SINTIENDO EL DESASTRE.
LAS CARTAS DE MIGUEL VILLALBA HERVÁS,
DIPUTADO POR MATANZAS, A PATRICIO
ESTÉVANEZ Y MURPHY (1897-1899)
MANUEL DE PAZ SÁNCHEZ
(Universidad de La Laguna, Tenerife)
A la misma hora que Cervantes expiraba en Madrid en el más desconsolador
abandono, dejaba también el mundo el ilustre trágico Shakespeare, genio
literario el más portentoso que ha producido Inglaterra: pero moría admirado
de sus compatriotas y legando a su familia una considerable foriuna.
¡Triste comparación para la España de entonces!^. Con estas palabras comenzaba
Miguel Villalba Hervás el epflogo de la conferencia pronunciada en
el Gabinete Instructivo de Santa Cruz de Tenerife, una sociedad cultural que
contribuyó decisivamente a erigir y de la que guardaría siempre un grato recuerdo.
Nacido en La Orotava (Tenerife), el 12 de diciembre de 1837, en el
seno de una familia ilustrada, su padre, el médico formado en Montpellier Miguel
Villalba Díaz, realizó diversos informes y estudios sobre higiene y sanidad
del archipiélago canario, algunos de los cuales fueron pubHcados^. Hombre
de ideas progresistas, es natural que el joven Villalba Hervás recibiese las
influencias de su progenitor, que no tardaron en cristalizar en un ideario republicano
que le acompañará hasta su fallecimiento en Madrid, abandonado
también por el afecto de muchos paisanos, un 9 de noviembre de 1899^
Una obra pionera e ilustrativa de sus convicciones ideológicas racionalistas
fue el libelo que, en 1869, publicó sobre los partidos políticos y las
«sectas religiosas»^, que nacía como reacción a la corriente neocatólica
' Miguel VILLALBA HERVÁS: Miguel de Cervantes Saavedra. Estudio biográfico
leído en la noche del 23 de abril de 1885 en el Gabinete Instructivo de Santa Cruz de Tenerife
por su presidente, Imp. Bonnet, Santa Cruz de Tenerife, 1885, p. 21.
^ Miguel Villalba Díaz (La Orotava, 1797, Santa Cruz de Tenerife, 1874), casó con la
madrileña María de las Nieves Hervás (V. Agustín MILLARES GARLO y Manuel
HERNÁNDEZ SUÁREZ: Biobibliografía de escritores canarios (siglos XVI, XVII y
XVIII), Cabildo de Gran Canaria, Madrid, 1993, t. VI, pp. 679-684.
' Diversos datos biográficos y anecdóticos en Juan del CASTILLO: Villalba Hervás.
Entre la capital y la Villa, Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1988.
'' Miguel VILLALBA HERVÁS: Los partidos políticos y las sectas religiosas ante la
razón y el derecho natural, por el ciudadano..., vice-presidente del comité republicano de
Santa Cruz de Tenerife, Imp. Benítez, Santa Cruz de Tenerife, 1869.
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que, en Canarias, apadrinaba entre otros el periodista y literato palmero
Antonio Rodríguez López, pero su anticlericalismo alcanzó las más altas
cotas en 1873 con su Respuesta a un obispo romano, obra que firmó con
su nombre masónico de Tácito^, aunque, como el libelo citado anteriormente,
es un típico texto de circunstancias, propio de una época marcada,
en lo político-ideológico, por un duro enfrentamiento dialéctico entre las
organizaciones masónicas y la Iglesia católica, que veía mermar decisivamente
su antiguo poder e influencia temporal tanto en España como, sobre
todo, en Francia e Italia. Ambos folletos, sin embargo, aparecen opacados
ante la magnitud de otras aportaciones suyas en el ámbito de la divulgación
histórica, más relevantes y significativas, tal como veremos a continuación.
Uno de sus amigos tinerfeños más entrañables, Patricio Estévanez y
Murphy -hermano de don Nicolás, ex responsable por breve tiempo de la
cartera de guerra durante la I República^-, director del Diario de Tenerife
y receptor de las cartas que analizaremos después, le dedicó un sentido epitafio
en el que glosó sus éxitos culturales, su limpia trayectoria política y,
especialmente, su personalidad, caracterizada por la honradez, el servicio
a los demás y la lealtad para con sus amigos. «Por eso nosotros, a quienes
dispensó la honra de contamos en el número de sus más afectos..., nos hallamos
sin la serenidad de espíritu necesaria para trasladar en palabras a
nuestras columnas el justo tributo de respeto a que es por muchos títulos
acreedor. Para nosotros no es día de pensar, no es momento de escribir; es
sólo ocasión para sentir.. .»^.
Miguel Villalba Hervás, periodista combativo, redactor de periódicos
como El Progreso de Canarias, que comandaba su amigo el liberal marqués
de la Florida; director de La Federación de la capital tinerfeña entre
1869 y 1871, y de La Justicia de Madrid; diputado provincial en 1871; gobernador
civil de la provincia de Canarias en 1873, cuyo mandato se caracterizará
por la transparencia electoral; diputado a Cortes por Tenerife en
1881, reelegido en 1886, destacándose por la defensa de los intereses tinerfeños
y canarios en general, frente al poder omnímodo del caciquismo;
brillante letrado en Madrid, donde triunfó en el foro y protagonizó algunos
^ Manuel DE PAZ SÁNCHEZ: Intelectuales, poetas e ideólogos en la francmasonería
canaria del siglo XIX. Materiales para una historia de las ideologías, Ecotopía, Santa Cruz
de Tenerife, 1983.
* Laureado de San Femando, don Nicolás Estévanez y Murphy nació en Las Palmas en
1838 y falleció en París en 1914 (Marcos Guimerá Peraza publicó una nutrida colección de
cartas a sus paisanos, en Aula de Cultura de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1975).
•^ «Villalba Hervás», Diario de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 11-11-1899, p. 2.
