mdC
|
pequeño (250x250 max)
mediano (500x500 max)
grande
Extra Large
grande ( > 500x500)
Alta resolución
|
|
LA GUERRA DE INDEPENDENCIA DE CUBA Y LA HISPANO-CUBANA-NORTEAMERICANA. CONTEXTO INTERNACIONAL MIGUEL LEAL CRUZ (Historiador. La Laguna. Tenerife) 1. RESUMEN APROXIMADO DEL TEMA A EXPONER. CUBA 98: WEYLER La Guerra de Independencia de Cuba, a pesar del esfuerzo de los españoles y de los mandos militares de la Isla, se extiende desde oriente hasta la zona de Pinar del Río, en el mismo año 1895, amenazando, finalmente, a la propia capital, sede suprema de la administración civil y militar españolas. La situación impone jugarse una carta a la desesperada, ya que tras los insurrectos cubanos se encuentran los EE.UU. España, con impulso patriótico se empeña resueltamente en la lucha y opta por enfrentarse en una cruenta guerra, pero no a plegar la bandera que durante cuatro siglos ondea sobre la Perla de Las Antillas y considerada «la siempre fiel Cuba». Dos años de lucha desesperada parecen no intimidarla. Sus hijos mueren a millares en los hospitales y en las agrestes montañas segados por la fiebre amarilla, o en los enfrentamientos bélicos cuerpo a cuerpo. Al general Martínez Campos, que ya intuye la pérdida de la Isla, le sucede el general Weyler y Nicolau, que con táctica puramente militar intenta cambiar el signo de los acontecimientos adversos. Aplicó sin miramientos la cruel «reconcentración», multiplicando los «campos de reagrupamiento», en tajante orden de fusilamientos masivos, bajo mínimo pretexto, entre los que no acudían al cumplimiento de las medidas dictadas, afectando principalmente a los ancianos, mujeres y niños por hallarse muchos adultos en el bando insurreccional. El político y abogado español Alvaro Figueroa, conde de Romanones, aporta datos escalofriantes: «más de 300.000 reconcentrados agonizantes y famélicos, pereciendo hambre y enfermedades alrededor de las poblaciones designadas por Weyler en el famoso bando, siempre próximas a las trochas». Otro político español José Canalejas, nos dice: «que no finalizada aún la guerra cubana, entre ésta y la reconcentración de Weyler ya 127 habían originado la muerte de, al menos, la tercera parte de la población rural de Cuba». Al general Maceo, el más encarnizado enemigo de Weyler, muerto en una emboscada, le sucede en el mando insurreccional el otro enemigo en la contienda: Máximo Gómez, que mantiene con valor el combate, usando de una extraordinaria táctica militar. (Leal.) 2. WEYLER EN CUBA, ASPECTOS GENERALES E INTRODUCCIÓN AL PERÍODO La Guerra de independencia de Cuba (1895-1898), definitiva a pesar del esfuerzo de los españoles adictos y de los mandos militares en la isla, se extiende rápidamente desde Oriente hasta la provincia de Pinar del Río, en acción combinada de fuerzas insurrectas cubanas que asombraron al mundo de la época en el mismo año 1895. La opinión pública fue hábilmente movilizada a través de la prensa, único y eficaz medio de comunicación de masas y que constituía un factor influyente, quedando amenazada, por último, la propia Habana sede suprema de la administración civil y militar españolas, en estado de alerta desde finales de dicho año y dos meses antes de la llegada del nuevo Capitán General: Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife. La situación impone la toma de decisiones a la desesperada, ya que tras la insurrección se ve claramente la ayuda de los EE.UU. en armas y material desde las costas de Florida. España con gran alarde de patriotismo se empeña resueltamente en la lucha y decide enfrentarse a la situación en una cruenta guerra de tres años, para nunca plegar la bandera que ha ondeado durante más de cuatrocientos años sobre la Perla del Caribe que consideraban plenamente como «la siempre fiel Cuba». Dos años de lucha desesperada no parecen intimidarla a pesar de las enormes pérdidas en hombres, material y dinero. Sus hijos mueren a millares en los hospitales o en las agrestes montañas, en la tupida manigua o segados por la fiebre amarilla y otros virus tropicales que tanto prolifera-ban. Al general Martínez Campos, que ya intuye la pérdida de la isla, le sustituye en el gobierno y jefatura del ejército otro general de prestigio que también conocía Cuba, Weyler, militar español de gran experiencia que ya había operado con el mismo Martínez Campos en la campaña de los «diez años», y que asume las riendas del mando supremo el 12 de febrero de 1896 en breve acto de toma de posesión en la Capitanía General de La Habana. 128 Con táctica netamente militar intenta cambiar, por todos los medios, el signo adverso de los acontecimientos, aplicando nuevos métodos, considerados bárbaros, contra los insurrectos y elementos no adictos a la causa española que llegaban a su punto culminante en el bando de reconcentración firmado, pero que tiene efecto mucho después de su toma de posesión, el 21 de octubre del mismo año, al ver clara la concomitancia entre población civil con rebeldes y yanquis, orden que disponía: «... todos los habitantes en los campos o fuera de las líneas de fortificación -se refería ya a la creada por él desde Mariel a Majana- y de poblados, se reconcentrarán en el término de ocho días en los pueblos ocupados por las tropas. Será considerado rebelde y juzgado como tal, todo individuo que transcurrido dicho plazo se encuentre en despoblado...». Como apunta el profesor cubano José Cantón Navarro', la citada orden motivó que «miles de cubanos tuvieran que abandonar sus hogares, fincas y demás propiedades -salvo los animales domésticos y enseres personales- y se trasladarían hasta los lugares designados por el bando. Los concentrados, sin medios de vida vagaban por los portales, parques y calles de las poblaciones, durmiendo a la intemperie y subsistiendo de la caridad pública», puesto que el ejército español poco o muy poco podrían hacer por ellos, sólo vigilarlos. Esta política de concentración en múltiples campos independientes, donde se fusilaba bajo mínimo pretexto a aquellos de sospechosa conducta de no afección -mujeres, niños, e incluso hijos de ilustres militares españoles, que resultaran sospechosos-, produjo la crítica de la prensa yanqui con el consiguiente daño a España y a su política colonial, al quedar afectados por dichas medidas la población campesina formada principalmente por ancianos, mujeres y niños al hallarse muchos de los adultos huidos o en el bando insurreccional ya nominado Ejército Liberador de Cuba y en abierta guerra contra el Ejército Español en la isla. La situación de guerra desesperada en que desembocó, dio lugar a excesivos gastos a la hacienda española que llegado el momento devaluó la peseta cuando su cotización en el mercado internacional era superior a la del mismo dólar norteamericano. La tópica frase «España pondrá en Cuba el último hombre y gastará la última peseta», no la pronunció solamente Cánovas del Castillo, también la usó, para sus intereses azucareros en la isla. Romero Robledo, político conservador vinculado por matrimonio a la familia cubana de los Zulueta propietario de varios ingenios azucareros, que repitió insistentemente: «antes ' CANTÓN NAVARRO, José: Cuba y el desafío del Yugo y La Estrella. Editorial Si- Mar, S. A., La Habana, 1996, pág. 67. 129 de transigir daremos la última gota de nuestra sangre y gastaremos el último escudo de nuestros bolsillos». Asimismo, al inicio de la guerra, en 1895, el entonces líder de la oposición liberal, Práxedes Mateo Sagasta^ con apasionamiento inusitado previno ante el parlamento que el gobierno español estaba dispuesto a «invertir el último hombre y la última peseta para aplastar la rebelión cubana». Más tarde, a la vista de las circunstancias en Cuba y en el mismo territorio español, modificó totalmente aquella premisa, puesto que llegado el momento de reflexión, ante la proximidad de la derrota que se intuía en aquel verano de 1898, aparece en un artículo editorial de El Nacional, respecto a aquella defensa a ultranza para conservar Cuba, lo siguiente: «cueste lo que cueste se transforma en pérdida de los fundamentos integristas preconizados, para acercarse más al sentido lógico y de racionalidad»... con una deuda que alcanza los 3.000 millones de pesetas, una inevitable guerra con los EE.UU. y todo perdido, y con la autonomía radical -en Cuba- que es igual a la independencia -que además los cubanos terminaron por no acatar- lo que supone la anarquía, ...¿pero es que nadie ha pensado en una anexión pactada y beneficiosa para España -o la venta en firme proyectada, pero no posible- que garantice las propiedades de los peninsulares y nos redima de la deuda? Todo este buen deseo se esfumó puesto que el escenario cambia radicalmente en el estallido de la guerra hispano-americana, ya irreversiblemente provocada por los intereses yanquis. ^ Raúl Roa, en la biografía, escrita para conmemorar el centenario de la Guerra del 68, sobre la figura de su abuelo. Ramón Roa; dice de Sagasta, en Aventuras, venturas y desventuras de un Mambí, La Habana, 1970, pág. 207: «Es el jefe de la oposición, un liberal de cascarrina, faltriqueras insaciables, y misal de contrabando...» y nomina a Cánovas del Castillo, oponente de Sagasta, como «castizo cavernícola y tribuno cazuelero» que había propuesto a Arsenio Martínez Campos como jefe del ejército colonial, que aceptó, olvidando que «segundas partes nunca fueron buenas», y que al fracasar estrepitosamente en esta su «segunda misión pacificadora» se propone para tal fin, por el mismo Cánovas, ahora desde la presidencia del gobierno, al general Weyler como el militar» que anticipa con su demoníaca política de «reconcentración» de campesinos en ciudades y villas, los más horrendos crímenes perpetrados por los nazis en sus campos de concentración y los imperialistas americanos en sus "aldeas estratégicas" de Viet Nan». A esto debemos añadir otra «pacificación similar» en Camboya. La del general Pol Pot y sus Khemers rojos con el resultado de dos millones de camboyanos exterminados o ajusticiados, en dos años. Raúl Roa define a su abuelo como un mambí de pluma y espada. Nació rico, peleó por la independencia de Cuba y murió pobre. Es el prototipo del hombre que define el año 1868, pero que en 1895 es desterrado a Santa Cruz de Tenerife por el gobierno español en Cuba, ciudad donde vivió perseguido hasta la paz de París que dio término a la guerra, regresando a Cuba pobre y enfermo, con el alma agradecida a los muchos tinerfeños que le ayudaron en horas muy amargas. Ibidem, págs. 212 y 213. 130 ¿Qué ocurrió para que la bella isla caribeña, la colonia más mimada y sentida de España en América, llegara a esta situación de descontrol que causó su pérdida? Una breve reseña de los acontecimientos que en la misma tuvieron lugar a lo largo del siglo, nos aportarán las causas y consecuencias para entender este desenlace no deseado y que fue motivo de fuerte convulsión espiritual para España que vería agotada su grandeza en los albores del siglo XX. Partimos del hecho, aceptado por la mayoría de cubanos, por el que la isla queda al margen de la emancipación americana desde los comienzos del siglo XIX. ¿Por qué todas las tentativas de revueltas en búsqueda de la independencia, siguiendo a sus hermanas americanas, fracasaron? La propiedad económica de las clases altas, las propiamente españolas, las cubanas y criollas, era motivación suficiente para no desear cambios violentos. Las revueltas de negros en Haití despertaban en los propietarios cubanos los peores rumores por «el miedo negro», que igualmente alcanzaba a los criollos y por que no a los mulatos acomodados, conocedores que cualquier independencia en la isla en aquellos momentos, desemboca en la creación de una república negra, añadiéndose a esto hacia la madre patria, en su enorme prosperidad, permanecería leal a España. Sin embargo comienzan los errores y los abusos de la administración, provocando el descontento que más tarde significaría la ruina de la espléndida colonia que se engulliría a sí misma con sus prodigiosas riquezas. El nombramiento del general Velázquez como gobernador militar provisto de amplios poderes y facultades indispuso, con su actuación, a los disconformes y menos pudientes, sobre todo a la vigorosa población mestiza muy abundante en la isla como consecuencia de la esclavitud institucionalizada. Viéndose excluidos de todos cargos, maltratados y olvidados, el descontento creció rápidamente transformándose en sublevación para separarse de la madre patria y constituirse en república como la vecina HaitP tras la insurrección negra e impensable para el status en la época de poderío blanco. ' ¿Cómo o por qué se permitió, tan «alegremente», la creación de esta República de mayoría negra en el Caribe esclavista, asiento de enormes intereses económicos creados por los imperios europeos? En 1801, L'Ouverture, antiguo esclavo, general del ejército francés en la colonia, se erige en Gobernador al margen de la administración francesa. En 1803, Napoleón envía tropas al mando del General Leclerc para someter la colonia y son, al fin, derrotadas, 131 Juan Lamore" apunta al respecto: «los cubanos pudientes trataron de obtener un acuerdo con España a modo de "espíritu reformista", cuyo portavoz fue el agrónomo Francisco Arango, encargado de presenciar a los españoles las reivindicaciones de los colonos cubanos "que nunca desea-proclamándose oficialmente la independencia de esta parte de la isla de Santo Domingo desde 1804, que se constituye en república con el gobierno y mayoría de negros exesclavos y primer estado independiente en la América Latina. A la propia monarquía hispana, con su gran imperio americano en aquellos momentos, no le convenía y tampoco a la incipiente república de norteamérica, creada por estas fechas, como país de enormes posibilidades y grandes recursos, precisamente explotados con mano de obra esclava. La propia Francia pierde esta valiosa colonia con sus intereses económicos, al menos parcialmente, y hasta la misma Inglaterra, igualmente con posesiones en la zona y todavía interesada en el comercio de esclavos. ¿Se debe la creación de dicho estado a la debilidad fi-ancesa, en un momento de guerra general, en la que también vende La Florida? Más bien creemos que se construye un país y una nacionalidad negra, para de esta forma controlar la esclavitud con más racionalidad. ¿O es un caso similar a la creación del estado de Liberia, posteriormente, o a los enclaves negros de la racista Sudáfrica en fecha no lejana? Otro acontecimiento geopolítico del área caribeña, en fechas más recientes del presente siglo, constituye la creación de la Cuba comunista, ante las mismas «narices de los EE.UU.», como consecuencia de la intransigencia norteamericana a que se obliga desembocar la revolución iniciada en Sierra Maestra contra Batista, por su líder máximo: Fidel Castro. La explicación de tal hecho ocurrido en un peUgroso momento de la «guerra fría», no es fácil, pero se pueden conjeturar motivaciones que justifiquen la creación del tal estado a sólo 180 km. de las costas de Florida, ¡sin que el poderoso mundo capitalista-occidental lo impidiera! Posiblemente Eisenhower y su gobierno creyeron que la revolución de Fidel y sus «barbudos» constituía otro más de aquellos «levantamientos tropicales», tan típicos en Cuba, a los que «el coloso del norte» no daba importancia y en muchos casos apoyaba. Cuando se comprobó la gravedad del problema se consiente, por el gobierno Kennedy, la invasión de Bahía de Cochinos y ante su fracaso estrepitoso, primera derrota clara de los norteamericanos en Sudamérica, decidieron la espera de acontecimientos. Con el relativo triunfo por la retirada de los misiles de Cuba en 1962, Norteamérica y otros países consideraban corta la vida del régimen castrista, pero que hoy dura 38 años habiendo superado la caída del Comecón, Pacto de Varsovia y el mismo muro de Berlín. Intuían, posiblemente, que una vez desaparecido el problema nuclear en Cuba, y con Fidel Castro afectado en su dignidad y abandonado por sus protectores de la URSS, a pesar de sus visitas a Moscú, el régimen comunista cubano no constituía peligro en aquel momento. En consecuencia se permitiría la consolidación del mismo e incluso su política internacional, sospechando que contribuiría a la conservación del llamado «mundo libre», en especial los países del área, por temor al marxismo. Surtió el efecto contrario a través de las ayudas al tercer mundo y por la eficaz propaganda anti-imperialista de auténticas «verdades como puños» en pro de la defensa de las clases marginadas, más de las tres cuartas partes de los habitantes del Planeta, que persisten hoy en día en amplias zonas de Asia, África y América. La Cuba de hoy necesita de la comprensión internacional y de inestimable colaboración hasta que se produzca la estabilidad económica definitiva ya iniciada con éxito, y así salvar el obstáculo que por causas bien sabidas, produce su retraso. (Nota del Autor.) " LAMORE, Jean: Cuba. Presses Universitaires de France, Oikos-Tau, 1971, pág. 34. 132 ron la ruptura", al menos en el primer tercio del siglo, salvo las revueltas negras de J. Antonio Aponte en 1812, cruelmente reprimidas». Sin embargo, también tuvieron lugar conspiraciones masónicas de encomiable valor filantrópico, igualmente fracasadas, como las llevadas a cabo por Román de la Luz y Joaquín Infante en 1809. Tres años después se aprueba la Constitución de Cádiz, votada también por los mismos cubanos a través de sus propios diputados, cuyo cuerpo legislativo de los progresistas del mundo en aquel momento, sirvió de fuente para otras normas y constituciones. Es a partir de 1836, al conocerse en Cuba el estallido de la revolución liberal en España, su espíritu militarista se traslada a la colonia antillana en la que el general Lorenzo se rebela contra el gobernador general Tacón, sin éxito notable, debiendo abandonar la isla ante el fracaso. En los años de ideas abolicionistas, propiciadas principalmente por los ingleses, la incidencia en Cuba fue notable sucediéndose revueltas de esclavos a partir del año 1843, «La sublevación de la Escalera», con tal formidable insurrección de negros que llevó la economía al desbarajuste total en el mismo año y siguiente, afectando a gran parte de la riqueza de los colonos esclavistas. La situación continúa tres años después con otra rebelión de mestizos conducidos por el general disidente español Narciso López, quien había penetrado en Cuba enarbolando, por primera vez, la bandera que más tarde sería la de Cuba Libre; más, en esta ocasión derrotado huye de la isla para regresar con mayor empecinamiento, si cabe. Tres años después la insurrección volvió a estallar con fuerte violencia, tras el anuncio de la toma de Cárdenas por fuerzas del mismo general López, desembarcado inesperadamente por la costa de Matanzas acompañado de quinientos filibusteros, yanquis casi todos. Al igual que en la anterior intentona este conato insurreccional duró pocos meses debido al poco valor demostrado por los indisciplinados alzados, a excepción de su jefe el general valiente, obseso y resentido. En 1851, en tercer intento, Narciso López reapareció en las costas de Cuba resuelto a explicar a los españoles o ha hacerse matar, como así ocurrió. Desembarca en Playitas con cuatrocientos hombres, ocultándose en la manigua para no ser descubierto por las tropas dependientes de la capitanía general que le esperan y con las que sostiene tres batallas indecisas contra un ejército diez veces más numeroso. Al final la fortuna le abandona y, éste heroico y empecinado guerrillero a la usanza patria, cae prisionero de los españoles siendo fusilado, o agarrotado, en el Castillo del Morro de La Habana el día primero de septiembre de dicho año, junto a los principales jefes que le acompañaron en la intentona. 133 Sin embargo, consecuencia de estas tentativas y otras que siguieron en Vuelta Abajo-Pinar del Río, se generalizó la idea de anexión a los EE.UU., a través de La Junta de la Habana, encabezada por Pinto, y más tarde por Bethencourt, con el fin teórico de llevar a cabo dicha anexión considerada en aquel momento como la solución más ventajosa para la isla. José Antonio Saco, político y pensador cubano se opuso, proclamando en sus escritos que: «... la anexión, a fin de cuentas no sería tal, sino la absorción de Cuba por Norteamérica, como un estado más de la Unión...», en cuya premisa acertó a la vista de los acontecimientos posteriores. En otro orden de cosas el reformismo propugnado por la política liberal española, tampoco surtió el efecto deseado en Cuba, si bien el Partido Reformista obtuvo, en 1865, la creación de la llamada Junta de Información que debía reunirse en Madrid para estudiar los problemas de Cuba, pero que no superó el año 1868, esto es, coincidente con el triunfo de los nordistas en la guerra de Secesión yanqui-confederada, toda vez que la citada junta se alineaba con postura esclavista de la isla, aunque más tarde fue abolicionista permitiendo el salario para el trabajo del negro. Los reformistas habían solicitado igualmente la libertad de comercio con los estados norteamericanos, cada vez más pujantes, y que los impuestos fueran de carácter general y no claramente discriminatorios que alcanzaran también a los españoles exentos y a sus intereses económicos en la colonia. El gobierno de La Habana, a indicación del de Madrid, lejos de asumir tal petición, impuso el decreto del 12 de febrero de 1867 que produjo profunda indignación y rebeldía en la burguesía criolla de origen español, especialmente en las regiones orientales, por afectar negativamente a su economía cañera. Este descontento motivó que los mulatos y negros libres e incluso esclavos, se unieran a los campesinos criollos. Las ciudades de oriente, las consideradas más progresivistas como Boyamo, Manzanillo, Santiago, apoyadas por las sociedades masónicas, optaron por la movilización contra la política discriminatoria española. El 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes, un afincado español y notable abogado, en unión de otro procer pro independentista, Juan Aguilera, y desde la finca Demejagua, propiedad del primero, se ponen a la cabeza de 200 hombres para enfrentarse a las autoridades españolas de Yara, constituyendo este acto, según la bibliografía cubana, el inicio de 30 años de lucha hasta la definitiva independencia de la isla. Con un variopinto ejército de unos 500 hombres asedian la ciudad de Santiago, durante tres meses, con base de operaciones en las colinas próximas, resistiendo con tenacidad todos los ataques que las defensas españolas de la ciudad dirigían 134 contra ellos. Posteriormente y con la ayuda de bandas de negros huidos, los llamados cimarrones, a los que se promete la libertad si era lograda la independencia y con la colaboración de numerosos cultivadores de la zona, asaltaron Bayamo que lograron dominar con la ayuda de la población descontenta, perdiéndose la ciudad a pesar de la fuerte resistencia española. Este acontecimiento anima a los rebeldes que extienden su acción con notable éxito por esta parte de la isla, ante el estupor de los cubanos afectos a España que reclamaban efectivos para que la insurrección fuera dominada. Por ambas partes se lucha con gran ferocidad y se cometen atrocidades de todo tipo, siendo frecuente el fusilamiento, sin apenas juicio, de prisioneros por ambas partes. Se incendian plantaciones y cualquiera propiedad de españoles o adictos, hasta la llegada de refuerzos solicitados a la Península. Los generales Balmaseda y Loné, a los que se une la inestimable colaboración del entonces militar en segundo plano pero que su prestigio aumentaba, Valeriano Weyler, que ya puso en práctica desde este momento los métodos llamados «bárbaros» con demostración clara de lo que será su «metodología militar», por otra parte normal en los ejércitos de la época, logran recuperar la ciudad de Bayamo -por cuya acción Weyler es ascendido a coronel-, al tiempo que en La Habana, son igualmente sofocados aquellos actos claramente antiespañoles, consecuencia de posturas contradictorias. Un grupo de voluntarios españoles disparan sobre señoras reunidas en el teatro de La Habana, durante una representación con una escárpela en que aparecían los colores de la bandera independentista. Un jefe rebelde, Thomas Jordán, destruye casi enteramente la ciudad de Holguín, al tiempo que otros insurrectos atacan Puerto Príncipe y Las Tunas. Desde España se toma conciencia del problema. La Guerra de los Diez Años alcanza su punto culminante en 1870 ante la gran ventaja insurreccional que se hace general, a lo que se unen los estragos que produce la fiebre amarilla, consecuencia del clima malsano de la isla, entre los regimientos españoles no adaptados a la climatología tropical. Los insurrectos proclaman la república cubana con el presidente Céspedes, que adopta una constitución similar a la de EE.UU., cuando creía próximo el triunfo y que fue reconocida por los gobiernos de Chile, B Olivia, Méjico y Perú. Más las cosas se complican para los rebeldes, por los triunfos del ejército español renovado; Céspedes dimite por desacuerdos con Agramonte, el otro jefe insurrecto, y bajo la presión de los españoles que logran la captura y muerte del dirigente cubano, la causa decae, refugiándose en la manigua los restos del ejército «mambí». 135 No menos de otros siete años duró la terrible guerra, con reveses y victorias por ambas partes, daños económicos enormes para la desgraciada isla ocasionando la indiscriminada destrucción de bienes económicos de todo tipo. El marqués de Santa Lucía, nombrado presidente de la república cubana en armas, auxiliado por dos héroes que marcan la principal dirección militar para la independencia en esta guerra y en la definitiva más tarde, Máximo Gómez y Antonio Maceo, efectúan prodigios de valor para resistir los continuos ataques del ejército español al mando del general Blas Villate, conde de Balmaseda, que a veces logran. La llegada de nuevos refuerzos enviados por el general en jefe, Arsenio Martínez Campos, llamado por ello «pacificador de Cuba», condujeron a la paz o pacto de Zanjón, que firmaron los rebeldes el 19 de febrero de 1878, al que se negó el joven general negro Antonio Maceo que al no poder continuar la lucha, se retiró a la espera de la próxima ocasión. La oportunidad para él gloriosa llegó en la siguiente y definitiva guerra de independencia de Cuba a partir de 1895. Su enfrentamiento con el general español de entre los más afamados del mundo en aquellos momentos, Valeriano Weyler y Nicolau, marqués de Tenerife, marcan el principal argumento del tema que investigamos y exponemos en el centenario de aquella impresionante gesta, en la que murieron o quedaron en suelo cubano para siempre, numerosos españoles y «canarios» naturales de estas islas. Estos últimos, según investigaciones efectuadas por el general cubano Carlos Rolof y confirmadas en reciente entrevista al licenciado de la Universidad de La Habana don Alfredo Martín Fadragás, en última visita a estas islas, alcanzan la proporción del 45% del total de fallecidos en el transcurso de ambas guerras. Aspecto que igualmente confirma el periodista canario, natural de la isla de La Palma, y que vivió los hechos, Luis Felipe Gómez Wanguemert, biografiado por el profesor de la Universidad de La Laguna, don Manuel de Paz Sánchez"'. "' DE PAZ SÁNCHEZ, Manuel, Catedrático de la Universidad de La Laguna, Canarias, Director del Departamento de Historia, Wanguemert y Cuba, tomo I, Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, 1991, en cuyo capítulo 1. el autor constata fehacientemente, que sólo en la ciudad de Pinar del Río y su comarca, el General Weyler, logró reclutar «mil canarios» adeptos para la causa española en el inicio de la guerra cubana, captados entre isleños y sus descendientes afincados. El propio Wanguemert tuvo responsabilidades militares a primera hora. En otra obra del autor Bandolerismo en Cuba, 2 tomos. Centro de la Cultura Popular Canaria, Taller de Historia, 1995, se constata igualmente la presencia canaria en los campos de Cuba, como protesta social o de enfrentamiento a la administración española o en defensa de la españolidad de la isla. Seis llegaron a ser los generales cubanos de ascendencia canaria, con protagonismo de una forma u otra en los campos de batalla cubanos. 136 Fueron muchas las voces autorizadas que desde estas islas Canarias intentaron evitar o en todo caso aminorar el conflicto a la suma perjudicial para todos los contendientes. Citaremos al gran canario Femando León y Castillo muy directamente implicado en la política española en los años previos a la independencia de Cuba, quien ya presintió dicho desenlace que el mismo explica en sus memorias. Pone de relieve la intransigencia de España ante las solicitudes de los partidos cubanos, que sólo pretendían una verdadera autonomía administrativa y económica bajo la tutela española, y que como toda respuesta obtienen la incomprensión del gobierno dónde sólo el mismo Maura"^ -posiblemente por la condición de insulares de ambos, Maura era balear-, entendían lo que estaba aconteciendo, e intentaban armonizar los intereses de ambas partes con nuevas y efectivas reformas. Dejó escrito «...era indispensable completarlas (las reformas) acabando con ciertos abusos todavía existentes en nuestras colonias. Habíase abolido, mediante una ley votada en Cortes, la esclavitud en Cuba, pero conservándose en los reglamentos y, sobre todo, era autorizado en la práctica el castigo del cepo y del grillete. No era posible tolerar esta monstruosidad, resabio bárbaro, bajo un régimen constitucional, por más que pedían su continuación los peninsulares explotadores de los negros antillanos...». Y añade que al llevar la cuestión al Consejo de Ministros, advirtió que Sagasta era contrario a sus propósitos, en aquel momento y no después, cuando las cosas ya no tenían remedio, sin duda, afirma, «porque aún quedaban en la política española restos de la antigua influencia del partido de Unión Constitucional », por lo que considerándose desautorizado y por coherencia para salvar sus convicciones y conducta seguida presentó la dimisión con carácter irrevocable. Sin embargo no se aclaran la verdadera causa de la crisis planteada a raíz de tal dimisión, evitando se le creara al jefe del Gobierno una situación insostenible, exponiéndole a las justas censuras de la opinión y a la hostilidad de los elementos antillanos reformistas''^. León y Castillo, Mis tiempos, Cabildo de Las Palmas, 1978, pág. 246. " LEÓN Y CASTILLO, Femando: Mis tiempos. Cabildo de Gran Canaria, págs. 236 y sigs. "" A este respecto, se pregunta el insigne político y diplomático grancanario ¿... por qué Maura y yo llevamos un amplio espíritu de reforma y de justicia al problema antillano? Sencillamente porque ambos eran insulares y en sus años de adolescencia comenzaron a detectar los problemas de la insularidad, para más tarde constituirse en sus más acérrimos denunciantes en los foros del Estado... Un ambiente distinto les había hecho entender que las necesidades y aspiraciones en las provincias adyacentes, Canarias y Baleares, eran por completo diferentes a las peninsulares. Por lo reducido del medio habían vivido en contacto con los vicios de la Administración española, y por eso, reconociendo no hallarse bajo 137 Nada dice el procer grancanario de estas islas Canarias, que en aquel momento permanecían en el letargo de «su especial forma de ser y comportarse el canario -refugiado precisamente en la emigración a Cuba- en lo que a asuntos de esta índole se refieren», según afirma don Julio Hernández, otro profesor de la Universidad lagunera. Pero es seguro que don Femando en los tiempos actuales habría defendido igualmente una autonomía global, racional y consecuente para esta región"'^, reconocida hoy constitucionalmente como «nacionalidad», y así evitar las derivaciones hacia los errores cometidos antaño, siempre ciertos vicios subsistan, desde aquella época cuyo centenario celebramos. España y su administración impondrían en Canarias las reformas que no quiso o no pudo llevar a cabo, a tiempo, en la siempre recordada hermana: «La Perla del Caribe». De esta forma siempre saldremos triunfantes, todos. 