Las «Islas Afortunadas» en Plinio
por JUAN ÁLVAREZ DELGADO
Hace tiempo que preiparamas un trabajo sobre las Canariarum Fontes
Antiqui, comprenisivo de todos los textos clásicos relativos a Canarias co-
•menitados críticaanente.
Aplazaida la publicación de ese esitudio por múltiples circunsctancias,
veniímos tropezando en otras publicaciones con dificultades de exposición,
por no haiber hedho públicas nuesitras idea» de esos estudios. Para que
sirva de punto de referencia a trabajos próximos a ver la luz, vamos a
adlelantaír en Revista de Historia un avance «oibre el tan estudiado y discutido,
y por ello miismo tal vez más difícil y complicado, texto de Plinio
relativo a las islas diel Atlántico.
1.—EiStado del problema
Entre nuestras antigruos historiadores, los primeros que se plantearon
el problema de la identificación de las Islas Canarias con las Afortunadas
de Plinio están, a lo que s^aibemos, Leonardo Torriani (hacia 1590) y
Flray Juan de Abreu Galindio (hacia 1632).
A ellos hay que añadir Lucio Marineo Sículo, citado como fuente informativa
tanto por Torriani (pg. 74) como por Abreu Galindo (pg. 9).
Trais éstos, sin contaír los comentadores extra-regionales del escritor
latino, casi todos los cronistas y geógrafos de Canarias han tratado de interpretar
ios textos de Plinio haciendo la identificaoión de cada una de las
islas con sus referencias. Otros, en cambio, han dado por ininteligible y
capriohosia, cuando no fantástica, la informaciqn pliniama, que súpome
hacinamiento de datos contradictorios y falsos. Mucho han contribuido a
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este caías las contradictarias opánianies de nuestros cronistas, que recogió
detalladaimente el Dr. Chil y Naranjo en el tomo I de sus Estudios Hií/-
tóricos... (pg. 205), a los que habrá que añadir por lo menas los de algunas
escritores modernos, como los Drs. Heramann y MüUer, citados pai
el Dr. Wólfel en su ediición del Torriani (pg. 49, nota), y la de Aindré
Berthelot en L'Afrique Saharienne ct Soudanaise (París, 1927, pg. 294).
Varios historiadores de Canarias y de Geografía antigua han oonisdde-nado
totalmente estéril, ingrato e inútil c-sforzanse en situar y explicar
las informaciotnes plinianas, o hallar la verdad que pudiera estar oculta
entre el informe montón de datos de su texto actuai.
Esa misma angustia ha pesado muchas veces en nuestro ánimo al intentar
la realización del trabajo enojoso y problemático de las fuentes
antiguas de Canarias.
Pero si a un historiador bastara hacer resaltar en el texto de Pliinio, o
de otro escritor antiguo cualquiera, los datos impasibles o las contradicciones
graves, paira darlo de lado y despreciarlo como espúreo o falso,
©S.0 no está permitido al filólogo. Este tiene que buscar el original y las
fuentes de la información del texto del escritor clásioo, y tiene que explicar
los errores de un escritor, como Plinio, que se ciñe a ser mero oom-pilador.
Y esto tratamos de realizar nosotros. No podemos limiitarnos a decir
que la fantaisía de un novelador de viajes forjó el texto pliniano, sino que
precisamios comentar el texto ínteigramente, señalando qué referencias' tomó
Plinio a fuentes anteriores, qué datos tomó a la información verbal
cantemporánea, y qué es lo verdadero, o lo arbitrario y falso de sus referencias,
intentando hallarles la justificación psicalógica o histórica.
Y confiamos que nuestra interpretación pliniana, desde el punto de
vista filológico, llegará a servir también y a explicarlo desde el punto de
vista histórico.
2.—La técnica de Plinio y su verdad histórica
Es harto salbido que Plinio no es un geógrafo viajero, sino un copilador
de fichas, recogidas en variadas lectura» de distinta valía documental
y científica y cuya importancia, valor y garantía depende puramente
de las de esas fuentes utilizadas. Como advierte muy juiciosamente An-dré
Berthelot en su obra antes citada (pg. 262) esas datos, fichas o infor-
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maoionea plinianiaa, que a •veces no ooncuerdan bien, por no haber sido
previam«nite reajustaidos por el escritor, han de ser leídos separadamente.
Toda vez que Plinio no estuvo en Canarias, se liimitó, en isuis referencias
relativas a las islas del Océano Atlántico, a hacinar las informaciones,
sin poder disoriiminar bien los datos y sin armonizarlos previamente,
por desconocimiento personal de la g'eografía de la zona.
Por otra parte, Plinio no ejerce casi nunca crítica sobre las referencias
de sus fuentes, limitándose a extractarlas o copiarlas. Y, ®in embargro, en
el texto que luego trascribimos consigna reiiteradamenite la oscuridad,
dudas y conitradicciones de las informaciones que él tenía a mano. Eso
demuestra que no se trata de invención fantástica de un viajero novelista,
sino de referencias no coincidentes, que PHnio, por desconocimiento
de la realidad geográfica y de los recursos de sus fuentes, fué incapaz
de coordinar.
Además, en la interpretación de los textos de Plinio, éstos han sido
leídas e interpretados separadamente, y, lo que es más grave, independientemente
de otras fuentes contestes o derivadas de isus informadores,
con las que eis obligado ponerlo previamente de acuerdo, para su exégesis.
Para salvar estos escollos vamos a consignar seguidamente el texto
de Plinio, y su versión española hecha por nosotros con vistas a las notas
críticas siguientes. En él consignamos todo el texto pliniano relativo a las
Islas del África occidental, y establecemos por medio de la puntuación y
de siglas marginales una separación de las referencias compiladas (diríamos
mejor fichas agrupadas), que de seguro facilitará el examen y
asegurará la interpretación y estudio que hacemos para fijar nuestros
puntos de vista.
3.—Texto de Plinio
AJ terminar Plinio en su Historia Natural el estudio del África Continental,
pasa a hacer una especie de periplo insular del África; y al llegar
a la Isla Cerne del Océano Indico, que se identifica con la actual Ma-dagascar,
cita a su homónima del Océano Atlántico e islas cercanas, con
las siguientes palabras (Hist. Nat. VI, 31,199 y sigts.):
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Mapa de los lugares a que hace referencia Plinio
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A Polybiuis in extrema Mauretania contra imontem Atlantem Polibio
a teirra stadiia VIII aibesse prodiidit Cernen; Nepos Corne-lius
ex adverso máxime Carthaginis a continenite passus Nepote
M, non ampliorem circuitu II milibus.
B Traditur et alia Ínsula oantra Montem Atlantem et ispa
Atlantis appellata. ¿Platón?
C Ab ea quinqué diierum navigatione solitudines ad Aetiopas
Hesperios et pramuntorium, quod vocavimus Hesperu ceras,
inide primum ciircumagente se terrarum fronte in ¿Nepote?
occ3asuim ac mare Atlanticum.
D Contra hoc quoque promontorium Gorgades insulae nar-rantur,
Gorgonum quondam domuis, ibidui navigatione distantes
a continente, ut bradit Xenop'hon Lampsacenus. Jenofonte
Penetravit in eais Hanno Poenorum imperator, prodidit-que
hirta feminaruim corpora, viros pernicitate evassisse: Hannón
duarumque Gorgonuim cutes argumenti et miraculi gratia
in lunonis templo posuit, spectatas usque in Carthaginem
capta m.
B Ultra has etia.mnum duae Hesperidum insulae niarrantur.
F Adeoque xmmia, circa haec iTicerta sunt ut Statiu» Sebosois Seboso
a Gorgonuim insulis praenavigutione Atlantis dierum XL
ad Hesperidtuim Ínsulas cursum prodiderit, ab iis ad Héspera
ceras unius.
G Nec Mauretaniae inisuilaroim certior fama est.
H Pauoas modo oonstat esse ex adverso Autololum a luba
repertas, in quibus Gaetulioam purpuram tingere insti-tuerat.
I Sunt qui ultra eas Fortunatas putant esse quasdamque
ajias: quarum numero idem Sebosus etiam spatia oom-plexuis,
lunoniam albesse a Gadibus DCCL milia passuum
tradlit;
J ab iis (abesse, por aib ea) tantumdem ad occasum versus Id.
Pluvialiam Oaprariamque: in Pluvialia non esse aquam
nisi ex irabribuis;
K ab üs CCL milia passuum Fortunatas contra laevam Mau- Id.
retaniae ¡n VIIII horaim solí»:
Juba
Seboso
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A Ccnsignó Polibio que Cerne «e ©ncuentra al fin de Mauritania, frente
al monte Atlas, distante ocho estadios de tierra; y Oomelio Nepote
que está en el punto más opuesto a Cartago, a una milla del Conti-ncTite,
con un circuito de menos de dos millas.
B Tamibién se habla de otra isla frente al monte Atlas, llamada asimismo
Atlánitida.
C En una distancia de cinco días de navegación hay desiertos desde
aquella isla hasta los Negros de Occidente y el promontorio que 11a-jitaanos
Galbo d'el Poniente, punto desde el cual la costa de tierra firme
emipieza a doblarse hacia el Poniente y el Mar Atlántico.
D AsimiiSimo se citan frente a este cabo las Islajs Górgadte, en otro tiempo
mansión de las Gorgonas, y distantes del Gontinente dos diae de
navegación, al decir de Jenofonte de Lámpsaco. El general cartaginés
Hannón penetró en ellas y cuenta que las mujeres tenían el cuerpo
velludo, y los 'hombres se les escaparon por su aigilidad de pies;
y como prueiba y curiosidad ofrendó a Juno en su templo dos pioles
de Gorgonas, que se vieron en él hasta la caída dé Cartago.
B Más lejos de éstas se citan tamibión aquí las dos islas dte las Hespé-rides.
F Pero todo lo relativo a esto es de tal manera dudoso, que Estacio Se-iboso
ha evaluado la distancia entre las Gór^odlás y las Hepérides en
cuairenita díaa de navegaeión, viajando frente y a lo largo del Atlas,
y en una sola jornada de viaje la distancia dfe aquellas islas al Cabo
del Poniente.
G Tampoco ison más seguras las noticias de las islas de Mauritania.
H Sólo se iSiabe cierto que unas pocas están frente a los Autololes, haliados
por Juba, en las cuales había establecido el teñido dte la púrpura
igetúlica.
1 Hay quienes piensan que más allá de éstas (Puxipuirarias), es;tán las
Afortunadas y algunas otras; y entre éstas' ©1 mismo Seboso, marcando
las distancias, dice que Junonda dista dte Cádiz 750 millas.
