TRABAJOS INÉDITOS DK DON JOSÉ R O D R Í G U K Z MOÜRfi
Lois Adelantados de Canarias
\ ^^^•" ••W^WWII^^W» •
I ! Oon Padro- Fernández d« Lugo
kl ADBLAICTÁOO DX CANABIA8
Bodeftdo de una «uirMla idespótica y nagrienta, preténtanov la tnulieiAa, «alto-
Jera la fífura de don Pedro Fernindes de Lugo, 11 Adelantado de Canaria», |ob«r-nador
7 Jtutííla mayor de las islas de Tenerife y La Palma; leyoida mitolóti«!a a la
({ne no pudieron stistraene lo* mismos historiadores regionalies, siendo nao de los
más ineursos en «1 error, si no el mis, el mismo Viera y Clavijo.
Sin embargo, nada más injusto <iue lo cometido por loa cronistas con este peite-naje
al dejaf correr I» pluma por el grosero mito del "Don Pedro el Cnid de Tenerife",
mito que formó la frase cáustica de una mujer de agudo ingenio al'aentirw
^herida en el objeto de sus amores; pero dejando para su lugar oportuno la investigación
de la injusticia dd mote, que iracunda "y dolida anejara sobre el que erejró
causante de sus' dolores, tratará primero de reconstruir la figura de este ecfonado
caballero, aprovechando los preciosos nuülerial^ que la 'búsque4a y 1« buena suerte
me han- proporcionado, los que,^ si la ilusión no me engaña, de «u «rdmad» mpotí'
eión ha» de dar un segimdo Adelantado «le Canarias hasta hoy diMoonocldOk amiiae
de austera fidelidad por lo abundante y i^brumadora de la prueba.
'Pvé el,biografiado el sejpindón áü primer matrim<mio de «a padre, como étte
lo' habla sido de su abuela, y tomaindo pw norte de «ua acciones al antor d* aoa días,
pczinadido á» su voeadón y recordando que wa Mjo y nieto de afan^ades giMrreraa,
juntó «US afidones militaMS y «todkóse de lleno a la» armas, ÍBgresanáo> de eoldado
en laa hueste» que su padre levantó para conquistar las idas dé La Palma y Tenerife,
euym ampreta le concedieron los Reyes Católicos, según «• dtjá dkho.
Cmho en lá isla de Gran-Canariá, luego que fttó ooaqslstada, no »• dló oeadóa,
,de' qtte «n eUa nuertro «egundo Adelantado redUnra tu luúitiao de sangre, liay qn*
snponor fundadamente que este acto, ten transcendental én aqntílos tiempos, debióle
'•alisar don Pedro en alguno d« l«» distintos encuentros a qu« la conquista 4* la ida
<le La Palma dio lugar, pues no hay «voe perder de vista' que joven bariiipootoato fué
Hwnado por «ti padre ii.Oran'<CanaxÍa en unión de su madn y hermano.
De c«al fuera la conducta dd novd soldado en la conquista de lis do« ida» e»
«oBsendádaiB a la,parida de «n padre, la historia sólo no« dice qué fui ano de lo* tantos
», pera d «a ybedienda a los jefes inmediatos corrió piureja con to qa* «iMBpre trt-
Í Ó •
butó al culor de sus días, hay que darle título de modelo,, porque verdaderamente ía
que Ituvo a su padre fué además de ejemplar altamente heroica, pues no todos los hijos
aamiten de buen g^ado el que- sus padres los den en rehenes, prenda o hipoteca por
sus deudas, y esta acción la ejecutó dbn Alonso con su hijo con gusto y aprobación de
éi-te, como el mismo don Alonso se complace en reconocer por medio de su apoderado
Andrés Xuárez-<Gallinato, en la escritura de fundación del mayorazigo que de sus bienes
hizo en la villa de Medina del Campo, en cabeza del propio don Pedro, según todo
Yo reza el viejo documento (15). ,
Por tal circunstancia, pocos mayorazgos se habrán fundado con méritos má» relevantes
ni causas más justas por parte del agraciado; i>ero la enumeración de 6stos
méritos, no sólo nos acreditan lias virtudes de don Pedro, sino también sus ocupiaciq-nes
desde 1492, en que su padre empezó la conquista ¿e la isla de San Miguel' de La -
raima, hasta el de 1514 o 1615, en que don Pedro regresaba a Tenerife, trasla<lando
a ^ t a isla su ca«a y vecindad, la que creemos con casi entera evidencia tenía establecida
en Medina del Campo (16), por parecer indicarlo así el hecho de su asistencia
personal a la otorgación de la escritura fundacional, y el hecho de haber fallecido po-cc'
antes en dicha villa su'suegrra y madrastra doña Beatriz de Bobadilla, cti^ndo fué
cOmparendada para diar cuenta de sus crueldades ^e señora territorial, según Viera y
Clavijo y otros autores (17). Es, pues, evidente que don Pedro Fernández de Lugo no
asistió al final de la conquista de Tenerife por estar a la sazón empeñada su perso-iva,
según confesión de su propio ^adre; pero si no asistió a este memorable acto, no
cabe duda que terminada la conquista de Tenerife su padre redimió su persona del
empeño en que la había' constituido.