3. GUERRA TOTAL A LA DESESPERADA CONTRA MACEO Y GÓMEZ Waleriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife', desembarca en el Puerto de La Habana el día 10 de febrero de 1896, confirmado en el un régimen colonial, habían sufrido de cerca estos defectos, arbitrariedades, dureza y sentido despótico por el concepto de superioridad en el carácter peninsular, que trasplantado, y sobre todo pasado por agua, como textualmente escribe, deja siempre al descubierto el sedimento de los viejos conquistadores. Y añade: «Presentíamos, por un sentido de asimilación, el estado de presión y de violencia creado en Cuba. Sin dictadura militar y sin despotismo político en nuestras provincias insulares, nos habíamos acostumbrado al espectáculo de la opresión espiritual del elemento peninsular sobre nuestra vida social y nuestras costumbres, y cómo las corruptelas tradicionales se hacían sentir en nuestra Administración pública -hoy también- procurando excluir de toda función burocrática a los hijos del país, los canarios y los baleáricos. Estos elocuentes testimonios de los hechos, más educadores que ninguno otros, vistos y observados tan de cerca, indudablemente originaron en Maura y en mí, el espíritu de justicia que nos empujó hacia las reformas antillanas, únicas emprendidas, que para dar solución al problema se intentaron desde España». ^"^ Este procer grancanario actuó en defensa de su isla nativa, Gran Canaria, para la que obtuvo grandes beneficios consecuencia de la continua demanda política ante el gobierno español, logrando la hegemonía comercial de su isla a través del gran puerto de su creación, que sin embargo y sin proponérselo, fue el paso previo a la división provincial en 1927, bajo la dictadura del General Primo de Rivera. Su actuación estuvo siempre ajena a los divisionismos fascistas, retrógrados e interesados, para exclusivo provecho económico de los que promueven el enfrentamiento, con cada vez menos adeptos, entre las dos provincias -para ser más exactos Tenerife y Las Palmas- que conforman esta autonoim'a constitucional, hoy erigida en nacionalidad por el Parlamento español. ' Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife nació en Palma de Mallorca, 1838 y falleció en Madrid, 1930. Capitán General de Canarias y de Filipinas. Fue desig- 138 mando total y con amplios poderes de actuación, civiles y militares, siendo recibido con multitudinaria manifestación de apoyo en el mismo puerto y por las calles hasta el Palacio de Capitanía. Las principales peripecias de carácter oficial, desde su propuesta en España hasta su toma de posesión en Cuba, aparecen recogidos con carácter exhaustivo en los periódicos de la época nacionales, entre ellos Diario de Tenerife', y muchos extranjeros. nado por Cánovas del Castillo para reprimir la insurrección cubana en 1896. Posteriormente fue Ministro de la Guerra de 1901 a 1905, y 1907, y Capitán General de Cataluña (segunda vez), donde reprimió duramente los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona (1909), que fue motivo para su cese posterior. Militar enérgico y valeroso cuyos destinos en los lugares más conflictivos eran a petición propia. Abandonó Santo Domingo en 1865, en cuya ciudad conoció personalmente a Máximo Gómez, el futuro contendiente en la Guerra de Cuba, alcanzando el grado de Teniente Coronel de Caballería. Después de corta estancia en la Península volvió a Cuba donde en las primeras operaciones de 1868, a las órdenes del conde de Valmaseda, alcanzó el grado de Coronel por su heroico comportamiento en la toma de Bayamo. Fundó una especie de «legión extranjera» aceptando a negros, blancos, cubanos y todo tipo de «elementos» extranjeros. Regresó a España y luchó contra las fuerzas carlistas -a las que más tarde, destituido en Cuba, quiso capitanear-, y por ello ascendido, el 23 de enero de 1878, con sólo 39 años de edad, al empleo de Teniente General. Destinado en Canarias hasta 1883, contribuyó con su mando a la edificación de obras militares, con repercusión en lo civil. Construyó la Capitanía General en Santa Cruz de Tenerife, frente a la Plaza que aún hoy lleva su nombre, y el Hospital Militar, sin que «al Estado le costase un duro», al menos sin excesivos costes. Cuando cesó en el mando, algunos tinerfeños solicitaron para él el título de Marqués de Tenerife que le fue concedido. Hallándose en Barcelona como Capitán General y en férrea lucha contra los anarquistas, fue nombrado por Cánovas para General en Jefe del Ejército en Cuba, a cuya isla llegó en febrero de 1896 con bien estudiado plan de operaciones que puso en práctica inmediatamente con algunas victorias en el oeste. Creyendo tener pacificada a Cuba en el verano del 96, más la pertinaz presión yanqui-norteamericana y el asesinato de Cánovas del Castillo en circunstancias aún no totalmente aclaradas, motivó su cese en el mando, agosto de 1897, siendo sustituido por el General Blanco. Regresó a España pero no decayó su carrera militar, puesto que en 1909 sofocaría el levantamiento de la Semana Trágica de Barcelona, con su sola presencia, según algunos de sus biógrafos, y llegó por ascenso escalafonal al grado de Capitán General. Escribió Mi mando en Cuba, tratando de justificar su actuación militar, al tiempo que acallar la crítica a su gestión de la que siempre ha sido objeto. Murió próximo a los cien años de edad que explica la excelente salud de que siempre hizo gala. ' El periódico Diario de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, a través de telegramas al director y otras diversas fuentes, recoge la crisis cubana, desde la caída de Martínez Campos, hasta la toma de posesión del General Weyler en el mando de la Isla, y que resumimos: Viernes, 17 enero 1896. Telegrama de nuestros servicios particulares. Madrid, 16 -5,30 t.- El Consejo de Ministros celebrado hoy bajo la presidencia de la reina regente, sólo duró 25 minutos. El Presidente del Gobierno, Sr. Cánovas del Castillo, 139 Como ya habían previsto los principales jefes cubanos en la ya considerada guerra como tal, Maceo y Gómez, la llegada del notorio general iniciaba una fase nueva en la estrategia militar española. Weyler sentía llegó algo retrasado. Salió un cuarto de hora después que sus compañeros. Los ministros desmintieron al salir, como falsos los rumores que han circulado, relativos al Capitán General Sr. Martínez Campos. Aseguraron que el Sr. Cánovas en su discurso de siempre, sólo se ocupó de la cuestión de Cuba. El ministro de la Guerra Sr. Azcárraga puso a la firma de la regenta varios decretos de recompensas por méritos contraídos en la campaña de Cuba. Después del Consejo, conferenciaron y almorzaron juntos los ministros de Estado y de Hacienda Sres. Duque de Tetuán y Navarro Reverter. Está siendo muy comentado, y en distintos sentidos, el consejo de hoy. Todos, sin embargo, convienen en atribuirle importancia. Los ministros se muestran sumamente reservados. Algunos parecen malhumorados. Madrid, 16 -6 t.- Continúa habiendo gran animación política. En todos los círculos se considera que tendrá gran importancia el Consejo de Ministros que dice se celebrará mañana. Supónese inminente el planteamiento de la crisis, con motivo del estado de la cuestión en Cuba. En las operaciones de hoy, en la bolsa se han acentuado la baja de todos los valores púbUcos. Madrid, 16 -8,40 n.- Nuestro primer telegrama de esta tarde se trasmitió suprimiéndose el párrafo en que el Capitán General, Sr. Martínez Campos, comunica que las partidas -de insurrectos- que se hallaban en el Departamento de Oriente han engrosado la invasión en la parte occidental de la Isla. Con tal motivo alteró la distribución de las tropas, reuniendo 15.000 soldados que operaban en occidente. Madrid, 16-9 n.- Se asegura que el gobierno está decidido a acordar el relevo del Capitán General de la Isla de Cuba, Sr. Martínez Campos, aceptándolo la reina regente. En el caso de que los ministros Duque de Tetuán y Navarro Reverter, que continúan defendiéndole, se opusieran a aquel acuerdo, surgiría la crisis total. En los círculos políticos todos están animadísimos. En ellos nadie duda que se acordará el relevo del General. Madrid, 16 -9,10 n.- Se ha recibido un telegrama particular de La Habana, participando que los insurrectos habían atacado nuevamente la población de Bejucal. La columna que manda el general Linares los derrotó completamente, causándoles muchas bajas. Madrid, 16 -11,20 n.- El periódico El Heraldo de Madrid, ha recibido un telegrama, diciendo que el Gobierno ha accedido al regreso para la Península al Capitán General Sr. Martínez Campos, por su falta de salud, el malogro de sus operaciones y la confesión de sus errores. El Sr. Cánovas del Castillo ha desmentido semejantes noticias. Madrid, 17 -2,15 m.- De París telegrafían las siguientes noticias: «Ha causado gran impresión el telegrama pubhcado por Le Temps sobre la actitud de los voluntarios españoles de La Habana contra el Capitán General de Cuba Sr. Martínez Campos». Madrid, 17 -2,30 m.- Se lee que habiéndose enterado el General Luque de la presencia de insurrectos en dirección a Angostura, tras la lucha abandonaron los rebeldes cien caballos. Es de hacer constar que en la Provincia de La Habana, y proxirrüdades de la capital, la actitud de rodeo y evasión de las fuerzas insurrectas, mandadas por el mismo Maceo, con relativos y efectivos triunfos, a más del efecto psicológico, fue principal causa de la crisis, que favoreció la destitución del Capitán General. Madrid, 17 -3,25 m.- El Teniente General Sr. don Camilo Polavieja se ha presentado hoy a la reina regente. 140 total desprecio por la «benevolencia» usada por Martínez Campos, que dio lugar a la llamada «invasión del oeste» y a las correrías de los principales jefes insurrectos cubanos en las mismas puertas de La Habana desde El Sr. Cánovas del Castillo ha dicho que el cablegrama del Capitán General de Cuba, en que se comunica al Gobierno la discrepancia surgida entre los partidos políticos de La Habana, le obUga a plantear al Consejo de Ministros la cuestión del relevo del General Martínez Campos. Madrid, 17 -5,45 t.- La noticia del relevo del General Martínez Campos de la Capitanía General de Cuba y dirección de la campaña, ha impresionado favorablemente a la opinión pública. El Sr. Cánovas, contestando a los periodistas que le preguntaban, ha manifestado que considera todavía algo prematuro decir nombre alguno de quien haya de sustituir al General Martínez Campos. Madrid, 17 -7,30 t.- Acaba de terminar el Consejo de Ministros y por unanimidad ha acordado autorizar a don Arsenio Martínez Campos Capitán General de Cuba y a don José Arderius y García, Segundo Cabo de la misma, para que regresen a la Península. Con el carácter de interinos les sustituirá, respectivamente, los Tenientes Generales don Luis Pando y don Sabas Martín. El motivo en que se funda el acuerdo, es la hostilidad manifestada al Sr. Martínez Campos por el partido de La Unión Constitucional de Cuba. Al finalizar, el Sr. Cánovas ha ido a Palacio para dar cuenta a la reina regente. Créese que para reemplazar en propiedad al General Martínez Campos, se nombrará al General Weyler o al General Polavieja. Madrid, 17 -11,40 n.- También esta noche han estado y están animadísimos los círculos, principalmente los frecuentados por militares. Coméntase el relevo del General Martínez Campos y las graves responsabilidades que tiene que afrontar el que le sustituya, por el gran avance de la insurrección cubana. Son numerosos y variadísimas las combinaciones que se hacen para los mandos militares. Lo único que parece cierto es que el Gobierno prefiere para el del Ejército en Cuba al General Weyler. Créese que ya se le ha dirigido alguna consulta. En el caso de que vaya el General Weyler, es el Teniente General don Eulogio Despujol, Conde de Caspe, quien probablemente le sustituya en el mando de Cataluña. Para mañana ha sido citado nuevamente el Consejo de Ministros. Madrid, 18 -3,10 m.- Asegúrase que el General Weyler ha contestado al Gobierno que está dispuesto a ir donde se le ordene, pero que para el mando de Cuba necesita que se le revistiese de amplias facultades. De ir a Cuba, dícese que llevará consigo a otto Teiúente General. Madrid, 18 -3,30 t.- El General Martínez Campos, despechado, ha calegrafiado diciendo que él no dimitió, que se limitó a exponer al Gobierno lo ocurrido en la reunión de los jefes de los partidos políticos cubanos; que no le asustan los conflictos y que siempre los afrontó delante del enemigo; que, por eso, ha tomado el telegrama del Gobierno como una orden de destitución, y que se felicitará que la resolución tomada pueda resultar provechosa para España. Es de hacer notar que Martínez Campos, a través de correspondencia con el Presidente del Gobierno, ya le había propuesto que fuese relevado en el mando por Weyler para contener la creciente insurrección cubana. Madrid, 18 -6,30 t.- ... Dícese que el Capitán General Sr. Martínez Campos ha publicado en La Habana una alocución activa y violenta, dirigida al Ejército y a los habitantes de la isla de Cuba. Existe gran agitación en los círculos políticos. 141 las provincias limítrofes, donde permanecían a la llegada y toma de posesión del General. Su primer comunicado a Madrid reflejaba claramente la gravedad de la situación, del que entresacamos: Madrid, 18 -7,45 t.- Urgente... Dimite el Duque de Tetuán, ministro de Estado, no el de Hacienda... Mañana se celebrará Consejo, en el que se decidirá quien ha de sustituir en la Capitanía General de Cuba, al Sr. Martínez Campos y se acordarán los demás nombramientos necesarios. Barcelona, 18 -11,30 n.- Llamado por el Presidente del Consejo de Ministros, Sr. Cánovas del Castillo, esta noche ha salido para Madrid el Comandante en Jefe de este Cuerpo de Ejército, Marqués de Tenerife. A despedirlo acudieron a la estación de ferrocarril, las autoridades y muchos amigos. El General estaba conmovido. Aseguró que aún no estaba decidido que él fuera a Cuba y que hasta ahora sólo se le ha llamado a Madrid para conferencial con él respecto a aquella guerra. Créese que el General Weyler, regresará el martes a esta Capital. Si llegase a ir a Cuba el General Weyler, le acompafiaría el Teniente General Don Federico Ochando y Chumillas. Afírmase que el General Weyler conceptúa que será necesario un refuerzo de 25.000 hombres para la más pronta finalización de la insurrección cubana. Dícese también que trataría de dividir el territorio de la Isla en tres distritos militares. Oriente, Centro y Occidente. Madrid, 19 -8,10 n.- Se ha firmado por la reina regente, entre otros decretos, el de nombramiento del Teniente General don Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife, para el Gobierno y Capitanía General de la Isla de Cuba. Madrid, 19 -11,10 n.- En el vapor correo que saldrá mañana de La Habana, debe embarcarse el General Martínez Campos. El Gobierno le reserva la presidencia del Consejo Supremo de Guerra y Marina, vacante por el General Despujol destinado a Cataluña. El Teniente General Weyler embarcará probablemente el 23 para la isla de Cuba. Créese que irán destinados con él para aquella isla, los Tenientes Generales don Enrique Bargés y Pombo y don Francisco Javier Girón y Aragón, Marqués de Ahumada. Madrid, 20 -11,00 m.- Telegrafían de La Habana -entre otros asuntos-, que unos 150 familias salen de la isla y se dirigen a Tampa, temiendo la llegada de Weyler. Barcelona, 21 -12 t.- De regreso de Madrid ha llegado a esta Capital, el General Weyler, Marqués de Tenerife. Se embarcará el sábado en este puerto en el vapor Santo Domingo, de la compañía Transatlántica. En Cádiz se transbordará al vapor Buenos Aires, de la misma empresa. Por todas las clases sociales se proyecta hacerle una cariñosa despedida. Crónica del Diario de Tenerife, 21 enero 1896. Se lee entre otras gacetillas, «además de los telegramas dirigidos al General Weyler, Marqués de Tenerife, aparecidos en el día de ayer, firmados por el Alcalde y el Presidente del Cabildo, se han transmitido muchos más por diferentes asociaciones, sociedades y particulares de esta isla de Tenerife. No podía ser menos desde las muchas relaciones que cuenta en este pueblo agradecido el Marqués de Tenerife». E igualmente, «La sociedad La X felicita al General Weyler ilustre hijo adoptivo de esta Capital por la confianza depositada en él en estas gravísimas circunstancias y deseándole éxito completo». Firmado: El Presidente, Rafael Hardissón». Año X, núm. 2758, Diario de Tenerife, sábado 25 de enero de 1896. Telegrama de nuestro servicio particular. Barcelona, 24 -4,40 t.- Al Director del Diario. 142 «Cuando tomé el mando de esta Isla, Maceo estaba todavía en Pinar del Río -parece discrepar con otras fuentes- concretamente en Sabana del Mar, y el 11 en el molino de azúcar Laborí, cerca de Artemisa. Máximo Gómez, desde Oriente, En toda la ciudad reina gran animación para despedir mañana al general. Marqués de Tenerife y a las tropas que le acompañan... Ante los vivas de la multitud el General contestaba siempre «viva la integridad de La Patria»... El tiempo era bueno y la mar muy tranquila... Weyler marchaba a Cuba animadísimo y satisfecho». Madrid, 28 -5,45 t.- Ha salido de Cádiz para Cuba el nuevo Capitán General de aquella isla. General Weyler. Manifestó que sólo ve dificultad para la rápida victoria en Cuba, la proximidad de la época de lluvias que podrá impedir las operaciones rápidas y en la gestión económica por la situación ruinosa que han creado los incendios en las fincas, la destrucción de ferrocarriles, la paralización del comercio y la falta de trabajo, sobre todo en las gentes de los campos. Si a pesar de estos inconvenientes y de la extensión que han tomado los insurrectos, no lograse vencer y extinguirla dentro de dos años, se consideraría fracasado. Madrid, 28 -10,25 n.- Se menciona la persecución, a instancias del representante español en Washington, por cinco buques de guerra al vapor Hanking, que zarpó de Filadelfia para Cuba al frente de Calixto García, llevando armas y municiones para los insurrectos... El citado buque se hundió posteriormente, ignorándose causas, sin embargo el día 30 la comisión norteamericana de Negocios Extranjeros, en el Congreso, se reúne para que se gestione ante el gobierno español y se conceda a los separatistas de Cuba los derechos y la condición de beligerantes. Y con un solo voto particular se propone se solicite de España que reconozca la independencia de Cuba... Más tarde esta propuesta alcanzaría mayoría en el Congreso. Madrid, 2 de febrero 1898 -11 n.- Ha llegado a La Coruña el vapor correo de Cuba en el que regresa el General Martínez Campos. Ocasionará disturbios su presencia en Madrid. Madrid, 6 -11,15 n.- En el Ministerio de la Guerra dicen que ningún dato oficial hay que autorice la creencia de que varios de los generales que están en Cuba, regresarán, cuando llegue allí el General Weyler (ahora en alta mar). Madrid, 8 -5,45 t.- Hay noticias de haber llegado a Puerto Rico el vapor que conduce al General Weyler y a los demás generales que le acompañan. Se dice que hasta que Weyler, después de posesionarse del mando en Cuba comunique sus impresiones, no planteará el Sr. Cánovas la cuestión de disolución de las actuales Cortes. Madrid, 10 -11,00 n.- Se sabe del gran recibimiento que se prepara al General Weyler en La Habana y se insiste en hablar del regreso de varios generales a la llegada de Weyler. Madrid, 11-3 t.- El General Weyler llega a La Habana... Numerosos vaporcitos y botes rodean al transatlántico, cruzándose patriotas vivas... El General dijo que no quería que se le hiciesen honores militares. Al desembarcar y en el trayecto hasta el Palacio de la Capitanía, en la Plaza de Armas, fue constantemente aclamado por la inmensa muchedumbre que lo invadía todo. En el acto tomó posesión y recibió a numerosas comisiones y personas entre ellas a los jefes de los Partidos y a los Cónsules. El General ha dicho que en las actuales circunstancias por que atraviesa la isla, sólo era admisible la política española, y que no había más diferencia que «españoles y antiespañoles». Los telegramas de La Habana indican la creencia de que el General Weyler se proponía salir personalmente a las operaciones tan pronto como se enterara de la situación de las distintas fuerzas de nuestro Ejército. 143 se dirigía hacia Guayabal, a sólo 32 kilómetros de La Habana, por el Oeste, desde el molino Jamaica. Estaba acampado cerca del molino Portugalete, famoso por ser propiedad de Manuel Calvo, financiero que en la guerra anterior, había sido representante de los «voluntarios», y por estar muy próximo a la capital..., donde reinaba el terror: mi predecesor, Martínez Campos, había tomado medidas contra un ataque enemigo... en Correos y en los principales edificios públicos, con equipos de «voluntarios» y de bomberos, y cada noche este admirable cuerpo vigilaba el sector externo de la ciudad, para impedir un ataque... La comida sólo podía llegar desde el campo a condición de «pagar a los rebeldes el impuesto que ellos pidieran... Al día siguiente de mi llegada, ellos, impidieron el aprovisionamiento de leche. Debería añadir que en la propia capital había conspiraciones, que entraban y salían municiones de diferentes tipos, y que... se había desvanecido todo respeto por la autoridad, y en todas partes se murmuraba contra España, en todas partes críticas y quejas... Nuestras distintas columnas, constituidas por contingentes aislados procedentes de cuerpos diferentes, y dirigidas por oficiales que no conocía, estaban deprimidas y no recibían alimentos de un modo regular. Había tal anarquía que, cuando los oficiales por un puesto militar, dejaban allí a algunos hombres y cogían otros nuevos. Las tropas tenían que abarcar un número enorme de granjas y pueblos ... o sea que cuando un contingente era atacado, por los rebeldes, no contaba con ningún refuerzo positivo, y así se veían obligados a contemplar como ardían los cañaverales ante sus mismos ojos. Finalmente, la facilidad con que podían formarse guerrillas y fuerzas de voluntarios, para el bando español, concediéronse el grado de capitán o de comandante a cualquiera que lo pidiera, producía... una gran falta de unidad en el mando, desistiendo muchos de ellos al cabo de poco, y lo que es más grave pasándose al enemigo con armas y municiones... Y cómo en el cuartel general no se tenía un conocimiento suficiente de todo esto, se comprenderá que el trabajo que me aguardaba era difícil e ímprobo»'. Madrid, 11 -5,45 t.- El General Ochando ha sido propuesto por Weyler para Jefe del Estado Mayor del Ejército en Cuba. Barcelona, 12 -5,50 t.- El vapor San Francisco ha embarcado hoy para Cuba un batallón de 1.000 plazas del Regimiento Otumba y 200 mozos rezagados... (es parte de su política en Cuba). Madrid, 14 -5,30 m.- El senador por La Habana Sr. don Ramón Herrera, Conde de La Moriera, Jefe del Partido Reformista de la Isla de Cuba, que se encuentra en esta Corte, ha manifestado a varios periodistas... y rogando que lo hicieran público.., que es inexacto que los reformistas cubanos opinen, como han dicho algunos diarios, en favor de la posibilidad de efectuar unas elecciones generales en Cuba..., ante las circunstancias dolorosas y excepcionales por que atraviesa la isla.., prácticamente, con todas las provincias en estado de guerra... Los datos hemerográficos y comentarios que anteceden han sido extraídos de el periódico Diario de Tenerife, Biblioteca de Cuajara, Universidad de La Laguna, Comunidad Autónoma de Canarias, España. (Nota del Autor.) ' ARMIÑÁN PÉREZ, Luis: Weyler. Ed. Gran Capitán, Madrid, 1940, y que igualmente apunta en las memorias que Weyler y Puga recoge en el libro En los archivos de mi abuelo. Madrid, 1946, referidas a su padre. 144 Para agravar más aún la situación, la política yanqui-norteamericana «incentivaba», más claramente ahora, la ayuda a los rebeldes en armas, dinero e iniciativas. Las fuerzas del General Máximo Gómez, a quien Weyler conoció personalmente en Santo Domingo en 1865'*, hacían gala de su capacidad militar en las mismas puertas de La Habana, burlando a las columnas enemigas que el nuevo mando envió en su persecución, con marchas y contramarchas, casi paralelas, que «despistaban» a los españoles. Maceo, el otro gran líder cubano de la guerra, que también luchó en la anterior contienda, «Guerra de los Diez años», llevaba a cabo planes de estudiada estrategia militar para desacreditar a Weyler ante la gran expectación creada con su llegada y sobre todo influir en los periódicos de la época, que trataban en sus primeras páginas la cuestión cubana, sabido como era que el nuevo general venía a «pacificar» la isla a «sangre y fuego». Evitar que Weyler se pudiera vanagloriar de posibles éxitos militares para ahogar la rebelión convertida en abierta guerra para toda la isla de Cuba, constituía el plan estratégico ideado por el General de color, llamado por ello «El Titán de Bronce». José Miró Argenter su compañero infatigable, protector y lugarteniente a más de cronista en la campaña de Maceo, claramente explica en sus memorias la forma en que llevó a cabo el citado plan, puesto en marcha desde antes de la llegada del nuevo y temido Capitán General. Consistía en: «Primero: lidiar contra todas las columnas españolas que guardaban la comarca central del Pinar del Río; segundo: abrirse paso a mandoble allí donde encontraran resistencia sólida, y tercero: encaminarse a la Provincia de La Habana, donde pensaban unirse a las columnas de Gómez, y hacer coincidir su presencia con las fechas de toma de posesión de Weyler en el mando del ejército español en Cuba». '* Gómez, Máximo. Nació en Baní -República Dominicana- en el año 1836 y falleció en La Habana en 1905. Comandante de la reserva dominicana que el gobierno español trasladó a Cuba en 1865. Se unió a los rebeldes cubanos incorporándose a la guerra de «Yara» con grado de sargento, finalizando en Ja misma como Jefe máximo del ejército cubano en 1878. Intervino en todos los intentos insurreccionales posteriores contra España hasta 1895, año en que asumió, a requerimiento del ideólogo cubano José Martí, el mando de los insurgentes levantados en armas en Baire el 24 de febrero. Dirigió la guerra en calidad de Generalísimo del Ejército Libertador, planteando la «invasión de Cuba» junto a Maceo, desafiando el poderío militar español representado por más de 200.000 hombres, en el momento cumbre de rivalidad contra Weyler, al que había conocido y junto al que luchó en Santo Domingo, en el bando español. Imprimió una disciplina austera al ejército mambí y logró, tras variadas peripecias que le favorecieron -ayuda USA, muerte de Cánovas, voladura del Maine, etc.- la independencia de Cuba como territorio español en 1898. Llegó a Presidente de la joven república, en 1901, a pesar de su origen extranjero. 145 Siguiendo la magnífica descripción militar que de este momento de la guerra aparece en el Libro «Fuerzas Armadas», Cuba, 1972, extraemos aquello que más concierne a nuestro protagonista «El marqués de Tenerife». Para poner en práctica el plan ideado contra Weyler, Maceo encamina sus fuerzas hasta el Paso Real de San Diego de la provincia pinareña, en enero del mismo año 1896, entablando combate con la fuerte columna española de más de 2.000 hombres al mando del general García Navarro, quien, siguiendo órdenes superiores, las últimas de Martínez Campos, se retiró precipitadamente hacia La Habana, sin presentar batalla a los insurrectos, a donde habrían de reconcentrarse las tropas hasta la llegada del nuevo general en jefe. Maceo le persiguió, siento interceptado por las columnas del general Luque, y con una carga a «machete», famosa, y pérdidas para ambas partes, logró proseguir la marcha. Conquistada fácilmente la población de Candelaria, cuyos defensores «voluntarios» se unieron a las fuerzas de Maceo en su mayoría, continuó el avance hasta La Habana, en cuyas proximidades esperaría hasta el día doce de febrero, fecha anunciada para la llegada de Weyler, que viajaba en barco desde España. Maceo ansiaba mostrar al mundo, y especialmente a la prensa, que resultaría fácil aparecer con sus fuerzas en las mismas puertas de la capital en el preciso momento en que llegara el legendario general. Contaba con unos dos mil hombres el día 17 de enero situados a sólo cinco leguas de su extrarradio. A los efectos de acallar las manifestaciones de júbilo prodigadas por los «voluntarios» ante la llegada de Weyler, determinó atacar el poblado de Jaruco, fácilmente conquistado con la incautación de valioso material de guerra en fusiles, municiones y otros. Informados los españoles que las fuerzas de Maceo y Gómez, se habían reunido en la Finca «El Boniato», lanzaron contra ellos cuatro fuertes columnas, concentradas en La Habana, obligando a las fuerzas mambisas a retirarse, decidiendo sus jefes desplazarlas hasta la provincia de Matanzas limítrofe, a la espera de las decisiones que tomará Weyler. Efectivamente, el nuevo Capitán General, a su llegada, procedió a la reorganización del ejército español en Cuba, tal como había previsto. Creó tres cuerpos y un buen servicio de información y espionaje, sin olvidar la fundamental naturaleza defensiva usada como estrategia militar española a lo largo de la guerra cubana, así como la división de la isla en tres zonas. Su meta fundamental era asediar a las fuerzas de los insurrectos en las provincias occidentales, especialmente Pinar del Río, para aplastarlas contra la línea de las trochas, sobre todo en la que él creará entre Mariel y Majana. Proceso que repetirá contra la de Morón-Júcaro, mandada cons- 146 truir por Martínez Campos, para controlar y derrotar a las fuerzas mambí, entre ambas trochas, y finalmente, confinados los insurrectos en el extremo oriental, serían finalmente derrotados por el ejército español mayori-tario y mejor dotado que el mambí. Mientras tanto, la política de reconcentración ideada, continuaría funcionando para privar a los rebeldes del apoyo de los campesinos, así como por la falta de información y la miseria creada entre ellos que harían disminuir el deseo del pueblo cubano por resistir*. Estos magníficos augurios de Weyler, estuvieron a punto de confirmarse en el verano del siguiente año, 1897, de no haber surgido el acontecimiento político, que sin duda marcó y cambió radicalmente el devenir de la guerra y su resultado político final: el asesinato del presidente del Gobierno español Cánovas del Castillo, en San Sebastián, el 8 de agosto de dicho año. Con aquel objeto preconcebido Weyler, una vez comprobado «in situ» lo grave de la situación, publicó una serie de bandos que afectaban prácticamente a todos los aspectos del quehacer cotidiano de los habitantes de Cuba, especialmente el de la «reconcentración», definitiva a fines del año, ya ideada por Martínez Campos y que nunca puso en práctica, y al que dedicamos un apartado sobre las consecuencias y resultados de esta política de desplazamientos humanos masivos. El 19 de febrero, dos días después de la firma de tales bandos, sus principales enemigos en la contienda los generales cubanos Antonio Maceo y Máximo Gómez, se entrevistaron en Soto para discutir las órdenes dictadas por Weyler llegando a la conclusión que tales medidas, que afectarían mayoritariamente al pueblo cubano más pobre y miserable, serían a la larga beneficiosas a la causa, al comprender los mismos cubanos que el enemigo común a batir era el ejército español y su administración en la isla. Ambos acordaron que a partir de aquel momento evitarían los encuentros con las tropas que Weyler formaba en las cercanías de La Habana y en su virtud modificaban la táctica a seguir y los lugares en que operarían, de tal forma que Gómez actuaba en las provincias centrales de la isla y Maceo continuaría la guerra en la región occidental. El día 23 de febrero, «El Titán de Bronce» ya estaba operando en el valle del Guamacaro de la zona de Matanzas, y en el molino La Perla celebraron el primer aniversario de esta Revolución con una fiesta. ' FONER, Philip S.: La guerra hispano-cubano-norteamericana, 1895-1898 y el nacimiento del imperialismo norteamericano. Madrid, 1975, aludiendo a la obra que dejó escrita el mismo General Weyler: Mi mando en Cuba. Madrid, 1910, vol. II, págs. 538- 540, y que su nieto Weyler y Puga comenta. 