HISTORIA
LA REVOLUCIÓN CUBANA DE 1895: EL APARATO
MILITAR Y LA ZAFRA AZUCARERA
ROLANDO TORRES GRILLO
La Habana. Cuba
La Revolución de 1895 como parte del proceso nacional liberador del siglo
XIX ha sido bastante trabajada por nuestros historiadores. Sus causas y
consecuencias, el desarrollo de la estrategia miUtar cubana, en resumen, el
propio desenvolvimiento de los acontecimientos bélicos ha sido analizado más
de una vez con profundidad en nuestra historiografía. A pesar de esto, no se
ha logrado, como es lógico, resolver y comprender todos los problemas a los
cuales se tuvieron que enfrentar los participantes en el mismo. Movido entonces
por la afirmación anterior, se propone este trabajo desentrañar la actividad
del aparato militar y sus principales figuras con relación a uno de los
problemas más relevantes de la guerra de 1895, la realización o no de la zafra
azucarera durante este período ^
Teniendo en cuenta todo el contexto nacional, José Martí desarrolló su
gran labor en el exilio. Estudió profundamente las causas que dieron al traste
con la Guerra de los 10 años (1868-1878) y se dedicó a preparar una nueva
etapa de lucha por la soberanía nacional. Elaboró su teoría revolucionaria
con el objetivo de unir a los antiguos luchadores que se encontraban tratando
de sobrevivir fuera e incluso dentro del país, con figuras nuevas que por
determinadas causas no habían participado en la gesta anterior, pero que estaban
interesadas en lograr la independencia de Cuba.
Garantizaba el rescate de los valores más altos del independentismo cubano,
utilizándolos como banderas en la preparación de la nueva etapa de lucha.
La labor martiana en el exilio a favor de la causa cubana fue enorme; su
logro fundamental fue la creación del Partido Revolucionario Cubano, proclamado
oficialmente el 10 de abril de 1892. En él, Martí logró agrupar a los
cubanos independentistas que lo rodeaban en una organización única, supe-
1. El presente trabajo forma parte de uno más amplio que fue defendido por el autor en la
Facultad de Historia y Filosofía de la Universidad de La Habana en el año 1986, que le sirvió
para obtener el título de Licenciado en Historia de Cuba. Dicho trabajo fue premiado en la Jornada
Científica de la facultad antes mencionada.
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rando así los errores de la Guerra Grande; garantizó por tanto la unidad de
todos los revolucionarios y los proveyó de un plan político preciso y adecuado
para lograr el objetivo propuesto.
La clara visión de Martí, le llevó a comprender rápidamente la imposibilidad
de contar con el apoyo de la burguesía hispano-cubana, debido a sus
intereses de clase. Se hacía evidente que apoyaría en su totalidad al Gobierno
español. Al referirse a ella y a su participación en el movimiento iniciado
en 1868 plantea: «En algunos instantes parecieron más deseosos de entregar
la patria al extranjero que de auxiliar a su independencia» ^.
Tratar de ganarse a este grupo sería imposible, puesto que sus intereses
no marchaban junto con los de la Revolución y aun cuando se acercasen a
ella lo harían defendiendo sus posiciones clasistas, por lo que no vacilarían
en traicionarla en cualquier mom^ento. Este grupo de grandes hacendados cubanos
y españoles y sus seguidores constituían para el Maestro un enemigo
más junto al colonialismo español.
Después de algunos tropiezos y pequeños fracasos, se señaló el 24 de febrero
de 1895 como la fecha propicia para el levantamiento que daría inicio
a la guerra. Llegado el día se lanzaron a la manigua pequeños grupos de cubanos
en distintas zonas del país. Los del departamento oriental, dirigidos
por Bartolomé Masó y Guillermón Moneada, figuras de prestigio y arraigo
entre la masa de campesinos y pequeños propietarios agrícolas, que constituían
la mayoría en los grupos alzados.
Martí, todavía en Estados Unidos, ordenó la sahda para Cuba de los principales
jefes de la Revolución, Antonio Maceo, que se encontraba en Costa
Rica, y Máximo Gómez, a quien personalmente iría a buscar a Santo Domingo.
La llegada de éstos a territorio cubano, Maceo el 1 de abril por Dua-ba,
con una expedición de 23 hombres, y Martí y Gómez el día 11 por Pla-yitas,
junto con cuatro compañeros más, constituyen uno de los episodios más
impresionantes de los primeros momentos de esta etapa de lucha.
Inmediatamente después del desembarco de los jefes militares, se hace referencia
al problema de la zafra; Gómez emite una circular el 26 de abril de
1895, dirigida a los hacendados y dueños de fincas rurales, donde aclara los
objetivos de la Revolución y plantea de forma muy precisa la posición de ésta
frente a las riquezas del país. Hace un llamado a los propietarios para que
cooperaran con las exigencias del proceso, con el fin de evitar violencias y
destrucciones, ya que, de todas formas, la Revolución utilizaría en su beneficio
todo lo que necesitase.
En estos momentos Martí se encontraba junto a Gómez, por lo que es
de suponer que aprobó la circular emitida por el Cuartel General, lo que no
2. MARTI, José: «Carta a Enrique Collazo de 12 de enero de 1898», en Obras Completas,
tomo I, p. 292.
