TEÓFILO MARTÍNEZ DE ESCOBAR: UN KRAUSISTA
CANARIO, CATEDRÁTICO DE METAFÍSICA EN LA
UNIVERSIDAD DE LA HABANA
JUANA SANCHEZ-GEY VENEGAS
Universidad Autónoma de Madrid
La importancia del krausismo en España está fuera de toda duda. Los motivos,
que subyacen a la amplia aceptación de dicha corriente filosófica en el
siglo XIX ofrecen, sin embargo, posibilidades de discrepancia según los diferentes
estudiosos de este tema.
Nosotros aventuraremos, de entre otras muchas, dos características que
nos permitirán calibrar la acogida del krausismo y, diríamos más, de los krau-sistas
españoles. La primera, bastante reconocida por los especialistas de este
movimiento filosófico, tiene que ver con el sentido humanista del krausismo.
Y decimos humanismo a este pensamiento integrador, que parte de la propia
subjetividad y tiene en cuenta tanto la sensibilidad como la racionalidad. Así,
desde la antropología a la ontología y la teoría del conocimiento, el krausismo
pretende acercarse al hombre concreto y desentrañar su realidad. No se
centra en el hombre cuantitativo, el mero individuo, sino que busca la renovación
de su conciencia ética y política. Dicha teoría, no obstante, su aspecto
especulativo, procuraba acercarse al hombre mediante actividades y reformas
culturales, políticas... y, especialmente, encarnarla en una vivencia personal.
La segunda característica a la que queríamos aludir y es muy peculiar del krausismo
español: la valía de sus intelectuales ^
A este respecto, podría añadirse un sin fin de anécdotas relatadas por sus
propios discípulos, y éstos de la talla de Miguel de Unamuno, Antonio Machado,
Juan Ramón Jiménez, Joaquín Xirau... Esta especial atracción por los
krausistas era debida a su conciencia ética, alabada aún por sus detractores,
y a su incansable servicio a los demás. Este servicio que ejercieron desde el
Parlamento a las cátedras universitarias permite llenar de gloria uno de los
momentos más significativos de la historia del pensamiento y de la educación
en España.
Desde Séneca a Giner de los Ríos existe una tradición española que podríamos
denominar de intimidad-compartida, la cual promueve la relación
1. MÉNDEZ BEJARANO, M.: «Historia de la filosofía en España hasta el siglo xx», Renacimiento,
s.f., p. 103. Madrid.
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epistolar, el diálogo, la tertulia, etc., más allá de las aulas. Séneca y las epístolas,
Giner de los Ríos, Federico de Castro, se caracterizaron por su convivencia
cordial con los alumnos mediante charlas, paseos, tertulias, igualmente
los descendientes del krausismo y de la ILE en la Universidad Central de
Madrid. Maestros como Ortega y Gasset, García Morente, Zubiri, José Gaos,
etc., no cesan de poner en práctica la importancia de esta labor transmisora
del auténtico magisterio vivencial en cada uno de sus discípulos, creando verdaderos
focos de amor, interés y devoción por la cultura.
Tal vez sería necesario arrumbar viejos tópicos, como el de la inexistencia
de Escuelas de pensamiento en España, y acercarnos a la realidad vivida
tal como es, para desentrañar la valía de nuestra peculiaridad. Aprenderíamos
a calibrar el pasado y ponderaríamos mejor el futuro, mediante el cultivo
de la memoria y la tradición, que es lo que realmente somos.
Acaso si abandonáramos prejuicios centralistas y nos aplicáramos al estudio
de los distintos focos culturales del pensamiento español podríamos enriquecernos
con lo que hay, además de ilustrarnos ante tantísimo olvido sobre
nuestro pasado.
La historia de tantos olvidos indica, no sólo ingnorancia, sino también
cierta desidia que nos impide nuestra propia superación. Y este olvido es bastante
importante en lo que se refiere a la historia del pensamiento en Canarias.
Pocos especialistas de la historia del pensamiento español citan siquiera
a los intelectuales canarios y, a veces, las referencias no son exactas. Esta situación
nos parece deplorable, máxime cuando algunos de estos pensadores
ejercieron además una notable influencia en América. Este es el caso de Teófilo
Martínez de Escobar, el cual nos proponemos estudiar en el presente artículo.
1. TEÓFILO MARTÍNEZ DE ESCOBAR: UN KRAUSISTA
CANARIO EN LA HABANA
Teófilo Martínez de Escobar (1833-1912) era oriundo de Las Palmas de
Gran Canaria. Perteneció a una conocida familia en la que sus hermanos
Amaranto y Emiliano se dedicaron como él mismo al cultivo de las letras.
