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APUNTES PARA UN ANÁLISIS DEL EROTISMO EN LA REGLA DE OCHA ERCILIA ARGUELLES MIRET (Historiadora. Matanzas. Cuba) La verdadera historia de Cuba, es la historia de sus intrincadísimas transculturaciones*. * Femando Ortiz. 1. HISTORIA El hombre es un ser sexuado, esta premisa condiciona su existencia. Los fundamentos biológicos, anatómicos y morfológicos se complementan con lo psicosocial, para distinguir la sexualidad humana, tema espinoso para la ciencia histórica, «al menos hasta Freud, el discurso de científicos y teóricos, no habría cesado de ocultar aquello de lo que hablaba» (Foucault, 1976). El empeño de tamizar lo que tenemos a flor de piel no hizo menos generoso el aparato conceptual de la sexología. En la literatura especializada se encuentra más de una definición'. La intención de este trabajo lo compromete desde el título con el término erotismo. Vale entonces clarificar. «Si analizamos la conducta sexual, vemos que la sexualidad, el erotismo y el amor no son sinónimos. Entrañan experiencias distintas y cumplen funciones diversas. La sexualidad alcanza la consumación y puede terminar en la saciedad... El erotismo es la dirección al sentido estético de tales sensaciones. Está íntimamente unido al placer y requiere de la seduc- ' MIRANDA ARCE, Raúl: «La identidad erótica dimensiones personales». En Antología de la sexualidad humana. En este trabajo aparecen algunos de los conceptos a los que se hace referencia en el texto. « .. .En el erotismo se hace a un lado la sexualidad, la reproducción su finalidad está en el goce mismo; podríamos definir erotismo como la capacidad del individuo para el goce sexual». (Sarria, 1991). «... La unión afectiva-sensual con otro ser; aún en el autoerotismo, donde se acompaña de imágenes de personas no presentes» (Quijada, 1993). « ... es una construcción» (StoUer, 1985). «... afirmamos que el erotismo es una construcción no sólo determinada biológicamente sino resultado de las relaciones interpersonales moldeadas culturalmente por un proceso que denominamos identificación... (Bellak y Hurvich, 1973). 387 ción y del misterio... El erotismo es vitalidad, es la liberación de la libido. La integración a la totalidad, el descubrimiento de la belleza, la armonía, el equilibrio y la pasión de la entrega». (Hierro, G., 1994). Es una expresión de la sexualidad. En cada etapa histórica hay que ubicar un espacio para su análisis, pero si el intento de teorizar se desarrolla en un contexto religioso la polémica se hace mayúscula. La cultura cubana, joven si se compara en el tiempo con otras civilizaciones milenarias, también ha sido juez en esta causa. Dos décadas atrás, este trabajo, que sólo se propone un acercamiento, hubiera sido tabú. De los denominados cultos sincréticos cubanos, la Regla de Ocha o Santería ha sido aparentemente el más estudiado. Desentrañar su organización y los principios que lo sustentan en tanto sistema mágico-religioso ha ocupado el quehacer de muchos especialistas por varias décadas. A pesar de los esfuerzos quedan muchos temas por ahondar que forman parte de la esencia del culto, pero trascienden los límites de la religiosidad, es el caso del erotismo. La sistematización en las investigaciones iniciadas por Femando Ortiz, continúa siendo una necesidad, cualquier proyecto diseñado en esta materia tendrá como fuente primaria de consulta Los Negros Brujos (1906). La intención queda enunciada en el subtítulo Apuntes para un estudio de la etnología criminal y que explícita más adelante en las advertencias preliminares. Los resultados superan los propósitos del autor y las expectativas de los lectores, porque en este volumen se establecieron las líneas directrices de las investigaciones hechas en Cuba. En esta obra que Ortiz dedica al «hampa afrocubana»^ hay apuntes referidos a «el régimen de las relaciones sexuales de los negros», habla de la poligamia y de la vida concubinaria. Además afirma que el «reflejo del carácter erótico de la raza de color es el baile, que constituía el principal nervio casi único de sus fiestas en Cuba, como en África» (Ortiz, 1906). En la descripción de las danzas practicadas por la mujer refiere una ondulación póstero pelviana. Por el fuerte movimiento de las caderas y las contracciones abdominales, califica «la representación total es un simulacro erótico» (Ortiz, 1906). En momentos diferentes y con objetivos distintos, se establece una empatia entre Ortiz y Lachatañeré; este último dice de la rumba: «cabe ^ Término utilizado por Femando Ortiz en Los negros brujos para clasificar el modo de vida de los negros en Cuba, y además aparece en la portada como denominación abarcadora de las investigaciones, cuyo primer resultado era este texto. Ese criterio venía después. 388 aquí defender la honestidad de la rumba. Es la rumba danza cadenciosa y rítmica que atiende y se subordina a los llamados del tambor... que el danzante contorsione su cuerpo en amagos lúbricos es el caso que no se debe estimar como deliberada intención sexual; el tambor nunca reclama el hecho camal en plena realización; sino que propone, insinúa y en sus propios dictados desmaya, disuelve el gesto transportándolo a una categoría de contacto sexual en fuga» (Lachatañeré, 1943). La música y la danza eran el objeto de interés de ambos autores, para el presente análisis resulta sólo una visión unilateral del problema. Las expresiones eróticas de la Regla de Ocha o Santería fuera del mundo mítico se manifiestan en la conducta social de sus practicantes fundamentalmente, quienes han estado sujetos a relaciones sociales y productivas. La clase social no determina el comportamiento sexual; pero sí constituye uno de los medios más poderosos de organizaría y regularla (Weekes, 1994). En la formación económico-social esclavista, donde se comienza a gestar el fenómeno religioso que se estudia, la clase dominante organizó y reguló la vida sexual de la clase explotada. Léase esclavitud en Cuba y la asociación inmediata es trata negrera, desarraigo, sistema de plantación, maltrato y también lujuria. El traslado forzoso y masivo de los grupos étnicos procedentes de África destinados a América, como fuerza de trabajo barata, hizo inminente la elaboración de una estrategia económica capaz de garantizar una productividad elevada, aún cuando atentara contra los valores elementales de la existencia humana. Parte de esta estrategia fueron los mecanismos deculturativos, uno de gran efectividad y nefastas consecuencias fue el diseñado en función del sexo. La convivencia en grupo fue una de las condiciones impuestas en el sistema de plantación, la composición sexual de estos grupos fue determinada por análisis estrictamente económicos. Los historiadores hablan de un cierto equilibrio en la composición conceptual de sexos en los ingenios durante la primera mitad del siglo xvm. La situación varió cuando los esclavos fueron sometidos al «esquema carcelario de hombres solos». «La grave desproporción entre hombres y mujeres debía crear un tenso clima de represión, canalizada hacia la masturbación, la homosexualidad y una obsesión sexual que se expresó en mil formas, cuentos, juegos, cantos, bailes (Moreno Fraginals, 1978). Hasta principios del siglo xix la norma esclavista fue la de importar más hombres que mujeres, a partir de esta fecha la táctica cambió. La 389 abolición legal del comercio de hombres de África y su consecuente persecución elevó el precio de los esclavos en el mercado, por el contrario los costos de procreación y crianza de los esclavos no crecen a igual ritmo. Llegó el momento en que la decisión de procrear era más sabia que importar hombres solos. Fue necesario traer mujeres para las dotaciones, ocurrieron cambios sustanciales en el régimen de vida impuesto por el sistema de plantación. La garantía de un buen índice de procreación hizo que se estableciera una reglamentación para las relaciones entre ambos sexos, además de evitar conflictos. La legalización de estas uniones en parejas por la oñcialidad de unir propiedades no fue ni es sinónimo de familia. La célula primaria de la sociedad estaba vetada para los esclavos porque su contexto no era social, sino una atmósfera artificial creada por la empresa económica del sistema esclavista. Un esclavo aparejado no podía ser jefe de familia porque no podía constituirla, carecía de economía propia y, qué pensar de integración o equilibrio si la impredecible facultad del dueño podía disolver su núcleo primario. El propietario, a conveniencia, podía intercambiar a sus esclavos con los de otra dotación o venderlos. En este mundo de erotomanía, no había plenitud en el disfrute sexual, todo estaba influido por el medio social. La conciencia erótica que se gestó en ellos fue tan atípica como la calidad de vida que se les impuso. El léxico también sufrió profundas ' En este mundo se produjeron aportes al léxico sexual utilizados con frecuencia en el habla popular cubana, cito aquí interesantes notas que recoge el profesor Moreno Fraginals en El ingenio. Página 40 Edic. 1978, nota 56, De origen nítidamente azucarero son, entre otros, los términos palo (coito), tumbadero (casa de prostitutas o de citas), botar paja (masturbación), manjarría (pene, hoy transformado en mandarria), bollo (vulva), paila (nalga). Otro hecho sumamente curioso, aunque lógico si se analiza mediante modernos estudios del subconsciente, es como la terminología de los castigos a los esclavos también pasa a integrar el léxico sexual cuerazo, forma habitual de llamar al latigazo se convirtió en coito, siendo hoy muy comunes las expresiones «dar un cuerazo o echar un cuerazo». Sonar, verbo empleado comúnmente en Cuba en su acepción de pegar, adquirió igualmente el sentido del coito. Bocabajo, castigo típico de ingenio y cafetales, pasó a significar posesión sexual, siendo corriente la frase «dar un bocabajo». En síntesis el rito oral del castigo se transfirió al rito oral del coito. Otra referencia lexicológica que aparece en el texto de la citada obra, pág. 53 es la siguiente: Las pócimas preparadas con el fruto y hojas de la papaya (carica papaya) fueron tan usadas que en la zona esclavista de Occidente que el término papaya se tomó sinónimo de vulva. 