Notas bibliográficas
Antunio TOVAR.—"Papeletas de Epigrafía Lí-oica".
(Separata del Boletín del Seminario de Arte
y Arqueología.—Universidad de Valladolid.—
Facultad de Historia.—Facs. XXXIV al XXXV).
Hemos recdibido, con atenta dedicatoria, este fascículo del ilustre lingüista,
al que queremos referirnos no sólo por el interés demostrado por
él en relación oon ia lingüística de Canarias, sino por la existencia aquí
de inscripciones en alfabeto líbico, y por tratar de un problema guanohe.
La generalidad del trabajo está dedicada a comprobar ia lectura y
contraste de una serie de nombres propios, que garantizan sus conclusiones
y fijación del alfabeto líbico y vertical.
Al comenzar el estudio se fija en la ya harto discutida y problemática
forma BNS, de la que, siguiendo la tesis de Marcy, supone que es una
raíz pancamitosemita, y que en beréber y hebreo primitivos significaba
"ipiedra", y posteriormente "edificar".
Aduce la forma ür-baniy, reconstrucción de Marcy en vez de la
Erbanía = Puerteventura, tesis harto proiblemática, como expondremos
pronto en esta Revista, y la voz tahona, estudiada por nosotros en otra
nota que aparecerá en el próximo número. La forma lavas o taba, que alli
aducimos, indudaiblemente relacionada con tabonn, echa por tierra esta
hipótesis, y la voz anatólica similar a la guanche lo confirma.
En camibio, el topónimo beréber tabamut "nombre de imontaña", viene
a aumentar el grupo de formas relacionadas con taba "piedra".
Es verdad que esta nota en nada desvirtúa lo fundamental del trabajo
de Tovar, en el que este punto no es sustantivo; pero, en cambio, creemos
que vuelve a dejar el mismo interrogante sobre la foT)ma BNS. Porque
para admitir el grupo de derivados bns, taba, bani, tabana, habría qué
suponer (además del sufijo pronominal -s) que la -n- también es sufijo
de derivación, y por tanto elemento no radical.
J. A.
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Ángel GONZÁLEZ FALENCIA y Eugenio
MELÉ.—"La Maya". Notas para su estudio en
España.—Volumen VII de la Biblioteca de Tradiciones
populares. Instituto Antonio de Ne-brija
del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas.—Madrid, 1944, 42,
Dos eruditos, uno esipañol y otro italiano, unieron el producto de sus
leoturas acerca de las fiestas mayas y io ofrecieron, en una monroigrafía
llena de sugerencias, al iprínoipe de los folkloristas españoles D. Francisco
Rodríguez Marín.
El estudio arranca de la Edad Media; tiene luego un capítuJo para el
Siglo de Oro, y a continuación pasa al análisis de la maya en Castilla,
Navarra, Portugail y Galicia. El mayio-árboJ y el cantar de los mayos
ocupan los capítulos centrales. Termina la monografía con sendos bosquejos
die los mjayos en Canarias y en Puerto Rico y de las fiestas de
mayo en Túnez.
El capítulo titulado "Los mayos en Canarias" está redactado por el
colaborador de Revista de Historia Dr. D. José Pérez Vidal. Y como lo
menos estudiado, ¡hasta época reciente, de la historia de la cultura, es lo
papular, queremos incorporar este hecho al índice de investigación que
nuestra Revista representa.
El Dr. Pérez Vidal analiza, las fiestas mayas^—^los llamados mayos y
las fiestas de la cruz—^en nuestras islas, con atención preferente en la
isla de La Pañma. Con la erudición que le es característica—prueba fehaciente
de la cual es sai magistral estudio L« Mediciiia Popular Canaria,
recientemente aparecido en Tagoro, I, 1944, págs. 29-88—^nos va relacionando
las costumibres de vestir peleles, de madruigar el 12 de mayo, de
adornar la cruz y festejarla con boladores y loas, de creer que «mayo es
un mes de escasa vitailidad para lo nacido en ól, etc., hasta terminar con
el hecho positivo de que los plátanos mayeros se desarrollan menos que
los nacidos en otros meses, por io que los campesinos, "agricultores expertos,
al regular la rotación de las pariciones, procuran que éstas se
efectúen €n otros meses".
Porque el folklore es bello; porque las fiestas populares son un rito
de renovación espiritual de la raza; porque "el alma papular vibra en
profundas emociones en la renovación de las viejas cosas que resurgen
como una evocación ritual de sus manes"; porque hasta ahora nos hemos
ocupado oasi exclusivamente de nuestros héroes, menceyes, conquistadores
y nobles; porque es bueno que comencemos ya a incorporar a la historia
de los hechas y del progreso humano los materiales de esa cultura
sin nombre que mantiene y elabora a su modo la masa popular: por todo
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esto, nosotros quisiéramos que preocupaciones investiig'adora& de este tipo,
enraizaran en nuestros estudiosos, principalmente entre nuestras compañeros
universitarios de las reistantes islas, y que a todos nos sirviera
de estímulo y aliento el ejemplo de nuestro entusiasta folklorista para
colaborar en la obra investigadora de la fuente inexhausta de belleza que
son nuestros hechos de tradición popular.
Por lo demás, al tratarse de una obra de tan eminentes autoridades,
toda reooimendació-n o encomio está fuera de lugar: sus nomibres solos
son garantía plena de rigor científico y valor positivo para la Historia de
la Cultura.
J. RÉGULO PÉREZ
•'Comedia de Nuestra Señora de la Candelaria".
Edición, prólogo y notas de María Rosa
Alonso.—Anejo III de la Revista de Bibliografía
Nacional.—Madrid, 1944.
A las ya numerosas publicaciones que desde hace algún tiempo vienen
haciendo la Universidad de La Laiguna, el Instituto de Estudios Canarios,
la Sociedad Eoonómica de Tenerife, El Museo Canario, El Gaíbinete
Literario de Las Palmáis y otras entidades, así como algunos particulares,
de estas Islas, viene aJhora a sumarse, prometedora, la inclusión de
obras d« asunto canaírio en la labor editorial directa del Consejo Superior
de Investigaciones Gienitíficas.
La publicación que vamos a comentar, patrocinada por este alto Instituto
de cultura, ofrece al lector amante de curos"idades bibliográficas el
original de una obra—^la Comedia de Nuestra Señora de la Candelaria—
que hasta ahora se había venido confundiendo—por eruditos que no habían
examinado de ella sino el título—con la comedia de Lope de Vega
Los Guanches de Tenerife y Conquista de Canarias.
María Rosa Alonso, la concienzuda profesora y elegante puiblicista,
no se ha contentado, por el contrario, con una ojeada superficial y irá-pida.
Ha hincado au atención, inteligente y decidida, en el manuscrito, que
guarda la Biblioteca Nacional, y de su detenido examen recogemos ahora
el espléndido fruto: un interesantísimo prólogo, en que ise conjugan en
perfecta hermandad la belleza de estilo y la erudición, y las acertadas
notas que aclaran y precisan la fuente de muchos pasajes de la comedia.
Este problema de las fuentes es uno de los que máis perfectamente
quedan resueltos: Lope de Vega, ooroo ya se saibía, tenía como base i>ara
sus Guanches de Tenerife el Poema de Viana. La fuente principal, en
cambio, de la comedia ahora comentada es la obra del P. Alonso de Espinosa
Del origen y milagros de N. S. de Candelaria (Sevilla, 1594).
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La cuestión del autor, por el contrario, queda sin precisar, aunque—
eso isí—^se puede asegurar que "ni es hijo de Canarias ni estuvo en ellas".
La posibilidad de que sea Lape de Vega queda, por otra parte, tamibién
descartada.
En el prólogo se estudia, además, y con parejo acierto, el argumento
de la comedia, la procedencia y carácter de algunos personajes, el valor
poético de la obra—^no muy subido—y todos los asipectos y cuestiones
que la miaima presenta. La primera parte de este estudio preliminar—
sobre el "carácter y significación de la preserte Comedia"—es una de las
páginas más bellas que han salido de la nerviosa pluma de su autora.
