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LAS ARTES PLÁSTICAS EN GRAN CANARIA EN EL AÑO 19S0
Si liulticramos de, lijar oii una nota plonatiiontc sifíiiilicativa las
características del ano artístico en (^,ran Canaria, tendríamos (jne
prestar especial atenciiMí a las actividades de nn grupo juvenil: el
Grupo «Lais> de arte contemporáneo. D(íS[)ués de un largo |ieríodo
de aparente atonía iiuiseular, el arte [)ictórico tanario inicia un
atrevido desperezo y s(! pone, a vihrar a tono de las corrientes espirituales
de) mundo exterior. La falta de contacto con estas corrientes
ha determinado (pie la curva de nuestras creaciones plásticas se
mantuviera peligrosamente ceñida a unos modos y formas de arte
sin auténtica capacidad de vutdo. KH muv difícil sacudir de la conciencia,
como decía Ortega, el polvo de las ideas viejas. Un arte
que no se renueve, que no SÍ; nutra de sabias revigorizadoras, está
siempre en riesgo de vulgaridad, o, lo que es peor, de fácil habitua-lidad.
Nuestros artistas, entre los que hay algunos soberbiamente
dotados, empezaban a devorar sus |)rop¡os sueños, poniendo en
trance de estiíribilidad la mism;i mal(íria di; donde extraían los motivos
de su inspiración Lín realismo casero, sin más ambición que
ser fiel a las a()ariencias externas de las cosas, y un trivial quehacer
que más semejaba artesanía (|ue arte, vfMiían limitando la visión y
la obra de nuestros artistas. I'.s verdad que de vez en cuando surgía
la excepción gloriosa: tal cual viejo maestro, sin apartarse esencialmente
de las normas vocativas ríe su estilo, simjiliíicaba su color,
rejuvenecía su composición y daba aire nuevo a formas que parecían
condenadas a rep(>tirse en ecos apagados. I'ero, salvo esos pocos
casos de verdadera personalidad artística, (MI que la fuerza del
estilo V su belleza indiscutible conlieren valor y permanencia a una
obra, pocos ejemplos de salvadora rebeldía nos han ofrecido los
frutos del arte local.
Por fortuna para nuestra vida espiritual, las Islas han sido siempre
magnífico tornavoz de las ondas externas. Kn cuanto el mundo
artístico europeo ríícobró su normalidad, no por conturbada menos
creadora, arribaron a nuestras pbiyas los ecos de su despertar. Las
artes plásticas de nuestros días han puesto su objetivo esencial en
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conferir acento lírico a las cosas. El pintor reivindica para su expresión
propia los mismos medios que siempre usó con plena libertad
la poesía. La metáfora plástica es hoy el instrumento que utiliza
este artista para transmitirnos su mensaje, en el que el mundo
exterior, borrados los secos perfiles de su dintorno, se nos aparece
en visión nueva, proyectado líricamente hacia zonas donde las cosas
surgen, más que en esquema significativo, en evocación espectral.
Las artes plásticas de nuestros días vienen recorriendo un camino
de creciente lirismo. En el arte abstracto se sugieren ya los
puros procedimientos elementales de la música. La línea canta,
modula, se eleva y se hunde, se concentra y se expande como una
melodía musical. El color armoniza, envuelve, presta firmeza y
aliento a la melodía lineal. Jamás una empresa humana de índole
artística se había propuesto a sí misma tan alta finalidad. Logre o
no su objetivo esencial, cuaje o no en formas definitivas, en mensajes
permanentes este arriscado empeño del arte joven, nadie podrá
regatear jamás su heroico esfuerzo, la calidad humana de su
lucha. El artista, generosamente desposeído de afanes materiales,
con abnegada rentmcia al fácil halago de la representación visual,
intenta nada menos que hacer de la línea y del color entidades
plásticas de vida sustantiva, dotando a cada fragmento, como ha definido
l'¡ca.sso, de una existencia independiente, sin acentos externos,
sin más ecos que los que puedan repercutir en el hondo cuenco
de su propia intimidad.