390 La hipertrofia de estas relaciones sexuales es multiplicada por la religión de la clase dominante, utilizada como instrumento coercitivo para el sometimiento y la obediencia al explotador. La religión cristiana monoteísta, poseedora de un basamento teórico con un compromiso ideológico en función de los intereses de clase, se estableció como religión oficial en los nuevos dominios de Castilla. Es la creencia en un Dios omnisiente, omnipresente, omnipotente, que protege y juzga al hombre, criatura pecadora que debe, con buenas acciones durante su existencia, ganar el perdón de Dios y garantizar la entrada en el «reino de los cielos». En materia de sexo, la Biblia, compilación de las escrituras sagradas de esta religión, enuncia la teoría del pecado original cometido por Adán y Eva que se convierte en el fundamento de la doble moral cristiana. Goce sexual no, la unión del hombre y la mujer sólo en el matrimonio y para procrear, haciendo regir la conducta humana por un código ético que está por encima de la esencia del hombre. El cristianismo en sus inicios fue la religión de los esclavos y los oprimidos y «sólo reconocía una igualdad entre los hombres: la del pecado original» (Engels, R, 1878). Éstos no fueron los cristianos que llegaron a Cuba, ni consideraban hombres a los esclavos, irónicamente predicaban amor, ayuda al prójimo; pero le resulta imposible ver entre los esclavos a sus semejantes elegidos. Era obvio entonces que para los esclavistas el comportamiento erótico de sus propiedades humanas sólo merecía lugar en el segundo círculo del infierno. El aporte de la componente española respecto a la sexualidad fue la enseñanza y prohibición del pecado original. Por eso en nuestro criterio se establecen puntos de contacto entre la seducción de Eva según el Génesis y la de Ochún según El Monte. La restricción sexual y la persecución contra los infractores de la moral cristiana contribuyó también a exacerbar el erotismo de una clase a la que le eran ajenas estas concepciones. A pesar de los esfuerzos por anular el carácter del africano y socavar su memoria, este individuo tiene un sistema de pensamiento muy particular con relación al cristiano. La concepción del mundo para él es an-tropocéntrico, el hombre se sitúa en el centro de la existencia. Dios resulta ser la explicación del origen de la estirpe humana. Dios existe por y para el hombre. A este razonamiento se unen otros elementos, entre los de mayor fuerza en la zona subsahariana se aprecia el culto a los Orichas, se dice que éstos fueron seres humanos antepasados de linaje real, y de ahí la descen- 391 dencia del pueblo Yoruba. Así surgieron dioses específicos, sistemas enteros de ellos que convirtieron la religión afiicana en politeísta, sin dejar de creer en una fuerza suprema de donde emana la creación. La cosmogonía tradicional africana establece un número de relaciones espirituales imprescindibles para el hombre. Constituye una preocupación la perfecta armonía con las divinidades y los antepasados, garantizando así la seguridad y la vida de la comunidad. Esta forma de apreciar el mundo explica la organicidad del erotismo para el africano sin llegar a los extremos de Sartre"* que califica la religión espermática. Además, la tradición «entre los yoruba ha sido un signo de distinción el que el hombre pueda tener tantas esposas como le sea posible. En algunos casos el polígamo tenía que efectuar el mismo ritual observado con la primera esposa con cada esposa adicional que adquiriera» (Ferandy Espino, 1993). Como pudo leerse, la poligamia se practicaba desde África; pero en condiciones distintas a las que creó la plantación, por lo que el espíritu con que se practicaba en aquel continente no corresponde con el de Cuba. Los historiadores que observan sólo una lista de problemas han construido el mito de la poligamia de los negros, el cual queda desmentido por aquellos que han estudiado la evolución de la familia y hablan de un estadio donde toda la especie humana fue poligámica. Las componentes africanas y españolas aportan los elementos necesarios para el sincretismo ocurrido en el orden religioso gestor de la Regla •* Sartre explica esta diferencia de cosmogonías y lo hace en un análisis lírico neoafricano para no hacer disgresiones en el texto, decidimos, ubicarlo en las notas. Dice Sartre: « ...Para el técnico blanco Dios es ante todo un ingenuo Júpiter, manda sobre el caos y le impone leyes; el Dios cristiano diseña el mundo con entendimiento y lo realiza a voluntad la relación de la criatura con su creador no es jamás de tipo camal, si dejamos de lado a algunos místicos que la iglesia enfrenta con suspicacia. Y además, el erotismo místico no tiene nada que ver con la fertilidad, es una esfera pasiva de un comportamiento no sensual. Estamos formados de barro, somos figuras salidas de la mano del escultor divino. Para nuestros poetas negros, en cambio, la creación es un poderoso y continuo nacimiento, el mundo es carne e hijo de la carne, en el amor, en el cielo, en las dumas, en las piedras y el viento, por doquiera encuentra el negro la suavidad aterciopelada de la piel humana, se estrecha contra el cuerpo de la arena, contra los muslos del cielo, es alternativamente hombre y mujer y cuando yace en los brazos de una mujer de su raza, la cópula es para él una celebración del misterio del ser. Esta religión espermática es como una tensión del alma en la que se equilibran dos tendencias que se completan mutuainente, el sentimiento dinámico de ser un falo que se yergue y el sentimiento más sordo, paciente y femenino de ser una planta que crece. La cita es tomada de Senghor III, p XXXII por Jahn, J para su obra Muntu: Las culturas neoafricanas, pág. 143. 392 de Ocha o Santería, entendida como la adoración de las deidades del panteón Yoruba sincretizados con los santos católicos. La Regla de Ocha es una consecuencia de la transculturación en que se origina la cultura cubana. El culto se manifiesta como parte de un todo que representa una nueva cualidad, deudora de los componentes originales pero con naturaleza propia, sin ser posible la desintegración de los elementos primarios, que se mantienen vivos, pero distintos. El proceso sincrético trajo a la luz los orichas cubanos, la condición indispensable: evocar la palabra yoruba para significar adoración; che oricha, crear al dios, construir la deidad, en correspondencia con el medio y las necesidades de quienes la adoran. No es necesario aquí garantizar la fertilidad de la tierra, ni dominar los accidentes naturales, hay que encontrar respuesta al universo caótico que generó la esclavitud. El comportamiento erótico será una constante en orichas y creyentes, estos últimos en una readaptación mítica de funciones, vuelcan excesos y tratan de establecer una correspondencia entre sus actitudes comportamentales y la de los eróticos dioses africanos. Es un mecanismo de retroalimentación simbiótica. 2. EROTISMO Y ACHÉ El estudio del erotismo entraña esclarecer una condición indispensable en el sexo: «el género que se nos adjudica al nacer confiere un lugar en la jerarquía social a los seres sexuados. El género es el sexo socialmente construido» (De Barbien, 1992). En el continente africano el lugar de procedencia de los dioses determinará su carácter, funciones y también los roles de género. Odudua, en Ilé-Ile, es un oricha masculino que contrajo matrimonio con Olokún, en otra zona es femenino y esposa de Obatalá. En Cuba, aunque resaltan determinadas especificidades locales, los avatares o caminos del oricha dirán la última palabra. De acuerdo a estos desdoblamientos pueden ocurrir mutaciones en el sexo «un Obatalá varón se estremecerá de pies a cabeza: será un viejecito inclinado de andar vacilante, siempre trémulo, Obbá moró, Ochagriñá o Agguiriná» (Cabrera, L., 1954); pero también puede ser mujer Yemú, Obanla, Ele-fura, etc. Estamos en presencia de un caso de androgenia, aquí se explícita la polaridad en la identidad de género del oricha. La capacidad de establecer una dicotomía en acciones y representaciones simultaneando su rol. 393 Otra metamorfosis sucede cuando el oricha africano es sincretizado con una santa católica. También el ejemplo puede ser Obatalá identificado con la Virgen de las Mercedes. El establecer puntos de contacto por determinados aspectos no confunde la identidad sexual, ni menoscaba el grado de adoración, cualquiera que sea la forma de nombrarla, la importancia radica en el poder, la gracia del oricha. Decir Obatalá o Santísima Virgen de las Mercedes es evocar el ache de las cabezas, es sentir la pureza y rogar por la paz. Parafraseando la cita de De Barbien, en Ocha el género es el sexo sincréticamente construido. La identidad y rol de género en la relación omo-oricha se mantiene sin alteración en el caso de la tutela. El oricha como ángel tutelar no modifica el sexo de su omo. Un hombre puede ser hijo de Ochún y una mujer de Babalu-Ayé. La variación sucede en el acto de posesión, si un hombre «se monta» y viene Yemayá, el poseso hará movimientos femeninos para manejar el abanico y la falda de la santa, como también la más sensual mujer se monta, viene Eleggua y asumirá su apariencia picara, ademanes viriles y gestos eróticos. Con sólo la intención de ilustrar, y en lo absoluto generalizar, significo a continuación elementos de las expresiones eróticas de los orichas más conocidos en Cuba. - Oloñ: Dios creador, quien cansado de llevar toda la responsabilidad del mundo repartió los poderes o aché a los orichas. Es la deidad suprema y no es frecuente la información sobre su vida sexual. - Oggún: Hombre fuerte, guerrero, amante de los placeres de la vida, sus relaciones las desarrolla en el monte donde reside. - Ochosi: También guerrero, hábil en sus dominios, se limita a la actividad sexual, es el dueño de la cárcel. - Osaín: Los defectos físicos que posee quizás no lo invaliden se-xualmente, porque posee el secreto de las yerbas y el poder de las plantas es insustituible en Ocha. - Babalu-Ayé: Siendo joven recibió la gracia de cohabitar con cuantas mujeres deseara, el abuso del don otorgado lo hizo contraer enfermedades venéreas con graves secuelas cutáneas. - Argayú-Solá: Dueño de las sabanas, muchos le confieren la paternidad de Changó en unión de una Obatalá. - Oricha Oko: Deidad de la tierra, la agricultura y las cosechas. Es casto. Quizás su fuerza erótica sea desplegada al fecundar simbólicamente la madre tierra. - Oyá: Mujer activa, guerrera. Relaciones sexuales intensas y furtivas, no ama el hogar, ni los niños. 