Números 95 y 96 Julio-Septiembre y Octubre-Diciembre de 1951
SECRETARIADO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
REVISTA DE HISTORIA
Director: el Decano, DR. ELlAS SERRA RÁFOLS
Tomo XVII Lo Lajuno de Tentrifc (liioi Canarios) AAo XXIV
Buenaventura Bonnel..y HCslirüii
1883-1951
|,or ELÍAS SERRA KAFOLS
Cuando, no hace muchos aftos, comunicamos en las páginas
de esta revista el nombramiento de académico correspondiente
de la de la Historia a favor del Dr. Buenaventura fíonnet
(«Revista de Historia», XIII, 1947, 292), la noticia se completó
con una relación de todas las colaboraciones del nuevo académico,
hasta aquella fecha, en esta publicación científica. Se dijo
allí, con justicia y con los datos a la vista, que Buenaventura
Bonnet era el más asiduo colaborador de «Revista de Historia
», y ello a partirde su primer número. Casi podemos añadir
que fué su primer director, pues figura con tal cargo desde
el número 3, julio de 1924, y por varios aftos.
Y, con todo, esto apenas puede dar una idea del vacío que
ha dejado en nuestra casa, que es la casa de los estudios históricos
de Canarias, la muerte reciente del historiador Buenaventura
Bonnet, pues su labor trascendía más allá de los escritos
redactados personalmente, para manifestarse muy a menudo,
a través de discusiones previas o de datos suministrados,
en los trabajos de otros colaboradores de la misma em-
178 [2]
presa. Y con ser tanta la parte que en «Revista de Hisloria» le
corresponde, no era éste su campo único ni el principal de su
actividad literaria. Bonnet colaboraba a menudo en otras publicaciones,
pero mucho más asiduamente todavía en la prensa
diaria, en la que sus artículos, aparte de otros ocasionales, en
determinadas fechas conmemorativas o de celebración periódica,
eran desde muchos años acá un elemento indispensable.
Para nosotros personalmente Bonnet era todavía mucho
más: era un amigo constante y un maestro insustituible. Cuando,
transcurridos algunos afios ya de nuestra entrada en el
claustro universitario de La Laguna, se fué concretando nuestro
interés permanente por la historia insular, esta atracción
se produjo indudablemente a través de las conversaciones con
nuestro entonces reciente amigo y los estímulos de trabajo que
él nos preponía. Sin duda comprendimos ambos que podíamos
ayudarnos mutuamente. Oreemos que las reflexiones amistosas
del que suscribe fueron parte para apartar a Bonnet de temas
inasequibles, en los que por entonces esterilizaba su labor, como
aquellos de los remotos antecedentes orientales de la primitiva
población canaria, para venir a atender a la historia
stricto sensu; por nuestra parte admiramos enseguida en Bonnet
la exigencia crítica con que salió por entonces a la palestra
pública pidiendo la anulación, que consiguió, de cierto li-brito
de pseudo historia de un tal señor Utrera, librito que por
cierto había sido nuestra primera adquisición, no muy acertada,
de bibliografía canaria. Sólo gracias a Bonnet pudimos rápidamente
esquivar estos escollos y movernos con seguridad
en el complicado laberinto de la producción historiográfica
local. Y esto, conocer la labor positiva ya realizada por otros,
era y es el trámite previo para laborar en cualquier campo
histórico y aun científico en general. Una amistad y una colaboración
de más de veinte años, no sujeta a vicisitudes —a diferencia
de la relación de otros estudiosos con el mismo Bonnet—,
a prueba de discrepancias de interpretación en tal o cual
tema concreto, no puede extinguirse sin dejar huella, una huella
muy íntima que, por lo mismo, sólo siente la propia alma y
no interesa a los demás. En lo que sigue procuraremos, al
contrario, apartar de nuestro espíritu estos afectos y sólo tra-
[31 17»
tar de sugerir al lector el positivo valor del historiador Buenaventura
Bonnet y Reverón, que la muerte inexorable ha
arrebatado a la escuela histórica canaria.
Buenaventura Bonnet y Reverón nació en Santa Cruz de
Tenerife el 17 de julio de 1883, hijo de un laborioso industrial
tipógrafo y periodista establecido en la calle de San Francisco.