J Otro tanto disiban más al ocaso Pluviailda y Capraria, y en Pluvialia no
hay otra aigua que la de lluvia.
K A 250 millas de éstas, frente a la margen izquierda de la Mauritania,
hacia la hora nona del Sol (Suiroeste), se encuentran las Afortunada
»;
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L vocari Canvallem a convexitate et Planiariam a specie: Seboso
Convallis circuituim CCC milia passuum; auborum ibi pro-ceritptem
,ad CXIV pedes adolescere.
M luba d* Fortunatis ita inquisivit: sub meridie quoque po- Juba
sitas esse prope occasum, a Purpurariis DCXXV milla
pasiauum, sic ut CCL supra oocasum navig'etur: deinide
per CCCLXXV milia passuum ortuB petatur;
N primam vacarí Ombrion nullia aedlflciorum vestigils: ha- Id.
bere in montibuis stagnum, arboree símiles ferulae, ex
quibuis aqua -exprimatur, ex niigris amara, ex candldiori-bu'S
potui iucunda;
O alteram Inisulam lunicwiiam appellari, im ea 'Ey^diculam esse Id.
tantum lapide exstructam;
P ab ea in vicino eodem nomine minorem; Id.
Q deinde Caprariam lacertis grandibus refertam; Id.
R in conapeotu earum essie Nivariam, quae hoc nomen acre- Id.
pit a perpetua nive, nebuloaam;
S proximam el Camariam vooari a multltudine canum ingen- Id.
tis magnitudinis, ex quibus perduoti «unt lubae dúo; appa-rentque
ibi vestigia aediificiorum.
T Cum autem omnes copia pomorum et avium omnis igeneris Id.
•abundent, hanc et palmetis laryotas ferentibus, ac nuce
pinea aibundare; esse oopiam et .mellis; papyrum quoque
et siluros in amnibus gigni; infestari eas belluis, quae
expellantur aasidue, putrescentibus.
L las cuales se llaman Conva:lli® por su convexidad y Plamaria por su
aspecto; siendo el circuito de Convalliis de 80O millas. Allí ise eleva^n
los árboles hasta una altura de 114 pies.
M Juba expuso así sus descubrimientos sobre las Afortunadas. Se hallan
situada hacia el Sur y casi al PonieTite, distando de las Purpurarías
625 millas; pero de modio que se navegue 250 millas hacia el
Norte-Poniente y luegro se viaje en dirección Naciente a lo largo de
875 millas.
N La primera isla se llama Omibrios, sin huellas de habitación, que tiene
en las montañas un estanque y áriboles semejante a la férula, de
los cuales se extrae agua, aimarg^a de los negros y agradable al gusto
de los blancos.
O La segunda isla se llama Junonia y en ella sólo hay UTI pequeño tem-plo
ea-iígido en piedra.
P Cercana a esita hay otra isla del mismo nombre pero menor.
Q Luego está Capraria, llena de grandes lagartos.
R A la vista de ellas está Nivaria, cubierta siempre d'e nieblas y que tomó
su nortlbre de las nieves perpetuas.
S Muy cerca a ésta está Canajria, así llamada por la muchedumbre de
perros de gran tamaño, de los que se llevaron dos a Juiba; y en la
que hay muestras de ediificio®.
T Abundando todas las islas en mudhos áirboles frutales y aves de toda
clase, esta produce muchas palmas datilíferas, y piñones, y tiene
abundancia de mieles. En los regatos se crían el papiro y los siluros,
y se hallan infestadas por los animales en putrefacciómi, que continuamente
eon arrojados a ellas.
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4.—Eilementos del texto pliniano
La lectura del texto precedemte nos confirma en lais Ideas expuestas,
de que Plinio amontonó cuántas informaciones tenía a mano sobre las
isilas aitlániticafi.
Paira hacer luz en medio de ese montón de fragmentos o referenciais
de diversa procediencia, reuniiremos sus distintas elementos en los grupos
más oaracterísticos, que podemos condensar en cuatro.
Primer grupo: Juba: el periplo de los emisarios del Rey Juba, que
oomprende dos .grupos de islas: a) Purpurairias y b) Afoirtunadas (párrafos
H y del M al S).
Segundo grupo: Estacio Seboso: Periplo o informaciones náutioas
logradas por Seboso, que comprenden: a) Górgadas y Hesipérides (párrafo
F) y b) Afortunadas y otras (páimafas I al K).
Tercer grupo: Informaciones sueltas de Hisfloriadores y geógrafos
veraces: Polibio, Nepote, Jenofonte de Lámpsaoo, y Hann^n (pánrafois
A y D).
Cuarto grupo: Referencias orales, fabulosas o falseadas, muchas ve-<
ees con un fondo de verdad geográfica, o mezcladas con informacionies
de fuentes auténticas (párrafo» B, E, C y T).
Así, perfeotaimente diferenciados, estudiaremos el valor singular de
cada uno de los elementos agrupados por Plinio, para juzgar de la
exactitud (geográfica del naturalista romano y descubrir Jos verdaderos
conocimientos que de la. geografía insular atlántica se poseía en la
época.
5.—Juba: sus informaciones y su veracidad
Empezamos por esta parte del relato pliniano, porque el mismo Plinio,
que formula sus dudas (párrafo G) sobre las informaciones que posee
relativas a las islas del Atlántico cercanas a Mauritania, concede la
mayor certidumbre (párrafo H) a los datos conisignados por Juba, el mejor
monarca historiador, como lo llamó Plutarco. Este Juba II, hijo del
rey de Numidáa, Julba I, del que tenemos un retrato en su busto del Museo
del Louvre, se educó en Roma en la cultura greco-romana (más grie-igia
que romana) desde los cinco años de edad. Dióisele el año 25 a. J. C. el
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reino de MauritaTíia, vacante por muerte de Boccíhus, con el enoargo die
favorecer Jas ooloniiae y someter a los aain rebeldes haibitantes.
Había casado el año 30 con Cleopatra, hija de la famosa Cleopatra y
del triunviro Antondo, y viudo de ésta el año 5 a. J. C, casó luego can
Glaphicra, la bella e intrigante ihija del rey de Capadocia, viuda de un hijo
de Herodies de Judea.
Estas circunstancias de su vida lo pusieron a él, númida y púnico
por raaa, ©n contacto con muchos pueblos y civilizaciones: griep'os, romanos,
egipcios, orientales; y educado en Roma en tod^as las ciencias y
las letras y las artes, leyó cuanto cayó en su mano, y se dedicó a •sea',
como aquellos enciclopediistas sais contemporáneos autores de miles de
tratados, historiador, geógrafo y naturalista, gramático, crítico de arte y
hasta poeta. Hizo de lol Caesarea (hoy Chercihell), su primera capital, y
de Volulbilis, su segunda capital, centras de cultura notables por sus ibi-iblioteoas,
monumentos y residencias ¡señoriales. Se rodeó de múltiples y
excelentes oolaiboradores, como su fajmoso médico Euforbio.
Hacinó en sus libros (por un procedimiento parecido al de Plinio)
cuantas oonocimientas y datos había en su® múltiiples lecturas, sin una
crítica isevera, y, siguiendio el gusto de la literatura gi'iega contemporá-itea,
con predominio de las referencias misceláneas y los datos ie hechos
o cosas "majravillosas".
De los libros de Juba, perdidos totalmente, y sólo conservados más o
memas extensamente en los fragmentos» y citas dé escritores posteriores,
como Hinio y Plutarco, que le deiben gran parte de sus' referencia» geográficas
y naturaleis, saibemos que escribió: una Historia de Roma; un
tratado de ¡instituciones griegas y romanáis; un escrito sobre Arabia, por
indicación de César, que quiso hacer allá una expedición; otro «obre Asiría;
otro «abre Libia; un estudio sobre el teatro; otro sobre pintura; otro
sobre las causas de la oarnipción dtel igriego, y otro soibre él euforbio
descubierto por su médico.
Su tarea política y económica es impartanite, tanto en las relaciones
comeroiales con Gades, Cartagena y Tarragona, principailmente, dé España,
y en menor escala con Mairaella y con Italia, cuanto en la expedicióm
a las Mas del Atlántico (Oanariais), para establecer las tintorerías en las
I*uiripurarias y «TI Ja extensión de loa conocimientos geográficos de JaiS
Afortunadiaa y de la Mauritania.
Estos datos, que puedien hallar confirmado® nuestros lectoires en, tra-
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tados amplios d« literatura clásica, o en estudias sobre Mauritania como
los de Gsell, Oarcopino, eitc., nos pruiebam que sólo son de primera mamo,
o información directa y exclusiva suya, las informacioneis de Juba rela-tivais
a las Purpurarías y las Afortunadas; es decir, el texto pliniano que
eatudiamos, al que justamente el naturalista Plinio concedió la máxima
veracidad.
Juba mandó sai expedición, estableció lias tintorerías en las Puirpura-rias,
y reconoció por medio de s-us emisarios las islas Afoortunadas; la
síntesis o extracto ée las refetrencias que los miarinos de Juba le hicieron
la resiumió Pliniio de la oibra del monarca mauritano, que tenía a la vista.
Pero nos conviene precisar el ambiente náutico de estos informadores,
para aclarar ciertas dudas posibles.
De nuestro estudio general de las Canariarum Fontes Antiqui se observa
que por regla general las informaciones de las islas atlánticas, no
de los islotes costeros del África, proceden siempre dte lo que podemos
llamar "mariina atlántica": focos de navegación, perpetuadores de procedimientos
y aventuras marinas, que situamos en Cádiz y Tánger, herederos
de la thalaseocracia de Tartessos, o navegantes de más acá de las
Columnas.
Nosotros admitimos como cierta la idea lumimosa dfe André Berthelot
{ob. nit. pg. 430). Los griegos y los fenicios son principal y casi exclusivamente
navegantes caboteíadiores; esto explica perfeotamente que ni
íHannón, ni Scylax, ni Eudoxo, navegantes a la igni«ga, hayan conocido
isla alguna fuera de las costeras. Hannón pasa frente al Cabo Juby, y no
alcanza a ver FHierteventura, que es la imás cercana al Continente de to-dias
las Mas Atlánticas. Esto prueba que las Góngadlas de Hannóin no
son las ialaa de Cabo Verde, sino las ialas Biasagóe.
En cambio, cuantos hablan de las Afortunadas o islas dé alta mar;
Juba, Seboso, Plutarco, etc., toman «us informaciones de marinos del estrecho
gaditano.
