MARIÁTEGUI: DEFENSA INDÍGENA Y AVANCES
DE VANGUARDIA
PETRA-IRAIDES CRUZ LEAL
(Universidad de La Laguna)
1. TRANSITO HACIA EUROPA
En 1919, el intelectual peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930)
viaja a Europa, tras ser expulsado de su país mediante una beca. La beca
era una fórmula de deportación disimulada con la cual el mandatario Augusto
Leguía lograba desprenderse de Mariátegui, y también de César
Falcón, los dos jóvenes (un tanto subversivos) que habían fundado el periódico
La Razón, en 1919'. Mariátegui se sirvió de las columnas de La
Razón para alentar las protestas de estudiantes y obreros, actitud que -
naturalmente- desató las iras del régimen dictatorial. Desde 1918 venía
perfilándose esa posición «política mariateguiana»^ caracterizada por ideales
de justicia social e indígena. Incluso antes, en 1916, Mariátegui aparece
relacionado con la revista Colónida', en la que se plantearon algunos
' Sobre el caso de Mariátegui, Eugenio Chang-Rodríguez anota lo siguiente: «Percatado
Leguía de la habilidad intelectual de Mariátegui, mientras con una mano le cerraba el
periódico, con la otra utilizaba una treta para silenciarlo». Ver CHANG-RODRÍGUEZ,
Eugenio: Poética e ideología en José Carlos Mariátegui. José Porrúa Turanzas, Madrid,
1983, pág. 16.
^ La fecha de 1918 es catalogada por el mismo Mariátegui como año clave y punto de
partida: «Desde 1918, nauseado de política criolla, me orienté resueltamente hacia el so-ciahsmo,
rompiendo con mis primeros tanteos de literato inficionado de decadentismo y
bizantinismo finiseculares». Ver MARIÁTEGUI, José Carlos: «Siete ensayos de interpretación
de la realidad peruana». En Obras Completas, vol. 2, Biblioteca Amauta, Lima,
1988, s/p. [contracarátula].
' Mariátegui no fue un íntimo componente del grupo de «colónidos», sino un colaborador
de la revista, y, además, el «colonidismo» queda sucintamente descrito como «meteoro
» breve e indeciso. Pero a pesar de todo ello, Colónida abre un grito de lucha al que
se suma la voz de Mariátegui: «Colónida representó una insurrección (...) contra el academicismo
y sus oligarquías, su énfasis retórico, su gusto conservador»; en Colónida -
continúa Mariátegui- «militábamos algunos escritores adolescentes, novísimos, principiantes
», bajo la dirección de Abraham Valdelomar. Ver MARIÁTEGUI, José Carlos: Siete
ensayos de interpretación..., op. cit., págs. 282-283.
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aspectos del dilema indígena. Justamente el segundo número de Colónida
publicó un curioso artículo (o «manifiesto indigenista») firmado por Federico
More. Con el fin de censurar las declamaciones extranjerizantes de
Ventura García Calderón, More escribía:
... el señor García Calderón (...) cuenta que vivimos en un continente de
rascacueros (...) [y] no es justo que cualquiera venga a decir vulgaridades e
insidias (...). Quien literatura peruana pretende hacer, obligado está a inquirir en
el alma de nuestros más remotos ancestrales (...). Debe subir el espíritu hasta los
remotos milenios de los megalitos incaicos. Debe escudriñar en la tradición, oír
de boca del pueblo la rapsodia que, desde la boca del lejanísimo ancestral, viene
hoy al último retoño de una raza que entre frfo y alcohol aún pimpollece. La
BibUa y la Iliada no son sino la compilación jenial [sic] y divina de la inquietud
espiritual que dos pueblos derramaron en consejas. Cuando el señor García Calderón
vaya hasta el más helado y agreste rincón andino y escuche de labios del
aborigen una y mil leyendas, verá que hay diferencia entre la literatura peruana,
honda, triste, fuerte y sobria, y la literatura colonial hecha por frailes, tahúres y
andrójinos [sic]\
Con todo, Mariátegui va a defender un indigenismo «ético» que sobrepasa
los límites literarios y las barreras (algo elitistas) de Colónida. En cierta
manera, la tenacidad autodidacta de Mariátegui apunta -desde el principio-
hacia el conocimiento doctrinario. Buen ejemplo sería su paso inicial
por los periódicos limeños La Prensa y El Tiempo, o su creciente descontento
con dichos medios de difusión'. Por lo demás, las circunstancias se
•* MORE, Federico: «La hora undécima del señor don Ventura García Calderón». En
Colónida, núm. 2, Lima, febrero de 1916, págs. 34-35 (seguimos la edición facsímil de
Ediciones Copé, Lima, 1981). Asimismo, algunos críticos llegan a asegurar que el citado
texto del puneño Federico More (1889-1955) constituye «uno de los primeros manifiestos
indigenistas». Véase, por ejemplo, CHANG-RODRÍGUEZ, Eugenio: «El indigenismo
peruano y Mariátegui». En Revista Iberoamericana, núm. 127, Pittsburgh, abril-junio 1984,
pág. 373.
