EL ENCAJE CANARIO Y LAS MISIONES JESUÍTICAS
DEL PARAGUAY
RAFAEL CARBONELL DE MASY
Paraguay
Introducción e ilustraciones: ULISES MARTIN HERNÁNDEZ
Universidad de La Laguna
1. INTRODUCCIÓN
El encaje de ñandutí constituye hoy en día uno de los principales renglones
de la artesanía paraguaya, al tiempo que ejerce un importante atractivo
turístico en aquel país. Especialmente importante es la producción que se genera
en torno a la comarca de Itaguá, próxima a Asunción, principal mercado
con que cuentan las labores artesanas. Asimismo, su importancia económica
es singularmente notable, en especial a escala doméstica, constituyendo
una destacada fuente de ingresos para muchas famihas. Esta importancia justifica
sobradamente el interés despertado entre los investigadores locales por
el estudio descriptivo e histórico del ñandutí.
Desde el punto de vista descriptivo el ñandutí, también conocido como
encaje del Paraguay, es un encaje de agujas elaborado en hilo de algodón,
seda o lino preferentemente blanco. Los motivos empleados en su elaboración
suman varias docenas, pudiendo clasificarse en zoomorfos, vegetales, objetos
diversos, etc.
Históricamente no puede discutirse que el ñandutí constituye uno más de
los legados que dejó en el Paraguay la colonización española, toda vez que
los nativos guaraníes desconocían el trabajo de aguja. Decisiva debió resultar,
en este sentido, la labor desarrollada por las reducciones jesuíticas, cuyo
protagonismo en la actividad colonizadora de aquel país es bien conocido.
Sin embargo j plantea una mayor dificultad determinar con certeza absoluta
su origen más remoto. Los datos aportados por Gustavo González, que revisó
las fuentes históricas más antiguas, confirman que el encaje de aguja y
los trabajos de «cribos» (del verbo cribar o cernir) y «soles» no son anteriores
a la segunda mitad del siglo xviii. Asimismo, hay que esperar hasta 1838
para que aparezca la primera noticia histórica clara y precisa sobre el ñandutí
en Letters on Paraguay, de J. y P. Robertson.
Los «soles», patrón básico del ñandutí, se trabajaron en España durante
los siglos XVI y XVII, siendo especialmente nombrados los soles Salmantinos.
Se encuentran igualmente en Andalucía y en las Islas Canarias, donde adop-
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tan el nombre de «encaje de sol de Tenerife». Desde Canarias el encaje de
soles pudo haber llegado a Sudamérica, arraigando sobre todo en el Paraguay,
de donde se exportaría a la Argentina y al sur del Brasil. La escasez
de datos impide, sin embargo, confirmar esta hipótesis de forma concluyen-te.
Más aún, cuando la emigración canaria a esa parte de Iberoamérica fue
relativamente escasa. Asimismo, las fuentes comerciales revelan que, junto
a los encajes de origen isleño, se importaron otros encajes procedentes de España,
Francia, etc. En cualquier caso, la excepcional similitud existente entre
los motivos habituales en el ñandutí paraguayo y el encaje de Tenerife,
puesta de manifiesto en las ilustraciones siguientes, constituye un hecho incuestionable
que abunda en apoyo de la hipótesis anterior.
2. DE LA TELA PARA CUBRIRSE AL PAÑO ARTÍSTICO
El P. Francisco del Valle, compañero del S.P. Roque González de Santa
Cruz en San Ignacio, por 1614 relataba al P. Provincial, Diego de Torres,
esta anécdota:
«Había cierto matrimonio, el cual, al encontrarse con uno de los Padres, le interpeló
diciendo: ¿por qué pasas sin decir nada? Preguntóles el Padre si eran cristianos. Dijeron
que no, porque el Padre no quiere que vayamos a la Iglesia, tal vez por nuestra desnudez.
Preguntó otra vez el Padre, si preferían o no irse desnudos al cielo, o vestidos al infierno.