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choca con la valoración que tenía Martí sobre el grupo hacia el cual va dirigido
dicho documento, pues éste sólo se hace en términos informativos, sin
que la Revolución estableciera por ello ningún compromiso.
El propio curso de la guerra y la necesidad de actuar contra los enemigos,
que al parecer trataban de desconocer su existencia, obligaron a Gómez
a dictar una Circular el 1 de julio de 1895 donde por el artículo 3 prohibía
todas las labores de las fincas azucareras, bajo amenaza de destrucción, quema
de caña y demolición de fábricas de aquellos que intentaran realizar la
zafra. Es la primera determinación específica de Gómez sobre este aspecto
y, como se observa, la radicahdad no puede ser mayor.
Mantener viva la Revolución era la idea que prevalecía dentro de los grupos
de cubanos alzados. Cuando no existía en la manigua más gobierno que
el miUtar, varios generales, tratando de beneficiar a la causa cubana, establecieron
vínculos con un grupo de hacendados azucareros, exigiéndoles el pago
de una contribución a favor de la guerra liberadora.
Antonio Maceo escribió a los hacendados, pidiéndoles en nombre de la
Revolución, que abonaran 500 pesos en cualquier banco de Londres o Nueva
York en condición de préstamo y con un interés del 4 % anual a cambio; se
respetarían sus propiedades como si fueran de la Repúbhca; de no cooperar,
se dispondría la total destrucción de sus bienes.
No se conoce con exactitud a cuántos hacendados escribió Maceo, pero
como ejemplo se encontraron las cartas enviadas a dos de ellos, Cipriano Lar-duigt
y Magín Puig, fechadas en 12 de junio y 1 de juHo, respectivamente ^,
cuyos textos son iguales; esto, junto con la lista de recaudaciones de la provincia
de oriente en ese mismo año, por concepto de contribución de guerra,
permite plantear que el número de propietarios con los que se contactó fue
bastante grande, debiendo estar la cantidad en correspondencia con el territorio
dirigido por el General oriental. Se hace necesario aclarar que aunque
existen recaudaciones hechas de personalidades no azucareras, la mayoría
fueron realizadas a propietarios de ese sector, determinables en algunos casos
por la propia aclaración de Maceo.
Se suman las recaudaciones hechas por José Maceo que, aunque se desconoce
el verdadero objetivo de ellas, no se puede descartar que tuvieron
como base compromisos con propietarios azucareros orientales, teniendo en
cuenta la actividad de su hermano mayor.
Aunque son los más importantes, es justo señalar que Antonio y José Maceo,
no fueron los únicos que pusieron en práctica esta forma de recaudar
3. MACEO, Antonio: «Carta a Cipriano Larduit y Magín Puig», en Antonio Maceo. Ideología
Política. Cartas y oíros documentos, La Habana, Edición Nacional del Centenario de su nacimiento,
1952, volumen II, pp. 35 y 40 respectivamente.
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fondos. También los Generales Carlos Roloff y Bartolomé Masó, por separado,
realizaron sus pactos.
Roloff, siendo Jefe del Cuarto Cuerpo del Ejército contrajo compromisos
con los dueños de dos ingenios '', autorizándolos a realizar la zafra:
PRIMER INGENIO DENOMINADO «N»
— Establecer comunicación quincenal y segura, para la correspondencia
mambisa en el extranjero.
— Enviar la correspondencia de la isla y los periódicos: La Discusión,
The Word y Herald de Nueva York.
— Donar dos cañones y sus correspondientes cargas.
— Dar mensualmente a la fuerza cubana 100 mudas de ropa y 100 pares
de zapatos.
— Hacer todos los trabajos de maquinarias que la tropa pudiera necesitar.
— No emplear en el ingenio ningún individuo procedente del Ejército Libertador.
SEGUNDO INGENIO DENOMINADO «V»
— Donar en Nueva York de contado 7.500 pesos oro americano, e igual
suma en enero de 1896.
— No emplear a nadie procedente del Ejército Libertador en los trabajos
del ingenio.
Por su parte Masó, Jefe del Segundo Cuerpo del Ejército, permitió moler
a la «Sociedad de Viti y Cía.», a cambio de que le entregara 500 pesos para
la zafra pasada (1894) y el compromiso de entregar 30 centavos por cada saco
en la zafra de 1895.
Además contrajo compromisos con la «Sociedad de Reina y Cía.» y la «Sociedad
de Ramírez y Cía.», las que se comprometieron a pagar lo mismo que
la anterior ^.
Ambos generales estuvieron movidos por la necesidad de obtener fondos
para el aseguramiento de la Revolución, que debían ser empleados para comprar
armas, municiones, ropas y medicamentos para la tropa.
De igual forma, aunque al parecer con otra esencia, Tomás Estrada Pal-
4. Tomado de las Actas de las Asambleas de Representantes y del Consejo de Gobierno durante
la Guerra de Independencia, La Habana, Imprenta Siglo XX, 1928, tomo I, pp. 78-79.
