N o t a s b i b l i o g r á f i c as
Sebastián de LUGO—"Colección de vocee y
frases proviniciales de Canarias".—Edición, prólogo
y notas de José PÉREZ VIDAL.—Publicaciones
de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de La Laguna, núm. 2.—Santa Cruz
de La Palma-La Laguna de Tenerife, 1946 82,
200 págs.
A lo largo dej sig-lo XIX, y tomando coimo baise el positivismio, se estructuró
y perfeccionó la Jingüística como cieracia autónoma. A jalones
recios y seguros arranca de Rasmus Kristian Rask (1787-1832) y de
Franiz Bopp (1791-1867), que la iniciaron con sus obras Uiidersogelse om
det gande nosdiske ciler islandske sprogs oprindelse (terminada en
1814 y publicada en 1818) y über das Conjugationssystem der Sanskrit-sprache,
in Vt'rgleichung mit jeru^m der griechischen, lateinischen, per-sischen
und germanischen Sprachen (1816), resipectivamente (1). Pasa
por Friedrieh Diez (1794-1876), que echa los cimientas de la lingüística romance
en su obra fuindamental Grammatík der romanischeii Sprachen.
(1836-43), y por Augmst ScMieicher (1821-1868), verdadero teorizador de
la ciencia lingüística positiva. Éste, disciplinada su mente en el estudio
de la ibotánica, se apoyó *n la fonética y le dio un graim desarrollo; cor
los métodos de las ciencias naturales, admite el determinismo máe absolu-
(1) La referencia exacta del libro es: FRANZ BOOP, Über das Conju-gaiionssys'tem
der Sanskritsprachxy, in Yergleichvmg mit jenem grie-ck^
ischttn, lateinischen, pcrsischen und germanischen Sprache, nebst
Episoden des Ramajan und Mahabharat in genauen metrischcn, über-setzungen
aus dem Originaltextfl und einigcn Abschnitten aus den Ve-da's,
Frankfurt am Main, 1816, XLVI + 812 páigs. 8S.
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to en la vida de las lenguas, y llega •& afirmar en aiu Comp&ndium ( l a ),
punto central «n la lingüística del siglo XIX, que "la ley fonética esitá
sujeta a leyes inmutaMes cuyo curso de evolución le es imposible canibiar
al hombre, como le es imiposiible al ruiseñor cambiar su propio canto".
Así llega la lingüística a los neogramáticos, gn:nipo de investigadores que
66 caracteriza por su seguridad de métodos y el gran rigor de sus investí-gacionea.
A la cabeza de los Junggrammatiker ©sitan Karl Brugmann
(1849-1919) y B. Delbrück (1842-1922), a los que debemos una codificación
riguroeamente científica del indoeuropeo en sus puntos fundamentales,
en el Grunctiss der vergleichenden Grammatik der indogcrmani-schcn
Sprachan (1886-1900). Para los neogramáticos las lenguas son productos
colectivos de los grupos linigüísticoe, y en ellos domina una funda-mentación
preferentemente (fonética de los cambios lingüísticos, en la
que, cuando más, admiten la variación semánitica y el intercambio de elementos
entre distintas lenguas ( I b ).
En el campo de la lingüística románica, los éxitos de esta tendencia
fueron bien pronto palpables. Graziadio Isaia As"coli (1829-1907) funda,
©n 1873, el Archivio glolloUgico üaUano; y, sobre estos nuevos materiales
y utilizando profundamente los dialectos, Willielm Meyer-Lübke (1861-
1936) >i>u)blica en 1890-99 su Grammatik der romanischen Sprachen, ell
más alto monumento de la lingüística románica, al que añadió luego «u
Romanisches cUpnologischrs Wort.erbuch (1911-20; 35 ed. revisada,
1935). Es más: la 'fecunda actividad de poisitivismo da aún un fruto ©s-»
•plérdido: la Geografía lingüística. El fenómeno fonético, comprobado
hasta ahora en zonas imprecisas, empieza a localizarse en áreas bien delimitadas.
Los trabajos iridciales empezaron en 1882, por obra del suizo
Juleg Gilliéron, y han sido continuados hasta ©1 presente. Sus representantes
más calificados, actualmer.te, son los suizos Karl Jaberg y Jakob
Jud, en su.a obras maestras Sprach- uvd Sachatlas Italiens und der
SüdschwOiz (1928 y siguientes) y Dcr Sprachatlas ais Forschungsin-strument
(1928). La obra que había abierto el camino era el Atlas lin-guistique
de. la Franca (1902-10), de J. Gilliéron.
El Dr. D. Max Steffen, suizo, discípulo directo de JaJberg e indirecto
( l a ) El título completo del libro reza así: AUGUST SCHLEICHKR,
Conip-nilium der vergln'ehciulen Grammatilt der iníl<)grrmani.schen\
SprnrJuM. Kurzrr Ahriss einer Jjiut- und. Formenlehre dcr "ñiidogerma-nischen
Ursprachc, des AUindischen, Altiranischen, AUgrie>chischm^
AUitalischx'n, Altkeltischen, AUslnwischen, íAtauisch^n und Altdf'ut-,
schen, Weimar, 1861, 4? ed. 1876.
( I b ) Después vendrán la escuela idealista con Karl Vossler y la sociológica
con Ferdinand de Sausisure; con toda intención prescindimos de
tales tendencias, nacidas ya en el siglo XX, en esta visión histórica de
conjunto, hecha sólo con la interción de ambientar los problemas ds lingüística
histórica entre los alumnos de nuestra Facultad.
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de Juid, ha incorporado el .método (posirtivista a los estudios üinigüísticois
del Archipiélago. En 1943-44 profesó un curso áe Geografía liugüística
en nuestra Facilitad de Letras; en él, al aludir a temas de lingüística románica
canaria, dio normas metodológicas para trabajar en esta dirección
positiva. Un ipoco antes, en un notable artículo titulado Problemas
léodicos (2), a jiropósáto de Miscdiánca guanche, de J. Álvarez Delgado,
había hecho su primera salida en defensa de la citada tendencia positiva.
Después, en Lexicología canaria / (3), nos dio prueba elocuente de cómo
debe trabajarse en esta dirección. Últimamente ha vuelto a insistir acerca
de la necesidad del rigor metodolóigioo positivo, en un curso morográ-fico
profesado en nuestra Facultad y que reseñamos en nuestro número
anterior, págs. 84-87 (4).
El libro del Dr. D. José Pérez Vidal, objeto de este comentario, pertenece
a la tendencia o escuela—que ya empieza a cuajar alrededor d: nuestra
Facultad y de Revista de Historia—^propugnada por Steffen. Si "eíl
sueño de la razón produce monstruos", dejemos la palabra a loe hechos.
En el estudio de la Colección de Lugo ha presidido la rigidez del positi-viamo
lingüíetico. El espíritu exhaustivo y congruente del método de esta
tendencia y del camino señalado por Steffen señorea el conjunto. No lo
oculta Pérez Vidal; y las citas y opiniones de Steffen, principal mentor de
este trabajo, se dan ahundantemente en todo el libro.
Los estudios lingüísiticoe tienien ya su tradición en Canarias. Posibl©-
metnte ninguna otra región española cuenta con un haber léxico tan largo
en el ticimipo. Y, de las Canarias, el azar ha hecho que sea la isla de La
Palma la que haya ido marcando los hitoe de la lingüística regional. Aca-ha
de hacer ahora justamente uin siglo, eni 1846, D. Sebastián Felipe dle
Lugo-Viña y Massieu (1774—después de 1846), un palmero inquieto y andariego,
ordenó la primera colección' de voces regionales que conocemoe.
A partir de esta fecha, y hasta fines del siglo XIX, D. Juan B. Lorenzo
Rodríguez (1841-1908), otro hijo benemérito de La Palma, reunió todas
las voces que, a su juicio, procedían del halbla indígena de la isla y las dejó
anotadas (5). ParaJelamente, pero un poco posterior en el tiem^po.
(2) Cfr. Revista de Historia, IX [194S], 134-141.
(3) Cfr. Revista de Historia, XI [1945], 130-177.
(4) Esperamos que el m'aiestro y (amigo nos dé pronto otros frutas
de igiuis invieetigaciones, adiemás de los aillí anunciados.
(5) El manuisorito autógnafo de D. Juan B. Lorenzo ha llegado hasta
nosotros. Su propietario, ©1 odontólogo D. Antonio Gómez Felipe, de;
Los Llanos de Aridane, h'a tenido la grain amabilidad, que da&de aquí le
a.gi'adiecemos, de hacernos donación de] miiismo'. Verá la luz públioa «"
uno de los próximos números die Revista de Historia, junitamente con otro
trabajo iguaümente muy ipoco conocido de nuestros investiíg'adoreis. Nos
ha impulsado a su publicación la circunstancia de que D. Jua# Alivarez
DeJgado, en mx Miscelánea guanche. Santa Cruz dsi Tenerife, 1941-42, pá-gfinas
50 y 60, cita a D. Juain B. iLorenzo la ti'avés, siempre, de D. José
/
246
D. Aíiitonino Pestaña Rodríguez (1859-1938), erudito meritísimo de la
misma isla, coleccionó un interesante vocabulario vernáculo que ha permanecido
inédito hasta hoy (6). En la misma época y de una manera totalmente
independiente, el notario del partido judiciai de Los Llanos de
Aridane (La Palma), D. José Manuel iHernández de laiS Oaaas (1864-
1937), hizo asimismo una labor de recal«ccióin léxica, «i (bien no la llegó
nunca a ordenar con el cuidado del Sr. Pestaña; eu trabajo ha lleigadio
igualmente a Tiosotros (7). Aunque con propéeito muy distinto, si bien su
trabajo es aprovechable para el lingüista, especialmente para lo tocante a
los cambios fonéticos, D. Julián Guerra Bethencourt (1858-1931), maestro
nacional, también de La Palma, y que ejerció durante muahi>3 años en
Puntallana,, nos dejó un, Vocabulario de palabras mal pronuncia<i,as que
impropiamente se usnn en Puntallana (7 a ) . En fin, en nucistro siglo, al
dar a la prensa el Dr. D. Juan Alvarez Delgado sus estudios lingüísticos
acerca del habla de los aborígenes canarios, lo primero que publicó, en
1941-42, fuié eu Miscelánea guanche, I. Benahoare. Y ya, en 1946, aparecieron
dos nuevos traibajos: el Cuestionai^o sobre palabras y cosas de
¡a isla de La Palma, debido al que sustcrilbe (8), y la Colección de voces
y frases provinciales de. Canarias, que reseñamos (9).
Apolo de las Casas Rodríguez, y no pairaoe haiber consultado el originial
diirectamiente.
(6) D. Aiitonio Pesitania Rodríguez reunió, durar.te su, larga vida de
investigación Lmsuliaír, un extenso oedulario de voces uisadas en La Palma.
Inédito haeta hoy, su hijo D. Domingo Pestaña Lonenizo toa tenido pana
con nosotros la gran deferencia, que públioaimenite le agradecemos una
vez más, de ponerlo a nu-estpa «nteTia disposiiciów. Una vez detbidamente
compulsado y anotado, pensamos publicarlo asdmisimo.
(7) Durante nuestra jira linigüístico-folklórdca alrededor die lia isla
(de La Palma, en «1 varano de 1946 (Ofr. Rervisia die Historia, XII [1946],
460-466), el farmacéutico D. Conrado Hernández Alvarez, de Los Llanos
de Aridane, nos proporciona, con todo desinterés, una copia de Lai oolieo-ción
de lais voces insulares ique siu padtie, el notario citado, había reuinido
pacientemente, con la oooperacióni de la clientela de su despacho.
