Revista Latina de Comunicación Social
6 – junio de 1998
Edita: Laboratorio de Tecnologías de la Información y Nuevos Análisis de Comunicación Social
Depósito Legal: TF-135-98 / ISSN: 1138-5820
Año 1º – Director: Dr. José Manuel de Pablos Coello, catedrático de Periodismo
Facultad de Ciencias de la Información: Pirámide del Campus de Guajara - Universidad de La Laguna 38200 La Laguna (Tenerife, Canarias; España)
Teléfonos: (34) 922 31 72 31 / 41 - Fax: (34) 922 31 72 54
Veinte años de prensa en México
Lic. Raúl Trejo Delarbre ©
Investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Director del semanario etcétera. Columnista político diario
en La Crónica de Hoy. Autor de una decena de libros sobre medios de comunicación y asuntos sociales y políticos. Premio
Fundesco de Ensayo 1995 por el libro La Nueva Alfombra Mágica. Usos y mitos de Internet, la red de redes.
rtrejo@mpsnet.com.mx
¿Cuáles son los hitos y cuáles, entonces, los cambios sustanciales de la prensa mexicana en las dos décadas recientes? En
este 1998, ¿en qué medida nuestro periodismo es distinto al que teníamos 20 años antes? Cualquier ojeada a las páginas de
ahora y de aquel enero nos confirmará que el panorama es distinto. La pluralidad de hoy, en 1978 era apenas insinuación o
promesa. La agresividad que ahora se advierte en las primeras planas solía estar confinada a pocas y aisladas columnas. La
dependencia política respecto del gobierno era casi generalizada y pocos actores en la sociedad civil se reconocían en las
páginas de esa prensa. Los reporteros treintones que ahora nutren las redacciones, en aquellos tiempos más o menos estaban
terminando la primaria.
Hay cambios, sí. Pero no tantos como para asegurar que la prensa de hoy es radicalmente distinta a la de hace dos décadas.
Ahora los enfoques editoriales son más variados, si bien ésa ha sido fundamentalmente, primero anticipación y luego
mimetización a la diversidad de la sociedad e incluso de las elites políticas; la mayoría de los diarios mexicanos siguen siendo
políticamente ambiguos, aunque de cuando en cuando asuman causas como si fueran hechos o desplieguen fobias como si
fuesen causas. La prensa mexicana se ha sacudido las inhibiciones que se autoimponía y hasta los intocables de antes (el
ejército, la virgen guadalupana y el presidente de la República) son motivo de discusión en todos los tonos, o casi; no obstante
ese desatascamiento, el rigor analítico, la seriedad informativa y hasta la cordura opinativa, siguen dejando mucho qué desear.
El gobierno ya no presiona a la prensa como era tan proverbial como impúdico que ocurriese, pero más por temor al escándalo
denunciatorio que por carecer de recursos para ello: muy pocos diarios y prácticamente ninguna revista han conseguido que en
sus finanzas, la principal fuente de ingresos haya dejado de ser la publicidad de los gobiernos federal o estatales. Una nueva
generación de periodistas, para quienes algunos de los vicios de hace dos décadas son sólo mitos de los que han escuchado
sin haberlos aprovechado o padecido, abruma hoy las salas de redacción; sin embargo no por ello se han generalizado el
periodismo de investigación, la capacidad autocrítica, ni la ética profesional.
Excélsior: ruptura fundacional
Las dos décadas más recientes en la historia del periodismo mexicano, en realidad comenzaron hace casi 22 años. El episodio
que ha sido denominado como el golpe a la casa editorial Excélsior marcó, fundamentalmente para bien pero además con una
carga quimérica que posiblemente sea irremediable, no sólo los empeños para renovar al periodismo mexicano sino incluso, la
idea que de sí mismos tienen la mayoría de los periodistas empeñados en restaurar el profesionalismo en ese oficio.
El 8 de julio de 1976, un numeroso grupo de periodistas encabezados, como es ampliamente sabido, por don Julio Scherer
García, tuvo que salir de ese diario después de romper con la asamblea de cooperativistas. La versión predominante y casi
única sobre esa desavenencia, es la que sostuvieron Scherer y sus compañeros de entonces. Dos décadas y casi dos años
después, no se conocen balances autocríticos de aquella crisis, que fue atribuida a la malquerencia del entonces presidente Luis
Echeverría pero que además fue posible por errores en la conducción administrativa y política de esa empresa editorial -es
posible que en aquella asamblea de cooperativistas que expulsó a Scherer hubiese acarreados, pero ese director y su grupo de
periodistas no lograron mantener la adhesión de los trabajadores de Excélsior-. Si acaso hay testimonios de quienes, como don
Gastón García Cantú, tuvieron que alejarse de ese grupo para dejar una opinión distinta: "Echeverría no intervino en la caída de
Scherer, sencillamente no actuó cuando se esperaba ante el asedio de los opositores a Scherer" (1).