5. Actas de las Asambleas de..., tomo I, p. 74.
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ma comprometió a la República, con el objetivo de obtener una buena cantidad
de dinero como contribución por moler. Realizó un convenio el 12 de
noviembre de 1895, con un propietario, del cual se desconoce el nombre por
estar señalado con el seudónimo «A», a cambio de que cumpliera las siguientes
condiciones:
— Pagar en el propio mes de noviembre los 1.000 pesos que como contribución
de guerra dicho propietario venía pagando desde el inicio de la misma.
— Pagar como impuesto de la próxima zafra (1896), un peso por cada bocoy
de 1.^ a 96.
— Tenía que pagar 1.000 pesos más a cuenta de este último impuesto, a
parte de los 1.000 pesos que ya pagaba como contribución de guerra.
— Si llegaba a moler, dejaría de pagar a partir del mes que comenzara
la molienda el dinero correspondiente a la contribución señalada.
Igualmente el Subdelegado en el exterior, Joaquín Castillo, a nombre de
Estrada Palma, contrajo compromiso con un ingenio de Sancti Spiritus, mediante
el cual se le debían respetar sus máquinas y campos de cañas, a fin de
que pudiera terminar la zafra ^.
Al analizar todos estos compromisos saltan varios interrogantes: ¿Era conocido
en su totalidad el ideario martiano sobre la realización de la Revolución
por todos los miembros del Ejército Libertador? ¿Están estos compromisos
justificados por la realidad de la propia guerra?
Para responderlas hay que recordar que Martí desarrolla casi toda su actividad
revolucionaria de preparación de la guerra en el exilio, donde mayormente
estuvo rodeado de obreros que no van a constituir la mayoría dentro
de la base del Ejército. Además, los jefes militares se encontraban en distintos
países de América, por lo que no existió una posibilidad de comunicación
equilibrada entre ellos, resultando Gómez el más informado de todas las ideas
y actuaciones del fundador del Partido Revolucionario Cubano.
Todo esto, junto con el poco tiempo que vivió Martí en Cuba, puesto que
murió un mes después de su llegada, conspiró para que la mayoría de los oficiales
y soldados no tuvieran tiempo de conocer y comprender toda la concepción
martiana sobre la Revolución Liberadora.
Conociendo entonces el inicio y la formación del Ejército en esta etapa
y teniendo en cuenta que priman en él, elementos muy pobres de los sectores
más humildes y explotados del país, que sólo pudieron aportar un machete,
un fusil o quizás un viejo caballo, es fácilmente comprensible que se adoptaran
vías como la de llegar a acuerdos con los hacendados de las distintas
6. Actas de las Asambleas de..., tomo I, pp. 79-í
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regiones en nombre de la Revolución, para tratar de sobrevivir en pie de
guerra, aunque esto fuera en detrimento de la propia ideología de la Revolución,
negando en gran medida muchos de los planteamientos martianos.
Después de la creación del Consejo de Gobierno el 18 de septiembre de
1895, donde la Revolución adquirió su estructura jurídica definitiva, se presenta
para el Ejército una tarea de gran importancia: extender la guerra a occidente,
para tratar de levantar a todo el país contra España y destruir la economía
de las provincias centro-occidentales, mayor fuente de recursos para
la metrópoli, las cuales nunca antes habían sido tocadas.
La invasión dirigida magistralmente por Gómez, tuvo como principio estratégico
fundamental, el rápido movimiento del Ejército Mambí, evitando
los combates con el enemigo que pudieran disminuir la capacidad ofensiva
de las tropas cubanas.
Maceo, con quien Gómez compartió la dirección de tan importante proceso,
liderando una columna integrada por un poco más de mil hombres, pasó
con rapidez de oriente a Camagüey, donde la columna invasora transitó sin
ningún contratiempo; Gómez por su parte había pasado a la provincia de Las
Villas, tratando de llamar sobre sí la atención de las tropas españolas, para
facilitar el movimiento del líder oriental.
En estos momentos escribe una comunicación al Presidente del Consejo
de Gobierno, Salvador Cisneros Betancourt, donde aclara su determinación
de interrumpir las operaciones de zafra, sin «entrar en transacciones financieras
de ningún género y por más ventajosas que parezcan, con los dueños
de ingenios, pues siempre serán mayores para el interés de nuestra causa, destruirlo
todo» ^.
Conociendo Gómez, la importancia que tenía para la Revolución, el problema
de la caña de azúcar, mantiene su posición intransigente y trata de alertar
al Gobierno de la línea que debía seguir frente a los hacendados y su gran
riqueza.
Reafirmando esto, emite una Circular en 6 de noviembre de 1895, que
determina la destrucción total de todos los ingenios, bateyes y vías de comunicación,
además de sancionar con la pena de muerte al obrero que tan sólo
prestara su fuerza de trabajo a las fábricas de azúcar. En esta segunda circular,
existe una mayor radicalización, al considerar traidor no sólo al dueño
que intentara moler, sino también al obrero que, aunque en busca de su sustento,
prestara ayuda para extraer el producto de los campos cubanos, sobre
los cuales caería el mayor rigor de la ley revolucionaria.
