Notas bibliográficas
TOMÁS TASARES DE NAVA, La Caía d» Tobares en
La Laguha. L« Lajruna de Tenerife, 1949, 171 páginas,
en folio.
El prestigio adquirido por el Dr. don Tomás Taba,res de Nava
en el amplio catnpo de la g'enealogía española y,en particular de la
casaría es de todos conocido. Su paciente y concienzuda labor en
las páginas de REVÍSTA DE HISTORIA le acredita como una autoridad
indiscutible en la materia, Como la persona a quien es preciso
acudir y consultar par% abrirse paso en el enmarañado bosque dé
los árboles de costados. Esta perseverancia en la tarea permite
¿oasiderarle el continuador más eficaz en las Islas 4« 4a obra >y la
empretii 4«l'in4tsrne Fernández die Béthescottti:. La prueba rtiás evidente
de etto lista; al alcance del lector curioso ojeandió la reciente
reimpresión del Nobiliario y Blasón de Canarias, a cuyas páginas
se incorpora —y se incorporará en tomos sucasivos—^ buena parte
del bagaje genealógico que Tabares de Nava ha ido preparando y
acumulando a través de IQS años.
En La Casa de Tabares en La Laguna se conjugan los dos
aíBores más acendrados del autor: el linaje y la cuna. El culto a la
estirpe es tan dignó de alabanza como el afecto y reverencia a los
propios padres, porque, a fin de cuentas, ¿qué es el linaje sino la
cadena dé nuestros progenitores mediatos'O próximos? £1 amor a
la tierra, a lá ciudad, a la cuna, es algo consustancial,al ser humano;
y eaando esta ciudad es La Laguna,* uno de loS rincones más evocadores
y apacibles de Ja tierra, se comprende que en Tabares de
Nava degenere en pasión de verdadero enamorado.
La obra-está escrita con tanto rigor como método científico.
Oeeir que es exhaustiva sobra. El autor ha recogido .Quánto. su/diligencia
extremada ha podido/apañar sobre la faqiíUa: de Tabares,
y e» difícil que en lo futuro alguien pueda. añadir cóii de impor-taaeiaf^
on respecto a la misma. Se muieve dentro d e l i linea gene^-
ral qti« trazaron sus predecesores en el estudio 4el linaje: Antonio
w
Ramos, FrancUco Fernández de Béthencourt y el Marqués del Saltillo.
Las abundantes citas al pie de página, asi como los documea*
tos insertos en el Apéndice, respaldan cada una de las afírmaciones,
y los diversos cuadros g'enealósficos que en el mismo libro fíjfuran
hacen a éste de interés para numerosas familias peninsulares de la
más encopetada alcurnia, con las que los Tabares tinerfeños hallan-se
ligados por parentesco de sangre.
Aunque el autor comulga dentro de la ortodoxia bethencuria-na,
se muestra en extremo comedido al hablar de los orígenes de
la Casa de Tabares, tema que con buen acuerdo soslaya, porque
remontar en España una genealogía por encima del siglo XV M
privilegio que está reservado para las estirpes egregias y para media
docena de casas grandes. No hay documentos, y las noticias
que por tradición trasmiten los genealogistas son mitos y fábulas
antes de verdadera historia. La nobleza canaria es isleña; se ha hecho
y se ha prestigiado en el terruño atlántico. El prurito de Bé^
thencourt por entroncarla con las casas grandes ppr la sola comunidad
de apellidos (cuando no con los reyes o infantes astur-leonesesKes
infantil y hasta cómico. A Canarias rio vienen en los
siglos XV yXVI.ni proceres, ni magnates, ni grandes; vienen letra-.
dos,-hidalgos, segundfones, aventureros (en el mejor sentido de la
palabra), mercaderes, artesafiosj fiónos... J . <
Los Tabares proceden die(P(iirtu|r|I y eytán en Tenerjtfe deade
el momento mismo de la conqulst»!, A^b«a a estaJtla eon iws recaudos
y pergaminos debajo del.brayoi i^mq lo prueba el hecho
de la devolución de la sisa. Picadíos por una legítima ambición, se
sitúan pronto en el primer plano. En el siglo XVI* su posición es
destacada en la isla; en el XVII, preeminente. Su rango no decide,
antes se mantiene acrecentado en las centurias posteriores. A U
milicia, el foro, la administración y las letras dan varones de pro,
que enaltecen los fastos de la historia regional. Son la única fanil-lia
con residencia ininterrumpida en La Lagiina desdtt la fundación
de esta ciudad hasta el presente.
