Castillos betancurianos de Fuerteventura
Por Elias SERRA
La suerte desgraciada que están sufriendo los viejos castillos,
inútiles de tiempo para su misión militar, pero depositarios de gloriosos
recuerdos, ha movido a un grupo de patriotas españoles a
unirse en asociación para ejercer, por lo menos, una influencia moral
en defensa de estos castillos inválidos. Aquí en Canarias aunque
no podamos —salvo excepción— contemplar los cerros coronados
por las ruinas, todavía altivas, de las fortalezas feudales,
como se ven a menudo en Europa, podemos hacer UD copioso inventario
de castillos reales que, juntamente con los riscos que desafían
al mar y los pechos de los habitantes, han guardado las Islas
de dominaciones extranjeras desde que fueron incorporadas a
Castilla.
Podemos todavía hacer un copioso inventario, pero parece seguro
que de muchas de las primeras obras defensivas no podremos
siquiera mostrar ruina alguna y ni aun localizarlas. Parece esto un
poco raro, pues no habiendo cesado, a lo largo de los siglos de la
Edad Moderna, la amenaza pirática a las Islas, podría suponerse
que los perfeccionamientos sucesivos se habrían ido añadiendo a
las improvisadas obras primitivas. Es que en realidad hay dos momentos
independientes en la historia de las fortificaciones canarias,
aun prescindiendo de las posibles obras indígenas. Primero
se hicieron obras fuertes de cara a estos indígenas, para batirlos y
dominarlos; luego, ya inútiles éstas, transcurrió un tiempo más o
menos largo hasta que se presentó la nueva necesidad de fortificarse
fre/ite a enemigos procedentes del mar. Este otro peligro no
sólo exigió otro tipo de defensas, sino que, con más o menos
acierto, sugirió también otros emplazamientos.
Queremos examinar acjuí los que pudieron tener los primitivos
castillos betancurianos de Fuerteventura, basándonos en el texto
mismo del Canarien o crónica de los conquistadores franceses.
Bastantes veces editada, muchas más comentada o extractada, esta
510 [2]
inapreciable fuente histórica carece todavía de una edición crítica
que reúna sus diferentes versiones y también carece de un estudio
completo de su contenido. Un erudito amigo y compañero' prepara
con auxilios varios la deseada edición; aquí contribuímos con
unas notas a las que deberá llevar el futuro libro para comprensión
íntegra del texto hasta donde sea ello posible. Sin duda mucho se
hallará para tal fin disperso en los autores que se han servido de
esta fuente, pero nada hemos visto aprovechable, y sí bastante de
erróneo, en el terreno concreto que nos proponemos ojear aquí.
Es terreno cuyo examen presenta cierta urgencia o actualidad,
pues una localización arbitraria del más famoso de estos castillos,
el de Richerocque, puesta en circulación en el siglo pasado con el
más absoluto olvido del texto del Canarien, cuando la creíamos ya
rechazada por todos, por contradictoria con lo seguramente conocido,
reaparece súbitamente, y no en la pluma de algún turista o periodista
en busca de emociones de paisaje histórico, sino en lugar
tan solvente y peligroso como es la hoja 1092 del mapa topográfico
de España a 1/50.000, editada por el Instituto Geográfico y Catastral
en 1945.'^ Es decir, el yerro privado toma estado oficial.
Ni de los forts chastiaux que, al decir de los autores del Ca-
' El Dr. Alejandro Cioránescu, profesor de esta Facultad de Letras, que ha
podido utilizar, por primera vez entre los editores de la obra, fotografías directas
de ambos manuscritos conservados.
- Huérfanas las Islas Canarias de mapa topográfico y, por tanto, de verdadero
mapa alguno, nos sorprendió agradablemente en 1945 la aparición de varias hojas
del que de la parte peninsular de España viene publicando desde hace cerca de un
siglo (i), a la escala de 1/50.000, el Instituto Geográfico y Catastral, de Madrid.
Eran las 1092, 1099 y 1122 comprensivas de los extremos norte y sur de la isla de
Fuerteventura. A estas cuatro siguieron, entre 1947 y 1949, las restantes de esta
isla: 1114 Istmo de la Pared, 1098 La Oliva, 1115 Tuineje y 1106 Puerto de Cabras.
Simultáneamente se publicaban todas las hojas de Lanzarote y t"S islotes,
pero luego la buena racha se ha interrumpido. Estos mapas, un tiempo reservados,
han sido declarados después de venta libre a precios Ínfimos. Su valor científico, basados
como son, casi enteramente, en trabajos directos de campo, es enorme: contemplándolos,
puede decirse que descubrimos por primera vez las islas representadas,
y tanto más enseñan cuanto mejor se ha estado antes en contacto a ciegas con
el terreno. La toponimia, el punto débil de todo ese mapa topográfico nacional,
aunque acaso mejor que en otras regiones, sigue dejando mucho que desear.
[3] 511
narien, tenían los aborígenes majoreros en las cumbres de sus montañas
sabemos que haya podido localizarse concretamente ninguno,
aunque es probable que algunos coincidan con los complejos de
ruinas indefinidos señalados en numerosos parajes por los arqueólogos
desde Verneau y Castañeyra hasta Jiménez Sánchez. Los
muchos lugares del centro de la isla designados con el nombre de
Esquén, Lesquen, Lesque, etc., creo corresponderán a antiguos
esquenes o esequenes que algunos cronistas'^ señalan como lugares
especiales de culto. Sólo una ruina de las que hoy se ven ha sido
identificada como resto de estos templos o recintos sagrados, que
sepamos.
Nuestro Canarien nos dice que los conquistadores de Fuerte-ventura
levantaron dos castillos o fortalezas como bases de sus excursiones;
al parecer cada uno de ellos, comenzado al menos, por
cada uno de los caudillos rivales, Juan de Béthencourt y Gadifer
de la Salle, y llamados respectivamente Richerocque y Baltarhais.