Dos exposiciones ha celebrado en 19.'j0 el grupo de artistas jóvenes
a que nos referimos. La primera tuvo por marco el entonado
salón de El Museo Canario, que abrió con ellas sus certámenes del
año. Alberto Manrique, .luán Ismael, Manolo Millares y Rafael
Monzón fueron los expositor(!S de esta inaugural salida. Alberto
Manrique, uno de los tnás jóvenes, presentó óleos y acuarelas. Hay
en el arte de este |)intor un sentimiento entrañado de angustia humana,
un radical dramatismo que le lleva a exprimir los jugos más
amargos, más dolorosamente contorsionados del mundo que sublima
su fuerte imaginación creadora. Juan Ismael teje con urdimbre
de sueños, en trama de vigorosa coloración, unos fragmentos pictóricos
en que los símbolos adquieren esa envoltura descarnada que
lucen las imági^nes oníricas. Es el suyo un orbe poético, deshumanizado,
en que toda la materia vibra en igual tono, en que la piedra,
el vegetal y la carne ostentan la misma categoría plástica, como
vistos por los ojos de im dios para quien todo lo creado se originara
en una única fuente. Manolo Millares presta a su obra un sentido
que pudiéramos llamar social, porque en ella la masa se hace
personaje, estilizada, quebrada en barroca caligrafía, rota en polifónico
canto, pero unida sin embargo por el oculto nexo de una firme
intención plástica. Rafael Monzón, que es un excelente dibu-
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jante, remonta su vuelo a más enrarecidas cimas. Aquí la forma se
despeja de externa estructura, el esqueleto formal parece fundirse
en sólidos goterones al calor de un lirismo cromático que todo lo
ve en función de puro color. Sus gouaches toman por punto de
partida, en mágico salto de trampolín, las extrañas formas de la lava
fluida, de la roca milenaria y desnuda que es el sustrato estructural
de nuestro paisaje. Lírica de los volcanes tituló sus mejores
dibujos. Son, en efecto, estas formas inconcretas como la plasma-ción
en términos de belleza de esos arabescos sorprendentes que
nuestra mirada descubro en tantos rincones de la isla desgarrados
por la herida abierta de un volcán.
Este ardido plantel juvenil volvió a exponer a fines del año en
los flamantes salones del Club Universitario. Se unió a ellos en
esta ocasión Santiago Santana, pintor de grandes facultades, profesor
de la Escuela de Lujan Pérez, donde él mismo se ha formado. Santiago
es un colorista de primera fuerza. Por ello la calidez de su
paleta confiere un ritmo de pura armonía cromática a todo lo
que pinta.
En el mismo Club Universitario un veterano pintor, situado en
los antípodas de este arte joven, Tomás Gómez Bosch, celebró la
mejor y más completa exposición que haya reunido en Canarias.
Tomás Gómez es un artista de acendrada honradez técnica. Cultiva
la pintura con absoluta dedicación y con un entusiasmo que no registra
ni el más leve desfallecimiento. Pinta retratos en que acusa
siempre gran fidelidad fisionómica; pero es en los bodegones y en
los paisajes de la isla, que ha pintado con morosa delectación de
enamorado, donde halla plena fruición su paleta jugosa.
Por los salones de El .VIuseo Canario pasó también,en su segunda
exposición en esta isla, un pintor gallego, Carmelo F. González, en
cuyo estilo, de limpio corte, transparccen las virtudes líricas de su
raza, ensoñadora, apacible y equilibrada. Y al mes siguiente José
Julio, pintor tinerfeño, llevó a las solemnes paredes del mismo salón
la inquietud y la algarabía de su pintura abstracta. Estamos ya
aquí en pleno reino del azar cromático, donde los colores se ponen
a cantar por sí solos, encuadrados en el rigor geométrico de una
arquitectura que sirve como pautado pentagrama a sus melodías.
Es digna de ser registrada y comentada, aunque sólo nos toque
un poco marginalmente, la magnífica Exposición retrospectiva que
se celebró en El Museo Canario, integrada entre los actos conmemorativos
de la conquista de la isla. Las artes plásticas estaban ^representadas
por algunos dibujos y unas maquetas arquitectónicas,
pues predominaban las fotografías ilustradoras de rincones típicos
y aiiosos de la ciudad, sus iglesias, sus blasones y sus castillos. El
conjunto resultó realmente soberbio. Se logró corporizar en una
gene de acertadas imágenes la historia externa de la ciudad. Pocas
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veces se conjuga en una exposición de esta índole tal suma de elementos
valiosos y concordantes. Recorrer sus distintas instalaciones
nos permitía captar ese espectro inaptehensiblc y fugitivo que
es el espíritu secular de una ciudad. Al catálogo de la exposición
puso prólogo Simón Benítez Padilla, y su glosa quedará como perfecta
niueslra de síntesis histórica, veteada de un humor que en vano
trata de velar la entrañada ternura que por su tierra siente este
canario ejemplar.
