Comunicaciones a la Dirección
NOTA FILOLÓGICA
Sr. Director: Leyendo el interesante aritículo que sobre las palabras
ulo y abiscro publica el Sr. Régulo Pérez en el núm. 68 de la Revisita
de ®u muy digna dirección, se me han ocurrido algunas cosas que, a título
de infarmación, voy a comunicarle brevemente. A título de información
nada más, pues no entro ni salgo en disquisiciones filológicas de mayor
«cuantía.
Las palabras ulo (mejor ¿jí-ío?, porque en rigor son dos) y ú-la eni
interrogante, con sus corresipondientes plurales, son aún hoy bastante
usadas en el occidente de Asturias, o, más concretamente, en los pueWe-oiitos
de Cangas del Narcea. Las formas a ú-lo, a ú-la se usan menos; pero
también las hemos oído de niño alguna vez.
Adviertas* que la palabra donde es allí ?ÍO y tarntoién u solamente.
Así se dice a todas horas: ¿M vas o? "¿a dónde vas?". EJl o final usadísimo,
que taimbién se dice om-, es la última expresión de la palabra
ombre dtesgastada; y la ponemos sin h, porque de esta letra en la pronunciación
de allí no queda ni asomo.
Ese ú, pues, que siignifica donde, se une al artículo determinado en
todas sus partea: ¿ú-lo7, ¿ú-la?, ¿ú-lo.s?, ¿ú-Uut?, según sea masculino
o femenino, singular o plural el nombre a que se refiere. Aunque (más
que artículo, como se ve, el lo, la, los, las hace aquí oficio de .pronomibre.
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En cuanto a abicero o avisero, debo decirle que en esa másma reprión
astuiriana de Cangas del Narcea, al lado en que no da el «ol en valles o
barrancos sf: ie llama abisío o abisco, siendo más usada la primera forma,
que es de uso común entre la gente del campo. La o final es muy cerrada,
casi M, según regla general de aquella región.
Yo no sé ai esa palabra, de evidente parentesco con el abisrro de aquí,
viiene o no del aversua (mejor quizás advrrsus) latino; ¿pero no podirá
más bien venir de abyssus "abismo, oscuridad" ?
Porque se da el caso de que en esta región se usa también el avieso,
seguramente de advcrsus, pero con significación netaimente etimológica,
muy distinta de la dte abisío o abisi'ro. Aisí se dice: hoy sopla el avieso
"viento contrario" (¿tendrá esto relación con el ábrego de Castilla?).
Y tamibién se dice: volver el carro de avieso "volver el carro de ne-vés,
con las ruedas ipara arriba y el lecho para abajo".
Esto último se refiere a ua-n superstición que hay o había por aquellas
aldeas, según la cual, volviendo un carro del revés, la nube amenazadora
de tormenta que con truenos y relám,pagof *e dirigía a un puelblo, se disi-paiba
o se alejaiba sin descargar. Y esta ceremonia la comenzaba un viejo
diciendo:
"¿No hay algún mozo travieso
que vuelva '1 carro d'avieso?".
Y un mozo, uno solo, tenía que volver de revés el carro.
No es fácd'l, jnies, que abisío venga de aversti.s, de donde ya con derivación
directa y enteramente regular (conversión de la c tónica en ic, etc.)
viene el avieso. Abisío, pues, conservando la / central con su natural sonido,
parece más bien venir de abyssus, en que ese sonido de i resulta
fortalecido por la y griega.
Nótese que en castellano es bastante general ei fenómeno de que la
e tónica latina dé ie; pero en bable lo es todavía mucho máis, pronunciándose
en asturiano con ie no pocas paiaibras que en castellano conservan
limpia la e etimológica; y así en ¡bable .=e dice, por ejemplo, formicn-to,
en/vez de fermento; ie (o ya) en vez de es, etc. Por lo cual no se
comprende la i central de abisío, si esa palabra viniera de avcrsus o
adversus.
La segunda i acentuada de abisío ae convierte a veces en e, eobre todo
en palalbras com¡puestas, como traviseu, dando lugar a una termina-
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cidn enteramente gallega. Traviseu quiere decir "del otro lado del, barranco
o del río"; es decir, "del otro lado del abismo, de la hondonada".
