ESTUDIO DEL ESPACIO
EN LA NOVELA "LA LAPA"
DE ÁNGEL GUERRA
JUANA ELENA GARCÍA GONZÁLEZ
1. JUSTIFICACIÓN
El presente estudio tiene su origen en los cursos de doctorado impartidos
en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria durante el bienio 1996-
1998, bajo la coordinación de Don Osvaldo Pérez, director del programa
de Literatura.
La elección del tema en cuestión obedeció a la cercanía de una paisaje
que me parecía tan similar al nuestro, al de Fuerteventura. No me resisto a
traer aquí la descripción del molino en ruinas, una estampa que podríamos
encontrar en cualquier punto de la parte central de la isla majorera:
"... No queda de él, como orgullosos vestigios en pie de su pasado esplendor, más
que muro, grueso, alto y cónico, unas tablas podridas del viejo capacete y un trozo del
botalón roto... Ya no tiene puerta, ni ventana, y los dos huecos desmantelados, como
hendiduras negras en la recia fábrica de piedra que resiste valientemente a la pesadumbre
de los años..."
La edición "La Lapa", de Ángel Guerra, que he seguido para este estudio
está en Cátedra cuyo prólogo y análisis crítico fue realizado por Don
Antonio Cabrera Perera.
2. ESTUDIO SOBRE EL ESPACIO EN "LA LAPA"
La novela se inicia con la rememoración de la infancia del narrador. La
visión espacial de los niños tiende a engrandecer todos los elementos que
componen esa parcela del recuerdo.
El espacio, en el cual transcurre este relato inicial, es percibido por el
narrador a través de sus recuerdos infantiles. El narrador adulto va evocando
la casa de sus padres, las flores que el abuelo cultivaba, la tapia llena de
hiedra, etc.; no hay nada que resulte discordante, se transmite una sensación
de paz y armonía. Podemos extraer de todo esto una infancia feliz en
el seno de una familia pudiente.
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En el segundo capítulo de la novela ya se nos sitúa geográficamente, la
acción va a transcurrir en Lanzarote, isla de la cual procede el novelista, y
de ahí ese conocimiento tan cercano del terreno en el que se va a mover
nuestro protagonista.
La descripción de los espacios juega un papel importante a la vez que
decisivo en el desarrollo de la narración, el lector percibe los acontecimientos
observando las variaciones que se van experimentando en los detalles que
el autor nos ofrece. Tomando el ejemplo de este segundo capítulo, vemos
a un grupo de muchachos jugando, todos los elementos que los rodean son
alegres, casi festivos, pero es a partir de la decisión de atacar a Martín y a
su hijo Benjamín, cuando la descripción se toma más árida, el narrador nos
está avisando de que algo va a suceder.
"AHÍ estaba la cisterna, con sus aguas muertas, verdosas y pútridas al descubierto
y en sitio solitario. Fue un verdadero asalto. Veinte cuerpos cayeron desde el alto
pretil, para hundirse en líquido cenagoso y luego reaparecer a flor de superficie las greñas
cubiertas de verde lama apelotonada".
Adjetivos como "muertas" o "piitridas" llevan un componente semántico
de negatividad que se oponen de forma brusca a todo lo anterior. La manera
de usar el lenguaje es también significativa en el análisis del espacio.
En el capítulo titulado "A golpe de pluma" el narrador nos va a contar
la historia de Martín, más conocido como "la lapa". El lugar descrito está
mediatizado por el recuerdo que el narrador tiene de él, lo podíamos equiparar
con el "locus amoemus" de los clásicos, parajes apacibles, frescos,
propiciadores de momentos felices, en los que el abuelo, rodeado de chiquillos,
contaba un cuento o algunas historia vivida durante la guerra. Este
tipo de imágenes para alguien que conozca un poco Lanzarote, caracterizado
por su aridez y sequedad, no parecen tener cabidas. Hay por tanto
una idealización en la percepción de ese entorno.
