Notas bibliográficas
Juan ALVAREZ DELGADO [y Luis DIEGO
CUSCOY].—"Excavaciones arqueológicas en Tenerife,
[La Gomera y El Hierro] (Canarias).
Plan nacional 1944-45 [y 1946]". Comisaría G*
rieral de EScavacioneg Arqueológicas, Informa
y Memorias, núm. 14.^—Madrid, 1947, 192 páginas
+ XIX láms. 42,
Acoetuiitibrados como esitát>amos en España a que la realización die tra-bajoe
arqueológ'icos, imcluso (cuando patrocinados por entidade^s solventas
y realizados ipor personas conxpetentes, raflae veces, alca)»izaiba puWioa-ción
adecuada, imcluíamos en esta Revisita iiiotidias lo más completas posible
de l'as excavaciones -iprelhiistóricas que en GanaTÍ'a« ee venían realizando.
Es sabido, lo hemoe didho otras veces, que esite género de trabajos
ha entrado aquí en unía nueva y fructífera época con la omg'anKzación da
las Comisiarías Provinciales de Excavaciones Arqoíeológiilcas, fiJialeis de ia
Comisaría General desempeñada en Madrid por el Dr. JuUo Martínez
Sanlta-Olalla. Pero este Comiisiario Generail) comprendüó enseguida, como
nosotros, que la ex!cavari6n sin la puiblicacáón era un traibajo inoompleto
y a veces contraproducente. Así que desmimtiendo nuestro ipesiiimiemo, fruto
de ,1a axperienidia anterior, ha laniziado una espléndida serie de volúmenes
en loe que se recoge digTiamente el iproceso y el resultado de la ¡Labor
hecha por las Comisarías Proviiniciales. Comentálbamos |ha poco con él elogio
que imerece el primer voliuraen correspondiente a Gran Calnaria. Ha
llegado alhora a nuestras maros otro stemejante con Ja labor de la Comisaría
de lia Provincia de Santa Cruz de Tenerlife, que es el que arriba emim-ciamos
y vamos a comentar para nuestros loctoree.
Comenzaremoe por la portada, que oooitii/ene varias omisiones que, por
nuestra cuenta, hemos tratado de obviar al copiarla. Acaso por razones de
jerarquía, figura solo como autor el Comisarlio provincial D. Juami Alvai-rez
E>eJigado, que, desde luego, como tal es quieta, autorizó laa ^memorias
que constituyen ej libro. Sin duda en el prólogo hace constar el Comieario
lo que ya saben nuestros lectores por las iinformaeiones qne diniog en
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otras ocaaianee (1), que "el ajjtiia de miuchoig de estos trabajos y muchas veces
su ejecutor materiail ha sido eí .Setcretardo y colaborador de eista Go-misaría
D. Luiis Diegfo Cuiscoy". Pero como ino sólo e,s esto ci/erto en uiiia
mayoría de casos, eino que imcluiso la redaoci6n de los ijníorimea ise deb«
en estas ocaisiianet) a|l imsino arqueólogo, hubiese sido no ya jueto, sino cieiri'-
tíficamente ©onvendente, que ello hubiese consitado explícitamente deisda
la cubierta. Si razones tegalas, que nio sie inioe adcanzan, lo han impedido,
alias 'SK»n de lamentar. Y decim'os eso sin ámiiimo dte dieminuír la iparte que
personaiimente tieine en la obra él Comisiario Juan Alvarez.
Heimos añadido tamibién Hos nombres de liais dos iríais de La Gomera y
El Hierro, adond* se han' extendido en mayor o menor grado loe trabai-jos
de la Comisaría, además de la de Tenerife, única quie ise ha inscrito en
el título oriíg'iinall. Mucha® veces hemos iinsiistido en que as preciÍÉ.o en arqueología
canaria (lo mialmo 'sin duda que en eitnoliogía y aún en 6imipl«
folklore) iiio confundir los hechos de una iisilia con los d.e cada una de las
otras, cosa que los arqu«ólbg03 euTopeog y muchos eisicritores iinsiulares
olwidan eontliruamenite, si aOtguina vez se lian percatado de ello (2). Así,
aurque hubiese «ido fácil salvar la omisión de eaae isla® cambiando Teme-rifa
por Santa Cruz de Tenerife, nombre oficiaJ de la "proviaioia", mo noa
aatififarfa esto tampoco, porque, al fin, sería iconfundiir en un nombre .soio
cosas ir.dependii«!nteia ('3). Finalmente, el título es también corto por Jo
que hace a lae fechas, pues, en idealidad, el libro contiene la actividad d*
la Comisaría dtesde 1944 hasta 1946 indiusdve.
En aquellos resiúmenes a que antes míos referíamoe dados en estas páginas
tuvimos ocasión de exponer el resultado de alguno de estos trabajos
aJhora publiitados, los de 1944, que 'Son principaümente los refewintee
a la «xploTaoión d« los poblados guanches de Barranco Cabrera y de lo«
Riscos de Tacoronte, por Diego Cusooy, y la prospección de Alvarez Diedt.
g'ado en El Hierro, con determimación de tas famoeoa Santillos de los Ant-tiguos,
mencionados por Abreu GaWndo. De tunas y otras cosías se hace
ahora una exposiciión compjieta y sistemática (4), si bien todo lo referente
a los lenigmáticos letreros de esta isla áel Hierro sw omite con propó-
(1) Por ejemplo. E. SERRA, M Arqueología canaria m 19íi, 11,
Revista de Historia, XI, 1945, pág». 268-274.
(2) Así en el último número, el 68, de "Archivo español de Arqueoío-gfa".
Notas sohre asas-pitorro..., péig. 210 y 6igs.
(3) Aparte la moüesta confuaáón de la ciudladi-capdtal con eil territorio
provincial, a la que ya estamos habituados de&graoiadamente los españoles,
que oímos isin protesta dislates como "en Oviedo ha sido cazada una
miar.ada de osos" o que "en Burgo» i:« ha inaugurado un puente sobre «4
Duero".
(4) De la exploración arqueológica en El Hierro, en 1944, dio sai autor,
ALVARES! (DKi.r.Ano, un® re-^ieña complleta en estas mismas páginas* en
«1 trabajo tituladlo Ecffro, Revista de Historia, XI, 1946, págs. 408.-416, y
XII, 1946, paga. 10-16.
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sito de reservarlo paira una Memoria aapeoial que, a i a verdad, aería plpe-matura
mientraa no se puedan dar reproducciones completaa e impecables
día esos inoroimentoe epigráfico».
De esoe trabajas die 1944, tam importanitas ya, no diremos más ahora
para lecomomizar espacio. Paaairemo'g a ver los realizados 'luego en Tenerife,
generaJuiente por ell imismo Lxini» Diego Cuiscoy. Unos, soa 'exploraciones
'aistOmáticas de lugares dondte los antiguos guandhas haibitaron- o
frecuentaron, mientras otros derivan de hallazgos casuales. De los pfri-meroa
hay que mencionar la proseteuridn del estudio de log poblados y
inecrópoMe guanches y la de la zona de las Cañadas del Teide, de caracteres
naturales y Tiumanos particul'arfsiimos. Rn 1944 se exploró cuidaxio-
'Siamenta un poiblado de atoanitilado de costa y otro de barraiioo con eus respectivos
depósitos funerarios. Se siguió ahora la exploraciión costera decide
donde ae había abandonado, la Punta del Viento, hacia el N. testa Te-jina.