La voz común roca, tomada con la siqnificación especial de 'torre
o castillo roquero', es corriente en francés como en otros romances,
y aquí va determinada por el calificativo optimista riche',
Bal está por Val 'valle' y va yuxtapuesto el nombre indígena de un
•arbolillo o arbusto característico de la isla, que luego dio en cas-
•'' ToRRiANí, fol. 25r de su Descrittione, páy. 92 y lám. XIl" de su edición por
WoiFEL, los llama fquenes, tal vez transcripción errónea de un s liquida; en efecto,
ABRÉU GALINDO, eii el cap. X de la parte 1." de su Historia, llama esequenes a estos
santuarios, coincidiendo con el consonantismo de los topónimos aludidos; a no
ser que en este caso la s sea solamente una errata de edc. de la Isleña, de 1848, de
dicho autor. En efecto, no sólo los Ms. conocidos dan /, sino que GLASS, en The
history of the discovery and conquesí of the Canary Islands, Londres, 1764, que
utilizó acaso otro Ms. diferente, da también / e n la forma propia efeguen (pág. 7 y
lista de voces aborígenes). Entonces hay que imaginar una pronunciación indígena
que oída como / h a pasado luego a la s actual. Aunque es más verosímil el pase de
s larga a / e n la fuente común de Torriani y Abréu, supuesto error que no podemos
ya comprobar. Sobre esta voz cfr. ALVAREZ DELGADO, Notas sobre el español de
Canarias, «Revista de Dialectología», III, 1947, 205-235, y reseña en RHL, XIV,
1948, 478-88. Sobre las ruinas actuales solamente CASTAÑEYRA, Antigüedades de
Fuerteventura, «La Ilustración de Canarias», 1883, núm. 21, págs. 171-73, menciona
una: en el Llano del Sombrero, entre los barrancos de la Peña y de Ajui, hay ruinas
de unos 20 edificios —dice— entre ellos un Efequen, dos círculos concéntricos.
512 [4]
tellano la forma tarajal,^ que más bien parece un colectivo, como
tal vez era la forma indígena. Pero estos nombres no han quedado
en la tradición toponímica de la isla, donde no hallamos ningún
Rico Roque ni Valtarajal, y ello no sólo en la nomenclatura moderna'
sino tampoco en los antiguos mapas, ciertamente no abundantes
ni ricos, pero de los que cabe mencionar —por no limitarse como
los otros a rotular meramente las islas— el de Giacomo Giroldi, veneciano,
de 1426; el de Andrea Blanco, genovés, de 1436, copia del
anterior con alguna pérdida; el de Valentim Fernandes, portugués,
de hacia 1500, y el de Leonardo Torriani, cremonés, de hacia 1586.
En estos mapas, algunos de fecha tan remota que casi son contemporáneos
de la conquista betancuriana, se consignan algunos
nombres de lugares costeros de las Islas además del nombre de
éstas, aunque desgraciadamente aquéllos muy poco precisos en su
colocación. Así Giroldi pone «li uegi mari», la isla de Lobos, en
el ángulo NW, en lugar del NE, de Fuerteventura. Pero a lo largo
de la costa de sotavento de la isla alinea los nombres, sin precedentes
que sepamos, de P. Cabras, PofO Negro, Tarafalzy P. Santo,
éste ya en Jandía. Tarafalz, ¿puede ser el Baltarhayz del Ca-narien?
No dudando de la identidad de significación del segundo
elemento de este último nombre, tarhayz, con el del dado por
Giroldi, todavía queda que aproximadamente corresponde en el
mapa al emplazamiento actual de Gran Tarajal, cuya identificación
con el castillo de La Salle no debe hacerse precipitadamente."
•• Tamarix canariensis Willd. MAJOR, en su edic. del Canarien de que tendremos
que ocuparnos luej^o, acudió a un especialista, el Rev. R. T. LoWE, autor de
The Flora of Madeira, para que le identificase este arbusto, mencionado en la crónica.
La disparatada respuesta del pastor (nota 1 de la pág. 134) fue como sigfue:
<I can find nothing at all like this in my (carefully identified) vernacular ñames of
Fuerteventurian plants, but the plant was probably Erica arbórea, L thouj^h quite
extint in Fuerteventura and called in the other islands 'Brezo'». GRAVIER se apresura
a reproducir tan docto dictamen en su edición de la misma crónica. Así anda
anotada hasta ahora.
^ Claro que no lo creen así MAJOR, ed. cit., nota a la pág. 143, ni GRAVIER, en
la suya del mismo Canarien, que reproduce, sin citar procedencia, la nota de su
antecesor. Pero de ello nos ocuparemos en seguida debidamente.
' En efecto, la palabra tarajal menudea en diversas formas y combinaciones en
[5] 513
Este nombre desaparece, precisamente, de los mapas restantes
enumerados: Andrea Bianco sólo registra Poconegro (?) y P. Santo;
Valentim Fernandes, Pofo Negro, Pouoagam, ambas hacia el NE.,
y Bella entalhada. Agua de baixa mar y Ponta dondia, ya en Jan-día;'
y, en fin, el mapa infinitamente mejor de Torriani rodea toda
la isla de nombres y hasta se atreve a escribir algunos en su interior
y lugar adecuado: La Oliua, S°. Inés y Villa de S. María de
Betancor. Como, curiosamente, en la edición de esta obra se omitió
leer estas interesantísimas nomenclaturas de sus mapas, voy a
tratar de hacerlo para Fuerteventura a través de los malas reproducciones
de que dispongo/ El dibujo de la isla termina en punta
por ambos extremos; además de los tres lugares interiores mencionados,
y partiendo del extremo N. para seguir luego por sotavento
o levante, registramos: Puer. de mascona, Coralejos cala. Montaña
roxa, Puerto de lajas cala, Puer. de cabras cala, Tegurame, Puer.
