Notas bibliográficas
PoMiNiK JosEF WÓLFKL, Dotí Juon dt FríoM, el gran
conquistador de Gran Canaria, Las Palmas de Gran
Canaria, El Museo Canario, 1953, 13 pkga. de texto más
XL de documentos. 4."
Este tema, con la oportunidad de las fiestas de San Pedro Mártir, de «aual
recordación de la conquista de la Isla, ha sido escogido por el autor para un breve
articulo de 10 págfinas, que sirve de justificación a una valiosa colección doeamen-tal
impresa a continuación. En efecto, esta colección, compuesta de pieiu procedentes
del Archivo de Simancas, sólo en parte menor tiene relación con el articulo
que las precede; pero todas ellas tienen importancia en si mismas j para otros
estudios.
En el articulo sobre el obispo de Rubicón, luego de Canaria, don Juan de
Frías, se espone la competencia, la alternativa que sufrieron en las Islas los esfuerzos
misionales con las violentas empresas piráticas que las asolaron, sin que pudiesen
remediarlo Jas excomuniones pontificias. Luego el autor concreta los atropellos,
probados documentalmente, de Fernand Peraza el Joven (no el primero del
nombre, como se dice por lapsus, pág. 5, Un. 4), que son los que dan lugar a la valiente
oposición del obispo Frías, quien no pudo alcanzar a la defensa de las victimas
de la feroz represión de Pedro de Vera, derivada del asesinato del traidor
en 1488, ya que el obispo muñó antes, en 1485; la gloriosa misión de proseguir j
llenar el papel honroso de padre espiritual de los indígenas fue heredada jr leal*
mente servida por su loeesori fray Miguel López de la Sema. Pero r««lluul« U
RHL, it
162
conquista de Gran Canaria antes de la muerte de Frías, él es indudablemente quién
dispuso en principio de los recursos de cruzada aplicados a esta empresa; la cual,
dados los antecedentes que de este prelado conocemos, sin duda trató de llevar a
cabo esforzándose en reducir al mínimo las inevitables violencias de la guerra, lo
que por si sólo tenía que indisponerle con jefes militares sedientos de botín. De esta
disposición sumaria de Wolfel me permitiré sólo rechazar la naturaleza canaria
de fray Juan de Baeza, que no consta en documento algfuno, mientras si se afirma
de su compañero lego fray Alfonso de Idubaren; y que, según yo pienso, la mención
de guanartemes, en plural, en Calatayud y 1481, es mero error de pluma, como
varios otros notorios que contiene el mismo texto.
Todos estos hechos eran conocidos, por trabajos del mismo Wolfel principalmente;
ahora añade la historia de las indulgencias de Pió IV {sic por Sixto IV?),
de cuya predicación y cobro de limosnas de ellas derivadas se preocupa el rey Fernando
desde 1477 para sostén de la emprendida conquista. A ellas se refieren los
primeros diez documentos de la serie contenida en este cuaderno. Precisamente
algunas de las dificultades que halló el Rey para la recaudación de estas limosnas
se explican mejor si se confrontan con el todavía oscuro incidente que nos reveló el
documento de 20 de noviembre de 1479, publicado por don Antonio de La Torre
en Documentos sobre relaciones internacionales de los Reyes Católicos, vol. I,
pág. 50, en el cual don Fernando suplica a Sixto IV el restablecimiento de estas
indulgencias, que por lo visto el pontífice había revocado; a ello se refiere sin duda
el documento 5 de Wolfel, cuando menciona «embargos puestos por Francisco
Ortis por virtud de breves de nuestro muy Santo Padre>. Lo que no podemos
aclarar es la causa de tan extemporánea revocación. Insinué en otra ocasión (REV.
DE HlST., XVII, 1951, pág. 369) una posible disconformidad de la Sede Apostólica
con la conversión militar de las Islas; ahora pienso más bien en resistencia a dejttr
la recaudación y administración de estos recursos a la Corona, con eliminación del
obispo de Canarias, el mismo Juan de Frías, suplantado por don Fernando. Pero
nada se puede asegurar.
La colección de documentos, que comienza por esos diez tocantes a las indulgencias
de Sixto IV, ha sido impresa en completo desorden, sin atenerse a fechas
ni a materias, ni hacer preceder cada pieza del acostumbrado sumario, más o menos
breve, salvo que lo tuviera ya el original. Todo ello hace la colección poco
manejable; para comentarla me veo obligado por lo menos a numerar las piezas, tal
como vienen impresas, y me referiré a tales números, aunque no existen en la
publicación.
En el doc. 11 los Reyes conceden a Diego de Herrera licencia para sacar mantenimientos
de los puertos de Andalucía con destino a la empresa de conquista de
sus islas de Canaria; fechado en 28 de mayo de 1476, revela que en este momento
todavia no era cuestión de suplantar a los señores mediante una empresa directa de
la Corona con el mismo fin.— Los documentos 25 y 26, ya publicados por el autor
en La Curia Romarta..., tratan del criminal atropello de Fernand Peraza, al utilizar
a sus subditos gomeros como ganado exportable, embarcándolos a traición para
venderlos en Palos y Moguer, contra tal proceder se levanta el obispo Frías, cer-
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tífica la condición de pacíficos cristianos de las víctimas (18 de octubre de 1477)
y consi^e sentencia favorable y comisión para ejecutarla (6 y 26 de febrero de
1478).— El documento 27 y último, también publicado ya en dicho lugar, ea la
confirmación, en 1515, de las garantías concedidas a los canarios a petición de su
guanarteme, en Calatayud y en 1481, texto fundamental en esta historia de generosos
esfuerzos por la justicia, a menudo menoscabados por mezquinos ejecutores.—
Tampoco es nuevo el documento 12, la queja de Fernando Guanarteme en Sevilla,
a 30 de agosto de 1485, por los abusos de que son víctimas sus compatriotas allí
desterrados. No obstante, en esa fecha ya había obtenido el mismo ex guanarteme
a favor suyo y de 40 parientes o partidarios la licencia para vivir en su isla. En 27
de septiembre de 1491, declara el concejo de Gran Canaria que hace ocho años de
este privilegio, con ocasión de protestar de que otros canarios, hasta número de
150, se han aprovechado de esta libertad y suplicar sean expulsos, como conceden
los Reyes y reiteran en el documento de 16 de diciembre del mismo año. La fecha
resultante, 1483, para el privilegio del guanarteme y los suyos coincide bien con la
tradicional para la rendición de la Isla.— Otros documentos, como el 13 y el 17,
ambos de 1491, nos presentan casos particulares de canarias esclavizadas por Pedro
de Vera, los parientes de las cuales consiguen su libertad en virtud de las condiciones
de su rendición.— El documento 18 es la comisión de pesquisa a Maldona-do,
de 30 de marzo del mismo 1491, ya dado a conocer, aunque no publicado con
anterioridad por Wolfel; un documento de diciembre del mismo año (el núm. 15)
nos da noticia de una sentencia favorable a Iv,ernando de Agáldar, que así llama al
ex guanarteme, en pleito por unas cabras con Pedro de Vera.— Los cargos que se
sustancian contra Vera en la pesquisa y su defensa en cada caso los vemos suma-rizados
en el acta núm. 19, de 1.° de octubre de 1492, y de ellos lo que choca es que
se limitan a supuestas faltas en la administración de justicia, nunca de gobierno.
El documento 20, de 1501, así como los 22 y 23, de 1505, tratan de la paga de
los sueldos de los conquistadores de Gran Canaria, de la que sólo se había satisfecho
1/5 en metálico; algunos recibieron luego los 4/5 restantes en tierras del
heredamiento de Firgas, pero ello no impidió que en la misma hacienda se introdujeran
nuevos beneficiarios, especialmente el gobernador Lope Sánchez de Va-lenzuela,
quien no obstante haber convenido de entrar en ador para el riego de su
parte, obtuvo del alcalde mayor bachiller Juan Guerra una azada de agua para sí
continuamente; y cosa parecida se dio al otro gobernador doctor Escudero. Es notable
la voz ador, que Corominas registra sólo como aragoneaismo; azuda será
error por azada, medida de agua corriente muy usada en Tenerife por entonces,
aunque no aparece en tal sentido en el lexicógrafo citado.
En fin, en «1 documento 21, Pedro de Vera, que declara que hace ocho años
tuvo la gobernación de Gran Canaria, suplica a los Reyes en 1502 que no se le fatigue
más por ello, pues rindió su residencia, lo que Sus Altezas tienen por bien;
y en el núm. 24 vemos a Francisco Riberol, mercader ginovés, estante en Sevilla,
acordarse en 1505 que se le deben 50 mil maravedís y cierta agua que cedió para
la conquista y provecho de la Isla respectivamente, sobre lo cual la reina Doña
Juana manda hacer información.
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Esta preciosa colección de documentos resultará indispensable para reconstruir
la sucesión de los hechos en esos oscuros años del g-obierno de Pedro de Vera
y siguientes. Apenas interesan menos en cl aspecto social y económico del establecimiento
de las Islas. Lástima, repito, que su publicación no haya sido alg;o más
cuidada, pues ahora sólo son accesibles al erudito; entre los errores de detalle que
alteran el sentido, ya procedan de los originales ya de la publicación, señalo non por
nos, que por e, pig. IV, líns. 14 y 23; J482 por J485, pág. XIII, lín. 3; Artos por
Arcos, pág. XXI, lín. penúltima; tornegs por tomeys, pág. XXII, lin. también penúltima;
que por e, pág. XXIII, lín. 1; nin por en, pág. XL, lín. 1; especialmente el
documento núm. 19 contiene un gran numero de lecturas erróneas. Sin duda influyó
en todo esto la precipitación impuesta por una fecha de publicación. Asi al reimprimirse
el mismo trabajo y apéndice en un volumen de la revista <E1 Museo Canario
», de próxima aparición, se han salvado, sí no todos, la gran mayoría de estos
yerros, y a este texto habrá que remitirse, especialmente para el citado documento.
Prescindo, es claro, del sistema de transcripción, que es cosa de preferencia
personal.
E. SERRA.
CLAUDE DERVENN, Les Cañarles, Paris, Horízons de
France, Col. «Visages du Monde», 1954, 170 pags. avec
96 heliogravures et une carte; couverture en couleurs.
—1350 fr.
Sobre esta preciosa visión emocional de Canarias ha escrito nuestro colabora-dor
Luis Diego Cuscoy (<E1 Día», 8 de agosto de 1954) la siguiente columna, que
reputamos el mejor comentario:
Hay guias pensadas y hechas para un lector y viajero minucioso y espeso,
para un ser desangelado y frió que marcha bajo la esclavitud del dato y bajo el
peso abrumador de la cifra y la fecha.
Ya se sabe cómo son esas guías, porque iodos las hemos sufrido, y también
cómo son sus empedernidos seguidores. Gente capaz de sacar del bolsillo una cinta
métrica para comprobar si las dimensiones del basamento de una pilastra coinciden
con las dadas en el librito que sostienen, abierto, en una mano.
Muchas veces, estas guias hechas a distancia, manejando datos de vigésima
mano, ilustraciones de desconocido origen y tópicos desflecado* y harapientos,
conducen a terribles inexactitudes, a falsedades de mucho bulto, como a lasque ha
llegado, por ejemplo, la desgraciada guia de Afrodisio Aguado sobre-Canarias, cuyo
plan de edición, al mezclar las islas con Marruecos, ya pregona la barbaridad con
tiempo suficiente para que uno se prevenga.
Afortunadamente se está generalizando el criterio de convertir las guias en libros
de amena lectura, donde el episodio histórico y la referencia geográfica estén
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animados por la impresión personal y directa del autor, que ha visitado los escenarios
del episodio histórico y ha agotado la geografía con su propio andar g su
visión viva y animada. Estos libros así concebidos y realizados, escritos sobre el
paisaje mismo, atentos al latido de los seres y de las cosas, con olor a campo y a
humo de hogar campesino, con flores sobre el tallo, con nubes en las montañas y
viento en las degolladas y barrancos, se parecen un poco a los libros de viajes, y
su mérito mayor está en no desbordar los propios limites del ámbito escogido. En
España hay notables ejemplos de este nuevo modo de entender las guias, y se
pueden poner como modelo las editadas por «Destino*, donde autores de solvencia,
sobre todo literaria, han culminado dignamente la empresa. Añádase que el material
gráfico no ha sido escogido al azar, sino que ha sido trabajado, también directamente,
para servir al fin mejor de la empresa.
Bajo este signo compone Claude Dervenn su libro Les Canaries, que en ¡a
colección «Visages da monde» edita Horizons de Frunce. Claude Dervenn, que
tiene en su haber otro libro similar sobre Baleares, ha cumplido con gran dignidad
su trabajo. Es cierto que ha tenido que recurrir a lo que nos puede parecer tópieoi
pero no olvidemos que el libro está pensado para los que desconocen las Islas y a
los que hay que introducir convenientemente. Pero Claude Dervenn se salva gracias
a su cuidada prosa, a su fina capacidad de penetrar en el secreto de los
variados paisajes, a sus dotes poco comunes de narrador, a sus descripciones bien
dosificadas y delicadamente servidas.
Hay que destacar en él una intuición no frecuente en la selección de temas
históricos, un instinto poético para recoger de nuestras leyendas y de nuestro remoto
pasado aquellos ejemplos que sirven para comunicar a las Islas, con un delicado
temblor exótico, la emoción que las hace distintas: es decir, Dervenn ha trabajado
consciente de la latitud donde su prosa se contagia del soplo del alisio, de la vaguedad
de la bruma y del caos petrificado de los volcanes.
Es posible que este libro no satisfaga del todo a ese lector y viajero minucioso
y espeso al que nos referíamos al principio, pero de seguro que llegará fresco y
vivo hasta la sensibilidad de quien prefiere acercarse a lugares desconocidos más
por la vía del buen decir, por una persuasiva gracia poética y por una impresión
directa y animada, que por repertorio de lugares geográficos, de tópicos deslavazados
y de ilustraciones machacadas.
y éste es otro de los éxitos de Leí Canaries: sus ilustraciones. Una espléndida
selección de fotografías realizadas más que por profesionales de la cámara, por
gentes llevadas hacia los paisajes en busca desinteresada del ángulo nuevo y de la
luz todavía no captada. Sabiendo esto Dervenn, él mismo [léase «ella misma»] ha
sabido escoger temas nuevos, y, entre otros, colabora con espléndidas muestras
Hernández-Rubio. Puede decirse que a ambos corresponde el éxito de la parte gráfica
del libro.
Muchas cosas se podrían decir de esta guía de Canarias que nos llega d*
Francia. Contentémonos hoy con señalar su aparición, con destacar sus méritos y
con desear para la misma el éxito que merece.
Sólo añadiremos unas palabras a este comentario para hacer observar que el
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duro desprecio de Diego Cuscoy por las ^ i a s de viaje pende de una confusión de
dos cosas totalmente ajenas entre sí y que sólo por tropo llamamos ^uias en común.
Precisamente estas descripciones impresionistas que, con más o menos fortuna,
tratan de hacernos ver las caras o visajes diversos del mundo, no constituyen
un jrénero nuevo, ni para Canarias, ya que desde mediados del siglo pasado tenemos
una variada serie de ellas, debidas casi todas a viajeras inglesas: Miss Eliza-beth
Murray (1859). Mrs. Olivia M. Stone (1887), Miss Margaret d'Estc (1909) y
Miss Florence y Ella Du Cañe (1910) tenemos anotadas. Tampoco faltan las verdaderas
guías de viaje, humildes auxiliares, pero preciosos instrumentos del que
viaja libre de la tiranía de las agencias a forfait. No es lugar de enumerarlas, pero
sí de defenderlas, cuando precisamente se ciñen a su papel subordinado y están
bien nutridas de datos comprobados y no meramente transmitidos de una a otra
de estas obras. Ellas no tienen culpa de que haya viajeros que no sepan usarlas y
se dejan tiranizar por su guía; siempre habrá hombres con alma borreguil. Pero
sobre todo las guías no excluyen los libros de viaje. Bien venido este delicioso
regalo de una gentil escritora francesa, que prosigue, mejorada, la serie de aquellas
damas británicas.
Otra buena nota sobre este libro apareció en «La Tarde», de 9 de junio.
