Revista Latina de Comunicación Social
24 – diciembre de 1999
Edita: LAboratorio de Tecnologías de la Información y Nuevos Análisis de Comunicación Social
Depósito Legal: TF-135-98 / ISSN: 1138-5820
Año 2º – Director: Dr. José Manuel de Pablos Coello, catedrático de Periodismo
Facultad de Ciencias de la Información: Pirámide del Campus de Guajara - Universidad de La Laguna 38200 La Laguna (Tenerife, Canarias; España)
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Oposición y colaboración: la prensa sevillana ante los sucesos
de Barcelona de 1909
Dra. María José Ruiz Acosta ©
Universidad de Sevilla
mjruiz@cica.es
1.-INTRODUCCION
Resulta comúnmente admitido que las relaciones entre el poder político y los medios de comunicación han sido siempre tensas.
Desde la aparición de la imprenta a mediados del siglo XV, el estado ha intentado controlar por diversos procedimientos la
difusión de toda publicación que pudiera poner en cuestión la gestión de los asuntos públicos. A veces con medidas
especialmente duras, como el edicto publicado por Francisco I de Francia en 1535, que establecía la pena de horca para los que
imprimiesen cualquier texto sin licencia (Fernández Alonso, 1998: 15).
Las palabras de María Isabel Fernández Alonso acerca de la actitud defensiva adoptada por los poderes frente a la libre difusión
de informaciones resultan perfectamente aplicables al caso español. Baste, en este sentido, recordar cómo, desde comienzos
del siglo XVI, pragmáticas, decretos y normas de diferente rango han sido una constante en la legislación sobre prensa aplicada
en nuestro país.
En esa línea, el sistema establecido por Antonio Cánovas del Castillo en 1875 reproduciría, en más de una ocasión, esquemas
ya empleados en la península desde los tiempos de los primeros Austrias. Ese constituiría, pues, nuestro primer objetivo:
mostrar cómo a comienzos de la presente centuria, el comentario periodístico acerca de determinados asuntos resultaba
incompatible con los objetivos marcados desde las altas instancias estatales.
Mas, el tema elegido nos resulta igualmente atractivo por otro motivo. El estudio de la visión que dieron los diarios acerca de los
sucesos acaecidos en Barcelona durante el verano de 1909 nos sirvió para analizar las peculiaridades de los rotativos
españoles en un momento de transición; una etapa -coincidente temporalmente con el cambio de siglo- en la que, si bien
empezaba a asentarse el carácter informativo de los medios impresos, no era extraño encontrar la pervivencia de esquemas
políticos, restos del sistema comunicativo imperante en la centuria precedente.
2.- EL TRAGICO VERANO DE 1909
Como paso previo para entender todos los matices y aspectos que abarcaran las informaciones periodísticas acerca de tales
hechos, resulta obligatorio analizar las especiales circunstancias vividas por el país en aquellos históricos momentos.
Bajo el nombre de Semana Trágica los historiadores hacen referencia a la revuelta que azotó a Barcelona durante el verano de
1909, una huelga general que terminaría adquiriendo tintes sangrientos y anticlericales(1). Las causas del levantamiento
protagonizado por anarquistas, sindicalistas y socialistas entre el 25 de julio al 1 de agosto del citado año encontraron su
desencadenante en la movilización de reservistas para la guerra de Africa (un localizado problema militar en Melilla), la chispa
que explosionó el descontento popular de unos ciudadanos opuestos, desde el desastre de 1898, a una nueva tentativa colonial
(2).
Al anterior motivo, habríamos de añadir, como causa profunda del incidente, la manifiesta incapacidad del sistema de la
restauración por incorporar a determinados sectores sociales; grupos que fueron oportunamente captados por alguno de los
partidos dinásticos para lograr la expulsión del que detentaba el poder (3). En el caso concreto que nos ocupa, la izquierda -
liderada por Segismundo Moret- utilizaría una crisis planteada al margen de la restauración "para destrozar -como certeramente
indica Carlos Seco- el sistema del turno". (Seco Serrano, 1979: 93).
