Número 78 | Sa;i!a r^J^JIZZ^J Abril - Junio de 1947
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
DE LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
REVISTA DE HISTORIA
Director: el Decano, DR. ELÍAS SERRA RAFOLS
Tomo XIII La Laguna det Tinerlíe (Isla» Canarias) | Año XX
Una carta de Alejandro von Humboldt 1^ t '^y^A
Ico i ' »;
durante su estancia en la isla de Tenerife V% ^
por GOTTFRIED VON WALDHEIM
Bajo el reirado de Federico el Grande, a pocos kilómetros de Berlín,
en la ¡provincia de Branden'burgo, se extendía el feudo de Teigel, y más «J
Norte, eJ de Rángenwalde. Perteneoían éstos & Alejandro Jorge von Humboldt,
oíioi'al del ejército del rey, con el que tomó iparte «¡n no pocas batallan,
llegando a adquirir el grado de comandante. Su conocimiento de
diferenitea idiomas y eu sólida cultura le hicderon rebasar el nivel medio
dp im Jxmker pruadano.
Paisó parte de su vdda len la corte del príncipe heredero de PmS'ia, del
que fué gentillhombre de cámara, y caeó con la bella Elisabefh von Cof-lomib,
viuda de von Hlolwede, y .perteneciente, ella también, a la nobleza
brandeniburguei»a. El matrimonio ae instaló en Tegel, do'nde nacieron eus
dos únicos hijos: Guinermo y Alejandro, lel .prdntero en 1767 y el menor
el 14 de 8«ptieimibre de 1769.
£1 casitillo de Tegél no presentaba nin'gún aspecto de 8Íni«stro feudia-ilismo,
y sí, más biem, el de una gran villa rodeada por «u finca de labor
y recreo, hasta que GaiiHiermo, en las primeras' décadias del siglo XIXl,
cambió la edificación, inspirándose en el estilo neoclásico, tan en bo(ga
por aquellos tiempos. Las líneas ee tornaron sencillas, los muros fueron
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blanquieíadios y únicamente eeveras columnas adornaban Ja sobriedad del
edificio. Ouatxo torre» d^mueatran como decoración los ooho vientos en
esculturas, copiadas de la "torre del viento" len Atenas. Frondasoe árboles,
anchas avenidas hacían «1 luigar acogedor, y los cisnes, como dueños
de 8u pequeño estanque, fueron los suaves amigos de la niñez de Alejandro
y Guillermo.
Una avenida de sombríos cipreses conduce a las tumlbas de la familia
von Humlboldt. Bajo uno de ellos duerme Alejandro; una muerte plácida
llevó al postrer viaje al investigador infatigable, que pudo ver en su senectud
colmadoe todos sus deseos al ser publicada au obra cumbne, -u
Cosmos.
Días antes de eu muerte (el 5 de mayo de 1859) se cumplía el 60 aniversario
de 8U viaje a tierras canariae, isueño de juventud die este pacífico
conquistador de nuevos mundos geográficos y físicos.
Huérfianos ée padre desde muy niños, Elieabeth se hizo cargo de continuar
la educación de los dos hermanos.
Sensible, serena y graai soñadora narraba a sus hijos, al calor de la
vieja chimenea o al borde del melancólico lago de Tteigel ibajo loe oscuros
pinos, la hermosura de la creación de EWos. Su idea de darles una amplia
cultura, para encaminar la aguda initeligencia de sus hijos, se realizó plenamente.
Y fué la madre la «imiente de aquella divisa que llevó Alejandro durante
toda su vida: "El hombre debe querer lo grande y lo bueno" (Der
Mensch muss das Grosse und Gute wolle>n.)
Preceptores eleigidos ,por ella inteligentemente, tales como el estudiante
Campe, que daba más tarde, como editor, a la juventud alemlana
Robinson Crusoe, les instruían soibre la historia del d&scubrimiento de
América O los hechoe y aventuras de un Núñez de Balboa, que impre^io-mlaron
la imaginación y fantasía del bijo menor de estos sobrios hacendados.
Muy jóveneis todavía, los hermanos entraron en contacto con la vida
intelectual de Berlín, de ese Berlín pequeño y pobre que llevaba el eistig-ina
de redeTiitee guerras e invasiones, pero que renacía con vigor la la vida
espiritual.
Tralbaron amistad con el judío Mendelssobn y los vemos con frecuencia
«n eü «alón de la ingeniosa Henriette Herz, hiáda hospitalaria de este
grupo de ambiciosos eepirituales, donde acudía también con frecuencia
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Báhel Levirii, aniiga sentíni'enital del secretario de la Legación de España,
Rafael de Urquijo.
Literariamente la "Berlinische MonatssoTirift", más tarde la "Neue
Berlinische Monatssohrift" (Revista menisual berlinesa), editada y diri-g-
ida por Biester y nacida en la época del enciclopedismo, trataba de modificar
las ideas filosóficas franoesae y preparaJba el neohumamsmo. En
esta revistia se cultivaba no solamente el terreno filosófico sino tajnbién
eJ científico. Jas relaciones de descubrimietos, viajes, etc. El propio Bice-ter
tradujo al idioma alemán diferentes trabajos, entre tilos una réplica
del botánico español Padre José Cavanillee a la Nouvi'llr Enciclopcdie,
en él que se daba un juicio exacto y, justo sobre España.
