NUEVAS INVESTIGACIONES
La supuesta expedición de Ben-Parroukh
a las Canarias
POB BUENAVBNTUEA BONNET
Un manuscrito atribuido a Ibn-el-Qouthia
En este presente año se cumple un siglo de que el escritor regional D. Manuel
Osuna Saviñón comenzó a publicar en 1844 una historia de estas islas (1),
que no llegó a concluir por muerte de su autor. Al estudiar la ledad media, el
Sr. Osiuna trata de las expediciones árabes a este archipiélago, y da a coniocer
en extracto unos manuscritos encontrados en la Biblioteca de París por el orientalista
francés M. Etienne, que pertenecían al historiador cordobés Ibn-el-Qouthia,
siendo traducidos y publicados por dicho erudito dos años antes. En el que
lleva el número 13 figura una relación, al decir de Osuna, del viaje que emprendió
el capitán árabe Ben-Farroukh el año 999 de nuestra era a las islas Canarias.
El Sr. Osuna, después de pasar revista a la& expediciones de este pueblo
lecogidas por Viera y Olavijo, y a.nt©s de dar a conocer el manuscrito de referencia,
«scribe: "Me aquí cuánto nos refieren nuestros historiadores acerca dftl
conocimiento que de estas islas tuvieron los árabes de España. Registremos los
(1) Se titula: "Resumen de la geografía física y política, y de la historia
natural y civil de las islas Canarias" (Santa Cruz de Tenerife. Imp. de V. Bon-
.net. (1844). Las entregas de esta obra formaban parte de la sección recreativa
del periódico "El Propagador de los conocimientos útiles". La primera entrega
se repartió el 3 de febrero del año ya citado, y se publicó hasta la pág. 104. La
parte correspondiente a la expedición de Ben-Farroukh alcanza desde la pág. 16
a lia 22 imelusive. La obra, en conjunto, es de poco valor. Existen ejemplares
en la Biib. prov. de La Laguna y en la Real Sociedad Económica de Amigos del
País.
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escritos de éstos, y véannos si podemos ad'quix'ir al^^unos otros datos paira
formar ia historia áe las Ganarlas duirante íiqu*! período". A con/tlniuación hace
el extracto de la expedicito de Ben-Farroukh, que dice a la letra como sa-gue:
"Al-jazir Al-Kaledat, esto es, las islas Afortunadas, nos dice Ibn-el-Qouthia,
s>e hallaiban habitadas a fin«s del isiglo X, cuando aportó a ellas el célebre Ben-
Karroukih, con otros árabes, desemibarcando en la isla de Canaria. Esta expedición
qae ae verificó en el reinado de Abdelmehc el año 334 de los áraibes, 999 de
Jesucristo, fué la primera de que se tiene una noticia cierta. Ben-Farroukh, que
en aquel tiempo comandaba uno de los ibuquea desitinjados a defender las costas
de España contra las invasiones de dos Normandos, supo que existían hacia las
regiones del monte Atlante unas islas que, por su apacible clima y fertilidad,
habían merecido de loe antiguos el nomibre de Afortunadas.
"Dejándose llevar de esta vana ilusión se dirigió a este archipiélago, y avistando
la isla de Gran Canaria des<M)brió el puerto de Gando (2), en el que des^
embarcó el mes de febrero del año 999. Penetró en el interior a la ca.beza de 130
hombres que llevaba consigo, teniendo que vencer todas las dificultades que puede
oponer a las comunicaciones un país salvaje; pues los montes estaban cubiertos
de esipesos bosques, en los cuales apenas podía abrirse camino por medio de
los ánboles.
"No era ya un nuevo espectáculo para los indígenas de Canaria la presencia
de los extranjeros, pues recordaban otras varias expediciones de los árabes,
de las que haibían quedado entre ellos algunos compañeros: así es que las pm-meras
relaciones del capitán con los isleños fueron muy amistosas. Visitó éste a
Guanariga, que era Rey o Guanarteme de Gáldar (3), y a sus Guayres o Consejeros,
y les dio a entender, por medio de sus intérpretes, que él y sus compañeros
eran enviados por un monarca poderoso para prestar homenaje a la bondad,
valor y generosidad de este príncipe; y que haibían arrostrado los peligros de un
larigo viaje para establecer con él relaciones de amistad en nombre de su soberano.
"Lisonjeado Guanariga con tal embajada y cautivado por tanita deferencia.
(2) Dice por nota Osuna: "Los árabes denominaron a este puerto de Ben-
Farroukh, en memoria del que lo descubrió, y asimismo dieron diversos nombres
a los demás puertos de las islas: mas nosotros para marcar la correspondencia con
las abras escritas por nuestros historiadores, sólo oísaremos de los nombres adoptado
por éstos". Sin emibargo, el Sr. Osuna debió haber consignado la nomencla-tuira
árabe, sin perjuicio de dar sus equivalentes en castellano. Esa ha sido siempre
la práctica seguida con los documentos antiguos.