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pleitos famosos; diputado por Matanzas (Cuba), en 1898, sólo unos meses
a causa de la pérdida del territorio, e historiador, en fin, de los hechos más
trascendentales de la historia española del ochocientos.
A su entierro en la capital de España, que fue presidido por su correligionario
y amigo Rafael María de Labra, Salmerón y algunos deudos, acudieron
también varios paisanos residentes en Madrid, entre ellos el propio
don Benito Pérez Galdós, con el que había tenido un sonoro pleito a causa
de la defensa que el abogado tinerfeño hizo de su paisano Cámara y Cruz
a cuenta de ciertos derechos de edición, y, en fin, la «plana mayor de la fusión
republicana, a cuya directiva pertenecía» el propio Villalba Hervás.
Le acompañaron igualmente a su última morada, según publicó La Correspondencia
de España del 12 de noviembre de 1899, los señores Palma
y Estévanez por el partido federal; el doctor Esquerdo, por los progresistas
y «toda la minoría republicana del Congreso». Su cadáver fue inhumado
en el cementerio de La Almudena. Santa Cruz de Tenerife le honró, a poco
de su fallecimiento, con una de sus calles principales, mientras que en la
Villa de La Orotava lleva su nombre un centro de enseñanza secundaria y
una vía pública de carácter menor.
Con todo, Miguel Villalba Hervás, como recordó no hace mucho Juan
del Castillo, sigue siendo un gran desconocido entre nosotros. Sus obras
principales no han sido reeditadas, aunque bien merecen la pena, y el estigma
de anticlerical furibundo que sobre él colocó Sebastián Padrón
Acosta, quien le dedicó en su Retablo canario del siglo XIX la más desafortunada
de sus biografías, a caballo entre la inexactitud, la simplicidad y
la ironía a veces jocosa, ha contribuido a desfigurar la imagen de un hombre
que amó profundamente a Santa Cruz de Tenerife y a Canarias, y que
concibió la política como la expresión partidaria y honesta de un ideal de
justicia, por encima de los intereses personales y de las contingencias de lo
cotidiano. El 31 de enero de 1895 contestó a unas observaciones de su
amigo Patricio Estévanez y Murphy, sobre distintos aspectos de la vida social
y política de la capital provincial, en los siguientes términos:
En efecto, ha habido hace muchos años en Santa Cruz la manía de creerse casi
de una raza superior, y de mirar a la gente de tierra adentro (sic) casi como salvajes
(y hasta sin casi). Y salvajadas, en todas partes pasan. Recuerde V., cuando el
cólera, la campaña contra los médicos. Agregue V. a eso los egoísmos de esa ká-bila
que hoy se llaman conservadores como antes tomaron diferentes nombres y
profesaron diferentes políticas. Y todo esto, súmelo V. a las mugadas (que también
las ha habido) de la gente del interior, y al trabajo de zapa de los orientales, y tendrá
expUcada la situación de aislamiento en que Santa Cruz se va quedando.
Levantar el espíritu hacia cosas más altas, hubiese sido un medio de callar antagonismos,
como llegó a serlo entre Canaria y Tenerife en la época revoluciona-
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ría. Por eso he predicado yo tanto que no se abandonasen los ideales políticos ni
se quebrantase la disciplina de los partidos. Lejos de eso, todo se ha empequeñecido,
reduciéndolo a términos tan mezquinos como leonismo y antileonismo ¿Qué
ha de suceder?...*.
1. HISTORIOGRAHA Y PROGRESO
Aparte de sus textos propagandísticos y literarios, sus obras históricas
constituyen, sin duda, la herencia cultural más destacada de Villalba Her-vás.
Texto singular es, en este sentido, Una página de la historia política
de las islas Canarias^, en el que narra, con habilidad y frescura, los acontecimientos
que desembocaron en el triunfo de La Gloriosa en Tenerife y
la gestión despótica del gobernador civil Garrido después de 1868, y en el
que señaló que su objetivo era describir los hechos «con la imparcialidad
del historiador que tiene por numen la verdad para narrar los sucesos y la
justicia para apreciarlos». Pero son sus ensayos sobre historia de España,
más conocidos y valorados en tierras peninsulares, los que le han garantizado
un merecido lugar entre los más notables historiadores y cronistas españoles
del siglo XIX.
Se trata de cuatro libros que publicó en Madrid, uno por año como si
presintiera su cercano fin, entre 1896 y 1899. El primero de ellos, en orden
de realización y edición, es Recuerdos de cinco lustros, 1843-1868, que salió
a la palestra en la imprenta «La Guirnalda» en 1896, con un prólogo de
su amigo Rafael María de Labra. En la introducción, que dató en noviembre
de 1895, se percibe su fe en las libertades públicas y en el Derecho, y,
sobre todo, palpita en el texto la vindicación de la Historia, con mayúsculas,
como aval de las conquistas sociales y del progreso, a pesar de los malos
vientos reinantes. «No estamos bien hoy: descendemos por una fatal
pendiente: pero, aun así, estábamos peor ayer. Fácil es el juicio compara-tivo
»^°. En su opinión, pues, nada mejor que el conocimiento objetivo de
los hechos históricos como garantía contra cualquier tentación totalitaria:
«Menguada aparecería la actual generación ante la Historia, si en silencio
* Carta del 31-01-1895, Archivo heredera de Borges-Estévanez, Santa Cruz de Tenerife
(en adelante AHBE). Todas las cartas están dirigidas a don Patricio Estévanez y
Murphy. En el caso que nos ocupa y en lo sucesivo, a menos que se indique lo contrario,
tanto los subrayados como el sic entre paréntesis son de Villalba Hervás. El leonismo y antileonismo
alude a la figura de Femando de León y Castillo.
' Que se publicó, en la imprenta Isleña de Santa Cruz de Tenerife, en 1870.
'" Recuerdos..., p. 9.