Amaranto era un conocido poeta, y asiduo colaborador de la revista de El
Museo Canario. Emiliano era presbítero, como Teófilo, y estudió en Sevilla
de 1842 a 1849, al lado de su tío paterno, y recibió lecciones del filósofo ecléctico
Alberto Lista. Trabajó junto al Dr. Chil, aunque mantuvo una posición
distinta al maestro respecto al darwinismo, especialmente en un discurso acerca
del Origen del hombre ^.
2. MILLARES TORRES, A.: Biografía de Canarios célebres, Edirca, Las Palmas, 1982.
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Los tres hermanos fueron discípulos de Graciliano Afonso en su época de
bachilleres y quedaron sellados con la impronta ilustrada y liberal del maestro.
Especialmente porque, además de las lecciones impartidas por Graciliano
Afonso, éste desde 1807 acudía a la tertulia que se organizaba en casa de
los Martínez Escobar. El hogar de los Martínez Escobar —como refiere Joaquín
Artiles— fue uno de los centros más importantes de la irradiación cultural
en la primera mitad del xix, ya que don Bartolomé, el padre, era un
prestigioso jurisconsulto, historiador y poeta; la madre, doña Francisca, era
hija del artista Lujan Pérez ^.
Teófilo Martínez de Escobar se traslada también a Sevilla para cursar la
carrera de filosofía. Y en aquella universidad será discípulo de don Federico
de Castro, catedrático de Metafísica. Pocos autores citan este dato y, por tanto,
no recogen entre los krausistas al discípulo canario de Federico de Castro.
Lo reseñan J. R. García Cué en su obra Aproximación al estudio del krau-sismo
andaluz '^ y Juan López Alvarez Federico de Castro y Fernández
(1834-1903) Filósofo e Historiador de la Filosofía ^. Sólo los historiadores de
la literatura canaria dan noticia de este autor, entre ellos M.' Rosa Alonso,
además de Joaquín Artiles e Ignacio Quintana.
D. Teófilo Martínez de Escobar... escribió una «Oda al Cólera», que no se refiere,
en concreto, al que diezmó Las Palmas y cantaron Ventura Aguilar y Millares Torres, sino
a la terrible enfermedad en Europa; colaboró en la Revista de Canarias, por 1880; cursó
estudios en el Seminario y los de Filosofía y Letras en Sevilla, donde fue profesor; pasó
a La Habana, y allí tuvo cátedra de Filosofía hasta que se jubiló y regresó a su tierra,
para morir en Las Palmas *.
Federico de Castro era el discípulo más ortodoxo y fiel de Sanz del Río,
el transmisor del krausismo en España y, como catedrático de Metafísica en
la Universidad de Sevilla, difunde el racionalismo armónico en su sentido más
estricto. Como sucedió a otros krausistas, Federido de Castro aglutina en torno
a sí a un grupo de pensadores que llenan el mundo intelectual de Sevilla
y transmitirán esta huella en los puestos profesionales que ocupan, allí donde
vayan.
Destacaremos entre los discípulos, mención aparte la de su estrecho colaborador
don Antonio Machado y Alvarez —padre de los poetas—, algunos
3. ARTILES, J. y QUINTANA, I.: Historia de la literatura canaria, pp. 83 y 143. Excma.
Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas, 1973.
4. GARCÍA CUE,J. 'R.: Aproximación al estudio del krausismo andaluz, p. 31. Tecnos, Madrid,
1985.
5. LÓPEZ ALVAREZ, J.: Federico de Castro Fernández (134-1903), pp. 44, 46 y 61. Universidad
de Cádiz, 1984.
6. ALONSO, M." Rosa: «La literatura canaria del siglo xix», en MILLARES TORRES, A.:
Historia General de las Islas Canarias, vol. V, p. 120. Edirca, Las Palmas, 1977.
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de los que se dedicarían más tarde a la filosofía. Entre otros están Tomás Romero
de Castilla, catedrático de filosofía en el Instituto de Badajoz, Romualdo
Alvarez Espino, catedrático del de Cádiz, José Sánchez Mora en Huelva,
Antonio López Muñoz en Madrid, el conocido historiador de la filosofía española
Mario Méndez Bejarano, catedrático también en Madrid, Leopoldo
Urquía en Baeza y Teófilo Martínez de Escobar que llegaría a ser catedrático
de metafísica de la Universidad de La Habana.
2. INFLUENCIA EN AMERICA Y EN CANARIAS DE LA OBRA
DE TEÓFILO MARTÍNEZ DE ESCOBAR: LA LUCHA CONTRA
EL POSITIVISMO
Entre las corrientes filosóficas más destacadas en América está el positivismo.
Es cierto que la Escolástica fue el primer movimiento filosófico en
América y que se desarrolló en los primeros siglos de la conquista, sin embargo,
el positivismo ha tenido una importancia decisiva en el desarrollo de
estos pueblos. En contraste con él existen otras tendencia de signo idealista
como el krausismo y espiritualista como el eclecticismo.