Y si la ruptura en Excélsior ha sido relatada casi exclusivamente con las voces de quienes salieron de ese diario, el periodismo
que se practicaba bajo la dirección de Julio Scherer, que fue director del periódico durante ocho años, también ha sido un tanto
mitificado. El Excélsior previo a julio de 1976 no era precisamente un espacio de democracia y pluralidad. Allí destacaban
algunas valiosísimas plumas críticas y eventualmente el trabajo de unos cuantos reporteros con tal oficio e imaginación que
descollaban delante de sus colegas de otros medios. Pero el contexto nacional y periodístico en el que se desempeñaba, a
menudo se le imponía a ese importante diario; en ocasiones, la indiferencia e incluso la antipatía que mostraba respecto de
movimientos sociales independientes o de las izquierdas, no era distinta de las actitudes de otros diarios en la prensa
establecida. Aunque baldado por la escisión de 1976, Excélsior siguió siendo un diario en buena medida similar al de Scherer,
especialmente en su política informativa y poco a poco, fue integrando una nueva plantilla de colaboradores que ya no destacó
tanto quizá, entre otros motivos, porque en los años inmediatos otros diarios comenzaron a experimentar renovaciones.
Acaso la mayor contribución de Scherer al periodismo mexicano se haya debido, fortuita pero afortunadamente, a su salida de
Excélsior. En menos de cuatro meses logró organizar Proceso en donde, como apuntamos en otro sitio, el periodismo de
investigación ha estado matizado (y también impulsado) por una intencionalidad que lo ha conducido a una suerte de
ensimismamiento, o de visión política marcada por el catastrofismo más que por la explicación de los acontecimientos
nacionales. Proceso es, con mucho, el semanario político de mayor circulación e influencia en todo el país. Los intentos para
sustituirlo han devenido en caricaturas lamentables o en revistas con gana de escándalo pero sin el talento para documentarlo.
Pero su mismo éxito confirma que no siempre la agudeza analítica ni la investigación periodística de responsabilidad ética son
los elementos que más interesan a los lectores mexicanos. En el contexto de una cultura ciudadana aún insuficientemente
desarrollada, el afán contestatario de esa publicación llega a encontrar lectores numerosos que se regocijan con el amarillismo
político de Proceso. (2)
En el otro lado de la balanza, el ímpetu denunciatorio de la revista de don Julio Scherer fue, durante largo tiempo, el contraste
disruptor del adocenamiento de una prensa fundamentalmente ensimismada en la complacencia con un poder político que la
dejaba hacer negocios en tanto no hiciera olas. Si hubiera que elegir, entre la mirada pesimista del Proceso empeñado en ver
medio vacío el vaso de la realidad nacional y el enfoque interesadamente adulón de la mayor parte de la prensa que al final de
los años setenta y durante los ochenta sólo presentaba un vaso colmado de tersuras y prosperidades, nos quedaríamos con el
trabajo de Scherer y sus compañeros afanados en sostener, incluso por encima de reputaciones y respetos, una impertinencia
que ha permitido develar excesos, corrupciones e inconsecuencias del poder político. Pero no se trata de seleccionar un estilo
periodístico, sino de desbrozar entre los extremos reconocibles y no por ello compatibles en una prensa que, además de todo,
ha estado en transición. Su puerto de llegada, aún no se encuentra completamente definido.
Crisis, escisiones y nuevos espacios
La prensa en estas dos décadas y pico se desenvolvió entre inercias y tumbos. Las primeras aportaron pocas novedades. Los
vaivenes, que incluyeron rupturas de las cuales surgieron nuevas preocupaciones y espacios periodísticos, dieron cuenta de dos
tendencias simultáneas. La inestabilidad profesional y editorial de muchos diarios cuyos propietarios consideraban que sus
negocios estaban en riesgo cuando las informaciones u opiniones que publicaban molestaban a personajes del poder político;
igual que desde comienzos de los años cincuenta, el periodismo preponderante ha estado subordinado al interés empresarial y
éste, a su vez, siguió limitado por las costumbres de la vieja política mexicana. No ha sido sino hasta ya entrados los años
noventa, cuando la relativa pero sensible disminución en la publicidad del gobierno y sobre todo el surgimiento o la reorientación
de periódicos que compiten para ganar lectores y no sólo gacetillas publicitarias ha propiciado una renovación de la prensa que
todavía es incipiente. La otra constante que se advierte en este lapso fue el afán de búsqueda que, pese al amago del despido,
emprendieron algunos periodistas en diversos diarios de la ciudad de México.