Eeta zona es la correspondienite a Vaile Guerra, diondie el alto y oon-tínuo
acantilado sobre la costa es sustituido por um declive moderado que
9ÓÜ0 deja junto a la orilla peñae y roquedales aisilados. A este fcambio d|e
•condioionee naturales acompaña un cambio en la vivienda gmiancha que se
rarifica; primero, ©n una zona de trasición, signen las cuevasi-vdvienda integrantes
del mismo poblado de los Riscoe de Tacoronte, pero por ser ésta
zona de pastas han siido totalmente amasados tos yacimiertos al aprovechar
las cuevas como corraleg. A icontinuación, en las hoy ricae tierrais
de cultivo desaparece toda huella de vida indígenia junto all marr por largor
espaciéis. Solamente en mitad áe eeta línea estéril, ocupando menlos
de un külómetros en un sector de oosfta fragosia, aunque baja, reapareoem
las cuevas de habiitación guandhee en núim'ero «omprobado de diez, cuyfl
proximidad denunicia el terreno cubierto de menudos fragmentos cerámicas.
Alguna de ellas conservaba su pieo arqueológioo, jjero los hallazigos
habituales ise hallaban en la superficie y debajo quedaba un grueso 'eetra-to
estéril. Al parecer ininguna habitación guanidhe fué Jamás abandonada
(hasta la conquista) dteede que por primera vez ise aprovedhó y es impd-sible
iseparar niveles sucesivos. Y esto ee ya lo único que puedte interasairi-no3,
vista la uniformidad del pobrísimo ajuar guaniahe. Se identificaran
ignalmente alguiras cuevas funerarias pero ya totalmente vaciadas, salvo
las obligadas cuentas de collar y algún objeto de hute»o.
El 'barranco alhona estudiado fué él de Milán, d'ebajo de Tejina. Su inmediato
de las Cuevas, no parece que fuese aproVedhado acaso por carecer
de agua a diferencia del otro, continuación del de Tegueslte, núcleo inr
digena conocido de los conquistadores. Bl poblado <áe inicia con doe cuevas
«epulcraleg y luego se pudieron identificar odho má« de halbitaeiótn
De éstas una aola conservaba parte de su egtrato, por descuido de los buscadores
de "gu'ano"; y en este caso el nivel humano, 'siempre único, venía
recubierto por otro estéril formado por los dlesprendímientos del conglomerado
del techo. Su potencia respectiva no es dato indüferente. Bll grue-
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so total alcanzaba 1'75 m. Una úe lia£ cuevas i8epuil<3ral«a de Barranco Milán.,
aunque profanada, ofreció un dato initereaanite. A menudo en las cuift-vas
se^nilcrales ee encuentran las cuentaa d« collar típicas ide Tenerife,
•cancentradaa en détermiríidas zonas del piso de lae mismas. Esto puede
ser debido a la inclinación de flioho pdóo, rpues es claro que eeos discos o
cilindros tiendem a rodar en cuanto lo» suelta la rotura de la hebra q\ie
los so&benía; otras veces puedir aigruparlos el carapeisino al criibar la tierra
para separar d^l guano las piedTecitas inútiles. P ^ o cuando no ise
dafn estae circuristancias el ihecho es interesante. En la cueva dte que tratamos
•aihora ihay una recámara o nicho igeparada por un zócailo del resto;
pues bien, todais las cueintas de collar y loe fragmientos de piel giamuzah
día, envoltura de las momias, prdcedían de este mcho, aunque gran p.irte
del reato de la cueva estaba tamlbién desitinado a .necrópolis!. La momafi-oación
y illos collares de cuentas ¿ esstarían reservados a dteiterminada categoría
de difuntos ? ¿ Hay que interpretar de eete modo otros casos de con-oentnsíción
de cuentas? (El Becerril, por ejemipto).
En laa Cañadas las pacientes búsquedas de Diego Ouacoy se han hecho
eapecialineirte en Cañada Blanca y en la de Pedro Méndez. Se trata, aU
parecer, de majadas temporales en busca de (pastos de verano. Lo má»
llamativo, que ha oasrtiigado el lugar toon los buecadoras espontáneas, ea
la frecuencia de hallazgos de grandes gá'nigoe «íiteros, destinados a guardar
agua y que los paistores guanohes escondían en Tendijas del malpaia
volca rico, donde muchas quedaron olvidados. La Comisaría ha obteasido
alguros de hasta 28 centímetros de alto y creamoa ino son los mayores
halladce. Tamlbién en lag Cañadas hay una importainte cueva sepulcral,
la del Sailiitre, en Montaña Rajada. Lo que da a esta oueva carácter único
es la Icantidpd de troncos en ella almacenados, enitre -los que hay «sencios
rarísimas hoy, como la isaibina y el cedro de Canarias. Estas maderas parece
no tenían otro objeto que acondicionar los cadáveres. Awnque isu
aburdanicia, a diferencia de otras cuevas funerarias, puede en, parte eoepld-carae
ya por illa sequedad del clima de altura, ya por la vecindad ein otras
tiemipoe, de abundante arbolado, eate extraordinario acopio y la prrasem-cia
de pieles preparadas procedentes de momias, relacáonado con lo que
acabamos de decir a propósito de la necrópalfia de Barranco Milám, noe
lleva a discrepar de la primera de las cortclusiones de Cuecoy respecto de
esta cueva del Salitre (pág. 59). No oreemos que respondiese a una neoa-
Biidad temporal y más bien sospedhamas si sería uin panteón excepcional,
uno do esos famosoe enterramientos de menceyeg de quie nos habla la tra-diciión,
(hoy naturalmete destruidos.
Entre las explora/ciones motivadae por interverción, urgente en hallaz-g-
03 casuales son de mencionar la de la irecrópolis del Beeerriil, que
fiólo en 5'50 por 2'BO rnts. dio 50 cadáveres en tres capáis isuperpuestas, y
la del Llano de Maja, en el interior de una enorme homba volcánica. Esta
había sido tasi totalmente vaciada, pero para facilAtaT el deseen»© a su
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interiar loe expoliadores respetaron un rincón que ahora, junto con ¡la
siingudar diaposición del conjuTito, ha dado todavía iinterés a la necrópolis.
Dio, en efecto, un ernterramiienito provisto de un completo ajuar funerario,
en el que ee desttacan. por nuevas, un cabeaal de madera y una colaceióu
da ibaüais de piedra, una de ellais perfectamente puillida y otras desbastadas.
La mayoría de los icrán^os del Becerrii pudieron /conservarse y éstoe y
otros inos hacer desear que aiLgTá'iii competente proceda a :su medición, en
forma cotejable con Falkenbunger, por ejemplo, para poner a contribución
eaitoa materiales antropológicos muy olvidados en esta iela. Nuestros pa-siblas
aficioinadoo sueleri preferir, desgraciadíimente, las anomalías oseáis,
de «seasísimio interés.
