Notas l)ih]iográficas
JUAN AI,VARKZ DKLIÍAPO.—Consejo Superior de
[nvestigariones Cioiilífiras. Drlrgarión en Catiarias.
Cuadernos da Invcstigarión. I. Santa Cruz de Tenerife
1948. 111 pág. 4." menor.
Hablamos de la publicación indica(l,a en esta Revista con motivo
de dos contribuciones del Sr. D. Juan Alvarez DeI<¡;ado relacionadas
con la fdología guanclie: Dos falsos ctnisqitismos: Roma y ¡laruspex.
Valor de estas dos voces de substrato prclatino y En torno a "rnaga-lia".
Africanisino de magalia, niappaiui y ruagus: dos tipos africanos
de choza.
Cuando el Sr. Alvarez liabla en el primer artículo de "falsos
etrusquismos" ello no quiero díM-ir que estas palabras fuesen desconocidas
por los etruseos o introducidos en latín por otros pueblos
distintos de los etruseos, sino que piensa A. que los etruseos las tomaron
del substrato. Quiere esto decir que diclias palabras serían
preetruscas o autóctonas de la población primitiva de raza mediterránea.
Cuando A. compara palabras latinas que pueden ser pro-toetrucas
con palabras africanas del "núcleo líbico" —nosotros preferimos
llamarlo beréber antiguo-, se trata de una hipótesis de
trabajo que, como tal, debe ser admitida.
Como es sabido, la etimología de Roma (la Roma latina y eterna)
ofrece dificultades. Explicada Roma como 'ciudad fluvial', de *sreu-
'correr', no se comprende la pérdida de la s-, y por esto, en vista
del antiguo nond)re del Tíber, Rumo, se ha pensado en una mediación
etrusca (cf. Walde s. v.). Fijándose en el hecho de que los préstamos
latinos del etrusco conservan en latín la u, señala el Sr. A.
que "no se ex¡)lica que Roma y sus derivados cambiaran este timbre"
(pág. 13). l'ero el material de observación en este caso no es
grande; podría pensarse con todo, en un cambio análogo a latín
fortona al lado de fortuna, Í\ fónus y fñniis, niytrJx y nulrl.r, Pósilla
Pñsilla (Sonuner 4;()0). El Sr. A., sin embargo, busca el origen de
la Roma latina en el "núcleo libio" y encuentra la voz guanche roma
266
con el sigiiiQcado do "casa fuerte" que corresponde exactamente a
la Roma quadrata, la "fortaleza de planta cuadrilátera", en el Monte
Palatino, "la más antigua ediíicación de la ciudad" (pág. 8). La palabra
guanche roma 'casa fuerte' aparece en los relatos de Sedeño
y del padre José de Sosa y, claro está, es una forma españolizada de
ghrem (escribo g/i para representar la r grasseyé) o rem con la determinante
-a y este rem es nada más que una forma masculina de la
conocida palabra beréber tighremt, pl. tighrcmatin 'maison flanquee
de tours', 'forteresse', 'qasbah' y correspondí! al beréber de Deninat
ighrem, pl. igherman 'ksar', 'vijlage fortifié'. En cuanto a los topónimos
canarios indicados por A. ([)ág. 17: Roma, Romos), éstos se
explican por la palabra ighrem, aunque es de presumir que algunas
veces se pueda tratar de nombres es()añole3. La palabra ighrem nada
tiene que ver con la palabra latina Roma. El hecho de que existe
una forma españolizada roma, y por esto bastante moderna, de
ighrem del misnio significado que la Roma quadrata ha inducido al
Sr. A. a su etimología forzada.
Para hacer comparaciones entre palabras de diversas lenguas es
necesario considerar siempre las relaciones geográficas e históricas.
Hay que hacer las comparaciones entre palabras del mismo tiempo.