* * * * * * *
Amén de las negativas consecuencias derivadas de la situación descrita, qué duda cabe que la legislación de prensa existente
en aquellos momentos no contribuyó a facilitar las siempre difíciles relaciones entre el poder, los periódicos y la opinión pública.
En este sentido, ha de tenerse en cuenta que, si bien el artículo 13 de la Constitución de 1876 sancionaba la plena libertad de
prensa -la misma intención presidiría la promulgación de la Ley de Policía de Imprenta dictada el 26 de julio de 1883-, lo cierto
es que la prevención de la elite política acerca de todo lo relacionado con la información de actualidad llevaría al establecimiento
de determinados instrumentos de control (4). Entre ellos sobresaldría el artículo 17 de la citada carta de 1876, que autorizaba a
interrumpir las garantías constitucionales cuando lo exigiera la seguridad del estado.
Tan utilizado sería dicho instrumento -independientemente de que gobernaran conservadores o liberales- que, como afirma
Jean-Michel Desvois, "en cuanto sucedían acontecimientos graves suspendían los gobiernos las garantías constitucionales y se
establecía la censura militar" (Desvois, 1977: 8).
Las cortapisas al libre flujo informativo se incrementaron en 1906 con la aplicación de la Ley de Jurisdicciones. Surgida para
reprimir la agitación nacionalista en Cataluña, con esta ley -a decir de Seoane y Sáiz- lograba el estamento militar imponer su
criterio de que fuesen sometidos a la jurisdicción castrense los delitos de imprenta comprendidos en la vaga denominación de
"injurias y ofensas claras o encubiertas al Ejército" (Seoane y Sáiz, 1998: 65).
De este modo, aunque "los grandes diarios, [fuera] cual [fuera] su tendencia, [eran] respetuosos con las instituciones y
defensores del sistema" (Seoane y Sáiz, 1998: 25), no por ello dejaba de ser "incesante la lucha que tenía que mantener la
prensa para que no se redujera su libertad" (Desvois, 1977: 8).
A la situación descrita habríamos de añadir el particular enfrentamiento existente entre los mismos periódicos. Pese a que
afirmaban situarse dentro de un esquema nuevo -que hacía de los rotativos canales de información antes que medios de
transmisión de ideologías del más variado signo-, lo cierto es que, en el período que estudiamos, era frecuente advertir cómo no
había desaparecido el uso de la prensa como elemento de lucha. En este sentido, Seoane y Sáiz afirman que:
Indiscutiblemente, a la prensa acuden todos los que quieren influir en esa opinión [...]: partidos políticos, organizaciones obreras,
grupos de presión, intelectuales [...]; todo el que quiera ganarse la adhesión de una parte de los españoles ha de salir a la
palestra de la prensa (Seoane y Sáiz, 1998: 33).
En ese contexto, pues, en el que la prensa parecía servir más como instrumento de presión que como canal de información,
resulta sumamente interesante analizar la función que ejercieron los periódicos locales, reducto, en más de una ocasión, de las
tesis más críticas al sistema. En esa tesitura, veamos las posturas que adoptaron los diarios de la capital hispalense ante los
sucesos de la Semana Trágica.
3. LA PRENSA SEVILLANA ANTE LOS ACONTECIMIENTOS DE 1909
La creciente agitación política y social generada a consecuencia de los acontecimientos barceloneses se presentaron -a tenor
de lo dicho- como una ocasión propicia para que el gobierno que presidía Antonio Maura recurriera al artículo 17 de la
Constitución. Más que suspender las garantías constitucionales, el Partido Conservador acudió a diversas medidas, como eran
el envío de circulares prohibiendo tratar determinados temas -los referidos a la agitación huelguística y la inquietud por los
acontecimientos de Melilla-, así como la interrupción de las comunicaciones telegráficas y telefónicas.
En esas circunstancias, la prensa sevillana reaccionó escindiéndose en una doble línea. Por una parte, sabedora de que los
conservadores eran los únicos capaces de contener los desórdenes anticatólicos, mostró su apoyo al grupo en el poder,
aceptando, gustosamente, unas medidas a las que calificó de "sabias, prudentes y de buen gobierno" (5). Por otra, se alió a los
que, para protestar contra el gabinete de Maura, optaron por crear, a nivel nacional, una liga de periódicos cuya finalidad era
aupar a la presidencia del gobierno al jefe del Partido Liberal.
