LOS MALLORQUINES EN CANARIAS
El tema de las escasas noticias que.nos han quedado de los viajes hechos por los
mallorquines a estas islas en la Edad Medí^, vuelve de nuevo a la actuailiSad científica
con motivo de recientes conferencias dadas en Las Palmas por un eructo -sacerdote.
En los salones siempre prestigiosos de El Museo Canario D. Juan Alonao Vega,
vice-rector del Seminario de aquella ciudad, a-vueltas de hablar de los orígenes de la
evangelización de las Islas, dio a conocer sus hallazgos documentales tocantes al tema,
«fectuados en la inagotable cantera de los Regesta Vaticana. Aunque todavía no
conocemos al escribir estas líneas el exacto contenido de estos hallazgos, sabemos ya
que en ellos figura por lo menos una importante Bula inédita de Clemente VI. Por
otro lado, y con, independencia de estas investigaciones, sabemos que pn la "Revista
Española de Teología" ha aparecido otro estudio tocante a la» primitivas misiones
evangelizadoras en estas Islas.
Por nuestra parte hace ya muchos años que nos hemos ocupado de las relaciones
medievales de los pafáes dt^la Corona de Aragón, especialmente Mallorca, con nuestras
fslas. Primero, en un Discurso inaugural de nuestr§i Universidad (i) y em artículos
de revista, recogimos los datos hasta entonces conocidos, pero que andaban dispersos
por las más insospechadas publicaciones y eran desconocidos del público culto
canario; más adelante aportaciones ajenas y trabajos de investigación propios nos
perjAitieron añadir otros interesantes materiales a aquellas noticias. Todo ello fué la
base de un estudio que constituyó nuestra particiimción al Homenaje tributado ai
octogenario maestro Antonio Rubio y Lluch, posteriormente fallecido. Los volúmenes
que contienen esta colección de trabajos jubilares aparecieron desgraciadamente
en 1936 y las oircunstanicias impidieron su difusión; por tanto aquellas páiginao que-
(1) ELIAS SEBRA, El descubrimiento y los viajes m«diev«les d« los cataUíiie^
a las Islas Afortunadals. Discurso inaugural Universidad de La Lagttiia, 1926-27,.
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daron prácticamente inéditas. No es, pues, de extrañar que las varias personas que
luego 9e han interesado por el problema de los viajes mallorquines a Canarias, desconozcan
nuestro trabajo y no hayan podido contrastar su3 conclusiones con las nueii-trá>.
Este súbito interés por el tema desde diversos centros de investigación y esta
falta de difusión del estudio en que recogí mis aportaciones al mismo, me deciden a
aprovechar la primera ocasión que se me ofrece para verter mi trabajo en una publicación
canaria, facilitando su conocimiento a los curiosos insulares. Así pues con
ligeros retoques voy a transcribir lo que dije en 1936 y ello explicará que tal vez
abnnde en antecedentes acaso innecesarios para el público culto de esta revista, pero
que no eran sobrados para aquel, más diverso, a quien me dirigía en aquella ocasión.
Las navegación^ mallorquínas a Canarias no son un hecho aislado, iniciativa
espontánea de'los navegantes de la isla mediterránea. Navegaciones por el mar Atlántico
realizan al mismo tiempo o antes otros marinos mediterráneos. Kn la base de este
movimiento de curiosidad exploradora por mar, hay que ver probablemente un
hecho general: los progresos de la técnica náutica, mal conocidos, pero que llegan a
resultados concretos en el siglo XIII. De tiempo se habla de la difusión y perfeccionamiento
de la brújula por los marinos mediterráneos, sin que poseamos datos bastante
concretos para seguir en detall? su historia y evolución. Más recientemente Le-febvre
des NoSttes en una obra interesantísima (2) ha llamado la atención respecto
a otro progreso náutico, acaso de consecuencias más vastas que aquel aparato orien-tadior:
nos referimos al timón, que igualmente^r el siglo XIII substituye en la di-réceión
de las naves al primitivo remo lateral, que con adaptaciones más o menos
ingeniosas, que. no alteraban su esencia, pei-sistía como único aparato de gobierno
de todas las naves desde los orígenes de la navegación. Esa dirección deficiente tenía
eomo inevitables consecuencias éí limitar el tonelaje de las naves y su arboladura
(esto es,'la fuerza propulsora) a términos modestísimos, pues una nave que los excediese
habría resultado ingobernable (S).
Ambos adelantos son del siglo XIII, pero mientras es indudable que el progreso
de la brújula y otros aparatos de orientación y medida, sé localiza primero en el Mediterráneo,
la aparición del timón tw> sabemos en*que puertos tiene su verdadero origen.
Sea üomo fuere, es indudable que en aquel momento histórico los marinos me-tódienales
llevaban indudable ventaja sobre sus colegas nórdicos, a pesar de las ya
olvidadas bazafias de los vikingos, basadas antes en increíble arrojo personal que
ei( recursos ^técnicos especides. Los mediterráneos poseían en efecto las magrníficas
cartas aiaticas que solemos llamar portulanos, basadas únicamente en la orientación
(2) LEFEBVBll DIES NOfiTTES. De la marine antique a la marine moderae.
La revolntion da gouv^ail, París. Picard, 1934. (Ejemplar en Univ. La Laguna.)
(3) Sobre la navegación piedieval, evitando las obras de historia general, casi
siempre muy mal informadas en este punto, se puede consultar ENLART, Manuel
d'ArekMogie, H, 1904 (2* edic. renovada, 1932) o LA RONCIÉRE, Hlstoire de la Marine
fran^aise, 19S6. También JAL, Glossaire nautique. Sobre las navegaciones italianas
al Atlántico, un buen resumen en la obra del mismo LA RONCIÉRE, La déoon-
TOft» ét l'AMqne, U, (de la que hay ejemplares en la isla).
de la brújula y la estimación de las distancias recorridas (sin auxilio de la Utácora
o cuenta millas, invención moderna) y precisamente estos mapas son los que al divulgar
el hallazgo de nuestras islas atraen sobre ellas la atención de todos lo» centros
de navegación.
Tan reconocida era la superioridad náutica mediterránea que el primier país atlántico
que se dispone a disputársela, Portugal, empieza por contratar un completo equipo
de marinos genoveses para dirección de sus flotas. Son, en efecto, los portugueses
los primeros navegantes atlánticos que sie ponen a la escuela de los mediterráneos, y
con tanto provecho, que en tiempos más tardíos ellos serán los que enseñarán la técnica
meridional aprendida a los puertos del N. Y todavía no se durmieron pronto sobre
los conocimientos adquiridos, sino que, aparte las iniciativas propias, pidieron
siempre Tiue les pareció provechoso nuevas enseñanzas a los marinos del mar interior,
como cuando el infante Enrique llamó a «u lado aquel Jacme de Miallorques que hay
que identificar con seguridad con el converso .mallorquín Jacme Ribes, de la ilustre familia
de los Cresques. Pero antes que los portugueses se lancen a través de la alta mar.
hay un tiempo que sbn los marinos salidos de dentro de la mar interior los que, aprovechando
el dominio del viento y de la orientación que les es propio, exploren el Océano
y hallan los grupos de islas que tiene esparcidos.