' Mariátegui ingresa en el mundo laboral con quince años, para ir avanzando en un
lento y progresivo aprendizaje periodístico y tipográfico (obrero «alcanza-rejones», ayudante,
mensajero, redactor...). Al menos desde 1910 pertenece al periódico La Prensa,
donde asciende al escalafón de «linotipista»; en 1912 es encargado de la redacción de notas
(incendios, sorteos, etcétera), y finalmente escribe un pequeño texto de crítica artística
titulado «Al margen del arte», que, firmado con el seudónimo de Juan Croniqueur, debió
ser su primera publicación (1 de enero de 1914). Luego, a mediados de 1916 se aleja de La
Prensa para unirse al nuevo diario El Tiempo. Tras uno de sus artículos publicados en El
Tiempo (12 de enero de 1919) abandona también este último periódico. Mariátegui da la
espalda a los citados medios de difusión por motivos ideológicos, y pasa a fundar La Razón
(como se dijo anteriormente). Ver, a propósito, MESEGUER ILLÁN, Diego: José Carlos
Mariátegui y su pensamiento revolucionario. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1974,
págs. 21-23.
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acumulan. Casi simultáneamente -como sintetiza Aníbal Quijano-, Mariá-tegui
actúa de «cronista hípico», emprende un precoz rastreo de la sociedad
peruana y aún encuentra el modo de hacer una primera incursión en el
consabido «establishment» de las altas instituciones: «La concurrencia [de
Mariátegui] a los debates parlamentarios fue, seguramente, una puerta de
entrada a la observación y a la reflexión sobre los problemas político-sociales
del país y del mundo»".
Con tales inquietudes, es posible que el «veinteañero» periodista vislumbre
la marcha a Europa como una aventura que promete nuevas experiencias
y nuevas calas cognoscitivas. Esa posibiUdad no queda frustrada.
Paradójicamente, Mariátegui halla un rico estímulo entre los escombros
bélicos de la maltrecha Europa. Allí ratifica su preocupación por las masas
explotadas, y refuerza su acercamiento a los pensadores e intelectuales
socialistas y marxistas (rusos, italianos y franceses). En efecto, al finalizar
la Primera Guerra Mundial (1914-1918):
... el pensamiento marxista ganaba adeptos, y Mariátegui se acercó a él durante
su estancia en Europa, entre 1919 y 1923, culminando un proceso que en su
país ya lo había aproximado a los anarcosindicalistas defensores de la causa
obrera»'.
Paralelamente, esa etapa favoreció el contacto con las innovaciones
artísticas de vanguardia. Como explica Estuardo Núñez, Mariátegui fue un
sutil receptor de la vanguardia, pues en su «fecunda estada» en Europa
tuvo oportunidad de palpar el ambiente generado por los ismos
vanguardistas: futurismo, dadaísmo, cubismo, expresionismo, surreaUs-mo...^
Para Mariátegui, los ismos debían ser muy atractivos, sobre todo el
surrealismo, con su inquebrantable gusto por la magia y los mitos
ancestrales. Aquel surrealismo (del que Mariátegui fue fiel seguidor') bus-
' QUIJANO, Aníbal: Prólogo a Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana,
de José Carlos Mariátegui. Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1989, págs. XXVII-XXVIII.
' FERNANDEZ, Teodosio: Los géneros ensayísticos hispanoamericanos. Taurus,
Madrid, 1990, pág. 98.
' NUÑEZ, Estuardo: «José Carlos Mariátegui y la recepción del surrealismo en el
Perú». En Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, 3, 5, Lima, primer semestre, 1977,
pág. 57. Esta información está más ampliamente detallada en otro estudio del mismo autor:
véase el libro titulado La experiencia europea de Mariátegui, Editora Amanta, Lima, 1978.
' Al regresar a Perú (y hasta su muerte, en 1930), Mariátegui seguirá prestando atención
a todos los vaivenes surrealistas, de tal manera que los textos mariateguianos dedicados
al surrealismo arrojan un cierto escrutinio del movimiento. Véanse -en esa línea- las
siguientes publicaciones del autor: «El grupo surrealista y Ciarte», «El balance del
suprarrealismo» y «El Superrealismo y el Amor». En José Carlos Mariátegui, El artista y
la época, op. cit., vol. 6, Biblioteca Amauta, Lima, 1990, págs. 42-56.
