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LA INSURRECCIÓN DEL PAISAJE. ACERCAMIENTO A LA CRISIS CUBANA DE 1933 MANUEL A. DE PAZ SÁNCHEZ 1. INTRODUCCIÓN Uno de los propósitos esenciales del presente trabajo ha sido el de acercarnos a un aspecto que, en nuestra opinión, adolecía de una investigación más profunda: la pervivencia, durante el primer tercio del siglo XX, de ciertos rasgos definitorios del papel desempeñado por el agricultor de origen canario durante buena parte de la centuria anterior y, particularmente, comprobar, en la medida de lo posible, si determinadas pautas, especialmente la rebeldía rural, características del mundo agrario de la Gran Antilla, estuvieron presentes en el proceso revolucionario que condujo al derrocamiento, en 1933, del general Gerardo Machado y Morales. Frente al proceso emancipador del siglo XIX, caracterizado por una indiscutible presencia de sitieros, precaristas y pequeños colonos como base esencial del Ejército libertador, tal como afirmara Benigno Souza Rodríguez: "con ese rico material, con esa preciosa veta, extraída de nuestra mejor cantera, de la sitiería, nervio, espina dorsal de nuestro país en el pasado; con éste nuestro hombre de campo...'", gracias a cuyo espíritu de sacrificio se pudo llevar a cabo la contienda. Frente a esta realidad, decimos, el proceso revolucionario de 1930 ha tenido una imagen infinitamente más obrera y, sobre todo, más urbana. Algunos planteamientos muy recientes, como los esbozados por Jorge Ibarra-, atribuyen al creciente caciquismo rural el decaimiento del espíritu rebelde del campesinado durante las primeras décadas del siglo XX, bajo la denominada República mediatizada, neocolonial o semicolonial. En nuestra opinión, no sólo continuaron existiendo procesos de despojo del campesinado, sino que éste, cuando tuvo oportunidad de hacerlo, se in- 1. B. SOUZA RODRÍGUEZ: El Regimienio "Calixto García", La Habana, 1939, p. 6. 2. En Cuba: 1898-1921, partidas ¡jolítico.i y cla.ies sociales, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana. 1992, pássim. 53 surreccionó con éxito, tratando de recuperar, de alguna manera, el mensaje emancipador del siglo XIX; un mensaje que, ciertamente, había sido truncado, entre otros factores, por la insaciable avidez de riqueza rápida de las propias clases dominantes cubanas y por el intervencionismo de Estados Unidos que, gracias a la Enmienda Platt y a su indiscutible poderío en la región, se convirtió en la nueva metrópoli de Cuba. Precisamente, uno de los grandes protagonistas de la insurrección campesina es un personaje de origen canario, Blas Hernández, que se rodea, como en el pasado lo hicieron otros rebeldes con el mismo origen, como Manuel García Ponce, Andrés Santana Pérez, José I. Sosa Alfonso y otros muchos, de campesinos como él, no pocos de ellos igualmente canarios en primera y segunda generación. Este insurreccionalismo ha marcado profundamente la historia de Cuba hasta la propia Revolución encabezada por el Movimiento 26 de Julio. Según hemos podido comprobar, no es casual que la inmensa mayoría de los grandes rebeldes agrarios cubanos, tenga un claro origen isleño, pues, tal vez, toda la casualidad posible radique en un hecho fundamental, que los campos de Cuba también eran suyos. En efecto, frente a cierta historiografía que, siguiendo determinados modelos, ha tratado de dejar el campo sólo y exclusivamente para la raza de color —ciertamente marginada y oprimida durante tantas décadas—, en Cuba, como en el resto del Caribe español, los isleños inmigrantes, procedentes del agro canario, realizaron alh' lo que aquí estaban deseosos de alcanzar, dadas las peculiaridades de escasez de suelos y de aguas, trabajar y vivir, con entusiasmo y esperanza, en el ancho y florido paisaje de la Perla de las Antillas. En segundo lugar, otro de los motivos fundamentales de nuestro trabajo ha sido tratar de analizar la percepción que existió, en Canarias y mediante periodistas canarios residentes en La Habana, de la revolución cubana de 1933. Para ello hemos estudiado, principalmente, la prensa de la época, lo que nos ha permitido no sólo completar y añadir nuevos matices al problema, sino, sobre todo, poner de relieve una vez más los profundos vínculos existentes entre ambos archipiélagos. 2. LA FORMACIÓN DE UN CAUDILLO AGRARIO Blas Hernández ha sido una víctima de la Historia y de la historiografía cubanas. Ha sido calificado erróneamente de bandido y criminal, y, con más acierto, de revolucionario, de coronel autoproclama-do, de individuo equivocado pero valiente, de redentor de los campesinos y, en fin, de gran olvidado de la revolución de 1933, aunque esto último no sea del todo cierto, pero conviene profundizar en su biografía, 54 en la medida de lo posible, y utilizar su historia para tratar de comprender, entre otras cuestiones, el profundo drama del campesinado cubano de la época y la compleja realidad política de la segunda gran revolución cubana. "Se dice que hasta al Embajador —B. S. Welles— ha llegado la voz de los alzados en armas en Camagüey y Las Villas. Es su principal jefe un canario, palmero, Juan Blas Hernández. Cuentan que es un perfecto mambí, que aparece y desaparece, sin tocarlo los proyectiles de la tropa. Es una especie de Baltasar Martín, que no procede de Garafía, y sí de Cabaiguán. Es un guerrillero de los viejos tiempos, como los que iniciaron en España la decadencia militar napoleónica"'. Estas palabras de Wangüemert, en crónica fechada en La Habana el 27 de junio de 1933, en vísperas, por tanto, de la revolución, nos permiten apreciar dos aspectos relevantes de este personaje singular: su origen canario y su carácter de dirigente guerrillero. Juan Blas Hernández, más conocido por Blas Hernández, era hijo de padres canarios como tantos insumisos cubanos, y, según los registros del Cementerio de Colón, había nacido en Santa Clara hacia comienzos de la década de 1880, pues, tal como afirma la indicada fuente, contaba con medio siglo de existencia cuando fue sepultado su cadáver^ que, horas antes, había sido velado por sus hijos, tras su muerte en la intentona golpista del 8 y 9 de noviembre de 1933\ "Funesta fue La Habana al audaz guerrillero, que no debió nunca abandonar los montes cama-güeyanos y villareños que conocía palmo a palmo y en los que tuvo en jaque a la guardia", afirmaba Wangüemert en otra de sus sentidas crónicas periodísticas'"'. La información sobre sus orígenes familiares, empero, así como la relativa a algunos aspectos concretos de su singladura vital, hemos podi- .1. L. F. GÓMEZ WANGÜEMERT: "Notas de Cuba. En la manigua", El Tiempo, 27 de julio de \9?,?>, p. 1. 4. Archivo del Cementerio de Colón (Ciudad de La Habana), Libros de Enterramientos, t. \?il. fol. 311, n." 1.244. El asiento dice textualmente: "En diez de noviembre de mil novecientos treinta y tres, se dio sepultura en el Cementerio de Colón en el cuartel Nordeste, cuadro A. hilera once, fosa treinta y dos, tramo tercero, al cadáver de Blas Hernández, natural de Santa Clara, de cincuenta años de edad, hijo de Leonardo y Micaela, que falleció en el Castillo de Atares, mímero —. a consecuencia de herida de guerra, según certificación del Dr. E. Madán y remitido de la Parroquia del Pilar con licencia del Sr. Juez Municipal del Centro y lo firmé.= Casimiro Reboredo". Según nota marginal, el 21 de enero de 1937 fue exhumado el cadáver y puesto en la Col. número 12, en el Osario de las Religiosas de Jesús María. 5. V. Manuel DE PAZ SÁNCHEZ et al.: El bandolerismo en Cuba (1800-1933). Presencia canaria v protesta rural, Tenerife, 1994, cit, t. II, pp. 297 y ss. 6. L. F. GÓMEZ WANGÜEMERT: "Notas de Cuba. Blas Hernández", El Tiempo, 29 de diciembre de 1933, p. I. 55 do completarla gracias a la reciente publicación de una colección de artículos, documentos de secunda mano e informaciones orales, recogidos en una obra postuma de Ángel Aparicio Laurencio y editados por el profesor Jorge Hernández Martín^. Los datos biográficos sobre el origen familiar de Blas Hernández fueron tomados, en este sentido, de tres artículos publicados por el historiador y publicista Ricardo Adam Silva, en noviembre de 1975, en el Diario de las Américas de Miami, así como del testimonio oral de un hijo del coronel, Mario Hernández, uno de sus principales colaboradores en la época de la revolución contra Machado. Blas Hernández Martínez, pues, había nacido en realidad, según la crónica de R. Adam Silva, en Canasí (provincia de Matanzas), el 20 de enero de 1879. "Fue su padre Leandro Hernández, natural de España, emparentado con Alvar Núñez Cabeza de Vaca, y su madre Micaela Martínez, hija de españoles, nacida y criada en Canasí"*. Su padre, a pesar de lo indicado por Adam Silva, era un humilde español de Canarias, concretamente de Barlovento, un municipio del Norte de La Palma, tal como indicó en su tiempo el propio Luis Felipe Gómez Wangüemert, siempre atento a vindicar la isleñidad de sus paisanos en Cuba. Ahora bien, dada la categoría histórica del personaje, lo más aconsejable era no sólo ocultar sus oscuros orígenes canarios, como se ha hecho tantas veces en la historia de Cuba, sino buscarle un antepasado ilustre que, en este caso, recayó nada menos que en el gran explorador de la Florida y conquistador andaluz Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1507-1559). Claro que, con esta referencia al gran explorador español, Adam Silva conseguía llamar la atención de sus lectores de Miami, pero quizá no supo que Cabeza de Vaca murió de prior en un convento sevillano, aunque también es verdad que el ilustre Adelantado del Río de la Plata era nieto de Pedro de Vera, conquistador de Gran Canaria, con lo que la invención sobre el antiguo parentesco de Blas Hernández tenía, al menos, cierta lógica interna. Ahora bien, otro dato de interés, en relación con la biografía de Blas Hernández, es su propio matrimonio. El futuro guerrillero se había casado con María Bartola Peña Rodríguez, nacida a su vez, el 18 de febrero de 1885, en la Cidra, un enclave de la misma provincia de Matanzas. María Bartola Peña, según el mismo testimonio, sí era "hija de Ignacio Peña y Julia Rodríguez, naturales ambos de Islas Canarias"'^. El matri- 7. A. APARICIO LAURENCIO: Blas Hernández y la revolución de ¡933. La campaña en los campos de Cuba. Ed. y prólogo a cargo de Jorge Hernández Martín, Ed. Universal, Miami, 1994. 8. Á. APARICIO LAURENCIO: Op. cit.. p. 59. 9. Ibídem. 56 monio Hernández-Peña tuvo diez hijos: Ramiro, Pablo, Juan, Leandro, Mario, Fabio, Yolanda, Homero, Luis y Ana Rosa. ¿Hasta qué punto podríamos hablar de cierta solidaridad de origen, de cierta endogamia en esta unión familiar? A tenor de la casuística analizada por nosotros, para los últimos años del siglo XIX, precisamente con varias familias de colonos y sitieros canarios de Matanzas'", tal hipótesis no resulta descabellada en estos momentos. Por otra parte, la información disponible sobre la singladura vital de Blas Hernández durante una buena parte de su vida es sumamente escasa. Sabemos, según el testimonio de su hijo Mario Hernández, que recibió cierta instrucción y que, fundamentalmente, se dedicó a las labores agrícolas. En 1912, por ejemplo, administraba una colonia de caña en Rosa María (Las Villas). "Su trabajo favorito era la administración de fincas cañeras". A la sazón se afirma, también, que participó en el alzamiento de los Independientes de Color, el dirigido por Evaristo Estenoz y Pedro Ivonet, "donde se entrenó en la táctica de la guerra de guerrillas". De Rosa María, la familia se trasladó a la ciudad de Morón, perteneciente en aquella época a la provincia de Camagüey. En 1920, Blas Hernández pasó a administrar un terreno de ochenta caballerías en la zona de Manga Larga, con objeto de prepararlo para el cultivo, donde permaneció otros tres años. Posteriormente trabajó para Rodríguez Herrera, abogado de Morón, como experto en tierras, valorando las fincas que eran objeto de transacción comercial". A partir de estos momentos, Blas Hernández enlazará con la resistencia contra Machado, contra quien se levantará con éxito, como veremos a continuación. Tal como hemos apuntado en trabajos anteriores, tenemos a lo largo de estos años, un conjunto de luchas de carácter obrero, vinculadas a las directrices de la CNOC; un importante movimiento universitario que tiene en el Directorio Estudiantil Universitario (DEU) y, sobre todo, en el Ala Izquierda Estudiantil, una vanguardia activa y radical; un movimiento de carácter pequeñoburgués, el ABC, y, entre otros sectores, una convergencia nacionalista y antimachadista dirigida por García Menocal y, sobre todo, por Carlos Mendieta, que se aglutinó en torno a la Unión Nacionalista. Las diferencias programáticas entre estos grupos políticos eran enormes, pero todos fueron víctimas en mayor o menor medida del machadato, por lo que, incluso, colaboraron conjuntamente para tratar de derribar al gobierno. 10. M. DE PAZ SÁNCHEZ et al.: El bandolerismo.... cit., t. I, cap. VI. 11. Á. APARICIO LAURENCIO: Op. cit., p. 60. 57 ' En el seno del nacionalismo figuraban, entre otros, los hermanos Roberto y Rodolfo Méndez Péñate'-, Cosme de la Torriente, el poeta Agustín Acosta", el anciano general mambí Francisco Peraza y el famoso conspirador y político Juan Gualberto Gómez y, como reconocen distintos autores, la gran mayoría de las bases de la Unión Nacionalista eran "hombres del pueblo, honestos y patriotas"'''. Entre los líderes del movimiento comunista y revolucionario radical, caracterizados por su rechazo del "fatalismo" con relación a la dependencia estructural de Cuba respecto a Estados Unidos y, en consecuencia, del imperialismo, destacaron, entre otros, Rubén Martínez Villena, Pablo de la Torriente- Brau y Antonio Guiteras. Las estrategias y las tácticas de lucha contra el machadato eran, lógicamente, diferentes: mítines, huelgas, asonadas, levantamientos parciales, atentados, etc., obtuvieron, no obstante, la misma respuesta del dictador: una represión brutal y sin miramientos. Los objetivos últimos, como es natural, también diferían, e iban desde el mero reformismo y la defensa de diversos intereses económicos y políticos hasta los planteamientos más radicales. En palabras de Femando Mires, Gerardo Machado era el representante de una dictadura centroamericana clásica, esto es, una estrecha subordinación a los Estados Unidos, el ejercicio militar del aparato de Estado y la "incapacidad congénita de las clases dominantes para convertirse en clases dirigentes". Con todo, el principal factor desestabilizador de la dictadura de Machado fue la crisis de 1929, que afectó marcadamente a la Isla. No sólo bajaron las exportaciones de azúcar, que pasaron de 200 millones de dólares en 1929 a sólo 42 millones en 1932, sino que su precio, de por sí bajo, descendió drásticamente'"'. En consecuencia, los salarios bajaron a niveles en general inferiores a los existentes en 1900-1910, especialmente en las zonas rurales, incluidos los bateyes de los centrales. Además, los salarios urbanos oscilaron en torno a un dólar diario, por ello, "en una serie de sectores del proletariado urbano el salario de 1929 a 1933 representaba un 50 ó un 70 por ciento de los salarios vigentes en 1923""^. La miseria en esos años lle- 12. Ambos de origen isleño. Roberto Méndez Péñate, quien sería presidente de Unión Nacionalista y Secretario de Justicia, se suicidó en abril de 1934 (M. de Paz: Wangiiemert y Cuba. Tenerife, 1992, t. II, p. 11.3). 1.3. Llegaría a ser "poeta nacional" de Cuba y, asimismo, era hijo de inmigrantes canarios. 14. J. A. TASARES DEL REAL: Giiiieras. Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1990, p. 87. 15. F. MIRES: La rebelión pcnnai\cnte. Las revoluciones sociales en América Latina, Ed. Siglo XXI, México, 1988, pp. 282-283. 16. J. LE RIVEREND: Historia económica de Cuba, Barcelona, 1972, pp. 229-230. 58 gó a límites tan extremos que cientos de miles de trabajadores del campo y de la ciudad tuvieron que limitarse a comer harina de maíz y viandas. "Muchos pequeños propietarios, colonos y campesinos, al no poder saldar sus hipotecas, perdieron sus casas y sus tierras. Millares de familias no podían pagar los alquileres y se refugiaban en los barrios de indi-gentes"'^ La crisis, afirma Mires, sólo podía traer consecuencias políticas. En el propio "bloque de dominación algunos sectores empresariales comenzaron a desertar culpando a Machado de no proteger sus intereses frente a Estados Unidos, en tanto que otros lo culpaban de no integrarse aún más a la economía norteamericana. Estos últimos no vacilaron incluso en solicitar al Departamento de Estado de Estados Unidos la invasión, a fin de que los liberara de un mal gobernante y del peligro de una revolución social al mismo tiempo". Estados Unidos no invadió esta vez, pero, como afirma este autor, envió al embajador B. S. Welles que intervino de forma especial en los asuntos internos de Cuba, "y si no logró reemplazar a Machado por un presidente al gusto norteamericano, fue debido sobre todo a la resistencia del dictador"'**. Así, pues, en los años previos a la caída de Machado, van a tener lugar una serie de hechos que apuntan hacia un incremento de la resistencia popular contra su gobierno, al tiempo que producen un aumento de la represión. En efecto, el 10 de enero de 1929 fue asesinado en México, a donde había huido, Julio Antonio Mella, mientras que el 20 de marzo de 1930, se produce un paro general que, en algunos lugares, logra sostenerse por más de 24 horas, desafiando así una afirmación de Machado en sentido contrario. El movimiento huelguístico se extiende, desde la capital, a ciudades como Santiago de Cuba y Manzanillo y enarbola consignas de libertad para los presos políticos, reapertura de locales obreros y levantamiento de la orden de suspensión que pesaba sobre la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) y sobre la Federación Obrera de La Habana. Unos 40 gremios y sindicatos apoyan el paro general, mientras que, paralelamente, se incrementó la lista de muertos y desaparecidos. El 30 de septiembre de 1930, una concentración de estudiantes, convocada por el Directorio Estudiantil Universitario lanza, desde la Universidad de La Habana, su reto al régimen, solicitando la "inmediata renuncia del presidente de la República". La represión policial causó la muerte de Rafael Trejo y numerosos heridos, entre ellos Pablo de la 17. Historia del inovimiciuo obrero citlxmo. 1865-1958, La Habana, 1987, t. I, pp. 264- 265. 18. F. MIRES: Op. cit.. pp. 283-284. 59 Tórnente Brau. Semanas más tarde el Claustro Universitario se solidarizó con los estudiantes, por lo que Machado ordenó el cierre de la Universidad y de otros centros docentes. Entre el 8 y el 9 de agosto de 1931, se inició el denominado "Movimiento de Río Verde", una conspiración encabezada por el ex-presi-dente Mario García Menocal y por el coronel Carlos Mendieta, líder de Unión Nacionalista, agrupación escindida del viejo Partido Liberal. Este movimiento fracasó rápidamente y los principales conspiradores fueron detenidos a la altura de Río Verde (Pinar del Río). El Dr. Pablo Hernández secundó, en Morón, este alzamiento, contando con el auxilio de Blas Hernández y otros hombres de campo. Además, el día 17 desembarcó, en las costas de Gibara, una expedición compuesta por 37 personas, al mando de Emilio Laurent y conectada con el movimiento anterior, que también fracasó. El propio Antonio Guiteras conspiró, en Santiago de Cuba, en conexión con el movimiento general encabezado por Menocal y Mendieta, y se alzó con un grupo de colaboradores en la finca "La Gallinita", donde cayó prisionero el 13 de agosto, permaneciendo en la cárcel por algunos meses''^. El momento escogido para esta acción armada, afirma Lionel Soto, no era, en absoluto, desatinado. La efervescencia política y social estaba en alza. Las cárceles estaban, nuevamente, repletas de opositores. Los crímenes del comandante Arsenio Ortiz en Oriente y del capitán Crespo, jefe de la guarnición del Castillo de Atares, en La Habana, habían creado una gran tensión social. La denominada Liga Patriótica, "la porra", un grupo de choque paramilitar, llevaba a cabo toda clase de atropellos. La Universidad y los centros de enseñanza secundaria permanecían clausurados. Al cierre de la prensa, siguió la imposición de censores a los periódicos-". Por otra parte, además de las partidas de alzados de Pinar del Río, hubo otros grupos que se lanzaron al campo. Entre éstos, el dirigido por el ingeniero Fisher, en Trinidad; el de Justo Luis del Pozo, partidario de Mendieta, en Las Villas; el de Celestino Baizán, menocalista, en la provincia de La Habana; Pedro López Dorticós, que se levantó en Cien-fuegos; el coronel Gálvez, en Santa Clara y el coronel Álvarez y sus tres hijos en Matanzas. Todos estos grupos insurreccionales fueron sofocados con numerosos muertos y heridos en no pocos casos. Pero, tal como afirma Soto, "de todos los núcleos que adoptaron la táctica de combatir en las áreas rurales, sólo uno no pudo ser destruido y fue el coman- 19. J. A. TABARES DEL REAL: O/;, cit.. pp. 98-100. 20. L. SOTO: La Revolución del 33. La Habana, 1985, t. II, p. 91. 