Para analizar ambas posturas en profundidad, hemos recogido los artículos que sobre el asunto publicaron los diarios más
representativos de cada una de ellas: El Correo de Andalucía y El Liberal. Acerca del primero, hemos de decir que fue fundado
como "Diario Católico de Noticias" el 1 de febrero de 1899. Concebido por su creador -el cardenal Marcelo Spínola- como una
empresa destinada, preferentemente, a suministrar noticias, el rotativo no renunciaba a la defensa de unos principios
doctrinales; tampoco al afán por aglutinar a los católicos en un común frente de acción. El Liberal hizo su aparición en la capital
hispalense el 6 de enero de 1901. Nacido a remolque de su homónimo madrileño, el diario sevillano destacó pronto en la ciudad
andaluza como representante de un republicanismo moderado, gubernamental. Aunque declaraba no ser partidista, podemos
definirlo como de ideología democrática y socializante.
* * * * * * *
Vistas sus tendencias, analicemos, a continuación, la visión ofrecida por cada uno de ellos ante los sucesos de 1909.
3.1.- La visión de El Correo de Andalucía
Para un amplio sector de la opinión pública sevillana, la Semana Trágica de Barcelona sirvió de ocasión propicia para
exteriorizar el temor a los efectos que podía causar una incontrolada emisión de informaciones. En este grupo se situarían El
Correo de Andalucía y La Unidad Católica, defensores de la tesis de que el estallido anticlerical de Barcelona debía ser
licenciado, tal y como planteaba la administración Maura. De ahí que ambos diarios aplaudieran "sin ambages, la orden del
ministro de la Gobernación por estimarla digna de un gobernante juicioso, enérgico y celoso del bien del país" (6).
Su defensa de la aplicación de la censura, pues, se presentaba como un ejemplo del patriotismo que debía adoptarse en las
especiales circunstancias vividas por el país durante el verano de 1909; una muestra, en definitiva, de la necesidad de
"mortificar la propia curiosidad en obsequio a los altos y secretísimos intereses que todos, y principalmente el Gobierno,
estamos obligados a defender" (7). De ahí que, para el periódico católico, el control de la información constituyera una prueba
más de cómo hacen la guerra los pueblos serios; los que ponen los grandes intereses de la patria por encima de los
particulares, y de la insana curiosidad de quienes creen que la guerra se hace para divertir aburridos [...] sin ver que los
intereses nacionales son muy sagrados y la sangre española muy preciosa para que sirvan de explotación de empresas y de
entretenimiento de desequilibrados y curiosos. (8).
Tanto para El Correo de Andalucía como para La Unidad Católica, la aplicación de la censura servía para "cortar un poco al
vuelo a la fantasía de los corresponsales y a la audacia poco escrupulosa de los agitadores" (9); en definitiva, a aquéllos a los
que se responsabilizaba de las profanaciones y destrucción de templos, así como de la desaparición de reliquias, cuadros y
libros religiosos(10).
Los comentarios vertidos acerca de la cuestión reflejaban cómo, más allá del interés por censurar a los responsables directos de
los hechos -personificados en Ferrer-, se recriminaba la actitud tomada por los periódicos que utilizaban los sucesos de Melilla y
Barcelona para el logro de un beneficio político o económico y no -"como debía ser"- para satisfacer la sana curiosidad del
público. La alusión iba dirigida a aquellos medios que formaban parte de la Sociedad Editorial -"los trusteros"-, una empresa
periodística que, para la opinión pública católica, atendía "sólo a sus productivos negocios" (11). Igualmente, la crítica abarcaba
a las publicaciones "lerrouxistas, ácratas y anarquistas" (12), a las que se hacía responsables de ser "los propagandistas de las
infames ideas productoras de las iniquidades realizadas por la anónima masa" (13).