En la obra de Fernando Estévez Indigenismo, raza y evolución (1987) se
explica el motivo de la publicación de un artículo de Teófilo Martínez de Escobar
en la revista de El Museo Canario. Juan Padilla, colaborador del
Dr. Chil, recomienda a la redacción de dicha revista tener en cuenta los errores
del positivismo y cita el discurso de Martínez de Escobar en la Apertura
del Curso Académico 1879-1880 en la Universidad de La Habana.
Fernando Estévez narra también la polémica que se desarrolla en el primer
aniversario del Museo, 24 de mayo de 1881, en la que el Dr. Chil se mostraría
partidario del progreso de las ciencias basado en las teorías de Darwin
y Haeckel, mientras que Teófilo Martínez de Escobar rechazaría el desarrollo
de las ciencias positivas por ir contra la doctrina revelada. «Pero ciertamente
los principales animadores del Museo se decantaron por el evolucionismo
» ^.
Vamos a comentar el discurso de Apertura que publicó tanto la revista
de El Museo de Canarias como la Revista de Canarias, aunque la última publicación
era sólo un extracto del discurso.
Desde 1875, cinco año antes de este trabajo de Martínez de Escobar, el
positivismo había alcanzado gran auge en el panorama del pensamiento español
y los krausistas abandonan sus posiciones racionalistas para ir engro-
7. ESTÉVEZ GONZÁLEZ, F.: Indigenismo, raza, cultura, p. 159. Act. Santa Cruz de Tenerife,
1987.
182
sando las filas de una nueva corriente, que Adolfo Posada denominará «krau-sopositivismo
».
Sin embargo, ni Federico de Castro, el maestro, ni como veremos Teófilo
Martínez de Escobar cambiarán sus primeras raíces filosóficas y persisten en
una metafísica racionalista. Creemos que la posición y defensa de Martínez
de Escobar por la metafísica se debe a dos planteamientos principalmente:
el primero se basa en una cuestión estrictamente ontológica y gnoseológica
y el segundo, en una creencia ética. Estas dos concepciones llevan aparejadas
una cuestión crítica, especialmente, al positivismo y una cuestión formal,
la defensa del propio sistema krausista.
2.1. La crítica al positivismo
Según el primer aspecto el positivismo no admite ningún saber metafísico
y tan sólo apoya un conocimiento relativista de la realidad
A este funesto extremo conducen hoy la ciencia cuantos pretenden encerrarla dentro
de la mezquina esfera de lo fenomenal y relativo, alejándola así de lo infinito y absoluto,
centro de la armonía universal, fundamento de su unidad y de sus interiores relaciones *.
Martínez de Escobar alude a que dicho relativismo lleva aparejado también
un escepticismo y éste es siempre contradictorio a un auténtico progreso
de la ciencia. La ciencia progresa según diferentes grados de saber hasta.alcanzar
la unidad del todo. Por ello, Martínez de Escobar piensa que no se
puede practicar ningún tipo de reductivismo que identifique la realidad con
sólo lo conocido por el método experimental, sino que hay que admitir también
que el pensamiento racional es capaz de captar de modo inmediato el
saber en sí mismo, gracias a «las ideas universales intuitivas de la razón» '.
Teófilo Martínez de Escobar deplora que se admita como lo único cognoscible
el dato positivo porque excluiría los principios fundamentales de la
filosofía y la negación de realidades existentes, que de ningún modo son sensoriales,
como el infinito y lo absoluto. De estas realidades tenemos percepción
interna y, sin embargo, carecemos de datos sensibles para su captación.
Asimismo lamenta que esta exclusión se afirme de forma tan dogmática.
Máxime que el positivismo sólo admite lo relativo.
Este fallo supremo y absoluto, lanzado con un dogmatismo sin ejemplo en la historia
del desenvolvimiento racional, lleva en sí la contradicción más palpable: porque al esta-
8. MARTÍNEZ DE ESCOBAR, T.: «Oración inaugural», en: Revista El Museo Canario,
núm. 34 (23-IV-1880), p. 15.
9. Ibidem, p. 44.
183
blecer que nada hay cognoscible fuera de los hechos, y que los principios absolutos no deben
ocupar el preeminente lugar que la ciencia constantemente les ha designado, el Positivismo
no hace más que dictar otro nuevo principio tan absoluto como los negados '".
Es más, al criticar Martínez de Escobar las funestas consecuencias que se
derivan del positivismo en orden a la imposibilidad de un conocimiento absoluto
y, por tanto, el fundamento objetivo de la verdad alude en este artículo
al criterio de autoridad «que un filósofo español deduce de la crítica kantiana,
combinada con la dialéctica hegeliana» y que serían el ateísmo, el sensualismo
y el materialismo. Nosotros creemos que está haciendo referencia a
su maestro, D. Federico de Castro, y a un artículo publicado en la Revista
de Filosofía, Literatura y Ciencias de Sevilla, tomo V, 1873. Esta Revista fue
creada por Federico de Castro y Antonio Machado y Alvarez.