del agujero, Caletta de fustas. Barranco de la torre, Pozzo negro
cala. La cueua, Gran valle. Vela entallada, Pialas, Hineguinama,
Teraalejo, La pared, Pesquerías, Esquinzo, El morro, Gran valle.
la toponimia de la isla. CHARLES DE LA RONCIERE, La découverte de l'Afrique aa
Moyen-Age, II, 21, no sospechó esto, cuando identificó sin vacilar Tarafalz de Gi-roldi
con el Gran Tarajal que vio en un mapa moderno cualquiera. Gabriel de
Vallsecha, en su bello mapa de 1439 en Mallorca, que se guarda en la Biblioteca del
Institut d'Estudis Catalans, hoy de la Diputación de Barcelona, reproduce toda la
nomenclatura de Giroldi, pero la reproducción que de él da LA RONCIERE, I, pl. XII>
no es legible en esta parte. El mapa de Giroldi, conservado en la Biblioteca Marciana
de Venecia, puede verse reproducido en LA RONCIERE, citado, II, pl. XXI y
en GUIDO PO, Navigatori iialiani nel Medio Evo al servizio del Portogallo, en
«Congresso do Mundo Portugués», III, 1940, doc. 7.°
^ La parte que nos interesa del mapa de Andrea Bianco de Munich la reproduce
GUIDO PO, cit., doc. 9.° Los mapitas de Valentim Fernandes, en su Ms. también
de Munich, Bayerische Staats-Bibliotek, se reprodujeron por primera vez,
creemos, en la edic. lisboeta por BENSAUDE y BAIAO, a costa de la Academia Portuguesa
da Historia, 1940; luego en la extensa recensión de esa misma obra por
MIGUEL SANTIAGO, titulada Canarias en el Manuscrito Valentim Fernandes, RHL,
XII-XIII, 1946-1947, passim (el de Fuerteventura, en XIII, págs. 340 y 342) y en la
ed. de las Noticias históricas de VIERA Y CLAVIJO, Santa Cruz de Tenerife, «Goya»,
1950,1, 63.
' Ed. cit. de VIERA Y CLAVIJO, lám. frente a pág. 73 del tomo I. La que acompaña
a la ed. del propio Torriani por Wolfel, no es legible.
514 [6]
Casa de la señora, Hahane,... (nombres ilegibles en mis reproducciones),
P". de Handia, en la punta Poniente; y luego en barlovento,
que por mala orientación de la carta resulta en ella N., hay
Roque del mosquito, Roque del Moro, Islote, Guadalique, Puer. nouo
c, Terrife c, Amanai c, Herradura c. Peña oradada, Pertegurales
caletta, Roque de Mascona y Puer. de Tostón c.
Nada hay en esta nomenclatura, hasta ahora inédita, que sea
claramente útil para situar nuestros dos castillos. Pero saltando, en
fin, a mapas semimodernos, los publicados de todas las provincias
por don Francisco Coello, desde 1849, y sus derivados posteriores,
aparece en el lugar correspondiente de la carta de Fuerteventura
(2." hoja de Islas Canarias) «Puerto de Tostón», «T. en el antiguo
Cast"° de Rico Roque», esta inscripción debajo de la anterior. ¿De
dónde tomaba Coello su <dato»? Sus mapas se publicaban en
combinación con el famoso y justamente alabado Diccionario geográfico
e histórico de España de Pascual Madoz, formidable acopio
de noticias sin mucha preocupación critica, aparecido el mismo
año 1849. En su tomo XII, s. v. Oliva, nos enumera los lugares anejos
de Manta, Villaverde, Roque de Tostón, Tindaya, Ballevrón,
Caldereta y Lajares y las radas de Corralejos- y de Tostón, y de
ésta dice que «hay un fuerte para guardarla». Tenemos, pues, un
fuerte en la rada de Tostón, equivalente a Roque de Tostón en la
mente del autor, aunque en la realidad son lugares vecinos pero
distintos. Y en el tomo XVI, s. v. Tostón, ya nos saca de dudas:
«hay un puerto —dice— que, aunque no de lo mejor, posee un
castillo que según se conjetura fue el que los conquistadores construyeron,
el de rico Roque» (sic). Es sólo una imprudente conjetura,
mas éstas son las que tienen mejor fortuna; Coello ya suprime
toda duda y consigna ingenuamente la noticia, si bien, como ingeniero
militar, sabe que lo que hay en Tostón es propiamente lyia
torre y no un fuerte.
Y desgraciadamente la peregrina versión llegó a noticias de
un sesudo autor británico, Richard M. Major, de la prestigiosa Hac-kluyt
Society de Londres, encargado por la entidad de la publicación
de una edición moderna del Canarien, empeño del que se
salió en 1872 con notable acierto, dado que sólo se conocía entonces
el Ms. Mont Ruffet o de Juan V, que hoy sabemos falsificado.