Resultado de este dilema era que vinieron envueltos en pellejos a la doctrina, para prepararse
también ellos a recibir el santo Bautismo.» '
Un año antes, dos caciques habían decidido abandonar la orilla del Paraná,
donde se ocupaban de la pesca, para incorporarse a la reducción de S. Ignacio.
Aquí acababa de llegar el P. provincial con «algunos ornamentos sagrados,
un poco de lienzo de algodón y algún abrigo para los nuestros [los
dos jesuítas] y para los indios». El mismo P. de Torres resume el encuentro:
Doy un abrazo a los dos, felicitándoles por su buen juicio, y regalándoles nuevos vestidos
de su usanza, y otras cositas que aprecian mucho como agujas, alfileres, peines, etc.,
añadiendo algo de bastimento y los despido hasta la vista, después de la cosecha.» ^
El vestido a su usanza, una vez introducido el cultivo del algodón y el telar
será para «cada uno un vestido, hecho y tejido a su modo» ^.
1. «Carta Anua del P. Diego de Torres, al 12-VI-1615», en: Documentos para la Historia Argentina,
t. XIX, p. 467, Buenos Aires, 1927.
2. «Carta Anua..., al 8-IV-1614», en: op. cit. en nota anterior, p. 355.
3. La expresión es del P. Pedro Romero cuando intentaba granjearse a los guaicurúes, vestido
no diverso del recibido por los guaraníes. Cfr. la Carta Anua de nota 2, p. 287.
392
Una actividad importante para cada reducción capaz de vestir a sus habitantes
e incluso de ayudar a extraños, particularmente en aquellos pueblos
con tierras y microclimas o climas apropiados al cultivo del algodón.
En el Guaira (hoy estado brasileño del Paraná), dentro de las grandes islas
aluviales del Paranapané, la reducción de San Ignacio estaba particularmente
dotada para los cereales y el algodón, una materia prima que aprovechaba
el pueblo vecino de Loreto.
«Los campos rendían riquísima cosecha de diferentes clases de cereales y de algodón,
tanto que estos indios mantenían un verdadero comercio de telas, vistiendo al mismo tiempo
de limosna a todos los viajeros desnudos, indios y europeos. Además se veían en las
alturas manadas de ovejas y cabras y, en las dehesas, ganados de muías y vacas; todo regado
por ríos y riachuelos.» •*
Similares descripciones encontramos en las reducciones principales del Paraná
por 1625, San Ignacio y Encarnación. El cultivo del algodón y el lienzo
van destinados a cubrir la desnudez de los indios. El comercio de telas aludido
en las reducciones guaireñas contribuyó a mejorar las relaciones con
aquellas familias españolas explotadas por los mercaderes que trocaban un
«vestido de paño ordinario» por «dos mil libras de yerba» ^.
El uso del tejido para la ornamentación litúrgica fue desarrollándose gradualmente.
Una descripción de la Semana Santa en San Ignacio del Paraná
por 1616 indica ese proceso en una reducción que tres años antes recibió una
donación de ornamentos, lienzo y algo de algodón:
«... acertó a venir aquí un indio carpintero de la Asunción que nos hizo un monumento
de madera con sus barandillas y gradas, todo lo cual se cubrió con cuantos frontales y
ropa había en la sacristía y adonde faltó el paño suplió las faltas el papel pintado...; animamos
a los indios con deciries que la primera vez que sacábamos en procesión en su pueblo
el Santísimo Sacramento era razón mostrasen ellos su piedad... tomáronlo muy bien
haciendo sus arcos y aderezándolos con mil invenciones poniendo en ellos cuantas comidas
se crían en sus casas y chácaras, que trajeron hasta sus canastillos, y alguna india piadosa,
por no quedar corta en honrar con algo a su Criador, colgó los ovillos de su hilado
que, sin duda, se dio Nuestro Señor por tan bien servido de ella como de los que cuelgan
brocados y telas e hicieron sus danzas no sólo los muchachos, sino también los indios grandes...
los trajes y galas de los danzantes es lo que más causa admiración porque con colores
y plumas pintan mil libreas e invenciones en su cuerpo a costa de muy poco o nin-
4. «Carta Anua del P. Diego de Boroa, al 13-VIII-1637», en: Documento para la Historia
Argentina, t. XX, p. 726. El texto se refiere a 1631, antes de abandonarlas, ante la invasión de
los bandeirantes.