(3) Osuna yerra cuando en el siglo X nos haibla de un Guanarteme o Rey
en Gáldar. El historiador Abreu Galindo dice de la M& de Gran Canaria: "Estaba
partida al tiempo de su conquista en dichos reyes hermanos, aunque antes era
regida por capitanes de cuadrillas donde habitaiban ellos y sus cuadrillas y en
este estado y manera de vivir se pasó algiin tiempo... Después hubo un capitán
que se señorÍBÓ de toda la isla como se dirá, el cual tuvo dos hijos que i>artieroin
entre sí la isla poco antes que los cristianos viniesen a su conquista, y a este
Rey llamaban Guanarteme". (Cap. VII, lib. II).
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creyó ser más poderoso todavía de lo que era en realidad, pues que el monarca
de unas naciones tan distantes solicitaba ÜU' alianza; y mandó cond.ucir a los
árabes hacia su palacio, que encontraron adornado de llores y ramas de palma,
y >bien provisto de írutas y de harina de cebada tostada (goiio) que habían llevado
los canarios para agasajar a los nuevos huéspedes.
"Ben^Farroukh, que deseaba visitar todo el archipiélago de las Afortunadas,
se hizo a la vela hacia el poniente, y reconoció cuatro islas, designándolas con
los nomibres de "Ningaria'', que se elevaba hasta las nubes; "Junonia", pequeña
isJa situada hacia el sur y muy cercana a la primera; y las islas "Aprositus' y
"Hero", de la® que la última era la más occidental. Navegando después hacia
el oriente de Canaria encontró la isla "Capraiia", y contigua a ésta la "f^Juita-na",
que se hallaiba cerca de las costas africanas.
"Desipués de haiber reconocido Ben-Farroukh las demás islas del archipié-
.ago y visitado de paso algunas de ellas, resolvió volver a España, no sólo porque
esoaseaiba ya de alimentos, sino porque debía dar cuenta a su monarca de los
países que había explorado. Así lo verificó en mayo del año 9&9, después de
haiber ipermianecido en las islas cerca de tr«s meses".
Seguidamente el Sr. Osuna añade el siguiente comentario: "Véase aquí resuelto,
en nuestro concepto, el complicado problema que nos propone el historiador
Viera acerca del nombre primitivo de cada una de nuestras islas. Casi
todos los geógrafos e historiadores antiguos están acordes en estos nombres
con muy poca diferencia, más ninguno ha señalado a cada una de las islas de
un modo tan claro e inequivoco como lo hace el manuscrito árabe a que nos referimos
(4). De donde ha resultado que nuestros historiadores canarios, sigruien-do
todos la nomenclatura de Plinio, no estén conformes en la d«'si;gnación de cada
una de ellas, ocupando muchas páginas de sus obras tan sólo en averiguar su
nombre primitivo y su etimología particular.
"Así es, continúa diciendo Osuna, que unos han creído que la isla de Om-bnios
era la del Hierro, porque Plinio decía que tenía en sus montes un estanque,
entendiendo por este estanque las alibercas que hubo en aquella isla donde
he recogía «1 agua del "Anbol Santo": otros opinaron que era la de La Palma, en
donde se crían con abundancia los cardones o eufoPbios, (Suponiendo que éstos
eran la "férula" que el antiguo naturalista decía que producía su isla de Om-ibrios.
Pretenden algunos que la isla de La Palma es la Junonia mayor, y la de la
Gomera la Junonia menor; mientras hay quien sostiene que estos nomibres corresponden
a la de Lanzarote y al islote de la Graciosa. Si buscásemos la isla
donde «e crialban los mayores lagartos para reconocerla por la Capraria de Pli-
(4) "En la descripción que hace Plinio de estas islas, que ya dejamos apuntada,
no convienen exactamente sus nombres con los que ahora se expresan por
el historiador árabe, que los tomó de Ptolomeo; lo que podrá ser efecto de haberlos
traducido este último del latín al griego. El Almagesto de Ptolomeo, traducido
al árabe por Benihonain, aunque designa las Afortunadas con estos mismos
noiribres, no las caracteriza de la manera precisa y determinada, como lo hace
el citado manuscrito, y además no mencionó la isla Junonia..." (Nota de Osuna).
Más adelante se verá porque no se nombra esa isla.
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lüo, y diésemos crédito a los historiadores franceses de la conquista de CJa.na-ria,
designaríamos con este epíteto a la del Hierro, y si consultamos al mayor
número de los escritores de nuestras antigüedades, tendremos que la isla de
Puerteventura es a quien correspondía aquel nombre, a causa de la abundancia
de cabras que en ella haibía.
"Pero aun es mayor, prosigue diciendo, la discordia que reina entre nuestros
anticuarios acerca del origen de los nombres particulares de las islas. ¿Y
cómo era posible averiguar su etimología, si no se sabía el nombre que a cada una
de ellas correspondía? El propio Viera, a pesar de que ocupé mucho tiempo en
este examen, nos dice: "A presencia del laiberinto en que se ha de empeñar sin
mucha gloria un etimologista de los nombres actuales de nuestras islas, nadie se
escandalizará de que los m4s sinceros indagadores de sus antigüedades confie-íen
que pretender señalar el nombre decidido con que cada una de ellas fué conocida
en «1 tiempo de Plinio y Ptolomeo, es aventurado a errarlo todo. Ni los
mismos antiguos entre sí, ni los modernos con los antiguos, han podido ponerse
de acuerdo sobre este punto" (5).