En resumen: la edición de la Comedia de Niu'slra Si'ñora de la Candelaria
está hecha con la seriedad, cuidado y pulcritud de las buenas ediciones
de textos literarios antiguos, y, realmente, no se le puede señalar
ninguna tacha. Mas como la sal de toda nota bibliográfica la pon«n
las objeciones y reparos que se hacen, forzoso será introducir ailgunos,
aunque, claro está, sobre aspectos y detalles opinables; ninguno sobre
cuestiones fundamentale'S. La sombra de los Tepairos da siempre luz y relieve
de sinceridad a los elogios.
Eil primer punto discutible es la preocupación por el lector canario al
componer ediciones críticas como la comentada. Aunque, como se ha dicho,
el estudio de la comedia está hedho con criterio elevado y serio, en
algunos detalles se advierte la atención puesta en los coterráneos. Afoí-tunadaniente,
son escasos e insignificantes los rasgos en que esa atención,
asoma. Y si he tratado aquí la cuestión, no es por la importancia
que tenga en la ocasión presente, sino para expresar, más que un parecer,
un sentimiento surgido de la lectura de otras obrais' de autores canarios.
A veces, por otra parte, es su misma naturaleza insular la que se le
escapa a la culta escritora: "En el mar Atlántico, la mar de los isleños..."
dice en esa magnífica página que es el comienzo del prólogo. Antes
no ha mencionado en ninguna forma a las Canarias y, por lo tanto,
no hay manera de referir "los isleños" a estas islas. Pero, para una es»-
critora canaria y para lectores canarios ¿qué otros isleños pueden ser?
Al examinar el origen de la enamorada pareja Dácil y Castillo, rtie
parece que rebaja hasta un plano de lamentable prosa su valor y significación.
De ella dice que es "muy representativa de la sociedad tiner-feña:
d hombre peninsular, que se une a la mujer isleña, simboliza la
fusión de las islas con el Continente. Otro dato sería el natural impulso
seleocionador de raza que prefiere siempre renovar su sangre familiar,
instinto que explica la significación del legendario rapto de las Sabinas
en etnografía".
De mayor amplitud y altura poética hubiera sido conservar el valor
mítico de Dácil- como símbolo del alma misma de la isla Lo más hondo
del espíritu isleño es una consoladora, imprecisa e insaciable esperanza.
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Especialmente las isdas pequeñas como las Canarias, se consuelan de su
saledad y desiolación esperando. Tienen los brazos de su alma, como los
de suis cabos, tendidos al horizonte, ansiosos de un presentido y vag:o advenimiento
forastero.
Este es un aspecto que todavía no se ha tratado suficientemente y
que nadie mejor que la misma Srta. Alonso, que prepara una edición crítica
del Poema de Viana, podría estudiar con acierto.
Otro punto, cuyo estudio le brindo, es el de la posibilidad de relacionar
la figura del zahori—Guañameñe, en. Esipinosa y Viana, y Guayamo,
en esta comedia anónima de Nuestra Sra. de Candelaria—con aiigún otro
personaje semejante de la literatura, artística o popular, relativo a des-cuibrimientos
y oonquistas. Apunto esto movido por la sosipecha que despierta
el siguiente párrafo que tomo de la obra de Theófilo Braga, O po-vo
portvgucs nos neus costurnf's, crcngas ¿ tradigoes (Lisboa, 1885, tomo
II, página 24): "na Colleccao de Viagens de Astley, traz Faira:
"Quando Vasco de Gama descobriu a India, alguns feiticeiros de Kalekut
mostraram eni bacias chelas de agua os tres galeoes que elle trazia".
Para terminar, consignemos que la impresión de la "Comedia" es digna
y elegante. Únicamente es de lamentar que su editora no haya estado
más cerca de la imprenta; con ello se hubieran evitado las erratas que se
encuentran en la lectura.
J. PÉREZ VIDAL
"Tagoro", núm. 1.—Consejo Superior de Investigaciones
Científicas. Instituto de Estudios
Canarios. Director: Andrés de Lorenzo-Cáceres.
La Laguna. [Imp. y Lit. A. Romero, Santa Cruz
de Tenerife].—1944.—232 págs. y LVI láminas,
seis de ellas y la cuierta a todo color. 4-.
Tenemos entre las manos este fuerte volumen, pulcro y bellamente
ilustrado, que publica como Anuario (1) el Instituto de Estudios Gana-dios.
El hecho de que el que esto escribe tenga modesta parte en él no
nos impedirá proclamar la sensación de maravilla que sentimos al hojearlo.
Una realización material insospechable viene sobre un contenido dens/o
y vario que por sí, sin el apoyo de aquella espléndida presentación, constituiría
ya una hazaña difícil. No podemos ni queremos disimular ni poner
sordina a nuestra alegría al ver el Tesultado de la labor de nuestro
grupo.
(1) Véase el reverso de la portada. No obstante este volumen contiene
historial de la vida de la entidad de 1939 a 1943, ambos inclusive.
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El Instituto de Estudios Canarios cuenta ya ibastantes años de existencia.
Su actividad, con la sola interrupción de loe años de la guerra civil,
Iha sido siempre intensa, siempre superior a sus medios. Pero por ra-aones
varias (principalmente la existencia previa de revistas animadlas
aproximadamente por el mismo círculo de estudiosos) nunca, hasta ahora,
se decidió a lanzar un órg-ano periódico que reflejase cronológicamente
esta labor. Ahora, la convicción de que la multiplicidad de publicaciones
periódicas, por lo demás de fines y tonos diversos, lejos de constituir un
inconveniente es el solo medio de dar, mediante oportuna coordinación,
cauce adecuado a los diversos tipos' de nuestra producción científica, ha
llevado al Instituto a iniciar su serie de Anuarios con el acierto que celebramos.
De algunos de los traibajos sobresalientes que llenan las páginas dfe
Tagoro (2), centrados én esta primera salida alrededor de la tradición
popular, tendremos que ocuparnos más despacio y por separado. Aquí nos
interesa sólo su coordinación acertada y su presentación lujosa, perfectamente
casada con un exigente buen gusto; en todo ello se revela el desvelo,
la minuciosidad, la constancia del Director <Jel Instituto y de Jr.
publicación, nuestra amigo Andrés de Lorenzo-Cáceres. Sólo los que conocemos
algo de las infinitas dificultades materiales vencidas podemos
apreciar justamente el mérito de esta labor.
Sin reservas, pues, acogemos este Tagoro, desde el prólogo que 'lo
abre hasta el índice que lo cierra. Precisamente lo que ha chocado a algunos
lectores no es su contenido indiscutido, sino ciertas omisiones que
fácilmente ®e antojan deliberadas. En un momento en que el Instituto
inicia una nueva y sonada forma de presentación pública, nada parecía
más indicado que una mirada retrosipectiva que abarcase desde sus orígenes
la lalbor realizada y el camino recorrido; que pusiese en evidencia la
perseverancia en la obra ante el lector desconocedor de antecedentes.
Ofrecía ello algún punto delicado y acaso esté ahí la verdadera raí-z6n
del süencio; pero creemos que la dificultad debía ser afrontada francamente,
pues en fin nada tenemos de que avergonzarnos. En primer lugar
la paternidad del Instituto. Nuestra compañera María Rosa Alomso,
que estuvo presente en aquella gestación, ha. tiempo que la explicó, como
consecuencia de una serie de entusiastas trabajos suyos, en la prensa
(2) Resumen del Sumario de este volumen: Portada, por Bonnin;
Prólogo, por Andtés de Lorenzo-Cáceres; Dn lox trnhnims folklóricos del
Instituto, por Elias Serra; Contribución ni estudio de l/i mcr/icina popular
canario, por J. Pérez Vidal; Los trajes canarios de Alfredo matón,
por A. die Lorenzo-Cáceres; Las canciones populares canarias. ipoír
.Tuan Alvarez; Documentos: Los "reinos" de Tenerife, por E. Serra y
Leopoldo de la Rosa; Actas y memorias (1939-43'); Necrologías; Documentos
oficiales; Visitas del Comisario general de Excavaciones Arqueológicas
y del Director general de Bellas Artes; Notas de libro®.