El krausista canario añade aún otro nuevo peligro al positivismo, éste es,
su excesivo atomismo que imposibilita el conocimiento de la realidad en todas
sus relaciones. Para los krausistas, sin embargo, el yo que, como hemos
dicho, percibimos por intuición racional, es síntesis de la naturaleza y el espíritu.
En esta síntesis concreta también se establece la diferencia de ambas
realidades que, a su vez, encuentran su síntesis primigenia en un ser esen-cial-
infinito, el Absoluto o Dios, que comprehende lo diverso y los contrarios.
En efecto, todo fenómeno como singular y encerrado en sí, todo hecho en cuanto particular
y propio, nada nos expresa de sus relaciones y comunidad con otro, siendo éstas
por lo tanto, o puramente subjetivas y creadas por nuestra fantasía, y en tal caso nada
significan, en la realidad objetiva del conocimiento para la construcción científica, o tienen
un fundamento real, y entonces trascienden del hecho, y buscan su origen en conceptos
superiores al puro empirismo, cuya realidad nos interesa descubrir ".
Frente al atomismo positivista el krausismo propone una concepción unitaria
de la ciencia y de la metafísica. Por esta razón postula la existencia de
un principio absoluto, síntesis de la realidad y el conocimiento. En este sentido
sigue la concepción aristotélica de la verdad como «la adecuación entre
la realidad y el intelecto». El conocimiento de la verdad es por unión esencial
de los dos términos del conocimiento: el cognoscente y lo conocido mediante
un conocimiento racional y sistemático. Para alcanzar esta adecuación
la ciencia sigue un procedimiento inductivo y uno deductivo.
Tendríamos que aclarar que este conocimiento inductivo no aboga por un
método de conjeturas o hipótesis, como admite la teoría de la ciencia del siglo
xx; sino que Martínez de Escobar parte de la intuición evidente de la existencia
del yo (conocimiento particular) hasta llegar a la existencia del princi-
10. Ibidem, p. 46.
11. Ibidem, p. 47.
184
pió (conocimiento universal) y de ahí justificar deductivamente cada una de
las realidades particulares (método deductivo). Este es el procedimiento ana-lítico-
sintético que la filosofía krausista propone y que nada tiene que ver con
la admisión de un método sólo inductivo más proclive al relativismo y, por
tanto, reductivo de la totalidad.
¿Quién podrá afirmar, sin infringir las leyes de la lógica, que la experiencia, por repetida
y larga que se la suponga, no es siempre limitada y por consiguiente incapaz de
llegar a una conclusión que traspasa su dominio propio? '^.
Así pues, la filosofía krausista propone una teoría sistemática de la ciencia
en la que el análisis y la síntesis serían modos de ensamblajes perfectos
hasta explicar la totalidad de la realidad y del conocimiento. Por consiguiente,
apoya una concepción metafísica bajo la cual se comprendería la psicología,
la lógica, la teoría del conocimiento como realidades particulares del yo,
que es punto de partida y base del conocimiento del ser en sí. Desde este punto
de vista, Teófilo Martínez de Escobar también critica del positivismo la separación
de las ciencias, como la psicología, a la cual sólo se la considera
como ciencia experimental o como teoría de los sentimientos.
La Psicología inglesa, pues, se reduce a un puro experimentalismo que nunca llega a
la causa y razón fundamentales de los fenómenos, sino, cuando más, a una suma o conjunto
de hechos, ante cuyo enlace la observación se detiene y calla, no atreviéndose a salvar
el abismo que la misma indagación se finge, para no arrojarse, como dice esa misma
filosofía, en los extravíos y despotismos de la razón conforme ha sucedido a los metafísi-cos
'^.
Asimismo Teófilo Martínez de Escobar lamenta también que el criterio
de la moralidad esté condicionado sólo a la experiencia, pues ella por sí sola
no comprende la vivencia humana en toda su amphtud y ya sabemos que esta
ampUtud tiene un nombre para los krausistas, ésta es la armonía. Armonía
que no es sólo entre el mundo extemo y el mundo interno del sujeto, sino
que requiere además un desarrollo de la potenciahdad íntima, en muchos casos
individualista, personalizada y heterodoxa.
Corrompido de esta manera el sentido de la ciencia moral ¿qué habremos de pensar
con respecto a la ley de nuestra vida? ¿En dónde buscaremos el criterio de moralidad para
discernir la bondad o malicia de nuestros actos? El Positivismo nos contestará lo de siempre;
hechos y nada más que hechos; ese es el punto de partida "''.
12. Ibidem. p. 87.
13. ¡bidem, p. 90.
14. Ibidem, pp. US y U9.
185
La metafísica tiene que comprender los principios de la ciencia, pero sin
reductivismos y en armonía de todos los condicionamientos.