Otra exposición que con finalidad ajena a las artes plásticas resultó
realmente atitológica fué la del Mar, organizada por el Club
Náutico de Gran (Canaria. Instalada con extraordinario buen gusto
y perfecto sentido de los valores diversos que contenía, permitió
reunir, entre otras muy valiosas cosas, más de un centenar de marinas
canarias. Los mejores cuadros que las costas abruptas de la isla
o sus remansadas playas han insj)irado a pintores isleños o foráneos
se reunieron en los salones del Náutico, en conjunto jamás
logrado hasta la fecha. Marinas de Elíseo Meifrén, Márquez, Nicolás
Massieu, Tomás Gómez, etc. etc. y unas cuantas de pintores
extranjeros, ofrecieron al deleite del espectador la más variada nmes-tra
de estilo y de inspiración marinera que han visto ojos isleños.
Y no dio más de sí en esta isla este año de 1950, que no podemos
en justicia calificar ni de brillante. Tuvo al menos la virtud
de mostrarnos los primeros pasos de un movimiento juvenil liberador
qtie no sabemos adonde nos conducirá, pero que, por lo pronto,
ha vuelto a galvanizar unos miembros peligrosamente entumecidos,
.1. RODRÍGUEZ DORESTK
LAS ARTES PLÁSTICAS EN TENERIFE EN EL AÑO 1950
Las actividades plásticas en 1950 siguen partiendo del Círculo
de Bellas Artes. En las 18 exposiciones que registra el año son contados
los aportes de interés. Exposiciones como la de los Acuarelistas,
la de Pintores y Escultores, y aun la de Carteles, fueron pobres
exponentes del trabajo artístico.
He aquí los expositores: Juan Davó, Carmelo González, Juan
Toral, Bruno Brandt, Jorge Hogdson, González Suárez, Bonnin,
José Bruno, Exposición Nacional de Acuarelas, Hernández Rubio
(fotos), Colectiva de Pintores y Escultores, Miguel Már(juez, Carla
Prina, Noveles, Alberto Brito, Francisco Arteaga, Bonnin (nuevamente)
y Carteles.
González Suárez y Bonnin vuelven al pugilato de siempre. El
primero ciñéndose cada vez más a un realismo al que ha llegado
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partiendo de una sencillez originaria en la que con los más simples
elementos daba una versión de la naturaleza. González Suá-rez
ha llegado a una tal maestría en el manejo de la aguada, que su
versión es perfecta.
Bonnin, por el contrario, ha prevalecido en su fantasía colorista,
decayendo en algunas obras y presentándose en otras con el poder
de siempre. Sin embargo, en la última de sus exposiciones del año
presentó algunas variantes que sólo sirvieron para acreditar su deseo
de renovación, acusando así la frialdad que ha llegado a distinguir
a este género de tan sorprendentes recursos. Unas veces la
acuarela tiende a conseguir los efectos del óleo, otras simplicidades
escenográficas, envolviendo su posibilidad en un equívoco.
Esto acusa, entre nosotros, una falta de escuela o de grupo en que
se ventilen tendencias poniendo al día sus vastas amplitudes. González
Suárez, junto al pintor Mario Baudet, han hecho largo viaje a
través de la Península, exponiendo últimamente sus obras en el
Museo de Arte Moderno de Madrid. Señalamos la importancia de
este hecho, por dos razones principales: que el naturalismo pictórico
se enfrente con otras luces por cuya vía pueda enriquecer su
paleta y que la pintura de las Islas se dé a conocer en el área nacional,
soportando una crítica sin vinculación afectiva. Otros artistas
de las Islas han acometido y acometerán en el próximo año
aventura semejante: tales Bonnin, padre e hijo, y Eduardo Gregorio,
Plácido Fleitas, Manolo Millares, Juan Ismael, José Julio, Felo
Monzón, Gómez Bosch, etc. Hay que destacar a Plácido Fleitas, que
ha sido becado por el Instituto Francés para ampliar sus estudios
en París, a Josefina Maynadé, que recientemente expuso en Buenos
Aires, artista no isleña, pero que trabaja su obra en las Islas, a José
Julio con sus exposiciones de pintura absoluta en Cuba y Méjico, y
a Juan Márquez, invitado para exponer en París en uiia Colectiva
de arte español, junto a los nombres célebres de Mateo Hernández
y Zuloaga.