UN MAESTRO EN ARTES
LUIS DIEGO CUSCOY, Nuevas excavaciones arqueológicas
en las Canarias Occidentales. Yacimientos de
Tenerife y La Gomera (1947-1951), Madrid, Comisaría
General de Excavaciones Arqueológicas, «Informes y
Memorias», núm. 28, 1953, 156 págs. y 29 láms. 4."—
10 dólares.
La Comisaria Arqueológica de la provincia de Santa Cruz de Tenerife ha tenido
la fortuna de poder dar a luz ya un segundo volumen de sus Memorias oficiales
—el primero, firmado por don Juan Alvarez Delgado, data de 1947—, a pesar de
que los restos materiales de los aborígenes de la otra provincia canaria son indudablemente
mucho más ricos que los de ésta y que aquella Comisaría no ha dejado
de trabajar intensamente en todas sus campañas anuales.
Estos volúmenes, como indicamos, contienen sólo las memorias que de su labor,
al fin de cada campaña, rinden los Comisarios de una manera más o menos sumaria,
pero siempre acompañadas de copiosos gráficos y fotografías, tanto de los lugares
explorados como de los objetos en ellos hallados. Resulta de esto el carácter fragmentario
de tales estudios, sus repeticiones y rectificaciones, su desorden. Diego
Cuscoy ha tratado de atenuar estos defectos, que como publicaciones científicas
tienen necesariamente estas memorias de trabajo hecho no ciñéndose al azar de
los hallazgos casuales, que son denunciados casi siempre tarde al Comisario, o de-
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jándose gfuiar de la fantasía, sino trazándose un plan previo que va realizando lentamente
de manera exhaustiva. Este plan, concebido primero con aljfunos tanteos,
luego llevado a cabo metódicamente, es el estudio completo de la zona de paatoi
de verano que los guanches usaron como un elemento indispensable de su vida
pastoril. Cuscoy ha llegado a determinar que para cada comunidad guanche la isla
tenia dos zonas separadas por el anillo del bosque, espacio estéril para la vida indígena;
mientras que la zona baja, con su rudimentario cultivo y sus poblados trogloditas,
era la principal, cuando sus yerbas ss agostaban, un grupo de pastores con
los ganados subía por encima del bosque y allí, simplemente acampados, los apacentaban
hasta fin de verano. Este ritmo de vida se rompió inapelablemente, cualquiera
que fuese la suerte individual de estos hombres o de estos grupos, tras el
aciago verano de 1494 o 1495; pero abandonada de hecho esta alta zona desde
entonces, nos ha guardado las reliquias casi intactas de aquella vida estacional,
a la que sólo falta evocar las figuras para reanimar su cuadro vivo. Las Cañadas
del Teide forman parte de esa zona de pastos estivales y su estudio arqueológico es
el que ha atraída los mayores entusiasmos del autor de estos trabajos fragmentarios.
Simultáneamente no ha descuidado toda noticia o indicio de restos guanches
en cualquier otra parte, y esto ha dado lugar a la exploración, a veces penosa, a
menudo poco provechosa, de varias cuevas sepulcrales, siempre expoliadas por sus
descubridores, emplazadas desde Icod hasta El Rosario las aquí recogidas.
Estudios hechos en La Palma se han reservado, con acierto, para otra ocasión;
pero sí se publica la exploración de algunos cuevas funerarias de La Gomera. Preferiríamos,
lo dijimos ya alguna vez, ver en volúmenes separados los testimonios
de cada isla: tan acusada es su diferente personalidad aborigen. De todos modos,
ahora no se ha mezclado la labor de las dos islas, y los restos gomeros son estudiados
en capitulo independiente. Y esta misma investigación, en parte provocada
por hallazgos casuales, en parte por exploración metódica de unos barrancos, reafirma
este carácter propio de aquellos naturales: hasta el punto que las necrópolis
gomeras ahora vistas, sin duda muy humildes, aparecen en parte respetadas por
los naturales de la isla, a diferencia de las de Tenerife, y tienen rasgos de acondicionamiento
y agrupación que les son particulares. Las cuevas del Roque de la
Campana y de Los Toscones, que se iucluyen en este estudio, dieron ya lugar a
publicación anterior, en la revista «El Museo Canario», comentada ya aquí (RHL,
XIX, 1953, pág. 302). Las de los barrancos confluyentes a Playa de Santiago son
aquí descritas por primera vez. En total, como dice el autor, es poco para aventurar
ideas generales sobre la Isla, pues nada hay como precedente de su labor.
Precisamente el Comisario General don Julio Martínez Santa-Olalla, en su Introducción
al libro, hace una alusión a los ensayos de estudio arqueológico de
las Islas anteriores a la creación de las Comisarías. Con razón afirma que pueden
darse por nulos, si bien apunta una salvedad para algunos autores extranjeros,
Sabin Berthelot y Rene Verneau concretamente. Del primero, admitida su condición
de arqueólogo de gabinete, es razón reconocer sus aciertos y esfuerzos de inducción;
cuanto al segundo, sin duda gran antropólogo físico, bastará traducir uo
pasaje de sus andanzas gomeras para que podamos juzgar inapelablemente la c«-
168
teoría de loi estudioi arqueológicos de eae depredador de cuevaí tepulcraleí:
•n Valle Gran Rey tiene que detenerte unai semanas y escribe: «Entre tanto envié
unos cuantos hombres a explorar unas cuevas que yo tenía deseos de conocer. Dos
semanas después, paseándome con uno del país, escuchamos silbidos por el lado de
montaña. Mi compañero me anunció que regresaban los hombres a quienes yo había
encargado visitar las cuevas... Habían visitado tres cuevas y me traían treinta
y tres cráneos» (]!). Toda alusión a la obra arqueológica de Verneau debe ir acompañada
de una cruz.
Sabemos que el Comisario Diego Cuscoy está preparando ya un nuevo volumen
con resaña de sus trabajos más recientes. Lo esperamos con el máximo interés
y contamos que, como esta vez, la forma de exponer su labor seguirá independizándose
de todo dejo burocrático y ganando en precisión y orden, no sujeto a la
distribución cronológica de las memorias, sino a los diferentes tipos de yacimientos
y a su reparto geográfico en las comarcas naturales de la Isla.
Elias SERRA
ExCMO. CABILDO INSULAR DE TENERIFE, Guia de Tenerife,
Sta. Cruz de Tenerife, Lit. A. Romero [1954],
48 págs. con 32 offsets en negro y 8, más cubierta, en
color; más mapa de la Isla, más plano de la capital,
plegados. 8.°—20 pts.
El mismo Cabildo publicó hace ya muchos años, por 1927, una Guia tirada
en diversos idiomas, muy completa, no limitada a la mera información, sino con
extensas secciones literarias que glosaban diversos aspectos de la Isla. El valor
visual de nuestros paisajes y de nuestras cosas quedaba un poco disminuido, dada
la relativa pobreza de fotografías de entonces y del sentido antiartístico de ellas
que se padecía. Tenemos aquella obra como un acierto considerable, aunque
era demasiado pesada, material y moralmente, para propaganda turística. Hoy
está archiagotada: es imposible hallar un ejemplar de segunda mano, y el de la
biblioteca universitaria hace muchos años que fue debidamente robado. Partiendo
de otro punto de vista, el Cabildo ha publicado ahora otra Guia de Tenerife.
Es un pequeño cuaderno, dotado en cambio de rica ilustración y con un texto escueto
de datos, reducido al mínimo. Para variar, y dada la actual preocupación
turística, no podemos discutir el acierto del propósito. Un material de propaganda
asi haeía falta, en el bienentendido que no se trata de un libro para vender
sino para regalar discretamente.
Es lástima que la ejecución de la idea no haya respondido totalmente a lo
deseado. Los talleres Romero son de sobra acreditados en mil trabajos de primera
calidad para que podamos decir sin rebozo que en este caso no han estado a su
altura propia. Los offset, tanto en negro como en color, a menudo dejan mucho
169
que desear, aquéllos sin matices, éstos con coloridos enteramente convencionales
y difusos. La información rutinaria, acaso en exceso minuciosa, mal clasificada,
tiene las inevitables omisiones, y tan pronto se ciñe a la capital como se extiende
a toda la isla y aun a la provincia. El mapa, meramente de caminos, pudo ser
otro; el plano, en cambio, es francamente incomprensible: es un plano mudo. En
fin, esos tipos de guías deben ser renovados a menudo para tener al dia sus informaciones,
y ediciones sucesivas deberán variar y mejorar la presente.
En otro lug'ar aludíamos a las s^uias de viaje a Canarias y decíamos que no
son escasas: aparte las publicadas por entidades oficiales de las diversas islas (en
efecto, carentes las Canarias de un organismo colectivo que las encame, no hay
guías oficiales del Archipiélago), teníamos la de A. Samler Brawn, el famoso
«inglés del Bufadero», que dotó a las Islas de este instrumento con indudable eficacia,
desde 1889 hasta 1932, en que apareció su 14* y última edición. Parece que
recogió su bandera la casa Alien, de Londres, unida a Baedeker, de Leipzig, lanzando
en 1939 el primer Baedeker de Canarias, en inglés, que no hamos conseguido
ver, pues está ya agotado y, al parecer, no se reimprime. Aparte, Jacob
Ahiers imprimió una guia alemana en 1925, y no han faltado ensayos locales, como,
el que dieron don Anatolio y don Otoniel de Fuentes, también dificilísimo de
alcanzar.
UN MAESTRO IN ARTIS
UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA. FACULTAD DE DERECHO,
Memoria. Viaje fin de carrera, junio-agosto 1953. 4.*,
92 págs., Santa Cruz de Tenerife, Lit. Romero.
En 1953 la Facultad de Derecho, desplazó, bajo la guia de su Decano Dr. Gi-trama,
su curso de fin de carrera en un viaje de estudio por todo lo alto. Los jóvenes
abogados cruzaron toda España y se trasladaron a París de Francia, y ello con
la máxima comodidad del autobús pulman a su disposición. Así en este plan ilimitado
es natural que conmemorasen su viaje con una publicación especial, también
a todo lujo: un centenar de páginas en papel cuché, abundantemente ilustradas
con fotos de grupo en las diversas visitas; una serie de crónicas de ágil estilo más
periodístico que forense, en que cada uno narra una etapa del triunfal viaje; una
nutrida lista de favorecedores, y unas páginas debidas a la pluma del Decano, en
que exalta el indudable provecho de estos viajes, en los que se aprende lo que no
está en los libros y se acumula optimismo para toda la vida. Una cordial eniíora-buena
que anule la mal reprimida envidia que se nos ha escapado del depósito de
la pluma.
UN MAESTRO EN ARTES
170
LEONCIO AFONSO, Esquema de Geografía Fysica de
las Islas Canarias, La Lag:una, Rég'ulo, 1953, 88 páginas
con grabados, más siete mapas plegados, escala
1: 200.000, y dos bloques diagramas. 4.°—30 pesetas.
Ciertamente los estudios geográficos no han estado en estas Islas, por mucho
tiempo, a la altura de los históricos y otros. De un lado, no ha sido raro confundirlos
con las»Telaciones de viaje y las guias turísticas, en las cuales, en el mejor
de los casos, falta totalmente el estudio de las causas y, por tanto, la base científica.
Otra razón, tal vez, ha contribuido, más todavía, al eclipse de la geografía
en las Islas: la poderosa atracción que sus problemas geológicos y naturales en
general han ejercido sobre los investigadores ha creado una copiosa bibliografía
científica de geología, botánica, ornitología, etc. canarias, y la geografía ha quedado
anegada en ella como la parte descriptiva aneja a estos estudios. Una vez
por falta de estudio científico, otra por exceso, la difícil síntesis que es la geografía
(por lo que hace a la Geografía Humana, todavía no se ha llegado a un
acuerdo sobre su objeto y contenido: cf. Urabayen, La vacuidad de la Geografía
Humana, edición miniatura, Pamplona, 1955) no había tenido, en verdad, cultivadores
para este cuadro insular. Por fortuna, un movimiento de atención a estos
estudios se ha producido al fin, y desde diferentes campos han acudido a ellos
estudiosos preparados, de los que esperamos obras sazonadas, si no se preocupan
demasiado de esas cuestiones teóricas de método y sistema y atienden con amor
a la realización del trabajo iniciado.
Si prescindimos de las lecturas geográficas de Diego Cuscoy, en las cuales
hay ya páginas de auténtica geografía, el primer libro con tal sentido y ambición
ha sido el que encabeza esta reseña, que promete sólo ser un anticipo, con fines
escolares, de una obra más vasta, una Geografía Física de las Islas, seguida de la
Geografía Humana de las mismas en obra separada. Y aunque esta división acaso
no sea plenamente científica, es indudablemente práctica, y ya hemos dicho que
los problemas teóricos a veces sirven más de estorbo que de provedho.
Es una anticipación que, por su método y su calidad nos hace desear su pronto
coronamiento; pero el autor mismo nos dice que no es éste su propósito, antes
el de madbrar lentamente su trabajo, confiando en una vida larga y sin contratiempos,
cosa que no podemos menos que desearle para consecución completa de
ras fines. La obra actual está dominada, ante todo, por una preocupación docente,
y todo su contenido se ve bien que es una quintaesencia de materiales más
vastos. Es, pues, una obra de valor positivo, de una presentación hasta lujosa, en
la ^ e nada ha sido escatimado y por la que hay que felicitarse. Sus defectos
derivan precisamente de esta dualidad que presenta: una obra científica que se ha
reducido a tamaño y forma escolar; de esta adaptación han quedado rastros evidentes:
alusiones a teorías varias del origen natural de las Islas, incomprensibles
para mentes escolares; el valor autónomo dado a los islotes, que no deben considerarse
sino anejos de Lanzarote; exceso de nomenclatura, que, desprovista de
171
descripcién, nada enseña, etc. Un detalle nos desagrada francamente, más en una
Sfeografia física: la consideración que se da a la división administrativa en provincias,
que desde el comienzo se hace resaltar ante el lector, diciéndole que el
Archipiélagfo se divide en dos grupos, etc. Él no se divide, lo han dividido caprichosamente;
la división natural, es claro, es por islas, hasta siete. De estimar necesario
hablar de eso en tal libro, debió ser únicamente en la págfina 12, situación
política, donde se habla de Puertos Francos, concepto se^ramente misterioso para
cualquier joven lector. Y es que ha sido erróneo redactar un esquema de un libro;
o había que hacer un libro escolar o un tratado mayor o menor, pero no un esquema
de un tratado.
También los mapas, interesantes por su escala considerable, ni son mapas
escolares que muestren sólo y destacadamente lo que el texto dice, para lo que
bastaba y era preferible diseños mucho más reducidos y manejables, ni son todavía
mapas de estudio; en el ejemplar que yo poseo carecen hasta de líneas de
nivel; creo hay otra tirada con este indispensable detalle, pero no es esto sólo:
ni el paisaje natural ni el humano se revelan en ellos, ni la profundidad de los
barrancos ni la dispersión del poblamiento, por ejemplo, se hacen sospechar.
Son en este concepto lo más interesante los capítulos finales, dedicados a
estudios de conjunto del medio geogriñco canario: El pequeño país de los muchos
climas; De las rocas a las plantas: suelo y agua; Canarias, refugio de una flora
desaparecida; Un mundo de contrastes, en los cuales vemos sur^r ante nuestra
imagfinación los aspectos naturales, originales, de este Jardín de las Hespérides.
Completa el libro un apéndice estadístico, que no es un mero registro de cifras,
sino una elaboración interesante de las mismas, para calibrar fenómenos de geografía
humana (ajenos, por tanto, al contenido de este tomo). La presentación,
esmeradísima, y de primera calidad el material.
E. SERRA
JosEp MiRACLE, La leyenda y la historia en la biografía
de Ángel Quimera, Trad. del catalán por ISABEL
SEGURA CASTELLVÍ, La Laguna, Instituto de Estudios
Canarios, 1952,204 págs., con 10 lám. 8°.—30 pesetas.