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caba la «alteridad» cultural. Poco a poco, los surrealistas quedaron
extasiados ante los tesoros de otras culturas y zonas: la oriunda vulcanología
canaria; el santuario tribal de Alaska; el paganismo de África y Australia;
el vudú haitiano; los vestigios ceremoniales de mayas, aztecas e incas, y
las creencias aborígenes de toda América Latina'". Tanto es así, que, tras el
Primer Manifiesto Surrealista, se promocionaron en París los estudios
indigenistas con el surgimiento de un Instituto de Etnología, creado en
1925. Lo que sucede es que Europa percibe los signos de su caída (como
gran civilización), después de haberse lanzado a una batalla catastrófica.
Con la Gran Guerra estalló el terror de una destrucción masiva, de ahí la
necesidad de oxígeno no contaminado por el humo de los armamentos. La
vía europeizante y oficial naufragaba, y entre tanto el orbe indígena refulgía
con impolutos destellos. Quebrantada la mentalidad ortodoxa, lo más
idóneo era rescatar la mentalidad supuestamente primitiva y marginal. Los
surrealistas, concluye González Alcantud, adoran lo «salvaje», viven subyugados
por el arte precolombino y exaltan la analogía entre surrealismo
y nativismo, según se oyó en los pregones del líder André Bretón:
El surrealismo está relacionado con los pueblos de color (...), debido a que
existen las más profundas afinidades entre el pensamiento llamado «primitivo»
y el pensamiento surrealista, puesto que ambos quieren suprimir la hegemonía
de lo consciente, de lo cotidiano, para ir a la conquista de la emoción reveladora".
A estas alturas, hemos de volver sobre los pasos de nuestro viajero
peruano. El clima en el que se fraguaba el surrealismo espoleó positivamente
los planes de Mariátegui. De hecho, algunas de sus empresas
«americanistas» se gestan en Europa. En el fondo, Mariátegui (re)descubre
los potenciales de América a través de la distancia'^ No obstante, suele
enfatizarse -tal vez en exceso- que los latinoamericanos «comprometidos
», como Mariátegui, tomaron sus mejores lecciones bajo la tutela del
'° En este campo es muy útil la consulta del libro de GONZÁLEZ ALCANTUD, José
Antonio: El exotismo en las vanguardias artístico-literarias. Anthropos, Barcelona, 1989.
" Palabras de André Bretón compiladas y analizadas por José Antonio González
Alcantud en El exotismo en las vanguardias..., op. cit., pág. 279. En la misma referencia,
Alcantud recalca la nitidez de esta arenga «bretoniana» en pro de los pueblos de «color»,
oprimidos y acosados por el hombre «blanco». En opinión de González Alcantud, «nunca
estuvo tan meridianamente claro el pensamiento bretoniano».
'^ Comentando la trayectoria de Waldo Frank, Mariátegui escribe: «Como él, yo no me
sentí americano, sino en Europa. Por los caminos de Europa encontré el país de América
que yo había dejado.» Ver El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy. En op.
cit., vol. 3, Editora Amauta, Lima, 1987, pág. 192.
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surrealismo francés'^ En cauteloso aserto de González Vigil, el surrealismo
suscitó el fervor por la floresta mítica y la cartografía americana, con
el trazado de un mapa donde «Perú y México eran grandes ejes»'". Pero es
más contundente (y arriesgado) el veredicto de Martica Sawin, al constatar
que los surrealistas acaban cruzando el Atlántico en un decisorio peregrinaje
hacia América. A juicio de la autora, «fueron los artistas europeos
emigrados (así como los investigadores) quienes revelaron a los americanos
la riqueza de la herencia de la América indígena», y quienes promovieron
la revalorización del legado primigenio'^
2. AMÉRICA Y PERÚ
Hay, desde luego, otras referencias al margen de Europa. Por lo pronto
es forzoso introducir aquí algunos matices, dadas las particularidades que
presenta el recorrido de Mariátegui. No está de más recordar que -antes
del reiterado viaje europeo- Mariátegui ya contaba con la instrucción de
Manuel González Prada, el paradigmático maestro y rector de las discusiones
peruanas de fines del siglo pasado y principios del actual. A las
tertulias de Prada asistían numerosos jóvenes, entre los que se encontraban
Haya de la Torre, More, Basadre, Mariátegui, etcétera. Y la situación
indígena o la libertad de los oprimidos fueron cuestiones ventiladas y
comentadas por Prada. Por ejemplo, en 1888 el famoso «Discurso
[gonzalezpradista] del Politeama» fue emitido en los siguientes términos:
Hablo, señores, de la libertad para todos, y principalmente para los más desvalidos.
No forman el verdadero Perú las agrupaciones de crioUos y extranjeros que
habitan la faja de tierra situada entre el Pacífico y los Andes; la nación está formada
por las muchedumbres de indios diseminadas en la banda oriental de la cordillera".
" Véase la importante defensa hecha por Belén Castro Morales en su trabajo «El
surrealismo en América Latina: la revelación de la alteridad». La Página, núms. 11 y 12,
Tenerife, 1993, págs. 125-148.