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soportara que manos aleves vayan poco a poco rayendo nuestro diploma de
pueblo civilizado y libre, o imprevisoramente les abriera camino para
afianzar la peligrosa teoría de que, en el naufragio de las instituciones democráticas,
sólo vive aquí y conserva alientos redentores, a condición de
romper todo vínculo constitucional, aquel mismo Poder a cuyas demasías
habían logrado poner límites el esfuerzo de muchos héroes y la sangre de
innumerables mártires»'^
Villalba Hervás, que no es un investigador que trabaje mayormente con
fuentes primarias, sino más bien un lúcido protagonista y divulgador de la
historia concebida en sentido ascensional de acuerdo con la herencia cultural
ilustrada, tituló el segundo volumen de su historia española del siglo
XIX Una década sangrienta. Dos regencias, editado por Victoriano Suá-rez
en 1897. Es, quizás, el menos logrado de todos sus libros de historia.
Las palabras preliminares fueron escritas en octubre de 1896 y nos muestran
a un Villalba Hervás un tanto inseguro, como quien escribe a disgusto.
Pero en su tercer volumen, publicado por el mismo editor en 1898, se percibe
nuevamente al autor de brillante estilo que recupera la tensión dramática
de la narración y nos contagia su entusiasmo. No era para menos, se
trató de un viaje a los orígenes de la España contemporánea de la mano de
un clérigo ejemplar, el «cura gomero», como dirá en su correspondencia
privada con Patricio Estévanez y Murphy, Ruiz de Padrón y su tiempo, y
que subtituló, con acierto. Introducción a un estudio sobre historia contemporánea
de España. Aquí, como decimos, Villalba Hervás sí es Villalba
Hervás, desde la propia antesala del texto. «.. .Tronó desde la tribuna
parlamentaria contra aquel inconcebible crimen que se llamó la Inquisición,
con acentos que no habrían desdeñado Demóstenes ni Mirabeau: apelando
al buen sentido y a la sana crítica, puso de manifiesto los anacronismos
y supercherías en que descansaba el famoso y onerosísimo Voto de
Santiago: en defensa de la humanidad combatió en Cuba la esclavitud, que
para vergüenza nuestra tuvo poderosos valedores en España aun después
de la gloriosa revolución de 1868.. .»'^, todo un programa que se hacía imprescindible
recordar «en este triste reinado de la habiUdosa componenda
en los hechos y del hipócrita eufemismo en el lenguaje»^^.
En octubre de 1898 prologó su Historia contemporánea. De Alcolea a
Sagunto, que vio la luz, bajo la misma responsabilidad editorial de Victoriano
Suárez, en 1899. Villalba Hervás se nos aparece entonces rodeado de
" Recuerdos..., p. 11.
'^ Ruiz de Padrón..., pp. 6-7.
'^ Ruiz de Padrón..., p. 14.
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la aureola regeneracionista que requerían los nuevos tiempos de reconstrucción
y esperanza, de catarsis del país, de búsqueda de la verdad como
palanca transformadora del presente y, sobre todo, del futuro. «Nunca me
ha parecido tan necesario rectificar falsos conceptos, vertidos uno y otro
día sin escrúpulos y aceptados al fin por muchos sin examen, como en los
momentos solemnes en que los pueblos tienen que optar, por necesidad
ineludible, entre la reconstitución y la muerte. En trance tal se halla la Nación
española», afirmó, y, tras criticar a los que habían fracasado en su
«misión de reformadores», escribió: «pero cuantos, creyendo que no con
estériles lamentos se regeneran las naciones, [y] carecemos de poder para
empresas más altas, consagremos siquiera una parte de nuestra actividad a
la meritoria obra de rectificar funestísimos prejuicios»'"'.
Un libro le quedó a Villalba Hervás por escribir, el que, precisamente,
constituía la continuación natural del anterior, y que debía comenzar donde
terminó éste, es decir, los avatares del reinado de Alfonso XII, la regencia
de María Cristina y, como colofón, el Desastre. No pudo terminarlo, pero
nos dejó al menos un testimonio sincero e íntimo, un relato epistolar e impresionista
que constituye una prueba más de su gran capacidad como analista
de la realidad social y política de su tiempo, no exenta de valiosas
prospecciones sobre el futuro más o menos inmediato del país.
En efecto, el proyecto de continuar su historia política del siglo XIX se
lo confirmó a Patricio Estévanez y Murphy en carta del 16 de noviembre
de 1898, justo cuando tenía entre manos su Historia contemporánea. De
Alcolea a Sagunto, que se publicó, como apuntamos, en 1899, y que entregó
a la imprenta a principios de este mismo año. «Tras este libro que hoy
tengo a medias, si vivo y no me falta humor, vendrá otro: De Sagunto al
Pardo. Entonces vendrá lo que V. indica. Si hubiese terminado la Regencia,
llegaré hasta la paz de París. Y entonces el cuadro resultará más completo,
por que ya lo voy preparando con las páginas que consagro a la anterior
guerra de Cuba y sus orígenes»^^.
2. SINTIENDO EL DESASTRE
En la correspondencia privada con Patricio Estévanez y Murphy, Villalba
Hervás se expresó, como es lógico, con la franqueza que le permitía
un amigo entrañable, con el que, aparte de su pertenencia común a la Or-
''' Historia contemporánea..., pp. XI-XII.
•5 Carta del 16-11-1898 (AHBE).
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den del Gran Arquitecto del Universo'*, le unían también intereses políticos
y culturales. Su epistolario durante estos años en que ostentó brevemente
la representación cunera de la provincia cubana de Matanzas y, justamente,
después del armisticio de agosto de 1898 y ya en pleno trauma
español finisecular, aparece salpicado de numerosas referencias a la situación
bélica, tanto en Cuba y Filipinas como, poco después, a la guerra con
Estados Unidos y, en ñn, a la propia realidad socio-política y mental de la
España de finales del siglo XIX.