Como resumen de lo expuesto, el Sr. Osuna deduce lo siguiente: "Vista la
coincidencia de los nombres que Ptolomeo asigna a nuestras islas con las del ma-nUBorito
árabe a que nos referimos, debe deducirse como cierto, que la isla de
Tenerife es la llamada Ningaria o Nivaria; la de la Gomera, la Junonia; la de
La Palma, Aprositus; la del Hierro, la designada con el nombre de Hero; la isla
de Canaria, la que todavía conserva este nombre; Puerteventura fué llamada
Capraria o Casperia, y Lanzarote Pluitana.
"En la serie de denominaciones diversas, sigue diciendo, que el capricho de
los historiadores ha imp-uesto a cada una de las Canarias hasta la época de que
hablamos, no se reconocen las vicisitudes de los acontecimientos, la variedad de
las nomenclaturas es muy frecuente en la geografía de los tiempos antiguos;
mas ésta procedía de otro origen muy diverso, a saber, de las conquistas y de la
consiguiente inestabilidad de los estados. Perecían con las ciudades los nombres
que se les habían impuesto, y si a una población destruida reemplazaiba otra, tomaba
ésta el nombre de su reparador o fundador: denominaciones sucesivas cuyo
estudio está estrechamente enlazado con el de las grandes revoluciones; porque
cuando los pueblos se empujan y los imperios se hunden, varían siempre los
nombres porque han variado los poseedores.
"No sucede así, agrrega Osuna, con las denominaciones que han recibido estas
islas. Cada uno de nuestros historiadores antiguos y modernos quieren imponer
un nombre. Sobrevienen otros historiadores y las nuevas denominaciones
se suceden hasta que. la confusión de los nombres y de las lenguas es el resultado
de semejantes rivalidades. 6 Qué desenlace reserva el porvenir a tan exclusivas
pretenciones? Dispútase la.posesión de una palabra: ¡empeño digno del orgullo
del hombre!"
Después de esta disertación, dice: "Pero sigamos la relación del árabe Ibn-
(5) Op. cit. Liib. I, párrafo XXV, final, titulado: "De los nombres especiales
que Je dio Hinio".
sao
el QouitJhia: "Es por cierto muy curiosa la descripcién que hace este viajero de
loa •usos y costumbres de los antij^uos moradores de este arcíhipiélaigo, la cual no
insertamos aquí por pertenecer a la geografía política, que es el objeto de otro
de muestros tratados; y contrayéndonoa a la parte histórica, sólo diremos que las
islas Camarias al fin del siglo X estaban habitadas por tribus más o menos bár-bras,
gobernadas por diferentes caudillos; que en las islas de Canaria y Capraria
(Fuerteventura), estos eran independientes y se hacían la guerra uno® a otros,
al (paso que en la de Nivaria (Tenerife), los habitantes formaban hasta quince
tribus suibordinadas a un soberano o Mencey, y finalmente que entre todas las
islas, la que ofrecía muestras de alguna civilización era la isla de Canaria; tanto
por la afabilidad de sus naturales para con los extranjeros, como por sus
instituciones civiles y religiosas y su agricultura e industria, que se hallaban
más perfeccionadlas que en las demás islas" (6).
Aquí termina el relato de Osuna, que atribuye a un autor árabe, a Ibn-el-
Qouthia, publicado por M. E5tiemie.
En busca del manuscrito
La piuibüicación de este documento por el señor Osuma Saviñón, movió el deseo
de los (historiadores regionales de conocerlo en su fuente. Quien primero intentó
la empresa fuó eil I>r. Ohil y Naranjo para insertarlo en sus "Estudios"
(7), i)ero la gestión fué inútil. Oigámosle:
"No obstante los testimonios aducidos por Osuna Saviñón pa^a oomniproibar
él viaje de Ben-Farrouckh, preciso me es consignar aquí la inutilidad de mis investigaciones
en busca de esa traducción de varios manuscritos árabes que se
atribuye a Mr. Btienne. En el año de 1874, y con el objeto de estudiar esa tr(a-ducción,
la busqué en las bibliotecas de París, comenzando por la del Instituto, y
no me fué posible conseguirla, por más que los inteligentes bibliotecarios registraron
todos los índices. En 1875 cuando volví a Francia, me dirigí a las personas
más comipetentes, entre ellas a Mir. E. Leroux, editor de las obtias m&a no-taibles
de los escritores orientalistas, y me €xpr«»só que ninguna noticia tenía de
semejante traduoción.
(6) A continuación, y como final, •ú Sr. Osuna hace la siguiente digresión:
"Aquí tenemos cuánto la historia nos dice respecto a In nrimera expedición
que hicieron los árabes a las ípüas afortunadas. Vemos ciue ésta no fué señalada
por conauistas ruidosas ni por la destrucción de ningún imofirip: su origen lo
debió sólo al genio de algunos hombres emprendedores seducidos por el atractivo
de los descubrimientos y wartidarios celosos de todo lo que llevaba el sello de
l a utilidad v de la grandeza".