A pesar del titulo, no es este libro una biografía crítica del gran dramaturgo
tinerfeño-catalán. Su finalidad de restablecimiento de la verdad histórica frente
a las noticias caprichosas de autores anteriores se limita a las circunstancias del
nacimiento, infancia y trasplante de la isla atlántica a la orilla mediterránea del
héroe escogido; el resto de la vida se omite o reserva ahora, no tanto por conocida
—como el autor insinúa—, como por no ser el propósito actual. Así, pues, es
apenas la infancia de Ángel Guimerá lo que se nos presenta, ni siquiera unas mocedades.
172
Leopoldo de La Roía, al comentar un reciente estudio de Pérez Vidal (RHL
1953, p. 305), notaba que las dos máximas figuras que Canarias ha dado a la literatura,
el novelista y dramaturgfo Benito Pérez Galdós, nacido en Las Palmas de
Gran Canaria en 1843, y el dramaturgo y poeta Ángel Guimerá, en Santa Cruz de
Tenerife en 1845, abandonaron las Islas antes de completar su formación, y toda su
vida, no menos que so labor intelectual, se desarrolló lejos de ellas y aun de espaldas
a ellas. El mismo Pérez Vidal, en una página preliminar del aludido estudio
Caldos en Canarias, ha reproducido una frase de don Benito en la que para excusarse
de contar nada de su juventud canaria, niegfa que ella tenga interés alguno; y
a continuación otra de Clarín resaltando justamente la importancia de la infancia
del artista para comprender mejor su obra. Si en el caso de don Benito es notable
esta ruptura de su vida a los 19 años, no lo • • tanto en Guimerá, cuya ausencia de
la tierra nativa significó no sólo un cambio de ambiente, sino además un cambio
de idioma, un cambio de ideales, que sin duda fue tanta parte como la distancia en
cortar los lazos sentimentales que pudiesen atarle a las lejanas Islas. Pero todavía
es indudable que en Guimerá hubo una voluntad deliberada de ignorar, de minimizar
sus breves años canarios. En vida del artista ello dio lugar a confusiones de
•US primeros biógrafos, que no pudieron precisar su nacimiento. Luego la exigencia
crítica de nuevos investigadores que han adoptado un criterio ya sólo histórico,
frente a esta gran figura histórica, ha puesto en claro el accidente que llegó acaso
a constituir un complejo en el alma sensible del gran poeta: el nacimiento y la infancia
de Ángel carecieron de los normales requisitos legales.
Josep Miracle, atraído por su personal devoción a la figura esclarecida del alto
poeta, ha consagrado un hermoso libro al estudio de los antecedentes familiares,
de las circunstancias personales y de ambiente que rodearon este nacimiento y, en
fin, al temprano viaje que separó para siempre al futuro poeta de su isla nativa.
El amplio espacio que el autor sacrifica al estudio minucioso de los antecedentes
familiares por ambas ramas, la catalana del Vendrell y la tinerfeña, nos hace recordar
el género de novelas naturalistas que un dia impuso una moda literaria que
también en Cataluña tuvo su representación, en la que el destino de los individuos
quería explicarse en función de esos antecedentes de sangre. A mi parecer el sólo
interés que presentan, por lo demás no escaso, es el de ofrecernos casos significativo*
de metabolismo social, como diría el profesor Castejón, casos reales de cambio
da esfera social realizados bajo circunstancias concretas, por estirpes o linajes determinados:
los campesinos Guimerá, pasados a pequeños industriales toneleros por
el auge del cultivo de la vid en Cataluña, luego a negociantes, por el comercio de
esos mismos vinos y la apertura del Atlántico a la iniciativa catalana; etc.
Punto en que todas las conjeturas y supuestos del autor no me parecen satisfactorios
es cuando trata de dar las razones de la actitud rebelde de Agustín Guimerá
y Fonts frente al matrimonio legal. No me parece bastante hablar de la tierra,
del ambiente. Sin duda éste es diferente del de la tradicional Cataluña, pero hay
que añadirle inclinaciones personales. Imagino a Agustín ya como un empedernido
doctrínarío, antisocial más que antiretigioso, tipo no raro en la Cataluña de su
tiempo y aun mucho después, que por razón de principios, de ideies, se niega a
173
aceptar ningún control legal en su vida privada; o bien, acaso mejor, un ambicioso
egoísta que incluye el posible matrimonio en su haber como una partida más del
capital, dispuesto a negociarla si se presenta la oportunidad de una buena dote,
sueño al que no renuncia hasta el último momento, al regresar a su tierra, y que no
le ha impedido hacerse una familia clandestina, a reserva de botarla o preferirla,
caso de presentarse la «conveniencia» imaginada. En todo caso, la responsabilidad
moral de este hombre y del ambiente que le toleraba no debe suprimirse, por muy
frecuente que fuese el caso; y esta conducta creo que pesó en la vida, al fin amargada,
de su ilustre hijo.
En ñn, ese inocente niño de nueve años, vivaz e ilusionado que en 1854 embarca
para Cataluña, era entonces puramente canario y unilingüe. Su transformación
en el poeta y vate trágico de su nueva patria, fácil en aquellos tiernos años,
no es ya tratada por el biógrafo, que se detiene en el momento de los primeros
ensayos literarios del joven Ángel, en lengua castellana todavía y enlazados con
sus elementales estudios de retórica en el colegio escolapio de Barcelona.
La obra de Miracle no interesa sólo al apasionado por la gran figura trágica
de. la literatura catalana, sino también a los que quieran sentir el ambiente
semicolonial del Santa Cruz del pasado siglo. Vastos apéndices documentales
apoyan las más mínimas afirmaciones del autor con materiales que, por lo que hace
a Tenerife, le fueron suministrados por don Leopoldo de La Rosa y los miembros
actuales de la familia Guimerá en su rama canaria, en realidad la única, extinta ya
la rama catalana.
E. SERRA
FELIPE LORENZO, Isla Novia. Versos, Santa Cruz de
Tenerife, 1953, 130 págs.—25 pesetas.
Por la técnica y por los temas de este nuevo libro de versos podríamos clasificar
dentro de las tendencias tradicionales modernistas a la poesía de Felipe Lorenzo,
es decir un modernismo descriptivo casi siempre y epigonal, que sin duda
es el que mejor se presta a nuestro paisaje y a la mejor tradición poética de síntesis
de que nos habla don Joaquín Artiles en sus TVes lecciones de Literatura
Canaria, que abarca desde la poesía renacentista con tendencias barrocas (Cairasco)
hasta el modernismo clasicista (T. Morales) pasando por el humanismo (Afonso) y
el neoclasicismo (Viera).
El mismo poeta nos corrobora en su introducción poética que el veía a su
Isla —novia o Isla— paraíso (como yo la he llamado en otro lugar) como (pág. 22):
... Tomás Morales, que cantaba
frente a este mar de leyendas.
Dentro de esta tendencia modernista podemos situar a casi todas laa poedaa
de este volumen (recogidas y espigadas en la producción de su autor entre los añoi
174
que van desde 1940 a 1952), dedicadas a los paisajes, a los rincones y a los recuerdos
de la amada Isla. En el tono del poeta hemos de notar una callada nostalgia por
las cosas, como en Voce» amigat, sencillamente compuesta en pareados (pág. 109):
Una mesa con libros en la estancia
que fuera el escenario de mi infancia,
o bien por las cosas o los amigos desaparecidos, como en Quietud (pág. 105).
Mas el libro de Felipe Lorenzo, amplio y jubiloso, no es sólo este epígono del
modernismo, sino también una vela latina desplegada al mar de la poesía actual,
d« metáfora limpia y nueva, como Entre el ayer g el hog, donde está situada su
poesía, donde debe situarse toda poesía que quiera ser íntima y sentida, cuya metáfora
de «ausencia» expresa el poeta tan justamente (pág. 41):
Como un abismo de agua
g una alambrada de horizonte
existe entre los dos.
Muchos más aciertos podrían anotarse en metáforas de tipo plástico, como las
del Puerto de mi Valle (pág. 111), o bien imágenes brillantes, como las del soneto
a La Vica (pág. 83); pero la brevedad de una reseña crítica no nos deja extender
más en estos detalles de construcción estilística que caracterizaii la obra de cada
autor.
S. de LA NUEZ
MARÍA ROSA ALONSO, Pulso del tiempo, La Laguna,
Secretariado de Publicaciones de la Universidad, 1953,
292 págs.—100 pesetas.
La autora de este glosario deja ya dicho, en su breve prefacio, que los ensayos
aquí reunidos los ha procurado recoger entre los «que tengan un carácter y
una intencionalidad general, atendiendo poco a lo que se refiera a mi condición
de española nacida en las Islas Canarias» (pág. 9). Sin embargo, en el primer
apartado, de los seis que componen el libro, tiene algunos artículos relacionados
directa o indirectamente con temas canarios; así los escarceos gramaticales que
hace en tomo al carácter arcaizante del habla canaria, como en Nostalgia del
usted y <La dije* g %le vi* y los canarios (con cuyas observaciones estamos completamente
de acuerdo). Pero también en el apartado siguiente sobre Apuntes en
viaje notamos en esas notas impresionistas, donde surge el dato ei:udito, el relato
de hechos lejanos o cercanos relacionados con el monumento o el paisaje, y aparece
siempre un trasfondo en el recuerdo o en las comparaciones de cosas nuestras,
como En tierra* de Francia (donde se acuerda del Valle de Ucanca) y en El Sena
y su Villa (donde alude al barranco de Santos y al de Guinigttada). Otros títulos
175
ya son temas más directamente canarios, aunque relacionados con un círculo mucho
más amplio, como Canarios en París, El carácter de Iriarte y el paisaje tiner-feño,
etc.
No es que reproche esta insularidad permanente de nuestra escritora, sino
que la señalo como una prueba de que la personalidad inconfundible de María
Rosa Alonso se nos muestra también aquí, tal como la conocemos, por medio de
su prosa limpia, clara, apasionada a veces y preocupada siempre por todas las
manifestaciones y todos los problemas de la cultura, tanto sean los estrictamente
profesionales y vocacionales, como los que abarcan a la persona o a la sociedad
donde vive, como por ejemplo en Gente y persona o en Cortesía, cursilería,
donde María Rosa aparece preocupada por el simple saludo de la calle hasta el
trato más íntimo de la amistad...
Todo está, en estos artículos, pulsado, tomado al latir de nuestro tiempo y
de su tiempo. Pero, para seguir su metáfora, a veces el pulso se nos escapa, llegfa
más débil o más lejano; pero ella sabe cocerlo, sentirlo, estampar en la gráfica de
sus agudos comentarios o de sus oportunas glosas los altos y los bajos de la fiebre
de la vida, a través de su propia e inconfundible personalidad de escritora,
de profesora, de polemista, de crítica, de mujer culta y sensible, que se nos muestra
ante nosotros tal como es en realidad.
Paradójica tarea sería intentar siquiera hacer unos comentarios a los «comentarios
» de María Rosa insertos en este valioso volumen, donde ha recogido numerosos
ensayos y artículos publicados en diversas épocas de su vida y en que nos
muestra siempre acertadamente múltiples aspectos filológicos, artísticos, históricos
y sobre todo literarios. Estos últimos los recoge en dos de los más densos
apartados, que llevan el título de Cinco notas a otros tantos españoles (que son
Lope, Cervantes, Antonio Machado, Ángel Guimerá y Tomás de Iriarte) y Anaquel
(donde recoge comentarios a libros de publicación reciente sobre Gabriel y Galán,
San Juan de la Cruz, Unamuno, Dulce María Loynaz, Jasefina Maynadé, En-trambasaguas,
Carmen Conde y antologías de la lírica azteca y de la poesía
cubana actual).
Por último, para completar el libro,^ añade un apartado sobre Notas de arte
(donde trata de la falta de crítica seria; de un pintor canario. Reyes Darías, y del
arte del pintor Cossío) y nos habla De una generación, donde María Rosa esboza
el cuadro de toda una generación de maestros, profesores, poetas y escritores, a
la que ella pertenece, en un ensayo de exposición clara e imparcial, donde palpita,
sin embargo, la nota emocionada del recuerdo. Traza la semblanza de Julián Marías,
su ilustre compañero y hoy notable figura de la filosofía española actual, y la
de Ortega y Gasset, su maestro en los años juveniles del Madrid de la preguerra.
Es quizás este apartado del libro el que está hecho sin la acuciante necesidad del
ensayo o del articulo periodístico que necesita salir pronto para no oler a fiambre.
Es decir, la parte escrita con más datos, con más reposo meditativo y más serena
exposición.
No quiere decir esto que los demás trabajos, especialmente los dedicados a
literaturai estén incompletos o poco meditados. En todos deja María Rosa su
176
2'losa o so comentario oportuno y exacto. Principalmente me he fijado en los de
Lope, los de Antonio Machado y los de Ortega. S¿lo quisiera notar que en esos
versos de Lope, donde se justifica por haber escrito comedias al gusto del vulgo,
no hay que ver un desprecio de éste, sino una justificación del hombre culto frente
a los que sostenían las reglas de la vieja preceptiva del teatro clásico. María Rosa
ve perfectamente que «Lope conserva en su mente la jerarquía medieval de clases
cuyo contraste con la modernidad determina sus grandes conflictos dramáticos»
(pág. 123). Pero es que el pueblo, para quien componía Lope sus comedias, tenía,
en su tiempo, el mismo concepto de la jerarquía social y vivía completamente
inmerso en ella.
En el ensayo sobre Antonio Machado y su magnífico y delicado amor a
Guiomar, María Rosa se nos muestra como una alma exquisita y sensible —al fin
la escritora es mujer—, como un eco de otra ilustre escritora, Concha Espina, que
nos reveló el grande y secreto amor del más grande poeta de la España contemporánea.
La figura intelectual de María Rosa Alonso está pidiendo una semblanza, como
la que ella ha hecho de Julián Marías, pero esta tarea hay que dejarla para
otro lugar, ya que aquí es imposible hacer siquiera una exégesis de sus más importantes
artículos recogidos en esta obra, donde la labor de María Rosa se nos
muestra más destacada, más importante, al verla recogida en volumen, tanto por
su calidad como por su juicio y conocimiento de las diversas materias que trata.
Hoy María Rosa ausente de Canarias, abriendo campos de cultura en el Nuevo
Continente, nos ha dejado sobre nosotros —|c6mo se notará ahora su vacío!—
la tarea de los comentarios que ella venía haciendo magistralmente para REVISTA
DI HISTORIA. Sea ésta una débil justificación de mi osadía al haber querido
comentar a la comentarista.
Sebastián de LA NUEZ CABALLERO
HANS M. HAUSEN, Hidrografía de las islas Canarias.
Rasgos generales y riegos de los cultivos subtropicales,
La Laguna de Tenerife, Instituto de Estudios
Canarios, 1954, 84 págs., 27 figs. (fotos, mapas y gráficas).—
60 pesetas.
Esta obríta es una versión española, escrita por su autor en castellano, de otra
anterior On the Ground Water Conditions in thi Canary Islands and iheir
Irrigation Cultures, «AcU Geographica», 12, n.° 2, Helsingfors (Finlandia), 1951.
La versión española, escrita tres años más tarde, con mejor conocimiento, por
parte del autor, de la compleja estructura geológica del Archipiélago, ha mejorado
en muchos aspectos.
La finalidad que persigue es el estudio de la hidrografía subterránea, ya que
177
en las Islas Canarias, se basca ávidamente y en grm escala el a^ua potable necesaria
para sus cultivos y, por tanto, para su economía, en las entrañas de la tierra.
Precede al trabajo un estudio fisiojfráfico de las Islas, así como una somera reseña
de su climatoloj^ía, especialmente en lo que se refiere a su pluviosidad,para continuar
un rápido examen de las diferentes rocas del subsuelo y su grado de permeabilidad
en relación con su composición, manera de yacer y fracturas que presentan.
Analiza el movimiento de las ag-uas, en las que considera en primer lugar las
superficiales procedentes de las precipitaciones, su acción erosiva y dificultades
para la construcción de presas. Estudia las aguas subterráneas en sus tres aspectos
fundamentales: aguas subterráneas en regiones altas, almacenadas sobre capas impermeables
y contenidas entre diques volcánicos; aguas subterráneas que se mueven
por el subsuelo siguiendo los buzamientos de las capas de materiales volcánicos, y
aguas acumuladas en los niveles inferiores o agua basal que flota sobre la talada y
a la que aplica el principio teórico de Ghyben-Herzber, utilizado en las islas arenosas
de Holanda y en las de Hawai.