«Lo de Cuba -escribió a mediados de julio de 1897-, está muy mal:
Las reclamaciones de varias potencias -no solo los Estados Unidos-, contra
los estragos causados por el... Marqués de Tenerife en las propiedades
de sus respectivos subditos, importan muchos millones. Ni los asentistas,
autores, cómplices y encubridores de robos, quieren suministrar víveres,
por que temen que no les paguen, y el ejército ha empezado a vivir sobre
el país... Filipinas no se tranquilizará mientras de cuajo no arranquen las
órdenes monásticas»". Además, insistirá en otros momentos en los sucesos
de Cuba, señalando por ejemplo que daba «grima oír referir tanta barbarie
y tanto robo», en relación con una conversación mantenida con don
Ramón Cavanna Sanz, un tinerfeño de nacimiento, catedrático a la sazón
en Barcelona, a quien casualmente había conocido en un tranvía de la capital
de España, hijo de militar y quien le refirió que uno de sus hermanos
camales acababa de morir en la contienda cubana'^.
Su análisis sobre la propuesta autonomista para Cuba como freno a sus
afanes secesionistas se inscribe plenamente, por otra parte, en su pensamiento
político y permite atisbar, asimismo, sus profundas convicciones
democráticas y su confianza en la libertad de los pueblos, aparte de su indiscutible
pragmatismo. Queda en el aire, además, su temor a que la medida
hubiese llegado tarde, como en efecto así ocurrió. En la epístola en la
que le comunicaba a Patricio Estévanez y Murphy su cambio de domicilio
y de despacho a la calle Apodaca, 3, 1.° derecha, en una zona más cómoda
y bien comunicada de Madrid, le expresó: «Veo que la predicación de ciertos
periódicos de gran circulación llega a influir hasta en las personas de
" Patricio Estévanez y Murphy, simbólico Tinguam, había alcanzado el grado 18.° en
la logia santacrucera Tinerfe, n.° 114. Ocupó los cargos de Orador y Maestro de Ceremonias,
y dirigió la revista del taller, que publicó varios números (Manuel DE PAZ
SÁNCHEZ: Historia de la francmasonería en las islas Canarias (1739-1936), Cabildo de
Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1984, p. 812).
" Carta del 16-07-1897 (AHBE). El marqués de Tenerife era Valeriano Weyler y Ni-colau.
'8 Carta del 1-08-1897 (AHBE).
309
más amplio criterio; y me lo demuestra la opinión de V., de que con la autonomía
se perderá Cuba más pronto. Yo no sé si el remedio no habrá llegado
tarde: puede ser; pero lo que afirmo es que matando y destruyendo
para afianzar nuestra dominación (sistema español), la habríamos perdido
dentro de pocos meses, poco después de acabar de desangramos y arruinamos.
Sin nuestra innata e histórica barbarie y rapacidad la guerra, o no
hubiese surgido, o se hubiese podido dominarla, otorgando oportunas reformas.
Ninguna Colonia se perdió jamás por la libertad: todas por el despotismo
y la opresión. Hoy podrá haberse llegado tarde; pero es la última
carta que habrá que jugar en materia colonial»''.
En esta misma línea dirá, poco después, en respuesta a las precisiones
de su paisano: «Quiere V. ver la pmeba de que, sin darse cuenta, está V. influido
por un espíritu que el de V. rechazaría a poco que se fije -Dice V.
que si con guerra se perderá Cuba en 6 meses, con autonomía será en seis
semanas. Justamente, este es el concepto tradicionalmente español: lo que
no consiga el palo, menos lo logra cualquier acción moral o legal. Pero observe
V. una cosa: si a la separación hubiese de llegarse por trámites legales
o parlamentarios, claro es que la autonomía sería un auxiliar: pero, ¿han
necesitado de ella los cubanos ni los filipinos para sublevarse -Esas cosas
se obtienen por la fuerza: y crea V. que siempre tendrá más coraje para la
lucha una Colonia oprimida y ultrajada que la que se gobierna a sí misma.
¿Quién piensa hoy en que se subleve el Canadá- Pero se sublevaron y se
separaron la América inglesa y las españolas, no autónomas, sino expoliadas
y apaleadas. Y basta de autonomía, que tal vez haya llegado tarde, pero
que era el único camino para prolongar nuestra dominación en las Anti-llas
»20.
Una nueva argumentación de Patricio Estévanez y Murphy le lleva a
radicalizarse en sus planteamientos, es decir, en la expresión de sus ideas,
aunque no en el fondo de lo que realmente pensaba: «¿Quiere V. decirme
qué gloria reputaba España de las infamias y bestialidades de Weyler, por
ejemplo, en Cuba?... Del entronizamiento de esos tipos que V. me indica,
representantes de un caciquismo necio y no más mirado que el de los conservadores,
tienen estos la mayor parte de la culpa con su política de etemo
pandillaje. Los que se veían hostigados han buscado amparo en cualquier
parte». Es más, esta práctica política caciquil, consustancial a la España de
la Restauración, aparece en efecto como la aliada indiscutible de la decadencia
del país y de la inestabilidad del sistema, tanto en el ámbito penin-
" Carta del 31-10-1897 (AHBE).
20 Carta del 16-11-1897 (AHBE).
310
sular como en los propios territorios ultramarinos. En este contexto, la autonomía
no podía ser la panacea inmediata de la crisis antillana: «¿Creía V.
que Cuba resultaría ipsofacto sin un rebelde en armas, desde que la autonomía
sirviese de algo?»^\ es decir, desde que se hiciese efectiva, y por
ello parecía prematuro exigirle demasiado, porque, como insistirá una y
otra vez, quizás la medida había llegado demasiado tarde.