¿Ea que esos marinos de fuera del estrecho poseían métodos, conocimientos
o experimentación náutica especial para navegación de alta mar?
i O, por el contrario, la necesidad de navegar fuera del cabo de San Vicente
los llevó, arrastrados por la« corrientes o por las brisas norteñas,
a través d«l Océano hasta las iislas alejadas de las costa» africanas, y así
aprendieron su ruta? Es difícil decidirlo. Pero el hecho es innegable: los
marinos gaditanos conocieron en diversas época® las Canarias, y los na-
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vagantes feno4ielénicos, caiboteadores, no llegaron a conocer a Fuerte-ventura.
6.—Las Purpurarlas de Juba
En el párrafo H habla Plinio de las Purpuraríais donde Juba estableció
euis industrias del teñido de la púrpura g«túlica.
Nosotros, contra el parecer de Leopoldo de Bucih, de Stephan Gsell en
su magnífica Histoire ancienne de l'Afriquc du Nord (tomo VIII, página
333), y de Mrs. David y Heirbeirt en La pourpre de Gélulic (en Ues-péris,
1938, 12 trimestre) idíentificamos las islas Purpuraríais de Plinio-
Juba, con el grupo oriental d€ las Islas Canarias, integrado por Langarote,
Fuertevenitura y los islotes mayares (Aleigranza, Graciosa y Lobos,
por lo menos), oomo demoatraremos en un estudio próximo a ver la Juz
sobre la púrpura en Canarias.
Algunos autores han creído que aplicando aqu€l diato de las Purpura-rias
a los islotes de Mogador quedaba resuelto el problema de las Afortunadas
de Plinio. Pero en tal hipótesiis sobra una isla, porque las Afortunadas
de Juba, como veremos, son seis; y las grandes islas del archi
piélago de Canarias, sin contar los islotes, son siete, lampooo resuelve u.
problema suponer que se trata sólo de una isla Purpuraria, porque Jubu
habla de varias, y la asignaoióin en singular de uno, Purpuraria es falsificación
posterior de los imitadores o copiadores de Plinio.
Efectivamente, Juba, según Plinio, reconoció no una Purpuraria, ni
dos Purpurarías, como es frecuente hallar consignado en los tratud s-u:
sino paucas situadas frente a los Autololes. "> queremos recalcar C.UL .
lomeo sitúa los Auiolola en la latitud de los iO grados, p:recisv;,n!e.i.-
misma que asigna a la isla de Tenerife (Ninguaria), y muy lejois .o ..i
gador, que él sitúa a los 29 grados, con lo.s errores conocidos de su s.o
grafía matemática.
Esa frase de. Plinio-Juba: pelucas viado conslat rssc ex lulv.s > .1;/
loluní "sólo se sabe que unas pnms están situndas frente a los ' Ü.,
les", os una expresión que holgadamente comprende, además de Lani'.a.u
te y Fuerteventura, algunos de los islotes, como hemos consignado.
Es preciso tener muy en cuenta, pájra lo que luego indicamos, !,ue esi
nombre de Purpurarías fué impuesto por Juba, porque antes de establecer
en ellas sus industrias tintoreras no podían haber logrado a<|uel nom
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bre. Y como su expedición <l«ibe ser muy posterior al año 25 antes de Cristo,
en que comenzó a ineiniar, poseemo» un lerminus puní quctn para ila
generalización de este nombre.
Plinio habla de repurlas, como si fu«ran islas descubiertas; pero tales
islas, en cualquier hipótesis, pudieron haber sido conocidas y designadas
con otro nombre por navegantes y viajeros anterioras. Otra repetición
del fenómeno con el nombre de "islas recientemente encontradas" vemos
en los navegantes portugueses y genoveses del siglo XIV.
Esto parece plenamenite confirmado. Plutarco, en su vida de Serto-rio,
habla de dos islas (cap. 89), de que informaron a Sertorio unos mia-riiiios
de Cádiz, a las que habían llegado empujados por lo® vientos. Ija
fuente de Plutarco, como asegura Schulten (Fontes üispaniac Antiquac,
tomo IV), es Salustio, y aunque de éste fuera Posidonio, como quiere
Schulten o Polibio, todos viajaron por España y estuvieron en Cádiz y en
la coaita occidentai de África. Y como antes indicamos: debió ser Cádiz
la fuente universal de estas informaciones insulares atlánticas.
Sertorio y Salustio, los más modernos, son medio aiglo por lo menos
ainiterdorea a Juba, y los marinos que informaron a Sertorio llaman a esas
dos isJas "Atlánticas" y habitadas por "los afortunados".
En nuestro estudio particular del texto de Plutarco demostraremos
cumplidamente que esas islas de Sertorio son Lanzarote y Fuerteventura,
y no el archipiélago de Madera, como suponen Schulten y otros; pero
adelantaremos una razón fundamental: las distancias señaladas por Salustio,
las circunstancias atmosféricas y de alimentación y el estar habitadas
se conforman con las Canarias, y de ning^ún modo con Madera y
Porto Santo.
Tenemos, pues, confinmado que las islas Purpurarías son Lanzarote
y FHierteventura, las que antes eran conocidas con el nombre de Atlánticas,
y también llamadas d'' los Afortunados. Salustio tal vez diría For~
tunatae insulae, porque así las llama a propósito del Elysium, voz metida
en el texto de Plutarco a que aludimos (Cf. Schulten, ob. cit.).
7.—Las Afortunadas de Juba
Esta denominaoión de Islas Afortunadas fué conservada por Juba,
para otra» islas atlánticas, distintas de las Purpuirarias, y las que cita
con detalles como visitas por sus emiaiairios en una esipecie de periplo que
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de manera sintética o en extracto recodó Plinio en los párrafos M a S
de nuestro trascrito texto. Ese periplo de los emisairios de Juba comprende,
en nuestra opinión, el sector central y occiden'tal de las Islas Cana-irias.
El extracto de Plinio al relato de Juba, que en noiestra explicación parece
clara, exacta y verídica información geográfica de las islas atlánticas,
ha producido sin embargo enorme desconcierto y teorías muy contra-dictoriias
y fantásticas. Afortunadamente para nosotros la geoigrafía reaá
del archipiélago no permite salida fácil a tales fantasías.
El fundamento de las contradiccioneis entre nuestros cronistas, qjue
ya dijimos recogió el Dr. Chil Naranjo, parte en nuestra opinión de dos
errores. Primero, que en el relato de Juba hay una isla de más (excluidas
las Purpurarias: Lanzarote y Fuerteventura); o hay una isJa de menos
si se cuentan aquellas dos. El segrundo es suponer absurdo e ininteligible
cuanto dice Pliniio de la medida y orientación áe la navegación del
archipiélago en el periplo de Juiba.
En nuestra tesis veremos que ninguno de estos extremos tiene base
sólida y que el relato pliniano se acomoda a la geografía real de la zona.
Nosotros sentamos que no están incluidas Jas Purpurarlas, que aparecen
como grupo independiente, según el propio Juba, en el párrafo H. Pero
afirmamos, por el contrario, que entre las Afortunadas incluyó Juba la
Gran Salvaje (los islotes Pitón quedaron marginados como sin importancia
geográfica); y que esta Salvaje precisamente es la primera que cita
Juba en eJ grupo.
Sobre estas bases se entiende perfectamente el testimonio de Pliiiáo-
Juiba; resulta conforme con la tradición y otros textos contemporáneos
cuanto él dice de las islas Afortunadas, y queda perfectamente claro el
cómputo de las distancias interinsulares del periplo.
Aunque políticamente las Salvajes pertenecen a Portugal, geográficamente
se hallan mucho más cerca de las Cañaríais que die las islas de la
Madera, laa más cercanas por el Norte. Algunos escritores han visto esta
agrupación de las Salvajes con Canarias; baste citar a D. Pedro ae Olive,
quien en su Diccionario Estadlstico-AdministrnUvo de laff Islas Canarias
(Barcelona, 1S65, pg. 219), dice: "a este grupo [Canarias] deben referirse
las Metas Salvajes".
Por cons'iguiente, en muestra tesis, la identificación de las islas Afortunadas,
según el relato de Juba y Plinio, es la si^ruiente:
40
La 15 Ombrios (párrafo N) es la Gran Salvaje.
La 2^ Junonia (párraro O) ea la Isla de La Paüma, sin que podamos
precisar, sin el texto más amplio de Juba, si el aediculam lapide c'xslruc-tam
es el Idafe o lugar de adoración de que habla Abreu Galindo (o6. cit.
lib. 32, cap. 42, pig. 196), o un verdadero templo.
La 35 Junonia minor (párrafo P) es La Gomera; pues mirando desde
La PadiHia, la isia que aparece oomio más cercana, ab ea in vicino, es efectivamente
La Gomera.
La 45 Capraria (párrafo Q) es El Hierro, caraciterizada por sus grandes
lagartos del roque de Salmore.
La 55 Nivaria (párrafo R) es Tenerife, identificada por las nieves per-sisitentes
del Teide, y las nieblas y frecuente* masas de vapores die á|us
cumbres.
La 65 Canaria (párrafo S) es Gran Canaria, cercana a Tenerife, caracterizada
por sus perros, aus edificios y su abundancia de palmeras, pinos
y mieles.
En la identificación expuesta ise ve que coinciden nuestras apreciaciones
con la realidad geográfica y con las informaciones del propio Plinio
y otras fuentes sobre las islas. Veamos ahora cómo ,se conforma también
la orientación y distancias dadas por Plinio en el párrafo M de nuestra
versión.
La oirientación hacia el Sur y hacia el Poniente {sub mcridie prope
occasum) es la .misma situación suroeste respecto de Cádiz-Tánger, punto
de partida de la navegación atlántica en tiempos de Juba, que en el
párrafo K asigna Seboso a las Afortunadas, según el propio Plinio.
La distancia respecto de las Purpurarlas, que tantas dudas ha despertado,
resulta clara situando a Ombrios en la Gran Salvaje. Partiendo de
Lanzarote, en navegación hacia el Norte y el Poniente (supra oecasum
es distinto de occasum vcrsus) a unas 250 millas aproximadamente se
halla la Gran Salvaje. En el orden de las islas antes indicado del periplo
de Juba, hay que volver navegando hacia el Sur y hacia el Naciente, por
La Palma y las otras islas, hasta Gran Canaria. En este recorrido se alcanzan
fácilmente las 375 millas que consigna el periplio de Juba. Bsitas
dos cifras dan la distancia total (625 millas) de la circunnavegación de
las Afortunadas desde las Purpurarlas; que es siin duda alguna el texto
y el espíritu del viaje o Periplo dé los emisarios de Juba, que extractó
Plinio. Se ve, pues, aquí un dato, y una «oJución idéntica al pasaje de Es^
41
tacio Seboso, en relación con ]a distancia de las Górgada» a las Hespérd-des,
del párrafo F, y uní cambio de orientacidn hacia ©1 Poniente y el Naciente,
cuando en realidad es una navegación hacia el Suroeste, casa también
hecha en el periplo de Hannón (Andiré Berthelot, ob. cit. pg, 182).
