APROXIMACIÓN AL ESTUDIO DE LA POLÍTICA
AGRARIA DE FUERTEVENTURA
ALEJANDRO GONZÁLEZ MORALES
En muchas ocasiones se han achacado los males que padece la agricultura
a condiciones físico-ambientales; indudablemente éstas son importantes,
pero en absoluto pueden explicar la falta de desarrollo o atraso
que padecen determinado tipo de agriculturas, y la prueba más evidente
de ello la tenemos en Fuerteventura, donde con un clima similar para
el conjunto de la isla se desarrollan varias agriculturas que se diferencian
en la utilización de medios de producción, en productividad, en
rendimientos y, en definitiva, en capitalización y utilización de técnicas
diferentes. Hemos, por tanto, de convenir que lo auténticamente determinante
es la forma de producción adoptada que se refleja igualmente
en una particular estructura económica.
En este sentido, las políticas agrarias mantenidas por los Estados
juegan un papel importantísimo; como bien indica J. A. Sans la ayuda
estatal recibida: "podemos decir que en principio, se está favoreciendo
el agro isleño, afirmación que de todos modos conviene matizar. Para
poder expresarse con entera propiedad en términos de beneficio, resulta
obligado descender de nuevo a la consideración de los varios tipos de
explotaciones y diversas agriculturas. Deberíamos preguntarnos entonces
quiénes han sido los verdaderos beneficiarios de esa masa financiera que
el Estado ha vertido en la agricultura canaria, y sobre qué tipo de agricultura
se han volcado los esfuerzos crediticios"'.
En efecto, los créditos y las subvenciones estatales han beneficiado
precisamente a aquellos que menos lo necesitaban, pues, son los que
contaban con el suficiente capital para emprender por ellos mismos un
proceso de modernización y desarrollo. Sin embargo, toda la agricultura
de "medianías" y cumbres, ocupada de la propia subsistencia familiar
y del abastecimiento del mercado interior ha sido absolutamente marginada
en el reparto de dichas ayudas.
1. SANS, J. A.: La crisis de ¡a Agricultura Canaria. Excmo. Cabildo Insular de Gran
Canaria. Las Palmas de Gran Canaria. 1975, p. 279.
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Así, pues, hay una distinción institucional del campesinado pero la
articulación del modo de producción capitalista con el de pequeña producción
mercantil coloca a estos campesinos en una situación ambigua,
ya que no llegan a ser auténticos proletarios del campo, como tampoco
son burgueses en el sentido estricto de la palabra. Al ser productores
independientes y dueños de sus medios de producción se apartan del
primer caso, pero al no poseer suficiente capital, por la escasa generación
de excedente en este tipo de agricultura (pequeña producción mercantil)
tampoco puede considerársele un burgués en sentido amplio.
Por ello, las políticas empleadas por el Estado, que a primera vista
nos puede parecer neutral, en realidad favorece más a los grandes propietarios
con explotaciones altamente capitalizadas. Por ello, estas políticas,
insistimos, en la praxis se traducen en auténticamente desequili-bradoras,
tanto desde la perspectiva de los efectivos poblacionales, como
espacialmente al beneficiar a las áreas más capitalizadas.
Por tanto, el Estado ha jugado un papel importantísimo en el desarrollo
capitalista de la agricultura. En palabras de M. Guntelman: "la
política general del Estado burgués en relación con el campesino apunta
a facilitar el proceso de desarrollo y de concentración capitalista, y hacer
al mismo tiempo a las clases precapitalistas las concesiones indispensables.
Estos dos aspectos contradictorios y complementarios se manifiestan
de varios modos. Ya sea que se trate de enrolar al campesinado en
estructuras políticas y sindicales que tienden a integrarlo ideológica y
orgánicamente en el sistema capitalista, ya se trate de organizar el crédito,
determinar los precios y salarios, la política de riesgos, siempre
se advierten las mismas contradicciones internase
Sin embargo, para otros autores esta distinción entre campesinado
y burguesía no está tan clara; por ejemplo, Kautsky sólo contempla al
campesinado por oposición al proletariado, y de esta manera nos habla
del campesinado medio y pobre como aquella clase social que proviene
de una situación histórica anterior y cuyas bases económicas son la
explotación independiente, sin empleo fundamentalmente de mano de
obra asalariada, y con un nivel determinado de empleo y de medios productivos,
siendo el hecho de la pequeña propiedad la razón básica de
sus límites y contradicciones I
En cualquier caso, existe una clase social agraria que se define justo
por lo contrario, como es la compra de mano de obra asalariada, con
2. GUNTELMAN, Michel: Estructuras y Reformas Agrarias. Edit. Fontamara, Barcelona,
1978, p. 241.