En carta del 30 de marzo de 1898 le anunció su designación como diputado
por Matanzas. «Diré a V., bien que es posible que ya lo sepa cuando
esta llegue, que me tiene V. de diputado electo por Matanzas. Si yo tuviera
facilidad para entusiasmarme, me llenaría de júbilo que sin escribir una
sola carta ni haber practicado la menor gestión se me considere útil para
algo, ya que mis paisanos han proclamado mi inutilidad, con hechos sobre
todo. Pero todas estas cosas las tomo yo con cierta impasibilidad: procuraré
cumplir con mi deber en lo que pueda, y presenciaré las luchas por los
Puertos Francos entre leoninos y antileoninos»^^.
Villalba Hervás, que conoce el funcionanúento del sistema y acepta su
elección como representante cunero de la provincia matancera, cuya capital
habían contribuido a fundar, en 1693, un grupo de familias isleñas, no
desea que estalle la guerra con los Estados Unidos, pero, desde luego, tampoco
puede evitar su crítica a la brutal intromisión de la potencia norteamericana
en el conflicto hispano-cubano. «Por lo que entiendo que no se
puede pasar -afirmó-, aunque venga la guerra, es por la intervención de los
Estados Unidos en Cuba ni por sus informes en lo del Maine». Existía además,
como se rumoreó por entonces, la posibilidad de que los estadounidenses
atacasen las Canarias, pero Villalba Hervás restó importancia al
asunto: «Más que defender esas islas, a las que no es presumible llegue la
guerra, si la hay, creo que se propone el Gobierno tener tropas de que poder
disponer en un caso dado para Cuba y Puerto Rico»^^.
Daba la sensación, en efecto, de que nuestro hombre no creía o no quería
creer en la inminencia del conflicto con los Estados Unidos, demasiado
evidente para casi todo el mundo, pero él mismo se encargó de explicar su
posición poco después. «Como sabía que el Gobierno, con muy buen
acuerdo pues se le alcanzaban los desastres de una guerra en nuestra actual
situación militar y sobre todo económica, procuraba rehuirla mientras no
se hiciera un acto tan ofensivo que la hiciera inexcusable; y como no pudo
caberme en la cabeza la brutal Conminación de los Estados Unidos, fui de
" Carta del 3-12-1897 (AHBE).
^^ Carta de la fecha indicada (AHBE).
" Carta del 15-04-1898 (AHBE).
311
los últimos en creer en la guerra», pero, al fin, ante su aplastante realidad,
no puede menos que dolerse ante las nuevas desgracias que amenazaban al
país, y se interroga sobre los intereses mezquinos que podrían sacar partido
de la contienda, por encima del bienestar y del desarrollo cívico de la nación.
«Los patrioteros, que a gritos la pedían, los unos por bárbaros y los
otros por interés (pues la prensa de gran circulación siempre gana con los
desastres como con las victorias) han acertado al fin. No les envidio la gloria:
por que V. calcule lo que va a ser de este país, aun cuando se obtenga
algún triunfo de esos que suelen llamar gloriosos... Sin una peseta y envalentonados
los militronche, hasta el punto de que no habrá coronel que
no se crea apto para implantar aquí con todas sus vergüenzas el caudillaje
americano»^"^.
En este contexto, además, tiembla ante la eventualidad de una alternativa
republicana en España, dada la situación social, política y, sobre todo,
mental y moral de España:
«También yo tiemblo ante la repetición de un 11 de Septiembre de 1873, por
que la herencia sería mucho peor que la que entonces recibió la República, y no
solo por falta de recursos materiales, sino por que este pueblo español, siempre en
relativo atraso intelectual, ha retrocedido lo indecible en los últimos veinte años,
y se ha pervertido la masa hasta lo indecible también. No puede V. tener idea de
la pillería que bulle hoy en el seno del republicanismo: de ahí vendrían al Gobierno
que se crease no pocas dificultades. Culpa no poca cabe en esa obra a la
prensa periódica de empresa, sin excluir la republicana con El País, que hace política
según conviene al interés de los garitos que explota su propietario. Se grita
¡revolución!, para ver si alguna suscrición para armas, etc., sale por ahí y se pega
algo. Se vocifera ¡retraimiento!, para eludir el compromiso de partido, y poder dejar
el voto, por favores o por dinero, a quien haga mejor proposición. Y en fin, sería
interminable si hubiera de dar a V. idea exacta de esto. -Ahora, yo no digo que
prefería a D. Carlos: por que si llegara a meter la nariz, España le soportaría, y
permanecería tanto más quieta cuantos más palos repartiera. Ese es el país actual,
de cuya redención tengo menos esperanzas cada día; pero al que no quedaría más
suerte que un reparto como el de Polonia si aquí se entronizare el carlismo»^'.
En esta misma epístola le habló también a su cofrade de los peligros
que, ahora sí, podría tener el conflicto armado en relación con Canarias.
«Si ahí se librase algún episodio de la contienda entablada, no quiero pensar
lo que eso sería... Espero que sea otro el terreno que se elija». Es razonable
también que, en aquellas circunstancias, se destapasen las habladurías
sobre la lealtad de las islas Canarias, en su conjunto. El rumor
2" Carta del 1-05-1898 (AHBE).
25 Carta del 18-05-1898 (AHBE).
312
acerca de una mayor frialdad en cuanto al patriotismo grancanario fue negado
claramente por Villalba Hervás. «Mucho dudo que sea verdad eso
que se atribuye a gente de arriba, de que van a Canaria más elementos de
defensa por que se confía más en el españolismo de Tenerife. Aquí no se
entra en tales distingos: si se desconfiase del país, sería de todo él: por
tanto, tal versión se me figura que es una de tantas farsas con que se viene
abusando año tras año de la credulidad de sus sencillos habitantes, como
más de una vez les llamó Ricardo Ruiz en El Correo Militar»^^.