La ipuiMicacdón de la correspondencia entre Bie»ter y Alejandro nos
refleja loe lazos de amistad que los unieron siempre, y las palabras de
aquél en la carta dirigida a aus lectores en 1803, cuando éste estaba viajando
por América del Sur, nos lo demuestran de un modo claro: "... teniendo
en cuenta eJ conitenido de las cartas de Alejandro, tan impoiv
tantes para «1 conocimiento de tierras y naciones, noe produce una inmensa
alegría saber de él. íH'abíamos empezado a preocuparnos por su
solerte y nos contentan sobremanera las noticias de tantos y tan importantes
desoulbrimientos realizados, ya que ningún europeo los había hecho
hasta ahora. Deseamos el proi-.to regreso del viajero que vendrá colmado
de múltiples conocimientos y con ricos y variados tesoros..."
(Cfr. "Neue Berlinisdhe Monatsschrift", de 1803, julio, pág. 61 y eigtes.)
Antes de realizar su viaje al Nuevo Mundo, Alejandro tuvo contacto
pon diversas peraonailidades e&pañolas. Haibía cursado estudios en las
univeraidadeg de Francfort del Oder (1787/88) y Goettingen (1789), en
la Academia Gomercial de Hamburgo 1790) y en la Academia de Minas
de rVeilherg, en Sajonia (1791), en. cuyos anales se mencionaron José y
Fausto d'Elihuyar, can los que tenía relación. José fué más tarde director
die minas en Santa Fe de Bogotá y Fausto director genieral de minas en
Méjico,
Lazos de amistad unieron a Alejandro, en 1788, al director del Reaü
Jardín Botánico de Beiíín, Willdenow. Tres cartas de aquél, escritas en
listín, flolbre problemas botánicos, se conservan em la Biblioteca ds la So-diedad
de Amigos del País en La Laguna y en la Biblioteca Munici^pal de
Santa Cruz de Tenerife, cruzadas con el director del Jardín Botánico de
La Orotava.
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En Goettimgen conoció a Forister, naturalista y compañero del capitán
Cook en su viaje alrededor del mundo. Amibos permanecieron algún
tiempo ©n Tenerife.
Hiuniboildt, en FVeibeirg, entabló contacto con el eafcudiante Leopold
von Buch, gran físico y amigo entusáasta del Archipiélago canario.
Terminados »ua eetudios, Alejandro entró como consejero de la administración
d« minas, en 1792, ¡á eervicio del estado de Prusia; viajes
oficialeg y diferentes misionas aumentaron sus conocimientos.
La muerte de su madtre, acaecida en 1796, camibió la orientación de sus
iplaneg. Abandonó el servicio del Estado y dirigió sus pasos a Jena, ciudad
univereitaria cerca de Weimar.
Intimo contacto existía ya entre Ale'jandro y Goethe y Schiller. Estos
dos últimos dirigían la revista "Las Horas" (Die lloren), dei:de Ha que
difundían y defendían sus bellas ideas literarias y filosóficas; en uno die
suis números publicaron en 1795 un trabajo de Humiboldt, titulado El genio
de Rhodos.
Probkmas geológicos y físicos atrajeron a Goethe en gran modo y
La teoría de los colores y El ensayo sobre la metamorfosis de las plantas
eran obras que pertenecieron al radio de acción común de éfte y Alejandro.
Bata época en la que sostuvo un intercambio de ideas tan abundantes
con Aüejandro y con Guillermo, que vivía también en J'ena, fué
para él, eegún nos dice, "una de ia» más luminosas de siu vida" {ciner
seiner lichtesten Lebenspunkte).
En 1797, Jena-Weimar era e] centro del mundo inteüectual. Alejandro
y Guillermo mantenían cordialesi relaciones die amistad y trabajo con los
hermanos Scihlegel, con Sidiuetz, con Hufeland y con Niethammer. Las
personalidades de Scihiller, H.erder y Wieland lee interesaron vivamente.
Siguiendo sus estudios de ciencias puras, Alejandro, con su amigo
Buch, efectuó en 1797 un viaje por los alrededores de Salzburgo, del qu«
sacó importantes resultados geológicos.
La siguiente etapa de s.u vida fué París, donde encontramos, .en 1798,
a los dos hermanaos. Guillermo y su genial esposa Caroline von Dachroe-den
trasladaron eu hogar a la capital francesa.
Bien pronto el salón de Caroline fué centro de reuniones de sabios,
aitista y literatos. Vemos en él al pintor David en compañía de perso-
• nalidades como St. Croix, Corai, Ohardon de la Rochette, conde de SdMa-brendorf,
entre otros.
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PVuto de «US trabajos con Lagrange, Cuvder, Lalande, Delambre y
Juasiau, Alejandro dio ej 12 de jidio de 1798, 'en el Instituto Nacional de
Francia, su famosa conferencia.
El Directorio de la República Francesa Je invitó a tomar parte en una
lexpedicdón al Pacífico con ej capitán Baudin. Dicho proyecto, como también
un viaje de Marsella a Egipto con Lord BriiS'tol, no se realizó. Este
fué detenido en, MMán y la invaeión de Egipto por Napoleón Bctnaiparte
impidió llevarlo a cabo. En eu deseo de poner en práctica sus cottioai-mientos
e investigar los problemas físico-geográfioos del Nuevo Mundo,
Alejandro buscó con éxito la protección de la corona de Esipaña.
Hrumbaldt y «u compañero de viaje el francés Aimé Bonpland entraron
en Eapaña a fines de diciembre de 1798, donde j>ermanecieron hasta
junio del año siguieinte. Fueron recibidos oon gran hospitalidad y prepararon
con gran esmero durante todo este tiempo el viaje al Nuevo Continente.