5. Manuscritos de la Cole^cáo de ANGELIS, I.: Jesuítas e bandeirantes no Guaira, p. 216,
Río de Janeiro, 1951.
Respecto a los primeros telares en Encamación, véase Documento para la Historia Argentina,
t. XX, p. 271 (en la «Carta Anua del P. Duran Mastrilli, al 12-XI-1628»).
393
gún hilo de seda. El Santísimo Sacramento iba en un cáliz dorado, por falta de custodia,
debajo del palio nuevo que poco ha hicimos...» ^
En general las descripciones de los templos suelen destacar el trabajo específicamente
del hombre. Por ejemplo, en las iglesias de San Ignacio y Lo-reto
en el Guaira
«había un ábside triple con su respectivo altar y retablo pintado... Toda la obra estaba
construida de madera de cedro... todo bien labrado segtin un estilo armonioso.» '
Lo mismo cabe decir respecto a la capacitación profesional en algunas
apretadas síntesis:
«... siendo los mismos Padres los labradores, viñateros, carpinteros, albañiles y arquitectos,
y enseñando a los indios y haciéndoles oficiales.» *
La dificultad de encontrar artesanos españoles disponibles para enseñar
los diversos oficios explica la miiltiple actividad profesional de los Padres y
el empeño por capacitar a futuros capacitadores.
Las cualidades del nativo para imitar llamaron, desde el principio, la atención
del misionero:
«... son estos indios de muy buenos naturales e ingenios, contrahacen con mucha propiedad
cualquier cosa que ven y fueran muy buenos oficiales si tuvieran maestros» '.
Dotes imitadoras compatibles con las invenciones dentro de la cultura indígena,
ahora menos libre en algunas actividades tan habituales como la caza.
Hoy nos sorprende esta preferente formación masculina. Lo requería una
estrategia de construir un nuevo espacio de convivencia más estable con nuevos
oficios interrumpidos en los periodos decisivos para el plantío y la recolección
agrícola.
Con la mayor colaboración del hombre en la actividad agraria, la mujer
dedica más tiempo al hilado, trabajo manual practicado en casa, coordinado
con el de los telares a cargo de los varones '°.
No dudamos que existiese una metodología similar en la formación pro-
6. «Carta Anua del P. Pedro de Oñate, de 1617», en: op. cil. en nota 4, pp. 91-92; descripción
paralela referida a Encarnación en pp. 271-272.
7. Véase nota 4, pp. 725-726.
8. «Carta Anua del P. Pedro de Oñate, al 17-11-1617», en: op. cit. en nota 4, pp. 204-205.
9. «Carta Anua del P. Pedro de Oñate, al 22-IV-1618», en: op. cit. en nota 4, p. 150.
10. Al mismo tiempo la producción doméstica es más diversa: Los pueblos estaban dispuestos
en forma cuadrada con calles rectas e iguales, y con casas cómodas y elegantes. Cada una tenía
su patio con sus jaulas de gallinas, gansos y otras aves domésticas» (descripción de S. Ignacio
y Loreto en el Guaira por 1631; véase nota 4).
394
fesional femenina. Las más hábiles adiestraban a las niñas, pero fundamentalmente,
durante los tres primeros decenios de las reducciones jesuíticas en
el Paraguay, los oficios textiles de la mujer indígena son el hilado y la confección
de vestidos.
