Comunicaciones a la Dirección
CueTBs de Valerón
Ni cenobio ni granero
Sr. Director: Desde que D. Pedro Agustín del Ca<»tillo consíig^, ignoramos
con que fundamento, en en "Descrlpció'n de laa Islas Cañaríais", que las cuevas
enclavadas en la vertiente norte del barranco de Valerón (Guía) fueron um "ce-ndbio"
o "seminario'' de doncellas de los primitivo» aiborígenes, »e ha se^^uido
repitiendo ipor todois nuestros escritores, sin discusión alguna, esta aseveración
que estimamos errada, hasta hace poco en que el profesor de la Escuela de Altos
Estudios Marroquíes de Rabat, Jorge Marcy, que ha recorrido y estudiado
casi todo el norte africano, ha apuntado que el objeto a que estaiban destinadas
dicihas ouevaB era ,para servir de granero, criterio este que aprueban y confirman
varios airqueólogos, entre ellos nuestro buen amigo D. Juan Alvarez Delgado,
profesor de la Universidad de San Fernando de La Laiguna., el cual ha
publicado recientemente en la Revista de Historia un trabajo en el que propugna
la idea de granero-fortaleza o "agadir", que diría G. Mancy.
Sinceramente, no podemos compartir el parecer de tan distinguido amigo,
como tamiKKO el del dilecto consocio Sr. Jiménez Sánchez; ni "Santuario de
Harimáguadas", ni cenebio, ni granero.
Sabido es que el aborigen, al igual que la mayor parte de los pueblos prehistóricos,
nunca sepultaba a sus muertos en tierra porque "tenían por gran
delito enterrar en la tierra pura o que gusanos comiesen el difunto (Marin y
Cuibas), o "para que la tierra que ya fué animada y vivificada con la otra no
se mezclase, creyendo ellos que desimés de largo espado de tiempo deberían
tomar a la vida" (Torriani), o como opinan algunos arqueólogos germanos, "para
que el peso de la tierra no los aplastase". Consecuente con estas id«as el aborigen
ejecutaba sus entemanúentos en cuevas, o bien en sepulturas que aibría
entre las escorias volcánicas, o también en verdaderas cajas de piedra (dstas),
procurando siempre el aislamiento del cuerpo para que no tocase la tierra. El
79
eirterraaníento en cuevas perdura durante toda la prehietoriía, coexistiendo con
él sepuloro meigalítico y la fosa.
Desde que por vez primera visitaimos el interesanifsimo monumen'to ar-queológ'lco
conocido con el nomibre de "Cenobio de Valeren", sacaimo» la impre-is6n
de quie nos hallábamois ante una gran cueva funeraria de un alto valor ar-qneolágico
y de ti>po prehiistórico bien definido; de estas cuevas existen muchas
en nuestras isla«, si bien no de tan gandes inroporcdones, como apn las del barranco
de Silva (Telde) que, basta hace poco en que unos ibáitbaros miovidos IHW
un despreciable afán utilitario las destruyeron en pairte, dejaban ver en aa interior
hasta dli<ez y seis celdiiillas o cámaras a manera de niciios excavados en la
patred vertical de la toba volcánica de una 'gran cueva de forma oblonga; la de
Tara, con aeis celdillas, y la de Herque en Tenerife, de la que nos dice Viera y
Clavijo: "La cueva, aunque de una entrada avimamente dlffdl, es en lo interior
alta, capaz y acompañada de algunos nichos abiertos en la peña". Y Marín y
Cu/bas escribía: "Hay algunas cuevas de muy pequeña entrada y dentro giten-des
huecos llenos de huesos de difuntos". Es muy curioso hacer notair que estas
cuevas funeradias tienen una igran aemejanaa con los "colianbairioa" romanos
y con ciertas consrtmcciones funernirias etruscas abiertas en igrrutas y con nichos
en las paredes verticales al ignial que las nuestras, coimo las de Veies y las de
Toscanella; ello no .puede exipücarse sino como el desarrollo de una misma idea
existente en embrión «n los pueblos iprimitSvo».