'" GONZÁLEZ VIGIL, Ricardo: El Perú es todas las sangres. Pontificia Universidad
Católica del Perú, Lima, 1991, pág. 243.
" SAWIN, Martica: «El surrealismo etnográfico y la América indígena». En VV.AA.,
El surrealismo entre Viejo y Nuevo Mundo. Centro de Arte Moderno, Las Palmas de Gran
Canaria, 1989, pág. 87. No pretendemos rebatir este trabajo sumamente explicativo e interesante,
sino ilustrar la diferencia (tal vez la excepción) que marca Mariátegui. Porque si
bien es verdad -como apunta la autora- que los «viajeros» surrealistas embarcaron para
América casi siempre a partir de 1930 (año en que muere Mariátegui), no es menos cierto
que Mariátegui poseía un bagaje indigenista «previo» (como se verá en seguida).
" GONZÁLEZ PRADA, Manuel: «Discurso del Pohteama». En Páginas libres, Sociedad
Española de Librería, Madrid, s/f., pág. 78. Se registra la llamativa paradoja de que
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Al repasar estos datos se tiene la impresión de que Mariátegui es un
digno discípulo del viejo maestro" (o se intuye al menos una afinidad
entre ambos). El foco de Prada parece proyectarse ya en un primer
Mariátegui casi adolescente, inconformista y aprendiz, cuyas apetencias
se inclinaban incipientemente hacia las posturas más radicales del ámbito
peruano. Es más, el hecho de que Mariátegui refuerce sus teorías en Europa
no obsta para que él mismo confiese, más tarde (1926), que su espíritu
no sufrió exactamente un cambio, sino un toque de madurez: «He madurado
más que he cambiado. Lo que existe en mí ahora existía embrionaria
y larvadamente cuando yo tenía veinte años»'^ A partir de todo ello, determinados
estudiosos y especialistas -como Jorge Schwartz- consideran que
«aunque el nombre de Mariátegui esté consagrado como el gran defensor
de la causa indígena en el Perú de los años veinte», no puede soslayarse
otro nombre tan significativo coiho el de Manuel González Prada (1844-
1918). Y, según agrega Schwartz, «una de las principales ideas de
Mariátegui, inspirada probablemente en González Prada, es que la cuestión
indígena no es de índole racial, sino social»". De manera similar,
Julio Ortega habla de un gesto de «certidumbre moral» que marca la «continuidad
» o sintonía entre Prada y Mariátegui: «retomando la prédica de
González Prada, la crítica emerge (...) en la recusación del país tradicional
que emprende Mariátegui»™. Se redondea entonces la certeza de que estamos
ante un proceso evolutivo que viene desde los lejanos tiempos, en los
que el jovencísimo neófito simpatizaba con el discurso progresista y precursor
de González Prada. Nadie ignora que Mariátegui hace una indagación
más exhaustiva e intensa en lo que concierne a la política, la economía
y la distribución de la tierra: él dio por sentado que todos los cálculos
don Manuel «encargó la lectura de su discurso al joven Gabriel Urbina», dada la timidez
del «maestro» para disertar ante un auditorio de numeroso público. Ver SÁNCHEZ, Luis
Alberto: La literatura peruana, vol. VI, Ed. Guáranla, Buenos Airea, 1951, pág. 145.
" En 1916, Prada ya recibe el tratamiento de «maestro», en una entrevista que le
hiciera Mariátegui. Nótese el elogioso tono del discípulo: al transcribir el contenido de una
«entrevista tan noble -dice Mariátegui- siento el gran orgullo de ser el intérprete de los
conceptos que le merece al gran maestro la generación a la cual yo pertenezco». La entrevista
ha pasado a formar parte de los textos de José Carlos Mariátegui: véase Mariátegui
y su tiempo. En op. cit., vol. 20, Amauta, Lima, 1982, págs. 129-134 [edición a cargo de
Armando Bazán].
" Ver este párrafo en MARIÁTEGUI, José Carlos, La novela y la vida, op. cit., vol. 4,
Biblioteca Amauta, Lima, 1988, pág. 154.
" SCHWARTZ, Jorge: Las vanguardias latinoamericanas. Textos programáticos y
críticos. Cátedra, Madrid, 1991, págs. 591-592.
™ ORTEGA, Julio: La cultura peruana. Experiencia y conciencia. Fondo de Cultvu-a
Económica, México, 1978, págs. 31-32.
448
sobre el problema indígena que eludieran el desajuste económico serían
razonamientos demagógicos e inoperantes, condenados al fracaso. Sin
embargo, llegará el momento (1928) en que Mariátegui tome el timón de
su revista Amauta para reproducir en ella (número 16) el texto de Prada
«Nuestros Indios», en rendido homenaje al combativo y venerable patriarca.