[7] 515
Major conoció el supuesto emplazamiento de Richerocque de Ma-doz,
a través de algún intermediario que no hemos podido precisar,
y tal vez por ello no se dio clara cuenta, él que conocía el texto
del Canarien, de la incompatibilidad del mismo con la situación
costera de Tostón. Al mencionar el castillo de Béthencourt, anota:
«The ruins are still seen. Richerocque is one of ten hamlets in the
district of Oliva in the north part of the island». De Major, sin mencionarlo,
toma exactamente el mismo dato el segundo editor moderno
del Canarien, Gabriel Gravier, que lo imprime por cuenta
de la Société des Antiquaires de Normandie, en Rouen, en 1874, y
nos hace saber que «le district d'Oliva, le plus septentrional de
rile, comprend dix hameaux, au nombre desquels est celui de Ri-cheroque,
oü Ton voit les ruines du cháteau de ce nom báti par
Béthencourt>.'•' Los dos autores se saben muy bien lo del número
de diez hamlets, de los que Madoz enumeraba sólo siete, e ignoran
la posición costera de las supuestas ruinas, lo que les excusa
de aceptarlas como auténticas del castillo normando. No tiene este
atenuante la diligente escritora inglesa Olivia Stone, quien publicaba
para ilustración de su crónica de viaje por las Islas titulada Tenerife
and its six satellites, ya en 1887, un interesante mapita en el que
consignaba Rico Roque emplazado en el Puerto del Tostón y, además,
Valtarajal, el castillo de Gadif^r, cerca de Betancuria. Y mientras
yerra en lo primero, cuando se basa en los eruditos autores
mencionados, acierta o se acerca mucho al acierto en lo segundo,
inducida por sus noticias de ruinas y por su lectura del Canarien.^"
" The Canarien, iranslated and edited with notes and an introduction by
R. M. MAJOR, London, Hackluyt Society, 1872, pág-. 143, nota; Le Canarien, livre
de la conquéte et conversión des Canaries (1402-1422) par Jean de Béthencourt,
gentilhomme caucháis, puhlié dapres le manuscrit original avec introduction et
notes par GABRIEL GRAVIER, Rouen, Chei Ch. Métérie, Libraire de la Société de
l'Higtoire de Normandie, 1874, nota a la paj:. 139. Debo a la amabilidad de El
Museo Canario, de Las Palmas, el haber podido consultar cómodamente en Tenerife
un ejemplar de esta obra ya rara.
10 No conociamos más que un ejemplar, en Canarias, de la interesantísima
obra de Olivia Stone, que por reproducir impresiones directas de viaje por estas
islas, antes de su modernización por los cultivos intensivos, es un importante documento
histórico. Este ejemplar se hallaba en la Biblioteca Universitaria, antes Provincial,
en La Lagiina. Ahora no hemos podido consultarlo...
516 [8]
Precisemos, en fin, por nuestra parte, que en Puerto del Tostón
existe en efecto una bonita torre redonda, a juzg^ar por las fotografías
en buen estado de conservación, y sin señales de ruina
alg^una. Desde luego no tiene nada de medieval: está calculada para
emplazamiento de algunas piezas de artillería, bajo el amparo
de cuyos fuegos podía refugiarse en el puerto adjunto alguna nave
perseguida. Su construcción se remontará, a lo más, al siglo XVII,
como su hermana mayor de Cala de Fustes, en la misma isla, o sus
primas de la costa de Santa Cruz de Tenerife." Ni Cazóla ni To-rriani,
los ingenieros que estudiaron las posibles obras militares de
Fuerteventura, conocieron esta torre ni la otra, y en sus prudentes
informes desaconsejan precisamente cualquier fortificación costera
en una isla tan ampliamente accesible.^'^
No sabemos que esta infundada localización haya sido recogida
otras veces hasta ser aceptada, como decíamos al priocipio, en un
mapa de crédito exepcional, aunque indudablemente no se propone
llenar la misión de los Ordnance Survey Maps de la Gran Bretaña.
En fin, aparte de su carencia de fundamento, bastará leer lo
que de Rico Roque nos cuenta la misma crónica que nos da a conocer
su existencia, el Canarien, para ver que no puede localizarse
en el Tostón, ni en su vecino pago del Roque, topónimo éste que
abunda en Fuerteventura como en todas las Canarias.
En efecto, es hora que leamos a los mismos autores contemporáneos
y presentes en estos castillos cuando existieron, para ver
qué es lo que nos dicen de ellos y tratar de colegir si podemos
guiarnos de sus referencias al localizarlos.
Según el Canarien" de regreso Béthencourt, en abril de 1404,
'* Algunos datos sobre estas obras pueden verse, con planos y alzados, en el
importante trabajo inédito del general PINTO OE LA ROSA, titulado Apuntes para la
historia de las antiguas fortificaciones de Canarias. Pero no conocemos datos históricos
de su construcción.
'^ PRÓSSERO CAZÓLA, Discurso sobre la fortificación de Fuerteventura en
Canarias, 8 de octubre de 1595, conservado en Archivo de Simancas, Mar y Tierra,
Leg. 448. Incluido en el trab. cit. del general Pinto y antes publicado en <EI Museo
Canario», 1.* época, 1882, págs. 338-342.
'^ Nos hemos valido de las fotocopias, antes aludidas, de los dos manuscritos
medievales, pues que ninguna de las ediciones es rigurosamente fidedigna.
[9] 517
de su viaje diplomático a Castilla y a la corte pontificia, que le valió
el señorío personal de las Islas, pasaron los dos caudillos a Fuer-teventura
o Erbania, para proseguir su conquista iniciada ya por
Gadifer en los años anteriores. Y dice la crónica: «et apres ont co-mencié
a eulx fortifier afín de teneir le pais en subiection et aussi
pour ce que leur a doné a entendre que le roy de Fese veult armer
contreulx... puis auons entendu a nous fortifier. Et a comencié
Bethencourt une forteresce en un grant pendant d'une montaig^ne
sur une fontaine viue a une lieue prés de la mer qui s'apelle Riche
Roque».*'
Los otros pasajes que mencionan nuestros castillos son menos
ricos en datos.*' Pero basta el transcrito para poder asegurar que
Rico Roque no corresponde con el Puerto del Tostón, donde no
hay montaña ni fuente viva, y que no dista una legua de la mar,
en cuya misma orilla está, sobre un risco, la torre mencionada.
Quien escogió este lugar para emplazar las supuestas ruinas de
Rico Roque no leyó el único documento que al castillo se refiere.
