Número 97 "• __J Knero-Marzo 19ü2
SECRETARIADO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA ^.-vTC
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
REVISTA DE 1 llSTORIA%;- ,
Director: el Decano, DR. ELIAS SERRA RÁFOLS
Tomo XVIII La Laguna de Tenerife (Islas Canarias) Año XXV
El romanticismo de Lcntini
por Sebastián PADRÓN AGOSTA
En este asedio a la torre de marfil de los poetas canarios, aparece
ahora la fij^ura macerada y pálida de José Buenaventura Lenti-ni,
envuelto en el sudario aéreo de su romanticismo.
José Buenaventura lentini era natural de la ciudad de Las Pal
mas, donde nació el M de julio de IM5. Fueron sus padres don Benito
Lentini y Messina, italiano, nacido en Sicilia, y doña Tomasa Lindo
y Pérez, de Santa Cruz de Tenerife (1).
El padre do Lentini fué director de Música de la Catedral de
Gran Canaria, y además ejerció el car'Cío de alcalde de la ciudad de
Las Paln as, donde los hijos de la isla hermana le dedicaron la calle
que él mandó abrir durante el tierrpo que desempeñó la alcaldía
de la ciudad (2). Muerto don Benito lentini y Messina, su esposa, do-
(1) JOSÉ B. LENTINI. Poesías. Santa Cruz de Tenerife. 1891. Vid.
prólogo, de Isaac Viera, p.it;. 6. libro XI II de bastismos de la
Parroquia Mairiz de San A\:ustin de 1 as Pal" as, folio 45. l i b ro
XII de matrimonios de la Parroquia Matriz de Santa Cruz de
Tenerife, ifolio 35.
(2) AGUSTÍN MILLARES, Apuntes bíosrráflcos de don José Millares.
"El Museo Canario", de l a s Pal-"as, nú n^ro 50, 22 de
i.íayo de 1882.—DOMINGO J. NAVARRO, Recuerdos de un noventón.
Las Palmas, 1931, pát;s. '¿2y-22A.
ña Tomasa Lindo, se trasladó con el pequeño Lentini a Santa Cruz de
Tenerife. En esta ciudad adquirió nuestro joven poeta los elementos
de su cultura, siendo un asiduo lector. CoiT.enzó a publicar versos
desde 1852 en el "Círculo científico y literario", de Madrid (3). Lentini
y Lindo colaboró en los principales periódicos de la época, en
especial en "El instructor y recreo de las Damas" y en "El Eco del
Comercio". Contrajo matrimonio con la dama tinerfeña doña Clau-dina
Vera, a quien dedica su inspirada cor,posición El cantar de los
cantares en que llama a Claudina hermana y dulce esposa. Fué amigo
íntimo de los poetas Manuel Marrero Torres (1823-1855), al que
canta en dos de sus con posiciones; de Diego Estévanez Murphy
(1542-1866), que le dedica una elegía en 1862; de la poetisa Victo-riña
Bridoux y Mazzini, a la que dedicó algunos de sus versos; y
de Claudio Sarmiento, al que igualmente dedica dos poesías, y de
Angela Mazzini y Diego Esiévanez. Buscando alivio a sus sufrimientos
y enfermedad se retira al pueblo de Tegueste, donde
rruere el 31 de dicie abre de 1862. Su cadáver fué trasladado
desde Tegueste a la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, y enterrado
en el cementerio de San Rafael y San Roque (4). Murió Lentini a los
veintisiete años de edad, en la flor de su vida, y emprendió el viaje
postrero confortado con el auxilio sobrenatural de los Santos Sacramentos.
Cuando nurió, había fallecido ya su amada esposa doña
Claudina Vera. Los periódicos isleños "El Eco del Comercio", "El
Guanche", "El Canario" y "El instructor y recreo de las Damas" publicaron
un sentido tributo necrológico a la memoria del poeta.
En 1891, por iniciativa de sus familiares y admiradores, se imprimió
un tomo de Paesias dte José B. Lentini, en el que se reúnen 49
composiciones.
Lentini vivió de manera intensa el ramalazo lírico de su época.
En su nunien los temas románticos se agudizan y entenebrecen, iesr-pidiendo
a veces fulgores satánicos. Su cerebro, caldeado por el dolor
de su enfermedad, por la muerte de su esposa y por la angustia
romántica, "el mal del siglo", parece que bordea los abismos y precipicios
del desvario y la locura. Unas veces canta arrebatado de religiosidad
intensa, y otras se hunde, sin brújula, en las simas hondas
de Leopardi (1798-1877). Espoleado por su Interno drama, por el
dinamismo de la escuela de su tiempo, sus bridones se encabritan y
(3) ALFONSO DUCOUR RUZ, (Discurso), Gabi¡nie«s Instruictivo de
Santa Cruz de Tenerife. Sesión extilaordinarlia de 24 de julio d«
1869, Santa Cruz de Tenerife, 1869, págs. 20 28.
(4) Libro XXVI1 de defunciones de la Parroquia Matriz, folio 169.
apresuran, y es su fantasía de una movilidad morbosa. Más que liacia
Zorrilla y Klopstock, mira hacia Espronceda y Heine. Su flora es
el sauce quejumbroso, el ciprés lúgubre, la violeta, la rosa, los alelíes,
los nardos, lirios y azucenas. La tristeza, el tedio, la muerte, la
desesperación, la gloria, la poesía, el desengaño, la libertad son temas
que cultiva con predilección. Siente la arrogancia de ser poeta
y lo publica entre líricos relampagueos, llaiiiándose a si mismo loco.
Su tono—¡oh siglo XIX!—es un tanto zorriliesco, oratorio. La
escuela romántica es en él turbulencia, onda encrespada, treno y
elegía. Un pesimismo casi fisiológico lo devora implacable. Raras
veces se ve en él el optimismo. El dolor lo crucifica y lo lapida.
