LA PRESENCIA EXTRANJERA EN EL ESCENARIO
PERIODÍSTICO ISLEÑO (EN TORNO A 1900)
ULISES MARTIN HERNÁNDEZ
La presencia extranjera generó en Canarias múltiples respuestas,
hasta cierto punto contradictorias, que hallaron en las páginas
de la prensa isleña su medio de expresión más inmediato durante
los años álgidos de la carrera colonial (1880-1914). No es menester,
sin embargo, entretenerse demasiado en el examen de los
periódicos locales para advertir la existencia de dos posturas generales,
conciliadora y agradecida una ante el concurso del capital
extranjero, y crítica la otra que, sin perder de vista los beneficios
más directos derivados de la actividad foránea, resalta en ocasiones
los perjuicios causados por la omnipresente influencia británica.
Son innumerables los testimonios publicados en apoyo de la
primera tesis, cuyo comentario exige diversas puntualizaciones.
Así, era de esperar que la afluencia de compañías y capitales extranjeros,
agentes dinamizadores de la estructura económica isleña,
fuera bien recibida en unas islas carentes de recursos financieros
y desengañadas en buena medida ante la desatención y la indiferencia
de la Administración española. Es precisamente este agudo
contraste el fundamento esencial que subyace a todos los comentarios
tendentes a valorar positivamente el fenómeno de la actividad
extranjera. En 1902 escribía Ángel Guerra:
«Al anunciarse la subasta del puerto de Refugio de la Luz, base
hoy de la prosperidad de Gran Canaria, no hubo un capital español
que se lanzase a la temeraria empresa de cubrir los millones del remate.
Fue necesario el desprendimiento de una respetable casa inglesa para
que lo que pareció temeraria aventura se convirtiese en incierto negocio
para el rematador, pero en sólida base de riqueza y engrandecimiento
para la región canaria (...) Más tarde viene la movilización de los reservistas
canarios llamados a filas en 1897, cuando nuestra guerra con los
norteamericanos. En las casas de los pobres (...) faltó pan y entró espan-
135
table la miseria (...) y la caridad privada se encargó de llevar consuelos a
todos los rincones. Las primeras cantidades que en las listas de suscripción
figuraron ¿de dónde fueron enviadas? Ni los ricos del país se desprendieron
de mucho, ni de la metrópoli se enviaron auxilios pecuniarios.
De Hamburgo, de París, y sobre todo, de Londres y Manchester,
llegaron las sumas más nutridas y libranzas considerables. Si la caridad
no es digna de repulsa agradezcamos entonces» '.
Podría sospecharse que las líneas anteriores fueran tan sólo la
opinión parcial de un notable articulista isleño si no formaran
parte en realidad de un discurso constante que ilustra acertadamente
la precariedad de las relaciones canario-peninsulares. Llamadas
de atención sobre la insuficiencia de las conexiones marítimas
y postales con la Península, reclamaciones sobre el coste
desorbitado de los fletes nacionales, protestas sobre la cualifica-ción
profesional y personal de los funcionarios destinados a Canarias,
el descontento generalizado ante la exigüidad de los presupuestos
invertidos en el Archipiélago, ante el abandono de las
obras públicas, la indefensión, el analfabetismo, etc. constituían la
respuesta lógica de una opinión pública cansada de aguardar el
cumplimiento de las promesas oficiales. «En cambio de todo esto
—afirmaba un periódico isleño— Canarias recibe del extranjero
grandes beneficios». Rápidas comunicaciones con cualquier parte
de Europa y América, fácil acogida para los frutos isleños, mercancías
y artículos de consumo de alta calidad, nutridos contingentes
de viajeros y turistas que enriquecen la circulación monetaria
insular, etc. En este sentido, la prensa no deja de reiterar esta
circunstancia, en las islas y allí donde puede contar con una
audiencia receptiva o influyente que contribuya a la mejora de la
situación. Con esta intención se funda en Madrid a comienzos de
siglo el periódico Las Canarias, dirigido por Ricardo Ruiz y
Benítez de Lugo, en cuyo subtítulo, léase «Propagandista de sus
intereses, de sus aspiraciones y de su progreso intelectual», parecen
condensarse todos los anhelos de la opinión pública isleña.