Parece, pues, que hay aquí dos series de palabras de dos estirpes distintas:
través, traviesa, travieso, avieso, etc., que vienen de adv^rsus; y
abisio, abiseu, abirero, travisfíu, etc. que vienen de nbyssus. Recojan estos
datos, sii les parece, los estudiosos, y vean y resuelvan con isu mayor
autoridad lo que pueda haber de verdad en ello.
Pero no se dejen llevar fácilmente de hipótesis a priori, como cuando
dice el Sr. Régulo que "lo asturiano apenas «i se ha dejado sentir eni nuestras
islas". ¿ No 81^ Iba dejado sentir o no ha baibido quien con conoci-imiento
de causa lo estudiase? ¡Por mie&tra parte hemos visto ipoír aquí
tantaa cosas que nos recuerdan otra» de por allá!...
Y puea tenemos la pluma en la mano y las cuartillas delante, sobre
cosas canarias, vamos a añadir algo más, que los estudiosos juagarán
como quieíran. Tamlbién por Cangas del Narcea, región de Asturias la
menos estudiada en todos sentidos, a una colina o monteciTlo se le llama
teso. Etimológicamente esto parece provenir de un taxus latino o aJigo
así, dle uma raíz tag en fin de cuentas. Si la vocal de la raíz fuera e diaf
ría ie •al pasar al bable, que en esto es intransigente, poniendo i£ en palabras
en que el castellano por excepción conserva la <?.
Pero esta palabra teso tiene seguramente relación con la francesa
fas (cf. entasser "amontonar"). La cual parece suponer asimismo una
raíz tag. Pero si esta raíz existe, ¿tendríamos ahí también el origen de
nuestra palabra tagoro 1 Porque todavía en castellano tenemos también
tugurio, que quizás tenga igualmente con ella» parentesco.
Y todavía otra referencia. En esa misma zona limítrofe entre Aistu-rias
y Galicia, a que venimos refiriéndonos, hay un pueblo que se llama
Óseos. Y en Aragón hay una ciudad que se llama Hwsra, en latín Oscd
u Hosca. Y por el isur de Bs,paña hay pueblos que se llaman Huesa, Ossu-na,
Huércal. Y por Castilla hay varios! que se llaman Horcajo... Estda
nombres parecen significar "barranco, hondonada..." ¿No pediría tener
relación con ellos nuestra palabra Eerquel
Porque en latín hay una palaJbra—orcus—que significa "infierno,
hondonada, oscuridad...", palabra que pasó al italiano oon igual siígnifi-cacdón
de "cosa terrible", "el coco de los niños", etc. Y aun quizás pueda
todo esto relacionarse con la palabra horca, latín forca. Dada, pues, la
raíz ore u horc, no «e ve ninguna difictiltad' de que veniga de ahí el
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herque canario, cuya significación tiene indudable parentesco también
con la primera. El cambio de una vocal por otra (o o tal vez c primitiva
por ue) en castellano ©s normal; y el de ,v por r, frecuentísimo. La r canaria
de herque, en vez de horco, horrnjo, ta.mpot'o iparece dificultad insuperable.
Pero, en fin, que los entendidos vean y resuelvan.
Y nada más, porque el tiempo pasa y otras ocupaciones nos esperan.
De palabra, que el viento lleva, quizás fuera provechoso tratar estas cosas
en reuniones, por ejemplo, del Instituto de Estudios Canarios; pero
poner por escrito (cosa demasiado seria) ocurrencias que no se han podido
estudiar ni contrastar...
En fin, por esta única vez, perdón... con propósito de la enmienda.
La Laguna, 15-IIT-45.
f FRAY ALBINO
Obispo de Tenerife
CANARIOS CAUTIVOS EN ÁFRICA
Las fuentes más principales para el estudio del cautiverio de ciana-rios
en África (Marrueciois y Argel) son el Libro dr la Rcdivupcion, publicado
en 1937-1938 por eil P. Pedro Nolasco Pérez, y las listas de defunciones
y rescates publicadas desde el año 1935 en adelante en la revista
de los PP. Franciscanos esipañoJes de Tánger Mauritania. Examinaremos
brevemente estas fuentes.