Teoriza, con carácter académico, según propia frase del autor, sobre la posible
influencia del calor volcánico, que supone en superficies geoisotirmicas a poca profundidad,
especialmente en aquellas islas que han tenido actividad volcánica
reciente, y que cuando el agua llegaría a la de 100* C. ascendería de nuevo en forma
de vapor.
El estudio especial de las condiciones que regulan la circulación del agua en
cada isla lo basa en sus propias observaciones, en las de otros geólogos y en la información
facilitada por personal insular técnico. De todas formas estima que el
conocimiento geológico de las Islas es bastante imperfecto, y se lamenta de la
escasez de datos que se podrían obtener en perforaciones de pozos, túneles y galerías,
escasez compensada en parte por los profundos cortes de barrancos que muestran
buenos perfiles geológicos. De cada una de las islas, después de una somera
descripción fisiográfica y climatológica, cita los recursos de agua actual procedentes
de pozos, galerías y nacientes naturales, asi como la posibilidad de explotación
del agua basal.
Dedica algún espacio a los diferentes procedimientos de recuperación de aguas
destinadas a la irrigación de los cultivos y su calidad, estimando que las superficiales
se pierden en su mayoría en el mar. También da algunos datos sobre las
presas construidas en las diferentes islas, así como las dificultades para localizar
lugares apropiados para el emplazamiento fructífero de galerías y pozos.
Describe los diferentes tipos de plantaciones, de regadio y secano, y termina
con un resumen y aspectos del futuro, considerando que se desconoce si el caudal
de agua subterránea es suficiente para garantizar la creciente demanda de agua
para las plantaciones y si el consumo anual de estas aguas es equivalente a la del
agua infiltrada en las montañas o si aún existen aguas almacenadas por diques que
todavía se pueden explotar. Para tener estos datos sería necesario una red suficiente
de estaciones meteorológicas, asi como perforaciones investigadoras en las
montañas para aclarar la estructura geológica, como los yacimientos de agua escondidos
en su interior,
Telesforo BRAVO
178
RAFAEL DÍAZ-LIANOS y LECUONA, Síntesis de la Economía
de Canarias. Premio de Letras 1952 «Antonio
de Nebrija». C. S. de I. C , La Coruña, Roel, 1953
(31 dic), 460 pájrs. con 38 grrabados en e| texto, más 3
mapas, 3 láminas y 102 págs. de g'ráficos a color; seguido
de Estadística, 308 pp. de cuadros numéricos. 4.°—
450 ptas. tela o 480 pieL
Esta vasta obra hacia mucho tiempo que se echaba en falta. Recordamos que
hace años, planeando una obra geográñca de las Islas de carácter colectivo, que no
cuaj¿, al calibrar los materiales disponibles para trazar esa delicada síntesis que
es la geografía, se notó en seguida la falta de acopios estadísticos para tener
noción de las dimensiones reales de los fenómenos o factores que entran en juego
en la vida humana de las Islas. Este libro se propone no sólo llenar este hueco en
la información, sino estudiar ese material, elaborarlo, por lo menos en el aspecto
económico, de producción y consumo de riqueza, de acumulación de capital o sea
de ahorro, de probabilidades futuras de expansión. Como ha dicho ingeniosamente
el autor, hablando de su obra, se han cantado mucho las Canarias; hora es ya de
contarlas,' tanto más que esta cuenta es la del esfuerzo humano para arrancar los
bienes de una naturaleza por lo menos arisca y terca para soltarlos.
Aparte de las publicaciones oficiales de estadística y de los numerosos artículos
de circunstancias dispersos en diarios y revistas y siempre naturalmente
fragmentarios, pocos precedentes pueden señalarse a la obra de Díaz-Llanos.
Acaso el único de importancia sea el bien reputado libro de Alonso Luengo, Las
Islas Canarias. Estudio geográfico-económico (reseñado en esta Revista, tomo XIII,
1947, pp. 112 ss.); pero, como nota el autor, la obra de Alonso fue preparada en
momentos de plena anormalidad para la vida económica de las Islas y, pasadas
aquellas circunstancias, perdieron gran parte de sus datos toda significación
permanente. Con arreglo a su propósito, la obra se compone, además de una
introducción o exposición sumaria, de una extensa primera parte, que debe ser
propiamente el estudio de la economía de las Islas (460 pp.), y de otra segunda
(306 pp.) titulada Estadística y constituida por cuadros de cifras, que son los ci-ntientos
de la obra. Debe señalarse desde ahora que la primera parte va acompañada
de numerosísimos diagramas que dan expresión gráfica a los datos numéricos;
y de bastantes fotografías, éstas más de carácter artístico que documental. Ahora
bien, nos engañaríamos si creyésemos por lo dicho que la obra del Dr. Díaz-Llanos
es un elaborado estudio económico, en el cual el dato estadístico ha servido sólo
de material, y aun cuidadosamente controlado, para fundar conclusiones y deducciones
sobre la vida y riqueza de las Islas Canarias. Es, al contrario, una obra
» En realidad el autor trata la voz Canarias como nombre singular. Abundan
en la obra concordancias anómalas o de sentido como ésta.
179
esencialmente estadística, de simple acopio de datos numéricos; y así vemos que
la primera parte se reduce a exponer las mismas cifras de los cuadros de la segunda,
en forma más flexible, fundidos en una disertación en la que raramente se
sacan consecuencias o se apuntan causas de las fluctuaciones reg^istradas. Un
ejemplo al azar: al estudiar la producción cereal se señala un rápido descenso para
el período 1931-1948, no tanto en la superficie sembrada como en el rendimiento
por hectárea, que cae verticalmente; una explicación u otra del fenómeno se imponía;
pero el autor se abstiene, como en los demás casos. Tal vez a la misma causa,
un frío espíritu estadístico, responderá que se dé casi la misma importancia a cualquier
clase de producto, lo mismo si constituye un recurso esencial de las Islas,
como las papas, por ejemplo, que si se trata de algo insignificante, como las
algarrobas o las zanahorias; en efecto, si eliminamos el estudio del valor social-económico
de un producto, es evidente que las cifras, lo mismo si son considerables
que si son pequeñísimas, ocupan casi el mismo espacio.
Renunciemos pues a hallar en esta extensa obra las apreciaciones- circunstanciadas
que esperaríamos sobre el estado de nuestra economía, sus fundamentos
pasados y sus futuros probables desarrollos. Raramente el autor sale de su torre
de marfil para descender a la palestra; y es lástima, pues cuando se decide a hacerlo
redacta páginas de gran enjundia y clara visión económico-social. Véase
cuando trata del trabajo en las Islas (p. 72), de las aguas (p. 248 y ss.), del turismo
(p. 331 y ss.) y, muy singularmente, los capítulos dedicados al régimen de
Puertos Francos (pp. 22 y 424 y ss.), en que sólidamente funda la necesidad de
mantener estas Islas en un cuadro económico diferente del de la Península y Baleares.
En cambio, entre los escasos estudios personales incluidos en la obra,
echamos de menos, entre otros, uno suficiente de nuestros montes, y aún en las
breves palabras que se les dedica se desliza una de tantas calumnias vertidas gratuitamente
por malevolentes plumas extranjeras contra nuestra colonización: se
copia, sin comentario, la idea de Webb de que «los propietarios de las tierras repartidas
cuando la conquista recurrieron al incendio como medio más rápido para
acelerar las roturaciones» (p. 181). Esta conseja está muy recibida para la isla de la
Madera, no sabemos si con fundamento; para la de Tenerife, los que hemos leido
los documentos contemporáneos sabemos su inverosimilitud, ante las prohibiciones
y limitaciones que se imponían a la simple quema de rastrojos, y por ello no
podemos imaginar siquiera esos incendios libres de fincas arboladas a los que no
hay alusión ni por parte de los mismos que se quejan de daños varios en los montes
públicos y privados. Otro error extraño es la admisión de la existencia de
ganado bovino entre los indígenas de la isla de La Palma; la existencia de la corza
parece ser la culpable; pero este medio rudimentario de arrastre es conocido de
las otras islas y de Europa y no debe separársele de los otros útiles rústicos importados
por la conquista.
Se trata, bien se ve, de errores sin importancia para el objeto de la obra.
Más bien, examinándola desde el punto de vista de lo que realmente es, un repertorio
de estadísticas de carácter económico principalmente, deberíamos añorar un
control del verdadero valor de estas cifras, que es muy varío y depende de loi
180
procedimientos fesfuidos para acopiarlas, que merecería amplio estudio. Sin duda
Oiaz-Llanos no podía hacer otra cosa que registrar los datos que se le facilitaban,
y no es culpable de sus deficiencias. Entre ellas notaremos como máxima la clasificación
de los datos por provincias en lugar de islas, distribución del todo necesaria
en nuestro caso por la radical variedad de medios de riqueza en cada una de
ellas. Sólo los datos de población humana se salvan parcialmente de este enorme
error de nuestros centros estadísticos. Todavía sería poco: a menudo convendría
hacer notar que nn determinado capítulo de riqueza se concentra casi exclusivamente
en una isla (como por excepción se registra para el ganado lanar y para la
isla de El Hierro) o aun en una determinada comarca o pago. En efecto, el aspecto
del reparto geográfico de los medios económicos es casi totalmente descuidado
y a ello responde que, frente a la riqueza de diagramas, hay una pobreza de mapas;
los pocos que hay pretenden una modesta utilidad de inventario de comunicaciones
terrestres, pero incluso en esto son anticuados desde antes de su publicación.
En otras ocasiones nos parece que se pudo superar alguna de las deficiencias de
la estadística oficial: un dato tan importante como el del número de vehículos mecánicos
se llena con las cifras de matrícula provincial; todos sabemos que ésta no
refleja aquel número por varias causas, pero sin duda debe existir medio fácil de
conocer la verdadera cifra de vehículos circulantes en cada isla y hasta su consumo
de esencia, etc.
Cualesquiera que sean sus defectos, los más sin duda inevitables humanamente,
una obra asi supone un esfuerzo y una dedicación admirables para realizada
por un autor individual. Los méritos de ella junto a ese valor de constancia, siempre
raro, son sobrados para hacerla bien digna del premio «Antonio de Nebrija»
que le fue concedido. Y es bien seguro que por mucho tiempo será inagotable
fuente de datos precisos a que acudiremos todos, aunque raramente citaremos su
procedencia. Vayan anticipadas, pues, las gracias al autor.
E. SERRA
CHARLES VERLINDEN, Précédents mediévaux de la Co-lonie
en Amérique. Période coloniale, México, Instituto
Panamericano de Geografía e Historia, 1954, 64 págs.
Pequeño folleto de 64 páginas dedicadas a la exposición del vasto programa a
desarrollar en el proyecto del autor para llegar a determinar los caminos por los
que se establece la dependencia de la historia colonial de la Edad Moderna con la
Edad Media. Las Canarias ocupan un lugar destacado en esta magna empresa, por
ser su estudio el de una avanzada para la colonización americana, como ya lo habían
sugerido los trabajos del profesor Silvio Zavala.
Consta de tres capítulos en donde se enumeran los hechos más salientes para
su investigación, acompañados de una completa y moderna bibliografía.
M. M.
181
J. M.* PINTO DE LA ROSA, Canarias Prehispánica g
África Occidental Española, Madry, Instituto de Estudios
Africanos, 1954, 274 pá^., 24x17.—65 pesetas.
Estamos ante un fragfmento desprendido de una obra mayor. De una vasta
compilación inédita del autor, obra esencialmente documental sobre las fortificaciones
levantadas en las Islas Canarias, se han separado dos capítulos, precisamente
aquellos que no tenian otro objeto que vestir el repertorio de documentos, y se han
impreso solos. No son cortos y carecen de cualquier clase de índices o sumario,
pero su amplio contenido va desde la geología a la mitologfía, prehistoria, j^eo^afía
antigfua, cartografía medieval, navegaciones atlánticas, conquista señorial y real de
las Canarias, cabalgadas y batallas en África, todo adornado con notas eruditas y
algunos dibujos. Nada nuevo y algunos errores tradicionales ya enmendados en
otros autores: v. gr.: la cabalgada de Béthencourt en África, la personalidad del
primogénito de Alonso de Lugo, etc.
Parece cosa cierta que existe un divulgado deseo de síntesis históricas del
Archipiélago Canario. Apenas alcanzó al público el libro del general Martínez de
Campos, cuando sale de prensas este otro libro del general Pinto de La Rosa, con
una intención paralela, claro que por métodos y cotas distintas. Y es notable que
estos ensayos no se preocupan de dotar a la historia canaria de aquellos capítulos o
aspectos hasta ahora poco trillados, como serían los económicos y sociales, sino que
se ciñen a los tradicionales de la historia política, o mejor militar, dada la personalidad
de estos autores. De otro lado, entre los Institutos del C. S. de I. C. es el
de Estudios Africanos acaso el que mejor conserva, aún en este período de aguda
elevación de costes editoriales, la abundancia y lozanía de publicaciones de los mejores
tiempos, abundancia que sin duda repercute en el valor intrínseco de ellas,
que es a menudo desigual. Es de sentir que, aprovechando esta riqueza de medios,
no se hayan impreso las partes esenciales de la obra del general Pinto.
Elias SERRA
LEANDRO PERDONO, Diez cuentos. Dibujos de MANOLO
MILLARES. Las Palmas, 1955, 72 págs.—25 pesetas.
Estos diez cuentos pertenecen a la tradición novelística iniciada, en Las Palmas,
por ios hermanos Millares a final del siglo pasado. No es una casualidad que
los cuentos de Perdomo hayan sido ilustrados por uno de los nietos —hoy notable
pintor canario— de los estimables novelistas.
El autor no se sale del tema y el ambiente isleños y, aún más, se circunscribe
a personajes extraídos, al parecer, de experiencias reales (pág. 58) y de los círculos
más bajos del isleñismo desgarrado (o tremendista como diría un crítico a la
moda), es decir, ese que vive, se alimenta y se desarrolla en los cafetines y los bares
más miserables del Puerto y de Las Palmas.
182
Casi todos los héroes de estos cuentos siguen una misma trayectoria fatal e
inevitable, que podemos dividirla en tres momentos: 1) el de la plenitud o la eufo'
ría (sreneralmente simbolizada por la riqueza material y efectiva); 2) el momento
en que el protagfonista cae en un vicio o ensaya un determinado neg'ocio (la bebida,
el juejfo, las trampas o las ocupaciones raras), y 3) el momento final, el de la miseria
(que pocas veces es la moral o la física), el de la pobreza definitiva y total,
que termina, casi siempre, con la muerte.
La tónica común de estos cuentos, que podían llamarse de cafetin y de taberna,
es la preocupación por el dinero que domina a los protag'onistas. Los más notables
son aquellos donde aparecen tipos más humanos y extraídos de la realidad cotidiana,
como los titulados Santiago el Ganga (cuento IV), Las rarezas de Pancho
Santana (cuento Vil) y La botella (cuento IX). Los demás son aljfo infantiles y al-
Sfnnos hasta absurdos, cuando no estúpidos...
Hay que notar en general que el autor tiene aptitudes para la narración corta,
y que podría aprovecharlas mejor seleccionando y observando, con más cuidado,
los ricos y diversos tipos y aspectos que nos ofrece la vida humana todos los días.
S. de LA NUEZ CABALLERO
MARÍA ROSA ALONSO, La conquista bethencouriana
y la de la Isla de Gran Canaria y sus relaciones con el
Poema de Viana, <E1 Museo Canario>, XII, 1951, paga.
1-53 (public. en 1954).
Como apuntamos al estudiar la obra de la Dra. Alonso El Poema de Viana,
este artículo de «El Museo Caoario> es un extenso capitulo, el III, extraído de la
misma. Trata un tema acaso no bien denunciado por el titulo, que gfuarda relación
lejana con dicha obra épica; se ocupa, en efecto, no ya de las fuentes de que se valió
el poeta, sino del intrincado problema de las relaciones entre estas fuentes e
incluso otras que no usó Viana. Es tema del que me ocupé hace años reiteradamente,
primero en la edición que con B. Bonnet, q. g. h., hicimos de la Crónica anónima
de la Biblioteca de La Laguna, o Lacunense, y luego en «El Museo Canario», III,
1935, n.' 7, con motivo del hallazgo y publicación de una. versión más genuina de
U misma Crónica, en Madrid, por Millares Cario, a la que llamó Matritense; y aun
esporádicamente me he referido al tema en otras ocasiones.