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diaria, en un Congreso de Estudiantes Canarios y en la tribuna del Ateneo
lagunero, suscitados por un artículo de D. Salvador Quintero, El
sentido del Hnerfeñismo, publioado en Ln Tarden del 20 de marzo dte
1930, en el que su autor abogaba por la necesidad de la creación de un
centro de estudios tinerfeñois. Por lo dicho, María Rosa se gloría de la
maternidad del nuevo Instituto que, en octubre de 1932, oonstituyeron
ocho personas: D. Francisco Hernández Borondo, entonces rector de esta
Universidad; D. José Peraza de Ayala, D. Manuel González de Aledo,
D. Francisco Aguilar y de Paz, D. Julián Vidal Torres, D. Andrés de Lo-renzo-
Cáceres, D. Buenaventura Bonnet y la mencionada Srta. Alonso.
Tengo para mí que en realidad el verdadero autor de la oibra (no de la
idea) fué el Dr. Borondo, que vio en ella un útil medio de propaganda
política personal. Así se deduce del hecho de que fueron ailejadas cuidadosamente
de aquel alumbramiento las personas no gratas a dicho señor,
de recuerdo poco halagüeño en esta casa. Si hubo quien, prescindiendo de
esta tara de origen, se atuvo sólo a la bondad de la empresa y no bailó
reparo a incorporarse en cuerpo y alma al Instituto en cuanto se le franqueó
la entrada, es lo cierto que hubo otros que se alejaron de él irrevocablemente.
Pero, superados estos obscuros orígenes, el Instituto, bajo la presidencia
de honor del inolvidable D. José Rodríguez Moure y la dirección
de nuestro compañero D. José Peraza, realizó siempre con escasos me-dios
una labor de indudable importancia y obtuvo un margen de atención
pública y de crédito científico que incluso superaba al mismo tra^bajo realizado.
Llegó un momento en que, ipor las razones que fuesen, se creyó
conveniente cambiar el nombre que encabezaba el grupo de estudiosos;
ello en sí nada tiene de particular ni debe estimarse como menoscabo para
nadie, pues cada bombre tiene su bora. Pero tampoco nadie podía considerar
inoportuno, en ocasión tan a propósito, un afectuoso recuerdo a
aquellos momentos y aquellos esfuerzos iniciales, que lejos de silenciarse
deben constituir el mejor acicate para la labor presente, realizada en más
favorables circunstancias.
Tampoco, es olaro, conviene dar traiscendencia a la omisión que señalamos:
el Instituto y sus realizaciones crecen, la ambición de proipósitos
aumenta a «u compás y lo único que importa es que ese ritmo se mantenga,
que cada vez nos parezcan más modestos los comienzos y la noble
tarea nos absorba más y más.
Elias SERRA
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Alvaro MARTÍN DÍAZ.—"El secreto de la Isla".
Imp. A. Suárez Amaro. Santa Cruz de Tenerife.
1945.
Una de las experiencias más terribles que un joven profesor universitario,
y más si sólo es un niero "auxiliar", puede sufrir es la de tener que
suspender a algunos alumnos. Es todavía más sensible el caso de ciertas
asiig'naíturas—^lenguas clásicas, por ejemplo—^cuya aprobación implica en
el alumno un montón de circunstancias que no es sólo su voluntad de trabajo.
Y el pobre—o la pobre—auxiliar tiene que suspender a un muchacho
o mucfiacha buenos, incluso hasta estudiosos, pero que no han hecho
la tarea encomendada por las causas que sean. Pero si el profesor o profesora
tienen su alma y salben captar la angustia del suspendido, todo
eso le plantea un dolor y una preocupación que tiene que viqjentar porque
su triste -misión no es la de ventilar un conflicto sentimental, sino üa
de juz!gar un mero acto de función intelectiva.
Lo vituperable y estúpido es que después del suspenso el profesor y el
alumno queden alg-o así como en situación que se llama "tirante" y lo
peor, que se queden uno hablando mal del otro. Eso en el alumno se llama
"derecho al pataleo" y en el profesor, mal gusto y mezquindad de espíritu.
Cuando hay que suspender se suspende con nobleza y con sentimiento
y cuando hay que recibir el su.spenso—que el noventa por ciento
de los casos es merecido—debe recibirse con resignación y propósito de
enmienda. Podrá esto aceptarse o no, lo que es de cierto es que el "pata-_
leo" no resuelve nada.
Una misión un tanto parecida a la del pobre auxiliar es la del pobre
—o la pobre—comentarista de libros. Menos mal que como aquí las apreciaciones
de uno no tienen más valor que el de una simple opinión personal
que nada cuenta, sólo podemos escapar ante el autor cuando lo que
decimos no son los consabidos adjetivos "de claque", con alguna airada
protesta interesada que—a igual que la nuestra—es también una mera
opinión personal. Pero en uno y otro "aso. la dignidad y la cortesía—¡tan
ausente hoy, la pobre!—quedan a salvo, que es, para nosotros, lo decisivo.
Don Alvaro Martín Díaz ha publicado un libro al parecer de "uentos
que el dibujante Alonso Reyes ha ilustrado y que han impreso limpiamente
log talleres de Suárez Amaro. No creemos que estos cuentos sean para
niños, aunque la verdad es que algo les falta para serlo de personas mayores.
Creemos que muchos de estos trabajos del novel escritor debieron
haber quedado en el periódico como un loable intento literario; todos hemos
escrito en nuestra primera juventud montones, centenares, de artículos.
Unos resistimos la tentación de agruparlos en un libro y si hoy
volviéramos a leer ailguno ya lejano, tendríamos para él una superada y
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conmiserativa sonrisa... Yo misma, leyendo ailgún en,gen<irillo de mis primeros
tiempos "literarios"—que no he superado mucho, desde luego—tengo
un mohín conmiserativo para "aquello"... Pero menos mal que ha quedado
sepultado en el panteón del periódico. Otros autores, en cambio,
con la natura] prisa de "escribir un libro" no seleccionan y decantan una
prod'ucción que aun cuando hechos algunos trabajos ante el incentivo de
Augusto Pérez, el de la nivela de Unamuno, no cohesionan una prosa sin
.melindres ni alusiones a temas que, por sensibleros, están ya mandados a
recoger.
Junto a un cuento tan aceptable como "La Vanidosa Cisne de Cuello
Largo", está ese "El Señor Año Viejo" u otros de peor fortuna. EJ autor
pudo haber hecho y "creado", por ejemploi, un "Blanquito", en la filiación
de los cuentistas nórdicos, protagonistas de una serie de cuentos infantiles,
para lo que deherían estar escritos de forma que los niños los entiendan;
esto es, sin intención humorística (que eso es para mayores) o bien,
halberlos escrito decididamente para los mayores construyendo algo así
como un "pensonaje" animal de El nuirn.villo.io vinjc de Nil.s Holgrrsson,
el gran libro sueco. Al comenzar la lectura, creímos, en efecto, que
"Blanquito" iba a ser el protagonista y pensamos que un atinado cuentista
para niños iba a surgir entre nosotros, pero este "Blanquito" no se
dibuja concretamente y es abandonado por su creador que nos escribe
luego unas cosas de un tinte "rosa pálido" para determinadas semsibili-dadea
en las que sospechamos no le gustará al autoi- tener su público.
Ese "aibuelito" y esas niñas buenas, y todas esas cosas, la verdad, no se
si ya uno es que está duro para esos climas o si es que comenzamos a no
entender nada...
Creemos, no obstante que, superada una etapa inicial que todos mejor
o peor hemos pasado, el autor parece tener condiciones y voluntad para
qu€ su futuro secreto no quede, coimo éste, entre nosotros.
M. R. A.
Víctor DORESTE.—"Faycán. Memorias de un
perro vagabundo". Lah Palmas de Gran Canaria.
Imp. Minerva. 1945.
No hajblemos del "Coloquio de los perros", porque sería o un dato de
erudición ingenuo o no haber leído la interesante novela de Cervantes. Y,
aunque todavía no le he visto citado, no hagamos tampoco igrandes referencias
ail delicado "Fluah", de la exquisita Virginia Woolf.