147 La desaparición del general negro de la Provincia de La Habana, produjo el consiguiente rumor sobre su muerte, táctica que los españoles ya habían usado, más la acción de La Perla, el 25 de febrero, hizo ver que no era cierto. El 10 de marzo, Maceo y Gómez se encontrarían de nuevo, esta vez en el lugar conocido como «El Galeón», última en que ambos proceres de la independencia cubana se unieran, toda vez que Maceo moriría más tarde en lo que parece fue una emboscada. Ratificaron sus anteriores acuerdos sobre la guerra a seguir y Maceo se dirigió a Pinar del Río, atravesando la provincia de La Habana con gran burla para las tropas españolas, y al propio Weyler que había prometido pacificar la provincia de Pinar del Río, como primera medida de carácter militar. Pero el general español, no aceptó tal afrenta con ligereza, y decidió encerrar a Maceo, construyendo la nueva trocha, que tenía ideada desde su salida de España, modernizada, y equipada con luz eléctrica, a través de la estrecha cintura de la isla que va de Mariel a Majana, situada en el límite provincial entre La Habana y Pinar del Río; en su afán de vencer a Maceo concentró gran número de tropas con olvido para otros puntos estratégicos de la isla en guerra general. Las acciones continuaban con singular ferocidad. Desde la región central, Máximo Gómez enviaba una circular, el 15 de abril, desde su cuartel general ambulante, declarando las órdenes a seguir en tomo a la zafra del azúcar: «Los propietarios de los molinos que continúen moliendo... serán ahorcados inmediatamente. Sólo es necesario identificarlos». La función desempeñada por la «tea bendita», como la llamó el apóstol de la independencia cubana José Martí, muerto en combate en la localidad de Dos Ríos al inicio de la guerra, continuaba por sembrados, campos y haciendas, al objeto de hacer ver a cubanos y no cubanos que la guerra era total y definitiva. Maceo esquivaba en la provincia pinareña la batalla campal como táctica a seguir ya acordada, si bien a veces se enfrentaba irremediablemente, obligado a librar encuentros esporádicos contra el acoso de los españoles, cual fue el caso de la batalla de Cacarajícara, el 30 de abril. Allí perdió 200 hombres y más tarde 39 en Las Lajas, consecuencia del sistema defensivo y ofensivo ideado por Weyler desde la nueva trocha. Máximo Gómez desde su cuartel oriental igualmente, permanecía a la expectativa sin deseo de enfrentamientos directos, pero no por ello inactivo, puesto que la táctica de «tierra quemada» asombraba al mundo por su incidencia negativa para la subsistencia y para la infraestructura económica, ya casi totalmente destruida. A mediados de 1896, Cuba presentaba un aspecto desolador con las haciendas azucareras inactivas. La mayoría de la pobla- 148 ción masculina se había unido a los rebeldes o a las fuerzas españolas de guerrillas para no morirse de hambre. Sin medidas sanitarias la viruela se extendía por todas partes, a la que se unía las fiebres típicas del verano en esta región tropical, anidando fácilmente con el hambre y la miseria. Weyler luchaba contra todo tipo de adversidades además de otra seria dificultad en el interior mismo de La Habana por falta de verdadera adhesión a la causa española. El mismo dejó escrito: «Muchos gérmenes de separatismo, que conspiran para ayudar a los rebeldes por todos los medios. Las fábricas de tabacos son sus centros oficiales, pues allí, los lectores leen libros y artículos separatistas, junto con noticias, falsas o exageradas, del transcurso de la guerra, fomentando así entre los trabajadores el odio hacia España... Los sábados, después de recibir su paga semanal, se hace una colecta a favor de los rebeldes. Todo esto, dada la destrucción de las plantaciones de tabaco, sobre todo en Pinar del Río... y los empleados en paro, influidos por la propaganda, van, de un modo natural, a sumarse a las filas de la insurrección». El duelo de Weyler y Maceo continuaba en el otoño, sin que las fuertes lluvias de aquel año lo impidiera. El general negro permanecía en las montañas de Pinar del Río, sin atreverse, o por que no lo consideraba conveniente, a romper la línea fortificada de Mariel-Majana. Weyler, el 21 de octubre, dictó una de las primeras órdenes de «concentración», para la región que controlaba Maceo que rezaba: «toda la población de Pinar del Río que viviera fuera de las fortificaciones de las ciudades habría de trasladarse en un plazo de ocho días. A partir de entonces se consideraría rebelde a todo el que se encontrase fuera de una ciudad fortificada y se le trataría como tal. Los que tuvieran ganado habrían de llevarlo a la ciudad más próxima». Dos semanas más tarde el propio Weyler comenzaba «la cacería» del que fue su más feroz enemigo en la guerra cubana: José Antonio de la Caridad Maceo y Grajal, general mambí de Santiago, tez oscura, al que los cubanos llamaron y llamarán siempre «El Titán de Bronce », biografiado con variedad de detalles por el historiador cubano José L. Franco en Apuntes para una historia de su vida, 3 tomos, La Habana 1973. De él dice: «El general Maceo representa el sentimiento de lucha, el espíritu de sacrificio, la generosidad humana, la nobleza, el orgullo nacional y la intransigencia revolucionaria, en un siglo de combates»^ ' Antonio M." de la Caridad Maceo y Grajal, nació en Santiago en 1845 y murió combatiendo en San Pedro, Punta Brava, en diciembre de 1896. De ascendencia africana, se incorporó a la guerra de Yara, en 1868, con toda su familia luchando durante los diez años que duró hasta el pacto de Zanjón, que no acató, protestando ante el mismo Martínez Campos en Baraguá, antes de marchar al exilio. 149 Las medidas tomadas por Weyler, no amilanaban a los mambises de Maceo, que habían recibido material de guerra -expedición de Leyte Vidal-y se hallaban dispuestos para combatir en una gran batalla contra las fuerzas españolas venidas a su encuentro desde la trocha de Mariel. El 14 de octubre, sólo unas días antes de las «duras» instrucciones de Weyler, un corresponsal escribía: «En el presente, estando mejor organizados y bien abastecidos con armas y municiones -se refiere a los rebeldes bajo las órdenes de Maceo que han alterado sus tácticas, casi estáticas hasta aquel momento- y están ofreciendo resistencia a las tropas españolas. En los últimos días han tenido lugar cinco choques bastante serios... la crudeza con la que ambos bandos combaten, es una indicación de que la guerra ha entrado en una fase nueva y más activa.» Estas circunstancias, contribuirían sin duda a la decisión tomada por el General Weyler para dictar órdenes de carácter más represivo al objeto de «controlar la situación adversa». El primer combate de Maceo, tras recibir los nuevos suministros, tuvo lugar el 23 de septiembre en la localidad de Montezuelo. Los españoles se retiraron del campo de batalla con 68 bajas, pero fue en el decisivo combate de Ceja del Negro, el primero de octubre en el que los españoles, a pesar de la superioridad numérica, sufrieron una importante derrota, puesto que las columnas españolas fueron barridas por la eficaz artillería de Maceo -nuevos cañones de construcción norteamericana traídos a Cuba por filibusteros yanquis-. No obstante, la victoria de Maceo le supuso doscientas y más bajas, la mitad de sus efectivos, en aquel momento, con que se mantuvo frente a los continuos ataques del ejército español, más organizado y mayor en número; si bien su optimismo y espíritu de victoria no decaía, y de lo que siempre hizo gala el general mambí. El 29 de octubre recibió órdenes de Máximo Gómez, pidiéndole que atravesara urgentemente las trochas y regresara a Camagüey en su ayuda. No era la primera vez que el general en jefe del ejército rebelde le hiciera tal petición que siempre logró sortear. Esta vez la cosa era más seria, pues se debía a las graves disenciones en la cúpula política del gobierno revolucionario cubano a la cabeza de Cisneros Bethencourt con el que Gómez Asumió la dirección de la nueva y definitiva guerra de 1895 junto a Máximo Gómez y José Martí, liderando la campaña denominada como la «Invasión del oeste», desde oriente y que culminó en Mantua la parte más occidental de la isla, provincia de Pinar del Río. Murió combatiendo en diciembre de 1896, próximo a La Habana, centro neurálgico de la administración española, cuando intentaba atacar la localidad de Marianao. Su padre, Marcos, era de origen venezolano y también había muerto en combate durante la toma de Santa Cruz del Sur, en septiembre de 1873. 150 discrepaba militarmente y por su forma de ser individualista y egocéntrica; también por que el signo de la guerra cambiaba, favorable para el ejército español consecuencia de la nueva táctica empleada por Weyler en el mando. Como bien apunta Philip Foner'": «No había nada nuevo, en estas incongruencias del mando civil y militar cubanos. Durante muchos meses ciertos miembros del gobierno civil habían llegado a irritarse extremadamente por su propia falta de importancia a causa de la fuerte individualidad de Gómez; éste insistía obstinadamente en vigorizar la política que consideraba esencial para la victoria. Cada vez estaban más reticentes sobre la forma en que Gómez sumariamente desechaba sus planes para obtener dinero, haciendo excepciones para su política de destrucción... su política terca de destruir toda la riqueza. Hubo momentos de verdadera división entre los líderes revolucionarios, sin embargo el general en jefe dominó la disputa y sus oponentes renunciaron, obedeciéndole». Gómez, al solicitar la comparecencia de Maceo, era plenamente consciente de la importancia que para la causa llevaba a cabo el general negro en la zona del oeste de la isla -pero también el peligro que implicaba cruzar las líneas españolas-. Como el mismo Gómez señaló a Estrada Palma, el hecho de que los españoles tuvieran que concentrar tantas fuerzas contra Maceo les había debilitado en muchos otros lugares estratégicos, dando lugar a que se reorganizaran y se hallaran a punto operaciones militares en Guantánamo, Santiago o Camagüey. También Maceo había llevado a cabo una organización militar eficaz «con hombres bien entrenados » y en su tomo «el mito de la invulnerabilidad del sistema de la trocha que creara Weyler» A la vista de estas circunstancias, queda claramente descubierta la existencia de una gran crisis que ponía en peligro la misma Revolución, que tan firme parecía unos meses antes, circunstancia que no es ajena a la táctica militar de Weyler. Maceo, que se dispuso a acatar la orden cuyo cumplimiento le costaría la vida, conociendo al viejo general dominicano, intuyó la gravedad de la situación y que tal requerimiento fue decidido sólo después de un cuidadoso análisis por Máximo Gómez. Antonio Maceo, dispuesto a cumplimentar el llamamiento de su superior, comenzó la marcha hacia la trocha de Mariel, que obligatoriamente habría de sortear. Era esta la línea preferida de Weyler transformada en un formidable obstáculo militar, equipada con luces eléctricas, torreones con vigilancia y guardada por cerca de 15.000 soldados españoles, no era, sin FONER, Philip S.: Ob. cit., según interpretación considerada. 151 embargo, un obstáculo insalvable, puesto que el 18 de agosto, el asistente negro de Maceo, Quintín Banderas, sigilosamente la había atravesado con cien hombres, aspecto éste que animó a Maceo, sin duda. El 9 de noviembre el líder negro en su avance se encontró con las columnas de vanguardia de Weyler que logró sortear con habilidad y esfuerzo, perdiendo un tercio del contingente que le acompañaba. Al día siguiente quedó rodeado por el grueso de la fuerza española -18 batallones de infantería y 6 batallones de artillería, un total de 6.000 hombres- al mando directo del propio general Weyler, contra el que Maceo sólo podía enfrentar unos 150 hombres, al haber perdido otros tantos en choques habidos con el enemigo, como así apuntan fuentes cubanas. El 11 de noviembre, después de burlar el acoso. Maceo se encontró ante la línea fortificada, totalmente contrariado, puesto que marchaba con retraso a lo previsto y al comprobar la verdadera fuerza de la trocha, que le impediría cruzarla con facilidad, se propuso permanecer oculto con sus hombres de máxima confianza, a la espera de información que le llegaría el 25 del mismo mes. Conocida la información optó por rodear la trocha por el mar a la altura de Mariel, en barco, con diecisiete hombres escogidos. En la noche del 4 de diciembre consiguieron pasarla, burlando la guarnición española y la cañonera costera -por la neblina existente-, yendo a refugiarse en La Merced, un trapiche abandonado, hasta contactar con unidades rebeldes de la provincia de La Habana, previamente avisadas del plan que, puesto en marcha en la localidad de San Pedro, consistía en atacar la población de Marianao, muy próxima a La Habana, y una vez que se obtuviera éxito en la acción, podría significar, a decir de Maceo, la inmediata destitución del general en jefe español, Valeriano Weyler y Nicolau. Sin embargo, es necesario recordar aquí el conocido tópico extraído del refranero español que dice: «El hombre propone y Dios dispone», a lo que habríamos de añadir, que es éste otro oscuro acontecimiento que la Historia guarda todavía en sus muchas incógnitas indescifrables. Nos referimos al hecho valeroso protagonizado por Maceo, en cumplimiento de órdenes superiores, cruzando una línea militar tenida por inexpugnable, sin hombres, sin información, y conociendo que al otro lado le esperaba su mayor enemigo, que tenía como orden del día permanente la caza y captura del general rebelde que más le «incomodó» en la contienda cubana a la que fue enviado desde España con un único fin: ganarla. En la página núm. 436, de forma breve y escueta. Fuerzas Armadas de Cuba, La Habana, 1972, ya citado, analiza este lamentable hecho para la historia de la isla, por la pérdida del valeroso general, empecinado en 152 liberar a Cuba e independizarla de España, texto que lo expresa, a partir del momento que Maceo cruzó la trocha por Mariel, de la forma siguiente: «Provisto de caballos por las fuerzas -insurrectas- de la provincia de La Habana al mando de Sánchez Figueroa -coronel jefe de la brigada del sur que había acudido a San Pedro de Hernández, Punta Brava-, se dirigió con 72 hombres a dicha población de San Pedro. Sorprendidos por numerosas fuerzas al mando del Coronel -español- Cirujeda, entablándose un combate que Maceo estimaba ganado por sus hombres -realmente disponía de pocas fuerzas-. Pero allí moriría cruzado a balazos, el héroe epónimo de la Nación, el revolucionario más consecuente y decidido de nuestras gestas libertadoras. Junto a él también caía -crueldades del destino-, el hijo del General en Jefe, Pancho Gómez Toro», que acompañaba a Maceo para reunirse con su padre, a requerimiento de éste. Añade dicho texto que «con esta muerte perdía la revolución -del 95- al hombre capaz de librar el «Ayacucho cubano», antes de que el imperialismo norteamericano -al que Maceo defenestraba por temor a las apetencias ya desatadas sobre Cuba- desencadenara la intervención armada -en el Caribe-, y con la seguridad que al igual que en «la protesta de Baraguá», el 15 de marzo de 1878, ante Martínez Campos -existe el convencimiento de que Maceo, jamás hubiera aceptado la afrentosa «Enmienda Platt». El profesor cubano don José Cantón Navarro, en su libro Cuba: El desafío del yugo y la estrella, ya citado, sobre la muerte del líder negro, en la página 68, indica: «Al morir el Titán de Bronce presentaba en su cuerpo 26 cicatrices de arma de fuego. Había peleado en más de 900 combates y le rodeaba una leyenda de invulnerabilidad, por lo que fue muy difícil para las tropas mambisas aceptar la realidad de su caída. Cuba perdía con él, no sólo a un jefe militar y guerrero extraordinario, sino también a un líder de pensamiento revolucionario radical y de una lealtad extrema a la causa independentista, a la unidad de las fuerzas patrióticas -por las que murió-y del pueblo en general, así como a los ideales antiimperialistas, lati-noamericanistas e intemacionalistas que guiaron su vida». Otras fuentes de investigación histórica, profundizan y añaden datos sobre este hecho de gran repercusión en la prensa y en el mundo de la época". España lo celebró como triunfo militar e incluso en Canarias, en " Efectivamente la táctica empleada ahora por España en la guerra, con la intermediación valiosa de Weyler, comenzaba a dar resultados, y sin lugar a dudas la muerte de Maceo, fue una importante victoria de los españoles, como antes fue la de Martí, Agramonte o el mismo hermano del líder, que podrían cambiar el curso de la guerra. Sobre la muerte, gloriosa sin discusión, del general negro, y de las circunstancias en las que tuvo lugar, existen numerosas versiones, algunas de ellas verdaderamente epopéyicas. 153 cuya capital, Santa Cruz de Tenerife sede de la Capitanía General, a cuyo frente estuvo Weyler desde 1878 a 1883, hubo «todo tipo» de celebraciones. Al difundirse por esta capital la muerte de Antonio Maceo, el capitán general, un navarro de bigote felpudo y traza avinagrada, a decir de Raúl Foner, describe el hecho de la siguiente fonna, tomando referencias del historiador cubano José L. Franco; «el valiente y osado Maceo, una vez sorteado la trocha de Weyler por Mariel, y entablado contacto con las fuerzas rebeldes de La Habana -San Pedro-, decidió perseguir y aniquilar a los españoles, instalados en las proximidades y viendo un grupo de infantería enemigo, tras una alambrada a su izquierda. Maceo ordenó cargar a los cuarenta y ocho hombres que estaban alrededor de él. Los jinetes cubanos se vieron detenidos por la valla, y los soldados españoles de a pie concentraron fuego pesado de rifle contra ellos. Maceo ordenó al comandante Juan Manuel Sánchez, cortar la alambrada y envió al general de brigada Pedro Díaz con un pequeño grupo hacia la derecha en un movimiento de flanco. Después de dar estas órdenes. Maceo se inclinó hacia Miró, su ayudante y cronista, y gritó "esto va bien". Estas fueron sus palabras puesto que una bala le dio en la cara. Dejando caer el machete, el caudillo cayó pesadamente de su silla mientras que al mismo tiempo unos doce hombres de la escolta del comandante Sánchez caían también bajo las balas españolas. Con el fuego enemigo en aumento, algunos de los rebeldes trataron de ayudar a Maceo y otros intentar detener a los españoles. El coronel Nodarse intentó colocar a Maceo, aún vivo, en un caballo y sacarlo de la escena de la batalla, pero mientras dos hombres alzaban a Maceo herido para colocarlo sobre un caballo, el caudillo recibió otra herida de bala, esta vez en el pecho. El jinete que trataba de sujetar a Maceo también fue desmontado por un disparo. El teniente Francisco Gómez Toro, el joven hijo del general en jefe de la contienda Máximo Gómez, acudió en ayuda de Nodarse para trasladar a Maceo cogido por brazos y piernas. Al ser herido el teniente Gómez, el coronel le ordenó que marchara del lugar, negándose, siendo herido de nuevo con mayor gravedad y yendo a caer sobre el cuerpo del general Maceo, exánime. El coronel Nodarse herido logró, no obstante, escapar de los españoles que se acercaban». Añade el mismo autor que « el cuerpo del Titán de Bronce fue abandonado al enemigo. Los españoles quitaron las ropas y otras cosas de valor del cuerpo de Maceo y de otros rebeldes muertos. Evidentemente no reconocieron que aquel era el cuerpo del fabuloso y legendario líder mambí, porque, de saberlo, hubieran aprovechado la oportunidad de mostrar su cuerpo en La Habana. Los españoles supieron ya tarde que uno de los cuerpos de los rebeldes muertos, y los cubanos, después de hacer huir a las tropas enemigas recobraron los cuerpos. El de Maceo fue llevado a una casa abandonada en las proximidades. A las 3 de la tarde de la mañana del 8 de diciembre de aquel año, el héroe negro de la independencia cubana, en las dos principales guerras, era enterrado, junto con Panchito Gómez Toro, en un lugar llamado Cacahual, en Santiago de las Vegas». Días más tarde, el periodista destacado en La Habana, escribía el 14 de diciembre: «Weyler de forma accidental ganó la larga batalla entablada con Maceo. La muerte accidental del líder, a las puertas de La Habana... es sin duda un gran éxito para nuestro general... No se puede negar que este acontecimiento producía un fuerte impacto en la causa revolucionaria, por ser (Maceo) el líder más popular y conocido por su gran influencia entre los cubanos». A partir de este momento, la guerra contra España la capitaneará totalmente el otro gran líder y viejo general dominicano que luchó junto a Weyler en Santo Domingo contra los haitianos (1864-65 ), Máximo Gómez. 154 Roa, pág. 214, ya citado, organiza un ostentoso «Te deum» y una demostración pública de júbilo. Muchos isleños permanecen ausentes de estos actos, al igual que ocurriera con la caída y muerte de Agramonte, ya que se sienten «canarios» y no españoles. Los peninsulares que desfilan al frente del desordenado cortejo portan la efigie del general Weyler. Llenan el aire con insultos, bravatas y groserías. Algunos manifestantes, ebrios de alcohol y de sevicia, proponen a gritos asaltar las casas de Ramón Roa, el cubano desterrado a Canarias por orden de Martínez Campos, y de su amiga Aurelia Castillo González. Ramón Roa, dice su nieto, les espero revólver en mano en la azotea de su casa santacrucera, en compañía del amigo isleño, su protector Manuel Rallo, que había desempolvado su escopeta de caza. Los provocadores sólo se atreven a merodear por las inmediaciones. Días después aparece embarrada de inmundicias la puerta del Cabildo Insular, y es a partir de aquel momento cuando la guardia civil española perseguiría a Roa a todas partes». Es lógico, que este singular acontecimiento, desde cualquier perspectiva, produjera en los cenáculos políticos, la prensa y la opinión pública de la época, el consiguiente «revuelo» en cuanto a las opiniones vertidas sobre el hecho y sus consecuencias para la insurrección cubana derivada a plena guerra, que podría derivar más aún a favor de España. Los corresponsales tergiversaban las noticias a conveniencia de sus líneas de acción periodísticas. En la prensa neoyorquina, la que más de cerca seguía los acontecimientos, se dijo que Maceo había sido asesinado a traición o que le habían invitado a parlamentar y en el acto le habían matado. El Congreso norteamericano se reunió más de lo normal, y sus acuerdos oscilaban desde resoluciones pro-beligerancia como la de Cameron o actitudes más racionales como las del propio presidente Cleveland, tratando de frenar la oleada bélica, aunque, el día en que murió Maceo, fue obligado a admitir en su mensaje al Congreso el siguiente texto: «Habiéndose manifestado la incapacidad de España -todo lo contrario en aquel momento- para habérselas con la insurrección cubana... nuestro deber para con la soberanía de España será reemplazado por deberes más altos que difícilmente podemos vacilar en reconocer y cumplir», refiriéndose a la declaración clara de beligerancia, en la que intervendría Norteamérica con ayuda material y humana. Sin embargo añadió: «Si España ofreciera a Cuba una verdadera autonomía -una disposición autonomista que, manteniendo la soberanía de España, satisfaciera todas las demandas racionales de los subditos españoles- no habría un verdadero motivo que impidiera la pacificación de la isla». 155 Como era de suponer esta propuesta de Cleveland, no satisfizo a los que realmente deseaban «la guerra y sus consecuencias», proponiendo el senador Cameron el reconocimiento a la «República Cubana», que fue aprobada bajo la influencia que la prensa impuso en la versión dada a la muerte de Maceo, «como un crimen más cometido por los españoles en América», influyendo igualmente, entre los congresistas y opinión en general, las caricaturas grotescas que desde La Habana enviaban al periódico The World, sus dos empleados de conñanza Remington y Harding, expresamente enviados para tal fin por el expresado rotativo considerado, a través de la línea editorial seguida por su director Hearst, incitador de la guerra, el más independiente del momento y más anti-español de la prensa yanqui-norteamericana, a quien España debería recordar la misma política defensiva para «la masacre» de indios en las reservas asignadas en aquellos territorios que fueron españoles. Tras la muerte de Maceo, Weyler, muy optimista al considerar pacificada la parte oeste de la isla, puso en práctica su plan preconcebido cual era ocuparse de Máximo Gómez estacionado en la parte central y oriental. Incluso antes de la muerte del líder negro, Weyler, creyendo próxima aquella pacificación occidental, dictó una orden el 19 de diciembre, por la que pensaba poner en ejecución la táctica ya planeada de invasión de oriente, de la que entresacamos: «... Mi propósito es que, durante mi estancia en Pinar del Río, no quede un lugar o una montaña sin haber sido atravesada por la correspondiente columna -se refiere a las provincias de Habana y Matanzas, con la intención de operar rápidamente a su regreso de la zona de Pinar del Río-, y que se haya acampado en los sitios realmente sospechosos...». Era su objetivo peinar la zona con el propósito de evitar obstáculos en su próxima salida hacia Santa Clara y Camagüey. En cambio, Máximo Gómez, había recibido la noticia de la muerte de Maceo junto a su propio hijo Francisco, que pretendían reunirse con él a su requerimiento, hallándose en Oriente, y creyendo que ambos habían sido asesinados, informado por la prensa de Hearst, se dispuso a movilizarse para atacar a los españoles. Con ferocidad y fuerte resentimiento, se dirigió con las fuerzas hacia la trocha de Morón-Júcaro, para internarse en Matanzas, cambiando su táctica, estática hasta aquel momento, con destrucciones económicas, a la de la acción directa, que favorecía los planes de Weyler. Desde su posición privilegiada en Oriente, controlado eficazmente por el general Calixto García, y desde el cuartel general de Gómez en Camagüey -casi la mitad de la isla estaba controlada en este momento a excepción de las ciudades-, llevaron a cabo la llamada Campaña de la Reforma entre Las Villas y.Camagüey, ocupación que se efectuó con tanta 156 contundencia que las numerosas tropas de Weyler no pudieron tomar aquel pequeño territorio defendido por un pequeño número de soldados cubanos, a decir del propio General Gómez. En Oriente, Calixto García obtiene a principios del verano el éxito en la toma de la Ciudad de Victoria de Las Tunas y Guisa, importantes centros de abastecimientos y operaciones del ejército español, ciudades en las que los rebeldes cubanos lograron un importante botín en material de guerra e incluso con numerosos prisioneros. Máximo Gómez, a principios de junio, siguiendo con su nueva táctica de ataque a los españoles, se desplaza hasta Jinamaguayú en la provincia de Camagüey, desde donde prepara y obtiene la victoria de Saratoga, contra una columna española que le buscaba. Generalizada la batalla, en la tarde-noche del día 9, con fuerte acoso de la artillería española, Gómez dispone que se acose al enemigo durante toda la noche a través de guerrillas, mientras otras cortaban la alambrada que impedía el ataque directo contra las columnas españolas, único modo de cargar a machete. Sin embargo Gómez ordena la retirada refugiándose en el batey de la finca Saratoga, donde son acorralados durante más de treinta horas, esperando refuerzos, pero sorprendentemente los españoles emprenden la retirada por el camino real que va a la ciudad de Puerto Príncipe'^ Las circunstancias de la guerra hispano-cubana, no marchaban lo bien que deseaban los insurrectos y cubanos favorables a la independencia. Los contundentes éxitos de las fuerzas de Weyler -en número, formación, armamento y disciplina, muy superior- marcaban el curso de los acontecimientos hacia el triunfo en estos momentos, junio, julio y agosto de 1897. A tal respecto Hugth Thomas" nos aporta «... El optimismo español había crecido... A principios de verano el único cabecilla rebelde destacado que quedaba en el oeste de Cuba, Quintín Banderas, se hallaba rodeado. Máximo Gómez, en Santa Clara, no tenía muchos seguidores... y solamente la región de Oriente, fuera de las ciudades, era lo que quedaba a Weyler por someter...», por aquellas fechas. Sin embargo, añade, «el costo de la guerra en hombres y dinero... y conocido el peligro, siempre latente, de intervención de los EE.UU., era motivo para la incertidumbre, aun teniendo en cuenta los claros éxitos militares españoles en Cuba...», y también en Filipinas. La carta que el presidente de la junta cubana en Nueva York, Estrada Palma, escribió el 17 de junio al General Calixto García, en contesta a otra Fuerzas Armadas. Citado, págs. 449 y 450. HUGTH, Thomas: Cuba la lucha por la libertad. Vol. I, México, 1973, pág. 455. 