3. KAUTSKY, K.: La Cuestión Agraria. Laia, Barcelona, 1974, p. 340.
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alto nivel de tecnificación y capitalización y correspondiéndose generalmente
con la gran propiedad.
Por el contrario, para otros autores como Wolf, lo importante para
caracterizar al campesinado, es la producción de un fondo de renta
para las clases sociales dominantes que ejercen el poder del Estado; no
ocupa el mismo lugar consecuentemente, en su construcción teórica la
propia organización productiva del campesinado. Para él, bajo el término
campesino se esconden distintas maneras de producir o sistemas
productivos que él mismo denomina ecotipos y que a su vez están involucrados
históricamente en distintos sistemas de relaciones sociales. Distingue
dos grandes órdenes de ecotipos, el primero que denomina paleo-técnico
y supone básicamente el empleo de trabajo humano y animal.
El segundo o neotécnico implica la utilización fundamental de fuentes
energéticas \ Nosotros disentimos de su análisis por no emplear ambos
ecotipos como realidades de un sólo proceso.
En cualquier caso, lo que parece estar claro es que la política agraria
seguida por los distintos Estados va a favorecer el desarrollo de
unas determinadas clases en detrimento de otras, pero que en absoluto
se pueden entender como dos sectores económicos (de una sociedad)
no imbricados, sino que, por el contrario, constituyen un conjunto
donde evidentemente el predominio de unos sectores se hace en función
del sometimiento y la dominación de otros.
Por todo ello, se hace necesario para salir de esta situación —que
por otro lado no es ajena a Canarias en su conjunto, y a Fuerteventura
en particular—, la consecución de toda una serie de medidas tendentes
a lograr una Reforma Agraria, y como bien señala F. J. Núñez: "La
Reforma Agraria no sólo ha de conducir a la superación de los actuales
esquemas de la propiedad de la tierra, sino también a conseguir el
óptimo de riqueza y su justa distribución, respetando los equilibrios ecológicos,
en un marco de democracia avanzada en el que las decisiones
se empiecen a adoptar mayoritariamente por los propios interesados" \
Pero es altamente difícil, aunque no imposible, llevar a cabo una
mejora social sustancial en el sistema de estructuras agrarias, bajo un
régimen capitalista en que la finalidad última es la optimización de la
tasa de beneficios. Por eso, muchas veces todas las medidas que se
emprenden para solventar los males que atraviesa nuestro medio rural
se muestran inoperantes, pues como bien dice López de Sebastián:
"(...) en España, no nos engañemos, no hay deseos liberales, sino
4. WOLF, E.: Los campesinos. Edit. Labor. Barcelona, 1981, p. 23.
5. NUÑEZ DELGADO, Francisco Javier: "La crisis ecológica, Andalucía y Reforma
Agraria". Nación Andaluza. Artes Gráficas. Sevilla, 1984, p. 120.
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defensa de privilegios, en muchos casos cuando se escribe en contra de
la Estructura Agraria" ^ No debemos olvidar, como apunta el propio
autor que "la Reforma Agraria afecta al poder social y al orden establecido.
Al poder social, porque las relaciones de dicho poder con los
agricultores y trabajadores agrícolas con relaciones de dominación, y
gracias a ellas, los grupos de presión manipulan el complejo sistema
social"'.
No hay por qué ocultar que efectivamente una auténtica reforma
agraria sería aquélla que afecta a las relaciones de dominio, lo cual
supondría la pérdida de privilegios para el grupo que ostenta el poder,
en otras palabras en ella se juega su propia existencia por la pérdida
de los pilares en que se afianza. En tal sentido, J. J. Romero y F.