Cuando no existen palabras bereberes de la antigüedad, contemporáneas
a las palabras latinas más antiguas, por lo menos es necesario
tomar en consideración la forma beréber más antigua que se
puede coger. El error que resulta de explicar formas antiguas por
formas demasiado modernas se ve asimismo en el estudio del Sr. Al-varez
Nomina hispana: Vascones, incluido también en el primer
fascículo de los Cuadernos canarios de investigación. En este lugar
A. quiere explicar la palabra latina Fascones por una forma fonética
céltica del vasco eusko, basándose en el diptongo irlandés ua como
representante de eu indeuropeo. Pues bien, una transcripción vasc-por
uasc se comprende solamente cuando admitimos un diptongo
uá. Pero el diptongo irlandés ua tiene el acento en el primer elemento:
tía. Además este diptongo úa no es contemporáneo de los
tiempos en que se formó la palabra latina Vascones; en el texto más
antiguo irlandés, en las Glosas de Würzburg (a mediados del siglo
VIII), se lee muchas veces aún o en vez de ua. Puede compararse con
Va.scones solamente una forma gálica (céltica continental). Pero en
el gálico eu se conservaría o cambiaría en o o oa como comprueban
gálico Teutomatus y Toutomatus, Leucetius y Loucetius, Ncuiodunum
y Nouiodunum. Sería de esperar una forma gálica ousk o dsk y aún
eusk de vascuense eusk-. Pero de otro lado no estoy convencido de
que la forma vasca antigua fué eu.<sk- en vista del cambio au en eu
que ofrece el vascuense (cf. R. Lafón en RIEV XXV, 290-293) y de
la forma Ausci que da César para designar una tribu de la Aqui-tania
{De bello gallico lib. III, cap. XXVII).
267
El Sr. A. ha fundado su etimología en la Roma primitiva quadra-ta.
El primero que habla de la urhs guadrata es Ennius, muerto en
169 antes de Cristo. Según la tradición más antigua romana, había
en el Palatino una aldea de chozas rodeada de una palizada oval
(cf. Ph. Hiltebrandt, Rom, Stuttgart 1944, pág. 17) y esto correspondería
al hecho de que la primitiva población mediterránea usaba
chozas redondas análogas a los triilii de la Apulia y a las chozas y
casitas redondas actuales de Liguria, del Lacio, de Calabria, Sardi-nia
y Cerdeña (cf. además los nuraghe de Ccrdeña). Resulta, pues,
que la Roma quadrata no es el primer poblado en el Palatino. La
ciudad propia más antigua estaba situada, según las últimas excavaciones,
en el valle entre el Palatino y el Capitolio, Esquilino y Cae-lio;
su calle principal fué el Virus Tuscas (Hiltebrandt).
Difícil es también la etimología del latín haruspex "adivino por
la observación de los animales". Al primer elemento de esta palabra
haru- se deben comparar haruf¡;a, escrito también liariuga y harviga
'animal de sacrificio' que, según Donato, vienen de hará 'cuadra'.
Según II. Zimmern, Akkadisdie Frcmdwórter ais lleweis für hahylo-nisdien
Kultureinfluss, 1915, haru- viene del asírico har 'hígado'
(cf. Hirt, Indogerm. Cram. 1, 170) y es muy probable que existan
relaciones entre el arte de adivinar de los etruscos y de los babilonios,
tanto más que se han hallado en Etruria hígados de bronce
análogas a los de Babilonia (cf. Hirt, Die Indogermanen I, Strass-burg
190.'), pág. 54). No conozco la palabra babibinica Ar/r'hígado'
y no sé si ésta existe. A. comprueba que haruspe.v no se refiere a la
adivinación por el hígado, sino que tiene un signilicado más amplio
"adivinación general y de práctica diaria por la observación délos
animales sagrados" (pág. 24). Ahora bien, en este sentido se podría
pensar en asírico haru 'ver', 'mirar', 'divisar' y también en asírico
harü 'objeto usado en el ritual del Año Nuevo'. Pero se trata solamente
de una posibilidad; nada sabemos de cierto. Siempre es posible
que los etruscos tomaran en préstamo una palabra asírica antes
de imigrar a Italia. Si la famosa mscripción de Pésaro no ofrece en
su texto etrusco ninguna palabra que pueda ser identificada con la
palabra correspondiente haruspe.x (A. pág. 25), esto puede explicarse
por existir una expresión sinónima etrusca o protoetrusca y nada
dice contra la existencia de un préstamo asírico en el etrusco. El
Sr. A. ve en haru (primer elemento de haruspex) la palabra guanche
hará (Tenerife) 'cabra' (pág. 30). A. considera hará (Tenerife) como
la forma guanche originaria garantizada por la palabra /a/ra,/aima
'cabra' del español usual de los pastores de Tenerife. Que yo sepa,
la palabra hará está atestiguada por Viera y Clavijo, historiador del
siglo XVIIL En la Historia de Abreu Galindo de 1632 encontramos
las formas ara y axa que corresponde a silba aghad 'cabrón' y zena-ga
agha 'cabra'. Y existe además en Gran Canaria la forma femé-
268
nina de esta palabra tahatan, tájatan 'oveja' correspondiente a silba
taghatt, Beni Snús ígatt, cabilio ^^/taí, Aures y Siwa Ighaty muchas
otras formas beréberes que todas significan 'cabra'. Tanto por la forma
como por la extensión geográfica se ve que la forma originaria
es aghad. La grafía de Abreu Galindo ara, axa corresponde al valor
fonético agha. Las grafías hará y jaira indican una pronunciación
con h- (sonido laringal con marcada aspiración), respectivamente
con J- (valor fricativo sordo o también mediopalatal fricativo sordo)
como la conocemos en Jos dialectos extremeños y andaluces (j). e.
