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OBRESALTADOB los lanzarotefios, por Ita anteriores rorrcrias de los
berberiscos en la isla, todavía fué más viblenta la última qne efeo-tuaroD
el año 1749.
La noclie áiel 80 de Octubre, dos jabeques llagaron al Pa^rto de las
Coloradas, donde se encontraba la torre de Bubicón, única fortaleza que existía por
aquel paraje.
El enemigo, cuya fuerza se componía de 400 hombres, amaneció acampado en aquellas
playas, y, tan pronto el sol asomó su disco refulgente, envistieron furiosamente
la fortaleza, dando muerte cruel a un intrépido isleño q'ie supo hacerla cara, cautivando
al Condestable y unos nueve paisanos, que era toda la guarnición.
Avanzaron luego hacia el corazón de la isla con objeto de saquear la Villa Capital,
En su marcha pusieron fuego a la ermita de San Marcial, monumento de la Catedral
primitiva, (1) y otro grupo de berberiscos, corrió tras el ganado que pMtaba en aqué-.
IIHB llanuras, hasta el pueblo de Femés, que también saquearon y quemaron.
Dos días llevaban los argelinos desvastando impunemente la isla, por aquella
parte, cuando acudieron a la defensa nobles hijos de Teguise, que inflamados sus
pechos por el acendrado amor a su patri» chica, y entusiasmados por la brillantez del
éxito obtenido en anteriores combates, fundiéronse todas las clases sociales en íntimo
consorcio espiritual, y llevando de capitán a un fraile de San Francisco, lanzáronse
(1) £Q la iglesia parro(}uisI de Teguisa existe una efigie de San Marcial, patrón de la isla, escultura
del siglo XVI, salvada del incendio de aquel templo, el aflo 1909, que la tradicMn nos dice qne fué esta
de la antigua Catedral de Rnbicón, llevada allí por los inleños, con motivo de su fuga al incendiar los
. moros este monumento histórico. En la parroquia de Temes existe qtra, reproducción exacta de la qne se
venera en Teguise.
ULTIMA IHVÁSIÓK DE BS^BEBISCOS EN LANÍAÍIÓTÍ 26
intrépidos en su perseousión, dispuestos a darramar su generosa sangre y ofrendar
sus vidas en holocausto, por aquella tan querida tierra.
El Coronel, Gobernador de las armis, que residia en la Señorial Villa, era un hr
dalgo protugués, que a más de ser anciano y achacoso, tenia a su mujer en cinta y So
permitió que se tocasen las campanas a rebato, y este ea el motivo por el cua', im
fraile fué er primero en acaudillar las fuerzas y salir al mando de ellas, en perseousión
de los argelinos.
Los isleños se dirigieron al valle de Femés, no sin fatigas, por la falta de provisiones
de boca,, cortando la retirada a los moros, que habían huido sobrrcogidos de
pavor. Tan fuera de regla lo hicieron, que no tuvieron tiempo de g iuar sus jabeques,
y dentro del agua fueron atacados tan furiosamente, que unos 70 que UQ habían podido
temar las lanchan, perdieron la vida a manos de los isleños que sumergidos en el mar
hicieron una horrible matanza, no dando caartel, ni aún a los que querían rendirse.
En su precipitada fuga, dice la tradición que loff moros exclamaban:
<¡Si de esta escapo y no muero, a la tierra de Marcial no vuelvo!*
Efectivamente; psta fué la última correría délos beiberitcos en Lanzarote, y la
más brillante victoria que tuvieron los isleños.
Las olas enrojecida por la sangre, fueron arrojhndo a la playa cadáveres de
berberiscos. Los isleños amontonaban aquellos mutilados cuerpos para inhumarlos.
Pálido resbalaba por el horizonte el astro-rey hundiéndose en al mar.
En la playa el montón de cadáveres ardia como holocausto ofrecido ante el ara de
la Patria por la victoria, y mientras aquéllos eran consumidos por las llamas, los isleños
postrados de hinojos, rezaban el Santo Rosario en acción de gracias.
Los jabeques perdíanse en el horizonte y el crepúsculo ponía una inñoita dulcedumbre
en el corazón de aquellos héroes.
LORENZO BETANCORT.
Cronista de Teguise
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