Este libro de Víctor Doreste nada tiene que ver con la obra cervantina.
El s»aibio Berganzia del "Coloquio" es un mero pretexto de que se vale
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el autor para satirizar muchas llag-as de su tiempo. Berganza, una especie
de picaro perruno, sin picardía—antes moralizador un tanto senequis-ta—
cuenta a su amig'o Cepión, cómo sirviendo a varios amos ha aprendido
cuan deleznable es la naturaleza humana. Sirviendo a pastores deduce
<jue la novela pastoril es una farsa y sirviendo a otros muchos amos
censura la pedantería de los "latinajistas", la bellaquería de los criados, de
los rufianes, de las brujas y satiriza a los moriscos, a los comediantes y
poetas hambrientos. Berg-anza .sólo habla bien de Jos Padres Jesuítas.
Es decir, los perros son meros pretexto? en la línea fabulííítica oriental,
'para un sermonario de vieja danza de la muerte, dónde apenas si
apunta un lejano sentido "canino".
El maravilloso "Flush" es el personaje de la valiosa obra de la
'Sra. Woolf; desde él, coiino ente capital, escribe la autora la historia del
desarrollo de los amores de la poetisa Miss Barret con el poeta Brow-ning.
"Flush", en realidad, existió; era un de.'ícendiente "spaniel"; era un
delicadísimo perro del sig-Io XIX, nacido acaso en 1842. Virginia Woolf
sigue con primorosa y detenida sabiduría la historia de esite perro desde
el principio hasta el fin: "El amor lo encandiló con Í'U antorcha, pasándosela
ante los ojos; oyó el cuerno de caza de Venus. Antes de haber salido
de la edad cachorril, ya "FBush" era padre". Cuando el perro llega
ante su ama "se sorprendieron el uno al otro. A Miss Barret le pendíam
a ambos lados del rostro unos tirabuzones muy densos; le relucían sus
grandes ojos y su boca, grande, se sonreía. A ambos lados de ila cara de
"Flusih" colgaban sus espesas y largas orejas; loa ojos los tenía también
grandes y brillantes y la boca muy ancha. Existía un cierto parecido entre
amibos".
No resisto la tentación de insertar el poema que Miss Barret escribe
sobre sai perro. La actitud de la poetisa inglesa tiene algo que ver con
la emoción que la lectura de un libro como Fnyrrív suscita.
Dice Miss Barret: "¿Veis este perro? Ayer mismo cavilaba yo aquí
sin hacerle caso, hasta que los pensamientos me arrancaron cada uno una
lágrima. Entonces «e me acercó, por la almmhada—sobre la que reposaba
mi húmeda mejilla—^una cabeza tan peluda como 'la de Fauno, y al instante
la tuve apoyada en mi rostro. Dos ojazos oro claro asoraibraron a
Jos míos y una oreja, larga y caída, enjugó la espuma de mi melancolía.
Sorprendíme al principio, como un árcade a quien sobrecogiera la presencia
de un dios cabrío en la medialuz de un ibosquecillo, pero, cuando la
barbuda aparición acaibó de secar mis lágrimas, reconocí a Plush y me
repuse de .mi sorpresa y de mi pena, dando gracias al verdadero Pan,
quien, valiéndose de criaturas insignificantes, nos permite conocer cumbres
de amor".
Faycán no es Berganza ni Flusih; Faycán es poco sabihondo y no tuvo
un ama poetisa; Faycán nos cuenta su vida en estilo autobiográfico, como
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loa picaros, pero isin que nos isirva de dómine -sexmonero y sin que se
haible de él en tercera persona, isoijeto novedable, como el delicadíaima
Flush. La "pandilla" de Faycán campea por el barranco Guinig'uada,
aquella arteria »eca de la Gran Canaria que junto a Las Palmas desmaya
la tristeza del a ^ a alísente. Perros vagabundos a los que "caninamente"
au autor ha tenido la gran sabiduría de crearlos con la mayoí
factura posible que un autor puede crear un perro desde dentro, sintiendo
como perro, con léxico y apreciaciones "a lo perruno", pero que (como
®e trata de una labor de armazón intelectual) Víctor Doreste logra
que entre su esfuerzo y la imposible creación de un perro en cuanto tal
resulte una original y emotiva creación artística. El protagonista, Faycán,
es una "creatura" con vigencia estética y emocional. A través de
Faycán vemoa a aus restantes compañeros cuyas vidas nos cuenta "el héroe",
perrunamente...
Estamos asistiendo a las proezas de Rebenque, el perro del rabo largo,
aficionado al vino. Nos enteramos por un procedimiento técnico lo-gradísimo
cómo el perro Catalejo, el de la gran vista, ha adivinado que
los perroa tienen ,padre. Doreste procede aquí como quiere Ortega para
el arte poético: eludir el nombre cotidiano de las cosas y suscitar las cosas
ipor mero arte de alusiones. Un ejemplo de ello podemos verlo en la
pág. 30 del libro que anotamos. Quiere referirse el autor al momento en
que Faycán, lo mismo que Flush, oye "el cuerno de caza de Venus"; im-peoalble,
sabiamente, con técnica de película experimental (Cfr. Exlasñ)
escribe:
"Marquesa se tiende tan junto a mí, que oigo perfectamente los latidos
de su corazón. Su piel está ardiente; y su pelo, suave y tembloroso.
Siento vergüenza de haberla castigado injustamente; pero, al mismo tiempo,
¿no había un placer en todo lo que estaba sucediendo? No lo comprendo.
Algunos gatos se escurren, casi rozándonos. Uno de ellos se enarca y
hace con su rabo un plumero. Marquesa no puede reprimirse. Se levanta...
pero le pongo, con suavidad, una pata sobre el lomo. Y, dulcemente.
Marquesa vuelve a tenderse sobre la yerba, mientras el gato da un bufido
grrotesco y desaparece como alma que lleva el Diablo.
Por encima del Puonte, un hombre y una mujer pasan con sus antenas
enlazadas. En una piedra se han posado dos moscas que hace un rato,
por el aire, fornxaban una sola".
Además del avizor Catalejo, Faycán nos presenta al enamoradizo Nerón,
a quien sus amigos curan la rabia gracias a los consejos del sabio
perro Cicerón, en cuya tienda parece envejecer el león enfermo de la fábula
esópica. Pasa el viento de lo adusto y respetable en la cueva "ciceroniana"
en donde su dueño, también por alusiones, logra que Rebenque
se reconcilie con »u compañera. Cicerón es un perro de historia y vino
de las tierrais de fuera. Ajsistimos a las coquetería» de Linda y a las es-
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quiveces de Marquesa, la comipañera del "narrador". A la aventura marina
de Ohldhariro, aquel perro nivario, lleno de nostailgia, que quiso tornar
a su isla, timonel de un tronco de platanera... Son unos perros vaga-tondos,
simpáticos, con un delicado "espíritu" canino que nos emociona.
Unos perros que tienen antepasados y estirpe: los verdosos canes de la
señorial Plaza de Santa Ana. Sí, aquel a quien le falta media oreja es el
antepasado de Faycán, quien sólo una vez tuvo amo.
El aimo para el perro vaigaibundo es un tormento de esclavitud o un
remanso de prometida paz. El doieño de Faycán fué una niña que apagó
su luz tan rápidamente como esas que en el horizonte pespuntan veloces
las noches claras. Faycán ha vivido; ha amado; ha recibido enseñanzas
del aalbio Cicerón; se ha divertido en su barranco; ha cazado blandos y
traidores gatos; ha sentido sobre su lomo la deliciosa y breve caricia de
una manecita infantil. Se nos va a morir cuando ya lo queremos; va a
fundirse con su antepasado broncíneo de la Plaza, al que mirarán de hoy
en adelante, los lectores paiííanos de Víctor Doreste, con resipetuosa unción.