No me decido a volver a entrar a fondo en la cuestión. Pero bastarán, creo,
pocas palabras para exponer mi punto de vista, tenida cuenta de todo lo que luego
se ha dicho o trabajado en la cuestión, que se reduce realmente a la réplica de Millares
Cario en el mismo n.° de »EI Museo Canario» citado; a este estudio de María
Rosa, y al de Antonio Vizcaya sobre un Dr. Escudero en el pasado volumen de esta
Revista.
Precisamente lo más completo y sólido de este trabajo de María Rosa es, sin
183
duda, su estudio de la Crónica llamada de Sedeño, que no conoció Viana; por primera
vez coteja cuidadosamente sus tres versiones y deja hecha la labor previa para
una edición responsable de esta fuente, al establecer que su texto más g^enuino es
el A, el editado en Gáldar, al que sigue en el tiempo el C, del canónigo Cervantes
(1620) y, en fin, el B, editado en 1901 en «El Museo Canario», que cae ya muy
dentro del siglo XVII y acaso se deba al también canónigo Espino,
La cuestión batallona ha sido siempre la del lugar que corresponde a la Crónica
llamada de Escudero. Pertenece a la estirpe del Matritense, pero Millares la
antepuso al Lacanense en el proceso de redacciones sucesivas que esa estirpe
revela. Ya en 1935, loe. cit., argumenté contrariamente, y sólo puedo ratificarme
en la misma conclusión. No obstante, es cierto que mi alegato quedó estropeado,
porque, no disponiendo más que de una copia indirecta del Ms. único del Escudero
(de mano de Marin y Cubas), no pude distinguir los cuatro capítulos que al fin le
añadió, al parecer, el propio Marín, valiéndose de otros materiales. Hay que ana-lar,
pues, todo argumento basado en el texto de esos capítulos; hay que eliminar
igualmente el capítulo primero, que María Rosa demuestra (pág. 30 de su trabajo)
que es también de otra mano que el resto del Escudero, estimable conclusión que
inutiliza la prolija argumentación de Millares (págs. 77-80) para hacer ver que aquí
el Escudero es modelo del Lacunense, aunque no consigue sino probar que los dos
textos no son independientes, como antes postulaba (pág. 77, lín. 30). En cambio
—no nos duelen prendas— creo que tuvo razón Millares en considerar incompleta la
versión que poseemos del Lacunenese. María Rosa demuestra cómo Viana conoció
—como López de Ulloa— una versión todavía virgen de contaminación con Sedeño.
Mi argumento decisivo —insisto ahora lo mismo que hace veinte años— es ajeno a
estos capítulos suspectos: es el dislate que Escudero comete al no entender un pasaje
del Lacanense, y sólo de éste, pues en el Matritense no había posibilidad de
mala inteligencia. El los guales referente a Sus Altezas, es entendido como referido
a muchos canarios, y resulta un disparate. En el Matritense no hay siquiera
el relativo, y los dos asuntos: la rendición de muchos canarios y la resolución de
Sus Altezas vista la muerte de Algaba, son explicados en párrafos separados. Escudero
depende ahí del Lacunense: por tanto éste existia ya cuando aquél pergeñaba
su Crónica, generalmente ampliada, pero aquí reducida. Es curioso que
Millares copia a tres columnas los respectivos pasajes tan demostrativos y lo hace
como prueba de su tesis! Aliquando bonus... No se diga que de un pasaje solo no
puede deducirse conclusión. Toda la critica textual se viene basando en esos pasajes
que escapan de la atención de un copista o segundo redactor de un texto y que
son como las huellas digitales impresas inadvertidamente.
Claro que los fallos de Homero le pueden sobrevenir a cualquiera, y no nos
consideramos inmunes de ellos. Creo que María Rosa —volvamos ya a su interesante
aportación— sufrió uno al ilusionarse, para datar el Escudero, con sus
primeras personas en plural: supimos, recelábamos, perecíamos, etc. Ya Vizcaya ha
notado que es un truco literario que antes denuncia amaneramiento, artificio, que
espontaneidad de relato personal; es un intento larvado de falsificación, debido a
una pluma ducha en retórica. Por eso, precisamente, había pensado yo en Marín y
184
Cubas mismo, siempre tan sospechoso; pero eliminadas como elemento de juicio las
referencias a Leverrier, María Rosa demuestra bien que si Viana si^ió ordinariamente
al Lacunense en lo tocante a Gran Canaria, conoció también a Elscudero:
ambos estaban ya divulgrados al iniciarse el siglo XVII, interesante término ante
quem. Las listas de obispos, que con g'randes salvedades he utilizado a veces para
dar un término a quo, me voy convenciendo de que conducen por lo menos muy
cerca de la verdad, al contrario de los títulos o colofones de que carecían los originales
y fueron añadidos con supina inorancia o con aviesa intención. Aquellas
listas nos daban para el Matriiense la fecha 1542-45; próxima sería la del Sedeño.
Y, en efecto, la impresión que sacamos de esos textos, todavía apasionados con las
disputas de los conquistadores, es la de narraciones de viejos testimonios, redactadas
cuando ya la mayoría de la población no podia recordar los hechos, escritos,
para enseñar a sus convecinos, de mano de aquéllos o de allegados suyos. Los inspiradores
pudieron ser Jáimez de Sotomayor y un Sedeño respectivamente, pero es
claro que éste no moriría en la conquista, sino mucho después. El Lacunense resultaba,
por su lista, de 1551-54, fecha aceptable para una redacción desprovista de
los incrementos copiados mucho después de Sedeño y acaso con capítulos finales
revelados por sus derivados Escudero y López de UUoa. Escudero será realmente
de un Pedro Gómez Elscudero, médico sevillano a fines del siglo XVI, relacionado
con los Cairasco, como nos ha enseñado Antonio Vizcaya. La coincidencia de
nombres es excesiva para ser casual, los médicos literatos e historiadores menudean
en nuestra historia regional y el tiempo y ambiente casan bien con la obra.
En fin, el estudio de María Rosa, aunque con algún fallo crítico que he señalado,
marca un firme paso en el esclarecimiennto de este lio, el primer paso desde
hace veinte años, cuando el Dr. Millares y yo abandonamos el tema por causas de
fuerza mayor.
Elias SERRA
ELÍAS SERRA RAFOLS, La miasió de R. Lull i els
missioners mallorquins del segle XIV, «Studia Mono-graphica
et Recensiones», edita a Majoricensi Schola
Lullistica Studior. Medieval., XI, Maioricis, 1954, páginas,
45-51.
Un breve e interesante estudio. El tema ya había sido enfocado por el autor
en una conferencia ante la Facultad de Letras con motivo de la fiesta de su patrono
San Isidoro; conferencia que daría lugar al corto articulo que reseñamos. Se sugiere
que el origen de las misiones enviadas a Canarias en los siglos XIV y XV se
encuentra en Raimundo Lulio. El Doctor Iluminado, por su temprano contacto con
los árabes desde su niñez en Mallorca y llevado de su ardiente espíritu misionero,
deseaba intensamente preparar los medios para convertir a los infieles, con la
cooperación de algunos de estos mismos ya conversos. La denominación común de
185
infieles comprendía todo el mundo no críitiano, y es natural que los indi;enas de
las Islas Canarias fuesen considerados como tales. Raimundo Lulio no llegó a conocer
a los naturales de las Islas; pero sus enseñanzas teóricas fueron puestas en
práctica por clérigx>s rejfulares y seculares poco tiempo después de su muerte. Mas
se necesitaba la fuerza y la tenacidad del Maestro para no cejar en la empresa, que
en realidad no pasó de sus comienzos. Es un sig'lo más tarde cuando las enseñanzas
de Lulio se explican en Santa María de Betancuria, el primer convento franciscano
de las Islas, radicado en Fuerte ven tura.
Este espíritu misionero, tan ingfenioso como se concibe hoy día, florece en la
isla de Mallorca durante todo el siglo XIV —constituye la herencia moral de Ramón
Lull— y en siglos sucesivos se extiende por toda España.
Esta es, en líneas generales, la idea desarrollada por el autor en dicho trabajo,
que constituye una valiosa aportación a la historia religiosa de las Islas.
Manuela MARRERO
FIERRE CINTAS, Contribution a F étude de T expansión
carihaginoiae au Maroc, Institut des Hautes-
Etudes Marocaines, LVI, Parts, 1954, 154 págs. 4.°
mayor (de ellas, 40 láms. heliograbadas y a color, con
90 figs.).
El autor de esta obra tiene ya un nombre acreditado en el campo de la arqueología
púnica. En este volumen, consagrado a Marruecos y del que es aportación
principal una breve y afortunada excavación en el islote de Mogador, añade
consideraciones de carácter general sobre la época, forma y origen de la expansión
cultural y mercantil púnica en todo el occidente. Mediante fundadas comparaciones
de materiales típicos establece que, partiendo de los datos arqueológicos
y prescindiendo de las tradiciones históricas más o menos auténticas, esta expansión
no remonta más allá del siglo VI antes de Jesucristo y se realiza sin duda bajo
el patrocinio cartaginés, pero por elementos étnicos y culturales orientales, principalmente
chipriotas y rodios. En la práctica los rodios tienen un papel tan decisivo,
que el autor afirma que la cerámica ibérica no es más que un desarrollo
indígena de las importaciones rodias. En fin, sin negar la tradicional antigüedad
de Gádir, nada, hasta ahora, denuncia su existencia, ni en su isla ni en Anda-lucia,
antes de dicho siglo VI.
Estas interesantes y revolucionarias conclusiones nos importan mucho, claro
que por su lado negativo. En estas islas no tenemos indicio alguno de presencia
púnica, y la riquísima cerámica de Gran Canaria apunta en todo caso parentescos
independientes del mundo cartaginés.
E. S.
186
«JOSÉ DOMINGO», Visión desesperada. Poemas 1946-
1950, Santa Cruz de Tenerife, Goya Eldiciones, 1953.
Visión desesperada es el título de la primera composición que aparece en el
libró: un conjunto de diez y seis poemas, en donde late, casi a flor de piel, un sentimiento
de amor hacia esos seres anónimos, casi siempre olvidados, que forman la
^ •D masa del mundo.
Es el primer poemario de «José Domingo» la pequeña colección. En él se comprenden
recuerdos y pesadumbres lejanas, ternuras y prosaísmos, que casi siempre
se han excluido de los versos. Pero para «José Domingfo» —lo leemos a través de
su libro de forma indirecta— no existe ^ a n diferencia entre la prosa y el verso.
El ritmo es tXgo que puede esperar oculto, algo que no se hace intransigente.
Visión desesperada no comienza con muchos aciertos estilísticos. Llega recargado
de participios, que hacen quebrar la factura del verso. El sentimiento es
noble. Algo asi como un canto a la soledad, al aislamiento, pero que no encierra
un sentido estático de la vida que huye hacia el sosiego, sino que anhela la arribada
a la alta cumbre para mirar
desde ella las tierras donde el mando se agita,
para
ascender,
escapar a la angustia de esta nada.
Una anhelo de liberación le mantiene en alto:
cierro los ojos y es como si anduviese millares de kilómetros
g los abriese al cabo sobre los campos yermos de Europa
o sobre las colmenas zumbadoras de América.
Y desde allí ve
... a los hombres que se agitan,
que se afanan en sacar a la tierra
los últimos jagos de su vientre;
su doloroso esfuerzo por mantenerse en pie
cuando el peso de la jornada les vuelve a su más triste condición
para la cual, la mano de la muerte [de reptiles,
descendería como una tierna bendición sobre sus sienes.
Hay demasiado pesimismo en esta visión de «José Domingo». Demasiado
pocas esperanzas. El sol se parece en su sombra, sobre una cuadrícula de tierras, a
... una enorme reja de cárcel,
y ve el campo sembrado de cadáveres, y las ciudades le evocan dentaduras
... corroídas por la carie.
187
y el bullicio del tráfico, impone a su alma
ana nauseabunda tristeza
que oprime a los hombres.
Más que visión desesperada para nosotros resulta una una visión alucinada
del mundo, que «José Domingfo» termina al fin de definir:
Y esto es Europa ...
Después vuelve los ojos hacia la joven América, que divisa a través de guiones
cinematog^ráficos, y de pronto prorrumpe:
Oh, América, América, también mi voz quiere
cantarte,
abandonarse al torbellino de tu encanto,
decir la poesía de esas enormes fortalezas.
Poesía que, indudablemente, el cantor no ha log;rado todavía.
Un cansancio acongoja los versos finales del poema; cansancio que a primera
vista nos parece que va a liberarlo de ese mundo caótico presentido, pero que por
el contrario estalla en un grito,
... un repelente graznido de cuervo,
que no sabe
... si son cuervos o niños o mujeres que se quejan,
Y, repentinamente, sin que lo hayamos adivinado, el Amor, sobre cuyo regazo
el cantor quisiera olvidarse de que es hombre, de que está amasado con el barro de
todos los hombres y tiene señalado un camino que no podrá torcer su «puro Amor».
Tras el primer poema le siguen otros sobre diversos temas. En Aniversario,
hay un balance de cansancio y duda frente la vida. Todo es silencio para el
hombre:
¿Qué he aprendido en mis treinta y tres giros?
Quizá a mirar mejor las cosas.
Y tan sólo a mirarlas. /Conocerlas es tan dificill
¡Y piedra y árbol son tan herméticos!
Luego cae en una indolencia ilimitada:
Dejemos simplemente que el tiempo nos convierta
en rodados cantos de arroyo.
Tres sonetos un poco más serenos cantan «la vida breve», el «pinar sensible»,
y el otoño. La biblioteca —quizá lo mejor de la colección—, escrito en tercetos,
tiene gran poder evocador. Flota en su ambiente una dulzura tenue que lo envuelve.
Yo os amo... es un canto social. El corazón del hombre condolido se toma íntegramente
amor ante seres anónimos:
188
Yo os amo, gentes que pasáis por las calles.
Te amo a ti, mujer joven,
que ya eres madre, o acabarás siéndolo.
Y a ti también, niño que todo lo ignoras.
Y a vosotros, adolescentes de ojos hundidos.
Y a esos torsos desnudos en que el sudor resbala,
y a esas mujeres pintarrajeadas.
El mismo corte —un asomo de ternura entre ondas de pesimismo— se mantiene
en el resto de los poemas. El ritmo continúa violentado y la rima libre.
Quizá el más logrado sea Variación sobre un paisaje, en donde el pesimismo ha
dejado paso a la ternura y a la visión poética.
Violeta Alicia RODRÍGUEZ
ALFONSO DE ASCANIO, La Casa de Ardola, novela,
Madrid, 2.* edición, 384 págfs.
No conozco las novelas anteriores de este autor canario, que edita sus obras,
fuera de las Islas. Pero, a juzgar por los títulos que nos da en su última obra: La
paz del amor. Muñecas de París, etc, se trata de un novelista formado en la escuela
de principios de siglo entre escritores del tipo de Pedro Mata, Zamacois y Ricardo
León, en los tiempos en que se leía a Zola, a Paul Bourget y a Anatole France.
La casa de Ardola viene, en parte, a confirmarnos esto, aunque se trata de una
novela típicamente biográfica (a pesar del consiguiente cartelito donde se niega toda
semejanza con personajes presentes o pasados), que, en vez de haber sido escrita
al principio de la carrera novelística, está escrita en la madurez de su autor. Aunque
de esta novela hizo ya comentario atinado María Rosa Alonso (RHL, XVIII,
1952, 275), su éxito editorial, que ha traído, tan pronto, una segunda edición, puede
bien justificar un segundo comentario de otro lector.