Pues el error de los Positivistas, como el de todo sistema sensualista o materialista,
consiste en proclamar como exclusivo y tínico el conocimiento sensible, olvidando así la
naturaleza de éste, como la de la sensación, la trascendencia del conocimiento sobre el
dato sensible, y más que todo la serie de conceptos y principios absolutos que la razón
muestra y enseña a la conciencia y al entendimiento para interpretar, discernir, aclarar y
poner en orden todo conocimiento nuestro ' '.
2.2. El racionalismo armónico: una metafísica de la totalidad
La doctrina krausista parte de la existencia de una intuición que relaciona
de modo inmediato el sujeto cognoscente y el objeto cognoscible. Esta intuición
racional o autointuición permite percibir en la conciencia el propio yo,
como primera realidad que se conoce. Vemos entonces que el krausismo tiene
como punto de partida el conocimiento subjetivo, es decir, el yo.
La percepción del yo es posible, como hemos dicho, por este conocimiento
inmediato que es la intuición, la cual no requiere de ninguna abstracción,
de ningún razonamiento, ni se basa tampoco en los sentidos. Se parte de la
certeza del yo, en la que se identifican la reahdad del yo y la percepción de
esta misma realidad. Esta verdad intuitiva, este conocimiento inmediato de
la realidad, está por encima de toda duda en el sistema krausista.
Los pasos de este análisis son yo-alma y yo-cuerpo, siendo la más evidente
la realidad del alma. De este modo distinguimos también la existencia de
un mundo espiritual y un mundo físico, que se armonizan en la idea de Humanidad.
Este análisis debe ser justificado según el método deductivo o por
el sintético y tiene como objeto de estudio: el mundo físico, el mundo espiritual
y la Humanidad. Ahora estas realidades se justificarán por la exigencia
de un postulado: el Ser Absoluto que fundamenta toda realidad particular.
Este ensamblaje entre ambos métodos analítico y sintético es el que ha
permitido llamar al krausismo un racionalismo armónico. Armónico porque
unifica la relación del sujeto y el objeto de conocimiento. El carácter rela-cional
parte de la captación del yo. El estudio del yo corresponde a la Analítica
de Krause y constituye el punto de partida del sistema y de toda ciencia,
puesto que la conciencia inmediata que se percibe directamente (conocimiento
analítico) trasciende a la esencia del Ser, al que se conoce como distinto
de sí mismo y al mismo tiempo culmen del ser que se es.
El yo nos descubre un desdoblamiento como espíritu y como cuerpo. Des-
15. Ibidem, p. 145.
186
de mi espíritu conozco el espíritu infinito, porque se percibe que éste no se
agota en mi realidad. Del mismo modo, el conocimiento de mi cuerpo lleva
al de la Naturaleza, y ambos, Espíritu y Naturaleza, se sintetizan en la Humanidad.
Las tres realidades son absolutas en sí mismas, pero relativas o relacionadas
entre sí y, por tanto, exigen como vértice el infinito Absoluto o Dios.
Dios es el Ser-Absoluto y el fundamento de todo el conocimiento.
La filosofía krausista parte de la existencia de tres realidades: el alma, el
mundo y Dios. Tres realidades que han sido desde siempre el objeto de estudio
de la metafi'sica y tienen una honda aceptación en el krausismo. Así
pues, la ciencia, que es siempre ciencia metafísica, se resuelve de dos modos:
a) análisis como análisis del entendimiento, del sentimiento y de la voluntad
como facultades del yo, que se sintetizan en Dios, Supremo Ser; b) síntesis
de las ciencias particulares como la religión, la moral, el derecho y la estética,
que se aunan en la metafísica, la cual intenta comprender el conocimiento
de la realidad en su totalidad. De aquí los términos de realismo, racional
y armónico.
Podríamos resumir brevemente la metafísica krausista intentando explicar
la denominación que recibe de «racionalismo armónico». Dicha metafísica
es racionalista porque tiene como punto de partida un dato intelectivo
como es la intuición, que a su vez conecta o armoniza con todo un sistema
de realidades cognoscibles, el mundo y Dios. Dicho así, tendremos que pensar
que el krausismo demuestra la intuición y pone en equilibrio la armonía
de esta Naturaleza —de ahí el apelativo de «armónico»— en la que se concreta
Dios, el mundo, la Humanidad, el arte, la ética, la vida, etc.. incluyendo
todas sus oposiciones: alma-cuerpo, espíritu-materia, persona-sociedad,
etc..
Ellos olvidan que el hombre es un ser de armonía, donde nada existe aislado y sin condición,
sino todo ligado en admirable organismo bajo la unidad de nuestra naturaleza racional
"".
En este sentido la metafísica krausista es tan teórica como práctica. Así
se explica que Sanz del Río dijera que su admiración por Krause no había
surgido «de motivos puramente exteriores, ...sino que es producida directa e
inmediatamente por la doctrina misma que yo encuentro dentro de mí mismo
» ".