8.—Las Afortunadas de Tolomeo
Una confirmación a lo dicho nos parece la serie de las Afortunadais
de Tolomieo, que a nuestro ver depende de Plinio más o memoa directamente,
aunque con alteraciones graves sin duda. Pueden verse las Afortunadas
de Toloimeo, con su situación geográfica, en A. Berthelot (ob. cit.
pg. 412).
Tolomeo tuvo que inspirarse en una fuente latina, porque da los nom-ibres
de cuatro islas en latín, y la otra es traducción del moimlbre ttatinio
Junonia de Plinio, quien a su vez lo vertió del griego de Juba. Es notable
que Tolomeo coloca las islas de Norte a Sur (confirmando nuestro punto
de vista de la identificación de la primera de la serie con la Gran Salvaje),
lo que es cierto para las cuatro primeras, pero no para las dios últimas.
Véase en el siguiente cuadro cómo coinciden los datos de Tolomeo con
Plinio y Juba, y cómo en Tolomeo se inspiraron los redactores del Calendario
Romano cuyos nombres tomaron el P. Espinosa y otros cronistas
de Canarias:
Islas
G. Salvaje.
La Palma.
La Gomera.
El Hderro.
Tenerife.
Plinio-Juba
1. Qmbrios.
'1. Junoria.
3. Junonia minor.
4. Capraria.
5. Nivaria.
Gran Canaria. 6. Canaria.
Tolomeo
L ^prositas.
2. Hero.
3. Pluvialia.
4. Capraria.
6. Ninguaria
5. Canaria.
P. Espinosa
1. Apro'situs.
2. Junon.
3. Pluitala, Pluitula.
4. Casperia.
6. Pintuaria.
5. Canaria.
Pocas son las diferencias entre esos textos. Un cambio de Omibrios
por Aproaitus "inaccesible", se basa en circunstancia ¡real de la geografía
insular, antecedente del nanubre moderno Salvaje y evitación de la,
confusión con Pluvialia, el equivalente latino de Ombrios. La interpolación
de Pluvialia la justifica la superpasición de las dos Caprarias de Pli-
42
niio, ywnlbo a la conveniencia de eliminar la doble Juniona de Juba. Carece
de importancia el cambio de Nivaria fonmado sobre ©1 sustantivo, por
Ningniairia formado, sobre el venbo, y la trasposición en la serie de To-lomeo
del orden de las dos ultimáis islas, pues lá identificación de ellas
queda del todo garantida por los nombres. Son puros errores ortográficos
en Ja lista del P. Espinosa la siuistitucáón de Casperia en vez die Capraria,
y de Pintuaria por Ningnaria, sin justificación real aiíguna y debida
a la trasmisión m^edieval.
En resumen: oreemos que estas notas explican cumplidamente los textos
de Juba-Plinio y de Toloaneo, y con ellos el caos de nombres latinos
de las islas Canarias.
9.—Dificultades y soluciones a nuestra
interpretación de Juba-Plinio
Dos objeciones pueden formularse a nuestra explicación de las Isias
Afortunadas de Juba en el texto de Plinio: la primera es la identifica^
ción de Omibrios icon la Giran Salvaje; y la segunda el que nuestra exé-gesis
divide en dos sectores el archipiélago canario.
La dificultad de la identificación de Omitwios con la Sailvaje puede
fundamenitarse en dos motivos: a) el no e-star la isla Salvaje a la vista
úe las Canarias indispensable en las exigencias de una navegación ae oa-botaje,
y b) el no coincidir con ella las referencias de las ferulae y otros
caracteres de Plinio.
Ya apuntamos (en el párrafo 5) que los expedicionarios de Juba pertenecían
a la marina atlántica, es decir, a navegantes que conocieron en
diversas épocas islas situadas en alta miar, y por tanto practicaron de intento
o casualmente la navegación de altura. Convenimos en que en la hipótesis
de una navegación de cabotaje, la miaroha a la isla Salvaje, que sólo
puede avistarse a unas 15 millas (véase el Derrotero oficial que citamos),
es imposible desde cualquiera de las islas atlánticas.
Pero en contra de la hipótesis de que viajaron oalboteando los emisarios
de Juba, están los términos mismos del relato. Cualquier hipótesis que
se admita para identificar las islas, ibien que la exploración de las Afortunadas
se hizo en otra época o simultáneamente con el estaibleciimiemto de
las tintorerías en las Purpurarías, (bien ise coloquen las indicadas Purpurarías
en los islotes de Mog'ador, o en las islias de Lanzarote y Fuerte-
43
ventura, en todo caso, los emisarios de Juba no navegaron en cabotaje en
su periplo insulaír de Canarias. Veámoslo. Partiendo de la costa africana,
bien de Mogador, bien de Fuerteventura, es preciso emitrar cajboteando «n
el periplo del ardhipiélago, por la isla de Gran Canaria; y en todas las
oavilaciones posibles caboteando de isla en isla, aegún están a la vista
unas de otras, la identificación de las mismas con el relato de Plinio-Juba
resulta absurda y caprichosa.
La identificación de las islas de los párrafos O, P, Q, R y S, con La
Palma, La Gomera, El Hierro, Tenerife y Gran Canaria, parece del todo
seguirá, al menos la de La Gomera y Gran «Canaria.
Si ise quiere para forzar la hipótesis poner Nivaria en La Paima, isJa
también nevosa y nebulasa, para poner Junonia en Tenerife, haciéndola visible
en día claro a los navegantes de Juba, que hacia el Poniente salieran
de Lanzarote, tal navegación no es precisamente de cabotaje; ¡pero tal periplo
tendría un salto imposible de La Palma a Canaria (en la hipótesis Ni-vajriía
y Canaria).
Tampoco resolvería el problema llevar Omtorios a Langarote (hipótesis
que desplasaría las Purpurarias a Mogador, además de meter el absurdo
de separar del grupo a Puerteventura), porque para coincidir con el relato
insular y con las distancias náuticas, la navegación habría de ir de
Lanzarote a La Palma, y nos resulta una navegación de altura, exactamente
igTial a la establecida por nosotros para la Isla Salvaje.
Por otra parte, nuestra interpretación es la única que se acomoda a
los términos precisos del periplo dé Juba y se conforma estrictamente con
las distancias náuticas fijadas en el párrafo M. Y aquí hallamos un arigu-mento
más para identificar las Purpurarias con Lanzarote y Fuerteventuira.
Pliniio dice que la distancia de todo el periplo desde las Purpurarias a
lia última dle las Afortunadas es de 750 millas (no puede entenderse que
es la distancia desde Lanziarote a las Afortunadas, por la división que a
continoiacióin hace de la distancia a Ombrios, una de las Afortunadas); de
modo que desde las Purpurarlas a Ombrios hay 2&0 millas navegando hacia
el Noroeste. Obsérvese bien la expresión: siipra occnsum, que no os
lo imismo que ad occasum u orcasum vcrsus, que significan sólo hacia el
Poniente. Porque los términos supra e infra en la terminología de orientación
en latín isignifican precisamente Norte y Sur, como en aquel x>asaje
de Virgilio: et mare, quod supra, tencant, quodquc alluit infra "y dk>-
minen él mar que la ciñe por el Norte y el Sur". Por consiguiente la ex-
44
presdón supra occasum navigetur, designa precisamente maveg'ación hacia
el Norte y el Poniente, esto es, hacia el Noroeste. Partiendo de Lanza-rote
oon esta oriemitación se va a la Salvaje; partiendo de Moigiador, no
sie llegia a isla alguna. Y la navegación del periplo de vuelta de la Salvaje
y La Palma lleva daramente hacia ed Naciente: ortus petatur.
El derrotero que indioamois, pudieron seguirlo las emisarios de Juba,
si eran navegantes de ailta mar, voluntariamente; pero también pudieron
seguirlo oasuaJimente o forzados por las circunstancias. Efectivamente:
éatos pudieron verse forzados, una vez establecidas las tintorerías de púrpura
en Lanzarote y FHierteveotura, a levar anclas, y navegar hacia la
isla Salvaje sin pretenderlo. Y luego, llegados al monarca mauritano, ex-puisieron
a Juba «1 resultado de su periplo, quien juzgó curiosa su información,
que reooigió «n su obra. Esta explicación es muy posible, como
vamos a ver seguidamente.
El Derrotero de las Islas Canarias, Madera, Salvajes, Azores y de
Cabo Verde, publicado por la Dirección de Hidrografía en 12 de Enero de
1905 (Madrid, 1904, pg. 4) consigna lo siguiente: "Sólo en los meses de
Noviembre y Diciembre, algo oscuros y lluviosos, se experimentan teim-porales
del SE. que hacen peligrosa la permanencia al ancla en todas
las radas abiertas a dicho viento, de las cuales es necesario dar la vela
inmiediatamente que empieza a recalar la mar del SE.". Y poco después
vuelve a consignar: "Desde mediados de Noviembre a mediadas de Enero
interrumpen a veces a los vientos alisios los temporales duros del SE...
Con vientos del SE. Jas ibahías abiertas a ellos son muy peligrosas. La
bahía de Las Palmas, en la Gran Camaria, es la única que puiede utilizarse
sin peligro en Diciembre y Enero, porque con cualquier viento puede
darse a la vela".
Se ve, pues, que con esta explicación de viaje casual, o con otra cualquiera,
isólo nuestra tesis se adapta a la realidad geográfica de las islas
Afortunadas dle Plinio-Juba; y que esta conformidad indiscutible no puede
rechazarse por el parli pris de una hipótesis, en ila que se exija que
los emisarios de Juba hubieron de venir caboteando el África y las islas
desde Este a Oeste, y no de Norte a Sur y de Poniente a Naciente, como
claramente expresa el texto que comentamos.
Quien no quiera, a pesar de todo, admitir nuestra identificación de
Ombrios oon la Salvaje, como es segura la identificación de las isla® de
los párrafos O a S, y tampoco puede identificar Ombrios con Lanzaro-
46
rote por ig^iales dificultadeis, se vería precisado a caer en el mismo error
de los esioritores medievales. Tendría que admitir que Ombrios es una San
Borondón en Juba; y como los es^critores medievales al no saiber identificar
Ombrios, porque descartaron la Salvaje, la convirtieron en la Apro-situs
o Nori-Trubada, la isla mítica de la Edad Media.