También es de suponer que con su hermano don Femando acompañaría a su padre
en el viaje de honor que éste hizo a España en 1499, para presentar a los Reyes Cató-
(15) En la escritura fundacional, a cuyo otorgamiento asistió dOn Pedro, entre
loa motivos déla constitución del mayorazgo, el Moderado expresa los siguienteá: "cuyo
Mayorazgo hago en vos el dicho don Pedro de Lugo, hijo del dicho señor Adelantado,
por muchos y buenos y leales servicios que vos habedes fecho al dicho señor Adelantado,
y porque casasteis por su man,dado y con acuerdo dé haceros este Mayorazgo,
y porque muchas y diversas veces por su mandado habéis ido a la Corte de sus Altezas
a negociar con s^ls Altezas, y porqué estando conquistando la dicha isla de Tenerife,
tuvo necesidad de gente, bastimientos y armas para acabar de ganar la dicha isla, y vos
empeñó y vos lo consentisteis y obísteis por bueno, porque por flu mandado muchas
veces fuisteis a tierra de moros en servicio de Dios y de la Corona Real de estos Rey-ao
»de.Castilla^e deil dicho señor Adelantado en eu nombre, e porque de todo« estoÁ dichos
servicios a Venido 'mucha honra y provecho al dicho señor Adelantado y aumentación
d« su mayor estado". .
(16) Que don Pedro vivía de asiento en la Península, pruébalo el acta de la junta
del Cabildo de Tenerife celebrada el 8 de octubre de 1614, en la que, accediendo a la
• petición-de doña Inés de. Herrera, el Senado tinerfeño aprueba la cesión de un solar
frente al Hospital ée San Sebastián, que su suegro el Adelantado le h^bfa hedió, con
las siguientes frases: "que habían e obieron por bien de la data de repartimiento que el
«eño'r Áddantado había hecho a ía dicha señora doña Inéa de dicho solar, por ser la
persona que e«,« por su |tcatantiento, e por haber venido de Castilla el señor don Pedro
7, cu merced con su casa y servicio a pobladores- en esta isla de Tenerife, e por otras
c&uaaB que a eUoa lei^ nyivía, tan grandes y tales, que lo susofiicho .es justamente
íedio".
(17) La congtuehcfa deducida de los hechos dé morir la señora Boba41Ua'en Me-
Ana dd Cwqpo, a los pocos días ,d« haüer Helado a e»ta Villa, demostraitdo tenía en
lieos ios vencidos ménceyes dé Tenerife, y tanto más es de suponer este acompañamiento
cuanto a que habiendo llevado don Alonso a otros caballeros en su compañía
(18), no hay razón para suponer dejara «n las islias«& sus dos hijos, sobre los cuales
era justo procurara se fijaran las miradas de los Soberanos.
n
Al retomo de este viaje» o porque don Pedro manifestara a su padre deseos de
tomar estado o i>orque éste creyera llegado ya el tiempo de dárselo, es lo cierto que
puesta por don Alonso la mira a este asunto, fijó-su atención en la joven doña Inés
de Herrera Ayala, hija <ie Hernán Peraza, su difunto amigo y antiguo compañero de
armas, y doña Beatriz de Bobadilla; pero como madre e hija residían de ordinario en
la villa.de San Sebastián, capital de su minúsculo Estado, allá fué nuestro primer Adelantado
en demanda de novia para su hijo segundo don Pedro Fernández de Lugo.