I-entini se solaza en su angustia, en su lírica agonía. Es un poseso
del romanticisno, el que señala más acusadamente el paso por nuestras
Islas del vendaval romántico. Es él todo dinamismo y querella.
El sentido antisocial rusoniano aparece en él. Su misantropía
mira hacia Juan Jacobo Rousseau, que es—en frase de Mcnéndez y
Pelayo—el primer escritor romántico. En nuestro asedio a su torre
de marfil hallamos las son^bras de Rousseau y de Voltaire. Su sátira,
que restalla como un látigo, busca los puntales de los dos demonios
franceses del siglo XVIII, antes citados. Lentini en su poesía Horas
satánicas, que recuerda temas de Leopardi, escribe:
¡Oh! si Rousseau me dIeDa su sonrisa,
si de Voiltalre el genio me acudiera,
histérica y helada
te arrojiara también mi tíarcajada.
Ya dijimos en nuestro estudio sobre el romanticismo canario,
publicado en 1938 (5), y que es lo primero que sobre este tema se ha
escrito, que Espronceda (1808 1842) y Zorrilla (1817-1893) marcan
la Influencia decisiva, central, en la poesía de la época. Los versos
de Lentini, que tanto miran hacia la musa de Espronceda, señalan
las huellas de conocidas corrposiciones Jel poeta de Almendralejo.
En los versos de Lentini titulados En la revoluteión de julio de 1854
nos encontramos con la poesía de Espronceda A Jarifa en una orgia.
Espronceda escribió:
(5) S. PADRÓN AGOSTA, La poesía romántica en Canarias.
"La Prensa", de Santa Cruz de Tenerife, 19 y 20 de junio de
1938.—lOEM, La descendencia lírica de Esprbnceda en Tenerife
"La Tarde, 7 de octubre de 1947.
Pasad, pasad, en óptica ilusorila
y otras jóvenies gimáis engañad:
nacaradas imágenes ale gloria,
coronas d|c oro y de laurel, pasad.
Pasad, pasad, majtres voluptuosas
con danza y algaz&iha en confusión;
pasad como visiones vaporosas
sin mover ni hiertr mi corazón.
Lentini en la antes citada poesía afirma:
Pasad, horas de luto nn al di tas y execradas
Que torpes proscribisteis la santa libertlad.
Pasad como una turba die Hebiles «spanttadas.
Pasad, hortas de infamia y de baldón, pasad.
Temas de la poesía hebrea aparecen en la lira de Lentini. La
desolación de Turo y El tíantlar de los cantares indican su afición a los
libros de la literatura sacra.
El presentimiento de su muerte tiembla en las poesías tituladas
Melancolía y Fantasía. En la segunda de estas cotiposiciones, que de
dica a su querido amigo don Américo Poggi, canta:
Adiós, amigo, pairtla; el tiempo vuela,
te espera tu destino, con él vas.
Cuando torne tu linda carabela
tal vez el vatic que tu dicha anhela
el sueño de las tumbas dormirá.
En sus versos En la muerte de Carlota y Fantasía, invoca la muerte,
deseándola para li. La fugacidad de las cosas, de los seres y de la
dicha, la melancolía, el hastío son temas repetidos de su obra poética.
Los versos titulados A en sus días ponen de relieve estos temas
que apunto:
¡Oye! Mañana al dieHpertar la aurom
Tinendo el prado de luciente grana
De mágicos pensiles saldrá Flora
Adornando de rosas tu mañana
Y el padre Sol sus rayos que dan vida
Verterá con enojos.
Porque degan aún más, prenda qulcrida,
Los dulces rayos de tus negros ojos.
i Pero esas rosas morirán se<tiieatas!
iPlero ese sai caminalrá a su dcaA>!
¡Venrirá la nodie, y nubes cemidienta».
Sobre carro del Sol, se abrh-án paiso<!
¡Asi pasan los goces!
¡Asi pasan los años!
Cansados vicnien, y se van veloces
Dejándonos en pos los ilescngaños.
¡Desengaño crufel! Su mano impía
Oesgarna airada el pecho;
La fatalidad le imuestra horrible y fría
Y lo sepulta icn dolorb^ lecho.
Y entoncts, ¡By triste!, ¿qué es del pecho amante?
Si la mucrtle le hirió, ¿do hbllar la vid&?
¿Cómo vivir de amores palpitantes.
Si le arrebatan su ilusión querida?
Esla ilu^aión quic con fcrvilcnte anhero
Frtenétioo adoraba;
Que era en la tierra el esplendente cielo,
Que por premio a sus penas demandaba.
¡Jamás, ¡oh Filis!, maties esa llama!
¡No rasgues esle velo purpurino!
¡No ocultes el risueño panorama.
Que nos borda de flores el camino!
Con harta razón el profesor Valbuena Prat apellida a Lentini el
más compílelo de nuestros poetas románticos (6).
El sentido antisocial, la desesperanza y el cansancio se ratifican
en su alma, que es delicada, como una campana cristalina en que
todo repercute y a la que todo lastima y hiere. Sus serventesios Mi locura,
escritos en el álbum de José Desiré Dugour (1813-1875). especie
de l^entor de la generación joven de su época, ponen de relieve
este repetido tedio del poeta. Los endecasílabos de Mi locura dicen asi:
Tinieblas, luz, harpías y deidades,
visiones die cantfor, espccÁros mil;
dejad en paz mis tristes soledades,
las floses no lagostéis de mi pensil.
¿Dó vlB ese mundo que se Hama sabio?
¿Qué dicte su rugir atn>nador?
(6) ÁNGEL VALBUENA PRAT, Historia de la poesía dañarla. Barcelona.
1937. pág. 35-36.
¡Sarcasmo y hii;l destilan de su labio,
Y en su carrta-B se olvidó el amor'l
Dejad que nUede el orbe a lo pv^ofundo,
Y pueda el pecho libre respirar,
Yo tensTo un alma que es mayor qufc el mundo;
El alma donde habita mi penar.