60 dado por el campesino Juan Blas Hernández que se mantuvo operando durante casi dos años, sin ser vencido nunca, en la zona comprendida desde Morón, Florida y Ciego de Ávila —en Camagüey—, hasta el sur de Las Villas'"'. En efecto, 1931 es el año crítico que, según Julio Le Riverend, "marca el punto más alto de participación de los políticos tradicionales en la lucha contra Machado"--. "Derechistas y reformistas —afirma, por su lado, Tabares del Real—, crearon la llamada Junta Revolucionaria de Nueva York, organismo coordinador de la labor antimachadista de los nacionalistas, mendietistas, seguidores de Miguel Mariano Gómez, el Directorio Estudiantil Universitario y algún que otro grupo minúsculo y oportunista. A fines de 1931, el ABC se unió a la Junta de Nueva York. Las organizaciones de la Junta comenzaron, en forma anárquica y atropellada, a preparar un alzamiento armado contra Machado, y tocaron a las puertas de cuanta personalidad y entidad norteamericana les quiso oír. Reformistas y reaccionarios continuaban con la cabeza vuelta hacia Washington, estirando los brazos implorantes"^^. Los objetivos de la Junta Revolucionaria de Nueva York, pues, no sólo eran "movilizar la voluntad del gobierno de Washington, sino también crear las condiciones para que, caído Machado, pudiera sustituirle un gobierno en el que estuvieran representados todos los grupos que aspiraban a reformas superficiales"-"'. En el desarrollo de esta espiral de violencia, durante 1932 se recrudeció, aún más, la lucha contra Machado. En este año se produjeron atentados contra destacados miembros del régimen como Miguel Calvo y Leopoldo Fernández. En julio, fuerzas del gobierno perpetraron, en Matanzas, el asesinato de los hermanos Narciso, José y Ramón Álvarez, hijos de un coronel español, veterano de la guerra de independencia, que también se había sumado a la insurrección de 1931, como ya se dijo. Asimismo, el atentado frustrado contra Clemente Vázquez Bello, gran colaborador de Machado y presidente del Senado, desencadenó nuevas acciones represivas contra varios elementos de la oposición. Por otra parte, en este año destacó la actividad pública de la organización polí- 21. Op. cii., t. II, p. 94. 22. J. LE RIVEREND: La República. Dependencia \ revolución. La Habana, 197.3, p. 272. 2.3. J. A. TABARES DEL REAL: Op. cit.. p. 90. 24. J. LE RIVEREND: La Repi'éUca. cit.. pp. llS-lld. En 1931, el Dr. Domingo Méndez Capote —"orgulloso de su ascendencia isleña", como afirmaría Wangüemert en cierta ocasión— presidía el Comité Revolucionario Cubano de Nueva York (V, algunas interesantes cartas y documentos en Mirta Rosell (comp.): Lucluis olireras contra Machado, Ed. de Ciencias Sociales. La Habana, 1973, pp. 178, 180-186). tica ABC, pese a que había sido fundada en 1931. A causa de su programa populista y de su simbología parafascista, fue duramente criticada por el dirigente comunista Rubén Martínez Villena. Sus tácticas se basaron, principalmente, en el "terrorismo petardista" y en la publicación del periódico Denuncia. Su programa, empero, incluía la "reconquista de la tierra y el fomento de la pequeña propiedad"". Algunos autores, como el citado Mires, aseguran que la organización antimachadista más activa fue el DEU (Directorio Estudiantil Universitario), donde militaron algunos estudiantes que luego serían connotadas figuras políticas como Eduardo Chibas, Raúl Roa y Carlos Prío Socarras. El dirigente más destacado del DEU, durante sus primeros tiempos, fue Antonio Guiteras, bajo cuya influencia se convirtió en un movimiento político que desarrolló una línea de enfrentamiento directo contra la dictadura. Guiteras, sin embargo, no entendió nunca las características de la sublevación campesina encabezada por Blas Hernández. Tal como afirma Hernández Martín, "el plan de redención campesina propuesto por Blas Hernández nunca hubiera sido aceptable a este joven —Antonio Guiteras— cegado por el poder y la ideología de corte bolchevique", de acuerdo con unas declaraciones suyas publicadas, en la revista Ahora, el 19 de diciembre de 1933^''': Evitaremos por todos los medios la creación de una burguesía rural, los famosos kulaks tan ferozmente atacados por los soviets. Nosotros trataremos de crear fincas cooperativas en su lugar. En otro orden de cosas, el 11 de mayo de 1933, presentó sus cartas credenciales el nuevo embajador norteamericano, el ya citado Benjamín Sumner Welles. Su objetivo, asegura Mires, no era tanto derrocar a Machado como resolver la situación de intranquilidad existente por vías que garantizaran un cambio ordenado, pacífico y acorde con los intereses norteamericanos. La política de mediación norteamericana obtuvo el apoyo de diversos grupos socio-políticos, mientras otros declinaron su invitación a colaborar. En opinión de Le Riverend, la misión de Welles era negociar un nuevo convenio comercial e interponer la mediación yanqui en la política cubana, cuyo bloque oligárquico temía, a esas alturas, no sólo por sus intereses económicos sino, también, por el alcance último de la subversión social. Welles se puso en contacto con los dirigentes políticos y 25. J. LE RIVEREND: La República, cit., p. 273. 26. Cit. por J. Hernández Martín: "La rebelión del paisaje. Revolucionarios e historiadores", en Á. APARICIO LAURENCIO: Op. cit.. p. 28. 62 obtuvo la anuencia de la Unión Nacionalista —representada por Cosme de la Torriente—, y de otros sectores como el ABC^^. Sin embargo, a comienzos de agosto de 1933, el plan de "tránsito constitucional" apadrinado por Welles fue desbordado por la acción popular. Se desencadena una huelga general a partir de un "paro de ómnibus", donde Rubén Martínez Villena fue uno de los principales protagonistas. Según Mires, por si fuera poco, Estados Unidos retira su apoyo al dictador. La Iglesia también. Prácticamente todos los partidos, salvo el PCC que atravesaba una fase sectaria clamando en favor de la constitución de soviets-^ se pronuncian por la rápida caída del dictador. Mientras tanto, en los campos de Santa Clara y Camagüey, en la Cuba profunda, se había desarrollado la resistencia campesina encabezada por Blas Hernández, una resistencia que, poco a poco, fue adquiriendo su matiz peculiar. Respecto a Blas Hernández, la historiografía cubana actual ha alabado su lucha contra el machadato y criticado su torcimiento "reac-cionario"^'^ El testimonio oral, por su parte, demuestra la pervivencia del mito popular'": 27. J. LE RIVEREND; La Repúbücii. cit., pp. 276, 279. 28. Esta interpretación de Mires no se corresponde con la indicada en la Historia del luíivimienta obrero cubano, cit., t. I. pp. 287-298. Según esta obra, el PCC se proponía dar a la revolución antimachadista "un contenido agrario-antiimperialista", esto es, luchar por "un gobierno de obreros y campesinos". Del seno del V Pleno del Comité Central del PCC, celebrado entre fines de agosto y principios de septiembre de 1933, surgirá la necesaria imitación, por carecer de otro punto de referencia, de un gobierno estilo soviético. No sólo esto, en numerosos municipios de la isla se había producido un auténtico vacío de poder municipal, de ahí que el pleno del PCC tomase la decisión de instruir a sus organizaciones "sobre la necesidad de organizar soviets —consejos de obreros y campesinos— donde esto fuera posible, agrupando en torno a ellos a toda la población trabajadora y no sólo al proletariado azucarero". Los obreros se apoderaron de más de 30 centrales azucareros en Las Villas, Camagüey y Oriente. En muchos de estos lugares tomaron los ferrocarriles de las compañías y extendieron su control a los subpuertos, así como a las poblaciones y zonas agrícolas colindantes. Surgieron, pues, soviets de cierta relevancia, como el del central Maby. En consecuencia, "desde el punto de vista de la propaganda general para la etapa agraria y antiimperialista de la revolución, la consigna de un gobierno de obreros y campesinos, era totalmente justa. Pero no así como consigna de acción en cada una de las fases de esa etapa". 29. "Juan Blas Hernández —autotitulado 'coronel'— era de extracción campesina. Guerrillero contumaz, instintivo, mantuvo en jaque a la soldadesca machadista en su región villa-reña. Al abrigo de los dirigentes 'nacionalistas', Mendieta y Méndez Péñate, se acogió a la mediación de Sumner Welles. En defensa de una causa negativa, resultó víctima principal en la asonada contrarrevolucionaria del 8 de noviembre de 1933. En el Castillo de Atares acabó su dramática aventura vital" (E. de la Osa, Crónica del año 33, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1989. p. 172). 30. Entrevista realizada por José Fernández a Lutgardo Rodríguez García, Ciego de Ávila. 2 de octubre de 1991. V. Manuel DE PAZ SÁNCHEZ et al.: El bandolerismo..., cit., t. II, p. 299. 63 Juan Blas Hernández fue carpintero de mi padre, Cleto Rodríguez Dávila. Dicen que era de Guayos o de por esa zona. Él vino a Morón y era parecido a Polo Vélez, Manuel García y Arroyito". En Morón trabajó con mi padre, que ya había venido de la zona de Guayos. Empezó a trabajar y a hacer de las suyas, tiene un problema y se alza contra Machado. El segundo de Juan Blas era el isleño Negrín ¡Tremendo punto! Juan Blas tenía mucha gente con él por Morón, Tamarindo, Florencia... Cuando llegó el primer aviso de la caída de Machado, Juan Blas estuvo en El Cayo, zona de Morón. Pero, Blas Hernández no fue, salvo a los ojos de las fuerzas de seguridad machadistas, un bandolero, a pesar de lo indicado por H. Thomas cuando afirma: "Fuera de La Habana, un veterano de 1895, el coronel Blas Hernández, famoso bandido rural y guerrillero contra Machado, convirtió su banda en un ejército de 500 hombres en Santa Clara"^^. Se trataba, más bien, de un rebelde agrario y, por lo tanto, rodeado, como afirma el historiador villaclareño Luis A. Garci-a, de una aureola romántica. "Simplemente se encontraba alzado con un pequeño ntímero de hombres y burlaba a la guardia rural, y las confiscaciones que debió haber realizado no tendrían otro objetivo que la propia subsistencia del grupo. La figura de Juan Blas Hernández, era la típica del campesino cubano, pero coinetió un gravísimo error político"'\ el referido a su posterior pronunciamiento en contra del gobierno que surgió del golpe de estado de Co-lumbia, como luego se verá. La identificación de Blas Hernández con la imagen típica del guajiro, del campesino cubano, fue puesta de manifiesto, desde su misma época, por el periodista Enrique Lumen, si bien con evidente antipatía hacia el personaje''': Blas Hernández, guajiro, tipo de guerrillero colonial, que hacía la guerra a Machado en las regiones rurales, seguido de unos cuantos campesinos. Blas Hernández permaneció varios años alzado en armas... Blas Hernández era un fantasmón que gozaba con sentirse perseguido por las tropas gobiernistas. En su alma vivía el bandolero sentimental. Le encantaba el paisaje mambí como buen campesino, y le extasiaba el peligro. Por lo demás no tenía la más vaga idea de y\. Tanto Manuel García como Arroyito, Ramón Arroyo Suárez, ambos hijos de canarios, constituyen los dos grandes mitos del bandolerismo cubano de todos los tiempos. El primero y. sin duda, el más importante, se caracterizó por su singular resistencia y por representar, en el interior de Cuba, la lucha contra la dominación española; el segundo, escurridizo y sencillo, simbolizó las frustraciones de la sociedad cubana de su tiempo y murió, en condiciones oprobiosas, en 1928. 32. H. THOMAS: Cuba. La lucha por la libertad, Barcelona, 1973, t. III, p. 856. 33. Carta del Dr. Luis A. García, veterano historiador de Santa Clara, 3 de enero de 1993. 34. E. LUMEN: La revolución cubano (1902-1934). México, 1934, p. 70. 64 la época. Para él, las reformas sociales eran sombras. Vivir en una rebeldía de poético paisaje verde y azul era todo. Al margen de su participación, siendo aún un adolescente, en la guerra de independencia y, más tarde, en el levantamiento de 1912, aspectos sobre los que carecemos de datos relevantes, el origen de la singladura rebelde de Blas Hernández se sitúa, cronológicamente, a principios de agosto de 1931, cuando se alzó en Morón, en compañía del doctor Pablo Hernández, en el contexto de la lucha general contra el machadato. En ese momento se levantaron, en la misma comarca avileña, otros grupos como el de los hermanos Pablo y Carlos González Tadeo, que sostuvieron escaramuzas con fuerzas del ejército y tuvieron algunas bajas. El grupo de Juan Blas Hernández, que era de claro origen campesino, según se insiste, operó inicialmente en el NE de la actual provincia de Ciego de Ávila. El día 13 se les unieron varios sublevados de la zona de Florencia. "Este mismo día tienen un encuentro con tropas del Ejército y son apresados y asesinados Esteban Reciño Álvarez, Dimas Daniel García y Hernández Pedraza", por ello, fracasada la intentona, gran parte de los alzados optó por entregarse, "con la excepción de Juan Blas Hernández quien posteriormente se mantendrá operando en parte de la provincia de Las Villas y en la región avileña, hasta la caída del régimen"^'. Francisco Meluzá Otero —periodista profesional y gran conocedor de la situación del mundo campesino en Cuba—, trazó, en 1948, una interesante crónica de su alzamiento contra Machado'*". Esta información, así como el relato publicado, un decenio más tarde, en Carteles por su colega Antonio Llano Montes", nos permiten reconstruir buena parte de la historia de la resistencia de Blas Hernández contra el macha-dato. Según Meluzá Otero, el alzamiento se inició, en efecto, en Morón, en la actual provincia de Ciego de Ávila, fronteriza con Camagüey y perteneciente, a la sazón, a la provincia de Santa Clara (Las Villas), el día 9 de agosto de 1931. Participaron en el mismo, junto al propio Blas Hernández, el citado Dr. Pablo Hernández, médico de Morón y presidente local de Unión Nacionalista, el Dr. Ramiro Sibello, Manuel Oliva, el Dr. Francisco Pérez de Corcho, Juan Callero, José de la Paz Díaz, Rodolfo .•^5. Colectivo de Autores: índice histórica. Provincia de Ciego de Avila, Ciego de Ávila, 1989, p. .^6. 36. F. MELUZÁ OTERO: "Juan Blas Hernández", Bohemia, La Habana, 14 de noviembre de 1948, pp. 36-38 y 96-99. 37. "Blas Hernández. Un incansable paladín de las libertades cubanas", Carteles, XL, 47. La Habana, 1959, pp. 52-53 y 71-72. 65 León, José Grasso, Guillermo Sanoletti, Rafael Travieso, Emilio Caballero, Onofre Aloy y, entre otros, su hijo Mario Hernández que, nacido en 1912, contaba en estos momentos 19 años-^". Este levantamiento estaba relacionado con el movimiento nacionalista que encabezaban Mendieta y Menocal, quienes serían detenidos tras el fracaso de Río Verde, y con el desembarco de Gibara, que también fracasó, como ya vimos, y que estaba dirigido por Sergio Carbó, Carlos Hevia y Emilio Laurent, sin olvidar la participación de Antonio Culteras en la conspiración de la finca "La Gallinita", como también se apuntó. Ahora bien, mientras el movimiento dirigido por los grupos políticos mencionados fracasaba de modo ostensible, las guerrillas de Blas Hernández aumentaban de forma significativa. En las primeras horas de la tarde del día 11 de agosto se contaban más de cuatrocientos hombres que, al día siguiente, tomaron el barrio de Tamarindo (Morón), donde se les unieron nuevos grupos de alzados. Al conocerse la noticia, las fuerzas de seguridad de Machado desplazaron, en pos de los insurrectos, al capitán Fonseca y al teniente Tuero. El día 13 se produjo el primer encuentro, en Guaranal, donde las fuerzas inexpertas de la insurrección sufrieron numerosas bajas. El propio Blas Hernández resultó herido, pero decidió continuar alzado en compañía de su hijo Mario y de José de la Paz Díaz, aunque no se opuso a que otros miembros de la insurrección se acogieran al bando publicado por el ejército al día siguiente, en el que se les garantizaba la vida a cambio de entregarse^^. Poco después, Hernández se refugió en Boca Chica, en la finca de su amigo Rafael García, donde fue curado de una herida en su pierna derecha. En este lugar, que sería, algo más tarde, el "primer campamento" de las fuerzas insurrectas, se concibió la campaña contra Machado. Los soldados le buscaban afanosamente y, por ello, sus compañeros Nicolás Olivera y Santiago García, le trasladaron a la finca del citado Olivera en Los Charcazos, un barrio de Taguasco (Sancti Spíritus). Algún tiempo después, el pequeño grupo de insurrectos —al que había abandonado José de la Paz Díaz, que aceptó la oferta de exiliarse—, se trasladó de nuevo a Boca Chica, debido a la estratégica situación de este enclave, en los límites entre las provincias de Santa Clara y Camagüey"*". A partir de esos momentos, la agrupación rebelde tendió a consolidarse. Allí acudió su amigo Viciedo y, asimismo, Francisco Negrín, "un isleño de coraje" que se había alzado en Morón y se quedó peleando en las lomas de Los Indios (Yaguajay). Negrín se convirtió en el segundo .•^8. F. MELUZA OTERO: Ait. cit., p, .^6. .^9. Art. cit., pp. 36-.^7. 40. Ihídem. 66 jefe de las fuerzas insurrectas. Al mismo tiempo llegó Ramón Darias, otro insumiso; su hijo Mario Hernández y, además, un alemán, un tal Jo-natan Yenovit, que recorría los campos como mecánico de máquinas de coser y, un buen día, se unió a los alzados y les entregó una gran cantidad de armas y municiones"*'. En septiembre de 1931, el estado mayor de Blas Hernández se componía de unos quince hombres. Aparte de él mismo, como jefe, estaban el canario Francisco Negrín García, lugarteniente; José Soto Cervantes, jefe de administración; Miguel López Ríos, teniente ayudante; su hijo Mario Hernández Peña; Eduardo Camacho Casariego, capitán; Eugenio Abreu, capitán; José Negrín, sargento; un hijo de su amigo Rafael García, capitán; Eufemio Rodríguez; Genaro Marín; Pompilio Viciedo; Gerardo Me-neses y varios consejeros civiles'*-. En días sucesivos, Blas Hernández recorrió los campos en solicitud de ayuda, y consiguió formar hasta treinta y dos guerrillas con más de trescientos hombres. Desde la retaguardia le ayudaban Benito Lage, boticario de Iguará; los Sánchez Bonachea de Sancti Spíritus; Primitivo Sánchez de Arroyo Blanco; el Dr. Carrillo, de Remedios y el médico Arturo Vilela. Este último llegó a ser el consejero y representante de Blas Hernández ante la Junta Revolucionaria en el exilio. La rebelión se extendió, poco a poco, por diferentes puntos de la región centro-oriental. En este sentido, se combatió en distintas zonas de Trinidad, Majagua, Ciego de Ávila, Jatibonico, Sancti Spíritus, Yaguajay, Morón, Remedios, Fomento y Caibarién. Algunos de estos enfrentamientos fueron especialmente duros, como el encuentro de la finca "El Martillo" (provincia de Camagüey), donde murió un sargento y dos soldados; el de Los Hondones, donde los rebeldes, mandados por Negrín, cogieron a los soldados armas y caballos; en Las Llanadas, en El Cafetal, etc. Machado, alarmado por el éxito de los insurrectos, envió al comandante Jiménez Fuste desde Santa Clara, al mando de una nutrida fuerza para que los combatiera a "sangre y fuego", pero la operación fracasó'". Algún tiempo después. Machado le ofreció a Blas Hernández la amnistía a cambio de entregar las armas. Las gestiones fueron llevadas a cabo por el coronel Erasmo Carrillo Vergel, y la entrevista se celebró en la finca El Mamey (Iguará), el 10 de marzo de 1933. Al día siguiente, el jefe rebelde le indicó al representante del ejército que su condición de hombre no le permitía aceptar nada del gobierno actual, pero que "si el general Machado se encontrara en una celda en el castillo del Príncipe 41. Art. cit., pp. ?,l-?,8. 42. Á. APARICIO LAURENCIO: Op. cit.. p. 63. 43. F. MELUZÁ OTERO: Art. cit., p. 38. 67 yo sería capaz de irlo a acompañar, pues resultaríamos sacrificados dos hombres, pero Cuba y sus habitantes se salvaban, que es por lo que yo lucho". Asimismo, rezaba la carta de Blas Hernández, reproducida por Meluzá Otero'*": Estamos dispuestos a continuar en la misma actitud mientras no haya un cambio radical, y por ningún motivo abandonaremos el territorio nacional, pues estamos poseídos de un derecho por dos razones; una, por ser éste un gobierno ilegal, y otra, porque somos cubanos, unos por nacimiento y otros por naturalización. Además, somos dignos, honrados y estamos alzados en armas por reconquistar una patria libre e independiente, según quisieron hacer nuestros antecesores. Por lo tanto, ante la enconada resistencia de Blas Hernández y sus hombres, Machado decidió enviar contra ellos a Arsenio Ortiz, un militar con oscuros antecedentes, "casi preso en Columbia por sus crímenes en Oriente". El chacal de Oriente, como se le denominó en alguna ocasión, salió de operaciones, el 19 de mayo de 1933, al mando de unos dos mil hombres, que no tardaron en sembrar el terror en la comarca. Un bando premiaba con 5.000 pesos la cabeza del jefe insurrecto. Juan Blas Hernández respondió ofreciendo otro tanto por Arsenio Ortiz, a quien, además, retó con estas palabras: "Usted sabe bien donde estoy. Venga a buscarme"'*'*. A finales de mayo, un grupo de alzados entró en el central "Jatibo-nico" y se llevó las armas de los guardajurados. Arsenio Ortiz ordenó la ejecución inútil de tres de ellos. Este indiscutido agente de la tiranía pudo ser muerto, en determinada ocasión, por los hombres de Negrín que, apostados en un punto de la línea férrea al Norte de Jatibonico, vieron como cruzaba ante sus ojos con una pequeña escolta. El segundo al mando de Juan Blas Hernández, el isleño Negrín, respondió así a la pregunta sobre esta actitud: "Si matamos a Arsenio Ortiz no queda un guajiro vivo en la zona"'*'^. En otra ocasión también Arsenio Ortiz pudo capturar al estado mayor, en pleno, del "coronel" insurrecto Juan Blas Hernández. Fueron momentos difíciles que relató su hijo, Mario Hernández, según Meluzá Otero. La anécdota da idea del coraje del jefe insurrecto. Estaban en Boca Chica, el campamento predilecto de los rebeldes, cuando se vieron rodeados por grandes grupos de soldados. Tenían pocas fuerzas y no quisieron disparar para no llamar la atención de la tropa. Hernández fue llaman- 44. Ihfdein. 