Ante la posición de Gómez, el Consejo de Gobierno, se ve obligado a emitir
una Circular el 24 de noviembre de ese año donde, con otras palabras re-
7. BOZA, Bernabé: Mi diario de la Guerra, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1974,
tomo I, p. 35.
22
petía la determinación del General en Jefe. La circular del Gobierno, sólo
ratificaba lo djspuesto por Gómez, sin embargo, despertó cierto disgusto entre
algunos militares, encabezados por Antonio Maceo.
Maceo estuvo de acuerdo en acatar la disposición del Gobierno, pero evidenció
una contradicción entre la prohibición total de la zafra del 95, promulgada
por el órgano civil y el artículo 21 de la Constitución vigente, que
reconocía como válidos los compromisos realizados por los jefes militares desde
el comienzo de la Revolución, hasta la fecha de redactada la Carta Magna.
Nombra a los acuerdos realizados como compromisos de la República y
presiona con esto al Gobierno para que fueran reconocidos y defendidos, aunque
según él mismo, no podía especificar cada uno de ellos, pues habían sido
realizados de forma verbal, sin existir ningún documento que los respaldara.
La idea de Maceo, en cuanto a la realización de compromisos en estos
momentos, no era tan radical como la de Gómez, quizá por tener menos visión
con respecto a la clase con la que se pretendía contar, o quizá, porque
la realidad objetiva de la Revolución en el plano práctico, tuvo más peso sobre
él. Consecuentemente con su actuación, estaba a favor de admitir la cooperación
de los hacendados que quisieran darla, «sería poco práctico desperdiciar
los recursos que pueden proporcionarnos los hacendados» **.
Además no llegaba a comprender la necesidad de impedir la realización
de la zafra, absolutizando la importancia que podía tener el que los militares
cubanos dominaran a los hacendados. «Y no se objete que la Revolución se
pierde si se hace la zafra, porque es de peor efecto para el gobierno español,
el que los dueños de ingenios tengan que recibir de nosotros el permiso de
moler...» '. Sobre esta base realizó los compromisos que fueron al final de
la jornada aprobados por el Consejo de Gobierno.
También Gómez, frente al hecho ya consumado, le notificó a Maceo en
comunicación n.° 24 que aprobaba los compromisos por él realizados, salvando
así el prestigio del jefe oriental y evitando una contradicción en el mando
del ejército, pero hace constar que su circular seguiría funcionando para los
hacendados no comprometidos del resto del país, ratificando así el gran valor
de sus disposiciones.
Al hablar sobre los compromisos de Maceo, podría preguntarse, ¿qué se
hacía con el dinero recaudado?, ¿hacia donde era enviado? Por la importancia
de estos problemas y por no estar determinado con claridad por nuestros
historiadores, merecen que hagamos aquí un paréntesis.
Existe una extensa correspondencia entre Maceo y Tomás Estrada Pal-
8. MACEO, Antonio: «Carta al Secretario de la Guerra Carlos Roloff de 26 de noviembre
de 1895», en: Antonio Maceo. Ideología Política..., vol. II, p. 170.
9. ídem.
23
ma, Delegado del Partido Revolucionario Cubano, que abarca el último tercio
del año 1895 de donde se pueden sacar varias conclusiones.
Algunos hacendados pagaban a Maceo y éste remitía el dinero a Nueva
York; con otros se acordaban las bases del negocio y se encargaba a Estrada
Palma para que cobrara el dinero en el extranjero; otras veces los hacendados
preferían relacionarse directamente con el propio Delegado, que después
enviaba los comprobantes de pago para que fueran respetadas las propiedades
burguesas en Cuba. Este, según Maceo, fue el método más utilizado.
Se evidencia una relación directa entre Estrada Palma y los hacendados
o sus representantes, aparentemente en defensa de los intereses de la Revolución,
pero que en realidad respondía a la conservación de los intereses de
clase de la gran burguesía y de las concepciones ideológicas del propio Delegado,
aunque de forma disfrazada, muy difícil de determinar para la época.
Los hacendados no daban sus nombres en esta gestión, pues preferían no
significarse completamente; utilizaban seudónimos para evitarse dificultades
con el gobierno español. Otros trataban de evadir con rejuegos políticos, el
pago de los impuestos fijados por los militares.
Maceo mantuvo la política de resguardar los bienes de los que pagaban
sin evasivas (que debieron ser los menos) y destruirle todo al propietario que
se negase a cooperar, «estoy dispuesto a destruir las fincas de todos aquellos
que hagan resistencia o se nieguen al pago de sus respectivos compromisos
» ^°, de aquí que los hacendados se inclinaran a pactar con Estrada Palma.
No resulta fácil determinar el número de ingenios que realizaron la zafra
del 95, ya que la mayoría de los compromisos fueron verbales, por lo que no
quedó constancia en ningún documento; a pesar de lo cual se pueden mencionar
algunos hacendados y sociedades relacionados con Maceo, sobre el aspecto
de la producción azucarera; tales como:
— Hipólito Dumois y Compañía, de Bañes.
— Fernando Pons, residente en París.
— Francisco Pía, dueño del ingenio «San Manuel» en Puerto Padre.
— Francisco Auza, propietario del ingenio «Santa Ana» en Santiago de
Cuba.