Al regresar don Alonso a Tenerife ultimó los preparativos de la expedición al
África, que le habían encargado los B«yes en su viaje a la Corte, y a ell& le acompañó
nuestro don Pedro, en donde, y principalmente en las batallas de Tagaost y Bezo*
briche, cubrióse de gloria porque a sus manos y a las de un corto número de soldados ,
que le seguían quedaron muertos más de ochocientos jinetes alárabes y cuatrocientos
"peones (19), trofeos que el joven guerrero puso a los pies-de su prometida doña Inés,
como arras de la boda que con ella efectuó a su regreso a Tenerife (20), porque la«
datas dé tierra que en repartimiento'le había hecho su padre, cOmo no eran mayores
qu? las que se dieran a otros conquistadores, segurame^jte él no las tendría en la estima
que a sus hazaña», que,^ a la verdad, si fueron tales como se relatan, seguramente
no tenía la tierr^ recién conquistada valor para r|compensarlas dignamente.
Ya dice )a escritura fundacional del mayorazgo del 'Adelantamiento de Cariarlas,
que no fué ésta la sola vez que don Pedro marchó a las Costas de África por mandato
de su padre; haciendo igual niención de los repetidos viajes que hizo a España,
también en obedecimiento de sus órdenes, para negociar con los Reyes; pero si de ex-
^ ' • • » •
ella casa de alojamiento, y de haber ido a parar a esta villa Andrés Xuárez-Galünato,
para otorgar la escritura fundacional de mayorazgo del Adelantado, pudiéndola hab«r
celebrado en Burgos, ciudad en que estaba la Corte cuando se le despachó la real facultad,'
y la prestenda en dicho acto de don Pedro, hacen creer que éste estaba avecindado
en Medina del Catnpo, y que a su casa fué a parar i\x madrastra y suegra doAa
Beatria de Bobadilla, dionde' la sorprendió la muerte^ como asimismo que en su casa
dio alojamiento a sü primo Andrés Xuárez-Gallinato, guando éste, como apodetado del
'Adelantado, fué a la Península a fundar el mayorazgo, y que, por eeta circunstancia,
la escritura se otorgó en esta Villa. > ;
(18) De la información de nobleza de Antón Jovel, consta que su tío Jaime Jovel,
cwnpadre del primer Adelantado y conquistador de Tenerife, fué uno de los acampanantes.
(19) Ciro Bayo, "Los Caballero» del Dotado", página 10.
(20) Salazar y Castro, en la Genealogía de la casa de Lugo, nos dice que doña
Inés de Herrera casó en primeras nupcias con don Femando FemátxlBz de Lugo, primogénito
de don Alonso, y viuda contrajo .nuevo matrimonio con su cuñado don Pedro;
pero ésto es un equívoco de éste célebre autor, porque en la declaración rendida por don
Fernando ante el iniqui«ldor Tribaldos, en La Laguna, en 1506, cita a su cufiMa doüa
Inés (Véase la Historia de Canarias ,iior Millares Torrea).
73
liedkiones african&s no hay más prueba que el dicho del otorg^ante en lia mencionada
escritura fundación^, de los tránsitos de Tenerife a Espápa y de haber fijado en ella
su residencia, hay además del dic^ode Andrés Xuárez-Gallinato, el testímonit) del Cabildo
pleno de Tenerife, que reconoce la venida a esta isla de don Pedro con su casa y
familia, en calidad de poblador; lo que acredita que el segundo Adelantado de Canarias,
con posterioridad a las batallas de Tagaost y Bezobriche, y aun bastante tiempo
Jespués dé su casamiento, como piden las nuevas incursiones en África que la escritura
pitá, abandonó a Tenerife con carácter definitivo para avecindarse en la Peníhsula.
. ¿Y qué causa podfa determinarle a esta resolución? ¿.Sería acaso el sólo mandato
de su padre? Nada'podemos responder con certidumbre a éstas preguntas; pero oaisi
damos por cierto que esta resolución de don Pedro no tuvo otro móvil que el conveñ-rimlento
que se formó de que su valor era superior al de un segnandón en una pequeña
ií!a del Océano, y como que su hermano don Fernando se había de llevar, con la sustancia
de la riqueza de su padre, los empleos y honores, él prefirió sacar lo que pudiera
de la suerte blandiendo por su cuenta lia lahsa de guerrero, símbolo de los de su
raza, ant;es que estar esperando para su acomodo a las sobras de su hermano primogénito.