La toponimia inauilaír nos suministra pruebas de la existencia de tales monumentos
funerao^os; muchos de los lugares en que se hallan enclavadas estas
cuevas suelen llevar el flignificaibivo nombre de "huesas" dado por el ipu*lo, denominación
que nos evoca el uso funerario a que estaban destinadas; recordamos
dos de estos lugares que llevan tal nombre: u^io en Telde no lejos de la
nrontaña de CJuatro Puertas, donde existe una amplia sala con algunos nichos,
y otro en Taüra.
Si examinamos con detenimiento nuestro supuesto "cenobio" (o granero),
podremos observar que está formado por una gran cueva, hoy destruida en su
parte m&s exterior al desplomarse por la acción del tiempo y que, de seguro,
sólo tuvo primitivamente un angosto acceso, en cuyo interior se abrían las cámara
» o celdillas donde se colocaban los cadáveres, siendo cada celdilla una sepultura
familiar colectiva y sucesiva en la que se colocaba el cadáver dé pie, según
nos dice Viera y Olavijo: "Y los colocaban de pie derecho en la» catacumbas
o cuevas destinadas para este fin." Y Abreu Galíndo escribe: "...los metían
en cuevas qoie tenían diputadas para este efecto arriimadas en 'pie".
De estas cuevaa funerarias existe un número muy notable e interesante en
España y Portu«raiI; entre ellas recordamos las de Palmella (Setúbal), las de
Bocairente, de una semejanza manifiesta con las nuestras y con m4s de un centenar
de nichos; las de San Vicente, en Baleares, y otras' muchas que se abren-sobre
todo, en el litoral del mediodía de nuestra Península.
Y no se diga qioe el hecho de aparecer nuestra cueva "al borde de un ¡pi'e-cipicio
o barranco, huyendo del .peli^o de robos y para facilidad de defettsa,
conñrma la idea del granero-fortaleza que apunta G. Marcy", puesto que nuestros
cronistas, al referirse a las cuevas funerarias, se expresan así: "ILos llevaban
a alguna inaccesible cueva en algún risco tajado" (Espinooai); "...y los po>
80
nían en cuevas enriscadas que para estos deipósitos tenían" (Pedro Agustín del
Castillo); "...y los colocaiban de pie derecho en las cataoumbas o cu«va» destinadas
ipara este fin" (Viera y Clavijo); "...dentro había compartimientos .para
cuerpos mirlados" (Marín y Cubas); "...y los apoyaban dentro de las ^gnuta» de
loa montes" (Torriani); frases todas que confirman la existencia de cuevas funerarias
en muestras islas y que éstas se abrían de ordinario en los Ixigares más
albruptos y esoanpados.
La misma existencia de unos pequeños tríigaliices que se observan en un
^ a n número de celdillas de nuestro aiupuesto cenobio, y que fueron hechos- de
intento ipara dar salida a los gases de los cuerpos en descomiposidórii, es una
pruelba más de la verdad de mientra tesis; cosa semejante hacían los hombres
de la cultura de los dólmenes en éstos, y ello se explica poirque, como dice Giménez
Sorel, "el dolmen es una derivacién de la gruta sepulcral y no tiene otro
oirigen que la evolución naturalísiima de una misma id«a seig^ún los elementos
materiales de que disponía el pueblo constructor".
Que TU» fueiron "cenobio" o "Santuario de Ilarimáguadals" las cueivas de Valeren
salta a la visita, si se considera que nuestros cronistas describen minuciosamente
los cenobios principales que existieron en nuestra isla y, al hacerlo, no
nos hablan de edificaciones de esta clase excavadas en las rocas sino simplemente
"de paredes ífruezae e inexpugnables... hasta hoy está otra casa muy pintada
y ^ande que servía de escuela o regimiento de doncella», hijas de los más
principales e hidalgos, (que fué la vi yo), según escribía el Padre Sosa; en semejantes
términos se expresan Sedeño, Gómez Escudero y Marín y Cubas.