A ia isla de La Gomera fué Cuacoy la hacer apenas una cata: exploró
una zona de corcheros y ur.a ipequeña cueva sepulcral (5). U.na y otra dieron
VIH cuadro de] todo aiiáillogo a sue parejas de Tenerife (ineluso el múrete
de cierre en la cueva); pero faJUtaban aquedlas cosiae que aoin privlarti-vas
de los guanohee: las tabonas de obsidiana y lasi cuentas de collar. La
Gomara merece uin estudio deteniido como cada una de rmiastras islaa, pero
lae perspectivas previas son de una pobreza arqueológica mayor todavía
que la de Tenerife.
Como continuación de la visita al Hierro hecha por el Sr. Alvarez DeJ-gado
en 1944, se hizo el viaje de estudio del verano de 194)6, al que pont-currieron
ambos arqueólogos. E¡í viaje fué eapecialmente afortunado: en
el tiempo limitado que suponen todoe los viajes se excavó una cxieva, ya
vista por Alvarez, en lios Saintillos, se localizairon y excavarom tres cuevas
eepulcrales y se reconoció detenidamente la comiarca del Júlan, la de
los famiosios letreros. La cueva de los Santillos, en forma de pozo, dio
prueban de habitación por lo menos temiporal y en ella, entre los' "tínlil-quas"
'de un hoigar, se halló la xwim^a cerámica herreña. Aumenta su interés
el 'lugar, junto a las roca? sagradas, en que se 'abre.
Dos de las cuevas eepularaileg de la costa de Taibdque son eil único
resto de un poblado de acaintiilado, análogo a loa de Tanerifa, destruido^
al parecer, en su mayor parte por el deisplome de loe iríseos. Una de ella»,
la de la Punta Azul, dio un resto de estrato arqueológico. E)n fin, la cueva
siepuloral de Azofa, cerca de la fuenite ca&i única de la isla, puede decira(0
que ise Ihalló intacta, y dio idea completa de esta clase de estacianes eni
El /Hierro; ei bien presentaba el 'lecho de troncos de sabina en la base d«il
yacimierto y otras características obsiervadas igualmente en cuevas da
Tenerife, ino ce mencionan cerámica 3ii iseñalles de momificación, cosáis ambas
de ilaa que se habla, en cambio, a propósáto de la» cuevas de Taábiquie.
La reig^ón del Júlan forma el loomijunto tnás interesante de la arqueólo^
gía herreña y desde luego Ti.ada parecido ofrece Tenerife. Aparte de los
(5) De esta última dio completa noticia en Revista de Hi<itoria, XII,
1946, págs. 252-259, TM cuma sepulcral de la "Degollacln de la Vara".
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letreros, conocidos desde que loe. reveló Aquüllino Padrón en 1874, lo qué
se estudia ahora es un "tagóiror". uin «or.cíhero, urna serie de "tares" (puee-tos
vi^as), "aras", de interesante dispoeición, y todavía una cueva me*-
Icrópolis, aunque expoliada, 'no mencionado por otros visitantes. Todo ello
forma un complejo difícil de irterpretar con precieión, pero del que se desprenden
preocupaciones suiperiores entre aquellos aborigénes, de Itus qu«
lias inacripciores san una parte; pues desde luego hay que rechazar su
supuesto origen independierte de la sociedad indígena. Varios de estoia
restos habían isádo mencionados con anterioridad, pero un estudio de ellos
nio fué rea/lizado hasta eeta provechosa visita «.rqueoliógica de la Comiíaa'-
ría Provincial.
Todavía ®e incluye en el libro un estudio de las cuentas de collar d/e
tierra cocida, típicas de Tenerife, tema siobre é: loual remitimos al lector
a un traibajo análogo publicado por Diego Cuisooy en estas páginas (6).
Como se ve, a pesar de la natural pobrera arqueológ'ica de las ialas eistu-diadas,
los trabajos de la Comisaa-ía en estos tres años forman un conjunto
impone'rte, todavía mayor si imagiamos el esfuerzo invertido, aun siendo
tan notaibltes los resultados. En manera alij^una debe suspenderse esta
empresa: mn hablar á^ la i^la de La Palma—un mundo arqueológico por
sí isola—, las trag islas estudiadais esconden todavía imujchoa Seoretoi; j
la cuevas de Tenerife han de' ofrecer ailgún, día clara estratificación. La
Gomera sólo ha dado unas muestras y El Hierro necesita una publicación
que merezca éste nomibre de sus g:rabados y el indispensable compleme.ito
arqueológico que permita imaginar la vida de «sos interesantes bimba-ches.
¿Quién nos asegura que vivían sollámente en cuevas?
Bl juicdo de la tebor realizada es, ^pues, francamente favorable; también
lo es eü de su publdcacióni. Aun así, a fhier de oríticos minuiciosos Vamos
a hacer algunas observacione. Ura ya ila formulamos a propósito de
da publicación de Jiménez Sániohez para Gran Car aria: la déstribución del
estudio en numeroepis memorias sueltas anuales perjudica su lógica coordinación.
Otra: la ilustración aquí va irepartida en dibujos en ©1 texto que es
donde son más útiles y Mminas al finail, ambas cosas en ibuiena cantidiadi;
pero está distribuida muy desigualmente (lais-primeras memorias casi carecen
de igráficos, tampoco ee ven esos cabezales ni esajs baiaa pujlimen-tadas..
) Los mapas de llocalización, muy oportunos, todavía deberían completarse
con diseños a mayor escala de cada poblado estudiado. Diego Cus-coy
imu'eistra la misma repugnancia a numeran* sus cuevais' que Jiménez
Sáiridhez mas casas canariaisi; así no es posible localizar exafctamemte lo»
hallazgos y esto puede ser necesario en cualquier ca^o. Facilitaría además
enormemente el registro de estos hallazgos. En fü'n, no falta ai%una imprecisión
de lenguaje (¿es acertado llamaír asas a los mangas o pitorros
(6) Lms DIEGO OUSCOY, Adornos dr los guanches. IMS ntrntas de
colkir. Revista de Historia, X, 1944, págs. 117-124.
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de loa gánigos guancihes ?; en las ipágs. 144 y 149 tememos que Norte eeté
por Sur); y ea conjunto enoantramos que la redacción peca de rproTija.
Preferiríamois un estilo más canciso que haría mucho más fácil hallar los
datos exacito6 que uno busca. No hacemos cuenta de errorea de icompagina-cióu
debidos la la separación de líos autoras y la imiprenita, aunque son iguail-mente
funestos para el lector: las figuras 26 y 32 esitáii oamlbiadas, ios piee
de las 29 y 30 corresponden a la parte .ailta y baja del grabado respectiva-m^
ente, en lujgaír de izquierda y dierefciha del misimo, como aparece. Lag oí-tafi
de lia. fig. 26, en la pág. 151, se rrfierem a lia 23. Vallga decir, en cambio,
que otras erratas son esoaisísimas.