No resuelta, y tal vez para siempre insoluble, os la frase relativa a
las ferulae de Ombrios. He aquí un resumen de lo posible.
El párrafo N de Plinio-Juba asigna en su forma actual a Ombrios los
siguientes caracteres: carencia de edificios, un estanque en las montañas,
árboiles símiles frrulai', y dos clases de aigua extraída de ellos.
El primer dato es ooimún a todíus las ialas, menos Gran Canaria, como
so observa leyendo al másmo Plinio, que en ninguna de la;S islas habla de
edificios, salvo en Junonia de uno solo (acdiculam cssc taritum) y de Canaria
(apparentque ibi vestigio, acdificiorum).
Tanto esa inhabitación, como el detalle del e-ístanque en las montañas
se acomodla a In isla Salvaje, y es común a otrais islas. Porque en las alturas
tenían lagunas La Palma, en la Caldera, Tenerife en La Laiguna de
Agüere, La Gomera en la Laguna Grande, al pie del Garajonay, y El Hierro
en La Mareta, junto ai] monte Tenerife. Y parece innegable que en la
época de Plinio, la isla Salvaje había de tener mayor cantidad de agua, y
recogerse en charcas en las sierras de la escajrpada Salvaje, porque de ella
necesitaban aquella cantidad de animales: pájaros y conejos sobre todo de
que habla Torriani (ed. de Wólfel, pág. 232), y de la que en el siíglo XVI
todavía brotaban algunas fuentes, cada día más secas, con la pérdida de
la vegetación.
Pero las otras dos características son inaplicables lo mismo a la isila
Salvaje que a cualquiera de las Canarias. Que haya árboles semejante a la
caña o férula, es fácilmenite explicable a vista de nuestro típico cardón o
euforbio. Pero el pasaje de Plinio está indudablemente viciado, o como llaman
los especialistas es locvs rorruptus, en lo relativo a las dos clases de
ag;iia extraída de los negros y los blanicoe».
Puede ser esa una referencia de maravillas, metida ahí por Plinio, to-mándoloi
de una afirmación de Juba en general, o referida a otra isla, como
la die los papiros y isiluros, que también como dato univeraal (dentro
de la producción específica de la Gran Canaria) mete en él párrafo T.
La prueba del pasaje viciado en el problema de las «iguas. nos la etimi-nistra
la oompairación del texto de Plinio con el comespondiente de Pom-
46
ponk) Mela. Este esoritor contenfirporáneo de Plmio, tal vez más joven, y
que no lo copia, aunque sie debe insipirar en sus miamias fuentes, que ex-traiota
y compendia más crudamente, dice en su /)<• nilii orhi,s hablando de
las islas Afortumadas abundantes de frutos espontáneos y con habitantes
dichosos: una singularí duorum fontium ingrnio imiximc insignis; altr-rum
qui gustavere risu solvuntur in morlnn; üa nfftu-lis rt'medinin fínt
ex altero bibt're "una de las iolas es muy célebre por la condición de dos
fuentes: quienes 'bebieron de una mueren riendo: a los así atacados sirve
de remedio beber de la otra". Itaa demás citas de este fenómeno, como So-lino,
derivan todas de Plinio^
Si no hay error en la trasanisión textual de Plinio y Mela, cosa posible,
por lo ou'al no hemos querido consignar en nuestro texto el estigima del
locus corruptus, la diferente interpretación del mismo fenómeno demuestra
que hubo tranisformación en el camino desd'e la fuente común a ambos
eacritores.
La fuente directa de Plinio.es Juba, y por tanto, la "coisa maravillosa"
pudo hiaber isido recogida por Juba en una fuente literaria anterior (como
Seboso), y deberse a él el error de convertir las fuentes en férulas, y las
aguaa venenosas y medicinales en amargas y sabrosas. Pero también puede
deberse el dato, cosa más probable, a sus propios emisarios, y en este
caao, el falseamiento puede derivar del mismo Plinio que entendió o com.-
pendió mal el penisamiento de Juba, de una fuente intermedia a Juba y Me^
la o de Mela mismo que interpretó mal a Juba, o dte ambas cosas simultáneamente.
El fundamento real de ese "fenómeno maravilloso" pudo ser tomado de
cualquiera de las islas y encajado por Plinio en su compendio en la isla
Qmibrioa, primera de las Afortunadas que estudia. Y así podría tener su
apoyo en las dos fuentes de agua buena y mala de la isla de La Palma, de
que haJbla en su Historia (lib. 32 cap. VIII, pág. 209) Fr. Juan de Abreu
Galindo; o también en la destilación de ciertos 4i^boles de Canaria», como
el agTia buena de los tiles y el látex veneiioso de los euforbios o oardones
(Cf. Revista de Historia, númi. 67 y núim. 68, pgs. 243 y 142 resp.). Referencias
reales que los compendiadores y fantásticos relatores exageraron
y falsearon.
Pero es inútil querer explicar y conformaír con la realidad el fabuloso
texto actual de Plinio, y es inijuisto aouisar de falsario a Juba, cuando el oo-tejo
de loa textos die Plinio y de Mela prueba cumplidamente que no po-
47
seemois ni podemos descubrir el verdadero pensamdenito del monarca naturalista
y sus informiadores, que en todo lo demás resulte verídiw y exa<4o,
y del qu« hay que de&carter como falseamiento y cosa de maravilla lais
ferulae y el aigua venenosa de Plinio y Mela, atribuido a Ombrios. Cuya
idientifioación por lo demás hay que mantener.
La seguidla objeción opuesta a nuestra interpretación de Juba, de dividirse
en dios sectores el ardhipiélago canario, no es de gran fuerza.
Pudo en efecto baíberse hecho primero la instalación de las tintorerías
en las Purpurarias, y luego, en uno de los viajes posteriores de carácter
sólo comerciail, ¡haberse realizado el- periplo al resto del archipiélago, que
por ese sólo hecho quedó conocido como sector distÍTiito.
Pero también lais nubes y lias niebla» en otoño e invierno, y la calina
en el verano, ocultan muchos días a la viste de las islas de Lanza.rote y
Puerteventura la isla de Gran Canaria que es la más cercana.
Bsia separación en dos grupos no se puede explicar, como podría pensarse
dte priinvera intención, suponiendo que los datos de las Purpurarías
son diatos reales y los de las Afortunadas tomados de fuentes literarias,
por ejemplo Bstacio Seboso, a quien pudo leer Juba en su exilio de Roma,
porque el párrafo S consiigna terminantemente que, como prueba de la
visita de lo3 emisarios a la isla Canaria, frieron llevados a Juba dos perros
de aquella isla.
Por oonsiguiente, los emisarios de Juiba "recorrieron en periplo el archipiélago
completo, si bien primero se asentaron en lajs Purpurarias y establecieron
la industria en Lanzarote y Fuerteventura, y luego en viaje de
reoonooimiento recorrieron el grupo ocddentol y central, para el que con-isrervaron
el nombre de Afortunadlas, que pana todlas ellas mantenían los
geógrafos comitemporáneo» y anteriores, como Seboso y Salustio.
10.—Bstacio Seboso: su personalidad y sus informaciones
A pesar de cnanto han dioho en contra de Seboso nuestros oronistas, es
segruro que el naturaliste romano «se hallaba en posesión de una valiosa
información náutica de las islas africanas de Occidente. Sus datos, como
habíaimos aospeohado de la simple lectura del texto pliniano, debían constituir
un periplo de navegación iinsulajr ibastante completo.
En efecto: los estudios recientos hechos «obre la personalidad de Bstacio
Seboso por W. Aly (Ecrmes, 1927), F. H-udemiami, Klots y otros, d*»-
48
muiestran que Statius Sebosus es un viajero que navegó todo el mundo
conocido de los romanos, desde las islas Afoirtunadas ©n Occidente haista
lais riberais del Ganges, consLgTiaTido en una extensa obra de ciencias na-fcuiralea
los conocimien'tos adquiridos es sus viajes náuticos. De esa su perdida
obra «61o se conservan las referencias que otros escritores natuTaiMs-tas
T<mianos, principalmiente Plinio, 'bebieron en isuis escritos.
Contemporáneo de Cicerón y amigo de Caitulo, resulta Seboiso contemporáneo
de Salustio, la fuente de Plutarco, y anterior a Juba, que lo pudo
leer y ooniooer tal vez durante su exilio en Roma.
Las referencias de Estado Seboso, por consiguiente, -son datos de primera
mano; y estimamos qoie sus informaciones náuticas de las islas Atlánticas
proceden seguramente del imisimo círculo de navegantes gaditanos o
del estrecho, que utilizó Juba en isu expedición.
Queremos recalcar que las informeiciones comprendidas en los párrafos
I a L, están tomadas todas ellaa de Estaoio Seboso, y no de fuentes distintáis,
como lo prueba el propio texto de Plinio y su conistrucción graima^
tical.
Mas oomio no poseemos el texto de Seboso, no podemos preciisar si las
informaciones que Plinio le toma se hallaban colocadas en la obra de Eis-tacio
en el mismo orden en que las coloca Plinio, cosa muy probable, o éste
las interpoló y trastocó conforme a conveniencias de redacción o semejanza
de iwMnibres con otras fuente».
Por ello agrupamos las referencias que Plinio atribuye a Seboso en los
siguientes cuatro grupos:
a) Párrafo F: islas Góngadas e islas Hespérides, distantes entre sí
cuarenta días de navegación, caboteando él Atlas.
h) Párrafo I: Junonia a 750 millas de Cádiz.
c) Párrafo J: Pluvialia y Capraria.
d) Párrafos K y L: Convallis y Plai>aria.
Vamos a estudiarlos separadamente para reoonistruir el periplo.
11.—Islas Górgadas y Hespérides de Seboso
Bl párrafo F de Plinio nos trasmite la distancia, según Estacio Seboso,
entre las islas Górgadas y las Hespéride», que fija aquel naturalista en
cuarenta días, costeando el Atlas.
Besolvaimos primero el punto de la distancia esitablecida y su interp^-
49
tación. En primer lupar hay una posible gran disícrepanicia en la evaluación
de esa cifra segTÍn se calculen los días d^ navfig'actón en viajes diurnos
o en nictemeriías. Por otra parte, la navej^acdón como la consigna Seboso
desde las Górgadais (al Sur) haista lais Hlespérides (al Norte), caibo-teando
el Atlas o África, soifre un enorme retraso debido a la dirección de
la oorriente, que «egnin ©1 Derrotero oficial citado (pg-. 7) aumenta la navegación
hacia el Sur media milla por hora, retraiso aumenitado por la dirección
de los alisios igualmente contraria al dterrotero indicado por Seboso.