Porque Doreste ha hecho vivir a aquellos "canes" en un delicado
poema sentimentail que pone alma en lo inerte al literaturizar unos' símbolos
de gran familiaridad para los canarios. Al terminar la lectura de
Faycán pensamos parejamente a Miss Barret, que "criaturas insignificantes
nos permiten conocer cumbres de amor". Y yo no sé decir nada
más del encantador libro de Víctor Doreste.
M. R. A.
Manuel VERDUGO "Huellas en el páramo".
Versos. Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Instituto de Estudios Canarios. 1945.
Un libro de D. Manuel Verdugo es siempre un acontecimiento artístico.
El ilustre poeta ha reunido muchas de sus poesías dispersas en la
hoja volandera del diario o la revista y el Instituto de Estudios Canarios
las ha editado con el primor acostumbrado en su colección Relama, como
volumen segundo de la misma.
En realidad, para los que conocemos desde hace largo tiempo la producción
poética de Verdugo, el libro no ofrece novedad alguna. Publicadas
en el diario La Prensa, o en la antigua revista Hespéridos, o en otras
más antiguas aún, teníamos buen número de ellas coleccionadas y, no
obstante, creemos que el poeta ha acertado reuniendo en un libro la mayor
parte de su producción que hubiera quedado casi inédita, de lo contrario.
No es esta la ocamón de hacer un estudio de la obra poética de M«r
nuel Verdugo, trabajo que hemos intentado hacer en otro Jug-ar. Alojado
100
en la generación modernista de fin de siglo, aunque él no se sintió nunca
encuadrado en tal escuela a la que hubo de zaherir personalmente en algún
traibajo suyo con motivo de la ipoesía de Salvador Rueda, Verdugo,
por su concepto estático de un marmóreo y elegante clasicismo, pertenece
más bien a la escuela parnasiana, la gran escuela francesa, tan cuidadosa
de la expresión moral y de la preocuipación eíasieista. Gran señor de las
letras y del mundo, nacido en Filipinas y habitante de La Laguna, su
poesía poco tiene de regional e intimista, al modo provinciano. Turista
selecto de la literatura y de la geografía es incitado ya por Lady Mac-
Ibeith, Ohopín, Mozart o la condesa de Albany en este iSu último libro, o
bien por la tentadora costa napolitana, frente al Oapri del malogrado
Juan Botas, o por el doliente cementerio de Verona, en otros libros suyos.
No 'obstante a su independencia de la generación modernista, el inevitable
clima de su generación, que es ésta, le alcanza alguna vez. Tonos
de Manuel Machado—en la misma preferencia por la galería de retratos
histórico»—, poemas de versos de arte menor de acento villaespesiano
(en los que acierta menos a nuestro modo de ver. Cfr. "Juguetes", "Serenata",
"Entre juglares", "Ecos de antaño", etc.), hermoso verso largo
rubeniano con algún recuerdo de la poesía modernista de Tomás Morales
y el tono general, individualista, indolente, le alojan, emipero, en la corriente
de la poesía modernista, porque no en vano somos hijos de nuestro
tiempo.
Sus preferencias por los temas clásicos no se han perdido en este libro
del ilustre poeta, ni ese gran tono suyo de gran señor del desdén y
la melancolía. Hermosas gardenias como ese "Rompimiento", que es un
medallón galante, o sea logradísima composición "Una rosa que muere"
nos avisan que el mejor Verdugo encuentra siempre dádivas exquisitas.
El poeta dedica también a la ciudad que habita un hermoso ramillete de
composiciones en el que danza la vieja ciudad ®u ceremonioso rigodón
unamunesco; los hijos de esta ciudad, muchos de ellos «ompañeros de generación
de Verdugo o pertenecientes a la que antecedía a la suya, son
también melancólicamente recordados por este poeta que pasea su señera
elegancia de superviviente por las "rectas calles" o por la aimena y fragante
vega. D. Manuel Verdugo no representa hoy al viejo poeta pro-vintíano
que pasea una ancianidad oficial, algo así como un monumento
provincial en carne viva. Verdad que sus composiciones de gran corte,
de un tanto porte épico, representan su contribución "oficial" a las
fiestas del viejo Ateneo de La Laguna. Las fiestas del Atlante, de la
Raza, de las iHespérides, del Romanticismo, del Trabajo, etc., inspiraron
a Verdu/go hermosas composiciones de circunstancias, pero fueron en una
época donde Ja significación del Ateneo de La Laguna representó algo
de valor positivo en la vida cultural del país. Verdugo fué el representante
máis exquisito de todo aquel positivo pasado—dígase lo que se quiera—
y que en aus mejores tiempos no inclinó jaimás la cerviz ante la cir-
101
cunstaneia oportuna. Señero y con altiva eleg'ancia supo colocar él alfiler
de perlas en la impecaible corbata blanca de un tiempo que se fué para
ya no volver.
M. R. A.
Ventura DORESTE. — "Ifigremia". Fragroento
de la anagnórosis. Colección para 30 bibliófilos,
editada por J. M. Trujillo. 2. Las Palmas de
Gran Canaria. 1943.
Ventura Doreste, joven poeta de Las Palma®, des'pués de su "Examen
de la caricatura", que hemos comentado en es'tais mismas páginas de Revista
de Historia, nos brinda ahora en los primores de una corta y selecta
edición, hecha desde 1943 pero repartida en estos días, un fragmento
interpretativo de la actitud emocional, del "pathos" de Ifigenia, la sacerdotisa
que al Quersoneso táurico—la Crimea—^llevó la diosa Artemisa.
En la tragedia de Eurípides, la joven helena ve planteado su drama
al tener que Aerificar a los extranjeros Pílades y Oreetes en el laltar
de la diosa. Y la hermana de Orestes entre el amor filial y el deber ritual
que le impone su "fatum" vive la tragedia.
La obra que preocupó cinco refundiciones a Goethe y de cuya redacción
definitiva nos habla en el hermoso "Viaje a Italia" inspiró al autor
del "Fausto" acaso los imejores yambos que se han escrito en lengua
alemana; insistiendo en el prestigiosio drama, el estudioso de literatura
clásica que es el joven Doreste, nos ofrece su episódica versión de la actitud
(Sentimental de Ifigenia en el momento que va entre la emoción de
la fraternidad presentida y la presencia de esa fraternidad que ya Ise
advierte. Correctos endecasílabos y iheptasílabos libres y un soneto de
entera dignidad en los que ventea el aire de lo clásico, resueltos desde
dentro de la metáfora y el verso actual, componen este fragmento estimable
y ambicioso de un novel poeta de acento universal. Una introducción
en prosa avisa al lector de que está frente a un pulcro escritor, de
alientos extensos e inquietudes nada comunes.
M. R. A.
Pedro LEZCANO.—"Cinco poemas". Colección
para 30 bibliófilos, editada por J. M. Trujillo. 8.
Las Palmas de Gran Canaria. 1944.
Pedro Lezcano, antiguo alumno de nuestra Facultad, aunque ha llevado
su vocación profesional por la disciplina de Filosofía, ha sentido
desde hace tiempo, al parecer, la llamada del numen poético. En alguna
102
revista peninsular hemos visto su firma al pie de coimiposiciones poéticas.
Ahora, en la ya veterana colección para treinta bibliófilos (que en realidad
son cincuenta, pues cincuenta son los ejemplares tirados), nos brinda
cinco poemas que pertenecen a su obra en preparación "Mi aüba dorada".
Los poemas, dedicados al mejor amigo ded poeta, su hermano Ricardo,
son estosí "Apología de la bomba", en tercetos que encierran con
su tradicional contención formal buenas metáforas: la bomba, "parto en
el aire", "capullo de la guerra", es cantada no con espíritu anarquista, sino
con un tono diaJéctioo de pensador poeta. "Epístola" a Ventura Do-reste
69 el poema i&egundo en pareados y no en el tradicional terceto tan
usado en este género. Unos alejandrinos en pareados'—tan del gusto de
Morales—con un poco de filosofía barata: la vocación de solteronería—
que no de soltería—, el trillado mirar de mercaderes, el trillado burdel, y
los infelices calcetines del cursi catedrático presunto. En el poema tercero,
"Poema al suelo", hay un velado aire de alguna composición de "Los
caminos dispersos" de "Quesada"—^siin que pueda hablarse de influencia
propiamente dicha—. Los dos últimos poemas, "Mi alma, oculta..." y
"Poema del llanto verde" son, para nuestro guisto, los mejores. Aunque
alguna cesura mal repartida en el alejandrino afea un poguitín la musi-oalidad
del verso, musicalidad a la que casi nunca renuncia la nueva escuela
poética—tradicional en esto—y que Lezcano cuida, en general, bien.