El Sol de México, cabeza de la corporación de diarios más grande del país, había experimentado a mediados de los setenta una
modernización editorial, modesta pero perceptible, que acabó por disgustar a sus propietarios. Más tarde, un recuento en estas
páginas reconocía: "La más importante cadena nacional de prensa escrita, la Organización Editorial Mexicana que publica los
Soles, incrementa en alrededor de 20 sus diarios de provincia, para llegar a 53, poco menos de la cuarta parte de los que
existen en el país, después de realizar una ‘purga’ de cerca de dos decenas de articulistas, previa creación de férreas
condiciones de censura" (3). El periodista que condujo esa malograda etapa de renovación en los "soles" y el autor de aquel
comentario, Benjamín Wong y José Carreño Carlón, compartieron el intento para reanimar a otro gran diario, El Universal,
durante varios meses en 1985, hasta que fueron despedidos.
Si la renovación de publicaciones ya establecidas se enfrentaba a poderosos letargos (el mismo Carreño dirigió el periódico del
gobierno, El Nacional, entre 1989 y 1992) el surgimiento de nuevos diarios enriqueció el panorama de la prensa mexicana. De
unomásuno a La Jornada, hubo una intencional propuesta para hacer periodismo de búsqueda, cuyos logros fueron matizados
por rivalidades y concepciones distintas del trabajo editorial que acabaron en conocidos rompimientos y en menos estruendosos
alejamientos. En otros casos, el periodismo especializado, que en México se había circunscrito casi exclusivamente al diarismo
deportivo, llevó a la creación de El Financiero y luego El Economista que, sin abandonar sus nichos originarios, llegaron a ser
diarios competitivos en el terreno de la información general. Ya hacia la mitad de los noventa, el interés de diversos grupos
empresariales llevó a la metamorfosis de algunos diarios y a la creación de otros, entre los cuales sobresale Reforma.
En la ciudad de México, al comenzar 1998 tenemos 31 periódicos diarios; a fines de 1977 había 19. Entre diarios y periódicos
semanales o de otra periodicidad, el Directorio de Medios Impresos registraba hace 20 años la existencia de 319 publicaciones
en todo el país. Hoy, los impresos clasificados con el mismo criterio suman 307 (4). Prácticamente, la misma cantidad. Pero de
esos 307 diarios y similares, 152 surgieron a partir de 1978. Es decir, de los 319 periódicos incluidos en el recuento de hace dos
décadas, desaparecieron 164 (5).
La tabla adjunta, muestra los periódicos registrados por el mencionado directorio y de ninguna manera es exhaustiva. En cada
capital estatal y en muchas otras poblaciones del país existen publicaciones que no aparecen en ese inventario. La utilidad de
esos datos, está en las tendencias que muestra. Durante estas dos décadas, se ha producido una intensa renovación de casas
y proyectos editoriales. Más de la mitad de los periódicos que existían en 1978, desaparecieron en el transcurso de estos 20
años. Y también, prácticamente la mitad de los que tenemos ahora surgieron en ese lapso. Ese intenso reemplazo de la planta
periodística en el país se ha dirigido fundamentalmente al mismo mercado. No tenemos datos confiables de tirajes y menos aún
de circulación real de esos diarios, pero consideramos que la cantidad total de ejemplares impresos y leídos hace dos décadas
es muy similar a la de nuestros días.