Es necesario para tener una idea más completa, dejar establecida la posición
de Máximo Gómez, figura de vital importancia dentro de la guerra,
frente a la realización o no de la zafra azucarera, como estrategia de la propia
Revolución, para lo que no basta con plantear que fue seguidor de las
ideas de José Martí, pues se perderían los propios matices del pensamiento
del luchador dominicano.
10. MACEO, Antonio: «Carta a Tomás Estrada Palma, de 22 de septiembre de 1896», op.
cit., p. 71.
24
Contrariamente al criterio sostenido por muchos, la destrucción de los
campos de caña puesta en práctica durante la guerra, no significaba para Gómez
una complacencia personal; en algunos momentos el ánimo del General
en Jefe, se vio afectado frente a dicha medida, «sentía mi espíritu consternado
al pensar que tanta riqueza pudiera ser destruida por la mano terrible de
la guerra y perderse en unos instantes, todo el patrimonio de un pueblo» ^\
Sentía Gómez gran admiración por la riqueza cubana, presentándosele una
difícil situación, pues tenía que decidir entre el sentimiento del campesino
que amaba la tierra y la agricultura (no olvidar que Gómez desciende de una
familia campesina y en muchas ocasiones él mismo utilizó el cultivo de la
tierra como único medio de subsistencia) y los principios del militar dedicado
por entero a una causa justa, frente a todo un poderío económico que tenía
que desaparecer, «como medida jus|ificada de la guerra, si esas riquezas perjudican
en vez de favorecer la Revolución» ^^.
En realidad, el pensamiento de Gómez era más profundo, no se limitaba
a su posición frente a un problema militar dentro de la campaña. Eleva a las
clases y sectores sociales más humildes del país, convirtiéndose en su absoluto
defensor, evidenciándose una vez más, su radical posición ideológica.
Frente a las grandes diferencias de clases de la sociedad y convencido de la
necesidad de destruir toda la economía cubana, traza como estrategia superior
la tea incendiaria.
No sólo detectó las grandes diferencias clasistas que existían en el país,
sino que estaba convencido de la necesidad de establecer una equidad en las
relaciones de las clases que la propia historia había relacionado entre sí, sobre
todo en el agro cubano ampliamente conocido por él, donde las diferencias
entre el gran propietario y el campesino y el naciente obrero agrícola,
eran más abismales.
Se erige así como defensor de las ideas más nobles y justas dentro de la
guerra y como la figura más positiva de la misma, al enunciar la obligatoriedad
del cumplimiento de las ideas de José Martí, sobre todo en la realización
práctica de la Revolución y la necesidad de fundar una República verdaderamente
democrática, por la cual llevaba Cuba varias décadas en lucha.
La hábil estrategia puesta en práctica durante la invasión, posibilitó a las
tropas cubanas un rápido traslado a occidente. En los primeros días de diciembre,
Gómez había atravesado casi toda la Jurisdicción de Cienfuegos,
11. GÓMEZ, Máximo: «Carta a Andrés Moreno de la Torre, de 6 de febrero de 1897», en:
Ideario Cubano II. Máximo Gómez, Municipio de La Habana, 1936, pp. 68-72. Es necesario aclarar,
que aunque este documento es del año 1897, sirve de mucha utilidad para analizar el pensamiento
de Gómez. Por considerarlo de gran importancia para definir la proyeción ideológica y la
actuación de! General en Jefe del Ejército Libertador Cubano, es utilizado sin tener en cuenta su
ubicación cronológica.
12. Ibidem.
25
donde la tea incendiaria adquiere vida práctica. Según el propio Gómez en
su Diario de Campaña, fue en esta región donde se inició de forma total la
política de quemar los campos de caña, política que dejó destruida toda la
provincia villareña al paso de las tropas mambisas.
Sobre Matanzas caen Gómez y Maceo, continuando aquí, frente a la impotencia
de Martínez Campos, la eliminación de los grandes campos de caña
y de los modernos y productores centrales. El resultado es conocido, la zafra
en Matanzas quedó completamente destruida e imposibilitada de realizar.
Poco tiempo después, la columna invasora entró en La Habana, coincidiendo
con los primeros días del mes de enero de 1896, fecha en que la zafra
estaba llegando a su fin. Gómez pone en práctica una nueva táctica; después
de la destrucción en lo fundamental de la economía azucarera y frente a la
posibilidad de que el gobierno español prohibiera la realización de la zafra,
plantea utilizar los ingenios como campamentos de los soldados cubanos y dejar
de quemar la caña que quedaba, siempre y cuando no perjudicara las operaciones
de guerra.
Reafirmando lo anterior, el 10 de enero de 1896, en el ingenio «Mi Rosa»,
dictó una Circular prohibiendo incendiar cañaverales injustificadamente, entendiéndose
las propiedades que no intentaran terminar las operaciones de
mohenda.
Dicha disposición, aunque fue cumplida, encontró cierto rechazo en los
elementos que rodeaban al General en Jefe. Al parecer dentro del mam bisado
primaba la idea de que la tea no se debía apagar, la Revolución debía
seguir destruyendo todo, dejando sólo cenizas a su paso. Gómez no desconocía
el sentir de su tropa, pero la clara idea de la justicia revolucionaria, ligada
con su amor y valoración del patrimonio cubano, le impedía destruir,
sólo por destruir, todo a su alrededor.