Los estudios autogenealógicos han tenido siempre (p«ilt¡v«dc^
res en España y precedentes muy curiosos y notables en C«n«riu.
Don Tomás Tabares de Nava, con verdadera devoción BÍtaí, I>«
escrito, profusamente documentada, la historia de su Casa, exornándola,
además, con un ropaje editorial tan pulcro como lujoso.
Antonio RUMEU DE ARMAS
FRANCISCO MORALES PADRÓN, Colonos canarios en
, * Indias, en tAnuario de Estudios Americanos», de la
Escuela de Estudios Hispano Americanos de la Universidad
de Sevilla. Tomo VIII. Sevilla, 1951.
El antiguo alumno de nuestra Facultad de Letras Francisco
Morales Padrón, que .ahora trabaja intensamente en el Archivo
de Indias, ha hallado en su investigfación frecuentes rastros de la
aportación isleña al Nuevo Mundo.
Uno de los temas más interesantes en relación con las Canarias
es, sin duda, el de su migración, tanto por lo que se refiere a
los distintos elementos que han venido a formar su población, como
al trasplante de sus hombres a otras tierras, especialmente
cuando éste hecho se ha producido por familias, y aún más si se ha
dado en sucesivas oleadas compuestas de grupos relativamente
numerosos que se trasladaron a un mismo punto de destino.
El tema no es nuevo, pero hasta ahora no se ha podido hacer
un estudio con la necesaria base documental para que puedan deducirse
conclusiones fundadas. Para lograrlo, ningún otro archivo
es tan esencial conocer como el de Indias, y Morales Padrón ha
comenzado esta labor previa, ingrata, pero necesaria, de ir reuniendo
el material preciso: cartas y cédulas reales, estadísticas, nóminas
de emigrantes, etc. Los documentos citados por el autor no
son escasos, pero seguramente los que existen en aquel archivo
•obre estas corrientes migratorias han de ser en mucho más crecido
número, y esperamos que Morales Padrón, en un futyro no remoto,
hará un definitivo estudio sobre este interesante tetaa, con
mayor aportación de materiales.
Aun estos datos concretos sobre ciertas corrientes migratorias:
Canarias a Cumaná, Santo Domingo, La Florida, Luisiana,
éitadtstícas precisas, indicadoras del número de personas, destino
y Cótte de la expedición; relaciones nominales, con abundantes
4*tot personales; propuestas elevadas por particulares para condu-
58^
cir grupos numerosos a determinados puntos; el pfoblema de los
extranjeros y de los esclavos negros, para los que, muchas veces,
las Islas sirvieron de trampolín para dar saltos prohibidos a las
Américas, etc., le han permitido llegar a valiosas conclusiones,
aunque algunas de ellas es posible haya de revisarlas a la vista de
nuevos documentos. '
Hemos notado que una de las relaciones de emigrantes, la de
los autorizados para dirigirse a Cumaná en 1681, comienza por un
numeroso grupo de personas vecinas de Santa Crui de Tenerife, y
creemos ha habido error de transcripción o de imprenta, pues no
es presumible, dada la corta población de este puerto eri aquella
fecha, que fuesen vecinas del mismo, sino de la ciudad de La Laguna.
Sería de gran utilidad un riguroso cuidado en la publicación
de tales documentos.
Nos enorgullece el comprobar cómo las nuevas generaciones
universitarias isleñas van dando valiosos frutos, y tenemos las más
fundadas esperanzas de que los estudios sobre las Canarias se irán
enriqueciendo extraordinariamente con el fruto de su trabajó.
L.R. O.
Jos£ MARÍA MIRNÁNDEZ-RUBIO, La flor (ete£ Saiite
Cruz de Tenerife, 1952, SO.pijr*- en 4.*, lin predo.
Por fin ha aparecido, para los no íntimos suyos, e! Hernández-
Rubio poeta: La flor total, una breve antología, que recoge los ratos
de ocio no perdidos entre 1935 y 1952.
, Hernández-Rubio es poeta por temperamento. Se adivina en
su vida llena de colorido, en su postura ante el mundo de las letras,
en su corazón andaluz. Si la poesía, a decir de Cano o Bousoño, ea
sorpresa, aquí está la sorpresa de Hernández-Rubio. Cuando se
nos anunció la aparición de La flor total, todos —^yo lo creo «al—
esperábamos un libro de poemas impresionistas, coloreados aguafuertes
vivísimos, saturados de esa vida intensa y un tanto extravagante
que, los que le conocemos poco,' consideramos en ¿1.