I
. m
' • • • ' ' ' * > *
Pero estaba escrito, como diría un musulmán, que don Pedro Fernández de Lugo
no habla de morir seguildón, y mientras se hallaba en la Península con su caáa y familia
esperando coyuntura de guerra en que ocuparse, una picara espada, esgrimida
en Tenerife por malio experta y vigorosa, encargóse de abrirle las puertias de la prl-mi>
genitura, sin que mediara contrato de plato de lentejas ni otro alguno, y así porque
el acero salió a Hcir en la oalfeja, al resplandor de la luna en las altas horaa.de
la j^oche^ y cruzándose con el que su hermano don Fernando llevaba pendiente del ta-
' h»11, después que al chocar filo con filo hicieron oír el canto de la cigarri^/travieso y
*adino escondiósele ligero eú la mitad de su largo, por abajo-de la tetilla izquierda, pa-
.«ando el joven galanteador con sólo.un iay!:lastimero de la. uoa a la otra vida; hecho
que debió ocurrir entre el 4 de marzo de 1506, en que don Fernando declaraba en XA
Laguna ante el inquisidor Tribaldos, y el 3 de octubre de 1611,~en que su padre confería
poder para establecer mayorazgo en cabeza de don Pedro.
Este trágico suceso, que puso a don Pedro> en posesión de la primogenitura de^su
casa, seguramente si no le' obligó por lo menos inclinóle la voluntad para volver a Tenerife,
desandando el eamino que tenía: hecho y trayendo a la Isla casa y familia, éxodo
que probablemente ocurriría en 1614, porque en este afio,' estando en Vatladolid,
contrató por juez a Cristóbal de Valcárcel, y en 19 de mayo de 1615 ya le vemos con-etiEriendo
en Tenerife tf la escrítuí^ de aprobación deVmayorazgo que l6 había hecho/
íu padre, ijor ante Antón de Vallejo, escribano público y' de) Concejó, acto que con' toda
solemnidad tuvo lugar en las casas de la morada de don Pedro, situada, según refiere
el escribano, en la calle del Agua y acera del Poniente, entre, las que Jiacían esquina
a la Plaza del Adelantado y la que ocupaba la que da a la calle de San Boque.
SI con anterioridad a la fecha indicada, no vetnos figurar la persona de don Pedro
• fu ]o« asuntos de latí islas.de Tenerife y La Palma, en los diez años más que duró el
mandi; del primer Adelantado, tan^poco la veremos intervenir en lo» atutttos poUtieos. .
tnies ni por una sola vez, ni aún c6n él carácter de interinidad, hemoa podido des(!alHrir
•)ue su padre le confiara las riendas del igobiemo ni la tenencia de la isla de la Palma.
I Sería acaso que don Alonso no tuviera confianza en las aptitudes de su hijo para ^
desempeño de estas fundones?
Por la falta de datos, hácese difícil solucionar tal pregunta, aunque bien paiec«
<]u% no fuera la desconfianza der padre la causa de este sin8:ular fenómeno, pues no
ae explicaría entonces la solicitud con que el viejo Adelantado procuró «alcanzar para
Ion Pedro las prerrogativas de gobernante para después de su vida. Pero cualesquiera
que fuesen las razones djel apartamiento de don Pedro de lai (robernación de las dos
IIUSLÍ, lo cierto es que, no pudiendo resignarse a tener ociosas sus aptitudes guernh
Vas, se dedicó en este tiempo a realizar incursiones a la costa africana, para lo qa«
' disponía de buques propios, no dejando de tener en Ocasiones sus diferencias con subditos
de otras naciones, ^ues en la escritura de poder que dio a su primo Bartolón^
Benltez, en 1617, consta que los franceses le tomaron un barco o bajct. Estos tro»
piezos le obligaron a formar compañía con otros'Caballeros, parientes suyos, parm poder
continuar en sus empresas marítimas, segiin escribe Wiera y davijo.
Bien entendió el Adelantado que si como padre había recomnensado a don Pedrt
por sus virtudes filiales, formándole un cuantioso mayorazgo de suís mejores USIIM.