Quibro la soledad qul3 ardil^nte invoco;
QUedle ei^e mundo y su' bullicio en pos,
Y nada importa que me llamen loco
Si va conmigo el razonar de Dios.
La poesía canaria, que siempre se ha asociado al gozo y al dolor
de España, produjo un canto encendido de patriotismo en los
quintetos de Lentini que se titulan Dos de Mayo:
Dormido está el León, y ya altanera
El Águila se ci/erne en su dominio;
Por pasto erige la, nación ibera
Sin ver enarboCarsie la bandera
Que prt-gona la nnucrte, el exterminio»
Sacude su melena ensortijada
El León de Castilla, y marcha al punto,
Detitine el vuelb a su rival osada,
Y la úeslumbra audaz con su mirada
Do se retrata la inmortal Sagunto.
Y dos genios se elevan impetuosos.
Entonan úk victoria el himno danto,
Y ostentan los pendloneis victoriosos
Que humeíantes flotaron orgullosos
En el sangriiento Golfo de Lepante
¡Daoiz y Velardc!... Altos varones
Que lanzasteiis al Águila de Francia
Y a su escudo imperial hecho jirones,
Recibid las sagradas bendiciones
Del magnánimo pueblo de Numancia.
¡Caísteis! Mas el Águila (iel Siena
Huyó a los Alpes con mortal desmayo;
Y contúrbase ^lli su faz sercsna,
Al recordar la dt^plorable escena,
La jornada fatal del Dos de Mayo.
La rima interna, rima al mezzo de los italianos, de que tanto
gustó Antonio de Viana en su famoso Poetna, aparece también tn la
HEMER^'JECA P. MUNICIPAL
SM .- C"7 (lo Tenerifí
obra poética de Lentini. Además de en ütias composiciones, está en
la poetía Horas satánicas, poesía llena de altivez y de impiedad^
Horas satánicas vuelve a recordar la tan zarandeada poesía titulada
Desesperación, como en Diego Esté-^anez e Ignacio Ncgrín.
Está escrita en versos alejandrinos. Queremos, cono prueba de esa
rima interna de que tratamos, citar una estrofa de Horas satánicas,
en la que el recuerdo de Desesperación se une al tema del Tcid
Y quiste ver del Teide brotar la lava ardiiente
Y qiuise que mi frmntc tostara su volcán;
Y qiuáse ver las fiorüs cayendo títósplegadas
AI par que arrebatadas del túrbido huracán.
En Horas satánicas el pobre Lentini se hunde cada vez más en
la honda sima de sus ideas sombrías, en el precipicio de su angustia
romántica, cubriéndose con el manto de su desesperanza y su tedio.
He aqui una de las estrofas en que el bardo isleño siente más
las horas monótonas de su existir doliente:
¡Siempre lo mismo, siempj-e monotonía y hielo!
¡Siempre el opaco velo quie turba mi razón!
Siempre las mismas hor|is que pasan y quta tornan,
Y mi pensar trastornan con vaga confusión.
Al final de esta composición, cerrando con broche diabólico el
satanismo de las Horas satánicas, el deseo demoniaco de Lentini de
ser Dios:
¿Por qué no lo compiten*)? ¿Por qué no soy un Dios?
¡Precisamente por eso, pálido y macerado Lentini, porque no
eres Dios, no comprendes hasta agotarlos todos los arcanos del Universo!
Sólo Dios, inteligencia infinita, puede abarcarlo todo. ¡Tú, pálido
y entristecido Lentini, no puedes comprender sino lo que cabe
dentro de la estrecha capacidad de tu cerebro, porque es humano,
limitado, finito! Dios es infinito y tan misericordioso, que a pesar
de es'te satanismo de tus Horas satánicas, te perdonará, te sonreirá en
el momento en que la frágil caña de tu cuerpo se quiebre. Y en ese
corazón tuyo, tan lleno ahora, en tus Horas satánicas, de veneno,
reposará la carne inmaculada del Verbo, después de que con la miel
de tu confesión, hayas endulzado y perfumado tu pecho, que será entonces
sagrarlo vivo de Cristo y que es y ha sido siempre una pobre
sensitiva agitada por el vendaval de tu vivir.
* * *
Una d« las obras de Lentini menos imperfectas es la titulada
El cantar de los cantares, escrita en liras, aunque no con la rima
tiplea de los clásicos, sino con la rima abaab. El poeta escriije. después
del título, versión poética. Pero la poesía no es traducción, si*
no glosa e imitación, más bien. Están dedicados estos versos a su
esposa Claudina. Por el contenido de ellos se ve cuánto adoraba el
pobre Lentini a su amada, a cuya muerte sospechamos que alude
cuando escribe su composición El Hastio. Lentini, en este su Cantar
de los cantares, compone bellas liras, algunas completas y perfectas.
A pesar de todo este juicio mío y de estos elogios, me parecen
estos versos de Lentini, mejor aún, el uso de este poema sacro de
Salomón para este tema, irreverencia y profanación de la obra maravillosa
y divina. Una de las liras que integran el poema es ésta:
La diel sin par y airoso
cuello die cisne en gracia y donlosuna,
más rico y más hermo'Sio,
quie el ebúrlieo torrteón maravilloso
que el Rey D^vid encomendó a la alturb.
Lentini es el vate isleño cantor de canarios y jilgueros. En las
poesías ¡Pobre rosa!, A un jilguiero y A un cana!rik> se bordan estos
temas poéticos de las avecillas citadas, y están escritas las tres composiciones
en serventesios. El tema de A un canario recuerda temas
de Lope en su soneto que comienza Daba suistento a un piajarillo uo
dia (17). Los cuatro primeros serventesios de A un canario son éstos:
Pobre cantor de la doradla pluma.
Huésped feliz de la citarla loma;
Ya no vieras la fuente en níveb lespuma.
Ya no olerás la flor en grato aufoma.