En efecto la metafísica y la ética se hallan estrechamente unidas, porque
16. Ibidem.
17. DEL RIO, I. S.: Cartas inéditas, pp. 11 y 12. Publicadas por Manuel de la Revilla, Ed.
Medina y Navarro, Madrid, 1874.
187
el verdadero saber consiste en conocer la naturaleza para alcanzar una perfección
moral en una relación armónica con todos los seres y con la naturaleza
física.
El racionalismo armónico que propone el krausismo no anularía, como hemos
visto, la creencia de la conciencia íntima o del alma. El nexo de unión
entre metafísica y ética está en dicha creencia. A raíz de esta concepción metafísica
observaremos la afirmación de una ética que es consecuencia de la
existencia del Absoluto como bien, y por tanto, en el progreso moral de la
humanidad. Tanto el individuo como la sociedad pueden alcanzar el más alto
grado de perfección.
La síntesis krausista es ante todo humanista, entendiendo por ello que
cada hombre posee todos los valores que harán posible la conquista de su destino.
En esta idea se incluye la de la Humanidad como síntesis armónica entre
la Naturaleza y el Espíritu, bajo la unidad del Ser Absoluto o Dios.
No negamos, sin embargo, la influencia de las costumbres y las leyes sobre los motivos
de obrar; pero de esto a enseñar que la acción de los motivos sensibles, unida a la
espontaneidad central del sisterma nervioso, como dice Bain, es la causa y razón de nuestros
actos, o que la suma de motivos explica la integridad de nuestro ser sobre sus determinaciones,
hay una diferencia notabilísima: pues el juicio y deliberación de los motivos
son argumento irrefragable de nuestro señorío sobre'nosotros mismos '^.
Teófilo Martínez de Escobar parte de una concepción racionalista que admite
la metafísica como filosofía primera que busca la unidad de la experiencia
y de los primeros principios
Sin el procedimiento analítico, la síntesis es precipitada y muchas veces vana; sin el
procedimiento sintético, el análisis es inútil e incompleto ".
En este idealismo o mejor racionalismo armónico hemos de entender la
doctrina krausista y el discurso de Teófilo Martínez de Escobar, que, como
hemos visto, comprende diversos niveles:
a) Una concepción armónica de la Naturaleza y el Espíritu que encuentra
su realidad concreta en la Humanidad.
b) A su vez, el hombre es ejemplo concreto de ese modelo al que hemos
llamado Humanidad y, por tanto, también se da en él esta síntesis armoniosa
entre lo que es y aquello que aspira.
c) Afirmación de la libertad individual, de manera que el yo no se disuelve
en el todo, sino que le permite ser sujeto de una continua actividad
creadora. Raíz de la estética y la ética humanas.
18. MARTÍNEZ DE ESCOBAR, T.: Oración inaugural, op. cil., p. 121.
19. ¡bidem, p, 143.
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De este modo, hemos de entender las palabras exhortativas y estimulantes
de Teófilo Martínez de Escobar respecto a la primavera que representa
la juventud ^°, como amor a la ciencia y a la verdad, únicas a las que le permitirían
llegar a la perfección, destino al que está llamado la humanidad.
Por este motivo, Martínez de Escobar se dirige a la juventud de modo especial
en la Apertura del curso académico de 1879 a 1880, y aunque sus palabras
están encaminadas a una vida práctica, el discurso no deja de ser eminentemente
teórico.
Sin embargo, con ocasión de otro acto: la distribución de premios en el
Colegio «La Gran Antilla» Martínez de Escobar se refiere a un aspecto más
práctico y muy querido para los krausistas: la enseñanza.
3. LA EDUCACIÓN: TEMA DE REFLEXIÓN EN EL KRAUSISMO
DE TEÓFILO MARTÍNEZ DE ESCOBAR
El principio teórico que rige la pedagogía krausista es la transformación
de la sociedad humana para adquirir la perfección. Bajo este principio creemos
que resulta esclarecedor el Discurso de Teófilo Martínez de Escobar pronunciado
en la inauguración del curso en el Colegio «La Gran Antilla» en
La Habana.
En una oratoria, claramente decimonónica, Martínez de Escobar como
tantos otros krausistas identifican el magisterio con un sacerdocio «que guarda
relaciones tan íntimas con la paternidad» ^^ Se refiere el Catedrático de
Metafísica canario a algunos aspectos fundamentales de la Pedagogía: entre
otros destaca la importancia de la enseñanza práctica. Tal fue siempre un punto
de vista estimado por Giner de los Ríos, el fundador de la Institución Libre
de Enseñanza (ILE), que apreciaba en mucho la función educativa del
maestro, queriendo con ello hacer hincapié en una enseñanza que no puede
reducirse a la simple exposición de un programa, para tan sólo llenar de datos
los cerebros. El maestro debe aspirar a influir en la formación y en la elevación
moral de sus discípulos.