Carecemos, por ahora, de documentación que pruebe la introducción del
encaje. Juzgamos coherente la contribución de la mujer a decorar los paños
destinados a usos litúrgicos.
3. LA APERTURA AL COMERCIO Y EL ENCAJE
Sobre todo, en la segunda mitad del siglo xvii advertimos una creciente
diversidad de tejidos finos y adornos como consecuencia de la participación
de las reducciones guaraníes en un comercio que une la cuenca rioplatense
con el alto Perú y el mercado internacional. A veces, parte de las ventas (yerba,
mate, tabaco, etc.) son pagadas con géneros.
En 1680 el P. Diego Altamirano, Provincial, censuraba los excesos en los
trajes de los indios que consideraba «profanos»; particularmente, «las libreas
de seda en los danzantes». Hasta que llegó a ordenar «que no se haga vestido...
para danzante, ni para alguno de los indios, de seda ni con guarniciones,
botonadura de oro o plata» ^\
Esta preocupación ya había comenzado dos años antes y solía, de cuando
en cuando, repetirse en las cartas de los Provinciales por motivos de evitar
llamativas diferencias, de cuidar la decencia asegurando en primer lugar la
vestimenta apropiada a todos o de controlar los contratos pagados con oro o
plata destinado al vestuario del cabildo o de los danzantes ^^.
11. «Los trajes que se han ya introducido son ya profanos para los indios, y como tales usan
de ellos los mozos, con un calzón tan ajustado que con dificultad puede cerrarse por los lados;
por la rodilla descubren pañetes o con puntas o labrados colores... También sería exceso volver
a introducir para los danzantes libreas de seda, lo cual fuera de ser cargoso, superfluo, .sería en
algunos pueblos más pobres contra la caridad y aun contra justicia, empleando los bienes del pueblo
en galanar demasiado los danzantes...» {Carta del P. Provincial Diego Altamirano, al IS-I-ltSO,
en Biblioteca Nacional de Madrid, mns. 6976).
12. «No menos preciso parece... reformar el exceso en los trajes, cuales son muchas gargantillas
y brazaletes en las mujeres, polleras con guarniciones y galas semejantes, conservándolas
en su propio traje...» (Carta del mismo P. Altamirano, al 15-XI-1678). «Sentimiento es común de
muchos Padres la introducción de algunos trajes en indios, usando capas y calzoncillos o pañetes
labrados, cuyas labores se muestran por debajo de los otros calzones; manguillas de Rúan, listones,
botones; y aun en las indias se dice hay en tal o tal parte algún exceso. Todo es necesario
atajarlo...» {Carta del P. Provincial T. Donvidas, al lO-X-1685; cfr. mns. cit. en Biblioteca Nacional
de Madrid).
Las exageraciones contra los adornos femeninos —no pocas veces de algunos superiores mayores
o misioneros-nuevos con escasa o nula convivencia en los pueblos guaraníes— parecen desaparecer.
395
Eliminando el exceso profano en la indumentaria, sólo habría un moderado
uso de encajes con ocasión de la danza, el teatro o la liturgia en su amplio
sentido.
Sin negar la existencia de excesos en los trajes y adornos, tampoco podemos
reconocer excesos en algunas disposiciones o recomendaciones restrictivas.
En especial, respecto a la mujer: el P. Provincial J. de Aguirre daba esta
orden en una serie de preceptos elaborados tras la visita a las misiones por
1720: «Permítase a las indias el uso de cuentas, abalorios y zarcillos» ^^.
Consta que los usaban, pero la orden indica hasta qué punto intentaron
algunos Misioneros o Superiores restringir tal uso o lo supeditaron a lograr
vestido decente para todas las mujeres ^'*.