(7 a) Repotidamiinte se inos Haibía haiblado de «ista lista de voces, die
lia que se nos aseguraba se habían hedho varias copiae. Pero nunca la
habíamos podido localizar. Últimiaimente nuestro ibuan aimigo D. Ram.ón
Gómez Brito, niaestro nacional de Mazo, tuvo te «UjCrte de encotitrar urna
de las copias en oasia* do D. Lino Santas Miartín. Este último nos la ha
cedido amaiblemente. Desde 'aquí, nuestro sincero reconocimriTanto a uno
y otro.
(8) Cfr. Revista de Historia, XII [1946], 460-466. Recensiones del
Cuestionario; Revvsta de Historia, XII [1946], 338-340, por FRANCISCO
LÓPEZ EsTnADA; "Revista de Dialrctología y Tpaidicione® Populareis",
II [1946], 818, por V[ICENTB] 'GÍARCÍA] DB DriEr.o].
(9) iosÉ PÉRBz VIDAL, LOS estudios lingüísticos y La Palma, "Dia-rdo
"de Aviisos". Sarta Cru2 de La Palma, 2 dé agosto de 1946, cita las
priincipales pulblicacionea impreeia» aoerca del haibla de •Cameiriás.
/ ^ •>
247 (^
Pues bien: como queda dioho, D. S«baetián de Lugo, ya en su vejez, sfe'^, • .,•* .-^
dedicó a ordienar un cedialario die "voces y /ras«9 provinciales de CanaXi, ^'^••. p''
rias". Esta colección léxica, no muy extensa, permaneció inasequible *! \ ' - > . , , ^.r ••
público hasta 1920, cuando el Conde de la Vinaza se la entregó, para su ^ ^ - -'
publicación, a la Comisión del "Boletín de la Real Academia Española"
(tomo VII [1920], páge. 332-342). EJ Conde de la Vinaza la había jyexÁ-bido
de Bartolomé José Gallardo, de cuya mano y con su curiosa ortografía
©stán transcritas las voces. La transcripción de Gallardo constituye,
pues, el original del cedulario llegado hasta nosotros. El Dr. Pérez Vidai
ha exhumado este vocabulario y lo ha editado en urna segunda edición
"corregida y anotada". Decimos "exhumado", porque nadie, hasta ahora,
en Canarias, que sepamos, ha citado la Colección, en suis estudios léxicos
del dialecto regional. Ni aun el mismo Max Leopold Wagner, ál ocuparse
del Léxico de Gran Canaria en RFE, XII [1925], 78, ,no obstante ser
uno de los romanistas de más Jecburas y mejor informiados, la menciona,
¿Influiría en eu desconocimiento, a más de "la alta y limitada difusión
del 'Boletín'" académico, que se pénala en el prólogo, el hecho de que el
titulillo pusiera Voces y frases provinciales ríe Granada (sdic), extremo,
éste, que ino valoró Pérez Vidal ? Sea la causa la que fuere, lo cierto «s
que la Colección no se había incorporado a los estuidios lingüísticos canarios
hasta ahora. Pero en esta ocasión sale al ipúlblico coin toda dignidiad
y de mano de uno de nuestros más acreditados investigadores. Pérez Vidal
ya inos había dado muestras de su Valer en asta dirección (10). Nunca
antes, sin embargo, se había mostrado el investigador que ahora se
nos descubre.
Comienza el libro por justificar la edición y se apoy^ en' ei descomo-clmiierto
de la Colección existente en las lalaíi. pas^a luego a hablafinois
del autor, D. Seb-astiánde Lugo-Viña y Massieu, "diplomático anciano y
cesante, natural de la isla de La Palma". Tiene Pérez Vidal rara Wabi-lidad
para ambientar épocas y ipersonajes. Al narrarnos la vida turt)U-lenta
y ajetreada de Lugo, lo hace cota tal acierto, que d«, la sensación d»
un coetáneo. La historia de España desde 1823 a 1846 tiene facetas semejantes
a la de iguales años de] presente siglo. Lugo, diplomático en Fila-delfia,
Hamburgo y Viena, queda cesante, sospechoso de liberalismo, en la
purificación que impuso el absodutismo restablecido por los "Cien mil hijos
de San Luis", en 1823. Éste, «como los cesantes de todas las épocas, es^
pera mucho..." (pág. 14). En esta espera, escribe, al parecer, su Colec^
ción. Pasa a tratar el prologuista la auitem.ticidad y los errores del vocabulario.
Conduye que todas lais voces, salvo las deformadas por errores
(10) JOSÉ PÉREZ VIDAL, Fichas para un vocabulario canario, Re-vista
de Historia, XI [1945], 62-71; Portuguesismos m el español rfe
CanariAs, "El Museo Canario", núm. 9 [1944], págs. 30-42, y recensión de
este trabajo por MAX STKFFEN en^ Revista de Historia, X [1944], 387-389.
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de eopia o de imprenta, pertenecen al haWa canaria. Pero donda el Dr. Pérez
Vidal ha penetrado el tema con certera agudeza es en el <5apítuflo titulado
Contenido y clasificación (¡págs. 19^37). Es, hasta hoy, el estudio
que mejor centra la cuestión del encaje del dialecto de Canarias. Afirma
que el Archipiélago pertenece al grupo de las culturas heterogéneas. Y
que por ello son escasísimos los auténticos dialectalismos en el habla de las
Mas. Baifo (de uso no muy extenso en La Palma), gofio, gánigo, y, acaso,
tabaiba son las únicas voces indígenas indubitables, vivas hasta hoy. Luega
divide el resto del vocabulario de la Coiccción en arcaísmos castellanos, andalucismos,
galaico-.portu!guesiamos, americanismos y voces de creación o
modificación canaria. Avala cada una de estas influencias y afirma (página
27): "Los portuguesismos constituyen. eJ grupo más numeroso de
la Colección. Representan poco más de un tercio [casi el 40%] del total
de voces en ella registradas". Y documenta esta afirmación con numerosas
citas bibliográficas, que remata con pasajes del libro de Gaspar Fructuoso
Saudades da térra, hasta aihora no. beneficiado por nuestros investigadores
(11). A seis palaibras, en fin (beLillo, chuchango, forfolitui. ga!^
lucia, pantana, perenquén), reduce las que quedan sin explicación ni clasificación.
El estudio introductorio termina con el plan d« la edición, y da
seguidamente la bibliografía general, abundante y bastante completa (12).
Desipués de esto, y ya en la página 51, empieza propiamente la 25 edición,
"corregida y anotada", de la Colección de Lugo. El plan consiste en repetir
textualmente la voz y su defirPición, tañes como las publicó en 1920
€Í "Boletín de la Real Academia Española". En párrafo aparte y a cuerpo
menor, vían, debajo de la sigla Reg., los demás léxicos canarios que han
registrado el término de referencia; en otro párrafo indi^pendiente, precedido
de la abraviatura Cpr., se reúnen artículos de léxicos y diccionarios
españoles y extranjeros con los que la palabra que encabsza cada artículo
puede compararse. Cierra el libro un útilísimo índice alfabético de
todas las palabras estudiadas o citadas en el texto, en la introducción y
(11) Cfr. la recensión del mismo por ELIAS SERRA RÁFOLS en Revista
de Historia, XII [1946], 485-488.
(12) Decimos bastante coimpleta, porquie no recoge todo lo impreso
con anterioridad respecto al habla de Canarias. Nosotros hemos hallado,
con posterioridad a la aparición del libro reseñado, un. iartículo de D. Jo-
SiÉ FRANCHY Y ROCA, titulado Cómo se habla en iCanarias, que ise puibií-có
en "Las Canarias y nuestras posesiones africanas". Periódico semanario
propagandista de sus intereses, de sus aspiraciones y de su progreso
intelectual. Madrid, Imp. die A. Alonso. Año VIH, 7 de mayo de 1908, número
760. En él hay bastantes voces qus figuran en la Colección de Lui-igo.
como ¡jao!, cambar, encetnr, gofio, tabaiba, baifo, eibc., etc., ya anotadas
y comentadas con «ingiular agudeza y acierto. Junto con el maraue-crito,
citado más arriba, del Sr. Lorenzo, lo reeditareimos bien pronto en
Revista de Historia.
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en las notas, que hace eJ trabajo más eficiente y de fácil manejo. Entre
todos, no es éste, a buen seguro, el mérito menor de Pérez Vidiai.
Del métcWo, sobriedad, documentación e importancia de esta publicación,
dé ejemplo el artículo bufo, uno de lo? menos extensos, de todo el
libro, que transcriibimos a continuación:
Bujo. [Error, por Bufo] s. m. Ventosidad que se ecspele siff
ruido.
Reg. MiLi,AnE8.—'GALDÓS: Sin def.—ALA^AREZ, Puesto, 14/15:
"...también debe ser italiano... buffo, hálito".—IPÉREZ VIDAT.,
Port.—,AiiMAS.—(RK'Í'ES, 42.—Ihid.: Bufarse. Zullarse, ventosear.
¡Cpr. GARnií: Ventosidad que »e despide del vientre ipor el ano.
FiGl'EiREDO: Bufa, pleb. Ventosidade que sai pelo ánus sem estrépito.—
Dic. Salvat: Bufa. Igual.
Y, no obstante el hecho de. que aun podrían ampliarse ambos apartados,
el primero con Steffen, Revista de Historia, X [1944], 388; y el segundo
con el catalán bufa y Régulo Pérez, Revista de Historia, XI [1946],
420, que apunta las formas bufio / gufio de igual signicado, el iantículo
transcrito basta para demostrar, incontestaiblemente, que ©1 canario bufo
I bufio I gufio es un galaico-portugueeismo. Los artículos correispon-dientes
a botar, folia, gabar. jjao!, jeito, lonja, moriángano, vvurgaño,
papa, peta, rabilcro. sarillo, tararw'ln, por ejemplo, son muy buenos e
ilustrativos de la calidad de la investigación y de la^s dotes del editor.
Pasemos ahora al apartado de loe cargos. La disposición del trabajo
es bastante clara, en general. No obstante, el el autor hubiera deslindado
cuidadosamente lo propio de lo ajeno, el libro habría ganado en claridad.
En los párrafo.» que siguen a la definición d; Luigo. encabezados respectivamente
por Reg. y Cpr., el autor, en muchos casos, comonta por cuent
a ,propia, ,por ejemplo en los artículos emtullo, peta y rabilero. Pero el
lector, principalmente el kctor no canario, no sabe, la mayoría de las veces,
qué es lo ya existente y qué lo nuevo. Un tercer apartado, en el que
el editor hubiera pueeto las adiciones y^comentarios propios, habría 5ie-oho
la Exposición, a nuestro entender, más rigurosa y cómoda.
Casi todas las lenguas europeas dte cultura poseen ya un registro de
las fechas en que han aparecido en la literatura las voces de su caudal'
léxico. Habría sido muy conveniente que el Sr. Pérez Vidañ hubiera especificado
qué vocee han tenido uiso literario y erv qué época comentó éste,
y cuáles no han salidio aún de los vocabularios. Para una iniciacióln da
esta tarea, ofrecemos al editor las referencias del uso más antiguo que
conocemos de lae palabras de la Colección de Lugo que, al parecer, nos
legaron los indígenas canarios: baifo, gofio, gánigo y tabaiba.