raíces, como tal adelantado y Capitán general que tenía a su oargo el gobierno da la»
Canarias y el de la costa de África, aún no había pagado sus extraordinarios servicios
de gue^prero; y (:om.o no estaba en su mano el recompensarlo, acudió al Rey «olí*
cltan\k> para su único hijo don Pedro Fernández de Lugo la gracia de que pudier»
.««cederle en sus cargos, la que le fué concedida por real cédula expedida en Baicel»- '
na a 17 de agosto de 1519, que creemos obtuvo x>ór si o por su deudo Juan Bealtei,
por coincidir la concesión de esta merced con la fecha en que en dicha ciudul se adquirió
para la isla de su mando la famosa imagen del Santísimo Cristo de La L»-
g-nua <21). '
Este real favor túvolo su padre reservado hasta el 21 de octubre de 1621, en q«e
xe presentó eil el Cabildo la real cédula en qUe se Ip facultabk para designar a su.liijo
por sucesor en los cargos de Gobernador y Justicia mayor, de sor vida, de las islas
de Tenerife y La Palma, designación que se hizo en el "acto, poríhaber sido obedecido
el regio despacho sin protesta alguna. ',
Pero algx) debi4 temer el viejo guerrero sobre la obediencia que a este nofnbra-mlento
«e daría al ocurrir su muerte, cuando acudió por la confirmación real, que al
fin obtuvo en 27 de marzo de 1623, por real cédula dada en Valladolid, la que presentada
al Ooftcejo de Tenerife fué cumplimentada, y por tal recibido don Pedro por sucesor
de su padre al acaecer el óbito de. éste en 26 de mayo de 16É6,'acto que tuvtí
lugar al. siguiente día en la iglesia de San Francisco, con gran aparatoiy aclamado-'
nes^del pueblo que lo presenciaba; pero por la resistencia que opusieron los tenltor
tes del viejo Adelantado a entregar la jurisdicción y las varas de justicia ei» la noche
del fallecinüento éel padre, pafece indicar que si el estado llano lo proclamaba a sa
advenimiento al Irobierno de las dos .Islas, las clases altas, o parte de ellas, querfui
ratardar su jefatura, cuanto pudiesen, póvque no había razón para dilatarle la entí*-
(21) En un antiguo manuscrito con el> resumen de los principales aeontedmiMitos
de l'a isla de Tenerife durante los i%lo8 XVI y XVII, señálttse el affo 1520 óom» en el
que fué traída eSta Qiilagross y santa imagen» fedia que se descubre a pesa» de lo b»-
nqto délos oaractMres. , °
. . . • - •• : ^ - í s
(a, pucc ei«ndo la autoridad de los tenientes delegada, ni por un momento era licito
retenerla a sabiendas después de muerto el delegante en^cuyo nombre la ejercieran.
De lo que se deja relacionado, nada aparece reprochable en la conducta de don
Pedro hasta la muerte de don Alonso; pero, a pesar de ésto, en la insistencia del pa'
iré en p^dir la confirmación de la gracia obtenida, de que el hijo fuera el suceso^
en el gobierno de las dos islas conquistadas por él y én el Adelantamiento, no obstante
estar ya esta disposición obedecida por el Cabildo, parbce indicar por parte de
ambos temores de incipiente opositíón al'gobierno de don Pedro, porque si no, ¿a qué
pedir confirmación de lo qv(e ya está concedido por el' Emperador y obedecido por
parte del Cabildo? Pero sea del caso lo que fuese, es lo cierto qué del ejercicio de la
autoridad gubernativa resultóle a don Pedro el descrédito de mal gobernante, y de
este descrédito, fundado o infundado, el mito de 4us crueldades, concusiones y despotismos,
que como bola de liieve fué agrandándose al correr de año en año y de
»!glO|en siglo. . .
Examinemos, pues, el tanto de verdad que estos hechos históricos tienen «n justicia.
Nuestro don Juan. Núñéz de la Peña, el g^ran rebuscador de papel^' antiguos, que
reñía al mundo a poco más denlos cien años de la muerte de don Pedro, encontróse con
el mito caldeado y a media forja, y aunque nos consta que no dejó, papel en el archivo
del Cabildo y en las escribanías públicas de La Laguna que no pasara por la vista,
como de .los hechos del «egrundo Adelantado sólo le interesó al principio para sus
«ficionet el saber que fué ]^»dre del tercero, no se tomó el trabajo de reflexionar sobre
los documentos que leyera en el archivo capitular y escribanías, y el mito que la
Tot pública le traía; y tomando el camino del medio, que en materia histórica es
ficmpre el del error, asegura que por los agravios que el segundo Adelantado hiciera
durante su gobierno, por causa justa o injusta, la Corte le residenció por medio del
oidor Cabeza de Vaca, y de las resultas la Corona le privó del gobierno de las islas
de fenerife y La Palma, dejaijdo para él y los suyos, como honorífico el título de
Adelantado de Canarias.