La austeridad en el vestir reflejaba una mentalidad que, desde la providencia
dictada por Felipe III en 1623, vedando el uso de blondas y encajes,
hasta las sucesivas leyes suntuarias prohibitivas, incidía asimismo en las provincias
americanas ^^. Fue una excepión el culto, acrecentado ornamental-mente
durante el barroco hispano. Para los guaraníes tal culto no reñía con
el adorno aun para los caballos, como el P. Provincial Donvidas censura por
1687:
«En las fiestas que se hacen en los pueblos el día de su Patrón, se evite toda profanidad,
así en ceremonias varias que se han introducido como en que los Alférez entran y
estén en la iglesia con cofia, espuelas y sombreros puestos; que todo esto se quite y también
el aderezo de los caballos con listones [cintas estrechas de seda] y colonias [cintas
más anchas], que no conviene privar al adorno de los templos por aplicarlos a los de los
caballos, según se ha ejecutado en algunos pueblos, no con pequeño reparo de los que
asisten a las fiestas; y no satisface el ejemplar en las tierras de los españoles, pues alguna
diferencia ha de haber entre los unos y los otros...» '*
Aun en honor al culto divino, según recomendaba el P. General, Tirso
González, por 1688, «... se debe poner moderación en el exceso que de comprar
telas preciosas y costosas para ornamentos... Además, si, como se ha pedido,
hay cuidado y providencia de comprar y llevar los ornamentos de Eu-
13. «Preceptos del P. Provincial José de Aguirre, al 21-11-1720», en Archivo del Colegio de
S. Estanislao, Salamanca.
14. «Porque será reprobado que en algunos pueblos las indias no traen vestido con la debida
decencia, procúrese poner más cuidado: lo primero, que no les falte el vestido; y, lo segundo, en
que éste sea bastante largo y cumplido, de suerte, que no ofenda la vista de uno y otro.» Cfr.
Preceptos del P. Provincial Luis de Roccafiorita para las Doctrinas del Paraná y del Uruguay, en
Archivo del Colegio de S. Estanislao, Salamanca.
15. Cfr. artículo sobre Encaje, en la Enciclopedia Espasa, vol. XIX.
16. «Carta del P. Provincial Tomás Donvidas, al 13-IV-1687», en Biblioteca Nacional de Madrid,
mns. 6976.
396
ropa, se ahorran de las cuatro partes las tres; uno y otro en beneficio de los
indios...» ^^.
La adquisición de ornamentos valiosos, cuya reproducción exigiría demasiadas
horas de trabajo, tenía que sopesarse económica y socialmente. Ni en
perjuicio de otras actividades prioritarias, ni en favor de la ociosidad.
Pese a los eventuales excesos, la emulación entre los pueblos alentó la es-pecialización
y la creatividad artesana; fomentó la complementariedad entre
las economías de los diversos pueblos; y abrió nuevos mercados en cuanto algunas
ciudades españolas demandaban producciones artísticas (imágenes, retablos,
instrumentos musicales, etc.) a los pueblos guaraníes confiados a los
jesuítas.
¿Hasta qué punto la producción propia de encajes sustituyó a los productos
ocasionalmente importados e incluso contribuyó a nuevas ventas fuera del
ámbito de estos pueblos?
La respuesta queda condicionada a la oportunidad de mercado y a la capacidad
de una producción concurrente en calidad y coste.
Por 1667 Carlos II intentaba alentar las manufacturas del encaje, hundidas
en buena parte por las leyes contra el gasto suntuario, aumentando la tarifa
por introducción de géneros extranjeros desde 25 libras la libra hasta
250 '^ ~
La legislación fue más favorable a la manufactura hispana cuando en 1723
se prohibió introducir toda clase de encajes del exterior.
Veamos, ahora, la documentación sobre encajes en los inventarios y cuentas
de los pueblos guaraníes.
4. LOS ENCAJES EN LA DOCUMENTACIÓN DE LOS PUEBLOS
GUARANÍES
Al leer todas las partidas del inventario del Oficio de Misiones en Buenos
Aires, realizado al 20-11-1690, hemos hallado un total de 86 varas de encajes
de muy diversos precios (a 4, a 8, a 12 y a 16 reales por vara); el más caro,
encaje fino de Flandes ''.