Por último, hay una fraise sobremanera llamativa: praenavigatione
AtlanUs "oaboteando el Atlas". Ello puede indicar que la cifra dada por
Estacio Seboso—mal coimpendiada en el actual texto de Plinio—ee la suma
total del periplo iinsulaa: atlántico, partiendo de Cádiz o lajs Ooluannae
(airramque obligado de la ruta del Océano), a lo largo de todas las islas
de un «xtremo a otro: las Górgadas a laa Hesipérides.
Ello noa afirma en que la computación de la navegación, por muy exa-geirada
que parezca a primeTia vista, no puede tomarse como angumento
de Aquiles para rechazar la información de Seboso, ni para llevarse las
manos a la oabeza como Plinio, diciendo que todo ello es sobremaTiera dudoso
(pánrafo F).
Cuatro hipótesiia pueden anbitpaiwe para explicar la identíficación de
. las Górgadas y las Hespérides.
Primera hipótesis; la de Andiré Berthelot {ob. cU. pg. 298) que Identifica
las Górigadias con las de Cabo Veird>e, y las (Htespérid«s con las Azo
rea. Aquí queda bien explicada la distancia de los 40 dtos de viaje.
Peax) «© oponen a ella dos dificuleade» igravísilmes. Primeramente, según
Plinio, las (xórgadas de Seboso son^ las islas del mimo nomibre de Han-nón
y Jenofonte de Lámpsaco; y ya liemos visto que las Górgadas de
Hannón son laa islas Bissagós. Por otra parte, no se comprende cómo haciendo
naviegación de altura (en la hipótesis) para ir de Cabo Verde a las
Azores, fuerce paira ei cómputo a llevar navegación de caibotaje a lo largo
de la costa africana y el Atlas. Esita hipóteedis nos parece falsa.
Segunda hipótesis: suponer que las Hespórkks de Seboso coinciden con
dos islas (como las del párrafo E) más cercana» a la costa, como por ejemplo
las de Madiera, o las orientales de Canarias: Lanzairote y Fu«rtevMi'
tasrsL
La primera dificultad que tiene eeiba hipótosis' ee que el piroiño Sebosa,
como luiago vwremos, da noanbíres espedal«s a estos nüíamos grupos de ácf
60
isHia», y por consiguiente haibría que suponer que la dienaminación genérica
de Hespérides—como dudemos en la hipótesis siguiente—^se concretó luepo
por naveg'anies más conocedores del archipiélago con denominaciones má^
precisáis
No ofrece dificulibad' paira loe navegantes de cabotaje el acercarse la
Lanzarote y Fuerbeventura, ni tampoco el que se llamaran Hespérides di-cíhas
islas, como es «egtiiro que ise jiomljraTon en fuentes poco precisas, como
Pomponio Mela (Cf. André Berthelot, ob. cit. pg. 254), quien haibla
simultáneaimenite de laa isllas Hespérides y de lais Afortunadlas, confundidas
y eátuiadas frente a las aireñas del desierto de Sahara.
Pero tampoco puede oonsiderarse dificultoso eJ idenitificadias con las
de Madera, toda vez que Estacio Seboso, como veremosi luego, estuvo en
La Palma = Junonia, cuya diistancia cifra directamente de Cádiz en 750
miUIais. Y la distamoia de Madera mo ofrece más dificultad de navegación
de altara, respecto de CádSz, que la mavegad^ a Le Palma.
La evalttaxsión de la dJetamcia es fácilmente acercable a la dada por Seboso,
teniendo en cuenta las dfras de imvegación de otros períplos como
d de Haimón, que d f r a en SO días (cf. Berthelot, ob. cit. pg. 204) la nave-gadin
de Mogador (Oabo Sdoeis) al Cabo de Occidente (Hespcru Ceras);
a loe qne hay qtie agregar la navegación desde eso® puntos a los do® grru-pos
áe Islas.
Pero atm asf esta hipótesis es menos probable que las sáigulentes.
Tercera hipótesi»: Hespérides no se refiere a un grupo preciso de lalas
contradiistinguido de las demás Islas individualmente nombradas por Seboso,
sino es nombre genérico que abarca todo el grupo die islas atlánticas,
al Oeste de Manritai^a.
Efectivamente, como veremos luego, Hespérides es un nombre, cuyo
valor etimolóigloo vivo lo hace ir naveg'ando hada el Poniente, a medida
qtte se ensancha lo oonoddo. Esto ise acomoda perfectamente a laS' refe-rendas
casi mfMoas de las Hespérides en viejos historiadores como Hero-doto
y Scylaac, y a la impredisa referenda sin fuente dd propio Pllnio en
el párrafo E, que luegt) estudiamos.
En esta hipótesis, primero las Hlespérides fueron sólo las dos islas
orientales dte Canarias; lueg'o, cuando la navegiadón se ensanchara, el nombre
Hespéridas se extendió a todo el grupo. Así se exj^ica que Mela, como
cH^mos, oonlwidlera con ella» las Afortunadas.
Omarta hApótesfs: a la que se llega como derivadón de la anterior, es
51
suponer que Hespérides es el grupo más occidienital y Sur de las islas Oa-nariías,
no citado por Seboso en los párrafos I, J, K y L.
Así »e explica perfectamente que el propio Plinio, al extractar a Sebn-
»o mismo, incluya entre la» ieJas de Mauritania a las "Afortumadas y algunas
otras" (Fortunatas quasdamquff alias), denominación que comprende,
en nuestra interpretación de los citados párrafos a las Afortunadas:
Gonvallis y Planaria; Junonda = La Palma; Huvialia y Capraria = las de
Miadera, y laa restantes Canarias, posiblemente Hespérides, como apun-taimoa.
La necesidad imperiosa de poner a Seboso de acuerdo consigo miíamo,
dada su veracidad y la realidad de su periplo atlántico, obliga a prefcnr
cualquiera de estas dos últimas hipótesis, para el nombre Hespérides.
12.—La Junonia de Eistacio Seboso
En el párrafo I, cita Plinio islais situadlas al Poniente dé las Purpurarías,
hablando de Fortunatas qunsdamqup alias, entre las cuales pone a
Junonia, que sitúa conforme al periplo de Sebosa, a 750 milla® de Cádiz,
con una extraordinaria aproximación, pues de 720 a 780 millas es la que
dan tratadistas y guías de navegación según las equivalencias de la milla
romanía.
Queremos observar que las que Plinio llama Afortunadas (respetando
la denominación de Juba) no son las mismas que Estacio Seboso llama
igual (párrafo K), pues éstas como veremos son las que Plinio y Juba llaman
Purpxirariais, y Salustio llamará también, como Plutarco y Seboso,
Atlánticas y Afortunadas. Nos hallamos, pues, ante otra división en g»-'i-pos
ée las Canaria®, como vimos en el periplo de Juba, e indicamos antes
pana Seboso.
Pero es innegable que la Junonia de Seboso debe coincidir com la que
Julba llamó Junonia e incluyó entre sus Afortunadasi. ¿ Incluía también Estado
Seboso su Junonia entre ilas Afortunadas, entre las Hespérides, etc., o
formó con ella un grupo aislado, como punto de referencia de su periplo
o como punto de partida de su navegación de altura de vuelta a
Cádiz?
Es difícil precisarlo en el estado mutilado y compendioso, en que nos
trasmitió Plinio «uis referencias náutioais.
Mas, como veremos, no puede atribuirse a Estacio Seboso, «sino a error
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del propio Plinio, el situar las islas atlánticas de Seboso al Occidente de
las Purpurarlas (párrafo I: sunl qui uUra ean Fortunatas...). Bsitacáo Seboso
se refería sin duda alguna a las isla» de Mauritania (párrafo G), tras
el oual imberpoló Plimio la ficiha de las Purpurarlas, que tomó a Juba, y qu«
metió «n su párrafo H.
Elimimada esa interpolación pliniana, el periplo de Seboso va desde las
Afortumadaia (LanBairote y Fuerteventura), hasta las de Madera, pasiaindo
por Junonia, y las Hespéridies o Canarias occi'dentales.
Esto se confirma por la situación precisa aJ Suroeste de Mauritania de
las Afortiimadiaa de Seboso, coincidientes con las Purpurarias de Juba, como
veremos.
Es pasible que Seboso conociera individualmente lais islas del grupo ooci-denital
o central de Camarias, a las que tal vez daría los mismos nombres
que Juba le aplicó, si este irnturaJista leyó a Seboso durante su estamcda
en Boma.
Esto exiflicairía que Plinio aquí prescindiera de los nombres y diistanoiías
relativas de las Canairiais occidentales, segrún Seboso, si coincidían con las
referenoiaja de la laa^ga nota que luego tomia a Juba.
Pero el texto de Plimo sólo nos permite proponerlo como hipótesis, aunque
muy segura, porqiie parece impoeible que Estacio Seboso aportara a
La Palma, y no divisara Tenerife y La Gomera, y luego El Hierro y Ga-nairia.
13.—Las islas Pluvialia y Capraria, de Seboso
Las iislaia oomprendidaa en el párrafo J no son ninguna de las Afortunadas,
ni de las Oanaiias. Porque Plinio y su fuente Seboso señalan la distancia
entre Pluvialia-Oapraria y lais Afortunadas, tanto 'en el párrafo
anteriior como en el siguiente.
Tiene qxie ser corregido el comienzo del x>áTTafo J: ai» ea tantumdem,
oomforme indicamos en nuestra trasoripoión del texto de Plinio. Plinio no
podía escribir ab ea, sino tenía que decir ab iis, refiriéndose a Gadibusr^
"Cádiz", en pJuiral; o tenía que escribir abesse "distar", poniendo expreso
el verbo de la oración suplido en la trasmisión usual de Plinio. Porque si
Pluvialia, conforme el párrafo J del texto usual, dista de Junonia, una de
las Céiniairi<as, 760 millas, no puede distar la misma Pluviala de las Afor-
68
tunadas, párrafo K, 250 millas. Porque no hay isla alguna que cumpla tales
condiciones aibisurdaa.