Frente a la aplastante realidad de los acontecimientos, además, importantes
sectores de la opinión pública y del país sólo eran capaces de oponer
la típica fanfarronería española. «Y si la conflagración europeo-americana
que en el horizonte se percibe no hace cambiar algo nuestra situación, mucho
temo que se repitan desastres como el de Cavite, pese a nuestra fanfarronería
habitual, por virtud de la que creemos que el valor es exclusivo patrimonio
de los españoles, y que a todas las máquinas de guerra de naciones
más adelantadas y poderosas, basta oponer nuestros cajones -que a cada
momento salen a relucir en los periódicos llamados satíricos e ilustrados en
forma de huevos, de pelotas, etc.-, para que arrollemos al Universo»^^.
Su pesimismo, confesó, no dejaba de ir en aumento ante la realidad de
un país que había pasado, según sus propias palabras, del fanatismo a la
mojigatería, y que resultaba incapaz, por tanto, de generar unas mínimas
ideas de renovación social. «Con todo mi pesimismo, creo que me quedo
por bajo de la realidad. El día que se tuvo la noticia de la catástrofe de la
escuadra de Cervera, los paseos y los teatros estaban llenos... La prensa
habla de paz o de guerra según se lo dictan intereses más o menos bastardos...
», y sólo ocasionalmente coincide con el interés público, «pero éste
contada ocasión será el verdadero móvil. Oye V. cada bestialidad que tira
de espaldas: no es raro oír invocar como salvación ¡a D. Carlos! !!»^^, y en
esta misma epístola escribió:
Nadie despreciaba más que Cánovas esto que aquí llaman opinión pública,
que no merece tal nombre: pero carecía de valor o de fuerza efectiva para imponerse
a ella cuando aconsejaba barbaridades, como en 1896, cuando el ideal era
llevar la guerra de Cuba a sangre, fuego y exterminio, y a los que indicábamos la
^* Ibídem. También corrieron rumores sobre una presunta concesión de las Canarias a
Francia como hipoteca para obtener recursos económicos, respecto a lo que mostró también
sus dudas Villalba Hervás, pues consideró el tema «una de tantas variedades periodísticas
para entretener a los desocupados» (Carta del 1-07-1898).
'" Carta dell8-05-1898,cit.
28 Carta del 15-07-1898 (AHBE).
313
necesidad de hacer reformas llamábannos filibusteros. Lo mismo nos decían si hablábamos
de humanizar en lo posible la guerra. Ofrecían entonces los Estados
Unidos (Cleveland) su mediación sobre la base obligada de la soberanía de España
y reformas autonómicas para concluir la guerra: la patriotería creyó esto
contrario a la famosa altivez castellana, y se rechazó la oferta, por que no se confiaba
más que en las atrocidades que realizara Weyler... Estamos pagando nuestra
ridicula fatuidad, en virtud de la cual excitados todos los días por El Imparcial,
El Heraldo, etc., etc., se contestó a Cleveland, «que se sometan los insurrectos, y
después se les darán reformas» -¡Como en Filipinas, que después de que les hicieron
soltar las armas, ni reformas, ni dinero!... Porque no se contaba con esta
guerra extranjera, y se creía que desorganizada la rebelión años tardarían para volver
a organizaría.
Pero ¿quiere V. más? -El general que opera en Visayas ¿no ha visto V. lo que
dice?- «Estudio reformas para darlas como premio si se conservan leales los indígenas
por que otorgarlas hoy podría ser considerado como signo de debilidad»-
¿Qué es eso? ¿Imbecilidad o desvergüenza?... Siempre adelante la consabida altivez.
Perdonamos la vida a todo el mundo, sin hallar quien nos saque del pozo en
que nos ahogamos.
A pesar de la opinión de nuestros heroicos generales y oficiales (no hablar
así sería desacato) yo creo que la paz viene pronto: al menos los preliminares para
llegar a ella; y cuanto más tarde, más onerosa para España. -Por eso tal vez se liberten
Vds. de una poco agradable visita.- Por más que quizá no fueran los Puertos
de Santa Cruz y Canaria los que para ella eligieran los yankis...
Se me olvidaba: dícese que hoy publicará la Gaceta el decreto suspendiendo
las garantías constitucionales. Aún no sé con seguridad lo que haya pasado en
Santiago de Cuba: probable, y más que probable, otra paliza... Así se irá más
pronto a la paz, pese a nuestros siempre heroicos ejército y marina^'.
En sendas cartas del 30 de julio y del 26 de septiembre, algo más de
un mes después del armisticio, Villalba Hervás escribirá sobre la situación
del país, y en concreto sobre los movimientos de personajes que, como el
general Camilo García Polavieja -cuyo segundo apellido, por el que era
conocido, escribía casi siempre con elle-, según dijo «le han tomado de
mingo unos cuantos ambicionzuelos de baja estofa, que aprovechándose
de que tiene cierta reputación de integridad personal, le han hecho creer
que puede ser un Redentor, cuando solo se proponen acabar de destrozar
el país a su sombra. -Por lo demás, no se forje V. ilusiones: si aquí triunfara
por casualidad D. Carlos, ni nosotros ni quizá nuestros hijos lograrían
echarle. Esto está cada día más degradado y embrutecido»^''. Naturalmente,
insistió también una vez más, en aquellas circunstancias de ruina
económica y moral la solución republicana no parecía muy apetecible.
^' Ibídem.
'O Carta del 26-09-1898 (AHBE).
314
pues, tal como había señalado con anterioridad, estanca condenada al fracaso.
Estos planteamientos aparecen explicitados, una vez más, en una misiva
del mes siguiente, en la que aparte de algunas referencias a los trabajos
de la Comisión para la firma del Tratado de París, dirá: «Hay que oponerse
por todos los medios a esos estúpidos conatos de dictadura bofe y
carnavalesca. Deseo como el que más que haya ocasión de volcar lo existente,
que es muy malo; pero antes de ser mandados cuartelarmente, prefiero
a Silvela, Sagasta y hasta Pidal, como es preferible el doctrinarismo
a la barbarie, representada por D. Carlos o por la dictadura militaresca»^^
Al terminar 1898, además, puso de relieve nuevamente su opinión sobre
los acontecimientos que habían desembocado en la pérdida de los últimos
territorios en América y en Extremo Oriente y, al mismo tiempo, demostró
una vez más su sentido crítico a la hora de analizar determinados
acontecimientos, como el episodio del fusilamiento de los estudiantes de
Medicina durante la guerra cubana de los Diez Años, tema políticamente
incorrecto en aquellos momentos:
Todavía hay por aquí gente que cree que hemos perdido las colonias por no
haber matado en ellas bastante gente ni haberlas gobernado con bastante despotismo.