También aparecen 1.108 varas de puntas blancas para decorar el vestuario
(de éstas las 87 provenientes de Flandes a un precio de 4 reales por vara,
17. Dentro del primer objetivo de moderar los usos, el P. General sugería «que bastará para
la fiesta titular un ornamento de tela a precio acomodado, y los demás de damascos, rasos y medias
lanas de todos colores...» Cfr. Cana del P. Gregorio Orozco, Provincia!, que menciona el
texto del P. Tirso González, en mns. cit. en nota anterior.
18. Cfr. nota 15.
19. Archivo General de la Nación Argentina, IX, 6, 9, 4.
397
con la advertencia de puntas blancas pequeñas; en las otras, predomina el precio
de 7 reales).
En la fecha inmediata al inventario una quinta parte de esas varas de puntas
blancas eran remitidas a las Misiones.
No cabe duda que estos productos venidos de ultramar eran distribuidos
en pequeños lotes entre las distintas Misiones. Lo mismo comprobamos respecto
a los encajes durante los años posteriores, pero hemos de reconocer
que algunos pueblos sobresalen: por ejemplo, en una Memoria de los géneros
remitidos a la Doctrina de los Santos Apóstoles, el 7-II-1700, por el Oficio
de Misiones en Buenos Aires, leemos:
«1 partido de encajes con 552 arrobas [venían en cartones] que hacen 433 varas, sacado
el 3 por ciento a 4 reales vara, que hacen 216 pesos y 6 reales» ^''.
La adquisición de estos encajes acompaña a la de un conjunto de telas
preciosas (tela blanca rica, raso de Turín, damasco blanco de Granada, etc.),
así como de instrumentos de costura (tijeras, tijeritas, etc.). Unas compras
equilibradas por la de otros medios de producción (aceros, hierros, rejas de
arar, hachas, etc.) y garantizadas por una capacidad de pago o productos del
pueblo disponibles para la venta (carretas, yerba mate, vacas, etc.).
En el Resumen general de todo lo que debe y ha de haber este Oficio de
Misiones de Buenos Aires en 1 de mayo de 1739 entre los efectos encontramos:
«un partido de encajes con 243 varas a 5 reales y 1/2.»
Y entre los efectos del mismo Oficio pero depositados en Potosí figuran:
«unas colgaduras en 4.000 pesos y 100 cartones de encajes poco más o menos que envíe
a vender a Potosí y están detenidas en Jujuy, por no poder pasar y sólo los encajes se
vendieron a 4 reales y, por no saber el número de ellas, solos se cargan 250 pesos.» ^'
Al comparar el inventario de 1739 con el de 1690, dentro de los instrumentos
de costura, sobresalen las partidas de agujas: en 1739, se encuentran
partidas de 40.000 agujas; en el de 1690, de 11.000 y 14.000.
Nos resulta difícil imaginar que los encajes depositados en Jujuy destinados
a Potosí procediesen de alguna Doctrina guaraní que los hubiese entregado
al Oficio en pago a otras adquisiciones.
Ciertamente, por 1739, a pesar de los conflictos armados que implicaron
a las Misiones en la defensa de las fronteras de la Corona y en la gobernación
del Paraguay, las heladas, las consecuencias de los robos de ganado a la
20. Cfr. nota 19.
21. ídem.
398
Vaquería de Pinares, etc., los pueblos guaraníes se esforzaban en reconstruir
sus economías, sin compras superfinas, procurando comercializar todo lo que
pudiese aumentar las entradas, como fruto del trabajo (particularmente lienzos).
Seis años antes, una de las Doctrinas económicamente más prósperas, en
particular gracias a la calidad de su yerba caaminí, Loreto —fundada cerca
de San Ignacio Miní, con los fugitivos de las dos primeras reducciones del
Guaira, reasentados junto al Paraná— destacaba por sus relaciones de intercambio
con distintos pueblos y Oficios de Misiones.