Aunque creemos poco en el interés de las oriundeces lejanas,
precisaremos que descendía de una familia de escribanos catalanes;
su apellido, que era, por tanto, el de Bonet, en Canarias
sonó a francés y, por propia iniciativa, o no, de la familia
inmigrante, se ortografió arbitrariamente a la francesa, como
ha ocurrido a otros apellidos del mismo origen. Por la rama
materna. Buenaventura Bonnet se enorgullecía de su ascendencia
guanche. En su niñez. Buenaventura colaboró con su
padre y hermanos en la industria familiar; pero, destacada su
aplicación desde la escuela primaria, cursó el bachillerato pen*
sionado por el ayuntamiento de su ciudad. Ganó luego el grado
de Maestro Elemental y, en oposiciones lucidas, en las que
obtuvo el número 1, alcanzó plaza en propiedad en su cartera
y fué destinado a Candelaria. A la sombra de la Patrona dé Canarias
86 despertaron sus aficiones históricas, pues él füó
quien examinó por primera vez los restos semiabandonados
del archivo conventual del santuario y halló entre ellos el interesante
pleito que los naturales, que conservaban allí su
personalidad étnica en pleno siglo XVII, movieron a los señores
del Cabildo que pretendían desposeerles de los privilegios
de que gozaban tradicionalmente en el cult» de la Sagrada
Imagen. Documento, por cierto, que vino poco después a manos
del publicisti don Manuel de Ossuna y Van den Heede, en
cuyo poder lo consultó el venerable historiador Rodríguez
Moure para extractarlo en su obra sobre Candelaria (1916).
Al crearse una plaza de oflcial administrativo en la Sección
Provincial de Instrucción Pública el joven maestro de
Candelaria la obtuvo también por oposición (1905). Esta plaza
le abrió la puerta de la escala dól áervicio administratm) del
Estado, profesión que. notablemente mejorada más tarde, de-
1«0 [4]
sempeñó con competencia y probidad hasta su fallecimiento,
©n 11 de octubre de 1951, En ella alcanzó la categoría
de Jefe de Administración Civil de Primera Clase y estaba
próximo a ascender a Jefe Superior de Administración.
Sin abandonar, naturalmente, su profesión, inició estudios
superiores, más en consonancia con su vocación y talento. En
Sevilla cursó como alumno libre la licenciatura en Filosofía y
Letras, y con tal motivo hizo frecuentes y a veces prolongadas
permanencias en la capital andaluza. También alcanzó el grado
superior en el Magisterio, en Barcelona y en Las Palmas
(1913). Pero fué en Sevilla en donde se formó su especial afición
por los temas artísticos, bajo la orientación de su mejor
maestro el catedrático don Francisco Murillo Herrera; allí
también fué donde hizo su primer ensayo de erudición al publicar
en el diario <E1 Noticiero» un estudio de la imagen de
la Virgen llamada la Canaria, por haber sido la especial devoción
de los nativos expulsos de Gran Canaria y confinados en
un barrio extramuros de la ciudad andaluza. Si no recordamos
mal, estaba en la iglesia de la Madre de Dios y pereció la Efigie
en tiempos recientes.
Para acabar de reseñar la carrera académica de Buenaventura
Bonnet diremos que ya licenciado ingresó de Ayudante
o Auxiliar del Instituto de Segunda Enseñanza de La Laguna,
situación que mantuvo, ya en el mismo, ya en el de Santa Cruz.
Mucho más tarde, al crearse la Facultad de Filosofía y Letras
de esta Universidad (1940), formó en su profesorado, claro que
con carácter provisional. Fuimos nosotros quienes entonces
le incitamos a coronar sus'estudios oficiales con el grado de
Doctor, que había ganado sobradamente sin licitarlo y que esperábamos
le daría neta preferencia en su situación interina.
Con gran brillantez alcanzó la borla en Madrid, ante tribunal
presidido por el inolvidable don Antonio Ballesteros Beretta
(diciembre 1944), con quien y con su colega don Ciríaco Pérez
Bustatüante ligó desde entonces buena amistad.
Paralelamente a esta carrera académica oficial desarrolló
otra que podíamos llamar privada, no menos valiosa y brillante.
Ya dijimos que desde 1924 fué director de «Revista de
Historia» hasta 1927, inclusive, y luego y siempre el más fiel
fHEMíROIECA P. MUmClPAl I
l)r. Don Kiioiiavontura üoniu't Uovorón
188;Í - 1901
[5] 181
colaborador^ al crearse en 1932 el Instituto de Estudios Canarios,
fué uno de sus miembros fundadores y secretario de
su Sección de Historia; miembro de mérito de la Real Sociedad
Económica de Amigos del País de Tenerife (21 de enero
de 1951), en cuyos concursos literarios, asi como en otros organizados
por diversas entidades, fué repetidamente premiado;
vocal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y
miembro de su Delegación en Canarias, desde que se constituyó
ésta. En fin, Académico correspondiente de la de la Historia,
nombrado en sesión del 6 de junio de 1947. Últimamente
el Excmo. Cabildo Insular le había asignado una beca en reconocimiento
a los méritos de su investigación constante.
Dar una visión, siquiera sea sumaria, de la labor de historiador
y escritor de Buenaventura Bonnet es tarea dificilísima.