I.—De la primera, impresa en CJhile y acaso por ello poco difundida
en España, se copió el largo título y una noticia sumaria en el núm. 65,
páig. 95 (1944) de esta Revista.
Se trata del libro orií^nal que se formó durante la redención. Dice
el editor que conata de 116 folios, pero no da la signatura del Archivo de
Indias. Fueron 482 los esclavos rescatados; cada un^o aparece con su papeleta,
la cual indica eu nombre y apellido, su naturaleza, su edad, la
duración y las circunstancias de su cautiverio, su amo y el precio albo-nado
por los padres redentores. Ohoca enseguida la enorme proporción
de caíiarios: de los 482 cautivos, 98 (más 2 dudosos) pertenecían al Archipiélago,
o sea una quinta parte, mientras la población de las Islas no
representalba, ni mucho menos, la quinta parte de la población total de
so
la Península e islas adyacentes (digo la Penínaula, porque entre los cautivos
hay bastantes portugueses del Continente o de las islas). Pero ello
se explica fácilmente tanto ,por el carácter insular del país y por las ocupaciones
de los habitantes, de los cuales muchos se dedicaiban a la pesquería,
como por la situación de las Islas cewa de la ootsta africana y
sobre el itinerario de las flotas de Indias. Por todos esos motivos eran
los canarios presa predestinada para los piratas berberiscos. Comprobamos,
en efecto, que de nuestros 98 canarios la mitad máis o menos (48,
más un caso dudoso) fueron tomados en la costa de Berbería, la mayoría
de ellos mientras estaban pescando (1). De los demás 20 fueron tomados
en las mismas Islas o cerca de ellas, 19 pasando de una isila a otra o a
España, 6 en la carrera de Indias, 1 "andando a corso" (pág. 49), y 3 en
circunstancias mal determinadas. Vese, pues, con evidencia, que la j^ran
proporción de canarios cautivos en Argel es la consecuencia natural del
carácter marítimo de su país.
II.—Durante los años 1935, 1936 y 1937, el P. José Lóipez, O, F. M.,
publicó en Mauritania y bajo el título El cristianismo en MarrW-cos,
el "Libro de Defunciones" que se conserva en el Archivo General
de la Misión franiciscano-esipañola de Tánger. El estudio de este precioso
dumento nos permite ver que de 1684 a 1755 o 1755 a 1756 (2) in-i
clusive murieron en Marruecos cerca de 170 cautivos carnarios (doy una;
cifra redonda, pues hay unos pocos casos dudosos). Parte de ellos eran
soldados de las plazas de la Mamora y Larache, ocupadas ipor los moros
en 1681 y 1689, respectivamente, y fueron muertos por el mismo sultán
Muley Ismael (-f 1727), cuya sanguinaria barbarie ha quedado tristemente
famosa. A estos 170 hay que añadir 3 (dos de Mequínez y uno de
Argel) que figuran por los años 1715, 1731 y 1732, respectivamente, en
un documento sobre redención de cautivos que publicó D. Tomás García
Figueras en la misma revista Mauritania, 1936, págs. 199-202 y 246-249.
En fin, en una lista de cautivos rescatados el año 1724 salen dos canarios
{Mauritania, 1943, págs. 248-249 y 323-324).
Señalaré el oaso particular de Miguel Trujillo, de Fuerteventura; de
Silvestre de la Torre, de Lanzarote, y de un compañero suyo, llamado
Juan, de Fuerteventura, que fueron degollados por los árabes de Guad
(1) Puede isuponerse que en general se trata de la costa de África
frontera a las Islas.
(2) Pecha insegura. Cf. Mauritania, 1937, pág. 274.