Sus páginas albergan un caudal incalculable de información sobre
la reacción de los círculos periodísticos y culturales de Canarias
ante la notoria influencia extranjera y la indisposición administrativa.
Asimismo, la prensa canaria en la emigración se hace eco de
Las Canarias, 2:1-1-\902.
136
la problemática isleña y no duda en comentar favorablemente la
contribución de la iniciativa foránea. Las Afortunadas, periódico
publicado en Cuba hacia comienzos de siglo por nuestros emigrantes
afirmaba entonces:
«Es indudable que el archipiélago canario hubiera sufrido
gravísimos trastornos económicos, si el pueblo inglés, observador y
práctico, no hubiera acudido en su ayuda, descubriendo nuevos e ignorados
géneros de riqueza en aquellas abruptas rocas, perdidas en las inmensas
soledades del Atlántico.
Si Canarias es hoy la primera estación sanitaria del mundo, no
obstante tener rivales tan poderosos como Niza y la isla de Madera; si
su comercio, antes pequeño y muy limitado, ha adquirido notables proporciones;
si su agricultura ha tomado nuevos derroteros, abandonando
los estrechos moldes que estaba sujeta, y se han creado nuevas industrias
que serán dentro de poco de indiscutible importancia, todo eso
se le debe al pueblo inglés, cuyas poderosas iniciativas, y cuyo carácter
eminentemente práctico y emprendedor, le han conquistado una de las
páginas más brillantes en la historia de la civilización» ^.
Unas manifestaciones públicas de reconocimiento y gratitud
tan frecuentes terminaron suscitando críticos comentarios en torno
a un denominado proceso de britanización del Archipiélago.
Un tema éste que se aborda continuamente a partir de la década
de 1880 y siguientes, período durante el cual se asiste a la implantación
y posterior consolidación de la presencia extranjera en las
islas. Conviene señalar, sin embargo, que el tratamiento constante
de esta temática en el ámbito periodístico isleño constituye, antes
que nada, una reacción a las repetidas acusaciones de «anglicanis-mo
» con que la prensa peninsular pretendía poner de relieve la intensa
familiaridad de las relaciones entre insulares y británicos. La
polémica adquiere mayor actualidad en momentos concretos
—Guerra de Sudáfrica, proceso a conocidos independentistas isleños,
etc.— cuando las sospechas de inglesismo se vinculan ya a un
pretendido movimiento separatista de los isleños. La contestación
de la prensa local, es en este sentido, inequívoca remarcando la
sincera e inquebrantable españolidad del Archipiélago en una serie
de artículos expresivos de la irritación causada en las islas por
la desconfianza peninsular. Se recuerdan las gestas pasadas, se
2. El Progreso, 2\-9-\9Ql.
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exalta el intachable comportamiento de los insulares durante la
crisis hispano-norteamericana, se alude incluso a la arraigada
anglofobia de los españoles como un sentimiento compartido también
por el pueblo canario, se reitera, en suma, que en el Archipiélago,
a pesar de la lejanía y del contacto extranjero, alienta más
viva que nunca la llama del patriotismo. Retomaron valor entonces
las conocidas frases de Galdós, expresadas repetidamente en
las páginas de la prensa:
«...nosotros, los últimos en fuerza y en abolengo histórico, somos los
primeros en la confianza como somos los primeros en el peligro; nosotros,
los más distantes, somos los más próximos en el corazón de la Patria
».