No ya por la ingente cantidad de piezas de que se compone,
ni aun por lo dispersas que se hallan por cualquier parte,
sino por el especial carácter de muchas de ellas, que, si unas
veces pueden estimarse independientes, otras son meras repeticiones
de otras anteriores, o bien continuaciones o renovaciones
de éstas. En efecto, es hora que abordemos las tendencias
que dominaron en la labor científica de nuestro difunto
amigo. Bonnet fué, como historiador, ante todo, un crítico,
en el más valioso sentido de la palabra, y un divulgador, mejor
diríamos un propagandista.
En una primera época de su labor pública le atrajeron casi
exclusivamente los temas de crítica de arte, en los que trató
de aplicar a casos concretos canarios los principios abstractos
recién aprendidos en las aulas de Sevilla, intento en el cual,
según nuestro modesto juicio de imperitos, no le acompañó
siempre la suerte. Enfocó después temas de excesiva envergadura,
en los que sólo la dialéctica y las variadas lecturas podían
lucirse; pero cuando regresó al terreno de la historia positiva
lo hizo provisto no sólo de un vasto conocimiento de la
documentación disponible, sino de un acerado espíritu de duda
sitemática, de comprobación, de exigencia en acudir a las
fuentes originales. Algunos de estos trabajos fuei'on concreta-
182 [6]
mente de censura para improvisaciones históricas, vulgarmente
literarias; la mayoría se refirieron a episodios de nuestra
historia insular de los más sonados, esparcidos desde las primeras
navegaciones y exploraciones navales de las Islas hasta
la fundación y organización de sus ciudades cristianas, incluyendo
por tanto toda la conquista; temas, como se ve, nada nuevos
en las plumas de nuestros historiadores locales. Pero
Bonnet, por primera vez en la mayoría de los casos, los estudia
desde un nuevo ángulo; no se trata ya de meras exaltaciones
patriótico-sentimentales de recuerdos locales, sino que la
preocupación del autor se centra en la cuidadosa revisión de
las fuentes y la tradición de ellas en los autores, para llegar
casi siempre, por un mejor aprovechamiento de materiales conocidos
pero a menudo olvidados y por exclusión de mixtificaciones
gratuitas, a una reconstrucción nueva y mejor del
episodio escogido. Como se ve, labor ante todo de crítica histórica.
También es frecuente y muy natural en esta actitud revisionista
del autor que el estudio no se refiera a un episodio
histórico, sino que se ciña a una fuente: una crónica, una relación
de viajes, un documento tocantes a nuestra historia, campo
propio de la heurística, en el cual consigue sólidos triunfos.
Esta labor es persistente y de una manera natural, casi espontánea,
da lugar con el tiempo a conjuntos de estudios coordinados,
que ya con ligero esfuerzo, en la última etapa de
la vida científica de Bonnet, se convertían en libros, no todos
publicados ni elaborados todavía en esa forma cuando le sorprendió
el siempre inesperado fin. Unas veces nos ha dejado,
pues, el estudio de un período histórico entero, otras la de un
personaje o de una institución, otras veces los materiales completos
para una síntesis de este tipo.
El valor científico de esa obra de conjunto es positivo. Puede
decirse que ha renovado el tratamiento ligero, tradicional
en la historia local canaria, y que ya nadie se atreve a movella
sin estar con la crítica a prueba. Éste ha sido un beneficio inmenso
que Bonnet ha dejado en el coto de la historia canaria.
Y ello con independencia de que las conclusiones de sus estudios
críticos fuesen siempre o no del todo acertadas. Algunas
veces interpretó mal un dato o un documento, otras se deslizó
17] Í8S
por la pendiente misma a que sometía todo conocimiento histórico
y cayó de lleno en la hipercrítica, rechazó hechos reales
simplemente porque eran admitidos por todos sin discusión;
ejemplo de esto fué su estudio, de otro lado tan interesante
para comprender a Viera, acerca de los menceyes de Tenerife.
De lo primero, una mala interpretación de palabras de Abreu
Galindo sobre la soberanía de Ñapólos en Aviñón, que él trasladó
a Canarias (si bien el culpable del desliz fué Marín y Cubas,
a quien Bonnet siguió demasiado confiado, contra su hábito).
En fin, no deja de haber otros casos en que el deseo de
obtener resultados nuevos le hace aventurarse demasiado y presentar
lo probable o posible por seguro, como en el caso de la
lepra de Béthencourt. Todo ello son lunares insignificantes
ante una obra ingente de revisión histórica, tan necesaria.