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Nun el 18 de marzo de 1770, lo cual atestigua una vez más las relaciones
de Canarias con esta parte de la costa africana. El año siguiente de 1771,
a 5 de d'iciemibre, se dio sepultura en Mogiador a un canario náufrago, José
Manuel Ferraz, de La Palma. Sus cuatro compañeros no ha'bían parecido:
eran tres canarios, dos de ellos casados en La Palma y el tercero
natural de Los Llanos, y un irlandés católico avecindado en Santa Cruz
de Tenerife (Mauritania, 1937, págs. 355-356).
IIL—A estas dos fuentes esenciales añadiré unos ipocos datos aislados,
que he enoontriado en los tomos II y IV (Madrid, s. a.) de la® Relaciones
de África recopiladas por D. Ignacio Bauer Landauer. El tomo II trae Ja
relación de una redención hecha en el reino de Fez d año de 1682, y ise
cuenta en ella el rescate de un mudhlacho canario llamado Alejandro Andrés,
que lel Sultán había mandado echar a ¡los leones porque no quería
renegar, y se había salvado casii milagrosamente de las fieras (p&g 125).
El tomo IV tra€ la i elación de una redención hecha en Argel el año de
1686, con la mención de un canardo renegado y avecindado en^ dicha ciai-dad,
a quien llamaban Ali Arráez, "Capitán de Tierra, y General de la
Mar" (pág. 159). Además el título de la relación dice que de los cautivos
rescatados, cuatro—dos de ellos canarios—renegaron en el momento de
emibarcar para España, quedándose sus amos con el dinero (págs. 153 y
159-160). En fin, eJ mismo tomo trae una lista de esclavos rescatados en
Argel el año de 1739: son 444, y uno solo canario, Martín García, cautivado
en los mares del Archipiélago (núm. 382, pág. 254).
Roberf. RICARD
Universidad de Argel.
DE NUEVO SOBRE EL PASO DE ULRICO SCHMIDL
POR LA PALMA EN 1534
El señor cónsul D. Gottf-ried von Waldeim piuiblicó, en eü tomo X [1944],
pá,ga. 238-242, de nuestra Revista de Historia, un interesante artículo titulado
Utrich Schmidél dU^ paso por La Palma. El Sr. von Waldiheim iha-oe
aligunas consideraciones de tipo general acerca dei viajero alemán y
termina por damos una traducción de la parte de la obra de Schmidl que
hace referencia a un curioso epdaoddo que tuvo por escenario «1 puerto de
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Santa Cruz dte La Palma, segTÍn la edición en facsímile, publicada en este
siglo, de una antigrua impresión del viaje.
Por si fuere de interés para los estudiosas de nuestra historia reg'io-nal,
he aquí algunas noticias más acerca del Derrotero de Ulrico Schmidl,
de acuerdo con las últimas conclusiones de la crítica histórica en cuanto
a la fijación del texto original.
SdhTnidl escribió su li'bro en una época en que, carentes de unidad ortográfica,
los alemanes escribían palabras tan -sencillas como wir "nosotros"
y Gott "Dios" en cinco y siete grafías diferentes. Y sin modelo a
que referirse para reproducir en alemán los sonidos de que esta lengua
carecía y lais voces españolas y de los idiomas indígenas de Suraanérioa
con que estuvo en contacto, Schimidil se inventó un sistema propio de
transcripción. Por ejemplo, para marcar la sílaba acentuada, introducía
en la misma una i, y así palabras castellanas como rucsana, cristal, anta,
Agds lais escribía mesaina, cristaü, ainta, Atgais, etc. Esto fué motivo de
que a su libro se lo considerara, durante mucho tiempo, lleno de nombres
fantásticos o absurdos y de barbarismos fonéticos. Y de que a Schmidl
se le llamara, por los que no lograron interpretarlo, sordo, ignorante,
hombre sin memoiria, incapaz de aprender, en veinte años de América, un
solo nomibre español.