394 - Oba: Mujer joven, bella, su pasión por Changó la hizo perder el amor y sentir odio por sus rivales que fueron más astutas que ella. - Yewa: Es la dueña del campo santo. La abstinencia sexual que practica la transmite a sus hijos, que de incumplir pueden ser infelices durante toda la existencia. Por la connotación y jerarquía que ocupan en el culto preferimos relacionar a Eleggua, Yemayá, Ochún y Changó, en un segundo grupo, para ser más explícitos nos apoyamos en la descripción de los bailes que hace Ortiz en su obra: Los bailes y el teatro de los negros en Cuba, de 1951, donde continúa defendiendo la tesis del erotismo en el baile. - Eleggua: Dios fáHco en África, señalado por un alto contenido erótico pero asociado al ritual de la fertilidad, en Cuba deja de cumplir esta función social. Aquí es el principio y el fin, quien abre y cierra los caminos; es un niño travieso que alude insistentemente a su sexo, así lo expresa en el baile «cruzando las manos cerradas en puño mueve éstas rápidamente, arriba y abajo con ademán en el folklor de Cuba... es una alegoría picaresca al acto sexual; también con una mano bajo vientre y otra en la nalga se contonea con aire de lascivia...» Refiriéndose al garabato hace notar que es para atraer como hacen el hombre y la mujer cuando tienen «gancho o garabato». Acaso este palo sea la supervivencia emblemática del falo que en Guinea caracteriza a este dios macho y guerrero» (Ortiz, 1951). Sincretiza con el niño Atocha y también con el Anima Sola. Su esencia se mueve en límites ambivalentes como hace el bien hace el mal, es Eleggua y es Eshu. No protege las pasiones, generalmente interfiere en la vida de los amantes, así lo hizo con Ochún y Changó. De su alto contenido erótico en tierras africanas sólo conserva la gestualidad, mímica que puede lindar con lo obsceno y que para una buena parte del pueblo cubano son gestos orgánicos. - Yemayá: Hija de la tierra Takua. Diosa del mar y todas sus riquezas «no es la diosa del amor sino de la maternidad universal. Es la entidad mitológica de la feminidad fecunda (...) pues en el Olimpo africano no creen que sea incompatible la virtud, la sabiduría y la sandunga» (Ortiz, 1951). Para Yemayá, en tanto concepción universal de la maternidad, puede interpretarse como en la cosmogonía asiática: el mar, útero del mundo, produce la sabia y en sus predios se encuentra una parte importante de alimentación del hombre, en él se gestó la vida y continúa garantizando su existencia. 395 Como una madre nutriz, guía a sus hijos por el camino del bien, los transporta y comunica desde cualquier latitud. Las playas y costas son el regazo de su espíritu maternal y las olas las extremidades con que abraza y castiga. La devoción por Yemayá es sinónimo de salutación al privilegio de estar vivos. Es la madurez fecunda de la naturaleza. Sincretiza con la Virgen de Regla, patrona de los portuarios y hombres de mar. Venerada por todos los amantes. - Changó: Es el Dios de la virilidad, de la fuerza y del rayo, «oricha de la sexualidad bravia». Cuando «se sube» se agarra con las manos los testículos. Los bailes de Changó son guerreros, eróticos; hacen las más crudas provocaciones sexuales» (Ortiz, 1951). Martínez Puré lo califica como el impulso fecundante de la naturaleza. Su poder está en el fuego y lo transmite en el sexo, son llamas que abrazan, no destruyen, sedimentan los deseos de estar poseído para eternizar lo efímero del goce. Quema en lo más íntimo para hacerse inolvidable. Es el dueño de los tambores y al compás de la música se transgrede y enerva la sangre de la hembra que reclama con vehemencia nacer del fuego de sus entrañas. Con Changó se hace sacro el pecado original. La incuestionable virilidad del Dios no lo exime de posibles tribulaciones sobre género. Razones: Se habla de travestismo en Changó, el cual es ocasional, no expresa anhelos reprimidos ni afirma actitud homosexual, todo lo contrario. El enmascaramiento con la ropa y trenzas de Oyá es una solución para evadir situaciones de emboscada en sus contiendas bélicas. Changó sincretiza con Santa Bárbara, la diferencia de género no fue obstáculo para la equiparación, primó la asociación de atributos comunes entre el Dios africano de quien se dice fue cuarto alafín de Oyó y la doncella feudal que sacrificó su vida por la causa de Dios. Changó en África y Santa Bárbara, según la iconografía católica, poseían ambos: capa roja, corona y espada. Ochún y Changó son la expresión máxima de las relaciones heterosexuales en Ocha. Para los practicantes del culto estas deidades son los ángeles tutelares del amor, a ellos le dedican múltiples ofrendas desde las indicadas en una «consulta» hasta las más espirituales, ¿quién no le ha dedicado cinco girasoles a Ochún y cuatro príncipes negros a Changó? La práctica de Ocha en materia de erotismo no reconoce apariencias excluyentes, pero si condicionantes. Un ejemplo sobre las expresiones heterosexuales coitales se observa en los días de la ceremonia iniciática, el 396 futuro coronado se somete a abstinencia sexual, no por creerse esta práctica pecaminosa ni impura. La razón es convincente: cuando una persona se inicia en Ocha ha nacido para la religión, se considera un recién nacido y no registra la historia de la humanidad estadísticas de ejercicios sexuales en esa etapa de la vida. El ciclo menstrual es otra pretensión de tabú para los neófitos. El mundo de Ifá explica su origen y sus representantes los babalawos saben que hacer ante la presencia de este período fisiológico femenino para poder realizar una «obra o garantizar la asistencia de una omo a determinada ceremonia». La orientación homosexual de la conducta humana es tolerada por Ocha pero no ensalzada. En los requisitos para su pertenencia no es vetada, como sí ocurre en la secta secreta Abakúa donde es condición indispensable «ser hombre a todo». En El Monte se trata de la forma siguiente: «desde muy atrás se registra el pecado nefando como algo muy frecuente en la regla Lucumí. Sin embargo, muchas babalochas, omo-Changó, murieron castigados por un oricha tan varonil y mujeriego como Changó, que repudió este vicio. En esto de los addodís hay misterio -dice Sandoval-, porque Yemayá tuvo que ver con uno. Se enamoró y vivió con uno de ellos. Fue en un país Laddo, donde todos los habitantes eran casi maricas (...). Sin embargo, los santos hombres: Changó, Oggún, Eleggua, Ochosi, Orunla y no digamos Obatalá, no ven con buenos ojos a los pederastas (...) abundan también las lesbias en Ochá-alacuattá -que antaño tenía como patrón a Inlé... (Cabrera, L., 1954). Continúa refiriéndose que el día 24 de octubre se daban cita en el Barrio del Ángel de alacuattás y addoodís para rendir tributo al santo patrón. Menciona la Zumbao, vecina del la Loma del Ángel, quien organizaba grandes fiestas con mesas en la calle, allí se efectuaban las ventas de las famosas tortillas de San Rafael. El texto declara una actitud homofóbica. Qué criterio tendría la autora de los griegos y los romanos quienes, con su estructurada sociedad esclavista, además de aportar los cánones clásicos del arte y una excelsa filosofía reglamentaron las relaciones homosexuales. Resulta interesante la relación de los addodís con Yemayá. Se puede tomar en cuenta el carácter otorgado a esa deidad de noción universal de la maternidad para fusionarlo con la teoría freudiana enunciada en Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinel. Aquí se plantea que la dependencia afectiva materna durante la infancia crea una relación casi enfermiza que en la adultez llega al punto de hacer pensar en la traición cuando este 397 hombre se acerca a una mujer, quien para evitar la infidelidad desvía sus relaciones y las hace estrechas con los hombres. 3. MITOLOGÍA AFRICANA O HISTORIAS ERÓTICAS DE OCHA Los mitos son la fuente del saber de la cultura africana, la base teórica para comprender su cosmogonía. Protagonizados por los orichas son también el escenario de las relaciones sexuales, donde se observan variantes de la conducta sexual emparentadas con las que se desarrollaron en la plantación esclavista: incesto, poligamia, adulterio, etc., ahora en una aureola mítica. Aquí haremos la transcripción de dos mitos narrados por Rómulo Lachatañere en su obra ¡Oh mío Yemaya!, por el lirismo y la fuerza con que recrea el contexto erótico. En el primer mito se sustituyen los nombres de Yocasta y Edipo por Yemayá y Changó. A Yemayá se le adjudica la maternidad de Changó adoptiva y consanguínea indistintamente. Cualesquiera que éstas sean se verán modificadas por las relaciones coitales. El incesto no es privativo de Ocha. Según Freud las religiones donde las deidades jóvenes disfrutan las relaciones que desarrollan con la madre es como traicionar a Dios padre y será castigado con la vida, sino directamente con el animal totémico o simbólico. En cualquier ceremonia del culto que se sacrifique un chivo, animal destinado a Changó, éste será castrado. Con el incesto la pasión por la carne violenta las normas de grupo y el sexo vence al amor maternal. En el segundo mito ocurre un derroche de fantasía sexual, toda la astucia femenina se pone en función de generar y potenciar la excitación del hombre. Esta vez Oggún, el guerrero impenetrable, es seducido por Ochún quien lo conquista con oñi y luego lo saca del monte. 3.1. MITO I «... En los grandes días de su vida fastuosa y opulenta, acostumbraba el joven Changó a descansar tendido en su estera y así pasar las horas calurosas que embotaban la mente y deslumhraban el espíritu. Su madre Yemayá muchas veces le hacía compañía acurrucándose a su lado tiernamente, hasta quedar ambos dormidos. Más ocurrió que cierto día la madre se prendó del hijo y acercándose a él rozó suavemente su cuerpo con el suyo, lo que produjo un estremecido suave temblor, y soporífera sensa- 398 ción, se estrechó más y más al mozo y por apagar el deseo que súbitamente afluyó a ella comenzó a acariciarlo con una agilidad llena de sutileza, y más pudo el rebosante caudal de su sexualidad que el gesto moderado de la caricia, y así trémula y mirando vagamente se estrechó apasionadamente al hijo, convulsa y palpitante. Tal acometividad despertó al mozo que al reconocer a su madre, espantado exclamó: ¡Saramagua! Yemayá respondióle: -lyá mío te deseo... Y Changó haciendo palanca con sus brazos, la rechaza lanzándola a otro lado. Rápidamente tomó su chaqueta púrpura y sus pantalones y se viste, abandonando el ilé presuroso. El joven corre su desoladora confusión por la sabana y se detiene ante la palma erguida y acogedora de sus instantes precarios, la cual escala y allí pretende pasar su indignación. Mas Yemayá rehecha de la humillación producida en su carne, lo persigue y corre como una desaforada y sus pechos exuberantes cantan en incesante campaneo la lujuria de la omordé que se ha dejado arrastrar por la fuerza impetuosa del sexo. Changó, en la altura, trata de vencer su soberbia, abrazado al tallo inclinado que mece sus penachos al aire; y allá abajo está Yemayá Sara-magua clamándole con los brazos en cruz. -¡Obiní acaba de saciarme! Changó le responde desde lo alto. -¡Omordé busca una bestia como tú! Yemayá exhalando profundos suspiros, impacientada se lanza al suelo y enterrando sus afiladas uñas en la tierra, estira su cuerpo rabiosamente, mientras roza una y otra vez sus partes en el duro lecho improvisado y clama con voz anhelante al joven que trata de matar su indignación en lo alto de la palmera. -Obiní, he de producirte un placer jamás concebido. Y el joven, convencido de que más se mortifica Yemayá con sus extravíos que el sonrojo que ya le ha causado desear su cuerpo, desciende y se abraza a ella. Ruedan sus cuerpos invertidos en confuso movimiento y largo rato se poseen contra natura. Desde entonces la madre amó al hijo.» 3.2. MITO II «... Y a cuenta de las leyendas que versan sobre las pocas galantes costumbres de este poderoso labrador, una mozuela, lozana, fresca y sana 399 en los misterios del amor, llamada Yemayá Saramaguá, una noche, alumbrada por una luna que parecía verter chorros de luz en la oscuridad del monte, se internó en el bosque, irrumpiendo por senderos de peligrosas