Baifo parece haberse impreso por primera vez en el poema de Via-
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na (13), que P. V. cita a través de Steffen, pero muy ligeraimernte. He
aquí el texto de referencia, en el que, por lo demás, no aparece bien claro
cuál sea su siginificado: •
. . .y fue lo presentando
Doze cerdoisos. puercos, /y gruesissimos
Doze cameros modhos, y mansos bellos,
Doze ca.'trados bayfos y cabrunos
Doze cabritoiB, doze oorderillos,
Doze iechones tiernos regialados,
Doze doz.einas de conejos bellos.
Doze queibeques grandes de manteca
Queso.s anejos doze, y doze frescos,
Doze odres grandissimos de leche,
Doze cueros de gofio de ceuada.
Gofio tiene tradición más antigua. Aparece, creemoá que la primera
vez, en Anxlrés Bernáldez, alrededor de 15(>0, en el siguiente pasaje:
Sembraban el trigo y cebada con cuernos de cabra metidos en
varae, especialmente en Gran Canaria en lugar de arados, é asi volvían
la tierra y cubrían el grano, é oojian en gran multiplicación
de una medida cinqüenta é mas; no hablan [var. hacían] pan salvo
gofio envuelto el grano majado con la leche é con la mant:ca (13 a).
Figura asimisimo en una crónica escrita por la generación de la cour
quiísta, con toda seguridad antes de 1540. El texto de referemcia es como
sigue:
Y tenían los dicho? guadartemeg caea de pasatiempo donde se
¡untaban ombres y mugeres a cantar y bailar con personas que se
(13) ANTONIO DE VI ANA. Antiqücdades de las Islas afortunadas de
la gran Canaria, conquista de Ht-merife, y apar<;crmi/;nto de la Sta. [ma-gicn
de Cdndfíl^. En vfrso suelto y octann rima por el Bachiller ,
natural de la Isla de Tenerife, Sevilla, Bartolomé Gómez, 1604. Citamos
por la edición príncipe, libro extraordinariamente raro, del que on la ao-tuialidad
sólo «abemos e:!fista en España el ejemplar de la Biiblioteca de la
Real Sociedad Económica de Amigos de País de Tenerife, en La Laguna.
Loe versos de referencia, en el Canto VIH, folio 1,73.
(13 a ) ANDRÉS BERNÁLDEZ, Historia de los Reyes Católicos Don Fernando
y Doña Isabel, escrita por el BachiUer , cura que fué de la
Villa df* los Palacios y cOipclláv de Don Tlieigo de Deza, Arzobispo de
Sevilla, en "Biblioteca de Autores Españoles", Crónicas de los Reyes de
Castilla, colección ordenada por D. Cayetano Rosell, tomo III (LXX de
la colección), Madrid, Rivadeneyra, 1878, cap. LXIV, pág. 613.
251
vían acresentar y eolas [.?)>] y acabando lo:; bailes ordenaban sus
banquetes y comidas de mucha carne asada y oosidla y en casueJas
con su manteca frita y llamaban a esta fritura tamorano y tcnian
mucha leche y manteca e gofio [el ms. pone gosio] que es harina
de isebada tostada la cual ellos molían en unos molinitos de mano
y eeta harina masaban con agua o cosina o leche como lo amasan
oy dia todos los de las isJas y este era su pian (14).
La crónica de Sedeño, un poco posterior, pero seguramente de mediados
del XVI, también lo tra«:
El mainten¡miento ordinario [de los canarios indígenas] era gofio
qe. Jiacian de cebada tostada en sus tostadores de barro. Después
de tostada se muele en unce molinos de mano y .ciernenla
pr. unos cedazos de pergamino de cuero agujerado. Amánsalo cuando
lo ihan de comer oon caldo de carne y es bueno y con leche y lo
mejor con miel y manteca. Es gran socorro pa. años de necesidad
y comida enjuta y sana (15).
(14) "Anónimo matritense" publicado por AGUSTÍN MIÍJ.AHES (TAHIX)
con ed título de Una Crónica prmultvn de la conqu^isUi de Gran Canana,
"El Muiseo Oanario", núm. 5 [1935], pág«. '39-90. La cita, en las páE^i-
(nas 82-83. "
(15) ANTONIO ¡SEDEÑO, Historia de la conqui.stn de Gran Canaria,
en el libro titulado Historia (le la conquista de Gran Canaria, por el capellán
y licenciado PEDRO OÓMEZ ESCUDERO, Tip. "El Norte", Gáldar
[1936], ,págs. 66-67 de la 25 parte del citado volumen.
La palabra gofio aparece después, hacia 1580, en el libro de Fructuoso,
Saudades da térra, qu'e recoge P. V.; se imprime varías vece« en Via-na^—
diQis de las caiailee em los versos citados en esta recensióini— y, ya deist-de
esta época, ©n miicihas' poiblioaciionies positerior^as, por ejemplo, en el
P. Pr. Lina DE QUIRÓS, Rrenp sumario dti los milagros que leí Santd
Crucifijo de San Miguel de las Wctorins, d/' H Ciudad de La TMguna
de la Isla de Tenerif«\, ha obrado hasta el año de 1S90, y de. los primearos
predicadores dfi la f<^ 'cn las islas Cctnarias, por el dei la Orden
de San Francisco, Imp. en Zaragoza por Juan de Lanaja, 1612, que pone
en la pág. 9 gofro (cic) de cenada, y en ila pág. 88 gofio. Los ejemplares
de la edicióiTi príncipe de este libro 9an tan raros, que sólo saibemoe de la
exiisitencia del que se guarda en el Convento de los Franciscanos de La
Laguina, que es el que hemos consultado y por el que citamos. Exisite
otra edición, bastante rara, pero qoie puede consultarse en algunas bibliotecas
púlblicae, por ejemplo la de la Real Sociedad Económica, en La Laguna,
publicada en la Biblioteca de "La Laguna", con el título Milagros
del Simo. Cristo de TM Laguna por el P. Fray Luis d^' Quirós. Imp. de
La Laiguna, Bencomo 110, 1907. Hecha sobre la príncipe, pero con poco
cuidado, no es muy de fiar.
252
Gánigo s^gur&meniie también lo empleó Viana por primera vez:
Con esto puso al Rey la pobre mesa,
En ella vn grande ganigo de gofio,
Y de agua clara vn mal laibrado búcaro (16);
Ella muy corta, de vergiien^a llena,
Le dio solo vn moca[n] de vn gTa['n]die ganigo
Que estaua lleno dellos para eü poetre.
Por ser remata ya de sus manjares (17).
Tabaiba aparece usada ya entra 1525 y 1530 por Vasco Díaz Tanco en
sus Triunfos Canarios (18):
Vi olmos y buxoa y balos sabinas
vinaticos palmae scipreses laureles
vi platanoe cedros y ilinaloelog
vi thiles thabbaybas tanbien azeuinas
vi aesaz marmulanos pimientas muy finas
vi thíxos codéeos también orouaJes
vi dragos perfectos muy medicinales
tanbiín leña santa para medicina.
Entremos, en fir^, en el comentario de las voces. Este comentario va a
reflejar, principalmente, aspecos lingüíisticos de La Palma, Ello se debe
a ser el autor de la Colección, el editor y el que hace eata reseña palmeros
y a haber los tres traJbajado, cadla uno por su lado, sobre el haibla de Lia
Palma, preferentemente.
(16) ídem, Canto X, folio 207 v. El original pone 107, pero es evi-denite
error, porque el folio anterior ee el 206 y el siiguieinte ol 208.
(17) ídem, Canto XIV, folio 276 v.
(18) Del libro Los veinte tMumphos hechos por Vasco Díaz de
Frexenal, segúin el texto reteditodo por A. R. RODRÍOUEZ MoíÑiiNn con el
título de Los Triunfos Canarios rfr( Vasco Díaz Tanco, "El Museo Gana-rio",
núm. 4 [19(34], págs. 11-35. El original es libro de extrema rareza;
sólo se conoce um ej'emplar completo; que se custodia em la Biblioteca Nla>-
ciona,l de M^adrid, con la signatura R-16906. Rodríguez Moñino fija la fecha
de la composición entre 1505 y 1529; ipero de acuerdo oon dociMnent-tos
coetáneos, tales como el testamento de Guillen Peraza, publioado por
el Dr. D. JOSÉ PERAZA DE AYALA em Revista de Historia, VII [1940-1941],
218-217, que fué otorgado en Sevilla el 24 de marzo de 1531, en el que
nombra a D. Diego—^niño a quiein bautizó Díaz Tánico—oomo último die
euis hijos, y si teremos en cuenta que (Calillen Peraz^a í« había oaisado en
1514 y que D. Diego es el último de sieite hijos, podemos fijar con toda
exiactitud la fecha de la composición eintre 1526 y 1B30.
Por los demás, tabaiba, hacia 1590, es citada por Fructuoso, referencia
que recoge P. V., y por Torriani, y se imprimió en el Camto I del citadlo
PoemM de Viana.
263
Ajoto. Noeotros hemos recogido en Garaffa el refrán. El que no se ajotó
ni ganó ni perdió, en qtue ajotarse significa "confiarse, fiarse". A la
vista de este refrán, del anotado por Pérez Vidal para Mazo Ajótate a huevos
comerás tortilla, que tamihién es usual en otros pueblos de la isla, y
de haberlo oído nosotros en conversación corrida, quizás conviniera rectificar
la afirmación de la página 25, que dice que ajoto I ajota son voces eo
desuso en Canarias. Por lo menos, el verbo ajotarse está aún en uso em
La Palma y, según nuestras referencias, ajoto está vivo todavía en los
campos de Gran Canaria.
Alpende. En Garafía hemos recogido la forrua alpéndere, anaptixis de
la castellana alpendre, de uso casi exclusivo en el pago de Cueva de Agua,
en la acepción fundamental, además de la desviada semánticamente que
anota P. V. Alpéndere, en Cueva de Agua, por lo menos, tiene el significado
de "caisucho de poca importancia, de poco valer, lo mismo para personas
que para animales".
Apuntar. Hemos recogido en Garafía apuntarriar. en igual sentido.
Dar puiitarros a la ropa es frase bastante corriente.
Bacinilla. Ademáe de tibor, «n La Palma se llama también a este utensilio
pujabnnte.
Baga. Sí usa con frecuencia aplicada al glóbulo del ojo. lieventarseí
la baga de los ojos se oye mucho. Pero, paira leil glóbuño del ojo. lo máis
socorrido, en el norte de La Palma, es bagaña. Tienen bngn el loro, lal
la.'iebiño, >d biñátigo, el tártago, la ruiíbera, la ram/a de sav.tamaría, etcétera;
tiene bagaña el lino.
Baifo. También se usa an La Pailma, en cor.tra de lo qua opina P. V.