Pero es, sobre todo, el último poema el que se salva íntegro para una
buena y posible Antología poética. No lo olvidaremos a la hora de hacerla.
Una frescura de amanecida, una "humedad" lírica llena esta composición
en la que se alude al paradisíaco tema del nacimiento del hombre
y donde el soplo divino se ha transformado ya en clima poético:
Ver cómo en lecho verde nacía el hombre,
y aprendía a reir con la mañana,
cómo la fronda le enseñaba, dulce,
las primeras palabras,
cómo enjugaba el céfiro
el amanecer tibio de sus lágrimas,
cómo del bosque a sus primeros pasos
aplaudían las alas.
En nuestro antiguo alumno saludamos a un buen poeta en ciernes.
M. A. R.
108
Ricardo LEZCANO. —"El árbol plantado".
Colección para 30 bibliófilos, editada por J. M.
Trujillo. 9. Las Palmas de Gran Canaria. 1944.
Ricardo Lezcano, el imejor amigro de su hermano Pedro, además de poeta
es diibujante. Los "Cinco poemas" de su hermano llevan al frente an retrato
de Pedro dibujado por Ricardo. Esta edición de "El árbol plantado"
tamlbién lleva un autorretrato del poeta.
Aunque ia brisa de las modernas corrientes poéticas ag-itan la musa de
Ricardo Lezcano hay en él una nota intimista, típica de muchos poetas canarios.
"Nuestros brindis del Jagar", dedicado a Pedro, su hermano, está
en la vieja línea de aquella poesía de interiores de un Fernando González,
3in que tampoco aquí se trate de influencia a l ^ n a , sino de supervivencia
del tema de poesía insular tratado por generaciones distintas:
Mientras espero el alba de tu vuelta,
brindaré por mí mismo
paladeando la sombra de mis ojos
en el fondo deil vino sumengidos.
Dentro de esta poesía, poco rica en metáforas—acaso intencionalmen-te—^
podemos apreciar, pues, cómo los poetas de hoy siguen el mismo camino
de los de ayer, bien que con otros trajes. Composdciones como "El gorro
de papel", "Deja que el lago..." expresan correcta y hasta bellamente
la contribución de Ricardo Lezcano a esta aseveración nuestra. Algunas
veces entre cinco serventensios asonantados afea la fonética un verso de
nueve y otro de doce sílabas, como en la composición inicial. De corte metafórico,
pero sin perder otra nota de poeta insular, es la composición "Al
estanque del retiro"; al cantar el estanque, "ilusión sin horizontes", "río
entre cuatro paredes" el poeta lleva a su Isido la ausencia del mar. Muestra
del tan aJbusado romance de tonos lorquianos el poema final, "Mi caricia
ilimitada". La poesía de los hermanos Lezcano viene a engrosar el ya
•estimaible grupo de poetas canarios con que las islas se enriquecen en nuestros
tiempos. M R A
Vicente JIMÉNEZ HERNÁN.—"Un cartujo de
aula Del". Colección para 30 bibliófilos, editada
por J. M. Trujillo. 10. Las Palmas de Gran Canaria.
1945.
Vicente Jiménez Hernán nació en Teror en 1905. En 1928, en plena juventud
de vanguardia publicó un ibello libro, "En la iala de luz", que era
una contribución a la hora en que los poetas españoles Lorca y Aliberti
104
fueron los adalides de uno de los momentos más hermosos que la poesía
poipular ha tenido en nuestra nación. La "Isla de luz" era la Gran Canaria
y dentro de la musa papular, entonces tan en boga, Jiménez pespuntó
el hecho diferenoial de su Isla: temas tiernos de marineros "en tierra", vistos
por un isleño; cantos religiosos al Cristo de Lujan o a la Dolorosa;
gracioso romance "de la broma". Cantos al paisaje y al folklore de su isla:
cruz de Tejada, Fiesta del Pino, barranco de Teror. Y aun el tema
histórico fué tratado por el novel poeta en sus romances guerreros, en los
que se cantaba en el nuevo numen de la cautivadora metáfora agitanada,
andaluza y meridional un episodio de la Conquista de Gran Canaria, al héroe
Doramas o a la melancólica entrega de la princesa de Semidán.
En los nuevos poemas de esta pulcra edición de ahora (aun cuando alguna
vez la acentuación esté descuidada) Vicente Jiménez sigue dentro de
los cauces de una poesía de fragancia popular pero más intimista, menos
brillante y bullanguera que antes, pero más personal y decantada ahora.
Los temas de ayer se ihan trasmutado en la envoltura del verso corto restringiendo,
destilando el paisaje geográfico en un lirismo de tipo íntimo:
la casa, la tierra, el camino, la fuente.
Y he aquí cómo se elabora el proceiso, en el "Misterio de luz":
En la profunda esencia •
de las cosas contemplo
los confines velados
de la luz sobre el suelo,
para marear las formas
que ofrecen los objetos.
Y todo llega puro
al interior silencio,
donde labora el alma
los íntimos conceptos
que trasmudan belleza
dentro del pensamiento. •,, „ .
M. R. A.
José M. DOUSSINAGUE.—"La política internacional
de Femando el Católico". Espasa-Calpe,
S. A. Madrid. 1944.
La publicación de una obra sobre los Reyes Católicos y su época siempre
es acogida por los amantes de las antigüedades can.iTias con ansiosa
curiosidad, ya que rara será aquella que no contenga un dato aprovechable
para la Historia del Archipiélago o, al menos, no sirva para hacernos conocer
mejor el aimibiente donde se movían los personajes que intervinieron
en la Conquista de muestra tierra.
105
El libro que el Sr. Doussinag'ue ha ofrecido como ag-uinaldo a la Historiografía
patria en este tránsito del 1944 al 1945, lejos de apartarse de
esta regla, la viene a confirmar de modo brillante.
No sion estas páginas, exclusivamente consagradas a lo canario, sitio
adecuado para hacer un juicio crítico general de la obra del Sr. Doussina-gue
y baste a nuestros lectores saber que el autor de "La política internacional
de Fernando el Católico" oontimáa dignamente la espléndida tradición
española de diplomáticos historiadores.
En cambio ¿cómo se ha de dejar aquí en silencio que el Sr. Doussina-gue
pulblica varios documentos de] miayor interés para Canarias ?
Un grupo especial de ellos se puede formar con los apéndices números 6
(págs. 528-530), 8 (pág. 533), 9 (págs. 533-534), 10 (págs. 53S-5S7) y 11
(pág. 537) que se refieren todos a la acción hispano-canaria en la costa de
África desde el cabo de Aguer hasta el de Bojador.
El domumento núm. 6 (Simancas. Diversos de Castilla. Leg. 9, fol. 25)
contiene las capitulaciones que los Reyes Católicois concertaron en Granada
con D. Alonso Fernández de Lugo el 2 de octubre de 1499 por las que
éste se compromete "de fazer tres fortalezas a su costa conibyene a saber
en el cabo de Buxedon y otra en el Nul puerto de mar que es a (;inco le-goas
de la villa de Tagaoz y otra en la vylla de Ta¿aoz", a más de "asentar
los rescates" y trabajar en "poner debaxo de nuestra ovediengia y fazer
nuestros vasallos y trihutarios" a los "moros y alárabes que están en
las dichas tierras de la Verberia", ¡para lo cual, si "fuera menester alguna
gente de guerra el lebara a su costa ^inquenta langas y trezientos peones".