encrucijadas, mientras rasgaba el silencio con una canción que lloraba la tristeza de su cuerpo en flor: Acolona oooh! aeee!... Dale yaluma oh! OñíAbeee!... Si Yemayá ta cuelí cuelí E pooooo!... Unice ba oooh!... ¡Aeeeee!... Con la mitad del cuerpo al descubierto, mostrando una pelambrera áspera y rizosa, Ogún Arere, armado de un machete de proporciones gigantescas, se paseaba, cuando el eco de la voz repentinamente lo detuvo y tomó la dirección de donde provenía el canto de la audaz jovenzuela. Yemayá Saramaguá lo ve venir y todo su cuerpo se estremece en ligeros temblores, y con voz palpitante le grita: -Jey Aguanilli! El aludido se dispone al acecho y la espera en el recodo de un camino. La moza avanza por un trillo y Oggún Arere se precipita sobre ella y la villenta en convulsas sacudidas hasta que queda trémula. Yemayá roza su cuerpo desmadejado en la recia musculatura del hombre que de un empujón le rechaza; pero la joven enardecida por el deseo, se vuelve y le estrecha murmurando: -Aguanilli, acaba de llenarme: no estoy satisfecha! Ogún Arere desanda, y tomándola por su frágil cintura la lanza contra el suelo; más la doncella Yemayá Saramaguá, cuyos deseos aminora el dolor físico, incorporándose prestamente, vuelve tenaz y avanza hacia el labrador, que da un paso atrás enarbolando su machete que corta ráfagas de aire, la amenaza furibundamente: -He de matarte perra insaciable! La mozuela se rinde ante argumento tan concreto y echa a correr sobrecogida de terror y salva los límites del monte internándose en su ilé. Yemayá desolada y con el corazón triste, aún marcados en sus muslos de la potente virilidad de Ogún arere, corre en busca de su experta hermana Ochún y le cuenta entre sollozos su desventura y la inquiere que haga uso de su astucia para castigar el gesto descompuesto del labrador. 400 -Mi abure -le dice- un hombre me ha humillado. Ogún Arere, después de poseerme, se ha retirado sin colmar mis deseos. -Vete tranquila; en la noche te lo llevaré para que te sacies a tu gusto. Ochún, armada de un plato rebozado de oñí, cruza el amplio camino del monte, surcado por incipientes arroyuelos, y avanza más allá por donde el río caudaloso rueda su corriente como una enorme boa ondulante y llena de recelo. Ochún, la que llaman Yalarde en los cantos del güemilere, va por entre la selva lujuriosa, abriéndose camino con el gesto de sus brazos, mientras que con su canto llena toda la integridad del monte: ¡Secaré a la yumó oh!, Secuté a la ido oh. ¡Yeyé oooh... oñí abeeee!... Secure a la yumó oh, Secaré a la ido oh. Yeyé oñí oooh! Cuando se encuentran, Ogún Arere, con toda la fuerza de su empeño, trata de asirla por los brazos; pero la mujer rápida, se esquiva y prestamente deposita su plato de miel de abejas en el suelo acechando la nueva acometida del labrador que la fulmina con su mirada rabiosa y cuando en un arranque de soberbia repite la operación, la muchacha ligeramente escurre el cuerpo y danza impunemente ante él, burlando de este modo sus intentos por estrecharla. El labrador torpemente da manotazos en el aire, al querer asirse del bello cuerpo de la danzarina del Güemilere, que se hurta a si misma meciéndose como una caña de maíz batida por el aire. En el vértigo de la danza, Ochún toma su falda por un extremo y gira rápidamente hasta deshacerse de ella, manteniéndola en sus manos como una vela hinchada por el viento, y muestra a Ogún Arere la plenitud del cuerpo sudoroso y brillante. El labrador permanece estático ante aquella mujer diabólica, que burla su gesto intempestivo con su lúbrica danza, mientras ésta en un entretiempo de su baile, toma el plato de oñí y lo derrama por su cuerpo que ya clamorea instantes de amor. El labrador acecha ese momento y se le va encima, tomándola por la cintura. Ochún bate nerviosamente sus caderas como un pez atrapado, y una vez más lo burla, lanzando una carcajada que llena todo el bosque. Ogún Arere, jadeante, con las manos empapadas del sortilegio torpemente se desconcierta, mientras que la omordé, comprendiendo el instante de su 401 triunfo, astutamente se introduce en lo intrincado del bosque y va avante elevando su canción: Yeyé oñí oh. ¡Oñí aheel... Aguanillí la sigue como un manso cordero y al llegar a las lindes del monte, Ochún se tiende mañosamente en la hierba, mostrando lo exuberante de su carne excitada. Ogún Arere la posee estrepitosamente, con la codicia de un avaro. -Omordé, no has logrado saciarme del todo -le dice semiextenuado. Ochún responde: -Hagámoslo bajo techo -y lo arrastra hasta el ilé de Yemayá Saramaguá, que espera pacientemente tendida en su estera. Es la noche oscura y el labrador no percibe a la otra hembra, sino que se acomoda con Ochún en el propio lecho, y ésta se le va de entre los brazos y lo deja con su hermana, que la suple silenciosamente de la noche al día. -¿Volverás obiní? dijo Yemayá en plena mañana y Ogún Arere al verse escamoteado, la golpea furiosamente. Y se marcha. Así termina la historia en que Ochún, la moza más guapa del güemilere, birló los rectos principios del formidable Ogún Arere. 4. LA IMAGEN ERÓTICA DE OCHA La tradición, los Orichas, los mitos son los elementos que han conformado la imagen erótica de Ocha, la cual ha variado en el decursar de la historia cubana. La hermenéutica hecha por la clase dominante en cada momento del desarrollo social fue siempre peyorativa, para acentuar la marginalidad y la procedencia popular de los practicantes del culto. «La esclavitud distorsionó la vida sexual del esclavo, y los racistas justificaron las distorsiones inventando el mito de la sexualidad sádica del negro, la inmoralidad de la negra y la lujuria de la mulata» (Moreno Fraginals, 1978). De esta suerte se conforma una imagen arquetípica de los Orichas: Changó, promiscuo; Ochún, mujer libertina que hasta llega a comercializar su cuerpo; Orunla, esposo traicionado en la intimidad. En un momento todas las putas del país estaban protegidas por Ochún y seguramente Yarini fue devoto de Changó. 402 La sociedad cubana actual formada en los valores del proyecto social revolucionario, ha variado la visión falseada de estas deidades y sus consiguientes símbolos; pero no llega a verse la imagen real. La transmisión oral marca la información y el conocimiento queda a nivel empírico, no sistematizado. La reflexión desde y para la cultura es el objetivo único de estos apuntes. El erotismo no es sólo una característica definitiva en la regla de Ocha, es un rasgo también decisivo de la idiosincrasia del cubano. Se dice que es alegre, musical, solidario, histriónico y tremendamente erótico; la constancia está en las miradas, en el andar, en la gestualidad, en el pensamiento y en la acción. En la regla de Ocha está la raíz de un núcleo de valores que rebasan el argumento religioso para formularse en el universo socio-cultural, en esos valores está la sexualidad. Para sentir y comprender el erotismo en Ocha no es necesario oficiar en esta religión, sólo se precisa asumir la contemporaneidad del legado de los ancestros. Y eso es justamente lo que ha hecho la creación artística, tomar la poética de este erotismo convirtiendo sus códigos en significados comunicantes que transmiten y mantienen la continuidad de un proceso único para la historia y la cultura. El Arte ha hecho que esta codificación tome categoría de imagen artística en varias manifestaciones: música, danza, cine, plástica, literatura. La música y la danza han sido privilegiadas al contar con los análisis etnomusicológicos de los maestros Femando Ortiz y Argeliers León, entre otros. La plástica se ha enriquecido narrando y sintetizando a la par. Hay fuerza expresiva en una Santa Bárbara de Zaida del Río que cabalga sobre un macho cabrío, además de concreción es una iconografía sincretizada que capta lo esencial para decirlo todo. Otra obra que transmite y sublima es El Cristo de las Calabazas de Perla María Pinedo. Lo ingenuo en Perla es adulto y ahí está su ingeniosidad. En esta cartulina de 33 por 40 cm se atreve a representar a Ochún en un intento de seducción a Cristo, el erotismo la transforma a nivel de pensamiento y, en él, vuela hasta el sol, donde los pavos reales cohabitan con la dulzura de las aves. Ochún se ha sentido tentada por la carne de Cristo. Un ejemplo siempre válido en la literatura son las viñetas contenidas en el discurso de Cuando la sangre se parece al fuego, de Manuel Cofiño, donde la narrativa se hace poesía. De Ochún dice: «... como boya en el río tempestuoso se mecen sus caderas. Es la santadiosaputa y parrandera (...) clava con un martillo el amor y el deseo del corazón de la gente» (Cofiño, M., 1975). 403 La cinematografía ha dejado por su parte constancia de ruegos para conseguir el amor. Basados en épocas distintas para el contexto del cine y del realizador. En la Cecilia de Solas (1984) la protagonista creada por Villaverde y devenida en símbolo de los encantos femeninos cubanos se unta el cuerpo con miel y ruega a Ochún para que proteja a Leonardo Gamboa y lo haga únicamente suyo. El guión de Senel Paz para Fresa y Chocolate tiene una escena similar: interior de noche en el apartamento de Nancy, quien se da un baño con perfume, flores blancas y ruega al Anima Sola que el hombre que ella desea no tenga tranquilidad, ni ojos para mirar a otra mujer que no sea ella, es como decir: si no es mío no será de nadie. Es evidente la herencia ochuniana en el desafío por los sentimientos, premisa de los amantes cubanos, representación mayoritaria de un pueblo cálido donde «el erotismo» determina torrentes de sentimientos permanentes y hondos' porqué se vive con y por amor. 5. ESQUEMA DE LAS RELACIONES SEXUALES DE LOS ORICHAS ESTUDIADOS Changó hijo de Esposo de Tiene relaciones con: Obatalá y Arggayú Obba Ochún: madre de los Ibeyi Yemayá: madre crianza Oya: compañera de batalla Ochún Esposa de Tiene relaciones con: Oninmila Changó Oddua Hermanas Oggún Areré Inle Yemayá Esposa de Tiene relaciones con Oggún Changó: hijo de crianza Babalú-Ayé 6. BIBLIOGRAFÍA BARNET, Miguel: La fuente viva. Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, Cuba, 1983, pág. 241. ' No es irreverencia parafrasear el texto de Don Femando, es la necesidad de concluir con sus palabras siempre sabias, pero en la dimensión de mi tiempo. 404 BAUKHANGE, Manon: «¿Cual es el sexo de Dios?». Muy especial. Núm. 17, Primavera 1994, España, págs. 31-33. BOLÍVAR AROSTEGUI, Natalia: Los Orishas en Cuba. Ediciones Unión, 1990, pág. 493. CABRERA, Lidia: El Monte. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1989. - Anagó: Vocabulario Lucumí. Ediciones C. R., 1957, pág. 326. 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TOKAREN, Sergei: Historia de la religión. Editorial Progreso, 1990, 436 págs. 406
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Título y subtítulo | Apuntes para un análisis del erotismo en la Regla de Ocha |
Autor principal | Argüelles Miret, Ercilia |
Publicación fuente | Tebeto : anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura (Islas Canarias) |