andal. la hwerta, la hortalisá) y del español mejicano (p. e. joso por
oso; hablar, hervir, etc. con h aspirada), donde entre vocales existe
a menudo una intercalación da h o j . Resulta pues que hará como
también yaiVa son formas dcl)idas a la fonética española y posteriores
a las formas verdaderamente guanches sin h- o j - . De este modo
hará no puede explicar el elemento haru del latín haruspex.
En su estudio En torno a "magalia" el Sr. Alvarez se ocupa del
significado de las palabras latinas magalia y mapalia (mappalia)
que se refieren a casas o chozas púnicas o númidas del norte africano
y que varios gramáticos y escritores latinos dan como variantes
de una misma^palabra. Por una exégesis cuidadosa y muy laudable
de los textos A. logra hacer esta distinción: magalia "cabana rústica,
cubierta de paja o cañas, de planta casi circular, propia de arrabales
o asentamientos agrícolas o pastoriles"; mapalia designa cabanas
o tiendas oblongas, construidas con telas o esteras y cubiertas
en forma de barco invertido. Con mucha razón relaciona mappalia
con la palabra mappa 'lienzo o tela' dada como púnica por Quinti-liano
I, 5, 57 (cf. Walde s. mappa). En magalia A. quiere ver una
"forma númida latinizada" (pág. 72) que compara con canario mago
'campesino, paisano', 'hombre del campo' (págs. 81 y 84), con tuá-reg
amacheq, tamacheq, amazig y los nombres dados a los "libios
blancos" por los egipcios (tamahu), griegos y romanos. Claro está
que la etimología de magalia es púnica, como ya indicaron Plácido:
"Magalia quasi magaria, quia mager púnica lingua villa dicitur" y
Servio: "Debnit magaria dicere quia magar, non magal, Poenarum
lingua villam significat". Este púnico magar o mager es idéntico con
la conocida palabra hebraica magor 'habitatio, peregrinatio', 'habi-taculum'.
El Sr. A. añade a la palabra canaria mago (¿palabra antigua?) de
Tenerife y de La Palma, y también la voz majo de la isla de Lanzarote aue designa a nativos de esta isla. En vista del esp. majada 'lugar,
onde se recoge de noche el ganado', majar 'triturar', chileno majado
'trigo o maíz que remojado en agua caliente se tritura y se come
uisado de distintas maneras' (cf. gofio) no me parece imposible que
a voz majo sea una palabra española.
Como la palabra gálica magus 'campo' en nombre de lugares
269
como I¡i(ro-magus, Bodiuco-map^us, etc. se usa más en el norte del
territorio céltico continental y el sur prefiere -briga en conformidad
con la densidad de la población céltica, no creo en un origen africano
del céltico -niagiis presupuesto por A. (pág. 83). Además la
palabra gálica magas existe también en irlandés: irlandés antiguo
inag 'canipus', p. e. en Mag Fea, Mog Breg etc., irlandés moderno
magh 'a plain, campus or field, a level district', mach 'meadow,
grass and plain' y en las lenguas británicas (gales ma 'endroit', bretón
-nm 'cliamp'). No parece que los goidelos entraron en contacto
con pueblos mediterráneos. Se podía pensar solamente en un substrato
ibérico del irlandés, de que en lo que se refiere a la lingüística,
hasta ahora no sabemos nada; pero, en el estado actual de los estudios
ibéricos, no se puede decir con seguridad cuántos préstamos
camiticos y cuáles entraron en la lengua ibérica que, por lo demás,
parece diferente de las lenguas cann'ticas.
Sin duda, las investigaciones del Sr. Alvarez rejiresenlan un gran
esfuerzo dentro de un territorio muy vasto y nuiy difícil y debemos
alabar su diligencia, sus conocimientos y su esj)íritu perspicaz; por
esto lamentamos nmcho que no podemos aceptar siempie sus conclusiones.
Wilholm GlESE
Hamburgo
EnuAuno BKNÍTKZ TNc.i.orr. -Prrfro Barba de
Cawpoíi lio fué neñnr de lan Tulas Caiiarins. -I?*v.