Pero decíamos arriba que Bonnet fué también un propagandista
y apuntábamos que ello hace difícil la reunión ordenada
de sus obras Si Bonnet con su exigencia crítica consiguió
alejar del campo de la historia a muchos malos aficionados,
también supo evitar el peligro que ello significaba de
desinteresar al gran público del conocimiento, tan apasionante,
de nuestro pasado. Con una constancia sólo comparable a
la que puso en su labor crítica, llenó las columnas de toda clase
de prensa diaria o eventual con artículos de entusiasta comentario
de los hechos gloriosos o luctuosos del pasado, o de
exaltación de nuestra riqueza artística o tradicional. Él, junto
sin duda con otros publicistas menos fecundos, llegó a hacer
habituales de todas las fechas solemnes de la vida canaria los
artículos periodísticos, presentando algún aspecto histórico
de esta vida, comparando el pasado con el presente o evocando
los remotos orígenes de las cosas nuevas. Por esto un mismo
tema es tratado por Bonnet infinitas veces, sin apenas repetirse;
a los cambios de enfoque une, en el aspecto científico,
cada vez algún nuevo dato, alguna nueva sugerencia, y en lo
literario ya se resume, ya se extiende con morosa citación de
fuentes y de autores que trataron antes la cuestión. Es difícil
decir si tal o cual artículo es la forma definitiva que al asunto
reservaba el autor.
En fin, la actividad histórica polifacética de Bonnet, si a
184 [8]
nuestro juicio toiiló esos dos aspectos característicos, critica y
difusión, alcanzó todavía otros. Su curiosidad, con el denominador
común de lo canario, era tan vasta, que no vaciló en
penetrar repetidamente en la antropología más estricta o en la
etnografía, y a veces con considerable acierto; en la bibliografía,
la biografía moderna, el americanismo, la genealogía. Materia
esta última tan habitual a la mayoría de los historiadores
canarios le atrajo a él en cambio de forma muy episódica. Precisamente
en los primeros años de esta «Revista de Historia»,
cuando los genealogistas acaparan sus páginas con copudos
árboles y entronques inacabables, los artículos de Bonnet, perdidos
en medio de ese inmenso bosque, son los únicos que
permiten al raro lector descansar a veces la vista por espacios
más abiertos. Este solo detalle permite entrever ya la novedad
que Bonnet representaba en la historiografía canaria.
Pero, en fin, el trabajo directo en las fuentes históricas inéditas,
en los archivos —que a algunos nos parece la labor principal
del historiador—, si no fué la forma habitual en que trabajó
Bonnet, tampoco le fué ajena y, al fin de su carrera científica,
dio uno de sus más maduros frutos. Hemos recordado que su
vocación se manifestó por primera vez ante los papeles de un
archivo deshecho. Luego se procuró a menudo documentos de
varia procedencia y los manuscritos le atrajeron como los impresos
—nuestro primer trabajo mayor en historia canaria fué
una colaboración con él en la publicación de una crónica manuscrita,
y la iniciativa fué suya—; en fin, su mayor obra, La
Junta Suprema de Canarias, se basa esencialmente en material
inédito, estudiado y puesto a la luz por su diligencia.
Intentaremos ahora dar una relación sumaria de esta labor
ingente y dispersa de Bonnet, presentando sus trabajos no
cronológicamente, sino por temas o materias afines.
•
* •
Como dijimos, sus primeros estudios originales se refirieron
a temas de arte histórico y en ellos persistió Bonnet en
todo tiempo y con evidente progreso en los posteriores, cuando
dedica una laudable atención a la documentación de las
obras, que al principio descuidaba hasta el punto de que al
[»] 186
ocuparse, precisamente en el primer número de «Revista de
Historia», del Santo Cristo de Tacoronte, el editor no pudo
menos que añadir por nota las máa elementales noticias históricas
del mismo, que el autor silenciaba {Nuestros viejos Cristos.
El Señor de Tacoronte, «Revista de Historia», I, 1924, pág.
16). De este mismo tema trató luego otras veces, y ya con amplitud
de datos: «Gaceta de Tenerife», 29 marzo de 1934; «Amanecer
», 26 de septiembre 1937...
Anterior, como adelantamos, fué su nota ^ b r e la Virgen
Canaria, de Sevilla, que sólo conocemos de referencia; artículos
sobre un cuadro de Santa Ana, de Roelas, en el trascoro de
la catedral de Las Palmas; sobre piezas del Museo Municipal
de Arte de Santa Cruz {La perla de nuestro Museo, «Diario de
Tenerife», 28-XII-1912; el supuesto Boabdil atribuido a Rincón;
un Jordaens, «Diario de Tenerife», 4-V-1914); también una
serie de ellos sobre La Pintura Canaria en «Diario de Tenerife
», 23-IX-1913, 2 y 21-1-1914 y 16-IV-1914. Estudió, desde luego,
la imagen tan venerada del Santísimo Cristo de La Laguna,
especialmente en «Gaceta de Tenerife», 14-IX-19^, pero también
en «La Prensa», 14-IX-1932, «La Tarden, 13-IX-1930,«Amanecer*,
14-IV-1938 y en fin en «El Día», 14-IX-1951, escrito semanas
antes de morir.