Periódicos mexicanos, 1977-1997
--inventario parcial--
estado Periódicos
con
antigüedad
anterior a
1978 (a)
Periódicos
surgidos a
partir de 1978
(b)
Periódicos que
desaparecieron(c)
Total de
periódicos en
1977 (d)
Total de
periódicos
en 1997 (e)
Aguascalientes 2 1 1 3 3
Baja California 6 5 3 9 11
Baja Calif. Sur 1 3 2 3 4
Campeche 2 2 0 2 4
Coahuila 13 5 11 24 18
Colima 5 2 5 10 7
Chiapas 3 10 7 10 13
Chihuahua 4 7 7 11 11
D.F. 18 13 11 29 31
Durango 4 1 2 6 5
Guanajuato 7 8 2 9 15
Guerrero 6 6 12 18 12
Hidalgo 2 1 3 5 3
Jalisco 4 5 5 9 9
México 5 6 6 11 11
Michoacán 6 7 9 15 13
Morelos 0 5 9 9 5
Nayarit 1 2 6 7 3
Nuevo León 5 11 3 8 16
Oaxaca 2 2 4 6 4
Puebla 4 6 3 7 10
Querétaro 2 2 2 4 4
Quintana Roo 1 4 0 1 5
San Luis Potosí 3 3 1 4 6
Sinaloa 8 5 8 16 13
Sonora 6 6 9 15 12
Tabasco 2 3 3 5 5
Tamaulipas 17 8 15 32 25
Tlaxcala 1 1 0 1 2
Veracruz 9 9 13 22 18
Yucatán 2 2 1 3 4
Zacatecas 4 1 1 5 5
TOTALES 155 152 164 319 307
(a) Periódicos diarios y de otra frecuencia registrados en la edición 3-97, agosto de 1997 de Medios impresos y que ya
aparecían en la edición 4-77, de noviembre 1977 a enero 1978.
(b) De acuerdo con datos de la edición de agosto 1997.
(c) Publicaciones inventariadas en Medios impresos de 1977 y que ya no aparecen en la edición de 1997. En algunos casos es
posible que, simplemente, se trate de periódicos que dejaron de anunciarse en ese directorio.
(d) Suma de periódicos incluidos en la edición 4-77.
(e) Suma de periódicos incluidos en la edición 3-97.
Más acentuada ha sido la renovación del panorama editorial en el campo de las revistas. El mismo directorio registra 195
revistas, de diversos géneros, formatos y periodicidades, de las cuales 140 surgieron en las dos décadas recientes; sólo 55 de
ellas existían al comenzar 1978 (6).
Esa proliferación de empresas periodísticas, tan contrastante con la limitada lectura que se mantiene en la sociedad mexicana,
propicia comentarios como el siguiente: "La circulación conjunta de los diarios de la ciudad de México, destinados a una
población de 25 millones... es menor que la circulación del San Diego Tribune, un periódico destinado a una ciudad de unos 3
millones de personas. Eso no puede deberse al analfabetismo -México tiene aproximadamente una tasa de alfabetización del 88
por ciento-. De alguna manera, la sociedad mexicana, como algunas otras sociedades latinoamericanas, pasó directamente de
una cultura oral a una cultura visual sin pasar por la fase de una cultura de la palabra escrita" (7). No son escasos los asombros
que la prensa mexicana despierta entre quienes la miran desde el extranjero.
Persecuciones y libertad de prensa
La cronología adjunta registra algunas de las novedades, traslaciones y rupturas en este lapso. Sin duda faltan muchos
acontecimientos y, lo mismo que esta reseña, ese listado tiene entre otros el defecto de ser profundamente centralista. Excepto
un par de asuntos, sólo nos ocupamos de la prensa de la ciudad de México, aun cuando en provincia en algunas ocasiones se
produjeron hechos relevantes.
Por desdicha, lo más notable de la prensa fuera de la ciudad de México, junto con un clientelismo aún mayor que en la capital,
han sido las persecuciones a periodistas. Al contrario de la actitud de tolerancia con la prensa que la diversificación política de la
sociedad y la modernización misma del país fueron imponiéndole al gobierno federal, en no pocos sitios del país pequeños pero
en sus ámbitos influyentes cacicazgos -municipales, sindicales, policiacos, patronales o incluso narcodominantes- han
combatido de manera violenta, a veces hasta el asesinato, a algunos periodistas.
En ocasiones, es difícil distinguir entre los atentados originados en el trabajo profesional de los periodistas afectados y otras
causas -en más de una ocasión, cuando un periodista es asaltado por ladrones vulgares se ha pretendido que fue víctima de un
ataque a la libertad de prensa-. Pero hay ejemplos de agresiones que indiscutiblemente buscaron amedrentar, cuando no
silenciar, a más de un informador. El caso más conocido, por la personalidad de la víctima y la alevosía en contra suya fue el
asesinato, en mayo de 1984, del columnista Manuel Buendía. En aquella ocasión, un editorial en esta revista se sumaba a las
innumerables condenas que propició el crimen: "La muerte de Manuel Buendía se inscribe como una cifra lamentable de varias
convergencias indignas que acabaron con algo opuesto a ellas: una vida que, con dignidad, contenía a muchas otras vidas y se
atareaba por ellas, públicamente, desde los diarios oficios del periodismo" (8).