El argumento de esta novela se puede resumir diciendo que es la historia de
una familia noble de La Orotava —aunque el autor tiene buen cuidado de ocultar,
algo ingenuamente, todos los nombres de nuestra geografía insular, ellos están
bien claros—, entre la época de esplendor a fines del pasado siglo y su decadencia
en el actual, contada, en primera persona, por un miembro de ella, naturalmente el
más dotado, pues es el único que estudia, viaja y escribe obras. Los demás personajes
se deslizan cerno sombras en el pueblo tendido en aquel valle, rumiando sus
mezquinas existencias y en tomo de sus pobres problemas de fincas, medianías,
títulos, matrimonios, herencias y testamentos. Este es quizás el principal mérito de
189
la novela: el preientarnos, a lo vivo, un grupo familiar, sea el que sea, de un sector
social, en nuestras islas, que, como en otros sitios, sufrieron las consecuencias de
las crisis económico-sociales de estos últimos anos.
Los personajes dibujados sin medias tintas reflejan bien a las personas que
conocemos en la realidad; hasta el mismo Pablito se retrata, quizás a pesar de si
mismo, sin atenuantes, y aunque él quiere presentarse como un tipo aparte de sus
familiares, no lo consij^e, y aparece con todos los prejuicios de casta: las preocupaciones
hereditarias, la insistencia en las cuestiones de dinero y en los flirt, de los
que se jacta en inumerables páginas de la novela, hasta el punto de que nos confiesa
en una de ellas, llanamente, su predilección por las mujeres casadas en una (rase
indigna hasta de un novel: cmi sex-appeal posee una acusada predisposición
innata a dejarse influenciar por las ondas sexuales de la mujer 'hecha' con preferencia
a la mujer 'capullo'» (pág, 313).
El ansia vindicatoria, a causa de las injusticias de predilección familiar y testamentarias,
domina en buena parte de la obra, y, a veces, nos da la sensación
de que su pretendido realismo naufraga a causa de sumergirse el autor demasiado
en la misma realidad que trata de objetivar por la obra de arte.
En cuanto a la construcción, el novelista se limita a narramos los hechos de
una manera ordenada. Los períodos a veces son demasiado largos y confusos, abundan
en ellos las repeticiones, pleonasmos, barbaríamos. Su estilo narrativo es el de
las novelas de principios de siglo, el diálogo resulta a veces amanera(ío y no lo
domina. Recuerda a otro escritor canario, de la época, ya muerto, Rafael Mesa,
también aventurero en la primera guerra europea, que escribió novelas de experiencias
parisinas, que ocupan también algunas páginas de La Casa de Ardola,
Sebastián de LA NUEZ
CHARLES VERUNDIN, ModaUté» et mithod»* du com-merce
colonial dan» t Empire etpagnol aa XVI tieele,
«Revista de Indias», n." 48, Madrid, 1952, págs. 249-276.
loEM., Le* origine» colonial»» de la Civilitation
Atlantígue. Antécident» et typet de ttncture, «Cahieri
d' Histoire Mondiale», Vol. I, n." 2, Paria, 1953, páginas
378-398
Ambos trabajos presentan analogías con otros del mismo autor, ya reseñados
en otro lugar de esta Revista.' Por eso, sólo haremos una referencia muy somera.
El primero, subdividido en dos partes, nos presenta ante todo la cuestión
> Cf. la reflcDft del Dr. D« ELÍAS SERRA RAFOLS, en RHL, núinerot 101-104«
1953, págs. 319-322.
190
de las influencias italianas —tesis principal del autor—; no hay separación entre
Edad Media y Moderna sino continuidad, y esta unión es debida a los italianos,
en especial los ^enoveses. A continuación estudia los pagos y monedas en América
Española; el influjo italiano se deja sentir de una manera clara y terminante,
pues, debido a la falta de numerario en las colonias, en un principio este
comercio es bastante primitivo —trueques—; después se amplía al introducir las
piezas monetarias con un valor mayor en las colonias que en España, y esta situación
dura hasta la creación de la Casa de la Moneda en México en 1535, y en
años sucesivos se crean otras en diferentes lug'ares de las indias. Con anterioridad,
ya había ocurrido esto en Canarias, donde el Cabildo de Tenerife ordena
que el trigo y la cebada valgan como medios de pago; al igual que en el valor
de la moneda, el beneficio radicaba en el cambio, ya que casi todo el comercio
se encontraba en manos privadas.
La exposición de los orígenes mediterráneos para el desenvolvimiento atlántico
—época medieval a época moderna— constituye el segundo trabajo, en donde
el autor insiste una vez más, con el objeto de conseguir colaboradores para la gran
empresa que se ha propuesto.
M. M.
VITORINO MAGALHAES GODINHO, Les grandes dé-couvertes,
Coimbra, 1953. Tirage a parte del «Bulletin
des Hautes-Etudes Portugaises». 54 pp.
Se trata de una información y puntos de vista sobre el tema, objeto del curso
explicado por el autor en L'Ecole Pratique des Hautes-Etudes, VI Section (París),
durante el año escolar 1950-51.
Antes de entrar de lleno en el tema, analiza la historia tradicional que ha sido
fuente de estudios posteriores y señala sus errores, tan frecuentes y numerosos,
«penas rectificados por los seguidores, pues, éstos se han limitado, por lo general,
a aceptarlos como verdad inconmovible. La crítica de las fuentes constituye un
capitulo de historia social y cultural.
Con los viajes que comienzan a finales de siglo XIII, entra en el segundo capítulo,
que abarca el período 1290-1350. Son viajes que parten de los focos mediterráneos;
en ellos aparecen, en primer término, los hermanos Vivaldi; precursores.
De esta empresa surge el redescubrimiento de las Canarias. Junto a los genoveses,
se encuentran mallorquines y catalanes, que se suceden durante el siglo XIV. Y asi
se llega al siglo XV, que constituye el capítulo III. Aquí el autor resalta el cambio
de los focos mediterráneos —típicos de los siglos XIII y XIV— al Atlántico —propio
del siglo XV—, y la influencia portuguesa ejercida por su propio desenvolvimiento
naval, sin influencia italiana, según el autor, conocimientos que son aprovechados
por los otros reinos en los descubrimientos llevados a cabo en el siglo
191
XV, y cuya exposición forma el capitulo V. En ambos se destaca la influencia por-tu^
esa, en la cual nos parece excesiva la insistencia del autor.
Finalmente los capítulos IV y V, los menos extensos de los seis que constituyen
el conjunto, tratan el primero del problema de los cereales, que estudia el
incremento de su cultivo a partir de los sijflos XIII y XIV, y el segundo estudia las
monedas y las variaciones de su valor en Portugal y colonias hasta la creación de
las casas de las monedas en diferentes lugares.
M. MARRERO
LUIS DIEGO CUSCOY, Paletnologia de las Islas Canarias,
IV Congreso Internacional de Ciencias Prehistóricas
y Protohistóricas, Madrid, 1954, Zaragoza, La
Académica, 1953. 42 págs. más 9 láms. con 17 figuras.
14 X 20 cm.
Diego Cuscoy, que con tanto acierto nos ha dado de diversas visiones parciales
del cuadro cultural aborigen de estas Islas, se lanza ahora a un trabajo total de
síntesis, impuesto por la circunstancia del Congreso Internacional, que edita este
folleto dentro de una copiosa serie de esbozos análogos de conjunto de otros
cuadros de prehistoria hispánica. No se le oculta la dificultad, aun la imposibilidad,
de trazar esta síntesis de una manera coordinada, científica; antes la proclama
desde las primeras líneas y aun hace de este postulado el leit-motív que se repite
a lo largo de su trabajo: es imposible, por lo menos ahora, dibujar una visión
panorámica inteligible.
Hace una breve recapitulación de la labor que antes de la nueva concepción
total de la arqueología prehistórica se había realizado en Islas, y resalta su resultado
aproximadamente negativo; y no deja de apuntar que el interés despertado en
el mundo científico por la antropología física canaria fue parte en la preterición de
la etnología. Pero creo que todavía es demasiado moderado en la condena de los
métodos con que esos antropólogos inutilizaron sus hallazgos arqueológicos, entonces
todavía fáciles.
Partiendo, pues, de que no podemos separar con seguridad los elementos pertenecientes
a cada uno de los estratos culturales que, sin duda, se superponen e
interfieren en el conjunto de las culturas aborígenes, en la medida que las conocemos,
pasa al método meramente descriptivo, e inventaría, clasificados de modo
empírico, los bienes ergológicos que aquella cultura presentaba, si bien tiene
cuidado de distinguir los correspondientes a cada isla, tan a menudo dispares de
los de sus vecinas: habitación, cerámica, industria de la piedra, molinos, ornamentos,
útiles de hueso, bastones, ídolos, petroglif os, temas de la mayoría de los cuales
se había ocupado separadamente en ocasiones anteriores.
No desconoce ciertamente el autor la urgencia de superar este estado frag-
192
mentario de nuestro conocimiento; siempre que la ocasión se le ofrece alude a los
intentos de relacionar estos hechos canarios con otros exteriores, aunque a menudo
su conclusión tiene que ser de prudente reserva. Es más: por su parte nos da contribuciones
inestimables para la reconstrucción del cuadro roto en pedazos: tal es
el esbozo de zonas de habitat indígena y su razones supeditadas a clima, topog;ra{ia
y economía, que nos resume en un apartado previo a aquella enumeración. En otro
apartado final, que titula Razas y saltaras, hace primero un sumario de las conclusiones,
no siempre claras, de los antropólojfos que además han trabajado sobre
colecciones limitadas y de materiales poco depurados; luego presenta, sintéticamente,
los criterios de aquellos autores, todos recientes, que han examinado al fin
las culturas canarias con un criterio etnológico. Faltan a todos, como dice Diego
Cuscoy, términos ante quem y post qaem sobre los que apoyar cualquier deducción.
Por esto prefiere el método de comparaciones, no totales, sino de cada uno de los
bienes ergológicos, para los que se hallen fundados paralelos. Así lo han hecho
para algunos Martínez Santa-Olalla (tabonas, tofios, bumerangs), Marcy (agadires,
pintaderas, inscripciones), Menghin (banots) y el mismo autor (perlas de collar,
molinos), antre otros casos. En efecto, esperemos que de un caudal de paralelos
bien fundados y precisos podamos sacar algún día conclusiones más generales.
Una visión de conjunto como ésta, con todas sus forzadas lagunas (y otras in-tancionaies,
al renunciar a la etnología basada en textos históricos), es altamente
estimulante para proseguir la apasionante encuesta. Los congresistas que se reunieron
en Madrid dispusieron, pues, de una guía útilísima. Un repertorio bibliográfico
seleccionado, resúmenes en francés, inglés y alemán (único antidoto conocido
por los dirigentes contra las consecuencias de la Torre de Babel) y unas pocas pero
bien escogidas ilustraciones completan este instrumento de trabajo, que, naturalmente,
todavía nos sabe a poco.
E. SERRA
BUENAVENTURA BONNET Y REVERÓN, Gadifer de La
Salle (Estudio critico). Las Canarias y la conquista
franco-normanda, II, La Laguna, Instituto de Estudios
Canarios, 1954, 138 págs. y 1 retrato. 8.°—25 pesetas.
El hallazgo del Ms. del Canarien, que vino a integrarse en el Museo Británico,
y •• significación que sus discrepancias con el texto recibido de Bergeron entrañabas
para la historia de la primera conquista de las Canarias, aunque dados a
conocer por Torres Campos en 1901, tardaron mucho en ser patrimonio común de
ios lectores canarios, atenidos tenazmente a la excelente pero ya antigua obra de
Viera y Clavijo. La cínica mixtificación del texto para atribuir todos los hechos a
Béthencourt y silenciar, la obra de su colega Gadifer apasionó a varios eruditos,
entre ellos a nuestro Buenaventura Bonnet. El tema le sedujo a punto de desear
rematarlo ampliamente, en una obra de vasto aliento, que tenia que comprender
193
tres partes: la biogfrafia de Juan de Béthencourt. la de Gadifer de La Salle y el
estudio crítico de la obra que nos ha conservado sus hazañas canarias. Terminado
ya su trabajo total, en 1944 publicó la primera biografía en las colecciones del Instituto
de Estudios Canarios, que fue desde luego la más completa y exacta del
héroe normando, frente a las noveladas de Julio Verne y Rog;er Dévigne. Otras empresas
de la entidad editora demoraron indefinidamente la publicación del resto
del trabajo de Bonnet, hasta el punto que éste, impaciente, dio la tercera parte,
sin duda la destinada a un público más técnico y más restringfido, a la «Revista de
Indias» de Madrid, que se holgó publicándola en 1949. En fin, la segunda parte,
la que tenemos ahora a la vista, sufrió una demora lamentable, por causas ajenas a
toda voluntad: al disponerse a editarla el Instituto tuvo que someterla a un trámite
legal, afortunadamente luego abolido para la sabia entidad: entregar su original
para censura técnica del CSIC. Se envió el texto a Madrid, sin tomar la precaución
de guardar reproducción completa y revisada del mismo; allá, al suprimirse esta
bochornosa censura, se extravió definitivamente. Sólo después de la muerte del
autor pudo su sobrino, nuestro colaborador don Sergio Fernando Bonnet, hallar
entre sus papeles una copia casi completa de la biografía de La Salle, si bien no
revisada y falta de algunas notas. Y éste es el original que al fin se ha impreso,
como obra postuma, aunque vieja de bastantes años.
Su carácter es el mismo de la biografía pareja de Béthencourt. Una narración
de hechos basada en todos los materiales asequibles al autor y en la que éste pone
de su parte una dosis de entusiasmo o pasión no disimulada: antes condenatoria de
su biografiado, ahora vindicativa y exaltadora del caballero poitevino tan desafortunado.
Además del propio Canarien, extrae sus datos de los estudios con que
acompañaron sus ediciones de la obra los franceses G. Gravier y P. Margry. Bonnet,
desconfiando, con razón, del dominio del francés entre sus lectores, y por otro
lado consciente de que la traducción constituye una interpretación personal, más
en textos antiguos en que no sólo el idioma ofrece a menudo inseguridades por la
torpeza de su sintaxis, sino que el ambiente a que se refiere tiene que ser reconstruido
para alcanzar su recto sentido, reproduce largos párrafos de sus fuentes en
ambos idiomas; lo cual, al no acoger una de las versiones en nota, antes dándolas
ambas en el texto, una tras otra, no deja de hacer fatigosa la lectura. Afortunadamente
la misma fuga que pone el autor al asociarse a la causa de su biografiado,
tomando incluso partido en las enmarañadas luchas civiles de Francia, anima la
narración y nos acerca a los hechos múltiples en que se diluye.
En fin, Bonnet, terminada la vida del héroe, la completa con unos curiosos
capítulos: en uno demuestra su fama postuma, que hizo de él una especie de caballero
modelo, como luego el famoso Bayard; después vemos a Gadifer prestando
una especie de culto mítico al hada Melusina, que heredó del castillo de Lusignan,
que asedió y ganó en su juventud (1374). Todavía en otro capítulo pretende Bonnet,
con más habilidad que acierto, demostramos que la figura del caballero poitevino
•e funde y sume en los romances de Don Galiferos con la del héroe carolingio.
Más bien parece probable que el nombre del héroe legendario pesó en la vida caballeresca
del combatiente de la Guerra de los Cien Años.
RHL, 13
194
El volumen va precedido de una biog;rafía del difunto B. Bonnet, la misma
publicada en esta Revista, aunque enmendada y completada con algunos nuevos
datos sobre sus publicaciones.
E. SERRA
TELESFORO BRAVO, Aportación al estudio geomorfo-lógico
de la costa de la fosa tectónica del Valle de La
Orotava, cBoletin de la Real Sociedad Española de Historia
Natural», L, Madrid, 1952, pp. 5-32 con 14 fisfuras
en el texto y 12 fotografías del autor en VI láminas.
ÍDEM, Tubos en las coladas volcánicas de Tenerife,
Ibidem, vol. Homenaje a E. Hernández Pacheco, páginas
105-115, con 7 figuras y 4 fotografías del autor.