45. A. LLANO MONTES: Art. cit. 46. Entre las bajas de Juan Blas Hernández, por otra parte, se contaron Arcadio Alzóla y Julián Valero (V. "Los muertos del machadato en la provincia de Camagüey", Bohemia, 19 de noviembre de \9?<^. p. 58). 68 do, uno a uno, a sus hombres de confianza, y la respuesta fue siempre la misma: "por ese lado coronel no podemos irnos..." Al rato, tras analizar la situación, les dijo: "Bueno, si no podemos irnos por allí, ni por ninguna parte, nos iremos por ahí...", y señaló el cielo. En efecto, desaparecieron casi milagrosamente, subidos a las ramas de los árboles, y, durante la noche, caminaron a pie dieciocho leguas hasta llegar a Los Mameyes. Arsenio Ortiz tampoco pudo con Blas Hernández. Tras un viaje por la zona de operaciones de las guerrillas, en mayo de 1933, el corresponsal de la United Press informó que había 600 hombres en armas en diversas comarcas de Santa Clara y que, más de mil personas, estaban cooperando con los rebeldes entre Santa Clara y Cama-güey. Los insumisos, en efecto, contaron no sólo con el apoyo efectivo de los campesinos, que en su mayoría integraron esta nueva fuerza mam-bisa, sino también con lugares de refugio, como sucedió con la finca de Manuel Padrón, "natural de Islas Canarias", donde se escondieron, en la primavera de 1933, Mario Hernández, Epifanio Sosa y José Costiello'*''. Las fuentes consultadas coinciden en que Blas Hernández —aconsejado por el abogado de Morón, Esteban Rodríguez Herrera, por Antonio González de Mendoza y por Arturo Vilela—, accedió a suspender las hostilidades durante el tiempo que durara la mediación. Por ello, el 15 de junio de 1933, suscribió un documento en Jaronú, explicando su determinación. En efecto, Arturo Vilela había sido el encargado de entregarle, en este sentido, una carta y un certificado del Secretario de la Junta Revolucionaria de Nueva York y, en vista de la petición de este organismo, el rebelde agrario suscribió el siguiente acuerdo*^**: Que la entrega citada [de los documentos] se efectuó en Jaronú, provincia de Cainagüey, lugar donde hago receso de mis actividades revolucionarias, sin haber entregado rnis armas, esperando el resultado de la Mediación, a pesar de que no soy partidario de que manos extrañas tomen parte en los aiTeglos de nuestros pro-lilemas nacionales; primero, porque demostramos incapacidad propia para ello; segundo, porque ésta merma nuestra moral, ya que no podemos invocar una soberanía material que no existe, porque nos la enajena el Tratado Permanente llamado Enmienda Plalt; no obstante aceptar ingerencia es, desgraciadamente, reconocer la necesidad del Apéndice. Por esta circunstancia y otra a que no apunto, he tomado con disgusto esta actitud temporal mía. Si he venido a ella, ha sido por súplicas que han hecho los distintos sectores oposicionistas y también al conocer el lamentable final que ha tenido la Junta Revolucionaria Cubana al disolverse, y más que nada por el abandono en que me han tenido. Sin embargo, terminada la mediación, si no es de mi agrado, volveré a mi postura primitiva, aunque como está ahora sólo cuento con la ayuda de los míos y la mía propia. 47. Á, APARICIO LAURENCIO: Op. cii.. pp. 64 y 89. 48. Reproducido en F. MELUZÁ OTERO: Art. cit, p. 96. 69 Es fácil deducir del anterior documento que Juan Blas Hernández no aceptó de buena gana la mediación norteamericana, que abominaba de la Enmienda Platt y creía en la soberanía nacional de Cuba, que no entregó sus armas, sino que depuso su actitud de forma provisional, y que, al conceder esa tregua, estaba salvaguardando su derecho a alzarse nuevamente. Muy pocos políticos cubanos de su tiempo, que pasaban por honorables, podían argumentar una actitud personal tan noble y desinteresada. Puede observarse, igualmente, en el testimonio de este rebelde campesino, una formación política rudimentaria y una velada protesta por el abandono en el que lo habían tenido, durante sus dos largos años de resistencia, las fuerzas o los dirigentes políticos nacionalistas de oposición al machadato. Ricardo Adam Silva, por su parte, asegura que, a principios de juho de 1933, Blas Hernández le indicó al corresponsal del New York Times, J. D. Philips, que "seguiría en la lucha aun en el caso de que los americanos apoyaran a Machado", por lo que Philips terminaba su reportaje opinando que las "bien equipadas fuerzas del coronel Juan Blas Hernández podrían ser un obstáculo para los planes de mediación del embajador Welles", pero que, noticias recibidas a última hora del campo rebelde, hacían pensar que el dirigente guerrillero había reiterado su "buena voluntad de suspender las operaciones en espera de los resultados de la mediación""*^. Philips publicó, igualmente, una entrevista que consiguió realizar a Blas Hernández, en la que mencionaba su popularidad y su sobrenombre de Sandino de Cuba. La entrevista se celebró en las montañas de Trinidad, y el reportero describió al coronel rebelde como un hombre de mediana estatura, fornido y entre cuarenta y siete y cincuenta años de edad. Las respuestas de Blas Hernández a sus preguntas tienen un gran interés, pues nos acercan a los planteamientos políticos del jefe rebelde. "Yo no tengo ambiciones políticas, personales u otras en mi guerra contra el presente régimen despótico, y mi objetivo es sólo derrocar al gobierno del general Machado, el cual ha traído mucho e innecesario derramamiento de sangre a la juventud de esta república y la ruina económica de mi país"''". El jefe rebelde, informó asimismo el corresponsal del New York Times, se negó a satisfacerle su curiosidad sobre la procedencia de los recursos que utilizaba para sostener a las guerrillas en pleno campo, pero negó con rotundidad que sus tropas "saquearan a los campesinos". Es más, Blas Hernández le manifestó que los materiales y pertrechos se 49. R. ADAM SILVA: Ui gran mentira. 4 de septiembre de 1933 y sus importantes consecuencias. Miami, 1986, pp. 66-67. 50. Cit. por Á. APARICIO LAURENCIO: Op. cit.. p. 93. 70 pagaban al contado y que "el robo y el bandolerismo, cuando eran probados en alguno de sus hombres, se castigaban con prontitud". En tal sentido mencionó el caso de "uno de sus hombres recientemente ejecutado, después de un consejo de guerra, bajo la acusación de exigir dinero a un campesino"". Finalmente, Philips reprodujo un manifiesto al pueblo de Cuba, en el que Blas Hernández afirmaba que su ejército de liberación no abandonaría las armas mientras existiera el estado actual de opresión en el país. Desmentía, igualmente, que sus fuerzas hubieran sido diezmadas y aseguraba que la lucha continuaría "porque hemos jurado, ante el altar de la patria, que no regresaremos a nuestros hogares hasta no ver a Cuba libre de la dictadura de Machado. La revolución no es ni será en ningún momento una anarquía ni tampoco causará la pérdida de la República", y, finalmente, exhortaba al pueblo de Cuba a "mantenerse alerta, porque la democracia y la libertad es tarea de todos los cubanos honrados que aspiran a una patria feliz"". El propio general Machado se refirió, en sus memorias, a cierta audiencia concedida al embajador Welles, en la que habían hablado de Blas Hernández. Machado, según sus palabras, le manifestó al representante diplomático que "la Secretaría de Estado ha recibido una carta en la que usted solicita determinadas garantías para el coronel Blas Hernández. No es coronel, ni es siquiera un revolucionario, sino un hombre fuera de la ley, perseguido por las autoridades, que se escuda en la protesta revolucionaria. Yo no puedo darle a Blas Hernández garantías de ninguna clase, porque él está sometido a la jurisdicción de jueces comunes, pero no puedo permitir tampoco que usted le dé el trato de coronel que le da en su carta y quiero advertírselo"'''. Aparte de la discutible veracidad de estas afirmaciones de Machado, es cierto que otro observador. Charles W. Hackett, se refirió a Blas Hernández en relación con su aceptación de la mediación del embajador 51. La acusación de bandolerismo fue utilizada, frecuentemente, desde el siglo XIX, para desprestigiar a las fuerzas insurrectas. En esta ocasión, como ya se dijo, círculos próximos al gobierno y a las fuerzas de seguridad acusaban de bandolerismo a Blas Hernández, y lo mismo hizo Batista con relación al Ejército Rebelde. Por ello, hasta tiempos muy recientes, ningún historiador cubano ha entendido nunca la importancia del bandolerismo en Cuba, por considerarlo una mácula histórica. Es más, grandes bandidos-insurrectos como Carlos García Sosa. Carlos Agüero y Fundora. Perico Delgado o el propio Manuel García Ponce han tratado de ser "reconvertidos" en patriotas, omitiendo sus indudables prácticas propias del bandolerismo social. Naturalmente, la práctica de "saquear a los campesinos" no fue realizada por los bandidos sociales cubanos de antaño, ni tampoco por Blas Hernández, a juzgar por todos los testimonios disponibles. 52. Cit. por Á. APARICIO LAURENCIO; Op. cit.. p. 94. 53. G. MACHADO y MORALES: Ocho años de lucha. Memorias, Miami, 1982, p. 86. 71 Welles. "Blas Hernández, célebre dirigente revolucionario de la provincia de Santa Clara, a quien se le conoce como El Sandino de Cuba y quien ha ganado popularidad a causa de su lucha guerrillera contra las fuerzas gubernamentales, desde que se alzó en armas contra Machado en 1931, consintió en aceptar, el 28 de junio de 1933, la gestión de Welles como mediador. Al aceptar a Welles como mediador, Blas Hernández suspendió las hostilidades y se retiró a su finca, cerca de Yaguajay"'". Lionel Soto, uno de los máximos especialistas actuales de la revolución de 1933, nos aporta una definición interesante de la personalidad de Blas Hernández. "Campesino de unos 45 años, mantuvo en jaque al ejército de la tiranía, utilizando una correcta táctica guerrillera. Su ideología era imprecisa y acataba la dirección de la unión Menocal-Mendieta, aunque aceptaba recursos de todos aquellos que quisieran ayudarlo. Blas Hernández había jurado no deponer las armas hasta la caída del machadato. Machado lo trató de bandolero, después de fracasar en sus intentos de sobornarlo. La limitación de sus puntos de vista políticos hizo que su acción, a pesar de su mucha determinación y coraje, no se desarrollara más allá de su zona de operaciones. Más adelante, adquirió más independencia de criterio personal pero evolucionó ideológicamente en un sentido negativo, hacia las posiciones reaccionarias del ABC"^^. A mediados de agosto de 1933, el jefe insurrecto y los miembros de su estado mayor hicieron su entrada triunfal en Morón, donde fueron recibidos con todos los honores. Hubo música y comidas populares, el pueblo salió a la calle para aclamarlo como un héroe. Allí oyó misa ante una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, después marchó a La Habana, estableciéndose provisionalmente en el barrio de Jesús del Monte'*^. Pero La Habana, desde luego, no era el mejor lugar para un caudillo campesino como Blas Hernández. 3. EL CORONEL HERNÁNDEZ Y LA REVOLUCIÓN DE 1933 El 15 de septiembre de 1933, Mr. Philips, el ya mencionado corresponsal del New York Times, informó de los rumores sobre los planes de Blas Hernández para alzarse nuevamente, pero ahora contra el gobierno surgido del golpe de Columbia. "El coronel Blas Hernández fue 11a- 54. Charles W. HACKETT: "American Mediation in Cuba", Ciirrent History, 28, septiembre de 193.3, pp. 724-726. 55. L, SOTO: Op. dt.. t. II, p. 139. 56. En crónica fechada en La Habana a 20 de agosto, afirma Wangiiemert: "El coronel Juan Blas Hernández, figura saliente del movimiento revolucionario triunfante, es esperado en esta capital. Se le hará un cariñoso recibimiento de carácter popular" (L. F. GÓMEZ WANGÜEMERT: "Notas de Cuba". El Tiempo, 13 de septiembre de 1933, p. 2). 72 mado por el Presidente Ramón Grau San Martín que le ofreció el Ministerio de Agricultura. El coronel rechazó cualquier tipo de colaboración con el actual gobierno, manifestando que él era un admirador y seguidor del coronel Mendieta, y que le gustaría brindar cooperación a su jefe en su decisión de combatir el gobierno revolucionario presidido por Grau San Martín. El coronel Blas Hernández es indiscutiblemente popular en Santa Clara y Camagüey y le sería fácil organizar inmediatamente un ejército de más de 1.000 hombres. Él tiene almacenadas armas y municiones. Puede surgir como el dirigente posible, concluye Philips, de un serio movimiento revolucionario"'^. Poco después, el día 19, el embajador Welles comunicó a Washington que, efectivamente, Blas Hernández había iniciado un movimiento revolucionario cerca de la ciudad de Morón y que le acompañaban unos 300 hombres, aunque ninguno estaba bien armado. "Batista envió, inmediatamente, un carro especial con soldados y estudiantes con la intención de interceptar al rebelde". Además, al día siguiente, Welles subrayó que el alzamiento de Hernández se extendía por momentos, "ya que el número de hombres que ahora lo apoyan pasa de 500. Otros dos dirigentes de Santa Clara, afiliados a la Unión Nacionalista, se han alzado con aproximadamente cincuenta hombres cada uno. En Antilla, provincia de Oriente, el comandante Balan se ha sublevado con 800 hombres, aparentemente con armas suficientes. Ayer se apoderó de Gibara y hoy se dirige a Holguín" con la misma intención. Paralelamente, se habían producido otras asonadas en Pinar del Río, encabezada por el capitán Aran, y en el sudeste de la provincia de Matanzas'**. Se trataba, pues, de una intentona más o menos generalizada promovida por sectores afines a la Unión Nacionalista de Mendieta, quien, tras el golpe de Columbia, veía alejarse nuevamente sus aspiraciones políticas a corto plazo. Según Philips, "los estudiantes y el ejército, que se niegan a formar un gobierno con la colaboración de la oposición, hoy se enfrentan al segundo movimiento contra-revolucionario —el primero cronológicamente sería el de Pinar del Río—, el cual puede aumentar en serias proporciones, encabezado por el coronel Blas Hernández", quien, en la mañana del día 20, había ocupado Morón y "aprovechándose de las armas y municiones del puesto militar" se dirigió a las montañas de Ciego de Ávila, "su antigua plaza fuerte"''^. 57. Cit. por Á, APARICIO LAURENCIO: Op. cir.. p. 95. 58. ¡bídem, p. 91. 59. Op. cit., p, 95. "Rolando Pérez, antiguo jefe de la policía de Sancti Spíritus en Santa Clara, según se informó, acompañado de más de treinta hombres se dirigió a las montañas para unirse a las fuerzas del coronel Blas Hernández". 73 Según el citado corresponsal estadounidense, la Jefatura Militar del gobierno había declarado que Blas Hernández no se había rebelado, "sino que está cooperando con la administración para resolver los problemas laborales de la provincia", pero, sin embargo, se habían enviado urgentemente refuerzos a los puestos militares cercanos a Morón. "El capitán Benítez, que días atrás capturó al capitán Aran y a sus seguidores en la provincia de Pinar del Río, fue enviado por ferrocarril con más de 100 soldados desde La Habana con el fin de exterminar la rebelión". Asimismo, "tropas del puesto militar de Camagüey salieron por tren a Chambas, al noroeste de Morón, y se dividieron en dos divisiones para perseguir al coronel Blas Hernández. Una de las divisiones informó que sostuvo un encuentro con los rebeldes en el puesto de Tamarindo", al tiempo que se incrementaban las gestiones del gobierno para negociar con el rebelde"'. El día 22, en vista del fracaso de los esfuerzos del gobierno para persuadir a Blas Hernández de que depusiera cuanto antes su actitud, el Secretario de Interior, Antonio Culteras, "dijo esta tarde al hijo del coronel Blas, que se encuentra en La Habana como intermediario, que el plazo dado al coronel para que deponga las armas es de cuarenta y ocho horas, y que tan pronto expire dicho plazo, se darán órdenes a los soldados para que continúen sus esfuerzos para exterminar sus fuerzas". Sin embargo, en declaraciones a un periodista, realizadas en la Sierra de San Felipe (Camagüey), Blas Hernández manifestó, el día 23, que, en realidad, él no se había rebelado contra el gobierno''': No estoy de acuerdo con la actual administración porque son incompetentes. Yo no estoy en rebeldía, pero no puedo estar de acuerdo con la presente situación. Nosotros luchamos contra Machado creyendo que el triunfo de la revolución traería armonía y paz. pero éste no ha sido el caso. Por esta razón me he retirado a las montañas donde al menos puedo respirar aire puro... Yo sé que estoy siendo perseguido. Conozco los movimientos de mis perseguidores. Ellos creen, algunas veces, que voy a rendirme, pero yo le di al ejército de Machado grandes problemas. Yo conozco estas montañas como la palma de mis manos y esto es lo que cuenta ahora. En horas de la mañana del día 25 de septiembre, Blas Hernández se presentó en La Habana. Según Welles, el coronel rebelde, "que intentó dirigir una revolución en la provincia de Santa Clara durante los últimos diez días, había llegado a La Habana esa mañana para hacer las paces con el gobierno de Grau San Martín. El motivo de esta aparente rendición es la orden dada por el coronel Mendieta, que apoya a Blas 60. Op. cit., p. 96. 61. Op. cit.. pp. 96-97. 74 Hernández, y quien cree en una solución pacífica porque nunca el dirigente rebelde ha tenido ni armas suficientes ni pertrechos para un alzamiento exitoso"''-. La descripción del periodista Philips, sin embargo, abona la tesis de que, en esta ocasión, Blas Hernández había optado por evitar un alzamiento en toda regla. El caudillo agrario regresó a la capital, en efecto, "acompañado por el capitán Benítez, que fue enviado a combatirlo, y por algunos estudiantes que militan en el Ejército Caribe", y, posteriormente, acudió al palacio presidencial, donde fue recibido por Grau San Martín y por el propio Batista, líder militar del golpe de Columbia del 4 de septiembre. "Después de conversar amigablemente, posaron para los fotógrafos". Hernández insistió en que no se había rebelado realmente contra el gobierno y aseguró que tenía pensado permanecer unos días en La Habana, para volver más tarde con su familia a Morón. "Soy un amante de la libertad, pero nunca me levantaré contra un gobierno que, coiTio el actual, está en manos de cubanos. Luché contra Machado porque él es único y no creo que haya otro como él. El problema es que, dondequiera que voy, inevitablemente unos 300 hombres se concentran alrededor mío, y esto es mal interpretado. En el momento presente, ninguno de nosotros está realmente interesado en decir la verdad, pero estamos interesados en que las noticias falsas no circulen"''^ El 1." de octubre de 1933 se publicó en Bohemia un reportaje, así como una entrevista realizada al propio dirigente guerrillero, que pone de relieve su ambigüedad a la hora de definir las características de su aparente protesta armada contra el gobierno de Grau, si bien insistió en que su objetivo no era rebelarse. Según la indicada revista, ante los rumores de que Juan Blas Hernández se había alzado tras su regreso a Camagüey y que sus fuerzas habían tenido un encuentro con el ejército, la opinión pública se intranquilizó y, en aquel ambiente de tensión, circularon todo tipo de rumores. Se hablaba de muertos, heridos, prisioneros y alzados en fuga. "Una comisión del Directorio Estudiantil Universitario se trasladó con urgencia a las campiñas de Morón, en busca del rebelde para convencerlo de que debía deponer la actitud bélica"'^. Los estudiantes Antonio Viego Delgado y Carlos Martí habían acudido como enviados del DEU a Morón, para tratar de entrevistarse con Blas Hernández. La noche de su llegada durmieron en el cuartel de la 62. Op. cit.. p. 92. 6.1. Op. cit., p. 97. 64. Juan REPÓRTER: "Juan Blas, el rebelde". Bohemia, La Habana, 1.° de octubre de \9?,?:, p. 25. 75 guardia rural y, de madrugada, salieron en busca del jefe guerrillero, a quien tardaron en encontrar debido a la resistencia de los campesinos, que se negaban a ofrecer información a los estudiantes. Por fin, acompañados por un ayudante del coronel insurrecto, llegaron al campamento rebelde que estaba situado en una zona montañosa. Le encontraron en una pequeña casa de campo y le plantearon que se reintegrara a la vida civil, "porque los estudiantes del Directorio eran los que gobernaban ahora y nada tenía que temer"''\ Durante la negociación, Blas Hernández se mantuvo intransigente en sus puntos de vista. Aceptaba regresar a La Habana con las armas, al contrario de lo que proponía el gobierno, que lo quería desarmado. Los estudiantes Viego y Martí, que subrayaron la cordialidad de su encuentro con el rebelde, partieron después al apeadero de Falla y regresaron a la capital. Una vez en La Habana, en compañía de Turland Herrera, que actuaba en representación del jefe rebelde, fueron a visitar a Batista y a Grau San Martín para informarles del resultado de su gestión conciliadora. En la entrevista realizada por el redactor de Bohemia, Blas Hernández declaró que no había luchado "con la esperanza bastarda de obtener posiciones y bienestar, sino por el bien de la Patria, depauperada y pobre por ocho años de robos y asaltos a la Hacienda Pública". Negó, asimismo, que estuviera alzado. "Vine solo, nadie me cogió ni me trajo preso, ni hubo quien me convenciera. Me dijeron que la Patria estaba en peligro y que si yo dejaba el monte se salvaría y no pregunté más. Aquí me tiene. Por Cuba todo". E insistió a continuación"''': Yo no estuve alzado. De La Habana me fui con mis gentes y mis armas para descansar de la larga jornada contra Machado, en mi finca de Morón con mi familia. Llevaba la confianza del gobierno. Me proponía hacer un recorrido por la zona para ir imponiendo la normalidad en todos los lugares donde aiín existieran agitaciones. Un día inicié ese recorrido. Estando en una finca celebrando una fiesta, lo que nosotros llamamos una "vaca asada" en unión de mujeres y niños, vino un amigo y me dijo: "Juan Blas, ahí se acercan unos soldados al mando del capitán Benítez y dicen que te van a coger". A mí nadie me coge cuando yo no quiero que me cojan. Y levanté mi gente y me fui para el monte. Asimismo, Blas Hernández también negó la existencia de cualquier pacto con el gobierno''''': Lo único que le pedí al presidente Grau fue la libertad de trece muchachos que por orden expresa mía se dejaron hacer prisioneros para que yo pudiera 65. Ibi'dem. 66. Art. cit., p. 54. 