Como tal voz palmera la tenía recogida D. Antonio Pestaña, que la defi-iTie:
"El hijo de la cabra". En- esta ao;pción la hemos recogido tamibién
tniosotros, pero se usa muy poco y parece que como por influencia de personas
de otras islas. Personas de Garafía nos dijeron que baifo j baifito.
baifa I bc^ifita se aplican, respectivamente, al cabrito, hasta que sirve
para cubrir las cabrae—después se llama chibntn—, y a la ciabrita, haista
que queda "cargada" [—preñada]—^después fe llama cnbr'i- . También
se le llama gaifo / gnififo / gnlpito I gnipito al animal que 1; faJta unp
grano [ = testículo]. Traemos estas formas a colación, porque el paso
h> g es bastante corriente, y porque el desvío semántico en una pnlaibra
de poco uso, bmfo, no es raro. V > p, aunque raro, se da, y Peaítania, en
las voces citadas en la nota 6, pone rachnfn y cachapa. írsele n \(no el
baifo, en el sentido de escapársele a uno un asunto o negocio que tenía
entre mamos: Se te fué el baifn hemos oído repetidamrmte. Esta acepción
es casi idéntica a la anotada por Millares. En Garafía hemos recogido
baifo, en una curiosa acepción, usado como adjetivo. Se aplica a lo que
cede al tacto, aunque la apariencia externa sea de dureza: En enfn .lara,
hay muchas papas baifas = que pareciendo buenas por fuera están podrida?
por dentro. Papas haifns, pues, tendría su i xplicación en gai-
254
fo (¿ <Zhaifül), esto es, papas que teniendo una apariencia externa de
buenas, fallan cuando se quiere sacar proveciho de ellas, como los gaifos,
con un sóio testículo. Sería una acej>ción traslaticia típioamenite campesina.
Balde. ^A-demás de lo dddho por P. V., en Santa Cruz de La Palma se
uisa balde del cochino coma nom,bre para los desiperdiciois de lias comidas
que se juaiitan paira aldm'ento de loe cerdos. Fui a llevar el balde del co<-
chino. Fuimos a recoger el balde del cochino son frases Uisuales inde-penddtíntemiente
del envase en que los desi>erdicioi» «e guarden y ded número
de vasijas. En los oftmpos de La Paima ©1 dornajo del cochino—el
recipiente—se llama balde del cochino. En amibos casos, la lejcplicacián
semántica es obvia. Por lo demás, en Garafía se dice sieniípre el cubo d&
la aljibe, el cubo del agua y com menos frecuencia el balde. (19).
Bamballo. Teínemos recogidas en nmmerosoa luganes de La Palma las
formas bamballún ¡ bamballona y bamballento / bannballento,, esta última
más uisual. Lo frecTiiemte del siufijo para designar cu>aJidad o estado
-ento/enta {bamballeMo, alarbento / alurbienttí, sarnento, borrallcn,.
to, maniento "maniiático" [Tazacorte], grátenlo [formia exclusiva en los
campos en viez de "grasienito"], estropajeyíto, bichento, lamerento, carU'
chento, etc., letc.), frenite a lo poco aibuaidianiteis .que eoni las formas eo-mejantes
castellanas, parece un dato más de la influencia portuguesa en
La Palma. Las formaciones poptuguissas de este tipo son extraordinariamente
numero'fae. A la acepción de bamballo para La Palma, convendría
añadir: "Persona de cuerpo alto y desgarbado", que ya había recogido
Pestaña, y lia de "persona que no »e salbe poner la ropa y anda siemijire
dtsverijada", recogida por nosotros.
Bameo de mar. En Garafía, Puntagorda y Tijarafe es inonxbre casi ex- •
elusivo dte la ola del miar, leisipecialmente cuando ésta es grande.
Baña. Se usa casi eiempre en ploiirail: bañas.
Belillo. En la acepción registrada ipor Lugo, se usa también mUcho
fatejo, en Garafía. De una mujer embarazada se dice: Aquélla ya consiguió
el belillo.
Bicha. En La Palma no la hemos oído nunca en la aceipción de "cometa".
Es el nombre más corrie'nte de la méntula, entre mozoiibeteis.
Borrallo. Más que "rescaldo" ee lia ceniza en qua arden las brasas. Las
cenizas del hogar o de una hoguera cualquiera, de um hor'no, etc., aun
después da mucho tiempo de apagado el fuego o de haberles llovido encima,
continúan llamándose borrallo. Añadamos a este artículo que la.
(19) Aljibe, femerino, por fonética sintáctica. Bl jirocíiso ©s como
sigue: sinalefa con el artículo > fUiljibi', con aféresis de la a > laljibe,
por anaptixis sintáctica > In aljibe. Con el artículo indefinido la explicación
vale lo mismo: itw aljibe > una aljibe.
255
voz era ya usuail en ©1 sig"lo XVIII, según ee desprende dl3l fragmento
siguiente (2Q):
"Sábado, 12 de mayo de 1759, dtespués de las cinco de la tarde,
bautizaron a una ing^lesia en casa de do'n Amaro González de Mesa;
fué padrino dicho don Amaro y su hija; pueiérOnle por nombre María,
y llamáibaíe Rebeca. Habiendo pasado una escuiadra injglesa que
iba a las Indias a tomar unos puertos a los franceses, con quienes
tienen guerra, se quedó em tierna y vino por último a (casa die
don Amaro de Mesa. De estado no es fea; ibaja, blanca y encarnada.
La gente fué mucha en loe Remedios. Fuese con Dios al cabo de poco
tiempo al puerto, y desipuós fuese con sus ingleses, que cada gato
vii.rlvc al borrallo".
Bucio. Tenemos recogido para La Palma el sinónimo futuio [o muy
cerrada] forma onomatopéyica, seguramente. Habla mucho fiuyo y to.
do el día estuvieron jalando por los fututog. En el ©stado actual die te
investigación, no nos parece aceptable el indigenisimo de la formia bucdo,
propuesto por Álvarez Delgado.
Bufo. A lo dicho más arriba debemos añadir que en La Palma se llamia
bufa a u'na especie de hongo licoperdiáceo que, seco, ge hunde fácilmente
al tacto y desprende gran cantidad de polvo. A este hongo se lo dtenomiina
tamibién fungo.
Bujero. En La Palma son corrientes, además, las formas abujcro y
burejo.
Burgao o Burgado. La'fomia exclus.iva del norte de La Palma es buf-gajo.
En Santa Cruz de La Palma se dice burgado. Yerra Alvairta Delgla-do
(Miscelánea, pág. 68) al decir que Juan B. Lorenzo anota la forma bur-gago
para La Palma: según el manuscrito autógrafo que poeeemos, J. B. L
anotó bulgado.
Caja de Guerra. Uaado «n La Palma y Tenefriíe. Ein aimibas islias hemos
oído: Estar soplado como una caja de guerra y Salir a toque cajai,
haplología de "salir a toque de una caja de guerna" = "s.alir aipreisurada-mente,
salir a paso ligero".
Coruja, Casi siempre hemos oído curuja / curuja I curuju. El hecho
de cerrar la o hasta hacerla ^l, miuohísimas veceei es rasgo peculiar de la
fonética portuguesa. En el norte de La Pialima es fenómeino muy frecuien-te.
Lo consideramos de influencia portugalesa i'ndúbitable.
Charamusca. En el norte de La Palma es más usual charamusga.
(20) Tenerife en el siglo XVIII. Del diario del regidor Anchicta y
Atüreón. Notas reicopiladas por BUENAVENTIRA RONNRT. "Biblioteca Canaria".
Santa Cruz de Tenerife, s. a., pág. 17.
256
Chiliiulrínia. Más que de "picardía", qn lia. Palma se usa en el sentido
de "mentira", "embuste".
Chisgo. Forma usual en La Palma es también chije. Tenemoe anotada
para esta isla iLa voz achijarse, especialmente ¡&n la frase achijarse
de mieo. Nos parece digresión la cita a Covarrubiais que hace P. V. y la
Pelación estabtecida con el chis I chije del juego del boliche.
Emborcar. Con igual significado se usa embolcar.
KmborraUar. Fundamjentalmente emborrallar es eneuciar con borra-lio
(véase lo que dejamos anotado para esta voz), como explica Carré. El
que se llaane así al manchar el cuerpo con manteca, miel, alquitrán, etcétera,
es u'na extensión del signifioado primitivo muy poco usada en los
campos de La Padma.
Embosada. Para el norte de La Palma tenemos recogidas lias formas
mosada y morsada, con igual significado.
Encachazado. Tlambién se oye con iguaJ -significado la voz emperru-sado.
Bncetar. En el norte de La Palmia se usa ensetar sólo para las vasijas:
la botella del agua, del mojo, etc.; el barril del vino, la fola y el
odre, etc. En Santa Cruz de La Palma y Tazacorte es comenzar cualquier
comida, por lo común sin el consenso general: ¡Esta ya ms ensetó eí
pan! ¡No rne enset(*s las uvas antes de ponerlas en la mesa!
Engazo. La forma engmo es de poco uso en La Palma. En sai lugar se
usa ingaso "escobajo de uvas", que en el norte de la isla es la forma exclusiva.
Como en el caso del paso de o a u, creemos ver aquí otro rasgo
del fonetiamo portugués. Cfr. port. ichacorvos I cart. echficucrvos: impostor,
idade I edatt [en La Palma aid/í •<. laida, can (aféresis de la 1],
inteirigo / enterizo, inteiro / entero, invcja / envidia [en La Palma enbi-dia],
investida I embestida, irmandadie I hermandad, isento / exenta,
isso I eso, etc.
Engodo. Además hay que añadir la acepción engodo — lamero "lodazal":
Todo se jiso en un engodo = Todo se jiso en un lamero, "Todio
se hizo un fango, un lodazal".
Enjillado. A la fruta enjillada, sin que antes se haya desarrollado
normalmente, ee la llama taimbién pasmada.
Ensapado. La acepción más corriente en La Pama es "callado", "taimado".
Para "ruborizado, avergonzado, acalorado"^ es más común en La
Palma enchapado.
Entecado. En La Palma significa "revejido, que no medra".
Entullo. En La Palma se usa también atuUar en el mismo sentido de
enfullar.
Escarranchado. Es también usual la íorma escanchado: LLewJiba el
chico escanchao a las caballeras.
Fastidio. En el norte de La Palma la forma exclusiva es fastío, como
en portugués. Las mujeres embarasadas suelen tener fastlo.
HEMEROTECA P. MUNlUirw.
Santa Zm (te TenetiH ^ ^^^
Fechadura. Tarnibién se usa fichadura y ambas formas son muy ci
rrientes en el norte de La Palma. Como sinónimo, se oye la voz pestüb
ra I pist¿llera, cuya primera, forma recoge Lugo.
Ferruja. En La Palma es más común ferrugento que fcrrugieiito.
Ferruja se llama también a una niña pequeña, desmedrada y discreta.
Folia. La voz folla, según nos comunica D. Amdrés de L.-Cácere», era
ya corriente y usual en el siglo XVIIL La acepción que en el artículo co-rreepondiente
a esta voz da P. V. para refalar es traslaticia en La Palma,
donde también se conserva la originaria poirtu^esa de "tirar de la
piel, desolliar". Refalar es, en La Palma, "tirar hacia atrás de la piel m6-«
vil que cubre el ibálano del pene"; refale, formacióln postverbal, «irve para
nombrar la parte de la méntula que la acoión die refalar deja al descubierto.
Por extensión, cuando a uno le dan un golpa en los labios y éstos
se hinchan y la piel tira de ellos haciía atrás s.e dice que se. tienen los
besos refalaos. Por lo demás, no crsemos que a la voz falía pueda apro-ximársiele
folar / refalar, pues mientras para ésta parece ee-guna la etimología
a base de falle "piel", para aquélla hay forzosamente que buscar
otra explicación. Folar y refalar aparecen ya recogidas por D. Jofé Manuel
Hernández de las Casas, en la relación que citamos en la nota 7. La
voz folia f* oye en La Palma con fonetismo portugués: fulla.
Fonil. Ee más usual en el norte de La Palma funü, con el cierre ca^
característico de la o en u, como en portugués.
Forfolina. Erí Garafía, fnrfurina y furfuríña, con fonetismo típicamente
portugués respecto de forfoliva. Para El Paso tenemos recogida
la forma forforiña.