/ Es en Genova donde todo hace presumir que se concentraron • primero estos progresos,
si bien entre puertos que cambiaban continuamente sus naves de uno en otro,
como eran los del Mediterráneo, las diferencias no podían ser profundas en las prácticas
de navegar y lo prueba la extensión por todos ellos de la mayoría de los nombres
de los diversos tipos de naves. No así con los puertos atlánticos, apenas comunicados
con aquellos hasta el siglo XlIIy que poseían hasta entonces tipos t noni-bres
de naves bien diferentes. De fines de dicho siglo tenemos noticias concretas de
los viajes exploradores (al parecer con un programa muy análogo a los de Colón, do*
siglos más tarde), de ^ s hermanos,, genoveses también, llamados VivaM. Esto* i^-
vegantes se perdieron. sin dejar rastro, pero otros no fueron tan desgraciados y de .
ellos fué el navegante y mercader genovés que bautizó definitivamente la isla más
próxima a Europa del grupo canario. Lancelotto Malocello debió reconocer esta ÍSIÍBI
a comienzos del siglo XIV; su recuerdo y los restos del cantillo o torre que construyó
eran conocidos de los conquistadores de cqmienzos del siglo XV. El mapa catalán de
1S89, firavado por Angelino Dulcert, ya da el nombre completo a la actual Lanzaro-te,
pintad» con las armas de (jléñova, cruz de gules en campo de plata, que le serán
siempre atribuidas en la cartografía medieval. Por camino menos seguro, a través
de una carta particular de un historiador del siglo XVII, Paulmyer, que conoció materiales
hoy perdidos, pudo La Ronciére datar el primer viaje de Lancelotto en 1812 y
prolongar el dominio qué tuvo de la isla hasta 1882; dominio que, mientras, según esta
fuente, acabó con la expulsión del genovés por parte de los indígenas ayudados de
sus vecinos (los naturales de Fuerteventura ?), según otra fuente) un viaje imaginario
por África, escrito en Castilla en el siglo XIV, terminó con la muerte violenta del
conquistador (4). Las fedias d» Paulmyer, «i no se pueden dar por probadas, no ofre-
(4) Nos referimos ar Libro del conoscimiento de todos los ReiiMM, tieiTM y M-Aoríofl
que son por el mundo, conocido por los autores del Canarien con el nombre d«
Livre du fraire franciscaiii, publicado por JIMEINEa DE LA ESPADA en el "Bol. do
la Sociedad Geográfica de Madrid", II, y a part^ en 1877. D. Buenaventura Bonjiet
dio nna interesante conferencia sobre la relación de esta obra con las isl«8«
cen tampoco contradicción, antes bien coinciden con las otras noticias que teneiiios y
pueden ser>aceptadas a falta de mejores (5). ,
Estos hechos no tuvieron una repercusión general hasta que fueron divulgados
por las cartas náuticas, como la que hemos citado, la cual precisamente sólo dibuja
y nombra, a base de las noticias nuievas, las isla» de Lanzarote y Fuerteventura y
un islote anejo, mientras que el resto del archipiélago isigue dibujado a fantasía y con
nombres más bien sacados de recuerdos clásicos (6>. iDe todos modos creo que el episodio
tan nombrado, de la investidura del Príncipe de la Fortuna, concedida en 1S44
por el papa Clemente VI a Luis 'de España o de la Cerda, almirante de Francia, es
independiente de esta divulgación cartográfica (1). Las islas que la Iglesia concede
al l'Tíncipe, que, son indudablemente las que éste solicitó; componen una larga lista:
ana, la Goleta, es del Mediterráneo¡^.las demás son al parecer atlánticas, pero no revelan
en sus nombres ninguna reminiscencia de ,1a aventura de Lancelotto. Si ésta
determinó los proyectos del Príncipe, la noticia le llegó en forma tan vaga que no pudo
sacar de ella precisión alguna para a»torizar sus ambiciones. Más interesante es
pari^ nosotros el hecho de que acudiese, entre otros, a nuestro rey Pedro III en demanda
de ayuda para hacer efectivo «u brillante título (8). De todos modos no hay
indicio serio de que, una expedición formal intentase algo en este sentido, aunque
Luis de España «e preocupó en efecto de prepararla (9).
• Pero en tales años hacía ya tiempo que las Islas Canarias estaban de, moda entre
los navegantes. Como dijimos, las cartas náuticas debían ser causa de ello. Portugal
hah{a tenido el acierto de llamar, desde comienzos del Siglo, para dirigir sus naves a
(5) En 1330 aparece un Lancelotto Malocello, probablemente nuestro héroe, fir
mando un acta en Genova. Miembros de esta familia tenían de tiempo (desde 1235,
por lo menos) intereses importantes en Ceuta musulmana. Apud LA RONCIÉBE, La
découverte..., II, y M|AS LATME, Traites de paix et de commeroe... 115.
(6) Hay que exceptuar el nombre Gummaria que no aparece en Plinio ni Ptolo-meo,
si bien el emplazamiento y dibujo de la isla es puramente caprichoso. '
(7) Es curioso que da una insuficiente noticia de esta concesión personal al infante
Luis de- España, almirante de Francia, dedujo el Sr. BAHiCIA TRILLES una
prematura concesión papal a España (todavía non nata), de la soberanía de las Islas:
CAMILO BARCIA, Francisco de Vitoria et l'Ecole nfodeme du Droit International,
"Recueil des Cours de l'Acad. de Droit-ftiternat." XVII, (1927-11"), p. 1B4.
(8) Crónica de Ppre III o de DescoU, 176, ed. CORÓLEU, y carta del rey al arzobispo
de Neopatria, en RUBIO Y LLUOH, Docum,ent8 per la cultura... II, 290, nota.