«T^as Ciencias» Madrid. Año XIII, m'iin. 2. (págs.
419-456.)
Un viejo tema histórico ha sido remozado últimamente por nuestro
amigo el conocido publicista y académico Benítez Ingíott en la
revista «Las C^iencias» al estudiar críticamente la actuación de Pedro
Barba de Campos en estas islas como supuesto tercer señor de las
Canarias; su intervención en la donación de este archipiélago al
conde de Niebla por Juan de Béthencourt y su sobrino Maciot. Uno
de los puntos más oscuros de nuestra historia regional por la indigencia
de fuentes contemporáneas. El señor Benítez Inglott trata
sin embargo airosamente el tema elegido.
Comienza el autor estudiando la cesión de las Canarias al procer
andaluz pasando luego a analizar los textos de los cronistas locales
primitivos: Escudero, Sedeño, la Crónica Lagunense y la Matritense,'
que transcribe in extenso y refuta con acierto los errores que
1. El cronista Fraiici.sco López de Ulloa en su llisloria de la conquista de las
siete islas de Canaria (cap. III, fols. 7 y 8 r.) sigue a la Crónica lagunense, publicada
por el Instituto de Estudios Canarios.
270
advierte en cada autor. Luego examina los testimonios de los historiadores
en la parte referente a la venta y señorío de las islas empezando
con Abreu Galindo, Núñez de la Peña, el P. Sosa, Marín y
Cubas, Pedro A. del Castillo, hasta llegar a Viera y Clavijo. De este
historiador pasa a los del siglo XIX: el doctor Chil Naranjo y Millares
Torres, alcanzando a los tiempos actuales con Darlas Padrón y
el autor de estas líneas. Es un trabajo de compulsa y análisis, en el
que sólo se omiten los cronistas de Castilla, de los que acaso arranca
el supuesto señorío de Pedro Barba.
El autor, después del paciente examen de los autores que anteceden,
apoya su tesis en la "Información" o Pesquisa de Cabitos,
tan poco estudiada por los historiadores anteriores a la época actual.
Deduce las causas que obligaron a Ucthencourt a proponer la donación
de este archipiélago al conde d(! Niebla, de la pertinaz penuria
del barón normando; acusa la presencia de Pedro Barba en las Canarias
por el vestigio que dejó en la toponimia de la isla Graciosa:
un puertecillo que aun lleva su nombre; y señala por último la verdadera
misión de aquel marino, que fué la de ultimar con Maciot
las negociaciones de donación o traspaso del archipiélago iniciados
en la Península por Béthencourt. El autor supone, acaso con razón,
que Maciot embarca para Sevilla, posiblemente en uno de los navios
del Almirante, mientras Barba de Campos se queda en Lanzarote
gobernando las islas conquistadas en nombre de Béthencourt hasta
consumarse la cesión. Esta gobernación provisional es muy posible
que creara la leyenda de suponer a Pedro Barba tercer señor de las
islas.
El autor se apoya en la escritura de donación celebrada en Sevilla
el 15 de noviembre de 1418 para deducir que Béthencourt cedió
las islas como satisfacción de deudas contraídas por el barón que
"montan mucho más que no esta donación sobre dicha" y en cuanto
a la cláusula de reservar Béthencourt el dominio de Fuerteven-tura,
estima que hubo transacción en el sentido de continuar Maciot
de gobernador de las islas en nombre del conde de Niebla. De esta
argumentación deduce que Pedro Barba no fué señor de las Canarias.
El estudio del señor Benítez Inglott señala aspectos aprovechables
al historiador. Faltó no obstante haber identificado la verdadera
personalidad de Pedro Barba de Campos, distinguiendo al Almirante,
nuestro protagonista, de su hijo de igual nombre y famoso
Justador, de los cuales hacen nuestros historiadores una sola persona
según observamos en otra ocasión.^ Pero la labor del señor Benítez
Inglott es digna de aprecio y merece plácemes que no escatimamos
al distinguido académico.
B. BONNET
2. Vide: "Sobre el capítulo de Canarias en la Crónica de Juan 11" (Rev. de
Historia, núra. 79, págs. 371-372.)
?71
JOSÉ JULIO RonuíciiKZ.-B» el nombre del Padre.
Ediciones de la revista «Mensaje». Tenerife, 1947.
Imp. liomoro. 4 págs. on 4." mayor.