(^) Millares Torres emite el siguiente juicio acerca dp 1« obra del Dr. Chil y
Naranjo: "Estos estudios destinados a. formar una especie de colección enciclo-pédico-
canaria. donde su laiborioso autor intenta reunir y poTnT)ul!»ar lo más interesante
y curioso que se Iha escrito sobre estais islas, será indudablemente de
srrandes ventajas para el poirvenir..." (Introd. de su "Hist. de las Can.", pági-naa
113-114). Cuando Millares escribía esto solo se habían publicado el primero y
segundo tomos.
SSl
"Mr. Sainte Cflaire DevUle, miemibro del Instituto y cuya pérdida lamentarán
BÍempre las ciencias, me presentó al bibliotecario y a uno de sus coletgas su-maimento
versado en lengonas orientales, quien me manifestó que ese Mr. Etien-ne
no debía ser otro sino Mr. Etienne-Mare Quatremére, uno de los orientalistas
máis dis'tiniguidos y cuyas obras se encontraban en la Biblioteca del Instituto, de
que 'había sido miemibro. Con estas noticias examiné sus obras y nada aboluta-mente
encontré en ellas referente a Ben-Farrouckh.
"También es muy de notar que ni Mr. D'Avezac, que i>erteneció a aquel cuerpo
científico y a quien nada quedó que buscar con relación a las Canarias, baga
tamipoco mérito de ese viaje; ni los geógrafos árabes, a quienes nada pasó desapercibido
que se refiriese a las islas, dan noticias de una expedición que tan importante
aparece, así por la fecha con que se llevó a cabo, al decir de Oauna Sa-viñón,
como por la imiportancia que tiene, nacida de la estancia de Ben-Fa-rroucikih
en la Gran Canaria, de su visita al G-uanarteme de Gáldar y de las conversaciones
que pasaron con éste y con sus Guáires. El viaje, de haiber sido cierto,
sería un documento preciosísimo para la historia de las Canarias, de las que
se habría tenido noticias cinco siglos antes de ser perfectamente conocidas y
conquistadas.
"Sea de esto lo que se quiera, yo no he podido omitir en estos "Bstu-d'ios"
unía relación para comprobar la cual, se invoca el tesitimonio de un
autor, que dice haber leído el mismo Osuna Savifión". ("Estudios", t. I, pAgi-i:
as 240-241).
Al puiblicar en 1879 Sabino Berthelot su obra "Antiquités Canariennes" (8)
conserva la creencia de que el manuscrito señalado por Osuna existía, y que una
bú'squeda concienzuda daría con el documento en cuestión, ya en las bibliotecas
de Córdoba o de Lisboa. El sabio francés no duda ni un momento de la buena
fe del señor Osuna.
La traducción del pasaje mencionado dice: "El doctor Ohil estudia muchas
cuestiones históricas que nosotros hemos tratado, y ha reproducido al mismo
tiempo el viaje de Ben-Farrouekh, si bien parece dudar de su autenticidad. Dice
haber hecho ibúsquedas en 1874 y en 1875 en París, para oibtener la traducción
de M. Etienne acerca del viaje en cuestión realizado en 999, y afirma que le fué
imiposible encontrarlo en ningún índice de los catálogos de la biblioteca de la capital.
No fué más afortunado en los informes que le proporcionaron los oriewta-list^
is más acreditados, y concluye sus infructuosas investigaciones, diciendo: ÍES
viaje de haiber sido cierto, sería un documento preoiosísimo x>ara la historia de
las Canarias de que se habría tenido noticia cinco siglos ante® de ser -perfecta-mienta
conocidas y conquistadas..."
"Por lo que respecta a nosotros, continúa Berthelot, creemos en la autenti-oidiad
de este viaje, ya que las dudas del doctor Chil no podrían autorizamos a
considerarlo como apócrifo. Se reconoce, por el contrario, en, la sencillez del re-üato
reproducido por Osuna, que ese viaje de Ben-Farrouckh ha «ido sacado de
(8) Esa abra, ilustrada con profusión de grabados, vino a aumentar las
fuentes para él estudio de las antigüedades canarias.
3S2
una otora orig'inal, escrita teniendo a la vista un documento cierto, por un autor
aerio, tal como Ibn-al-Koutihiah, hispano-árabe nacido en Córdoba. Querer, por
una reserva mal entendida, llevar el escrúpulo histórico hasta dejar cernir una
sospecha sobre la veracidad de un «scritor que no podía tener niniglin interés de
inventar un viaje imajginario, nos parece demasiado severo por parte de un compatriota,
y sobre todo de un espíritu tan liberal e inteligente como el doctor
Ohil. iHe aquí por qué nosotros preferimos creer en la realidad de un hecho con
toda la isencillez de su narración, antes que admitir la duda por falta de pruebas.
"Si nuestra opinión puede tener algún peso, diremos además que el manuscrito
de Ibn-al-Kouthiah debe haber formado parte de los archivos de la Biblioteca
d© Córdoba o de Lisboa, y no de los de Parts, a menos que haya sido sustraído
de aquellas, como sucedió con la "Crónica de Aburara", el ilustre historiador
de Enrique el Navegante, que nuestro amigo Pemando Denis descubrió en
1842 bajo un falso título en París, entre los manuscritos de nuestra Biblioteca
Neciional. Y s\ mi memoria no me engaña, después de treinta y seis años, creo
recordar que el Comendador Macedo y el Vizconde de Santarem, ambos de la
Academia de Lisiboa, me entretuvieron muchas veces con motivo de la» antiguas
crónicas canarias, haiblando acerca de las riquezas históricas que poseen los archivos
de España y de Portugal en los grandes centros que ocuparon los áraibes
conquistadores, y me han hablado frecuentemente de la importancia de la» obras
manuscritas de Ibn-el-Kouthiah. En definitiva, pensamos que Osuna Saviñón.
citando el maniuscrito no encontrado, traducido por Etienne, como perteneciente
a la Biblioteca de París, pudo haber dado inocentemente una indicación falsa, y
ovie sería en Lisboa o en Córdoba donde debería buscarse este precioso documento...