Zoido señalaban en 1977 que: "la parcial reforma efectuada (en España)
desde 1939 beneficia en primer lugar a la gran propiedad, que consigue
disponer gratuitamente no sólo de la infraestructura básica de riego,
sino también de las otras secundarias, cuyo coste asume el Estado"'.
En efecto, las "reformas" que se llevan a cabo son precisamente
para afianzar aún más a las clases privilegiadas en el poder, acentuando
ello las contradicciones en el campo. Así, pues, habría que distinguir
entre una reforma agraria técnica, donde se mantienen intocables las
prerrogativas de la clase dominante, y la auténtica reforma agraria
técnico-social, donde se procede a una redistribución de la propiedad
de la tierra por medios políticos, en un espacio de tiempo relativamente
corto que cambie sustancialmente la estructura agraria preexistente.
En definitiva, hay que decir, que mientras se mantengan vigentes las
formas de producción capitalista, adoptarán políticas y medidas tendentes
a fijar a las clases sociales dominantes actualmente en el poder, por
tanto, serán "reformas" muy "sui generis" en que únicamente se contemplen
aspectos técnicos; mientras que una auténtica reforma agraria
afecta igualmente a aspectos técnicos pero, sobre todo, sociales, jurídicos
e ideológicos.
6. LÓPEZ DE SEBASTIÁN, José: Reforma Agraria y Poder Social. Guadiana de
Publicaciones. Madrid, 1968, p. 12.
7. LÓPEZ DE SEBASTIÁN, José: Op. cit., p. 23.
8. ROMERO, J. J., y ZOIDO, F.: Reforma Agraria. Nación Andaluza. Artes Gráficas.
Sevilla, 1984, p. 23.
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CONCLUSIONES
En cuanto a la política agraria desempeñada por el Estado hemos
de afirmar que son las formas de producción establecidas por una determinada
política agraria las que estructuran y vertebran a la agricultura.
La política de la Administración, y sus obras de infraestructura, benefician
a determinadas clases sociales y agriculturas en detrimento de
otras. Por ello, las políticas de los Estados, que en principio pueden
parecer neutrales, en realidad, favorecen a los grandes propietarios con
explotaciones altamente capitalizadas, mostrándose tales políticas como
desintegradoras-desequilibradoras, tanto desde la óptica de los efectivos
poblacionales como de las áreas geográficas.
En definitiva, el Estado burgués tiende, como es lógico, a facilitar
el proceso de desarrollo y concentración capitalista, haciendo al mismo
tiempo las concesiones precisas a las clases precapitalistas para mantener
el sistema.
Ello lo consigue integrando al campesino en estructuras políticas y
sindicales, manejadas ideológica y orgánicamente por el sistema capitalista,
y cuyas reivindicaciones son solamente de carácter económico,
pero en ningún momento se han planteado un cambio social e ideológico
profundo, es decir, una auténtica Reforma Agraria.
Hemos de reconocer que es altamente difícil realizar una sustancial
mejora en el sistema de estructuras agrarias bajo un régimen capitalista,
donde lo que se persigue verdaderamente, no es la elevación del nivel
de vida del conjunto de las clases sociales, sino la optimización del beneficio.
Es por ello que muchas de las medidas tendentes a solventar los
problemas del agro se han mostrado inoperantes. Precisamente por no
atacar a las cuestiones de fondo, sino intentar paliar la situación con
auténticas medidas coyunturales, que en absoluto suponen una transformación
de las estructuras.
Evidentemente, una auténtica Reforma Agraria sería aquélla que
afecte a las relaciones de dominio, pero ello supondría la pérdida del
poder de la actual clase dominante y, en ello, se juega su propia existencia.
De ahí que cuando se realizan Reformas Agrarias parciales terminan
realmente favoreciendo a la gran propiedad y más concretamente
a la clase que la ostenta.
En tal sentido, distinguimos entre Reforma Agraria técnica donde
únicamente se cambia la forma de producir, y la Reforma Agraria
técnico-social, donde no sólo cambian los aspectos materiales de la producción,
sino igualmente afecta a la estructura de la propiedad y a las
relaciones entre los campesinos.
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