67. Ihfdem. 76 seguir mi ruta por los montes. Una pequeña estrategia de este pobre jefe rebelde que no supo descubrir el capitán Benítez. Mientras este oficial se entretenía en registrar y desarmar a esos hombres, yo. que acababa de estar junto a ellos, seguía internándome en el monte. |Ah! También le hice saber al presidente que no entregaría las armas. Segijn Aparicio Laurencio, la voluntad por parte de Hernández de encubrir el levantamiento liderado por él en Morón, en el barrio de Ranchue-lo, que se dio en llamar de "las Vacas Asadas" en la prensa de la época, se debía a indicaciones recibidas desde La Habana. "Mario Hernández recuerda que acompañaron a Juan Blas Hernández numerosos amigos que habían estado levantados en armas durante el período contra el general Machado, y que ahora se sentían defraudados por la contrarrevolución del 4 de septiembre dirigida por el sargento Batista"*"". Los hombres de Blas Hernández que cayeron prisioneros en Arroyo Seco (Morón), en la escaramuza con un destacamento de Columbia formado por unos 250 soldados al mando del capitán Manuel Benítez Valdés, fueron los siguientes: Germán y Ramón Casares, Rafael Zuaso, Herminio Moreno, Cayetano Iribarri, Manuel García Cárdenas, Ismael Travieso, Eladio Estévez, Arcadio Alzóla y los hijos del coronel rebelde Mario, Ramiro y Fabio Hernández. Blas Hernández, junto a su hijo José y a su lugarteniente Francisco Negrín, rompieron el cerco y consiguieron escapar. Además, el redactor de Bohemia caracterizó a su entrevistado como un hombre fornido, "amplio de pecho, de paso tardo, franca la sonrisa y tropelosa la palabra, la cara tostada por el sol, las manos rudas, callosas, que denuncian al campesino trabajador"^^. Un campesino que, al decir del periodista, ocultaba algo. No quiso decir todo lo que sabía y pensaba, y, en el fondo, se expresó con la típica reserva y desconfianza del guajiro cubano. En palabras de Justo Carrillo, Welles pretendió atribuir una señalada importancia al alzamiento del coronel Juan Blas Hernández en la zona en que colindan las provincias de Santa Clara y Camagüey, "pero se vio sorprendido de inmediato por la comparecencia del insurrecto en el Palacio Presidencial, lo que le restaba credibilidad a su información de futurología, si bien era cierto que Juan Blas estuvo alzado"™. El embajador Welles señaló, en uno de sus famosos informes sobre la situación cubana, que "lo que es preciso en este momento de grave crisis es no solamente la determinación de un programa de largo alcan- 68. A. APARICIO LAURENCIO: O/J. cii.. p. 57. 69. Juan REPÓRTER: Art. cit.. p. 54. 70. Justo CARRILLO: Ciibíi, 1933. Estudiantes, yanquis y soldados, Miami, 1985, p. 280. 77 ce sino la inmediata cooperación de todos los grupos en Cuba en la formación, el mantenimiento y el respaldo de un gobierno que responda a la voluntad del pueblo antes que todo vestigio de gobierno en Cuba sea destruido bajo el imperio del caos"^'. En el fondo, a juzgar por su comportamiento diplomático y político, lo que realmente le interesaba a Welles y, por extensión, a los Estados Unidos, era que el control de la situación no se le escapase, realmente, de las manos. Por ello, en esta etapa peculiar de la política exterior norteamericana, el emisario estadounidense jugó siempre la carta de la ambigüedad, una ambigüedad calculada, con unos objetivos bastante precisos, que estaban centrados, sobre todo, en evitar el triunfo de las tesis políticas más radicales. Podría afirmarse que, sin las bendiciones del Imperio norteamericano, todo gobierno cubano propio era la más evidente representación del caos, de ahí sus referencias al alzamiento de Blas Hernández, y sus múltiples notas sobre la evidente inestabilidad política cubana, tantas veces provocada por sus propias intrigas. 4. LA PERCEPCIÓN CANARIA DE LA CRISIS CUBANA La percepción canaria de la crisis cubana puede seguirse, no sólo a través de la aguda pupila de Luis F. Gómez Wangüemert —testigo presencial y protagonista activo de no pocos acontecimientos en La Habana de entonces—, sino, también, a través de un conjunto de artículos de opinión que, durante aquellos meses intensos, publicó la prensa de Canarias. La caída de la dictadura de Machado, por ejemplo, fue aprovechada por un redactor de La Prensa para reflexionar, con acierto, sobre el sentido de la democracia. "Como todas las dictaduras, la del general Machado en Cuba ha terminado violentamente. Ha sido la de Machado una dictadura caracterizada por la violencia... Subió Machado al poder democráticamente. Pero duró poco su actuación legítima. Al primer tropiezo se erigió en dictador y así, fue endureciendo el sistema personalista de gobierno", y afirma a continuación'^: Y debemos aprovechar las circunstancias de lo ocurrido en Cuba para volver, una vez más, a la reflexión de que hay que procurar por todos los medios la educación ciudadana para que los países no puedan desembocar en ese dramático sistema político. 71. Cit. por J. CARRILLO: Op. cit.. p. 277. 72, "El final de la dictadura cubana". La Prensa, Santa Cruz de Tenerife, 16 de agosto de 193.'?, p. 1. 78 Si racionalmente no liay más sistema puro de Gobierno que la democracia, la experiencia nos está demostrando que, además de racional, es el más práctico. Nada, absolutamente nada, remedian las dictaduras. Resultan insoportables aun cuando se desenvuelvan del modo pacífico en que se desarrolló la española. Más tarde, cuando la inestabilidad interior desembocó en la "sar-gentada" del 4 de septiembre, se publicó un interesante trabajo de Ángel Lázaro. Para este periodista, el proceso revolucionario podía asimilarse a un "proyectil que va disparando sucesivamente otros proyectiles interiores". Además, la radicalización había "llegado al tope" y parecía inminente la intervención de los Estados Unidos. El primer proyectil fue la caída de Machado, el segundo la constitución del Gabinete de Céspedes y, por fin, el tercero la "revolución abiertamente popular", en la que figuraban nombres de destacados opositores al machadato: Carbó, Grau, Suárez Solís y, entre otros, una figura sobre cuya aparente ausencia llama la atención, el escritor marxista Juan Marinello. El análisis de Lázaro es sumamente interesante y pone de relieve la importancia crucial del imperialismo": En esta fase de la revolución cubana, la alarma norteamericana llega, naturalmente, a su grado máximo. Teme por las propiedades que los yanquis poseen en la Isla, pero acaso teme algo más. Y es que los elementos que se han adueñado de la situación vayan decididos a suprimir la enmienda Platt de la Constitución cubana. Sin duda alguna, a Norteamérica le convendría un Gobierno Provisional de personas acomodaticias que transigieran con las conveniencias del yanqui, a cambio de seguir manejando la vida política del país. La incógnita en estos momentos nos parece la siguiente: ¿Dejará hacer y deshacer Norteamérica al nuevo Gobierno revolucionario aunque éste llegue a dominar por completo la situación? Más probable será que ante el temor de que la Asamblea Constituyente que se propone convocar la Junta Revolucionaria pretenda deshacerse de toda ligadura con los Estados Unidos, éstos intenten hacer retroceder en su marcha a la revolución, volvería a la situación que representaba Céspedes. Se habla de comunismo. No nos engañemos con respecto a la finalidad de los revolucionarios cubanos. En Cuba hay, como en todo el mundo, una influencia comunista; pero nos atrevemos a afirmar que la actual Junta Revolucionaria no piensa en eso. Carbó sabe bien las circunstancias que son necesarias para acometer la experiencia rusa. No creemos, por tanto, a Carbó y sus compañeros del Comité revolucionario dispuestos a la aventura comunista. No. Ellos quieren sin duda hacer una revolución a fondo, dejar a Cuba limpia y soberana. Veremos a ver en que se resuelve la sospechosa expectativa de los Estados Unidos y si el pueblo, parada la conmoción, responde con disciplina y eficacia. 73. Á. LÁZARO: "De la revolución cubana". La Prensa, Santa Cruz de Tenerife, 21 de .septiembre de 19.33, p. 1. 79 La situación económica cubana no escapó, tampoco, al agudo análisis de algunos periodistas canarios. Gil de Monforte publicó, a fines de noviembre de 1933, un certero artículo que resumía, en pocas palabras, la situación de las clases populares durante el período objeto de estu-dio'-*: En Cuba, país privilegiado por la naturaleza..., el individuo puede cuidar maravillosamente de su economía animal, con un régimen alimenticio de frugalidad notable. Por eso el pueblo cubano, mientras se vendía el azúcar a un precio muy parcamente remunerador, pudo sobrellevar la paz, y hasta con buen humor, la carga de la existencia. Mientras la yuca, los plátanos, el boniato y otros tubérculos de bajo precio no les faltasen, podían hasta sufrirse las consecuencias de una feroz tiranía... Hace ya muchos meses que es tan considerable la paralización de los negocios, de todas las producciones..., que la inmensa mayoría del país forma, por necesidad, en el ejército pavoroso de los parados. Hace ya muchos meses que casi todos los habitantes de la Isla carecen un día y otro de los centavos que se precisan para adquirir los míseros tubérculos. Resulta esta situación más insoportable tratándose de un pueblo no habituado a recibir el menor rasguño de la miseria. Poco después, una breve semblanza del sargento de sargentos Fulgencio Batista, publicada en el mismo periódico tinerfeño bajo el pomposo título de "El Napoleón cubano", sentenciaba^': Todo se inclina a creer que pronto podrá demostrarse que al sargento Batista le está destinado el papel de guía en la historia de Cuba. Ángel Lázaro también publicó en otro periódico de gran altura cultural. La Tarde, un interesante artículo sobre el proceso revolucionario cubano. El principal problema al que se enfrentaba la Isla era, precisamente, la necesidad de "cambiarlo todo desde los cimientos", de ahí que'"'': No se espera, por tanto, que haya en Cuba una paz inmediata, salvo que los Estados Unidos quieran aplicar esa paz armada, completamente artificial e inadmisible, que le permite imponer la Enmienda Platt, adosada como un grillete a la Constitución de Cuba. Acaso éste es el momento para Cuba de liberarse de esa humillante tutela. Disolver, desde luego, el actual Parlamento... que no tiene la menor autoridad para nada después de haber sustentado, año tras año al dictador, hacer una modificación constitucional a fondo, que limite el poder presidencial 74. Gil DE MONFORTE: "Los desvarios del hambre. La desesperación de todo un pueblo". La Prensa, Santa Cruz de Tenerife, 30 de noviembre de 1933, p. 1. 75. "De una revolución. El Napoleón cubano". La Prensa, 1 de diciembre de 1933, p. 5. 76. Á. LÁZARO: "Momentos. El drama político de Cuba", La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, 8 de septiembre de 1933. p. I. 80 e imprima a la República de Cuba una fisonomía verdaderamente democrática y parlamentaria; y, en fin. aprovechar el momento para decir a los Estados Unidos que la doctrina de Monroe es "América para los americanos", pero no "para los norteamericanos". Al llegar a este punto habría de insistir largo y tendido sobre lo que puede ser —¡y falta está haciendo!— una verdadera inteligencia entre los países de la América Latina para salvar su personalidad histórica. Nada de esto puede ser ajeno al interés de España. Sin contar la afinidad que a Cuba nos une.... sin entrar en razones de idioma y cultura. Basta con que sea una sociedad que se debate por encontrar un camino, por cumplir su misión. Otro redactor del mencionado periódico, Ángel Cabrera, analizaba el golpe de estado del 4 de septiembre con bastante realismo, y, en este sentido, consideraba, frente al alarmismo de determinados sectores de la opinión pública, que se trataba de la misma revolución que derrocó a Machado y que su radicalismo respondía a la necesidad de llevar a cabo, sin titubeos, el programa "redentor", el verdadero espíritu del 12 de agosto''^: No hay que alarmarse demasiado ante los nuevos sucesos que se están desarrollando en Cuba. Podemos asegurar que no se trata de una contraiTevolución, ni de una nueva revolución, sino de la única, de la gran Revolución heroicamente sostenida durante tan largo tiempo y que en la mañana del ya histórico 12 de agosto culminó en su triunfo glorioso con la caída y fuga del feroz Machado. No haya temor de que Cuba se precipite en la anarquía ni caiga en ese ciclo fatal de revoluciones y contrarrevoluciones que allí, por razones de vecindad que nadie desconoce, no puede producirse. Ni es posible tampoco pensar seriamente en intentos comunistas que, por las mismas razones, serían verdaderamente suicidas, y los que figuran al frente del movimiento son hombres sensatos y patriotas probados que ningún interés pueden tener en dar al traste con la independencia de Cuba. El gobierno del Dr. Céspedes, aún después de su famosa declaración, ha estado vacilante y tímido en su actuación, sin atreverse a disolver el Congreso ni adoptar las otras medidas radicales y urgentes que la opinión pública reclamaba ardientemente. Y he aquí que la Revolución no haya tenido más remedio que echar a un lado ese Gobierno y formar otro capaz de llevar adelante su enérgico programa redentor. La presencia en el movimiento del ilustre Dr. Grau San Martín, líder de los catedráticos y estudiantes y hombre de una probidad y rectitud insospechables garantiza plenamente que se trata de un movimiento serio, digno, patriótico y exclusivamente en bien de Cuba. Su colega Ángel Ossorio y Gallardo, por su parte, interpretaba la caída de la dictadura machadista y la inestabilidad ulterior como el fruto natural de la dictadura. Ossorio se mostraba menos optimista sobre el 77. Á. CABRERA; "Impresiones. La revolución cubana", La Tarde, 13 de septiembre de \9y?.. p. 1. futuro de Cuba y, sobre todo, hacía votos en favor de la democracia y de las libertades"*: Ese policía macliadista a quien las turbas han asesinado, colgado y descuartizado, estaría perfectamente convencido hasta una semana antes de su muerte de que el régimen al que servía como sicario era tan excelente que ni una sola voz se alzaba en Cuba contra él. Si acaso, cuatro estudiantinos insignificantes y despreciables... Ya se ha visto luego cuantos eran los grados de contento y adhesión a su presidente... prorrogado. Las cosas son así porque así deben ser. Los hombres se reúnen en sociedad para lograr la plenitud y el completo fruto de su personalidad. Uno de los principales atributos de ésta es la dignidad. Por consiguiente, el régimen que va contra la dignidad, va contra la naturaleza, y no puede dar otros resultados sino los que vengo comentando. El día que el soviet y el fascismo y el hitlerismo no puedan seguir presionando el tapón con el dedo ¡Veremos lo que sale por la botella! Piénsenlo cuantos en España sueñan desde la derecha con un fascismo disparatado y cuantos en la izquierda se preguntan para qué sirve la libertad... Armando López Fuentevilla, un cubano residente en Santa Cruz de Tenerife, también publicó, en La Tarde, un artículo de marcado carácter patriótico, en el que criticaba duramente las humillaciones que por parte de los políticos "nativos y extranjeros" había sufrido su pueblo. Por ello comprendía, a principios de octubre de 1933, la actitud vengativa de los sectores populares y el papel de Batista, al tiempo que criticaba la falsa acusación de comunismo y ponía de relieve la necesidad de que la Isla fuera gobernada, realmente, por los representantes de la mayoría del pueblo cubano''^: En Cuba no hay tal comunismo, allí lo que hay es hambre; y ha llegado el momento de comer —y comer bien— para no morir; y para ello es imprescindible "pedir de comer" y hasta cierto punto necesario saquear algunos establecimientos (los más ricos), porque llora ante los ojos de Dios ver los enlatados a la vista del público que lleva meses y meses sin comer..., cuando hay almacenadas millones de golosinas; porque es un crimen permitir que un pueblo rico sucumba por el hambre pudiéndolo evitar. ¿Comunismo? ¡No! ¡Hambre! La que han traído a Cuba los políticos de todas las esferas; los banqueros neoyorquinos, los que están disfrutando en tierras de Europa y América del dinero de mi pueblo que hoy pide pan.... los que sólo sueñan con el maldito "biberón" al frente de la Presidencia de la República, en una Secretaría o detrás de los escaños del Congreso... ¡Con el Poder! Por todo esto a Fulgencio Batista se le ha hecho general de nuestro Ejército y la llamada "Chancleta" de María de la O saquea a la desbandada; por todos estos precedentes donde los caballeros con levita han sido los mayores usurpadores de la riqueza de Cuba.... el populacho enfurecido y escamado —que ahora llaman comunista— se proclama vencedor. 78. Ángel OSSORIO Y GALLARDO: "El ejemplo de Cuba", La Tarde, 26 de septiembre de 1933, p. 1. 79. A, LÓPEZ FUENTEVILLA: "Cuba para los cubanos". La Tarde, 6 de octubre de 1933. p. 2. 82 ¿Censurar su actitud? No. Dejadle que gobierne. Es muy digno de gobernar su propia casa. Dejadle también que elija al hombre que ha de responder a sus anhelos..., y que sólo acepte el consejo de su propio pueblo sin la intervención de gobiernos extranjeros. ¡Entonces podremos decir que Cuba es libre! Paralelamente, unas semanas más tarde, el periódico que mencionamos llamaba la atención sobre los problemas de Cuba en relación con Canarias"": Las noticias que se reciben en estas islas sobre la situación de Cuba no pueden ser más alarmantes. Todo lo que pueda ocurrir en las naciones de América..., ha de interesar sobremanera a nuestro Archipiélago. No en vano existen miles de coprovincianos nuestros en ellas y no en vano coadyuvaron miles de familias oriundas de Canarias, en la preparación de campos y en la formación de ciudades, poniendo a contribución su sangre y su trabajo en tan amplia y heroica empresa. Mas, es la República cubana la porción del tenitorio americano que en el último siglo tuvo más relación con nuestras islas, hasta el extremo de que es posible que sea mayor la cantidad de isleños que residen en la bella Antilla que los que han quedado en el Archipiélago. Cientos de miles de canarios trabajan y luchan en tierra cubana.... no puede sernos indiferente lo que en Cuba ocurra, por bien de ellos y por la situación de nuestros paisanos. Singular importancia tienen también, por otra parte, los artículos de opinión publicados en el periódico republicano Hoy. Pocos días después del triunfo de la revolución contra Machado, S. Tejera reflexionaba sobre la crisis cubana"*': La dictadura cubana ha respondido al invariable molde: exageraciones constructivas, pompa en alto grado, despilfarro de millones que se disfraza de engrandecimiento, impuestos aplastantes, empréstitos exteriores, grandezas militares, censos y elecciones fraudulentos, prórroga de mandatos, etc. Y todo hecho entre ficticias aclamaciones, hablando a diario de la patria y de la historia, con el recuerdo de héroes sublimes a quienes justamente venera la juventud. Mientras que Jaime Menéndez publicaba, a fines de septiembre, un valioso trabajo sobre la historia reciente de la Perla del Caribe e, igualmente, meditaba sobre las incertidumbres del porvenir*^: A grandes trazos, éstos son varios años de la historia de Cuba. La historia de una tragedia de la cual no se ha escrito la última palabra. Se ha esfumado el peligro de Machado. Pero la presencia de cuarenta buques de guerra en aguas cubanas atestigua la veracidad de este juicio. 80. "La situación de Cuba. Los intereses isleños en la Gran Antilla", La Tarde, 23 de diciembre de 1933, p. I. 81. S. TEJERA: "Un libro abierto; Cuba. Actualidad y enseñanzas de una revolución". Hoy. Santa Cruz de Tenerife, 17 de agosto de 1933. 82. Jaime MENÉNDEZ: "Antes y después de la revolución. Las páginas trágicas y sangrientas de la historia de Cuba". Hoy. 30 de septiembre de 1933, p. 1. 83 La posibilidad de una intervención directa de las fuerzas armadas de Estados Unidos siempre estuvo presente en las mentes de todos los observadores canarios", pero pronto las circunstancias políticas internas e internacionales jugaron en favor de la entronización de un nuevo hombre fuerte en los destinos de Cuba, Batista, y, a través suyo, los norteamericanos vieron complacidos cómo se esfumaba el peligro de una radicalización de la revolución cubana de 1933. 83. V., también, "La tragedia de Cuba. De la prosperidad a la miseria", La Caceta de Tenerife, 25 de agosto de 19.3.3. p. 5. 84
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Calificación | |
Título y subtítulo | La insurrección del paisaje. Acercamiento a la crisis cubana de 1933 |
Autor principal | Paz Sánchez, Manuel de |
Publicación fuente | Tebeto : anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura (Islas Canarias) |