Entre los artistas que destacaron su obra figura en primer lugar
el escultor Miguel Márquez, formado en la Escuela Lujan Pérez de
Las Palmas. Como en nuestra habitual pintura, Miguel Márquez se
aisla en su fondo artesano y verista sin frecuentar los campos de la
creación. Posee un estilo que a primera vista pudiera ser influido
por la obra de Plácido Fleitas, tendencia de la que Fleitas se
separa en sus últimas obras. Esta influencia no existe. Existe, sí,
una tendencia característica de escuela que ha distinguido a los
artistas de Gran Canaria. Esta tendencia es de tipo racista, con un
verismo que más bien se acerca a las corrientes naturalistas del arte.
La obra de Miguel Márquez, casi toda en talla directa, le sitúa como
el primer escultor en Tenerife. Esperamos qvie la sobriedad de
su oficio despierte en él una voluntad artística y nos muestre en un
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futuro próximo una obra, que parece prometer, en la que muestre
su verdadera personalidad.
Entre los jóvenes pintores cuya obra presenta un carácter definido,
de indudable personalidad, figura José Bruno, si bien esta
misma manera hace de su obra una pintura de monótona constancia.
Esta constancia expresiva se manifiesta en una paleta limitada
y pobre, en el volumen y monstruosidad de los objetos y en la limitación
temática.
La Exposición de Acuarelistas Nacionales no destacó ninguna
obra digna de tenerse en cuenta. El envío se caracterizó por su pobreza
y no constituyó lección en el género tan cultivado entre nosotros.
Igualmente pobre fué la Colectiva de Pintores y Escultores,
exposición en la que los artistas presentan obras de su almacén.
A este respecto es de desear la continuación de las Exposiciones de
la Universidad de La Laguna, con sus correspondientes distinciones,
que señalaron en las Islas las mejores muestras regionales últimamente
llevadas a cabo.
Un estudioso pintor, de gran vocación, llevó a cabo también su
exposición el pasado año en la sala de Bellas Artes: Alberto Brito.
Brito, discípulo de Vázquez üíaz, mostró el producto de su labor,
más o menos dirigida e indudablemente progresiva. Si recordamos
las fases iniciales de este artista, hemos de convenir en su gran progreso
y en las posibilidades de su arte, que le situarán en uno de
los primeros puestos de nuestra pintura. Brito marcha aún con
cierta timidez en la mayor parte de la obra presentada y permanece
sometido a una pintura de tipo impresionista, sin el carácter
técnico de la misma. Acomete paisajes y retratos, destacándose en
estos últimos y marcando entre los pintores que a esta modalidad
se dedican una libertad que le enaltece y señala una necesaria
aplicación que desvirtúe el mecanismo fotoidealista a que ha llegado
la mayor parte de este comercio.
Desgraciadamente la exposición de los Noveles, que tantas esperanzas
puede despertar en otros ambientes, se caracterizó por su
carencia de valores.
La Exposición de Carteles de propajjanda turística, si bien dio
un par de obras apreciables, se distinguió también por la ignorancia
del género. Es precisamente el cartel una de las expresiones
plásticas más delimitadas, más precisas y concbísas. Existe una técnica
del cartel. El cartel precisa de imaginación, de fuerza, de motivos
concretos, de ataque, de finalidad objetiva. Tiene que ser
captado a toda prisa, en plena marcha. Tiene que gritar frente a
nuestra pasividad. Y esto es lo que se olvida con preciosismos, detalles
y sutilezas.
La aportación extranjera incluyó en el año las acuarelas del
pintor alemán Bruno Brandt, los óleos y gouaches de la pintora
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italiana Carla Prina y los proyectos arquitectónicos del urbanista y
arquitecto italiano Alberto Sartoris.
Bruno Brandt vuelve a las Islas después de una larga ausencia.
Expuso últimamente sus obras en Madrid, en el Museo de Arte Moderno.
Siguiendo su camino expresionista, Brandt presentó una larga
muestra de cartones, diversamente tratados, con cierta anarquía
y un lenguaje siempre diverso, sorprendente y de gran riqueza, flay
que espigar en tan varia obra para sacar una prueba maestra de este
arte, tan veloz y ausente da sistemática. Brandt es el eterno aprendiz
de pintor que a cada liora lleva a cabo un nuevo experimento,
sin carácter cíclico, sino solamente como un estado transitorio de
su inquieto temperamento: así, como gráficos de su naturaleza podemos
considerar esta pintura para la que ha elegido el vehículo
más cómodo por su rapidez: la acuarela. Creemos que Brandt no
hubiera podido terminar nunca un óleo, aun tratado con el dinámico
esquematismo que le rc|)resenta. La obra de Brandt estableció
en nuestro ambientíí un pequeño choque; pero más bien fué in-comprendido
hasta por los llamados a comprenderlo. Una obra como
la de Brandt no constituye para los avisados revolución alguna
en la pintura. Más bien sus métodos expresionistas y esta intuitiva
facilidad han cerrado una época de la pintura, máxime cuando
Brandt, o artistas Cjomo Brandt, permanecen aún atados a la naturaleza,
falsificando su comprensión.