Era más importante para él utilizar, en estos momentos que no se molía,
los ingenios a favor de las tropas cubanas que destruirlos, únicamente por
complacer a la mayoría de sus hombres en su ya acostumbrada política incendiaria.
Se basaba además en los resultados más que favorables de la campaña
invasora; para España: «Las pérdidas sufridas en Cuba se pueden estimar
en 80 millones de pesos, sin contar los 45 ingenios destruidos hasta fines
de mayo» ^^. Quedando demostrada la imposibihdad del Ejército español de
defender los intereses coloniales en la isla, de lo cual la producción azucarera
constituye un ejemplo.
A partir de aquí, las tropas cubanas en sus operaciones en las provincias
de La Habana y Pinar del Río acamparon en más de 10 ingenios sin destruirlos,
entre ellos:
13. Tomado del Boletín de la Guerra, año 2, núm. 36, 10 de octubre de 1896.
26
— «San Antonio de Pulido», propiedad del Marqués de Dávalos.
— «Santa Amelia», propiedad de Saturnino Lastra.
— «Santa Lucía», propiedad de Perfecto Lacoste.
Llegándose a mantener relaciones pacíficas con los dueños de los mismos,
sin que significara un cambio de posición de la Revolución con respecto a estos
grupos.
Incuestionable el triunfo de las armas cubanas en la empresa de la Invasión,
el Capitán General Arsenio Martínez Campos fue sustituido por Valeriano
Weyler, quien ocupó el gobierno el 10 de febrero de 1896. «A la época
activa sucederá la del terror, escasearán los combates y menudearán las matanzas
a sangre fría» ^'*. El nuevo General español traía como objetivos fundamentales
contener el triunfo de la Revolución y realizar a cualquier precio
la zafra del año 1896; «otra de las medidas sapientísimas del insigne Weyler
es la de que los dueños de ingenios empiecen la molienda y para la defensa
de sus fincas, constituyan, a su costa, un cuerpo armado» ^^.
Para lograr sus objetivos puso en práctica la política de la reconcentración
de la población, tratando de evitar el apoyo a las fuerzas libertadoras,
militarizó los ingenios, obligando a la población civil a trabajar en las labores
agrícolas bajo los fusiles españoles.
La determinación del General ibérico de obtener el beneficio de la producción
azucarera obligó a la Revolución a tomar medidas de extrema radi-calidad:
«La resurrección de la tea, es consecuencia de Weyler, es el efecto
de que ese bandido es la causa» ^^, para impedir que España pudiera sacar
de Cuba el dinero necesario para reforzar su ejército.
Sobre el cambio estratégico de las fuerzas cubanas, Gómez expresó:
«Tengo que combatir a España en todas las manifestaciones de su poder, y la combato
en sus Ejércitos, en su comercio, en sus industrias y en todo lo que significa poder y de
ella depende» ".
Haciendo un balance general, todos los ingenios que habían escapado a
la destrucción total, llevada a cabo por las tropas cubanas durante la invasión,
o sea, los ingenios básicamente de La Habana y Pinar del Río, que gracias
a la circular de Gómez del 10 de enero de 1896 quedaron intactos, después
de la llegada de Weyler, realizaron sus reparaciones de maquinarias y
14. El cubano libre, 1 de febrero de 1896.
15. Boletín de la Guerra, 10 de marzo de 1896.
16. BOZA, Bernabé; op. cit., tomo I, p. 211.
17. Entrevista realizada a Máximo Gómez en el cafetal «La Aurora» por ciudadanos franceses,
ingleses, alemanes y norteamericanos, propietarios de cafetales en Cuba, el 3 de agosto de
1896.
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limpieza y preparación de los campos de caña, decididos a comenzar la producción
tan pronto como llegara el momento. Lo que se evidenció incluso en
los ingenios utilizados como campamentos militares cubanos. La desesperada
burguesía azucarera vio en Weyler la mano ruda capaz de satisfacer sus ansias
de dinero y a esto encaminó sus últimas fuerzas, aunque de forma muy
encubierta, pues existió también, en muchos casos, un aparente acercamiento
a la fuerza mambisa.
Gómez dio un vuelco total en su táctica de guerra y decidió la destrucción
de todos los ingenios junto con sus bateyes y campos de caña, ahora con
más fuerza, frente a la posibilidad mantenida por Weyler; decisión respaldada
por Maceo en Circular del 26 de febrero de 1896 donde prohibe totalmente
la zafra para los territorios donde operaba. El que intentara moler la caña
que quedaba, sería condenado a muerte, sin miramientos de clase, o sea, podía
ser tanto el dueño del ingenio, como un simple trabajador que empleara
allí su fuerza de trabajo, además todas las instalaciones del lugar serían destruidas.
Como se puede observar, junto con la Campaña de Invasión a occidente.
Maceo radicalizó su posición en cuanto al problema de la zafra. Deja atrás
los compromisos realizados y, junto con las operaciones militares, desarrolló
una política de destrucción de todas las propiedades y fincas azucareras que
existían en las provincias del oeste del país, como respaldo a las determinaciones
tácticas de su General en Jefe.