Consultando el Libro de cuentas del Oficio de Santa Fe que comienza desde
la visita del Provincial por el 3 de agosto de 1730, en las cuentas del «Deben
» referidas al pueblo de Loreto ^^ al año 1733 leemos:
«7 piezas de encajes del Puy de a 16 varas cada una con sus precios puestos en ellas
montan 21 p.
4 partidas de encajes de Canarias con sus precios y varas puestas en cada una montan
64 p. 7 reales.»
No descartamos la posibilidad de que Loreto llegase a producir encajes
segtin los modelos de Puy y de Canarias. Sobre todo, cuando los Superiores
de las Misiones restringen la adquisición de estos géneros suntuarios, calificados
como de Castilla según unas instrucciones del P. B. Nusdorffer, Provincial
desde 1743 hasta 1747. Ninguna Doctrina podía adquirirlos sin autorización
del P. Superior «confirmada por el P. Provincial». La instrucción pertinente,
de 1745, alude a los intercambios y a las demandas de encajes que
atendían los pueblos guaraníes a cargo de jesuítas, visitados por quienes venían
de Villa Rica del Espíritu Santo y de Asunción ^^.
Con todo, esos intercambios sugieren que las Doctrinas confiadas a los
jesuítas a veces compraban encajes, y con ellos confeccionaban ornamentos.
Cuando, poco tiempo antes de la expulsión de los jesuítas de los Reinos
de España, el P. Sánchez Labrador catequizaba al norte del río Ypané, hoy
no lejos de la frontera brasileña, con ocasión de un viaje a Asunción observó
como
«las señoras hermanas del párroco labraban una hermosa alba para el ilustrísimo obispo
de aquella diócesis. La obra era primorosa en cribos, soles y randas.»
22. Archivo General de la Nación Argentina, XIII, 47, 35.
23. No pocas veces los Procuradores de las Misiones, al vender los productos de las Doctrinas,
se veían forzados incluso a comprar productos de menor utiUdad pero impuestos por comerciantes
con escasa plata o condicionada a la paga en parte con mercaderías. Los pueblos fronterizos
del Paraguay-facilitaban el intercambio de algunos artículos muy deseados por los villenos
y algunos comerciantes que acudían desde Asunción.
399
A una de las aprendices que colaboraban, una joven guaikurú el Padre
preguntó:
«cuando haría otra para nuestra iglesia de Belén. No es cosa dificultosa, me respondió.
¿Y te atreves a hacer lo que labran estas señoras? Estas para la prueba le alargaron la
aguja; cogió una la india y siguió el dibujo tan ligeramente y con tanto acierto que protestó
la misma española que no tenía que enmendar nada en lo hecho por la guaikurú.
Esta, vuelta a mí dijo: "ya ves como puedo hacer obras como ésta". Lleva a nuestra reducción
lo necesario que yo haré una ropa para que sirva en la Santa Misa.» ^'*
De este mismo relato no cabe inferir que en las Doctrinas guaraníes no
se labrasen encajes. El P. Sánchez Labrador había trabajado como Profesor
en el Colegio de Asunción o como misionero entre los indígenas en la región
norteña de la provincia un determinado tipo de encaje. Sin embargo, no podemos
afirmar que estuviese al tanto de todas las iniciativas que hubiesen surgido
en los 30 pueblos respecto a la elaboración de encajes ^^.
Lo que sí resalta el texto del P. Sánchez Labrador es la tarea eficientemente
pedagógica de las «señoras españolas».
5. DE LA TRADICIÓN ESPAÑOLA A LA ARTESANÍA
PARAGUAYA DEL «ÑANDUTI»
Gustavo González en su obra Ñandutí ha enriquecido y difundido las investigaciones
de dos ilustres brasileños, profesores en Asunción, E. Roquet-te
Pinto y Paulo de Carvalho Netto ^*.