Ciertamente, ha sido una sorpresa este conjunto poético del catedrático
de Derecho Político. Nada de lo que esperábamos: ni
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atrevidos poemas ni vida intensísima. Una antología con treinta y
siete composiciones que nos hacen recordar aquellas/7oreci7/as que
a Fray Luís se le caían de las manos. Un dulce canto a la serenidad,
a la paz del espíritu, a la vida sosegada. No hay sentimientos
atrevidos ni notas discordantes en el conjunto; a veces, sí, nos parece
un poco alejado'de la vijjforosa poesía de la actualidad, y un
tanto cansada la rima, pero nada máSr Aurora, Pureza, Dentro,
Mujeres y silencio. Belleza o Luz sola son acuarelas de esta paz
interior que le conmueve. Todo es suavidad en los poemas, cristal
y transparencia de belleza, a veces diluida en un silencio de paloma,
en eá»s hilos de plata del viento, en esos cielos y estrellas — imprecisas,
o en éSAS razones heridas — por emociones —'• Intimas.
Brindis de recuerdos podríamos llamar a esta antología de
Hernández-Rubio. Recuerdos dulces y suaves que le asaltan, ihien-tt
«9r«posa y espera:
Sobre la balandra blanca
á*Íai múhipléi ehteo»,
AÚtt la vatta plenitud dormida
de la* olat...
Los sonetos —en especial la trilogía El mar— hacen recordar
a Gerardo Diego. En todos ellos se mantiene enarbolada esta misma
intímidad de poesía, que navega entr« lo sutil concreto y una
verdad abstracta saturada dé emoción. Simbiosis de potencia y
fragilidad este azul salado sUyo, que no ei mar de tempestades y
hondos misterios, sino mar de planicie, donde
Todo vivir oculto te desnuda
en la orilla,.,
- A veces mar metafísico, que le lleva hacia rutas incógnitas
de vida. '
Es melancolía la evocación del paisaje y del recuerdo de aquella
Roslá kjana y desvaída, de un campo sencillo, de una imagen
. etérea que, oculta en cada poema, las más veces sé nos escapa.
Escala eterna es, sin duda, corola de La flor total. Clásico en
hr Ulealidad y moderno en expresión, sin fecha; es el más extenso
dftiof poemas. Et poeto te sieoté nuevo Dante, y no en su bús-
<iañéitt&ho con él, conduce su amor a las altas cumbres, desde
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donde otea, mira y.señala, en visión paradisiaca, los caminos de
la eternidad:
Afira el cortejo de las alas de oro
y (ti tintineo de las campanas de plata.
¡Qué Ittt, querida, ijué luz!
Estréchate contra mi. Marcha conmigo '
jr candi ai lado,de estos ángeles blancos.
Embriágate en el gozo, de amor exacto y luz, a mi lado
por el camino eterno...
Ei^oc^iM y sencillez. Metáforas acertadas,'imágeties limpias,
jardín de abigarrado colorido {Sonetos de Primavera), hay en lo»
versos de Hernández-Rubio. La flor total, último verticilo de estos
Xir capítulos que forman el libro, es el gineceo dopde se Ha ,en-j^
endrado la voz de los poema». Cpn él, una vez más, se afírQmestn
serenidad líriéa que late en el Hernández-Rubio poeta.
. VioUta AKda RO&RfGUEZ
, ADOLFO ScHULTiN, Estrabón: Geografía de Iberm
Ed., tf«d. y coraen^rio« por i «Fóntu
Hiipaaiie Antiquee», núm 6. Public«cionet de la Fa<
' < eulUd d» Filotofía y Letras de la Unívenidad de Bai%
eehma.—éarcelona, Boaeh, 19S2, 324 pág*.. «in prada;
Los que de largos años oottotienio*. la iaqaaMUe dedicftcióa
hispánica y la inigualable base de «rudicit&rt clásica del Prof. Schul-ten
no podemos sorprendernos por nuevas pruebas de ellas, como
este rico volumen de comentario al libro tercero de Estrabón y a
lt>8 fr«gmento9 de los otros qué se refieren o aluden a Iberia. No
menor interii 4espiert» en nosotros el anuncio de otra miqrna
obra del i\itot,íhérischeÍMndeskañdei cuya edición alemana está
impresa en su mayor parte en 19Sli mientras la tradueoióá españo*
hyüeognftadeMJlxríaani^a, en tres tomos, debía comenukra
a|>ftrecer en el mismo año, segin el propio autor («Fontes»»^,
pásr. 1!25), 11 bien no tenemos (ie ello noticia él|uaa (hasta jtwi»
de 1954). . . . t , - • • ' ^' ' • " • • • • • •-• • -"^ • .a, <'..:x
En cuanto al texto del feógrafo Amasia, habla )* tido eb|«to
recientemente de una primera»edldón espaiictk, bien eonéotadat
5^
debida al Prof. Garda Bellido, publicación que celebramos en
1945 (RHL, XI, 110). Se.trataba de una obra más modesta, sin texto
gfríego origfinal, orientada al público no estrictamente erudito, como
ál que se dirige ahora Schulten, pero no por ello menos valiosa.