Numeración | Número 09 |
Sección | Historia |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Fuerteventura |
Editorial | Cabildo Insular de Fuerteventura |
Fecha | 1996 |
Páginas | p. 051-084 |
Materias | Historia ; Cuba ; 1933 |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 1489879 Bytes |
Texto | LA INSURRECCIÓN DEL PAISAJE. ACERCAMIENTO A LA CRISIS CUBANA DE 1933 MANUEL A. DE PAZ SÁNCHEZ 1. INTRODUCCIÓN Uno de los propósitos esenciales del presente trabajo ha sido el de acercarnos a un aspecto que, en nuestra opinión, adolecía de una investigación más profunda: la pervivencia, durante el primer tercio del siglo XX, de ciertos rasgos definitorios del papel desempeñado por el agricultor de origen canario durante buena parte de la centuria anterior y, particularmente, comprobar, en la medida de lo posible, si determinadas pautas, especialmente la rebeldía rural, características del mundo agrario de la Gran Antilla, estuvieron presentes en el proceso revolucionario que condujo al derrocamiento, en 1933, del general Gerardo Machado y Morales. Frente al proceso emancipador del siglo XIX, caracterizado por una indiscutible presencia de sitieros, precaristas y pequeños colonos como base esencial del Ejército libertador, tal como afirmara Benigno Souza Rodríguez: "con ese rico material, con esa preciosa veta, extraída de nuestra mejor cantera, de la sitiería, nervio, espina dorsal de nuestro país en el pasado; con éste nuestro hombre de campo...'", gracias a cuyo espíritu de sacrificio se pudo llevar a cabo la contienda. Frente a esta realidad, decimos, el proceso revolucionario de 1930 ha tenido una imagen infinitamente más obrera y, sobre todo, más urbana. Algunos planteamientos muy recientes, como los esbozados por Jorge Ibarra-, atribuyen al creciente caciquismo rural el decaimiento del espíritu rebelde del campesinado durante las primeras décadas del siglo XX, bajo la denominada República mediatizada, neocolonial o semicolonial. En nuestra opinión, no sólo continuaron existiendo procesos de despojo del campesinado, sino que éste, cuando tuvo oportunidad de hacerlo, se in- 1. B. SOUZA RODRÍGUEZ: El Regimienio "Calixto García", La Habana, 1939, p. 6. 2. En Cuba: 1898-1921, partidas ¡jolítico.i y cla.ies sociales, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana. 1992, pássim. 53 surreccionó con éxito, tratando de recuperar, de alguna manera, el mensaje emancipador del siglo XIX; un mensaje que, ciertamente, había sido truncado, entre otros factores, por la insaciable avidez de riqueza rápida de las propias clases dominantes cubanas y por el intervencionismo de Estados Unidos que, gracias a la Enmienda Platt y a su indiscutible poderío en la región, se convirtió en la nueva metrópoli de Cuba. Precisamente, uno de los grandes protagonistas de la insurrección campesina es un personaje de origen canario, Blas Hernández, que se rodea, como en el pasado lo hicieron otros rebeldes con el mismo origen, como Manuel García Ponce, Andrés Santana Pérez, José I. Sosa Alfonso y otros muchos, de campesinos como él, no pocos de ellos igualmente canarios en primera y segunda generación. Este insurreccionalismo ha marcado profundamente la historia de Cuba hasta la propia Revolución encabezada por el Movimiento 26 de Julio. Según hemos podido comprobar, no es casual que la inmensa mayoría de los grandes rebeldes agrarios cubanos, tenga un claro origen isleño, pues, tal vez, toda la casualidad posible radique en un hecho fundamental, que los campos de Cuba también eran suyos. En efecto, frente a cierta historiografía que, siguiendo determinados modelos, ha tratado de dejar el campo sólo y exclusivamente para la raza de color —ciertamente marginada y oprimida durante tantas décadas—, en Cuba, como en el resto del Caribe español, los isleños inmigrantes, procedentes del agro canario, realizaron alh' lo que aquí estaban deseosos de alcanzar, dadas las peculiaridades de escasez de suelos y de aguas, trabajar y vivir, con entusiasmo y esperanza, en el ancho y florido paisaje de la Perla de las Antillas. En segundo lugar, otro de los motivos fundamentales de nuestro trabajo ha sido tratar de analizar la percepción que existió, en Canarias y mediante periodistas canarios residentes en La Habana, de la revolución cubana de 1933. Para ello hemos estudiado, principalmente, la prensa de la época, lo que nos ha permitido no sólo completar y añadir nuevos matices al problema, sino, sobre todo, poner de relieve una vez más los profundos vínculos existentes entre ambos archipiélagos. 2. LA FORMACIÓN DE UN CAUDILLO AGRARIO Blas Hernández ha sido una víctima de la Historia y de la historiografía cubanas. Ha sido calificado erróneamente de bandido y criminal, y, con más acierto, de revolucionario, de coronel autoproclama-do, de individuo equivocado pero valiente, de redentor de los campesinos y, en fin, de gran olvidado de la revolución de 1933, aunque esto último no sea del todo cierto, pero conviene profundizar en su biografía, 54 en la medida de lo posible, y utilizar su historia para tratar de comprender, entre otras cuestiones, el profundo drama del campesinado cubano de la época y la compleja realidad política de la segunda gran revolución cubana. "Se dice que hasta al Embajador —B. S. Welles— ha llegado la voz de los alzados en armas en Camagüey y Las Villas. Es su principal jefe un canario, palmero, Juan Blas Hernández. Cuentan que es un perfecto mambí, que aparece y desaparece, sin tocarlo los proyectiles de la tropa. Es una especie de Baltasar Martín, que no procede de Garafía, y sí de Cabaiguán. Es un guerrillero de los viejos tiempos, como los que iniciaron en España la decadencia militar napoleónica"'. Estas palabras de Wangüemert, en crónica fechada en La Habana el 27 de junio de 1933, en vísperas, por tanto, de la revolución, nos permiten apreciar dos aspectos relevantes de este personaje singular: su origen canario y su carácter de dirigente guerrillero. Juan Blas Hernández, más conocido por Blas Hernández, era hijo de padres canarios como tantos insumisos cubanos, y, según los registros del Cementerio de Colón, había nacido en Santa Clara hacia comienzos de la década de 1880, pues, tal como afirma la indicada fuente, contaba con medio siglo de existencia cuando fue sepultado su cadáver^ que, horas antes, había sido velado por sus hijos, tras su muerte en la intentona golpista del 8 y 9 de noviembre de 1933\ "Funesta fue La Habana al audaz guerrillero, que no debió nunca abandonar los montes cama-güeyanos y villareños que conocía palmo a palmo y en los que tuvo en jaque a la guardia", afirmaba Wangüemert en otra de sus sentidas crónicas periodísticas'"'. La información sobre sus orígenes familiares, empero, así como la relativa a algunos aspectos concretos de su singladura vital, hemos podi- .1. L. F. GÓMEZ WANGÜEMERT: "Notas de Cuba. En la manigua", El Tiempo, 27 de julio de \9?,?>, p. 1. 4. Archivo del Cementerio de Colón (Ciudad de La Habana), Libros de Enterramientos, t. \?il. fol. 311, n." 1.244. El asiento dice textualmente: "En diez de noviembre de mil novecientos treinta y tres, se dio sepultura en el Cementerio de Colón en el cuartel Nordeste, cuadro A. hilera once, fosa treinta y dos, tramo tercero, al cadáver de Blas Hernández, natural de Santa Clara, de cincuenta años de edad, hijo de Leonardo y Micaela, que falleció en el Castillo de Atares, mímero —. a consecuencia de herida de guerra, según certificación del Dr. E. Madán y remitido de la Parroquia del Pilar con licencia del Sr. Juez Municipal del Centro y lo firmé.= Casimiro Reboredo". Según nota marginal, el 21 de enero de 1937 fue exhumado el cadáver y puesto en la Col. número 12, en el Osario de las Religiosas de Jesús María. 5. V. Manuel DE PAZ SÁNCHEZ et al.: El bandolerismo en Cuba (1800-1933). Presencia canaria v protesta rural, Tenerife, 1994, cit, t. II, pp. 297 y ss. 6. L. F. GÓMEZ WANGÜEMERT: "Notas de Cuba. Blas Hernández", El Tiempo, 29 de diciembre de 1933, p. I. 55 do completarla gracias a la reciente publicación de una colección de artículos, documentos de secunda mano e informaciones orales, recogidos en una obra postuma de Ángel Aparicio Laurencio y editados por el profesor Jorge Hernández Martín^. Los datos biográficos sobre el origen familiar de Blas Hernández fueron tomados, en este sentido, de tres artículos publicados por el historiador y publicista Ricardo Adam Silva, en noviembre de 1975, en el Diario de las Américas de Miami, así como del testimonio oral de un hijo del coronel, Mario Hernández, uno de sus principales colaboradores en la época de la revolución contra Machado. Blas Hernández Martínez, pues, había nacido en realidad, según la crónica de R. Adam Silva, en Canasí (provincia de Matanzas), el 20 de enero de 1879. "Fue su padre Leandro Hernández, natural de España, emparentado con Alvar Núñez Cabeza de Vaca, y su madre Micaela Martínez, hija de españoles, nacida y criada en Canasí"*. Su padre, a pesar de lo indicado por Adam Silva, era un humilde español de Canarias, concretamente de Barlovento, un municipio del Norte de La Palma, tal como indicó en su tiempo el propio Luis Felipe Gómez Wangüemert, siempre atento a vindicar la isleñidad de sus paisanos en Cuba. Ahora bien, dada la categoría histórica del personaje, lo más aconsejable era no sólo ocultar sus oscuros orígenes canarios, como se ha hecho tantas veces en la historia de Cuba, sino buscarle un antepasado ilustre que, en este caso, recayó nada menos que en el gran explorador de la Florida y conquistador andaluz Alvar Núñez Cabeza de Vaca (1507-1559). Claro que, con esta referencia al gran explorador español, Adam Silva conseguía llamar la atención de sus lectores de Miami, pero quizá no supo que Cabeza de Vaca murió de prior en un convento sevillano, aunque también es verdad que el ilustre Adelantado del Río de la Plata era nieto de Pedro de Vera, conquistador de Gran Canaria, con lo que la invención sobre el antiguo parentesco de Blas Hernández tenía, al menos, cierta lógica interna. Ahora bien, otro dato de interés, en relación con la biografía de Blas Hernández, es su propio matrimonio. El futuro guerrillero se había casado con María Bartola Peña Rodríguez, nacida a su vez, el 18 de febrero de 1885, en la Cidra, un enclave de la misma provincia de Matanzas. María Bartola Peña, según el mismo testimonio, sí era "hija de Ignacio Peña y Julia Rodríguez, naturales ambos de Islas Canarias"'^. El matri- 7. A. APARICIO LAURENCIO: Blas Hernández y la revolución de ¡933. La campaña en los campos de Cuba. Ed. y prólogo a cargo de Jorge Hernández Martín, Ed. Universal, Miami, 1994. 8. Á. APARICIO LAURENCIO: Op. cit.. p. 59. 9. Ibídem. 56 monio Hernández-Peña tuvo diez hijos: Ramiro, Pablo, Juan, Leandro, Mario, Fabio, Yolanda, Homero, Luis y Ana Rosa. ¿Hasta qué punto podríamos hablar de cierta solidaridad de origen, de cierta endogamia en esta unión familiar? A tenor de la casuística analizada por nosotros, para los últimos años del siglo XIX, precisamente con varias familias de colonos y sitieros canarios de Matanzas'", tal hipótesis no resulta descabellada en estos momentos. Por otra parte, la información disponible sobre la singladura vital de Blas Hernández durante una buena parte de su vida es sumamente escasa. Sabemos, según el testimonio de su hijo Mario Hernández, que recibió cierta instrucción y que, fundamentalmente, se dedicó a las labores agrícolas. En 1912, por ejemplo, administraba una colonia de caña en Rosa María (Las Villas). "Su trabajo favorito era la administración de fincas cañeras". A la sazón se afirma, también, que participó en el alzamiento de los Independientes de Color, el dirigido por Evaristo Estenoz y Pedro Ivonet, "donde se entrenó en la táctica de la guerra de guerrillas". De Rosa María, la familia se trasladó a la ciudad de Morón, perteneciente en aquella época a la provincia de Camagüey. En 1920, Blas Hernández pasó a administrar un terreno de ochenta caballerías en la zona de Manga Larga, con objeto de prepararlo para el cultivo, donde permaneció otros tres años. Posteriormente trabajó para Rodríguez Herrera, abogado de Morón, como experto en tierras, valorando las fincas que eran objeto de transacción comercial". A partir de estos momentos, Blas Hernández enlazará con la resistencia contra Machado, contra quien se levantará con éxito, como veremos a continuación. Tal como hemos apuntado en trabajos anteriores, tenemos a lo largo de estos años, un conjunto de luchas de carácter obrero, vinculadas a las directrices de la CNOC; un importante movimiento universitario que tiene en el Directorio Estudiantil Universitario (DEU) y, sobre todo, en el Ala Izquierda Estudiantil, una vanguardia activa y radical; un movimiento de carácter pequeñoburgués, el ABC, y, entre otros sectores, una convergencia nacionalista y antimachadista dirigida por García Menocal y, sobre todo, por Carlos Mendieta, que se aglutinó en torno a la Unión Nacionalista. Las diferencias programáticas entre estos grupos políticos eran enormes, pero todos fueron víctimas en mayor o menor medida del machadato, por lo que, incluso, colaboraron conjuntamente para tratar de derribar al gobierno. 10. M. DE PAZ SÁNCHEZ et al.: El bandolerismo.... cit., t. I, cap. VI. 11. Á. APARICIO LAURENCIO: Op. cit., p. 60. 57 ' En el seno del nacionalismo figuraban, entre otros, los hermanos Roberto y Rodolfo Méndez Péñate'-, Cosme de la Torriente, el poeta Agustín Acosta", el anciano general mambí Francisco Peraza y el famoso conspirador y político Juan Gualberto Gómez y, como reconocen distintos autores, la gran mayoría de las bases de la Unión Nacionalista eran "hombres del pueblo, honestos y patriotas"'''. Entre los líderes del movimiento comunista y revolucionario radical, caracterizados por su rechazo del "fatalismo" con relación a la dependencia estructural de Cuba respecto a Estados Unidos y, en consecuencia, del imperialismo, destacaron, entre otros, Rubén Martínez Villena, Pablo de la Torriente- Brau y Antonio Guiteras. Las estrategias y las tácticas de lucha contra el machadato eran, lógicamente, diferentes: mítines, huelgas, asonadas, levantamientos parciales, atentados, etc., obtuvieron, no obstante, la misma respuesta del dictador: una represión brutal y sin miramientos. Los objetivos últimos, como es natural, también diferían, e iban desde el mero reformismo y la defensa de diversos intereses económicos y políticos hasta los planteamientos más radicales. En palabras de Femando Mires, Gerardo Machado era el representante de una dictadura centroamericana clásica, esto es, una estrecha subordinación a los Estados Unidos, el ejercicio militar del aparato de Estado y la "incapacidad congénita de las clases dominantes para convertirse en clases dirigentes". Con todo, el principal factor desestabilizador de la dictadura de Machado fue la crisis de 1929, que afectó marcadamente a la Isla. No sólo bajaron las exportaciones de azúcar, que pasaron de 200 millones de dólares en 1929 a sólo 42 millones en 1932, sino que su precio, de por sí bajo, descendió drásticamente'"'. En consecuencia, los salarios bajaron a niveles en general inferiores a los existentes en 1900-1910, especialmente en las zonas rurales, incluidos los bateyes de los centrales. Además, los salarios urbanos oscilaron en torno a un dólar diario, por ello, "en una serie de sectores del proletariado urbano el salario de 1929 a 1933 representaba un 50 ó un 70 por ciento de los salarios vigentes en 1923""^. La miseria en esos años lle- 12. Ambos de origen isleño. Roberto Méndez Péñate, quien sería presidente de Unión Nacionalista y Secretario de Justicia, se suicidó en abril de 1934 (M. de Paz: Wangiiemert y Cuba. Tenerife, 1992, t. II, p. 11.3). 1.3. Llegaría a ser "poeta nacional" de Cuba y, asimismo, era hijo de inmigrantes canarios. 14. J. A. TASARES DEL REAL: Giiiieras. Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1990, p. 87. 15. F. MIRES: La rebelión pcnnai\cnte. Las revoluciones sociales en América Latina, Ed. Siglo XXI, México, 1988, pp. 282-283. 16. J. LE RIVEREND: Historia económica de Cuba, Barcelona, 1972, pp. 229-230. 58 gó a límites tan extremos que cientos de miles de trabajadores del campo y de la ciudad tuvieron que limitarse a comer harina de maíz y viandas. "Muchos pequeños propietarios, colonos y campesinos, al no poder saldar sus hipotecas, perdieron sus casas y sus tierras. Millares de familias no podían pagar los alquileres y se refugiaban en los barrios de indi-gentes"'^ La crisis, afirma Mires, sólo podía traer consecuencias políticas. En el propio "bloque de dominación algunos sectores empresariales comenzaron a desertar culpando a Machado de no proteger sus intereses frente a Estados Unidos, en tanto que otros lo culpaban de no integrarse aún más a la economía norteamericana. Estos últimos no vacilaron incluso en solicitar al Departamento de Estado de Estados Unidos la invasión, a fin de que los liberara de un mal gobernante y del peligro de una revolución social al mismo tiempo". Estados Unidos no invadió esta vez, pero, como afirma este autor, envió al embajador B. S. Welles que intervino de forma especial en los asuntos internos de Cuba, "y si no logró reemplazar a Machado por un presidente al gusto norteamericano, fue debido sobre todo a la resistencia del dictador"'**. Así, pues, en los años previos a la caída de Machado, van a tener lugar una serie de hechos que apuntan hacia un incremento de la resistencia popular contra su gobierno, al tiempo que producen un aumento de la represión. En efecto, el 10 de enero de 1929 fue asesinado en México, a donde había huido, Julio Antonio Mella, mientras que el 20 de marzo de 1930, se produce un paro general que, en algunos lugares, logra sostenerse por más de 24 horas, desafiando así una afirmación de Machado en sentido contrario. El movimiento huelguístico se extiende, desde la capital, a ciudades como Santiago de Cuba y Manzanillo y enarbola consignas de libertad para los presos políticos, reapertura de locales obreros y levantamiento de la orden de suspensión que pesaba sobre la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) y sobre la Federación Obrera de La Habana. Unos 40 gremios y sindicatos apoyan el paro general, mientras que, paralelamente, se incrementó la lista de muertos y desaparecidos. El 30 de septiembre de 1930, una concentración de estudiantes, convocada por el Directorio Estudiantil Universitario lanza, desde la Universidad de La Habana, su reto al régimen, solicitando la "inmediata renuncia del presidente de la República". La represión policial causó la muerte de Rafael Trejo y numerosos heridos, entre ellos Pablo de la 17. Historia del inovimiciuo obrero citlxmo. 1865-1958, La Habana, 1987, t. I, pp. 264- 265. 18. F. MIRES: Op. cit.. pp. 283-284. 59 Tórnente Brau. Semanas más tarde el Claustro Universitario se solidarizó con los estudiantes, por lo que Machado ordenó el cierre de la Universidad y de otros centros docentes. Entre el 8 y el 9 de agosto de 1931, se inició el denominado "Movimiento de Río Verde", una conspiración encabezada por el ex-presi-dente Mario García Menocal y por el coronel Carlos Mendieta, líder de Unión Nacionalista, agrupación escindida del viejo Partido Liberal. Este movimiento fracasó rápidamente y los principales conspiradores fueron detenidos a la altura de Río Verde (Pinar del Río). El Dr. Pablo Hernández secundó, en Morón, este alzamiento, contando con el auxilio de Blas Hernández y otros hombres de campo. Además, el día 17 desembarcó, en las costas de Gibara, una expedición compuesta por 37 personas, al mando de Emilio Laurent y conectada con el movimiento anterior, que también fracasó. El propio Antonio Guiteras conspiró, en Santiago de Cuba, en conexión con el movimiento general encabezado por Menocal y Mendieta, y se alzó con un grupo de colaboradores en la finca "La Gallinita", donde cayó prisionero el 13 de agosto, permaneciendo en la cárcel por algunos meses''^. El momento escogido para esta acción armada, afirma Lionel Soto, no era, en absoluto, desatinado. La efervescencia política y social estaba en alza. Las cárceles estaban, nuevamente, repletas de opositores. Los crímenes del comandante Arsenio Ortiz en Oriente y del capitán Crespo, jefe de la guarnición del Castillo de Atares, en La Habana, habían creado una gran tensión social. La denominada Liga Patriótica, "la porra", un grupo de choque paramilitar, llevaba a cabo toda clase de atropellos. La Universidad y los centros de enseñanza secundaria permanecían clausurados. Al cierre de la prensa, siguió la imposición de censores a los periódicos-". Por otra parte, además de las partidas de alzados de Pinar del Río, hubo otros grupos que se lanzaron al campo. Entre éstos, el dirigido por el ingeniero Fisher, en Trinidad; el de Justo Luis del Pozo, partidario de Mendieta, en Las Villas; el de Celestino Baizán, menocalista, en la provincia de La Habana; Pedro López Dorticós, que se levantó en Cien-fuegos; el coronel Gálvez, en Santa Clara y el coronel Álvarez y sus tres hijos en Matanzas. Todos estos grupos insurreccionales fueron sofocados con numerosos muertos y heridos en no pocos casos. Pero, tal como afirma Soto, "de todos los núcleos que adoptaron la táctica de combatir en las áreas rurales, sólo uno no pudo ser destruido y fue el coman- 19. J. A. TABARES DEL REAL: O/;, cit.. pp. 98-100. 20. L. SOTO: La Revolución del 33. La Habana, 1985, t. II, p. 91. 