(9) ZURITA, que merece.por lo menos el crédito general que se ha ganado entre
los historiadores, nada afirma y aún en un pasaje dice expresamente que no tuvo
resultado alguno: "recibió el Rey a este Príncipe... con gran honra y fiesta: y allende
de cierto número de galeras que le mandó dar para ayuda desta empresa, le concedió
que pudiese sacar de la Isla ;de Cerdeña todas lasi vituallas necesarias para esta
armada. No he podido descubrir, aunque lo he inquirido con diligencia, el suceso
que tuvo esta empresa.." (Anales, VIII, 4.) "Y.no resultó otro efecto de aquella empresa
mas de averse llamado Príncipe de la P'ortuná." (Id. XX, 39.) Otros autores no
merecen éréditc alguno, como. BENZONI, La historia del Mondo Nuovo, Venecia, 1565,
lib. III; y mucho menos todavía OSSUNA SAVIÑON, Resumen de la geografía... die
las islas Canarias, Santa Cruz, 1846, que lo cuenta con muchos detalles, pues este autor
es un conocido falsario, inventor de otros episodios de historia canaria, como el
del viaje 4el mAisulmán Ben Farruc. El ms. que cita a propósito de la expedición de
Luis de EE^Miña no ha-'exlstido nunca. Vide, además, sobre esto, DAUMET, Louis do
La Cerda »u d'Eapagne, "BuU. Hispanique", XV, 1913; quien, sin conocer el origen
guspécio de la noticia, ya encuentra cronoWgioamente imposible la expedición a que
pos teferimos.
los maestros de la navegación mediterránea y el genovéa Emmanuiele Pessagrntf y sos
descendientes ocupaban el cargo de almirantes del reino. Genoveses y florentino»
mandaban una expedición oficial que bajo el estandarte de las ({uinaa visitaba las Calcarías
en 1341, y es la primera que nos ha dejado noticias interesantes de las islas y
de sus habitantes. Las carta italianas a través de las cuales nos ha llegado una relación
bastante exacta de esta expedición, eran de nov'iembre del mismo añq( datadas en
Sevilla y dirigidas a Florencia (10). No es verosímil que las expediciones mallorquínas
que aparejaban en abril del siguiente año 1342, fuesen consecuencia directa de
"Coca" semejante a i » que usaron los nillorquines
Tomada da^n tallo da cara da la Roehala, dat-erlto
an un documanto Banovta da 12t>6on laa.
•Igulantat palabras: "Imago euguadam llgnl ad
timllitudinan Cocha, eum arbora at valla qua-drato
axpanto". Apad Jal.
esta portuguesa. Hay qu^ considerarlas más bien como un movimiento paralelo producido
por las mismas causas en dos puntos independientes.
En efecto, con las expediciones de 1842 comienía la etapa de los viajes catala-no-
mallorquines a las islas Canarias, precedidos y condicionados, a mi juicio, por la
indicación cartográfica del viaje de Lancelotto Malocello. Los viajes de los que tenemos
Téferencias, realizados o por lo menos proyectados, son lo bastante numerosos
a lo largo del siglo XIV, para que podamos lícitamente pensar que no nos ha llegado
noticia de todos. Todavía hay que sumarles otros viajes que tuvieíon objetivos ultramarinos
semejantes, como el tan famaso de Jacme Ferrer, divulgado tambil&n por la
cartografía.
La lista de viajes y noticias que unen, en el sigrlo XIV, las costas e islas catalanas
a las islas Afortunadas, que trazamos en trabajos anteriores, resulta ya incompleta;
Vamos a reconstruíria y a tratar de valorar debidamente sus episodios.
La expedición portuguesa «de 1341, por las noticias que de ella tenemos, tuvo ca-
(10) La noticia de estas cartas la contiene un ms. de Florencia publicado por
CIAMPI, Monumenti d'un nianuscritto autógrafo..., Florencia, 1827, tpie (H atribuyó,
con razones especiosas, a Boccacio, pero cuyo valor histórico, en todo, caso, es el
mismo.
M6
r ^ t e r oficial (11). Las expedidones mallorquínas de 1342, que son dos, parecen de
íniciatiTa iprivada. Aún así, una de ellas por lo menos lleva carta de creencia o pre-
.séntacl6n de la autoridad real, para cualquier potestad marítima extranjera, en nombre
del rey de Mallorca,
En 16 de abril de este año 1342, Roger de Rovenach, Lugarteniente del Rey de
Mallorca en la mis'ma isla, concede, a propuesta de los armadores y compañeros, la
capitanía y presidencia de una expedición dirigida a las islas de Fortuna "novellament
trobades") a Francesc Desvaiera, ciudadano de Mallorca. La expedición se compone
de dos "coqiues bayonesqües", la Santa Creu y la Santa Magdalena, que tienen por
patronos Pere Magre y Bartomeu Giges; todavía se citan como armadores, juntamente,
al parecer, con el capitán y patronos, Bartomeu Moragues, Pere Giges y Francesc
Albussa, todos de lá misma ciudad (12).
I No parece que tenga relación alguna con este viaje, si no es lá de competición y
rivalidad, otra que obtiene la concesión de capitanía apenas diez días después, el 2*3
-de abril. Por lo menos el documento que a ella se refiere nada deja traslucir de una
coordinación entre las dos empresas. Ahora se trata de una sola coca bayonesca, llamada
Sant Joan, mandada por Domingo Gual y tripulada como compañeras y armadores
ppr Guillem Bossa, Guillem Deseos, Pere Dalmau, Guillem Maimó, Benét Ramón
y Joan Paga. El resto del documento es literalmente igual al referente a Francesc
Desvaléis,, escrito evidentemente sobre el mismo formulario o modelo (13). Los
mismos contenvporáneos coniiprendieron la importancia de estos documentos, y los oficiales
de la cancillería mallorquína los distinguieron a diferencia de los demás- diversos
q\i« les aicompañan en el mismo registíb, cdn rúbricasi o títulos de grandes letras, en latín:
"Concessio capitanie navluminsularum nóyiter inventarum facte Francisco de
Valerüf" y "Concessio capitanie faété Dominico Gual- el allijs patronis ausdam (sic)
coche", respectivamente.
,Aca80, gracias a estos títulos llamativos, estos dos documentos son conocidos por
los eruditos mallorquines (ya que no en Canarias) desde hace muchos años. Pero falto
del indicado reclamo x>a^óles desapercibido otro más breve referente al mismo Do-núngo
Gual y de la misma fecha. Es, de éste de donde podemos deducir el carácter
semi-oficial, por lo menosi de la expedición de la coca "Sant Joan". Obtuvjéselo -o no
también^ nada parecido hallé referente a las cocas mandadas por Desvalers. E^te do-
(11) "Duas naves, impoasitis in eisdem a rege Portogalli opportunis ad trans-fretandutn,
comtmeatibus, et eum iis navícula una munita... a Lisbona civitate datis
vtíis in altum abiisse, ferentes insupef equos et arma, et machinamenta bellorum
varia ad civitates et castra capienda", dice el ms. de Florencia. Es a esta misma ex-p
«dici6n a la que se refiere el rey Alfonso IV de Portugal, al protestar de la concesión
hecha por CSemente VI a favor de Luis de la Cerda, de la que ya hemos hablado.
Dice el,rey en su respuesta al Santo Padre, de 12 de febrero de 1345: "gentes nos-tras,
et naves aliquas rlluc missimus, ad illius patriae conditionem explorandum: quae
ad dictas ínsulas acc«dénte$, tam homines, quam animalia, et res alias per violen-tiam
occu|>aruflt ét ad nostra Regna cum ingenti gaudio apportarunt." (Carta de Alfonso
IV..., ao Pipa..., Lisboa, 1910, 7 págs. infolio.) La protesta equivalente de Castilla,
bastida en svq>uefttos derechos délos reyes godos a la Mauritania, carece de interés.