En una bella y cuidada edición en papid do hilo especial y "en
loor de la aniistad y la poesía" liizo la importante revista «Mensaje»
una sej)arata de la composición del poeta pintor José Julio Rodríguez,
titulada En el nombre del Padre, y que el artista coloca bajo
el numen de Gonzalo de IJerceo y dedica a sus padres.
En el nombre del Padre es una pulcra y grave composición religiosa
donde se hermanan la acendrada fe del poeta y una elegancia
de contenido y de forma. La estrofa de cuatro versos irregidares,
3ue en los románticos adquirió gran difusión, adopta en José Julio
iscreto porte al [)rivar al pent.isílaho final y, en general, a los versos
restantes, de toda rima. Reminiscencias de lecturas místicas las
resuelve así el poeta.
Y te busco, Señor, sin encontrarte
[)or valles y barrancos pedregosos
entre el nnisgo, las piedras y los hombres
que te ignoran.
Su angustia de soledad y su deseo de Dios los expresa de esta
manera:
Solitario viajero de infortunio
|)alpan(lo los enigmas de la tierra,
ignorante del cuerpo que amortajo,
sin un camino.
Yo busco—mi Señor—yo voy buscando,
manantial de dulzuras inefables,
la morada rotunda de tu ciclo
denso y lejano.
Claro que algima vez rinde José Julio su tributo al verso trivial
de moda, a ese verso del participio en "ado", como "muerte clausurada"
o "arroyo transido" de ima pervivencia tan extendida que
bordea el lugar común de cierta poesía actual; ello no es obstáculo
para que este poema de José Julio merezca un buen puesto literario
y coloque al autor entre nuestros buenos poetas religiosos, puesto
difícil de alcanzar en un género elevado y grave y que la mayoría
de las veces hace caer en la glosa a lo "estampa bendita" al poeta
que no tenga alzados alientos para tan delicado y alto menester.
M. R. A.
272 ,
JOSÉ PÉREZ VIDAT-.—Santa frene (Contribución al
estudio de un romance tradicional), en «Kevista (le
Dialectología y Tradiciones Populares», IV, Ma
drid, 1948, 518-569.
Sobre un tema que conoce con entera suficiencia, ampliamente
abordado en una tesis doctoral—la poesía tradicional en las Islas—,
nos brinda ahora Pérez Vidal un trabajo monográfico. Se trata de
un extenso y documentadísimo estudio del romance de Santa Irene
que Pérez Vidal sigue desde la versión que recogió Almeida Garret
en 1842 hasta sus variantes canarias.
Ya Mencndez Pelayo en su Antología de poetas líricos castellanos
(Edic. del Consejo, tom. IX, págs. 317-318), al insertar la versión
leonesa octosilábica, la única por entonces conocida en español,
afirmó el origen portugués del romance de Santa Iria o Santa Irene
compuesto en torno de la patrona de Santarem, cuya leyenda está
referida en el tomo XIV de la España Sagrada. A mediados del siglo
VI la doncella Iria, que había desengañado y curado de amores
a un adolescente, se ve nuevamente requerida por un monje al que
también rechaza, pero éste para vengarse logra que Iria tome una
hierba que deforma su cuerpo y produce la apariencia de una ma-tornidad
futura; irritado el adolescente hace que un criado mate a
Iria y arroje su cuerpo al río. Dios reveló la realidad al abad y todos
contemplan cómo, entreabiertas las aguas del Tajo, el cauce del río
muestra la sepultura de la virgen.
Sin el halo hagiográfico de la leyenda, el romance de Iria o Irene
refiere cómo un galán, que recibió posada en una casa, roba a la
mavor de las hijas del dueño, la mata en el camino y la cntierra.
Una ermita marca el lugar del crimen. Al cabo de cierto tiempo
pasa el criminal por allí y enterado de que la ermita es de Iria, le
pide perdón, a lo que no accede la doncella, que está en el Cielo,
en tanto el criminal se condena en el Infierno.
Pérez Vidal estudia las versiones portuguesas (que en su mayoría
son de verso hexasílabo) y las compara con las castellanas aparecidas
con posterioridad a la recogida por Mcnéndez Pelayo. En
las versiones portuguesas destaca las notas de autobiografía y lirismo,
y en las castellanas las de estilo narrativo en tercera persona,
característica específica, según Menéndez Pidal, de las líricas portuguesa
y castellana. Otros rasgos diferenciales señala el autor de manera
precisa y concluye por examinar unas nueve versiones cananas
del romance; rasgos comunes a las versiones portuguesas y castellanas
destaca Pérez Vidal en los ejemplos estudiados por él de
Tenerife, El Hierro y La Palma. En esta isla ha encontrado muchas
versiones de las que entresaca cinco, por estimarlas representativas.