Numeración | Número 11 |
Sección | Antropología |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Fuerteventura |
Editorial | Cabildo Insular de Fuerteventura |
Fecha | 1998 |
Páginas | p. 385-408 |
Materias | Costumbres y tradiciones de Cuba ; Erotismo |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 898190 Bytes |
Texto | APUNTES PARA UN ANÁLISIS DEL EROTISMO EN LA REGLA DE OCHA ERCILIA ARGUELLES MIRET (Historiadora. Matanzas. Cuba) La verdadera historia de Cuba, es la historia de sus intrincadísimas transculturaciones*. * Femando Ortiz. 1. HISTORIA El hombre es un ser sexuado, esta premisa condiciona su existencia. Los fundamentos biológicos, anatómicos y morfológicos se complementan con lo psicosocial, para distinguir la sexualidad humana, tema espinoso para la ciencia histórica, «al menos hasta Freud, el discurso de científicos y teóricos, no habría cesado de ocultar aquello de lo que hablaba» (Foucault, 1976). El empeño de tamizar lo que tenemos a flor de piel no hizo menos generoso el aparato conceptual de la sexología. En la literatura especializada se encuentra más de una definición'. La intención de este trabajo lo compromete desde el título con el término erotismo. Vale entonces clarificar. «Si analizamos la conducta sexual, vemos que la sexualidad, el erotismo y el amor no son sinónimos. Entrañan experiencias distintas y cumplen funciones diversas. La sexualidad alcanza la consumación y puede terminar en la saciedad... El erotismo es la dirección al sentido estético de tales sensaciones. Está íntimamente unido al placer y requiere de la seduc- ' MIRANDA ARCE, Raúl: «La identidad erótica dimensiones personales». En Antología de la sexualidad humana. En este trabajo aparecen algunos de los conceptos a los que se hace referencia en el texto. « .. .En el erotismo se hace a un lado la sexualidad, la reproducción su finalidad está en el goce mismo; podríamos definir erotismo como la capacidad del individuo para el goce sexual». (Sarria, 1991). «... La unión afectiva-sensual con otro ser; aún en el autoerotismo, donde se acompaña de imágenes de personas no presentes» (Quijada, 1993). « ... es una construcción» (StoUer, 1985). «... afirmamos que el erotismo es una construcción no sólo determinada biológicamente sino resultado de las relaciones interpersonales moldeadas culturalmente por un proceso que denominamos identificación... (Bellak y Hurvich, 1973). 387 ción y del misterio... El erotismo es vitalidad, es la liberación de la libido. La integración a la totalidad, el descubrimiento de la belleza, la armonía, el equilibrio y la pasión de la entrega». (Hierro, G., 1994). Es una expresión de la sexualidad. En cada etapa histórica hay que ubicar un espacio para su análisis, pero si el intento de teorizar se desarrolla en un contexto religioso la polémica se hace mayúscula. La cultura cubana, joven si se compara en el tiempo con otras civilizaciones milenarias, también ha sido juez en esta causa. Dos décadas atrás, este trabajo, que sólo se propone un acercamiento, hubiera sido tabú. De los denominados cultos sincréticos cubanos, la Regla de Ocha o Santería ha sido aparentemente el más estudiado. Desentrañar su organización y los principios que lo sustentan en tanto sistema mágico-religioso ha ocupado el quehacer de muchos especialistas por varias décadas. A pesar de los esfuerzos quedan muchos temas por ahondar que forman parte de la esencia del culto, pero trascienden los límites de la religiosidad, es el caso del erotismo. La sistematización en las investigaciones iniciadas por Femando Ortiz, continúa siendo una necesidad, cualquier proyecto diseñado en esta materia tendrá como fuente primaria de consulta Los Negros Brujos (1906). La intención queda enunciada en el subtítulo Apuntes para un estudio de la etnología criminal y que explícita más adelante en las advertencias preliminares. Los resultados superan los propósitos del autor y las expectativas de los lectores, porque en este volumen se establecieron las líneas directrices de las investigaciones hechas en Cuba. En esta obra que Ortiz dedica al «hampa afrocubana»^ hay apuntes referidos a «el régimen de las relaciones sexuales de los negros», habla de la poligamia y de la vida concubinaria. Además afirma que el «reflejo del carácter erótico de la raza de color es el baile, que constituía el principal nervio casi único de sus fiestas en Cuba, como en África» (Ortiz, 1906). En la descripción de las danzas practicadas por la mujer refiere una ondulación póstero pelviana. Por el fuerte movimiento de las caderas y las contracciones abdominales, califica «la representación total es un simulacro erótico» (Ortiz, 1906). En momentos diferentes y con objetivos distintos, se establece una empatia entre Ortiz y Lachatañeré; este último dice de la rumba: «cabe ^ Término utilizado por Femando Ortiz en Los negros brujos para clasificar el modo de vida de los negros en Cuba, y además aparece en la portada como denominación abarcadora de las investigaciones, cuyo primer resultado era este texto. Ese criterio venía después. 388 aquí defender la honestidad de la rumba. Es la rumba danza cadenciosa y rítmica que atiende y se subordina a los llamados del tambor... que el danzante contorsione su cuerpo en amagos lúbricos es el caso que no se debe estimar como deliberada intención sexual; el tambor nunca reclama el hecho camal en plena realización; sino que propone, insinúa y en sus propios dictados desmaya, disuelve el gesto transportándolo a una categoría de contacto sexual en fuga» (Lachatañeré, 1943). La música y la danza eran el objeto de interés de ambos autores, para el presente análisis resulta sólo una visión unilateral del problema. Las expresiones eróticas de la Regla de Ocha o Santería fuera del mundo mítico se manifiestan en la conducta social de sus practicantes fundamentalmente, quienes han estado sujetos a relaciones sociales y productivas. La clase social no determina el comportamiento sexual; pero sí constituye uno de los medios más poderosos de organizaría y regularla (Weekes, 1994). En la formación económico-social esclavista, donde se comienza a gestar el fenómeno religioso que se estudia, la clase dominante organizó y reguló la vida sexual de la clase explotada. Léase esclavitud en Cuba y la asociación inmediata es trata negrera, desarraigo, sistema de plantación, maltrato y también lujuria. El traslado forzoso y masivo de los grupos étnicos procedentes de África destinados a América, como fuerza de trabajo barata, hizo inminente la elaboración de una estrategia económica capaz de garantizar una productividad elevada, aún cuando atentara contra los valores elementales de la existencia humana. Parte de esta estrategia fueron los mecanismos deculturativos, uno de gran efectividad y nefastas consecuencias fue el diseñado en función del sexo. La convivencia en grupo fue una de las condiciones impuestas en el sistema de plantación, la composición sexual de estos grupos fue determinada por análisis estrictamente económicos. Los historiadores hablan de un cierto equilibrio en la composición conceptual de sexos en los ingenios durante la primera mitad del siglo xvm. La situación varió cuando los esclavos fueron sometidos al «esquema carcelario de hombres solos». «La grave desproporción entre hombres y mujeres debía crear un tenso clima de represión, canalizada hacia la masturbación, la homosexualidad y una obsesión sexual que se expresó en mil formas, cuentos, juegos, cantos, bailes (Moreno Fraginals, 1978). Hasta principios del siglo xix la norma esclavista fue la de importar más hombres que mujeres, a partir de esta fecha la táctica cambió. La 389 abolición legal del comercio de hombres de África y su consecuente persecución elevó el precio de los esclavos en el mercado, por el contrario los costos de procreación y crianza de los esclavos no crecen a igual ritmo. Llegó el momento en que la decisión de procrear era más sabia que importar hombres solos. Fue necesario traer mujeres para las dotaciones, ocurrieron cambios sustanciales en el régimen de vida impuesto por el sistema de plantación. La garantía de un buen índice de procreación hizo que se estableciera una reglamentación para las relaciones entre ambos sexos, además de evitar conflictos. La legalización de estas uniones en parejas por la oñcialidad de unir propiedades no fue ni es sinónimo de familia. La célula primaria de la sociedad estaba vetada para los esclavos porque su contexto no era social, sino una atmósfera artificial creada por la empresa económica del sistema esclavista. Un esclavo aparejado no podía ser jefe de familia porque no podía constituirla, carecía de economía propia y, qué pensar de integración o equilibrio si la impredecible facultad del dueño podía disolver su núcleo primario. El propietario, a conveniencia, podía intercambiar a sus esclavos con los de otra dotación o venderlos. En este mundo de erotomanía, no había plenitud en el disfrute sexual, todo estaba influido por el medio social. La conciencia erótica que se gestó en ellos fue tan atípica como la calidad de vida que se les impuso. El léxico también sufrió profundas ' En este mundo se produjeron aportes al léxico sexual utilizados con frecuencia en el habla popular cubana, cito aquí interesantes notas que recoge el profesor Moreno Fraginals en El ingenio. Página 40 Edic. 1978, nota 56, De origen nítidamente azucarero son, entre otros, los términos palo (coito), tumbadero (casa de prostitutas o de citas), botar paja (masturbación), manjarría (pene, hoy transformado en mandarria), bollo (vulva), paila (nalga). Otro hecho sumamente curioso, aunque lógico si se analiza mediante modernos estudios del subconsciente, es como la terminología de los castigos a los esclavos también pasa a integrar el léxico sexual cuerazo, forma habitual de llamar al latigazo se convirtió en coito, siendo hoy muy comunes las expresiones «dar un cuerazo o echar un cuerazo». Sonar, verbo empleado comúnmente en Cuba en su acepción de pegar, adquirió igualmente el sentido del coito. Bocabajo, castigo típico de ingenio y cafetales, pasó a significar posesión sexual, siendo corriente la frase «dar un bocabajo». En síntesis el rito oral del castigo se transfirió al rito oral del coito. Otra referencia lexicológica que aparece en el texto de la citada obra, pág. 53 es la siguiente: Las pócimas preparadas con el fruto y hojas de la papaya (carica papaya) fueron tan usadas que en la zona esclavista de Occidente que el término papaya se tomó sinónimo de vulva. 