De ambos trabajos lo que nos toca comentar es sólo los breves
pasajes alusivos a estas Islas Afortunadas; y no ya lo que de ellas
dice Estrabón, apenas una mención, sino la posible referencia de
Plutarco en la Vida de Sertorio, 8, y la supuesta de Diódoro, 5, 19,
que estos mismos eruditos han, comentado en varias ocasiones. Si
mis observaciones a García Bellido (RHL, X, 1944, 185) tuvieron
tal vez la fortuna de influir en sus juicios posteriores sobre estos
pasajes, no ha ocurrido lo propio con Schulten, que si bien ignoraba
aquéllas, conoce los resultados en García Bellido. Pero lo;
rechaza con su natural superioridad de sabio alemán,, esto es, sin
discutirlos. ,' .
' Sbstenfamos nosotros ,(RHL, XII, 1^47, 9B), comentando precisamente
un^ artículo de Schulten sobre éstos mismos asuntos.
Las Islas de los Bienaventurados («Ampurias», Barcelona, VII-VllI,
1945-1946, págs. 5-22), que ahora sabemos era mera traducción de
un original Die Inseln der Seligen, «Geographische Zeitschrift»,
1926; sosteníamos que el pasaje de Diódoro es puramente mítico,
un fragmento de un libro de maravillas, mientras el de Plutarco,
sin duda con contaminaciones de este género, puede referirse a
las dos Islas Ornarías orientales, pero a ningunas otras del Atlántico.
Para rechazar este punto de vista le basta a Schulten hacer
constar que las Canarias son siete y no las dos de que habla Plutarco.
Pero es pfobable que entoifces, lo mismo que ocurrió en la
Edad Media, a comienzos del siglo XIV, las naves que' avanzaban
ñn jserder el litoral «fricano, descubriesen primero aquellas dos
idas y sólo más tarde, desde ellas, tomasen conocimiento de todas
o la mayoría de las demás. Todavía luba, apud Plinio, menciona
sólo leú islas. Mientras, pues, la objeción de Schulten es capri-dtosa,
loa datos de Plutarco no pueden referirse a otras que a las
dos islas de Lanzarote y Fuerteventura: las separa ün estrecho brazo
de mar {Madeira y Porto Santo distan 23 millas, mas que I^a Go-meta
y Tenerife), son escasas en lluvias, se benefician de los rocíos,
DO «é ditelingjUen apenas las estaciones y, en fin, las considera ha»
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bitadtta, cosa que jamás ocurrió a otras islas atlánticas que a las
Cananas antes del sigflo XV, si hemos de creer que la arqueología
sirve de algo. Ppr fortuna, la brevedad de las líneas que consagra
Schulten al tema en esta ocasión le salvan de las pintorescas iden-tifícaciones
de las frutas hespéricas en que se deslizó otras vecei^y
ya hemos dicho que su condición no le permite rectificar. Decimos
esto, porque en otros asuntos y pasajes mantiene la misma inflexible
actitud e igual ignorancia de la labor llevada a cabo por lo«
estudiosos españoles y, en general, de cualesquiera no germánicos
(Cf., v. g.. Alfabeto Ibérico, p. 153).
E.éERRA
SUASTIAN JIMÍNIZ SANCHEZ, Prineipate* ¡facimitnl-ios
arqueológico* <U UÍ$ isla* de Gran Canaria g Fuer-teventura
deseubtirto*, explorado* y **hu^tdo* d**d»
1946 a 1951 inclusive, por , Comisario
Provincial de Exeavacionos Arqueológica*. Las
Palmas de G. Canaria, Faycán, 1952, 21 pp. y 9 l&nu.
lotM, Yacimiento* arifueológico* grancanario* d«*-
cabierto* y eetudiados en 1951... Las Palmas, Faycia
n.*.2,1^52. 36 pp. y 10 láms.