Las versiones tinerfeñas habían sido ya publicadas por el malo-
273
grado Agustín Espinosa, por Diego Cuscoy y por los liermanos La
Rosa Olivera.
Como Pérez Vidal escribe: "En las restantes islas, que yo sepa,
no se han hecho todavía exploraciones para averiguar si en ellas se
conoce también este romance", le brindo un ejemplo de la Isla de
Gran Canaria. Eo recogió hace tres años mi entonces alumna señorita
María Bolaños a la recitadora Carmen Oliva, de 45 años, en Mar-molejo
(Gáldar). Es una versión hexasílaba, parecida a las de la
Montaña y semejante a alguna de las que Pérez Vidal publica; está
algo estropeada. El tienqjo que farda el criminal en volver es el de
nueve meses y la rima en áa, óo, con algún verso defectuoso:
Eran tres niñitas
bordando corbatas,
agujas de oro,
dedales de plata.
Pasó un caballero
pidiendo posada
—Si mi padre quiere,
de muy buena gana.
—Pase, caballero,
pase p'a la sala.
Cuchdlo de oro,
tenedor de plata.
Le arreglan la cama
en medio la sala,
colchones de plumas,
sábanas bordadas.
A la media noche
fué y se alevantó
y de las tres niñas
a Elena cogió,
la montó a caballo
y se la llevó;
en medio el camino
fué y le preguntó:
—^;Ditnc, niña hermosa,
(lime cómo te llamas?
—En mi casa Elena
y a«iuí desgraciada.
Sac<) un cuchillito
y la degollaba.
allí hizo un hoyo
y allí la enterr(')
y a los nueve meses
por allí pasaba.
—¿De quién es esta tumba
tan enramada?
—Do Santa Elena;
murió degollada.
— ¡Perdóname, Elena!
—No perdono nada
que mi Dios me dice
que no perdonara;
yo estoy en el Cielo
muy bien asentada,
tú estás en el Inherno
ardiendo en Ifts llamas.
La versión, como puede confrontarse, es muy parecida a la que
Pérez Vidal inserta como recogida en Puntagorda (La Palma); en
esta de Gáldar puede advertirse la lucha unilormadora de la rima,
F)ues el rapsoda sustituiría el verso " y la degolló" por " y la dego-laba",
asi como "por allí pasó" por el verso "por allí pasaba", al
paso que la misión narrativa del imperfecto destaca la tendencia
castellana, en lucha con la rima de las versiones portuguesas importadas
en las Islas. También consigna la santidad de Elena.
M. 11. A.
274
TKÓI'ILO LÓPEZ MATA.—La Ciudad y Castillo de
Burgos. Publicaciones dol Excmo. Ayuntamiento
de Burgos [Burgos, 1949].
Dos motivos nos han inducido a recoger la noticia de la publicación
de esta obra del cronista burgalés: el destacar la intensa
labor cultural de aquel ayuntamiento castellano al ver la luz este
volumen, treinta de los que ha editado sobre ternas liistóricos, labor
digna de ser conocida para ejemplo de tantas otras corporaciones
locales, y recoger de él unas noticias relacionadas con la conquista
de este Archipiélago, que aparecen en su ca[)ítulo V, Reyes (Católicos,
uno de cuyos párrafos se titula Un rey de Canarias y se refiere
a la persona de Diego García de Herrera.
Luego de dar cuenta de las hazañas y recompensas obtenidas
por el mariscal de Castilla Pedro García de Herrera y citar alguna
cláusula de su testamento, otorgado en 1455, el autor dice: "El matrimonio
de uno de sus hijos, Diego de Herrera, con la dama sevillana
doña Inés Peraza dio un rumbo bastante extraño a las actividades
de este noble castellano, en la segunda mitad del siglo XV."
Hace sucinta mención de las primeras empresas para la conquista
de las Islas y de los traspasos de derechos sobre las mismas,
añadiendo: "Muerto el suegro — Fernán Peraza—continuó, hacia
1470, "el honrado caballero diego de herrera señor de las yslas
canarias"... la conquista de Tenerife, Gran Canaria y Palma, sin
resultados visibles para satisfacer la gran ambición que germinaba
en el segundcín castellano, (juien, al consutnir en la empresa los recursos
disponibles, se vio obligado, en 1474, a tomar a préstamo de
su hermano don Luis de Herrera dos mil enriqucs viejos, y, más
tarde, ante la imposibilidad de restituirlos, a vender a éste en 1477
las rentas en maravedís que el señor de Canarias tenía en Melgar de
Fernamcntal, con otros derechos de behetrías de las meriiuladcs de
Burgos y Río Uhierna, Santo Domingo de Silos y del Campo de
Muñó. Venta confirmada por los Reyes Caliílicos a petición del
Monasterio de San Juan, heredero de Luis de Herrera, en 1480."