El espacio se nos puede dar a conocer no sólo a través de las descripciones
pormenorizadas de los hechos, sino también por medio de las percepciones
o puntos de vista del narrador o de los personajes, en estos casos
lo que sucede es que se van recreando ambientes. Analizar el espacio, por
lo tanto, no consiste en constatar tínica y exclusivamente elementos geográficos
concretos, sino que va mucho más allá, es ir descubriendo un lugar a través
de sus olores, sabores, sonidos y de todo aquello que conlleve sensaciones..
Volviendo ya a la novela, o a la historia de la infancia de Martín, topamos
con la descripción de un molino en ruinas, todo lo que hay a su alrededor
es desolación y abandono.
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"...No queda de él, como orgullosos vestigios en pie de su pasado esplendor, más que
muro, grueso, alto y cónico, unas tablas podridas del viejo capacete y un trozo del botalón
roto... Ya no tiene puerta, ni ventana, y los dos huecos desmantelados, como hendiduras
negras en la recia fábrica de piedra que resiste valientemente a la pesadumbre de los años..."
El espectáculo que se nos ofrece no es pues nada agradable, al estado
ruinoso del molino hay que añadir el fuerte calor que parece haber en el
exterior.
Jugando con el léxico podemos observar un significativo detalle, la palabra
"ruina" aparece dos veces en período narrativo muy corto, esto parece
un preludio de lo que será el final de la historia del protagonista.
La descripción del lugar en que está construido el molino no tiene desperdicio:
"... Tuvo la mala suerte de asentarse en suelo pedregoso, renegrido, donde nunca
creció un árbol y donde es seguro que jamás se vio brotar un brizna de hierba en los
mejores inviernos de mi tierra.."
Las imágenes ruinosas están fuertemente contrastadas con el pasado glorioso
que parece haber vivido este molino. Esta contraposición nos sirve de patrón
para ir conociendo la degradación a la que será sometido el protagonista,
la ruina y el deterioro del molino representan la trayectoria del propio Martín.
La historia de Martín se inicia en este molino de Varona, enclavado en
el interior de Lanzarote. La palabra "interior" será un factor que no debemos
perder de vista en esta novela, en la dualidad interior-costa, tierra-mar,
está precisamente el quid de la cuestión. Nuestro protagonista es un niño
que busca afanosamente el contacto con el mar, éste ejerce una poderosa
influencia sobre él, hasta el punto de que no le importan los castigos, ni los
enfados del padre por sus escapadas. El problema reside en la profesión del
cabeza de familia, molinero, nada más aferrado al terruño, es sin lugar a
duda una lucha continua entre la obligación y sus anhelos, entre la tierra y
el mar. Pero Martín necesita espacios abiertos, infinitos, como el mar, esto
nos lo deja bien claro el narrador en el siguiente párrafo:
"... Por aquellos días Martín sentía la necesidad de escapar hacia la playa. Tiras
harían su pellejo, curtiéndolo a golpes como recio cordobán, pero ¡dejar de echar un
vistazo siquiera a Puerto Naos, allí a dos pasos! No podía ser..."
Las estampas marinas, lo mismo que las de este primer período de la infancia
de Martín, son como hemos comprobado hasta cierto punto apacibles.
Un acontecimiento inesperado, la muerte de su padre, en un accidente
en el molino, cambiará el estilo de su vida. Al quedarse solos los huérfanos
pasarán a vivir con unos tíos suyos. Este cambio en su situación familiar,
provocará también una alteración espacial, vamos a pasar de un en-
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tomo más o menos habitable a otro caracterizado todavía más, si cabe, por
la aridez y la pobreza:
"... Pancho, con los suyos siguió el atajo, camino deTeseguite, bordeando una inmensa
pared vieja, cuyas piedras iban desmoronándose, desportillada, con hinchazones amenazantes
a trechos, como una larga muralla de cindadela, extendida a guisa de cinturón por
la parte baja del caserío, linde de los tunerales copiosos, salvajes y siempre verdes..."
El camino polvoriento y estéril por el que marcharon los muchachos les
llevó a una casa donde el recibimiento fue tan seco como los lugares que
habían recorrido hasta llegar allí. La aridez del terreno es comparable al
trato que se les iba a dispensar en aquel nuevo hogar.