157 suya en que pedía «ayuda» para la guerra contra España, es sumamente esclarecedora: «Comprendo..., le decía, su difícil situación. La verdad es que las fuerzas de Oriente y Camagüey son las únicas que se han movilizado en su totalidad, tanto en esta guerra como en la pasada -de 1868 a 1878-. Recordará Vd. que el general Rolof tuvo la idea de cruzar desde Las Villas hasta Camagüey para armarse y disponer allí un convoy de municiones. Desde luego, los hombres sin armas no pueden ahora cruzar la trocha... de no ser así esa habría sido la manera racional de incrementar las fuerzas de las Villas... Ahora estoy haciendo una especial petición de fondos a los emigrados. Tengo poca confianza en el resultado por que, en realidad, aquellos a quienes les ayuda algún valor patriótico tienen unos recursos financieros cada vez más pequeños, y los ricos, con pocas excepciones, son sordos a la voz del deber. Muchos de ellos, sin duda, verían con gusto un nuevo sometimiento de Cuba a España...». La única ayuda efectiva para la revolución cubana en estos momentos, era la prensa yanqui-americana y las continuas protestas del Secretario de Estado, Sherman, ante el gobierno español por los métodos de Weyler, a la que España contestó indicando «que si bien la guerra era dura, también había sido la civil americana, y se refería, a la invasión de los generales Hunter y Sheridan por el Shenandoah, a las actividades del general Sherman en Georgia, y a otros puntos oscuros de la historia de los EE.UU.». El mismo general Sherman, ya anciano, había defendido la política militar de Weyler, justificándola ante la táctica destructora de Máximo Gómez. Al comienzo de julio, este general, impotente, se encamina hacia provincia de Oriente, donde tuvo que mantener la disciplina, decaída desde algún tiempo, acompañado de la conducta ambigua de numerosos comerciantes, poniendo orden y remedio, y procediendo a la destrucción de bienes económicos, que por pertenecer a familias extranjeras, en principio afines a la Revolución, no habían sido destruidos con anterioridad. Regresó nuevamente a Camagüey, después del fatídico mes de agosto para la causa española por el asesinato del presidente del Consejo de Ministros Cánovas del Castillo, día 8 en circunstancias históricas no suficientemente investigadas, para atacar y poner sitio al pueblo de Cascorro en el momento en que el general en jefe Valeriano Weyler, se hallaba ya bajo «la espada de Damocles» para su destitución y relevo, octubre del mismo año, no por motivos militares exclusivamente sino netamente políticos y de presión yanqui-americana. A partir de estos momentos, siguiendo los hechos, España perdería la guerra de Cuba a pesar de las medidas de buena voluntad que siguieron a la destitución de nuestro protagonista. 158 4. POLÍTICA DE RECONCENTRACIÓN, TROCHAS Y CONS E C U E N C I A S PARA LA P O B L A C I Ó N CAMPESINA DE CUBA Las órdenes dictadas por Weyler encaminadas a poner en práctica la polémica «reconcentración», no fueron aplicadas contundentemente hasta octubre del mismo año de su toma de posesión, si bien tenía previsto llevarlas a cabo inmediatamente y como tal acordadas desde su partida de España previo acuerdo con Cánovas. Fueron las circunstancias de la propia guerra y la colaboración cada vez más intensa entre yanquis, rebeldes y población civil cubana, lo que motivó la aplicación efectiva de tales medidas. El general, prioritariamente, organizó el ejército, dividiéndolo en cuerpos, divisiones, brigadas y medias brigadas, suprimiendo muchos destacamentos inútiles formados por voluntarios y engrosando con ellos a los batallones, bajo mandos profesionales. Organizó fuerzas irregulares, táctica e información, una nueva división territorial militar así como el refuerzo de la trocha creada desde Morón y la creación de otra nueva con todos los adelantos militares, Mariel-Majana, entre las provincias de La Habana y Pinar del Río, donde operaba el ejército mambí a las órdenes del líder negro Maceo Grajal. Ordenó la «reconcentración», después de su toma del mando al comprobar que el éxito de movimientos en el campo rebelde dependía del apoyo que estaban recibiendo de los colaboracionistas que habitaban en pueblos próximos a sus posiciones, a lo que había que sumar la ayuda de filibusteros americanos que desembarcaban armas y pertrechos por la costa norte de la isla. Siguiendo a Poner, «... del millón seiscientos mil habitantes que aproximadamente había en Cuba cuando empezó esta guerra, unos doscientos mil eran españoles, quinientos mil negros o mulatos, unos ochocientos mil blancos cubanos o criollos y un número no determinado de chinos, jamaicanos, haitianos y otros. Los españoles, con alguna notable excepción, en especial dentro del clero, se mantenían fieles a España y en contra de la revolución de los cubanos. Los negros, con excepciones puntuales, estaban entusiásticamente unidos para apoyar a los rebeldes bajo promesa de abolición de la esclavitud, y por que intuían que al final triunfaría la rebelión contra España... Esperaban que bajo el nuevo régimen tendrían condiciones muy similares a las de la vecina república de Haití... soñaban con una Cuba libre». En cuanto a los cubanos considerados blancos se hallaban divididos, si bien la mayoría apoyaba la revolución junto con los negros. Sin embargo 159 los que tenían propiedades, posición y riqueza de algún tipo, se opusieron más claramente a la revolución. Temían por el futuro de Cuba y de su «status», considerando que sólo estarían a salvo bajo el dominio español, a pesar de controversias y entibiamientos producto de la discriminación llevada a cabo por la administración colonial a lo largo de los últimos años. Todo este cúmulo de circunstancias motivan para tomar la medida reconcentradora de población civil del campo en los poblados, sin la cual era imposible su control, organizando zonas de cultivo en todas las zonas con destacamentos destinados a dar alimentación a los concentrados. Evidentemente su aplicación exhaustiva suscitó la crítica desde el mismo campo rebelde y sobre todo de la prensa yanqui-norteamericana, sesgada, parcial e interesada en el asunto. Estas crueles órdenes, a decir del propio nieto del general extraídos de documentación inédita, fue necesario ponerlas en práctica debido a «las bondades» de los insurrectos, que arrasaban los campos y sus cultivos sin importarles la subsistencia de la población civil con mayoría de ancianos, mujeres y niños, ya inmersos en la miseria de la guerra. Esta medida despertó contra Weyler odio y sobre todo «intranquilidad » para los insurrectos, que tenían más dificultades para recibir informes, abastecimiento y ayuda del interior y también del exterior, toda vez que los buques contrabandistas no tenían los puntos de apoyo a que estaban acostumbrados. Weyler fue achacado de cruel y despiadado, pero esta táctica surtió efecto en el curso de la guerra a pesar de la injusticia que representaba. El mismo general, en sus desplazamientos, conocía «in situ» el inevitable mal causado..., dice su nieto Weyler y Puga... «tenía ocasión de ver a los viejos, mujeres y niños desolados... se le encogía el alma, pero sabía que sus disposiciones eran necesarias para acortar la guerra y sus inherentes miserias... ¡Cuántas veces, entristecido, se le oía musitar entre dientes, es lamentable, es terrible, pero es necesario!». Las críticas interesadas, sobre todo yanquis, tenían fundamentos de tipo bélico, no humanitario, a favor de los insurrectos. Se esparcieron noticias totalmente falsas como que «había miles de norteamericanos reconcentrados que necesitaban socorro», resultando una treta para intentos de invasión, toda vez que los yanquis de Cuba ya se habían sumado a los rebeldes desde el principio. Si bien es cierto que Weyler tomó la medida, lógica desde toda perspectiva militar, por la que obligó a los ciudadanos americanos a inscribirse en un registro especial, conforme establece la propia ley cubana, para de esta forma evitar que aquellos que resultaban prisioneros por acciones de guerra, no alegaran la condición de norteame- 160 ricano sin haber salido nunca de Cuba, evitando así que operaran bajo esta protección aparentemente legal. La concentración de población civil en zonas determinadas previamente establecidas, no fue algo ideado o exclusivo de Weyler. El mando anterior responsable a su llegada, los capitanes generales Emilio Callejas, Arsenio Martínez Campos y Sabas Martín, habían permitido a la gran mayoría de cubanos del campo permanecer en sus lugares habituales de residencia, si bien Martínez Campos ya había apuntado en correspondencia con el presidente Cánovas del Castillo, la necesidad imperante de esta medida reconcentradora para la población rural cubana. Weyler, al comprobar la ayuda que la gente del campo prestaba a la causa revolucionaria, decidió poner en práctica tales medidas. De esta manera obtendría varios factores militares favorables a su política como eran: privar a los mambises de sus medios de subsistencia, privarles de la información precisa para sus movimientos y encuentros con las tropas españolas, impedir la propaganda revolucionaria, evitar nuevas captaciones de adeptos en la masa rural y sobre todo desmoralizar a los soldados rebeldes, ya que muchos de ellos tenían familiares en los campos de concentración. Con estos objetivos, claramente militares y muy utilizados en posteriores acontecimientos bélicos hasta nuestros días, Weyler controlaba a cientos de miles de hombres, mujeres y niños, bajo dominio, aunque la medida fuera inhumana desde otro punto de vista. La proclama, íntegramente, decía: «1. Todos los habitantes de las zonas rurales o de las áreas exteriores a la línea de ciudades fortificadas, serán concentrados dentro de las ciudades ocupadas por las tropas en el plazo de ocho días. Todo aquel que desobedezca esta orden o que sea encontrado fuera de las zonas prescritas, será considerado rebelde y juzgado como tal. 2. Queda absolutamente prohibido, sin permiso de la autoridad militar del punto de partida, sacar productos alimenticios de las ciudades y trasladarlos a otras, por mar o por tierra. Los violadores de estas normas serán juzgados y condenados en calidad de colaboradores de los rebeldes. 3. Se ordena a los propietarios de cabezas de ganado que las conduzcan a las ciudades o sus alrededores, donde pueden recibir la protección adecuada». Al principio las zonas de confinamiento guardaban un eficaz funcionamiento en base a la sanidad, vivienda, agua y otros requerimientos necesarios, siempre que las condiciones lo permitieran. Había parcelas de terreno próximas a las áreas protegidas con el fin de que fueran cultivadas por los concentrados para su propia subsistencia. Más tarde, aparte de que Weyler puso poco interés en que sus órdenes se cumplieran, según apunta 161 Foner, no había suficientes facilidades para los pobres campesinos y sus familias que eran, en cada vez mayor número, conducidos a las superpobladas ciudades. Desde sus inicios esta medida tenía por sí que ocasionar problemas y así leemos en el artículo de El País, periódico de Sancti Spíritus, 5 de abril de 1896, cuando comenzaba a ponerse en práctica... «en los últimos pocos días se han sucedido a intervalos de segundos cuadros de desesperación presentados por las gentes que entra en las ciudades... La situación de esta gente va a ser siempre difícil desde todos los puntos de vista y más en este distrito militar a causa de una medida que obedece a una orden superior, que prohibe plantar maíz y plantaina y que también atañerá al azúcar de caña, que tiene una doble utilidad, las hojas como pienso para el ganado y el tronco para fabricar azúcar... limitación que si se tiene en cuenta que el más alejado fuerte está justo a las afueras de la ciudad y que el número de gente de campo confinada en ella es grande». Incluso la propia prensa cubana y pro-española avisaban que estas disposiciones eran demasiado imprecisas y difíciles de llevar a cabo con cierto orden, y que la tragedia de los campesinos se veía venir. Pero este aviso fue ignorado tanto por los funcionarios españoles como por las autoridades de las ciudades donde habrían de reconcentrarse estas masas. El resultado pronto se hizo evidente, por la falta de subsistencias, precaria desde antes de la llegada de estos contingentes humanos. Los más pudientes, llenos de humanidad unos, se dispusieron a auxiliar a los concentrados, pero hubo otros que los culpaban y por tanto eran merecederos de su propia suerte, ya que con la ayuda a los rebeldes habían prolongado el conflicto armado. La situación se complicaba a medida que avanzaba la guerra. Los sufrimientos y calamidades aumentaban en su irregular forma de vida en barracones, almacenes o refugios abandonados, durmiendo a veces en patios o resquicios de puertas y accesos, sin la más ligera protección contra los elementos, especialmente grave para ancianos, mujeres y niños, que morían continuamente. Observadores contemporáneos describen los terribles sufrimientos de estas gentes. En La Habana, describen un punto de concentración «... consistente en una vieja nave de almacén abandonada que descansaba sobre pilotes medio derrumbados sobre un gran charco de agua maloliente en la zona de los muelles. El suelo era inseguro y estaba lleno de agujeros. No había separaciones entre hombres y mujeres, ni existían lavabos, ni camas... Las enfermedades aumentaban cada día entre esas familias. Las tropas españolas ocupaban tantos edificios que no queda hospedaje decen- 162 te para el excedente de la población. Los lugares donde viven los reconcentrados son poco más que cochiqueras y la gente ha dejado de respirar el limpio aire al que estaba acostumbrado. Esto, junto con la escasez de alimentos está resultando en cientos de muertes»'", nota... Lee a Day, 18 enero 1898, Departamento de Estado, La Habana, National Archives... Evidentemente son fuentes interesadas. Entre mayo y junio de 1897, momento en que teóricamente el curso de la guerra en lo militar lo controlaba Weyler, William J. Calhoun, efectuó un estudio «in situ», en varias ciudades de la zona central de Cuba. El día 22 de junio escribió, refiriéndose a las concentraciones en las afueras de Matanzas: «... entré en las chozas, hablé con las gentes y vi pruebas de privaciones y sufrimientos que hicieron sangrar mi corazón por las pobres criaturas... Vi niños con miembros hinchados y aspecto hidrópico que se debía al hambre... Es poco práctico detenerse ante el triste cuadro. En mi opinión si la actual política continúa dará por resultado la extinción gradual, pero cierta, de estas gentes. He hablado con muchos desinteresados y sin prejuicios de diferentes partes de la isla y todos han contado la misma historia de sufrimiento y muerte por parte de los desvalidos reconcentrados...». El 8 de noviembre de 1897, ya cesado Weyler, tras los acontecimientos de carácter político que siguen al asesinato de Cánovas del Castillo un mes antes, el director de la John F. Craig & Cía. de Filadelfia, con intereses en Cuba, escribía al secretario de Estado John Sherman, en base a noticias recibidas desde la isla que... continúan las privaciones y sufrimientos de los campesinos conducidos a las grandes ciudades bajo los decretos gubernamentales... para los que se solicita socorros y alivio... Hombres, mujeres y niños hacinados por miles en corrales sin tejados y sin alimento suficiente, ropas o medicinas y en lamentables condiciones sanitarias, están muriendo en gran número diariamente...». Reiteramos que la prensa y opinión norteamericanos eran parte interesada en estas acontecimientos, y cuyos resultados fueron la destitución de Weyler, la concesión de una autonomía, que no sirvió de nada, y por último la declaración de guerra y ocupación efectiva de la isla por fuerzas de ese país. En el estado de guerra que se mantenía en Cuba, es obvio reconocer que las condiciones de los concentrados eran pésimas y su supervivencia dependía principalmente de ellos mismos. Poco podían esperar del gobierno o mandos españoles. La comida se suministraba irregularmente y con- '" Notas, capítulo Reconcentración, Philip S. Moner, citado, pág. 165. 163 sistía en los sobrantes de las guarniciones militares o lo que los mismos reconcentrados pudieran recopilar. Miles de personas extenuadas, enfermas y muriendo se movían como fantasmas por las calles de las ciudades y pueblos donde se hallaban, por cumplimiento de las medidas, a la búsqueda de limosnas y recogiendo migajas de españoles y extranjeros y muriendo con frecuencia en las aceras. Siguiendo a Moner, las chicas jóvenes se vendían a los soldados españoles y a los civiles por un trozo de pan, alguna medicina o ropa, por otra parte común a cualquier guerra o catástrofe. Es de suponer que los concentrados conseguirían salvoconductos que les permitieran legalmente desplazarse por las zonas agrícolas a la búsqueda de comida, organizados en brigadas, y sorteando los lugares más conflictivos de la guerra. El soborno jugaba un importante papel en el tratamiento de aquellos que dispusieran de algún «bien» considerado de utilidad, y los funcionarios españoles, oficiales de baja graduación y comerciantes del mercado negro, harían negocios abasteciendo a los reconcentrados con más solvencia, a cambio de los objetos de valor u otros servicios. Es difícil determinar con certeza la cantidad de personas reagrupadas como consecuencia de las órdenes dictadas por Weyler. Stephen Bonsal, agudo observador norteamericano a decir de Moner y al que también alude el historiador cubano José Manuel Cabrera'^ nos aporta datos difícilmente cuantificables, por carecerse de fuentes fidedignas. Estimaba para diciembre de 1896 unos 400.000 cubanos no combatientes que catalogaba como reconcentrados en lugares escogidos o no con ese objetivo, pero en todo caso considerados como destino para «servir a una política de exterminación ». Otras fuentes yanquis sitúan el número de concentrados entre 500.000 y 600.000 cubanos. Igualmente son diversas las estimaciones sobre el número de fallecidos en estas concentraciones, difícil de cuantificar toda vez que no se llevaban registros de los muertos y sus causas. Carlos M. Trelles y Govín, historiador cubano, afirma que por estas causas murieron «no menos de 300.000», incluyendo al parecer los residentes habituales de las ciudades, antes de la medida, y que no fueron reconcentrados como tales, y los que murieron «por incumplir la orden». La mayor parte de las fuentes de la época están de acuerdo en la cifra de 50.000 desaparecidos sólo para la provincia de La Habana. El político y abogado español Alvaro de Figueroa, " En su excelente Historiografía de Cuba, José Manuel Cabrera, analiza el libro de BONSAL: The Real Condition ofCuba Today, «en una patética descripción profundamente sentida, de miseria, angustia e increíble mala suerte de la población campesina de Cuba bajo el mando de hierro del general Weyler». México, 1962, pág. 290. 164 conde de Romanones, habla de 300.000 reconcentrados agonizantes y famélicos muriendo de hambre y de miseria alrededor de las poblaciones en las que fueron reagrupados. Y el célebre político e intelectual de ideas progresistas en la contienda por el poder en España, a principios del presente siglo, José Canalejas, afirmó «que aún antes de terminada la guerra cubana, entre los muertos caídos en el campo de batalla, por las enfermedades y la reconcentración decretada por Weyler, ascendían aproximadamente a la tercera parte de la población rural de Cuba». A este respecto otro historiador cubano, José Cantón Navarro, ya citado, nos apunta que la monstruosa medida, no dio los resultados que España esperaba. Si bien es cierto que aniquiló gran parte de la población civil y causó estragos entre las filas insurrectas, también obligó a miles de hombres, cubanos o vinculados a Cuba, a tomar las armas contra la metrópoli y provocando a su vez una ola de indignación contra España en muchos países del mundo. No obstante, afirma, el curso de la guerra siguió favoreciendo a las armas cubanas, cesando la reconcentración hacia marzo de 1898, ya sustituido Weyler y en pro de la política pacifista que imponen las circunstancias. Sin embargo pese a las pésimas condiciones de vida en los campos de concentración, los campesinos cubanos la consideraban menos peligrosa que permanecer en los campos. Moner indica que el simple hecho de ser sorprendido algún evadido en la casa o bajo la protección de cubanos, significaba la muerte segura para todos los implicados. Los campesinos cubanos, emulando otras épocas, buscaban las partes más inaccesibles de las montañas, bosques, pantanos, «la manigua» en suma, donde corrían serio peligro. Las patrullas españolas tomaron siempre especial interés en buscar evadidos, sobre todo los incursos en hechos de sangre o considerados peligrosos o perjudiciales para el transcurso de la guerra. A su paso destruían cultivos y animales con objeto de impedir su utilización por los rebeldes mambises que aún se movían en la ilegalidad. Un jefe de una unidad rebelde de caballería relataba, según recoge Moner, en el libro citado, pág. 163, que « ...en los campos no hay nada sino ruinas y cenizas. En muchos lugares los campos sembrados han sido desenraizados completamente. El poco ganado que quedaba ha sido muerto por los fusiles españoles por que no querían que fuese útil a la revolución cubana. Es una gran pena ver familias que han escapado de las zonas de reconcentración buscando comida para sus hijos desesperadamente». En un informe de William J. Calhoun, funcionario civil del Gobierno norteamericano en Cuba, decía: «He viajado en ferrocarril desde la Habana hasta Matanzas. El campo más allá de los puestos mihtares está prácticamente despoblado. 165 Cada casa ha sido quemada, los plátanos cortados, los campos de caña barridos por el fuego y destruida cada cosa que sirviera de alimento... No vi ni una señal de vida, salvo un buitre ocasional o un cuervo volando. El campo estaba envuelto en la calma de la muerte y el silencio de la desolación ». Es evidente que una política de este tipo nunca constituye una solución ideal, al menos en el momento avanzado de la guerra en la que fue dispuesta. No hizo más que exacerbar los ánimos de aquellos que combatían con el ideal de la Cuba independiente. El sufrimiento de sus familiares recluidos, reconcentrados o abandonados a su suerte, no habían hecho otra cosa que incentivar aún más el esfuerzo para expulsar a los españoles de la isla. Estos hechos nunca han obtenido el resultado deseado y así lo hemos visto en otros momentos de la Historia: la antigua Asiria, las reservas indias en Norteamérica, los campos de exterminio nazis, o el régimen sudafricano, camboyano, etc. Esta política netamente militar del general Weyler, haciendo uso del maquiavelismo más extremo y con el último fin que era ganar la guerra a la que los políticos españoles le enviaron como general en jefe, no obtuvo el resultado deseado por distintas circunstancias adversas. La suspensión de las labores agrícolas y el abandono de la vida en el campo incrementó el número de adeptos que se suman a la causa cubana, a lo que añadimos la destrucción económica de todos los factores de producción que perjudicaba a ambos bandos. La desesperación, miseria, muerte y caos que sigue es «el caldo de cultivo» esperado y deseado por la caterva de periodistas yanquis afincados en la isla, que servían puntualmente la noticia, claramente interesada y partidista, a sus rotativos norteamericanos, especialmente notable The World, y que como agencias de noticias de la época catapultaban sesgadas observaciones al mundo más desarrollado de la época, especialmente Europa y América, produciendo el efecto que buscaban desde el inicio: «el tópico de la crueldad española en América desde la conquista cuatro siglos antes y que tan claramente tenía, a su manera, el mundo anglosajón en la versión propia de las obras del padre de Las Casas». Esta presión periodística, diplomática y política sobre Weyler, a lo que se une el acontecimiento nefasto para la historia de la España contemporánea como fue el asesinato de Cánovas del Castillo -cometido por el anarquista Angiolillo, quien días antes había contactado en Londres con agentes cubano-yanquis-, dio totalmente al traste con el deseo de este general, encomiable desde todo de punto de vista de un militar de la época, cual fue su propósito de ganar la Guerra de Cuba, prácticamente per- 166 dida cuando tomó el mando de las operaciones el 12 febrero de 1896 y en cuya misión puso el máximo empeño como militar. 5. A MODO DE EPÍLOGO Valeriano Weyler y Nicolau fue ante todo un militar, consecuente y efectivo como tal, de lo que hizo gala en todas las actuaciones en las que participó, como subordinado o investido en el mando total como así ocurre en la definitiva guerra cubana. Distinto puede resultar su carácter y su personalidad que es propia de cada ser humano individualmente. Militar de profesión en el más amplio sentido en que esta actividad era considerada en su tiempo, por el concepto de la guerra y las circunstancias que la acompañaron todo el siglo, las napoleónicas, las de yanquis contra confederados, o la cubano-hispano-americana hasta 1898, entre otras. El concepto de honor y valor militar era común en la época y tenido en alto concepto dentro de un régimen clasista con ordenamiento propio. El permanente enfrentamiento entre políticos y militares, fue también decisivo a la hora de imprimir carácter en este estamento, que actuaba con plenos poderes y decisiones en clara desobediencia al mandato político, numerosas veces a través de «los pronunciamientos», tan en boga en la España del pasado siglo y tan propio de los países del área iberoamericana, que acuñaron el hecho como acto a convertir en un «tópico» universal por otros ejércitos en la asunción del poder civil, casi siempre cruento. Este general llegó a Cuba, febrero de 1896, para ganar una guerra en circunstancias adversas, con poderes máximos y con la consigna «maquiavélica » para hacer uso de cualquier estrategia con el objeto de conseguir aquel fin, por otro lado común a cualquier otro militar de alto grado que se precie. Severo, obstinado e inhumano, su espíritu militar se forjó en todo tipo de pruebas a lo largo de su vida. Fue inteligente y portador de rápida visión para solucionar los acontecimientos que le afectaban, respondiendo con seriedad tanto a las órdenes que tenía como al tipo de guerra que le imponía el enenúgo. Según recoge Luis de Armiñán Pérez, Weyler, (Ed. Gran Capitán, 1946), había sido agregado militar en Washington durante la guerra civil yanqui-confederada admirando mucho al general Sherman. En sus costumbres privadas hacia gala de «puritanismo británico» -tenía ascendencia germánica-. En campaña era capaz de satisfacer su hambre con un trozo de pan, una lata de sardinas y una jarra de vino. Normalmente dormía en el duro 167 colchón de soldado raso y nunca fumaba ni era adicto a bebidas alcohólicas. Su carácter era seco y reservado, muy autoritario, tenaz, si bien fue muy anticlerical. Mantuvo disciplina y crueldad en el trato hacia hombres con los que se relacionaba, muchos a lo largo de su vida profesional, y sin embargo amaba a los caballos, llegando a costear personalmente unas caballerizas en Madrid, para salvarlos del matadero. Tuvo gran influencia en el Ejército Español aportando su gran experiencia, especialmente entre los oficiales jóvenes y ambiciosos, entre los que se encontraba el que sería años más tarde el General Franco, cuya personalidad y comportamiento se asemejó en mucho a Weyler. Su fuerte salud y constitución, a pesar de su baja estatura, le permitieron llevar a cabo guerras en zonas tropicales, Santo Domingo, Filipinas, Cuba, así como larga estancia en Canarias, comportándose «como si hubiese nacido en una marisma». En su biblioteca no faltarían los acontecimientos bélicos de mayor trascendencia de la Historia, especialmente militar. Admiró la disciplina prusiana y a su artífice Federico el Grande, o Rey Sargento, al igual que a la caballería, que potenció al máximo. Los Tercios de Flandes, la centuria romana o la falange macedónica, serían de su máximo interés; tampoco se hallaría ajeno a los acontecimientos ocurridos en los últimos años de su vida, guerra de África, desastre de Annual, informe Picasso, muerte del General Silvestre, dictadura de Primo de Rivera, fascismos de Alemania e Italia, inicios del falangismo español. Seguramente comentaría estos hechos con sus allegados desde su óptica y larga experiencia como militar probado en varias guerras. No se ocultaba entre los generales de la época sus cualidades y aptitudes militares para el mando. El mismo Martínez Campos, en junio de 1895, a la vista del cariz negativo que tomaba el avance de los insurrectos y la misma situación civil en Cuba, escribió a Cánovas del Castillo: «Sólo pocos españoles de la isla se proclaman como tales... el resto... odian a España; las masas, como resultado de la acción de la prensa y de los clubs y del abandono en que se encuentra la isla desde Polavieja, se han entregado al libertinaje y a la resignación... por miedo, hasta los más timoratos estarían dispuestos a seguir a los jefes insurrectos... y añade que la única política eficaz debía ser la de crueldad sistemática. Yo no puedo, como representante de un país civilizado, ser el primero en la intransigencia. Debo confiar que empiecen ellos... Podríamos reconcentrar a las familias del campo en ciudades, para su control, pero sería difícil y la miseria y el hambre que esta medida ocasionaría, serían terribles... Esto sería factible, pero sólo en última instancia, y yo creo que carezco de cualidades para llevar a cabo una política de este tipo. Y añade que entre nuestros generales, en la actua- 168 lidad, sólo Weyler tiene la capacidad necesaria para este tipo de política, pues es el único que reúne la inteligencia, valor y conocimientos de la guerra necesarios... Reflexione, mi querido amigo, y si, después de discutirlo, aprueba esta política, no tarde en relevarme de mi puesto». Y finalmente el General Martínez Campos concluía: «incluso si ganamos en el campo de batalla, mi opinión leal y sincera es que, con reformas o sin reformas, antes de doce años, tendremos otra guerra». Una vez cesado y sustituido por el General Blanco, en virtud de los acontecimientos ya citados, regresa a España, dando cuenta de su gestión al nuevo gobierno, si bien no decaerá su carrera militar. En 1909 sofocaría el levantamiento de la Semana Trágica de Barcelona, hallándose destinado en dicha Región Militar, «y con su sola presencia» a decir de algunos biógrafos. Llegó por ascenso escalafonal al grado de Capitán General. 169
Click tabs to swap between content that is broken into logical sections.