iHoy, después de los pacientes estudios del erudito angentino D. Edmundo
Wemicke, especialiista en alto ailemán, que ha consagrado diez
años a la interpretación del manuscrito original, el juicio sobre la obra de
Schmidl es diametralmente opuesto, al tener una lección correcta de la
lengua del sargento tudesco. Sobre este texto, el iseñor Wernicke, tradTic-tor
público nacional de la República Argentina, ha hecho una buena versión
aJ castellano, que publicó, por primera vez, la Universidad Nacional
del Litoral, en Santa Fe, en 1938. La Casa Editorial Espasa-Calpe Argentina
ha hecho una edicito popular del libro, con el título de Derrotero y
viaje a España y Las Indias por Ulrico Schmidl, traducido del alemán
según el manuscrito de Stuttgart por Edimundo Wemicke, Buenos Aires,
1944 (númew) 424 dte su "Colección Austral"). Quien tenga interés por Jos
detalles de la transcripción, establecimiento del texto, etc., conisiulte cualquiera
de las dos citadas ediciones, donde ise inserta asimismo la oorres-pondáente
bibliografía.
Así, pues, de acuerdo con loa estudios de Wemicke, que el Sr. von Wald-heJim
no tuvo en cuenta, haremos algunas observaciones al texto de éste:
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En la línea 11 de la pág-. 2i3S dice Samuel A. Laforc Quevedo: deibe decir Ln-fonc;
en las líneas 8 y 9 de la pág. 2S9 dice: ...desgleíchrn mit ehier nol-weiidigen
Landtofel, Figuren und anderer Erklñrung gezieret nach der
Edition des Lcvinus Hulsius, cuya traducción sería: ...ihisfrado asimismo
con un mapa necesario, figuras y otras aclaraciones, según la edición
de. Levinus Hu'sius; en el capítulo primero aparece la palabra Hispania:
Sdh'midl usó la voz Hispania una sola vez y ésta en el titulo: todas las demás
veces escribió Spainnim., que debe trad>ucirse por España; en la línea 8
de la ipág. 240 dice Coronel-Capitán: debe decir capitán general, como en
la 15 de la pág. 241; en la línea 9-10 de la misma pág. dice Neudhart: debe
decir, teniendo en cuenta el isistenia fonético de Scihmidl, Neilhart; en
la línea 11, y otras veces después, pone Eeinnch Peime: debe decir Enrique
Paimc; en la línea 42 de la pág. 241, dwnde dice el lugarteniente
y Juez, debe entenderse el regidor i/ el alcalde. Otros detalles nimios,
que no atañen al sentido de la narración, no los hemos anotado.
Todas las veoes^—una media docena—que ed señor von Waldheim escribió
el nombre de la isla d« La Palma o su ciudad capital, que en el texto
«on sinónimo», puso Palma y no La Palma. Y pues es éste un errKw
muy extendido, hagamos hincapié acerca de que ha de escribirse La Palma.,
nombre de la isila, y Santa Cruz de La Palma, nombre de la ciudad
capitail d* la misma. Un elemental resipeto al uso general ha hecho que 'se
escriba La Corona, La Habana, La Hkya, La La.^na, Bl Escorial, El Ferrol,
El Cairtf, etc., iporque en nombres propios de este tipo el artículo
forma parte indivisible de los mismos. La Palma no se ha llamado nunca
ni se llama hoy Palma. Mucho antes de la conquista, todavía en plena
Edad Media, la isla se denominaba IM Palma, y así aparece en los portulanos
y planisferios de la época, por ejemplo en el de Mecia de Vilades-tes,
del año 1413 (cf. Revista de Historia, X [1944], pág. 221), donde se
lee Ínsula de la palma. En los documentos más antiguos de l^-s islas mismas
que recogen isu nombre—finéis del siglo XV (la conquista de La Pal-roa
.se efectuó entre el 29 de seiptiembre de 1942 y el S de mayo de 1493)
y principios del XVI—'la isla se llama San Miguel de La Palma o La Palma,
indistirttamente. (Bl sobrenombre de San Miguel le fué dado por Fernández
de Lugo, al elegir para el desembarco el día en que 'la Iglesia celebra
la Aparición de San Miguel.)