Los Reyes, en compensación, nombran a Lugo "nuestro capytan y gouer-nador
durante su vyda con salaryo de trezientos y sesenta y cinco mili
maravedís cada anno" y le dan no solamente la facultad de resarcirse de
los desembolsos que realice, con prioridad a todo otro gasto, sino que le
hacen "¡merced a el y a sus herederos de juro de heredad para syenpro jamas"
de la veintena parte de las rentas que dieren las tierras que en Berbería
"por su mano se ganaren y vinieren a nuestra ovedien^ia"; amén
de prometerle "que hechas las dichas fortalezas" será él "nuestro Alcayde
dellas durante su vida".
Estos privilegios y mercedes van otorgados con el contrapeso del esta-bleoimiento
de "hun veedor ho dos el qual o los quales bean y tengan
quenta y razón de todo lo que el dicho Alonso de Lugo gastare en fazer
las dichas fortalezas y en todo el dicho negocio y esto mismo entyenda
con el dicho Alonso de Lugo en el asentar de los tributos el qual dicho
Alonso de Lugo no puede hazer cosa alguna syno con plazer y boluotad
del dicho nuestro veedor". Esta cláusula tan Tigurosa, iimpuesta a Lugo
tras sus actuaciones en Gran Canaria y, sobre todo, en La Palma y Tenerife,
no parece sea sólo un reflejo de la sabia política de los Reyes Católicos
tendente a evitar la ajbusiva autonomía de los altos funcionarios a
quienes cometían sus proyectos, sino más bien saludable previsión: las re-
106
clamaciones y pleitos de los mismos asociados de Lugo contra el conquistador
de La Palma y Tenerife eran advertencias demasiado elocuentes para
desoirías.
En cambio, la confianza real no se le niega al guerrero, porque "sy alíganos
de los dichas moros y alaraves no quisieren venir ni estar en nuestra
obediencia que a los tales el dicho Alonso de Lugo como nuestro capitán
y governador de las dichas tierras pueda azerles la guerra"; más tampoco
aquí podrá Lugo tener la iniciativa porque sólo se le permite emprender
las hostilidades "si asi gelo mandaremos consultándolo el pryme-ro
con nos".
El respeto a las razas sometidas, recomendado por D. Fernando y
D9 Isabel cada vez con mayor solicitud a medida que avanzaban en años,
tiene en este documento una clara manifestación a la que, quizás, no sean
extrañas las quejas que canarias, palmeros y guanches elevaban a Sus Altezas
contra el mismo que con ellos contrataba: "Otrosí encargamos y
mandamos al dicho Alonso de Lugo que mire mucho que todos los moros
y alárabes que benieren a nuestra ovedien^ia sean mirados y tratados en
todas las cosas como nuestros vasallos e non les fagan ni consyentan que
sea fedho dapno ni maltratamiento alguno antes los favorezcan y los traten
en todo muy bien porque de lo contrario seriamos deserbidos y quial-quier
palabra que el en nuestro nombre diera a lo® moros y alárabes de
las dichas partes que con el trataren goardela he fágala goardar sin quebrantamiento
aligoino".
La existencia de estas capitulaciones u ordenes reales a Alonso de Lugo
era conocida de tiempo, pues a ellas se refiere claramente Zurita (Historia
del Rey Hernando, garagoca, 1580, Libro IV, cap. XII, fol. 184 v.)
que da un estracto de sus disposiciones y aun de su ejecución por el conquistador
de Tenerife. De Zurita lo tomaron autores posteriores como Castillo,
Viera, etc., y otros más modernos.
Posteriormente, mi querido amigo y pariente el Catedrático tinerfeño
de la Universidad de Barcelona D. Antonio Rumeu de Armas, en un su-gerente
artículo titulado La verdad sobre Santa Cruz de. Mar Pequeña,
aparecido en la revista África (Madrid, octulbre de 1943, núm. 22), también
menciona nuestro documento, que califica de interesantísimo, y h&a-ta
promete su puiblicación y su estudio, "así como los pormenores de la
expedición" a que dio origen, pero aun no ha cumplido, que yo sepa, su
promesa.
Presumo que parte del aparato documental del non nato traibajo de Rumeu
de Armas debería estar formado por los apéndices 8, 9, 10 y 11 día
Doussinagiie que se custodian en el Archivo de Simancas en el mismo legajo
9, de Diversos de Castilla, ya citado.
Bl Apéndice núm. 8 es una carta de los Reyes a D. Alonso de Lugo,
fechada en Sevilla el 20 de junio de 1500, amiinciándole que han nombrado
veedor, según los términos de las capitulaciones de 2 de octubre anterior,
H:MEROTECA P. MUNICIPAL
Santa Ctuz de Teiieritg
107
a Antonio de Torres, Contino de su Casa, que en propia mano llevará la
carta real a su destinatario.
El Aipéndice núm. 9 es una Real Cédula de la miisma fecha que la carta
anterior, imandando ir a Antonio de Torres "a las partes de la Verue-rya
donde estovyere el dicho Alonso de Lugo y vos junteys con el por
nuestro veedor" y dándole "poder y facultad conplida" para que, ervtre
otras cosas, "juntamente con el podays firmar e fyrmeys en qualquier
asiento y capitulagion e otras escrituras que con los moros e alaralbes de
la dicha Ververia fizieredes e capitularedes".
Este documento, citado por Rumeu en el artículo arriba mencionado,
se completa con el Apéndice núm. 10 que contiene las instrucciones dadas
por los Reyes a Antonio de Torres (Sevilla, 20 de junio de IñOO) para lia
buena adiminiistración y marcha del negocio de nuestro establecimiento en
la costa africana frontera de nuestro Archipiélago, encareciéndole la "mucha
conformidad" con Lugo y una estricta administración de los caudales
que se empleen o recauden y el buen trato a loa nífturales, a fin de facilitar
la labor de los españoles y el aumento de los "rescates".
Al aludir a estas medidas político-militares el Sr. García Figueras
(Santa Cruz do Mar Pcqw'M Ifni Sahara, Madrid, 1941, pág. 34), dice:
"En IñOO se agudizan las diferencias con Portugal y el deseo de los Reyes
Católicos de reforzar con el argumento contundente del hecho consumado
los derechos de España en la costa atlántica cuando llegase el momento
de acuerdo sobre ellos. A tal fin, D. Fernando el Católico encargó a
Aioinao de Lugo que hiciera tres fortalezas: una en Cabo Bojador, otra en
Galbo Nun y otra en San Miguel de Saca (desembocadura del Uad Asaka)".
Enumeración errónea, como se ve, pues Uad Asaika es el mis.mo Uad Nul
o Nun. La tercera torre debía hacerse en Tagaoz.
Pero conviene destacar un fragmento de estas instrucciones que constituye
la rectificación más autorizada al párrafo del Sr. García Figueras
antes transcrito: No quieren los Reyes Católicos poner a Portugal ante
un fait acconipli; por el contrario, dicen a Antonio de Torres: "Aveys de
ver y tener manera que el dicho Alonso de Lugo faga las fortalezas que
par el dioho asdenito se contiene que la primera que yciere dellas sea en
logar mas prohechoso de los en el dioho asiento van sennalados o otros
qual quier que a vos y a el pareciere mejor con tanto que no toqtu'ys eri
lo que pcrtcni's^e a la conquista del Rey dr Portugal y Príncipe nuestro
yjo".
Este exquisito cuidado de los Reyes Católicos en no entrometerse en
la "conquista" reservada a Portugal por el convenio que habían hecho con
D. Juan II en 1479-80 está confirmado por la carta que un año después,
30 de junio de 1501, escriben a Alonso de Lugo, en su calidad de Gobernador
de las partes de Berbería, desde Granada, mandándole no se pescase
desde el Caibo Bojador hasta el Río de Oro, ni de allí para abajo, so pena
de perder navios y mercaderías los contraventores (Original en Archivo
108
Nacional da Torre de Tonibo, Gaveta 18, mago 2, núm, 6, citado por José
Ramos Coeliho: Alguns docnvmvfo.s..., Lisboa, 1892, pág. 126).