(Alega«oc« feitas contra os portugueses..., Lisboa, 1912.)
(IJ) Si e! tipo de coca es,conocido'con alguna precisión, una nave corta y ancha,
con vela cuadrada', en cambio, la^ particularidad de las'llamiadas bayonescas, no parece
fAcil de determlitar. '
(18) MIGUEL BONET, E^tpediciónes de Mallorca a las Islas Ganarías (1342 y
1362), "Bol; de la' Soc. Arcjueológica Luliana", VI, 1896, 286.
C^astillo (le lU'Uvcr, ilc los iryrs ilc Mallnrca, iK'Sik- cuyas almenas se iMicio vei
partir loilas las expedicioiic-s iiialliiiquinas a ("aiiaiias.
I,a Sci) de Malhirca y el palacio real, llamado la Almiulaina (a la i/quierda),
con corta diferencia en el mismo estado en qne se hallaban en el sit;lo XI\';
entonces como ahora [(uniaban h\ característica silneta de la cinilad,
doniinantlo el caserío.
aoi
Cuimento es una carta de creencia del Lugarteniente Roger de Rovenach dirigida "a lOí
nobles y poderosos y honrados señores almirantes, capitanes, patronos y otros cualesquiera
señores de escuadra o armada o nave u otro navio de mar de cualquier dominio
o jurisdicción que sean", recomendándoles la nave y tripulación de parte de su
Roy y ofreciéndoles trato recíproco de favor (14).
¿Cuál fué la suerte de estas naves? Sólo indirectamente podemos adivinarlo. Desvaler
», el capitán de las dos cocas, es citado en otros documentos, muy posteriores, como
jefe de un viaje a Tartaria, del que regresó también (IB). No fué, pues, el viaje
a Canarias el último que hizo. Nada sabemos de Domingo Gual y de los suyos; "pero
como veremos pronto, de uno u otro de estos viajes, o de ambos, procedían reaultadios
bien curiosos.
Pocos años después, hacia 1345, sería cuando el nuevo señor de las islas de Fortuna,
Luis de España, a quien nos referíamos antes, debió hacer algunas gestiones, probablemente
en Mallorca, para fletar bajeles. Pero en todo caso, como confiesa Zurita,
no nos ha, quedado noticia fidedigna de ello (16). También heonos citado ya el viaje
de Jacine Ferrer, fechado por los mapas en 1346 y del cual no hallamos rastro alguno
en el Archivo de Mallorca (17). Según él breve texto que en las cartas náuticas
acompaña a la figuración del uixer o buqiue-transporte de este navegante, su objetivo
no eran las Afortunadas sino el "riu de l'or" que hay que identificar, no con Rio de
Oro, sino c»n el Senegal.
Viene ahora en lista otro viaje, también dado a conocer por el erudito mallorquín
Miguel Bonet: salía de Mallorca en 1352 bajo el mando de Arnau Roger, confirmado
en el cargo por \puillem de Llagostera, lugarteniente ya del rey de Aragón-Cataluña,
Pedro III, posesionado de la isla desde 1343. Pero documentos antes no tenidos
en cuenta nos hacen comprender mejor la significación y la imiportancia de esta expedición,
y nos la ligan lógicamente con las anteriores. En efecto, en 7 de noviembre
de 1351, Clemente VI nombraba al primer obispo de las Islas Afortunadas, en un documento
interesantísimo (18). Este obispo, seguramente mallorquín, es Un carmelita, fray
Bernardo, que está dispuesto a pasar a las islas "que Fortúnate vulgariter nuncupan-tür,
bonorum quidem copia fértiles ac referte populis, nondum tamen veré fidei salutífera
doctrina imbutis", para predicar §tí ellas el Evangelio con grandes esperanzas
de éxito, pues además de su celo cuenta con otros fieles fervorosos que le acompañarán
y todavía "certi alii commorantes in Ínsula Maioricensis'' de dictis aliis insulia
oriundi, qui regenerati unda baptismatis ac eorum. propria et in Cathalanica lingua
instructi ad dictas infidelium infeulas una tecum parati sunt pro huiusmodi negotio
(14) Archivo de Mallorca, Lletres comunes de Lloctinencia, 1342-43, f. 21 r., doc.
1 de los que publicanMS al fin.
(15) Documentos de 11 septiembre de 1379 y 11 abril de 1394, publicados por
RUBIO Y LLUCH, Documents per la cultura. I. 279 y 382, respectivamente.
(16) ZURITA, Anales, VIH, 1 y 4, y XX, 39. i
(17) Puede esto explicarse porque la serie de registi-os que contienen estos datos
desde la incorporación a la Corona de Aragón, los de "Extracció d'oficis", está falta
de los volúmenes correspondientes a los años 1345 a 48 inclusives.
(18) Publicado o citado en "iRomische Quartalschrift", 1892, 238-40 (apud Eü-
BBL, Hierarchia Catholioa medii-áevl, I, 285, 25 edic), revista que no he podido ver.
El texto que doy al final, doc. 2,, lo debo a- WOLFEL, compulsado directamente en los
registros vaticanos. Ahora, 1941, tengo noticia del hallazgo por D. JUAN ALONSO
VEGA de una bula^anteripr sobre el mismo tema, de 15 de marzo o mayo del propio
año 1361.
202
fideliter laborare"; ciertos otros habitantes en Mallorca, naturales de aquellas isla»
Afortunadas, los cuales regenerados por las aguas del bautismo e instruidos en su
propia lengua y en lengua catalana, están dispuestos a trabajar fielmente con él eu
esta empresa. ¡ '• ] '
Tenemos, pues, en 1351, u n ^ canarios vecinos de Mallorca, donde han aprendida
la fe cristiana y la lengua catalana. Aunque nos falten pruebas directas es difícil dudar
que gestos canarios catalanizados fueron traídos por una o ambas expediciones ma-
Uorquinas de 1342. Los ocho años de intervalo son el tiempo natura! que hay que suponer
necesario para asimilar unos cautivos o educar unos niños procedentes de un
medio social tan diferente. Podrían sin duda proceder de algún otro viaje intermedio,
no conocido; pero la misma importancia que se da en los registros de la Cancillería
mallorqi^ina a estas expediciones nos hace dudar que sean muchas las que hayan quedado
ignoradas por este tiempo.