Dejaste de Nlatuna él verde manto,
Y sus ei^nas espilendcntes galas;
Y apriilonaste tu divino canto
Donde no hallatlon extensión tus alais.
Alli tu pilco, tilertia sensitiva.
Halló un oonsuielo en Ibs tfosados labios
De la hermosa mujer que compasiva
Ckm ósculos pagaba tus agravios.
Entonces, ¡ah!, tus trinos repetías
O^ebranidlo tal vez sus labios rojos,
Y muy feliz en tu mansión vivías.
Tal vieiz viviendo en sus radiantes ojos.
(7) LOPE DE VEGA, Poesía lírica, Madrid, 1935, tomo I, pág. 72.
9
Acaso sean las estrofas apuntadas las mejores de las once d«
que consta esta composición.
La poesía de Lentini muchas veces está llena de colorido, acaso
fruto de su acendrado amor a las flores, de que luego trataremos.
Un tema muy de la época, muy ochocentista—como que es una
de las características esenciales del romanticismo—es el tema de la
libertad, tema que cultiva con profusión Lentini, siendo tal vez él
su mejor cantor dentro del ciclo romántico isleño. La libettad es tema
de sus poesías Caiitar báquico, Fl riía santo y En ta r^evoludón
de julio de 1854. Pero dedica un soneto en que el tema es solamente
la libertad. Este soneto, aunque fué ir.uy elogiado por Roque Barcia
(8), no me parece acabado, la poesía de referencia se titula La libertad.
Es ésta:
De alabastrina tez, de faz slEífena;
Dulce como el murmurio de la fuente.
Una virgen exhala eco doliente
Sujeta al cuello la siervil cadena.
Pero la arroja luego porque llena
De santa indignación el alma siente,
Y el otero traspone velozmente.
El hondo valle y la espesura amena.
La miro luego en olvidadas ruinas
Y en medio de sepulcros sacrosantos
Pnedlcando sus máximas divinas.
En la altura después oigo sus dantos;
Alzo la vista; en nubes purpurinas
Al cielo sube entre querubes santos.
Uno de los mayores defectos de esta escuela romántica isleña es
el abuso de los adjetivos y la poca habilidad que tienen en aplicarlos.
Un caso típico de ello es el que en una composición de José
Buenaventura I entini s*^ digan cosas tan pintorescas como ésta: guerras
belicosas. ¡Inhabilidad y viciosa frondosidad de nuestro siglo
XIX, qué pintoresca e infantil nos parece, aupados desde aquí, desde
esta desnuda roca del siglo XX!
El pesimismo, el pensamiento sombrío de estos temas líricos de
Lentini traen a nuestra fantasía una visión de muerte, de huesa, de
cementerio. A pesar de la desesperación del poeta, la fe religiosa
no muere en su corazón. Su dolor, por muy intenso que sea, no
ahoga su fe sobrenatural. Era demasiado sensible Lentini para perder
esta escala de seda y de luz de la fe divina. Este ambiente té-
(8) Vid. prólogo de ISAAC VIERA, citado.
M
trico de su poesía parece situarnos en el ambiente sombrío
de Joung y Cadalso, en esta larga noche lúgubre de sus versos El mi^
mo poeta se da cuenta de ello. Por eso en su poesía Al año IS52, dice:
Escucha: escucha el cavei'noso canto
Del asrer<ero y solitaiao buho.
Que tu muerte predice en sus gwaznidos.
A mi, a pesar de lo mucho que admiro esta onda poética y encrespada
de Lentlni, a veces me detengo y pienso esto: que nuestro
poeta parece un solitario y ajorero buho. Lleno de elegías, de trenos,
de querellas, de lamentos, de lágrimas, de predicciones lúgubres resuena
en nuestro corazón este revuelto mar Úrico de sus versos. Diríase
que nos ahogamos en este océano inmenso de lamentaciones. En
un estudio nuestro de poetas isleños no puede faltar el asedio a la torre
de marfil, buscando las huellas de los poetas que les sirvicion de
brújula. Por esto se nos antoja que en la poesía que Lentini dedica a
iMaria die la O Domínguez de Castra asoma la huella de unos conocidos
versos de Arólas, uno de sus poetas amados. La idea y el tono
de estas quintillas de Lentini parecen indicarlo, aunque pudiera
pensarse en mera coincidencia. La poesía de Arólas a que aludo se
titula Plegaria, escrita en serventesios. Arólas (1805-1849) canta:
Que suelta a su placer la crencha blonda
Vagues por odorifero pensil,
Y, ludefido diamantes dIe Goltíonda,
Tengas palacios de oro y de marfil.
Lentini prorrumpe:
Qu)e hueJlen tus pies topacios.
Que adornen tus sijenes flores,
Que sueños encantadores
Te brinden ricos palacios
Y virginales amores.
Claro que en estos temas poéticos está la tópica de las Orientales,
que en 1S29 parten de Víctor Hugo (1802 1885) (9) y que surgen en
(9) CH. M. OES CRANGES, Histoire de la Littferbturle Francaise,
París. 1937, cinq. part. chap. IV, págs. 790-791. — PAUL VAN TIE-GHEN,
Compendio d|e MistorilB dIe la Litferatuila de Europa desde el Re-nacimiento,
Madrid, 1932, cap. XVI, pág. 188.
It
7orrilla (10), Arólas y Espronceda y que cultivan los Úricos canarios
Manuel Marrero Torres (1823 1855) (11) e Ignacio Negrln (183(^.1885)
(12), que mira hacia Zorrilla. Acaso pudiera pensarse en el Romancero
Morisco como precursor de las Orientales. En él hay romances de tan
extraordinaria belleza como el que comienza:
Abenámar, Abenámer,
Moro de la moreria.
El liia que tú naciste
Grandes señales habia. (13)
Del antes mencionado Arólas es esta estrofa inclusa en su Himno
a la Divinidad, en que hay un bello pensamiento acerca de las estrellas:
«
Señor, tú eres santo; yo adoro, yo ci^:
tu cielo es un libro de páginas bellas
do en noches ti^anquilas mi símbolo leo
que escribe tu mano con signos de estrelUAs. (14)
La polimetria, característica del romanticismo, hállase en Lentini.