390 La hipertrofia de estas relaciones sexuales es multiplicada por la religión de la clase dominante, utilizada como instrumento coercitivo para el sometimiento y la obediencia al explotador. La religión cristiana monoteísta, poseedora de un basamento teórico con un compromiso ideológico en función de los intereses de clase, se estableció como religión oficial en los nuevos dominios de Castilla. Es la creencia en un Dios omnisiente, omnipresente, omnipotente, que protege y juzga al hombre, criatura pecadora que debe, con buenas acciones durante su existencia, ganar el perdón de Dios y garantizar la entrada en el «reino de los cielos». En materia de sexo, la Biblia, compilación de las escrituras sagradas de esta religión, enuncia la teoría del pecado original cometido por Adán y Eva que se convierte en el fundamento de la doble moral cristiana. Goce sexual no, la unión del hombre y la mujer sólo en el matrimonio y para procrear, haciendo regir la conducta humana por un código ético que está por encima de la esencia del hombre. El cristianismo en sus inicios fue la religión de los esclavos y los oprimidos y «sólo reconocía una igualdad entre los hombres: la del pecado original» (Engels, R, 1878). Éstos no fueron los cristianos que llegaron a Cuba, ni consideraban hombres a los esclavos, irónicamente predicaban amor, ayuda al prójimo; pero le resulta imposible ver entre los esclavos a sus semejantes elegidos. Era obvio entonces que para los esclavistas el comportamiento erótico de sus propiedades humanas sólo merecía lugar en el segundo círculo del infierno. El aporte de la componente española respecto a la sexualidad fue la enseñanza y prohibición del pecado original. Por eso en nuestro criterio se establecen puntos de contacto entre la seducción de Eva según el Génesis y la de Ochún según El Monte. La restricción sexual y la persecución contra los infractores de la moral cristiana contribuyó también a exacerbar el erotismo de una clase a la que le eran ajenas estas concepciones. A pesar de los esfuerzos por anular el carácter del africano y socavar su memoria, este individuo tiene un sistema de pensamiento muy particular con relación al cristiano. La concepción del mundo para él es an-tropocéntrico, el hombre se sitúa en el centro de la existencia. Dios resulta ser la explicación del origen de la estirpe humana. Dios existe por y para el hombre. A este razonamiento se unen otros elementos, entre los de mayor fuerza en la zona subsahariana se aprecia el culto a los Orichas, se dice que éstos fueron seres humanos antepasados de linaje real, y de ahí la descen- 391 dencia del pueblo Yoruba. Así surgieron dioses específicos, sistemas enteros de ellos que convirtieron la religión afiicana en politeísta, sin dejar de creer en una fuerza suprema de donde emana la creación. La cosmogonía tradicional africana establece un número de relaciones espirituales imprescindibles para el hombre. Constituye una preocupación la perfecta armonía con las divinidades y los antepasados, garantizando así la seguridad y la vida de la comunidad. Esta forma de apreciar el mundo explica la organicidad del erotismo para el africano sin llegar a los extremos de Sartre"* que califica la religión espermática. Además, la tradición «entre los yoruba ha sido un signo de distinción el que el hombre pueda tener tantas esposas como le sea posible. En algunos casos el polígamo tenía que efectuar el mismo ritual observado con la primera esposa con cada esposa adicional que adquiriera» (Ferandy Espino, 1993). Como pudo leerse, la poligamia se practicaba desde África; pero en condiciones distintas a las que creó la plantación, por lo que el espíritu con que se practicaba en aquel continente no corresponde con el de Cuba. Los historiadores que observan sólo una lista de problemas han construido el mito de la poligamia de los negros, el cual queda desmentido por aquellos que han estudiado la evolución de la familia y hablan de un estadio donde toda la especie humana fue poligámica. Las componentes africanas y españolas aportan los elementos necesarios para el sincretismo ocurrido en el orden religioso gestor de la Regla •* Sartre explica esta diferencia de cosmogonías y lo hace en un análisis lírico neoafricano para no hacer disgresiones en el texto, decidimos, ubicarlo en las notas. Dice Sartre: « ...Para el técnico blanco Dios es ante todo un ingenuo Júpiter, manda sobre el caos y le impone leyes; el Dios cristiano diseña el mundo con entendimiento y lo realiza a voluntad la relación de la criatura con su creador no es jamás de tipo camal, si dejamos de lado a algunos místicos que la iglesia enfrenta con suspicacia. Y además, el erotismo místico no tiene nada que ver con la fertilidad, es una esfera pasiva de un comportamiento no sensual. Estamos formados de barro, somos figuras salidas de la mano del escultor divino. Para nuestros poetas negros, en cambio, la creación es un poderoso y continuo nacimiento, el mundo es carne e hijo de la carne, en el amor, en el cielo, en las dumas, en las piedras y el viento, por doquiera encuentra el negro la suavidad aterciopelada de la piel humana, se estrecha contra el cuerpo de la arena, contra los muslos del cielo, es alternativamente hombre y mujer y cuando yace en los brazos de una mujer de su raza, la cópula es para él una celebración del misterio del ser. Esta religión espermática es como una tensión del alma en la que se equilibran dos tendencias que se completan mutuainente, el sentimiento dinámico de ser un falo que se yergue y el sentimiento más sordo, paciente y femenino de ser una planta que crece. La cita es tomada de Senghor III, p XXXII por Jahn, J para su obra Muntu: Las culturas neoafricanas, pág. 143. 392 de Ocha o Santería, entendida como la adoración de las deidades del panteón Yoruba sincretizados con los santos católicos. La Regla de Ocha es una consecuencia de la transculturación en que se origina la cultura cubana. El culto se manifiesta como parte de un todo que representa una nueva cualidad, deudora de los componentes originales pero con naturaleza propia, sin ser posible la desintegración de los elementos primarios, que se mantienen vivos, pero distintos. El proceso sincrético trajo a la luz los orichas cubanos, la condición indispensable: evocar la palabra yoruba para significar adoración; che oricha, crear al dios, construir la deidad, en correspondencia con el medio y las necesidades de quienes la adoran. No es necesario aquí garantizar la fertilidad de la tierra, ni dominar los accidentes naturales, hay que encontrar respuesta al universo caótico que generó la esclavitud. El comportamiento erótico será una constante en orichas y creyentes, estos últimos en una readaptación mítica de funciones, vuelcan excesos y tratan de establecer una correspondencia entre sus actitudes comportamentales y la de los eróticos dioses africanos. Es un mecanismo de retroalimentación simbiótica. 2. EROTISMO Y ACHÉ El estudio del erotismo entraña esclarecer una condición indispensable en el sexo: «el género que se nos adjudica al nacer confiere un lugar en la jerarquía social a los seres sexuados. El género es el sexo socialmente construido» (De Barbien, 1992). En el continente africano el lugar de procedencia de los dioses determinará su carácter, funciones y también los roles de género. Odudua, en Ilé-Ile, es un oricha masculino que contrajo matrimonio con Olokún, en otra zona es femenino y esposa de Obatalá. En Cuba, aunque resaltan determinadas especificidades locales, los avatares o caminos del oricha dirán la última palabra. De acuerdo a estos desdoblamientos pueden ocurrir mutaciones en el sexo «un Obatalá varón se estremecerá de pies a cabeza: será un viejecito inclinado de andar vacilante, siempre trémulo, Obbá moró, Ochagriñá o Agguiriná» (Cabrera, L., 1954); pero también puede ser mujer Yemú, Obanla, Ele-fura, etc. Estamos en presencia de un caso de androgenia, aquí se explícita la polaridad en la identidad de género del oricha. La capacidad de establecer una dicotomía en acciones y representaciones simultaneando su rol. 393 Otra metamorfosis sucede cuando el oricha africano es sincretizado con una santa católica. También el ejemplo puede ser Obatalá identificado con la Virgen de las Mercedes. El establecer puntos de contacto por determinados aspectos no confunde la identidad sexual, ni menoscaba el grado de adoración, cualquiera que sea la forma de nombrarla, la importancia radica en el poder, la gracia del oricha. Decir Obatalá o Santísima Virgen de las Mercedes es evocar el ache de las cabezas, es sentir la pureza y rogar por la paz. Parafraseando la cita de De Barbien, en Ocha el género es el sexo sincréticamente construido. La identidad y rol de género en la relación omo-oricha se mantiene sin alteración en el caso de la tutela. El oricha como ángel tutelar no modifica el sexo de su omo. Un hombre puede ser hijo de Ochún y una mujer de Babalu-Ayé. La variación sucede en el acto de posesión, si un hombre «se monta» y viene Yemayá, el poseso hará movimientos femeninos para manejar el abanico y la falda de la santa, como también la más sensual mujer se monta, viene Eleggua y asumirá su apariencia picara, ademanes viriles y gestos eróticos. Con sólo la intención de ilustrar, y en lo absoluto generalizar, significo a continuación elementos de las expresiones eróticas de los orichas más conocidos en Cuba. - Oloñ: Dios creador, quien cansado de llevar toda la responsabilidad del mundo repartió los poderes o aché a los orichas. Es la deidad suprema y no es frecuente la información sobre su vida sexual. - Oggún: Hombre fuerte, guerrero, amante de los placeres de la vida, sus relaciones las desarrolla en el monte donde reside. - Ochosi: También guerrero, hábil en sus dominios, se limita a la actividad sexual, es el dueño de la cárcel. - Osaín: Los defectos físicos que posee quizás no lo invaliden se-xualmente, porque posee el secreto de las yerbas y el poder de las plantas es insustituible en Ocha. - Babalu-Ayé: Siendo joven recibió la gracia de cohabitar con cuantas mujeres deseara, el abuso del don otorgado lo hizo contraer enfermedades venéreas con graves secuelas cutáneas. - Argayú-Solá: Dueño de las sabanas, muchos le confieren la paternidad de Changó en unión de una Obatalá. - Oricha Oko: Deidad de la tierra, la agricultura y las cosechas. Es casto. Quizás su fuerza erótica sea desplegada al fecundar simbólicamente la madre tierra. - Oyá: Mujer activa, guerrera. Relaciones sexuales intensas y furtivas, no ama el hogar, ni los niños. 