No son raros los estudios de conjunto, con afán de síntesis y de conclusiones
generales, que sobre la estructura de alguna o del conjunto de las Islas Canarias
se han escrito. Sin duda muchos o todos estos trabajos han sido resultado de
estudios de detalle previos, de información minuciosa; en la práctica lo que se imprime
ha sido casi únicamente las deducciones personales de cada autor arrancadas
de datos que se reservan o que, a lo más, se esbozan o aluden rápidamente. Como
esas conclusiones siguen siendo terriblemente dispares, si los técnicos especialistas
siguen hallando provecho en tales trabajos, los profanos hemos acabado por cansarnos
y por leerlos con más curiosidad que verdadero interés. Telesforo Bravo ha roto
esta tradición; debe de haber otros precedentes, que olvido en este momento o que
desconozco, pero no serán muchos. En los estudios cuyos títulos van arriba no se
trata de síntesis o deducciones, como objetivo del autor, sino del minucioso y exacto
estudio de un determinado hecho: el acantilado costero del Valle de La Orotava y
los característicos tubos que tanto abundan en el subsuelo de la Isla. Sin duda el
estudio particular de un fenómeno le sugiere ideas de más vasto alcance, que expone
intercaladas y aun como digresiones del tema principal; son estas digresiones
de sumo interés, pues las hipótesis en ellas formuladas se fundan precisamente en
hechos concretos, bien examinados: asi la razón de las elevadas cotas que alcanzan
la* cumbres, desproporcionadas a las dimensiones horizontales de las Islas; el origen
de los curiosos muelles naturales de aquella costa y seguramente de otros
sectores de la Isla; la lejana procedencia de las aguas del Molino de Gordejuela,
que afloran a nivel muy bajo; pero, como decíamos, lo esencial es el estudio del
acantilado costero, del que deduce sólidamente que el Valle es una tabla horizontal
hundida, que sólo por la superposición de infinitas coladas posteriores, y secundariamente
por la erosión, presenta su actual forma de plano inclinado, de todos
modos muy rebajado en relación a los paredones laterales que lo limitan y del que
lo cierra en parte de la cumbre (Pedro Gil en la cima y Agua Mansa en el fondo).
Las fosas que corren al pie de estos paredones al asomarse al mar dan lugar a
195
acantilados de estructura diversa a los de la tabla g'eneral del Valle: en ellos el
hundimiento es mucho mayor y desaparecieron en la profundidad los potentes estratos
que forman aquella tabla, constituidos por coladas volcánicas y depósitos
sedimentarios de una cuenca interior, que Bravo compara a la actual de Las Cañadas.
La complicada solución de continuidad que esta formación presenta, a levante
y poniente del Valle, es objeto de un estudio no menos atento y claro merced a los
numerosos gráficos esquemáticos y a las fotografías bien escogidas.
En el otro artículo el autor desarrolla un tema que de paso expuso en el primero
de ellos. Los tubos son resultado del escurrimiento, en fuertes pendientes, de
la lava liquida del interior de una colada ya enfriada exteriormente. Ese fenómeno,
que presenta casos espectaculares en Lanzarote, había sido descrito ya por E. Hernández
Pacheco en su estudio de esta ishi, pero ahora Bravo obtiene para el caso
menos llamativo de Tenerife una claridad que no pudo conseguir antes el maestro.
E.SERRA
FRAY ALONSO DE ESPINOSA, Hittoria de Nuestra
Señora de Candelaria, Introducción de ELÍAS SERRA
RAFOLS, BUENAVENTURA BONNET y NÉSTOR ÁLAMO, Santa
Cruz de Tenerife, Goya-Ediciones, 1952. LXIV más
224 págs. y tres láms., 15 x 21.—50 ptas.
Es esta obra una nueva edición, la 4.* española si nó llevamos mal la cuenta,
del libro que su autor tituló Del origen y milagros de la Santa Imagen de Nuestra
Señora de Candelaria, que apareció en la isla de Tenerife, con la descripción de
esta isla, al imprimirla en Sevilla, en casa de Juan de León, año de 1594, título que
leemos en el facsímil de la portada de esa edición príncipe estampado en la presente,
pero que ahora se juzgó inactual para una edición que pretende alcanzar el
favor del público. Por lo demás ésta es, con la príncipe, la única completa, puei
las otras dos españolas, no menos que la traducción inglesa de Markham en la pulcra
colección de Hackluyt Society (1907), omiten integramente el libro último,
consagrado a los milagros registrados de la prodigiosa Imagen y que no constituye
la parte menos informativa del libro, si bien es cierto que esta parte fue precisamente
incluida por Núñez de la Peña en su Conquista. En fin, desaparecida totalmente
la edición príncipe (la de ahora ha tenido que ser tomada de fotocopia del
ejemplar de la Biblioteque Nationale de París), rara la de la Isleña (1848), totalmente
impresentable la de la «Biblioteca Canaria» (1940), ha sido un acierto esta
bella reedición integra, valorada además con extensa introducción: unas página*
lincas mias, más de devoción que de erudición; una colección escogida de artículot
de Buenaventura Bonnet, que tanta atención había consagrado a esta obra y a so
autor; y, por último, last bat not least, una «leyenda» que es pura historia, minuciosamente
documentada, redactada en el tan intencionado como candoroao estilo
196
inconfundible de Néstor Álamo, que añade un nuevo portento a los infinitos obrados
por la Señora de Candelaria.
El texto de la nueva edición está elegante y cuidadosamente impreso y Hace
da la obra un libro atractivo. Sabemos que el orijfinal para ella se preparó escrupulosamente
a vista de la edición principe, no obstante lo cual es ésta la primera
vez que se prescinde de la ortografía arcaica del impreso de 1594. En efecto, con
el propósito sin duda de hacerlo más cómodamente legible a los perezosos lectores
que, habituados a la ortografia normal de hoy, extrañan cualquier discrepancia en
esta rutina, el editor, esto es, la Editorial Goya, ha adoptado una ortografía modernizada,
que expone en una advertencia final del libro, mientras conservaba
—dice— la construcción gramatical y el vocabulario, incluso las contracciones de
la preposición de y pronombres, propias de la época. Si bien los que estamos ha-bituados
a ver las palabras en múltiples lenguas y sistemas ortográficos no consideramos
esto necesario —como pensaron también los anteriores editores—, tampoco
podemos reprocharlo. Desgraciadamente, en la práctica se ha ido a veces
más allá de la ortografía y se ha evaporado bastante de este sabor de época que
se pretendía conservar al lado de la modernidad. No es cuestión de ortografía
escribir corsarios por cossaríos, ahora por agora, mismo por mesmo, rescate por
resgate; no digamos ya vio por vido (pág. 126), y no me refiero a erratas que,
aunque pocas, también las hay, como parece inevitable. De todo ello resulta que
esta bella edición ha de contribuir más a popularizar la obra del diligente dominico
que a ahorrar trabajo a los historiadores. Aceptémosla tal como es, como un
don más de Candelaria.
E. SERRA
TELESFORO BRAVO, Origen de las aguas de Tenerife
y sus depósitos subterráneos; Modificaciones geofísicas
de los suelos de Tenerife: la erosión; Aspectos geológicos
y biológicos del futuro próximo de Tenerife,
Conferencias pronunciadas en el Circulo Mercantil,
Santa Cruz de Tenerife, Goya-Ediciones, 1952, 36 pp.,
4.°, con 12 figuras.
Esta ferie de interesantes conferencias, a las que ya nos referimos en tiempo
oportuno en nuestro noticiario, fueron en seguida pulcramente editadas por Goya-
Ediciones. Sólo diremos de ellas aquí que son un reflejo de la alarma que cunde
entre un grupo de técnicos inteligentes y patriotas respecto al futuro económico
de la Isla ante la actual desatentada dilapidación de sus limitados recursos naturales.
Ante todo, el problema del agua; parece seguro que su actual extracción se
hace a costa de depósitos naturales acumulados a lo largo de milenios y DO del
caudal precipitado anualmente, En segundo lugar, la erosión, ingente en una isla
197
de cota* tan elevadas, cuando el terreno pierde su protección natural, el bosque
o el matorral. Y no sólo este bosque se está exting^uieodo, a pesar de las repoblaciones,
que no son más que una esperanza ante una realidad tanjfible que desaparece,
sino que la limpia del suelo se hace en términos que hasta la tierra es arrancada
en calidad de abono para los cultivos intensivos, y el bosque, donde no ha
sido talado, está condenado a muerte. En fin, los incendios periódicos aceleran la
acción directa del hombre, tanto consumiendo la cubierta veg'etal como dejando
indefensa la tierra que la sostenía. La esperanza puesta por muchos en los costosísimos
embalses no es acogida tampoco por nuestro autor por el inevitable atarquinamiento,
salvo si la cuenca se protege con vegetación. «No tendremos agua
si no tenemos bosque» concluye Telesforo Bravo.
E. S.
Jos£ PÍREz VIDAL, LOS provincialismos canarios del
Diccionario de la Academia, «Revista Hispánica Moderna
», Nueva York, 1947, núms. 1 y 2, pigs. 130 a 158.
Alaba Pérez Vidal la actitud de la Academia Española de la Lengua que, en
las últimas ediciones de su Diccionario, amplia la tendencia, iniciada con este
siglo, a incorporar regionalismos en el léxico oficial. No merece los mismos plácemes
el método seguido con este propósito, especialmente en relación con las
voces canarias, ya que la Academia no reparó en ninguno de los modernos vocabularios
isleños a su alcance (el de Zerolo, los de los hermanos Millares, el de
Valenzuela Silva o el de Reyes Martín), y se fijó, por el contrario, «sin ningún
criterio seleccionador», en algunos artículos, elegidos al azar, de la Colección de
voces y frases provinciales de Canarias de don Sebastián de Lugo, redactada en
1846,' «el menos autorizado, entonces» de nuestros léxicos, «porque apenas se sabían
de él cuatro detalles de la vida de su autor» y porque, con erratas incluso,
era de peligroso manejo sin una contrastación previa de sus epígrafes en forma
adecuada: un siglo, en la lengua, no pasa sin dejar huellas. El resultado fue incluir
en el Diccionario (16* ed.) formas equivocadas de cañaríamos {iobaibo por tabaiba,
perengaén por perenquén, changallo ¿por cangallo?) o acepciones que no se conocen
en las Islas {lambucear 'arrebañar'), lo que no hubiera ocurrido con un procedimiento
más depurado (págs. 130-132 y 140-141).
Estudia P. V. después (págs. 132-134) la vida del autor, el valor y autenticidad
de la Colección, las circunstancias de su redacción, la edición académica de la mis-
* Cf. SEBASTIAN DK LUCO, Colección de voces y frases provinciales de Canaria
». Edición, prólogo y notas de Jo.sÉ PÍREZ VIDAL. Publ. de la Facultad de
Filosofía y Letras, La Laguna, 1946.—Citada en esta reseña: Colecc.— Cf., además,
U correspondiente recensión por J. RÉGULO Pina, RHL, XIII, 1947, págs. 243-259.
198
ma en BRAE, 1920,' y los errores de sus artículos, atribuidos unos a descuidos de
Bartolomé José Gallardo, al hacer la copia, y otros a defectos de impresión. Parece
que los errores de imprenta son un mal insoslayable, porque en la corrección que
hace P. V. de los apreciados en la edición académica, aparecen otros dos evidentes:
berta debe decir besta (en vez de bosta) y gayo debe decir cago (en vez de
gago).* Esta parte del estudio es un resumen del más amplio, de idéntico carácter,
con que P. V. prologa la mencionada edición de Lago (págs. 7 a 19 inclusive).
También, como en el prólog^o aludido (págs. 19-37), si bien con variantes de
detalle y extensión, estudia P. V., en el articulo que reseñamos (págfs. 134-140),
el contenido y clasificación del léxico de Lugo y distingue;
a) Cuatro voces indígenas, de ellas tres seguras (gánigo, baifo, gofio) y una
dudosa {tabaiba). El número de indigenismos dudosos podría aumentarse con las
voces baifo y gofio, tal vez formaciones sobre bafio* / bafo (cf. esp. vaho), en áreas
del oeste peninsular, y gofo 'grosero' u otra forma vecina (Véase la postura más
que dudosa de Corominas, s. GOFO, sobre todo la nota 1, contradictoria, en su conclusión,
con el texto anotado).^
b) Un amplio grupo de voces de importación, que subdivide en:
1) Voces de uso más o menos corriente en español, anticuadas unas y casi
olvidadas otras (dragona, jeta —existente, sin embargo, en medios rústicos de
Tenerife para designar el órgano sexual femenino—, libratorio y queda), en un
total de cuarenta y cuatro.
2) Voces arcaicas, destacando, de un total de diez, dos de uso corriente y
^ n e r a l en Canarias: bosta y gago.
* Cf. CoZecc, p . 5. » Pág. 133.
* *Cheiro peculiar aos objectos úmidos ou privados da renovacio do ar. Mofo.
Exalagao mefítica désses objectos*, CÁNDIDO DE FICUEIREDO, apud Novo dicionário
da língua portuguesa, Lisboa, s. a., s. v.
» J. COROMINAS, Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, Madrid,
1954, t. I y II (en publicación los restantes).—Citado: CoROM. y Dice.
Notemos que en las citas de A. Bernáldez, h. 1500 —«no hacian pan, salvo
gofio» (P. V. pág. 150 y, antes. RÉGULO PÉREZ, R H L 78, 250)—, del Anónimo matritense,
h. 1540 '—«tenían mucha leche e manteca e gofio [el ms. pone gosio]»
(RÉGULO PÉREZ, art. cit., 251)—, de la Crónica de Sedeño, h. mediados del s. XVI
—«el mantenimiento ordinario era gofio» (RÉGULO PÉREZ, /. c.)— y de Gaspar Fructuoso,
h. 1580 —«usam de gofio, como mouros» (P. V. p. 150 y RÉGULO PÉREZ, /. c ,
nota)— la palabra gofio aparece mencionada como voz corriente, sin la atribución
a los indígenas canarios que harán autores más tardíos (aunque sí referida a uno
de tu* productos).
A la vista de este dato nos atrevemos a sugerir la conveniencia de orientar |a
ioveitigación por otro camino. Las formas fofo (port., esp., cat. y can. con el sentido
de 'muelle, blando' y de 'cosa hueca'), bofo y gofo ofrecen entre sí relaciones
indudables que interesaría esclarecer, sobre todo teniendo en cuenta que el paso
semántico de 'muelle, blando' a 'harina' no es difícil de establecer (cf. fofa, en la
Valtelina, ^ con la significación de 'fariña leggiera che nel macinarsi vola per
aria e si diposita sui corpi vicini' (Cit. de CoROM., s. FOFO), equivalente al can. (La
Palma, El Paso) farija en una de sus act. Cf. también COROM., S. BOFE y GOFO.
Estima P. V. que agaciar presenta desviación semántica por inflajo de azotar.*
Hay que notar que en acuciar (var. aguciar ya en Calila) 'estimular, instijrar' están
los elementos sig'nificativos que conducen a 'excitar los animales, azutar' y que en
este cambio pudo tener algún papel la onomatopeya cuz para animar a los perros,
según Menéndez Pidal en Los Infantes de Lara, Glosario (cita COROM., op. cit, s.
ACUCIA).
Las formas ajoto y ajota 'atrevido, osado', <supervivencia de ajotas» (P. V.
pág. 136), parecen mejor formaciones a base del sustantivo hoto '¿confiania?,
cuidado' y del adjetivo ahotado 'audaz, confiado', ya en autores del siglo XV
(cf. COROM., S. V. HOTO). La locución adverbial a hotas 'por cierto' no facilita la
derivación semántica del término canario.
Bosta, pese a la opinión de Valera recogida por P. V. (Colección, págs. 69-70),
lejos de ser arcaísmo español, parece voz procedente de áreas lingüísticas occidentales
(documentada en Gil Vicente, siglo XVI) y extendida luego por América
(docum. en Venezuela, 1741) y Canarias. Según Corominas (Dice, s. v.), «no consta
en realidad que allí [en España] se empleara jamás».
Fisca, hoy arcaísmo desusado en Canarias y utilizado antes como expresión
equivalente a 'tres perras' (La Palma, El Paso), pudiera ser un americanismo rela-cionable
con la moneda de cobre de este nombre en Venezuela.
Jacio, hado (Jasío, hasío) conserva toda su vitalidad, como término marinero,
por lo menos en Tenerife, donde designa también 'porciones marinas de
escaso oleaje, protegidas del viento por una roca u otro accidente, en días de
mar agitado'.