La noche del 12 de diciembre de 1861 toma parte en un homenaje
que el Casino de Santa Cruz rinde al general Prim, que en su viaje
hacia Méjico arriba a Tenerife. En tal acto interviene un pintor
(10) Entre las Orientales de los poetas españoles descuellan las de
Zorrilla, que son las que prefiero. El editor Manuel P. Delgado imprimió
un grueso volumen de Poesías de Zorrilla, en el cual se incluyen
seis Orientales, págs. 49, 71, 97, 177, 368 y 430. Entre ellas están:
Corriendo van por la vega y Dueña de la nesrra toca.
(11) MANUEL MARRERO TORRES, Poesías, Santa Cruz de Tenerife,
1855, Imprenta Isleña, págs. 75-77.
(12) IGNACIO NEGRIN. U poesía dél mar, 2.' edición. Habana,
1886, págs. 150-153.
(13 Romancero español y morisco, Valencia, págs. 150-153.—Este
romance figura hoy, con harto motivo por razón dd tema, en
los romances fronterizos. Vid. Ilomancero español, edic. de L.
SANTULLANO, Madrid, 1944, págs. 900-902, en que se recogen
dos versiones.
(14) ARÓLAS, Poesías, edic. "La Lectura", Madrid. Enrique Vázquez
Aldana hizo una antología de Poesías de Arólas, impresa por
la Compañía Ibero americana de Publicaciones, de Madrid, prologada
por el referido antologo. Esta obra comptrende Caballerescas,
Orientales Leyendas y Poesías varias. Al final de ella insértase el
poema Fray Juan, eicTlto en octavillas italianas por el poeta sevillano
José Velarde, y que en nota que le precede afirmase que alude
a Juan Arólas.
del país: Nicolás Alfaro Brieva (1826-1905). Un cronista historia el
homenjije: "Apenas Prim penetró en el patio-vestíbulo, adornado coii
fragantes flores y verde ramaje, con estatuas, con infinidad de luces
y. trofeos militares, de los cuales se elevaban las viejas banderas de
nuestros extinguidos regimientos de Milicias Provinciales, y entre
los que se saludaba respetuosamente la que condujera a la Guerra de
la Independencia el valiente Batallón de Canarias, los majcítuosoi sones
de la Marcha Real, tocada por la banda militar, y los robustos
vivas de las personas que esperaban al general, poblaron el espacio.
"Al llegar al primer cuerpo de la escalera, donde el Presidente
esperaba, el general Prini no i)udo prestindir d(^ detenerse por ui) momento.
Allí había un gran cuadro pintado por el notable artista don
Nicolás Alfaro, en el que con toda propiciad se representaba (jl paso
heroico de los Castillejos y s<> reproducid la friura del braví) •.;( ne-ral
a caballo, birvi<;ndo de blanco, lírido, lleno de pol.o y sans^re.
"En el momento en que el general Pri'Ti llegó al buffet, nuestra
juventud, llena di patriotismo, brindó por la gloria y el valor
del ilustre huésped y por el buen éxito de bu expedición a Méjico.
Entre los brindis, ya v.n prosa, ya en verso, fué notabl(> aquel
del gran poeta lentini, que, entregado a un ariebato sublime de l;i
oda, daba rienda ni entusiasn^o con esta imprcratión fov.osa, pin
dárica:
¿A dó vas, pavor de la metralla,
noble soldado de celeste egida,
aligera victoria suspendida.
9obre el dudosb campo de batalla?
No era bastante a tu gu<errero orgullo
que como ricos s^ajes
la guerría envuelta en funeral arrullo,
rindiiera ante tus ojos
de la raza feroz dte abencerrajes
los palpitantes lívidos despojos?
¿No era bastante a tu ambición tic gloria
las sacrosantas y guerreras leyes
para atímento de la fiel historia,
defendiendo aquel códice teniiío,
con ese emblema de inmortal pujanza,
con tu áesnudo sable retorcido
por el raudo segar de la ¡mafainza?
El viejo Teide, ooix>na*> en nieves
levanta hasta los cielos
Éu áien ornada die brum illas leves,
"'' ' de vaporosos y sutiles velos, ;, .•
de rayos mil que el padre sol le cede.
Al acercarte, súbito el gibante,
que el manso Llobregat meáir no pu&te,
msfió de gozo con febril talante.
Su solio es la mansión do ta luz gira,
su escabel el Océano,
y sus inmensas faldas, no te asombre,
serán soberbia pira
donde el gigante con vetusta mano
las letras grmbc de tu claro nombre.
Acude, vuela, campeón temitlo,
a los campos sin fin americanos,
do el ci>pañül dio leyes al vencido;
lanza en el sutlo infiel dtj Motezunia
las iras de leones castellanos,
que con rugiente saña,
del dolor torpe qm.- sin fe la abruma
libertarán a la polenti; España;
vuela en el carro dv íu eterna gloiia
Y vencerás, soldado,
porque tu nombre solo es ia victoria;
mas si el destino adusto y despintado,
al ver que osado vuelas,
tu vuelo estorba con empresas graves,
antes que retornar sin lo que anhelas,
quema, como Girtés, tus naves." (15)
El tema del Tiidt aparen en Ltntini con acentos un tanto lú-sbros,
en su totalidad románticos. Un rasgo de esto motivo—el apc-
!rir padre al Teidc—roitéraso en Ra-ión Gil Roldan Martin (1S81-
1940) (16) y en al^jún poeta peninsular (17). Los versos del Tolde
dicen:
¡Titánica montaña! Teide padre,
Que sirves a los cielos de escabel.
¿Qué idea hallar quo a tu presencia cuadre?
¿Cuál es tu trono, di, cuál tu dosel?