» (9).
La respuesta del Dr, Ohil a las indicaciones anteriores fué la si^ruiente:
"Lamenta Berthelot que yo haya dudado de la relación dada por D. Manuel
die OsuTia Saviñón, sobre el viaje de B«nHFarroukh a estas islas, y que la haya
puesto al nivel de otras que no tienen comprobantes. A la verdad, era y es tan
dudosa, como que puedo añadir que el dicho de Saviñón no tiene para mí mAs
autoridad que la suya propia; y como para confirmar ese hecho no me quedaba
otro recunso que comprobarlo por el mismo medio y con los propios datos que su
autor me suministraba, acudí a la fuente de donde él los había tomado, y que no
era otra que el manuscrito de Mr. Etienne, que dice haber visto con el número
18 en la Biblioteca de París. Allí acudí, pero en vano, según lo tengo dicho
oportunaimente.
"Aún más: en mi último viaje a París para asistir al Congreso antnopoló-gico
(1878), repetí mis investiígaciones, aunque sin resultado alguno. Que Mr. Sa-ibin
Berthelot crea que el manuscrito a que se refiere Saviñón exÍÉ»te en la» bibliotecas
de Córdoba o de Lisiboa no es raz6.n bastante para negar que la traducción
de €«6 viaije, hecha por Mr. Etienne, se hallase en París, pues allí la vdió
aquel autor y allí debía yo ir a buscarla". (Final del primer tomo de sus "Estudios").
(9) Op. cit. cap. VII, pégs. 37-39. (París, 1879. E. Plon et C» Ed.).
388
Diez y siete años después, el 'historiador Sr. Millares Torres, en «u "His-íoria
general de las Islas Oaniarias", al hablar de las fuentes bibliográfioaiS,
trata de nuevo esta cuestión en ila pág. 21 (nota 1) de su "Introducción", di-ciendio:
"Este imiportante documento, conocido sólo de Osuna, no ha podido ser visto
por ninguna otra persona, aunque han sido muchas las inves^tigacionea que se
han hecho para descubrirlo. Sin dudar de su veracidad, veracidad que panrece reflejarse
en la sencillez de su relato, y en los pormenores con que lo acompaña
(10), cumpile a nuestro deber consignar esta manifestación, lamentando la
desaiparición de una obra cuyo examen sería de una importancia capital para la
hiaitoria de la>8 Canarias".
Y a contimiación escribe: "En 1842, año que Osuna cita como el de la publicación
del manuscrito árabe, ae ocupaban de estudios relacionados con estas
Islas, entre otros ilustres escritores, D'Avezac, Berthelot, Major, Gravier, SÍUV-taren
y Macedo; ninguno, que sepamos, cita una publicación, que era todavía
más interesante que el diario de Bocoacio, descubierto por Oiampi en 1827.
PosterioTmeinite, continúa Millares Torres, no han sido más felices las .pescroi-siais
hecha» por todos lo canarios, que se ocuipan de ilustrar la literatuia patria".
•': ^ ; - r ' ' " in
Pero el Sr. Mdllaires no cejó en su propósito dte resolver este punto de
lo historia. Oigamos la gestión que lleva a cabo, inserta en la p&g. 10* (nota
1): ' : ' ; Í " I T ^ 1 ' T « T »|
"Favorecidos, dice, por la benévola oferta de la señora baronesa d'Bicthal,
que ha recomendado eficazmente nuestra petición, nos hemos dirigido al sabio
bibliotecario, que tiene a su cargo la sección de manuscritos áraibest de la Biblioteca
Nacional de París, Mr. de Zotenber, quien nos ha contestado asegurándonos
lo sigruiente:
12 Je ne connais aucun ouvrage portant le titre indiqué par Mr. Millares
ni d'ouvrage portant un titre analogue. 22 Je n'ai pas trouvé dian» le texte
d' Ibn al-QoTxthia le fait mentionné dans la citation; car le récit d' Ibn al-Qouthia,
ne «'étend, que jusq'á Tan 812 de ITiégire. 09 Aucun autre historien árabe ne
rapporte le fait en question. 4? II n'existe aucum autre ouvrage d' Ibn al-Qouthia,
nd dans notre Blbliotéque, ni dans une autre. 52 Si Mr. Millares a la oonviction,
que la citation d'Ossuna n'a pas été forgée, je l'engage á parcourrir le» ouvrages
d'Etienne Quatremére. Cet auteur avait l'habitude de joindre k ses publications
uine quantité considerable de notes, se rapportant de prés ou de loin á som aujet.