"La inutilidad de sus esfuerzos [)ara sojuzgar las tres islas principales
no restó un adarme a ia exuberante vani(bul de Don Diego,
convertido por el coro de lisonjeros y aduladores nada menos que
en Rey de Canarias, dando lugar a una de a(piellas elicaces y soberanas
intervenciones de la Reina Católica, la cual, para anular la
insólita ostentación del entonado magnate, adquirió de él, [)or |irccio
de cinco cuentos de maraviidís, el señorío de las tierras sometidas y el
derecho de conquista a las tres islas, realizada en los anos siguientes
por los capitanes de la Reina Pedro de Vera y Alonso de Lugo."
Prescindiendo de indudaiiles errores de detalle, son de interés
algunas de las noticias que da el autor, si bien hemos de lamentar
276
la vaguedad en las citas de las fuentes utilizadas—al parecer entre
las documentales sólo los "papeles de San Juan", del Archivo municipal
de Hurgos—; pero tenemos la esperanza de que el autor
completará algún día para nosotros lo que ha sido para él un mero
episodio de lejana aventura de un castellano de la Meseta.
L. B. O.
liKOroLDO DK LA liosA OiAVKRA.—Fundones de
gobierno de la Audiencia de Canarias y normas de
Derecho Administrativo de la primera mitad del siglo
XVI.--En la «Revista (io Estudios do la Vida Local
».-Madrid, año VIH, marzo-abril 1949, n.° 44.
Estudia el lír. de la Rosa, en su interesante artículo, el problema
de la labor de administración y gobierno que realizó la Real Audiencia
de Canarias, aparte de sus propias funciones jurisdiccionales.
Las Audiencias y Chancillcrías del territorio peninsular, aunque
ejercieron actividades consultivas en el orden político y administrativo,
desconocemos si actuaron como medio de gobierno y en
qué medida, debido a que, por los tratadistas de historia del derecho
no se ha estudiado debidamente tal cometido histórico. Ello
ha dado lugar a que eminentes autores hayan tenido un conocimiento
deficiente o erróneo acerca de la fecha de erección y funcionamiento
de nuestra antigua Real Audiencia.
Puntualiza el autor las ftientes para el conocimienlo de la historia
del dicho Tribunal: los cronistas locales; las noticias que aporta
Zuaznávar en sus conocidas obras; las Ordenanzas de 1531; las R.
R. C. C. que regulaban su funcionamiento; y, por último, las propias
resoluciones del Organismo ante el caso concreto planteado.
La Real Audiencia de Canarias, además de sus funciones jurisdiccionales,
ejerció actividades encaminadas a la defensa militar
del Archipiélago; a la lucha contra plagas y epidemias; a ejercer
cierta tutela sobre las Corporaciones insulares; a determinadas funciones
de gobierno y administración de las Islas, en diferentes y variados
aspectos; etc. etc. Todas estas atribuciones y otras cspecialí-simas,
en orden a su Gobernador-Presidente la imprimen características
diferenciales respecto a sus similares de la Península y la
acercan a las Audiencias de Indias.
Precisa el autor la fecha de creación del Tribunal (C. R. de 7 de
diciembre de 1526), a petición de las Islas, el cual se componía de
tres jueces de apelación, con jurisdicción en todo el Archipiélago.
Surgen pronto diferencias entre los Oidores, los Gobernadores y los
Cabildos, y se elevan quejas a la Corte; ésta resuelve enviar al Ld".
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Melgarejo como visitador, quien, después de la procedente investigación,
dicta las célebres Ordenanzas que llevan su nombre, para
reglamentar la actuación de la Audiencia.
En estas Ordenanzas, observa el Dr. la Rosa, se yuxtaponen
dos elementos: normas tomadas de las Instrucciones dadas a los Jueces
de grado de Sevilla, y preceptos originales del Ld°. Melgarejo.
El autor transcribe disposiciones de ambas categorías, y hace atinadas
observaciones respecto a la original característica que ofrecen,
en el campo del derecho público, y de la relación jurídico-admi-nistrativa
en la esfera municipal.