Tampoco fueron silos o graneros las cuevas de Valerón, pues si bien existían
en nuestras islas cuevas en las que se guardaba cierta porción de grano,
que se entregaba por todos a manera de diezmo para alimentar a las Harimá-guada
», y tamftñén, según Sedeño, "para hacer repartimientos en los años faltos",
no es menos cierto que estas cuevas tenían excavados unos iXMZuelos o silos,
en los que ae guardaba dicho grano, no en las paredes verticales, como sucede
en nuestro supuesto granero de las cuevas de Valerón, sino en el piso o suelo
de las mismas, pozuelos que tenían la forma de una pera vuelta haciía arriba
aunque imiperfeotamente redondeados. Ejemplares ma.gníficos de estae construcciones
los tenentofl en Malipaso (Telde), y en el monumentail "añadir" de Te-misas,
cuya oonstruoción y distribución no tienen el más remoto parecido con
las construcciones del cenobio de Valerón; aipairte de estos ejemplares tan típicos
y característicos de la cultura aborigen, existían mudhos otros en nuestra
isla, hoy ignorados por haber sido cegados, al degtinairse la» cuevas respectivas
a vivienda* de igente modesta o a establo de ganados.
Por último, hemos de consignar, y ello iparece definitivo en favor de Tniee^
tra tesis, que al realizarse por la Comisaría Provincial de Excavaciones Arqueológicas
la limpieza del supuesto cenobio o granero recientemente fueron hallados
huesos hiERtanos en el fondo de algunas de las celdillas que no habían sido va-daidas
del todo por los "buscadores" de esqueletos y momias de todos los tlem-poa.
Dr. Pedro HERNÁNDEZ
Telde, octubre de 1948.
81
La aparición de la Virgen de Candelaria
en un libro portugués del siglo XVII.
Sr. Direotor: El erudito investigiador portugués Dr. J. R. do» Santo» Jú-lúor,
deJ Instituto de Anitropologia de la Universidad de Oporto y profesor de
la misma, que hasita ahora ha venido ofreciéndoime valiososi materiales folklóañ-cos
de aquel país para luna jnáa eficaz labor de cotejo con las variaintes canarias,
acaba de comunicarme unas noticias sobre la versión que se da acerca de
la «uJaigrosa aparición de la Virgen de Candelaria en un libro portugués x>ubli-cado
a princiipios del siglo XVII.
Por el indudaible interés de la noticia, por el aire entre poético y leigenda-rio
que orea la realidad del hecho y por lo que significa de aportación a la bibliografía
de tema tan dentro de la entraña jMadosa e histórica de la isla, no he
dudado en traducir lo que el citado profesor me comunica y en tran«cribir textualmente
la página donde se describe el milagroso acontecimiento.
Joáo dos Santos, natural de Evora (Alemtejo), profesó en la Orden de Santo
Donúingo en 1584, haciendo lariga y fructífera labor misional por tierras de
Asia y del Oriente africano, muriendo en Goa en 1622.
Fray Joao dos Santos comipendió en una bella obra, "Etiopia Orientíd", las
variadais y notables observaciones recogidas en peregrinaje tan largo y a través
de tan extrañas tierras. Dicha obra se imprimió por primera vez en Ldsbo« en
1609 y su autor la dedica a D. Duarte, marqués de Frediilla y de Madlaigon.
Uno de los capítulos de "Etióipia Oriental" se titula Dos reinos de Baga-medri
e Dambia, e suas igrejas admiraveis, e do río Nilo e sua catadupa. Al
hablar expresamente en este capiítulo del "reino do Preste Jo&o" refiéirese a una
gran laguna como de treinta lególas de lairgo por veinte de ancho y a una ¡«la
que en ella había; isobre esa isla se elevaban dos iglesias que los naturales afirmaban
haber sido edificadas por los propios ángeles.
Como confirmación de que tal hecho puede ser real, FVay Jofto do» Sia(n-tos
aporta el sñig^uiente arigumento:
"Da meem» maneira se pode afirmar, que é obra feita pelo» anjos aquela
t&o marahilhosa iimagem de Nossa Senhora, que se manifestou ao® moradores
de ilha de Tana.rife, que é uima das Canarias, a qual apareceu nesta ilha, sendo
inda de gontios, em urna lapa, onde os pastores se costuroavan recolher das calmas
e dhuvas. Um dos quais entrando um dia na dita Ia!>a, viu dentro esta iina-gem
rodeada de muito resplendor. E cuidando que era algum fantasma, levou
de urna ipedra .para Ihe tirar com ela, mas o bra?o Ihe fícou logo seco com a
pedra na mfto fechada. E déste modo permitíú Deus e a Vlngem Nossa Senhora
que fícasse todo o tempo que vdveu em testemuriho déate milagre.