Calificación | |
Título y subtítulo | La Guerra de la Independencia de Cuba y la Hispano-Cubano-Norteamericana contexto internacional |
Autor principal | Leal Cruz, Miguel |
Publicación fuente | Tebeto : anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura (Islas Canarias) |
Numeración | Número 11 |
Sección | Historia |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Fuerteventura |
Editorial | Cabildo Insular de Fuerteventura |
Fecha | 1998 |
Páginas | p. 125-170 |
Materias | Cuba ; Historia ; 1895-1898, Guerra de la Independencia ; Intervención norteamericana ; Relaciones internacionales-Estados Unidos |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 2185934 Bytes |
Texto | LA GUERRA DE INDEPENDENCIA DE CUBA Y LA HISPANO-CUBANA-NORTEAMERICANA. CONTEXTO INTERNACIONAL MIGUEL LEAL CRUZ (Historiador. La Laguna. Tenerife) 1. RESUMEN APROXIMADO DEL TEMA A EXPONER. CUBA 98: WEYLER La Guerra de Independencia de Cuba, a pesar del esfuerzo de los españoles y de los mandos militares de la Isla, se extiende desde oriente hasta la zona de Pinar del Río, en el mismo año 1895, amenazando, finalmente, a la propia capital, sede suprema de la administración civil y militar españolas. La situación impone jugarse una carta a la desesperada, ya que tras los insurrectos cubanos se encuentran los EE.UU. España, con impulso patriótico se empeña resueltamente en la lucha y opta por enfrentarse en una cruenta guerra, pero no a plegar la bandera que durante cuatro siglos ondea sobre la Perla de Las Antillas y considerada «la siempre fiel Cuba». Dos años de lucha desesperada parecen no intimidarla. Sus hijos mueren a millares en los hospitales y en las agrestes montañas segados por la fiebre amarilla, o en los enfrentamientos bélicos cuerpo a cuerpo. Al general Martínez Campos, que ya intuye la pérdida de la Isla, le sucede el general Weyler y Nicolau, que con táctica puramente militar intenta cambiar el signo de los acontecimientos adversos. Aplicó sin miramientos la cruel «reconcentración», multiplicando los «campos de reagrupamiento», en tajante orden de fusilamientos masivos, bajo mínimo pretexto, entre los que no acudían al cumplimiento de las medidas dictadas, afectando principalmente a los ancianos, mujeres y niños por hallarse muchos adultos en el bando insurreccional. El político y abogado español Alvaro Figueroa, conde de Romanones, aporta datos escalofriantes: «más de 300.000 reconcentrados agonizantes y famélicos, pereciendo hambre y enfermedades alrededor de las poblaciones designadas por Weyler en el famoso bando, siempre próximas a las trochas». Otro político español José Canalejas, nos dice: «que no finalizada aún la guerra cubana, entre ésta y la reconcentración de Weyler ya 127 habían originado la muerte de, al menos, la tercera parte de la población rural de Cuba». Al general Maceo, el más encarnizado enemigo de Weyler, muerto en una emboscada, le sucede en el mando insurreccional el otro enemigo en la contienda: Máximo Gómez, que mantiene con valor el combate, usando de una extraordinaria táctica militar. (Leal.) 2. WEYLER EN CUBA, ASPECTOS GENERALES E INTRODUCCIÓN AL PERÍODO La Guerra de independencia de Cuba (1895-1898), definitiva a pesar del esfuerzo de los españoles adictos y de los mandos militares en la isla, se extiende rápidamente desde Oriente hasta la provincia de Pinar del Río, en acción combinada de fuerzas insurrectas cubanas que asombraron al mundo de la época en el mismo año 1895. La opinión pública fue hábilmente movilizada a través de la prensa, único y eficaz medio de comunicación de masas y que constituía un factor influyente, quedando amenazada, por último, la propia Habana sede suprema de la administración civil y militar españolas, en estado de alerta desde finales de dicho año y dos meses antes de la llegada del nuevo Capitán General: Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife. La situación impone la toma de decisiones a la desesperada, ya que tras la insurrección se ve claramente la ayuda de los EE.UU. en armas y material desde las costas de Florida. España con gran alarde de patriotismo se empeña resueltamente en la lucha y decide enfrentarse a la situación en una cruenta guerra de tres años, para nunca plegar la bandera que ha ondeado durante más de cuatrocientos años sobre la Perla del Caribe que consideraban plenamente como «la siempre fiel Cuba». Dos años de lucha desesperada no parecen intimidarla a pesar de las enormes pérdidas en hombres, material y dinero. Sus hijos mueren a millares en los hospitales o en las agrestes montañas, en la tupida manigua o segados por la fiebre amarilla y otros virus tropicales que tanto prolifera-ban. Al general Martínez Campos, que ya intuye la pérdida de la isla, le sustituye en el gobierno y jefatura del ejército otro general de prestigio que también conocía Cuba, Weyler, militar español de gran experiencia que ya había operado con el mismo Martínez Campos en la campaña de los «diez años», y que asume las riendas del mando supremo el 12 de febrero de 1896 en breve acto de toma de posesión en la Capitanía General de La Habana. 128 Con táctica netamente militar intenta cambiar, por todos los medios, el signo adverso de los acontecimientos, aplicando nuevos métodos, considerados bárbaros, contra los insurrectos y elementos no adictos a la causa española que llegaban a su punto culminante en el bando de reconcentración firmado, pero que tiene efecto mucho después de su toma de posesión, el 21 de octubre del mismo año, al ver clara la concomitancia entre población civil con rebeldes y yanquis, orden que disponía: «... todos los habitantes en los campos o fuera de las líneas de fortificación -se refería ya a la creada por él desde Mariel a Majana- y de poblados, se reconcentrarán en el término de ocho días en los pueblos ocupados por las tropas. Será considerado rebelde y juzgado como tal, todo individuo que transcurrido dicho plazo se encuentre en despoblado...». Como apunta el profesor cubano José Cantón Navarro', la citada orden motivó que «miles de cubanos tuvieran que abandonar sus hogares, fincas y demás propiedades -salvo los animales domésticos y enseres personales- y se trasladarían hasta los lugares designados por el bando. Los concentrados, sin medios de vida vagaban por los portales, parques y calles de las poblaciones, durmiendo a la intemperie y subsistiendo de la caridad pública», puesto que el ejército español poco o muy poco podrían hacer por ellos, sólo vigilarlos. Esta política de concentración en múltiples campos independientes, donde se fusilaba bajo mínimo pretexto a aquellos de sospechosa conducta de no afección -mujeres, niños, e incluso hijos de ilustres militares españoles, que resultaran sospechosos-, produjo la crítica de la prensa yanqui con el consiguiente daño a España y a su política colonial, al quedar afectados por dichas medidas la población campesina formada principalmente por ancianos, mujeres y niños al hallarse muchos de los adultos huidos o en el bando insurreccional ya nominado Ejército Liberador de Cuba y en abierta guerra contra el Ejército Español en la isla. La situación de guerra desesperada en que desembocó, dio lugar a excesivos gastos a la hacienda española que llegado el momento devaluó la peseta cuando su cotización en el mercado internacional era superior a la del mismo dólar norteamericano. La tópica frase «España pondrá en Cuba el último hombre y gastará la última peseta», no la pronunció solamente Cánovas del Castillo, también la usó, para sus intereses azucareros en la isla. Romero Robledo, político conservador vinculado por matrimonio a la familia cubana de los Zulueta propietario de varios ingenios azucareros, que repitió insistentemente: «antes ' CANTÓN NAVARRO, José: Cuba y el desafío del Yugo y La Estrella. Editorial Si- Mar, S. A., La Habana, 1996, pág. 67. 129 de transigir daremos la última gota de nuestra sangre y gastaremos el último escudo de nuestros bolsillos». Asimismo, al inicio de la guerra, en 1895, el entonces líder de la oposición liberal, Práxedes Mateo Sagasta^ con apasionamiento inusitado previno ante el parlamento que el gobierno español estaba dispuesto a «invertir el último hombre y la última peseta para aplastar la rebelión cubana». Más tarde, a la vista de las circunstancias en Cuba y en el mismo territorio español, modificó totalmente aquella premisa, puesto que llegado el momento de reflexión, ante la proximidad de la derrota que se intuía en aquel verano de 1898, aparece en un artículo editorial de El Nacional, respecto a aquella defensa a ultranza para conservar Cuba, lo siguiente: «cueste lo que cueste se transforma en pérdida de los fundamentos integristas preconizados, para acercarse más al sentido lógico y de racionalidad»... con una deuda que alcanza los 3.000 millones de pesetas, una inevitable guerra con los EE.UU. y todo perdido, y con la autonomía radical -en Cuba- que es igual a la independencia -que además los cubanos terminaron por no acatar- lo que supone la anarquía, ...¿pero es que nadie ha pensado en una anexión pactada y beneficiosa para España -o la venta en firme proyectada, pero no posible- que garantice las propiedades de los peninsulares y nos redima de la deuda? Todo este buen deseo se esfumó puesto que el escenario cambia radicalmente en el estallido de la guerra hispano-americana, ya irreversiblemente provocada por los intereses yanquis. ^ Raúl Roa, en la biografía, escrita para conmemorar el centenario de la Guerra del 68, sobre la figura de su abuelo. Ramón Roa; dice de Sagasta, en Aventuras, venturas y desventuras de un Mambí, La Habana, 1970, pág. 207: «Es el jefe de la oposición, un liberal de cascarrina, faltriqueras insaciables, y misal de contrabando...» y nomina a Cánovas del Castillo, oponente de Sagasta, como «castizo cavernícola y tribuno cazuelero» que había propuesto a Arsenio Martínez Campos como jefe del ejército colonial, que aceptó, olvidando que «segundas partes nunca fueron buenas», y que al fracasar estrepitosamente en esta su «segunda misión pacificadora» se propone para tal fin, por el mismo Cánovas, ahora desde la presidencia del gobierno, al general Weyler como el militar» que anticipa con su demoníaca política de «reconcentración» de campesinos en ciudades y villas, los más horrendos crímenes perpetrados por los nazis en sus campos de concentración y los imperialistas americanos en sus "aldeas estratégicas" de Viet Nan». A esto debemos añadir otra «pacificación similar» en Camboya. La del general Pol Pot y sus Khemers rojos con el resultado de dos millones de camboyanos exterminados o ajusticiados, en dos años. Raúl Roa define a su abuelo como un mambí de pluma y espada. Nació rico, peleó por la independencia de Cuba y murió pobre. Es el prototipo del hombre que define el año 1868, pero que en 1895 es desterrado a Santa Cruz de Tenerife por el gobierno español en Cuba, ciudad donde vivió perseguido hasta la paz de París que dio término a la guerra, regresando a Cuba pobre y enfermo, con el alma agradecida a los muchos tinerfeños que le ayudaron en horas muy amargas. Ibidem, págs. 212 y 213. 130 ¿Qué ocurrió para que la bella isla caribeña, la colonia más mimada y sentida de España en América, llegara a esta situación de descontrol que causó su pérdida? Una breve reseña de los acontecimientos que en la misma tuvieron lugar a lo largo del siglo, nos aportarán las causas y consecuencias para entender este desenlace no deseado y que fue motivo de fuerte convulsión espiritual para España que vería agotada su grandeza en los albores del siglo XX. Partimos del hecho, aceptado por la mayoría de cubanos, por el que la isla queda al margen de la emancipación americana desde los comienzos del siglo XIX. ¿Por qué todas las tentativas de revueltas en búsqueda de la independencia, siguiendo a sus hermanas americanas, fracasaron? La propiedad económica de las clases altas, las propiamente españolas, las cubanas y criollas, era motivación suficiente para no desear cambios violentos. Las revueltas de negros en Haití despertaban en los propietarios cubanos los peores rumores por «el miedo negro», que igualmente alcanzaba a los criollos y por que no a los mulatos acomodados, conocedores que cualquier independencia en la isla en aquellos momentos, desemboca en la creación de una república negra, añadiéndose a esto hacia la madre patria, en su enorme prosperidad, permanecería leal a España. Sin embargo comienzan los errores y los abusos de la administración, provocando el descontento que más tarde significaría la ruina de la espléndida colonia que se engulliría a sí misma con sus prodigiosas riquezas. El nombramiento del general Velázquez como gobernador militar provisto de amplios poderes y facultades indispuso, con su actuación, a los disconformes y menos pudientes, sobre todo a la vigorosa población mestiza muy abundante en la isla como consecuencia de la esclavitud institucionalizada. Viéndose excluidos de todos cargos, maltratados y olvidados, el descontento creció rápidamente transformándose en sublevación para separarse de la madre patria y constituirse en república como la vecina HaitP tras la insurrección negra e impensable para el status en la época de poderío blanco. ' ¿Cómo o por qué se permitió, tan «alegremente», la creación de esta República de mayoría negra en el Caribe esclavista, asiento de enormes intereses económicos creados por los imperios europeos? En 1801, L'Ouverture, antiguo esclavo, general del ejército francés en la colonia, se erige en Gobernador al margen de la administración francesa. En 1803, Napoleón envía tropas al mando del General Leclerc para someter la colonia y son, al fin, derrotadas, 131 Juan Lamore" apunta al respecto: «los cubanos pudientes trataron de obtener un acuerdo con España a modo de "espíritu reformista", cuyo portavoz fue el agrónomo Francisco Arango, encargado de presenciar a los españoles las reivindicaciones de los colonos cubanos "que nunca desea-proclamándose oficialmente la independencia de esta parte de la isla de Santo Domingo desde 1804, que se constituye en república con el gobierno y mayoría de negros exesclavos y primer estado independiente en la América Latina. A la propia monarquía hispana, con su gran imperio americano en aquellos momentos, no le convenía y tampoco a la incipiente república de norteamérica, creada por estas fechas, como país de enormes posibilidades y grandes recursos, precisamente explotados con mano de obra esclava. La propia Francia pierde esta valiosa colonia con sus intereses económicos, al menos parcialmente, y hasta la misma Inglaterra, igualmente con posesiones en la zona y todavía interesada en el comercio de esclavos. ¿Se debe la creación de dicho estado a la debilidad fi-ancesa, en un momento de guerra general, en la que también vende La Florida? Más bien creemos que se construye un país y una nacionalidad negra, para de esta forma controlar la esclavitud con más racionalidad. ¿O es un caso similar a la creación del estado de Liberia, posteriormente, o a los enclaves negros de la racista Sudáfrica en fecha no lejana? Otro acontecimiento geopolítico del área caribeña, en fechas más recientes del presente siglo, constituye la creación de la Cuba comunista, ante las mismas «narices de los EE.UU.», como consecuencia de la intransigencia norteamericana a que se obliga desembocar la revolución iniciada en Sierra Maestra contra Batista, por su líder máximo: Fidel Castro. La explicación de tal hecho ocurrido en un peUgroso momento de la «guerra fría», no es fácil, pero se pueden conjeturar motivaciones que justifiquen la creación del tal estado a sólo 180 km. de las costas de Florida, ¡sin que el poderoso mundo capitalista-occidental lo impidiera! Posiblemente Eisenhower y su gobierno creyeron que la revolución de Fidel y sus «barbudos» constituía otro más de aquellos «levantamientos tropicales», tan típicos en Cuba, a los que «el coloso del norte» no daba importancia y en muchos casos apoyaba. Cuando se comprobó la gravedad del problema se consiente, por el gobierno Kennedy, la invasión de Bahía de Cochinos y ante su fracaso estrepitoso, primera derrota clara de los norteamericanos en Sudamérica, decidieron la espera de acontecimientos. Con el relativo triunfo por la retirada de los misiles de Cuba en 1962, Norteamérica y otros países consideraban corta la vida del régimen castrista, pero que hoy dura 38 años habiendo superado la caída del Comecón, Pacto de Varsovia y el mismo muro de Berlín. Intuían, posiblemente, que una vez desaparecido el problema nuclear en Cuba, y con Fidel Castro afectado en su dignidad y abandonado por sus protectores de la URSS, a pesar de sus visitas a Moscú, el régimen comunista cubano no constituía peligro en aquel momento. En consecuencia se permitiría la consolidación del mismo e incluso su política internacional, sospechando que contribuiría a la conservación del llamado «mundo libre», en especial los países del área, por temor al marxismo. Surtió el efecto contrario a través de las ayudas al tercer mundo y por la eficaz propaganda anti-imperialista de auténticas «verdades como puños» en pro de la defensa de las clases marginadas, más de las tres cuartas partes de los habitantes del Planeta, que persisten hoy en día en amplias zonas de Asia, África y América. La Cuba de hoy necesita de la comprensión internacional y de inestimable colaboración hasta que se produzca la estabilidad económica definitiva ya iniciada con éxito, y así salvar el obstáculo que por causas bien sabidas, produce su retraso. (Nota del Autor.) " LAMORE, Jean: Cuba. Presses Universitaires de France, Oikos-Tau, 1971, pág. 34. 132 ron la ruptura", al menos en el primer tercio del siglo, salvo las revueltas negras de J. Antonio Aponte en 1812, cruelmente reprimidas». Sin embargo, también tuvieron lugar conspiraciones masónicas de encomiable valor filantrópico, igualmente fracasadas, como las llevadas a cabo por Román de la Luz y Joaquín Infante en 1809. Tres años después se aprueba la Constitución de Cádiz, votada también por los mismos cubanos a través de sus propios diputados, cuyo cuerpo legislativo de los progresistas del mundo en aquel momento, sirvió de fuente para otras normas y constituciones. Es a partir de 1836, al conocerse en Cuba el estallido de la revolución liberal en España, su espíritu militarista se traslada a la colonia antillana en la que el general Lorenzo se rebela contra el gobernador general Tacón, sin éxito notable, debiendo abandonar la isla ante el fracaso. En los años de ideas abolicionistas, propiciadas principalmente por los ingleses, la incidencia en Cuba fue notable sucediéndose revueltas de esclavos a partir del año 1843, «La sublevación de la Escalera», con tal formidable insurrección de negros que llevó la economía al desbarajuste total en el mismo año y siguiente, afectando a gran parte de la riqueza de los colonos esclavistas. La situación continúa tres años después con otra rebelión de mestizos conducidos por el general disidente español Narciso López, quien había penetrado en Cuba enarbolando, por primera vez, la bandera que más tarde sería la de Cuba Libre; más, en esta ocasión derrotado huye de la isla para regresar con mayor empecinamiento, si cabe. Tres años después la insurrección volvió a estallar con fuerte violencia, tras el anuncio de la toma de Cárdenas por fuerzas del mismo general López, desembarcado inesperadamente por la costa de Matanzas acompañado de quinientos filibusteros, yanquis casi todos. Al igual que en la anterior intentona este conato insurreccional duró pocos meses debido al poco valor demostrado por los indisciplinados alzados, a excepción de su jefe el general valiente, obseso y resentido. En 1851, en tercer intento, Narciso López reapareció en las costas de Cuba resuelto a explicar a los españoles o ha hacerse matar, como así ocurrió. Desembarca en Playitas con cuatrocientos hombres, ocultándose en la manigua para no ser descubierto por las tropas dependientes de la capitanía general que le esperan y con las que sostiene tres batallas indecisas contra un ejército diez veces más numeroso. Al final la fortuna le abandona y, éste heroico y empecinado guerrillero a la usanza patria, cae prisionero de los españoles siendo fusilado, o agarrotado, en el Castillo del Morro de La Habana el día primero de septiembre de dicho año, junto a los principales jefes que le acompañaron en la intentona. 133 Sin embargo, consecuencia de estas tentativas y otras que siguieron en Vuelta Abajo-Pinar del Río, se generalizó la idea de anexión a los EE.UU., a través de La Junta de la Habana, encabezada por Pinto, y más tarde por Bethencourt, con el fin teórico de llevar a cabo dicha anexión considerada en aquel momento como la solución más ventajosa para la isla. José Antonio Saco, político y pensador cubano se opuso, proclamando en sus escritos que: «... la anexión, a fin de cuentas no sería tal, sino la absorción de Cuba por Norteamérica, como un estado más de la Unión...», en cuya premisa acertó a la vista de los acontecimientos posteriores. En otro orden de cosas el reformismo propugnado por la política liberal española, tampoco surtió el efecto deseado en Cuba, si bien el Partido Reformista obtuvo, en 1865, la creación de la llamada Junta de Información que debía reunirse en Madrid para estudiar los problemas de Cuba, pero que no superó el año 1868, esto es, coincidente con el triunfo de los nordistas en la guerra de Secesión yanqui-confederada, toda vez que la citada junta se alineaba con postura esclavista de la isla, aunque más tarde fue abolicionista permitiendo el salario para el trabajo del negro. Los reformistas habían solicitado igualmente la libertad de comercio con los estados norteamericanos, cada vez más pujantes, y que los impuestos fueran de carácter general y no claramente discriminatorios que alcanzaran también a los españoles exentos y a sus intereses económicos en la colonia. El gobierno de La Habana, a indicación del de Madrid, lejos de asumir tal petición, impuso el decreto del 12 de febrero de 1867 que produjo profunda indignación y rebeldía en la burguesía criolla de origen español, especialmente en las regiones orientales, por afectar negativamente a su economía cañera. Este descontento motivó que los mulatos y negros libres e incluso esclavos, se unieran a los campesinos criollos. Las ciudades de oriente, las consideradas más progresivistas como Boyamo, Manzanillo, Santiago, apoyadas por las sociedades masónicas, optaron por la movilización contra la política discriminatoria española. El 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes, un afincado español y notable abogado, en unión de otro procer pro independentista, Juan Aguilera, y desde la finca Demejagua, propiedad del primero, se ponen a la cabeza de 200 hombres para enfrentarse a las autoridades españolas de Yara, constituyendo este acto, según la bibliografía cubana, el inicio de 30 años de lucha hasta la definitiva independencia de la isla. Con un variopinto ejército de unos 500 hombres asedian la ciudad de Santiago, durante tres meses, con base de operaciones en las colinas próximas, resistiendo con tenacidad todos los ataques que las defensas españolas de la ciudad dirigían 134 contra ellos. Posteriormente y con la ayuda de bandas de negros huidos, los llamados cimarrones, a los que se promete la libertad si era lograda la independencia y con la colaboración de numerosos cultivadores de la zona, asaltaron Bayamo que lograron dominar con la ayuda de la población descontenta, perdiéndose la ciudad a pesar de la fuerte resistencia española. Este acontecimiento anima a los rebeldes que extienden su acción con notable éxito por esta parte de la isla, ante el estupor de los cubanos afectos a España que reclamaban efectivos para que la insurrección fuera dominada. Por ambas partes se lucha con gran ferocidad y se cometen atrocidades de todo tipo, siendo frecuente el fusilamiento, sin apenas juicio, de prisioneros por ambas partes. Se incendian plantaciones y cualquiera propiedad de españoles o adictos, hasta la llegada de refuerzos solicitados a la Península. Los generales Balmaseda y Loné, a los que se une la inestimable colaboración del entonces militar en segundo plano pero que su prestigio aumentaba, Valeriano Weyler, que ya puso en práctica desde este momento los métodos llamados «bárbaros» con demostración clara de lo que será su «metodología militar», por otra parte normal en los ejércitos de la época, logran recuperar la ciudad de Bayamo -por cuya acción Weyler es ascendido a coronel-, al tiempo que en La Habana, son igualmente sofocados aquellos actos claramente antiespañoles, consecuencia de posturas contradictorias. Un grupo de voluntarios españoles disparan sobre señoras reunidas en el teatro de La Habana, durante una representación con una escárpela en que aparecían los colores de la bandera independentista. Un jefe rebelde, Thomas Jordán, destruye casi enteramente la ciudad de Holguín, al tiempo que otros insurrectos atacan Puerto Príncipe y Las Tunas. Desde España se toma conciencia del problema. La Guerra de los Diez Años alcanza su punto culminante en 1870 ante la gran ventaja insurreccional que se hace general, a lo que se unen los estragos que produce la fiebre amarilla, consecuencia del clima malsano de la isla, entre los regimientos españoles no adaptados a la climatología tropical. Los insurrectos proclaman la república cubana con el presidente Céspedes, que adopta una constitución similar a la de EE.UU., cuando creía próximo el triunfo y que fue reconocida por los gobiernos de Chile, B Olivia, Méjico y Perú. Más las cosas se complican para los rebeldes, por los triunfos del ejército español renovado; Céspedes dimite por desacuerdos con Agramonte, el otro jefe insurrecto, y bajo la presión de los españoles que logran la captura y muerte del dirigente cubano, la causa decae, refugiándose en la manigua los restos del ejército «mambí». 135 No menos de otros siete años duró la terrible guerra, con reveses y victorias por ambas partes, daños económicos enormes para la desgraciada isla ocasionando la indiscriminada destrucción de bienes económicos de todo tipo. El marqués de Santa Lucía, nombrado presidente de la república cubana en armas, auxiliado por dos héroes que marcan la principal dirección militar para la independencia en esta guerra y en la definitiva más tarde, Máximo Gómez y Antonio Maceo, efectúan prodigios de valor para resistir los continuos ataques del ejército español al mando del general Blas Villate, conde de Balmaseda, que a veces logran. La llegada de nuevos refuerzos enviados por el general en jefe, Arsenio Martínez Campos, llamado por ello «pacificador de Cuba», condujeron a la paz o pacto de Zanjón, que firmaron los rebeldes el 19 de febrero de 1878, al que se negó el joven general negro Antonio Maceo que al no poder continuar la lucha, se retiró a la espera de la próxima ocasión. La oportunidad para él gloriosa llegó en la siguiente y definitiva guerra de independencia de Cuba a partir de 1895. Su enfrentamiento con el general español de entre los más afamados del mundo en aquellos momentos, Valeriano Weyler y Nicolau, marqués de Tenerife, marcan el principal argumento del tema que investigamos y exponemos en el centenario de aquella impresionante gesta, en la que murieron o quedaron en suelo cubano para siempre, numerosos españoles y «canarios» naturales de estas islas. Estos últimos, según investigaciones efectuadas por el general cubano Carlos Rolof y confirmadas en reciente entrevista al licenciado de la Universidad de La Habana don Alfredo Martín Fadragás, en última visita a estas islas, alcanzan la proporción del 45% del total de fallecidos en el transcurso de ambas guerras. Aspecto que igualmente confirma el periodista canario, natural de la isla de La Palma, y que vivió los hechos, Luis Felipe Gómez Wanguemert, biografiado por el profesor de la Universidad de La Laguna, don Manuel de Paz Sánchez"'. "' DE PAZ SÁNCHEZ, Manuel, Catedrático de la Universidad de La Laguna, Canarias, Director del Departamento de Historia, Wanguemert y Cuba, tomo I, Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, 1991, en cuyo capítulo 1. el autor constata fehacientemente, que sólo en la ciudad de Pinar del Río y su comarca, el General Weyler, logró reclutar «mil canarios» adeptos para la causa española en el inicio de la guerra cubana, captados entre isleños y sus descendientes afincados. El propio Wanguemert tuvo responsabilidades militares a primera hora. En otra obra del autor Bandolerismo en Cuba, 2 tomos. Centro de la Cultura Popular Canaria, Taller de Historia, 1995, se constata igualmente la presencia canaria en los campos de Cuba, como protesta social o de enfrentamiento a la administración española o en defensa de la españolidad de la isla. Seis llegaron a ser los generales cubanos de ascendencia canaria, con protagonismo de una forma u otra en los campos de batalla cubanos. 136 Fueron muchas las voces autorizadas que desde estas islas Canarias intentaron evitar o en todo caso aminorar el conflicto a la suma perjudicial para todos los contendientes. Citaremos al gran canario Femando León y Castillo muy directamente implicado en la política española en los años previos a la independencia de Cuba, quien ya presintió dicho desenlace que el mismo explica en sus memorias. Pone de relieve la intransigencia de España ante las solicitudes de los partidos cubanos, que sólo pretendían una verdadera autonomía administrativa y económica bajo la tutela española, y que como toda respuesta obtienen la incomprensión del gobierno dónde sólo el mismo Maura"^ -posiblemente por la condición de insulares de ambos, Maura era balear-, entendían lo que estaba aconteciendo, e intentaban armonizar los intereses de ambas partes con nuevas y efectivas reformas. Dejó escrito «...era indispensable completarlas (las reformas) acabando con ciertos abusos todavía existentes en nuestras colonias. Habíase abolido, mediante una ley votada en Cortes, la esclavitud en Cuba, pero conservándose en los reglamentos y, sobre todo, era autorizado en la práctica el castigo del cepo y del grillete. No era posible tolerar esta monstruosidad, resabio bárbaro, bajo un régimen constitucional, por más que pedían su continuación los peninsulares explotadores de los negros antillanos...». Y añade que al llevar la cuestión al Consejo de Ministros, advirtió que Sagasta era contrario a sus propósitos, en aquel momento y no después, cuando las cosas ya no tenían remedio, sin duda, afirma, «porque aún quedaban en la política española restos de la antigua influencia del partido de Unión Constitucional », por lo que considerándose desautorizado y por coherencia para salvar sus convicciones y conducta seguida presentó la dimisión con carácter irrevocable. Sin embargo no se aclaran la verdadera causa de la crisis planteada a raíz de tal dimisión, evitando se le creara al jefe del Gobierno una situación insostenible, exponiéndole a las justas censuras de la opinión y a la hostilidad de los elementos antillanos reformistas''^. León y Castillo, Mis tiempos, Cabildo de Las Palmas, 1978, pág. 246. " LEÓN Y CASTILLO, Femando: Mis tiempos. Cabildo de Gran Canaria, págs. 236 y sigs. "" A este respecto, se pregunta el insigne político y diplomático grancanario ¿... por qué Maura y yo llevamos un amplio espíritu de reforma y de justicia al problema antillano? Sencillamente porque ambos eran insulares y en sus años de adolescencia comenzaron a detectar los problemas de la insularidad, para más tarde constituirse en sus más acérrimos denunciantes en los foros del Estado... Un ambiente distinto les había hecho entender que las necesidades y aspiraciones en las provincias adyacentes, Canarias y Baleares, eran por completo diferentes a las peninsulares. Por lo reducido del medio habían vivido en contacto con los vicios de la Administración española, y por eso, reconociendo no hallarse bajo 137 Nada dice el procer grancanario de estas islas Canarias, que en aquel momento permanecían en el letargo de «su especial forma de ser y comportarse el canario -refugiado precisamente en la emigración a Cuba- en lo que a asuntos de esta índole se refieren», según afirma don Julio Hernández, otro profesor de la Universidad lagunera. Pero es seguro que don Femando en los tiempos actuales habría defendido igualmente una autonomía global, racional y consecuente para esta región"'^, reconocida hoy constitucionalmente como «nacionalidad», y así evitar las derivaciones hacia los errores cometidos antaño, siempre ciertos vicios subsistan, desde aquella época cuyo centenario celebramos. España y su administración impondrían en Canarias las reformas que no quiso o no pudo llevar a cabo, a tiempo, en la siempre recordada hermana: «La Perla del Caribe». De esta forma siempre saldremos triunfantes, todos. 