15) CARLOS PIZARROSO BELMONTF, Anales de la Diputación Pro-virtdal
de Canarias, Santa Cruz do Tenerife,1913, t. II, págs. 136-139,
(16) RAMÓN GIL ROLDAN, La tierra y la raza, en Fiesta de los!
Menceyes, Uguna, 1919, pág. 102.
(17) LUIS LÓPEZ ANCLADA, Tejde, "Estafeta I iteraria", (Siadrid,
15 de julio de 1944.
14
Yo no sé, ¡ay!, la nieve tlñe
Tu majestuosa faz:
Tu mole inmensa, convulsivo dñe
El brazo dtestttictor diel tiempo audaz.
Itálica lexistjó, mas, ya, no existe.
El trueno retumbó.
Estruendo qule en el Ponto ilesonó.
Yo a mi vez te saludo, Teide anciano.
Te saluda mi ancifana juventud
Que doquier mira al tiempo sobrehumano
Pnepartanírio a la gloria un ataúd.
En mi álbum sobre La poesía teideana, además de Lentini, figuran
los siguientes poetas, entre canarios y peninsulares: Cairasco,
Viana, Viera, Marqués de San Andrés, Graciliano Afonso, Marrero
Torres, Desiré Dugour, Ventura Aguilar, Negrin, Murphy Meade, Nicolás
Estévanez, José Tabares Bartlett, Rodríguez Figueroa, Tomás
Morales, Julián Herraiz, Castañeda González, Izquierdo, Pedro Pinto
de la Rosa, Juan Ismael, Emeterio Gutiérrez Alt)elo, Arozarena,
Rodríguez Herrera, Antonio Jesús Trujillo, F. Javier de la Peña, Ver-daguer,
Gerardo Diego, Benito Ruano, López Anglada, Félix Navarro,
Ruidrejo, Oliver y el autor de este estudio.
Acerca de Lentini afirma con gran acierto Valbuena Prat lo que
vamos a transcribir: "En su obra hay asuntos quintanescos y eos
mopolitas como ¡La Libertad! (soneto). El genio de la poesía, Dos de
Mayo, A Nerón y Vanidad y mentira; sentimentales como En la muerte
de Carlota, que hace pensar en E. Florentino Sanz y N. Pastor
Díaz; IVIelanoolia, con reminiscencias de E. F. Sanz y Enrique CU,
IMi último canto; atormentadas o rebeldes como... En el álbum de
mi buena y querida amiga la poetisa Angela Mazzlnil, H o i ^ satánicas,
cuya forma imita a Zorrilla, El Destino, una de las poesías más
logradas de expresión. El loco cante la verdad de Dios y Cantar báquico,
esproncediano, en que la inquietud intelectual se une al dinamismo
de la orgia. En algunos poemas hay variación de formas
métricas, como se halla tantas veces en Zorrilla; así en Las alas del
corazón y Otro abrojo. También hay un comienzo de serenidad en
la tristeza en A la señorita D.' Amalia Domingo, La Madne; de ambiente
idilico, a lo M. Valdés, pero con emoción plenamente romáfl-tica,
¡Pobre rosal; y un pleno reposo de su apasionada obra en la
glosa de El cantar de los cantares, que se inicia en Balada. Por último,
se halla en Lentini la atención al paisaje de la tierra, en cuanto
tiene relación con el vaivén roniántico. Lentini canta al Teide,
como Viana y Cairasco, pero su punto de vista no es el humanístico
15
ni el barroco; en el volcán ve el fuego y la tragedia de su alma, del
subjetivismo del sentimental del siglo XIX" (18).
Lentini no siente predilección por los temas de la Conquista,
como la sintieron José Plácido Sansón Grandi (1815-1875), Ignacio
Negrín (19) y José Desiré Dugour (20), que tornan a los temas vianes-cos
(21).
La sensibilidad de Lentini es extrema. Su sentimentalismo, exaltado,
tremendista, manifiesta un espíritu en desequilibrio. A través
de su obra lírica vense ideas contradictorias, a veces dentro de una
misma composición. El romanticismo lo tortura y lo turba. Su alma
—lo repetimos—semeja campana cristalina, donde todo repercute, y
a la que todo hiere y lastima. Fué acaso ol más atormentado y más
sincero de los líricos del romanticismo canario.
El tema de las flores lo seduce. Las flores dan solución, elementos
estéticos a su poesía. Escasean las composiciones de Lentini en
que aquéllas no aparezcan, ya en su si^ínificado real, ya en el metafórico.
Para él la fragancia de la poesía es aroma de alelíes, y la
poesía, flor perfumada del pensil divino. Los días hermosos y fúlgidos,
las horas felices de su vivir, son (lores. Su amada, rosa que
alza su frente de carmín. La noche oscura y silenciosa, flor que se
cierra. La fe, flor también. El pajarillo, flor de un día. Ya Calderón
de la Barca lo apellidó "ramillete con alas", en su drama La vida
es sueño. Para Lentini su propia poesía es violeta pobre y oscura.
Sus júbilos, flores. En Balaba, el símbolo de la virtud es la flor. En
su elegía a Manuel Marrero Torres califica a éste de agostado lirio
(22). En unos versos a su amiga Amalia Domingo, ve ninfas en el
capullo de la rosa.
La flor predilecta de nuestro lírico es la violeta. Acerca de ésta
escribe su apólogo Flor de un dia. En sus estrofas Melancolía canta:
(18) ÁNGEL VALBUENA PRAT, Historia de la poésita canaria, Barcelona,
1937, págs. 35-36.
(19) IGNACIO NEGRIN, Ensayo poético sobrfe la conquista áe Te<
nerife, Santa Cruz de Tenerife, 1847, Imprenta Isleña.
(20) JOSÉ DESIRÉ DUGOUR, Tenerife en 1492, Santa Cruz de Tenerife.
1852.