Sabido loto ipelos mais pastores moradores da ilha. tiveram esta Imagem
em grande venera^fto, dlzendo que era a mae do sol; ,pelo que faziam cada ano
grandes festas. Mas depois que os oasteUhanos pos»uirant esta ilha, Ihe ficeiraim
um templo mui sumptuoso, que hoje é dos religiosos da. ordem dos ipregadores,
onde está miui venerada, e soleniaam sua festa da Purificado, e tem f^to, aasún
no tempo dos gentíos como no dos crlstiAos, infinito» mHagrres." (EXi&pia Oriental,
por Frei Jo&o dos Santos. Ed. Lisboa, 1891. p&gs. 860-51.)
82
Con el envío de este texto acredita una vez más el interés que ¡por las cosas
canaañaa pone el erudito etnólogo y antropólogo portugués. Y creyendo que
la mejor manera de agradecérselo es dándolo a la puiblicidad ipara oonocimienito
de investigadores y curiosos, no he dudado en remitírselo a usted, Sr. Director,
ipor si tiene a bien publicarlo.
Con un afectuoso saludo, Luis DIEXÍO CUSCOY
Nota de la Redacción.—Esta interesaaite versión de la miilagrrosa. aparición
de Nuestra Señora de Candelaria, más sobria y, en detalles, discrepante de la
más recibida del P. Espinosa, coincide del todo eon la que ddó a conocer nuestro
colalborador D. Buenavenitura Bonmet en un artículo que con el título "La Virgen
de Camdelaira" pulblicó en "El Día" del 14 de agosto de 1941.
Decía Bonnet: "Existe otra tradición desconocida de nuestros (historiadores,
y anterior a la publicada por el P. Esipinosa. En las "Grandeaas y cosaa notables
de ESapaña", que vio la luz en 1590, escrita por Diego Pérez Mesa, se lee
lo que sigue:
"En ésta misma isla (Tenerife) cinco leguas de la ciudad de San Oristólbal,
"hay una imagen que ha hecho y hace muchos milagros. Llámase la imaigen y la
"iglesia donde está, que es de religiosos dominicos. Nuestra Señora de Cande-
"lana, cuya invención y aparición fué desta manera. Siendo esta isla de genti-
"les ibánbairos naturales, un ganadero quiso encerrar un atajo de oabrasi, como
"otras veces solía, en una cueva por defenderlas de alguna atgua u otra inde-
'mencia del cielo, pero en entrando las cabras volvieron a salir huyendo tan es-
"ipantadas que no pararon en gran treciho.
"Maravillado de la novedad, el ganadero quiso saber la causa, y entrando
"dentro de la cueva vio un jfran resplandor y la imagen de la gloriosísiTOa Vir-
"gen madre de Dios. Enfadado el gentil con bárbara arrogancia tomó una pie-
"dira y acometió a tirarla contra la benditísima imagen, mas en ese mismo pun-
' t o milagrosiamente se le quedó el brazo yerto y seco, y el puño cerrado como
"lo tenía en alto y con la piedra, y quédasele de la misma suerte hasta que mai-
"rió en testimonio del gran milagro, el cual como fué sabido por los moradores
"de aquellas islas acudieron a ver la santísima imagen, y tuviéronla de ahí en
"adelante en grandísima veneración, llamándola Madre del Sol."
"'De esa leyenda conocemos una variante. En el número VI de la revista
' E3 Museo Canario" se (publicó una antigua "Relación inédita de la® Islas Canarias"
de aiutor desconocido, que figura en el tomo 82 de la serie en 42 de la Oo-leccdón
Salazar (Academia de la Historia). En dicho texto se lee el miamo relato
que consignia Diego Pérez de Mesa, con la diferencia de que el ipastor no
muere, por encomendarse a la Virgen, restituyéndose el brazo a su sanidad, dice
el texto."