En el magtiífico estudio de los doctores D. Blías Serra Báfols y
D. Leopoldo de la Rosa Olivera "Los reinos de Tenerife", úllimamenbe
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aparecido en Tagoro, I, 1944, págs. 127-145, que transcribe ixn ibuen número
de documentos de los Libros de Datas del antiguo Cabildo de Tenerife
que se custodian en el Archivo del Ayuntamiento de La Laguna, <se
lee once veces el nombre de la isla, y «ieimpre con artículo. Pero debía de
ser tan fuerte la costumbre que, no obstante haberla denominado Fernández
de Lugo San Miguel do La Palma, en un documento de 1503, firmado
por el misimo adelantado {Tagoro, art. cit., pág. 139) aparece La
Palma, isimplemente. Y La Palma »e continuó y ee continúa llamando.
Así lo consigna Gonzalo Fernández de Oviedo (Historia General y Natural
de Las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano, parte priimo-ra,
libro IL capítulo IX), que estuvo tres veces en Canarias' e imprimió
la primera parte de su obra en 1536; así lo escribió el ingeniero italiano
Leonardo Torriani, que visitó La Palma en 1588 (cf. Togoro, I, pá;g. 214);
así se lee en documentos de los siglas XVII y XVIII, y así dicen actualmente
todos los que hablan castellano.
Bl imismio razonamiento es aplicable a La Gomera y El Hierro, aunque
estos nombres aparezcan algunas veces sin artículo. Tiempo es ya,
pues, que escribamos como hablamos, y pongamos La Palma, La Gomera,
El UieiTo, rpara lo nombres de las islas, y Santa Cruz de La Palma, San
Sebastián de La Gomera y Valverde de El Hierro, para sus capitales respectivas.
La exactitud científica y la pulcritud interpretativa, junto con
el respeto que todo hecho de habla merece, exigen que lo hagamos asi.
Juan RÉGULO PÉREZ
SOBRE UNAS CANaONES DE CUNA
Sr. Director: Mi distinguida amiga y ágil escritora María Roea Alon-
(so ha publicado ©n el núm. 12 de la revista "El Museo Canario" un trabajo
titulado Folklore infantil, en el que comenta mi libro sobre el
naiiam» tema y con el miamo título—^volumen II de Tradiciones Populares,
del I. de E. C.—haciendo, aü mismo tiempo, la aportación de valiosos
ejemplares foUdóricos. Con ello, este apasionante tema de lo tradicional
y popular mantiene un valor de actualidad que es como una generosa
reacción a los largos tiempos de olvido e ineficacia que le han precedido.
Publica la cdtada escritora unas seiguidillas que recogió de un sobrino
86
suyo, el cual dijo haberlas aprendido en la isla de El Hierro. Posterionnen-te
descubrió que las misinais ap^arecían publicadas en el libro de primeras
lecturas, Letras, y que eran deibidas a la inspiración de Gabriela Mistral.
De las seiis iseiguidillaa que componen la canción de cuna, solamente
puibliqué una en mi Folklore infantil (pág. 21):
Este niño pequeño
no tiene cuna,
su padre es carpintero
y le hará una.
Parece desprenderse de la rectificación añadida por la Redacción de
"El Museo Canario", como corusecuencia de una comunicación de la autora,
que yo recogí de la misma fuente la seguidilla que publico. Me interesa
¡hacer constar que dicha canción la oí directamente de labios de una
vieja labradora de El Sauzal, quien me contesta ahora con motivo de mi
reciente pesquisa: "Son tantos los años que hace que la aprendí, que ya
no me acuerdo cuándo fué".
En el libro de Fernando Llorca—La que cantan los niños, Prometeo,
Valencia, [«. a.]—se encuentra íntegra, ibajo el título La cunita, la com-po9Íci6n
de Gabriela Mistral, aunque sin forma. Ofrece ligeras variantes
con respecto a la versión que publica María Rosa Alonso. Coinciden en
las seguidillas primera, segunda, tercera y quinta. En la cuarta, insertada
por Llorca (pág. 19), el segundo verso es así: "duerme sin pena". La última
seguiilla la publican de la «siguiente manera:
Estrellita del cielo, Estrellitas del cielo,
rayo de luna; rayos de luna;
no despiertes al niño alumbrad a mi niño
que está en la cuna. , que está en la cuna.
