Revista Latina de Comunicación Social
35 – noviembre de 2000 / Extra sobre la
investigación en Argentina / Coordina: Dra.
Paulina Beatriz Emanuelli, UNC,Córdoba
Edita: Laboratorio de Tecnologías de la Información y Nuevos Análisis de Comunicación Social
Depósito Legal: TF-135-98 / ISSN: 1138-5820
Año 3º – Director: Dr. José Manuel de Pablos Coello, catedrático de Periodismo
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Estética, comunicación y estudios de la cultura. Apuntes para
una teoría crítica
Dra. Silvia N. Barei ©
Cátedra de Teoría Literaria - Facultad de Lenguas - Universidad Nacional de Córdoba (Argentina)
sbarei@esl.unc.edu.ar
Cuestiones iniciales
Creo que en Argentina, en el ámbito de una teoría crítica que pueda pensar a los objetos estéticos inscribiéndolos en una
reflexión más amplia en relación con la comunicación y la cultura, se ha hecho necesario rescatar la continuidad de un proceso
histórico cultural que no es necesariamente lineal y que proviene de las primeras reflexiones de nuestros teóricos del siglo XIX.
Se trata de ubicar la reflexión acerca del arte en un ámbito de pensamiento crítico y político, esto último en sentido amplio:
entendiendo al arte como otro de los discursos ideológicos de la "polis".
Utilizando una noción bajtiniana, uno puede constatar que lo que sucede en el campo de la teoría estética es que se ha abierto
un ancho surco "dialógico" que a partir de una reflexión sobre diversos textos de la comunicación social (ubicados en zonas
culturales tradicionalmente "fronterizas" del arte) y las categorías de análisis heredadas o elaboradas más recientemente,
penetra el ámbito de los estudios de la cultura y promete abonar el pensamiento acerca de los fenómenos comunicacionales en
tanto pensamiento crítico que, esparcido en saberes, modos e instituciones, establece un lazo entre la memoria y el pensar
actual.
Si este surco aún no se ha hecho lo suficientemente visible es por diversas razones, algunas de las cuales alcanzo a vislumbrar
en la siguiente enumeración:
1. La resistencia de las teorías tradicionales –digo aquellas más apegadas a la consideración de la comunicación social
como un objeto de estudio autosuficiente-, a incluir para su reflexión, otros objetos además de aquellos que la cultura
produce y lee como centro programador de mensajes.
2. El olvido de las líneas de la crítica latinoamericana que, en los inicios de un pensamiento propio (lo que cada país o
región trató de definir como un pensamiento "nacional") articuló sin mayores problemas lo estético, lo social, lo cultural y
lo político. Escrituras de fundación crítica y teórica, a veces marginales y otras, leídas sesgadamente por pensamientos
nacionalistas de estrecha mira.
3. Desde los 70, la dominancia intelectual de las líneas de las estéticas informacionales, la apertura a los "estudios del
discurso" y una lectura fuertemente politizada de las teorías de la comunicación latinoamericanas. Somos deudores de
este pensamiento sin duda, y le reconocemos sus debates en el campo teórico que han permitido pensar -a pesar de sus
detractores-, otras derivas, otros modos de articulación de los textos con la historia.
Sin embargo, no siempre se ha reflexionado sobre ellas con la necesaria distancia, es decir, menos apasionada y
coyunturalmente acerca de sus aciertos y errores.
4. La conversión en moda de los "estudios culturales" -sobre todo en las propuestas de la academia americana- y por lo
tanto, la simplificación de cuestiones teóricas sumamente complejas, lo que ha llevado, en algunos casos, a obviar el
paradigma marxista y los estudios de la Escuela de Frankfurt sobre los que se asientan indudablemente los estudios
culturales, más allá de lo que sus teóricos reconozcan explícitamente, o de lo que se lea como un implícito.