ÍDEM. Nueva* estaciones arqueológica» en Gnut
Canaria y FuerUventura. Campaña do 1952. h$á Pii-mas,
Faycin n." 3,1953. 42 pp. y 23 lim*.
La actividad exploradora del comisario de la ífr(»HdB<^i» de Las
Palmas, con jurisdicción en su isla y en las dos oiiiéntales de las
Ginarias, no se ha disminuido nunca desde la {iubíícación del tomo
l l de ta serie de «Informes y MemóriAs» de la Comisaría General
dé Excavacionea Ap)ueológ¡ca9, de Madnd. Este volumen alcanzaba
hasta 1944 y se entendía (]ue|,c0ino los. demás de la serie,
no era una/>u¿/icaciVn^a ^1 ^¡Bntidó cientlBco, sino una simple
memoria de labor realizada, ínás bien destinada a llenar fines burocráticos,
pero que se. estampaba ante la probabilidad de qué lá
publicación definitiva se demorase mucho o no se reaíizafe nunca.
Por esto se daba a estas memorias una presentación lujosa «n relación
a au calidad provisional. El resultado ha sido que tampoco
estas memorias han podido aperecer con la frecuencia deseaoa y
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el Sr. Jiménez se ha resuelto a acudir a la necesidad con estos folletos
más ligeros, pero que en fín de cuentas tienen la misma utilidad
o mayor, puesto que son más frecuentes y manejables. El
contenido, si en el primero se reduce a una tabla de lucrares, adquiere
en los siguientes más densidad, y en el último tiene el mismo
carácter de reseña de excavaciones y enumeración de materiales
hallados que tenían las «Memorias». Además, en todos,
buenas y abundantes fotografías y dibujos informan más que el
texto mismo.
Los restos estudiados y los ajuares aumentan mucho la cantidad
de ejemplares conocidos, pero no innovan por ahora en sus
tipos. Sólo mencionaremos los ídolos de tierra cocida de Los Caderones
y de piedra de El Bailadero, y la notable construcción de
forma absidal de La Majadilla de Berriel. Sigue sin aparecer estratigrafía
alguna.
E. SERRA
Acuerdos del Cabildo de Tenerife, II, 1508-1513.
Con un apéndice de documentos sobre el gobierno de
la Isla hasta 1513. Edición y estudio de ELÍAS SERRA
RXFOLS y LEOPOLDO DE LA ROSA OLIVERA. La Lag^una
de Tenerife, 1952, 21 x 27. XXXIV más 307 payes, ill.
(«Fontes Rerum Canariarum», fascículo V).
Ce nouveau volume n'est ni moins Viche ni moins intéressant
que le précédept, paru en 1949 (cf. Bull. Hisp., U, p. 202-203).
Mais il prétera á moins de commentaires, car on y retrouve á peu
pr¿s les mémes questions: problémes agricoles, irrigation, industrie
du sucre, pacages de troupeaux, difficultés monétaires, fixation
des prix, épidémies, situation des Guanches, rSle des étrangers,
rapports avec le t*ortugal ét les fies portugaises, etc. Pour éviter
des frais excessifs et ne ^as grossir dangereusement le volume, les
éditeurs ont dü renoncer á la publication intégrale du texte, qui
est souvent diffus et encombré par un formalisme inutile, et ils se
sont contentes de le résumer d'une man1ér,e qui semble fidéle iet
est en tout cas fort precise. L'appendice documentaire (p. 221-
283) récóuvre la périóde 1497-1513; les piéces déjá publiées sont
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símplement enregistrées, avec la référence voulue, et les áutres
entiérement reproduítes. L'introduction ést divisée en deux par-ties:
M. Leopoldo de La Rosa étudie le fonctionnement des institu-tions
municipales (p. XIX-XXXIV) et M. Serra Ráfols (p. I-XVIH)
s'attache á dégasfer les príncipaux enseignements de la coUectioa.
lis sont múltiples, et chacun y retiendra ce qui l'intéresse plus par-ticuliérement.