Por eso he procurado, en el libro que tengo entre manos, poner siempre que
he podido los puntos sobre las íes, para combatir ese signo de la bestialidad nacional.
No han de faltar ahí gentes que piensen de la misma manera: además, tuve
ocasión de leer hace tiempo alguna carta fechada en esa Capital en la que se atribuía
la guerra y sus consecuencias al decreto sobre autonomía antillana y a Mo-ret:
lo cual es un verdadero colmo. Por eso me ha ocurrido elegir, para que se lea
en la velada que V. me anunció en su anterior, los fragmentos que de varios capítulos
he entresacado y puesto en orden.
Llegado aquí recibo su grata del 9. Si ahí ha llegado el envilecimiento de las
gentes al punto de que sea peligroso recordar en un acto público el crimen cometido
por los voluntarios y el general Crespo con los estudiantes, rompa V. esas
cuartillas, sin que se les dé lectura. Sin ese episodio, hágame favor de no leer ni
permitir que se lea una sola línea'^.
A partir de enero de 1899 y hasta las vísperas de su muerte, las cartas
de Villalba Hervás están salpicadas de la justa indignación que le produce
la catástrofe nacional. En una acerba mezcla de pesimismo y dolor, este
temprano regeneracionista español arremete contra la España valleincla-nesca
que contempla con verdadero estupor, refugiándose en el pasado
31 Carta del 16-10-1898 (AHBE).
32 Carta del 15-12-1898 (AHBE).
315
para soportarlo y, desde luego, para tratar de entender el triste presente que
le había tocado vivir:
Lo que me saca de quicio es que Pollavieja y Weyler, que en primera línea
deben figurar entre los culpables de la catástrofe nacional, einden por ahí dándose
aires de regeneradores. -Y en que todo lo que ha pasado en todos terrenos, en
Cuba y Filipinas no se sabe, o al menos no se puede decir todavía. -Lo que sí se
ve es que gente venida de allá, que nada tenía, juega hoy al tresillo en el Casino y
en la Peña y pone puestas de 2 y 3.000 pesetas. -Aun rebajando lo que pueda
agregar la calumnia, crea V. que se ha hecho todo lo posible para que nos arrojen
a puntapiés de todas partes. Atrocidades se cometieron en la guerra anterior de
Cuba: pero ni con mucho como en esta''.
En este mismo sentido indicará también, poco después, que «en muchas
materias, pero sobre todo en las coloniales, la propaganda, casi útm-
^TQ pagada, de los periódicos de gran circulación en Madrid ha creado muchos
prejuicios y excitado los instintos del pueblo español, tan inclinado de
suyo a la violencia como desviado del sistema de concesiones, único que
puede aplazar por mucho tiempo la, en definitiva, lógica, necesaria e inevitable
emancipación de las Colonias». En su opinión, además, «por mucho
que se diga de los robos y de las infamias de Cuba y Filipinas, crea V.
que la inventiva más fecunda se queda por bajo de la realidad. -Así hemos
dejado memoria en aquellos países»^"'.
Le cuesta, y se le nota, resignarse ante la tozudez de la clase política de
un país que sólo se mueve en beneficio propio. «Siguen las protestas contra
los presupuestos -escribe-, bien defectuosos por cierto. Pero si la mitad
de esas protestas se hubieran hecho contra nuestras bestialidades ultramarinas,
tan aplaudidas por los que ahora chillan y no quieren pagar las
consecuencias, no se hubiera llegado a lo que se llegó y menos habría que
pagar». Pero, añadió con ironía, «como los de los Estados Unidos eran
unos tocineros y nosotros poseíamos muchas pelotas... Velay, como suelen
decir en Valladolid»^^.
Otro de los temas recurrentes es el de la hipotética venta de las islas
Canarias a una potencia extranjera, en este caso a Inglaterra, aunque Vi-
Ualba Hervás siempre negó este extremo, tan debatido en estos años y en
los inmediatamente posteriores, entre otras causas por la profunda presencia
británica en las islas, tanto económica como cultural. «No haga V. caso
en [lo] de la venta de esas islas a Inglaterra. Son cosas de los ingleses, a
" Carta del 1-01-1899 (AHBE).
'" Carta del 15-01-1899 (AHBE).
35 Carta del 26-06-1899 (AHBE).
316
ver que efecto hacen. -No habrá gobierno que lo piense siquiera: por más
que en las regiones oficiales y sobre todo fuera de ellas es mucha la gente
que ignora que Canarias es una provincia de derecho común, y no pocos
los que apadrinarían esa venta si les ahorrase el pago de algunas pesetas de
impuestos. Pero, repito, de eso no hay ni que hablar»^^.
En otras ocasiones, su radicalismo epistolar adquiere tintes preocupantes
por el enorme peso de las afirmaciones que, con total sinceridad y crudeza
de expresión, vierte sobre determinados intereses tenebrosos, por más
que éstos siempre se ocultan tras la tramoya de todas las contiendas que en
el mundo han sido, pero que, desde siempre, repugnan la conciencia cívica
de cualquier persona con un mínimo sentido de la justicia y del honor, no
ya del patriotismo. «Es cosa que me revuelve el estómago ver que los principales
causantes de nuestros desastres coloniales, entre ellos Canalejas y
Romero Robledo (éste principalmente para favorecer a los azucareros de
Málaga), no sólo son los que más chillan contra los presupuestos (que serían
pasables de haber arremetido Villaverde con el ejército, la marina y el
clero), sino que también son los celebrados en primer término, hasta por
muchos que se llaman republicanos, y de los revolucionarios, para mayor
vergüenza suya, que ni siquiera se han enterado de lo que en ese particular
han hecho sus correligionarios, ni siquiera del trabajo que viene, año tras
año, realizando Prieto y Caulés, digno de un benedictino. -Créame V.: en
sentido moral nos vamos poniendo los republicanos por bajo de los monárquicos
»^^.