Y las modas, ya se sabe, operan por reduccionismo y convierten todo pensamiento en efímero. Hasta que pasa la tormenta de
verano y podemos pensar en la necesidad y legitimidad teórica de categorías que pueden servir para generar un pensamiento
crítico y un universo discursivo en el que se inscriben los modos sociales de comunicación de una manera diferente. Sobre todo
cuando nos centramos en el campo de los estudios comunicacionales en el que la moda culturalista ha provocado más de un
malentendido, o "celebración acrítica, bajo la suposición simple de que ha desaparecido la época totalitaria de la razón..." como
precisa Roberto Follari (1999).
Si bien es cierto que, cruzado el Atlántico y ya como moda académica norteamericana, se puede señalar que el "culturalismo"
"ha renunciado casi por completo (...) –como refiere Gruner- a toda preocupación por las articulaciones histórico-sociales o
político-económicas de los procesos culturales" (1998:21). Conscientes de este abandono se trata de proponer desde el sitio en
el que estamos trabajando y pensando a la comunicación estética, su reinscripción en el campo de la cultura.
EL PENSAMIENTO CRITICO ARGENTINO
Volvamos a la idea anterior: si este surco que puede religar los estudios estético-comunicacionales al campo de los estudios
culturales, no se ha hecho fuerte todavía es, en parte, porque la resistencia a inscribir la teoría -resistencia de los sujetos y no
de la misma teoría como la pensaba De Man independientemente de su construcción subjetiva- en relación con los estudios
culturales, pone en juego una cuestión de límites. Se teme –y seguramente con razones fundadas en algunos casos-, que el
objeto "arte" o los "estudios de comunicación" se pierdan en amplio territorio de "lo cultural".
Pero el límite, lo que supone fronteras entre los saberes, no es solo lo que separa, sino también lo que articula, lo que puede ser
atravesado, y esto es en lo que hay que pensar, aunque por el momento, como señala Fredic Jameson irónicamente, la palabra
"articulación" no sirva más que para señalar lo que aún no puede explicarse (98:89)
Ciertas líneas dominantes impuestas en las academias no han conseguido, sin embargo, dejar de lado la impronta fuertemente
vinculada al quehacer social en las reflexiones acerca de la comunicación estética y la cultura, retomando las fundaciones
teóricas de los románticos y los positivistas del siglo pasado, hasta el pensamiento actual de Heriberto Muraro, de García
Canclini, de Héctor Schmucler, de María C. Mata, de Beatriz Sarlo, de Jorge Rivera, de Aníbal Ford, de Oscar Landi, etc.
Si ha sido necesario reconocer las líneas rectoras de las teorías centrales, también es necesario elaborar una teoría crítica de la
comunicación y la cultura que recupere el pensamiento de los teóricos argentinos (aunque ya sabemos, se creyó que pensaban
cuestiones "antiguas" o "extracomunicacionales" como la idea de nación, de etnia, de identidad, de clase o de ideología)
He hablado en un trabajo anterior de "escrituras de fundación" (1999), pensando en lo que escribieron los hombres del siglo XIX
acerca de la obra de arte, definiendo cuáles debían ser sus características y sus funciones en nuestra sociedad.
Es sabido que nuestros primeros intelectuales teorizaron poco y esta tarea era compartida por lo general con funciones
periodísticas y políticas. Habría que detenerse en la obra de los Varela (Juan Cruz y Florencio), pero más específicamente en
los textos de los románticos, para encontrar en ellos un pensamiento acerca de la obra de arte y sus relaciones con la cultura.
Fundamentalmente en Alberdi, Echeverría y Juan María Gutiérrez.
Es cierto que Alberdi se consideraba un filósofo y un pensador político, pero son de importancia sus conceptos acerca del arte y
lo social. Con una incomprensión total hacia el pasado neoclásico, propia de su romanticismo militante, afirma en "La moda": "La
cultura no será para nosotros Virgilio y Cicerón. Será un modo de expresión particular, será las ideas de los intereses sociales"
("Obras selectas")
La posición de Esteban Echeverría es más conocida: al incorporar a la literatura la naturaleza y el suelo americanos, está
proponiendo una integración de las obras de creación con la cultura del país donde se produce y con los ideales sociales que la
ponen en marcha.