Hemos trasladado pues, a Martín, más al interior todavía, a Teseguite,
un asentamiento camellero no muy lejos de la villa de Teguise. En este nuevo
espacio el protagonista se siente más encerrado todavía, está en un valle
cercado de montañas desde no logra ver ni oler el mar, lo cual le lleva
a la búsqueda de un espacio abierto para respirar. Este anhelo de ver el mar
lo podemos apreciar en la siguiente cita:
"... Un día tentóle la curiosidad de avanzar. Banda allá de unos cerros oíase el ronco
clamor del mar. ¿La inmensa llanura azul, con espumas blancas, se alcanzaría a ver
desde allí?..."
Toda la connotación espacial tiende al agobio, denotando la situación
en la que se encuentra el protagonista. El narrador a través de la descripción
está poniendo de manifiesto el estado anímico del muchacho, su desencanto
cuando en un momento dado de la novela cree que va a poder ver el mar
y se angustia cuando no es así, sólo hay montañas. La soledad de aquellos
montes en las que pastorea el ganado es una extensión de la suya propia.
Esta misma soledad es la que obliga al muchacho a marcharse en busca
de su deseo, ser marinero, ir al encuentro de lugares más amplios y frescos.
Hasta ahora todo ha sido una lucha constante que se ha ido recrudeciendo,
al principio él vivía en el interior, pero podía escaparse para ver el
mar, tras la muerte de su padre, las condiciones del terreno, la lejanía del
mar se han vuelto insalvables, el autor lo ha ido encerrando en parajes inhóspitos
y secos. Este cambio espacial es comparable al experimentado en
el vida del niño, existe por tanto una clara interrelación entre el espacio y
la historia personal de Martín.
Nuestro protagonista huye de la casa de sus tíos, siguiendo los pasos
de su hermana Candela. Son interesantes sus últimas palabras cuando
tras un largo recorrido logra por fin atisbar el mar:
"... Respiró el muchacho. Era grato el aire del mar en la paz de la mañana. La
costa tendía a lo largo su línea de espumas.
- Estoy en camino.
Y continuó andando "
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El Océano tiene para nuestro protagonista un significado pleno de
libertad, aspira ese aire marino como si éste le diera alas y le hiciera
olvidarse del cansancio y del miedo que le atenazaba.
Por fin logra su tan ansiado deseo, convertirse en un hombre de mar,
en un marinero. El espacio opera en el muchacho un gran cambio, el
mar y todo lo que lo rodea se le presenta como una gran bendición, la
mayor parte de los elementos presentes en este nuevo ámbito son positivos,
atrás quedaban las desgracias y los sinsabores.
La oposición mar-tierra es fuerte; el mar representa todo lo bueno
que había ocurrido en la vida del personaje, frente a la tierra, al interior,
que supone para él una atadura y un encierro. Hasta ahora esta dualidad
mar-tierra, bien-mal, se ha venido poniendo de relieve en las descripciones
que se han hecho de los distintos espacios, el primero, es decir,
el mar, tiene unas claras connotaciones positivas, en cambio la tierra siempre
aparece como algo agreste y caliente, incapaz de ofrecer nada sin
un esfuerzo previo, como en el caso del campesino lanzaroteño que tiene
que luchar para extraer frutos de esas tierras volcánicas.
Pensar que la vida de un marinero es fácil es un tanto incoherente,
y desde luego la incoherencia no es una característica que se le pueda
achacar a esta novela, lo que hemos visto durante estos capítulos reflejan
episodios de la vida del protagonista, las malas épocas coinciden con
su estancia en el interior, las buenas con su encuentro con el mar. El autor
no sólo se queda en el marco geográfico de Lanzarote sino que va
más allá describiendo puertos árabes y otros islotes. El ambiente que
percibimos muestra la camaradería de los marineros con los moros, pero
también la traición, y es durante la estancia en uno de estos puertos
cuando tiene lugar un percance que hubiera podido acabar de forma más
violenta. Este es el primer tropiezo que pone en guardia al lector de que
algo va a suceder, la tragedia se va presintiendo.