Si, x>ar hasard l'auteur du nom d'Etienne était le méme qu'Btienne Quatremére,
ü se pourrait qu'il y eut quelque part, dans un ouvrage de Quatremére, la note
que dierche Mr. Millares. Mais je n'oserais l'affirmer".
Las conclusiones del sabio bibliotecario llevaron a todos los historíadoreB
la convicción de que el documento invocado por Osuna era apócrifo (11).
(10) Las palabras de Millares Torres contienen el misimo juicio expresado
antes por Berthelot (S.) al estudiar el manuscrito.
(11) Millares Torres y el Sr. Wangüemert Poiggío aceptan el viaje de B«n-
884
La falsificación
Tenienido nuestros historiadores la sospecha de que el manuiscrito aducido
por Ostma no correspondía a ningián documento árabe, es inexplicable por qué
no examiinaron críticamente el relato, deduciendo así su ialsedad. Nosotros vamos
a intentarlo.
Ea primer eirror que se advierte es cronológ-ico. "Esta expedición, dice, que
se verificó en eJ reinado de Aibdelmehc el año 384 de los árabes, 999 tíle Jesui-oriato,
fué la primera de que se tiene noticia cierta..." Para reducir los años de la
égira a loa nuestros, no basta añadirles el número 622 (12), pues la diferencia
diel año solar con el lunar trae muchas complicaciones que hacen la reducción
IiaTto difícil. Por lo mismo, hay que atenerse a las tablas calculadas al efecto
por los cronólogos para obtener con exactitud la fecha.
Ahora bien: si únicamente se desea hallarla con bastante aproximación,
(error de un año a lo sumo) el método se reduce a multiplicar el año de la égi-ra
por «1 número 0'97, y a sumar el producto con 622. Por el contrario, para re-daoir
los años de nuestra era a los de la égira, se resta de aquellos el número
621, «e divide el resto por 33, y el cociente se suma con dicho resto.
Aplicando esta regla a las fechas dadas por el Sr. Osuna tenemos que el
año 884 multiplicado por 0'97 es igual a 323, y sumándole 622, tenemos el año
94B de nuestra era, y no el 999 consignado por el Sr. Osuma. Si ejecutamos la
operadón contraria, para comprobar el resultado, o sea reducir el ya citado año
de 945 a la égira, tendremosi que 945 — 621 = 324; 824 : 33 = 9. Ahora: i324 más
9 =: 883, que con solo el error de una unidad nos da el año 334, comsignoido
por Osuna. Luego el año 834 de la égira no corresponde al 999 de la Era Ois-tiana.
Para que no existiera la discrepancia que se observa en las fechas. Osuna
áétiió señalar que el año 334 de la égira era el 945 de J. C, y si le importaba
fijar el año 999 debió escribir que correspondía al 8W de Mahoma. De todas suertes
en este error no pudo caer M. Etienne, supuesto traductor del manuscrito
árdbe.
La cita de Osuna acerca de este erudito es muy vaga. Dice por nota: "Véase
Parrwddi con ciertas reservas; el Dr. Chil no lo admite; por último, mi distinguido
ami^o, el erudito Dir. Serra Ráfols, lo rechaza de plano, calificándolo de
superchería, que es la frase adecuada. "Por una excesiva prudencia de lenguaje en
los historiadores canarios, aun poniendo en evidencia la falta de fundamento del
viaje relatado por Osuna, no han sido pronunciadas, oue yo recuerde, las palabras
de «npercJhería y "frescura incalificable" que son las únicas que corresponden
aJ proceder del mencionado pseudo-historiador..." (Disnirso de apertura del
corso académico en la Universidad de La Laguna en 1926-1927).
(12) No obstante, y si en contra de todo cálculo cronológico, al año 334 de
la égira le añadimos 622. tendríamos como suma el número 956, que es muy inferior
todavía al año 999 de J. C, que Osuna da como equivalente al 834 de
Maboma. Error incomprensible que por su magnitud no sabemos" a qué atri-bak'I'O.
336
a M. EJtienne, traductor de varios manuscritos árabes, en la Biblioteca de París,
de donde están tomadas estas noticias". Más abajo, también por nota, escribe:
"Véase la obra citada de M. Etienne. Manuscrito 13". Pero en el texto no sé
consignia la obra de referencia. Por último, en otra nota insiste en sus afirmaciones
no comprabadas: "Así consta de los manuscritos árabes que dejamos ci-tadoe".
El Dr. CSiM y Naranjo, que puso todo su empeño en hallar esos manuscritos,
logró identificar al M. Etienne a secas de Osuna, con el M. Btienne-Marc
Quatremére, distinguido orientalista, cuyas obras examinó, y naturalmente nada
pudo encontrar en ellas acerca del viaje de Ben-Farroukh a las CJanarias. Además,
el Sr. Zotenber, que tenía a su cargo la sección de manuscritos árabes de
Ja Biblioteca NacioniaJ de París, aseguró al bistoriadoír Millares Torres, según
hemos visto, que la narración de Ibnnail-Qouithia solamente alcanzaba al
año 1312 de la égira, y como Osuna extiende el relato al 384 la falsificación es
evidente.