On notera principalement, semble-t-il, dans cette-précieuse
étude, les pag'es sur la question des Guanches et la pro-tection,
parfois inefficace, que leur accordaient les souverains, et
celles qui concernent les problémes économiques et le peuplemenl.
On n'ignore pas qu'au XVI' siécle les Canaries étaient en gros un
pays de monotulture sucriére; la canne y était venue de Madére.
Mais cette industrie exigeait deux choses que l'Archipel ne pos*
sédait pas, de gros capitaux et une main-d'oeuvre spécUiisée^
Les capitaux furent fournis d'un cóté par le duc de Medina Si*
donia, de l'autre par les hommes d'affaires catalans et 'surtout gé*
nois. Quant á la main-d'ouvre spécialisée, qui ne pouvait guére
venir de la métropole —car le courant d'émigration se tournait
déjá vers TAmérique—, elle provenait de Madére, qui était pro-che
£t dont les habitants, exclus en principe des Indes espagnolea>
étaient volontiers acceptés aux Canaries. De fait, les Porti^füSi^
insulaii'es ou non, continuent d'apparattre fréquemmeot d«ns les
¿locuments municipaux, et leur présence compensn pour le peupie*
ment des lies l'attrait qu'exergaie,nt les Indes tur la po^ulation de
l'Espagne. II y eut du reste une autre com^enntion, représentée
par des élémentsauxquels les Indes étaient également interditesi
les «ohrétiens nouveaux», sur lesquels rioquisition, introduite aux
Canaries en 1505-1506, fermait les yeux, et qui ne furent pas no
facteur négligeable dans le développement et la prospérité de
l'Archipel.
On trouve dans I'appendice documentaire (n." 27, p. 261) une
lettre du roi D. Manuel de Portugal á Ferdinand le Catíiolique,
datée d'Almeirim, 7 mars 1510. Cette piéce, qui semble avoir été
ignorée jusqu'ici de tous les histortens intéressés, sauf M. Rumeu
de Armas (cf. p. XVI, n. 47), est conservée, á l'Académie de l'His-toire
de Madrid. Les éditeurs f n donnent un fac-aimiU» L>e souve-rain
portugais prie Ferdinad de recommander á la bienveiil«Bce
m
d'Alonso de Lvtgo le regidor de Tenerife Sancho de VargM et un
gentitbomme portugfais, qui se rendent ensemble á Tagaost, dans
le sttd du Mmroc, pour y conclure un traite avec les indigines. Le
texté, dont le.rédaction est un peu confuse, se rapporte á des faits
que potts ne connaissons pas et pose bien des probl¿mes. On n'y
dtírtin;ae (»s toujours clatrenient ce qui concerne Sancho de Var-
-g^ iui*méme et ce qui concerne Témissaire portu2:ais. Celui-ci,
MI sui^his, n'est pas nooxné, et Fon se demande pourquoi. II est
cKt d^aütre part que Sancho de Vargfas est alié trouver le roi de
Portugal «com allgums recados sobre o Wugar de Tagaoz>. Que
pouvaíent ¿tre ees recados? Contrairement á ce qu'implique le
tttre adopté par les éditeurs, j'ai l'impression que la recommanda*
tioa vise Sancho de Wurgas beaucoup plus que l'envoyé portujfais,
et c'est peut-étre pour ce motif que le nom de celui*ci n'est pas
préoísé. La femme et les enfants que D. Manuel recommande éga*
ieauünt Jie ife^vent ¿tre que ceux de Sancho de Vargfas -^ puisque
eeux du genUlhoniiae portufais devaient étre normalement au Por-tuj^
al et n'AVaient pas besoin cTétre recommandés á Ferdinand. On
peut supposer que la démárche de Sancho de Vargas auprés de la
Coor portugaise était de nature á inspirer des soup^ons et á pro-voquer
la colére d'Alonso de Lugo, et que D. Manuel voulut éviter
des représailies contre l'intéressé et sa famille. Faut-il rattacher
eette affaire M iMTOjet qu'aurait eu D. Manuel de faire construiré
une fuiüáiü'iif VTagaost et qui, i ma connaissance, n'est mention-né
«|a« füir Diniio de Góis (D. Manuel, IV, ch. 85, in fine)? Mal-heureufement,
ie chroniqueur ne donne aucune date, et dans l'état
•ctuel de netrf information, l'objet.et la portee de la lettre demeu-reat
¿DifilMia<]aei.^
Robcrt RICARD
8 s S ^ Wtttiqw,da MM—a'oat ioami aroun rimltiit.