Pero el mito presentábase a la crítica mucho mejor ataviado que lo que Núñez
de la Peña lo exhibe, porque en fihes del siglo XVII aparecía revestido de la siguien-tf
fprma: Que por la sentencia de muerte que don Pedro mandó ejecutar en la per-eona
de Pedro Fernández de Alfaro, su viuda doña Leonor de Lugo fué al cadalso y,
(«npapando sus tocax en sangre, protestó en alta voz que de allí iría la pedir justicia
j>l Rey contm el Adelantado, verdadera don Pedro el lOuel de Tenerife. Y que pa8a,n^
dif«sta señora a-la Corte a exponer sus quejas, ]a Reina doña Juana mandó por Juez
áe residencia al licenciado bristóba\ de Valcárcel, quí«n llegado a Tenerife dio principio
A «a comisilón, y estando en ella, el Adelantado don Pedro, para ignúijMrse su
vóTuBt^d* le ttoA con su sobrina doña Isabel de Lugo, la Ricahembra, lo que no fué de
VA1W> porque terminada la residencia y remitido el proceso a la Corte, se dio el fallo
real de que don Pedro: perdiera el gobierno de las islas fie Tenerife y La Palma, con
lo 4tee concluyó 1» gobernación de los Adelantados sus 'sucesores. ,
A Is verted, no faltó en el misnib siglo del apogeo de esta ficción y en el siguiente
jqialMi Ift; combatiera y p\Uíveri«türa con alñrumadora psueba, ciial tesulta de la CCAB'
' . 1t
proiwción de las citas de los documentos con qué la apoya (22), pero de cuanto en
el poder de los inventores del mito y de sus sostenedores en aquel tiempo el lector podrá
juagai* apreciando el hecho de que el autor de tan erudito y Justificado manuscrito
no se atrevió a declararle su paternidad, teniendo hoy que decirse que fué de autor
anónimo. '
Nada se^odrá «firmar sobre si nuestrj» crítico Viera y Clavijo conoció este apre-ciable
manuscrita, aunque me inclino a creer que no, pues de conocerle no hubiera
alürmado lo que dejamos indicado. Algún mayor fundamento tiene el cargo que este
historiador hace, de don Pedro, de haber suspendido las elecciones trienales del cargo
de Personero general de la isla de Tenerifp, para no tener quien le contradijera en su
gobierno, pero este cargo, como todos los demás que se dejan referidos, merecen un
detenido y minueioso examen a fin de absolverle o condenarle en definitiva, por lo que
ya llegará 9I momento de hacerlo, siguiendo el curso de estos datos biográficos.
Cuando don Pedro empuñé la vara de Gobernador de las islas de Tenerife y La
. Palma, no se despojó la mano del guantelete de hierro de su^armadura de guerrero, y
•£;1 hombre que era seVero hasta el rigor para tíatar su propia persona y a lo» suyos,
como a su tiempo veremos, no había que pedirle blanduras ni lenitivos en el cumplimiento
de lo que creía su deber de observancia de las Xieyes; porque, espíritu rectUf-
\ neo, no podía entender que se siguiesen curvas para obtener la razón, ni mirainientos
ni cumplido? para administrar la justicia. Tal carácter de gobernante después de un
anciano que siempre las gastó de hábil iwlítico, y a quien los años habían ablandado
aun más su condición benévola, necesariamente había dé traer gran expectación ^n
los gobernados, expectación que pronto se cortó, porque apenas don, Pedro hubo em- ,
puñado la vara de la gobernación fuéle forzoso rendirla a los tres o cuatro días de 1»
muerte de su padre, por haberse presentado en las salas del Cabildo el lic«iciado Bartolomé
Juárez con la real cédula que le nombraba Juez de residencia del extinto don
Alonso.
Pero como de la residencia de un muerto no se le podía hacer cargo al sucesor en
el oficio sino al heredero, aunque don Pedro, como hijo únicoj lo fuera también djs «u "
\ padre don Alonso, como ¡sucesor en el Adelantamiento y gobernación no.se le pudo
retener los empleos; y asi, aunque como heredero de su padre pudo continuar responsable,
tan pronto se terminó la residencia mandósele entregar el gobierno, acto que'
tuvo lugar «n 25 de enero de 1526. •
Cuando don Pedto inauguró su mando políuco nombró por su teniente al bachiller
Pedro Fernández, tiombramiénto que repitió al ser reintegrado ahora en el gobierno
de las islas de Tenerife y La Palma y el Adelantamiento de Canarias'; p«ro
aun no era cumplido un año en el nuevo ejercicio de estos cargos cuando y» vio in«r-'
- niado en sus más antiguas facultades el de Adelantado, porque en 27 de eepiiembre
^ de 1627 se «st^.bleci'ó en Las Palmas de Gran Canaria la Audiencia con eos jaece» de
(22) Manuscrito que fué de k casa de Llarena, de fines del siglo XVH, cuy» copia"
fidedigna me facilitó don Manuel Méndez Valencia, vecino de la^Orotava, creyéndose-con
fundamento fuera trálMJo de Núñez de la Peña, por el conooimiento que supoáe
de los protocolos de los escribana» de La Laguna en el siglo XVL
alzada, a los que don Pedro debía asociarse para resolver las apelaciones de qa« alt^
tes conocía de por si con asesores de su elección (23), si bien este favor de Audiencia
hedió a las Canarias por el emperac^or Carlos V. en su real cédula del 5 de julio de
1526, dejábale ínte^rras la» atribuciones que le correspondían como Justicia mayor en
las islas de Tenerife y. La Palma, juntamente con su gobierno político.