Al igual que Alberdi, reniega del neoclasicismo y propone. "Nuestra cultura empieza: hemos sentido solo de rechazo el influjo del
clasicismo; quizá algunos lo profesan, porque no puede existir opinión pública racional sobre materia de gusto en donde la
literatura está en embrión y no es ella una potencia social... Sin embargo debemos, antes de poner manos a la obra, saber a
qué atenernos en materia de doctrinas estéticas y profesar aquellas que sean más conformes a nuestra condición." ("Páginas
literarias").
Y en su "Ojeada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata en el año 1937", además de imponer el nombre de su
generación, Echeverría reconoce la importancia de la crítica para la consolidación de un pensamiento nacional y lo hace
precisamente en la figura de Juan María Gutiérrez: "El señor Gutiérrez es el primero que haya llevado entre nosotros a la crítica
el buen gusto que nace de lo bello y del conocimiento de las buenas doctrinas" (1945:27).
La obra de Gutiérrez como "primer historiador y crítico de literatura", tal como lo llamó Pagés Larraya (1983) es más conocida.
Gutiérrez cree firmemente en la existencia de una cultura nacional desde 1810, vinculando estrechamente proceso histórico y
evolución estética. Como crítico del Romanticismo, y particularmente de la obra de Echeverría -que ayudó a conocer después
de la muerte del poeta-, adhiere al ideal de un "arte social". (Cfr. "Letras argentinas...", 1945).
En una carta a Alberdi señala: "Estoy por el arte... cuando explique sus relaciones con las necesidades sociales, cuando se
mezcle al movimiento de la vida social." (En "Epistolario", de Juan Bautista Alberdi )
En esta propuesta, la reflexión benjaminiana en cuanto que no hay documento de cultura que no sea de algún modo también
documento de barbarie, el proyecto cultural deviene notablemente en "proyecto civilizatorio" en el que nuestros primeros
intelectuales van a ver que bajo las condiciones de la razón moderna la cultura deviene también testigo de nuestras penurias
intelectuales.
UN PENSAMIENTO SITUADO
Pareciera que en lo que va de las escrituras de fundación a los excesos de metodologismo, de lecturas importadas, de
repeticiones que no han pasado el cedazo de un "pensamiento situado" en la segunda mitad de nuestro siglo, nos han llevado,
en muchos casos, a la desproblematización de cuestiones fundamentales.
La reinscripción de los estudios estéticos en el campo de los estudios culturales es, por el momento, un programa a cumplir. Y
como bien lo señala Beatriz Sarlo, a propósito del ámbito estético-literario, el discurso académico se halla ante la disyuntiva de
encerrarse en el espacio cerrado de los textos, o abrirse –aún cuando las condiciones de la apertura deban someterse a
necesario debate- a los aportes de los estudios culturales:
"Como discurso académico que quiere mantenerse al margen de las controversias, a la crítica literaria solo le queda mudar sus
procedimientos al recién decorado ciberespacio escritural del futuro y proponer (como ya se está haciendo) los instrumentos
críticos del hipertexto. La crítica literaria también puede convertirse en el estudio académico de los restos mortales de la
literatura. Esta metamorfosis simplemente la borraría como discurso producido en la intersección de valores y prácticas
académicas y no académicas. No estoy segura de que la crítica literaria como discurso público, como discurso socialmente
significativo, pueda solucionar sus problemas con un movimiento tan simple. Los estudios culturales podrán intervenir en auxilio
de la crítica y obtener algunas ganancias al hacerlo" (1998:10).
Compartiendo la postura de Sarlo y haciéndola extensiva a todo el ámbito del estudio de los objetos estéticos, creo que el
programa posible para pensar estos "discursos públicos" -discursos de la polis- nos lleva a complejizar, a interrogar, a replantear
de maneras diferentes las herencias teóricas absolutamente necesarias y la también necesaria articulación de la estética en las
redes de la comunicación y la cultura. Más que los estudios culturales al modo en que lo entiende la academia norteamericana,
tal vez sea el ámbito de la sociocrítica (Robin, Cros, Sarlo en Argentina) y la revisión del pensamiento latinoamericano, lo que
nos permita articular lecturas.