(María Rosa Alonso, pág. 22) (Llorca,, pág. 20)
Esta composición sugiere diversas posiciones. ¿Trascendió de lo culto
a lo popular y ise fundió oon éste? Pudiera iser, ya que en hechos semejantes
se apoyan multitud de ejemplos, i Surgió, con su sencilla belleza,
de lo popular a lo culto y lo Ihizo materia poética la poetisa suramerica-na?
Tampoco esto es nuevo. Y ^mientras no podamos aportar, en este ca-
86
so concreto, mayor suma de prueibas, por lo que a aú respeicta doy como
recogida de un medio no interferido la seguidilla citada.
Ahora ibien: ¿con qué medodía se cantaban estos versos? La melodía
del "arrorró" se ciñe a la copla de verso» octosíilaibos. Mi erudito amigo
Jasé Pérez Vido^l ya había detenido su atenoión frente a estas canciones
de cuna de metros diversos, lias que no pueden oonsiderahse como verdaderas
composiciones para ser entonadas con la música de nuestro "arrorró".
Ahora mismo he pretendido que mi anciana informadora ime cantara
la citada seguidilla y su respuesta ha sido que no la cantó nunoa,
sino que la "dijo", es decir, que la recitó.
Para ulteriores quehaceres, y cuando 'ron canciones de cuna se trabaje,
creo que habrá que desechar todas aquellas que no sean cuartetas octosílabas,
pues ya que la melodía nos las admite, no vamos nosotros a ser
menos que ella.
Luis DIEGO CU SCO Y
EN TORNO A D. MANUEL ANTONIO DE LA CRUZ
Sr. Director: Al publicar en esta Revista las Noticias, históricas de
la parroquia de Smt Bartolomé en Tejina, exipuse la dudia en que me
encontraiba de que eil padre del pintor D. Luiis de la Cruz y Ríos hubiese
sido el estofador de la Dolorosa de aquella iglesia D. Manuel Antonio de
la Cruz, al haber observado en ei ÍTidice de matrimonias de la parroquia
del Puerto de la Cruz, que se encuentra en el archivo de la Concepción
de Santa Cruz de Tenerife, procedente del legado Afonso Avecilla, que
tanto en el de D. Luis lOamo en el de su padre, éste figura con ilos nlom-bres
de Manuel Mateo. Posiblemente fui el causante de que el presbítero
Sr. Padrón Acosta que tanto ha estudiado a amibos pintores, pensase en
la existencia de dos personas distintas, aun cuando amibos pintores, D. Manuel
y D. Antonio Manuel de la Cruz, y así lo expresa la Srta. María Rosa
Alonso en su índice cronológico de pintores canarios. La casualidad
me ha puesto a la vista el testamento de D5 Juana Nepomuceno Ríos y
Camacho, madre de D. Luis, y de su texto deducimos nuestro error primero.
Otapgó esta señora su testamento ante el esciribano público de La Laguna
Domingo Anselmo González, el 19 de noviembre de 1801 (Arcih. de
87
protocolos notariales de la provincia, folio 264 y sigs, del reg. de 1800-1806
del indicado escribano). En dicho documento llama reáteradamente a
su marido con los nombres de Manuel Antonio; dedara haber tenido de su
matrimonio a D. Luis Pauidno, casado con D* FVancisca Cajsañaa, y a
D5 Juana Evangielista, que vivía soltera y a la que reconoce la propiedad
de alignaias prendas adquiridas con el producto de sus "traibajos de manos";
que su marido nada aportó al matrimonio, pero que ella llevó varias
casas en el Puerto de la Cruz y alhajas; que aquéllas las' vendieron,
para comprar terrenos en la i®la de Lanzarote y las prendas para "sostenernos
en todos aquellos tiempos que por falta de su trabajo personal
[de su marido] nos era preciso alimentarnos y seguir con el decente porte
de nuestra crianza, particxüarmente para atender al estado de mi marido
en las enfermedades que sufrió".
Del texto de este documento deduzco que el padre de D. Luis de la
Oruz era el propio D. Manuel Antonio y que aquel dualiismo de personas
no exiistió; fué debido ¡mi error al uso indistinto de aquellos nombres.
L. R. O.