3. GUERRA TOTAL A LA DESESPERADA CONTRA MACEO Y GÓMEZ Waleriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife', desembarca en el Puerto de La Habana el día 10 de febrero de 1896, confirmado en el un régimen colonial, habían sufrido de cerca estos defectos, arbitrariedades, dureza y sentido despótico por el concepto de superioridad en el carácter peninsular, que trasplantado, y sobre todo pasado por agua, como textualmente escribe, deja siempre al descubierto el sedimento de los viejos conquistadores. Y añade: «Presentíamos, por un sentido de asimilación, el estado de presión y de violencia creado en Cuba. Sin dictadura militar y sin despotismo político en nuestras provincias insulares, nos habíamos acostumbrado al espectáculo de la opresión espiritual del elemento peninsular sobre nuestra vida social y nuestras costumbres, y cómo las corruptelas tradicionales se hacían sentir en nuestra Administración pública -hoy también- procurando excluir de toda función burocrática a los hijos del país, los canarios y los baleáricos. Estos elocuentes testimonios de los hechos, más educadores que ninguno otros, vistos y observados tan de cerca, indudablemente originaron en Maura y en mí, el espíritu de justicia que nos empujó hacia las reformas antillanas, únicas emprendidas, que para dar solución al problema se intentaron desde España». ^"^ Este procer grancanario actuó en defensa de su isla nativa, Gran Canaria, para la que obtuvo grandes beneficios consecuencia de la continua demanda política ante el gobierno español, logrando la hegemonía comercial de su isla a través del gran puerto de su creación, que sin embargo y sin proponérselo, fue el paso previo a la división provincial en 1927, bajo la dictadura del General Primo de Rivera. Su actuación estuvo siempre ajena a los divisionismos fascistas, retrógrados e interesados, para exclusivo provecho económico de los que promueven el enfrentamiento, con cada vez menos adeptos, entre las dos provincias -para ser más exactos Tenerife y Las Palmas- que conforman esta autonoim'a constitucional, hoy erigida en nacionalidad por el Parlamento español. ' Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife nació en Palma de Mallorca, 1838 y falleció en Madrid, 1930. Capitán General de Canarias y de Filipinas. Fue desig- 138 mando total y con amplios poderes de actuación, civiles y militares, siendo recibido con multitudinaria manifestación de apoyo en el mismo puerto y por las calles hasta el Palacio de Capitanía. Las principales peripecias de carácter oficial, desde su propuesta en España hasta su toma de posesión en Cuba, aparecen recogidos con carácter exhaustivo en los periódicos de la época nacionales, entre ellos Diario de Tenerife', y muchos extranjeros. nado por Cánovas del Castillo para reprimir la insurrección cubana en 1896. Posteriormente fue Ministro de la Guerra de 1901 a 1905, y 1907, y Capitán General de Cataluña (segunda vez), donde reprimió duramente los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona (1909), que fue motivo para su cese posterior. Militar enérgico y valeroso cuyos destinos en los lugares más conflictivos eran a petición propia. Abandonó Santo Domingo en 1865, en cuya ciudad conoció personalmente a Máximo Gómez, el futuro contendiente en la Guerra de Cuba, alcanzando el grado de Teniente Coronel de Caballería. Después de corta estancia en la Península volvió a Cuba donde en las primeras operaciones de 1868, a las órdenes del conde de Valmaseda, alcanzó el grado de Coronel por su heroico comportamiento en la toma de Bayamo. Fundó una especie de «legión extranjera» aceptando a negros, blancos, cubanos y todo tipo de «elementos» extranjeros. Regresó a España y luchó contra las fuerzas carlistas -a las que más tarde, destituido en Cuba, quiso capitanear-, y por ello ascendido, el 23 de enero de 1878, con sólo 39 años de edad, al empleo de Teniente General. Destinado en Canarias hasta 1883, contribuyó con su mando a la edificación de obras militares, con repercusión en lo civil. Construyó la Capitanía General en Santa Cruz de Tenerife, frente a la Plaza que aún hoy lleva su nombre, y el Hospital Militar, sin que «al Estado le costase un duro», al menos sin excesivos costes. Cuando cesó en el mando, algunos tinerfeños solicitaron para él el título de Marqués de Tenerife que le fue concedido. Hallándose en Barcelona como Capitán General y en férrea lucha contra los anarquistas, fue nombrado por Cánovas para General en Jefe del Ejército en Cuba, a cuya isla llegó en febrero de 1896 con bien estudiado plan de operaciones que puso en práctica inmediatamente con algunas victorias en el oeste. Creyendo tener pacificada a Cuba en el verano del 96, más la pertinaz presión yanqui-norteamericana y el asesinato de Cánovas del Castillo en circunstancias aún no totalmente aclaradas, motivó su cese en el mando, agosto de 1897, siendo sustituido por el General Blanco. Regresó a España pero no decayó su carrera militar, puesto que en 1909 sofocaría el levantamiento de la Semana Trágica de Barcelona, con su sola presencia, según algunos de sus biógrafos, y llegó por ascenso escalafonal al grado de Capitán General. Escribió Mi mando en Cuba, tratando de justificar su actuación militar, al tiempo que acallar la crítica a su gestión de la que siempre ha sido objeto. Murió próximo a los cien años de edad que explica la excelente salud de que siempre hizo gala. ' El periódico Diario de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, a través de telegramas al director y otras diversas fuentes, recoge la crisis cubana, desde la caída de Martínez Campos, hasta la toma de posesión del General Weyler en el mando de la Isla, y que resumimos: Viernes, 17 enero 1896. Telegrama de nuestros servicios particulares. Madrid, 16 -5,30 t.- El Consejo de Ministros celebrado hoy bajo la presidencia de la reina regente, sólo duró 25 minutos. El Presidente del Gobierno, Sr. Cánovas del Castillo, 139 Como ya habían previsto los principales jefes cubanos en la ya considerada guerra como tal, Maceo y Gómez, la llegada del notorio general iniciaba una fase nueva en la estrategia militar española. Weyler sentía llegó algo retrasado. Salió un cuarto de hora después que sus compañeros. Los ministros desmintieron al salir, como falsos los rumores que han circulado, relativos al Capitán General Sr. Martínez Campos. Aseguraron que el Sr. Cánovas en su discurso de siempre, sólo se ocupó de la cuestión de Cuba. El ministro de la Guerra Sr. Azcárraga puso a la firma de la regenta varios decretos de recompensas por méritos contraídos en la campaña de Cuba. Después del Consejo, conferenciaron y almorzaron juntos los ministros de Estado y de Hacienda Sres. Duque de Tetuán y Navarro Reverter. Está siendo muy comentado, y en distintos sentidos, el consejo de hoy. Todos, sin embargo, convienen en atribuirle importancia. Los ministros se muestran sumamente reservados. Algunos parecen malhumorados. Madrid, 16 -6 t.- Continúa habiendo gran animación política. En todos los círculos se considera que tendrá gran importancia el Consejo de Ministros que dice se celebrará mañana. Supónese inminente el planteamiento de la crisis, con motivo del estado de la cuestión en Cuba. En las operaciones de hoy, en la bolsa se han acentuado la baja de todos los valores púbUcos. Madrid, 16 -8,40 n.- Nuestro primer telegrama de esta tarde se trasmitió suprimiéndose el párrafo en que el Capitán General, Sr. Martínez Campos, comunica que las partidas -de insurrectos- que se hallaban en el Departamento de Oriente han engrosado la invasión en la parte occidental de la Isla. Con tal motivo alteró la distribución de las tropas, reuniendo 15.000 soldados que operaban en occidente. Madrid, 16-9 n.- Se asegura que el gobierno está decidido a acordar el relevo del Capitán General de la Isla de Cuba, Sr. Martínez Campos, aceptándolo la reina regente. En el caso de que los ministros Duque de Tetuán y Navarro Reverter, que continúan defendiéndole, se opusieran a aquel acuerdo, surgiría la crisis total. En los círculos políticos todos están animadísimos. En ellos nadie duda que se acordará el relevo del General. Madrid, 16 -9,10 n.- Se ha recibido un telegrama particular de La Habana, participando que los insurrectos habían atacado nuevamente la población de Bejucal. La columna que manda el general Linares los derrotó completamente, causándoles muchas bajas. Madrid, 16 -11,20 n.- El periódico El Heraldo de Madrid, ha recibido un telegrama, diciendo que el Gobierno ha accedido al regreso para la Península al Capitán General Sr. Martínez Campos, por su falta de salud, el malogro de sus operaciones y la confesión de sus errores. El Sr. Cánovas del Castillo ha desmentido semejantes noticias. Madrid, 17 -2,15 m.- De París telegrafían las siguientes noticias: «Ha causado gran impresión el telegrama pubhcado por Le Temps sobre la actitud de los voluntarios españoles de La Habana contra el Capitán General de Cuba Sr. Martínez Campos». Madrid, 17 -2,30 m.- Se lee que habiéndose enterado el General Luque de la presencia de insurrectos en dirección a Angostura, tras la lucha abandonaron los rebeldes cien caballos. Es de hacer constar que en la Provincia de La Habana, y proxirrüdades de la capital, la actitud de rodeo y evasión de las fuerzas insurrectas, mandadas por el mismo Maceo, con relativos y efectivos triunfos, a más del efecto psicológico, fue principal causa de la crisis, que favoreció la destitución del Capitán General. Madrid, 17 -3,25 m.- El Teniente General Sr. don Camilo Polavieja se ha presentado hoy a la reina regente. 140 total desprecio por la «benevolencia» usada por Martínez Campos, que dio lugar a la llamada «invasión del oeste» y a las correrías de los principales jefes insurrectos cubanos en las mismas puertas de La Habana desde El Sr. Cánovas del Castillo ha dicho que el cablegrama del Capitán General de Cuba, en que se comunica al Gobierno la discrepancia surgida entre los partidos políticos de La Habana, le obUga a plantear al Consejo de Ministros la cuestión del relevo del General Martínez Campos. Madrid, 17 -5,45 t.- La noticia del relevo del General Martínez Campos de la Capitanía General de Cuba y dirección de la campaña, ha impresionado favorablemente a la opinión pública. El Sr. Cánovas, contestando a los periodistas que le preguntaban, ha manifestado que considera todavía algo prematuro decir nombre alguno de quien haya de sustituir al General Martínez Campos. Madrid, 17 -7,30 t.- Acaba de terminar el Consejo de Ministros y por unanimidad ha acordado autorizar a don Arsenio Martínez Campos Capitán General de Cuba y a don José Arderius y García, Segundo Cabo de la misma, para que regresen a la Península. Con el carácter de interinos les sustituirá, respectivamente, los Tenientes Generales don Luis Pando y don Sabas Martín. El motivo en que se funda el acuerdo, es la hostilidad manifestada al Sr. Martínez Campos por el partido de La Unión Constitucional de Cuba. Al finalizar, el Sr. Cánovas ha ido a Palacio para dar cuenta a la reina regente. Créese que para reemplazar en propiedad al General Martínez Campos, se nombrará al General Weyler o al General Polavieja. Madrid, 17 -11,40 n.- También esta noche han estado y están animadísimos los círculos, principalmente los frecuentados por militares. Coméntase el relevo del General Martínez Campos y las graves responsabilidades que tiene que afrontar el que le sustituya, por el gran avance de la insurrección cubana. Son numerosos y variadísimas las combinaciones que se hacen para los mandos militares. Lo único que parece cierto es que el Gobierno prefiere para el del Ejército en Cuba al General Weyler. Créese que ya se le ha dirigido alguna consulta. En el caso de que vaya el General Weyler, es el Teniente General don Eulogio Despujol, Conde de Caspe, quien probablemente le sustituya en el mando de Cataluña. Para mañana ha sido citado nuevamente el Consejo de Ministros. Madrid, 18 -3,10 m.- Asegúrase que el General Weyler ha contestado al Gobierno que está dispuesto a ir donde se le ordene, pero que para el mando de Cuba necesita que se le revistiese de amplias facultades. De ir a Cuba, dícese que llevará consigo a otto Teiúente General. Madrid, 18 -3,30 t.- El General Martínez Campos, despechado, ha calegrafiado diciendo que él no dimitió, que se limitó a exponer al Gobierno lo ocurrido en la reunión de los jefes de los partidos políticos cubanos; que no le asustan los conflictos y que siempre los afrontó delante del enemigo; que, por eso, ha tomado el telegrama del Gobierno como una orden de destitución, y que se felicitará que la resolución tomada pueda resultar provechosa para España. Es de hacer notar que Martínez Campos, a través de correspondencia con el Presidente del Gobierno, ya le había propuesto que fuese relevado en el mando por Weyler para contener la creciente insurrección cubana. Madrid, 18 -6,30 t.- ... Dícese que el Capitán General Sr. Martínez Campos ha publicado en La Habana una alocución activa y violenta, dirigida al Ejército y a los habitantes de la isla de Cuba. Existe gran agitación en los círculos políticos. 141 las provincias limítrofes, donde permanecían a la llegada y toma de posesión del General. Su primer comunicado a Madrid reflejaba claramente la gravedad de la situación, del que entresacamos: Madrid, 18 -7,45 t.- Urgente... Dimite el Duque de Tetuán, ministro de Estado, no el de Hacienda... Mañana se celebrará Consejo, en el que se decidirá quien ha de sustituir en la Capitanía General de Cuba, al Sr. Martínez Campos y se acordarán los demás nombramientos necesarios. Barcelona, 18 -11,30 n.- Llamado por el Presidente del Consejo de Ministros, Sr. Cánovas del Castillo, esta noche ha salido para Madrid el Comandante en Jefe de este Cuerpo de Ejército, Marqués de Tenerife. A despedirlo acudieron a la estación de ferrocarril, las autoridades y muchos amigos. El General estaba conmovido. Aseguró que aún no estaba decidido que él fuera a Cuba y que hasta ahora sólo se le ha llamado a Madrid para conferencial con él respecto a aquella guerra. Créese que el General Weyler, regresará el martes a esta Capital. Si llegase a ir a Cuba el General Weyler, le acompafiaría el Teniente General Don Federico Ochando y Chumillas. Afírmase que el General Weyler conceptúa que será necesario un refuerzo de 25.000 hombres para la más pronta finalización de la insurrección cubana. Dícese también que trataría de dividir el territorio de la Isla en tres distritos militares. Oriente, Centro y Occidente. Madrid, 19 -8,10 n.- Se ha firmado por la reina regente, entre otros decretos, el de nombramiento del Teniente General don Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife, para el Gobierno y Capitanía General de la Isla de Cuba. Madrid, 19 -11,10 n.- En el vapor correo que saldrá mañana de La Habana, debe embarcarse el General Martínez Campos. El Gobierno le reserva la presidencia del Consejo Supremo de Guerra y Marina, vacante por el General Despujol destinado a Cataluña. El Teniente General Weyler embarcará probablemente el 23 para la isla de Cuba. Créese que irán destinados con él para aquella isla, los Tenientes Generales don Enrique Bargés y Pombo y don Francisco Javier Girón y Aragón, Marqués de Ahumada. Madrid, 20 -11,00 m.- Telegrafían de La Habana -entre otros asuntos-, que unos 150 familias salen de la isla y se dirigen a Tampa, temiendo la llegada de Weyler. Barcelona, 21 -12 t.- De regreso de Madrid ha llegado a esta Capital, el General Weyler, Marqués de Tenerife. Se embarcará el sábado en este puerto en el vapor Santo Domingo, de la compañía Transatlántica. En Cádiz se transbordará al vapor Buenos Aires, de la misma empresa. Por todas las clases sociales se proyecta hacerle una cariñosa despedida. Crónica del Diario de Tenerife, 21 enero 1896. Se lee entre otras gacetillas, «además de los telegramas dirigidos al General Weyler, Marqués de Tenerife, aparecidos en el día de ayer, firmados por el Alcalde y el Presidente del Cabildo, se han transmitido muchos más por diferentes asociaciones, sociedades y particulares de esta isla de Tenerife. No podía ser menos desde las muchas relaciones que cuenta en este pueblo agradecido el Marqués de Tenerife». E igualmente, «La sociedad La X felicita al General Weyler ilustre hijo adoptivo de esta Capital por la confianza depositada en él en estas gravísimas circunstancias y deseándole éxito completo». Firmado: El Presidente, Rafael Hardissón». Año X, núm. 2758, Diario de Tenerife, sábado 25 de enero de 1896. Telegrama de nuestro servicio particular. Barcelona, 24 -4,40 t.- Al Director del Diario. 142 «Cuando tomé el mando de esta Isla, Maceo estaba todavía en Pinar del Río -parece discrepar con otras fuentes- concretamente en Sabana del Mar, y el 11 en el molino de azúcar Laborí, cerca de Artemisa. Máximo Gómez, desde Oriente, En toda la ciudad reina gran animación para despedir mañana al general. Marqués de Tenerife y a las tropas que le acompañan... Ante los vivas de la multitud el General contestaba siempre «viva la integridad de La Patria»... El tiempo era bueno y la mar muy tranquila... Weyler marchaba a Cuba animadísimo y satisfecho». Madrid, 28 -5,45 t.- Ha salido de Cádiz para Cuba el nuevo Capitán General de aquella isla. General Weyler. Manifestó que sólo ve dificultad para la rápida victoria en Cuba, la proximidad de la época de lluvias que podrá impedir las operaciones rápidas y en la gestión económica por la situación ruinosa que han creado los incendios en las fincas, la destrucción de ferrocarriles, la paralización del comercio y la falta de trabajo, sobre todo en las gentes de los campos. Si a pesar de estos inconvenientes y de la extensión que han tomado los insurrectos, no lograse vencer y extinguirla dentro de dos años, se consideraría fracasado. Madrid, 28 -10,25 n.- Se menciona la persecución, a instancias del representante español en Washington, por cinco buques de guerra al vapor Hanking, que zarpó de Filadelfia para Cuba al frente de Calixto García, llevando armas y municiones para los insurrectos... El citado buque se hundió posteriormente, ignorándose causas, sin embargo el día 30 la comisión norteamericana de Negocios Extranjeros, en el Congreso, se reúne para que se gestione ante el gobierno español y se conceda a los separatistas de Cuba los derechos y la condición de beligerantes. Y con un solo voto particular se propone se solicite de España que reconozca la independencia de Cuba... Más tarde esta propuesta alcanzaría mayoría en el Congreso. Madrid, 2 de febrero 1898 -11 n.- Ha llegado a La Coruña el vapor correo de Cuba en el que regresa el General Martínez Campos. Ocasionará disturbios su presencia en Madrid. Madrid, 6 -11,15 n.- En el Ministerio de la Guerra dicen que ningún dato oficial hay que autorice la creencia de que varios de los generales que están en Cuba, regresarán, cuando llegue allí el General Weyler (ahora en alta mar). Madrid, 8 -5,45 t.- Hay noticias de haber llegado a Puerto Rico el vapor que conduce al General Weyler y a los demás generales que le acompañan. Se dice que hasta que Weyler, después de posesionarse del mando en Cuba comunique sus impresiones, no planteará el Sr. Cánovas la cuestión de disolución de las actuales Cortes. Madrid, 10 -11,00 n.- Se sabe del gran recibimiento que se prepara al General Weyler en La Habana y se insiste en hablar del regreso de varios generales a la llegada de Weyler. Madrid, 11-3 t.- El General Weyler llega a La Habana... Numerosos vaporcitos y botes rodean al transatlántico, cruzándose patriotas vivas... El General dijo que no quería que se le hiciesen honores militares. Al desembarcar y en el trayecto hasta el Palacio de la Capitanía, en la Plaza de Armas, fue constantemente aclamado por la inmensa muchedumbre que lo invadía todo. En el acto tomó posesión y recibió a numerosas comisiones y personas entre ellas a los jefes de los Partidos y a los Cónsules. El General ha dicho que en las actuales circunstancias por que atraviesa la isla, sólo era admisible la política española, y que no había más diferencia que «españoles y antiespañoles». Los telegramas de La Habana indican la creencia de que el General Weyler se proponía salir personalmente a las operaciones tan pronto como se enterara de la situación de las distintas fuerzas de nuestro Ejército. 143 se dirigía hacia Guayabal, a sólo 32 kilómetros de La Habana, por el Oeste, desde el molino Jamaica. Estaba acampado cerca del molino Portugalete, famoso por ser propiedad de Manuel Calvo, financiero que en la guerra anterior, había sido representante de los «voluntarios», y por estar muy próximo a la capital..., donde reinaba el terror: mi predecesor, Martínez Campos, había tomado medidas contra un ataque enemigo... en Correos y en los principales edificios públicos, con equipos de «voluntarios» y de bomberos, y cada noche este admirable cuerpo vigilaba el sector externo de la ciudad, para impedir un ataque... La comida sólo podía llegar desde el campo a condición de «pagar a los rebeldes el impuesto que ellos pidieran... Al día siguiente de mi llegada, ellos, impidieron el aprovisionamiento de leche. Debería añadir que en la propia capital había conspiraciones, que entraban y salían municiones de diferentes tipos, y que... se había desvanecido todo respeto por la autoridad, y en todas partes se murmuraba contra España, en todas partes críticas y quejas... Nuestras distintas columnas, constituidas por contingentes aislados procedentes de cuerpos diferentes, y dirigidas por oficiales que no conocía, estaban deprimidas y no recibían alimentos de un modo regular. Había tal anarquía que, cuando los oficiales por un puesto militar, dejaban allí a algunos hombres y cogían otros nuevos. Las tropas tenían que abarcar un número enorme de granjas y pueblos ... o sea que cuando un contingente era atacado, por los rebeldes, no contaba con ningún refuerzo positivo, y así se veían obligados a contemplar como ardían los cañaverales ante sus mismos ojos. Finalmente, la facilidad con que podían formarse guerrillas y fuerzas de voluntarios, para el bando español, concediéronse el grado de capitán o de comandante a cualquiera que lo pidiera, producía... una gran falta de unidad en el mando, desistiendo muchos de ellos al cabo de poco, y lo que es más grave pasándose al enemigo con armas y municiones... Y cómo en el cuartel general no se tenía un conocimiento suficiente de todo esto, se comprenderá que el trabajo que me aguardaba era difícil e ímprobo»'. Madrid, 11 -5,45 t.- El General Ochando ha sido propuesto por Weyler para Jefe del Estado Mayor del Ejército en Cuba. Barcelona, 12 -5,50 t.- El vapor San Francisco ha embarcado hoy para Cuba un batallón de 1.000 plazas del Regimiento Otumba y 200 mozos rezagados... (es parte de su política en Cuba). Madrid, 14 -5,30 m.- El senador por La Habana Sr. don Ramón Herrera, Conde de La Moriera, Jefe del Partido Reformista de la Isla de Cuba, que se encuentra en esta Corte, ha manifestado a varios periodistas... y rogando que lo hicieran público.., que es inexacto que los reformistas cubanos opinen, como han dicho algunos diarios, en favor de la posibilidad de efectuar unas elecciones generales en Cuba..., ante las circunstancias dolorosas y excepcionales por que atraviesa la isla.., prácticamente, con todas las provincias en estado de guerra... Los datos hemerográficos y comentarios que anteceden han sido extraídos de el periódico Diario de Tenerife, Biblioteca de Cuajara, Universidad de La Laguna, Comunidad Autónoma de Canarias, España. (Nota del Autor.) ' ARMIÑÁN PÉREZ, Luis: Weyler. Ed. Gran Capitán, Madrid, 1940, y que igualmente apunta en las memorias que Weyler y Puga recoge en el libro En los archivos de mi abuelo. Madrid, 1946, referidas a su padre. 144 Para agravar más aún la situación, la política yanqui-norteamericana «incentivaba», más claramente ahora, la ayuda a los rebeldes en armas, dinero e iniciativas. Las fuerzas del General Máximo Gómez, a quien Weyler conoció personalmente en Santo Domingo en 1865'*, hacían gala de su capacidad militar en las mismas puertas de La Habana, burlando a las columnas enemigas que el nuevo mando envió en su persecución, con marchas y contramarchas, casi paralelas, que «despistaban» a los españoles. Maceo, el otro gran líder cubano de la guerra, que también luchó en la anterior contienda, «Guerra de los Diez años», llevaba a cabo planes de estudiada estrategia militar para desacreditar a Weyler ante la gran expectación creada con su llegada y sobre todo influir en los periódicos de la época, que trataban en sus primeras páginas la cuestión cubana, sabido como era que el nuevo general venía a «pacificar» la isla a «sangre y fuego». Evitar que Weyler se pudiera vanagloriar de posibles éxitos militares para ahogar la rebelión convertida en abierta guerra para toda la isla de Cuba, constituía el plan estratégico ideado por el General de color, llamado por ello «El Titán de Bronce». José Miró Argenter su compañero infatigable, protector y lugarteniente a más de cronista en la campaña de Maceo, claramente explica en sus memorias la forma en que llevó a cabo el citado plan, puesto en marcha desde antes de la llegada del nuevo y temido Capitán General. Consistía en: «Primero: lidiar contra todas las columnas españolas que guardaban la comarca central del Pinar del Río; segundo: abrirse paso a mandoble allí donde encontraran resistencia sólida, y tercero: encaminarse a la Provincia de La Habana, donde pensaban unirse a las columnas de Gómez, y hacer coincidir su presencia con las fechas de toma de posesión de Weyler en el mando del ejército español en Cuba». '* Gómez, Máximo. Nació en Baní -República Dominicana- en el año 1836 y falleció en La Habana en 1905. Comandante de la reserva dominicana que el gobierno español trasladó a Cuba en 1865. Se unió a los rebeldes cubanos incorporándose a la guerra de «Yara» con grado de sargento, finalizando en Ja misma como Jefe máximo del ejército cubano en 1878. Intervino en todos los intentos insurreccionales posteriores contra España hasta 1895, año en que asumió, a requerimiento del ideólogo cubano José Martí, el mando de los insurgentes levantados en armas en Baire el 24 de febrero. Dirigió la guerra en calidad de Generalísimo del Ejército Libertador, planteando la «invasión de Cuba» junto a Maceo, desafiando el poderío militar español representado por más de 200.000 hombres, en el momento cumbre de rivalidad contra Weyler, al que había conocido y junto al que luchó en Santo Domingo, en el bando español. Imprimió una disciplina austera al ejército mambí y logró, tras variadas peripecias que le favorecieron -ayuda USA, muerte de Cánovas, voladura del Maine, etc.- la independencia de Cuba como territorio español en 1898. Llegó a Presidente de la joven república, en 1901, a pesar de su origen extranjero. 145 Siguiendo la magnífica descripción militar que de este momento de la guerra aparece en el Libro «Fuerzas Armadas», Cuba, 1972, extraemos aquello que más concierne a nuestro protagonista «El marqués de Tenerife». Para poner en práctica el plan ideado contra Weyler, Maceo encamina sus fuerzas hasta el Paso Real de San Diego de la provincia pinareña, en enero del mismo año 1896, entablando combate con la fuerte columna española de más de 2.000 hombres al mando del general García Navarro, quien, siguiendo órdenes superiores, las últimas de Martínez Campos, se retiró precipitadamente hacia La Habana, sin presentar batalla a los insurrectos, a donde habrían de reconcentrarse las tropas hasta la llegada del nuevo general en jefe. Maceo le persiguió, siento interceptado por las columnas del general Luque, y con una carga a «machete», famosa, y pérdidas para ambas partes, logró proseguir la marcha. Conquistada fácilmente la población de Candelaria, cuyos defensores «voluntarios» se unieron a las fuerzas de Maceo en su mayoría, continuó el avance hasta La Habana, en cuyas proximidades esperaría hasta el día doce de febrero, fecha anunciada para la llegada de Weyler, que viajaba en barco desde España. Maceo ansiaba mostrar al mundo, y especialmente a la prensa, que resultaría fácil aparecer con sus fuerzas en las mismas puertas de la capital en el preciso momento en que llegara el legendario general. Contaba con unos dos mil hombres el día 17 de enero situados a sólo cinco leguas de su extrarradio. A los efectos de acallar las manifestaciones de júbilo prodigadas por los «voluntarios» ante la llegada de Weyler, determinó atacar el poblado de Jaruco, fácilmente conquistado con la incautación de valioso material de guerra en fusiles, municiones y otros. Informados los españoles que las fuerzas de Maceo y Gómez, se habían reunido en la Finca «El Boniato», lanzaron contra ellos cuatro fuertes columnas, concentradas en La Habana, obligando a las fuerzas mambisas a retirarse, decidiendo sus jefes desplazarlas hasta la provincia de Matanzas limítrofe, a la espera de las decisiones que tomará Weyler. Efectivamente, el nuevo Capitán General, a su llegada, procedió a la reorganización del ejército español en Cuba, tal como había previsto. Creó tres cuerpos y un buen servicio de información y espionaje, sin olvidar la fundamental naturaleza defensiva usada como estrategia militar española a lo largo de la guerra cubana, así como la división de la isla en tres zonas. Su meta fundamental era asediar a las fuerzas de los insurrectos en las provincias occidentales, especialmente Pinar del Río, para aplastarlas contra la línea de las trochas, sobre todo en la que él creará entre Mariel y Majana. Proceso que repetirá contra la de Morón-Júcaro, mandada cons- 146 truir por Martínez Campos, para controlar y derrotar a las fuerzas mambí, entre ambas trochas, y finalmente, confinados los insurrectos en el extremo oriental, serían finalmente derrotados por el ejército español mayori-tario y mejor dotado que el mambí. Mientras tanto, la política de reconcentración ideada, continuaría funcionando para privar a los rebeldes del apoyo de los campesinos, así como por la falta de información y la miseria creada entre ellos que harían disminuir el deseo del pueblo cubano por resistir*. Estos magníficos augurios de Weyler, estuvieron a punto de confirmarse en el verano del siguiente año, 1897, de no haber surgido el acontecimiento político, que sin duda marcó y cambió radicalmente el devenir de la guerra y su resultado político final: el asesinato del presidente del Gobierno español Cánovas del Castillo, en San Sebastián, el 8 de agosto de dicho año. Con aquel objeto preconcebido Weyler, una vez comprobado «in situ» lo grave de la situación, publicó una serie de bandos que afectaban prácticamente a todos los aspectos del quehacer cotidiano de los habitantes de Cuba, especialmente el de la «reconcentración», definitiva a fines del año, ya ideada por Martínez Campos y que nunca puso en práctica, y al que dedicamos un apartado sobre las consecuencias y resultados de esta política de desplazamientos humanos masivos. El 19 de febrero, dos días después de la firma de tales bandos, sus principales enemigos en la contienda los generales cubanos Antonio Maceo y Máximo Gómez, se entrevistaron en Soto para discutir las órdenes dictadas por Weyler llegando a la conclusión que tales medidas, que afectarían mayoritariamente al pueblo cubano más pobre y miserable, serían a la larga beneficiosas a la causa, al comprender los mismos cubanos que el enemigo común a batir era el ejército español y su administración en la isla. Ambos acordaron que a partir de aquel momento evitarían los encuentros con las tropas que Weyler formaba en las cercanías de La Habana y en su virtud modificaban la táctica a seguir y los lugares en que operarían, de tal forma que Gómez actuaba en las provincias centrales de la isla y Maceo continuaría la guerra en la región occidental. El día 23 de febrero, «El Titán de Bronce» ya estaba operando en el valle del Guamacaro de la zona de Matanzas, y en el molino La Perla celebraron el primer aniversario de esta Revolución con una fiesta. ' FONER, Philip S.: La guerra hispano-cubano-norteamericana, 1895-1898 y el nacimiento del imperialismo norteamericano. Madrid, 1975, aludiendo a la obra que dejó escrita el mismo General Weyler: Mi mando en Cuba. Madrid, 1910, vol. II, págs. 538- 540, y que su nieto Weyler y Puga comenta. 