Weyler se obstinaba en plantear que el occidente de la isla, a pesar de la
presencia mambisa, se encontraba pacificado, tratando de crear un clima favorable
a sus intereses. Maceo, con el objetivo de desmentirlo, desarrolló
una aguda operación en todo el territorio pinareño. El fin fue logrado, los
hacendados desmoralizados se acercaban a la fuerza cubana pidiendo garantías
para sus propiedades, reconociendo así la superioridad del Ejército Libertador
frente a las tropas coloniales.
Se hace necesario entonces, consecuentemente con la realidad objetiva,
esclarecer algunas actuaciones de Gómez y Maceo dentro del transcurso de
la guerra, que pudieran ser objeto de confusiones.
Gómez, en varias de sus comunicaciones del año 1896 con sus jefes militares,
menciona la entrega de un documento denominado «Carta de Seguridad
» a algunas fincas de Sancti Spiritus, firmadas por él mismo; la finca portadora
del documento sería respetada por las tropas cubanas.
No se ha encontrado hasta la actualidad ningún ejemplar de las cartas a
las que Gómez hace referencia, pero queda claro que dio un documento a
varias fincas azucareras, que permitía realizar los trabajos de zafra a sus propietarios,
al mismo tiempo que es inadmisible plantear que realizó compromisos
clasistas con dichos hacendados, pues existe toda una actuación y fun-damentación
teórica que demuestra lo contrario.
28
Existe la posibilidad, aunque no confirmada, de que Gómez estuviera ratificando
los compromisos que por su parte había realizado el Consejo de Gobierno,
aunque en realidad parece más lógica la posibilidad de que Gómez
aceptara él mismo la cooperación de algunos propietarios, por considerarlos
no enemigos de la Revolución, teniendo en cuenta sus actuaciones y porque
la realidad de la guerra imponía adquirir armas, municiones, medicinas, ropas,
etc.; demandas que el Consejo de Gobierno satisfacía en muy pequeño
grado. Nos permite plantear esto el hecho de que en agosto de 1897 (como
aclara Gómez en su Diario de Campaña) ^* se cobró al propietario del ingenio
«Trinidad» de Sancti Spiritus a través de José Miguel Gómez un impuesto
que después fue repartido entre la tropa, para adquirir algunos artículos
necesarios, ya que al mismo tiempo\que se evitaba que España pudiera reforzar
sus ejércitos, se le dificultaba a los cubanos la obtención de los pertrechos
de guerra.
Vale la pena ratificar que dichos acuerdos con los hacendados en ningún
momento comprometieron la verticalidad de la Revolución, pues su avance
fue indiscutible, ni mucho menos cambiaron la posición ideológica de Gómez.
Sólo existió un pequeño grupo que al parecer prefirió acercarse a las
victoriosas tropas cubanas, esperando de ellas la honestidad que las caracterizaba.
Maceo, por su parte, aceptó la contribución en dinero hecha por algunos
hacendados que a él se acercaron, sin que esto limitara la realización de sus
objetivos, muestra de lo cual fue la destrucción total de la provincia más occidental
del país.
Aunque para el caso de Maceo hay que señalar que no llegó a comprender
del todo la verdadera esencia de la gran burguesía occidental; pues confió
en el aparente acercamiento de esta clase a la Revolución: «Ya era hora
de que los hombres de capital se sintieran movidos en su fibra patriótica» ".
Por momentos los nombra conservadores, pero al final los suma al proceso
sin hacer ninguna distinción, no captando el rejuego de esta clase interesada,
tanto con el triunfo español como con el cubano, en sacar provecho para realizar
sus intereses, que en esta época habían rebasado el marco de las relaciones
coloniales y apuntaban hacia un nuevo mercado seguro para su producción:
Estados Unidos.
Muerto Maceo como se conoce el 7 de diciembre de 1896, Gómez abandonó
las provincias occidentales. La política con respecto a la zafra azucarera
durante los años 1897 y 1898 estuvo fundamentalmente dirigida por el Órgano
Civil de la República.
18. GÓMEZ, Máximo: op. cit., p. 334.
19. MACEO, Antonio: «Carta al Coronel Federico Pérez de 19 de noviembre de 1896», en:
Antonio Maceo. Ideología Política..., vol. II, p. 349.
29
El Capitán General Weyler con su política sanguinaria fue sustituido por
Ramón Blanco y Erenas, quien ocupó el cargo el 31 de octubre de 1897. Dentro
de las principales direcciones de su nueva política, se encontraba, al decir
del propio Máximo Gómez, la realización de la zafra azucarera:
«todos los informes que obtengo, todo lo que los hechos me demuestran, sobre los propósitos
del General Blanco, determinan, que éste no tiene más que dos objetivos principales.
Primero: hacer la zafra; elaborar mucha azúcar, para endulzar a los yankees...» ^''.
Frente a esta posibilidad se mantiene, a pesar de la actuación incongruente
en ocasiones del Gobierno Civil, la intransigencia de las principales figuras
militares. La resolución de quemar toda la caña que sirviera para beneficio
del enemigo continuaba marcando la línea del Ejército.