Gracias al apoyo del ministro de Sajonia ein Madrid, ibarón de
Forell, y favoreoidoe ipor Mariano Luis de Urquijo, ministro de Carlos IV,
les fueron facilitadas toda clase de informaciones y recomeindaciones,
fueron preisentados a la corte y isostuvo Alejandro estreohaí relaciones
con «i botánico y eacerdote Antonio José Cavanilles, con Casimiro Ortega,
con Clavijo, redactor de "El Pemsador", con su compatriota Hierrgen y
con el químico Louis-Joseph Proust. Visitó gran parte de la Península, de
la que quedó maravillado; ti paisaje levantino le llegó al alma y se 'dioe
que ante las rocas del Montserrat su admiración fué tal que por algunoe
momentos quedósie extático, en forma que cuantos le rodeaban creyeron
haJbía perdido la razón.
Desde Valencia escribió a ÍSUS amigos: "Detj^raciados vosotros que
apenas «i encontráis con que calentaros, mientras yo me paseo por aquí
entre los naranjos en flor, la frente bañada en sudor; mis pies andan sobre
camipos regadas por mil canales' que dan cinco cosechas al año. Ein
medio de esta exuberancia de plantas y flores, rodeado de seres humanos
de belleza indeecriptible, se olvida uno pronto de las incomodidades del
viaje y la falta de confort d: lasi hospederías, donde ivo se encuentra a
veces ni pan para comer.
Ein Cataluña y Valencia el país es un eterno jardín, encuadrado de
cactus y pitas. En los claustros laa palmeras cargadas de frutas e le*-
van a 40 ó 50 pies de altura. La campiña es un basque de olivo, y limoneras.
Cerca de Coll-Balaguer, en la desembocadura ád Ebro, una plani-
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cié de 10 millas de largo eíntá aalpioada de palmeras, pistacheros y rosas
de todas clases. Los cerezos .están en flor; aun en medio die las zarzas, las
narcifios florecen. Ninguna dudiad de España ise puede comiparar con Va-lencáa
en el desarrollo de su vida vegetal. Parece no haber visto nunca
ni árboles, ni hojas cuando «e perciben estas palmeras y ibundataleí». Bellos
edificios adornan las costas del mar. En Cataluña la industria no es
inferior a la de loa Países Bajos: se faJbrican tejidos en,todas las 'aldtas,
se construyen barcos; en ningún sitio ni la agricultura ni la horticultura
está tan adelantada en Europa como entre Castellón de la Plana y Va-lericia".
Era ell mes de mayo cuando, en posesión de un salvoconducto real muy
amplio, emprendieron su viaje; la Sierra de Guadarrama seguía blanqueada
por la nieve y, cruzando por Castilla, Aistonga y Lugo, llegaron a
La Coruña. Después de algunos díafi de espera en este paisaje tan difa-rente
al de Levante pero no menos hermoso con sus castaños, sus bosques
de roble, las diferentes tonalidades de verde que hacen tan suave la
dulce campiña, ante la bahía de La Comña, donde se encuentran los castillos
de Santa Cruz y San Antón y la bravia play'a de Bastiagu'Eiro, esperaron
con los espíritus tensos—ya que España se encontraba en guerra
con Inglaterra—a que la fragata "Pizarro" levara anclas en una madrugada
borrascosa del 5 de junio.
La lemoción embargaba la miente de todo viajero y sus e;píritus se
hallaban estremecidos. Naves enemigas patrullaban sin cesar por la ruta
de las Indias. Pero, afortunadamente, nuestra brava fragata "Pizarro"
realizó felizmente la primara etapa de su viaje.
El 19 de junio tocaron en ei puerto de Santa Cruz de Tei erife. Alejandro
debía de recorrer el Nuevo Mundo hispano durante casi cinco
años.
Al no ser nuestro objeto acompañar a Humboldt y a su amigo Bon-pland
en tan larga empresa, pararemos nuestros pasos en el maravilloíio
Archipiélago canario.
Se dice que Alejandro al enfrentarse ante el grandioso es,pectáculo de]
valle de La Orotava, con la cadena de montañas que tiene a su izquierda
el Pico de Tenerife, indinándose en tierra exclamó, conmovido por tanta
ihermosura:
"¡Feliz e] hombre ai cual Dios concede la suerte de morir ante crea-ci6n
tan perfecta!"
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Gamo pasa con muchos autores del j^asado, su recuerdo y au 'nombre
son más conocidos que eus obras. No íes nuestro intento informar aJ lector
extensamente sobre la producción oiamtífrea y literaria de Aiejandro.
De su Viaje a las regiones equinocciales de^l Nuevo, Continente, i799
hasta i80i, se publicaron varias ediciones, la .primera en francés \íxi< 1811
y otras más tarde, por lo que la crítica ademana lo atacó. Con asombro
escribía Alejandro a un. amigo: "Hle oído que en Alemania -Corren rumor
ree de que me dejo traducir al alenaán. Tal rumor indipa poca isámpatía y
quiaáis enviada hacia mí. Creo firmemente que ahora puedo escribir al
eapañoJ correctamente, pero estoy lo -bastante orgulloso de mi patria .pana
hacerlo en alemán, aun cuando mi eetilo resulte duro y áispero".
Hay qaie tener en cuenta que el francés era la lengua mm en uso durante
los siglos XVIII y XIX; hasta para Federico el Grande era el idioma
habitual.