Por otra parte, este Apéndice núm. 10 nos confirma, si hiciera falta,
que las tres fortalezas que se .mandan hacer a Lugo son distintas de la
torre de Santa Cruz de Mar Pequeña, aunque, en su mente, los Reyes, las
consideraTan como un todo sobre el que asentar firmemente el dominio
español del trozo de costa africana reservado a nuestro país por el solemnísimo
tratado hispano-lusitano citado que, en cierto modo, fué santificado
por la bula de confirmación "Aeterni Regís", dada en Roma por Sixto
IV el 21 de junio de 1481: "Otrosí ya sabeys lo que vos habJamos i&o-bre
lo de la fortaleza de Santa Cruz ved si es necesario para lo que cunple
a nuestro servigio y al vyen de la negoíjiagion que la tenga Alonso de Lugo
o otra persona o sy sera vyen que la tenga el governador de Canaria como
agora la tyene y escrevydnos lo que sobre ello hos pareciere que cunpla
mas para el vyen de las negogiacion porque vysto vuestro parecer sobre
ello lo mandaremos proveer como vyeremos que mas cunpla".
No debió ser muy conforme a los intereses de Alonso de Lugo el "parecer"
de Antonio de Torrea, por cuanto, como nos recuerda Rumeu, a
favor de su contino y refiriéndose a la torre de Santa Cruz de Mar Pequeña,
"los Reyes Católicos expidieron el 21 de febrero de 1502 la correspondiente
cédula nombrándolo alcaide con 100.000 mr. de sueldo anual". La
tenencia de la torre la usufructuaba ya desde 22 de noviembre de 1501 que
se la entregó "Alonso de Valenzuela, en nombre del gobernador de Gran
Canaria, Lope Sánchez de Valenzuela".
Llevó también Antonio de Torres (Apéndice núm. 11) una carta credencial
dirigida por los Reyes, el 20 de junio de 1500, a los "Cádiz algoa-ziles
alfaquis vyejos buenos onbres moros nuestros vasallos de las partes
de Afryca que estén desde el cabo de Aguer fasta el calbo Bojedor por
quien nos fue dada la obediencia los días pasados" a favor de Torres como
conjunta persona de Alonso de Lugo.
Con el apoyo de estos documentos y sirviéndose de textos de Zurita
{loe. cit..), Ibarra Rodríguez {ÍM conquista d<' Mrlilla en U97, en "Bsi-paña
Moderna"), Pérez del Toro {España en el Norte de Áfriea) y Jiménez
de la Espada {España en Berbería), el Sr. Doussinague construye
su relato de esta acción de España en la costa occidental de África en
que ibrillan Lope Sánchez de Valenzuela (negociador diei "convenio con
los moros de las ciudades de Ifni, Ofran y Tagaos" que se declaran va-salloa
de España «egún "consta en acta dé 1499 hecha en Tagaos ante el
escribano de Gran Canaria Gonzalo de Burgos") juntamente con D. Alonso
Fernández de Lugo y Antonio de Torres (págs. 86-90).
Es lástima que todavía el autor desconozca algunos trabajos importantes
referentes a este tema y que arrojan nueva luz sobre él; me refiero
al artículo de nuestro compañero Dr. Buenaventura Bonnet, Alonso
Fernández de Lugo y sus conquistas en África (puiblicado en Revis-
109
ta de Historia, vol. V, págs. 138-149), en el cual, aparte la reconstruc-ción
de los hechos poniendo en evidencia el desgraciado resultado del intento,
adncc un texto que no conviene olvidar: un pasaje del famoso
P. Lais Casas (Historia de las Indias, I, cap. 82, pág. 352, ed. A.guilar)
sobre esl» campaña; y al extenso traibajo de P. de Cenival y F. de La
Ohapelle Possessunis cspagnulrs sur la Cote orrldrntalc d'Afriqíir. publicado,
con dos mapas, en la indisipensable revista Hi'sprris, XXI, 1935.
págs. 19-78, que se reseñó aquí en 1942, pág. 265, por nuestro director
DT. Serra. De este estudio es especialmente importante e] examen topográfico
de los numeroiS'Os nombres de lugar mencionados en el acta de
Gonzalo de Burgos a la luz del actuail conocimiento de la región, el cual
permite a los autores fijar con gran exactitud la extensión del reino de
Vutata y de todo el dominio teóricamente sometido en tal ocasión a los
Beyes de Gastilla.
De Antonio de Torres había hablado ya Doussinague (págs. 65 y 66)
con motivo de sai nombramiento para "reunirse en lais Cana/riae con eil
representante portugués para preciisar hasta dónde llegalba por aquella
costa el limite del reino de Pez"; cosa que se hizo necesaria para ter-,
minar de aclarar el ambiente enrarecido creado entre España y Portugal
por la ibuña de Alejandro VI de 13 de febrero de 1495 concediendo a
D. Fernando y a D5 Isabel la investidura de los reinos de África (Apéndice
núm. 4, ipágs. 521-i524. Simancas, Patronato Real, Leg. 60, fol. 195).
Doussiinague incurre aquí en una imprecisión que en nada afecta al
valor de Ja obra. Dice que Alonso de Lugo y Antonio de Torres fueron
gobernadores "de las islas Canarias" y la exactitud requiere se haga
constar que Lugo, si fué Adelantado de las islas, no tuvo sino la go-benuación
de Tenerife y La Palma y Antonio de Torres fué sólo gobernador
de Gran Canaria.
Otro documento reproduce Doussinague en su libro que reviste un
interés extraordinario en relación con el slcliis jurídico del trozo de costa
que nos ocupa: es el Acuerdo con Portugal sobre el Peñón de Vélez
de 14 de noviembre de 1509 (Aipéndice núm. 24. Simancas, Patronato
Real, Leg. 50, fol. 36) que es útil relacionar con las Instrucciones dd
Rey a Alonso de la Puente sobre la proyectada toma de Tetuán (¿Navidad
de 1510? Apéndice núm. 54, págs. 147-649. Simancas, Patronato Real,
Leg. 26, fol. 177).
Por último es curioso señalar que D. Fernando no se olvida del antecedente
canario cuando se dirige al Papa en súplica de indulgencias que
llevaban aparejadas a las gracias espirituales, sustanciosas mercedes terrenales,
siempre consideradas como nervio de la guerra (Apéndice número
57, págs. 651-653. Carta del Rey al Embajador Gerónimo de Vich,
en Roma, de enero de 1511).
Emilio HARDISSON
lio
Antonio GARCfA BELLIDO.—"España y los
españoles hace dos mil años según la Geografía
de Strábon". Colee. Austral, 515. Madrid, Espasa
Calpe, 1945,
Trátase de la traducicón del Libro III y algunos otros fragmentos de
la Geografía de Estralbón, dedicado a Iberia. Primera tradlicrión castellana
responisa'ble. Pero lo realmente original de este precioso libro no está
en el texto estrabónico, sino en la densa introducción y en la» copiosísimas
notas (imuciho más extensrs que el texto original) que lo aclaran y amplían.
En fin, taimpoco faltan iluistraciones, esquemáticas y por ello más
útiles. No hemos de ociuparnos aquí de este sólido estudio de la antigua
Iberia, aunque no nos privaremos al paso de señalar la vasta erudición y
los muchos aciertos del autor (así no vacila en identificar el Djebal-Musisa
con Abíle, la Columna africana de Herakles tal como la ve el navegante
. y no como los muchos que, mirando sólo el mapa del Estrecho, la han situadlo
en Monte Haaho, de Ceuta). Hemos traído aquí la mención de esta
obra, ponqué el autor, aprovechando la ligera mención que Estrabón hace
de las Makáron Nésni o Islas de los Bienaventurados (1, I, 5), da en una
ampJia nota, con atinado comentario, el texto de Plutarco en la Vida de
Sertorin e identifica sin vacilar las isla» allá mencionadas con dos de las
Canarias (según sostuvimos en esta Revista, X, 1944, pág. 185). Una rectificación
nos permitimos insinuar: entendemos que Estraibón dijo que las
isilas se llamaban de los Bienaventurados, no por su proximidad a Iberia,
sino por hallarse en los confines de Occidente, lu^ar tradicional de la mansión
de las dlchoso«s.
E. SERRA