Poco añaden, a nuestro fin, las demás menciones aludidas:
^* Cap. XL, del manuscrito de Londres, XLI, del manuscrito Mont Ruffet.
Este último se expresa literalmente como sigue: <Et apres a commencé Mons.
de Bethencourt a se fortiffier a l'encontre des anemis, affín de mestre le pais en sa
subjecion, et ausi pour ce que on leur a donné a entendre que le roy de Fezt se
veult armer contre eulx [corregfido: lui] et sa compagnie... Mons. de Bethencourt a
fort entendu a soy {ortiffier et a commencé une fortresse en \xDg g'rant pandant
d'une montaijfne, sur une fontaine vive, a une lieu pr¿s de la mer, qui s'appelle
Richeroque, laquelle les Cañares ont prins depuis que Mons. retourná en Espaigne
et tuerent une partie des gens que le-dit Sr. y avoit laissé». El Ms. Mont Ruffet,
como siempre, atribuye todos los actos personalmente a Bethencourt, pero precisamente
en este pasaje se da uno de los casos en que el falsario transcribió un plural
que luego rectificó en singular; y al final añadió una noticia anticipada de lo
que ocurriría más tarde en el castillo, «laquelle les Cañares ont prins depuis que
Mons. retourná en Espaigne...» Gravier, pág. 107, omitió consignar la enmienda
aludida, que para él carecía de significado, pero que, descubierto el Ms. de Londres,
es reveladora. No hay, pues, buena edición.
'5 Todos ellos se contienen sólo en el Ms. Mont Ruffet, puesto que el de Londres
acaba con la materia del cap. LXXI del otro. Esta numeración de capítulos no
se corresponde entre ellos y aun los del Ms. Mont Ruffet son añadidos posterior y
arbitrariamente, aprovechando las cesuras impuestas en el texto por las miniaturas
y el pie de éstas pasa a rúbrica o título.
518 [10]
«Le dit seigner arriva en une fortresse nommée Richeroque, laquel-le
il avoit fait faire, et trouva une partie de ees gens en icelle place.
II en estoit salli XV de la place ycellui jour et estoient alies
courir sur leurs anemis, et leurs anemis Canariens vindrent sur eux
et leur coururent sus vigoreusement et en tuerent incontinent les
VI et les autres moult batus et froissés se retrairent en la fortresse...
Or y avoit il une autre fortresse la ou se tenoit une partie de la
compagnie et y estoit Hanybal [el hijo de Gadifer], et se nomme
la-dite fortresse Baltarhayz. Mons. de Béthencourt se partit a tpute
sa compagnie et laissa Richeroque despourveu pour plus se saisir
de gens pour venir a Baltarhais. Et incontinent qu'il fut party, les
Canariens vindrent rompre 6t destruiré Richeroque et s'en alerent
au port des Gardins, qui est une lieue pres de la, ou estoit les vi-vres
de Mons. de Béthencourt et ardirent une chapelle qui y estoit
et gaignerent de leurs abillements, c'este a savoir forcé de fer et
canons, et rompirent coffres et tonnyaulx et prindrent et destruirent
tout ce qu'il la estoit».^"
«Et comme dessust est dit de la mort des gens de Mons. de
Béthencourt, le fait avint le VII' jour d'octobre M CCCC IlII.
Apres ce le premier jour de novembre enssuivant, Mons. revint a
Richeroque et la fit remestre en point...»"
«Le dit seigner arriua a Richeroque [después de su viaje a
Normandía, de donde salió el 9 de mayo de 1405] que trouua moult
fort bien rabillé; car lehan le Courtois y auoit fait fort besogner
depuis que le dit seigneur c'estoit parti pour aler en Normandie
et hesta fort audit seigneur».^í Para nuestro objetivo actual de lo-calización
sólo podemos extraer que esa costa distante una legua
se llamaba Puerto de los Jardines y allí tenía Béthencourt su almacén
principal y desembarcadero. Tampoco este nombre aparece en
la toponimia actual de la isla.
Sin llegar a conclusión, por ahora, dejemos de momento Rico
Roque y pasemos a su rival de un tiempo, Baltarhaiz. Acabamos
•8 Ms. Mont Ruffet, píg». 138/39; Gravier, páyg. 142/44.
''' Ms. Mont Ruffet, pág. 146; Gravier, pág. 141
'^ Ms. Mont Ruffet, pág. 170; Gravier, pág. 166. Para otras simples menciones
de ambos castillos, Ms. Mont Ruffet, pkg». 137 y 142; Gravier, págs. 142 y 147.
[11] 519
de verle mencionado con ocasión del abandono de Rico Roque.
Refug'io a veces de los gadiferianos, es con seguridad la fortaleza
fundada por Gadifer de la Salle; vuelve a citársela después de los
pasajes transcritos o aludidos, con motivo de las querellas de los
dos bandos: «Apres, Mons. de Bethencourt enuoia Jehan le Cour-tois
et aucuns autres á la tour de Baltharhays [nota de Gravier:
dans le val de Tarahal] parler a Hanybal et a Dandrac, seruiteurs
de Gadiffer...> donde entre los dos tienen lugar grandes disputas
sobre el derecho de Gadifer a la conquista y el reparto de los cautivos,
cosas que ahora no nos importan. Pero del relato se deduce
que además de una torre, a la que también se llama ostel, Valtar-hais
tenía unas maisons o casas donde vivían los compañeros de
Gadifer, que estaban precisamente entonces ocupados en repararlas,
«qui couuroyent leurs maisons pour la forcé du temps et de la
pluye qu'il faisoit»'^ Luego, con motivo del bautismo de los majoreros,
*jls sont tous crestians —dice— et apporte l'en les petiz
enffans, tantost qu'ils sunt nez á la court de Baltarhais, et la sont
babtizés en vne chappelle que Mons. de Bethencourt a fait fai-re...>'^"
En fin, al volver de Normandía y disponer el reparto del
país en vista a su definitiva partida, dice «le dit seigneur s'en allá
á Baltarhays et la fut batizé vng enfant canarien, a la bien venue
du dit seigneur et le dit seigneur fut le parrain et le npmmá Jehan.