Asimismo, no son pocas las ocasiones en que el comportamiento
de las compañías extranjeras, en contradicción con los intereses
insulares, engendra la crítica y el apasionamiento del periodismo
local. La presencia del llamado «trust carbonero» que tantos
perjuicios habría de causar al normal desenvolvimiento de la
actividad portuaria insular y, principalmente, el revelador auge del
movimiento obrero, aun incipiente, en cuyos planteamientos comienza
a dibujarse un indudable componente antiimperialista,
son dos de los elementos generadores de una respuesta crítica por
parte de la prensa insular. En este sentido, surge hacia 1913 un
agudo conflicto en torno a la demolición de unos almacenes insalubres
que la firma carbonera «Cory Brothers» poseía en el recinto
portuario santacrucero. La negativa de la empresa a derruir el citado
edificio en cumplimiento de las órdenes municipales da pie a
un amplio tratamiento periodístico del tema, sostenido principalmente
en el diario El Progreso, donde sale a relucir un inequívoco
ingrediente antibritánico. Una nutrida serie de artículos encabezados
por significativos titulares —«Lo que no pudo Nelson lo puede
Cory», «¿Los gobernantes españoles dominados por el dinero?»,
etc.— hacen referencia a sobornos, encubrimientos y otras actividades
ilegales tramadas por la compañía inglesa para eludir el
cumplimiento de la ley. Expresiones como «oro inglés» e «invasión
extranjera» se usan profusamente impregnando la protesta
piiblica de un tono hasta entonces prácticamente desconocido. No
parece sino que se estuviera esperando la ocasión propicia para
que el descontento de cierto sector de la opinión pública ante la
omnímoda influencia inglesa pudiera al fin manifestarse. Es posi-
138
ble que la objetivación del problema, encarnado ya en la figura
concreta de la firma carbonera, hubiera facilitado la materialización
de una inquietud casi latente hasta entonces, pues, exceptuando
algunos periódicos radicales de poca audiencia —Barreno
y Fuego—, las manifestaciones xenófobas y, particularmente, antibritánicas
son poco habituales. Vale la pena que reproduzcamos
aquí algunos de los párrafos ilustrativos:
«El pueblo inglés, que pasa por el más respetuoso con las leyes de
su país, en los extraños, sobre todo en España, hace y deshace a su antojo.
Quieren ser dominadores, avasalladores, todo en virtud de sus libras
esterlinas, muy propias para comprar conciencias poco escrupulosas
cuando tienen la dicha de encontrarse en un pueblo decrépito que se de
al mejor postor.
Aquí no hay Ministro de la Gobernación, ni Gobernador Civil, ni
Alcalde, ni Junta de Sanidad; esto es una colonia inglesa y quien manda
en ella es el Embajador de S.M. Británica en Madrid...
Y nosotros nos permitimos preguntar: ¿Quién manda en Canarias?
¿España o Inglaterra? Es la misma táctica de siempre: España soporta
la carga de las Canarias e Inglaterra las explota.
Recuérdese la frecuencia con que en los periódicos de Madrid se
repite aquello de que nuestras islas son de hecho inglesas, que aquí se
compra y se vende en libras esterlinas (...) Pues si ahora el Gobierno español
da la razón a unos subditos ingleses en contra de la justicia, de la
voluntad y de la salud del pueblo tinerfeño, ¿qué nos resta dignamente
a nosotros los canarios? Pues ser ingleses a la fuerza, ya que en nuestro
territorio no mandan sino ellos (...)» '.
Asimismo, es indudable que no faltaban los motivos de carácter
internacional capaces de generar recelos y preocupaciones en
ciertos sectores de la opinión pública peninsular. En este sentido,
son muy numerosos los artículos aparecidos principalmente en la
prensa de Madrid y Barcelona —El País, La Publicidad, La Correspondencia
de España, El Ejército Español, etc.— en los que la inquietud
ante la problemática canaria se manifiesta inequívocamente.
Si la temática extranjera resulta de obligada y común aparición en
los órganos del periodismo insular, en su doble faceta internacional
y doméstica, no es menos cierto que el tema isleño, en su vertiente
política y colonial, ahija en las páginas de la prensa penin-
3. £/P>-ogmvo. 18-7-1913.
139
sular una literatura muy significativa que resulta obligado complemento
de la aparecida en Canarias. En este sentido, la comprometida
situación del Archipiélago, afectado por el juego de intereses
de las potencias coloniales, se convierte en un tema ampliamente
debatido que ilustra sobradamente la extrema sensibilidad
de la opinión pública isleña ante la presencia extranjera. Así, durante
la crisis de 1898 y años siguientes —Guerra de los Boers—
los titulares aparecidos en la prensa insular resultan bien significativos:
Las Canarias en peligro, Tenerife a defenderse, ¿Somos ya
ingleses?, Britanización y separatismo, etc. Asimismo, el recrudecimiento
de la rivalidad anglo-germana y sus repercusiones en el Archipiélago
son objeto a partir de entonces de un comentario constante.