Gánigo. Aunque Juan B. Lorenzo recoge como indígena de La Palma
la voz gmiiqo y la define "Bacija de barro" (sic), al igual que P. V., tampoco
nosotros la hemos registrado i>ana La Palma. Si ello es así, ¿TÍO as
un poco inoonispcuente en P. V. ponerle como pie a la figura de Ija página
114: "Gánigos indígenas de La Palma"? Al noeotros- no saber el nombre
indígena palmero del objeto reproducido, mejor sería dejarla el genérico
castellano de "vaso" o "vasiija".
Garañón. En el norte de La Balma sigfnifica también "ratero". Gnra-ñar
e>s "echar las uñas a alíro, atraparlo".
Guantazo. En La Palma golpe en generaii, especialmente el que ee da
•en las nalgas.
Irisado. En Santa Cruz de La Palma es más usado el adjetivo verbal
inso "lleno": Inso de piojos. En Giarafía vive aún el verbo insar: A aqw-lla
pobre si se le insaran las chinchas em urna frase recogidfa por :no»-
otros en 1946, en el sentido de "A aquella pobre si se le amontomaroTí o
ee le juntaron las chinches". Otra frase fué: FJ gramil está tan insao
que no hay quie^ lo pnffda desquisiar •= "La grama está tan espesa,
que no hay quien la pueda extirpar".
Jarondo. Después que le dimosi a P. V. las referencias que menciona
258
en este artículo, hemos recogido esta voz en La Palma, en la acepción de
"ordinario, basto, soez, sucio", especialmente en Santa Cruz de La Palma
y por lo general aplicada a personas del sexo femenino de 'baja ©s-toía.
Jeriiiigonze, La hemos recogido en el sentido de "gracia, monería" bajo
la forma jeringosu, cuando se le hacen p a c í a s a un niño o a una persona
para quitarle un enfado. Las jeringonsas suelín ir, generailmenite,
acompañadas de gestois.
Lambuzar. En idéntica acepción hemos recogido en el norte de La Pa'
ma lambrusar.
Monifato. Tenemos recogida, además, la forma rnori,icuuco. comparable
a la aicadémioa monicaco.
Murgaño. Algunas vecas se llama en La Palma murgañera a la ratonera
para los ratones pequeños. Se nos afirmó también la existencia de
una yenba llamada murgañera—^muy conocida y usual para purgantes en
Tentrife—, pero no hemoe podido comprobarlo (2l). En La Palma mitJl-gañera,
por lo menos en el norte, ha venido a ser sinónimo de "cosa pequeña
y enigorroea". Así, cuando al cavar las papas éstas son pequeñas
y engorrosas de recoger del teirreno, »e las Uamia murgañera (en isimgur
lar, con sentido colectivo). U'na murgañera de yerba ee una grtan oaniti-dad
de yerba chica que "no se puede desquisiar" [ = estirpar].
Pilla. Seguramente por influencia formal de la voz pilla, se llama también
pilla a las "ohincihas del breso", esto es, a la lapilla del brezo. Por
fonética sintáctica, la lapilla paeó la la pilla.
Rabilero, ra. En La Palma es corriente en el sentido de "persona relamida".
Refistolear. En Tijarafe y en Garafía hemos oído el americanismo
parejero para refistolero.
Renujerequero. En Garafía, la forma exclusiva es mejedero, que no registra
P. V.
Tacho. Se uaa todavía en el norte de La Palma, etti la (acepteión de
"bajo".
Táramela. Así es corriente llamar en La Palma a una persona alocada
o tarairabana.
Tiesto. Como sinónimo de tiesto, aplicado a una mujer de vida poco
seria, ee usa en La Pallma la voz cuúdro. Amibas!—tiesto y cuadro—pueden
darse en expresiones fam,iliares y cariñosas: ¡Este niño es un verdadero
cuadro! En El Paso, tiesto eignifica "tostador de barro".
Tostón. Valía 1'25 pesetas la moneda de «ste oiiomlbre.
Triatel. En el norte de La Palma la forma uisada era cristel.
(21) Cfr. las conclusiones del Dr. Steffftn en la recensión de su curso
monográfico Nombres populares de algunas plantas canarias, que
publicamos en Revista de Historia, XIII [1947], 84-87.
269
Vagañete. En este artículo debió haber especificado P. "V. dónde consta
la relación de la visita efectuada a La Palma por el obisipo D. Bernardo
dfe Vicuña. En Tijarafe Puntaigorda yi Garafía, a/demás^de en Los Llanos
y El Paso, «e llama bagañetas a las vendedoras de pescado de Taza-corte.
Vemiegal. Talla y bernegal son sinónimos en La Palma. La figura di-bujladla
en la pág-ina 168 se llama ©n La Pallma tina y tinaja. La talla tiet-ne
el payo \_— barriga] en el medio, como ©n Ja figura de la página 156.
Las eiratas de imprenta, en abra de coimposición tan complicada, son,
«n general, muy poco abundantes; la mlayoría; de ellas pueden ser corregidas
por el lector ititereisado, pues frecuentemente se trata sólo de faltas
debidas a la prounciación canaria. La imprenta cumplió dignamente su
cometido. Una mala lección, sin embargo, queremos rectificar: en la página
118, el verso
Tum Cererem córruptam undis Cerealiaque arma (Emüda, I, 177),
que Revista de Historia, IX [1943], 135, publicó con la errata de Cere^
ren por Cererem, P. V., sin verificar la cita, lo repitió con el mismo
error.
Y con C'Sto llegamos al final. La obra de Pérez Vidal es el monumento
más alto, haeta hoy, de la lingüística románica canaria. Sd nos hemos detenido
prolijamente en el comentario, es por creer que la obra merece «er
estudiada a fondo, y por el afán de allegar el mayor número posible de
datos a la labor—que necesariamente ha de ser colectiva—de registrar «1
habla y vocabulario de las Islas.
El libro de Pérez Vidal—^ee necesario repetirlo—es bueno y está bien
hecho; bueno y bien hecho, en el sentido pleno que estas voces comportan.
Y, si lo compairamos, siempre resultará mejor. Nuestros plácemes más
sinceroe al editor, y que ipronto veamos nuevos trabajos suyos de lingüística
románica canaria, campo en el que P. V. se nos ha mostrado uno
de nuestros más sagaces y concieinzudos investigadoree.
J. RÉGULO PÉREZ
Luis DIEGO CUSCO Y.—"La adivina. Contribución
al estudio del folklore canario" —"El Museo
Canario", núm. 17, enea-o-marzo de 1946, páginas
57-76.
Nuestro buen amigo Luis Diego Guscoy, «n el trabajo que sirve de
título a esta reseña, ee puso como tarea -comparar el estudio ás C. Pires
de Lima O livro das aditünhas, Porto, 1943, que recog=i 339 adivinanwis,
260
con unas 200 (131 de eu libro Folklore infantil, La Daguna de- Tenerife,
1944; máa 60 no publicadas) suyas recogidas en Tenerife. De ello concluye
que, como sucede en el terreno lingüístico, en el aspecto folklórico de Canarias
hay también una positiva influencia gailaico-portuguesa.
La comparación es sugestiva y, en muchos casos, hasta pudiera parecer
incontestable. Pero es el campo ft^lklórico terreno muy movedizo, materia
demasiado vaga—^como reconoce el mismo Diego Cuscoy en la página
60—para que, atacada deede un solo lado—aquí el galiaico-portu-gués—,
como hace el autor, pueda Ik^garse a coincluisionee probatorias y
fehacientes. Creemos que Cuscoy no manejó, para la preparación de este
trabajo, el libro de PVancisco Rodríguez Marín Cantos populares espOr
ñola, I, Sevilla, 1882, pues de haberlo hecho, muy otras de seguro, habrían
sido sus conolusionee, ya que, al moverse en un campo comparativo
más extenso—Rodríguez Marín aduce casi siempre ejemplos tomados de
casi todas las lenguas románicas—, la circunspección se habría impuesto,
necesariamente, en un espíritu de investigador honrado y concienzudo como
es el de Cuscoy.
Así, ante la adivina de las naranja?, núm. 81 de Cuscoy:
Cien damas en un corrillo
todae visten de amarillo
núm. 227 de Pires de Lima:
Muitas damas num caatelo
tódaj vigitem de amarelo
y r.iúm. 462 de Rodríguez Marín:
Muchas damas en un castillo
y todas visten de amarillo
¿qué podemos pensar de la versión por nosotros anotada para La Palma:
Sien damas en un castillo
todas bisten de amarillo?
Desde luego, no eu comparación preferente con el galaico-portugués.
Otros ejemplos nodrían aducirse, vcrbi gratia el del ajo, núm. 65 de
Cuscoy, frente al de Pires de Lima, a la versión recogida por no:-otros en
La Palma y a los números 502 y 504 de Rodriga :z Marín, donde éste pone
las formas penin^^ulares asturiana, portuguesa, del Almirante y hasta
del vasco. Es más: en algunos casos podríamos llegar al francés, al italiano,
a las literaturas naoiiomales clásicas y aun hasta el latín y grieg-o.
pero basta; porque ello no serviría sino para corroborar que, en ase fondo
cultural común a todo el occidente europeo, los moldes del pensamie-n-
261
to popular y sus expresiones, en fórmulas como las que comentamos y
otras semejantes, están de tal modo ¡mbricadoe, í'-on tan laberínticos, que
cualquier intento de solución unilateral! apenas pasa de iniciar el camino.
Y coñete que nosotros estamos firmemente convencidos que lo galaico-portugués
constituye uno de los factores prominentes en la formación
de lo canario.
Pero, de todos modos, siempre es meritorio que estos problemas ee
susciten: el material aJií queda; las refereiicias, también. Y esto, junto
con la nobleza del intento, siempre tiene un valor positivo.
Las palabras portuguesas codea (pronunciada codia) 'corteza', 'costra,
cscarrar 'expectorar' y viinhoca—que en La Palma no rignifica 'roe-ca'
u 'oruga', como para Tenerife dSce Cufcoy (y nos parece que en Tenerife
tampoco), sino 'miñosa', esto es, 'lombriz de tierra', como en portugués—
son muy corrientes y tienen la misma pronunciación y eignificado
en La Palma, si bien codia es mucho más usuaü pronunciada cotia, p. e. "la
cotia de la lengua", con fonética más arcaica. A la 'oruga' ee lia llama
en portugués lagarta, lueismo vivo y corrientísimo entre los campesinos
de Tenerife, pero no entre los de La Palma, que dicen usualmente rosca
¡o bicho.
Bn fin, el hecho de que hayamos marcado em nueftro ejemplar niáa
de 50 (cincuenta) erratas de imprenta, en 20 páginas escasas de texto, no
nos extraña, que "El Museo Canario", de tiempo, nos tiene acostumbradas
a ello. j. RÉGULO PÉREZ
Miguel PINTOR GONZÁLEZ.—"Los puertos
de las Islas Canarias occidentales".—Publicaciones
de la Real Sociediad Geográfica, Serie B,
Núm. 172, Madrid, 1945, 48 págs. 42.
Le geografía de las Islas, que hasta EUhora haibia estado—^la poca hecha
que puede llamarse propiamente tal—en los libroe de los naturalistas, por
ejemplo, von Humboldt, Webb y Berthelot, von Buch, Bannerman, Prust
y Pitar, Fernández Navarro, Hierinández-Pacheco, etc., pero nunca en libros
de carácter geográfico propio, comienza a salir de esta penuria y a
aparecer en oibras de conjunto y monográficas verdaderamente interesantes
y bien hechas. De este tipo son dos aparecidas este año: la de D. Francisco
Alonso Luengo, Las Islas Canarias. Estudio gc^gráfico-rconómico.