Pero cabalmente del ejercicio de este último, resultóle la oposición que los veci-
. noa d^ Tenerife hicieron a su gobierno y el dictado de Séspota con que le señalaron,
punto primero de su conducta sospechosa que nos toca examinar.
Fué el caso qué cumplido el tiempo del cargo de Personero general de esta isla
por Alonso de Llarena, nombrado en abril de 1524, don Pedro opúsose a lá renovación
, del oficio pof los disturbios a que la elección daba lugar, y como nó le pareciera con*
•veniente a la fama de s)i valentía confesar la causa, sólo alegó como excusa la inutilidad
del oficio, supuesto que el pueblo tenia asegurados sus intereses en el Cabüdo eon
lr.& dos jurados (24).
(23) Los Adelantados de Canarias, que eran verdaderos Adelantados de Fronte^
ra, tenían,/como los de Aiidalucía, todo el gobierno político y militar de la ciudad y
reinado, juntamente con el Concejo, Justicia y Regimiento, siendo el bi&io ejecutor de
todo, y de la justicia el Alguacil mayor, al que perteneefa ser caudillo de la ciudad
en Ja guerra y sacar el pendón que tenía bajo su custodia. Los Alcaldes mayores usaban
como' justicias ordinarios la jurisdicción civil y criminal, de las que ^ unas eosaS se
apelal» al Adelantado mayon, que para ver las apelaciones tenia ciertos jueces que lla-
Tnaban de Alzada, y en otras a los alcaldes del Conseja de ^ey, m4s tarde las Chao-ciUerlas.
Diego Ortiz de Zurita, en sus "Anales dé Sevilla", tomo I, página 78, dice que del
hecho de haber radicado en Tenerife el Adelantamiento desdé 1503 hasta 1636, en que
falleció el segundo Adelantado don Pedro, y ser por tanto su Cabildo o Concejo el del
Adelantamiento, procedió la práctica observada hasta el siglo XIX di comunicai^'se la
(borona con los demás Cabildos de las lisias por medio del de Tenerife.
(24) Eiste golpe de autoridad de don Pedro de Lugo en el gobierno de Tenerife,
tuvo precedentes en el de su padre. Tal fué el empleado por don ^lonso con el fiel ejecutor
Alonso de las Hijas, en IS de ene^ó de 1502, en cabildo celebrado en Tftaro, cuya
ACt« dice así: "^ Gobernador (todavía'no era Adelat)t$do) én Taoro, en las casas de
Fernando de Castro, portugués, razonando de palabra dijo que por cuanto el Alcalde
mayor hubo encalvelado a Alonso de las Hijas, e sle amparó y defendió con la Justicia
eclesiástica, siendo regidor y fiel ejecutor de la Isla, por tanto que lo privaba e lo pri>
vó de los dichos oficios, e que «1 segimiento,lo daba a Fernando de Llarena y la^ fiel
ejecutoría [la daba y dio a Esteban Zambraná, lo% ^ue le recibieron, y su merced recit
bió de cada uno de, ellos el juramento que en talcaso se requiere, e dióles el seflor
OoberMador poder bastante para que usasen e obiesen dichos ofícios e para que gozen
' de )as honrasi excespcione^, fí-anquezas e libertades que gozan e deben goaar por ratón
áe dichos oficios (Libro I de Acuerdos, folio 30, Vuelto).
Si tai proceder se' efectuiS con un funcionario público por sólo el delito de haber
proferido ciertas frases oontra el Gobernador en defensa de los intereses del Común,
nada tiene de piarticular que don Pedro tratase de eludir la elección de Personero que
tantas desabones causó a su p#dre, como lo prueban hechtM y acuerdos capitulares.