60 dado por el campesino Juan Blas Hernández que se mantuvo operando durante casi dos años, sin ser vencido nunca, en la zona comprendida desde Morón, Florida y Ciego de Ávila —en Camagüey—, hasta el sur de Las Villas'"'. En efecto, 1931 es el año crítico que, según Julio Le Riverend, "marca el punto más alto de participación de los políticos tradicionales en la lucha contra Machado"--. "Derechistas y reformistas —afirma, por su lado, Tabares del Real—, crearon la llamada Junta Revolucionaria de Nueva York, organismo coordinador de la labor antimachadista de los nacionalistas, mendietistas, seguidores de Miguel Mariano Gómez, el Directorio Estudiantil Universitario y algún que otro grupo minúsculo y oportunista. A fines de 1931, el ABC se unió a la Junta de Nueva York. Las organizaciones de la Junta comenzaron, en forma anárquica y atropellada, a preparar un alzamiento armado contra Machado, y tocaron a las puertas de cuanta personalidad y entidad norteamericana les quiso oír. Reformistas y reaccionarios continuaban con la cabeza vuelta hacia Washington, estirando los brazos implorantes"^^. Los objetivos de la Junta Revolucionaria de Nueva York, pues, no sólo eran "movilizar la voluntad del gobierno de Washington, sino también crear las condiciones para que, caído Machado, pudiera sustituirle un gobierno en el que estuvieran representados todos los grupos que aspiraban a reformas superficiales"-"'. En el desarrollo de esta espiral de violencia, durante 1932 se recrudeció, aún más, la lucha contra Machado. En este año se produjeron atentados contra destacados miembros del régimen como Miguel Calvo y Leopoldo Fernández. En julio, fuerzas del gobierno perpetraron, en Matanzas, el asesinato de los hermanos Narciso, José y Ramón Álvarez, hijos de un coronel español, veterano de la guerra de independencia, que también se había sumado a la insurrección de 1931, como ya se dijo. Asimismo, el atentado frustrado contra Clemente Vázquez Bello, gran colaborador de Machado y presidente del Senado, desencadenó nuevas acciones represivas contra varios elementos de la oposición. Por otra parte, en este año destacó la actividad pública de la organización polí- 21. Op. cii., t. II, p. 94. 22. J. LE RIVEREND: La República. Dependencia \ revolución. La Habana, 197.3, p. 272. 2.3. J. A. TABARES DEL REAL: Op. cit.. p. 90. 24. J. LE RIVEREND: La Repi'éUca. cit.. pp. llS-lld. En 1931, el Dr. Domingo Méndez Capote —"orgulloso de su ascendencia isleña", como afirmaría Wangüemert en cierta ocasión— presidía el Comité Revolucionario Cubano de Nueva York (V, algunas interesantes cartas y documentos en Mirta Rosell (comp.): Lucluis olireras contra Machado, Ed. de Ciencias Sociales. La Habana, 1973, pp. 178, 180-186). tica ABC, pese a que había sido fundada en 1931. A causa de su programa populista y de su simbología parafascista, fue duramente criticada por el dirigente comunista Rubén Martínez Villena. Sus tácticas se basaron, principalmente, en el "terrorismo petardista" y en la publicación del periódico Denuncia. Su programa, empero, incluía la "reconquista de la tierra y el fomento de la pequeña propiedad"". Algunos autores, como el citado Mires, aseguran que la organización antimachadista más activa fue el DEU (Directorio Estudiantil Universitario), donde militaron algunos estudiantes que luego serían connotadas figuras políticas como Eduardo Chibas, Raúl Roa y Carlos Prío Socarras. El dirigente más destacado del DEU, durante sus primeros tiempos, fue Antonio Guiteras, bajo cuya influencia se convirtió en un movimiento político que desarrolló una línea de enfrentamiento directo contra la dictadura. Guiteras, sin embargo, no entendió nunca las características de la sublevación campesina encabezada por Blas Hernández. Tal como afirma Hernández Martín, "el plan de redención campesina propuesto por Blas Hernández nunca hubiera sido aceptable a este joven —Antonio Guiteras— cegado por el poder y la ideología de corte bolchevique", de acuerdo con unas declaraciones suyas publicadas, en la revista Ahora, el 19 de diciembre de 1933^''': Evitaremos por todos los medios la creación de una burguesía rural, los famosos kulaks tan ferozmente atacados por los soviets. Nosotros trataremos de crear fincas cooperativas en su lugar. En otro orden de cosas, el 11 de mayo de 1933, presentó sus cartas credenciales el nuevo embajador norteamericano, el ya citado Benjamín Sumner Welles. Su objetivo, asegura Mires, no era tanto derrocar a Machado como resolver la situación de intranquilidad existente por vías que garantizaran un cambio ordenado, pacífico y acorde con los intereses norteamericanos. La política de mediación norteamericana obtuvo el apoyo de diversos grupos socio-políticos, mientras otros declinaron su invitación a colaborar. En opinión de Le Riverend, la misión de Welles era negociar un nuevo convenio comercial e interponer la mediación yanqui en la política cubana, cuyo bloque oligárquico temía, a esas alturas, no sólo por sus intereses económicos sino, también, por el alcance último de la subversión social. Welles se puso en contacto con los dirigentes políticos y 25. J. LE RIVEREND: La República, cit., p. 273. 26. Cit. por J. Hernández Martín: "La rebelión del paisaje. Revolucionarios e historiadores", en Á. APARICIO LAURENCIO: Op. cit.. p. 28. 62 obtuvo la anuencia de la Unión Nacionalista —representada por Cosme de la Torriente—, y de otros sectores como el ABC^^. Sin embargo, a comienzos de agosto de 1933, el plan de "tránsito constitucional" apadrinado por Welles fue desbordado por la acción popular. Se desencadena una huelga general a partir de un "paro de ómnibus", donde Rubén Martínez Villena fue uno de los principales protagonistas. Según Mires, por si fuera poco, Estados Unidos retira su apoyo al dictador. La Iglesia también. Prácticamente todos los partidos, salvo el PCC que atravesaba una fase sectaria clamando en favor de la constitución de soviets-^ se pronuncian por la rápida caída del dictador. Mientras tanto, en los campos de Santa Clara y Camagüey, en la Cuba profunda, se había desarrollado la resistencia campesina encabezada por Blas Hernández, una resistencia que, poco a poco, fue adquiriendo su matiz peculiar. Respecto a Blas Hernández, la historiografía cubana actual ha alabado su lucha contra el machadato y criticado su torcimiento "reac-cionario"^'^ El testimonio oral, por su parte, demuestra la pervivencia del mito popular'": 27. J. LE RIVEREND; La Repúbücii. cit., pp. 276, 279. 28. Esta interpretación de Mires no se corresponde con la indicada en la Historia del luíivimienta obrero cubano, cit., t. I. pp. 287-298. Según esta obra, el PCC se proponía dar a la revolución antimachadista "un contenido agrario-antiimperialista", esto es, luchar por "un gobierno de obreros y campesinos". Del seno del V Pleno del Comité Central del PCC, celebrado entre fines de agosto y principios de septiembre de 1933, surgirá la necesaria imitación, por carecer de otro punto de referencia, de un gobierno estilo soviético. No sólo esto, en numerosos municipios de la isla se había producido un auténtico vacío de poder municipal, de ahí que el pleno del PCC tomase la decisión de instruir a sus organizaciones "sobre la necesidad de organizar soviets —consejos de obreros y campesinos— donde esto fuera posible, agrupando en torno a ellos a toda la población trabajadora y no sólo al proletariado azucarero". Los obreros se apoderaron de más de 30 centrales azucareros en Las Villas, Camagüey y Oriente. En muchos de estos lugares tomaron los ferrocarriles de las compañías y extendieron su control a los subpuertos, así como a las poblaciones y zonas agrícolas colindantes. Surgieron, pues, soviets de cierta relevancia, como el del central Maby. En consecuencia, "desde el punto de vista de la propaganda general para la etapa agraria y antiimperialista de la revolución, la consigna de un gobierno de obreros y campesinos, era totalmente justa. Pero no así como consigna de acción en cada una de las fases de esa etapa". 29. "Juan Blas Hernández —autotitulado 'coronel'— era de extracción campesina. Guerrillero contumaz, instintivo, mantuvo en jaque a la soldadesca machadista en su región villa-reña. Al abrigo de los dirigentes 'nacionalistas', Mendieta y Méndez Péñate, se acogió a la mediación de Sumner Welles. En defensa de una causa negativa, resultó víctima principal en la asonada contrarrevolucionaria del 8 de noviembre de 1933. En el Castillo de Atares acabó su dramática aventura vital" (E. de la Osa, Crónica del año 33, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1989. p. 172). 30. Entrevista realizada por José Fernández a Lutgardo Rodríguez García, Ciego de Ávila. 2 de octubre de 1991. V. Manuel DE PAZ SÁNCHEZ et al.: El bandolerismo..., cit., t. II, p. 299. 63 Juan Blas Hernández fue carpintero de mi padre, Cleto Rodríguez Dávila. Dicen que era de Guayos o de por esa zona. Él vino a Morón y era parecido a Polo Vélez, Manuel García y Arroyito". En Morón trabajó con mi padre, que ya había venido de la zona de Guayos. Empezó a trabajar y a hacer de las suyas, tiene un problema y se alza contra Machado. El segundo de Juan Blas era el isleño Negrín ¡Tremendo punto! Juan Blas tenía mucha gente con él por Morón, Tamarindo, Florencia... Cuando llegó el primer aviso de la caída de Machado, Juan Blas estuvo en El Cayo, zona de Morón. Pero, Blas Hernández no fue, salvo a los ojos de las fuerzas de seguridad machadistas, un bandolero, a pesar de lo indicado por H. Thomas cuando afirma: "Fuera de La Habana, un veterano de 1895, el coronel Blas Hernández, famoso bandido rural y guerrillero contra Machado, convirtió su banda en un ejército de 500 hombres en Santa Clara"^^. Se trataba, más bien, de un rebelde agrario y, por lo tanto, rodeado, como afirma el historiador villaclareño Luis A. Garci-a, de una aureola romántica. "Simplemente se encontraba alzado con un pequeño ntímero de hombres y burlaba a la guardia rural, y las confiscaciones que debió haber realizado no tendrían otro objetivo que la propia subsistencia del grupo. La figura de Juan Blas Hernández, era la típica del campesino cubano, pero coinetió un gravísimo error político"'\ el referido a su posterior pronunciamiento en contra del gobierno que surgió del golpe de estado de Co-lumbia, como luego se verá. La identificación de Blas Hernández con la imagen típica del guajiro, del campesino cubano, fue puesta de manifiesto, desde su misma época, por el periodista Enrique Lumen, si bien con evidente antipatía hacia el personaje''': Blas Hernández, guajiro, tipo de guerrillero colonial, que hacía la guerra a Machado en las regiones rurales, seguido de unos cuantos campesinos. Blas Hernández permaneció varios años alzado en armas... Blas Hernández era un fantasmón que gozaba con sentirse perseguido por las tropas gobiernistas. En su alma vivía el bandolero sentimental. Le encantaba el paisaje mambí como buen campesino, y le extasiaba el peligro. Por lo demás no tenía la más vaga idea de y\. Tanto Manuel García como Arroyito, Ramón Arroyo Suárez, ambos hijos de canarios, constituyen los dos grandes mitos del bandolerismo cubano de todos los tiempos. El primero y. sin duda, el más importante, se caracterizó por su singular resistencia y por representar, en el interior de Cuba, la lucha contra la dominación española; el segundo, escurridizo y sencillo, simbolizó las frustraciones de la sociedad cubana de su tiempo y murió, en condiciones oprobiosas, en 1928. 32. H. THOMAS: Cuba. La lucha por la libertad, Barcelona, 1973, t. III, p. 856. 33. Carta del Dr. Luis A. García, veterano historiador de Santa Clara, 3 de enero de 1993. 34. E. LUMEN: La revolución cubano (1902-1934). México, 1934, p. 70. 64 la época. Para él, las reformas sociales eran sombras. Vivir en una rebeldía de poético paisaje verde y azul era todo. Al margen de su participación, siendo aún un adolescente, en la guerra de independencia y, más tarde, en el levantamiento de 1912, aspectos sobre los que carecemos de datos relevantes, el origen de la singladura rebelde de Blas Hernández se sitúa, cronológicamente, a principios de agosto de 1931, cuando se alzó en Morón, en compañía del doctor Pablo Hernández, en el contexto de la lucha general contra el machadato. En ese momento se levantaron, en la misma comarca avileña, otros grupos como el de los hermanos Pablo y Carlos González Tadeo, que sostuvieron escaramuzas con fuerzas del ejército y tuvieron algunas bajas. El grupo de Juan Blas Hernández, que era de claro origen campesino, según se insiste, operó inicialmente en el NE de la actual provincia de Ciego de Ávila. El día 13 se les unieron varios sublevados de la zona de Florencia. "Este mismo día tienen un encuentro con tropas del Ejército y son apresados y asesinados Esteban Reciño Álvarez, Dimas Daniel García y Hernández Pedraza", por ello, fracasada la intentona, gran parte de los alzados optó por entregarse, "con la excepción de Juan Blas Hernández quien posteriormente se mantendrá operando en parte de la provincia de Las Villas y en la región avileña, hasta la caída del régimen"^'. Francisco Meluzá Otero —periodista profesional y gran conocedor de la situación del mundo campesino en Cuba—, trazó, en 1948, una interesante crónica de su alzamiento contra Machado'*". Esta información, así como el relato publicado, un decenio más tarde, en Carteles por su colega Antonio Llano Montes", nos permiten reconstruir buena parte de la historia de la resistencia de Blas Hernández contra el macha-dato. Según Meluzá Otero, el alzamiento se inició, en efecto, en Morón, en la actual provincia de Ciego de Ávila, fronteriza con Camagüey y perteneciente, a la sazón, a la provincia de Santa Clara (Las Villas), el día 9 de agosto de 1931. Participaron en el mismo, junto al propio Blas Hernández, el citado Dr. Pablo Hernández, médico de Morón y presidente local de Unión Nacionalista, el Dr. Ramiro Sibello, Manuel Oliva, el Dr. Francisco Pérez de Corcho, Juan Callero, José de la Paz Díaz, Rodolfo .•^5. Colectivo de Autores: índice histórica. Provincia de Ciego de Avila, Ciego de Ávila, 1989, p. .^6. 36. F. MELUZÁ OTERO: "Juan Blas Hernández", Bohemia, La Habana, 14 de noviembre de 1948, pp. 36-38 y 96-99. 37. "Blas Hernández. Un incansable paladín de las libertades cubanas", Carteles, XL, 47. La Habana, 1959, pp. 52-53 y 71-72. 65 León, José Grasso, Guillermo Sanoletti, Rafael Travieso, Emilio Caballero, Onofre Aloy y, entre otros, su hijo Mario Hernández que, nacido en 1912, contaba en estos momentos 19 años-^". Este levantamiento estaba relacionado con el movimiento nacionalista que encabezaban Mendieta y Menocal, quienes serían detenidos tras el fracaso de Río Verde, y con el desembarco de Gibara, que también fracasó, como ya vimos, y que estaba dirigido por Sergio Carbó, Carlos Hevia y Emilio Laurent, sin olvidar la participación de Antonio Culteras en la conspiración de la finca "La Gallinita", como también se apuntó. Ahora bien, mientras el movimiento dirigido por los grupos políticos mencionados fracasaba de modo ostensible, las guerrillas de Blas Hernández aumentaban de forma significativa. En las primeras horas de la tarde del día 11 de agosto se contaban más de cuatrocientos hombres que, al día siguiente, tomaron el barrio de Tamarindo (Morón), donde se les unieron nuevos grupos de alzados. Al conocerse la noticia, las fuerzas de seguridad de Machado desplazaron, en pos de los insurrectos, al capitán Fonseca y al teniente Tuero. El día 13 se produjo el primer encuentro, en Guaranal, donde las fuerzas inexpertas de la insurrección sufrieron numerosas bajas. El propio Blas Hernández resultó herido, pero decidió continuar alzado en compañía de su hijo Mario y de José de la Paz Díaz, aunque no se opuso a que otros miembros de la insurrección se acogieran al bando publicado por el ejército al día siguiente, en el que se les garantizaba la vida a cambio de entregarse^^. Poco después, Hernández se refugió en Boca Chica, en la finca de su amigo Rafael García, donde fue curado de una herida en su pierna derecha. En este lugar, que sería, algo más tarde, el "primer campamento" de las fuerzas insurrectas, se concibió la campaña contra Machado. Los soldados le buscaban afanosamente y, por ello, sus compañeros Nicolás Olivera y Santiago García, le trasladaron a la finca del citado Olivera en Los Charcazos, un barrio de Taguasco (Sancti Spíritus). Algún tiempo después, el pequeño grupo de insurrectos —al que había abandonado José de la Paz Díaz, que aceptó la oferta de exiliarse—, se trasladó de nuevo a Boca Chica, debido a la estratégica situación de este enclave, en los límites entre las provincias de Santa Clara y Camagüey"*". A partir de esos momentos, la agrupación rebelde tendió a consolidarse. Allí acudió su amigo Viciedo y, asimismo, Francisco Negrín, "un isleño de coraje" que se había alzado en Morón y se quedó peleando en las lomas de Los Indios (Yaguajay). Negrín se convirtió en el segundo .•^8. F. MELUZA OTERO: Ait. cit., p, .^6. .^9. Art. cit., pp. 36-.^7. 40. Ihídem. 66 jefe de las fuerzas insurrectas. Al mismo tiempo llegó Ramón Darias, otro insumiso; su hijo Mario Hernández y, además, un alemán, un tal Jo-natan Yenovit, que recorría los campos como mecánico de máquinas de coser y, un buen día, se unió a los alzados y les entregó una gran cantidad de armas y municiones"*'. En septiembre de 1931, el estado mayor de Blas Hernández se componía de unos quince hombres. Aparte de él mismo, como jefe, estaban el canario Francisco Negrín García, lugarteniente; José Soto Cervantes, jefe de administración; Miguel López Ríos, teniente ayudante; su hijo Mario Hernández Peña; Eduardo Camacho Casariego, capitán; Eugenio Abreu, capitán; José Negrín, sargento; un hijo de su amigo Rafael García, capitán; Eufemio Rodríguez; Genaro Marín; Pompilio Viciedo; Gerardo Me-neses y varios consejeros civiles'*-. En días sucesivos, Blas Hernández recorrió los campos en solicitud de ayuda, y consiguió formar hasta treinta y dos guerrillas con más de trescientos hombres. Desde la retaguardia le ayudaban Benito Lage, boticario de Iguará; los Sánchez Bonachea de Sancti Spíritus; Primitivo Sánchez de Arroyo Blanco; el Dr. Carrillo, de Remedios y el médico Arturo Vilela. Este último llegó a ser el consejero y representante de Blas Hernández ante la Junta Revolucionaria en el exilio. La rebelión se extendió, poco a poco, por diferentes puntos de la región centro-oriental. En este sentido, se combatió en distintas zonas de Trinidad, Majagua, Ciego de Ávila, Jatibonico, Sancti Spíritus, Yaguajay, Morón, Remedios, Fomento y Caibarién. Algunos de estos enfrentamientos fueron especialmente duros, como el encuentro de la finca "El Martillo" (provincia de Camagüey), donde murió un sargento y dos soldados; el de Los Hondones, donde los rebeldes, mandados por Negrín, cogieron a los soldados armas y caballos; en Las Llanadas, en El Cafetal, etc. Machado, alarmado por el éxito de los insurrectos, envió al comandante Jiménez Fuste desde Santa Clara, al mando de una nutrida fuerza para que los combatiera a "sangre y fuego", pero la operación fracasó'". Algún tiempo después. Machado le ofreció a Blas Hernández la amnistía a cambio de entregar las armas. Las gestiones fueron llevadas a cabo por el coronel Erasmo Carrillo Vergel, y la entrevista se celebró en la finca El Mamey (Iguará), el 10 de marzo de 1933. Al día siguiente, el jefe rebelde le indicó al representante del ejército que su condición de hombre no le permitía aceptar nada del gobierno actual, pero que "si el general Machado se encontrara en una celda en el castillo del Príncipe 41. Art. cit., pp. ?,l-?,8. 42. Á. APARICIO LAURENCIO: Op. cit.. p. 63. 43. F. MELUZÁ OTERO: Art. cit., p. 38. 67 yo sería capaz de irlo a acompañar, pues resultaríamos sacrificados dos hombres, pero Cuba y sus habitantes se salvaban, que es por lo que yo lucho". Asimismo, rezaba la carta de Blas Hernández, reproducida por Meluzá Otero'*": Estamos dispuestos a continuar en la misma actitud mientras no haya un cambio radical, y por ningún motivo abandonaremos el territorio nacional, pues estamos poseídos de un derecho por dos razones; una, por ser éste un gobierno ilegal, y otra, porque somos cubanos, unos por nacimiento y otros por naturalización. Además, somos dignos, honrados y estamos alzados en armas por reconquistar una patria libre e independiente, según quisieron hacer nuestros antecesores. Por lo tanto, ante la enconada resistencia de Blas Hernández y sus hombres, Machado decidió enviar contra ellos a Arsenio Ortiz, un militar con oscuros antecedentes, "casi preso en Columbia por sus crímenes en Oriente". El chacal de Oriente, como se le denominó en alguna ocasión, salió de operaciones, el 19 de mayo de 1933, al mando de unos dos mil hombres, que no tardaron en sembrar el terror en la comarca. Un bando premiaba con 5.000 pesos la cabeza del jefe insurrecto. Juan Blas Hernández respondió ofreciendo otro tanto por Arsenio Ortiz, a quien, además, retó con estas palabras: "Usted sabe bien donde estoy. Venga a buscarme"'*'*. A finales de mayo, un grupo de alzados entró en el central "Jatibo-nico" y se llevó las armas de los guardajurados. Arsenio Ortiz ordenó la ejecución inútil de tres de ellos. Este indiscutido agente de la tiranía pudo ser muerto, en determinada ocasión, por los hombres de Negrín que, apostados en un punto de la línea férrea al Norte de Jatibonico, vieron como cruzaba ante sus ojos con una pequeña escolta. El segundo al mando de Juan Blas Hernández, el isleño Negrín, respondió así a la pregunta sobre esta actitud: "Si matamos a Arsenio Ortiz no queda un guajiro vivo en la zona"'*'^. En otra ocasión también Arsenio Ortiz pudo capturar al estado mayor, en pleno, del "coronel" insurrecto Juan Blas Hernández. Fueron momentos difíciles que relató su hijo, Mario Hernández, según Meluzá Otero. La anécdota da idea del coraje del jefe insurrecto. Estaban en Boca Chica, el campamento predilecto de los rebeldes, cuando se vieron rodeados por grandes grupos de soldados. Tenían pocas fuerzas y no quisieron disparar para no llamar la atención de la tropa. Hernández fue llaman- 44. Ihfdein. 