Motivos coyunturales —compra del Hotel Taoro por un
consorcio alemán, establecimiento de compañías carboneras alemanas,
etc.— provocan debates ocasionales en los que se deja entrever
cierto movimiento de apoyo a la iniciativa germana como
respuesta a lo que comienza a considerarse excesiva influencia
británica. Periódicos tan significativos como La Prensa, El Progreso,
Diario de Las Palmas o Las Canarias participan de esta tendencia
predisponiendo al público en favor del establecimiento de compañías
alemanas.
Hay momentos, no obstante, en los que la gravedad de los
acontecimientos —bélicos generalmente— suscita opiniones
encontradas. El desembarco alemán en Agadir (1911) y, muy especialmente,
la I Guerra Mundial son dos ocasiones en las que la actitud
alemana se granjeará la oposición de buena parte de la prensa
local. Así, la división de la opinión nacional entre francófilos y
germanófilos a lo largo del conflicto europeo halla pronto una clara
manifestación en las islas. El estricto bloqueo marítimo impuesto
por los submarinos alemanes, tan grave para el desenvolvimiento
de nuestro comercio exterior, y las sospechas más que fundadas
sobre la práctica de espionaje al amparo de los buques alemanes
retenidos en los puertos, suscita el inmediato desacuerdo de la
prensa liberal y progresista del Archipiélago: La Prensa, El Progreso,
La Provincia, etc. Por el contrario, los sectores germanófilos
tinerfeños hallarán cumplida cuenta de sus planteamientos en La
Gaceta de Tenerife. En cualquier caso, el final de la contienda se erige
en afortunada ocasión para que el conjunto de la sociedad
canaria celebre la reanudación del tráfico marítimo con Gran Bretaña
y el consiguiente despegue de la actividad comercial insular.
El recibimiento de que es objeto el primer buque inglés que arriba
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The Canary Islands Revíew.
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The Ooljí EngM Paper Eublished'ín The Canary Islajids
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pufier ia these Istands bas tX!Q{l;!Melconiedwtttk aoch
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tinc<l.- Wc may oven add wiUiaut (eár oCcoatra-diction
that. although tbis is^biijt our.ñcat.auaiber.
i&e have olrcady reiw:hcd the-íüippj; stag$L.</.'b^¡ng
ablc lo look upon THK CANARV ISLANDS KEyiB.was
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bcoausc thc hinirly «yiepíeí-^íespectiogil^ prii-
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u.s to f4)r\Mird thcR)..tb9^ papefr evejry ^yeek;
fpurlhly becausí the mutflinéJtH-iqw Miltons <^:Thc
F'ti-tunatc Isles—not tu ineiitÍon<ibc püct«) >»--ho wei'«
bi>rn to blush unscen—have:i;e9PjVi^9^sogencro.us-ly
and mei'itoriously to our'.ipvíi;^tÍdn^(bat.\yeibavc
bcen atmpclled lo incrcaso the<iiizcof' Ibe KQVIB\V
friiui ihctw-civestnatlpíigesori^uallyd^iideditiitDtt
to thc prcsentsixtcen lurge-oneSv
Thcseare cn(:íiuruginguníl hf>pcrul signs. Tlicy
«n; inorcoycr a proof of Míe aw^rucy of ouc pi-og-nuNi:
j..fpi!.we kiwjw from. certítia^indjces th4t íhere
J.s ugiti:ilj;}cal oí bielden t[Ueftt.jin'purBi^ti&h.-^)10fiy.
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yiug round Ít6 pwn a\i$ becau^e Jf*. had not ac hociJ
ih(í nioans^fsprcaíling iiscH py^i^ at.wÍde;:.^roqi.%^
tulcntcd nian wiihoiitupropePaijd c^pgeninloutlcl
f(tr liiscncrgy i» vci'y tnut^cbkeu ball<-i)f string.