La libertad de prensa se ejerce diaria, intensa, incluso agresivamente en el periodismo mexicano. Pero eso no implica que no
haya periodistas que padecen hostigamientos e incluso violencia física. Las excepciones que son los amagos contra periodistas
no son la regla que predomina en el trato entre la prensa y otros grupos de poder. Pero existen.
Los periodistas en algunos sitios provincia han sido especialmente vulnerables a esas restricciones. Uno de los más grandes
periodistas mexicanos, don Francisco Martínez de la Vega, decía en la ceremonia de entrega del premio nacional de periodismo
en junio de 1982: "No son ya los tiempos en que el destino del crítico era la persecución, la censura, la cárcel o el atentado
contra su vida... Hoy disfrutamos y, a las veces, parece que abusamos de ese patrimonio heredado de nuestros mártires.
Tenemos libertad para difundir opiniones, quejas y cargos. No es ahora el gobierno, en sus primeros niveles, el que intenta
poner sordina o silenciar opiniones adversas, aunque aún se registran, en provincia, atentados contra la libertad de expresión
del pensamiento" (9).
Y en efecto, es difícil saber con exactitud cuántos y quiénes han sido los periodistas que han padecido represalias debido a su
trabajo profesional. Desde 1991, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos estableció un programa de agravios a
periodistas que tuvo como primera tarea el estudio de 55 casos de agresiones y asesinatos que le fueron presentados por la
Unión de Periodistas Democráticos. Una escritora estadounidense que indagó el destino de ese programa ha dicho: "Dos años
después, la Comisión había completado las investigaciones en 40 de esos casos. Concluyó que muchos parecían no tener
relación con el periodismo, pero exhortó a profundizar las investigaciones -lo cual nunca ocurrió-. La CNDH confirmó que 22
periodistas habían sido asesinados, todos excepto uno fuera de la ciudad de México; no era posible o no se había intentado
determinar quién era responsable de esas muertes o cuáles habrían sido sus motivos" (10). Esa investigación aparece en un
volumen coordinado por el director del Commitee to Protect Journalists de los Estados Unidos; en el apéndice de ese libro se
presenta una lista de diez casos de periodistas mexicanos asesinados entre 1984 y 1995 y otros once, en el mismo lapso,
sujetos a investigación. Respecto de algunos de ellos, las autoridades mexicanas han manifestado, o sugerido, que no se trató
de muertes motivadas por el desempeño periodístico de las víctimas.
Con un solo periodista lastimado debido a su ejercicio profesional como tal, sería suficiente para que hubiera preocupación.
Pero no deja de ser perturbadora la falta de datos del todo verosímiles, lo mismo para condenar cuando sea pertinente hacerlo,
que para no agrandar con denuncias ficticias un asunto que es de suyo muy grave.
Rencores, cohechos y favores
De otro orden son las restricciones inherentes al trabajo mismo de los informadores, que a menudo son sólo proveedores de
insumos para que los editores de cada periódico decidan qué noticias ofrecerán y de qué manera, a sus lectores. La periodista
Teresa Gurza ha considerado, al respecto: "Es difícil decir si existe en México la libertad de expresión. ¿Libertad para quién y
para qué? Creo que los editores la tienen y los reporteros no siempre. A veces basta el telefonazo de un funcionario a un
director de periódico para que tu nota vaya de la mesa de la redacción al cesto de la basura" (11).
Entre la informalidad de los valores entendidos dentro de cada empresa periodística y la elasticidad de los valores periodísticos,
no pocos reporteros padecen un estancamiento como el que describía un informe sobre la situación de nuestra prensa: "La
cultura periodística en México ha desarrollado una auténtica identidad como un cuarto poder. El periodismo de carácter
agresivo, combativo, la prensa con mentalidad como de perro de caza que ha caracterizado algunos de los mejores momentos
del periodismo estadounidense, es relativamente escaso en México. Los periodistas de infantería detestan golpear la nave
yendo tras los funcionarios públicos porque a menudo temen que sus patrones, los dueños de su periódico o su estación,
puedan desaprobarlo y despedirlos" (12).
En el transcurso de estos 20 años, el lazo de subordinación que la mayor parte de la prensa mantenía con el poder político se
tensó tanto o quizá estaba tan podrido que acabó por romperse. No hubo un momento específico, sino más bien un desgaste
lento, gris, más abundante en rencores sordos que en empellones vistosos. Luego, en los años recientes, se ha iniciado una
recomposición en el trato entre los periodistas y el poder. Ese trato es universalmente ríspido pero en México experimenta
dificultades adicionales, primero por la fuerte carga de rencores mutuos que se profieren periodistas y políticos y también,
porque en conspicuas áreas de nuestra prensa se mantienen los viejos estilos, desprestigiados pero aún redituables.