Alejandro lo praoticalba indistintamente como el alearían. No hay que
olvidar quie aua editores eran franceses y au colaborador y amigo Bom-pland
tamibién. La edición original de esta obra es hoy rarísima y úmica'
mente hemos podido encontrar un ejemplar entre los tesoros de la Biblioteca
de la Sociedad de Amigos de] País en La Laguna. La edición correspondiente
española, editada en París em 1826, es más rara aún y no hemos
podido encontrar en España ningún ejemplar. En el Museo Naval
de Madrid podemos admirar las láminas de Nova genera et species plan-tarum,
que eran las ilustraciones de la parte botánica de la edición francesa
del Viaje al Nuevo ConUnentc. Colaboraron con Alejandro en estos
grabados de color dos Bonpland y un dáecípuio del mencionado profesor
Willdenow. Es curioso que el miamo Humboldt escribe en su diario: "El
precio de un ejemplar com,pleto de mis obras americanas con ¡encuader*-
nación asciende a 2.753 escudos prusianos (aproximadamente 6.000 pesetas
oro); son 20 tamos en folio y diez en cuarto".
Su correapondenda íntima e» plumamente interesante, aunquí muy incompleta.
El mismo destruyó gran parte de ella. La que pudiéramos llamar
científica ©s muy numerosa y prueba su estrecho contacto con los
grandes personajes intelectuales de toda Europa. Importante la sostenida
con Goethe y también con el astrónomo Gauss, con el .saibio francés
Pictet, con IEI ministro ruso conde de Cancrin, etc.
Su vida íntima y personal trató de ocultarla al gran público, y únicamente
por contemiK>ráneos suyos sabemos los rasigos psicológicos de su
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perfionaliidaxl y de «u tan aoutsedia modestia. Como contraste, de ea. her-maTio
GuiUernio existe una corresipondencia intima muy niotable en las
cartas cruzadas can «u es,po«a y tituladas Cartas a una amiga, verdadero
ejemplo de amor oanyug-al.
La comespoadencia cruzada entre los dos hermanos es bastante eg«a-aa;
caai una generación despiués de la muerte de Alejandro pasó haaita
que la faanália 8« decidió a reunir 25 cartas originales descubi'ertas en
1877 con cartas anteriormente publicadas por diversas revistas, especial-menlbe
la "Revista de Bieater"; 37 cartas de su época en París y, finalmente,
19 de su viaje por Rusia y Asi,a.
Ei 'pequeño volumen titulado Cartas de Alejandro von Huniboldt dirigidas
a su htfrnuano Guillermo, editado en 1880 por la casa Cotta, nos
a ^ r t a tamibdén ©1 texto de nuestra carta que íes una de sus pocas manifestaciones
pereonales, escrita ibajo la impresión recibida durante su visita
a Tenerife, primera etapa de mi viaje al Nuevo Mundo.
El entusiasmo deJ hombre en ,plena juventud, eovicio en él nrando
ciiesnitífico, luce en estos renglones que inseirtamos aquí, esforzándonos
Piara ofrecer al lector una traducción exacta seiguida de un comentario.
Puerto de Orotava, ipie del Pico de Tenerife,
el 20 die jumdo de 1799.
Con inmensa alegría llegué a la tierra americana, donde me veo rodeado
por cocoteros y platanares.
Salimos el 5 de junio [se. de La Coruña]. Empujados por un Viento
fresco del NO. y con la fortuna suficiente de no halber encontrado nim-góm
navio inglés, llegamos al décimo día a la costa de Marruecos; el 17
de juTiiio a la isla de Graciosa y el 19 tomamos tierra en el puerto de
Santa Cruz de Temerífe.
Nuestros compañeros de viaje muy agradables, especialmente un isleño,
D. PVancisco Salcedo (1), quien me estimaba mucho, hombre confiado
y de viva imaginación, como todos los habitantes de esta isla dichona.
Hice muchas obeervaciones, eisipecialmente astronómicas y químicas
(etobre la calidad del aire, temperatura del mar etc.). Las noches eran
(1) D. Frarcieco de Salcedo es un personaj^ que no ha podido ser
identificado.—(N. de la R.).
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de maravilla; la luna loicía tan clara en ese cielo puro y diáfano, que ®e
podía leer en el sextante; íy qué d«oÍT de las cion8telacione;s irveridionale®,
del Centauro y del Lobo! ¡Qué nocihe! Pescamoe una dagysa (2), esjyecde
muy poco conocida, exactamente en el mismo punto donde Banks la des-culbrió;
y una nueva especie ibotánioa, planta verde con hojas de vid (sin
ser fucus) a unía iprofundidad de 60 toosaa (3).
El mar resplandeció todas las no<^es. Cerca de Madedr.a encontramos
aJigpunos pájaros volando en ddreccidn comtraria a la nuestra, que ibuscan-do
confiadamente nuestra compañía cambiaron su ruta y naveg'aron mu-dhofl
días con nosotros.
Tomamos tierra en Graciosa para enterarnos si nuestra ruta se hallaría
libre de naves enemigas y «i las fragatas iniglesae cruzarían hacia
Tenerife; en vista de los informes negativoe seguimos nuestro camino y
llegamos felizmente sin percibir un solo navio. Cosa increíble: una hora
después de nuestra llegada, seis fragatas inglesas aparecieron ante el
puerto. Nada hemos de temer de ella» hasta las Indias< Occidentales. Mi
salud es magnífica y estoy er.cantado con el Sr. Bonpland.