Vamos a hacer ahora un breve inciso dentro del estudio del espacio.
Leyendo el capítulo titulado "Salvado", el momento exacto en el que
está buscando un nombre para su hijo, el protagonista nos da una clave
que se nos había pasado por alto. Su propio nombre abreviado es
"Mar", existe pues una relación clara y evidente entre Martín y ese líquido
elemento. Hay una predestinación implícita desde la imposición
de ese nombre que le ha llevado a buscar el mar desde el interior de la
Isla. Martín es uno de esos extraordinarios casos de abandono de una
profesión familiar, apegada a la tierra, por otra totalmente opuesta, la
navegación.
En este punto de la novela las descripciones paisajísticas se acentúan,
el autor se recrea en las imágenes, las poetiza.
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"... Y además producían impresiones variadísimas. No era la misma visión la de
la ribera baja, la inmensa sabana de arena que se corría a lo largo de la parte meridional
de Fuerteventura, la isla melancólicamente desolada como una planicie lunar, y la de los
cantiles al norte de Gran Canaria, las peñas tajadas, desplomándose sobre el mar..."
"... i Aquella ciudad de Las Palmas, semiafricana, medio europea, tendida en la playa,
escalonándose monte arriba y abriéndose de anca y esplendorosa, en pintoresco
anfiteatro! ¡Y Santa Cruz, con sus riscos negros al fondo, como ciclópeos titanes en
acecho, y bañándose en las olas el caserío señorial con las torres de las iglesias rompiendo
la azul diafanidad del cielo bañado ardientemente en el sol!"
El lenguaje usado para describir los paisajes no es sólo poético, hay incluso
una elevación en el nivel del discurso, es el regodeo del novelista en
el preciosismo del paisaje.
A partir de ahora visionaremos el mar desde una posición bien distinta,
según hemos ido avanzando en la novela, hemos descubierto la simbolo-gía
positiva que tenía el mar; para nuestro protagonista era su referente de
libertad, pero llegados a este punto observamos que adquiere una significación
diferente. Se produce una transformación total del medio.
Durante la conversión de Martín en marinero no hubo ningún problema
relacionado con el espacio, ahora que su hijo está por nacer, hay un elemento
que se lo impide, el propio mar.
Avanzando en la lectura de este capítulo que estamos analizando, percibimos
el cambio que se produce en la descripción del espacio por donde
va navegando el barco:
"... Se hizo a la mar con rumbo a la Isla de Lobos, aquel montón de rocas áridas y
negruzcas que se alzaban entre Lanzarote y Fuerteventura, las dos islas más orientales..."
"... De noche ya, divisaron el cantil siniestro de la islilla septentrional y se mantuvieron
al pairo, arriando trapo, engañando las horas de espera de vuelta y vuelta al socaire
de las montañas de Famara..."
Estamos en los albores de una tormenta que se auguraba nefasta. Durante
el transcurso se produce el hundimiento de un barco de pescadores,
esto nos pone sobre aviso de que algo puede suceder.
Esto es pues, como hemos dicho, un presagio de lo que le ocurrirá al barco
en el cual navega Martín. A lo largo de toda la novela hemos ido constatando
que siempre hay una serie de sucesos o elementos, que nos hacen
pensar que la tragedia se está fraguando, es como si el novelista quisiera avisamos
o más bien crear un ambiente que produzca en el lector algún tipo
de sentimiento o inquietud ante lo incierto de los acontecimientos. Esta es
una opinión extraída de la lectura de los artículos facilitados para la realización
de este trabajo.
El naufragio de Martín supone un cambio brutal de escenarios, la descripción
del lugar en el que nuestro protagonista se encuentra deja al lector
muy impresionado:
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"... No es posible imaginarlo sin verlo; ni comprenderlo en toda su grandeza trágica
sin haberlo, con angustia en el alma, alguna vez temido. Más que una isla es un
enorme peñón, un bloque de granito, surgiendo como una infernal aparición del seno
turbulento de las aguas de aquellos mares salvajes.."