Junto a las consideraciones anteriores, el debate suscitado entre los rotativos sevillanos sirvió de ocasión propicia a El Correo
de Andalucía para animar el fortalecimiento de la prensa católica de ámbito local. Consciente de que "en el siglo XX [no existía]
medio de propaganda como el periódico -por su precio, por su curiosidad y su periodicidad-", el citado diario emprendería en las
primeras décadas del siglo la difícil tarea de animar a los católicos a una verdadera participación pública (14). No sin criticar la
falta de "higadillos" de aquéllos para ejercitar los derechos de ciudadanía, la publicación recordó a sus lectores que había "una
ley de Imprenta, [...] un Código Penal y [...] Fiscales obligados a hacerlos cumplir". Y, sobre todo, "ciudadanos de nosotros con
derecho a invocarlos contra los culpables" (15).
3.2.- La visión de El Liberal
En el extremo opuesto a las informaciones analizadas, encontraríamos un conjunto de publicaciones partidarias del total
reconocimiento de la libertad de expresión y, por ende, contrarias a las medidas decretadas por Antonio Maura en el verano de
1909. El vehículo para llevar adelante sus reivindicaciones se reflejaría en la creación de una liga de periódicos que, liderada por
distintos rotativos madrileños -La Correspondencia de España, El País, España Nueva, El Correo, La Prensa, El Nacional, El
Globo, El Bien y Diario Universal-, tuvo como principal objetivo recabar apoyos del resto de los medios impresos del país. En
ese sentido, debe entenderse la formación de un frente en la capital andaluza, sector integrado por El Liberal, La Andalucía
Moderna, El Defensor y El Ultimo.
Decididos a no seguir "por más tiempo en la afrentosa situación a que el Gobierno tiene sometida [a la prensa] desde el 26 de
julio", los citados periódicos emprendieron una activa campaña destinada a concienciar al resto de los medios locales acerca de
las "muy nefastas consecuencias" que se derivaban de la aplicación de la "innecesaria" censura dictada por el ministro Juan de
la Cierva (16). Entre aquéllas, la más grave se refería al hecho de que la suspensión de garantías ponía en evidencia "las
torpezas del gobierno" (17). Así lo explicaba El Liberal:
Si el Parlamento no sirve para rectificar esa conducta y liquidar tales responsabilidades, esta incapacidad impresionaría a la
opinión, siendo un síntoma gravísimo de que el régimen político hállase profundamente corroído por enfermedades insanables
(18).
Idéntico tono usaba el periódico para describir lo "arbitrario" y "caprichoso" que resultaba aplicar la Ley de Jurisdicciones. Y ello
porque las circunstancias que atravesaba el país exigían un amplio marco de libertad para la prensa al objeto de que ésta
pudiera "discutir actos y dar opiniones" (19). Para El Liberal, la difusión de informaciones acerca de la campaña emprendida por
España en Melilla constituía, pues, el marco idóneo para el fomento de la discusión pública, de la que "saldrían iluminados los
intelectos de los gobernados y los gobernantes" (20).
Eludiendo cualquier referencia a los disturbios barceloneses, los citados rotativos hacían hincapié en la necesidad de mantener
informado al individuo particular, el único capaz de "entibiar el dolor de las sensibles pérdidas" (21). Rechazando, igualmente, la
intromisión del elemento político-civil en la prensa, enarbolaban la bandera de la libertad de prensa, requisito imprescindible
para "el desarrollo de la vida en las naciones cultas" (22).
Amén de lo expuesto, El Liberal, La Andalucía Moderna, El Defensor y El Ultimo argumentaban que las medidas aplicadas no se
ajustaban a la legalidad vigente. De ahí que, unánimes, afirmaran que podían admitir cualquier régimen -incluida la censura- "si
[era] necesario para la salud de la patria". Mas, lo que no podían "consentir" eran "las órdenes ministeriales, las prohibiciones
sin autor responsables, las amenazas comunicadas por teléfono"; en definitiva, los procedimientos "que la ley no autorizaba"
(23). Con este énfasis mostraba El Liberal la defensa de su postura:
Si el gobierno cree que nos rodean graves peligros, que nos amenazan tremendas conflagraciones y que sólo podemos
salvarnos mediante un interregno de suspensión de las garantías constitucionales, aplíquese la ley, téngase la franqueza de
someter la prensa a la previa censura. Preferimos la privación absoluta de la libertad a un régimen de afrenta y oprobio (24).