Ho.uKiy úi viiry üi-namental biit his general useful-ntiss
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iK^in», and wlien hjs ianuenoei in^kcs :itsclf. fpjt,
piojLsaiitly and proAiaMy» far b^yoQd the narrpw
ouifliiesi of hp» ni'ificsiy oc tt^;, syinfpetric<i) fi»^tíi.of
hi.'i Ínntiri:(inscÍonsneü.«.
It haf^beon, and.will 4)tt,:^u,r plt^^iU. jit^íj^lo
iiui'arlh this hi{l(Ion taleMt:«i)d ,t<]i(tp!vtnd-Uggrá(Jii4Jr
ly Ixifiirc ttws eyeii.of our. Isl^at! ffieoíl^. Jh^üt^Mf^
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NCfn life. unidor snnny aud l9a(lj;D'\skúis,";^'bp£ío
knowledi;^ has I)PCII (l'^'|>one(t and.whoÁv syntflhc
thifjs haTQ becn wldencd by contad with the varions
roces df mfnkind—there are some amohg ns who
have fodght thetr cotnitrys battles, others who have
tnastered more po;tcafuI scicnccs, and others yet
whdsc aclitevcments in the worid of sport it would
picase j]S to record. To all such mcn wc exlend a
tiordial inviíation to come out of (hcir shell in ordcr
thatoiir columns may be brightencd by thcir e.xpe-ricnccs,
and otic own limitcd knonledgc inci-eascd
Ijy ihe powcr of theirs. Thc Chínese wy that ihc man
who knows and knows ihat he knovsisa strong
mon—in Other words the conscioiisnessof knoviedge
te rt [KYomr ín itscif. Rcalising. thercforc. the phíTo-sophicaia&
wclliis tho a.\Inmaiic aocnríu-y of this
u-centrcat dupfricnds tosharc ihrirpower wiih iis.
tnemiilate the good example of thn.<ío who have
mtuleour undertaking p<)ssible by rt;.«pon<ling loyal-ly
to the rail wcbuve inaiií* upon theni, iipon iheir
tintó and upon thcir intclliriiial rc.<íitnT<'s.
THKCAS\RY Ni.\Nns HÜVIKW i> a Br-iiísh papcr
and will lic>ptilili>ilu'«l in Knglish biit ít wíll be to a
liu'p-('Mi'ni rosiiinpithlan. Thc forrign langiiages.
spiíkPíi by the grinUcnH-n mi its stutTand by its
cüi'ri'íiponili'ois iiii-liide Fi-onrh. Gemían, ^panish,
Italian, Hn^sitmaiid GttH;k, not trt incniirtii Diitch,
Fkíinish, Walt.Kiii aiid Yiddish which are well
understood by ainicof'us. Wo bcllfv); that e\'en
•surh rltóPii; fungues as GAelic, Erse. Wcish and
Man.X are wnrthily represented hcrewhileone very
good fricnd of tmít. in ihis trAvji spcaks,'Vrabi<: and
Malay ttuentiy. With such an ari-ay of talent our
pagc» onght nut to )K' duíl; vith such an ímposing
hst of tongiic.'í villing Ut wng for ii- w.f hope lo be
fi-cquonlly ahki tu rcvi:rlK!i-dic, in a í-ond<'ns<^d form,
thc rnigluy L'rhiXüiariKiiid us.iuid ininipai-t lo ih«.i^
whüai-cin ilii' wnj-UI ihi* ihtiuírht^ and ai-.iions.tf
tho-Hi whuarmtf ii
Tn Sillín: this ]n-iij-r.t!Niiii' may sccín prclt-niioiis.
iiutilic raison d'itre <ir ;i pa|H*r. •wln-thcr solcly a
nieítiuní for thc dísscmínation of pnlítiral nows o ra
poriodical dcvoícd to hghter chronicles and iiassin'g
evcñts, ncccís-irily vanitbcs thc moment those who
direct its (losiinicsV-case to kecp thcir.ñogernpon
thc pnlsc of human intcnist. To seo whoro the stpnc
falls and sinks s-lowly to thc bottom of the sea i.s one
ihing—to \vati-.h llu! <;vci- widening ripples whíclih
has brOuglit iiitn play isanothcr: and ycianotlicr i?
it til nndcrstand tli<)s4- ripple». lo appriH'iatc thoir
importanco. tii interpiiíi arighí tlie truc signifli-ant-e
of thalvhich ranscdthcm. And if lator.whcnw^
IcA-stexpect ít, wo should hear iheir rythniicmur-mtir'.
al ourtJooi-s. and sho'úldsed thc last s|jiirk of
thcir odc-tlme cnergy expire upon our very thi^;s-holiífi.