En nuestro particular caso, las relaciones del arte, la comunicación y la cultura argentina: prácticas, formas de producción,
circulación y consumo, políticas de la lengua y uso político de los lenguajes artísticos, normas sociales y valores, gustos
hegemónicos, contradiscursos y disidencias, espacios de construcción de las identidades y las diferencias, etc.
Pasada la etapa necesaria de su constitución como campo disciplinar, los argumentos que aducen la posible disolución del
objeto teórico "arte" en el objeto "cultura", pretenden desconocer no solo las transformaciones profundas que vienen sucediendo
en el ámbito estético, el complejo fenómeno histórico que afecta a la intersección de las "culturas letradas", las populares y las
masivas.
La expresión misma "cultura letrada" o "culta" o "elevada" que usamos como moneda corriente, articula las problemáticas que
hemos señalado precedentemente: la historia inscripta en el texto y lo estético inscripto en otros textos de la cultura; lo estético
como instaurador de formas culturales y si miramos más estrechamente el campo de lo consagrado y la producción de
exclusiones y legitimidades, lo estético como productor de "documentos de cultura/documentos de barbarie".
Es necesario pensar fundamentalmente las zonas de intersección de los objetos culturales: zonas de frontera -tal como son
definidas por el pensamiento lotmaniano- en las que los textos ostentan una hibridez propia de los cruces culturales y que se
convierten en objetos "extraños" a la mirada ortodoxa sobre la comunicación y el arte, ya que toda frontera implica la presencia
simultánea de textos que pugnan por ser legitimados de acuerdo con los cánones vigentes y otros que responden a la lógica de
la "explosión".(Lotman, 1998) .
Si las escrituras iniciales de la teoría y la crítica latinoamericanas pensaron en el arte necesariamente articulado al contexto
histórico-social que lo producía, un par de siglos después se trata de recuperar estas fundaciones necesarias, no como si se
hubiera partido de una especie de "nada originaria", sino como un necesario reflujo que viene a sustentar el complejo campo
disciplinar de las teorías actuales.
¿Es posible hablar solo de "teoría estética" recortando el campo de lo comunicacional?
¿De qué teoría hablamos si la necesaria historicidad cultural de nuestro objeto de estudio ha de ser dejada de lado?
¿Cómo inscribimos disciplinariamente el estudio de los textos estéticos si desconocemos que el campo cultural es una galaxia
en expansión que conecta pasado y presente sin someterse a continuismos y linealidades?
Las afinidades cada vez más estrechas que los estudiosos han encontrado entre el campo de una teoría crítica del arte, la
comunicación y una teoría de la cultura, permiten pensar un orden de preocupaciones y un hacer que tiene múltiples puntos en
común: no ya solo objetos en sí mismos o relaciones entre ellos, sino particularmente el modo de articulación de estos objetos
con el campo cultural, las formas de aprehensión del mundo como una configuración sensible cargada de sentidos y marcada
históricamente.
Se trata de desarrollar un "hacer teórico" que implique una toma de conciencia por los estudiosos, de que si bien la teoría
estética –y sus metodologías- proporciona instrumentos técnicos útiles para la descripción de los objetos, puede ser también
concebida en sí misma como una práctica reflexiva y crítica de indagación acerca de nuestras culturas, de nuestro hacer como
sujetos comprometidos en actividades de construcción del sentido. O como ha señalado acertadamente Ricardo Forster: "Volver
a interrogar y reunir las palabras que nos permitan sostener la crítica, porque quizá esta sea la única condición insustituible, la
única razón de ser"
BIBLIOGRAFÍA
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FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO EN BIBLIOGRAFÍAS:
Barei, Silvia N. (2000): Estética, comunicación y estudios de la cultura. Apuntes para una teoría crítica. Revista
Latina de Comunicación Social, 35 / Extra Argentina. Recuperado el x de xxxx de 200x de:
http://www.ull.es/publicaciones/latina/Argentina2000/02sbarei.htm