La corrupción, para decirle con todas sus letras, va desde el soborno e incluso el chantaje directos, hasta la búsqueda de
favores como costumbre con coartada periodística. Hace pocos meses un columnista relataba, con inquietante tranquilidad
aunque desgraciadamente sin nombres y apellidos, casos como éste: "No hace mucho tiempo, un habilidoso reportero consiguió
un expediente confidencial que consignaba pagos extraordinarios a asambleístas y periodistas. Hizo saber su hallazgo y a
cambio de no publicarlo consiguió un costoso viaje al extranjero, junto con toda su familia. Otros reporteros han obtenido placas
de taxis y concesiones..." (13). Un testimonio distinto si bien revelador, es el siguiente: "También sucede que de repente vas a
algún estado del interior de la República a reportear equis problema y te quedas ahí varios días, y tienes que viajar a la sierra o
a un sitio y no dispones de gastos para pagar tu avión; entonces recurres al gobernador y te manda en helicóptero y hasta te
paga la cuenta del hotel" (14).
En el gremio periodístico suele considerarse que la corrupción prende como ascua en yerba seca porque los salarios son bajos.
De todos modos, incluso funcionarios de nivel muy alto y aún acaudalados dueños de periódicos, son quienes reciben favores
más costosos -y comprometedores-. En 1991, después de una tenaz insistencia de los grupos más escrupulosos dentro del
diversificado gremio de los periodistas mexicanos, se creó el salario mínimo para reporteros y fotógrafos de prensa que sigue
siendo bajo, pero que al menos establece un piso básico a partir del cual pueden negociar mejores remuneraciones con las
empresas editoriales.
¿Debe la prensa ser plural?
Hay más prensa, más periodistas menos mal pagados, con relevancia pública superior a la de hace dos décadas. ¿Y para qué?
A estas alturas de su transición, ya es momento de que la prensa mexicana se pregunte no sólo si las formas de su relación con
el poder son pertinentes. Además, no habrá plena apertura en la prensa si quienes la hacen, pero también quienes la reciben
que son sus lectores actuales y potenciales, no se afanan en un ejercicio crítico del periodismo que tenemos.
No es sencillo. Entre otros velos, la prensa mexicana tiene delante suyo la costumbre de pretender que representa a toda la
sociedad, sin distinciones. Esa tradición viene en parte del periodismo anglosajón pero aquí ha sido coartada para, en infinidad
de casos, disimular oficialismos o beligerancias de ocasión, al vaivén de los intereses mercantiles de cada empresa editorial.
José Carreño Carlón explicaba esa suerte de síndrome de la imparcialidad fingida, en Nexos de hace 19 años: "Para no
quedarse atrás de la concepción vigente del partido de clases, en 1978 se consolidó la tendencia editorial ecuménica de algunos
de los principales diarios. La pluralidad impresa entendida como catálogo de ofertas ideológicas. La casa no pierde porque no
juega. Periódicos que se leen de izquierda a derecha o al revés. No aspiran a la participación comprometida en una sociedad
plural, sino a representarla toda, a su manera. En su seno caben las más contradictorias tendencias, la representación formal de
los diversos partidos y las individualidades más disímbolas. Si en el aspecto informativo se satura al lector con una cantidad
abrumadora de noticias en las que lo trivial tiene la misma jerarquía que lo importante, el comentario editorial firmado corre la
misma suerte. El no firmado, el que ‘compromete’ al periódico se limita generalmente a palabrería abstracta a veces moralizante
sobre lo bueno y lo malo, en torno a las noticias del día. Noticia y opinión resultan elementos complementarios de esparcimiento.
Análisis y diatriba visceral, examen doctrinario y extravagancia ultramontana, se confunden en la tarea común de reproducir la
confusión y el diversionismo. No obstante ello, puede verse en el experimento pluralista un ángulo positivo, particularmente en lo
que atañe al pensamiento crítico y revolucionario, que en el riesgo de la degradación y a falta de instrumentos y clientelas
propias, encuentra también la posibilidad del contraste a su favor. Además, sus exponentes, al aprovechar las necesidades de
mercadotecnia de los medios, logran compartir tribunas a las que de otra manera no tendrían acceso" (15).