Con mucho acierto, eienidio la obra de arqueología de primera mano, es
isobria en doctrina y dediícoionies generales, que no «erían oportunias. Y aún,
en este terreno, no aprobamos ila exceeiva preocupación de los autores peala
oinidad culturaJ de las islas; aeí, es inadmisible la observación contenida
en la pág. 185: en la isla del Há®rror "no deben exisitir las cuerntaa de €0113*
de barro icocido como en Tenerife, por no prestarse los materiales térreoa
de que aJlí se disipone".
Pero esto ee exceipciorial. Al felicitar al Comisario provincial nxiestro
compañefo Alvarez Delgado por d primer libro de arqueología de las isliae
de su demarcación, intentaremos contestar a una alusión que acaso nos
hace en el prólogo, cuando califica duramente a los depredadores pseudo-arqoíeólogos,
y a los que han tratado de darles valor. A los primeroe no
nos sentimos can ánimio de defenderloe; para labonaír a los isegiundos nos
permitiremos por una sola vez traer aquí un adagio catal'án; "de(l perdiut
treu-ne el que en puguis".
E. SERRA
Mp.pa topográfico nacional a eecala 1: 50.000.
Hojas número» 1.092, 1.093, 1.099 y 1.122, co-rre8poindi
«)nlteB a la isla de Fuerteremtura.
No ihace falta ponderar la importancia de los mapaig como base del
estudio racional de un país, y, ipoír tanto, ia trasceftidencia del Mapa Topográfico
Nacional, d«l cual acaiban de aparecer cu'atro hojas correspon-dientee
a la lala de F\ierteventiura, precisamente la meniOa conocida; dfe
•ahí noiiestra satisíacción, pues al mismo tiempo que se inicia una realidad
largamente deiseadia se anima la esiparaniza de poder ver lais cuarernta y
odho restantes que representarám el resto del Archipiélago.
Las Canarias!, que durante mucho tiempo han ostentado la categoría
de Tierra Occidental, donde ee siituaba el prinier meridiaiio, figurarom
siempre en los mapas gemerales de todos lo® tvempois, pero esta rftpre-
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s«nitaci6n quedaba rediicida a indicar lau situación y carecía de valor respecto
a SOIS caraoteríeticas intrínsecas.
Ya en el aíglo XVIII comienza la preocupación por fijar exactamente
tanto su posición como su contorna, y algunas veces también eJ interior;
de eetos intentos los más aforbunadio« som. los áe>\ grain geógrafo español
López y del francés Borda, ,pero es en el siglo XIX cuando el gran caiMM-riólogo
Sabino Berthelot publica sus Atlas de Canarias, como diglno complemento
a su magna obra hecha en colaboración con Barker Webb, His-toire
Naturelle des lies Canories (Plaríe;, 1836H5I0).
Con poca diferencia de años (1849) publica Ooello, eni coiaiboración con
Madoz, el mapa de Canarias como 'parte de su Diccionairio Geográfico, mapa
bastante aproximado al de Berthelot, aunque lo mejora en algunas cosas.
Tieme también gran influencia de López., pero nomibres mucho más
abundantes, ipriinicipalmente en las zionas cos.teiras.
A finea del siglo pasado «e inician los levantamieintos topográficos
por los coirre^pondientes servicios del ejército, pero éstos se han dedicado
fundamentalmente a las dos ie^las principales, Tenerife y Gran Canaria,
cuyos resultados son magníficos mapas inéditos a encala 1:50.000, y reducciones
publicadas a 1:100.000, unoe y otra^, por desgracia, de uso reservado
o limiitado. Los de las restanites istias son defoctuofioisi, aun dentro dlel
carácter general de estos mapas militaree preocupados por el relieive,
pues además de su* muchos errores son muy escasos en nombres. No han
sido editado».
Aparte de los citadois no podemos olvidar los mapas hechos para ilustrar
obras dedicadas a Canairiae, total o parciamonte, 6omo Sapper, Hier-
.nárdez-Paoheeo, Femóndez Navarro, etc., de (gran valor algunoe de ellos.
Tampoco faltan mapas hechos a base de loe anteriores pero que no repre-sentan
adelanto en la cartografía canaria.
El gran paso es el Mapa Topográfico a escala 1:50.000, bastante adelantado
por lo que respecta a la Península, pero que en cuanto a Canarias
ha tardado mu<3ho, siquiera en iniciairse. De las hojas a que comprende
Fuerteventura, las publicadas son: 1.092, "Cotillo", extremo NW. de la
isla; 1J09IS, "Lobos", con el islote de este nomibre. y un trozo de la costa
de enfrente; 1.099, "Puerto de Lajas",, estrecha flaja costera del NE.; y
1.112, "Jandía", que abarca la pemínisula de este nombre, en el extremo
4uT de la isla.
Veamiois los raegos fundamentales que nos presentan dichas hojas:
1.092 "Cotillo".—Abarca esta hoja una pequeña extensión de terre.
no correspondiente al NW. de Fuerteventura con un ancho máximo de
N. a S. de 10 kme. y de E. a W., en su máxima tampoco llega a 16 kilómetros.
Ocupa sólo el extrem.o inferior-dercoho de la hoja. Bsta representa
la costa del extremo N. de la isla, que acusa bastanitas enitHantets y
«alientes, aunque no son muy pronunciados; alternan las caletas con la«
puntas o lenguas de tierra que las separan; tiene el carácter propio da
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una costa rocosa formada por miateriales lávicos modernos; donde esbais
lavas no han lleg'ado ail mar, la coeta «e baja y aranosa. Partiendo d¡e)
N. a W. aparece la playa y puerto de Corralejo con ell grupo de poMacián
más n<5rdico de la isla. Uma vez pasado el saliente arenoso que proteje aS
Puerto de Corralejo comienza la zona rolcas'a, y aütcanza pronto la pun-.
ta de la Tinosa, qu« oomstituye 'el «xtremio Norte de la iela. Entre la Oa,-
leta del Bajo AlimejMlón y la rfilaya de Majainiclio vuelve la costa a ser
de dunas aremoB'as, pero a partir de Majanldho las lavas irrumpen en ella
¡hasta Punta Aguda, donde vuelve el dominio de las dunas que se mantiene
haeta Cotillo. En esta zona describe un aeoidentado arco que se curva
hacia el Sur, donde ialeanza el saliente de la Punta de la Ballena o deS
Tostón, entre doe acusadas caletas que le dan forma de Penár.eula. S61o
la parte próxima al Puerto del Cotillo está libre de arrecifes, los cuales
bordean el resto de la costa haista una distancia máxima de poco más de
un kilómetro.