A la postre habremos de reconocer -con Teodosio Fernández- que,
avanzando en el camino, Mariátegui:
... abordó el análisis del problema indígena, siguiendo la ruta abierta por
González Prada, el primero en adoptar años atrás un indigenismo militante y en
poner de manifiesto -con su famosa denuncia de la «trinidad embrutecedora» del
indio: la que formaban el juez de paz, el gobernador y el cura- la importancia de
los factores económicos y sociales^'.
3. LA REVISTA AMA UTA
En cualquier caso, tras algunos años de formación y lecturas^^ -y quizá
al amparo de esos dos hitos de Europa y América {ismos europeos e ideario
de Prada)- Mariátegui concede un sello esencialmente americano a su
revista Amauta (1926-1930)^'. Sabido es que el proyecto de Amauta nació
en Europa: «Yo vine de Europa con el propósito de fundar una revista.
Dolorosas vicisitudes personales no me permitieron cumplirlo. Pero este
tiempo no ha transcurrido en balde»^". Mariátegui está aludiendo a los
^' FERNANDEZ, Teodosio: op. cit., pág. 98. En tomo a este mismo punto, Américo
Ferrari añade finalmente que: «Desde Prada a Valdelomar, Mariátegui y Falcón hay, en
efecto, un acercamiento progresivo a lo andino, algo como una subida a la sierra.» Ver
FERRARI, Américo: «Sobre la emergencia de la literatura peruana andina». En Literaturas
Andinas, núm. 3-4., Perú, primer y segundo semestres, 1990, pág. 9
^^ Los críticos destacan la enorme incidencia que los libros de Mariátegui tuvieron
sobre la juventud de vanguardia y sobre la propia Amauta, puesto que esta «revista se gestó
en el domicilio de Mariátegui, en medio de la biblioteca que atestiguaba el tipo de lectoras
y de preocupaciones de su dueño». Precisamente al hilo de esas ediciones o «lecturas»,
Gloria Videla se permite reproducir la siguiente nómina: «Das Kapital, La Décadence de
la phüosophie allemande, Les questions fondamentales du marxisme, Jean Cristophe, Ciarte,
Tirano Banderas, Los de abajo. La agonía del cristianismo, Pirandello, Bontempelli...».
Ver estos datos en VIDELA DE RIVERO, Gloria: Direcciones del vanguardismo hispanoamericano.
Estudios sobre poesía de vanguardia en la década del veinte. Documentos.
Institato Internacional de Literatura Latinoamericana, Pittsburgh, 1994, pág. 149.
" La revista cumplió una trayectoria de 32 números (entre septiembre de 1926 y
septiembre de 1930), aunque Mariátegui ya no pudo ocuparse de la dirección y edición de
los tres últimos números.
^'' MARIÁTEGUI, José Carlos: «Presentación de Amauta». En Amauta. Revista Mensual
de Doctrina, Literatura, Arte, Polémica, núm. 1, septiembre de 1926, s/p. (seguimos
449
particulares obstáculos de su enfermedad que coartaron la rápida aparición
de esa revista de vanguardia «del Perú y de Hispano-América», si bien él
regresó a la patria en 1923. Sea como fuere, Amauta es felizmente puesta
en circulación en el mes de septiembre de 1926. Después de descartar
otros títulos barajados («Iniciación», «Vanguardia» o «Claridad»), se eligió
al fin el título de Amauta, en reconocida pleitesía al poeta y sabio
incaico, según la significación del término quechua. Al parecer, la palabra
quechua fue sugerida por el pintor peruano José Sabogal, quien dibujó
-asimismo- la mayor parte de las carátulas de la revista. A grandes rasgos,
título y carátula definen ya el sesgo de Amauta y su abanderamiento
peruanista e indigenista. El propio Mariátegui hizo una serie de puntuali-zaciones
acerca del título:
El título preocupará probablemente a algunos. Esto se debe a la importancia
excesiva, fundamental, que tiene entre nosotros el rótulo (...). El título (...) no
refleja sino nuestro homenaje al Incaísmo^'.
Amauta no es una diversión ni un juego de intelectuales puros: profesa una
idea histórica, confiesa una fe activa y multitudinaria, obedece a un movimiento
social contemporáneo (...). Hemos querido que Amauta tuviese un desarrollo orgánico,
autónomo, individual, nacional. Amauta no debía ser un plagio, ni una
traducción. Tomábamos una palabra inkaica, para crearla de nuevo. Para que el
Perú indio, la América indígena sintieran que esta revista era suya^'.
A SU vez, la revista contó con el apéndice Labor y con un Boletín de
Defensa Indígena, órganos beligerantes y denunciatorios de las usurpaciones
latifundistas y los atropellos cometidos contra el indio. No es raro que la
revista Amaí/to se prestara a apoyar estas reclamaciones sociales, teniendo
en cuenta que a su director, Mariátegui, siempre le disgustó el grave antagonismo
entre dominadores y subditos: señores y siervos". Con igual des-la
edición facsímil de la Editora Amauta, Lima, 1976, y en adelante citaremos sólo el
simplificado título de Amauta).