394 - Oba: Mujer joven, bella, su pasión por Changó la hizo perder el amor y sentir odio por sus rivales que fueron más astutas que ella. - Yewa: Es la dueña del campo santo. La abstinencia sexual que practica la transmite a sus hijos, que de incumplir pueden ser infelices durante toda la existencia. Por la connotación y jerarquía que ocupan en el culto preferimos relacionar a Eleggua, Yemayá, Ochún y Changó, en un segundo grupo, para ser más explícitos nos apoyamos en la descripción de los bailes que hace Ortiz en su obra: Los bailes y el teatro de los negros en Cuba, de 1951, donde continúa defendiendo la tesis del erotismo en el baile. - Eleggua: Dios fáHco en África, señalado por un alto contenido erótico pero asociado al ritual de la fertilidad, en Cuba deja de cumplir esta función social. Aquí es el principio y el fin, quien abre y cierra los caminos; es un niño travieso que alude insistentemente a su sexo, así lo expresa en el baile «cruzando las manos cerradas en puño mueve éstas rápidamente, arriba y abajo con ademán en el folklor de Cuba... es una alegoría picaresca al acto sexual; también con una mano bajo vientre y otra en la nalga se contonea con aire de lascivia...» Refiriéndose al garabato hace notar que es para atraer como hacen el hombre y la mujer cuando tienen «gancho o garabato». Acaso este palo sea la supervivencia emblemática del falo que en Guinea caracteriza a este dios macho y guerrero» (Ortiz, 1951). Sincretiza con el niño Atocha y también con el Anima Sola. Su esencia se mueve en límites ambivalentes como hace el bien hace el mal, es Eleggua y es Eshu. No protege las pasiones, generalmente interfiere en la vida de los amantes, así lo hizo con Ochún y Changó. De su alto contenido erótico en tierras africanas sólo conserva la gestualidad, mímica que puede lindar con lo obsceno y que para una buena parte del pueblo cubano son gestos orgánicos. - Yemayá: Hija de la tierra Takua. Diosa del mar y todas sus riquezas «no es la diosa del amor sino de la maternidad universal. Es la entidad mitológica de la feminidad fecunda (...) pues en el Olimpo africano no creen que sea incompatible la virtud, la sabiduría y la sandunga» (Ortiz, 1951). Para Yemayá, en tanto concepción universal de la maternidad, puede interpretarse como en la cosmogonía asiática: el mar, útero del mundo, produce la sabia y en sus predios se encuentra una parte importante de alimentación del hombre, en él se gestó la vida y continúa garantizando su existencia. 395 Como una madre nutriz, guía a sus hijos por el camino del bien, los transporta y comunica desde cualquier latitud. Las playas y costas son el regazo de su espíritu maternal y las olas las extremidades con que abraza y castiga. La devoción por Yemayá es sinónimo de salutación al privilegio de estar vivos. Es la madurez fecunda de la naturaleza. Sincretiza con la Virgen de Regla, patrona de los portuarios y hombres de mar. Venerada por todos los amantes. - Changó: Es el Dios de la virilidad, de la fuerza y del rayo, «oricha de la sexualidad bravia». Cuando «se sube» se agarra con las manos los testículos. Los bailes de Changó son guerreros, eróticos; hacen las más crudas provocaciones sexuales» (Ortiz, 1951). Martínez Puré lo califica como el impulso fecundante de la naturaleza. Su poder está en el fuego y lo transmite en el sexo, son llamas que abrazan, no destruyen, sedimentan los deseos de estar poseído para eternizar lo efímero del goce. Quema en lo más íntimo para hacerse inolvidable. Es el dueño de los tambores y al compás de la música se transgrede y enerva la sangre de la hembra que reclama con vehemencia nacer del fuego de sus entrañas. Con Changó se hace sacro el pecado original. La incuestionable virilidad del Dios no lo exime de posibles tribulaciones sobre género. Razones: Se habla de travestismo en Changó, el cual es ocasional, no expresa anhelos reprimidos ni afirma actitud homosexual, todo lo contrario. El enmascaramiento con la ropa y trenzas de Oyá es una solución para evadir situaciones de emboscada en sus contiendas bélicas. Changó sincretiza con Santa Bárbara, la diferencia de género no fue obstáculo para la equiparación, primó la asociación de atributos comunes entre el Dios africano de quien se dice fue cuarto alafín de Oyó y la doncella feudal que sacrificó su vida por la causa de Dios. Changó en África y Santa Bárbara, según la iconografía católica, poseían ambos: capa roja, corona y espada. Ochún y Changó son la expresión máxima de las relaciones heterosexuales en Ocha. Para los practicantes del culto estas deidades son los ángeles tutelares del amor, a ellos le dedican múltiples ofrendas desde las indicadas en una «consulta» hasta las más espirituales, ¿quién no le ha dedicado cinco girasoles a Ochún y cuatro príncipes negros a Changó? La práctica de Ocha en materia de erotismo no reconoce apariencias excluyentes, pero si condicionantes. Un ejemplo sobre las expresiones heterosexuales coitales se observa en los días de la ceremonia iniciática, el 396 futuro coronado se somete a abstinencia sexual, no por creerse esta práctica pecaminosa ni impura. La razón es convincente: cuando una persona se inicia en Ocha ha nacido para la religión, se considera un recién nacido y no registra la historia de la humanidad estadísticas de ejercicios sexuales en esa etapa de la vida. El ciclo menstrual es otra pretensión de tabú para los neófitos. El mundo de Ifá explica su origen y sus representantes los babalawos saben que hacer ante la presencia de este período fisiológico femenino para poder realizar una «obra o garantizar la asistencia de una omo a determinada ceremonia». La orientación homosexual de la conducta humana es tolerada por Ocha pero no ensalzada. En los requisitos para su pertenencia no es vetada, como sí ocurre en la secta secreta Abakúa donde es condición indispensable «ser hombre a todo». En El Monte se trata de la forma siguiente: «desde muy atrás se registra el pecado nefando como algo muy frecuente en la regla Lucumí. Sin embargo, muchas babalochas, omo-Changó, murieron castigados por un oricha tan varonil y mujeriego como Changó, que repudió este vicio. En esto de los addodís hay misterio -dice Sandoval-, porque Yemayá tuvo que ver con uno. Se enamoró y vivió con uno de ellos. Fue en un país Laddo, donde todos los habitantes eran casi maricas (...). Sin embargo, los santos hombres: Changó, Oggún, Eleggua, Ochosi, Orunla y no digamos Obatalá, no ven con buenos ojos a los pederastas (...) abundan también las lesbias en Ochá-alacuattá -que antaño tenía como patrón a Inlé... (Cabrera, L., 1954). Continúa refiriéndose que el día 24 de octubre se daban cita en el Barrio del Ángel de alacuattás y addoodís para rendir tributo al santo patrón. Menciona la Zumbao, vecina del la Loma del Ángel, quien organizaba grandes fiestas con mesas en la calle, allí se efectuaban las ventas de las famosas tortillas de San Rafael. El texto declara una actitud homofóbica. Qué criterio tendría la autora de los griegos y los romanos quienes, con su estructurada sociedad esclavista, además de aportar los cánones clásicos del arte y una excelsa filosofía reglamentaron las relaciones homosexuales. Resulta interesante la relación de los addodís con Yemayá. Se puede tomar en cuenta el carácter otorgado a esa deidad de noción universal de la maternidad para fusionarlo con la teoría freudiana enunciada en Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinel. Aquí se plantea que la dependencia afectiva materna durante la infancia crea una relación casi enfermiza que en la adultez llega al punto de hacer pensar en la traición cuando este 397 hombre se acerca a una mujer, quien para evitar la infidelidad desvía sus relaciones y las hace estrechas con los hombres. 3. MITOLOGÍA AFRICANA O HISTORIAS ERÓTICAS DE OCHA Los mitos son la fuente del saber de la cultura africana, la base teórica para comprender su cosmogonía. Protagonizados por los orichas son también el escenario de las relaciones sexuales, donde se observan variantes de la conducta sexual emparentadas con las que se desarrollaron en la plantación esclavista: incesto, poligamia, adulterio, etc., ahora en una aureola mítica. Aquí haremos la transcripción de dos mitos narrados por Rómulo Lachatañere en su obra ¡Oh mío Yemaya!, por el lirismo y la fuerza con que recrea el contexto erótico. En el primer mito se sustituyen los nombres de Yocasta y Edipo por Yemayá y Changó. A Yemayá se le adjudica la maternidad de Changó adoptiva y consanguínea indistintamente. Cualesquiera que éstas sean se verán modificadas por las relaciones coitales. El incesto no es privativo de Ocha. Según Freud las religiones donde las deidades jóvenes disfrutan las relaciones que desarrollan con la madre es como traicionar a Dios padre y será castigado con la vida, sino directamente con el animal totémico o simbólico. En cualquier ceremonia del culto que se sacrifique un chivo, animal destinado a Changó, éste será castrado. Con el incesto la pasión por la carne violenta las normas de grupo y el sexo vence al amor maternal. En el segundo mito ocurre un derroche de fantasía sexual, toda la astucia femenina se pone en función de generar y potenciar la excitación del hombre. Esta vez Oggún, el guerrero impenetrable, es seducido por Ochún quien lo conquista con oñi y luego lo saca del monte. 3.1. MITO I «... En los grandes días de su vida fastuosa y opulenta, acostumbraba el joven Changó a descansar tendido en su estera y así pasar las horas calurosas que embotaban la mente y deslumhraban el espíritu. Su madre Yemayá muchas veces le hacía compañía acurrucándose a su lado tiernamente, hasta quedar ambos dormidos. Más ocurrió que cierto día la madre se prendó del hijo y acercándose a él rozó suavemente su cuerpo con el suyo, lo que produjo un estremecido suave temblor, y soporífera sensa- 398 ción, se estrechó más y más al mozo y por apagar el deseo que súbitamente afluyó a ella comenzó a acariciarlo con una agilidad llena de sutileza, y más pudo el rebosante caudal de su sexualidad que el gesto moderado de la caricia, y así trémula y mirando vagamente se estrechó apasionadamente al hijo, convulsa y palpitante. Tal acometividad despertó al mozo que al reconocer a su madre, espantado exclamó: ¡Saramagua! Yemayá respondióle: -lyá mío te deseo... Y Changó haciendo palanca con sus brazos, la rechaza lanzándola a otro lado. Rápidamente tomó su chaqueta púrpura y sus pantalones y se viste, abandonando el ilé presuroso. El joven corre su desoladora confusión por la sabana y se detiene ante la palma erguida y acogedora de sus instantes precarios, la cual escala y allí pretende pasar su indignación. Mas Yemayá rehecha de la humillación producida en su carne, lo persigue y corre como una desaforada y sus pechos exuberantes cantan en incesante campaneo la lujuria de la omordé que se ha dejado arrastrar por la fuerza impetuosa del sexo. Changó, en la altura, trata de vencer su soberbia, abrazado al tallo inclinado que mece sus penachos al aire; y allá abajo está Yemayá Sara-magua clamándole con los brazos en cruz. -¡Obiní acaba de saciarme! Changó le responde desde lo alto. -¡Omordé busca una bestia como tú! Yemayá exhalando profundos suspiros, impacientada se lanza al suelo y enterrando sus afiladas uñas en la tierra, estira su cuerpo rabiosamente, mientras roza una y otra vez sus partes en el duro lecho improvisado y clama con voz anhelante al joven que trata de matar su indignación en lo alto de la palmera. -Obiní, he de producirte un placer jamás concebido. Y el joven, convencido de que más se mortifica Yemayá con sus extravíos que el sonrojo que ya le ha causado desear su cuerpo, desciende y se abraza a ella. Ruedan sus cuerpos invertidos en confuso movimiento y largo rato se poseen contra natura. Desde entonces la madre amó al hijo.» 3.2. MITO II «... Y a cuenta de las