En Tenerife disfrutamoíi la tradicional hospitalidad que reina en todas
las coloniaf. Fuimos muy agasajados por todo el mur.do, que en su
afán de tener noticias de Europa acoidían a nosotros. El pasaporte real
produce milagros.
En Santa Cruz nos alojamos en icasa del general Armiaga (4); aquí
vivimos en casa del comerciante inglés John Oollogan (5), donde se aloja-
(2) No hemos podido identficar el pez dagysa, pefcado por Bum-boldt.
Debe de tratarse de una especie muy poco cor,ocida,.pues no figura
en ninguna de lae obras especiales que hemos podido •consultar.—(N de
la R.).
(3) En el original 7'O),S('H = antigua medida francesa = 1,949 m.
(4) Se trata del Mariscail de Campo D. Jo?é Tomáis de A.rmia««i y
Navarro, segundo Comandante General da las Islas Canarias, caballero
santiaguista, natural de Madrid. Intervino en la Junta Suprema de Oa-naria
» y murió soltero en Santa Cruz de Tenerife el 11 de noviemibre de
1810.—(N. de la R.).
(5) Debe de tratarse de D. Juan María Cólogan, nacido en La Laguna
en^ 1776, y que contaba 23 años entonces; o, mejor, de su padre Tomás
Juan (1743-1810), que acaso usara preferentemente eu segundo nombre.
A Juan María Céíogan Fallón, el joven aludido, se refiere el curioso
folleto Do7i Juan Cnlnifan Fallón á sus acreedores y Jiuan Bautista An-tcqurra
á / ) . Juan Coíogan, d los arnVríort'f y al que gustare de leerlo.
La Laguna. En la imprenta de la Uriversidad Nacional de San Femando,
por D. Juan Díaz Machado. Aiño 18123, 8?, 82 págs. Hay un ejemplar
en la Biblioteca de la Real Sociedad Económica, en La Laguna.—(N. de
la R.).
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ron también Cook, Banks, Lord Macartney. No puede imag'inarse el bienestar
que reina en estos hogares y la cultura de sus mujeres.
23 de junio por la moche.
Anodhe regresé del Pico. ¡Qué maravilloso es.peotáculo! ¡Qué delicia!
Estuvimos dentro del cráter a una .profundidad a la que seguramente
no ha descendido ningún explorador. Además, imniguno de ellos, excepto
Borda y Masón, llegaron más allá del último cono. El peligro no es grande,
pero el cansancio a causa del calor y el frío sí lo es. Dentro del cráter
los vapores de azufre horadaiban nuestros trajes, y las manos ee nos
quedp-ron heladas. La temperatura era de 2 grados bajo cero Réaiimur.
¡Dios mío, qué sensación en esa altura (11.500 pies)!
Sobre nosotros la bóveda azul oscuro del cielo; viejas riadas de lava
a nuestros piee; a nuestro alrededor el esipectácullo desolador de varias
anillas cuadradas de piedra jwmez rodeadas (por bosques de laurel; máa
abajo viñas, por entre las cuales loe pllatanares se extienden hacia pl
mar; los puebloe graciosamente enclavados en la costa, el mar, y las siete
islas, de las cuales La Palma y Gran Canaria con sus alto; volcanes
bajo nuestro* pies. Se extendía un mapa.
El cráter, en el oual estuvimos, producía solamente vapores de azufre.
La tierra tiene una temperaura de 70 gradoe Réaumur. Al lado erupción
nes de lava. También existen pequeños cráteTe.«, como aquellos que añoe
atrás iluminaron toda la isla. Por aquel entonc&s y durante dos ineses
ae oyeron los rumores de explosiones subterráneas y piedras grandes como
casas fueron lanzadas ¡a 4.000 pies de altura.
iHice muy importantes Observaciones mineralógicas. El Pico ee un
monte de basalto, sobre el cual existe pizarra de pórfido y pórfido obsidiana.
Interiormente se desencadenan con furia trombas de fuego y agua.
Cafii todas Jas lavas son de basalto fundido. La piedra pómez procede del
pórfido; tengo trozos que eetán compuesitos de las dos cosas por partes
iguales.
• Delante del cráter, bajo las piedras llamadas Estancia de los Ingüeses,
all pie de una corriente de lava, pasamos una noche al aire Ubre. A las dos
de la madrugada continuamos nuestra marcha hacia el último pico.
El cielo estaba comipletamente estrellado y la luna lucía dulcemente,
pero el ibuien tiempo había terminado. La tempestad comenzaba silbando
con violencia alrededor de la cima. Tuvimos que asirnos fuertemente a
la boca del cráter. Semejante al trueno ruigía el aire em los a:bism'os/(jlt' ; \,^'i <V,
una masa de nubes nos eeparaiba del mundo de los vivos. Descendimos ' "'
pico, qué parecía flotar sobre Jas nub&s, aislado como un navio en el ma
Este cambio súbito de la bella y alegre claridad de la luna a la osouridad\.^ 7 rN
y soledad de la nieba nos dio una impresión indescriptible.
Postscriptum. En la Villa de la Orotava hay un drago (Dracaenn
draco) con una circunferenicia de 45 pies. 400 laños antes, en tiempos
de los guanches, tenía el mismo grosor.
Consternado me alejo de esta tierra; quisiera fijar aquí mi residencia,
cuando apenas he abandonado tierra europea. ¡Si tú pudieras ver estas
campiñas, estos bosques milenarios de laurel, cetas uvas, estas roigas!
Con albaricoques se ceba aquí a los cerdos. Por todas las calles pululan
camellos.