Notas sobre la tierra y los hombres, y la de D. Miguel Pintor Gonzáleiz,
objeto de eeta nota. (La monografía del Sr. Pintor lleva en lia portadla
la fecha de 1945; en la cubierta, la de 1946; de hecho, como folleto, no
apareció sino en 1947.)
De la obra del Sr. Alonso ya se ha ocupado adecuadamente nuestro
colaiborador D. Leoncio Afonso Pérez, en el núm. 77, págs. 112-115, de
262
Revista de Hüstoría. Vamos nosotras a hacerlo ibrevemente del opúsculo
del Sr. Pintor. Divide éste sa trabajo en cuatro partes, que titula respectivamente:
"Situación de las Islas Ganarías occidentales", "Somero estudio
económico de l'a provincia de Santa Cruz de Tenerife", "Puertos de
la provincia de Santa Cruz de Tenerife" y "Alienas cuestiones de carácter
tédnico". El trabajo del Sr. Pintor es serio y concienzudo y da uma
idea precisa y clara del asunto la que ee refiere: los puertos, en función
de la economía de las islas. No podemos entrar en pormenores, y nos resta
íSÓlo, al dar lia noticia de sú aparición, rooomendar su lectura y estudio
a cuantos ee interesien por í& geografía humana de nuestro archipiélago.
En un punto, sin embargo, discrepamos del iautor. Éste, en la pág. 26,
al hablar de Temerife, pone: "En la zona Sur los pueblos fueron construí-dos
a cotas aproximadas a los 500 metros sobre el mar, distando de la costa
de cinco a diez kilómetros; el objeto de esta situación era debida a la
preocupación de sus habitantes de precaverse contra las frecuentes incur-sion'eis
de los naturales de la vecina costa africana, que periódicamente devastaban
esta zona". No creemos que la piratería africana influyera en
el empliazamiento de los pueblos del sur de la isla; fueron, a nuestro parecer,
las condiciomes mismas del terreno—fertilidad de la tierra,, posiibi-lidades
de cultivo, proximidad de las aguas principalmente, etc.—las que
dictaron los lugares donde se han ido reuniendo los grupos de población,
pues las costas canarias son casi siempre inhóspitas, "costas de repulsión",
de acuerdo con la terminología acuñada por Ritter.
J. RÉGULO PÉREZ
Dacio V. D A R Í A S Y PADRÓN.—"Páginas de
la Historia Regional. La Junta Gubernativa d«
Fuerteventura; La Junta Gubernativa de Lan-zarote".—^"
El MUsco Canario", año VI, núm. 15
[1945], págs. 15-25, y VII, núm. 18 [1946], páginas
19-34.
Es de extraordinario interés para la historia local de Canarias el momento
apasionado en que la opinión ipública isleña, lllbre súbita e inesperadamente
de la secular tutela que la venía anulando de hecho, se mai-niff'stó
púiblicamerjte con ocasión de la criíiis napoleónica. Algo se ha «si-crito
sobre ello, pero es evidente que queda mucho por decir e interpretar,
para lo cual hace falta una gran ecuanimidad, pues, aunque resulte
chocante, aquellos episodios siigu«n apasionando y turbando el ánimo de
lo? pocos que de ellos se ocupan al cabo de más de un «iglo. La ventioal
caída del poder central, que mantenía a todos a raya hasta entonces, produjo
un ¡estallido de entusiasmo y pasiones; surgió a la superficie la rivalidad
de las islas mayores que, sin duda gestada de tiempo, dio lugar
263
entonces a ruidosos incidentes. Pero contra lo que algunos superficialmente
creen ver, no se redujo a ©sito el conflicto público de aquellos días.
No fué sólo una cuestión de "canarias" y "tinerfeños", sino qus paralelamente
y mezclándose con ella, para confusión de historiadores, estalló en
todas partes una ruptura que podríamos acaso cifrar en lucha de los partidarios
de que todo estaba bien y de los deseosoe de novedades. Quién
tuvo razón y quiéti no y qué estímulos movieron a unos y a otros soin
cueationjís delicadas que no debemos hoy fallar ligeramente.
. Entre los que han tratado de enjuiciar aquellos hechos, ha siolido predominar
la preocupación local. Por esto son especialmente interesantes loe
trabajos que enfoquen el tema desde otros ámguloí'. De ésos son los dos
estudios cuyos títulos encabezan estas líneas, debidos ambos a la labor
do inveisitigación directa de papeles inéditos en que se distingue D. Dacio
V. Darías y Padrón, su autor. Contienen a)bundantes datos y numeroía«
citas de las personas participantes en cada episodio; constituyen, puesl,
una aportación po.«itiva al conocimiento de los hechos.
Ahora bien, estos copiosos datos son utUizadoa para eostener una tesis.
Tesis tan previa, tan independiente de loe datos mismos, que la contradicción
a menudo salta a la vista y a la pluma del autor. D. Dacio Da-ria
se propone, sin vacilación, afirmar que e] movimiento ilegal de las
Juntas fué funésito para el paíe. Qoie fueran ilegales poco puede preocuparnos,
pues no cabe duda que tamlbién lo fué el propio grito ée independencia
lanzado el Dos de Mayo o las Juntas Americanas. En cuanto a lo
funesto de su actuación en Canarias bastará, para comprender qlie ©s
cosa muy opinaible, leer las mismas páginas que comentamos. Hablando
de Fuerteventura, después de exponer las primeras medidas tomadae por
Tabares de Roo en nombre de la Suprema dp La Laguna, Darías titula
así el apartado siguiente: "Benemérita actuación del Delegado en otros
aspectos de su cometido" (pág. 21). Juicio isemejante tiene que emitir sobre
la Junta de Lamzarote (pág. 29), después de condenar su estaibleci-miento
y su ilegalidad. Y es qoie los hombres de las juntas tenían un programa,
«p proponían algo; sus adversarios, en cambio, estaban tan satis-feAos
de la vida, que, a cambio de seguir en su apacible descanso, hubieran
aceptado cualquier rey José notificado por cualquier "Mosca" y no
ciertamente por afrancesados'—pues éstos fueron en la Peníreula acérrimos
reformistas, partidarios de una revolución desde arriba—, ííino por
comodidad.
Es lástima que el autor, que tantos datos inéditos aduce, no haya querido
tener en cuenta lo poco publicado sobre la cuestión. En ©sta ReyiisAa,
hace años, dio un breve, pero más coherente y claro relato de los «piso.
dios de Lanzarote D. Eugenio Rijo Rocha (1). La tesis allí sosteinida era
(\) EtT.RNin RIJO RonnA. Nniirinx pnrn la hi.tfnrín rff T.nnznrof^,
Ln }Kh\ nnfi' rl In^nntmnifvto vnrinvn! ilr ISOS, Revista de Historia, VIII
[1942], 73-81.
264
aproximadamente la opuesta a la de Darías, aunque los hechos relatadois
eran loe m.ismos. El autor lanzaroteño formaiba con ellos un proceso seguido,
en lugar de lias Eolueioneg de continuidad que quedan en la narración,
mucho más detaJlada, de Darias, debidas acaso precisamente a su
origen documental. Es curioso ver, comparando a amibos autores, cómo Darías
hace una noble víctima de D. Pablo Rodríguez Perazia, isimple "intrigante"
para Rijo, mientras D. Manuel Antonio Travieso, "persona ver-diaderamente
honorable, perfecto caballero y excelente patriota", para este
último historiador, apenas 6s mencionado de pasada por el primero,
aunque fué nada menos que el presidente y la figura central de la Junta
lanzaroteña. Supone Darías resultado de la volubilidad de los isleiños
la elevación de D. José Feo y Armas al goibiemo militar de la isHa coin
la expulsión de su antecesor D. Lorenzo Bartolomé Guerra, mientrais Rijo
lo explica como imposición expresa de la Audiencia triunfante, de acuerdo
con el Delegado Avalle de la Junta Central. Estas y otras coritradic-cioneg
de hecho hubiera sido útil aclararlas, al tratar ahora el Sr. Darías
este tema, en lugar de silenciar el intereisante relato de Rijo, aunque estimase
prescindir de sus juicios.
Por nuestra parte, no prefumimos de otro estudio de esta cuestión que
la rápida lectura de los trabajos aquí citados y no nos aventuraremos ¡ni
a precisar hechos ni a formular juicios definitivos. Y ifos complacemos
en reconocer que los estudios del Sr. Darías han de ayudar mucho a acercarnos
al conocimiento del turbulento amibiente de aquellos años.
E. SERRA
Guillermo CAMACHO Y PÉREZ-GALDÓS.—
"El Imperio Español en Canarias".—Lección para
l«i alUnuios de 65 año de Bachillerato.—Las
Palmas, Tip. Alzóla, 1947, 24 pégs^ 42.
La falta de un manual breve que, recogiendo los resultados recientes
de la investigación y de la crítica, sirva para informiar a estudiantes y a
personas cultas en general sobre el pasado histórico de estas I;las se hace
sentir cada vez más. El vivo deseo del público por hallar a mano tal información
lo demuestra la demanda que de las indispensables Noticias
históricas del gran Viera existe constantemente y quie ya ha llevado a
doe reediciones recientes de la obra. Pero la historia de Viera, excelente
en su tiempo, indispensable todavía hoy, no puede Uesnar satisfactoriamente
un fin de divulgación, no sólo por sus dimensiones, sino porque
en la actualidad solamente puede leerla con fruto quien tenga ya urna
buena infomnación previa, y eíto es lo que precisamente falta. El tralbajo
265
que más ee acercó a este objeto fué «1 de D. Dacio V. Darías, Bn'vcs nociones
de la historHa general de las Islas Canarias; lo venimos recomendando,
cuaindo se nos pregunta por una primera orientación; pero, aparte
cuestiones genOraJes de enfoque de los temas, que es cosa pereo/al, adolece
ante todo de haber sido redactado tomando como fuente a Viera y
Clavdjo, y sólo a esta base incorporar aquí y allá ailgnr.oe resultados de
la investigación moderna, como cosa meramente accesoria. El apremio de
un instruimer.to de enseñanza es el que ha llevado al Sr. Camacho, licenciado
en nuestra Facultad de Letras, a pulWicar este breve folleto que hoy
mencionamos. Se ciñe a his^toriar, con fines docentes, las Canarias españolas,
y, asi, dedica pocoe párrafos a la sociedad aborigen y uun al proceso
de incorporación a Castilla. El mayor espacio ise corisagra a las instituciones
públicas y a las empresas y peligros militareis de los siglos si^
guientes; y todavía le queda sitio al autor para un resumen del des^
arrollo económico y un vistazo a las artes y letras entre los iisleñoe. El
esfuerzo es, pues, ante todo, de síntesis, y éste bien logrado y basado len
traibajos recientes. Se refleja bien esto en la bibliografía, que ocupa la
última páginia, en la cual acompañan a Viera, siempre indispensable, solamente
artículos de revista puiblicados en los últimos doce años; siquiera
como reacción contra los repertorioe de viejas crónicas narrativas como
única biWiografía dé nuestra historia, es simpática la posición del
autor. Es de desear que nue&tros profesores de bacihillerato sigan este
ejemplo y se acostumbren a animar co', lo local la enseñanza de los procesos
igeneralee de l'a historia.