147 La desaparición del general negro de la Provincia de La Habana, produjo el consiguiente rumor sobre su muerte, táctica que los españoles ya habían usado, más la acción de La Perla, el 25 de febrero, hizo ver que no era cierto. El 10 de marzo, Maceo y Gómez se encontrarían de nuevo, esta vez en el lugar conocido como «El Galeón», última en que ambos proceres de la independencia cubana se unieran, toda vez que Maceo moriría más tarde en lo que parece fue una emboscada. Ratificaron sus anteriores acuerdos sobre la guerra a seguir y Maceo se dirigió a Pinar del Río, atravesando la provincia de La Habana con gran burla para las tropas españolas, y al propio Weyler que había prometido pacificar la provincia de Pinar del Río, como primera medida de carácter militar. Pero el general español, no aceptó tal afrenta con ligereza, y decidió encerrar a Maceo, construyendo la nueva trocha, que tenía ideada desde su salida de España, modernizada, y equipada con luz eléctrica, a través de la estrecha cintura de la isla que va de Mariel a Majana, situada en el límite provincial entre La Habana y Pinar del Río; en su afán de vencer a Maceo concentró gran número de tropas con olvido para otros puntos estratégicos de la isla en guerra general. Las acciones continuaban con singular ferocidad. Desde la región central, Máximo Gómez enviaba una circular, el 15 de abril, desde su cuartel general ambulante, declarando las órdenes a seguir en tomo a la zafra del azúcar: «Los propietarios de los molinos que continúen moliendo... serán ahorcados inmediatamente. Sólo es necesario identificarlos». La función desempeñada por la «tea bendita», como la llamó el apóstol de la independencia cubana José Martí, muerto en combate en la localidad de Dos Ríos al inicio de la guerra, continuaba por sembrados, campos y haciendas, al objeto de hacer ver a cubanos y no cubanos que la guerra era total y definitiva. Maceo esquivaba en la provincia pinareña la batalla campal como táctica a seguir ya acordada, si bien a veces se enfrentaba irremediablemente, obligado a librar encuentros esporádicos contra el acoso de los españoles, cual fue el caso de la batalla de Cacarajícara, el 30 de abril. Allí perdió 200 hombres y más tarde 39 en Las Lajas, consecuencia del sistema defensivo y ofensivo ideado por Weyler desde la nueva trocha. Máximo Gómez desde su cuartel oriental igualmente, permanecía a la expectativa sin deseo de enfrentamientos directos, pero no por ello inactivo, puesto que la táctica de «tierra quemada» asombraba al mundo por su incidencia negativa para la subsistencia y para la infraestructura económica, ya casi totalmente destruida. A mediados de 1896, Cuba presentaba un aspecto desolador con las haciendas azucareras inactivas. La mayoría de la pobla- 148 ción masculina se había unido a los rebeldes o a las fuerzas españolas de guerrillas para no morirse de hambre. Sin medidas sanitarias la viruela se extendía por todas partes, a la que se unía las fiebres típicas del verano en esta región tropical, anidando fácilmente con el hambre y la miseria. Weyler luchaba contra todo tipo de adversidades además de otra seria dificultad en el interior mismo de La Habana por falta de verdadera adhesión a la causa española. El mismo dejó escrito: «Muchos gérmenes de separatismo, que conspiran para ayudar a los rebeldes por todos los medios. Las fábricas de tabacos son sus centros oficiales, pues allí, los lectores leen libros y artículos separatistas, junto con noticias, falsas o exageradas, del transcurso de la guerra, fomentando así entre los trabajadores el odio hacia España... Los sábados, después de recibir su paga semanal, se hace una colecta a favor de los rebeldes. Todo esto, dada la destrucción de las plantaciones de tabaco, sobre todo en Pinar del Río... y los empleados en paro, influidos por la propaganda, van, de un modo natural, a sumarse a las filas de la insurrección». El duelo de Weyler y Maceo continuaba en el otoño, sin que las fuertes lluvias de aquel año lo impidiera. El general negro permanecía en las montañas de Pinar del Río, sin atreverse, o por que no lo consideraba conveniente, a romper la línea fortificada de Mariel-Majana. Weyler, el 21 de octubre, dictó una de las primeras órdenes de «concentración», para la región que controlaba Maceo que rezaba: «toda la población de Pinar del Río que viviera fuera de las fortificaciones de las ciudades habría de trasladarse en un plazo de ocho días. A partir de entonces se consideraría rebelde a todo el que se encontrase fuera de una ciudad fortificada y se le trataría como tal. Los que tuvieran ganado habrían de llevarlo a la ciudad más próxima». Dos semanas más tarde el propio Weyler comenzaba «la cacería» del que fue su más feroz enemigo en la guerra cubana: José Antonio de la Caridad Maceo y Grajal, general mambí de Santiago, tez oscura, al que los cubanos llamaron y llamarán siempre «El Titán de Bronce », biografiado con variedad de detalles por el historiador cubano José L. Franco en Apuntes para una historia de su vida, 3 tomos, La Habana 1973. De él dice: «El general Maceo representa el sentimiento de lucha, el espíritu de sacrificio, la generosidad humana, la nobleza, el orgullo nacional y la intransigencia revolucionaria, en un siglo de combates»^ ' Antonio M." de la Caridad Maceo y Grajal, nació en Santiago en 1845 y murió combatiendo en San Pedro, Punta Brava, en diciembre de 1896. De ascendencia africana, se incorporó a la guerra de Yara, en 1868, con toda su familia luchando durante los diez años que duró hasta el pacto de Zanjón, que no acató, protestando ante el mismo Martínez Campos en Baraguá, antes de marchar al exilio. 149 Las medidas tomadas por Weyler, no amilanaban a los mambises de Maceo, que habían recibido material de guerra -expedición de Leyte Vidal-y se hallaban dispuestos para combatir en una gran batalla contra las fuerzas españolas venidas a su encuentro desde la trocha de Mariel. El 14 de octubre, sólo unas días antes de las «duras» instrucciones de Weyler, un corresponsal escribía: «En el presente, estando mejor organizados y bien abastecidos con armas y municiones -se refiere a los rebeldes bajo las órdenes de Maceo que han alterado sus tácticas, casi estáticas hasta aquel momento- y están ofreciendo resistencia a las tropas españolas. En los últimos días han tenido lugar cinco choques bastante serios... la crudeza con la que ambos bandos combaten, es una indicación de que la guerra ha entrado en una fase nueva y más activa.» Estas circunstancias, contribuirían sin duda a la decisión tomada por el General Weyler para dictar órdenes de carácter más represivo al objeto de «controlar la situación adversa». El primer combate de Maceo, tras recibir los nuevos suministros, tuvo lugar el 23 de septiembre en la localidad de Montezuelo. Los españoles se retiraron del campo de batalla con 68 bajas, pero fue en el decisivo combate de Ceja del Negro, el primero de octubre en el que los españoles, a pesar de la superioridad numérica, sufrieron una importante derrota, puesto que las columnas españolas fueron barridas por la eficaz artillería de Maceo -nuevos cañones de construcción norteamericana traídos a Cuba por filibusteros yanquis-. No obstante, la victoria de Maceo le supuso doscientas y más bajas, la mitad de sus efectivos, en aquel momento, con que se mantuvo frente a los continuos ataques del ejército español, más organizado y mayor en número; si bien su optimismo y espíritu de victoria no decaía, y de lo que siempre hizo gala el general mambí. El 29 de octubre recibió órdenes de Máximo Gómez, pidiéndole que atravesara urgentemente las trochas y regresara a Camagüey en su ayuda. No era la primera vez que el general en jefe del ejército rebelde le hiciera tal petición que siempre logró sortear. Esta vez la cosa era más seria, pues se debía a las graves disenciones en la cúpula política del gobierno revolucionario cubano a la cabeza de Cisneros Bethencourt con el que Gómez Asumió la dirección de la nueva y definitiva guerra de 1895 junto a Máximo Gómez y José Martí, liderando la campaña denominada como la «Invasión del oeste», desde oriente y que culminó en Mantua la parte más occidental de la isla, provincia de Pinar del Río. Murió combatiendo en diciembre de 1896, próximo a La Habana, centro neurálgico de la administración española, cuando intentaba atacar la localidad de Marianao. Su padre, Marcos, era de origen venezolano y también había muerto en combate durante la toma de Santa Cruz del Sur, en septiembre de 1873. 150 discrepaba militarmente y por su forma de ser individualista y egocéntrica; también por que el signo de la guerra cambiaba, favorable para el ejército español consecuencia de la nueva táctica empleada por Weyler en el mando. Como bien apunta Philip Foner'": «No había nada nuevo, en estas incongruencias del mando civil y militar cubanos. Durante muchos meses ciertos miembros del gobierno civil habían llegado a irritarse extremadamente por su propia falta de importancia a causa de la fuerte individualidad de Gómez; éste insistía obstinadamente en vigorizar la política que consideraba esencial para la victoria. Cada vez estaban más reticentes sobre la forma en que Gómez sumariamente desechaba sus planes para obtener dinero, haciendo excepciones para su política de destrucción... su política terca de destruir toda la riqueza. Hubo momentos de verdadera división entre los líderes revolucionarios, sin embargo el general en jefe dominó la disputa y sus oponentes renunciaron, obedeciéndole». Gómez, al solicitar la comparecencia de Maceo, era plenamente consciente de la importancia que para la causa llevaba a cabo el general negro en la zona del oeste de la isla -pero también el peligro que implicaba cruzar las líneas españolas-. Como el mismo Gómez señaló a Estrada Palma, el hecho de que los españoles tuvieran que concentrar tantas fuerzas contra Maceo les había debilitado en muchos otros lugares estratégicos, dando lugar a que se reorganizaran y se hallaran a punto operaciones militares en Guantánamo, Santiago o Camagüey. También Maceo había llevado a cabo una organización militar eficaz «con hombres bien entrenados » y en su tomo «el mito de la invulnerabilidad del sistema de la trocha que creara Weyler» A la vista de estas circunstancias, queda claramente descubierta la existencia de una gran crisis que ponía en peligro la misma Revolución, que tan firme parecía unos meses antes, circunstancia que no es ajena a la táctica militar de Weyler. Maceo, que se dispuso a acatar la orden cuyo cumplimiento le costaría la vida, conociendo al viejo general dominicano, intuyó la gravedad de la situación y que tal requerimiento fue decidido sólo después de un cuidadoso análisis por Máximo Gómez. Antonio Maceo, dispuesto a cumplimentar el llamamiento de su superior, comenzó la marcha hacia la trocha de Mariel, que obligatoriamente habría de sortear. Era esta la línea preferida de Weyler transformada en un formidable obstáculo militar, equipada con luces eléctricas, torreones con vigilancia y guardada por cerca de 15.000 soldados españoles, no era, sin FONER, Philip S.: Ob. cit., según interpretación considerada. 151 embargo, un obstáculo insalvable, puesto que el 18 de agosto, el asistente negro de Maceo, Quintín Banderas, sigilosamente la había atravesado con cien hombres, aspecto éste que animó a Maceo, sin duda. El 9 de noviembre el líder negro en su avance se encontró con las columnas de vanguardia de Weyler que logró sortear con habilidad y esfuerzo, perdiendo un tercio del contingente que le acompañaba. Al día siguiente quedó rodeado por el grueso de la fuerza española -18 batallones de infantería y 6 batallones de artillería, un total de 6.000 hombres- al mando directo del propio general Weyler, contra el que Maceo sólo podía enfrentar unos 150 hombres, al haber perdido otros tantos en choques habidos con el enemigo, como así apuntan fuentes cubanas. El 11 de noviembre, después de burlar el acoso. Maceo se encontró ante la línea fortificada, totalmente contrariado, puesto que marchaba con retraso a lo previsto y al comprobar la verdadera fuerza de la trocha, que le impediría cruzarla con facilidad, se propuso permanecer oculto con sus hombres de máxima confianza, a la espera de información que le llegaría el 25 del mismo mes. Conocida la información optó por rodear la trocha por el mar a la altura de Mariel, en barco, con diecisiete hombres escogidos. En la noche del 4 de diciembre consiguieron pasarla, burlando la guarnición española y la cañonera costera -por la neblina existente-, yendo a refugiarse en La Merced, un trapiche abandonado, hasta contactar con unidades rebeldes de la provincia de La Habana, previamente avisadas del plan que, puesto en marcha en la localidad de San Pedro, consistía en atacar la población de Marianao, muy próxima a La Habana, y una vez que se obtuviera éxito en la acción, podría significar, a decir de Maceo, la inmediata destitución del general en jefe español, Valeriano Weyler y Nicolau. Sin embargo, es necesario recordar aquí el conocido tópico extraído del refranero español que dice: «El hombre propone y Dios dispone», a lo que habríamos de añadir, que es éste otro oscuro acontecimiento que la Historia guarda todavía en sus muchas incógnitas indescifrables. Nos referimos al hecho valeroso protagonizado por Maceo, en cumplimiento de órdenes superiores, cruzando una línea militar tenida por inexpugnable, sin hombres, sin información, y conociendo que al otro lado le esperaba su mayor enemigo, que tenía como orden del día permanente la caza y captura del general rebelde que más le «incomodó» en la contienda cubana a la que fue enviado desde España con un único fin: ganarla. En la página núm. 436, de forma breve y escueta. Fuerzas Armadas de Cuba, La Habana, 1972, ya citado, analiza este lamentable hecho para la historia de la isla, por la pérdida del valeroso general, empecinado en 152 liberar a Cuba e independizarla de España, texto que lo expresa, a partir del momento que Maceo cruzó la trocha por Mariel, de la forma siguiente: «Provisto de caballos por las fuerzas -insurrectas- de la provincia de La Habana al mando de Sánchez Figueroa -coronel jefe de la brigada del sur que había acudido a San Pedro de Hernández, Punta Brava-, se dirigió con 72 hombres a dicha población de San Pedro. Sorprendidos por numerosas fuerzas al mando del Coronel -español- Cirujeda, entablándose un combate que Maceo estimaba ganado por sus hombres -realmente disponía de pocas fuerzas-. Pero allí moriría cruzado a balazos, el héroe epónimo de la Nación, el revolucionario más consecuente y decidido de nuestras gestas libertadoras. Junto a él también caía -crueldades del destino-, el hijo del General en Jefe, Pancho Gómez Toro», que acompañaba a Maceo para reunirse con su padre, a requerimiento de éste. Añade dicho texto que «con esta muerte perdía la revolución -del 95- al hombre capaz de librar el «Ayacucho cubano», antes de que el imperialismo norteamericano -al que Maceo defenestraba por temor a las apetencias ya desatadas sobre Cuba- desencadenara la intervención armada -en el Caribe-, y con la seguridad que al igual que en «la protesta de Baraguá», el 15 de marzo de 1878, ante Martínez Campos -existe el convencimiento de que Maceo, jamás hubiera aceptado la afrentosa «Enmienda Platt». El profesor cubano don José Cantón Navarro, en su libro Cuba: El desafío del yugo y la estrella, ya citado, sobre la muerte del líder negro, en la página 68, indica: «Al morir el Titán de Bronce presentaba en su cuerpo 26 cicatrices de arma de fuego. Había peleado en más de 900 combates y le rodeaba una leyenda de invulnerabilidad, por lo que fue muy difícil para las tropas mambisas aceptar la realidad de su caída. Cuba perdía con él, no sólo a un jefe militar y guerrero extraordinario, sino también a un líder de pensamiento revolucionario radical y de una lealtad extrema a la causa independentista, a la unidad de las fuerzas patrióticas -por las que murió-y del pueblo en general, así como a los ideales antiimperialistas, lati-noamericanistas e intemacionalistas que guiaron su vida». Otras fuentes de investigación histórica, profundizan y añaden datos sobre este hecho de gran repercusión en la prensa y en el mundo de la época". España lo celebró como triunfo militar e incluso en Canarias, en " Efectivamente la táctica empleada ahora por España en la guerra, con la intermediación valiosa de Weyler, comenzaba a dar resultados, y sin lugar a dudas la muerte de Maceo, fue una importante victoria de los españoles, como antes fue la de Martí, Agramonte o el mismo hermano del líder, que podrían cambiar el curso de la guerra. Sobre la muerte, gloriosa sin discusión, del general negro, y de las circunstancias en las que tuvo lugar, existen numerosas versiones, algunas de ellas verdaderamente epopéyicas. 153 cuya capital, Santa Cruz de Tenerife sede de la Capitanía General, a cuyo frente estuvo Weyler desde 1878 a 1883, hubo «todo tipo» de celebraciones. Al difundirse por esta capital la muerte de Antonio Maceo, el capitán general, un navarro de bigote felpudo y traza avinagrada, a decir de Raúl Foner, describe el hecho de la siguiente fonna, tomando referencias del historiador cubano José L. Franco; «el valiente y osado Maceo, una vez sorteado la trocha de Weyler por Mariel, y entablado contacto con las fuerzas rebeldes de La Habana -San Pedro-, decidió perseguir y aniquilar a los españoles, instalados en las proximidades y viendo un grupo de infantería enemigo, tras una alambrada a su izquierda. Maceo ordenó cargar a los cuarenta y ocho hombres que estaban alrededor de él. Los jinetes cubanos se vieron detenidos por la valla, y los soldados españoles de a pie concentraron fuego pesado de rifle contra ellos. Maceo ordenó al comandante Juan Manuel Sánchez, cortar la alambrada y envió al general de brigada Pedro Díaz con un pequeño grupo hacia la derecha en un movimiento de flanco. Después de dar estas órdenes. Maceo se inclinó hacia Miró, su ayudante y cronista, y gritó "esto va bien". Estas fueron sus palabras puesto que una bala le dio en la cara. Dejando caer el machete, el caudillo cayó pesadamente de su silla mientras que al mismo tiempo unos doce hombres de la escolta del comandante Sánchez caían también bajo las balas españolas. Con el fuego enemigo en aumento, algunos de los rebeldes trataron de ayudar a Maceo y otros intentar detener a los españoles. El coronel Nodarse intentó colocar a Maceo, aún vivo, en un caballo y sacarlo de la escena de la batalla, pero mientras dos hombres alzaban a Maceo herido para colocarlo sobre un caballo, el caudillo recibió otra herida de bala, esta vez en el pecho. El jinete que trataba de sujetar a Maceo también fue desmontado por un disparo. El teniente Francisco Gómez Toro, el joven hijo del general en jefe de la contienda Máximo Gómez, acudió en ayuda de Nodarse para trasladar a Maceo cogido por brazos y piernas. Al ser herido el teniente Gómez, el coronel le ordenó que marchara del lugar, negándose, siendo herido de nuevo con mayor gravedad y yendo a caer sobre el cuerpo del general Maceo, exánime. El coronel Nodarse herido logró, no obstante, escapar de los españoles que se acercaban». Añade el mismo autor que « el cuerpo del Titán de Bronce fue abandonado al enemigo. Los españoles quitaron las ropas y otras cosas de valor del cuerpo de Maceo y de otros rebeldes muertos. Evidentemente no reconocieron que aquel era el cuerpo del fabuloso y legendario líder mambí, porque, de saberlo, hubieran aprovechado la oportunidad de mostrar su cuerpo en La Habana. Los españoles supieron ya tarde que uno de los cuerpos de los rebeldes muertos, y los cubanos, después de hacer huir a las tropas enemigas recobraron los cuerpos. El de Maceo fue llevado a una casa abandonada en las proximidades. A las 3 de la tarde de la mañana del 8 de diciembre de aquel año, el héroe negro de la independencia cubana, en las dos principales guerras, era enterrado, junto con Panchito Gómez Toro, en un lugar llamado Cacahual, en Santiago de las Vegas». Días más tarde, el periodista destacado en La Habana, escribía el 14 de diciembre: «Weyler de forma accidental ganó la larga batalla entablada con Maceo. La muerte accidental del líder, a las puertas de La Habana... es sin duda un gran éxito para nuestro general... No se puede negar que este acontecimiento producía un fuerte impacto en la causa revolucionaria, por ser (Maceo) el líder más popular y conocido por su gran influencia entre los cubanos». A partir de este momento, la guerra contra España la capitaneará totalmente el otro gran líder y viejo general dominicano que luchó junto a Weyler en Santo Domingo contra los haitianos (1864-65 ), Máximo Gómez. 154 Roa, pág. 214, ya citado, organiza un ostentoso «Te deum» y una demostración pública de júbilo. Muchos isleños permanecen ausentes de estos actos, al igual que ocurriera con la caída y muerte de Agramonte, ya que se sienten «canarios» y no españoles. Los peninsulares que desfilan al frente del desordenado cortejo portan la efigie del general Weyler. Llenan el aire con insultos, bravatas y groserías. Algunos manifestantes, ebrios de alcohol y de sevicia, proponen a gritos asaltar las casas de Ramón Roa, el cubano desterrado a Canarias por orden de Martínez Campos, y de su amiga Aurelia Castillo González. Ramón Roa, dice su nieto, les espero revólver en mano en la azotea de su casa santacrucera, en compañía del amigo isleño, su protector Manuel Rallo, que había desempolvado su escopeta de caza. Los provocadores sólo se atreven a merodear por las inmediaciones. Días después aparece embarrada de inmundicias la puerta del Cabildo Insular, y es a partir de aquel momento cuando la guardia civil española perseguiría a Roa a todas partes». Es lógico, que este singular acontecimiento, desde cualquier perspectiva, produjera en los cenáculos políticos, la prensa y la opinión pública de la época, el consiguiente «revuelo» en cuanto a las opiniones vertidas sobre el hecho y sus consecuencias para la insurrección cubana derivada a plena guerra, que podría derivar más aún a favor de España. Los corresponsales tergiversaban las noticias a conveniencia de sus líneas de acción periodísticas. En la prensa neoyorquina, la que más de cerca seguía los acontecimientos, se dijo que Maceo había sido asesinado a traición o que le habían invitado a parlamentar y en el acto le habían matado. El Congreso norteamericano se reunió más de lo normal, y sus acuerdos oscilaban desde resoluciones pro-beligerancia como la de Cameron o actitudes más racionales como las del propio presidente Cleveland, tratando de frenar la oleada bélica, aunque, el día en que murió Maceo, fue obligado a admitir en su mensaje al Congreso el siguiente texto: «Habiéndose manifestado la incapacidad de España -todo lo contrario en aquel momento- para habérselas con la insurrección cubana... nuestro deber para con la soberanía de España será reemplazado por deberes más altos que difícilmente podemos vacilar en reconocer y cumplir», refiriéndose a la declaración clara de beligerancia, en la que intervendría Norteamérica con ayuda material y humana. Sin embargo añadió: «Si España ofreciera a Cuba una verdadera autonomía -una disposición autonomista que, manteniendo la soberanía de España, satisfaciera todas las demandas racionales de los subditos españoles- no habría un verdadero motivo que impidiera la pacificación de la isla». 155 Como era de suponer esta propuesta de Cleveland, no satisfizo a los que realmente deseaban «la guerra y sus consecuencias», proponiendo el senador Cameron el reconocimiento a la «República Cubana», que fue aprobada bajo la influencia que la prensa impuso en la versión dada a la muerte de Maceo, «como un crimen más cometido por los españoles en América», influyendo igualmente, entre los congresistas y opinión en general, las caricaturas grotescas que desde La Habana enviaban al periódico The World, sus dos empleados de conñanza Remington y Harding, expresamente enviados para tal fin por el expresado rotativo considerado, a través de la línea editorial seguida por su director Hearst, incitador de la guerra, el más independiente del momento y más anti-español de la prensa yanqui-norteamericana, a quien España debería recordar la misma política defensiva para «la masacre» de indios en las reservas asignadas en aquellos territorios que fueron españoles. Tras la muerte de Maceo, Weyler, muy optimista al considerar pacificada la parte oeste de la isla, puso en práctica su plan preconcebido cual era ocuparse de Máximo Gómez estacionado en la parte central y oriental. Incluso antes de la muerte del líder negro, Weyler, creyendo próxima aquella pacificación occidental, dictó una orden el 19 de diciembre, por la que pensaba poner en ejecución la táctica ya planeada de invasión de oriente, de la que entresacamos: «... Mi propósito es que, durante mi estancia en Pinar del Río, no quede un lugar o una montaña sin haber sido atravesada por la correspondiente columna -se refiere a las provincias de Habana y Matanzas, con la intención de operar rápidamente a su regreso de la zona de Pinar del Río-, y que se haya acampado en los sitios realmente sospechosos...». Era su objetivo peinar la zona con el propósito de evitar obstáculos en su próxima salida hacia Santa Clara y Camagüey. En cambio, Máximo Gómez, había recibido la noticia de la muerte de Maceo junto a su propio hijo Francisco, que pretendían reunirse con él a su requerimiento, hallándose en Oriente, y creyendo que ambos habían sido asesinados, informado por la prensa de Hearst, se dispuso a movilizarse para atacar a los españoles. Con ferocidad y fuerte resentimiento, se dirigió con las fuerzas hacia la trocha de Morón-Júcaro, para internarse en Matanzas, cambiando su táctica, estática hasta aquel momento, con destrucciones económicas, a la de la acción directa, que favorecía los planes de Weyler. Desde su posición privilegiada en Oriente, controlado eficazmente por el general Calixto García, y desde el cuartel general de Gómez en Camagüey -casi la mitad de la isla estaba controlada en este momento a excepción de las ciudades-, llevaron a cabo la llamada Campaña de la Reforma entre Las Villas y.Camagüey, ocupación que se efectuó con tanta 156 contundencia que las numerosas tropas de Weyler no pudieron tomar aquel pequeño territorio defendido por un pequeño número de soldados cubanos, a decir del propio General Gómez. En Oriente, Calixto García obtiene a principios del verano el éxito en la toma de la Ciudad de Victoria de Las Tunas y Guisa, importantes centros de abastecimientos y operaciones del ejército español, ciudades en las que los rebeldes cubanos lograron un importante botín en material de guerra e incluso con numerosos prisioneros. Máximo Gómez, a principios de junio, siguiendo con su nueva táctica de ataque a los españoles, se desplaza hasta Jinamaguayú en la provincia de Camagüey, desde donde prepara y obtiene la victoria de Saratoga, contra una columna española que le buscaba. Generalizada la batalla, en la tarde-noche del día 9, con fuerte acoso de la artillería española, Gómez dispone que se acose al enemigo durante toda la noche a través de guerrillas, mientras otras cortaban la alambrada que impedía el ataque directo contra las columnas españolas, único modo de cargar a machete. Sin embargo Gómez ordena la retirada refugiándose en el batey de la finca Saratoga, donde son acorralados durante más de treinta horas, esperando refuerzos, pero sorprendentemente los españoles emprenden la retirada por el camino real que va a la ciudad de Puerto Príncipe'^ Las circunstancias de la guerra hispano-cubana, no marchaban lo bien que deseaban los insurrectos y cubanos favorables a la independencia. Los contundentes éxitos de las fuerzas de Weyler -en número, formación, armamento y disciplina, muy superior- marcaban el curso de los acontecimientos hacia el triunfo en estos momentos, junio, julio y agosto de 1897. A tal respecto Hugth Thomas" nos aporta «... El optimismo español había crecido... A principios de verano el único cabecilla rebelde destacado que quedaba en el oeste de Cuba, Quintín Banderas, se hallaba rodeado. Máximo Gómez, en Santa Clara, no tenía muchos seguidores... y solamente la región de Oriente, fuera de las ciudades, era lo que quedaba a Weyler por someter...», por aquellas fechas. Sin embargo, añade, «el costo de la guerra en hombres y dinero... y conocido el peligro, siempre latente, de intervención de los EE.UU., era motivo para la incertidumbre, aun teniendo en cuenta los claros éxitos militares españoles en Cuba...», y también en Filipinas. La carta que el presidente de la junta cubana en Nueva York, Estrada Palma, escribió el 17 de junio al General Calixto García, en contesta a otra Fuerzas Armadas. Citado, págs. 449 y 450. HUGTH, Thomas: Cuba la lucha por la libertad. Vol. I, México, 1973, pág. 455. 