Lo que suponemos que ocurrió fué lo siguiente. En tiempo de Osuna las
inveatigaciones sobre las islas tomaron un vuelo sorprendente, y son muchoe
loa eruditos que escriben acerca del ardhiipiélago, descuibriéndose documentos como
el de la expedición portuguesa de 1341. Osuna no quiso ser menos, y al tener
ncAvAa. de la publdoaidón de Quatremére en 1842, la utiliza como autoridad
de »u falso relato, sin diarse cuemta de que sería descubierta la «uperwhe-ría
(13).
Pero si bien las ribras del orientalista francés le sirven de apoyo a la falsi-ficacíón,
lo que nos parece cierto es que la única fuente que utiliza es la obra
de Viera y Oavijo, como demostraremos seguidamente.
ESI autor de las "Noticias", tomándolo de M. Guignes, dice "que siendo los
áa?aibes dueños de España y Portugal, emprendieron desde Lisboa una navegación
hacia el occidente, y que después de haber surcado larg-os mares se vieron
precisados a retroceder a las Canarias..." Este pasaje sugirió al Sr. Osuna la
idea de forjar una expedición- a las islas, presentándola con todo él aspecto de
haber ocurrido en un» fecha determinada.
Concebido el plan, el mixtificador continuó aprovechando el texto de Viera.
Dice este historiador al final de su capítulo sobre los árabes: "Como quiera, se
puede tener por seguro que los moros de la Península tenían algún conocimiento
de las islas Canarias, bajo el nombre de Al-Jazir AI-Kaledat, esto es, islas Afortunadas..."
(T. I, pAg. 267). Estas mismas palabras son las utilizadas por Osuna
en el comienK) de su relato, las que de nuevo repetiremos para conuprobarlo. Di-
(13) No ha sido este el único ejemplo de mixtificación, y nuestra historia
está plagada de errores, algunos a sabiendas. Recordemos también en nuestra
patria los falsos cronicones que emibrollaron la historia; y últimamente al autor
del'poema "Altabízcar Cantua". cuya autenticidad ofreció graves dudas a lo«
eruditos que lo atribuían a un autor moderno, como en efecto así quedó comprobado
cuando al morir confesó su inocente superoheria. Osuna Saviñón no sMo
inventó el viaje de Ben-Farroukh a Gran Canaria, sino que compuso también efl
de Alvaro Guerra a Lanzarote, muriendo inconfeso y relapso. •
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ce así: "Al-Jazir Al-Kaledat, esto es, las islas Afortunadas, nos dice Ibn^l Quo-thda..."
En realidad, quien lo dijo fué Viera.
Más abajo escribe Osuna: "Efsta expedición... fué la primera de que se tiene
rioticia cierta." Con estas palabras pretende confirmar la expresión de Viera y
Claivijo: "se puede tener por seguro que los Moros de la PenínsTila tenían algún
conocimiento de las Islas Canarias". Para ello inventa la expedición de Ben--Fa-rroukh.
Todavía es más significativo lo que sigue: "Por otra parte (Viera habla de
los imoros de la Península), como para defender las costas Occidentales de España
contra lae correrías de los Normandas (14), tenían en el Mar Esquadlraa
considerables, con que cruzaban sobre las costas de África hasta más allá del
monte Atlante, no'podrían dexar de dirigirse alguna vez a nuestras islas..." Este
juicio duibitativo de Viera lo convierte Osuna en un hecho histórico. Oigámosle:
"Ben^Farroukh, que en aquel tiempo comandaba uno de los buques destinados
a defender las costas occidentales de España contra las invasiones de los Normandos,
supo que existían hacia las regiones del monte Atlante unas islas..."
Goimo puede observarse, el Sr. Osuna copia servilmente a Viera y Clavijo; sin
embango invoca a su favor unos manuscritos árabes.
Además, todos los nombres propios que figuran en el relato son inventados
por ed Sr. Osuna. Veámoslo. En el aiío 999 de la era cristiana no existía en España
ningún rey árabe que llevara el nombre de Aibdelmehc, ni tampoco en el
945 que corresponde al año '334 de la égira. Esta fecha marca el momento cumbre
de la igrandeza del Califato en nuestra Península con Abderramán III, y si
el iSr. Osuna s« refiere al 999, vemos que entonces rige los destinos de la España
musulmana Hixen III, que tenía por "hagib" o primei- ministro al valeroso Al-manzor.
EJste hombre extraordinario, que fué el Califa de hecho, muere en 1002
a causa de las heridas que recibió en la batalla de Calatañazor, o de muerte natural,
según afirma Dozy. ¿De dónde, pues, sacó el Sr. Osuna ese Abdelmehc
que no aparece en la cronología árabe-española?
Si pasamos a estudiar el nombre del Guanarteme GUANARIGA, que recibe
a Ben-Fairroukh con toda clase de honores, veremos que es otra trapacería, según
demostraremos. Recuérdese uno de los guerreros de Telde llamado GARIRAY-GUA
(Abreu Galindo, pág. 103) y tendremos la base de la falsificación (15),
(14) Los nomandoa fueren designados por las árabes con el nomibre de
Madjudjes, y según el historiador Sr. Saavedra está comprobado que Alfonso II
eJ Casto (791) los utilizó como auxiliares contra los moros. Novaire y otros cronistas
árabes citados por Dozy, dan cuenta de las desvastadoras correrías de
esos hombres del Norte en la España musulmana por los años 844, 858 y 861; de
aquí que las escuadras vigilasen las costas. Muchos se quedaron al servicio de
los Califas, que tuvieron una guardia normanda, y algunos al disolverse el (Califato
llegaron a ser Reyes de Taifas, como Nadja el Slavo que reinó en Málaga
(1041-1043) y el famoso Mobae, que lo fué de Valencia en 1015.