E. SERRA
Sebastián JIMÉNEZ SÁNCHEZ.—"Excavaciones
arqueológicas en Gran Gamaria, del Plan na-ciomial
de 1942, 1943 y 1944".—Madrid, Comisaría
General de Excavaciones Arqueológicas, "lor
formes y Memorias", núm. 11, 1946, 154 páginas
+ LXXVI láminas, 4S.
Desde hace años, la Redacción de esta Revista, primero a través de notas
anónimas, luego con referencias y artículos algo más detallados, viene,
prestando atención a la labor de la Comisaría ProvinciaJ de Excava-oidn'ee
Arqueológicas de Las Palmas (1). Los resultado- de esta iaibor
han sido, pues, enjuiciados repetidas veces, unas e i conjunto y otras en
(1) Revista de Historia, VIII [1942], 277 y 280; IX [1943], 83, 184,
325 y 855; X [1944], 46 y 408; XI [19451], 193; XII [1946U 368; y XHI
[1947], 132.
266
detalle; pero eiempre teníamos que aplazar piara el futiiro la valoración
debida de aquellos trabajo», qu& han consitituído verdadera revolución en
la arqueología canaria. La razón de ello derivaba de una eleniental regla
de conducta científica que no permite anticipar el estudio de hallazgoa
hasta tanto que el autor de los mismos no los hayia dado a conocer ofíi-cialmenite.
Esta jueta costumbre ha tenido la vece», no Obstarte, funest-tísiimar,
consecuencias, pues es repetidísimo el caso de excavaciones llevadas
a cabo, no ya privadamerite, eino aun con carácter más o manos
oficial, que han permanecido en la penumbra, en espera de su publicación,
que mo ha llegado nunca, y, tras la desaparición del autor o 'autores, no
ha «ido posible ya reconstruir circunstanciadamente los hallazgoe.
Das excavaciones de los planes nacionales, determinados por la Comisaría
General de Excavaciones Arqueológicas desde 1942, a diferencia de
muchas de las de la antiígua Junta Sufpeirior de EJxoavaciones, no han padecido,
por fortuna, de este defecto. Los Comisarios provinoiales redactan,
cada año, memorias de la lalbor realizada, y la Comisaría General,
con tanta fortuna y acierto desempeñada por nuestro ilustre amigo D. Julio
Martínez Santa-Olalla, les excita a prepararla.-; en grupos para su publicación,
copiosamente ¡luetradas. E.'ítas memorias no son, extricto sensu,
una publicación de las excavaciones realizadas, la cual supone menor
•sujeción a las etapas diversas de trabajo y una visión de conjunto e inventario
minucioso de lo hallado y eu lugar preciso, que no puede tespe-irarse
de unas memorias escritas a trozos, según la labor se va haciendo.
Pero la verdad es que, si esperásemos publicaciones definitivas, nos quedaríamos
de hecho sin ninguna, y que es un acierto de la Comisaría General
adelantaT estas memorias con el máximo de datos y de gráficos
posible, dentro dle su carácter. Además, algunos de los Comisarioe provinciales
(2) han salvado el inconveniente apuntado mediante la fusión,
en un solo cuerpo, de las varias memorias anuales que debían incluirse
en la que edita para su provincia la Comisaría General.
El libro que con loa trabajos realizados derde 1942 a 1944 por la Comisaría
Provincial de Lae Palmas publica nuestro amigo D. Sebastián Ji-mésez
Sánchez no ha acudido desgraciadamente a este reourfo; ello da
lugar a que, para estudiar lo referente a cada estación, haya que acudir
a me^nudo a lugares diferentes del texto y que además parte de éste tenga
inoportunamente que reipetir lo dicho con anterioridad. Ee proibabl»
que se trate de un defecto fortuito, pues su autor se limitó a redactar
las memorias anuales y éstas han pasado a la.s cajae sin nueva revisión.
Eli libro ee refiere todo a Gran Canaria, pues aunque el Comisario ha
realiaado fructíferas campañas en las islas orientales de su provincia, éstas
ham' tenido lugar en fecha? posterioree. Y sería de desear, ya que to-
(2) SIMEÓN OIMÉNRZ RRYNA. Mi'mnria nrqnmlóqica ff" la provine-cía
de Mnlnqa, ha.sfa f.Oífi, Madrid, Comisaría Ge-eral de ExcavacioniEB
Arqueológicas, 1946.
267 / J ^ ^ , r v/
davía ee tiempo, que, cuando »us resuilbadois se puibliquen, no se me7,cl«ij,2 • ''•'' •>»
siquiera «n la forma material de ocupar un mismo libro o fascículo, ce
los de otras is.lais. La personalidad arqueol6gica de cada una de estas M-\
las Canarias, casi siempre desconocida por los apresuradas viajeros y presuntuosos
generalizadores que de ellas trataron, será uno de los prime-ro6
resultados positivos que se deducirán de estos trabajas metddicos. En
efecto, si se trata de una sola isla, el conjumto de dato-, aportados y Jas
condoisiones que de ellos se deducen eon tales, que bien puede decirse
que la arqueolog-fa de Gran Canaria tiene que ser cotiisiderada de nuevo
y que todo lo hecho anteriormente, con ser mucho en ciertos aspectos.
debe tenerse eólo como precedente. No somo? partidarios de hacer taibla
rasa de la laJbor acumulada 'a lo larg^o de muchas año-, por beneméritos
aficionados y aJig-unos eruditos y resistimos a la tendenria tan frecuente
de coreiderar todo lo hecho ante» de nuestro tiempo como inservible; pero
en el caiso de la arqueología canairia hay que ser sinceros y reconocer
que todo lo hecho antes de la creación de las Comisarías Provinciales adoleció
de falta de plan, de falta de continuidad, y que euamdo ?e realizó
algnnia labor posiitiva, como en el caso de Gran Canaria, ésta se limitó a
labor de colcccionásmo, a la formación de espléndidas series de museo,
pero faltó la labor de estudio. Sólo es'to explica lo sorprendente de los
hallazg'os de Jiménez Sánchez; porque es lo curioso que sólo excepcionail-mente
nos da cuenta del descubrimiento de restos totalmente ocultos bajo
la tierra o en la profundddad de cuevas inexploradas, como es lo típico
y corriente en la arqueología de la Península o de Europa, en gieneral.
La ánmensa mayoría de las estaciones que nos revela Jiménez Sánchez
SOI pablados ciclópeos, necrópolis aparentes por sus túmulos pétreos, conjuntos
de cuevas labradaiS, ya para vivienda, ya para graneros, que saltan
a la vista del que se acerca a ellos y a menudo son bien corocidos de los
campesinos y pastores,, pero que habían permanecido ig'norados de los "arqueólogos".
Eis que, simplemente, no hubo tale? arqueólogos. Jiménez
Sándhez ha tenido la suerte de ser el primero en tierra riquísima, y da
ahí sus fabulosos éxitos, dicho sea sin ánimo de disminuir su mérito, antes
al contrario, para ponerlo en evidencia.
Con esta obra queda abierto el estudio público de la arqueología ca-r.
aria. No nos proponemos aquí seguirlo. Sólo vamos a intentar uina especie
de balance o inventario de las nuervas aportaciones, con loe comentarios
indispensables en cada ocasión. En unos pocas casos, las estaciones
descrita?, por el Comisario eran conocidas o estaban denunciadas desdle
antes; ha sido un acierto má« de Jiménez Sánchez, en tales casos, redactar
un resumen o exposición de estos datos anteriorts, ©n lugar de limitarse
a su labor. Un acierto, porque, desgraciadamente, ,poir mes que as
haya insistido en pedirlo, estos trabajos anteriores siguen inéditos y as
de temer que así queden. Nos referimos especialmente a los poblados y
Tiecrópolis de Gáldar que, con su aparición en 1935, dieron la campanada
268
que, al parecer, ha despertado la arqueología de las Islas. Pareció entan-ces
que los grandes túmulois de Gáldar (que a cisto se reducía lo entoncee
denunci'ado) eran algo detonante y skigular. Jiménez Sánchez, después d©
oompletarlos con los grandee poblados ciclópeas anejos, ha demostrado
que, si fueron ejemplos magnífi:os, entran lyerfectarnente en lo típdco de
los restos arqueológicos de la Isla. Ese vasto poblado de la costa de Gáldar
ea el primero que se estudia en el libro. Para su descripción, lo repar-
'-'.''vS'
' -••^%
«Palacio de Justicia». Costa de Gáldar
Olb. d * Victorio Rodríguez, de la Comiiaría Prov. d * Excavacionei
Arqueológicas d« Las Palmas
t e el autor en varios 'núcleos y grupos, pero desgraciadamente no nos da
un plano de conjunto. D03 dibujos pamorámioos (lám. VI) son muy útiles
sin duda,, pero, por falta de referenoiae olaira» del texto a las láminas, es
difícil identificarlos (¡donde dice "Vista general del segundo caserío"
soapecíhamoe ihay que leer tercerol), y no comprenden silno parte del poblado.
Debieran haberse numerado una por una las casas o recintos y señalar
esos número® en los plano® o vistas (y lo miamo para otras eefta-ciones).
Nada digamos de las magnífieae fotos, niniguna de las cuale.* hay
modo de referir a descripción concreta del texto. De los imismos locales
269
ainigTilares, bautizadoe como "Palacáo de Justicia" y "Tagóror", se dían
dibujos pobrísimos, cosa tanto más rara, cuando noisotros poeeemos unos
excelentes, debidos a la pinina de Victorio Rodríguez,, colaborador de la
misma Comisaría y facilitados gemerosamembe por ella. Los puiblicamos
aquí, para adorno de estas líneas. Sobre estos pabliados todavía añadiremos
que, (Seguramente, como todos o la mayoría de los costeros, debieron
sier abandonados ante los estragos de los salteadores, muoho artes de la
Tagóror. Costa de Gáldar
Oib. da Victorio Rodrfguaz, d * lo Comisario Prov. d» Excovocionet
Arqueológicas de Las Palmas
conquista definitiva de la Isla, y s<Mo ello explicaría que, a Eetiar da i&u
importancia, no fuesen coTiocidos del P. Sosa y otros cronistas. Er. cuanto
a suB nombres, deben de ser moderníaimos, tanto "El Agujero" (en lenh
guaje popular sería El Jurado o El Juro) como "La Guancha", denomÍ!:a-ciór
impropia de Gran Canaria donde, como demuestra repetidamente Jiménez
Sánchez, a los aborígenes se loa llamaba trad i ció nal mente ranarios
(Ayuntamiento de los canarios, pág. 25; hue-sog canarios, pág. 86; Cueva
del canario, pág. 106; ©1 Corral canario, pág. 53; etc.. eto.) S.ría fácil
comprobarlo en los aisieritor del catastro rústico.
270
Otipo conjunto que puede coiDisiderarse jiuevo es ed de log poblados del
mi»mo tipo, en la Aldea de San Nicoiási, puee la mención d© Vexineau de
mina», hoy ya desaipairecidais, ape'najs era aprovecüíaible. Además, de eírte
laigar proceden algUTiias de lae piezas más notables halladas por la Comisaría,
ante todo la tosca figura humana que, por su ofrecimiento, pudimos
puiblicar aquí (Revista de Historia, IX [1943], 325). La reig:ión de
Mogán nio ha eido menos generoaa, si bien en general parece tratarse da
grupas de menor entidad, toimado» separadamente, pero muy intereisian-teg
por su variedad. Caseríos y necrópolis análogos ee presentan en los
barrancots de Ang^uineguín, y &\ mismo pueblo de este nombre debe de ser
sucesor de otro aborigen, del que pudo ver restos aprovechadoe el Dr. Ver-raeau.