«Es, pues, de urgentísima necesidad y preferente a todo que Ud. con los otros jefes
de zonas azucareras [...] desarrollen todas sus fuerzas, atención y empeño [...] a la quema
total de las cañas de todas las fincas azucareras que bajo la protección de fuerza enemiga
o por cualquier otro fundamento, contraviniendo mis Circulares [...] se preparen a mo-
1er» 2',
Como se observa, la línea del Ejército, en cuanto a la riqueza cubana, no
varió. La resolución de quemar toda la caña y destruir las fábricas y maquinarias
utilizadas para su procesamiento, de los propietarios que violaron las
medidas de la Revolución en busca de satisfacer sus intereses de clase, continuó
existiendo entre los jefes militares; cosa que se evidencia en todas las
comunicaciones de la época, de las cuales la opinión de Gómez es un claro
ejemplo:
«Celebro el acuerdo del consejo que confirma las circulares y disposiciones (...) que
prohiben en absoluto la zafra, porque es una política de guerra indispensable» ^^.
Paralelamente, continuaron apareciendo hacendados que presentaban documentos
entregados, sobre todo por el Consejo de Gobierno, para salvaguardar
sus propiedades. Los militares respetaron sobre todo los compromisos
excepcionales de Gómez con uno que otro propietario. Los compromisos
del Gobierno eran respetados en la medida que no perjudicaran ningún ob-
20. GÓMEZ, Máximo: «Carta a Francisco Carrillo de Campamento La Demejagua, 25 de
diciembre de 1897», en: Carlas a Francisco Carrillo, La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1971,
p. 191.
21. GÓMEZ, Máximo: «Carta a Francisco Carrillo de Campamento La Demejagua, 25 de
diciembre de 1897», en: Cartas a Francisco Carrillo..., p. 192.
22. GÓMEZ, Máximo: «Carta al General Ernesto Fonts Sterling de 18 de enero de 1898»,
en: Colección Cubana, Biblioteca Nacional José Martí.
30
jetivo militar, aunque conociendo la gran cantidad de compromisos realizados
por pl Gobierno se puede afirmar que constantemente el ejército se vio
entorpecido en sus operaciones de guerra.
La huella de la actuación de los militares es fácilmente detectable, si se
analizan las condiciones en que quedó Cuba después de terminada la guerra.
De forma general se puede hacer un balance de los ingenios que existían en
el país y el estado en que se encontraron los mismos en 1898, lo que ayudará
notablemente a comprender hasta qué punto fue cumplida la política de destrucción
de la economía nacional en favor de la victoria.
ESTADO DE LAS FABRICAS AZUCARERAS EN CUBA AL
FINALIZAR LA GUERRA DE 1895
Provincias
Pinar del Río
La Habana
Matanzas
Santa Clara
TOTAL
Existentes
46
85
271
160
562
INGENIOS
Destruidos
39
74
251
151
479
Conservados
7
11
20
45
83
Fuente: Civil Report of Major General Leonard Wood. Military Governor of
Cuba 1899-1902 ^\
Se concluye fácilmente que la isla quedó devastada producto de la guerra,
sobre todo la región occidental, que desde el punto de vista económico tenía
mayor importancia para España; los campos resultaron arruinados, perdiendo
la burguesía los capitales invertidos en ellos, sobre todo en las costosas
instalaciones industriales, quedando sólo para esta clase la imposibilidad de
emprender inmediatamente la reconstrucción de la riqueza perdida.
23. Civil Report of Major General Leonard Wood. Mililary Governor of Cuba, 1899-1902.
Washington, Govt. Print, 1901-1902. Las provincias de Camagüey y Oriente no son incluidas dentro
de la tabla, la producción azucarera de las mismas era muy pequeña y los datos del estado de
sus instalaciones no aparecen en la fuentes consultadas. En este caso específico, como se observa,
es una fuente oficial norteamericana que resulta confiable en los datos que presenta, ya que Estados
Unidos estuvo muy interesado en demostrar las condiciones reales en que se encontraba
Cuba después de terminada la guerra, para, de esta forma, justificar su intervención en el conflicto
hispano-cubano y la ocupación militar del país.
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Máximo Gómez, principal figura en cuanto a la estrategia de destruir la
economía insular, reconoce que «la ruina, la desolación del país, el hambre,
más se le debe a España que a la Revolución. Ella, la Revolución, no ha hecho
más que quemar cañas y eso al ingenio que quiso hacer zafra. La ley fue
terminante y clara» ^*.
La verticalidad del aparato militar en su conjunto quedó demostrada en
cada una de sus actuaciones durante los tres años de lucha. Su posición radical
e intransigente frente a la consecución de la independencia nacional, lo
define como la fuerza más positiva del proceso, basada en los principales postulados
del pensamiento martiano, desarrollado y puesto en práctica por
Máximo Gómez, que frente a su ejército de hombres experimentados, obligaron
a España a abandonar el territorio cubano.
24. GÓMEZ, Máximo: «Carta a Francisco Carrillo de 10 de septiembre de 1898», en: Cartas
a Francisco Carrillo..., p. 244.
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