En lo fundamental y salvo, acaso, dos o tres apuestas específicas, la prensa mexicana sigue siendo tan equívoca en sus
posiciones editoriales y tan evasiva en sus búsquedas informativas como hace dos décadas. Los editoriales de la casa -el
espacio en donde el periódico ofrece su propia posición ante los acontecimientos- no han dejado de ser (y nos afanamos por
buscar una excepción) monótonos y previsibles: transitaron, igual que muchas primeras planas, del gobiernismo ordinario a la
grandilocuencia inocua o el denuncismo estrepitoso y en todo caso, siguen siendo farragosos inventarios de lugares comunes.
La oferta de lectura con la que buscan singularizarse los diarios más relevantes, no suelen ser las noticias sino los comentarios
a cargo de columnistas o articulistas, algunos de los cuales han logrado una reconocible especialización. Pero el hecho de que
de ellos sean los grandes nombres en la prensa indica que nuestro periodismo todavía no es de acontecimientos ni de
búsqueda informativa: su emancipación respecto del poder ha estado en los planos de la crítica y la imputación, pero aún no en
la investigación.
Poca investigación, muchos rumores
En los años setenta, las figuras principales de la prensa eran columnistas .Manuel Buendía, antes y mejor que ningún otro- que
se distinguían por su sagacidad, ubicuidad e incluso arrojo, para averiguar y publicar asuntos distintos de la aburrimiento que
pululaba por el resto de los diarios. Veinte años después, el reportaje de investigación no es aún la pieza central de la prensa
mexicana. Más aún, el papel del reportero sigue siendo, en muchas ocasiones, secundario. En palabras del director de un diario:
"Sin generalizar, por supuesto, en nuestras publicaciones el papel primordial lo ostenta el columnista... Siempre es más fácil
llenar cuartillas con verdades a medias, con datos sin investigar, con informaciones sin fuente y poder injuriar o deshonrar
amparado en una libertad de comunicar que se tiene y que se debe tener en todo país, aunque no degradar... (Pero) el
verdadero hombre de un periódico es el reportero. Hay que darles la oportunidad de escribir una nota con tiempo, con paciencia,
darles tiempo a investigar. Eso no es común, porque no es rentable. Conozco periódicos con gran éxito editorial en el DF que
cuentan con reporteros que cualquier director los querría en su redacción, pero les dan para escribir únicamente tres párrafos"
(16).
Cuando en los diarios principales el reportero sea la figura central, el periodismo mexicano habrá dado un paso al cual se han
resistido, fundamentalmente, los intereses de las empresas editoras. Las inercias que de allí resultan y la falta de un contexto de
exigencia en la sociedad lectora siguen propiciando chismes por encima de noticias y especulaciones mucho más que análisis
en las páginas de nuestros diarios. Cuando, en los años más recientes, la prensa mexicana ha tenido momentos de éxito, se ha
debido fundamentalmente a la publicación de versiones sin fuente clara.
En junio de 1996, se declaró desierto el galardón en el género noticia del premio nacional de periodismo. Entonces, la reportera
Lourdes Galaz, en representación del jurado, explicaba: "Durante los últimos meses, en todo el país no pocos medios y
periodistas han llegado a difundir, como si fueran noticias, versiones cosechadas del rumor u obtenidas como resultado de
filtraciones. En algunas de esas ocasiones, la prensa ha corrido el riesgo de convertirse en vocero de intereses que no han sido
del todo claros, desfigurando así una de sus funciones cardinales que es la de dar voz a la sociedad... No negamos que en el
transcurso del año no hayan ocurrido hechos relevantes para la sociedad y el país. Los hemos tenido y a menudo de gran
trascendencia y dramatismo... Lo que no hemos encontrado es un acontecimiento donde la cobertura del medio informativo, y
por supuesto del reportero, haya tenido méritos en términos de exclusividad, oportunidad, búsqueda, hallazgo, impacto y
trascendencia suficientes para hacerse acreedor al premio" (17).
Deslices de ética
Etica y profesionalismo, información sustentada en la investigación, análisis que entonces pueda apoyarse en hechos y no en
suposiciones: he allí algunas de las exigencias del periodismo mexicano dos décadas después de que inició una transición que
todavía no acaba. Volvemos al entrañable don Francisco Martínez de la Vega, ahora en palabras a fines de 1980, cuando
recibió un homenaje multitudinario al cumplir medio siglo como periodista: "Sé muy bien que nuestro gremio ha sido atacado, a
veces por nuestras propias deficiencias o deslices de ética. En otras injustamente, pues se olvidan ciertas realidades evidentes.