Por último, el rechazo al régimen de restricciones decretado el 26 de julio se justificaba en la desconsideración que aquel
representaba para la dignidad profesional del periodista. Las razones utilizadas para refrendar su postura eran las siguientes:
Pretextando altos intereses nacionales, se persigue y amordaza a quienes no mueven otros estímulos que la defensa de esos
intereses; a quienes no tienen otra mira que la de exaltar el amor a la Patria; a quienes lamentan en primer término que su
pluma no pueda correr libremente por la imposibilidad de emplearla reseñando y contando las heroicas hazañas de nuestro
valiente ejército (25).
4.- CONCLUSIONES
A la luz de las informaciones analizadas, qué duda cabe que la prensa sevillana de comienzos del siglo XX mostró, en no pocas
ocasiones, aquellos rasgos que nos permitirían definirla como "política" en lugar de "informativa". Alejada, en la práctica, de las
nuevas corrientes que adoptaba el periodismo de aquellos años, los diarios más representativos de la capital hispalense hicieron
una lectura de los sucesos de 1909 bajo condicionamientos ideológicos, relegando, a un segundo plano, el suministro objetivo
de datos y acontecimientos.
De este modo, resulta claro comprobar cómo para El Correo de Andalucía lo prioritario era destacar las pasiones desbordadas
en Barcelona, con el fin de justificar cualquier acción que emanara del gobierno de Antonio Maura. El Liberal daba prioridad a
las informaciones relativas a la actuación española en Melilla, lo que le sirvió de pretexto para demandar que se ampliaran las
cotas de libertad de expresión al objeto -declaraba- de poder servir mejor a la opinión pública.
A lo dicho, habríamos de añadir el tono empleado en los artículos y comentarios que, tanto uno como otro, editaron acerca de
ambos asuntos. Los insultos mutuos vertidos en las páginas de las publicaciones analizadas nos demuestran cómo el papel
impreso reprodujo, en no pocas ocasiones, el mismo tono de afrentas y agravios característico de la labor política en la España
de la restauración.
Una tendencia, en definitiva, que no remitiría con la salida del jefe del ejecutivo el 21 de octubre de 1909. Basta, para
comprobarlo, con leer los textos publicados por El Correo de Andalucía acerca de la llegada al poder del partido liderado por
Segismundo Moret (26).
BIBLIOGRAFIA
El Correo de Andalucía: julio a diciembre de 1909.
El Liberal: julio a diciembre de 1909.
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SEOANE, María Cruz y SÁIZ, María Dolores (1998). Historia del periodismo en España. 3. El siglo XX: 1898-1936, Madrid:
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Notas
(1) Ciertamente, Cataluña se presentaba en aquellos momentos como un escenario propicio para que se manifestara la
oposición popular. Como región urbanizada e industrializada que era, ya, desde la segunda mitad del siglo XIX, se convirtió en
asiento del movimiento sindical español en sus vertientes marxista, socialista y comunista.
(2) A decir de Carlos Seco, "todo el antibelicismo y el anticolonialismo suscitados por el 98" se incrementarían años después,
cuando, a raíz de la proclamación de la Ley de Jurisdicciones en 1906, el cuerpo militar se presentara como el salvador del país
(Seco Serrano, 1979: 90). La mencionada norma permitía a aquéllos convertirse "en juez y parte de los consejos de guerra
encargados de castigar las ofensas a la fuerza armada" (García de Cortázar y González Vesga, 1995: 544).
(3) En el caso que nos ocupa, sería la alianza de la izquierda dinástica -liderada por Segismundo Moret- con la republicana el
factor determinante para el desplazamiento de Antonio Maura del poder el 21 de octubre de 1909.
(4) Vid. Gómez Aparicio, 1971; y Santonja, 1986. La segunda norma de las citadas pretendía hacer desaparecer los delitos
específicos de imprenta y las leyes especiales para la prensa en aquellas cuestiones ajenas a las contempladas en el Código
Penal. Igualmente, daba prioridad, en cuestiones informativas, a la jurisdicción de los tribunales ordinarios.