^' MARIÁTEGUI, José Carlos: «Presentación de Amauta», op. cit., s/p.
^ MARIÁTEGUI, José Carlos: «Aniversario y balance», Amauta, núm. 17, Lima, septiembre
de 1928, pág. 1.
" A juicio de Mariátegui, hay que defender al indio no por «ser indio», sino por ser un
hombre explotado: «La reivindicación que sostenemos es la de las clases trabajadoras (...). Si en
el debate -esto es, en la teoría- diferenciamos el problema del indio, es porque en la práctica, en
el hecho, también se diferencia. El obrero urbano es un proletario, el indio campesino es todavía
un siervo (...). El problema que hay que resolver aquí es, por consiguiente, el de la liquidación de
la feudalidad, cuyas expresiones solidarias son dos: latifundio y servidumbre (...). Estas son,
teóricamente, cosas demasiado elementales. No tengo yo la culpa de que en el Perú -y en pleno
debate ideológico- sea necesario todavía explicarlas.» Ver MARIÁTEGUI, José Carlos: «Réplica
a Luis Alberto Sánchez». En Amauta, núm. 7, Lima, marzo de 1927, págs. 38-39.
450
velo, Mariátegui persigue un sentido histórico de tradición que, remontando
el estadio colonial, desemboque en las raíces prehispánicas y populares:
«El arte tiene necesidad de alimentarse de la savia de una tradición (...).
Y en él Perú la literatura no ha brotado de la tradición, de la historia, del
pueblo indígenas. (...). El literato peruano (...) entre el Inkario y la Colonia,
ha optado por la Colonia»^"*. Es comprensible que Mariátegui enlace
las categorías de revolución ética y revolución estética, puesto que él rechaza
el vacuo tecnicismo: «No podemos aceptar como nuevo un arte que
no nos trae sino una nueva técnica (...), una revolución artística no se
contenta de conquistas formales»^'. Por las mismas razones, la crítica
mariateguiana se duplica para ser -indistintamente- valoración artística y
toma de conciencia. Esto es: análisis literario y repudio al gamonalismo
oligárquico'". Con estas premisas, Mariátegui suscribe un vanguardismo
de transparente reivindicación indígena:
La reivindicación capital de nuestro vanguardismo es la reivindicación del
indio. Este hecho no tolera mistificaciones ni consiente equívocos (...). El conservador
criollo se comporta como un heredero de la colonia y como un descendiente
de la conquista (...). Para sentir a sus espaldas una antigüedad más respetable
e ilustre, el nacionalismo reaccionario recurre invariablemente al artificio de anexarse
no sólo todo el pasado y toda la gloria de España, sino también todo el pasado
y la gloria de la latinidad. Las raíces de la nacionalidad resultan ser hispánicas y
latinas. El Perú, como se lo representa esta gente, no desciende del Inkario autóctono,
desciende del imperio extranjero que le impuso hace cuatro siglos su ley, su
confesión y su idioma (...). En oposición a este espíritu, la vanguardia propugna
la reconstrucción peruana sobre la base del indio. La nueva generación reivindica
^* MARL\TEGUI, José Carlos: Siete ensayos de interpretación..., op. cit., págs. 241-
242.
^' MARIÁTEGUL José Carlos: «Arte, revolución y decadencia», en Amauta, núm. 3,
Lima, noviembre de 1926, s/p.
™ Mariátegui no oculta su voluntad de crítico justiciero: «Mi crítica renuncia a ser
imparcial o agnóstica (...). Toda crítica obedece a preocupaciones de filósofo, de político o
de moralista. Pero esto no quiere decir que considere el fenómeno hterario o estético desde
puntos de vista extraestéticos, sino que mi concepción estética se unimisma, en la intimidad
de mi conciencia, con mis concepciones morales, políticas y religiosas, y que, sin dejar
de ser concepción estrictamente estética, no puede operar independientemente o diversamente.
» Más aún, cuando Mariátegui cuestiona el gamonalismo oligárquico está rebatiendo
la herencia feudal, la interferencia imperialista, la senda de una literatura colonizada y
cualquier otra forma de dominación y subsiguiente servilismo. Como aclara el mismo
Mariátegui, el término «gamonalismo no designa sólo una categoría social y económica: la
de los latifundistas o grandes propietarios agrarios. Designa todo un fenómeno (...). Comprende
una larga jerarquía de funcionarios, intermediarios, agentes, parásitos, etcétera».
Ver estas referencias en MARIÁTEGUI, José Carlos; Siete ensayos de interpretación...,
op. cit., págs. 230, 231, 37.
451
nuestro verdadero pasado, nuestra verdadera historia. El pasadismo se contenta,
entre nosotros, con los frágiles recuerdos galantes del virreinato. El vanguardismo,
en tanto, busca para su obra materiales más genuinamente peruanos, más remotamente
antiguos. Y su indigenismo no es (...) un pasatiempo romántico (...). Este
indigenismo no sueña con utópicas restauraciones. Siente el pasado como una
raíz, pero no como un programa^'.