La mayor parte del cuelo ©stá cubierto de lavas modernas, conocidas
en el país con el niomibre de "mañipaísets", las cuBJesi debein ser todavía recentes,
ipues aun no eetán invadidas por la vegetación. Como hemos dicho,
por el Norte llegan al mar por dos lugares: el del W„ entre Punta Aguda
y Playa de Majamidho, y el del E., entre Caleta de Bajo Almejillón y el
Charco de Briistol, por tanto hacia él Norte entre este m'alpaís y er maí
queda un pequeño esipacio de dunas constituido por el Jablito, Laderas diel
Purgatorio, Laderas de Vera y las Vistáis. Por el W. l'as lavas se detionen
poco amtes de llegar al mar para dejar otro espálelo ocupado por dumas.
iHiacia el Este ocurre por el estilo, quedando también entre eS mar y el
malpaís una faja de dunas. Únicamente en el borde meridional de la hoja
queda una pequeña zona libre, tanto de malpaís como de dunas, si exceptuamos
el minúsculo manchón de dunas al Sur de Lajares; precisamente
«a esta parte es donde únicameinte aparecen, aunque escasas, lae, tierraa
de labor que alternan con el erial a ipastos; el anoho de esta faja osila etn-tre
Tos 250 ms. y los dos kmis.
El suelo no presenta grandes deaniveles, únicamente surgen en diversas
puntos los signoe típicas de las montañas valcánicais, las cuales, aunque
de rápida 'penddients, no alcanzan grandes lalturas; aeí vemos que ej
pico culminante es Calderón Hondo, a 272 metros da altura. lie hace pareja
Montaña Calorada (245 -m.) en el extremo SW., de una alineación
de conos en dirección SW. a NE. La mayor parte de lestos conoe (aparet-cen
con eO nombre de Cailderae, hewho que indica su cará.cter de cráteres
todavía conservados. Un poco más al Norte y separada de asta alineación
aparece Montaña Calorada, de siólo 151 mietros. Fu'era de loe Malpaíaes «n-contramoa
en él extremo SE. la montaña Atalaya de IHuriamén (160 m.); y
en la parte SW. hay un pequeño grupo: Moftitaña de la Mareta, Montaña
La Costilla, Montaña del Roque y Morro de Diego Aranas (194 m. la más
alta).
573
Toda la zana de malpaís y em algún lugar situado fuera de ella, está
recorrida por iparedee que limitan los diversos "cotos" o "suertes", iiom-bres
dados a las diversas fincas o heredades, cosa lógica dcibidn a la
aibuindancia die la piedra euelita, o de fácil, extracción.
La eecasia pabJiación se aigrupa, por un lado, lan diois puertos: de Corra-liejo
en d NE. y el de Cotillo o déí Tostón en el SW„ y , por otro, em- Tas
dos pequeñas aldeas de bajaros y ,Roque em la faja meridional, fuera dea
domiinio del mal'paíis; loa cuiatro son ipqu«ña6 y ©1 de Lajartes el máis disle^
minado. Cotillo, que da nomibre a la hoja y el más poblado, 'sólo figura en
1940 con 406 habitantes. Tamlbién fitguran algunas 'casiae aialádais' y el
piequeño grupo de Majanidho juinito a la playa d« su nombre. EsítoBi nú-tíleoa
están imidoe mediante caminoa de herradurla. Todo efeite territorio
pertenece al término municipal d« La Oliva. Loa nombres die algunas tie-rras
de labor aparecen acompañado» del lapelaibivo "Rosa", en recuerdo de
su origen, aunque por la pron-uniciación típica de CamaTias la "roaa" ha
quedado transformado en "rosa".
1.093—"Lobo«".—^Paco espacio ocupan lta« tierras en esta hoja: el pequeño
lalote de Lobos y una faja de eeia kmg. de lapgo por dos y medio
km»., en sai andhura májcima, correispondiente a lia Isla de Puerteven-tura
ise reparten el honor de eetar representados etn esta hoja, en la que
se asoman por «u extremo inferior izquierdo, aunque tambiéln está presiente
Lamizarote mediante 150 metros de la Punta del Papagayo que adorna
por por el borde Norte; así señala el estrecho de la Bocayna que separa a
Lanzarote de Fuerteventura y Lobos.
La fajta de terreno que corresponde a Fuertevantura QS finipTemente
la prolongación de la zona de dunas al pie del mal'país que hemos reeeña-do
anteriormente al hablar de la hoja corresipondiente a Cotillo, por tanto
corresponde al NE. de la isla. El suelo, cubierto de duna*, es po»co accidentado
y bajo; sólo por el extremo SW. aparece la curva de nivel de
los 60 ms. La costa ee baja y arenosa, bordeada de arrecifes, los cuales en
lalguinos puntos llegan a di'.istar kilómetro y medio de. la linea costera.
Ningú'n establecimiento ni labor humanos se señaJain er esta parte de la
isla que pertenece al término municipal de I/a Oliva.
La ú-íla de Lobos emerge próxima a Fuerteventura; el canal del Río
que sirve de separación sólo tiene dc« kmis. de anchuTñ, aunque si madi-moa
esta diistancia entre los arreoifee que circundan anH&as islas queda
reducida a menos de miedio k. El largo máximo del islote nio llega a l,os
tree y medio kmis. por uin ancho que tampoco akanaa los dos kms.; tieoie
una forma casi triangular bordeada de arrecifes y casi siii playas. Cerca
de la Punta Martín, que marca su extremo N., se encuentra un faro,
mien/tras en el extremo S. y frente la unas roques ee encuentra El Puertii-to,
constituyendo amibos las únicos establecimie'-tos humamos no sólo deíl
ielote sino de todas las tierras que aparecen en la hoja.
El accidente más importante de este isHote, cuyo relieve es bajo, lo
574
«onetituye la montaña de la Caldera, de 122 ms. de altura, eji el extremo
W. Laa tierras 'bajas del resto del liíalote. laiparecen ondul'axlais por pequeños
mog-oteg que oscilan emitre swate y cuarenta y cinco mis. de altura.
El suelo es estéril, pu©9 no aparecen señales de veigetación ni de cultivoe,
y sí los sigilos de erial, pero sin la indicación de estar dediicados a pais-tos.
1.099—"Puerto de Lajas".—Otra hoja donde las tierras ocupan m,uy
poco espacio; eolamente figura uina fajia de terreiiiio que oscila entre uno y
tres kms. de ^anehura a lo larg'o de todo el, borde izquierdo die la hoja; tierras
que corresponden al tramo más nórdico de la coeta oriiental de la
isla y que pertenecen a los ténninoa muinicipalee die La Oliva y Puerto
de Cabras.
La línea de costa no presenta sinuosidades pronuniciadas; la más
acijsada es la emsenada del Puerto de Lajas, que com su pequeño caserío
da nombre a la Carta. En general es rocosa oon pequeñas playais, eix-cepto
«n, la zona situada frente a Montaña Eoja (312 m.) que es aoainti»
lada, donde las curvias de nivel arrancan desde la misma línea del agua.
El nivel del suelo se va elevando a partir de la costa hasita uina aHui-ra
de 60 a 120 m., regietnada al bordie de Ha hoja, con la excepción citada
de la Montaña Roja aitüada en la parte N. de la zona que examina-niois,
la cua! sirvió de vértice geodésico de primer orden; constituye dicha
montaña uin cráter abierto al W. de forma semicircular o de mediaiiuna,
6u borde N. lo señala en BaiTanteo de las Pilas, a ^partir del cual sie extiende
una zona de dunas. El' Barranco de la Sabina, que nace e(n el fondo
del cráter, describe una curva pana rodear la montaña por el S., exten'-
diéndose ¡a contintiación el Mal'país de la Roja que, sin embargo, no presenta
el carácter de manto lávico muy reciente, pues tiene la indicación
de erial y no la correspomdiente a lavas sin modificar por los (algentes
extemos. El recto hasta el extremo S. de la hoja no presente accidentes
importantes, únicamente pequeños barrancos atraviesan estaa tierras.