Este artículo del Dr. la Rosa es sólo un anuncio del trabajo
concienzudo y detallado que viene preparando sobre la historia ju-rídico-
administrativa de la Real Audiencia de Canarias, con sus m-teresantes
y peculiares actividades. Sin duda será, dada la conocida
solvencia del autor, una valiosa aportación a la historia del derecho,
que interesará a un amplio sector y en particular a los que
sientan vocación por los temas de nuestra región.
Sergio P. RONNET
I'EDRO IlEUNÁNnKZ.—La cerámica aborigen de
Gran Canaria. "Crónica del IV Congreso arqueoló-gitío
del Sudeste español. Elche, 1948". Cartagena,
1949, págs. 156-160.
Breve estudio que tiene por fin, sin duda, dar idea sumaria de
la especie cerámica gran-canaria. Propósito oportuno, pues nuestra
arqueología insular es poco o nada conocida y los Congresos del
SE, que vienen celebrándose anualmente con creciente éxito, son
ocasión muy favorable para dársela a conocer a un vasto círculo de
estudiosos. En tan pocas ])áginas, no se podía esperar, en cambio,
un estudio detenido ni incorporación de hechos nuevos. El Dr. Hernández
aduce tanto las piezas reunidas en El Museo Canario como
los textos de los cronistas que hablan de alfarería indígena, la cual
clasifica en varios grupos con arreglo a su aplicación y a su técnica
y decoración. Aparte los vasos, menciona también los otros tipos de
objetos de tierra cocida tales como botones, fuyasolas, cuentas (que
acaso convenía distinguir de las típicas de Tenerife), cucharas y
sobre todo las famosas pintaderas y las figuras plásticas o ídolos (a
no todos los cuales conviene el nombre de tibicenas, que parece
aplicarles).
La comunicación, no es ilustrada, lo que le quita valor pedagógico.
Una errata pintoresca, casi inevitable, convierte la ciudad de
Telde, desde donde escribe el autor, en nuestro pico de Teide.
E. S.
277
FÉLIX AMARAL: Canciones de Marhicvas. Edieio-nos
Müstil, Tonorife, 1948.
Ai>KRKi)() IvKYKS DAIÍIAS: Tierra noskUgiea. Kdi-cíones
Mástil, Tonorife, 1948.
Otra nueva cita para el tenia del mar brinda el j)resente cuader-nito
de Félix Aniaral, poeta j o v e n - a l parecer —y fácil versificador de
anécdotas triviales de la vida marina: el torrero (¡aquel torrero del
Marinero en tierra do Albcrti que se dnrmió sin que nadie quisiera
talar su sueño!), la novia del marino, el dolor de la madre del pescador,
el marinero sin cajtitáti ni barco, la nostalfijia del puerto o el
marinero sin barco son los temas que canta Félix Amaral sin ninguna
complicación poética en esta su primera salida, sin pena ni
gloria, al campo de la poesía insular.
En cambio, cuando se tiene sentido poético la anécdota se adelgaza
basta convertirla en creación que, aun en el mismo ánd)ito de
la poesía popularista folklórica, alcanza la discreción y finiira del
cuadernito de Reyes Darias.
Tierra nostálgica está dedicada a la isla de la Gomera. Hcrmigua
su barrio y barranco, sus palmas cubanas, la Virgen de Punta l^lana,
San Sebastián de La Gomera, el aro de Garajonay, San Horondón, la
Jila o el Tajaraste son los molivos geográfico-foíklórico de esla que
podríamos llamar "poesía de la erudición" de Reyes Darias, Ejemplo
que adoctrina es el de su Tajaraste en el que ba captado su valor
métrico del romance gomero cantado con pie de romance, combinado
con la monotonía rítmica del tambor:
Toca, toca el tambor
Toca, toca el tambor
La virgen que está en la ermita
peina sus trenzas benditas.
Toca, toca el tambor
Toca, toca el tambor.
Esta poesía también popularista de Reyes Darias no obstante su
carácter descriptivo y sus fáciles concesiones al leit motiv rítmico o
a la facilidad conserva toda ella la fresca gracia que este tipo de
poesía conserva cuando cae en manos hábiles. La popular Jila, jila
de nuestro romancero está racionada con finas golitas de poético
nácar:
De la jila, jila
de la jila vengo
cortando ilusiones
en brazos del sueño
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A la jila van
los enamorados,
haciendo de luna
caracoles blancos.
Por el contrario, el mítico tema borondonesco (¡todavía sin su
poeta!) le inspiró a Reyes Darias un poemilla flojo que parece un
chiquillo loco tocando un cencerro.
M. R. A.