Frente a esta pintura se presentó, primero en Tenerife y después
en Gran Canaria, la obra de tipo constructivo del arquitecto
Alberto Sartoris y de la pintora italiana Carla Prina, traídos a las
Islas por mi iniciativa particular, dado el conocimiento que desde
hacía tiempo me unió a ellos, resaltado por ser colaboradores en
la fundación de la Escuela de Altamira, en Santillana del Mar, junto
a la famosa cueva secular.
Carla Prina dio a conocer eti Tenerife una nuiestra de la llamada
pintura absoluta, sin referencia natural conocida, tendencia que
goza del mayor predicamento en las muestras de los principales
centros artísticos del mundo. Carla Prina es una artista qiu; ha concurrido
a las bienales de Venccia y ha hecho importantes exposiciones
dentro del rigor de su tendencia, cultivadísima en las últimas
promociones italianas y cuya fuente originaria es motivo de
polémica por ser considerada por unos como de origen mediterráneo,
por otros situada como una aportación oriental y también como
una creación que proviene de llolanda y que influyera, a través
de van Doesburg y Mondrian en la fisonotiiía de la arquitectura
funcional, según hace constar el propio Alberto Sartoris en su obra
magna Enciclopedia de la Arquitectura Contemporánea. Carla Pri'
na lo^ra en su obra una concreción de cuerpos independientes que
constituyen un compacto expresivo, calculado, donde los ritmos de
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color, sincopados, logran unidad de extraordinaria belleza. Sin recurrir
a los relatos literarios a que había llegado la pintura finese-cular,
esta pintura cubre nuestra apetencia emocional con valores
estrictamente plásticos, sin recurrir a la perniciosa amistad de una
literatura aplicada.
Junto a esta obra, Alberto Sartoris, una de las figuras más destacadas
dentro de las modernas tendencias de la Arquitectura, presentó
una serie de proyectos muy significativos y valiosos. Sartoris
pronunció tres conferencias, en el Círculo de Bellas Artes y en el
Paraninfo de la Universidad de La Laguna, sobre Arte, Arquitectura
y Urbanismo, cuya traducción se recoge en un libro de próxima
aparición, patrocinado por don José Curbelo Iglesias. Quiero
destacar que mi papel en esta expedición se limitó a ser el de simple
inductor, correspondiendo el éxito de la misnu» a los Ayuntamientos
y Cabildos Insulares de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas,
a los Colegios de Arquitectos y Aparejadores y al coleccionista
Martín Vera.
Por último es necesario destacar la exposición de fotografías
hecha por el aficionado Hernández-Rubio, que reunió una colección
de figuras y paisajes de gran valor artístico. Hernández-Rubio,
premiado en varios concursos nacionales de fotografía, dio a conocer,
expresando el procedimiento y medios técnicos de que se valió,
esta serie fotográfica en la que alcanza los más perfectos enfoques
y la más variada gama de matices, en la dificultad natural
de diferentes luces y la complejidad que presentan los paisajes. Su
labor reguladora del elemento natural, sin efectismos ostentosos y
de fácil repercusión, dio origen a esta nuestra superprofesionaí,
verdadera lección, que le acredita como artista de la fotografía.
Y así termina el año, que pudiera haber sido mejor, pero que,
de todas maneras, en medio del conformismo y de la monotoniía
de los expositores anuales, no ha pasado en vano. De 18 exposiciones,
hubiéramos deseado menos y mejores. Por otra parte, el Bolsín
de la Pintura ha acusado, según los artistas, una pequeña baja;
pero hay que reconocer que la venta no ha ido de acuerdo con el
valor de las obras, cosa por demás normal, pues el que compra no
es precisamente^ el coleccionista, sino el que quiere decorar su casa.
Y la pintura recordatoria de un feliz hogar no quiere decir precisamente
buena pintura, sino satisfacciones de un hogar feliz.
Eduardo WESTERDAIIL