II fut apporter en la chapelle des vestements, une ymege de Nostrc
Dame et des vestements d'ésglise et ung fort biau missel et deulx
petites cloches de chacune un chent pesant; et ordonná que on
appelast la chapelle Nostre Dame de Béthancourt; et fut messire
lehan Verrier curé du pais et y vescut le demourant de sa vie bien
ayse».'-' Gravier, en nota a su edición, pág. 168, toma de Charton'-
la identificación de esta capilla con la iglesia de Santa María de
Betancuria. Y en verdad la cosa es obvia, pues claramente sabe-
'" Gravier, pág. 149.
-" Gravier, págs. 154/55.
-' Gravier, pág. 168,
'-'- M. E. CHARTON, Voyagears anciens et moderns, II, Paris, 1855. En esta colección
se incluyó un extracto, en lenguaje actualizado, del Ms. Mont Ruffet, entonces
recientemente hallado por d'Aveíac.
520 [12]
mos por este pasaje del Canarien que Baltarhais vino a convertirse
en núcleo originario de la posterior villa capital de la isla, y que
no es dudoso, no sólo que por mano de Jean le Masson se fundó
el actual templo, del que acaso algunos elementos procedan de
entonces, singularmente la planta,^" sino que la misma bella imagen
gótica, de alabastro, de Nuestra Señora de la Peña, tan francesa,
que cobija la isla desde su trono de Río Palmas, es la propia
que trajo Béthencourt de Francia para su capilla, de donde fue
desplazada ante una invasión agarena y luego milagrosamente
reencontrada.^'
Con todo lo cual hay que entender la otra localización acogida
antes por el mismo Gravier, de Baltarhais en Val de Tarahal, como
un nombre con el cual se conocería en un primer momento el
actual Valle de Santa María, y no otro valle cualquiera con taraja-les
o sin ellos, como el de Gran Tarajal.
Resta sólo —y es empresa local sólo accesible a un detallado
conocedor del caserío de la Villa de Betancuria— determinar el
probable emplazamiento dentro de ella de la torre de Baltarhais
y de las primeras casas que la acompañaron; a no ser que prefiramos,
lo que no parece muy seguro, seguir la opinión de Olivia Sto-ne
y suponer la torre a un kilómetro o más de distancia, donde existió
de antiguo otra torre de la que luego hablaremos. En lo que
hace a la capilla, parece lo más probable que estuvo donde la posterior
iglesia, y aun la planta misma de ésta será la que diseñó Jean
le Masson por orden de su señor.
En cambio sólo conjeturas podemos hacer para acercarnos al
emplazamiento de Richerocque. Inútil la toponimia; casi igual las
-^ Su carácter normando y su persistencia en Canarias ha sido puesto de relieve
por Mig;uel Tarquis en conferencias (Instituto de Estudios Canarios, curso de
Santa Cruz, en 1953) y en trabajo presentado a la Real Sociedad Económica de Tenerife,
La Lagfuna, premiado por ésta y que permanece todavía inédito. Además,
la base de la torre está cubierta con bóvedas nervadas, y otros elementos gfóticos
se aprecian en las basas de las columnas, arco triunfal, etc.
2* Cf. B. BoNNET, Notas sobre algunos templos e imágenes sagradas de Lan-zarote
g Fuerteventura, RHL, VIII, 1942, páys. 183-197; y S. JIMÉNEZ SÁNCHEZ, La
Virgen de la Peña y sa Santuario de Vega de Rio Palmas, en la isla de Fuerte-ventura,
Las PalmaSi'-Faycán, 1953.
t
[13] 521
referencias de la crónica, salvo en sentido negativo; insufícientes
las exploraciones directas en el país. Y, no obstante, su situación
sobre una fuente viva, esto es, un manantial espontáneo —tan escasos
éstos en Fuerteventura— y su posición a una legua de un
puerto practicable, parece que deberían ser elennentos suficientes
para un hallazgo. Las torres posteriores que se han levantado en
la isla se han hecho junto a algún puerto o cala, ya para estorbar
su uso por un invasor hostil, ya para garantizarlo como refugio, y,
parece, deberia bastar identificar las ruinas de algún castillo en el
interior para dar con el nuestro.
Claro que hay que evitar confundir los restos de Rico Roque
con aquellos «plus fors chastiaulx qu'on puisse trouuer nulle part»,
de que nos hablan los capellanes de Béthencourt refiriéndose a
obras dé los nativos. Acaso sean de éstos los castillos o torres de
Lara, que son conocidos de las gentes y consignados en el mapa del
Instituto Geográfico, poco al S. de Betancuria. Son obra antigua,
mucho más que las torres costeras, pues existían y fueron visitados
por Alonso Fernández de Lugo en 1503, cuando se posesionó de
la isla en nombre de su pupilo Guillen Peraza. Eran obra cubierta,
pues el Adelantado hizo salir a los que los ocupaban y entró y salió
él de una torre media caída de ellos.^' Pero desgaciadamente
no conocemos ni tenemos referencia de qué clase de obra es la
que hoy lleva todavía ese nombre, ni si existe fuente y otras condiciones
necesarias. Por lo demás su situación es demasiado vecina
a la villa de Betancuria, pues aunque ambos castillos no parece
que estuviesen muy lejos, por el contexto del Canarien, tampoco
podían estar a la vista uno de otro, ya que no podían ampararse o
vigilarse mutuamente. Olivia Stone, tan citada,"" pone las ruinas de
"f' «Llesró a una torre que estaba parte de ella derribada, que se llama la Torre
de Lara, e luego entró dentro de ella... e mandó a ciertas personas que dentro de
la dicha torre estaban que saliesen fuera de ella». Mayorazg^o de Doña Inés Peraza
en Reformación del Repartimiento de Tenerife, «Fontes Rerum Canariarum», VI,
pág'ina 169.