leyendas que versan sobre las pocas galantes costumbres de este poderoso labrador, una mozuela, lozana, fresca y sana 399 en los misterios del amor, llamada Yemayá Saramaguá, una noche, alumbrada por una luna que parecía verter chorros de luz en la oscuridad del monte, se internó en el bosque, irrumpiendo por senderos de peligrosas encrucijadas, mientras rasgaba el silencio con una canción que lloraba la tristeza de su cuerpo en flor: Acolona oooh! aeee!... Dale yaluma oh! OñíAbeee!... Si Yemayá ta cuelí cuelí E pooooo!... Unice ba oooh!... ¡Aeeeee!... Con la mitad del cuerpo al descubierto, mostrando una pelambrera áspera y rizosa, Ogún Arere, armado de un machete de proporciones gigantescas, se paseaba, cuando el eco de la voz repentinamente lo detuvo y tomó la dirección de donde provenía el canto de la audaz jovenzuela. Yemayá Saramaguá lo ve venir y todo su cuerpo se estremece en ligeros temblores, y con voz palpitante le grita: -Jey Aguanilli! El aludido se dispone al acecho y la espera en el recodo de un camino. La moza avanza por un trillo y Oggún Arere se precipita sobre ella y la villenta en convulsas sacudidas hasta que queda trémula. Yemayá roza su cuerpo desmadejado en la recia musculatura del hombre que de un empujón le rechaza; pero la joven enardecida por el deseo, se vuelve y le estrecha murmurando: -Aguanilli, acaba de llenarme: no estoy satisfecha! Ogún Arere desanda, y tomándola por su frágil cintura la lanza contra el suelo; más la doncella Yemayá Saramaguá, cuyos deseos aminora el dolor físico, incorporándose prestamente, vuelve tenaz y avanza hacia el labrador, que da un paso atrás enarbolando su machete que corta ráfagas de aire, la amenaza furibundamente: -He de matarte perra insaciable! La mozuela se rinde ante argumento tan concreto y echa a correr sobrecogida de terror y salva los límites del monte internándose en su ilé. Yemayá desolada y con el corazón triste, aún marcados en sus muslos de la potente virilidad de Ogún arere, corre en busca de su experta hermana Ochún y le cuenta entre sollozos su desventura y la inquiere que haga uso de su astucia para castigar el gesto descompuesto del labrador. 400 -Mi abure -le dice- un hombre me ha humillado. Ogún Arere, después de poseerme, se ha retirado sin colmar mis deseos. -Vete tranquila; en la noche te lo llevaré para que te sacies a tu gusto. Ochún, armada de un plato rebozado de oñí, cruza el amplio camino del monte, surcado por incipientes arroyuelos, y avanza más allá por donde el río caudaloso rueda su corriente como una enorme boa ondulante y llena de recelo. Ochún, la que llaman Yalarde en los cantos del güemilere, va por entre la selva lujuriosa, abriéndose camino con el gesto de sus brazos, mientras que con su canto llena toda la integridad del monte: ¡Secaré a la yumó oh!, Secuté a la ido oh. ¡Yeyé oooh... oñí abeeee!... Secure a la yumó oh, Secaré a la ido oh. Yeyé oñí oooh! Cuando se encuentran, Ogún Arere, con toda la fuerza de su empeño, trata de asirla por los brazos; pero la mujer rápida, se esquiva y prestamente deposita su plato de miel de abejas en el suelo acechando la nueva acometida del labrador que la fulmina con su mirada rabiosa y cuando en un arranque de soberbia repite la operación, la muchacha ligeramente escurre el cuerpo y danza impunemente ante él, burlando de este modo sus intentos por estrecharla. El labrador torpemente da manotazos en el aire, al querer asirse del bello cuerpo de la danzarina del Güemilere, que se hurta a si misma meciéndose como una caña de maíz batida por el aire. En el vértigo de la danza, Ochún toma su falda por un extremo y gira rápidamente hasta deshacerse de ella, manteniéndola en sus manos como una vela hinchada por el viento, y muestra a Ogún Arere la plenitud del cuerpo sudoroso y brillante. El labrador permanece estático ante aquella mujer diabólica, que burla su gesto intempestivo con su lúbrica danza, mientras ésta en un entretiempo de su baile, toma el plato de oñí y lo derrama por su cuerpo que ya clamorea instantes de amor. El labrador acecha ese momento y se le va encima, tomándola por la cintura. Ochún bate nerviosamente sus caderas como un pez atrapado, y una vez más lo burla, lanzando una carcajada que llena todo el bosque. Ogún Arere, jadeante, con las manos empapadas del sortilegio torpemente se desconcierta, mientras que la omordé, comprendiendo el instante de su 401 triunfo, astutamente se introduce en lo intrincado del bosque y va avante elevando su canción: Yeyé oñí oh. ¡Oñí aheel... Aguanillí la sigue como un manso cordero y al llegar a las lindes del monte, Ochún se tiende mañosamente en la hierba, mostrando lo exuberante de su carne excitada. Ogún Arere la posee estrepitosamente, con la codicia de un avaro. -Omordé, no has logrado saciarme del todo -le dice semiextenuado. Ochún responde: -Hagámoslo bajo techo -y lo arrastra hasta el ilé de Yemayá Saramaguá, que espera pacientemente tendida en su estera. Es la noche oscura y el labrador no percibe a la otra hembra, sino que se acomoda con Ochún en el propio lecho, y ésta se le va de entre los brazos y lo deja con su hermana, que la suple silenciosamente de la noche al día. -¿Volverás obiní? dijo Yemayá en plena mañana y Ogún Arere al verse escamoteado, la golpea furiosamente. Y se marcha. Así termina la historia en que Ochún, la moza más guapa del güemilere, birló los rectos principios del formidable Ogún Arere. 4. LA IMAGEN ERÓTICA DE OCHA La tradición, los Orichas, los mitos son los elementos que han conformado la imagen erótica de Ocha, la cual ha variado en el decursar de la historia cubana. La hermenéutica hecha por la clase dominante en cada momento del desarrollo social fue siempre peyorativa, para acentuar la marginalidad y la procedencia popular de los practicantes del culto. «La esclavitud distorsionó la vida sexual del esclavo, y los racistas justificaron las distorsiones inventando el mito de la sexualidad sádica del negro, la inmoralidad de la negra y la lujuria de la mulata» (Moreno Fraginals, 1978). De esta suerte se conforma una imagen arquetípica de los Orichas: Changó, promiscuo; Ochún, mujer libertina que hasta llega a comercializar su cuerpo; Orunla, esposo traicionado en la intimidad. En un momento todas las putas del país estaban protegidas por Ochún y seguramente Yarini fue devoto de Changó. 402 La sociedad cubana actual formada en los valores del proyecto social revolucionario, ha variado la visión falseada de estas deidades y sus consiguientes símbolos; pero no llega a verse la imagen real. La transmisión oral marca la información y el conocimiento queda a nivel empírico, no sistematizado. La reflexión desde y para la cultura es el objetivo único de estos apuntes. El erotismo no es sólo una característica definitiva en la regla de Ocha, es un rasgo también decisivo de la idiosincrasia del cubano. Se dice que es alegre, musical, solidario, histriónico y tremendamente erótico; la constancia está en las miradas, en el andar, en la gestualidad, en el pensamiento y en la acción. En la regla de Ocha está la raíz de un núcleo de valores que rebasan el argumento religioso para formularse en el universo socio-cultural, en esos valores está la sexualidad. Para sentir y comprender el erotismo en Ocha no es necesario oficiar en esta religión, sólo se precisa asumir la contemporaneidad del legado de los ancestros. Y eso es justamente lo que ha hecho la creación artística, tomar la poética de este erotismo convirtiendo sus códigos en significados comunicantes que transmiten y mantienen la continuidad de un proceso único para la historia y la cultura. El Arte ha hecho que esta codificación tome categoría de imagen artística en varias manifestaciones: música, danza, cine, plástica, literatura. La música y la danza han sido privilegiadas al contar con los análisis etnomusicológicos de los maestros Femando Ortiz y Argeliers León, entre otros. La plástica se ha enriquecido narrando y sintetizando a la par. Hay fuerza expresiva en una Santa Bárbara de Zaida del Río que cabalga sobre un macho cabrío, además de concreción es una iconografía sincretizada que capta lo esencial para decirlo todo. Otra obra que transmite y sublima es El Cristo de las Calabazas de Perla María Pinedo. Lo ingenuo en Perla es adulto y ahí está su ingeniosidad. En esta cartulina de 33 por 40 cm se atreve a representar a Ochún en un intento de seducción a Cristo, el erotismo la transforma a nivel de pensamiento y, en él, vuela hasta el sol, donde los pavos reales cohabitan con la dulzura de las aves. Ochún se ha sentido tentada por la carne de Cristo. Un ejemplo siempre válido en la literatura son las viñetas contenidas en el discurso de Cuando la sangre se parece al fuego, de Manuel Cofiño, donde la narrativa se hace poesía. De Ochún dice: «... como boya en el río tempestuoso se mecen sus caderas. Es la santadiosaputa y parrandera (...) clava con un martillo el amor y el deseo del corazón de la gente» (Cofiño, M., 1975). 403 La cinematografía ha dejado por su parte constancia de ruegos para conseguir el amor. Basados en épocas distintas para el contexto del cine y del realizador. En la Cecilia de Solas (1984) la protagonista creada por Villaverde y devenida en símbolo de los encantos femeninos cubanos se unta el cuerpo con miel y ruega a Ochún para que proteja a Leonardo Gamboa y lo haga únicamente suyo. El guión de Senel Paz para Fresa y Chocolate tiene una escena similar: interior de noche en el apartamento de Nancy, quien se da un baño con perfume, flores blancas y ruega al Anima Sola que el hombre que ella desea no tenga tranquilidad, ni ojos para mirar a otra mujer que no sea ella, es como decir: si no es mío no será de nadie. Es evidente la herencia ochuniana en el desafío por los sentimientos, premisa de los amantes cubanos, representación mayoritaria de un pueblo cálido donde «el erotismo» determina torrentes de sentimientos permanentes y hondos' porqué se vive con y por amor. 5. ESQUEMA DE LAS RELACIONES SEXUALES DE LOS ORICHAS ESTUDIADOS Changó hijo de Esposo de Tiene relaciones con: Obatalá y Arggayú Obba Ochún: madre de los Ibeyi Yemayá: madre crianza Oya: compañera de batalla Ochún Esposa de Tiene relaciones con: Oninmila Changó Oddua Hermanas Oggún Areré Inle Yemayá Esposa de Tiene relaciones con Oggún Changó: hijo de crianza Babalú-Ayé 6. BIBLIOGRAFÍA BARNET, Miguel: La fuente viva. Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, Cuba, 1983, pág. 241. ' No es irreverencia parafrasear el texto de Don Femando, es la necesidad de concluir con sus palabras siempre sabias, pero en la dimensión de mi tiempo. 404 BAUKHANGE, Manon: «¿Cual es el sexo de Dios?». Muy especial. Núm. 17, Primavera 1994, España, págs. 31-33. BOLÍVAR AROSTEGUI, Natalia: Los Orishas en Cuba. Ediciones Unión, 1990, pág. 493. CABRERA, Lidia: El Monte. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1989. - Anagó: Vocabulario Lucumí. Ediciones C. R., 1957, pág. 326. 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