45. A. LLANO MONTES: Art. cit. 46. Entre las bajas de Juan Blas Hernández, por otra parte, se contaron Arcadio Alzóla y Julián Valero (V. "Los muertos del machadato en la provincia de Camagüey", Bohemia, 19 de noviembre de \9?<^. p. 58). 68 do, uno a uno, a sus hombres de confianza, y la respuesta fue siempre la misma: "por ese lado coronel no podemos irnos..." Al rato, tras analizar la situación, les dijo: "Bueno, si no podemos irnos por allí, ni por ninguna parte, nos iremos por ahí...", y señaló el cielo. En efecto, desaparecieron casi milagrosamente, subidos a las ramas de los árboles, y, durante la noche, caminaron a pie dieciocho leguas hasta llegar a Los Mameyes. Arsenio Ortiz tampoco pudo con Blas Hernández. Tras un viaje por la zona de operaciones de las guerrillas, en mayo de 1933, el corresponsal de la United Press informó que había 600 hombres en armas en diversas comarcas de Santa Clara y que, más de mil personas, estaban cooperando con los rebeldes entre Santa Clara y Cama-güey. Los insumisos, en efecto, contaron no sólo con el apoyo efectivo de los campesinos, que en su mayoría integraron esta nueva fuerza mam-bisa, sino también con lugares de refugio, como sucedió con la finca de Manuel Padrón, "natural de Islas Canarias", donde se escondieron, en la primavera de 1933, Mario Hernández, Epifanio Sosa y José Costiello'*''. Las fuentes consultadas coinciden en que Blas Hernández —aconsejado por el abogado de Morón, Esteban Rodríguez Herrera, por Antonio González de Mendoza y por Arturo Vilela—, accedió a suspender las hostilidades durante el tiempo que durara la mediación. Por ello, el 15 de junio de 1933, suscribió un documento en Jaronú, explicando su determinación. En efecto, Arturo Vilela había sido el encargado de entregarle, en este sentido, una carta y un certificado del Secretario de la Junta Revolucionaria de Nueva York y, en vista de la petición de este organismo, el rebelde agrario suscribió el siguiente acuerdo*^**: Que la entrega citada [de los documentos] se efectuó en Jaronú, provincia de Cainagüey, lugar donde hago receso de mis actividades revolucionarias, sin haber entregado rnis armas, esperando el resultado de la Mediación, a pesar de que no soy partidario de que manos extrañas tomen parte en los aiTeglos de nuestros pro-lilemas nacionales; primero, porque demostramos incapacidad propia para ello; segundo, porque ésta merma nuestra moral, ya que no podemos invocar una soberanía material que no existe, porque nos la enajena el Tratado Permanente llamado Enmienda Plalt; no obstante aceptar ingerencia es, desgraciadamente, reconocer la necesidad del Apéndice. Por esta circunstancia y otra a que no apunto, he tomado con disgusto esta actitud temporal mía. Si he venido a ella, ha sido por súplicas que han hecho los distintos sectores oposicionistas y también al conocer el lamentable final que ha tenido la Junta Revolucionaria Cubana al disolverse, y más que nada por el abandono en que me han tenido. Sin embargo, terminada la mediación, si no es de mi agrado, volveré a mi postura primitiva, aunque como está ahora sólo cuento con la ayuda de los míos y la mía propia. 47. Á, APARICIO LAURENCIO: Op. cii.. pp. 64 y 89. 48. Reproducido en F. MELUZÁ OTERO: Art. cit, p. 96. 69 Es fácil deducir del anterior documento que Juan Blas Hernández no aceptó de buena gana la mediación norteamericana, que abominaba de la Enmienda Platt y creía en la soberanía nacional de Cuba, que no entregó sus armas, sino que depuso su actitud de forma provisional, y que, al conceder esa tregua, estaba salvaguardando su derecho a alzarse nuevamente. Muy pocos políticos cubanos de su tiempo, que pasaban por honorables, podían argumentar una actitud personal tan noble y desinteresada. Puede observarse, igualmente, en el testimonio de este rebelde campesino, una formación política rudimentaria y una velada protesta por el abandono en el que lo habían tenido, durante sus dos largos años de resistencia, las fuerzas o los dirigentes políticos nacionalistas de oposición al machadato. Ricardo Adam Silva, por su parte, asegura que, a principios de juho de 1933, Blas Hernández le indicó al corresponsal del New York Times, J. D. Philips, que "seguiría en la lucha aun en el caso de que los americanos apoyaran a Machado", por lo que Philips terminaba su reportaje opinando que las "bien equipadas fuerzas del coronel Juan Blas Hernández podrían ser un obstáculo para los planes de mediación del embajador Welles", pero que, noticias recibidas a última hora del campo rebelde, hacían pensar que el dirigente guerrillero había reiterado su "buena voluntad de suspender las operaciones en espera de los resultados de la mediación""*^. Philips publicó, igualmente, una entrevista que consiguió realizar a Blas Hernández, en la que mencionaba su popularidad y su sobrenombre de Sandino de Cuba. La entrevista se celebró en las montañas de Trinidad, y el reportero describió al coronel rebelde como un hombre de mediana estatura, fornido y entre cuarenta y siete y cincuenta años de edad. Las respuestas de Blas Hernández a sus preguntas tienen un gran interés, pues nos acercan a los planteamientos políticos del jefe rebelde. "Yo no tengo ambiciones políticas, personales u otras en mi guerra contra el presente régimen despótico, y mi objetivo es sólo derrocar al gobierno del general Machado, el cual ha traído mucho e innecesario derramamiento de sangre a la juventud de esta república y la ruina económica de mi país"''". El jefe rebelde, informó asimismo el corresponsal del New York Times, se negó a satisfacerle su curiosidad sobre la procedencia de los recursos que utilizaba para sostener a las guerrillas en pleno campo, pero negó con rotundidad que sus tropas "saquearan a los campesinos". Es más, Blas Hernández le manifestó que los materiales y pertrechos se 49. R. ADAM SILVA: Ui gran mentira. 4 de septiembre de 1933 y sus importantes consecuencias. Miami, 1986, pp. 66-67. 50. Cit. por Á. APARICIO LAURENCIO: Op. cit.. p. 93. 70 pagaban al contado y que "el robo y el bandolerismo, cuando eran probados en alguno de sus hombres, se castigaban con prontitud". En tal sentido mencionó el caso de "uno de sus hombres recientemente ejecutado, después de un consejo de guerra, bajo la acusación de exigir dinero a un campesino"". Finalmente, Philips reprodujo un manifiesto al pueblo de Cuba, en el que Blas Hernández afirmaba que su ejército de liberación no abandonaría las armas mientras existiera el estado actual de opresión en el país. Desmentía, igualmente, que sus fuerzas hubieran sido diezmadas y aseguraba que la lucha continuaría "porque hemos jurado, ante el altar de la patria, que no regresaremos a nuestros hogares hasta no ver a Cuba libre de la dictadura de Machado. La revolución no es ni será en ningún momento una anarquía ni tampoco causará la pérdida de la República", y, finalmente, exhortaba al pueblo de Cuba a "mantenerse alerta, porque la democracia y la libertad es tarea de todos los cubanos honrados que aspiran a una patria feliz"". El propio general Machado se refirió, en sus memorias, a cierta audiencia concedida al embajador Welles, en la que habían hablado de Blas Hernández. Machado, según sus palabras, le manifestó al representante diplomático que "la Secretaría de Estado ha recibido una carta en la que usted solicita determinadas garantías para el coronel Blas Hernández. No es coronel, ni es siquiera un revolucionario, sino un hombre fuera de la ley, perseguido por las autoridades, que se escuda en la protesta revolucionaria. Yo no puedo darle a Blas Hernández garantías de ninguna clase, porque él está sometido a la jurisdicción de jueces comunes, pero no puedo permitir tampoco que usted le dé el trato de coronel que le da en su carta y quiero advertírselo"'''. Aparte de la discutible veracidad de estas afirmaciones de Machado, es cierto que otro observador. Charles W. Hackett, se refirió a Blas Hernández en relación con su aceptación de la mediación del embajador 51. La acusación de bandolerismo fue utilizada, frecuentemente, desde el siglo XIX, para desprestigiar a las fuerzas insurrectas. En esta ocasión, como ya se dijo, círculos próximos al gobierno y a las fuerzas de seguridad acusaban de bandolerismo a Blas Hernández, y lo mismo hizo Batista con relación al Ejército Rebelde. Por ello, hasta tiempos muy recientes, ningún historiador cubano ha entendido nunca la importancia del bandolerismo en Cuba, por considerarlo una mácula histórica. Es más, grandes bandidos-insurrectos como Carlos García Sosa. Carlos Agüero y Fundora. Perico Delgado o el propio Manuel García Ponce han tratado de ser "reconvertidos" en patriotas, omitiendo sus indudables prácticas propias del bandolerismo social. Naturalmente, la práctica de "saquear a los campesinos" no fue realizada por los bandidos sociales cubanos de antaño, ni tampoco por Blas Hernández, a juzgar por todos los testimonios disponibles. 52. Cit. por Á. APARICIO LAURENCIO; Op. cit.. p. 94. 53. G. MACHADO y MORALES: Ocho años de lucha. Memorias, Miami, 1982, p. 86. 71 Welles. "Blas Hernández, célebre dirigente revolucionario de la provincia de Santa Clara, a quien se le conoce como El Sandino de Cuba y quien ha ganado popularidad a causa de su lucha guerrillera contra las fuerzas gubernamentales, desde que se alzó en armas contra Machado en 1931, consintió en aceptar, el 28 de junio de 1933, la gestión de Welles como mediador. Al aceptar a Welles como mediador, Blas Hernández suspendió las hostilidades y se retiró a su finca, cerca de Yaguajay"'". Lionel Soto, uno de los máximos especialistas actuales de la revolución de 1933, nos aporta una definición interesante de la personalidad de Blas Hernández. "Campesino de unos 45 años, mantuvo en jaque al ejército de la tiranía, utilizando una correcta táctica guerrillera. Su ideología era imprecisa y acataba la dirección de la unión Menocal-Mendieta, aunque aceptaba recursos de todos aquellos que quisieran ayudarlo. Blas Hernández había jurado no deponer las armas hasta la caída del machadato. Machado lo trató de bandolero, después de fracasar en sus intentos de sobornarlo. La limitación de sus puntos de vista políticos hizo que su acción, a pesar de su mucha determinación y coraje, no se desarrollara más allá de su zona de operaciones. Más adelante, adquirió más independencia de criterio personal pero evolucionó ideológicamente en un sentido negativo, hacia las posiciones reaccionarias del ABC"^^. A mediados de agosto de 1933, el jefe insurrecto y los miembros de su estado mayor hicieron su entrada triunfal en Morón, donde fueron recibidos con todos los honores. Hubo música y comidas populares, el pueblo salió a la calle para aclamarlo como un héroe. Allí oyó misa ante una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, después marchó a La Habana, estableciéndose provisionalmente en el barrio de Jesús del Monte'*^. Pero La Habana, desde luego, no era el mejor lugar para un caudillo campesino como Blas Hernández. 3. EL CORONEL HERNÁNDEZ Y LA REVOLUCIÓN DE 1933 El 15 de septiembre de 1933, Mr. Philips, el ya mencionado corresponsal del New York Times, informó de los rumores sobre los planes de Blas Hernández para alzarse nuevamente, pero ahora contra el gobierno surgido del golpe de Columbia. "El coronel Blas Hernández fue 11a- 54. Charles W. HACKETT: "American Mediation in Cuba", Ciirrent History, 28, septiembre de 193.3, pp. 724-726. 55. L, SOTO: Op. dt.. t. II, p. 139. 56. En crónica fechada en La Habana a 20 de agosto, afirma Wangiiemert: "El coronel Juan Blas Hernández, figura saliente del movimiento revolucionario triunfante, es esperado en esta capital. Se le hará un cariñoso recibimiento de carácter popular" (L. F. GÓMEZ WANGÜEMERT: "Notas de Cuba". El Tiempo, 13 de septiembre de 1933, p. 2). 72 mado por el Presidente Ramón Grau San Martín que le ofreció el Ministerio de Agricultura. El coronel rechazó cualquier tipo de colaboración con el actual gobierno, manifestando que él era un admirador y seguidor del coronel Mendieta, y que le gustaría brindar cooperación a su jefe en su decisión de combatir el gobierno revolucionario presidido por Grau San Martín. El coronel Blas Hernández es indiscutiblemente popular en Santa Clara y Camagüey y le sería fácil organizar inmediatamente un ejército de más de 1.000 hombres. Él tiene almacenadas armas y municiones. Puede surgir como el dirigente posible, concluye Philips, de un serio movimiento revolucionario"'^. Poco después, el día 19, el embajador Welles comunicó a Washington que, efectivamente, Blas Hernández había iniciado un movimiento revolucionario cerca de la ciudad de Morón y que le acompañaban unos 300 hombres, aunque ninguno estaba bien armado. "Batista envió, inmediatamente, un carro especial con soldados y estudiantes con la intención de interceptar al rebelde". Además, al día siguiente, Welles subrayó que el alzamiento de Hernández se extendía por momentos, "ya que el número de hombres que ahora lo apoyan pasa de 500. Otros dos dirigentes de Santa Clara, afiliados a la Unión Nacionalista, se han alzado con aproximadamente cincuenta hombres cada uno. En Antilla, provincia de Oriente, el comandante Balan se ha sublevado con 800 hombres, aparentemente con armas suficientes. Ayer se apoderó de Gibara y hoy se dirige a Holguín" con la misma intención. Paralelamente, se habían producido otras asonadas en Pinar del Río, encabezada por el capitán Aran, y en el sudeste de la provincia de Matanzas'**. Se trataba, pues, de una intentona más o menos generalizada promovida por sectores afines a la Unión Nacionalista de Mendieta, quien, tras el golpe de Columbia, veía alejarse nuevamente sus aspiraciones políticas a corto plazo. Según Philips, "los estudiantes y el ejército, que se niegan a formar un gobierno con la colaboración de la oposición, hoy se enfrentan al segundo movimiento contra-revolucionario —el primero cronológicamente sería el de Pinar del Río—, el cual puede aumentar en serias proporciones, encabezado por el coronel Blas Hernández", quien, en la mañana del día 20, había ocupado Morón y "aprovechándose de las armas y municiones del puesto militar" se dirigió a las montañas de Ciego de Ávila, "su antigua plaza fuerte"''^. 57. Cit. por Á, APARICIO LAURENCIO: Op. cir.. p. 95. 58. ¡bídem, p. 91. 59. Op. cit., p, 95. "Rolando Pérez, antiguo jefe de la policía de Sancti Spíritus en Santa Clara, según se informó, acompañado de más de treinta hombres se dirigió a las montañas para unirse a las fuerzas del coronel Blas Hernández". 73 Según el citado corresponsal estadounidense, la Jefatura Militar del gobierno había declarado que Blas Hernández no se había rebelado, "sino que está cooperando con la administración para resolver los problemas laborales de la provincia", pero, sin embargo, se habían enviado urgentemente refuerzos a los puestos militares cercanos a Morón. "El capitán Benítez, que días atrás capturó al capitán Aran y a sus seguidores en la provincia de Pinar del Río, fue enviado por ferrocarril con más de 100 soldados desde La Habana con el fin de exterminar la rebelión". Asimismo, "tropas del puesto militar de Camagüey salieron por tren a Chambas, al noroeste de Morón, y se dividieron en dos divisiones para perseguir al coronel Blas Hernández. Una de las divisiones informó que sostuvo un encuentro con los rebeldes en el puesto de Tamarindo", al tiempo que se incrementaban las gestiones del gobierno para negociar con el rebelde"'. El día 22, en vista del fracaso de los esfuerzos del gobierno para persuadir a Blas Hernández de que depusiera cuanto antes su actitud, el Secretario de Interior, Antonio Culteras, "dijo esta tarde al hijo del coronel Blas, que se encuentra en La Habana como intermediario, que el plazo dado al coronel para que deponga las armas es de cuarenta y ocho horas, y que tan pronto expire dicho plazo, se darán órdenes a los soldados para que continúen sus esfuerzos para exterminar sus fuerzas". Sin embargo, en declaraciones a un periodista, realizadas en la Sierra de San Felipe (Camagüey), Blas Hernández manifestó, el día 23, que, en realidad, él no se había rebelado contra el gobierno''': No estoy de acuerdo con la actual administración porque son incompetentes. Yo no estoy en rebeldía, pero no puedo estar de acuerdo con la presente situación. Nosotros luchamos contra Machado creyendo que el triunfo de la revolución traería armonía y paz. pero éste no ha sido el caso. Por esta razón me he retirado a las montañas donde al menos puedo respirar aire puro... Yo sé que estoy siendo perseguido. Conozco los movimientos de mis perseguidores. Ellos creen, algunas veces, que voy a rendirme, pero yo le di al ejército de Machado grandes problemas. Yo conozco estas montañas como la palma de mis manos y esto es lo que cuenta ahora. En horas de la mañana del día 25 de septiembre, Blas Hernández se presentó en La Habana. Según Welles, el coronel rebelde, "que intentó dirigir una revolución en la provincia de Santa Clara durante los últimos diez días, había llegado a La Habana esa mañana para hacer las paces con el gobierno de Grau San Martín. El motivo de esta aparente rendición es la orden dada por el coronel Mendieta, que apoya a Blas 60. Op. cit., p. 96. 61. Op. cit.. pp. 96-97. 74 Hernández, y quien cree en una solución pacífica porque nunca el dirigente rebelde ha tenido ni armas suficientes ni pertrechos para un alzamiento exitoso"''-. La descripción del periodista Philips, sin embargo, abona la tesis de que, en esta ocasión, Blas Hernández había optado por evitar un alzamiento en toda regla. El caudillo agrario regresó a la capital, en efecto, "acompañado por el capitán Benítez, que fue enviado a combatirlo, y por algunos estudiantes que militan en el Ejército Caribe", y, posteriormente, acudió al palacio presidencial, donde fue recibido por Grau San Martín y por el propio Batista, líder militar del golpe de Columbia del 4 de septiembre. "Después de conversar amigablemente, posaron para los fotógrafos". Hernández insistió en que no se había rebelado realmente contra el gobierno y aseguró que tenía pensado permanecer unos días en La Habana, para volver más tarde con su familia a Morón. "Soy un amante de la libertad, pero nunca me levantaré contra un gobierno que, coiTio el actual, está en manos de cubanos. Luché contra Machado porque él es único y no creo que haya otro como él. El problema es que, dondequiera que voy, inevitablemente unos 300 hombres se concentran alrededor mío, y esto es mal interpretado. En el momento presente, ninguno de nosotros está realmente interesado en decir la verdad, pero estamos interesados en que las noticias falsas no circulen"''^ El 1." de octubre de 1933 se publicó en Bohemia un reportaje, así como una entrevista realizada al propio dirigente guerrillero, que pone de relieve su ambigüedad a la hora de definir las características de su aparente protesta armada contra el gobierno de Grau, si bien insistió en que su objetivo no era rebelarse. Según la indicada revista, ante los rumores de que Juan Blas Hernández se había alzado tras su regreso a Camagüey y que sus fuerzas habían tenido un encuentro con el ejército, la opinión pública se intranquilizó y, en aquel ambiente de tensión, circularon todo tipo de rumores. Se hablaba de muertos, heridos, prisioneros y alzados en fuga. "Una comisión del Directorio Estudiantil Universitario se trasladó con urgencia a las campiñas de Morón, en busca del rebelde para convencerlo de que debía deponer la actitud bélica"'^. Los estudiantes Antonio Viego Delgado y Carlos Martí habían acudido como enviados del DEU a Morón, para tratar de entrevistarse con Blas Hernández. La noche de su llegada durmieron en el cuartel de la 62. Op. cit.. p. 92. 6.1. Op. cit., p. 97. 64. Juan REPÓRTER: "Juan Blas, el rebelde". Bohemia, La Habana, 1.° de octubre de \9?,?:, p. 25. 75 guardia rural y, de madrugada, salieron en busca del jefe guerrillero, a quien tardaron en encontrar debido a la resistencia de los campesinos, que se negaban a ofrecer información a los estudiantes. Por fin, acompañados por un ayudante del coronel insurrecto, llegaron al campamento rebelde que estaba situado en una zona montañosa. Le encontraron en una pequeña casa de campo y le plantearon que se reintegrara a la vida civil, "porque los estudiantes del Directorio eran los que gobernaban ahora y nada tenía que temer"''\ Durante la negociación, Blas Hernández se mantuvo intransigente en sus puntos de vista. Aceptaba regresar a La Habana con las armas, al contrario de lo que proponía el gobierno, que lo quería desarmado. Los estudiantes Viego y Martí, que subrayaron la cordialidad de su encuentro con el rebelde, partieron después al apeadero de Falla y regresaron a la capital. Una vez en La Habana, en compañía de Turland Herrera, que actuaba en representación del jefe rebelde, fueron a visitar a Batista y a Grau San Martín para informarles del resultado de su gestión conciliadora. En la entrevista realizada por el redactor de Bohemia, Blas Hernández declaró que no había luchado "con la esperanza bastarda de obtener posiciones y bienestar, sino por el bien de la Patria, depauperada y pobre por ocho años de robos y asaltos a la Hacienda Pública". Negó, asimismo, que estuviera alzado. "Vine solo, nadie me cogió ni me trajo preso, ni hubo quien me convenciera. Me dijeron que la Patria estaba en peligro y que si yo dejaba el monte se salvaría y no pregunté más. Aquí me tiene. Por Cuba todo". E insistió a continuación"''': Yo no estuve alzado. De La Habana me fui con mis gentes y mis armas para descansar de la larga jornada contra Machado, en mi finca de Morón con mi familia. Llevaba la confianza del gobierno. Me proponía hacer un recorrido por la zona para ir imponiendo la normalidad en todos los lugares donde aiín existieran agitaciones. Un día inicié ese recorrido. Estando en una finca celebrando una fiesta, lo que nosotros llamamos una "vaca asada" en unión de mujeres y niños, vino un amigo y me dijo: "Juan Blas, ahí se acercan unos soldados al mando del capitán Benítez y dicen que te van a coger". A mí nadie me coge cuando yo no quiero que me cojan. Y levanté mi gente y me fui para el monte. Asimismo, Blas Hernández también negó la existencia de cualquier pacto con el gobierno''''': Lo único que le pedí al presidente Grau fue la libertad de trece muchachos que por orden expresa mía se dejaron hacer prisioneros para que yo pudiera 65. Ibi'dem. 66. Art. cit., p. 54. 