No puede suponerse que ®e trate de algTina de las Canarias, porque Pli-nio-
Seboso las sitúa ad occasum versus "hacia el Po^niente", respecto de
Junonia, y entonces no pueden referirse en modo alguno a Fuerteventura
y LaTizarote, lo que hubiera podido ser una posibilidad a vista de la ciri-cunstancda
de carecer Pluvialia de otras aiguas que las de lluvia. Tampoco
puede identificarse esta Capraria de Seboso, con la homónima de Juba =
El Hierro (párrafo Q), porque la característica indicada para Pluvialia no
puede aplicarse a La Gomera ni a Tenerife, que serían las inmediatas.
Ahora bien, dos islas que distan lo mismo que Junonia = La Palma
de Cádiz, situadas más al Poniente que aquella, y a 250 millas aproximadamente
de las Afortunadas, no pueden ser otras geográficamente que
las de la Madera. Capraria, por tanto, será la Madera y Pluvialia la isla
de Porto Santo, en la que escasea tanto el agua como en El Hierro, Lan-aarote
y Fuerte ventura, pues sólo posee la de las e®cas»as lluvias de que
gozía.
Es cierto que la distancia de Madera a Cádiz, no es exactamente la
misma que de Junonia, pero no deja lugar a dudcie su aproximación y 3a
distancia de 250 millas de las Afortunadas.
Las dificultadeis que pueden ponerse a esta identificación son las citadas
a propósito dé Juba de la navegación de cabotaje, pero obsérvese
que Bsitacio Seboso sitúa Junonia respecto de Cádiz, y esa navegación es
tan de altura como la de Madera.
Puede indicarse también que él nombre de Capraria designe, cosa que
totaJmemte ignoramos, algo incompatible con una isla déshaibitada como
Madera. Pero Estado Seboso nada indica ni sobre el valor de la voz, ni
sobre los oaraoteres de la isla, que haga incompatible tal atribución
Knal,mente, iK>dría airgüirse la identificación hecha en la serie insular
de Tolomeo, que recogimoa en nuestro número 8, de Pluvialia con La
Gomera y dé Capraria con El ÍHierro. Pero esa id'entificación de Tolomeo
obedece sólo al afán de identificaír Ombrios, no explicada en su fuente,
y de diversificar las dos Junonia del relato de Juiba, al par que hoceri
coincidir laa doe Caprariaia de loe relatos de Juba y Seboso, que segura-meaite
él conoció, como indicamos, por emplear nomlbres latinos y no
gTdegoa en ^u relación insular ofrícama.
Por oonjsiguiente, parécenos seguro que la Oapraasia y la Pluvialiai
64
de Seboso se identifican con las islajs de la Miadera., x>orc|.ue niinigún arbitrio
posible adapta sus datos a. la realidad geográfica.
Y creemos que quien, apoyado en cualquier premisa, quiera negar esta
identificación, se verá forzado a. admitir que por un capricho Kstacio
Seboso situó en el Atlántico, al Poniente de las Aíortunadaisi, a 750 nxi-llais
d« Cádiz, y a 250 de las Afortunadas (póinganse éstas en Lanzarote
o en 'i'eneriíe y La Palma), dos isilais, una de las cuialies oo tiene otra agua
que la de lluvia. Y que el hecho de que al querer situar sobre un mapa
esas dos islas de Seboso coincidan precisamente con las de Madera, ain
otra explicación poisdible, es una ipuira casualidad.
Y, frainoamente, esto nos parece excesivo.
14.—Las Afortunadas de Seboso
Loa párrafos K y L se refieren a las dos islas llamadas precisamente
Afortunadlas, en el periplo de Bstacio Seboso.
La identificación con islas del archipiélago canario parece indudable
por el imáamo texto de Plindo, que haibla de islas situadas a unas 250 millas
de éatas (Junonia, Capraria y Pluvialia) hacia la margen izqujerda
de la Mauritania en dirección Suroeste (sin duda) respecto de Cádiz. Basado
en el enror de las grandeis dimensiones, que luego estudiaremos, An-dré
Berthelot (ob. cit. pg. 194) y otros han supuesto que las dos isla»
Convallis y Planaria de Plinio-Seboso, se identificaban con las mayores
del archipiólago, a saber Tenerife y Gran Canaria, reapeotivamente.
Atendiendo al valor de los nombres podría pensarse igualmente en
una aerde oBanoa de las islas en el rdaito pliniano, y que Seboso se refiriera
en ConvalUs, por su valor "cuenca o valle entre montes", a la disia
de La Palma, y ®u Caldera de Taburiente, o a El Hierro, por la cueinca del
Golfo; y Planaria = "isla llana", a La Gomera, por el aspecto de "risco
llano" que ofrece vista desde el mar y al que aludimos en Revista de
Historia, núm. 63, pg. 246.
Pero tales cavilaciones «on del todo inneosariae. Una identificacióin
de estas dos islas Afortumadas con cualesquiera del grrupo occidental o
central de Canarias tiene la dificultad infranqueable de no poder contar
sólo dos islas con el indicado nombre, estando laa demás tan cercanas' y
a 'la vista.
56
Por otra parte, ya viniiOis antes que Plutarco y su fuente Salustio, contemporáneo
de Seboso, llaman precisamente "islas Afortunadas" a lais
dos islas del ^ u p o orientel, que Juba nombró Purpurarias. Es inneigabíe
que Estado Seboso también debió llamar "Aíortunadais" a Lanzarote =
Convallis, y a B\iertevenitura = Planaria, a las que se adaptan perfectamente
t ^ e s nombres. Porque Lanzarote geográficamente es una extensa
vega y vallecitos entre dos contrafuertes montañosois: los riscos de Fa-mára
al Norte, y las montañas del Fuego y imontañas de Yaiza al Sur.
Y la isla de Fuenteventura es sobradamente conocida como la meóos accidentada
y más llana y ibaja de todas las islais del archipiélago.
La mayor dificulted, sin emibango, contra el testimonio de Plinio y
Seboso se ha sacado sieimpre de las cifTas asignadas como circuito de Convallis
= 3O0 -millas, y la altura de sus árboles = 114 pies.
Estas cifras tan exageradlas han servido a muchos para pensar que
en todo el relato pliniano navegamos en la niebla, y que ®uis referencdae
se asemejan algo a las fantesías de Simbad el Marino y loe esoritoires clásicos
de "maravillas". Y es indudable que al hablar de tierras ignotas o
alejadas, sobre todo en el ambiente literario de la época de Plinio y Juba,
era fácil y peligroso introducir relates de maravillas.
Pero laa cifráis de Plinio-Seboso admiten una explicación más* natuinal.
No existiendo isla alguna de las Afortunadas con tal circuito es posible
suponer que el error -arranque de tres fuentes distintas: de Plinio mismo,
de su fuente Estecio Seboso, y de la trasmisión textual de Plinio. Prescindiendo
de esta última, aunque facilísima en la trasmisión medieval
del texto pliniano, tratemos de justificar el error en el mismo Plinio.
Nos bastará para ello citar unos ejemplos: Plinio (A^. H. IV, 12, 77)
hablando del Bosforo dice: ínter dúos Bosporos Thracium et Cimme<
rium derecto cursu, ut auctor est Polybius D milia mtersunt, circui-tus
vero totius Ponti vicicns scmel L, ut auctor est Varro et fcre ve.
teres, Nepos Comelius CCCL milia adicit. Véanse tres cifras divensas:
de un lado D = 5O0 millas, isegún Polibio, y 20 X 50 i:^ 100 millas, según
Varrón y otros; por otra parte 350 millas, según Nepote.
El mismo Plinio (H. N. VI, 11, 31): Aliqui ínter Pontum et Caspium
mare CCCLXXV milia passuum, non amplius interesse tradiderunt,
Comelius Nepos CCL milia. Otra vez cifras exageradas: 375 millas frente
a 250 imillas.
Nuevoonente Plinio (N. H, III, 19, 132) hablando de los Alpes, dice:
66
Alpis patere Iradit in latiludinem Cornclius C milia, T. Livius III mi-lia
stadiorum, uterque divcrsis in locis.
Es decir, qae las fuentes que tenía Plinio a. ¡mano: Varrón, Nepote,
Polibio, Livio», etc., oasd todos ellas contemporáneos de nuestro Estacio
Seboso, dabam de zonas más conocidas de los romanos y griiegos, como
eran los Alpes, el Ponto, el Bosforo, etc., cifras totalmente exagferadais,
cuyos erroires »e debían ora a erroresi gráficos de los textos, ona a errores
matemáticos en los cálculos, frecuentes y muy natuiraleis sobre todo
al estimar distancdias por horas o días de naveg'acióin.
¿Parecerá ante esto extraño hallar un error, por muy araso que sea,
en la estimación del circiiito de una iisla?
¿ Es suficiente un error tal, para dar por totalmente falso y fantástico
cuanto refieren estas fuentes antignias fácilmente explicables' y conformes
con la realidad gieográfica del archipiélago en todo lo demás, como
hemos visto?
Juagamos exagerado apldoar normas tan severas a la» fuentes clásicas,
cuand'o «e admiten como verídicos viajes más modernos, como los de
Nicoloaso da Reoco, los Vivaldi, etc., donde hay iguales exageraciones
muy aplicaibles en viajeros extrañados ante lo desconocido o inesperado.
15.—Conclusicmes sobre Estacio Seboso
Resumiendo los datos que Pliniio tomo a Seboso nos permiten apreciar
que ed curioso viajero y naturalista romano poseía áe las islas atlánticas
una información .muy exacta, que si nos ofrece algunas dudas no es
por defectuosa infonmación de Estado Seboso, sino por la mutilación y
síntesis a que redujo Plinio sois informaciones.
Los conocimientos de Seboso derivan de un periplo heciho a la costa
del África oocidental, que llegó hasta las islas Górgadas (o Bissagós), y
alcanzó loe archipiélagos de Canarias y Madera.
Plinio no vio claro que Estacio Seboso se refirió en el párrafo F a
unas isllas de la Mauritania, que llamó Hespésrides, las que según el párrafo
E, eran dt>s coincidentes con Lanzarote y Puerteventura, y por ello
formuló que las ireferencias de las Hespérides eran "sobremanera dudosas".
Pero es indudable que Seboso reconoció las Afortunadas (ConvalÜB y
(HEMEROTECA P. MUNICIPAll
Sania Cm de Teneríf» J 57
Pilaniaria) inmiediaitas a la oosta de Mauritania; la isla de Junoniia (La
Palma) y tal vez las deiinás de su grupo comocidia® por Juiba, y que son
quiizá las que él qoiisio nomibrar Heisipérides; y luego Pluvialia y Oapral-ria
(las islas de la Madera), situadas más al Poniente de todas éstas.