(5) "Al menudeo", en El Correo de Andalucía, Sevilla, 23-9-1909, p. 1.
(6) "La censura", en El Correo de Andalucía, Sevilla, 26-7-1909, p. 1.
(7) "La censura", en El Correo de Andalucía, Sevilla, 26-7-1909, p. 1.
(8) "Nota del día", en El Correo de Andalucía, Sevilla, 28-8-1909, p. 1. El periódico añadía, asimismo, lo siguiente: "Esa agitación
sólo puede producir el efecto de aumentar el desasosiego general y el de preparar el ambiente a una nueva revolución"
("Crónicas madrileñas", en El Correo de Andalucía, Sevilla, 20-9-1909, p. 1).
(9) "El secuestro de la verdad", en El Correo de Andalucía, Sevilla, 18-9-1909, p. 1.
(10) En alusión a las correctas medidas adoptadas por el ministro de la Gobernación del gabinete Maura, El Correo de
Andalucía reclamaba la presencia "no de un La Cierva [sino] de media docena de La Cierva, en casi todas partes" ("Al
menudeo", en El Correo de Andalucía, Sevilla, 23-9-1909, p. 1).
(11) "Hay que hablar claro", en El Correo de Andalucía, Sevilla, 21-10-1909, p. 1. Vid. "La protesta en Sevilla", en El Correo de
Andalucía, Sevilla, 19-9-1909, p. 1.
(12) "Al menudeo", en El Correo de Andalucía, Sevilla, 21-9-1909, p. 1.
(13) "Por vía de epílogo", en El Correo de Andalucía, Sevilla, 27-8-1909, p. 1.
(14) "Diligencia", en El Correo de Andalucía, Sevilla, 16-9-1909, p. 1.
(15) "Crónicas madrileñas", en El Correo de Andalucía, Sevilla, 21-11-1909, p. 1. Vid. "Crónicas madrileñas", en El Correo de
Andalucía, Sevilla, 20-9-1909, p. 1.
(16) "La protesta de la prensa", en El Liberal, Sevilla, 14-9-1909, p. 2.
(17) "(La mortuoria de El Correo)", en El Liberal, Sevilla, 5-10-1909, p. 1.
(18) "Contra el gobierno. El Gobierno y la prensa", en El Liberal, Sevilla, 25-9-1909, p. 1.
(19) "La protesta de la prensa", en El Liberal, Sevilla, 20-9-1909, p. 1.
(20) "La protesta de la prensa", en El Liberal, Sevilla, 20-9-1909, p. 1.
(21) "La victoria de ayer. El restablecimiento de las garantías constitucionales", en El Liberal, Sevilla, 29-9-1909, p. 3.
(22) Para confirmar su postura, El Liberal reprodujo las palabras del líder del Partido Liberal, Segismundo Moret. A juicio de
éste: "Nadie puede censurar la patriótica conducta de los periódicos en las actuales circunstancias y por lo tanto nadie debe
regatearles la libertad que piden para llevar su misión" ("La protesta contra el gobierno", en El Liberal, Sevilla, 23-9-1909, p. 1).
(23) "La prensa al país", en El Liberal, Sevilla, 16-9-1909, p. 1.
(24) "La protesta de la prensa", en El Liberal, Sevilla, 14-9-1909, p. 2.
(25) "Solidaridad periodística", en El Liberal, Sevilla, 18-9-1909, p. 1.
(26) "El trust y su domador", en El Correo de Andalucía, Sevilla, 17-11-1909, p. 1; y ") Hay censura?", en El Correo de
Andalucía, Sevilla, 21-11-1909, p. 1.
* Texto presentado en las
VI Jornadas Internacionales de Jóvenes Investigadores en
Comunicación (Valencia, abril de 1999)
FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO EN BIBLIOGRAFÍAS:
Ruiz Acosta, María José (1999): Oposición y colaboración: la prensa sevillana ante los sucesos de Barcelona de
1909. Revista Latina de Comunicación Social, 24. Recuperado el x de xxxx de 200x de:
http://www.ull.es/publicaciones/latina/a1999adi/04mjruiz.htm