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AOO el espíritu militar de la casa de Herrera, señores de Lanzarote y
Fuerteventura, apenas habían terminado en la villa capital de Lanza-rote
las fiestas con que aquellos ciudadanos celebraban con singulares
regocijos el enlace de doña Constanza de Herrera con Pedro Hernández
de Saavedra, viéronse en los puertos de la isla nuevos aprestos y movimiento de guerra
para una expedición a las vecinas costas de Barbería, teatros de las hazañas y del
espíritu de Diego de Herrera, que no podía dirigirse contra la Gran Canaria ni al resto
de las islas gentiles, puesto que los Reyes Católicos habían tomado la conquista de
estas Illas por sí, poniendo entre aus títulos el de REY DE LA.' ISLA DE GRAN
CANARIA, pero repetimos que el espíritu intrépido de Diego de Herrera, que era el
de los españoles de su siglo, alentado por el valot* de su yerno Baavedra, hízole dirigirse
a las costas de África fronterizas a Lanzarote, donde él y sus hijos habían ejecutado
diferentes incursiones, cautivando un considerable número de moros salvajes
y cobrando muchos caballos, camellos, vacas y ganado menor, con que aumentaron el
erario de la ilustre casa de Herrera.
Al electo, Sancho de Herrera y su yerno Saavedra y Juan Alonso de Sanabria, gobernador
de Fuerteventura, uon otros caballeros, embarcáronse en cinco bajeles con
setecientos hombres de valor y llegaron al Castillo de Marpequefia, donde no encontraron
resistencia por parte del enemigo, que capitaneaba el principe de aquel territorio,
ACIA VA.
Pocos días después, pasó al fuerte un beduino, como de treinta años de edad, llama-do
HELERGJRÜT, diciendo que deseaba ser bautizado, ofreciendo, al propio tiempo,
a Herrera, una traición. Aseguraba HELERGRUT que, como obrasen por su dirección,
podían conseguir un lance apreciable.
Persuadido Herrera del moro HELERGRUT, entró en la empresa marchando a
TAGAOSI y de allí al pueblo de ADOVAR, donde sorprendió a los salvajes alojados
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bajo sus barracas y tiendas, atacáronles y aprisionaron 258 moros entre hombres, mujeres
y niños, operación que duró pocos momentos.
Esto le hizo adquirir al moro Helergrut tanto crédito, que fiáronse siempre de su
conducta en todas las entradas que Diego de Herrera y sus hijos ejecutaron en las costas
de Berbería, que no fueron menos de cuarenta y seis.
HELERGRUT, a su regreso a Lanzarote, fué el ídolo de la Casa de Herrera, cayos
miembros le trataban con afabilidad y le hicieron bautizar, siendo su padrino Juan Ga-maoho,
un caballero de Jerez, en cuya consideración tomó HELERGRUT el nombre
de JUAN CAMACHO.
Hizo a HELERGRUT aun más célebre eu las Islas, y muy en particular en Lanza-rote,
por su larga vida, que por sus proazas en África; pues el historiador P. Abr«a
Galindo asegura que vivió 146 años, y que le trató muchas veces en la Villa Capital
de Lanzarote, cuando en 1591 acompañaba en su visita pastoral al Obispo don
Fernando Snárez de Figaeroa, acompañado también de Luis de la Cueva y Beuavides,
señor de Vedma, gobernador y capitán general de las islas, y de Gonzalo Argote de
Molina, provincial de la Santa Hermandad de Andalucía, yerno del Marqués don
Agustín de Herrera, todos los cuales residían en la Villa señorial de Lanzarote y se
se complacían en oír referir varias antigüejlades a JUAN CAMACHO, admirándole
no sólo por haber alcanzado tan extraordinaria edad, sino porque conservaba el cafir-po
gano y recto.
JUAN CAMACHO, dos años antes de morir, se había casado con ana moza de veinte
años con quien tuvo un hijo.
En el riquisiiao archivo de la Parroquia de Teguise, que f aé pasto de las llami^s
en la mafina del 6 de Febrero de 1909, existia una curiosa certificación de casamiento,
que atribuyen al del moro HELERGRUT que decía asi:
cYo el Cura de la Parroquia de la Villa Capital del Arcángel San Miguel, easé a
a Juan el Moro con la hija del molinero»,
LORENZO B E T A N C O ST