67. Ihfdem. 76 seguir mi ruta por los montes. Una pequeña estrategia de este pobre jefe rebelde que no supo descubrir el capitán Benítez. Mientras este oficial se entretenía en registrar y desarmar a esos hombres, yo. que acababa de estar junto a ellos, seguía internándome en el monte. |Ah! También le hice saber al presidente que no entregaría las armas. Segijn Aparicio Laurencio, la voluntad por parte de Hernández de encubrir el levantamiento liderado por él en Morón, en el barrio de Ranchue-lo, que se dio en llamar de "las Vacas Asadas" en la prensa de la época, se debía a indicaciones recibidas desde La Habana. "Mario Hernández recuerda que acompañaron a Juan Blas Hernández numerosos amigos que habían estado levantados en armas durante el período contra el general Machado, y que ahora se sentían defraudados por la contrarrevolución del 4 de septiembre dirigida por el sargento Batista"*"". Los hombres de Blas Hernández que cayeron prisioneros en Arroyo Seco (Morón), en la escaramuza con un destacamento de Columbia formado por unos 250 soldados al mando del capitán Manuel Benítez Valdés, fueron los siguientes: Germán y Ramón Casares, Rafael Zuaso, Herminio Moreno, Cayetano Iribarri, Manuel García Cárdenas, Ismael Travieso, Eladio Estévez, Arcadio Alzóla y los hijos del coronel rebelde Mario, Ramiro y Fabio Hernández. Blas Hernández, junto a su hijo José y a su lugarteniente Francisco Negrín, rompieron el cerco y consiguieron escapar. Además, el redactor de Bohemia caracterizó a su entrevistado como un hombre fornido, "amplio de pecho, de paso tardo, franca la sonrisa y tropelosa la palabra, la cara tostada por el sol, las manos rudas, callosas, que denuncian al campesino trabajador"^^. Un campesino que, al decir del periodista, ocultaba algo. No quiso decir todo lo que sabía y pensaba, y, en el fondo, se expresó con la típica reserva y desconfianza del guajiro cubano. En palabras de Justo Carrillo, Welles pretendió atribuir una señalada importancia al alzamiento del coronel Juan Blas Hernández en la zona en que colindan las provincias de Santa Clara y Camagüey, "pero se vio sorprendido de inmediato por la comparecencia del insurrecto en el Palacio Presidencial, lo que le restaba credibilidad a su información de futurología, si bien era cierto que Juan Blas estuvo alzado"™. El embajador Welles señaló, en uno de sus famosos informes sobre la situación cubana, que "lo que es preciso en este momento de grave crisis es no solamente la determinación de un programa de largo alcan- 68. A. APARICIO LAURENCIO: O/J. cii.. p. 57. 69. Juan REPÓRTER: Art. cit.. p. 54. 70. Justo CARRILLO: Ciibíi, 1933. Estudiantes, yanquis y soldados, Miami, 1985, p. 280. 77 ce sino la inmediata cooperación de todos los grupos en Cuba en la formación, el mantenimiento y el respaldo de un gobierno que responda a la voluntad del pueblo antes que todo vestigio de gobierno en Cuba sea destruido bajo el imperio del caos"^'. En el fondo, a juzgar por su comportamiento diplomático y político, lo que realmente le interesaba a Welles y, por extensión, a los Estados Unidos, era que el control de la situación no se le escapase, realmente, de las manos. Por ello, en esta etapa peculiar de la política exterior norteamericana, el emisario estadounidense jugó siempre la carta de la ambigüedad, una ambigüedad calculada, con unos objetivos bastante precisos, que estaban centrados, sobre todo, en evitar el triunfo de las tesis políticas más radicales. Podría afirmarse que, sin las bendiciones del Imperio norteamericano, todo gobierno cubano propio era la más evidente representación del caos, de ahí sus referencias al alzamiento de Blas Hernández, y sus múltiples notas sobre la evidente inestabilidad política cubana, tantas veces provocada por sus propias intrigas. 4. LA PERCEPCIÓN CANARIA DE LA CRISIS CUBANA La percepción canaria de la crisis cubana puede seguirse, no sólo a través de la aguda pupila de Luis F. Gómez Wangüemert —testigo presencial y protagonista activo de no pocos acontecimientos en La Habana de entonces—, sino, también, a través de un conjunto de artículos de opinión que, durante aquellos meses intensos, publicó la prensa de Canarias. La caída de la dictadura de Machado, por ejemplo, fue aprovechada por un redactor de La Prensa para reflexionar, con acierto, sobre el sentido de la democracia. "Como todas las dictaduras, la del general Machado en Cuba ha terminado violentamente. Ha sido la de Machado una dictadura caracterizada por la violencia... Subió Machado al poder democráticamente. Pero duró poco su actuación legítima. Al primer tropiezo se erigió en dictador y así, fue endureciendo el sistema personalista de gobierno", y afirma a continuación'^: Y debemos aprovechar las circunstancias de lo ocurrido en Cuba para volver, una vez más, a la reflexión de que hay que procurar por todos los medios la educación ciudadana para que los países no puedan desembocar en ese dramático sistema político. 71. Cit. por J. CARRILLO: Op. cit.. p. 277. 72, "El final de la dictadura cubana". La Prensa, Santa Cruz de Tenerife, 16 de agosto de 193.'?, p. 1. 78 Si racionalmente no liay más sistema puro de Gobierno que la democracia, la experiencia nos está demostrando que, además de racional, es el más práctico. Nada, absolutamente nada, remedian las dictaduras. Resultan insoportables aun cuando se desenvuelvan del modo pacífico en que se desarrolló la española. Más tarde, cuando la inestabilidad interior desembocó en la "sar-gentada" del 4 de septiembre, se publicó un interesante trabajo de Ángel Lázaro. Para este periodista, el proceso revolucionario podía asimilarse a un "proyectil que va disparando sucesivamente otros proyectiles interiores". Además, la radicalización había "llegado al tope" y parecía inminente la intervención de los Estados Unidos. El primer proyectil fue la caída de Machado, el segundo la constitución del Gabinete de Céspedes y, por fin, el tercero la "revolución abiertamente popular", en la que figuraban nombres de destacados opositores al machadato: Carbó, Grau, Suárez Solís y, entre otros, una figura sobre cuya aparente ausencia llama la atención, el escritor marxista Juan Marinello. El análisis de Lázaro es sumamente interesante y pone de relieve la importancia crucial del imperialismo": En esta fase de la revolución cubana, la alarma norteamericana llega, naturalmente, a su grado máximo. Teme por las propiedades que los yanquis poseen en la Isla, pero acaso teme algo más. Y es que los elementos que se han adueñado de la situación vayan decididos a suprimir la enmienda Platt de la Constitución cubana. Sin duda alguna, a Norteamérica le convendría un Gobierno Provisional de personas acomodaticias que transigieran con las conveniencias del yanqui, a cambio de seguir manejando la vida política del país. La incógnita en estos momentos nos parece la siguiente: ¿Dejará hacer y deshacer Norteamérica al nuevo Gobierno revolucionario aunque éste llegue a dominar por completo la situación? Más probable será que ante el temor de que la Asamblea Constituyente que se propone convocar la Junta Revolucionaria pretenda deshacerse de toda ligadura con los Estados Unidos, éstos intenten hacer retroceder en su marcha a la revolución, volvería a la situación que representaba Céspedes. Se habla de comunismo. No nos engañemos con respecto a la finalidad de los revolucionarios cubanos. En Cuba hay, como en todo el mundo, una influencia comunista; pero nos atrevemos a afirmar que la actual Junta Revolucionaria no piensa en eso. Carbó sabe bien las circunstancias que son necesarias para acometer la experiencia rusa. No creemos, por tanto, a Carbó y sus compañeros del Comité revolucionario dispuestos a la aventura comunista. No. Ellos quieren sin duda hacer una revolución a fondo, dejar a Cuba limpia y soberana. Veremos a ver en que se resuelve la sospechosa expectativa de los Estados Unidos y si el pueblo, parada la conmoción, responde con disciplina y eficacia. 73. Á. LÁZARO: "De la revolución cubana". La Prensa, Santa Cruz de Tenerife, 21 de .septiembre de 19.33, p. 1. 79 La situación económica cubana no escapó, tampoco, al agudo análisis de algunos periodistas canarios. Gil de Monforte publicó, a fines de noviembre de 1933, un certero artículo que resumía, en pocas palabras, la situación de las clases populares durante el período objeto de estu-dio'-*: En Cuba, país privilegiado por la naturaleza..., el individuo puede cuidar maravillosamente de su economía animal, con un régimen alimenticio de frugalidad notable. Por eso el pueblo cubano, mientras se vendía el azúcar a un precio muy parcamente remunerador, pudo sobrellevar la paz, y hasta con buen humor, la carga de la existencia. Mientras la yuca, los plátanos, el boniato y otros tubérculos de bajo precio no les faltasen, podían hasta sufrirse las consecuencias de una feroz tiranía... Hace ya muchos meses que es tan considerable la paralización de los negocios, de todas las producciones..., que la inmensa mayoría del país forma, por necesidad, en el ejército pavoroso de los parados. Hace ya muchos meses que casi todos los habitantes de la Isla carecen un día y otro de los centavos que se precisan para adquirir los míseros tubérculos. Resulta esta situación más insoportable tratándose de un pueblo no habituado a recibir el menor rasguño de la miseria. Poco después, una breve semblanza del sargento de sargentos Fulgencio Batista, publicada en el mismo periódico tinerfeño bajo el pomposo título de "El Napoleón cubano", sentenciaba^': Todo se inclina a creer que pronto podrá demostrarse que al sargento Batista le está destinado el papel de guía en la historia de Cuba. Ángel Lázaro también publicó en otro periódico de gran altura cultural. La Tarde, un interesante artículo sobre el proceso revolucionario cubano. El principal problema al que se enfrentaba la Isla era, precisamente, la necesidad de "cambiarlo todo desde los cimientos", de ahí que'"'': No se espera, por tanto, que haya en Cuba una paz inmediata, salvo que los Estados Unidos quieran aplicar esa paz armada, completamente artificial e inadmisible, que le permite imponer la Enmienda Platt, adosada como un grillete a la Constitución de Cuba. Acaso éste es el momento para Cuba de liberarse de esa humillante tutela. Disolver, desde luego, el actual Parlamento... que no tiene la menor autoridad para nada después de haber sustentado, año tras año al dictador, hacer una modificación constitucional a fondo, que limite el poder presidencial 74. Gil DE MONFORTE: "Los desvarios del hambre. La desesperación de todo un pueblo". La Prensa, Santa Cruz de Tenerife, 30 de noviembre de 1933, p. 1. 75. "De una revolución. El Napoleón cubano". La Prensa, 1 de diciembre de 1933, p. 5. 76. Á. LÁZARO: "Momentos. El drama político de Cuba", La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, 8 de septiembre de 1933. p. I. 80 e imprima a la República de Cuba una fisonomía verdaderamente democrática y parlamentaria; y, en fin. aprovechar el momento para decir a los Estados Unidos que la doctrina de Monroe es "América para los americanos", pero no "para los norteamericanos". Al llegar a este punto habría de insistir largo y tendido sobre lo que puede ser —¡y falta está haciendo!— una verdadera inteligencia entre los países de la América Latina para salvar su personalidad histórica. Nada de esto puede ser ajeno al interés de España. Sin contar la afinidad que a Cuba nos une.... sin entrar en razones de idioma y cultura. Basta con que sea una sociedad que se debate por encontrar un camino, por cumplir su misión. Otro redactor del mencionado periódico, Ángel Cabrera, analizaba el golpe de estado del 4 de septiembre con bastante realismo, y, en este sentido, consideraba, frente al alarmismo de determinados sectores de la opinión pública, que se trataba de la misma revolución que derrocó a Machado y que su radicalismo respondía a la necesidad de llevar a cabo, sin titubeos, el programa "redentor", el verdadero espíritu del 12 de agosto''^: No hay que alarmarse demasiado ante los nuevos sucesos que se están desarrollando en Cuba. Podemos asegurar que no se trata de una contraiTevolución, ni de una nueva revolución, sino de la única, de la gran Revolución heroicamente sostenida durante tan largo tiempo y que en la mañana del ya histórico 12 de agosto culminó en su triunfo glorioso con la caída y fuga del feroz Machado. No haya temor de que Cuba se precipite en la anarquía ni caiga en ese ciclo fatal de revoluciones y contrarrevoluciones que allí, por razones de vecindad que nadie desconoce, no puede producirse. Ni es posible tampoco pensar seriamente en intentos comunistas que, por las mismas razones, serían verdaderamente suicidas, y los que figuran al frente del movimiento son hombres sensatos y patriotas probados que ningún interés pueden tener en dar al traste con la independencia de Cuba. El gobierno del Dr. Céspedes, aún después de su famosa declaración, ha estado vacilante y tímido en su actuación, sin atreverse a disolver el Congreso ni adoptar las otras medidas radicales y urgentes que la opinión pública reclamaba ardientemente. Y he aquí que la Revolución no haya tenido más remedio que echar a un lado ese Gobierno y formar otro capaz de llevar adelante su enérgico programa redentor. La presencia en el movimiento del ilustre Dr. Grau San Martín, líder de los catedráticos y estudiantes y hombre de una probidad y rectitud insospechables garantiza plenamente que se trata de un movimiento serio, digno, patriótico y exclusivamente en bien de Cuba. Su colega Ángel Ossorio y Gallardo, por su parte, interpretaba la caída de la dictadura machadista y la inestabilidad ulterior como el fruto natural de la dictadura. Ossorio se mostraba menos optimista sobre el 77. Á. CABRERA; "Impresiones. La revolución cubana", La Tarde, 13 de septiembre de \9y?.. p. 1. futuro de Cuba y, sobre todo, hacía votos en favor de la democracia y de las libertades"*: Ese policía macliadista a quien las turbas han asesinado, colgado y descuartizado, estaría perfectamente convencido hasta una semana antes de su muerte de que el régimen al que servía como sicario era tan excelente que ni una sola voz se alzaba en Cuba contra él. Si acaso, cuatro estudiantinos insignificantes y despreciables... Ya se ha visto luego cuantos eran los grados de contento y adhesión a su presidente... prorrogado. Las cosas son así porque así deben ser. Los hombres se reúnen en sociedad para lograr la plenitud y el completo fruto de su personalidad. Uno de los principales atributos de ésta es la dignidad. Por consiguiente, el régimen que va contra la dignidad, va contra la naturaleza, y no puede dar otros resultados sino los que vengo comentando. El día que el soviet y el fascismo y el hitlerismo no puedan seguir presionando el tapón con el dedo ¡Veremos lo que sale por la botella! Piénsenlo cuantos en España sueñan desde la derecha con un fascismo disparatado y cuantos en la izquierda se preguntan para qué sirve la libertad... Armando López Fuentevilla, un cubano residente en Santa Cruz de Tenerife, también publicó, en La Tarde, un artículo de marcado carácter patriótico, en el que criticaba duramente las humillaciones que por parte de los políticos "nativos y extranjeros" había sufrido su pueblo. Por ello comprendía, a principios de octubre de 1933, la actitud vengativa de los sectores populares y el papel de Batista, al tiempo que criticaba la falsa acusación de comunismo y ponía de relieve la necesidad de que la Isla fuera gobernada, realmente, por los representantes de la mayoría del pueblo cubano''^: En Cuba no hay tal comunismo, allí lo que hay es hambre; y ha llegado el momento de comer —y comer bien— para no morir; y para ello es imprescindible "pedir de comer" y hasta cierto punto necesario saquear algunos establecimientos (los más ricos), porque llora ante los ojos de Dios ver los enlatados a la vista del público que lleva meses y meses sin comer..., cuando hay almacenadas millones de golosinas; porque es un crimen permitir que un pueblo rico sucumba por el hambre pudiéndolo evitar. ¿Comunismo? ¡No! ¡Hambre! La que han traído a Cuba los políticos de todas las esferas; los banqueros neoyorquinos, los que están disfrutando en tierras de Europa y América del dinero de mi pueblo que hoy pide pan.... los que sólo sueñan con el maldito "biberón" al frente de la Presidencia de la República, en una Secretaría o detrás de los escaños del Congreso... ¡Con el Poder! Por todo esto a Fulgencio Batista se le ha hecho general de nuestro Ejército y la llamada "Chancleta" de María de la O saquea a la desbandada; por todos estos precedentes donde los caballeros con levita han sido los mayores usurpadores de la riqueza de Cuba.... el populacho enfurecido y escamado —que ahora llaman comunista— se proclama vencedor. 78. Ángel OSSORIO Y GALLARDO: "El ejemplo de Cuba", La Tarde, 26 de septiembre de 1933, p. 1. 79. A, LÓPEZ FUENTEVILLA: "Cuba para los cubanos". La Tarde, 6 de octubre de 1933. p. 2. 82 ¿Censurar su actitud? No. Dejadle que gobierne. Es muy digno de gobernar su propia casa. Dejadle también que elija al hombre que ha de responder a sus anhelos..., y que sólo acepte el consejo de su propio pueblo sin la intervención de gobiernos extranjeros. ¡Entonces podremos decir que Cuba es libre! Paralelamente, unas semanas más tarde, el periódico que mencionamos llamaba la atención sobre los problemas de Cuba en relación con Canarias"": Las noticias que se reciben en estas islas sobre la situación de Cuba no pueden ser más alarmantes. Todo lo que pueda ocurrir en las naciones de América..., ha de interesar sobremanera a nuestro Archipiélago. No en vano existen miles de coprovincianos nuestros en ellas y no en vano coadyuvaron miles de familias oriundas de Canarias, en la preparación de campos y en la formación de ciudades, poniendo a contribución su sangre y su trabajo en tan amplia y heroica empresa. Mas, es la República cubana la porción del tenitorio americano que en el último siglo tuvo más relación con nuestras islas, hasta el extremo de que es posible que sea mayor la cantidad de isleños que residen en la bella Antilla que los que han quedado en el Archipiélago. Cientos de miles de canarios trabajan y luchan en tierra cubana.... no puede sernos indiferente lo que en Cuba ocurra, por bien de ellos y por la situación de nuestros paisanos. Singular importancia tienen también, por otra parte, los artículos de opinión publicados en el periódico republicano Hoy. Pocos días después del triunfo de la revolución contra Machado, S. Tejera reflexionaba sobre la crisis cubana"*': La dictadura cubana ha respondido al invariable molde: exageraciones constructivas, pompa en alto grado, despilfarro de millones que se disfraza de engrandecimiento, impuestos aplastantes, empréstitos exteriores, grandezas militares, censos y elecciones fraudulentos, prórroga de mandatos, etc. Y todo hecho entre ficticias aclamaciones, hablando a diario de la patria y de la historia, con el recuerdo de héroes sublimes a quienes justamente venera la juventud. Mientras que Jaime Menéndez publicaba, a fines de septiembre, un valioso trabajo sobre la historia reciente de la Perla del Caribe e, igualmente, meditaba sobre las incertidumbres del porvenir*^: A grandes trazos, éstos son varios años de la historia de Cuba. La historia de una tragedia de la cual no se ha escrito la última palabra. Se ha esfumado el peligro de Machado. Pero la presencia de cuarenta buques de guerra en aguas cubanas atestigua la veracidad de este juicio. 80. "La situación de Cuba. Los intereses isleños en la Gran Antilla", La Tarde, 23 de diciembre de 1933, p. I. 81. S. TEJERA: "Un libro abierto; Cuba. Actualidad y enseñanzas de una revolución". Hoy. Santa Cruz de Tenerife, 17 de agosto de 1933. 82. Jaime MENÉNDEZ: "Antes y después de la revolución. Las páginas trágicas y sangrientas de la historia de Cuba". Hoy. 30 de septiembre de 1933, p. 1. 83 La posibilidad de una intervención directa de las fuerzas armadas de Estados Unidos siempre estuvo presente en las mentes de todos los observadores canarios", pero pronto las circunstancias políticas internas e internacionales jugaron en favor de la entronización de un nuevo hombre fuerte en los destinos de Cuba, Batista, y, a través suyo, los norteamericanos vieron complacidos cómo se esfumaba el peligro de una radicalización de la revolución cubana de 1933. 83. V., también, "La tragedia de Cuba. De la prosperidad a la miseria", La Caceta de Tenerife, 25 de agosto de 19.3.3. p. 5. 84 |
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