La mayor (parte del terreno es erial de escasos pastois, excepto en
el Málpaís de la Roja y en la zona die dunas del Norte de esta montaña.
Aunque poco extensas hay algunas tierras de labor, en parte cdrcundadiaB
de paredes. Alguinas aljibes almacenan el agua de 1\a,s lluvias para cubrir
las neceoidadea de hombres y animales que en número escaso viven a 'costa
die estas tierra®.
La población aparece muy diseminada y, como hemos dicho, muy es»
casa, tanto que no hay tóngu/na etntidad que figure en leí Nomendlátoir
de 1940. El núcleo más importante es Puerto de Lajas, perteneciente en
la actualidad al muindcipio de Puerto de Cabras y anteriormente al de Te-tir
que desapareció 'como tal, agregado todo su término al citado de Puerto
de Cabras. Si!n embargo en algunos niomienclátores anteriores figiuram
entidades <iue aparecen indicadas en esta hoja, como los Llanos de Gui-guey,
Laderas de Time, Rosa de la Monja, Rosa de Juana Sánchez y Rosa
de las Arenas, aparte de otras casas más diiapersais, todas ellas de la-
575
branza. Lo miíamo podemos idecir de la parte oorreapandienibe al muníti-pio
de La CWiva, cuyas diseminadas caeas de labranza fueron, compi'endd-das
bajo el nombre de la pequ«(ñia zona en quie estabaoi enclavadaB. A^l,,
lae entidadeis de poblacióin de Tiinojay, Tarajalito|, El Jabllto, MaTpaís de
la Rosa, todos han deBaparecido del último Nomendátor. A pesar d« que
«n él se suprimió el concepto diev "edificios diisemirados".
1.122—"Jamdía".—Aibarca esta hoja el extremo SW. de la iela die FueT^
teventura a partir del istmo de Matas Blanca*, lel cual -no está incluido totalmente;
comprende toda la Paníniaula de Jandía. The todas las h;OJaa reseñadas
ésta es la de más alto interés, no sólo por abarcar mayor exten-
8Í6n de terreno., eino tamibién por ser una unidad física completa, al mismo
tiwsmpo que una de las zonas menos conocidas del Artíbiipiéllago, u ipe-sar
de que exiete una descripidó,n bastante comipleta hecha por Jusito P. Vi-llaliba
en 18€8 y quie a la vista die la hoja demuestra lo poco que ha cambiado
su "íiiabitat", que apenas ha sido afectado por loe grandes cambios
haibidos en el ^upo humano que ipueMa lel resto de] Ardhdpiélago.
Bn cuanto al relieve, se puede obeiervar con todo detalle el violento tSr-liud
del muro imontañoso, que recorre toda la peinínsula en arico tendido
desde lel NE. al SW. y casi paralelo a la costa de Barlovento, o eea la del
NW., y cierra sus extremos sobre el mar en acantilados qu!e al'canzah
ochenta ms. de altura al pie de la Montaña de la Aguda en la parte mieri-dional;
la paarte eeptentrional es más baja, sin emibargo en la zona die Tierna
Mala, el Morro die la Cagada se alza a 419 m.,, a menos de un kiláme-tro
de la costa, lo mismo que el Morro de la Burra, de 515 m., a poco más
de un km. del mar. I.^ parte cientral de la línea de crestas se aleja un poico
de la costa, y da lugar a una zona menos ¡inaliniada emtre el mar y «I
pie de esta ajliineacióin. Su aepecto parece oor.firmiar la tesis de Benítez
Padilla, que coDfeidera esta penínsiuia como un siemicráter cuyo fondo ea
eívta zona más llana de Cofiete. En la parte central de la alineacián tee
ericuentrain las mayores alturas de la península y aun de toda la isla: Pico
Jandía (807 ms.), Pico del Frailie ('6S3 me.). A partir del extremo Sur
en Montaña de las Talahijas (189 ms.), separada del resto por la Degor
Hada de Agua-Cabrae, sigue ©levándose a través de Montaña de Azufra,
Sierra Valluelos, Montaña de la Aguda (441 ms. de altura y a poco menos
de medio km. diel mar), ¡hasta alcanzar por uíia serie de picos liae citadas
laüturae culminantes. A partir de Piíco de Jandía comienza a descender
hasta Morro del Rinconcillo (218 ms.) y Loma de la Ruda (273 mis.), dom-de
empieza el dominio de EJ Jabte, zona de duna donde se levantan bastantes
conoe de pequeña altura.
El deiscenso desde esta línea de montañas hacia la costa- de Barlovenc
to o NW. es rapidísimo, si bien va siendo menos violento el talud ji medida
que sé aoenca a te costa, aolbre todo em la iparte central. En esta vertiente
y en la parte próxima a las mayoree alturas las curvas de niviel se
amontonan, imdicando deeníveles de cuatrociantos metros en espacios iíi-
576
ferioreía a medio kilómetro, y, sin embargo, no príoeata abaiiiancamiento.
La vertiente correspondiente a la parte convexa ee ¡miucho imás tendida,
(pues llega a alcanzar como máximo siete kms. entre' la línea de tum-brea
y el mar, mientras que en la parte opuesta este máximo es sólo dfi
dos y medio kma, lo cual a la vez indica la ipoisición excéntrica de la aJá-neación
montañoea. A pesar de la mayor disbaíiiicLa al mvéí de base, «1 t e rreno
es aún más aiccddeintado que e¡l¡ d« lia otra vertiente^ igiraoias a 10|S
profundos barnancos que en forma radial d«scietnden desde las cumibreB,
separados por agudajs aristas que reciben con gran ipropiedad el inonubre
de "icuohillos"; estos cuiohillos no suelen llegar i\]\ mar y su final racdlbe
el iniombre de "espigón"; cuando la arista no es tan aguda recibe lel nombre
de "taiblas", en lugar de "•cuchillos". Los espacios un (poco imás llanioa
próximos a la costa reciben el nomibre de "tableros". Los barrancos' májs
importantes de N. a S. soni: el de Peteenescalt separado del dp Vallueülo
por el Filo de Pecenescal; Ta divisoria del Cuchillete separa al Barranco
de Vialluelo deJ Valle de líos Canarias; a continuación encontramois el Valle
de Mal Nombre, separado del de Esquinzo por la divisoria de la Aguililla;
Valle de Butiihondo, separado por la Tabla de Vinamar, del valle de
este niombre; El Cuchillo del Ciervo sapara al vialle del imismo nombre dlej
Gran Valle; a partir de aquí ya son menas largos, y el más imiportanite
el de Joros.
En los mimiscul'os valles del fondo de lestos barrancos hay blguno*
«ultivos y casas. Todo el terreno aparece como erial, excepto los ¡pequie-ños
cultivos de Cofete, en la vertiente N., y de Gran Valle, Valle Esquinzo,
Valle de Mal Nombre y VaiUe de loe Ganarlos, en la iparte de sotavento.