E>n este momento, el 25, levamos anclas.
Esta carta refleja bien claramente el conjunto de las observacioneis
científicas, la enorme sensibilidad para ipercibir la belleza del paisaje y ej
juicio crítico para discriminar la vida cotidiana en todos los aspectos;
nos deamestra también el concepto exacto y la lóigica que Alejandro po-fleía
ya al empezar su inmensa obra y la concienzuda preparación realizada
antes de emprender «u viaje a das Indias Esipañolas. Con relación a
los personajes que se mencionan en ia carta podemos decir que:
Banks (1743-1820) acompañó a Cook, del que ya Hum;boldt tenía referencias
detalladas durante sus estudios en Goettingen; MacartTiey fué
otro de los grandes investigadores ingleses del siglo XVIII. El tfraincés
Jean Charles Borda (1733-1799) ganó fama como matemático y marino.
Su compañero de viaje, el francés Aimé Bompland (1773-1858) cursó la
carrera de medicina, estudió física con el famoso profesor Gay-Lussac y
botánica con el no menos famoso Corvisant, los cuales le ayudarom an
la preparación del viaje que iba a emprender con Humboidt ai Pacífico,
y que fracasó, y a la 'expedición al Nuevo Mundo, que al fin ise reíalizó.
Más tarde, mientras trabaja en la edición del Viaje al Nwvo Continente,
le encontramos como botánico y director de los jardinee de M,almaison,
propiedad de la Eimperatriz Josefina. Con la caída de Na,poleón, BompJand
se ausenta de Francia y le vemos en Buenos Aires como catedrático de
Historia Natural. En 1820 fué detenido en Paraguay. Humboidt, enterado
de la triste siituación de su viejo amigo, intervino por mediación de las
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legaciones de PruaSa, en Madrid y Londres para obtener la libertad que
ganó en 1829. Vivía más itarde en una estancia en Santa Ana muy modestamente
y a los 85 años dejó de existir este saibio, que terminó así una
vi-da llena de contrastes.
El comercáante Colloghan, dp origen irlandés, fué el huéeiped de iHum-boldt
ig'H su finca "La Paz" durante la permianencia de éste ©n el Puerto
de La Orotava. La ^aencilla villa sñtuíwia en laa inmediaciones del Puerto,
sobre un pequeño altozano qxie domina el mar, posee una eleganicia colonial
de esrtilo Carlos III, con sus típicos muros que amparan el ipequeño
jardín y la huerta a cuya puerta principal conduce un pequeño paseo bordeado
de ciprepes que, aunque «omlbríos, no entristecen el ,alegTe panorama
tinerfcño. El actual propietario nos aseguró que el edificio está apenas
cambiado. Él, también u¡n señor Colloglian, nos muestra un buen cuadro
del antepasado saiyo que hospedó tejo el mismo tacho a tantos extranjeros
y en 1799 al viajero nórdico.
Durante toda su vida, Alejandro nunca perdió lel interés por las Islas
Afortuniadas. Gracias a su iniciativa, su amigo, el geólogo l/eopold von
Buch dedicó durante un viaje a Tenerife todo su afán a investigar cien-tíficamiente
los, problemas volcánicos. Bn 1805, inmediatamente después
de «u vuelta de las Indias, viajaron éste y Huníboldt con Gay-Lussac por
Ñapóles para observar allá la erupción del Vesuvio. En 1822, otro viaje
común tuvo como fin investigaciones geológicas en los Alp;s italianos.
Con impaciencia esperaba Alejandro la publicación de la obra de Buch,
y escribe a su hermano: "pourquioi son livre des Canaries que j'attenés
comme le Messie, ne paraít pas?" En 1825 apareció este libro en alemán
La dfíscripción física de las IsUis Canarias, qiusí según el juicio de un
contemporáneo inglés, Francis Coleman Mac-Gregor: "...es, sin duda alguna,
la abra actual más sub-tanoiosa que existe, no solamente sobre las
Islae sino sobre cualquier otro grupo de islas volcánicas".
En la misma corresponder.cia con su hermano Guillermo encontramos
una carta d& Alejandro en la cual describe, con fino humorismo, ,a
Buüh: "Mr. van Buch es sin; duda el primer geólogo de muiestro siglo; es
u¡n fenómeno ípsScológico; no se podría uinir a tanto ingenio y a tanta nobleza
de carácter más extravagacia. El ai^amienito voluntario en el cual
ha vivido siemipre ha aumentado a buen rsguro su gusto por la independencia
y su irritabilidad nerviosa que le hacen ponerse furioso a la sola
¡dea de tener que tomar un guía. Camináis pacientemente horas enteras
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con él, coineulta el mapa, no se Uegíi a la caibaña donde hay que pasar la
noche; Hueve a cántaros, os encontráis uin viñador y seríais el más detes-taible
de los hombres a sus ojoe si osaseis preguntar e'l camino para aseguraros
la ruta que haibéis de emprender. A los 50 años camina 14 horas
diarias; lo que más le canea, dice, "es tener que hablar constantemente".
Si está solo habla en alta voz. Discute con sus antagonistas en mineralogía,
y tiene la manía de creer que sus méritoe son casi siempre despreciados;
discute solo, y "eso lo agota". De cuando en cuando se para, se frota
las manos con una rapidez vertiginosa, las levanta al cielo y con la boca
entreaibierta, las antiparras sobre la nariz, la cabeza levantada hacia
atrás, "goza el eol de Italia"; no tiene más que una idea fija, la cuaJ
vuelve 9in cesar; siin *rnibargo, al lado del granito y de los eufoditos le
gusta tamihién recordar lo que su hermano tierne a bien contar de las
aventuras de las damas de la reina; es aristócrata y más, por oficio, y la
pequeña cinta roja hacia la cual su imaginación se dirige en medio de las
delicias de la naturaleza, le causó un vivo placer no del todo filosófico".