El obispo fray Bernardo ¿fué efectivamente a las islas, como ofrecía al papa en
ooasión de su promoción? He aquí todo lo que de él sabemos: promovido obispo, como
acabamos de ver, en 7 de noviembre de 1361, el 8 de marzo de 1353 vuelve a hallsjrse,
si de ella se ha separado, en corte de Aviñón, donde juntamente con otros obispos
concede indulgencias a la abadía austríaca de Melck (19); el 21 de marzo de 1354 está
en Valencia, en las cortes generales del reinó, en las cuales actúa de testimonio en
la jura del infante Juan como heredero del rey Pedro (20). El mismo año 1354, el 27
de junio, fray Bernardo es ya transferido al obispado de Santa Giustá, ,en Cerdeña,
y en esto cargo muere antes del año, pues vacante el obispado por defunción, es nombrado
su sucesor en 80 de julio de 1355 (21).
Si fray Bernardo llegó a iniciar sois propósitos tuvo que ser, en todo caso, hacia
el año 1352, ¿lue es el único en el cual nada sabemos de él, y es evidente que el viaje
exigía una larga serie de meses. Precisamente es e^te año cuando Amau Roger es
confirmado capitán de una nave que se propone pasar a nuestras islas "ob reveren-tiam
altissimi .creatoris domini Dei nostri Jesucristi et Virginis glorióse Beate Marie
j>ie matris eius et totáus curie superiorum", para convertir a la fe ortodoxa estas
gentes que no conocían al verdadero Dios. La finalidad proclamada del viaje es, pues,
puramente religiosa, a diferencia de los viajes de 1842, que nada manifiestan en cuan-
' to a propósitos. Además, Guillem de Llagostera, al confirmar a Roger en el mando
para el cual le habían elegido sus compañeros, dice que el ¡viaje lo hacen "de licencia
et permissu sanctissimi domini nostri Pape a,tque illustrissLmi domini nostri Regís
Aragonum". No se puede dudar, por esta finalidad tan precisa y por la fecha, que este
viaije es el que ya proyectaba fray Bernardo cuando fué promovido al nuevo obispado
de las islais. La sola dificultad está en que el documento cita los principales compañeros
de viaje, que han.escogido al capitán, y estos son Juan Doria (genoVés ?),
Jaime Segarra y Goiilíermo Fuser, de Mallorca. Si el obispo iba a bordo, resulta extraño
que no partdcipase en la elección ni se le nombre poco ni mucho. Pero aún sin
su presencia el viaje es indudablemente el proyectado por él.
(19) El documento, al parecer, fué visto en Melck por VIERA Y QUAVIJO.
(20). Col. de Docs. inéditos del Archivo de la Corona de Aragón, VI, doc. 97. El
obispo Bernardo es citado en lugar distinguido, pues figura en segundo puesto
entre los pocos testimonios expresamente nom&rados. Podemos deducir también que
no era valenciano, pues en tal caso habría figurado como parte activa en el juramento
y no como testimonio del mismo. S
(21) EUBEL, ob. y ed. cits., I, 285 y 288.
208
Por otra parte, al lado de la finalidad proselitista proclamada no olvidan otra?
posibilidades: "si accuderit Deo volente quod dictas ínsulas vel aliquam ipsarum
adquireretis quoquomodo, quas ipsas ínsulas vel aliquam earuní per vos adeptas terte
bitis in feudum dicti domini Regís Arajronum"; y si pensamos que la bula papal autorizaba
al obispo fray Bernardo para que. en una de las islas y en el lugar que mejor
le pareciese, fundase una iglesia, erigiese esta en catedral y distinguiese el lugar
escogido con título de ciudad, el nombre de la cual sería en lo futuro el del obispada.
nuevo; y que pudiese fundar también otras parroquias, cementerios, etc.; de todas
estas facultades civiles y religiosas deduciremos que las esperanzas puestas en la
empresa eran muy amplias. Se trataba, no de una simple visita, sino de un propósito
de colonización y anexión deliberado.
Es de temer que los resultados fuergn mucho más modestos, y acaso nulos del
todo. Hemos visto que fray Bernardo se desentiende pronto de la empresa queje hizo
promover al orden episcopal: acaso el resultado del viaje de Roger le desanimó.
Cuando más adelante se vuelven a citar obisp'os de estas islas, continuar»con un nombre
general, contrariamente a lo previsto por el Papa, |Como acabamos de decir. Las
Afortunadas sigoiín siendo siempre las islas nuevamente halladas: nunca se hace referencia
a un establecimiento fijo en ellas.
No obstante |la& referencias de viajes catalanes y mallorquines todavía siguen,
más o menos espaciadas. De tiempo es-conocida una bula de Urbano V, de 2 de septiembre
de 1369, recomendando ^a los obispos de Barcelona y Tortosa unos religiosos
mendicantes y clérigos seculares que están dispuestos a ir a la |isla de Canaria y a
otras adyacentes, llamadas jislas de Fortuna, a enseñar la religión a sus habitantes
"nullan legem tenentes nec alicuam sectam sequentcs, sed dumtaxat Solem et Lunam
adorantes", según han referido al Papa los ciudadanos de Barcelona Bertrán de Mar-mandó
y Pedro de Estrada (22). •
Otra noticia análoga, de 1386, fué publicada por Rubio y Lluch (23). Pedro UI
recomienda, con fecha 20 de febrero del dicho año, al papa de Roma Urbano VI,
unos "pauperes heremite alieque persone riegni nostri", que, todavía, se proiponen ir
a las islas de Canaria (ya no de Fortuna), que "a tempore pauco citra fuerunt in
oceanis climatibus... reperte", en las cuales, dice, "quedam sunt populatione construc-te".
El propósito manifestado, como de costumbre, es puramente religioso, y por esto
se dirigen al Papa con esta recomendación real.
Estos intentos parecen proceder del territorio estricto de Cataluña; pero el recuerdo
de las expediciones atlánticas tic^ se había extinguido en Mallorca. Desde el
traslado a Cerdeña del carmelita que ocupó unos años la sede.^para él creada, de las
islas Afortunadas, no hay en los archivos pontificios otra noticia conocida de este
obispado hasta los tiempos de Bethencourt, ya en el siglo XV, cuando se crea la sede
episcopal de Rubicón (Rubicensis) en Lanzarote, que es la trasladada más tarde a
Gran Canaria. La opinión común era, pues, q^l€ después de fray Bernardo no se había
hablado más de este obispado hasta que el caballero normando se pre'semtó
a Benedicto XlII en demanda de privilegios espirituales para su conquista comenzada
(1403) (Zk). Pero tampoco podemos dar esto por probable: otra vez de Ma-
(22) VIERA Y CLAVIJO, Noticias, IV, ed. 1863, apud Raynaldo, an. 1369. Al
j)arecer nadie ha -vuelto a ver este documento después del Arcediano de Fuerteventura,
y todos nos hemos limitado a copiarlo indefinidamente.
(23) RUBIO Y LLUCH, ob. cit., II, 289.
(24) Así EUBEL,:ob. y lug. cit.: "Insulae Fortunatae episcopo destltatae es«e
aoi '
Horca tenemos noticias de que el obispado de las islas |atlánticas subsistía, por lo menos
teóricamente.