»8 «Above, also on the left bank, about a kmtre. from the Villa, are a few
vestiges of the castle of Val Tarajal, in wich Gadifer shut himself up when he and
Béthencourt were falling out over his reward». OLIVIA STONE, cit., II, pájfs. 379-80,
hablando de Rio Palmas.
522 [14]
Val Tarajal no en la villa, como rectamente dice el Canarien, sino
a un kilómetro de ella, en la orilla izquierda del Río Palmas, acaso
en estos Castillos de Lara, que en tal punto se hallan, aproximadamente.
De ser,estas ruinas las de Rico Roque, o de buscarle, en todo
caso, en esta misma comarca, donde la fragfosidad de las montañas
y la relativa abundancia de aguas hacen más verosímiles las circunstancias
dadas por la crónica, el puerto o cala distante una legua,
también saqueado por los indígenas en su reacción de octubre
de 1404, tendría que ser el Puerto de la Peña, cerca de la boca de
dicho Río Palmas. Nos dice nuestro amigo el Comisario de Excavaciones
Arqueológicas don Sebastián Jiméner Sánchez que el
puerto no tiene malas condiciones para este supuesto y que además
el nombre de Puerto de los Jardines que le da la crónica no puede
casar con otro alguno de la isla sino éste. Una fotografía del
inmediato barranco de Ajui, donde un caudal de agua corre sombreado
por palmas, tarajales, cañas y ñameras, la reproducimos
por merced de nuestro amigo. Desgraciadamente no hay que olvidar
que no es rara la arbitrariedad en los nombres de lugar. El
mismo Richerocque parece una «vantardisse», a las que Béthencourt
tal vez era propenso, como sugiere también el nombre de Rubi-cón,
de su primer castillo lanzaroteño.
En fin, de otra fortificación antigua teníamos indicio dentro
de esta isla. En la nomenclatura que hemos copiado del mapa de
Leonardo Torriani figura ya un Barranco de la Torre, que todavía
hoy lleva este nombre, sin que hasta hace poco quedase otro género
de noticia de la torre que en algún tiempo dio lugar a que se
le denominase así. También Jiménez Sánchez ha sido quien ha despejado
esta incógnita, hace ya algunos años. Nos escribía este
amigo en setiembre de 1945: «He descubierto soterrada una antiquísima
torre-fortaleza, precisamente en el llamado Barranco de la
Torre». En el diario «Falange» de Las Palmas de Gran Canaria,
número del 14 del mismo mes, daba noticia pública de su hallazgo,
verdaderamente excepcional por su carácter y publicaba un plano
que ahora, junto con un dibujo, podemos reproducir del original,
gracias al autor. Un amplio extracto de su trabajo vamos a copiar
aquí, pues no ha salido todavía de las columnas de la prensa diaria,
[15] 523
y por tanto es escasa su difusión entre los historiadores, en relación
a su subido interés.
Dice Jiménez Sánchez: «Descubrimos en los altos de un dilatado
tablero colindante al Barranco de la Torre... un monumento
excepcional, soterrado y desconocido... una torre-fortaleza que estimamos
ser de comienzos del siglo XV. Ello fue sin duda alguna
uno de los tantos reductos que en sus avanzadas y en sus distintas
invasiones a la entonces llamada isla de Erbania hizo levantar Juan
de Béthencourt. Esta torre-fortaleza nos trae el recuerdo... de aquellos
otros primeros fuertes de Rico Roque y de Baltarahayz o Val
Tarajal erigidos por los franco-normandos...» Pasa luego a describir
el hallazgo y dice a grandes rasgos:
«Se trata de una torre de planta circular, un tanto defectuosa
e irregular, achatada a juzgar por los detalles, forma ésta que parece
responder a una estrategia eficiente que disimula su emplazamiento.
Dada la factura del material empleado, piedra seca, y lo
tosco de su contrucción, creemos que esta torre fue edificada, como
ya se ve, en el poblado ciclópeo del Junquillo sobre las ruinas
de aquél, aprovechando alguna grande construcción o fortaleza de
los majoreros, amplifícada y adaptada a las necesidades del invasor.
Esta torre-fortaleza presenta, una vez limpia, una escalera de
piedra para descender a su interior, el que a su vez ofrece un recinto
circular irregular con doce huecos, nidos o depósitos para el
material bélico, sobre los cuales se alzaban otras tantas mirillas al
poniente, en disposición de abanico, para los puestos de los arqueros
y ballesteros; otras dependencias con entrada al exterior completan
este curioso e interesante torreón militar. En el interior del
mismo, que aparece sin techo, hemos recogido trozos de vigas
muy carbonizadas, cenizas y carbón abundante, una moneda muy
deteriorada (que tenemos en estudio), trocito de otra moneda, hebillas
y botones metálicos, un platito de metal amarillo, punta de
pica, punta de puñal y de estoque, empuñaduras de sables y de puñal,
clavos, trozos de herradura y varios pedazos de hierro de uso
desconocido. También recogiéronse fragmentos de cerámica esmaltada
color verde (en tres tonaKdades), amarillo, grisáceo y achocolatado,
correspondientes a cerámica del levante españolt cuya
presencia no es otra que la justificación de las relaciones comer-
524 [16]
cíales que en los siglos XIV y XV mantuvieron con loa aborígenes
los mallorquines, andaluces, aragoneses, vizcaínos, etc., aparte de
constituir también los indiscutibles vestigios de las vasijas usadas
por los invasores franco-normandos moradores de la mentada torre.