Mencionemos todavía, entre los artículos de estudio o divulgación
artísticos: Santa María de Gracia. «La Prensa», 7-
Vin-1920 y ss.; Lujan Pérez, «Diario de Tenerife», 1 y 16-1V-
1931; El primer templo de Santa Cruz y las transformaciones
que sufrió, «La Prensa», 28-V-1933; La Semana Santa en La
Laguna, 13-IV-1938; Los pasos de nuestra Semana Santa, «El
Día», 1940; Notas sobre algunos templóse imágenes sagradas
de Langarote y Fuerteventura, «Revista de Historia», VIH,
1942, pág. 183 y ss.; La Virgen del Socorro de Tegueste, «La
Tarde», 9-VII-1942; Santa Catalina de la Catedral de Las Palmas,
«La Tarde», XV, 1949, pág. 98 y ss.
Entre los trabajos puramente críticos mencionemos los justos
ataques a la Historia de Canarias del Sr. Utrera Cabezas,
«La Prensa», 111,1927 y al folleto Canarias de la «Enciclopedia
Gráfica Cervantes», «La Prensa», VIII-1930; contra estimaciones
de D. Daoio V. Darlas en su Breve Resumen tocantes a las cróni-
186 [10]
cas de la conquista de Gran Canaria, «La Tarde», 5 y 10-IX-
1934; y también incluiremos en ese grupo el más famoso: El
mito de los nueve Menceyes, publicado en «Revista de Historia»,
VI, 1938, pág. 33 y ss., pues lo que en él hay de más positivo
es el estudio crítico de Viera y de sus antecesores, en este tema
concreto. Bonnet demostró por primera vez que nuestro
gran historiador, si supo aplicar su aguda crítica de buen sentido
a la historia moderna, no supo o no quiso extenderla a la
de nuestros aborígenes, para los cuales, como para los héroes
aqueos, la crítica histórica no rige, en su concepto.
Entre los temas históricos por él revisados con fortuna hay
que citar todos los de los viajes pre-bethencúricos a Canarias:
ya en «La Prensa», febrero de 1929 y luego en «Revista
de Historia», VII, 1941, pág. 288 y ss., VIH, 1942, pág. 38 y ss.,
IX, 1943, pág. 112 y ss., X, 1944, 326, XL 1945, pág. 186 y ss.;
trabajos todos que, reunidos y añadidos sobre todo con el capítulo
Viajes apócrifos, constituyeron su tesis doctoral: Las expediciones
a las Canarias en el siglo XIV, que fué publicada
en «Revista de Indias», de Madrid, en 1944 y 1945 y en copiosa
separata.
No menos atención prestó al propio barón Normando. Ya
en «La Prensa», 25 y 26-III-1936 abordó este tema, que siguió
cultivando a través de sus estudios del Canarien y que culminó
en su precioso libro Juan de Béthencourl, Instituto de Estudios
Canarios, 1944, primero de una serie de tres en su pensamiento,
de los cuales el último, consagrado al estudio de la
crónica citada, ha sido impreso recientemente por «Revista de
Indias», IX, 1949 (publ. 1951), págs. 669-729, y el segundo permanece
todavía inédito y debe tratar de Gadifer de la Salle, el
desafortunado compañero del normando. Su publicación está
anunciada por el mismo Instituto de Estudios Canarios.
Los episodios de la conquista de Gran Canaria le atrajeron,
desde que publicó con quien esto escribe una de sus crónicas
inéditas. Puso en claro el paso de Colón por la isla en
su primer viaje, y sus conclusiones han coincidido con las de
los más ilustres historiadores que han tratado el asunto posteriormente
(«Revista de Historia», IV, 1930, n.° 28); trató de los
mártires dominicos (Id., VIH, 1942, pág. 67); de la fecha de la
[11] 187
proclamación de su conquista (Id., XIII, 1947, pág. 62 y 358);
de la figura de Diego de Silva («El Museo Canario», VII, 1946
y VIII, 1947, publicado en 1951).