La debacle nacional, por otra parte, no dejaba de afectar directamente
a las islas, donde algunos «peninsularitos», incorporados desde las oficinas
de ultramar al sistema burocrático canario y, en particular, a la suculenta
administración de los Puertos Francos, trataban de llevar a cabo en Canarias,
por lo que parece, determinadas prácticas oscuras propias de su etapa
colonial. «Por lo demás, esos peninsularitos de que V. me habla, los que
consideraron siempre raza inferior no solo a los filipinos sino también a los
cubanos, parece que están entusiasmados de sus éxitos en las colonias, y
por los mismos procedimientos aspiran a lograrlos no menos brillantes en
Canarias. Creo que no deben ahí tolerarles nada incorrecto, sin preocuparse
de si se ponen o no de parte de Canaria... Si les toleran, están Vds.
perdidos». Además, añadía Villalba Hervás, «aquí no falta quien hable de
la influencia inglesa, utilizada ahí como resorte político, ni quien suponga
que el dinero que dicen se dio a Díaz Montfort para asesinar a Fajardo, lo
3« Carta del 15-07-1899 (AHBE).
^•^ Carta del 23-07-1899 (AHBE). Los paréntesis son del original.
317
adelantó una casa extranjera, por que a la sazón no lo había disponible en
Puertos Francos. -No sé si esta será una razón para justificar la existencia
del partido sin nombre cuyo jefe espiritual es Weyler. -Antes era los aca-nariados;
ahora los inglesados..., y vamos viviendo»^^.
El 13 de septiembre de 1899 le escribió a su entrañable amigo y paisano
desde San Sebastián:
Esta veraniega Corte (que en lo del calor no ha ido muy en zaga este año a la
otra, como puede ver por el adjunto recorte), está cada vez más preciosa como
población y alrededores: estilo francés puro, hasta en el empaque de las mujeres.
Pero estas provincias son cada vez menos españolas: esta es una nacionalidad que
se deshilvana. El regionalismo, predicado además por carUstas e íntegros, va penetrando
en todas partes. La entrada en el Gobierno de Pollavieja y Duran ha alentado
todos sus planes: siendo lo más repugnante que el nombre y las promesas de
aquel soldadote, que por la integridad de la patria se bañó en sangre de cubanos
y filipinos, sea bandera, y hasta garantía, de victorias regionalistas. Este es hoy,
por aquí y por Cataluña, el verdadero peligro; y grave debe ser la cosa, cuando se
ha llegado, como V. sabrá a estas horas, a la supresión de garantías en Vizcaya.
Me he persuadido de que ni por D. Carlos ni por la República se subleva nadie:
sin complicidad del ejército; creo además que por nada, por que hay muchos intereses
que ponen sobre todo la paz: pero de haber algo, sería con carácter cató-lico-
regionalista, mezcolanza que no faltaría en el ejército quien alentase, para
producir el desorden y realizar en la Península las meriendas de negros que ya se
acabaron en Cuba y Filipinas.
Debe sin duda el Gobierno consagrar la vida municipal y regional, por que es
absurdo y además costoso lo que hoy existe: pero ¿se contentarán con eso catalanistas
y bizcaitarrasl...
Ya V. habrá visto lo del Congreso de Bingos. Esa horda de bribones, con o
sin báculo, es hoy un gran peligro. Todos asocian el regionalismo al reinado del
Corazón de Jesús. -Y basta de Zaía''.
En la última epístola que remitió a Patricio Estévanez y Murphy, desde
su despacho de abogado de la calle Apodaca, n.° 3, 1.° derecha, reunió la
suficiente ironía para referirse a las disputas insularistas y, sobre todo, a los
proyectos de fortificación de las Canarias avalados por el general Bargés
que, al menos, servirían para invertir dinero público en las islas, y no tanto
para la defensa de las mismas. «Por lo que he visto en algún periódico, el
general Bargés vuelve ahí armado de todas armas. Claro está que yo,
como canario, me alegro de que ahí se gaste todo el dinero oficial que sea
posible: por eso celebro que piensen en formidables fortificaciones y otros
excesos: pero tengo escasísima fe, en un país como ese abierto por todas
3« Carta (desde Alzóla), 19-08-1899 (AHBE).
39 Carta (desde San Sebastián), 13-09-1899 (AHBE).
318
partes, en la eficacia de todo eso, el día que se presentara un conflicto de
verdad»^. Poco después, como ya hemos dicho, Miguel Villalba Hervás
falleció en la capital de España, pero estos testimonios epistolares guardados
celosamente entre los papeles personales de don Patricio Estévanez y
Murphy nos ayudan a comprender y nos ofrecen matices desconocidos sobre
la vida y la obra de uno de los historiadores y políticos canarios y españoles
más importantes del ochocientos, un personaje capaz de mirarse en
el espejo del pasado para tratar de recomponer el presente y ofrecemos a
todos, desde la distancia de más de cien años, es decir, desde las entrañas
mismas del Desastre, el mejor de los caminos posibles: el que debía conducimos
inexorablemente hacia la libertad y la democracia, y que España,
por desgracia para los ciudadanos de la mayor parte del siglo XX, no supo
o no pudo recorrer.
'" Carta del 15-10-1899 (AHBE). Recientemente Luis Cola publicó, en Santa Cruz de
Tenerife, una transcripción de la correspondencia que nosotros habíamos utilizado en su
forma original.
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