El flUtil retrato con que dibuja al "deutschen Professor" no daña en
modo alguno ni al pintor ni al objeto de sus pinceles. Die la multitud de
investigadores, viajeros y novelistas que bajo la influencia de Alejandro
von Humboldt visitaron el Arehipiélago, es menester mencionar por lo
menos a uno, al cual debemos una monografía, Lus Islas Canarias, su
pasado y su presente, que da una descripción económica de las primeras
decadas del sig'lo XIX. Tamibién este autor pertenece al círculo de amie-tades
de Humiboldt. Heánrich Freiherr Menú va.T Mimutoli, nacido en Ginebra
(Suiza) en 1772, comandante general del ejército de Prusia, visitó
Egipto (1820-1822) y más tarde, nombrado cónsul general de Prusia en
Madrid, aprovechó su estancia para viflitar las Islas Canarias; gracias a
la amabilidad del difunto Marqués de Atóalcázar, pudimos leer esta bien
documentada obra.
iHumboJdt mismo estudió la historia de las Mas no solam'snte bajo
el aspecto de físico y geológico. Treinta aüos después de su visitar—eta
1833—, presenta al gran público Cristóbal Colón y H descubrimiento d&
AmérHca. Muchos de los problemas tratados en las páginas de la Revista
de Historia los encontramos en estos dos tomos, de los cuales existe una
edición moderna en español.
Hhimlboldt cita desde luego a Viera y Clavijo muy a menudo, la iparti-cipación
de los catalanes en viajes de descubrimiento, el a»trolabio de
150
Raimundo Lull, la literatura clásica de grieigos, latinos y árafees, las fuentes
de Cristóbal Colón, el Opus Epistolarum, de Pedro Mártir de Angle-ría,
la cartografía medieval y la figoira de Martin Behaim son lae piedras
sobre las cuales conisitruye su obra.
Eg posible que algún detalle de sus opiniones científicas nos parezca
anticuado, pues han pasado más de cien años y la cisncia ha progresado;
pero no caibe duda que Humboldt fué casi «1 único que dirigió la atención
del mundo científico hacia las observajcione» de Cadamosto y de Cristóbal
Colón sobre la erupción del Pico durante su primer viaje a las Indias.
(Cfr. Serra en esta Revista, núm. 74, 1946, pág. 194).
No podemos hacer más que dirigir la atención de los expertos al capítulo
La esclavitud de los indios; a nuestro parecer es una de lae defensas
más Boblee y bien documentadas del siglo XIX contra la leyenda
negra.
Volviendo la vista a nuestra carta, vemos que en^ 1799 Alejandro escribe:
"pescamos una nueva especie botánica, planta verde con hojas de
vid (sin ser fucus)". En su obra sobre el descuibrimiento de América discute
Hujníboldt extensamente el problema de los bancos de fuco o algas
flotantes y cita la carta de Colón del año de 1498 que habla de "la yerba
de una calidad que parece ramitas de ipino y muy cargada de fruía como
lentisco que es tan espesa". Humboldt inveetiga si sa trata del Fucus^
ahiesmarina o del Fucus natans (Linneo), y dedica un capítulo entero al
"mar de Sargazo". Para comprobar la exactitud de las observaciones de
Colón, comprueba todas laa observaciones científicas posteriores y haibla
él mi.'rmo de "un trabajo minucioso", en el que cita una docema de autaires
desde Aristóteles hasta sus contemporáneos como Naviarrete y Li-vinstone.
Refiriéndose al cuento de Garoüaso y de Gomara y Acosta, de
que un püoto de H-uelva, llamado Alonso Sánchez, que en una travesía
de España a las islae Canarias, en 1484, pretendió haber llegado hasta las
costas de Santo Domingo, se ocupa de las relaciones entre Toscanelli y
Colón. Creemos qiie pocos autores, ni hoy ni en el siglo XIX, se dedicaron
al problema tan íntimamente relacionado con la IsJa de Tenerife como
el del mito geográfico de la Isla de San Brandón, usando para su crítica
las obras de Viera y Clavijo, las advertencias del P. Feijóo y hasta la
obI^a de Washington Irving.
Alejandro von Humboldt nos da en su obra maestra Cosmos una idea
sobre los recuerdos que evocaron "más fuertemente esta nostalgia ili-
151
mitada e inexorable de visitar las z>onas tropicales". En las imágenes de
su paeado entre las que, nos dioe, le hicieron nacer este sentimiento, se
encuentran: las descripciones de las islas del Pacífico por Georg Forster,
un cuadro de Hodge con un panorama del Ganges y el "drago" colosal
que se halla junto a una torre antigua en él jardín botánico de Berlín; a
ellas se asocian sus recuerdos de juventud, en los que el viaje a la isla de
Tenerife ocupa lugar preeminente.
Plumas más diígnas dieron su juicio SK>bre este amigo da las Islas Canarias
y de Esipaña: el mismo Goethe habla del "investigador digno de
admiración" y dice a Etkermann "que él es semejante a una fuente con
muchos caños; hay que recoger el líquido solamente con vasijas; chorrea
tan aibundantemente que resulta siempre para nosotros ameno e inagotable".