La función ética del maestro viene determinada por un interés intelectual
y afectivo atendiendo a la personalidad del alumno, desde su desarrollo racional
hasta el trato y relación personal con sus compañeros y los conflictos
para entender el sentido de su vida. Para ello es preciso destacar también el
vínculo que debe darse entre el colegio y la familia.
Estos son los primeros aspectos que Martínez de Escobar atiende en su
discurso
20. Ibidem, p. 146.
21. MARTÍNEZ DE ESCOBAR, T.: «Discurso en la entrega de premio del Colegio "La
Gran Antilla"», Revista de El Museo Canario, año II, núm. 43, p. 219, Las Palmas 7-XII-1881.
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es preciso establecer en la escuela una enseñanza práctica, cuyos efectos sienta el joven
en sí mismo desde los primeros años de su existencia, de igual manera al transgredir que
al cumplir sus deberes; es también el anhelo de estimular al trabajo a esa porción querida
de nuestra sociedad, mucho más obediente, que a la austeridad del deber frío e impasible,
a móviles que interesa sus sentimientos: porque ellos son el primer aliento bajo el
cual se determina nuestra naturaleza en sus relaciones exteriores ^^.
Hay otro tema que preocupa hondamente a los krausistas de la ILE o ins-titucionistas:
la enseñanza integral sin admitir periodizaciones a veces estériles
o, cuando menos, disgregantes. Para los institucionistas lo importante es
la formación integral del alumno y, claro está, que requiere una profundiza-ción
paulatina, pero este ir cubriendo etapas no debe nunca significar una
carrera de obstáculos en la que sólo interesa la prueba y la suma de datos
que el alumno debe adquirir sin tener en cuenta su íntegra formación. Dicha
formación debe ser completa, abierta, libre y mientras no se entienda la adquisición
de la cultura como apertura a la luz, estaremos equivocando claramente
la enseñanza.
nosotros, empero, desoímos la voz de la naturaleza y despreciamos esa tendencia del espíritu
que Ubremente se agita en el centro de sus multiplicadas impresiones, y apenas ha
salido de la infancia, cuando ya le atormentamos por todos los medios imaginables, le oprimimos,
le torturamos casi con una complacencia criminal, para que, aprisionado en la escuela,
su memoria se emplee y ejercite en retener palabras y expresiones que no entiende,
engendrando desde entonces una hipertrofia de esta facultad, y alentando un odio reconcentrado
al empleo de la inteligencia y la aversión y rebeldía a la ciencia ^^.
Frente a este sistema opresor, el krausismo pretende que la ciencia suscite
amor y deseos por saber. La tarea principal para que esta motivación surja
como verdadero acicate reside en la personalidad del maestro, quién debe
despertar los sentidos y la inteligencia del alumno abriéndole horizontes nuevos.
Es la sabiduría del maestro junto a su trato paciente y positivo quién acopla
su paso al del alumno, al tiempo que estimula su avance. Lo contrario es
lo que critica Teófilo Martínez de Escobar
No se va tras la idea de que el niño vaya haciendo su ciencia, y consolidando paulatinamente
su ímprobo trabajo, no; otro es el pensamiento que nos anima, otro el deseo
que nos estimula: vamos buscando los diez años de su edad para acometer empresa de
mayor importancia, para emprender los estudios generales de la segunda enseñanza ^''.
Propone una enseñanza que eduque íntegramente al individuo y atienda.
22. Ibidem, p. 202.
23. Ibidem, p. 203.
24. Ibidem, p. 204.
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por tanto, la sensibilidad y la razón, y rechaza una enseñanza sin vocación y
formalista
cuando finalmente, no hay arte para dominar suavemente el corazón, mediante el sentimiento,
manifestación primera de la vida, y envolver en ropaje de cariñoso afecto los áridos
razonamientos de la ciencia y las punzantes espinas de la verdad; no es fácil experimentar
las dulzuras del magisterio ^^.
Como vemos, para los krausistas es importante educar el mundo de la inteligencia
y el del afecto, el del pensamiento discursivo y el de la intuición.
En este sentido, Martínez de Escobar no deja de exaltar una enseñanza in-tegradora
que acoja la riqueza de las ciencias, las letras y las artes. La docencia
es requisito necesario para el amor a la ciencia. No obstante, el afán
por la ciencia, no es óbice para tener en cuenta a la persona; de este modo,
Martínez de Escobar recuerda que aquellos alumnos que no alcancen el éxito
deseado no deben perder la esperanza. El sentido humanitario es primordial
en esta concepción krausista, impregnado de un sentido positivo
Movidos, pues, por este espíritu de justicia, nos hemos congregado en este lugar tan
digno de respeto por su objeto y por vosotros que le ocupáis para premiar la aplicación
y el mérito de nuestros más distinguidos escolares; pero, si es justo que nos regocijemos
por su tiempo, justo es también que algún consuelo tributemos a los que no pudieron alcanzar
tan alto honor: porque, ni esta desventaja es obra nuestra, ni tal vez de los mismos
que sufren las consecuencias de faltas que ellos no cometieron ^^.