Ya en los últimos años de aiquel siglo XIV, un documento sobre un préstamo, en
sí mismo desprovisto de interés, nos presenta "lo religiós frare Jacme Ultzina, bisbe
de Canaria". Quien lo designa con este título no es menos que el Lugateniente de gobernador
en el reino de Mallorca, en 3 de abril de 1394. De este religioso hay. otras
noticias, sacadas de los papeles del convento al cual perteneció: era dominico y fué
prior de Santo Domingo, de la ciudad de Mallorca, en 1389; el año antes, vicario del
prior; y en 1365, ya conventual, tenía a su cargo los alumnos de lógica (25). En cambio,
ninguna otra referencia, salvo la citada, de su dignidad de obispo.^
Las notiei*.s que quedan son de otro 'orden. Parecía natural -que un proyecto qu-e
había ilusionado por tanto tiempo a los religiosos y navegantes mallorquines hubiese
dejado algún rastro en su literatura o en la historia narrativa; pero de hecho no es
así. Ramón Llull, a quien tanto habría pedido apasionar esta empresa, vivió antes de
que madurase; en la literatura catalana apenas hallamos la vaga referencia de la
Crónica de Pedro III, con motivo d* la visita del príncipe de la Fortuna al monarcii
catalán en solicitud de ayuda para la soñada empresa de las islas.
Pero en otros medios se recogió la tradición de los viajes mallorquines a la» Ca-"
narias; y de hecho esta referencia tradicional es la única que ha figurado en las historias
de las Is'las, ipues la documental se reducía a la bula de Urbano V aducida pof
Vieta. En primer lugar debemos referirnos a un autor mnisulmán, Ibn Jaldún, el famoso
historiador tunecino; al hablar, hacia 1377,'de los cautivos canarios que vivían
como esclavos en Marruecos, da de las costumbres de su tierra algunos datos qut,
por la identidad con lo que por otros caminos sabemos, muestran la autenticidad d«
los informes de Jaldún. Ahora bien: nos dice que estos cautivos no procedían di!
asaltos de los africanos a lais islas, sino que eran comprados a los francos, que lai
frecuentaban (26). Sería erróneo entender la palabra francos como equivalente i.
franeeses. De un lado sabemos ahora que la suposición de viajes normandos, de Diep •
videntur usque ad anndm 1404, quo a Benedicto XIII Alfonsus de Lucar O» Min. eccle-siae
Rubicensaé in Ínsula de Lancelot, 'una ax Canariensibus praeficitur in episco-
(26) El documento y los demás datos sobre fray Jacme Ultzina fueron publica-dor
por ESTANISLAO DE K. AGUILO, que los tenía de MIGUEL BONET, en el
"Almanaque de las Islas Baleares y Anuario del Diario de Palma", en 1888. A veces
el nombte del religioso aparece escrito Olzina.
(26) "Hemos oído que a,mediados de esté siglo, (82 de la Egira, hacia 1850)
muchas naves de francos llegaron armadas a aquellas islas y las saquearon. Fueron
cautivados parte de los habitantes y los francos vendieron alguríos en las costas doi
Magreb-elAksa (Marruecos). Estos cautivos entraron al servicio del sultán de Marruecos
y cuando aprendieron, nuestra lengua dieron algfunas noticias de su patria.
Dijeron que allí se trabajaba la tierra con cuernos por falta de hierro; que se alimentaban
de cebada; que no había otro ganado que cabras; que en la guerra lachaban
a pedradas que tira,ban hacia atrás; que adoraban al sol naciente, sin conocer-otro
culto; y que jamás se les presentó misionero alguno. En efecto ej algrún navegante
llega a tales,parajes es casualmente y sin propósito deliberado*. (IBN KHAL-DUN,
Prolégoménes, Paiís, 1862 y 1932, trad. SLANE.)
106
pe, a las islas y costas de África, en el siglo XIV, es una equivocación sólo debida
a una confusión de fechas con las de viajes muy posteriores, (27). No es más verosímil
suponerlos como precedente de la ettípresa de Bethencourt, si recordamos quo
¡os indígenas cautivos que éste lleva como intérpretes, íienen nombres netamente!
castcllarosi Eti cambio, no es cosa nueva la costumibre áe los autofes árabes de lia
maír fraacoe a los hombres de la "frontera superior", los subditos del rey de Aragón:
la única dificultad está en compren<ler como expediciones generalmente de ca-
El "ux«r" da Jacme Farrer, sagún al Atlai cktalAn,
da Carloa V da Francia, dlaanado por Abraham
Craaqua* (1875); la acompaña la layanda: "partich
l'uxar d'an Jacma Farrer par anar al rlu da l'Or, lo <
Q9tn (ilo) da San Lorana qul aa a. x. da sgost u fo
an rany. M, eco xivj". •
(Copiado da fotografía dal mapa original)
rácter casi misional, de proselitismo cristiano, como la mayoría de las que conocemo-5
salidas de Mallorca, podían conducir a la venta* de cautivos en puertos de infieles.
Pero pensemos, por una parte, que acaso los fines expresados en los documentos, IID
son todas las intenciones de los navegante y, mercaderes que vemos intervenir en
ellas, sino más bien aquellas que mejor podían ganarles la ayuda oficial y de la Igle-fcia.
Por otro lado, es más que probable qiue al lado de las expediciones semireligio-sas
hubiese otras que, precisamente por sus finalidades poco simpáticas, no tenían
porqué dejar rastro en las cancillerías. En todo caso, unas u otras, tenían un ciertj
interés en desprenderle en lugares ignorados y sin control, de mercancías que por
8u oriiT'en dudoso podían serles confiscadas en el puerto de salida (28).
Entre los escritores cristianos también persistió la tradición o recuerdo del periodo
de las excursiones mallorquinasi por las islas Canarias. En el Canarieh, escrit'»
(27.) Vide LA RONCIÉERE, ob. cit., II. iO. Se trata de un error grosero de Vl^
LLAULT DE BEliLEiPOND, quien, en 1669, atribuye a fechas del siglo XIV las que
corresponden al XVl.
(28) La legislación catalano-aragonesa sobre cautivos era bastante restrictiva
a pesar de la libertad dé comercio de esclavos, una vez reconocido» como de buena
presa. Vide RAÍMOS LOSCERfTAIiElS, K' cautiverio en la Coren« de Aragón, Zarago-ta,
1916. (Ejemplar «n Univ, de La' Lag;unA.)