De historia gomera trató en El condado de Guillen Peraza
(«Revista de Historia», VI, 1945, pág. 132) y en La sentencia que
declaró libres a los gomeros esclavizados por Pedro de Vera
(Id., XIII, 1947, pág. 554). Y naturalmente más trabajó en la
de Tenerife. Nuestra Candelaria, a cuya sombra se despertó
su vocación de historiador, fué objeto de muchísimos escritos
de Bonnet. Prescindiendo de aquellos más bien tocantes a su
historiador P. Espinosa, que luego mencionaremos, la imagen,
su culto histórico y legendario, su misteriosa aparición dieron
lugar a trabajos de gran interés, casi desconocidos, extraviados
como se hallan en la prensa diaria: a 1924, en «Gaceta de
Tenerife», se remonta nuestra primera referencia; luego Leyenda
e Historia. La virgen de Candelaria y Antón el Quanche,
en «La Tarde», 14-VIII-1930; Leyenda, Arte y Fe. La Virgen de
Candelaria, «El Dia», 14 y 15-VIII-1941; Iconología y Epigrafía.
La Virgen de Candelaria, «El Día», 15-VIII-1943; La aparición
de la Virgen de Candelaria, «El Día», 15-VIII-1946; La virgen
de Candelaria y los guanches, «El Día», 2-II, 1950; De nuestro
pasado. La Virgen de Candelaria, «ElDía», 15-Vin-1950.
También puso en claro la existencia de la antigua cofradía y
su distintivo: La medalla de la Virgen de Candelaria, «El
Día», 15-VIII-1948; y La Virgen de Candelaria y Hernán Cortés,
«Revista de Historia», XIV, 1948, pág. 61.
De la conquista militar de la isla, de sus episodios y del
gobierno del adelantado Alonso de Lugo trató en infinitas
ocasiones: Una fecha memorable. El dos de noviembre de 1494,
«La Tarde», 3-XI-l 930; Traiciona los guanches después de la batalla
de Acentejo, «Revista de Historia», V, 1932, pág. 115; sobre
lo mismo. La perfidia de Lugo, los guanches y el alemán Mün-zer,
«La Prensa», 21-VII-1933; Bencomo o Benitomo, Bentor y
Archajuaga, «La Tarde», VI-1932; Alonso Fernández de Lugo y
sus conquistas en África, «Revista de Historia», V, 1933, pág. 138;
acerca de este tema, también en «La Prensa», 8 a lO-XI-1933:
Una carta de exención del primer Adelantado, «Revista de Historia
», VI, 1938, núm. 45; Jorge Orimón y la rendición del Sur de
188 ^2]
Tenerife, ídem, VI, 1938, núm. 41; La batalla de La Laguna,
ídem, XIV, 1948, pág. 267; La conquista dé Tenerife, «El Día»,
3-V-1947; La rendición de Tenerife. Dos fechas memorables,
«El Día», 29-IX-1948; La lápida del Adelantado don Alonso
Fernández de Lugo, «La Tarde», l-X-1942; reseña de Acuerdos
del Cabildo de Tenerife, I, en la que dio noticia de abiisos de
poder de Lugo y sus delegados contralos guanches, «Revista de
Historia», XV, 1949, pág. 436; Lugo y los mercaderes genoveses,
ídem, XVI, 1950, pág. 248; La Cruz de la Conquista, «El Día»,
3-V-51; Fundación de La Laguna, «El Día», 27-VII-51. En relación
al culto de la sagrada imagen del Señor de La Laguna,
estudió la fundación franciscana que la custodia y la cofradía
que la venera: Cuatro siglos de fe y religión. La Venerable Esclavitud
del Santísimo Cristo de La Laguna. La cofradía más
antigua de Canarias, extenso trabajo publicado en «El Día»,
18-IX-1942, que no es todo lo que sobre su tema tenía trabajado
Bonnet; El convento de San Miguel de las Victorias. La fundación
más antiguu de la Orden franciscana en Tenerife, «El
Día», 14-IX-1945; Origen del convento grande San Miguel de
las Victorias, «El Día», 14-IX-1946.
Pero tal vez, desde nuestro punto de vista de la eficacia
para renovación de los estudios históricos canarios, fueron todavía
más interesantes los trabajos de Buenaventura Bonnet
sobre las fuentes narrativas y los historiadores que, hasta la
incorporación de nuevas fuentes documentales, eran la base
casi única de la historia insular. Son en gran número y a veces
constituyen aportaciones que pueden estimarse nuevas a
nuestro acervo. Sobre textos no propiamente históricos trató
en La Geografía ds Ptolomeo y las Islas Canarias, «Revista de
Historia», II, pág. 3; La Geografía medieval y las Canarias,
Mera, n , pág. 33; Las Canarias y el primer libro de geografía
medieval, escrito por uñ fraile español en 1350, ídem, X, 1944,
pág. 205. De la famosa crónica llamada el Canarien, a la que
antes nos referíamos, se ocupó en Los Bethencourt de Tenerife
y el tCanarien* de Bergeron, «Revista de Historia», VI, 1939, pág.
IQÍ; El problema del *Canarien^ o *Libro de la Conquista de
Canarias*. Estudiohistórico-bibliográfico, «Revista de Indias»,
X,1949, pág .669,ya mencionada. En Un manuscrito delsigloXV.