EJsiperemois que el monumento sobre su tumba en Tegel, "La Esperanza",
del maestro ThorwaldseTi, simbolice al futuro: BU renacimiento de ia
ciencia común europea.
LITERATURA
(En vista de las dificultades existentes todavía, hemos podido usar
solamente las obras abajo mencionadas; es decir, una parte muy limitada
de las fuenteí literarias existentes).
1. BiELSCHOWKSY, ALBERT: Gorthi\. El hombre y su obra. Refundición
de Oasa Herrera. Barcelona, 1944.
2. BoRY, I. B. G. ,M. DE A. ViNCENT. Offizier fran<;ais: Kssais sur les
lalcs fortvnccs ct l'antiquei Atlantide oti Prócis de l'histoire
genérale di\ l'Archipel des Cañarles. Paris. Año XI. (1803).
3. BüCH, vo.\ LKPOLD: PhysHkalische B^'schreibung dcr Canarischen
Inseln. Berlín. GedTuckt in der Druckerei der, Koenigl. Akademie
der Wissensicihaften. 1825.
4. CoLEMAN MAC-<GREGOR, FRANCIS : Die Canarischrn Inseln nach
ihri'm gcgenixiHjiCrtigm Zustandct, und mit besonderer Bezie-hung
auf Topograph)¡¡(f und Statistik, Gewerbefleiss, Handeb
und Sitien von vormaligen KoeniglKh Grossbritannischen
Cónsul auf den genaunten Inseln. Hlannover, 1831.
5. CooK, JAMES (VO]«. I - I I ) and KING, JAMES (Vol. III): A voyagr to
the Pacific Ocean in th^ "ResoluCion" and "ZKícovery". Du-blin,
1784.
6. FARINELLI, ARTURO : Viajes por España y Portugal desde la Edad
Media hasta el siglo XX. 1* ed. 1920, 2» ed. Boma 1942.
152
7. FARINELLI, ARTUHO: Guülaumc de Humboldt ct PEspagnic. Avie
une esquissQ sur Goethe, el rEspagne. Torino, 1924. (Obra bien
•documentada, única en su género).
8. GLA8, GEORGE: History and Gonquett of the Canary Islanes, etc.
London, 1764.
9. MiCHiELí: A. de Humboktt ci suoi viaggi. Torino, 1930.
10. MiNUTOLi, HEINRICH FREIHER MENÚ YON: Dic Canansrhcn Itiscln,
ihre Vergangenheit UJid Zukunft. Berlín, 1854.
11. MOREL-FATIO: Eludes sur l'espagne. II «erie. París, 1854.
12. LBDRU, ANDRÉ-"PIEKRE: Voyage uux lies de Ténérnffe, La Trinité,
etc. exéeuté par orare du Gouverncrncnt Fraileáis sous la í/i-.
rection du Capitaine Baudin. París, 1810.
13. OssuNA Y VAN DEN HEEDB, MANUEL : Cultura Social 'de Canarias'
en los Reinados de Carlos lll y Carlos l \ . La L/agiuna, 1914.
14. WELDI.EH-STEINBERO, Dr. AUGUSTA: Rahel Varnhag'n. Ein Frauen-leben
in Briefen. 2. Aufl. Wedimar, 1917.
Obras de Alejandro von Humboldt, etc.
1. Briefe Alexander's von Humboldt an seinen Bruder WiHielm. Heraus-gegeben
von der Familie von Humbaldt in Ottamachau. Stuttgart
1880 bei Cotta. 228 pé^-s.
2. Cri9t6bal Colón y el descubrimiento de América. Historia de la Geografía
del Nuevo Continente y de los iprogreeos de la astronomía
náutica en los eiglos XV y XVI. Obra escrita en francés, traducida
al castedlano por D. Luis Navarro y Calvo. 2 tomos (398 páginas
y 382 págs.) Madrid, 1914. Tomo CLXIII y tomo CLXV de
la Biblioteca Cléisica.
3. Rélation bi&torique du Voyage aux régions équinoxiales du Nouveau
Continent, fait en 1799, 1800, 1801. 1802, 1803 et 1804, rédigé par
A. de iHujmboldt et A. Bonpland. 3 tomos «n 49 París, 1811-1829,
et 13 tomos en 89 París, 181ft-1832.
4. Viaje a las regione'S equdnocdales del Nuevo Continente, 1799 hasta
• 1804. Paria, 1826.
5. Minerva. Ensayo ipolítico sobre el reyno de Nueva España. Sacado
del que publicó en francés Ailexandro de Humiboldt. Por D. P. M.
de O. Madrid. 1828, en la Imprenta de Núñez. 2 tomos (445 páj-ginas
y 462 págs.)
6. Cosmos. Ensayo de una descripción física del mundo, vertida al castellano
por Bernardio Giner y José de Fuentes.
7. Cuadros de la Baturaleza. Traducción de Bernardo Giner.
8. Sitios de liae Cordilleras. Traducción de Bernardo Giner. Núms. 6-8.
Madrid. Imprenta de Gaspar. 1878.
i: :J
Alejandro von Humboldt (1769-1859)
Retrato de D. Antonio Porlier, primer Marqués de Bajamar,
que figura en «Libros con ilustraciones de Goyo», publicado recientemente
por el Académico de número y Secretario perpetuo de la
Real de la Historia D. Vítente Castañeda
(De otro retrato de dicho Marqués, pintado al óleo por el mismo Goyo,
es poseedor su descendiente el actual Marqués O. Antonio Porlier y Ugarte)