Vho íthait «ay that tliey have irtiirned.
•jveakcncdand di.s*uuragcd. and who.tl>^ they have
trav(«líc<l round Uie worId in the aiTomplishniontof
Ihoir mispii>nf
a Tenerife tras el término de la guerra constituye, de hecho, una indudable
manifestación popular de alivio y satisfacción ante lo que
supone el restablecimiento de las habituales relaciones comerciales
con Gran Bretaña. La dimensión del hecho reviste, sin embargo,
tal significación que trasciende de inmediato el plano económico
para situarse en el marco más general del tradicional entendimiento
anglo-canario. La prensa comentaba el acontecimiento
en estos términos:
«Para saludar la entrada en este puerto del vapor inglés Andorinha.
se ha celebrado una gran manifestación de simpatía. El Ayuntamiento,
presidido por el alcalde, y precedido de la banda municipal, iba a la cabeza.
Figuraban en la manifestación las banderas de todas las Sociedades
y gremios obreros, y representaciones de todos los organismos y entidades.
Al llegar al muelle, el enorme gentío que iba en la manifestación
prorrumpió en vítores y aplausos. La banda tocó el himno inglés y
la Marcha Real. Las autoridades fueron a bordo a saludar al capitán, y
éste las invitó a un té. Después, el alcalde invitó a la oficialidad del buque
a un champagne de honor. Este se celebró en el Ayuntamiento (...)
Cuando el capitán salió del Ayuntamiento para ir a bordo, volvió a organizarse
la manifestación, que siguió al capitán hasta el muelle.
Se dieron vivas a España y a los aliados. El sábado se celebrará un
banquete aliadófilo, para asistir al cual se han inscripto ya 300 comensales.
Asistirán los cónsules aliados y representaciones de todos los partidos.
Sociedades y entidades» 1
Parece notorio que la actividad de la colonia extranjera establecida
en las islas recupera a partir de 1919 su actualidad en las
páginas de la prensa local. Una actualidad sustituida en buena
medida durante los años del conflicto por la temática extranjera
de origen internacional. En este sentido, es oportuno recordar el
seguimiento diario de las incidencias bélicas que algunos periódicos
—El Progreso— realizaban en lengua extranjera. La colonia foránea,
empequeñecida durante la guerra, demandaba, sin duda,
información constante sobre los acontecimientos internacionales.
Asimismo, el ámbito más doméstico de la actividad extranjera
local constituye, sin duda, una de las fuentes ordinarias de la información
periodística insular. En razón de su decisivo protagonis-
4. Las Canarias. 11-12-1918.
142
mo económico y social, los asuntos de la colonia extranjera, principalmente
la británica, se convierten en un tema de obligado tratamiento
periodístico. En este sentido, habrán de ser las noticias
económicas las que generen un mayor porcentaje de artículos. La
recepción de huacales a bordo de algún vapor de «Eider Dempster
Co.», la evolución de los fletes, la apertura de un nuevo empaquetado
de «Fyffes Ltd.» son algunas de las informaciones características
generadas por el sector agrícola insular. El ámbito portuario
es, asimismo, uno de los principales veneros de la temática extranjera:
el establecimiento de alguna compañía carbonera, la ampliación
de las consignaciones de «Hamilton & Co.», la instalación de
una nueva grúa de «Miller & Co.» en el Puerto de La Luz, etc. Sin
embargo, la diversifícación del capital foráneo es tan notable que
las referencias a los más variados sectores de la estructura económica
insular resulta prácticamente obligada. Así, la arribada de un
contingente de turistas ingleses, la apertura del Hotel Metropole, el
libramiento de acciones de la S.E.L.P., la prolongación del tranvía
desde La Laguna a Tacoronte o la inauguración de la nueva sede
del «Bank of British» son tan sólo exponentes selectos de una temática
informativa que figura constantemente e, incluso, impregna
con su particular sello, el carácter de la prensa local.