Cuando hay un periodista sobornado hay un sobornador. Y sería absurdo exigir que en una sociedad presidida por la
corrupción, como cáncer generalizado, pudiera existir, en plenitud, un periodismo que mantenga la pureza, la capacidad y el
civismo desinteresado de Francisco Zarco. Por eso son más notorias y relevantes las tareas de los compañeros que unen a su
capacidad profesional el respeto a los lectores, lo que viene a ser, en síntesis, respeto a su misión y a sí mismos" (18). Respeto
a los lectores: así de simple. Así de urgente.
Notas
1 - Gastón García Cantú, "Memoria Personal. Cofradía de Hipócritas", en Excélsior, 22 de abril de 1994.
2 - Raúl Trejo Delarbre, "Democracia por escrito. La prensa mexicana entre 1970 y 1994. Un vistazo inevitablemente parcial", en
Aurora Cano Andaluz, coordinadora, Las Publicaciones Periódicas y la Historia de México, Hemeroteca Nacional, UNAM, 1995,
p. 193.
3 - José Carreño Carlón, "Hechos, contrahechos y derechos informativos. La prensa mexicana en 1978" en Nexos no. 13, enero
de 1979.
4 - Estos datos resultan de sumar las publicaciones inventariadas en las ediciones 4-77 de noviembre 1977 a enero 1978 y 3-97,
de agosto de 1997, de Medios impresos, publicado por Medios Publicitarios Mexicanos.
5 - Las cifras completas de periódicos mexicanos es mucho mayor, porque en estos datos sólo se contabilizan aquellos que se
anuncian o que son incluidos por los editores del mencionado directorio. Esa limitación debe advertirse en las cifras de la tabla
adjunta, que son solamente indicativos de tendencias en la prensa de cada entidad.
6 - Datos a partir de la edición 3-97 de Medios impresos.
7 - Jon Vanden Heuvel y Everette E. Dennis, Changing patterns. Latin America’s Vital Media. The Freedom Forum Media
Studies Center, Columbia University, Nueva York, 1995, p. 22.
8 - Nexos no. 79, julio de 1984.
9 - "Palabras pronunciadas por Francisco Martínez de la Vega el 7 de junio de 1982 en Los Pinos", en Leopoldo Borrás, Historia
del Periodismo Mexicano. Del ocaso porfirista al derecho a la información. Dirección General de Información de la UNAM,
México, 1983, pp. 174-175.
10 - Lucy Conger, "From Intimidation to Assassination: Silencing the Press", en William A. Orme, Jr., editor, A Culture of
Collusion: An Inside Look at the Mexican Press. North-South Press Center, University of Miami, 1997, p. 100.
11 - Teresa Gurza, entonces reportera de La Jornada, entrevistada por Leticia Singer en Mordaza de papel. El Caballito, México,
1993, p. 61
12 - Vanden Heuvel y Dennis, cit., p. 23
13 - Ricardo Alemán Alemán, "Itinerario Político. Con el PRI, corrupción y comunicación social manipulada", en El Universal, 25
de septiembre de 1997. Ese columnista se refería a "ayudas económicas" y otros apoyos financieros y materiales que, según
asegura, se entregaban en la Asamblea de Representantes del Distrito Federal.
14 - Miguel Reyes Razo, entonces reportero de Excélsior, entrevistado por Leticia Singer en Mordaza de papel, cit., p. 198.
15 - José Carreño Carlón, "Hechos, contrahechos y derechos...", cit.
16 - Pablo Hiriart, director de La Crónica de Hoy, entrevistado por Santiago F. Fuertes, "Cierta prensa ha proliferado sin la
necesidad de ser leída", en El País, México, 24 de junio de 1996.
17 - Lourdes Galaz Rodríguez, palabras en la ceremonia de entrega del Premio Nacional de Periodismo y de Información 1996
en la residencia oficial de Los Pinos, 7 de junio de 1996, mimeo.
18 - Francisco Martínez de la Vega, palabras en el homenaje que se le ofreció el 4 de diciembre de 1980 en el Hotel del Prado,
en Siempre!, 18 de diciembre de 1980.
Cronología mínima de esos 20 años de prensa
FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO EN BIBLIOGRAFÍAS:
Trejo Delarbre, Raúl (1998): Veinte años de prensa en México. Revista Latina de Comunicación Social, 6.
Recuperado el x de xxxx de 200x de:
http://www.ull.es/publicaciones/latina/a/79rtre.htm