Este trasfondo teorizador ya es un marco propicio para que Amauta
inserte en sus páginas múltiples expresiones ligadas al mundo indígena.
Por ejemplo, aparte de elogiar la pintura de los peruanos José Sabogal y
Julia Codesido (y la del muralista mexicano Diego Rivera), los números
de Amauta albergan abundante poesía de aliento indígena. He aquí algunos
poemas: «Atahualpa», de César Rodríguez (número 3 de Amauta);
«En aquel dulce Imperio», de Alcides Spelucín (número 6); «Poema quichua
y ella campesina», de José Varallanos (número 13); «Kipukamayo», de
César Alfredo Miró Quesada (número 17); «Kutinijatawa, Lulu!», de Emilio
Vásquez (número 25), etcétera. Frecuentemente, por supuesto, estos versos
«indigenistas» se someten a estrategias líricas trabajadas con novedosos
recursos de vanguardia. Ahora bien, el talante indígena de Amauta no
implica una visión unidimensionaP^ Por encima de restringidos partidismos,
la revista es plataforma de largo alcance. Con ese ánimo plural,
Amauta recibe variados aportes de colaboradores extranjeros, como Gobetti,
Barbusse, Bretón, Freud, Gorki, Unamuno, Waldo Frank, Herwarth Walden,
etcétera. Y la pluralidad es territorial y temática, según se desglosa en
paciente inventario de Gloria Videla:
La revista, cuyo título muestra su orientación peruanista, incluye también
variedad de contenidos: poesía y narraciones del Perú y de otros países americanos
y europeos, teatro, cuadros de viaje, ensayos sobre literatura contemporánea
general, europea, americana y peruana; filología y lingüística, ensayos sobre la
naturaleza, orientación y caracteres generales del arte; sobre pintura, escultura y
arquitectura; sobre música y filosofía; sobre religión, educación, antropología,
folklore, sociología, derecho, relaciones internacionales, historia, economía, política,
problemas contemporáneos, entre otros importantes temas^^
" MARIÁTEGUI, José Carlos: «Nacionalismo y vanguardismo en la ideología política
». En Peruanicemos al Perú, op. cit., vol. 11, Biblioteca Amauta, Lima, 1988, págs.
97-102.
^^ A título ilustrativo, valga recordar que la revista se mantuvo abierta a los defensores
y detractores del indio. Frente a tantas defensas indígenas -en el sentido más positivo-contrasta
y choca, por ejemplo, un texto de López Albújar que se erige en rosario de
defectos atribuidos al indio. Ver LÓPEZ ALBÚJAR, Enrique: «Sobre la psicología del
indio». En Amauta, núm. 4, Lima, diciembre de 1926, págs. 1-2.
=' VIDELA DE RIVERO, Gloria: op. cit., pág. 149.
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En resumen, Amauta está dotada de excelentes maquinarias que se ponen
en marcha para extender y canalizar el trasvase cultural de aquellos
años. Ella registró las fermentaciones regionales, sin excluir el baremo de
los movimientos foráneos de elevado rango (desde el futurismo ruso al
expresionismo alemán, pasando por el surrealismo francés). Fuentes y afluentes
corren al unísono, gracias a la labor extraordinariamente aglutinante de
José Carlos Mariátegui. El ensayista peruano es el cabecilla que asume la
responsabilidad de futuro y que maneja las cotidianas riendas de Amauta
(con la carga editoriaP" y demás penurias^' e inconvenientes). Lo sorprendente
-como ve Nelson Osorio- es que Mariátegui levantó con sus propias
manos ese edificio de Amauta que sigue siendo, hoy, «uno de los monumentos
más valiosos (...) de la cultura contemporánea en América Latina»:
Y es difícil imaginarse que un joven latinoamericano, autodidacta y casi inválido,
fuera el motor de tal empresa (...). Ninguna otra publicación del continente
de esos años alcanza su dimensión universal ni logra tal calidad de colaboradores.
Ninguna tampoco (y hubo muchas) logra constituirse tan plenamente en expresión
de una América Latina respirando con pulmones universales (...). Y ninguna, por
último, ofrece a la lectura de nuestros días tanta frescura, actualidad y vigencia*.
Compartimos la alabanza de Osorio, toda vez que fue Mariátegui (creador
de Amauta) quien utilizó amplios conocimientos para implantar este
vanguardismo -tardío- entre sus coetáneos y estetas nacientes". Él ampli-
" Consta que, en 1926, Mariátegui emprende directamente la ágil preparación de la
revista, pese a su precaria salud (ya tenía una pierna amputada): «El periodista, para quien
el oficio no esconde secretos (...), hace el presupuesto (...). Escoge los tipos de letra. Indica
el número de columnas para cada sección. Pide y selecciona las colaboraciones», etcétera.