[13] 189
El navegante Diogo Oómez en las Canarias, «Revista de Historia
», Vn, 1940, pág. 92, dio a conocer un texto generalmente
olvidado sobre la vida guanche. Ya hemos citado la edición
en que colaboramos de la crónica anónima, llamada luego
Lacunense por Millares Garlo, publicada como iniciación de la
serie «Fontes rerum Canariarum» en 1933, con su correspondiente
estudio. Dos textos que acompañaban en copia al de la
crónica citada fueron estudiados también por Bonnet: Descripción
de las Canarias en el año 1526, hecha por Thomas
Nicols, factor inglés, «Revista de Historia», V, 1933, pág. 206
(fecha errónea, que no pudo rectificar hasta aflos después: El
inglés Thomas Nicols y su Descripción de las Canarias, ídem,
XIV, 1948, pág. 459); Observaciones del caballero inglés Sir Ed-mond
Scory acerca de la Isla de Tenerife y del Pico del Teide,
«El Museo Canario», núm. 8, 1936, pág. 44.
Estudios muy interesantes dedicó a la obra del dominico
fray Espinosa, primera fuente histórica para Tenerife de la
que Bonnet alcanzó a estudiar el ejemplar que perteneció a
la Biblioteca Municipal de Santa Cruz, luego perdido: La obra
del Padre Fray Alonso de E8pinosa,en «Revista de Historia», V,
1932, núm. 34; trabajo continuado en La obra del P. Espinosa.
Cómo fué destruido un valioso libro de la historia de Canarias^
«La Prensa», 5-V-1933. Todavía La Vivgen de Candelaria y el
P. Espinosa, «El Día», 16-VIII-1942.
A propuesta del prof. López Estrada escribió Bonnet una
conclusiva nota sobre las fuentes de información del historiador
renacentista Botero Benes acerca de las Canarias («Revista
de Historia», XIV, 1948, pág. 54).Tambión tradujo y anotó otro
texto barroco sobre Canarias: Descripción de las Canarias por
Pierre Bergeron en 1630, ídem, VII, 1940, pág. 1. De la personalidad
y de la obra de varios historiadores canarios nos ha
dejado: El cronista D. Juan Núñee de la Peña, «Revista de Historia
», XIII, 1947, pág. 297 y XIV, 1948, págs. 12 y s s . y 217 y ss.;
Tenerife en el siglo XVIH. Del diario del regidor Anchieta y
Alarcón, en la «Biblioteca Canaria», folleto publicado en 1940;
Diario del regidor Anchieta y Alarcón, «El Día», enero de 1960,
cinco números del 7 al 12. De Viera trató por lo menos en dos
ocasiones: Viera y Clavijo y sus cartas familiares, «La Pren-
190 [14]
sa>, 27-Xn-1931 y en un trabajo enviado al concurso abierto
por El Museo Canario en el segundo centenario del historiador
(1932) y que no sabemos si quedó inédito.
Algunos de los trabajos que venimos citando son propiamente
biográficos, tanto de los referentes a personajes históricos:
Diego de Silva, Béthencourt, Jorge Grimón, como a escritores:
Núflez de la Peña, Anchieta, Viera y Clavijo. Dentro de
este género hay que mencionar todavía: Una autobiografía del
historiador Rodríguez Moure en Postumo homenaje al Pbro.
D. José Rodríguez Moure, Cronista de La Laguna, R. Sociedad
Económica, 1940, al cual Bonnet profesó gran afecto; El Excmo.
e Ilhno. Sr. D. Aicoíás Rey Redondo, «Revista de Historia»,
VIII, 1942, pág. 209 y ss.; Vida del estudiante Benito Pérez
Oaldós, «La Tarde», lO-V-1943 y «Revista de Historia», IX,
1943, págs. 154 y ss.; Dos cartas inéditas del Duque del Parque
Castrillo, Id. XI, 1945, pág 282; notas a la Vida de don Antonio
Aniceto Portier, actual Marqués de Bajamar, Id., XIII, 1947,
pág. 153 y ss.
La Antropología y la Etnología fueron también incluidas
en su campo. Dentro de aquélla fué notablemente afortunado
el primer trabajo que conocemos, El tipo negroide en las Canarias,
«La Prensa», 20 a 26-VII-1929, en que puso en evidencia
ligerezas de método del americano Hooton. Escribió también
Estudio de los cráneos antiguos de Canarias, «Revista de
Historia», V, 1933, pág. 161, resumen de un trabajo del Prof.