Si la cifra de cuarenta días de navegación, que Plinio da como la
distancia de las Górgadas a Jas Hespérides, es la suma total deJ periplo
insular atlántico de Sebosio, cosa muy probaible, la precisión náutica de
Esitacio en este punto conre parejas con su preciisión en la distancia a Cádiz
de Jnrooni».
Porque según Scylax desde el Estrecho (columnas de Hércules) hasta
la isla Cerne, hay doce días de navegacióni; y según el peripüo de Han-ndn,
desde Cerne hasta el Cuerno del Poniente hay veintiséis días; y
como deside aquí a las Górg'adas hay uno o dos días, según el propio
Plinio, estas diistintas partidas suman los cuarenta días indioados por
Seboso para el periplo desde el Estrecho de Gibraltar a las Górgadals,
pasando por las Afortunadas y las Hespérides, navegando frente y a la
vista del Atlas: expresión que se acomoda a maravilla a un periplo que
arranca de las Columnas.
Tal vez alguien pretenda que nuestra interpretación de los datos de
Plinio-Seboso se parece a un castillo de naipes; pero no se podrá negar
que nuestra exégesi» explica en todas sus partes las aseveraciones del
escritor romano, que es la más precisa y conforme a la realidad geográfica
de estas islas, y que ella recoge las informaciones de la filología
moderna respecto de Seboso, y sus coincidencias con otras fuentes contemporáneas.
No se olvide que Plinio ha compendiado los datos die Estado
Seboso que circunnavegó la región; y a su síntesis se deben las oscuridades
que hemos aclarado.
16.—Informaciones sueltas tomadas por Plinio a fuentes
conocidas.—La isla Cerne.—Las Górgadas
La isla Cerne la sitúa Plinio, a 'base de datos de Polibio y de Nepote,
a una milla de la costa y con un perímetro de dos millas. La generalidad
de los Tratadistas cómo André Berthelot (nb. cit.) la identifican con el
ialote Herné de Río de Oro, aunque algunos lo llevan a la <bahía de Ar-guín.
La distaicda de la costa: ociho estadio® (Polibio) o sea una milla (Ne-
68
pote)—aproximadamente 1 % kilómetros—es bastante exacta, aunque lo
es con bastante error el circuito, puea iHierné tieme aproximadajniente 3
kilómetros de longitud. Pero mayor os el error de Hannón que le asigna
5 esitadú>s.
La frase ex adverso máxime Caríhaginis "en el punto más opuesto
a Cartago" indica con seguridad absoluta que el texto de Cornelio Nepote
se refería a una situación respecto de las Columnas de Hércules o el Estrecho,
punto de referencia de la navegaición gaditana a uno y otro lado
del Estrecho, porque igual dato apunta el periplo de Hannón. Efectivamente
Cerne está a una distanicia aproximadamente igual en navegación
costera que Cartago, al otro lado de lias columnas; y es harto sabido que
loa geógrafos antiguos: Hannón, Tolameo, etc., pensaban que la costa
afrioana, del Atlántico tenía urna incl.iniación hacia el Este, en vez de la
real hacia el Suroeste.
Las islas Górgadas referidas a. los datos de Hannón y de Jenofonte,
y perfectaimente identificadas en »u situación al Sur del Cabo Hesperio o
Cuerno del Poniente, aparecen claramente identifioadas con las islas Bis-sagós,
por la navegación de cabotaje de Hannón que ya indicajmois, y
por la situación del Cabo o Cuerno del Poniente, que la generalidad de
los tratadistas identifican en el actual Cabo Roxo, en el Senegal.
El problema de lais Gorgonas volverá a ser más aanipliamente estudia-,
do en ©1 capítulo que en nuestras Canariarum Fontes Antiqui dedicaremos
al periplo de Hannón.
Es pasible que la referencia del párrafo C se deba a Nepote, como
el A, al que continúa.
17.—Referencias imprecisas o míticas
Se reducen a tres: las islas Hespéridas (párrafo E), la isla Atlántida
(párrafo B) y las referencias fabulosas sobre los productos de las Afortunadas
(párrafo T).
Ya liablamos sobre las Hespérddes. Para los griegos primitivos la Hesperia
que conocieron fué Italia, y cuando recorrieron todo el Mediterráneo
llamaron Hesperia a Iberia, más occidental que Italia. Por lo miismo
situaran primero las Hespérides en las Marmárica; y amtes de Scylax
que en el siglo IV aun sitúa el Jatrdím de las Hespérides hacia l a CJrain
Synte, ya en navegación habían llegado más a occidente de las Coliim-
69
ñas de Héxciales y se vieron foraados a llevar en una mítica navegación
hacia «1 Poniente las Hespérddes, situándolas en las islas más oocidejitaleis
conocidas del Atlántico.
Suponemos, por consiguiente, que las dos islas de las Hespérides
(párrafo E de Plinio) son efectivamente las islas de Lanzarote y Fuex-teventuiia,
primeras qoie los oavegantes caboteadores griegos y fenicios
pudieron reconocer junto a da costa africana.
Pero cuando se fueron reconociendo nuevas islas, como estaba vivo en
el sentimiento de los escritores el valor etimológico de la padaibra, siempre
serían las Uespéndes las islas <má& occddientaies. Estos cambioa sur
cesivos y esta contradicción en las referencias, es lo que hizo exclaanar a
Plinio: todo lo que se dice de estas islas es sobremanera dudoso (parran
fo F). Y obsérvese como confirmación de lo que llevamos dicho que el
propio Plinio no sitúa las Hespérides dentro de las islas de Mauritania,
de las que empieza a hablar en el párrafo G, sino antes de ellas; y como
fiíi fueran islas al Poniente de Gabo Verde y muy lejos. Trampa en que
cayeron muchos de sus comentadores.
Por esta razón expusimos antes que aunque Bstacio Seboso habla
de las Hespérides como de islas auténiticas, puesto que las sitúa geográficamente
y se refiere concretamente a un grupo de las Canarias (o tal
vez Madera), emplea seguramente el nombre Hespérides como indicación
no de dos islas precisas, sino de un grupo occidental atlántico en
general, o de otro nomibre de las Afoiituinada®.
La isla Atlánitida está citada por Plinio, sin concretar una fuente determinada,
sino cual referencia a manifestaciones orales. La forma imprecisa
empleada por Plinio en este párrafo o ficha interpolada en su
relate de las islas africanas, no nos permite formar un juicio exacto de
la isla a que se refiere. Porque dos hipótesis son posibles.
La primera es la formulada por André Berthelot {ob. cit. pg. 292)Í
de que se refiere al iraismo Oabo Juby, que tiene aspecto de isla visto
desde el mar, o bien una denominación genérica de las islas orientales de
Canaria», como Fuerteventura o Langarote, o amibas consideradas como
una unidad. Porque, como vimos antes, estas islas fueron tamihién llamadas
Atlánticas o Atlántidas, y su nomihre cambió con el tiempo. Y pudo
haber ocurrido en las fuentes de Plinio a este propósito, lo mismo que
con las Purpurarlas de Juiba, que siendo varias para él, se empleó luego
el singular por los escritores posteriores.
eo
Pero lo más probable sin duda parece que la frase de Hinio se refieire
conieretamervte a la mítica y faibulosa Atlánitida de Platón, de que hablaran
también Aristóteles, Mela, Estrabón y Diodoro Sículo, referencias
que no podía i n o r a r la inmenfea lectuira de Plinio.
Por esta razón creemos que la f'oha pliniana relativa a esta isla está
interpolada entre el relato que se refiere a Cerne y lo siguiente, por lo
que el comien&o del párrafo C, ab ea quinquc dicrum navigalinne, se
refiere a Cerne, y no a la Atlántida. Así hallamos una perfecta coincd-demcia
entre ese rielato plimanio y los datos de otros periplos, con el de
Harmón, sobre la situación costera de los desiertas entre Cerne y los negros
del Senegal.
En el párrafo T debió condensar Plinio algunas referencias veraces,
junto a i-nformaciones míticas y de maravilla. La abundanicia de árboJes
fnutaleis, aídmales y palmas datilíferas, es exacta; y la abundancia de
mieles es común a Plinio, a su fuente Juba, y al texto de Plutarco. Es inventado
lo de los papiros y siluros.
Pero en ese párrafo se resumen algunas de las referencias de carácter
mercantil contenidas en el periplo de los emisarios die Juba, como
materias aprovedhables para la exportación, cual los árboles y los animales
arrojados a las playas por el mar y pestilentes, que quizá isean los
sebos de los lobos marinos, tan abundantes en Canarias y explotados tan
amipliamente hasta la Edad Moderna, que dieron nomibre a una áe las isi-lais:
la de Lobos. Pero indudiablemente hay confusión de datos objetivos,
con referencias míticas de las islas Dichosas, que Plinio no diferenció
claramente.
Conclusión
Como se ve de la precedente exégesis del largo texto de Plinio sobre
las ialas Atlánticas, podemos sentar como seguras dos cosas.
Que sólo ciertas inferencias de producción de país de maravillas señaladas
al final, la mítica Atlántida, la exageración del circuito de Con-vallis,
el problema ininteligible de las férulas de Ombrios, y las fábulas
aludidas de las Hespérides y las Gongonas son los elementos dudosos,
oscuros o fabulosos del pasaje estudiado.
En cambio, resulta bastante claro, exacta y explicable toda la sitúa-
61
ción ideográfica, sus orientaciarres de navegación y distancias relativas
de las islas del Océano, y perfectamente conformes los datoe y características
de las propias iislas.
Ello ha podido ihacense partiendo de un comentario filológico y de lo
(más claro, exacto y segruro, que es el periplo de los emisarios de Juba,
y- el periplo realizado por Estacio Seboso (escritores del siglo I antes de
Cristo), navegantes que conocieron directamente las islas Afortunadas
y dieron de ellas referencias verídicais y confonmes a la geog:rafía real.
Y sobre loa datos ciertos de estos escritoreis interpretando las referencias
iimprecisas o más genérica» de las demás fuentes expoliadas por Plinio.
Oreemos que este estudio será aceptado por los historiadores.
Nota adicional—En relación a la identificación que proponemos de la
isla Gran Salvaje con la Ombrioni de Juba, interesan ciertos detalles de
leste islote: en el Derrotero citado se da un croquis panorámico de ella,
que ofrece verdadero aspecto de isla; en la Brown's Goiide, bien conocida,
de las islas del Atlántico, se precisa que al pie de dos colinas existe un
aljibe o mareta que recoge las aguas pluviales, la cual puede ser de origen
natural o remoto.