que con este motivo laa7.an los ciudadanos
que tieaea coaoieacia de sus derechos.
Hagamos cuanto nos sea posible por librar
al gran literato de las garras de la Justicia
espaflola^ y cuente para ello con todo el eatu-siaamo
del que se ofrece a ^d. muy afecto y s.s.
q. e. s. m.
^ ^ ^ • ^ ^ ^
60
*
¡.^aaAjc^y^rva, Madrid IB Septiembre 1920.
Señor Con LUÍB Siaarro.
Mi distinguido aaigo;Coneidéreae uBted adherido
a 7.a campaha que anuncia en la prensa con motivo de los procesos contra el Sr Unauun-o
y a 'avor de la mas preciada e indispensable de las libertades.
Quedo de usted atento y afectuoso amigo.
=»**v
- • > í »s
61
ALBERTO A a u l L U I A V AMJONA
ABOOAOO
OLIVAR. I.-MAORIO
H,»«í-->-^#
!-*«--•>- .• -¿í»
• <
[}(i/dlAM^ (p^^M^'oi^ n/li^Ulyy^: %As^j
Áv- ¿A^~
CciA/ei\A^^t^ c^^L^u^yVyLAy-
El Partido Republicano Autónomo de
Almería, se adhiere con todo entusiasmo
a la cancana en favor del Sabio Catedrático
D. Miguel de Unamuno, glioria de ESPAÑA,
y a la vez felicita a Vd. por la
acertada iniciativa de la misma.
Lo que nos complacemos en participarle
, deseándole salud y República.
Almería, 22 de Septiembre de 1.920.
EIJ SECRETARIO EL PRESIDEiVTE
SEÑOR DOCTOR DON LUIS SIMARRO^
MADRID
64
/ - ^ ^ ^ » , < •» ''¿>»«' ^^C
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DR. O I R AU
CATCDniTICO B. os UNIVCMftIDAO
ACAbiMICO C. Ot L* R.DC HIOtCIN*
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ATOCHA, » » • TBL^rOMO, M »S
MADRID ^^ '^^ Septiembre de 1920.
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Sr.D.Luifi Cinarro. |
Prcsonto. s
DiEtinGuido y rc-sijetalDle noestro¡Hueco p Vi ne tonca por adherido,con =
) DÍS cordial efusión,a todo cuanto se haca pora honrar el nonbre de nuestro |
srido D.ííicuel con quien he convivido nuches años en Salononca. i
21 nonbre y la persono son para ni(y creo deben cer para todos) ton venerado i"
10 se aersco el gran naestro . I
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Con tal notivo se reitera nuy ofectuopanente de Vd s.s.q.e.e.n. I
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Nú mero . / ^^. ^7^ / / - / ' ' - y
^esp.-. Log.-. €spaña J)emocráfica Jífúm.-. ^^,
Bajo los Auspicios del Gran Oriente Español
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MMonerit Univertal """ Familia Española'
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núm. 2)70
DE LA FEDERACIÓN DEL GR.'. OR.-. ESPAÑOL
Masonería Universal Familia Española
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esp.-. Log.\ "CLEMENCEAU" N." 404
X t J I D A . B A . J O X.OS A - T J S P I O I O S D EL
GRANDE ORIENTE ESPAÑOL
Qdalí:. íle (^átiyer. 20 Ae Septiembre /í?
ial...Gran Consejo de.la Orden
Wall.', de Madrid
JluBt.'. y Pod.'. Gr,', Maest.', Y Wen.'. HH.'. Ccons.'. |
Los Oobr.'. q,ue componen .el cuadro de este Kesp.*. Tal!.', I
í,ue no pierden un solo momento de admirar la gran obra -Jiue en pro de |
l a causa de derechos del hombre emprenden cirandes p<ersonalldades dotadas g
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de eec sentimiento pauslble q,ue es admlrai.ión del mundo por l a l i b e r t a d a
\\i^ ñe iieí''lio predican, han v i s t o con entci-a catlslacclon y entusiasmo ifj. |
caaj.'ariu eiüprendlda por la acertada Asociación Liga de Derechos del Hoabref
CUTO ^ rt'f •'dencla ocupa nuesti-o I l u s t . ' . y r o o / . H.'. Dr. Slmarro, a l ^ue %
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to.'o ;i;nn; of. veneración tratándose de tiin i l u s t r e personaje ^ue pone |
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dt ••'.••.:• ;<•; Lo , con sus hechos, el derecho a la Libertad. S
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Kn su virtud este Resp.. Tall.*. se adhiere á l a campana em- S
, ) •,; 'lo'íi ).or ei^y al hacerse solidarlo de e l l a , pone sus servicios Incon-dli'l
ojialrLente a l a s ordenes del I l u s t . ' . Ijr. glmarro, y muy especialmente
en el caso, :i,ue todos lamentamos, acaecido en l a persona del sabio prole
sor % e Insigne periodista Dr. Miguel de Unamuno, que tiatan