(21) s. PADRÓN AGOSTA, Ensayo históriao sol)re la leyenda canaria,
"La Tarde". 20 de noviembre de 1950. — ÍDEM, La poesía de D.
José Tablares Bartlett, "Revista de Historia", núm. 92, octubre diciembre
de 1950.
(22) La elegía a que me refiero se titula AI malogrado joven poeta
don Manuel Marrero Torres, y la recitó Lentini en el cementerio
de San Rafael y San Roque, ante el cadáver del bardo santacrucero,
el 10 de enero de 1855. "El Noticioso", periódico de Santa Cruz de
Tenerife, de 11 de enero de 1855.
Nadie vierte una lágrima, una sola,
Al contemplarme triste y pesaroso.
¡Huella el vüajero la modesta viola
Que oculta crece fen el follaje umbroso!
A la poetisa Angela Mazzini le dice:
Oye, hermana, mi cántico igno^do
Como la obscura y pobre violeta;
No es el incienso vil del ilustrado.
Es el beso de paz que da el poeta.
En Hojas marchitas exclama, diriviéndosc a Eugenio Cambre
leng:
Si hallares una cru/ cabe mi fosa,
Que será de mi lecho solitario
El esplendente genio.
Una lágriiTia vierte cariñosa
Sobre mi sien helada,
Y deja conmovido
AI pie de aquella cruz una violeta
Que obscura y perfumada
Atajará la huella tícl oUido
Y adornará la fosa dtl poeta.
Ansia sel <-j;)l)le a la que lak' tu estos \rrsos florece en La violeta,
de Enriqut' Gil y Carrasco (I.SlS-1846):
Ven mi tuSniba a adornar, triste viola,
Y embalsama mi oscura soledad;
Sé de su pobre césped la auileola
Con tu vaga y poética beldad. (23)
En pensamiento similar al de Gil y Carrasco insiste aún Lentlni
«n Flor de un día:
Sin reparar que la viola
Que se ocultaba en la grama
Subirá en excelsa llama
A la mansión de la virtud.
(23) M. MENÉNDEZ PELAYO. Las cien mejores poevsias Úricas de
la lengua rasllellana, Madrid, 1925. Vid. La violeta, de GIL V CARRASCO,
pág, 275.
Qi|e briltará en los edbnes
Y ctiantfo flne el poeta
Tornará al mundo en violeta
Que perfulme su ataúd.
Ante este aspecto de la Hrica de Lentini quizá pudiera pensarse,
además de en Gil y Carrasco, en Rioja (1583 1659),Selgas (1822-1882) y
hasta en Victorina Bridoux Mazzini (1835-1862), tan bellamente evocada
y con tanto cariño vista por María Rosa Alonso (24).
Enlutecido por el tedio, laminado por el dolor, el poeta solloza
en la lobreguez de su noche lírica, y desea la muerte como evasión
de la realidad infausta. Unas veces nuiéstrase creyente, y otras es-céptico
con audacia. Su hastío hácenos a ratos pensar en el de Espron-ceda
en A Jarafa en una orgia (25).
Tiene sentido de la musicalidad del verso. Contrasta con la negrura
de sus ideas el apogeo polícromo de sus composiciones.
Su forma es brillante, grandilocuente, retórica. Posee fuerza imaginativa
y aliento poético.
Obsérvase en Lentini cierto influjo del poeta venezolano Abigall
Lozano (1821-1871), del que fué lector apasionado y cuyas poesías pide
a su amigo don Fernando Martín (26).
A Rousseau, a quien, como ya afirmamos, apellida Menéndez Pe-layo
el primer escritor romántico (27), y cjue influye en la ideología de
nuestro poeta, lo cita éste en una de sus composiciones (28).
Entre sus poesías más audaces están las tituladas A Nerón y Horas
Satánicas, en la que hay este matiz acerca del Teide, de sensibilidad
puramente ramántica:
Y quisie ver diel Tleidb brotar la lava ardifente
Y quise que mi frente tostara su volcán;
Y quise ver las flDrfes cayendo desplegadas,
AI par iamebatadas diel túrbido jaquilón.
El orbe lírico de Lentini da la sensación de un cosmos en la plenitud
de su desquiciamiento. Es torbellino, vendaval. La serenidad apenas
se advierte.
(24) MARÍA ROSA ALONSO, En Tenerife, una poetisa, Santa Cruz
de Tenerife, 1940.
(25) ESPRONCEDA, Obras poéticas, Barcelona, 1906, págs. 111-114.
(26) JOSÉ B. LENTINI, Poesías, Santa Cruz de Tenerife, 1891,
págs. 35-37.
(27) M. MENíNDEZ PELAYO, Historia de las idieas estéticas eo
España, edic. del Consejo, 1940, V, cap. I, pág. 326.
(28) iOSE B. LENTINI, op. dt., pág. 61.
16
Tal es, en síntesis, la lírica, el panorama romántico, de este tre-mendista
poeta de nuestro siglo XIX, infausto en puridad de verdad
por más de una razón y que tiene horas de inefable ternura. Su lírica
señala en el reloj poético de las Islas la hora de la gran fiebre
romántica. Vivió con más intensidad que ninguno de los líricos canarios
contemporáneos suyos la poesía de su tiempo. Muere en la
flor de sus años mozos, a los veintisiete (29), sin dar cima a su obra,
y después de haber sentido el gran dolor de la muerte de su amada esposa
Doña Claudina Vera, acaecida en Santa Cruz el 18 de Mayo de
1861 (30), cuando frisaba en los veintiún años de edad, y a los cuatro
de haber contraído matrimonio (31).
Fueron sus hijos José y Juan; éste, nacido en Santa Cru? de Tenerife
el 2 de mayo de 1860 (32), publicó algunos versos: El 25 de Julio
y Dios y la naturaleza (33).