Están indioados varios manantiales, pero todos están juntas a las al-tae
cumbres o en la vertiente NW., ipor lo cual pudiéramos deducir que lel
buzíamiento de las capas está en dirección a la concavidad de la alilnlea^
ción. Estos manantiales aon más abundantes en la iparte NW. del extremo
N. de esta media Tuna mantañoaa.
La península termina por un pequeño llano, el del Cotillo o de La An-gastuira,
que ocupa la parte más occidental de la península y de la isla.
Las costas s>e presentan acantiladas en gran número de tramos y ¡al-oanzan
su máxima altura de ochenta ms. frente a la Montaña d'e Ha Agudia,
en la costa de Barlovento; isin embargo existen algunas playas, como ia
de Cofete, en la misma costa, pero éstas san más aibundanteig en la costa
de sotavento, isobre todo entre Matas Blaacas y Punta del Matorral o del
Morro Jaible, punto más meridional de toda la península, la cual termiinia
hacia el W. en dos puntas, la más nórdica la del Pesebre y la más meridional
la de Jandía (com un faro); la zona isátuada entre aanbas está llena de
arrecifes y su ¡límite externo alcanza poco más de un kilómetro.
La población es muy escasa; el Nomenclátor de 1940 la agrupa en dos
entidadea: Cofete (13 habita-ntes de hecho) y Morro Jable (450 habitantes
de hedho); sin embargo esta agrupación es arbitraria, está mucho máis
577
dispersa y en el Nomenclátor de 1930 figuran varias más. En la vertieii-
•be NW., a;parte del caserío die Cofete, aólo aparecen cuatro casas disiper-eas;
pepo ea la otra vertiente, aparte de Marro Jaible y Puerto de la Ge^
bada, que están juntos, hay algunos grupos, como Puerto de la Cruz, ce¡r-oa
de Punta Jandía; Cueva de la Negra; caaas de Joros, en el valla dle feu
nomibre; casas del Gran Valle; leasias del Matorral, con 6alin.a3 y hornos
de cal; caisa* del Ciervo; oasias de Butilhondo; caaas de Bsquinae; caisaa
del Mal Nombre; casas de los Canarios de Arriba; ídem de los de Abajo;
casas del Valluelo, y casas Pecenescal; tamibién aparecen otnas caeag ais-ladas,
oin formar grupo, eti el fondo de los viaiUes. Administrativamenit»
dependen del término municipal de Pájara.
Le«incio AFONSO
Luis de HOYOS SAINZ y Nieves de HOYOS
SANCHO.—"Manual de Folklore", Manuaieis de
la "Revista de Occidertte", Madrid, 1947, 602 páginas
4- XXII láms., 22 x 16 cms.
El nutrido voJumen que T.OS ofrece "Revista de aeoideute" viene a llenar
un vacío en la bibliografía del folklore (hispano. E|a' peali'dad 'no dSe-ponfaimoB
de una obra en la que sé isistematiza&eni de tan cabal rnanera(,
por el hilo de una rigurosa ordenación científica, log im'nuimeirabJes problemas
que afectan a materia de tal amplitud como es "lo papular". Otroe
intentos llevados a cabo ein nuestro país—recordemoe solamiante Folklore
y costumbres áe España—reeipanden a otro criterio: a servir, bien que
diginamente, uma tíuma de monografías.
Tieme, pues, la abra del pnofesor y académico Hoyos Sáinz y <te sw
colaboradora un primario y señalado valor: el de totalidad, si bien a éste
&!i preciso añadirle otro: feu ^carácter de guión, con el que habrá de familiarizarse
necesariameiiite todo iinveetigador.
La investiígación folMórica en España ha girado en torno a determinadas
núcleoé reigionales: el gallego, andaluz, vajeo, catalán, etc. Cada
núdleo ha tenido sus maestros y, hasta cierto puntoi, han .siurgido escuelas
de carácter propio y perfectaane'nte defimido: Cataluña y Vasconia podrían
servirnos de ejemplo. Con todo, ila?i pubWcaoiones no se ordenaron em la
medida que fuera de desear y el campo bibliográfico ofrecía u'n eispec-táculo
de disperfión y diversidad. Se precisiaban áa-i soluidoneta urgentes:
una obra que informase ampliamente y diese normas prácticas de cómo
hay que auscultar el dable ritmo del corazón del p»ueblo y el modo da
tratar los materiales de aquella procedencia.
Esto últim.o no podía realizarlo sino quien tuviese una larga historia
578
profesoral, circuniítancia que unida a una larga h'storia de investigador
se dan en Luis dé Hoyos Sáinz. La pre.ieiiicia de su bija, Niervos de Hoyos
SarcTio, como colaboradora en Manual df Folkoro OÚ, la naturaJ consecuencia
de lo que se ajcaiba de decir.
Esta breve initroduccióai, diriígida a dar cuenta de la aipariei^in! de tan
interesante obra, ha ae servir para que el lector eie percate de la trascendencia
de la misma. Su contei.ido es el aiguientec la prinieria parte está
dedicada a métodos y teorías folldóricaLS son de porticular interés los ca^
pítulos VI y Vn, donde e<e analizan ampliamente dicbos métodos. En lia
segunda parte se trata el folklore de «criptivo, y en la tercera la etnogra-igría
descriptiva. Creemos que en los ocho capítulos de esta tercera parte,
por su carácter de incursión a travén de los ámbitos de la icultura material
del pueblo, está la estructura de esta eólida obra. Al fimal ste iiniclu-ycn
índices de gran utilidad para el marejo de Manual dr Fnlkorr, laiuin-que
todavía immficientes, y entre ellos uno da colaiboradoreg y corresponsales.
Era natural que en Manual de Folkore hallásemosi alusiones y citáis
iraferentae a las islas. La investigaicién' de "lo ^popular" en Canarias es d«
feoha bastarte reciente: ee inicia en^ 1936, con una encuesta difundida por
el Initítuto de Eistudioe Canarios y animada por el superior espíritu del
Dr. Elias Serra Ráfols. En torno a este animador de (nuiestro paisaje cultural
fueron surgiendo inquietudes y afames que ban cuiajado an iobra3
de verdadero mérito. En la actualidad «omitamos con destaicadas figuras
que isie mueven dentro de loe límites de rig^urosos méitoidos de iRveistigai-ción.
Es, por lo tanto, casi de esta hora muestra i,nioorporaci6n a trabajos
de la naturaleza que nos ocupa, y como coineecuenicia, recientes niuostras
aportacioneis al cornto hacer maciomal. Aunque meritorias, las obras realizadas
son escasas y limitadas. TotgOTo—la eeipléndidia puiblftcacióln diei
Instituto de Eytudios Canarios—, la ^serie "Tradiiciones Popularee", del
misimo Instituto; Revista dé Historia; "Bl Museo Carnario", de Las Paíl-mas
de Gran Canarias, y, últimamente, "Revista de Diallectolagíá y Tradiciones
Populares", del Concejo Superior de Investigaciones Científicaa,
han tenido y tienen a ÍM cargo «1 ir difundiiendo el fruto de las iraveatá-gaciones
inisularee.