(15) Dice Abreu Galindo: "Adargoma era Gayre, y de los más valientes
canarios que había en el término de Gáldar. y Gariraygua, entre los de Telde,
era tenido por más esforzado; haibfan con sus valentías y reputación acrecentado
muchos .ganados, y como siempre las diferencias y debates que había entre
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pues si a dicho riomibre se le suprime la "Y" para deshacer el diptongo, tendremos
GARIRAGUA, y sd la última "R" la camtoiamos en "N", resultará GA-RI-NA^
UA, que leído por sflabas comenzando por la última nos dará GUA^A-RI-
GA, que es ciertamente el nombre del Guanarteme de Gáldar 'preparado cuidadosamente
por el Sr. Osuna. Así, el esforzado guerrero de Telde, se convirtió
en Guanarteme. ¡Magrnifico!
Y siendo esto así hemos de convenir en que el nombre del capitán Ben-jFa-rroukh
es otra falsificación. Sabido es que la voz "farruco", tan conocida en las
Canarias como en la Península, sirve entre los moros del Marruecos español para
señalar al hombre valiente, osado y decidido, siendo frecuente esta frase pronunciada
por los moros: "Español estar farruco". El Sr. Osuna Saviñón la aprovecha
y forma con ella un nombre propio, afrancesando su grafía, y de "farruco"
surgió "Farroukh".
La fértil imaginación del autor citado tantas veces, se ejercitó en el nombre
dado a las islas pretendiendo resolver tan intrincado problema con el viaje
que inventa, pero sin conseguirlo, ya que coinciden con las nomenclaturas griegas
y romanas, pero aun suponiendo que Ben-Farroukh conociera las obras de
Plinio y Ptolomeo, era muy difícil o mejor imposiible, aplicar a cada isla el nombre
con que las bautizaron los geógrafos antiguos, y máa imiposible que estos
nombres fuesen latinas y no arábigos. La confusión es aún mayor, pues Ptolomeo
escribe: "Herae, hoc est Junonis ínsula". Sin embargo, Osuna desdobla esta
denominación aplicándola a dos islas en vez de hacerlo a una solamente, atendiendo
a la expresión del geógrafo.
Mayor descuido que el anterior es el anacronismo en que cae al dar a Tenerife
la denominación de "Ningaria", puesta en (boca de un árabe del siglo X.
En ningún autor antiguo figura ese nombre, que es una corrupción del de "Ni-varia".
Aparece por primera vez, que sepamos, en la Bula de Clemente VI al
conceder al Príncipe de la Cerda las islas Canarias, en que dice: "Quarum om-nium
prima Canaria, alia Ningaria..." i Cómo pudo Ben-Farroukh, en 999, adivinar
a Clemente VI que vivía en 1344 ?
Demuestra en fin lo imposible de este viaje el desconocimiento de la brújula
que sólo fué utilizada de modo rudimentario un siglo después (16); pero aun
los canarios por la mavor parte era sobre pastos, sus pastores se fueron a quejar
cada uno a su señor; juntáronse los dos, Adargoma y Gariraygua, a tratar
del desagravio de las diferencias que teman sus pastores y de conformidad lo
dejaron y pusieron en la fortuna de batalla de la lucha del que venciese, con tal
concierto que el rendido dejase el pasto a su contrario y estuviese a la voluntad
del vencedor..." (Op. cit., lib. II, cap. VII).
(16) Introducida la brújula en Europa, probablemente por los árabes que
la tomaron de los chinos, la aguja imanada estuvo primero colocada en un pe-dacito
de paja o de caña flotando en el agua, pero sometida con el barco a la
agitación del mar era poco práctica. Es sin duda ©1 aparato que mencionan los
versos de Guyot de Provins (1190) con el nombre de "marinette". Una de estas
brújulas primitivas se encontró a bordo de un navio de Mesina capturado en
1293. En el siglo XIV se perfeccionó én Amalfi: se colocó la aguja en un soporte,
se le agregó la llamada "rosa de los vientos", y ,se encerró en una caja; de
ahí proviene d nombre de brújula, de la voz italiana "bossola" que significa caja.
suponiendo que se usara en la fecha del relato, es muy difícil que con aparato
tan inseguro todavía se atreviera Ben-Farroukh a separarse de las aguas españolas
y lanzarse a pleno Océano. Además, siendo la misión del almirante áraibe
vigilar las costas lusitanas, no era posible que abandonara au cargo durante tres
meses dejando el paso libre a los normandos, con grave reponsajbilidad, aventurándose
en una empresa para la cual no había recibido órdenes concretas y
obrando por impuilso propio.
Por los errores que contiene, la burda mixtificación de fechas y nomibres,
y los pasajes que copia servilmente de Viera, es inútil buscar el original de este
viaje en ningún escritor árabe ni en sus traductores. El verdadero autor del manuscrito
falsificado no es otro que el propio D. Manuel Osuna Saviñón.