¿Qué podríamos decir, asimismo, si detuviéramos nuestra vista
en las páginas publicitarias de la prensa capitalina? Resulta
abrumador ya el predominio que ostentan los anuncios de compañías
extranjeras en los periódicos de Santa Cruz, Las Palmas y el
Valle de La Orotava. Un predominio que supera incluso el marco
de las tendencias políticas y las correspondientes limitaciones de
la audiencia. Ahí está el caso de «Eider Dempster Co.», «Yeoward
Brothers», «Otto Thoresen», «Woermann Linie», «The Grand
Canary Coaling Co. Ltd.», «Blandy Brothers», «Miller-Wolfson
Ltd.» y un largo etcétera, cuya publicidad copa prácticamente las
páginas de la prensa local. Igualmente, los frecuentes anuncios escritos
en inglés, en los que cabía tanto la promoción de los puertos
capitalinos como la hotelera, la venta de inmuebles y mercancías,
etc. permite advertir en las páginas de la prensa la presencia constante
de lenguas foráneas. Cabría preguntarse qué consecuencias
podía implicar la mayor o menor dependencia económica de un
periódico respecto de su sección publicitaria. Qué compromisos
más o menos tácitos podía aparejar la destacada contribución pecuniaria
realizada en este sentido por las compañías exportadoras
o consignatarias.
143
Toda una gama de manifestaciones extranjeras que, al amparo
de la expansión mercantil, hallaba asimismo eco fuera de las
páginas de la prensa. En este sentido, la creciente afluencia de visitantes
favoreció la proliferación de rótulos y anuncios publicitarios
redactados en inglés, alemán, etc., cuya presencia concedía a
algunos ámbitos isleños un marcado carácter extranjero. Hacia
1902 escribía Joaquín Dicenta:
«Las tiendas, los almacenes y las casas de banca se anuncian casi
todas ellas en inglés, y en inglés idioma están escritos, desde los membretes
y timbres que se estampan sobre el papel para realizar operaciones
comerciales, hasta los avisos y las cuentas de los hoteles, cuentas
que, dicho sea de paso, se cobran en libras y chelines como en la propia
ciudad de Londres» ^.
No obstante, donde la temática extranjera alcanza una especial
relevancia es en el plano más propiamente social de la vida de
«la colonia». Aquí, la frecuencia y la familiaridad reflejada en el
trato periodístico son indicativas del arraigo extranjero, al tiempo
que arrojan mucha luz sobre la disposición de influyentes sectores
de la opinión pública. Son especialmente significativas las noticias
sobre la celebración de recepciones y banquetes en importantes
hoteles —Sta. Catalina, Quisisana, Taoro— y en ámbitos más
exclusivos como el «Club Inglés» o la Biblioteca Británica, ocasiones
en las que los miembros más destacados de la colonia extranjera
solían alternar con personajes de la vida política y cultural insular.
Una situación similar se vivía cuando alguna escuadra
inglesa o alemana arribaba a nuestros puertos. En estos casos, las
autoridades civiles y militares no dudaban en acudir al muelle ya
fuera a recibir o a despedir lo que constituía una auténtica embajada
militar. No en vano, la visita de las unidades navales extranjeras,
especialmente las británicas y alemanas, revestía una significación
que en el contexto de la rivalidad colonial no podía pasar
inadvertida.
Abordar todas y cada una de las facetas periodísticas en las
que halló manifestación la iniciativa extranjera sería excesivamente
prolijo. Baste, pues, señalar que la impronta foránea se
advierte con claridad en el empleo de vocablos y términos, mayori-tariamente
ingleses, que habrán de incorporarse después en buena
medida al uso normal del castellano. Así, el cauce deportivo sirvió
5. Las Canarias. 11-9-1902.
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para difundir palabras como «match», «team», «goal», etc.; algo
similar ocurrió con los términos «lunch», «kermesse», etc. Igualmente,
otras expresiones se han castellanizado resistiendo el paso
del tiempo: «leader», «interview», «foot ball», «tourismo», «caut-chu
», etc. Por fin, algunos vocablos de indudable origen extranjero
se incorporaron al vocabulario característico de las islas: «cake»,
«pulí over», «moni», «cherche», «piche», «creyón», «trinque», etc.