Hay que atribuir a estas circustancias el que las aportacionee canarias
no hayain llegado a tiempo de e(ntrar ampliamepte en Manual de
Folkore: excepción hecha de la expresa cita de Tcgoro, caei toda la áei^
mái biibliografía está ausente de la obra de Hoyos. Asimismo son limitada)
las alusiones a detefrminados (hechos: hallamos referenciae en el capí-lulo
de Brujas y brujeias, autnque en las ielas este campo esté pc;eo o nada
expUorado; breves citas acerca de prácticas abortivaii, del leniguaje silbado
de La Gomera, del S^ñnoque y del Sa>nfo Domingo e iacompleibas
7K)ticias sobre la cotína canaria. Bn La golosinería en España no se cita
i\ las islas, y restilta oportumo recordar a este respecto el i'iltimo trabajo
579
il« José Pérez VidaJ titulado Conservas y dulces dr Canarias y que iserá
¡uquí oportunamente camentado. Para el traje popular rec ¡ge con acierto
las noticias qu-e da Andrés de Loreinzo-C'áceres en Tagoro sobre lam láimi-nm
de Aüf red Diston.
A (pesar de todo, a los autores die Manual de Folkcore no se las es-
•lapa la especial situacián de las ial'aa: "La insularidad de\ Canarias—escriben—
y el ser nudo con la geografía pemdjuíular y aíiriioainai, y aun con Ja
americana, dan extraordinario valor a lo folklórico y etnográfico del ar-ohipiél'ago,
rico, conw) tal vez a^ ninguna regióji de España, en libros de
Geografía e Historia..."
Manual de Folkcorc cumple la finalidad para que fué redactado. Y
can la felicitación, para suis autores,, enviamos la gratitud que ise les deibe
por tan espléndida y generota le^ciáw.
Luis PIEGO CUSCOY
Fimo OJEDA.—"Niebla de sueño". Poesía. Madrid,
Í947. EJdiciowes de la revista "Mensaje", de
Tenerife.
Laa pulcras miamios del imipresior Aiguárre, de los má« finos que em Madrid
editan, han ouiidadio de «site libro die poesía cjue su autora me h|a enviado
coni atenta dediciatariía. NiAbla de sueño es uaia miaalaivilla edStordai
de fimiuira, detalle y al mismo tiempo die sencállez. Hace muitího que un libro
tan bien hedho iio caiía «n mis miamos.
Conocía litemaniamente a Pino Ojedia por la inolvidable revista "Meai-s,
aje", bajo cuyo numien ella publicla «u láibro. La autora es una antera miu-jer
apasiioniadla, horadamente apasionada, y isu lilbro cafid íes el bTeviJario o
la gráfica de ese veindabal candente que ise eleva a tenuperaturas altístimae
hasta bajar a las sinuosidades grieas de la melancolía o la nostalg^ia.
Poco fSTme a veces de oído vaoilani los endieoaisílaboe de los sonetcs en
los quie la medidla o la dilstrilbucdáni de picentos aminoran ej vlalor poético
láe la loompoedcáón. Más seiguira se miueve eni él verso Idíbre y alcanza deli-oadois
primorea en un ixoenia como eí 28:
¡ Cómo quieiéra ser tiis pequeñas cosas!
El aire que te roza y te acaricia.
El polvo que te sigue y se te posa.
El agua que desciende y te penetra...
Alguna vez el mundo taingible y corpóreo en que Jlja poetisa se niuev*
lo advertimos siubümadio:
Te alcanzo y te míe escapas.
Te llamo y a mi voz responde eJ eco.
580
Otras, tan broche femeninio sale de sus rtiaDos:
En una irwibe
lejana
esta tairde está isentado
mi oorazdn.
Urna nulbe dercaina
a tus ojos,
que copian el perfil
lejano
de mi corazón.
M. R. A.
Agustín MILLARES "SALL, Pedro LEZCANO,
Vantura DORESTE, Amgel JOHAN, José María
MILLARES.—"Antología cerdada". El Ai-ca. 1947.
L,?.¡a Palmas, Tip. Alzóla.
Bellamente inupresa y .muy ouidadia nos llega la Antología ofírcada, que
reooge la obna última de oiinoo poetas jóveaes de Las Paloniae. Cercada es,
en efecto, eisita i>oesía juvenil y agóniioa. Una poesía divil, de ti«mipo6 diuros,
que gritan umos hombres jóventee y caiben en el miismo lugar ein <taM
otros hombres tejen un soneto vaicío, de participios en "ado". El mumdio
es lanabo...
Gallarda y viril siempre la poesía de Agustín Millares martillea el rumio
seguro, que jamás sie pierde ni vacila, de sius estrofas de cuatro o cinco
versos; con wn brío de soldado que mardha toca Millareis el darín de suis
versos:
Decidme que el amor será la arteria
de los pasos del hombre en el futuro...
Más subjetivo, ei! hermoso ptoama de Lezioano se ata a las fuentes de lia
vida en Tierra o. mujer:
Y aprendieron los mares el temblor de sus sf nos,
y los astros el ritmo de sue hondos andares,
y 'aprerdieron I03 mares
en 6u vientre a iser anchos y en su frente serenos.
De torno ciwil o atcaso social—'pero de uinia tópica social un tanto de pas-qiuín—
es lia amiguetiada poesía de Doreste. Bs el oasis cercadio, como una
pesadilla, «e oye la misma lapada de un mundo carcomido donde: "son ya
los homibres lobos de los homibres", aunque surgirá de la vieja Sodcima la
581
oiiudad de cnistal. La miíama aainoióiii, ©s La ctci-na canción, de Aj2g«l
Jahan: "Angustia de tirieblas en ronda de aileiiiicios". Tra* este hermoso
verso el poeta adivierte:
iHlaiy páramoia y yermos y nieve en las montañaíi
y playas ¡san arenae. y mares sin ibonanzas.
Y como oinia negactón al sombrío ipreiseinte, el ansia <í© la \softada ma-drugraidia:
Des.pué6, uin mundo nuevo.
Después el sdl «n aJlto y la alegría.
Después un grato sueño.
Bsitranguladla en iimágenes, la canción cobra Isangre de ¡muevo lOn la
poesía de José María Midlaíre*. ¿Elstannos en el umibrall de uma tépioa?
¿ Vuelvan a añorar los hombree, die niuevo, aquella edad diorada de Saturno,
del SicffMdes Musae, de La destrucción de Indias, que dio auis desta-
Uoa de ocaso en lais bardas del diisicureo dei CJaballeiro de la Mamdia a los
cabreros...?
Seía lello lo qiue fuetre, asta poeisía oerwada no es piródijga en esenciaá
líiñoas, i9iino en pirafuindbs acentos humnanios. Recuerda la caira externa quie
firente a la niterna «e Iconjuigaiba en la poeeía del siglo XIX, donde oabíam
Hice Gritos de combata al lado de las Rimas. La poesía que eatá cerdada
en e(sta inquietante iaDitoiogía no ee ulna poesía de experdemcias. Es una
poesía de esperanzas.
M. R. A.