Es irrefutable la innovación artesanal que introdujeron las mujeres venidas
de España ya en el XVI.
El encaje más similar al ñandutí no era exclusivo de Tenerife; también
llegó a este continente a través de la artesanía de las islas Madeira, tradición
cultural geográficamente próxima a Canarias, nacida durante períodos en que
esas islas eran base de emigración y comercio con el Nuevo Continente ^^.
Particularmente, según G. González Itaguá, fundada en 1728 por españoles
e hijos de españoles, parece haber sido «el centro de esta artesanía,
que luego se extendió a los pueblos vecinos de Ypakarai, Piraiú, laguarón y
Guaramberé».
24. SÁNCHEZ LABRADOR, José: El Paraguay Católico, t. L p. 299, Ed. Universidad La
Plata, Buenos Aires.
25. En 1758 fue a trabajar a las Misiones al Norte del Ipané desde donde fue expulsado en
1768.
26. GONZÁLEZ, Gustavo: Ñandutí, Ed. Ateneo, Asunción, 1960.
27. La influencia de la «Bolsa de rendeiras» o de bordadoras de encajes se advierte en Flo-rioanopolis,
Estado de Santa Catarina (Brasil).
400
Una carta de un visitante inglés, fechada en 1838, habla de un «encaje
llamado ñandutí tejido por las mujeres del pueblo [Campo Grande, cercano
a Asunción] y famoso por su belleza y alto precio» ^*.
Obsequio que «señala el tiempo de una aculturación consumada» ^'.
Lo único que podemos agregar respecto a las artesanas de las Misiones
jesuíticas es que estaban acostumbradas a la producción de tejidos y a la confección
de ornamentos, trajes de Cabildantes, danzantes, etc., decorados
también con encajes.
Según los inventarios realizados entre 1767 y 1768 en los pueblos guaraníes
con ocasión del extrañamiento de los jesuítas de los Reinos de Carlos III,
llama la atención que la mayor parte de los encajes utiUzados y, en pocos casos,
aun sin utilizar, aparecen en aquellos pueblos del territorio actual de la
República del Paraguay: Nuestra Señora de Fe (hoy Santa María), Santa
Rosa, Santiago, San Cosme, Itapúa o en pueblos del Paraná como Loreto y
San Ignacio Miní que mantuvieron relaciones económicas con los mencionados
pueblos.
Consta también el hecho de mujeres de los pueblos guaraníes que ocasionalmente
fueron a pueblos o ciudades de españoles por varios motivos; desplazamientos
de toda la familia, temporales o definitivos en algunos casos ^°.
Sobre todo, tras la expulsión de los jesuítas, numerosas familias de las
Doctrinas a cargo de las nuevas autoridades, pasaron a las Doctrinas de los
franciscanos o directamente a pueblos y ciudades de españoles. Todo esto
contribuyó al proceso de comunicación cultural y al desarrollo de una artesanía
autóctona, peculiar, aún con raíces hundidas en la artesanía española.
28. ROBERTSON, J. P.: «Letters on Paraguay 1838», en: RAMOS, L. A.: A renda de Buró
e seu aculturacáo no Brasil, núm. 4, Soc. Brasileira de Antropología e Ethnolo, oct. 1948.
29. Op. cit. en nota 6, 26, p. 13.
30. Sobre este tema nos ocupamos en nuestro libro Estrategias de Desarrollo Rural en los
pueblos Guaraníes, Ediciones Quinto Centenario, Madrid, 1991, en prensa.
401
Nanduti: Detalle
Nanduti: Motivos
402
Nanduti: Cubierta
403
Sol de Tenerife
404
Soles de Tenerife
Sotes de Tenerife
405
Soles de Tenerife
¿JJ^-^
»
Ñanduti: Detalle
406
Ñanduti: Motivos
407