3) Dos voces leonesas: deshorcillar y deshorcillado, relacionadas con salm.
esborcellar, ^sborcillar (cf. esp. horcellar —Agricultura de Herrera— y borcella
—Nebrija—),' sobre las que se operó una formación posterior con cambio es-I>
des-, conocido del español (cf. despabilar, despachurrar, etc.) con doble signo.
4) Voces andaluzas: cuatro, alguna {embozada) de filiación dudosa.
5) Un supuesto afronegrismo, mandinga, también documentado en Murcia,
con la significación de 'cobarde, collón' {Calece, s. MANDINGA). Habrá que relacionarlo
probablemente con las formas americanas mandinga, candinga (Chile) 'cansera,
etc.' y con gandido 'consumido de hambre' (COROM., S. GANDAYA y GANDIDO).
6) Gallego-portuguesismos. Son, según P. V., los más abundantes de la
colección. En total «unos setenta y seis» («unos setenta y tres», Colecc, p. 27),
cifra que supera a cualquier otro elemento del léxico, como es fácil comprobar.
Por esta razón adoptamos, en principio, cierta reserva «on respecto a ellos,
sin negar, claro está, la evidencia del influjo gallego-portugués en el habla de las
Islas, señalado con rigor científico en trabajos de M. L. Wagner, Alvarez Delgado,
Max Steffen, Régulo Pérez y Pérez Vidal y, en otros diversos aspectos, por loa
Drs. Serra Ráfols y Bonnet, así como por A. Espinosa en el Romancero (cf.
Colecc, págs. 27 ss.).
• Pág. 136. ' COROM., S. BOCEL.
200
La aludida abundancia de gallego-portujfuesismos obtigra a depurar, si cabe,
la invettig'aci¿n, a establecer métodos que nos permitan conocer:
a) Los préstamos j^allegfo-portug'ueses directos al canario por influjo de elementos
étnicos de esta procedencia, radicados en las Islas desde fecha remota, o
por relaciones canario-maderenses.
b) Los préstamos directos al español o a alguno de sus dialectos, venidos
luegv a Canarias con la lengua de conquistadores y colonizadores. En este grupo
•e incluiría, según pienso, una gran parte de los galaico-lusismos comunes a Canarias
y América, difundidos sobre todo por elementos extremeños y andaluces,
que tan gran papel desempeñaron en la expansión española del Renacimiento.
c) Las voces hispánicas, convertidas en arcaísmos o en voces desusadas en
el área castellana, vivas, sin embargo, en las áreas occidentales de la Península y
en el español de ultramar (incluida Canarias), coincidente con las áreas occidentales
aludidas en la tendencia conservadora arcaizante.
Esta distribución atenuaría tal vez el asombro a que alude P. V. (pág. 137)
a propósito de M. L. Wagner, y no incitaría a la consiguiente deducción —casi
obligada en presencia de loa datos estadísticos reseñados— de tener por más significativos,
en la colonización del Archipiélago, a los elementos portugueses que
a los mismos castellanos, en contra de la verdad histórica: inversión inexplicable,
procedente de otorgar, sin reservas y distinciones muy precisas, igual o superior
entidad al elemento influyente que al elemento influido.
El método propuesto tropieza, hoy por hay, con serias dificultades, especialmente
con la falta de un léxico exhaustivo español medieval y renacentista (espere-moa
que el Diccionario Histórico Español, en proceso de elaboración, llene la
laguna) y con la ignorancia de la lengua hablada en los siglos de ni^tra coloni-xación,
para cuyo conocimiento hay, sin embargo, datos preciosos en autores y
documentos de la época.
Sin pretender estudiar, por carencia de elementos y de objeto, los setenta y
leis gallego-portuguesismos de P. V., juzgamos procedentes algunas observaciones
relacionadas con lo expuesto.
Abanar es, como el propio P. V. señala, un portuguesismo en el español, «vehículo
de su introducción en Canarias> (pág. 138). Su complejo valor semántico
canario, coincidente con el gallego-portugués o emparejado con él, muy bien
pudiera ser arcaísmo castellano.
La voz baga se extiende, con variedad semántica, por una amplia zona que va
d« Asturias a Extremadura (Mérida), e incluso aparece en el Tesoro Lexicográfico
de Gilí Gaya (Percivale, 1S99) con el valor de 'fruto del laurel'. Con la excepción
d« Aiteríat, la zona de bago 'grano de uva' (también, en Aridane, ant. 'plátano',
fruto), viene a ser casi la misma (Cf. COROM., S. BAGA).
Cangallo está también en Andalucía, como P. V. señala (pág. 143). Charamusca,
extendida por Canarias y América, ofrece en España las formas chamarasca
(indicada por P. V,, Colecc, pág. 81) y charamasca. Aparte están chamuscar (siglo
XV), chamosguina (chamusquina, en La Palma, no sé si topónimo y apelativo:
cf. «Yo vide una pulga / en las Chamusquinas / cortando jorquetaa / pa
201
levanta viña —canción popular, sirinoque— y también la frase «me huele a chamusquina*),
chamuscado y otras usuales en español, bastantes para explicar el
orig^en de charamuscas en Canarias. La forma chamusco (Fi^eiredo), conocida
del español desde fines del XVI (cf. can. chamusca: <me huele a chamusca>), no es
suficiente para considerar la palabra como gallejo-portusfuesismo sin distinciones.'
Escanillo, de estructura aparente castellana, se cataloga también como g^allego-portuguesa,
creemos que por su sigfnificación. En Burgos existe escanilla 'cuna', de
donde la ac. de 'gaveta pequeña' que tiene en Canarias (CoROM., s. ESCARO).
No comprendemos tampoco por qué es gallego-portuguesa la voz 'fastidio',
documentada en Calila y en el Universal Vocabulario en latín y romance (Sevilla,
1490) de Alonso Fernández de Falencia (CoROM., s. HASTÍO), usada en canario actual
sobre todo en relación con la 'repugnancia e inapetencia de las mujeres encinta',
fácil de relacionar con en sentido general de 'inapetencia' que tiene en Lugo.
Ferruja (muy frecuente ferraje) y fondaje son, sin duda, portuguesismos, penetrados
en área española antes del cambio í (/), g, x > J (x).* La Biblia judia de
Constantinopla registra la primera (BRAE IV, 635, según CoROM., s. HIERRO), de
donde el español herragiento, ferrugiento (COROM., ibid.), y la Biblia judía de Ferrara
(BRAE IV, 635, según COROM., S. HONDO)'" la segunda, en la tormm/undagtt
(COROM. fundaje), con el valor de 'poso o heces' que en Canarias tiene.
Para la filiación de gabar hay que tener cuenta que el significado canario
atribuido por S. de Lugo es coincidente con el de voces idénticas en el área gálica
o italiana, y que la forma se documenta en la Edad Media española (cf. COROM., S.
CASARSE: gabarse, agabar, gabe 'escarnio') del mismo modo que en el port. gabar,
donde todavía vive con significación distinta de la señalada por S. de Lugo para
Canarias (port, 'alabar, lisonjear', frente a can. 'burlar, chasquear')."
Es también poco probable que murgaño, documentado en Covarrubias {Colecc,
pág. 137) y con derivación normal castellana (cf. murciego), sea gallego-portuguesismo.
Obsérvese, por último, la extensa área del término zafado 'descarado, atrevido',
que comprende Galicia, Portugal, Andalucía, Canarias y América (Dice. Acad.,
según P. Vidal en RHM, 158).
Pérez Vidal conoce la abundante problemática de estos gallego-portuguesismos
cuando en el artículo que reseñamos escribe que «el entronque galaico-lusitauo
de estas voces no se presenta en todas con idéntico vinculo» (pág. 138).
7) Americanismos: siete voces. En relación con encaehaxado, derivado de
cachaza, no nos atrevemos a decir si la vos de procedencia es cachaza, referida a
« Pág. 138 y Colecc, s. v.
• Operado en el s. XVI-XVII. Cf. MENÍNDEI PIDAL, Gram. Hist. p. 113.
'* "Ferrucha o ferruja [,..] está por moho o herrumbre (de la olla de cobre)»
M. GASPAR REMIRO, Vocablos y frases del judeo-español, 1. c.
*Fiezes, fezes yfundages [...] está por nuestro moderno heces, de hez*. ID., ibid,
" Colecc, s. GABAR.
202
U 'melaza' (P. V. pág. 139), relacionada con gachas y extendida por Cuba, América
Central, América del Sur y Portugal, o la misma voz, relacionada con cacha, re-giitrada
en Brasil y en el Cancionero de la Vaticana con el valor de 'cerdo gordo,
cebado', en portugués 'pescuezo del cerdo', igual que en el posible port. castellano
cachafo de Villena y otros autores (COROM., S. CACHA y GACHAS).
8) Siete voces de formación canaria, entre ellas pestillera, fruto posible de la
extensión del sufijo -ero en las Islas.
9) Treinta y seis voces patrimoniales cuyas acepciones están modificadas en
relación con las de la Península, al menos en la medida de nuestros conocimientos.
De ellas destaco gozar con el valor de 'presenciar' (S. Lugo, Colecc, s. v.), muy cercano
al 'disfrutar', frecuente en español, con régimen de o sin él (cf. Juan de Mena,
Coronación 50 ab: Tus alberuolas resuenen / en los oteros que gozes), y la voz sus
(lat. SURSUM) relacionada con caz (cf. supra) y especialmente con azuzar (COROM.,
8. AZUZAR).
10) Trece voces con «corrupción y alteración fonética».
11) Seis voces sin explicación ni clasificación. De ellas forfolina (var. forfo-riño,
forforiña, farforiña, furfarina) '* es quizá un derivado de fúrfur, -uris, con
antecedentes gallego-portugueses (conjeturables a través de las formas en -tño)
no identificados (COROM., S. FORFOLAS). Galucias está tal vez en relación con gallofa,
a través de galata (sant.), por cambio de sufijo (COROM., S. GALLOFA), de sentido
próximo.
Son estimables las consideraciones de P. V. sobre algunas definiciones académicas
de nuestros provincialismos {chazo —pág. 144—, dornajo —págs. 146 y
147— y gofio —págs. 149 y 150—). Destacamos también la valoración que hace de
los méritos de nuestros vocablos para su inclusión en el Diccionario Académico:
áreas de extensión y carácter rústico o vulgar.
El meritorio trabajo de P. V. concluye con una exposición amplia de los dialectalismos
canarios acogidos en el catálogo oficial: cachetada, changallo (no identificado,
tal vez cangallo), charamuscas, chazo, chocaüero, chuchango, dañado,
dornajo, duraznero, gago (errata en la pág. 133, constatado supra), garañón, gofio,
lambucear (lambuzar),^^ millo (acogido ya en la 7.' ed. del Dice. AcacL), novelo,
perenguén (error por perenquén), pispa (sólo identificada como alpispd), sarillo,
talla, tobaibo (error por tabaiba) y zafado. Todos ellos fueron ya considerados por
P. V. en el estudio de la Colección (1946), pero ahora lo son otra vez de modo más
profundo, más amplio y documentado: un laudable trabajo de lexicología canaria,
nn estudio may apreciable y valioso, como los que P. V. acostumbra publicar, sobre
todo habida cuenta de que el autor no pudo disponer de la magnifica obra de
Corominas, ahora publicada en parte, que he traído ampliamente a contribución en
esta reseña, según queda consignado en los lugares oportunos.
Antero SIMÓN G O N Z A L EZ
>* Colecc, s. FORFOLINA. '* Forma usual: lambusiar.
203
JUAN ÁLVAREZ DELGADO, Tomarán. Lingüistica gran-canaria,
<EI Museo Canario», VIII, númeroi 21-22, Las
Palmas de Gran Canaria, enero-junio de 1947 (public.
en 1951), páginas 27-50.
En la «Revista Portugruesa de Filología», Suplemento Bibliográfico, Coimbra,
1949, págs. 203-226, publicamos una Bibliografía crítica de los estadios lingüísticos
relativos a Canarias (cf. RHL, XV, 1949, 431) en la que recogimos 23 títulos de
trabajos del Dr. Alvarez Delgado. Desde entonces nuestro activo investigador ha
dado a las prensas nuevos títulos, entre ellos Sistema de numeración norteafricano.
Estudio de lingüística comparada sobre el sistema de numeración y cómputo de los
aborígenes de Canarias, premio «Antonio Nebrija» 1947, Madrid, 1949 (para notas
criticas, cf. RHL, XVI, 1950, 89; «Arbor», n.° 50, Madrid, 1950, págs. 276-278), y
el menos ambicioso Cuadernos canarios de investigación (cf. RHL, 1949, 267),
ambos en forma de libro, amén de otros aparecidos en revistas, de todos los cuales
la nuestra ha ido dando cuenta (cf. RHL, XV, 1949, 427; XIX 1953, 328), pues aspiramos
hacer de REVISTA DE HISTORIA un instrumento útil en manos de nuestros
investigadores.
El estudio que encabeza esta nota está trunco, pues su «continuará» permanece
en futuro aún hoy (cf. Toponimia Hispánica de Canarias, Madrid, 1954 —del
que nos ocupamos en otro lugar de esta Revista—, nota 1 a la pág. 19, donde se hace
alusión a dicho inconcluso trabajo como de próxima aparición en «El Museo Canario
»). Con todo, queremos dejarlo ya anotado aquí, pues una edad de ocho años
le da buen derecho a ello.
Trata en él nuestro autor de los Principios dialectológicos de Canarias, Leyes
lingüísticas y Onomástica personal, apartados en los que, apoyándose muy frecuentemente
en otros trabajos suyos, intenta sistematizar los elementos lingüísticos
prehispánicos de Gran Canaria. Anota, además, que podemos considerar al
guanche como lengua pancanaria indígena y propone extender su significación,
hasta ahora restringida a la lengua aborigen de Tenerife. Es lástima que aquí,
como en otras ocasiones, el Dr. Álvarez apoye sus asertos en demostraciones insertas
en obras suyas aún no publicadas: para la prueba guanche = 'lengua pan-canaria
prehispánica' remite a Toponimia Tinerfeña, todavía en prensa (cf. Top.
Hisp. de Can. cit., nota 1 a la pág. 19).
Por lo demás, el Prof. Álvarez, en la forma que le es peculiar, se mueve en un
terreno lingüístico que no alcanzamos, y en el que cualquier juicio nuestro, lo mismo
de aprobación que de reparo, seria, por consiguiente, gratuito. Acaso, articulado
con la citada Toponimia Tinerfeña, una vez concluso, Tamarán nos sea más
asequible. Esperemos.
J. RÉGULO PÉREZ
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JUAN ÁLVAREZ DELGADO, De lingüistica grancanaria.
Toponimia. Algunos topónimos de Agaete, <E1 Museo
Canarío>, X, núms. 29-30, Las Palmas de Gran Canaria,
enero-junio de 1949 (publicado en 1954), págs. 27-36.
Se ocupa aquí el autor de Agaete, El Sao y Birbiqae, voces que considera indubitablemente
indígenas, especialmente la primera y la última (Nosotros creemos
El Sao dicción romance, y volveremos sobre ello en otra ocasión). Los argumentos
semánticos no son convincentes, aunque sean lícitos en lingüistica. La alegación
mím exhaustiva la hace para Agaete; citemos una muestra del método, págs. 31-32:
... Pienso desde luego en el grupo de topónimos canarios que
empiezan de análoga forma o tienen este radical: Aga, Aganá, Agan-do,
Agala, Agache, Taganana, etc.. que designan montañas, alturas
o roques, y de cuyo radical escribí en otro lugar, asignándole el valor
de «roque», porque el sentido de Taganana (o sea T-agan~an-{t^
(esto es: el radical precedido del determinativo t- seguido del signo
de plural -an), vale «el lugar de los Roques» o «Los Cerros», aludiendo
a los conocidos roques «Los Dos Hermanos», que se alzan
sobre el poblado y constituyen el accidente geográfico más signifí-cativo
del paisaje.— Sobre este mismo radical baso mi explicación
de Agaete= «el roque o roquete», en la que está bien justificado el
sentido preciso del topónimo...
Pero dados los criterios a que estamos acostumbrados desde el malogrado
Marcy, hasta los actuales de Wolfel, Giese, Zyhlarz, Vycichl y otros, en que cada
uno explica por su lado y con métodos propios los mismos materiales, y cada uno,
por lo general, encuentra explicación para la mayoría de