Resulta inequívoco, pues, el intenso ascendiente que el elemento
extranjero y sobre todo británico ejerció sobre la información
periodística isleña, especialmente en el plano de los contenidos.
En este sentido es oportuno recordar el frecuente seguimiento
y posterior interpretación que la prensa local hacía de los acontecimientos
políticos ingleses. Son habituales los artículos aparecidos
en primera página dedicados al comentario de las crisis gubernamentales,
elecciones generales, política colonial, huelgas mineras
inglesas —de grave repercusión en nuestro tráfico portuario—,
etc. Asimismo, era muy usual reproducir artículos publicados en
diarios británicos —The Times, The Board ofTrade, etc.— cuando la
temática afectaba al Archipiélago. Se establecía así un cauce permanente
de información en el que los asuntos ingleses, y los canarios
enfocados desde aquella óptica, recibían un tratamiento privilegiado.
Por fin, la aparición de publicaciones editadas en lengua
inglesa supone la culminación de un intensivo proceso de penetración
británica, de base económica y trascendencia cultural. No
cabía imaginar mayor identificación entre el fenómeno de la influencia
extranjera y la expresión periodística insular. Así, la colonia
inglesa asentada en el Valle de La Orotava llegó a publicar a finales
del siglo pasado la revista The Teneriffe News, editada periódicamente
durante la temporada turística. Igualmente, en Las Palmas
comenzó a editarse el 9 de marzo de 1903 The Canary Islands
Review a cargo de Charles Meyer ^ La aparición de esta última publicación,
de frecuencia semanal, reavivó en algunos sectores de la
opinión pública peninsular la controversia en tomo a la creciente
britanización del Archipiélago. El País de Madrid afirmó entonces
que la edición de la revista inglesa constituía un signo evidente del
retroceso español en el Archipiélago en favor de Gran Bretaña,
6. Un año antes ya se había realizado la edición de la revista comercial El Atlántico escrita
en inglés y español simultáneamente.
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presagiando para las islas el mismo fin que antaño sufrieron
Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El Heraldo de Madrid, a su vez, comentaba
el acontecimiento en los siguientes términos:
«Es este punto de nuestros territorios africanos uno de aquellos en
que más activa propaganda de su lengua y de sus mercancías hace el
pueblo británico.
El nuevo periódico es otro testimonio del arraigo que allí va teniendo
la influencia inglesa. En la cuarta plana del mismo ya anuncian en
inglés sus mercancías los españoles canarios.
La cosa no es fácil. Porque no lo es, se hace preciso que se estudie
el asunto y se vigile cuidadosamente cuanto a él respecte, para evitar
acontecimientos que serían de suma gravedad» '.
Ciertamente, las publicaciones inglesas suscitaron entonces
los recelos y comentarios ásperos de la opinión pública española
con mayor facilidad que otros testimonios de la actividad extranjera
ya que constituían, sin duda, manifestaciones culminantes del
arraigo británico.
Así, pues, el particular tratamiento de la temática extranjera,
tanto la generada por la colonia local como la de origen internacional,
constituyó durante estos años cercanos a 1900 una característica
fundamental de la prensa isleña. Su continua aparición, la
variedad de los temas abordados, su índole cotidiano, en suma, le
confieren un protagonismo esencial, definitorio en cierta medida
de la expresión periodística insular. No podía ser de otra manera,
habida cuenta el intenso predominio ejercido por la actividad foránea,
fundamentalmente británica, sobre las más variadas facetas
de la vida insular. Así, pues, no es arriesgado afirmar que el privilegiado
tratamiento dispensado por la prensa isleña a la temática
informativa de signo extranjero constituye, a los ojos del investigador,
una consecuencia directa de la ostensible influencia británica
registrada en el Archipiélago.
7. Las Canarias, 16-2-1904.
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