Ver OSA, Enrique de la: Prólogo a José Carlos Mariátegui. Obras (2 vols.). Casa de las
Américas, La Habana, 1982, pág. 30.
" A causa de su franca ideología, Amauta tuvo serios tropiezos. Por ejemplo, uno de
estos inconvenientes derivó en interrupción temporal y cierre de la revista entre los meses
de juiúo y diciembre de 1927 (mes de reapertura): «El 5 de junio de 1927, cuando acababa
de aparecer el número 9, Amauta y su director sufren el atropello policial por orden del
gobierno de Augusto B. Leguía (...), se utiUzaba el pretexto del complot comunista para
acallar a los movimientos populares y a sus voceros, y las oficinas de Amauta -y el propio
hogar de José Carlos Mariátegui- fueron allanados.» La trascendencia internacional de la
revista ya resultaba preocupante, y el gobierno esperaba una oportunidad para acabar no
sólo con el fenómeno difusor de Amauta, sino también «con los planes de todos los dirigentes
del movimiento obrero». Ver CARNERO CHECA, Genaro: La acción escrita. José
Carlos Mariátegui periodista. Biblioteca Amauta, Lima, 1980, págs. l'iX-l'ii.
* OSORIO, Belson: «Mariátegui y Amauta en el contexto de los años veinte». En
Nuevo Texto Critico, núm. 2, vol. I, segundo semestre, 1988, p. 315.
" El influjo de Mariátegui sobre las nuevas generaciones se ejemplifica perfectamente
con el caso del jovencísimo escritor Martín Adán (seudónimo de Rafael de la Fuente), cuya
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ficó la vanguardia con coordenadas de dimensión estética y social. Por un
lado, introdujo la pasión dialéctica e incrementó la presencia indígena y,
por otro lado, propagó el aliciente de las novedades mundiales. Los antagónicos
extremos nacionalismo-universalismo se refunden y resuelven en
la «bifronte» militancia mariateguiana. A fin de cuentas, Mariátegui fue un
conciliador de lo que se ha dado en llamar «las dos vanguardias»: la que
se nutre de fibra autóctona y la que absorbe un cosmopolitismo universal'*.
Hasta podría decirse que Mariátegui es el pensador que desencadena
la liberación de la América profunda a partir de un triángulo ideológico-crítico-
artístico''. Hemos de añadir, por último, que si la consolidación de
la vanguardia peruana no cristalizó en el Perú de 1916 con la insurrecta
Colónida, ni en 1924 con Flechas (otra revista de pretensión vanguardista),
todo ello cuaja definitivamente con el empuje de Mariátegui y el resultado
de Amauta. Está claro que Amauta es un ejemplo clásico a la hora de
estudiar la vanguardia latinoamericana de la década de los veinte, y su
específica conjunción de vanguardismo e indigenismo.
obra La casa de cartón -en prosa vanguardista- vio la luz en Amauta (número 10), bajo los
auspicios e incitadores consejos del mismo Mariátegui.
^' La consideración de «dos vanguardias» puede verse en VIDELA DE RIVERO,
Gloria: op. cit., pág. 169
" Muerto Mariátegui, sus discípulos y coetáneos le otorgaron el indiscutible título de
amauta, maestro e impulsor de la América profunda (América indígena): «Le querían
llevar a la cátedra las juventudes libres del Perú que descubrieron en ese hombre sin
colegio al profesor, al maestro innatos (...). La América Indígena, que es la nueva y futura
América, esperaba recibir el mensaje de la vanguardia peruana de labios de Mariátegui.
Eso quiere decir que ninguna voz nuestra obtuvo tanta representación espiritual en el
mundo. Y de su prensa políglota sale un rumor, cada vez más creciente, que da la medida
de cuánto se apreciaba, se evaluaba, a este hombre nuestro cuyo organismo miserable era,
apenas, un mínimo pebetero para el incendio trascendental que venía a suscitar (...). Su
pluma comunica una vitalidad llena de admirable salud (...). He aquí cómo aparece ahora
solemne y llena de austeridad la actitud de este hombre veraz y consecuente hasta el
sacrificio (...). Un hombre flecha ha sido este hombre de amanecer (..,), porque, inmóvil, se
multiplicó (...); hasta su propia carreta de mutilado se impregnaba de una filosofía de
acción (...). Hay que tener la honradez radical de reconocer que en el cuerpo misérrimo de
José Carlos se cobijó la más generosa capacidad indoamericana para el preludio
beethoveniano y la esperanza popular. ¡Importa decir que en su valentía y en su amargura
ha nacido una nueva conciencia para el Perú!» Ver CHURATA, Gamaniel: «Elogio de José
Carlos Mariátegui». En Amauta, núm. 32, Lima, agosto-septiembre de 1930, págs. 64-69.
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