206
en su versión auténtica contemporáneamente a los hechos que liarra. y por tanto a
comienzos del siglo XV, se recuerdan claramente estas visitas de mallorquines, con
la particulardiad que se les llama Arragonnoiz, aragoneses, nombre con que el cronista
designa todos los subditos del rey de Aragón, mientras que suele llamar españoles
a los del fey de Castilla (29). Acaso fueron tambibén catalanes del Principado
o de Mallorca aquellos fraires cri^tiens, muertos en Canaria hacia 1391, fel testamento
de los cuales fué hallado por Gadifer de La Salle en 1403,. según el mismo Cana-ríen;
decían que pasaron, siete años en la isla predicando la fe y, por tanto, .su llegada
debería ponerse'hacia 1384, no lejos de la fecha de la recomendación de unos eremitas
al Papa por Pedro III, que vimos antes. Estos fraires ¿.serían .iquellos poibres-eremitas
de 1886? (30).
Más alejados del tiempo de nuestros viajes son los cronistas de (}ran Canaria.
De entre ellos Sedeño, contiene referencias concretas a la presencia de los mallorquines
en ia isla (31). Los conoce por su exaéta denominación y, si bien sólo cuenta
la historia de un único viaje, de dos naves, les atribuye diversas construcciones religiosas
y tratos largos y pacíficos con .lo.-í nativos. Autores posteriores extienden mucho
estas referencias y hacen proceder de los mallorquines elementas de la civilización
indígena de la isla que, a su juicio, eran demasiado avanzados para aquellas
gentes: especialmente el cultivo del trigo y el arte de construir casa.^í de piedra seca.
Rechazando desde luego esta útlima idea, no es tan llano hacerlo con la , primera,
pues parece comprobarse que dicho cereal sólo era conocido en aquella isla de entre
todas las Canarias, y aún en ella de menos liso que la cebada. También la presencia
de la higuera, árbol mediterráneo, es puesta por algunos autorej en la hoja dé méritos
de los mallorquines. El momento en que llegaron estas plantas útiles a la isla
es cosa mucho más compleja y pueden proceder de contactos culturales muy anteriores
a nuestros navegantes (32).
(29) "L'isle de Lancelot... souloit estre moult peuplee de geñs, mais les Espaig-neulx
et les Arragonnoyz et aultrez coursaires'de mer les ont par maintez fois pris et
menez en seruagez..." Canaríen, ed. MABGRY, 248. En otro pasaje habla de "Portin-gal,
Espaigne et Arragon". (ídem, 217.)
(30) "Et nous auons trouvé le testament de fraires crestiens qu'ilz traient, ore
a xü ans, qui estoient xiii personnes, pour ce, selon que les Cañares dient, que euls
auoient tr'ansmis lettres en terre de (írestiens encontré euls, lesquelx y auoient de-motíré
sept ans, qui de íour en ipur, leur annoncient les articlez de la foy catholique..." ^
Canarien, ed. cit., 193. '
(31) "Tenían los canarios noticias de navios, por que quarenta años antes que
viniéssen estos franceSves avían venido a esta isla, dos navios de Mallorca con,los qua-leá
a^•ían tenido paz y contratasión trocando mantenimiento» por ropa y algunas he-rramierrtas.
Eetos mallorquines edificaran en esta isla dos Iglecias con las pazes que_
tubieron; la uhor dé estas Yglecias está media legua de^la Ciudad de las Palmas, y la
otra en lá aldea de Sn. Nicolás, del mismo Sancto, pusieron en ellas unos sahctos de
Bulto labrados toscamente íjue fueron Sancta Catharina, Sn. Nicolás y Sn. Antón. Estos
mallorquines se fueron dejando prometido / l o s Canarios de volver y traei'les muchas
cosas de las que a ellos faltaban." SEDEÑO,' Crónica, ms. C. (Vide MILLARES
.GARLO-, "Museo Canario", núm'. 7, 70.)
(32) En la relación del viaje luso-italiano de 1341, t an interesante como digna
de crédito, se nos habla ya de cestos de higos secos que tenían los canarios como reserva
alimenticia y este viaje es anterior a cualquier influencia mallorquína: 'Además
hemos visto en las datas de Tenerife referencia a higueras ("el llano de las ftgueras")
en las montañas de Anaga, a raiz mismo de la conquista y por tanto «o importadas
por los invasores; y el árbol existe en la isla como sub-espontáneo. Cuanto al trigo,
207
Es general en los autores tardíos que hablan de la presencia de mallorquines en
Canarias, reducirlo todo a un sólo Viaje, que suelen ligar con. los propósitos del Príncipe
de la F'brtuna, En ello se ve un caso de simplificación de los hechos, fenómeno
frecuente en la transmisión tradicional de elementos históricos. Zurita, aunque conoce
los preparativos que hizo Luis de España, reconoce, con su habitual honradez, que
no sabe nada del resultado; pero otros son menos modestos: Benzoni y Berg-eron dicen
que las naves del infante llegaron a la Gomera precisamente, otros a Gran Canaria
y a Tenerife.
Más interesante es la narración de Abreu Galindo, historiador de las islas muy
diligente, que escribió hacia 1632 y nos ha trasmitido materiales hoy sólo asequibles
gracias a él (38). Al contarnos la llegada de dos navios mallorquines a Canari», si
bien lo relaciona también con Luis de España, él mismo nos dice de donde cree procede
su información: "de su venida no se poido saber cosa cierta por escrituras, mas
de por relaciones de antiguos canarios que lo oyeron contar y cantar a sus mayores.."
El crédito que podenjos -darle en los detalles es pues escaso: es inverosímil que tradiciones
indígenas'pudiesen distinguir entre mallorquines o catalanes y cualquier otra
clase de extranjeros; y lo mismo hay que decir de otras precisiones. La relación de
Abreu procederá antes que de fuente indígena, de narraciones cristianas como las
que acabamos de citar. Creemos inútil entrar en el análisis de sus elementos que además
serán ¿e diversa procedencia, caprichosamente juntados. Abreu sólo insinúa la
época de su historia. Autores posteriores menos respetuosos se han permitido fecharla
exactamente en 1360 y hasta variar el número de religiosos, a fin de que coincida
con los que figuran en el escudo de la provincia Franciscana de África, que proceden
de un episodio de martirio ocurrido en Marruecos, que nada tiene que ver con nuestro
caso. Hasta es posible que esta tradición de martirio de religiosos eii Canaria (si no
remonta a los fraires cr«stians del "Canarien") se relacione con un hecho más tardío,
del tiempo de la conquista de Gran Canaria, a fines del siglo XV, y sólo casualmente
vino a juntarse con las expediciones mallorquinas.
Si desde que perdemos el rastro de fray Jacme Ultzina no sabemos nada de relaciones
mallorquinas con Canarias, veremos como tarda en perderse.su recuerdo en
la isla de kallorc^. Juan de Bethenoourt, acudió al papa' Benedicto XIII en demanda
de aracilioB para su empresa. La Sede de Aviñón que no podía darle otros, le concedió
indulgendas que, con paciencia, podían traducirse en recursos materiales. Las
bulas correspondientes, de 1403, debieron ser usadas en todos los lugares donde Be-thencourt
creyó podía sacar de ellas rendimiento; lo fueron con seguridad, en la Corona
de Aragón, y donde debieron conseguir más éxito, en donde fueron más abundantes
los donativos, a cambio de los beneficios espirituales ofrecidos, fué en la i^a de
Mallorca. Lo sabemos por un incidente ocurrido años después, Por las causas que
fuesen sobrevino una ruptura entre el cpnquistador Bethencourt y la Sede de Aviñón:
en 1414 Benedicto XIII ordenaba el embargo de todoá los fondos concedidos por
del cual se exiben muestras en el Museo Canario, procedentes de viviendas indígenas,
vide, HABDISSON, Una fuente contemporánea de la conquista..., 1934, 24-26.