La propuesta institucionista arrancaba, pues, de un ideal ético estrechamente
unido al estético y que abocaba a una conducta, a una vivencia, como
filosofía práctica que merece vivirse. La preocupación de los krausistas e ins-titucionistas
era la formación del hombre interior porque se refiere estrictamente
a la adquisición de la personahdad. Cualquier otra formación humana:
técnica, artística o social depende de esta formación interior.
Así decía Giner de los Ríos:
donde hay que hacer la revolución es en las cabezas, es decir, en los espíritus: no, pues,
en las barricadas, ni en los campos, donde está ya bien probado —¡y no digamos en España!—
que las revoluciones, como tales revoluciones, sólo siembran dolores, desdichas,
odios " .
Esta transformación requiere profundidad y consagración a la tarea del
educador, así como un alto sentido de la libertad, como auténtica libertad in-
25. Ibidem, p. 220.
26. ¡bidem, p. 202.
27. GINER DE LOS RÍOS: Filosofía y Sociología, en: Obras Completas, vol. I, p. 260-276.
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terior: «entended que no consiste la ciencia en andar de prisa para saber superficialmente
muchas cosas» ^*.
4. LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA: OTRO TEMA IMPORTANTE
EN LA METAFÍSICA KRAUSISTA
Martínez de Escobar publica también un artículo sobre Filosofía de la Historia
en la Revista de El Museo Canario que titula «Filosofía de la historia.
¿Cómo influyen las conquistas de Alejandro Magno en el progreso humano?
» 2^
La Filosofía de la Historia era un tema importante de estudio en el Krau-sismo
español desde Sanz del Río. Este publicó en la Revista Mensual de Filosofía,
Literatura y Ciencias, un artículo titulado «Filosofía de la Historia.
Idea y plan filosófico de la Historia» ^*'.
Para Krause era importante la «historia interna», esto es, la historia de
las ideas en su evolución que van explicitando el único Ser Absoluto o Dios
al tiempo que expone el desarrollo de las potencias intelectuales y morales
del hombre. Es decir, la historia como tiempo vivido expresa la Vida misma,
que es el Ser Absoluto. Esta es la tradición que se toma en el krausismo. Si
Federico de Castro, maestro de Martínez de Escobar, manifiesta que la Filosofía
de la Historia es más que una ciencia de las ideas una ciencia de los
hechos no difiere de Krause en cuanto que entiende la historia como el testimonio
de los hechos de una nación, y sobre este pueblo histórico está la Humanidad.
Y en este sentido recuerda la obra de Krause El Ideal de la Humanidad.
La síntesis armoniosa de la naturaleza y el espíritu bajo la unidad de Dios
se realiza en el tiempo. Por tanto, la Filosofía de la Historia debe desentrañar
la forma y los avatares que se recorren. Explicará estos hechos desde tales
principios históricos y así la continuidad resultará como un progreso ininterrumpido
de la humanidad.
Por su parte, Martínez de Escobar exalta la figura histórica de Alejandro
Magno, al mismo tiempo que señala su aportación como un hecho positivo
dentro del progreso continuado de los pueblos y las naciones que transmiten
el destino histórico.
28. Ibidem, p. 237.
29. MARTÍNEZ DE ESCOBAR, T.: Filosofía de la historia ¿Cómo influyen las conquistas
de Alejandro Magno en el progreso humano?, año I, núm. 20, Las Palmas 22-11-1880.
30. SANZ DEL RIO, J.: «Filosofía de la historia. Idea y plan filosófico de la Historia», en:
Revista de Filosofía, Literatura y Ciencias, 3, 1871, pp. 36-42, 59-66 y 97-105.
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No es, pues, Alejandro sólo a quien debemos admirar. Nuestras consideraciones tocan
también, y en una parte muy principal, al pueblo griego, poseedor de los inapreciables
tesoros de ciencias y artes, a cuya herencia eran llamados al oriente primero, y mediante
éste, todos los demás pueblos de la tierra ^'.
El fin de esta filosofía de la historia es educar, por eso Teófilo Martínez
de Escobar critica la historia positivista que desliga los hechos históricos del
destino que el krausista propone a la humanidad.
Esta es la ley esencial de la historia, que el filósofo debe desentrañar y
manifestar, la cual no está exenta de un optimismo metafísico, que supone
un progreso constante.
31. MARTÍNEZ ESCOBAR. T.: «Filosofía de la Historia op. cil., p. 354.'
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