José Buenaventura Lentini Lindo canta su fe en la inmortalidad
del espíritu, en la vida sobrenatural, en Dios. Leamos las estrofas que
consagra a Angela Mazzini Bríscala, poetiza gaditana, colaboradora
de revistas y periódicos isleños de la época, que vivió en Santa Cruz
de Tenerife, donde muere, en la casa núm. 44 de la calle de San Roque,
el 22 de junio de 1894 (34).
En las estrofas a que aludo, Lentini, dolorido, pide las ven'uras
del cielo (35):
PoetiiZa hermana, acoge mis cantares.
Porque va en ellos la verdad de Dios;
Del Santo Dios que adoro en mis altarjss
Y me arrebata de su huella en pos.
El Dios que fMiebla espacios infínltos;
Que da misterios a la noche, y da
Savia a las flon.os y al Atlante gritos.
(29) Al margen de su partida de defunción se lee: "tuberailoso".
(30) Libro VIH de defunciones de la Iglesia de San Francisco,
folio 105.
(31) Libro XVI de matrimonios de la Parroquia Matriz de Santa
Cruz de Tenerife, folio 55 v.
(32) Libro XVI1 de bautismos de la Parroquia Matriz de Santj
Cruz, folio 113.
(33) "Revista de Canarias", 1880, págs. 232 y 308.
(34) Libro XIV de defunciones de la Iglesia de San Francisco,
folio 71.
(35) ELIAS MUJICA, en su antología Poetas canarios, Santa Cruz
de Tenerife, 1878, págs. 61-64, incluye esta poesía y la oda al general
Prim,
19
¡Ese es el Dios quvj en mi conciencia va!
¡Abrojos, apartad! Libre camino
Dejad al vate que la gloria vio,
Y escribe en lontananza, ¡oh giian diestiino!.
Mientras te reto yo-
¡Paso, paso! Tremenda catarata,
Muje furiosa, brUma sin cesar;
¡Quilero ver cual tu vena se dilata
Sin nunca terminar!
¡Siglos sin fin! ¡Venid en escuadrones!
Revolveos cual bélicos trotones
Que se encabritan al oler la lid.
¡Venid, qwe ya hallaréis vuejstro declive.
Pirámide estupenda y colosal!
¡Vosotros moriréis! ¡La gloria vive!
¡La gloria es inmortal!
iVIirad el cielo. Estrellas niiatutinas
Alumbran esplendentes on redor.
¡Suspiendidas en nubes purpurinas
Y adornando los solios del Señor!
¡Pronto vendrá Febo! Febo que dora
Seres y objetos mil en multitud;
Y las estrellas relucientes ora.
Verán don su llegada su ataúd.
Después vendrá la Noche y Febo triste.
Roto ya el carro, próximo a morir.
Despojarse el manto que se viste
De nácar y zafir.
Y todo mueije, si; muiare el perfume
Q^e excelso los sentidos tímbríagó;
Muere del astro el fuego que consume;
El penisamiiento, no.
¡El pensamiento brillará lesplendente!
Cuando ante el Dios que se alza en Sinaí,
La humamidad Se postrl3 balbiícíente.
El pensamitento encontrar ase allí.
Cuando elevados a un edén de glorias
Oigamos la canción del Querubín;
Cua/ndo ya no haya estatuas ni haya historias,
¡El pensalniento vivirá sin fin!
¡Pensamitento inmortal! ¡Tiende el vuelo
Y rasga los espacios de una vez!
20
No quHero vier los hombffes: Dame el djClo;
¡Dejadme allí skimido bn la embiüaguiclK!
\Qfié diverso modo el del angélico (36) poeta San Juan de la Cruz,
trovador de Cántico espiritual. La noche oscura y Llama db a)nor vive,
cuando expresa su anhelo de morir, doliente Lentini!
Sácame de aquesta mu^te,
mi Dios, y dame la vida;
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte;
mdra que pleno por verte,
y mi ¡mal es tan entero
que mubro pongue no muero (37).
Y más cerca, el pensar del poeta de El silbo vulnerado, qué opuesto
al tuyo:
Dar la la sombra el estremecimiento,
si a la luz el brocal del alborozo,
y llorar tierra adentro icomo iel pozo,
siendo al airie un (slencillo monumento. (3A)
Tres poetas del romanticismo isleño pueden, en parte, parangonarse,
por lo dramático de su vivir, con Lentini, porque, como éste,
murieron tuberculosos: Ricardo Murphy Meade (iaí4-1840) (39), Die-
(36) M. MENÉNDEZ PELAYO, Déla poesía misUca, en San laido:
ro, Cervantes y otros ensayos, Madrid, 1941, pág. 65.
(37) SAN JUAN DE LA CRUZ, Poesías completas, prólogo y revisión
del texto original a cargo de ÁNGEL VALBUENA PRAT, edición del
cuarto centenario de su nacimiento, Barcelona, 1942, pág. 35.—DÁMASO
ALONSO, La poesía de San Juan áe la (h-uz, Madrid, 1946, págs.
304^305.
(38) MIGUEL HERNÁNDEZ, Obra escogida, Madrid, 1952, pág. 102.
(39) José Plácido Sansón Grandi, al publicar sus versos El Mo-ribando,
que se reñeren a Ricardo y Patricio Murphy Meade, afirma
en una nota: "La tisis los devoró a ambos". "Revista Isleña", de Santa
Cruz de Tenerife, de 1 de mayo de 1842.
21
go Estévanez Murphy (40) y Heráclito Tabares Bartlett (1849-1865) (41)
Los bardos de la época consagraron sentidas composiciones a la
prematura muerte de Lentini, el más característico poeta del romanticismo
canario.
(40) En su partida de defunción léese: murió "de tisis pulmonar".
Libro IX de defunciones de la Iglesia de San Francisco, de Santa
Cruz de Tenerife, folio 97 v.
(41) Su partida de defunción dice: "Falleció a la edad de diez y
seis años y quince dias; su enfermedad, tisis". Libro XXVIU de defunciones
de la Paíroquia Matriz de Santa Cruz de Tenerife, folio
161 V.