(88) ABRÉU GALINDO, Hist. de la Conquista de las siete Isla», ed. Santa Crxxz,
1848, ps. 21-28. .
208
los fieles a Eethencourt y anulaba las indulgencias y privilegios de éste. En 1419, tal
vez aprovechando la separación de la Corona aragonesa de la obediencia de Pedro
dé Lun^, el normando obtiene de Alfonso el Magnánimo una serie de disposiciones
para reintegrarlo en la posesión de aquellos recursos y de otros, prometidos por sus
subditos. Ahora bien, al lado de disposiciones de carácter general }>ara todos los dominios
del rey, hay una especial, destinada a vencer la resistencia del obispo de Mallorca
y de sus diocesanos. Evidentemente los intereses que allá se jugaban eran dignos
de 11118 mayor atención que la dedicada a otras pates (34).
Ahora, no obstante, no había ya para los mallorquínes ninguna posibilidad de
provechos materiales o políticos en la empresa de las islas, pasada definitivamente a
Castilla. Sólo la tradición de medio siglo de esfuerzos mantenía en la Isla Dorada un
ambiente favorable a tod» intento de cristianización de las Canarias, amibiente ahora
totalmente desinteresado. Y todavía tenemos de él más rastros: después de la acción
propiamente conquistadora de Bethencourt, los aventureros que lé siguieron se limitaron
al saqueo y a la rapiña de las isslas, tomando como base las ya conquistadas.
Paralelamente, una acción totalmente diversa, de atracción, de conquista espiritual,
fué intentada por la Iglesia, y en primer lugar por los franciscanos de la Provincia
de Andalucía, establecidos en Fuerteventura desde 1416. De los resultados mAs bien
escasos de estos esfuerzos hay que atribuir la culpa principal a la presencia de aquellos
odiosos piratas, que crearon un recelo y una aversión de sobras justificados, cont
r a toda clase de forasteros que se acercaban a las islas libres y hasta a las ya sometidas.
A pesar de estas dificultades, los franciscanos realizaron una obra meritoria
y a menudo, segruramente, heroica, en la cual no podemos entrar ahora (35). El alma
de estos trabajos fué fray Juam de Baeza, nombrado vicario de la orden en las islas.
Incansable en la prosecución de sus propósitos, acudía a todas partes donde creía poder
hallar medios que le ayudasen a llevarlos adelante: nada de extraño, pues, yjue se
acordase de los puertos catalanes y simgularmeilte de Mallorca. En 1424 Solicitó de
Martín V, que ya había reconocido su vicariato, recursos suficientes para comprar un
navio que, provisto hasta de instrumentos agrícolas y otras cosas útiles a los indígena
», permitiese a los misioneros recorrer todas las islas y relacionarse a menudo con
ellas. El dinero necesario, 2,000 florines de oro, se había de obtener de obras pías inciertas
y lo habían de reunir el obispo y párrocos de Barcelona, todo lo cual fué concedido
por el Papa (86). Eugenio IV, sin duda por nuevas gestiones del franciscano, i
tenovó estos ofrecimientos, que sospechamos no habían dado tanto resultado como
la bondad de la empresa merecía; pero no debían ser bastante explícitas o bastante
eficaces estas confirmaciones, cuando vemos otra vez a fray Juan de Baeza camino
de Roma, y ahora precisamente se hace recomendar ante el Santo Padre por los Con-
(34) Viée ELIAS SBBRA, Juan de Bethencourt y Alfonso V de Aragón. "Revista
de Historia". La Laguna, 1929; y Contribució catalana..., "Revista de Catalunya",
1928. WOLI^L, La Curia Romana y la Corona de España en la diefensa de lOB
aborígenes canarios, "Anthropos", XXV. Viena, 1930; v El efímero obispado de Paer-teventnra,
"Investigación y Progreso", Madrid, 1934, 83.
(85) Sobre los orígenes de las mi.siones franciscanas en Canarias, vide GUBER^
NATIS DE S08P1TELL0. ol-í>Í8 Seraphicus, Roma, 1689, V. 646, y MARCELLINO DE
dlVEZZA. Storia Univ, dejle Missioni Francescane, Roma-Prato, 1881, VI, 156; además
del Bullarium Franciscanum, Vil, 395, 591, &. Tuvimos intención de escribir un
trabajo especial sobre ello, en colaboración con el P. MÁRTI DE BARCEiLONA, O. M.
Cap., que g. h. •
(36) "WÓLFEL, Sa efímero obispado de Fuerteventura, p. 86,
. " ' ••' 809'
sellers de Barcelona, que dicen, con fecha'de 12 de julio de 1436, que esperan que^el
religioso será inmejorablemente acogido, tanto ppr la«bondad de su .propósito como
por consideración .a la ciudad de Barcelona, que, por lo vi'sto, patrocina moralmente,
al menos, la empresa. Ffclinda el día antes, 30 de jilnio, otra carta de los Consellets
recoíiiienda el mismo religioso "Joan de Bayea" al obispo, de Mallorca (37). No es
misterioso lo que se proponía el incansable franciscano e^n la isla mediterránea: aprovechar
la tradición y el ambiente que todavía persistía, para buscar ayuda para sus
planes, mucho más generosos que los de Juan de Bethencourt, que como hemos visto'
lo había hallado.
Juan de Baeza obtuvo de Eugenio IV nuevas bulas, y entre-los que habían d«
recoger los recursos para la misión franciscana figurt el Abad de Poblet, si bien
íólo como figura paralela del Prior de Las Cuevas de Sevilla (S8).
Y nada más. En la empresa conquistadora de las islas Canarias, para nada- podía
figurar ya Mallorca. La misión evangelizadora va losando rápidamente ^ segundo
término, para dejar ante todo» a la fuerza de las armas el encargo d« ganar estos
campos nuevos para la religión universal... '
Elias SERRA RAFOLS
(37) Arch. Hist. de la Ciutat de Barcelona, "Lletres cloaes", 148M6, f. 118;
vide docs. 5 y 6. ,' >
(88) WOLFEL, La Curia Romanfi, cit. os. 1017 y 1035. No pudo identifícar, «n-tunces
í l "de Covis", por lo que'dejó la palabra indescifrad^; pero se trata del ftriw
del famoso Monasterio de Las Cueva», de Sevilla.