"... El chasquido de las rompientes, con su clamor interminable, más cóncavo, más
largo, más resonante a la distancia, remeda el chapoteo de unos pies en el agua y sentimos
la sensación de algo tremendo que nos persigue, que va a nuestro alcance, que
nos echará de un instante a otro toda su inmensa pesadumbre encima..."
Es imponente lo que el novelista nos va mostrando. Analizando cada uno
de los fragmentos extraídos del capítulo "Paréntesis", podemos sentir los
afilados picos de las rocas, el estruendoso batir de las olas contra el roque.
y, sobre todo, la terrible soledad que campa por estos lares en las que ningún
animal se atreve siquiera a colgar sus nidos, tal y como dice el propio
narrador.
En el capítulo siguiente el espacio se nos descubre como algo más agreste
y salvaje de lo que nos había adelantado. El paisaje está dispuesto de tal
manera que infunde terror, no sólo al protagonista sino al propio lector, podemos
sentir su miedo entreviendo el lugar en el que se halla. El espacio
es un catalizador de los temores de Martín.
La violencia es otro de los factores que debemos tener en cuenta en estas
últimas descripciones espaciales. La visión de un cadáver empujado contra
las rocas por las olas, y el sonido de este cuerpo a cada embate resulta
bastante violento.
Otros detalles que ponen de manifiesto ese factor antes mencionado, es
la forma en la que Martín desgarra su propia carne y chupa su sangre, así
como el episodio de la pérdida de sus ojos. Existe, no hay duda alguna, una
relación entre el espacio en el que transcurre la acción y la forma de actuar
de los personajes. Un ambiente violento generará acontecimientos de la misma
índole, el protagonista se imbuye de la ferocidad del propio roque en
el que ha naufragado:
"... Hincó con furia los dientes en el brazo. A la primera mordida, los dientes no
desgarraron la piel, acartonada, recia. Con nuevos bríos, hundiendo la dentadura con
mayor ahínco, lograron la dura incisión en la epidermis, hasta la misma carne. Comenzó
a sangrar la herida. Los labios de Martín se pegaron tenaces a los bordes del desgarrón
sorbiendo con delicia su propia sangre..."
Esta cita explica de manera contundente lo dicho anteriormente, el personaje
se ha asimilado al entorno.
Es curiosa la forma empleada por Ángel Guerra para reducir la tensión
generada después de este episodio salpicado de las notas más brutales y macabras:
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"... Los que nacieron junto a la orilla nunca olvidarán la visión de las aguas quietas,
azules, con cabrilleos de luz a las horas de sol; los que muchas veces se durmieron
al blando rumor de las ondas, y de día, despiertos, soñaron al son de su cantar vago
y quejumbroso como arrullo de cuna..."
Las dos páginas siguientes que conforman el "Intermezzo" suponen un
choque para el lector, la musicalidad y la sentimentalidad que encontramos
en ellas nos despista de la linealidad de la historia, tal parece que el autor
pretenda que olvidemos o quizás, que no nos quede esa visión tan tremenda
del mar.
En mi opinión trata de contrastar las dos caras de la moneda, el mar puede
resultar apacible, sereno y romántico, pero es también un elemento de
naturaleza incontrolable cuando desata su furia. Son la cara y la cruz de la
realidad.
El último capítulo, "En tierra", supone el cierre de la historia, todo empieza
y acaba en donde comenzó. El autor ha creado una novela circular
en la que nuestro protagonista es un hombre de tierra adentro y ahí es a
donde va a volver. La experiencia vivida le crea un trauma que le hará rehuir
del agua y no sólo de la del mar, sino también de la potable.
A esto se une otra desgracia, el mar le ha privado de uno de sus mayores
anhelos, la posibilidad de ver a su hijo, que no fue bautizado con el nombre
de Martín, sino que lo llamaron Benjamín, un nombre muy poco apropiado
para alguien que quiera introducirse en el mundo de los pescadores.
Acaba por tanto una estirpe de marinero.
* * *
Referencias extraídas de la novela "LA LAPA", de Ángel Guerra, Editorial Cátedra, Madrid
1983.
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