157 suya en que pedía «ayuda» para la guerra contra España, es sumamente esclarecedora: «Comprendo..., le decía, su difícil situación. La verdad es que las fuerzas de Oriente y Camagüey son las únicas que se han movilizado en su totalidad, tanto en esta guerra como en la pasada -de 1868 a 1878-. Recordará Vd. que el general Rolof tuvo la idea de cruzar desde Las Villas hasta Camagüey para armarse y disponer allí un convoy de municiones. Desde luego, los hombres sin armas no pueden ahora cruzar la trocha... de no ser así esa habría sido la manera racional de incrementar las fuerzas de las Villas... Ahora estoy haciendo una especial petición de fondos a los emigrados. Tengo poca confianza en el resultado por que, en realidad, aquellos a quienes les ayuda algún valor patriótico tienen unos recursos financieros cada vez más pequeños, y los ricos, con pocas excepciones, son sordos a la voz del deber. Muchos de ellos, sin duda, verían con gusto un nuevo sometimiento de Cuba a España...». La única ayuda efectiva para la revolución cubana en estos momentos, era la prensa yanqui-americana y las continuas protestas del Secretario de Estado, Sherman, ante el gobierno español por los métodos de Weyler, a la que España contestó indicando «que si bien la guerra era dura, también había sido la civil americana, y se refería, a la invasión de los generales Hunter y Sheridan por el Shenandoah, a las actividades del general Sherman en Georgia, y a otros puntos oscuros de la historia de los EE.UU.». El mismo general Sherman, ya anciano, había defendido la política militar de Weyler, justificándola ante la táctica destructora de Máximo Gómez. Al comienzo de julio, este general, impotente, se encamina hacia provincia de Oriente, donde tuvo que mantener la disciplina, decaída desde algún tiempo, acompañado de la conducta ambigua de numerosos comerciantes, poniendo orden y remedio, y procediendo a la destrucción de bienes económicos, que por pertenecer a familias extranjeras, en principio afines a la Revolución, no habían sido destruidos con anterioridad. Regresó nuevamente a Camagüey, después del fatídico mes de agosto para la causa española por el asesinato del presidente del Consejo de Ministros Cánovas del Castillo, día 8 en circunstancias históricas no suficientemente investigadas, para atacar y poner sitio al pueblo de Cascorro en el momento en que el general en jefe Valeriano Weyler, se hallaba ya bajo «la espada de Damocles» para su destitución y relevo, octubre del mismo año, no por motivos militares exclusivamente sino netamente políticos y de presión yanqui-americana. A partir de estos momentos, siguiendo los hechos, España perdería la guerra de Cuba a pesar de las medidas de buena voluntad que siguieron a la destitución de nuestro protagonista. 158 4. POLÍTICA DE RECONCENTRACIÓN, TROCHAS Y CONS E C U E N C I A S PARA LA P O B L A C I Ó N CAMPESINA DE CUBA Las órdenes dictadas por Weyler encaminadas a poner en práctica la polémica «reconcentración», no fueron aplicadas contundentemente hasta octubre del mismo año de su toma de posesión, si bien tenía previsto llevarlas a cabo inmediatamente y como tal acordadas desde su partida de España previo acuerdo con Cánovas. Fueron las circunstancias de la propia guerra y la colaboración cada vez más intensa entre yanquis, rebeldes y población civil cubana, lo que motivó la aplicación efectiva de tales medidas. El general, prioritariamente, organizó el ejército, dividiéndolo en cuerpos, divisiones, brigadas y medias brigadas, suprimiendo muchos destacamentos inútiles formados por voluntarios y engrosando con ellos a los batallones, bajo mandos profesionales. Organizó fuerzas irregulares, táctica e información, una nueva división territorial militar así como el refuerzo de la trocha creada desde Morón y la creación de otra nueva con todos los adelantos militares, Mariel-Majana, entre las provincias de La Habana y Pinar del Río, donde operaba el ejército mambí a las órdenes del líder negro Maceo Grajal. Ordenó la «reconcentración», después de su toma del mando al comprobar que el éxito de movimientos en el campo rebelde dependía del apoyo que estaban recibiendo de los colaboracionistas que habitaban en pueblos próximos a sus posiciones, a lo que había que sumar la ayuda de filibusteros americanos que desembarcaban armas y pertrechos por la costa norte de la isla. Siguiendo a Poner, «... del millón seiscientos mil habitantes que aproximadamente había en Cuba cuando empezó esta guerra, unos doscientos mil eran españoles, quinientos mil negros o mulatos, unos ochocientos mil blancos cubanos o criollos y un número no determinado de chinos, jamaicanos, haitianos y otros. Los españoles, con alguna notable excepción, en especial dentro del clero, se mantenían fieles a España y en contra de la revolución de los cubanos. Los negros, con excepciones puntuales, estaban entusiásticamente unidos para apoyar a los rebeldes bajo promesa de abolición de la esclavitud, y por que intuían que al final triunfaría la rebelión contra España... Esperaban que bajo el nuevo régimen tendrían condiciones muy similares a las de la vecina república de Haití... soñaban con una Cuba libre». En cuanto a los cubanos considerados blancos se hallaban divididos, si bien la mayoría apoyaba la revolución junto con los negros. Sin embargo 159 los que tenían propiedades, posición y riqueza de algún tipo, se opusieron más claramente a la revolución. Temían por el futuro de Cuba y de su «status», considerando que sólo estarían a salvo bajo el dominio español, a pesar de controversias y entibiamientos producto de la discriminación llevada a cabo por la administración colonial a lo largo de los últimos años. Todo este cúmulo de circunstancias motivan para tomar la medida reconcentradora de población civil del campo en los poblados, sin la cual era imposible su control, organizando zonas de cultivo en todas las zonas con destacamentos destinados a dar alimentación a los concentrados. Evidentemente su aplicación exhaustiva suscitó la crítica desde el mismo campo rebelde y sobre todo de la prensa yanqui-norteamericana, sesgada, parcial e interesada en el asunto. Estas crueles órdenes, a decir del propio nieto del general extraídos de documentación inédita, fue necesario ponerlas en práctica debido a «las bondades» de los insurrectos, que arrasaban los campos y sus cultivos sin importarles la subsistencia de la población civil con mayoría de ancianos, mujeres y niños, ya inmersos en la miseria de la guerra. Esta medida despertó contra Weyler odio y sobre todo «intranquilidad » para los insurrectos, que tenían más dificultades para recibir informes, abastecimiento y ayuda del interior y también del exterior, toda vez que los buques contrabandistas no tenían los puntos de apoyo a que estaban acostumbrados. Weyler fue achacado de cruel y despiadado, pero esta táctica surtió efecto en el curso de la guerra a pesar de la injusticia que representaba. El mismo general, en sus desplazamientos, conocía «in situ» el inevitable mal causado..., dice su nieto Weyler y Puga... «tenía ocasión de ver a los viejos, mujeres y niños desolados... se le encogía el alma, pero sabía que sus disposiciones eran necesarias para acortar la guerra y sus inherentes miserias... ¡Cuántas veces, entristecido, se le oía musitar entre dientes, es lamentable, es terrible, pero es necesario!». Las críticas interesadas, sobre todo yanquis, tenían fundamentos de tipo bélico, no humanitario, a favor de los insurrectos. Se esparcieron noticias totalmente falsas como que «había miles de norteamericanos reconcentrados que necesitaban socorro», resultando una treta para intentos de invasión, toda vez que los yanquis de Cuba ya se habían sumado a los rebeldes desde el principio. Si bien es cierto que Weyler tomó la medida, lógica desde toda perspectiva militar, por la que obligó a los ciudadanos americanos a inscribirse en un registro especial, conforme establece la propia ley cubana, para de esta forma evitar que aquellos que resultaban prisioneros por acciones de guerra, no alegaran la condición de norteame- 160 ricano sin haber salido nunca de Cuba, evitando así que operaran bajo esta protección aparentemente legal. La concentración de población civil en zonas determinadas previamente establecidas, no fue algo ideado o exclusivo de Weyler. El mando anterior responsable a su llegada, los capitanes generales Emilio Callejas, Arsenio Martínez Campos y Sabas Martín, habían permitido a la gran mayoría de cubanos del campo permanecer en sus lugares habituales de residencia, si bien Martínez Campos ya había apuntado en correspondencia con el presidente Cánovas del Castillo, la necesidad imperante de esta medida reconcentradora para la población rural cubana. Weyler, al comprobar la ayuda que la gente del campo prestaba a la causa revolucionaria, decidió poner en práctica tales medidas. De esta manera obtendría varios factores militares favorables a su política como eran: privar a los mambises de sus medios de subsistencia, privarles de la información precisa para sus movimientos y encuentros con las tropas españolas, impedir la propaganda revolucionaria, evitar nuevas captaciones de adeptos en la masa rural y sobre todo desmoralizar a los soldados rebeldes, ya que muchos de ellos tenían familiares en los campos de concentración. Con estos objetivos, claramente militares y muy utilizados en posteriores acontecimientos bélicos hasta nuestros días, Weyler controlaba a cientos de miles de hombres, mujeres y niños, bajo dominio, aunque la medida fuera inhumana desde otro punto de vista. La proclama, íntegramente, decía: «1. Todos los habitantes de las zonas rurales o de las áreas exteriores a la línea de ciudades fortificadas, serán concentrados dentro de las ciudades ocupadas por las tropas en el plazo de ocho días. Todo aquel que desobedezca esta orden o que sea encontrado fuera de las zonas prescritas, será considerado rebelde y juzgado como tal. 2. Queda absolutamente prohibido, sin permiso de la autoridad militar del punto de partida, sacar productos alimenticios de las ciudades y trasladarlos a otras, por mar o por tierra. Los violadores de estas normas serán juzgados y condenados en calidad de colaboradores de los rebeldes. 3. Se ordena a los propietarios de cabezas de ganado que las conduzcan a las ciudades o sus alrededores, donde pueden recibir la protección adecuada». Al principio las zonas de confinamiento guardaban un eficaz funcionamiento en base a la sanidad, vivienda, agua y otros requerimientos necesarios, siempre que las condiciones lo permitieran. Había parcelas de terreno próximas a las áreas protegidas con el fin de que fueran cultivadas por los concentrados para su propia subsistencia. Más tarde, aparte de que Weyler puso poco interés en que sus órdenes se cumplieran, según apunta 161 Foner, no había suficientes facilidades para los pobres campesinos y sus familias que eran, en cada vez mayor número, conducidos a las superpobladas ciudades. Desde sus inicios esta medida tenía por sí que ocasionar problemas y así leemos en el artículo de El País, periódico de Sancti Spíritus, 5 de abril de 1896, cuando comenzaba a ponerse en práctica... «en los últimos pocos días se han sucedido a intervalos de segundos cuadros de desesperación presentados por las gentes que entra en las ciudades... La situación de esta gente va a ser siempre difícil desde todos los puntos de vista y más en este distrito militar a causa de una medida que obedece a una orden superior, que prohibe plantar maíz y plantaina y que también atañerá al azúcar de caña, que tiene una doble utilidad, las hojas como pienso para el ganado y el tronco para fabricar azúcar... limitación que si se tiene en cuenta que el más alejado fuerte está justo a las afueras de la ciudad y que el número de gente de campo confinada en ella es grande». Incluso la propia prensa cubana y pro-española avisaban que estas disposiciones eran demasiado imprecisas y difíciles de llevar a cabo con cierto orden, y que la tragedia de los campesinos se veía venir. Pero este aviso fue ignorado tanto por los funcionarios españoles como por las autoridades de las ciudades donde habrían de reconcentrarse estas masas. El resultado pronto se hizo evidente, por la falta de subsistencias, precaria desde antes de la llegada de estos contingentes humanos. Los más pudientes, llenos de humanidad unos, se dispusieron a auxiliar a los concentrados, pero hubo otros que los culpaban y por tanto eran merecederos de su propia suerte, ya que con la ayuda a los rebeldes habían prolongado el conflicto armado. La situación se complicaba a medida que avanzaba la guerra. Los sufrimientos y calamidades aumentaban en su irregular forma de vida en barracones, almacenes o refugios abandonados, durmiendo a veces en patios o resquicios de puertas y accesos, sin la más ligera protección contra los elementos, especialmente grave para ancianos, mujeres y niños, que morían continuamente. Observadores contemporáneos describen los terribles sufrimientos de estas gentes. En La Habana, describen un punto de concentración «... consistente en una vieja nave de almacén abandonada que descansaba sobre pilotes medio derrumbados sobre un gran charco de agua maloliente en la zona de los muelles. El suelo era inseguro y estaba lleno de agujeros. No había separaciones entre hombres y mujeres, ni existían lavabos, ni camas... Las enfermedades aumentaban cada día entre esas familias. Las tropas españolas ocupaban tantos edificios que no queda hospedaje decen- 162 te para el excedente de la población. Los lugares donde viven los reconcentrados son poco más que cochiqueras y la gente ha dejado de respirar el limpio aire al que estaba acostumbrado. Esto, junto con la escasez de alimentos está resultando en cientos de muertes»'", nota... Lee a Day, 18 enero 1898, Departamento de Estado, La Habana, National Archives... Evidentemente son fuentes interesadas. Entre mayo y junio de 1897, momento en que teóricamente el curso de la guerra en lo militar lo controlaba Weyler, William J. Calhoun, efectuó un estudio «in situ», en varias ciudades de la zona central de Cuba. El día 22 de junio escribió, refiriéndose a las concentraciones en las afueras de Matanzas: «... entré en las chozas, hablé con las gentes y vi pruebas de privaciones y sufrimientos que hicieron sangrar mi corazón por las pobres criaturas... Vi niños con miembros hinchados y aspecto hidrópico que se debía al hambre... Es poco práctico detenerse ante el triste cuadro. En mi opinión si la actual política continúa dará por resultado la extinción gradual, pero cierta, de estas gentes. He hablado con muchos desinteresados y sin prejuicios de diferentes partes de la isla y todos han contado la misma historia de sufrimiento y muerte por parte de los desvalidos reconcentrados...». El 8 de noviembre de 1897, ya cesado Weyler, tras los acontecimientos de carácter político que siguen al asesinato de Cánovas del Castillo un mes antes, el director de la John F. Craig & Cía. de Filadelfia, con intereses en Cuba, escribía al secretario de Estado John Sherman, en base a noticias recibidas desde la isla que... continúan las privaciones y sufrimientos de los campesinos conducidos a las grandes ciudades bajo los decretos gubernamentales... para los que se solicita socorros y alivio... Hombres, mujeres y niños hacinados por miles en corrales sin tejados y sin alimento suficiente, ropas o medicinas y en lamentables condiciones sanitarias, están muriendo en gran número diariamente...». Reiteramos que la prensa y opinión norteamericanos eran parte interesada en estas acontecimientos, y cuyos resultados fueron la destitución de Weyler, la concesión de una autonomía, que no sirvió de nada, y por último la declaración de guerra y ocupación efectiva de la isla por fuerzas de ese país. En el estado de guerra que se mantenía en Cuba, es obvio reconocer que las condiciones de los concentrados eran pésimas y su supervivencia dependía principalmente de ellos mismos. Poco podían esperar del gobierno o mandos españoles. La comida se suministraba irregularmente y con- '" Notas, capítulo Reconcentración, Philip S. Moner, citado, pág. 165. 163 sistía en los sobrantes de las guarniciones militares o lo que los mismos reconcentrados pudieran recopilar. Miles de personas extenuadas, enfermas y muriendo se movían como fantasmas por las calles de las ciudades y pueblos donde se hallaban, por cumplimiento de las medidas, a la búsqueda de limosnas y recogiendo migajas de españoles y extranjeros y muriendo con frecuencia en las aceras. Siguiendo a Moner, las chicas jóvenes se vendían a los soldados españoles y a los civiles por un trozo de pan, alguna medicina o ropa, por otra parte común a cualquier guerra o catástrofe. Es de suponer que los concentrados conseguirían salvoconductos que les permitieran legalmente desplazarse por las zonas agrícolas a la búsqueda de comida, organizados en brigadas, y sorteando los lugares más conflictivos de la guerra. El soborno jugaba un importante papel en el tratamiento de aquellos que dispusieran de algún «bien» considerado de utilidad, y los funcionarios españoles, oficiales de baja graduación y comerciantes del mercado negro, harían negocios abasteciendo a los reconcentrados con más solvencia, a cambio de los objetos de valor u otros servicios. Es difícil determinar con certeza la cantidad de personas reagrupadas como consecuencia de las órdenes dictadas por Weyler. Stephen Bonsal, agudo observador norteamericano a decir de Moner y al que también alude el historiador cubano José Manuel Cabrera'^ nos aporta datos difícilmente cuantificables, por carecerse de fuentes fidedignas. Estimaba para diciembre de 1896 unos 400.000 cubanos no combatientes que catalogaba como reconcentrados en lugares escogidos o no con ese objetivo, pero en todo caso considerados como destino para «servir a una política de exterminación ». Otras fuentes yanquis sitúan el número de concentrados entre 500.000 y 600.000 cubanos. Igualmente son diversas las estimaciones sobre el número de fallecidos en estas concentraciones, difícil de cuantificar toda vez que no se llevaban registros de los muertos y sus causas. Carlos M. Trelles y Govín, historiador cubano, afirma que por estas causas murieron «no menos de 300.000», incluyendo al parecer los residentes habituales de las ciudades, antes de la medida, y que no fueron reconcentrados como tales, y los que murieron «por incumplir la orden». La mayor parte de las fuentes de la época están de acuerdo en la cifra de 50.000 desaparecidos sólo para la provincia de La Habana. El político y abogado español Alvaro de Figueroa, " En su excelente Historiografía de Cuba, José Manuel Cabrera, analiza el libro de BONSAL: The Real Condition ofCuba Today, «en una patética descripción profundamente sentida, de miseria, angustia e increíble mala suerte de la población campesina de Cuba bajo el mando de hierro del general Weyler». México, 1962, pág. 290. 164 conde de Romanones, habla de 300.000 reconcentrados agonizantes y famélicos muriendo de hambre y de miseria alrededor de las poblaciones en las que fueron reagrupados. Y el célebre político e intelectual de ideas progresistas en la contienda por el poder en España, a principios del presente siglo, José Canalejas, afirmó «que aún antes de terminada la guerra cubana, entre los muertos caídos en el campo de batalla, por las enfermedades y la reconcentración decretada por Weyler, ascendían aproximadamente a la tercera parte de la población rural de Cuba». A este respecto otro historiador cubano, José Cantón Navarro, ya citado, nos apunta que la monstruosa medida, no dio los resultados que España esperaba. Si bien es cierto que aniquiló gran parte de la población civil y causó estragos entre las filas insurrectas, también obligó a miles de hombres, cubanos o vinculados a Cuba, a tomar las armas contra la metrópoli y provocando a su vez una ola de indignación contra España en muchos países del mundo. No obstante, afirma, el curso de la guerra siguió favoreciendo a las armas cubanas, cesando la reconcentración hacia marzo de 1898, ya sustituido Weyler y en pro de la política pacifista que imponen las circunstancias. Sin embargo pese a las pésimas condiciones de vida en los campos de concentración, los campesinos cubanos la consideraban menos peligrosa que permanecer en los campos. Moner indica que el simple hecho de ser sorprendido algún evadido en la casa o bajo la protección de cubanos, significaba la muerte segura para todos los implicados. Los campesinos cubanos, emulando otras épocas, buscaban las partes más inaccesibles de las montañas, bosques, pantanos, «la manigua» en suma, donde corrían serio peligro. Las patrullas españolas tomaron siempre especial interés en buscar evadidos, sobre todo los incursos en hechos de sangre o considerados peligrosos o perjudiciales para el transcurso de la guerra. A su paso destruían cultivos y animales con objeto de impedir su utilización por los rebeldes mambises que aún se movían en la ilegalidad. Un jefe de una unidad rebelde de caballería relataba, según recoge Moner, en el libro citado, pág. 163, que « ...en los campos no hay nada sino ruinas y cenizas. En muchos lugares los campos sembrados han sido desenraizados completamente. El poco ganado que quedaba ha sido muerto por los fusiles españoles por que no querían que fuese útil a la revolución cubana. Es una gran pena ver familias que han escapado de las zonas de reconcentración buscando comida para sus hijos desesperadamente». En un informe de William J. Calhoun, funcionario civil del Gobierno norteamericano en Cuba, decía: «He viajado en ferrocarril desde la Habana hasta Matanzas. El campo más allá de los puestos mihtares está prácticamente despoblado. 165 Cada casa ha sido quemada, los plátanos cortados, los campos de caña barridos por el fuego y destruida cada cosa que sirviera de alimento... No vi ni una señal de vida, salvo un buitre ocasional o un cuervo volando. El campo estaba envuelto en la calma de la muerte y el silencio de la desolación ». Es evidente que una política de este tipo nunca constituye una solución ideal, al menos en el momento avanzado de la guerra en la que fue dispuesta. No hizo más que exacerbar los ánimos de aquellos que combatían con el ideal de la Cuba independiente. El sufrimiento de sus familiares recluidos, reconcentrados o abandonados a su suerte, no habían hecho otra cosa que incentivar aún más el esfuerzo para expulsar a los españoles de la isla. Estos hechos nunca han obtenido el resultado deseado y así lo hemos visto en otros momentos de la Historia: la antigua Asiria, las reservas indias en Norteamérica, los campos de exterminio nazis, o el régimen sudafricano, camboyano, etc. Esta política netamente militar del general Weyler, haciendo uso del maquiavelismo más extremo y con el último fin que era ganar la guerra a la que los políticos españoles le enviaron como general en jefe, no obtuvo el resultado deseado por distintas circunstancias adversas. La suspensión de las labores agrícolas y el abandono de la vida en el campo incrementó el número de adeptos que se suman a la causa cubana, a lo que añadimos la destrucción económica de todos los factores de producción que perjudicaba a ambos bandos. La desesperación, miseria, muerte y caos que sigue es «el caldo de cultivo» esperado y deseado por la caterva de periodistas yanquis afincados en la isla, que servían puntualmente la noticia, claramente interesada y partidista, a sus rotativos norteamericanos, especialmente notable The World, y que como agencias de noticias de la época catapultaban sesgadas observaciones al mundo más desarrollado de la época, especialmente Europa y América, produciendo el efecto que buscaban desde el inicio: «el tópico de la crueldad española en América desde la conquista cuatro siglos antes y que tan claramente tenía, a su manera, el mundo anglosajón en la versión propia de las obras del padre de Las Casas». Esta presión periodística, diplomática y política sobre Weyler, a lo que se une el acontecimiento nefasto para la historia de la España contemporánea como fue el asesinato de Cánovas del Castillo -cometido por el anarquista Angiolillo, quien días antes había contactado en Londres con agentes cubano-yanquis-, dio totalmente al traste con el deseo de este general, encomiable desde todo de punto de vista de un militar de la época, cual fue su propósito de ganar la Guerra de Cuba, prácticamente per- 166 dida cuando tomó el mando de las operaciones el 12 febrero de 1896 y en cuya misión puso el máximo empeño como militar. 5. A MODO DE EPÍLOGO Valeriano Weyler y Nicolau fue ante todo un militar, consecuente y efectivo como tal, de lo que hizo gala en todas las actuaciones en las que participó, como subordinado o investido en el mando total como así ocurre en la definitiva guerra cubana. Distinto puede resultar su carácter y su personalidad que es propia de cada ser humano individualmente. Militar de profesión en el más amplio sentido en que esta actividad era considerada en su tiempo, por el concepto de la guerra y las circunstancias que la acompañaron todo el siglo, las napoleónicas, las de yanquis contra confederados, o la cubano-hispano-americana hasta 1898, entre otras. El concepto de honor y valor militar era común en la época y tenido en alto concepto dentro de un régimen clasista con ordenamiento propio. El permanente enfrentamiento entre políticos y militares, fue también decisivo a la hora de imprimir carácter en este estamento, que actuaba con plenos poderes y decisiones en clara desobediencia al mandato político, numerosas veces a través de «los pronunciamientos», tan en boga en la España del pasado siglo y tan propio de los países del área iberoamericana, que acuñaron el hecho como acto a convertir en un «tópico» universal por otros ejércitos en la asunción del poder civil, casi siempre cruento. Este general llegó a Cuba, febrero de 1896, para ganar una guerra en circunstancias adversas, con poderes máximos y con la consigna «maquiavélica » para hacer uso de cualquier estrategia con el objeto de conseguir aquel fin, por otro lado común a cualquier otro militar de alto grado que se precie. Severo, obstinado e inhumano, su espíritu militar se forjó en todo tipo de pruebas a lo largo de su vida. Fue inteligente y portador de rápida visión para solucionar los acontecimientos que le afectaban, respondiendo con seriedad tanto a las órdenes que tenía como al tipo de guerra que le imponía el enenúgo. Según recoge Luis de Armiñán Pérez, Weyler, (Ed. Gran Capitán, 1946), había sido agregado militar en Washington durante la guerra civil yanqui-confederada admirando mucho al general Sherman. En sus costumbres privadas hacia gala de «puritanismo británico» -tenía ascendencia germánica-. En campaña era capaz de satisfacer su hambre con un trozo de pan, una lata de sardinas y una jarra de vino. Normalmente dormía en el duro 167 colchón de soldado raso y nunca fumaba ni era adicto a bebidas alcohólicas. Su carácter era seco y reservado, muy autoritario, tenaz, si bien fue muy anticlerical. Mantuvo disciplina y crueldad en el trato hacia hombres con los que se relacionaba, muchos a lo largo de su vida profesional, y sin embargo amaba a los caballos, llegando a costear personalmente unas caballerizas en Madrid, para salvarlos del matadero. Tuvo gran influencia en el Ejército Español aportando su gran experiencia, especialmente entre los oficiales jóvenes y ambiciosos, entre los que se encontraba el que sería años más tarde el General Franco, cuya personalidad y comportamiento se asemejó en mucho a Weyler. Su fuerte salud y constitución, a pesar de su baja estatura, le permitieron llevar a cabo guerras en zonas tropicales, Santo Domingo, Filipinas, Cuba, así como larga estancia en Canarias, comportándose «como si hubiese nacido en una marisma». En su biblioteca no faltarían los acontecimientos bélicos de mayor trascendencia de la Historia, especialmente militar. Admiró la disciplina prusiana y a su artífice Federico el Grande, o Rey Sargento, al igual que a la caballería, que potenció al máximo. Los Tercios de Flandes, la centuria romana o la falange macedónica, serían de su máximo interés; tampoco se hallaría ajeno a los acontecimientos ocurridos en los últimos años de su vida, guerra de África, desastre de Annual, informe Picasso, muerte del General Silvestre, dictadura de Primo de Rivera, fascismos de Alemania e Italia, inicios del falangismo español. Seguramente comentaría estos hechos con sus allegados desde su óptica y larga experiencia como militar probado en varias guerras. No se ocultaba entre los generales de la época sus cualidades y aptitudes militares para el mando. El mismo Martínez Campos, en junio de 1895, a la vista del cariz negativo que tomaba el avance de los insurrectos y la misma situación civil en Cuba, escribió a Cánovas del Castillo: «Sólo pocos españoles de la isla se proclaman como tales... el resto... odian a España; las masas, como resultado de la acción de la prensa y de los clubs y del abandono en que se encuentra la isla desde Polavieja, se han entregado al libertinaje y a la resignación... por miedo, hasta los más timoratos estarían dispuestos a seguir a los jefes insurrectos... y añade que la única política eficaz debía ser la de crueldad sistemática. Yo no puedo, como representante de un país civilizado, ser el primero en la intransigencia. Debo confiar que empiecen ellos... Podríamos reconcentrar a las familias del campo en ciudades, para su control, pero sería difícil y la miseria y el hambre que esta medida ocasionaría, serían terribles... Esto sería factible, pero sólo en última instancia, y yo creo que carezco de cualidades para llevar a cabo una política de este tipo. Y añade que entre nuestros generales, en la actua- 168 lidad, sólo Weyler tiene la capacidad necesaria para este tipo de política, pues es el único que reúne la inteligencia, valor y conocimientos de la guerra necesarios... Reflexione, mi querido amigo, y si, después de discutirlo, aprueba esta política, no tarde en relevarme de mi puesto». Y finalmente el General Martínez Campos concluía: «incluso si ganamos en el campo de batalla, mi opinión leal y sincera es que, con reformas o sin reformas, antes de doce años, tendremos otra guerra». Una vez cesado y sustituido por el General Blanco, en virtud de los acontecimientos ya citados, regresa a España, dando cuenta de su gestión al nuevo gobierno, si bien no decaerá su carrera militar. En 1909 sofocaría el levantamiento de la Semana Trágica de Barcelona, hallándose destinado en dicha Región Militar, «y con su sola presencia» a decir de algunos biógrafos. Llegó por ascenso escalafonal al grado de Capitán General. 169 |
|
|
|
1 |
|
A |
|
B |
|
C |
|
E |
|
F |
|
M |
|
N |
|
P |
|
R |
|
T |
|
V |
|
X |
|
|
|