Barras de Aragón; Los antiguos habitantes de Canarias, «La
Prensa», 17-VII-1935; Les libios, primitivos pobladores de Canarias,
«Revista Nacional de Geografía», San Sebastián de
Guipúzcoa, abril de 1939; y sabemos que en sus últimos tiempos
se ocupaba de un trabajo sobre las momias canarias. Pero,
falto de la técnica específica necesaria para realizar obra original
en ese campo científico, no podía pasar en él de distinguido
aficionado. Más accesible le habría sido la etnología,
pero trabajó menos en ella: Los primitivos habitantes de Canarias,
«Revista de Historia», I a V, 1924 a 1932, passim, vasto trabajo
heterogéneo que de la mitología pasó a la etnología, iba
subtitulado Estudios etnográficos y, en efecto, en él se hizo una
exposición de los datos tradicionales de historiadores y oro-
[15] 191
nistas sobre la vida indígena canaria; pero el material comparativo,
especialmente, era deficiente. De mayor interés fueron,
en nuestro concepto, pequeños trabajos monográficos: El lenguaje
silbado, artículo reproducido en un folleto de la «Biblioteca
Canaria», 1940; Productos antiguos que dieron celebridad
a Tenerife, «Mirador de Canarias», XII-1940.
Temas sueltos a los que, sin duda entre otros, alcanzó la
atención de Bonnet son La imprenta en Tenerife, «El Día», 25-
V y 13-VII de 1947 y Í3-V y 27-Vrir de 1948, serie de artículos
que todavía dio lugar a UWA Carta abierta en «La Tarde», 5-
VII-1949; y El primer periódico publicado en estas islas, «La
Tarde», 14-VII-195(); La Isla de San Borondón. Las expediciones
emprendidas para encontrarla y la llevada a cabo por el capitán
D. Juan Franco de Medina, «Revista de Historia», 11 y III,
1927 a 29, passim; un único trabajo genealógico. El Mencey de
Adeje y sus descendientes, «Revista de Historia», VI, 1939, pág.
193; temas canario-americanistas como América y las Afortunadas.
La catástrofe de Canarias, «Hoy», 1-1-1934, sobre cese
del comercio indiano según el Memorial de.D. Tomás de Nava
Grim6n, siglo XVIII; Canarios en América. Tres fases dé la ac-luución
isleña, «La Prensa», 28-VI-1936; Las Canarias y el descubrimiento
de América, «Amanecer», 12-X-1937; Presencia, ha-eaña
y aventura de los canarios en el orbe, «El Día», ll-X-1942;
América, espacio vital de nuestro archipiélago, conferencia en
en el 450 aniversario del Descubrimiento, en la Real Sociedad
Económica, 12 de octubre de 1942, La Laguna, 1943.
Acabamos de mencionar una conferencia pública de Bonnet.
No era sin duda éste el terreno por él preferido, porque
sus condiciones naturales no se prestaban a la improvisación
oratoria. Pero, en su inagotable esfuerzo propagandista de la
historia y de la gloria de Canarias, no rehuyó tampoco la tribuna
siempre que fué necesario y, por lo menos, sus condiciones
de lector no eran malas. Recordamos oraciones suyas en
todas las tribunas de Tenerife: en el Círculo de Bellas Artes,
en el 2.° curso de extensión universitaria realizado por la Universidad
de La Laguna, en que versó sobre el Libro del Co-noscimiento
de todos los Reinos; en el Ateneo de La Laguna, sobre
loa Cronistas de Canarias; la mencionada en la Real Socie-
192 [16]
dad; y otras en la misma cátedra; en la Facultad de Letras, sobre
San Isidoro y sus ideas sobre las Afortunadas, recogidas en
la cartografía medieval. También disertó en Las Palmas, en El
Museo Canario, en más de una ocasión; recordamos las lecciones
sobre La leyenda de Diego de Silva, luego vertidas en trabajados
artículos.
Sin duda la obra más importante en si misma de las publicadas
por el Dr. Bonnet ha sido la patrocinada en su ejecución
e impresión por la Real Sociedad Económica de Amigos
del País de Tenerife, bajo el estímulo entusiasta del que ha sido
hasta ahora su director, Dr. D. Tomás Tabares de Nava, el
mencionado libro La Junta Suprema de Canarias, cerca de mil
páginas de apretada prosa. Bonnet fué atraído al tema casi accidentalmente,
al colaborar en los trabajos del historiador
suizo Geisendorf des Gouttes en la espléndida obra que publicó
acerca de Les prisionners de guerre sous le Premiare Empire.
Este primer contacto con la documentación de la Junta Suprema
conservada en manos privadas, de los sucesores del que
fué su Secretario Juan Tabares de Roo, y luego las excitaciones
del citado director de la Sociedad Económica, le llevaron a
emprender y coronar felizmente esa ingente labor de varios
años, con la que Canarias dispone, al fin, de un estudio de esa
época agitada, que ya tenían casi todas las regiones y comarcas
españolas.