Error ha sufrido el autor (póigs. 69-7i0) al suponer este poblado
citado por los ítaloKportu'guoeeis de 1,'?41, los cuales no dan nombre algu^
no; la primer mención se encuentra en Le Canarien, que no pudo recogerla
de aquella relación anterior, pues le era del todo descor,ocida.
Los profundos barranco», como el de Guayadeque, habían sido la estación
alásica de loe buscadores de momias y de cerámica entera'—cualidad
ésíta muy apreciada por los colecciónistais—. Jiménez Sánchez demuest
ra qu€!, aiun en tales lugares, quedó mucho por ver y, ;.obre todo, por
. anotar. El término de Telde, en sue barrancos y sus costas, ha permitido
muchas locañázaciones de poblados y necrópolis, entre ellos el de Tufia,
de especial infteréts. El Confita!, en la Isleta, y otros puintoe de las inmediaciones
de la capital de la Isla han contribuido también a repetir tipos
vistos en otras partee. Las Cuevas de Valerón y ®u inmediato tagónjr E3I
Gallego, menos mencionado, 'han sido estudiados por primera vez en forma
sistemática, y algunos de loe haillazgos son de importancia. Análoiga
es la Cueva del pósito, de Temisa, hacia Tirajana. Ein fin, acertadamente,
aunque no se trate de hallazgos de campo, «1 (autor estudia y publica die
nuevo lae interesantes figuras arqueológicas de la Colección Pedro M. de
Quintana, de Arucaa, prodedentes de un lugar de su término, y que eran
deisconocidas hasta ahora. Las conocen nuestros lectores por habérnosliae
facilitado el Sr. Jiménez Sánchez (Revista dé Historia, XI [1945], 198 y
láminas adjuntas).
Hemos tratado de hacer un reeumen de una obra fundamental que ha
de dar mucho que reflexionar. El autor adelanta algunas coiduisiones en
las páginas 1(X) a 103, con las cuales estamos de acuefdo fumdamental-mente,
sialvo acaso en achaque de terminología. La distinción entre po'-
bladoe trogloditas y otro» ciclópeos, en la que también nosotros abundá-
'bamos, parece que ha tenido que seír rechazada, a consecuencia de más
recientes exploraciones, que no permiten establecer la separación entre
los dos tipos (3). Sigue sin aparecer luigar ailguno que, por haiber sido
hahdtado prolongadamente, permita esperar estratificación de culturas, y
C3) Cfr. núm. 77 de esta Rwista, pág. 133.
271
ello constituye la mayor urgencia de la arqueología canaria. Se reícomo-cen
los Graneroe de montaña típicas, identificados con' ios norteafricanoa
por eJ mailogrado Marey; gran variedad de tumbáis sepulcral'es, que deben
de responder a diversidad de jerarqtiía®, pero también, acaso, a otras causas;
uso de figurillas, muchas quizás más amuletos que ídolos, pero eato
no puede poetularse de la figura pétrea aludida, etc. En cuanto aJ uso de
las pintaderas, sin atrevernos a negar su punto de vista, nos eentimos
menos oonclueivos que Jiménez Sánchez (pág. 102, núm. 14).
Algunais reservas haremos, en fin, ai autor. Sería de desicar un uso
más riguroso del vocajbulario técnico: sendos, isiin valor distributivo; haga-rcx,
que unas veces significa 'fogones' y otras 'cafias'; silos abiertas en
loa muros, etc., eon términos que a veces hacen difícil la exacta compren-si6n
de lo descrito. Ya aludimos a la irregular correspondeTicia'de texto y
grabados. Echamos de menos también un mapa de la isla, con la localiza-ción
de lae estaciones, más en servicio de los arqur<Mogos de fuera que de
log insulares. Las ilustracionies, casi siempre magníficas; sólo loe dibu^
jos de Viotorio Rodríguez adolecen, a veces, de haber sido reproducidos
demasiado pequeños y siempre lejos del texto que debían explicar y acón»-
pañar. No díbe olvidarse tampoco la colaboraciéin del Dr. Bosch Milla-reis,
que estudia de una manera soibria y objetiva algunos cráneoe que le
fueiron sometidos; eopioeas series de medicioneg individuales, precisas como
éstas, son el único modo de aportar nuevos progresos a la antropología
canaria.
E. SERRA
Antonio RUMEU DE ARMAS.—"Don Pedro
Cerónv Capitán Gemeral de la Isla de Gran Calaría".—"
El Museo Canario", VII, núm. 17
[1946], págis. 3-34, con doB fotografías de do-oiimfmtos.
La historia documentada de Canarias está por hacer. Si, fiados en la
níagnífica labor que llevó a cabo Viera y Clavijo, lo dudásemos, bastaría
leer trabajos como éste de Rumeu para coinvenicernois de ello. A<fortun;a-damente
nos convencen también de otra coea: si la historia documentada
de Canarias está por hacer, i ya se está haciendo! Son varios los obreroe
que infatigablemente laboran en ella: unos dedicados especialmente al peligroso
desescombro; otroe, a la paciente construcción. Pero de entre todos
destaca Antonio Rumeu por la exactitud y el rigor de su método ds
trabajo. Es un historiador bien capacitado de las exigencias científicae;
cuando aborda uln tema, conoce bi«n los trabajos precedentes y la menor
afirmación suya va apoyada por la cita puntual de su fuente. Y es que la
272
hisitoria canaria se venía hiaciendo por bememéritos aficionadoe, a los que
no sólo no podía pedirse una técnica precisa, sino que al irrumpir los profesionales
ee resisten a igeguirloa en esos detaillea, que creen baladíes...
Antonio Rumeu viene dando, en variaa publicaciones, trabajos sueitoa
que son como temas accesorios de su gran estudio sobre la piratería en
loa mares de Canarias, todavía inédito. De algunos de eetos estudiois estamos
relevados de dar noticia a nuestro.* lectores, porque pr:.cisamente
con ellos se han honrado las columnas de Revista de Historia (1) y han
debido, por tanto, «er apreciados directamente. El que vamos a comenitar,
publicado en la revista hermana de Gra.n Canaria, viene bien para ejemplo
de lo que arriba decimos: una figura destacada de la historia cara-ria,
uno de los creadores más señalados de la sociedad isleña, totalmente
desconocido hasta ahora, o coinfusamieínte identificado con su padre o con
su hermaino.
En efecto, Pedro Cerón y Ponce de LecSn ocupa en el siglo XVI un primer
luigar en Gran Canaria; no sólo en lo militar, sino también en la po'-
lítica y en la economía insulares. Su padre y su hermano fueron trar.si-toriaments
gobernadores de la isla. Él fué el hidalgo más acaudalado de
ella, el fundador del famoso Mayorazgo de Arucas, el capitán general y
organizador de sus milicias, que equipó casi a su costa, el regidor que sostuvo
la política enérgica del gobernador Manrique de Acuña. Todavía
más: al frente de estas milicias por él alistadas, se batió victoriosamente
en las playas de Gran Canaria y cuando, contra el parecer e informéis
de los Cabildos, la recelosa política de la Corte ladjudicó el mando de las
Islas, en plena guerra, a "atados y temeror-os letrados", con el desastroso
resultado que se vio en La Palma, fué Cerón quien capitaneó el movimiento
que impuso la rectificación 'a Felipe II y, al EKÍgir responsabilidades
a loe ineptos ministros del rey, llegó a lo más atrevido que entonces se
podía insinuar. La "Corte" cedió de mala gana y aceptó la nueva inetitu-ción
de los capitanes generales isleños, creada por los Cabildos canarios
y que desgraciadamente no se mantuvo mee allá de la vida activa de Pedro
Cerón.
Decíamos que esta figura procer venía sáendo tradicionalmente con'-
fundida con familiares suyos que fueron Gobernadores de Gran Canaria.
La lista de estos magistrados transmitida por la tradición histórica es
completamente inservible. Con ooasión de reunir datos en torno al Gobernador
Antonio de Torres, el amigo de Colón, comprobamos ya nosotros
que toda la eronolo^ía de los correspondientes al reinado de los Reyes
Católicos se venía abajo (2). Rumeu no sólo identifica debidamente
(1) A. RuMEi! DE ARMAS, La expedición canaria al Serwgal en 1506,
Revista de Historia, XII [1946], 137-151; ÍDEM, Do-n Alvaro de Razan,
priimer marqués de Santa Cruz, en las Candirías, ídem, XIII [1947], 1-12.
(2) E. SEURA, Reseña de BALT,ESTEROS, Cristóbal Colón y el descui-hnrniímto
de América, Revista de Historia, XII [1946], 195-196.
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los dos familiares de Pedro Cerón, eino que, de paso, nos descubre, por lo
menos, dos g'obernadares nuevos. Pero ya dijimos que nuestra historia está
por ha<;er...
Sobre el origen d-e las milicáae canarias, que el autor se inclina a concretar
en las creadas por Cer6n, creemos es cuestión vana. Las milicias
vinieron implícitamente con los primeros conquietadorea y colonos; todo
vecino eTa naturalmente mUiciano. Otra coea ©s caer en anfibologías, como
cuando los autores alemanes nos hablan de la asamblea militar de loa
pueblos indoeuropeos y los franceses de la asamblea de- hombree o ciuda-danoe
libres. Ya en 1501 el Adelantado hace "alarde" d? sug hombrea
y disipone las armas que cada uno ha de tener.
E. SERRA
Juan MILLARES CARLO.—"Jardín en sombras".
Pocnias. Cuadlemos de poesía y crítica, 9.
Las Palmas, Tip. Alzóla, 1946, 15 págs.. 8?.
Otra vez tenemos un nuevo cuaderro de D. Juan Millares Salí, cuya
obra poética y literaria hemos examinado en esta misma Revista en otras
ocasiones. Juan Millare-i et¡í un po;ta ya tardío; creemos haberlo dicho. Hay
e'ii su verso libre y digno la nota scisteinida de uina madurez melancólica.
El poeta recuerda en la composición inicial que nació "al borde del mar,
en una isla de cielo siempre azul, y tibio ambiente; parece como si esste
vivir monótono en el que lo-, años apilaron un "fardo de dolor a cuestae"
determinaran que su vida fuera un sueño... "Y entonces fué una mega-ciói-
j mi vida". Sería de interés poner en conexión esta actitud del poeta
con la nota de aislamiento felizmente notada por Valbuena Prat en nuestros
poetas, aunque Valbuena no entrevio su exacta significación y entronque.
Mas a esta vida dormida la echó al camino "un sueño de amor".
¡iluminado
por el sol que corona la alta cima
de un cielo al que se acoge triunfrJnient?
el que, al borde del mar, en una isla
pasó inconsciente sus primeros años,
como un grano aportado a las arenas
por la roca labrada por las olas.
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Muy bellas, bien que con un sentimentail aire Juanramonáanio—del ptrd-mer
Juan Ramón, aquel que venía de la estación del mejor Bécquer—, san
das cortas composicionee de verso libre—pentasílabos unos y con aire de
aeguidiilla ciertas estrofas—que componen la parte titulada "Jardín en
somlbras''. En el fondo, a pesar de la amada y del diálogo, el poeta ee
encuentra inexorablemente solo. ¡Ay, eaa compañía que inventamos para
no morirnos de soledad! Y por aaitítesis la tortura—es el título de la última
composición—de sentir la ansiada compañía cuando existe, san inventar,
sí, pero:
ya veo claro, preciso;
mi yo y el tuyo están juntos,
¡pero son, ay, tan distintoe!
M. R. A.