Hasta aquí Bonnet. En la versión de Pérez de Mesa Observamos coincidencias
literales con la de Fray Joáó, hasta lo de Madre d d Sol, como título dado
a la Virgen ipor loe naturales. Como aquella fué impresa 19 años antes que ésta,
ei no derivan ambas dé un texto desconocido, la .portuiguesa fué copiada de la
castellana. En cuanto a la publicada en "EH Museo Canario", parece más evolucionada,
pero, dieAgradadan^nte, no ee dio el más elemental indicio pora datarla,
siquiera por la letra d«I manuscrito
83
TÍO Juan de la Caleta
Sr. Director: El fino catador de folklore isleño, José Pérez Vidal, al publicar
en Revista de Historia su interesantísima "Nota" titulada "Tío Juan de
la Caleta", no cita una variante que los que jugábamos en Santa Cruz de Tenerife,
allá por los años de 1910 a 1914, en la hoy casi irreconocible Plaza de
la Constitucióin, empleamos millares de voces.
Nos prefniíntábamos y nos contestáibamci»:
P.—¡Ah! ¡Cho Juan de la Caleta, Jo!
R.—¡Joooo...!
P.—i Cuántos panes hay en el homo ?
R.—Veinticinco y uno quemado.
P.—^¿Y quién lo quemó?
R.—^El perro traidor.
Y luego a coro:
Pues préndelo, ,i)iréndelo
Que "áhi" voy yo;
Pues préndelo, préndelo
Por ser baladren.
Nunca dijimos "tío", sino "cho", y esto quizá porque a nuestras inteligencias
de "señoritos" de la capital nos parecía mó« entrañablemente camipeeina
la segunda' apelación que la primera.
El "áhi", en vez de "ahí", lo pedía el ritmo... y la tendencia popular de
convertir en monosilábica esta palabra, especialmente cuando la precede otra
que termina en vocal, a guisa de partícula átona que con ella se fundiera.
Emilio HARDISSON
Canarluno Totizo
Sr. Director: En nuestro ipequeño airtículo Problema* léxicoe, publicado en
esta Revista de Historia, núm. 62, hemos dicho, pág. 187, que desconocemos la
etimología del canario "totizo". Añadimos hoy que Cándido de Fig^iredo, op.
ciit. da "toutiso": "parte posterior da ca'be^a, nuca, cacho?o (=parte posterior do
pesooso), calbesa de pessoa", derivando la palabra de "touta" del plural latino
"caipita". Antenor Naecentes, "Diccionario Etimológico da Língua Portuguesa";
Río de Janeiro, 1932 explica "toutigo" de "touta" y sufijo igo. Copiamos Nascen-t
«8: "touta" do lat. "capita", plur. de "caput", cabera, a traivés de una foirma
capta, onde o p se vocidizou dando o ditongo au, que sofreu a evolu^áo normal,
e com altema$&o da ^gutural á moda infantil", explicación que parece haber eido
propuesta por Comu y aceptada por G. Viana. El REW 1668 CAPUT no apunta
la palabra pontuiguesa.
MAX STEFFEN
84
Sobre "gando" y "gara"
Sr. Director: Por «i sirven me ipermito estas mínimas nota® aJ trabajo "Gando"
y "gara", del Dr. Alvairez:
1. EJ Diocionario de la Academia da la voz cantero como usada en Aragón
y {Salamanca en la aceipción de "parte o pedazo de heredad, que en Salamanca
es de cuatro regaderas".
2. Si callao viene del francés "caillou", ¿no nos vendría a través del portugués
«calháu" ?
3. ¿No viene ancón del latín "anconem" y éste del grriego "ankón": codo?
¿ Cómo podría venirle al griego del celta ? Sobre la etimología de esta voz y »u
ipervivencia en las lenguas derivadas del i - e, véase Krnont-Moillet, "EHctio-miaire
Etymologique de la Langue Latine", s. v. "uncus". Tamlbién en Méjico ee
usa la voz ancón en isentido de rincón.
4. EJn Guamasa (t. m. de La Lagruna) existe una montaña llamada el "Bor-nós",
¿tendrá que ver con la raíz bhom?
M. R. A.