Planta de la Torre-Fortaleza del Barranco de la Torre, en Rosita del Vicario, Junquillo
(Fuerteventura): a, escalera; b, dependencia; c, escalera; d, e, f, g, h, i, j , k,
1, m, n, nidos o puestos de arqueros y ballesteros; ñ, dependencias; o, p, q, dependencias;
r, murallón central para sostén del techo; s, asiento; t, escalera; u, asiento;
V, pequeño foso; x, plazoleta; y, entrada a dependencia, tapiada; z, muralla exterior.
Todo este material metálico, que aparece muy oxidado, lo hemos
encontrado mezclado con abundantísimos vestigios de la población
indígena majorera, como son concheros, caracoles perforados, hueso
taladrado en su centro, cuchillos, hachas y bruñidores de piedra.
[17] 525
trozos de cerámica abundante y muy decorada con incisiones a
base de líneas verticales, inclinadas formando ángulo, espiguillas,
punteados, etc.; tacita, trozos de platos, etc.»
Termina Jiménez Sánchez resaltando que el descubrimiento,
sensacional por su falta de precedentes, nos muestra el contacto
espontáneo de las dos culturas, la del pueblo invasor y la del invadido,
lo que ha atraído los comentarios de los estudiosos.^' Desgraciadamente
la publicación sistemática de la estación y de su
ajuar se ha demorado y tenemos que atenernos a esa referencia de
conjunto y a los gráficos que hoy la acompañan en estas páginas.
El estudio de ese ajuar acaso permitiría hallar fecha fundada para
Vista interior de la torre del Barranco de este nombre, con los nidos o casillas
el momento de abandono de la torre, quién sabe si más reciente
de lo que imagina el autor de su hallazgo; de otro lado la cerámica
peninsular seguramente no es tan antigua y podríamos datarla
mejor en el siglo XVI, especies andaluzas. Pero nada puede aventurarse
sin estudio particular de un material que ni siquiera hemos
visto fotografiado.. De todas maneras resulta difícil explicarse claramente
el caso de esta torre. La crónica betancuriana es suficientemente
detallada para que no quepa, sin menosprecio de ella, la hipótesis
de otros establecimientos fijos simultáneos a los dos que
menciona. Si nos atenemos a su texto —y no tenemos otro en que
=' S. JiMÍNEZ SÁNCHEZ, Crónica arqueológica. Exploraciones y excavacionet en
las islas de Fuerteventura y Lanzarote, <Falangfe>, Las Palmas, 14 de setiembre de
1945. En carta el autor nos precisó que la torre tiene unos 12 metros de diámetro.
526 [18]
apoyarnos— no hubo otros puntos fuertes que estos dos; y si, como
vamos a ver, las características del fuerte del Baranco de la Torre
parecen hacer imposible identificarlo con ninguno de los dos de la
crónica, nuestra desorientación es mayor. Recordemos: Richeroc-que
estaba en la pendiente de una gran montaña, sobre una fuente
viva, a una legua de la mar; la Torre muestra sus restos (en los
que sólo faltan, al parecer, las partes superiores) en lo alto de un tablero
o terraza fluvial, no tiene ninguna fuente inmediata —nos dice
su inventor— y vendrá a estar, eso sí, a una legua de la boca del
barranco, algo más de Caleta de Fustes al N. de ella o de Pozo
Negro al S.^- Tampoco en realidad puede asegurarse la falta de
fuente viva: en el mapa del Instituto Geográfico, tantas veces citado,
se señalan dos no lejanas: Fuente de los Terrájales (sic) y Fuente
de las Ovejas. En fin, si la discrepancia en la posición en la
montaña pudiese explicarse por vaguedad o error en la crónica,
cabría admitir que nos hallamos ante los restos de Rico Roque,
aunque el nombre mismo sugiere alguna cosa más roqueña. Y, de
no serlo, debemos admitir una obra fuerte posterior, del tiempo de
Maciot y los Casaus, pero no tan tardía que las tradiciones indígenas
hayan dejado de influir en la técnica constructiva y otros detalles.
Pero, ¿qué pretendió esta obra en el interior de la tierra,
cuando ya sólo del mar podían proceder los enemigos? Preferimos
no conjeturarlo. £1 mismo mapa indica inmediata y a la derecha
de la boca del barranco una construcción que llama La Torre. Allí
estuvimos en 1942 y nada vimos que sugiriese fortaleza y apenas
lugar habitado.
Y, en fin, puestos ya a divagar libremente, serán muchos más
los lugares de la isla en los que podría ubicarse nuestro perdido
castillo: entre tantos otros, junto a Tefía, al N. del Valle de Santa
'* Jiménez Sánchez localiza su hallazgo diciendo que está en Rosita del Vicario,
en Junquillo; no aparece este término en el mapa topográfico, pero sí, junto
a nuestro barranco, una Finca del Vicario, que será la misma Rosita —voz derivada
de Rosa, esto es, 'roza', 'roturación', que en Fuerteventura ha sufrido cambio semántico
viniendo a valer 'tierra labrantía', 'finca'. Junto a ella el mapa referido confina
unos cercados a los que llama Corrales de la Torre; por ahí estará nuestra
ruina arqueológica.
[19] 527
Inés, hay una esbelta montaña que se eleva 200 metros sobre el
llano, con una fuente a su falda y a una legua justa de la mar, en la
que hay pequeñas caletas. Montaña Cardones ofrecería circunstancias
análogas. Pero, ¿quién podría probar nada? Richerocque no estuvo
en Puerto del Tostón, como se ha admitido ligeramente; pero
no podemos hallar su verdadero emplazamiento.