< . Creado el.cargo de Personero general por el primer Adelantado en^1507, determi»
rióse en Cabildo la forma de lá elección, y con ella fué nombrado Juan Peres de 2(ozoÁm,
por térmiÍM de Cuatro años. ' ^ ' ,
|¡n.C!8bildo de 16 de octubre de 1511 presentóse el agraciado manifestando que terminado
el ti^npo de sit cargo, lo rescindía; perq el Concejo, por causas que no expnn,
' -prtmtosó el término, sin que se volviera a tratar del apunto hasta que la muerte de Zo^
- wrr» le obllgró á ocúpifrsf! del nombramiento—^Libro I de Acuerdos^ folios 146, 149 ,y
SOOr-, p«ro coa .ouiiitos n^iramientos y precauciones, que bi«»i da a entender lo Mpinto-so
del iMgocio el a«t» d«l S de «atoro, que dice así: "Platicóse sobre «lección de PersoBe-
Esta medidti harto ilmpolftica d« privar a la isla de una de Sus prerroirativaB máa .
preciadas, éxa,]t6 los ánimos, y mandando a la Corte de mensajero a Francisco Jiménez
Tindicé el agravio hecho al pueUo, alcanzando en 6 de junio de 1S27 una| real cédula
que ordenaba.se g:uardase la loable costumbre; pero no porque la victoria cor«>-
nara los deseos de la Isla y el triunfo sirviera en aquella época para declarar déspota
a don Pedro, hoy, al cabo de cuatro siglos, verdaderamente no sirve para negarle al
«egundo Adelantado la razón en el fondo del asunto; pues, como se anotó, la« eleécio-nes
del cargo de Persqnero daban lugar a disturbios y algunos de los que lo «j«rcie-ron
no dejaron d« propasarse, válidos de la impunidad que les daba el cargo, quie tenía
mucha semejanza de atribuciones con el de los tribunos de la plebe del pueblo romano,
como lo demuestra hasta la evidencia l,os acuerdos capitulares de aquella fecha que
ponemos por nota, los que si bien son hermosas páginas de las costumbres políticas
ciudadanas de Tenerife, acreditan a la vez la razón que tenia don Pedro al prevenir los
disturbios, bien que como guerrero erró' el medio, creyendo era más acertado cortar
e] nudo del asunto qué perder «1 tiempo en modificarle la lazada .
ÍA . • • ' " VI
^ los hifltgrladores, a pesar de sus investigaciones, no han podido anotar «n el
Debe de este esforzado guerrero otro desmán político en.su gobierno que el que h«-
mi^ sefialado, no hay que dudar que el hecho de haber declarado la Corté el privilegio
déla Isla de nombrar «u Personero, si bien fué justo y amparador, d^ deredio del vecindario,
demostróle a éste que la autoridad del Adelantado lio era tan absoluta ni t»'
mid&éomo hasta allí se había creído, y, naturalmente, esla medida debió de,abrir un
período de deslinde de atribucioneu en que si alguien perdió en preitigios, seguramente
no fué «tro que don Pedro. ^
A caracterizar más tales diferencias entre la elevada autorid;ad del goíbemadmr j
li>* giobernados, vino el hecho desgraciado de que fué víctima necráaria un cAáflero,'
vecino dé la Orotava, pariente político del propio Adelantado y como G goénrero de
((Imndes prestigios. ' . i
Fué éste Pedro Femáiidez de Alfaro, caballero portugués, quellegó a Vvfáirift
precsdido de fama de valiente militar, según lo predicó Gonzalo Méndez dé Cántá, por
la entrada que había hecho en África por Benaviin, de la que el Rey de Portugal «•
ro, e habiendo respeto y traído a la memoria la<s discdrdias que ha habido en el •otar'
y parecer que dieron algunas .personas en el Regimiento y poniendo el remecUo qna
conviene al servicio de Dios e de Su Alteza e bien de la dicha isla, e que este es servicio
de Dios y de la Reyna nuestra señora, e bien e pacificación de la isla, acordó que
se tomara el voto.e parecer de personas buenas e quietas de pasión que digan qué per^
Éona le pareeen, e si Francisco de Albomox será pacífíco, que en el confiarse era, porque
al lefior Adelantado e Ayttntamiertto les pareció ser el dicho Albornoz tal cual,
eonwnfa para él dkho cargo. Cn efecto aforda'ron é ordenaron que así se bicieM, t
viató los pareceres e votos de los vecinos que se conocen, coi^ lo uno yrc<>n lo otfo,.entonces
el Cabildo proveerá aquello qué más sea servicio de Dios e de Su Alte» • bien
de la dicha isla, a que en este negocio hiciesen el señor licenciado Cristóbal L«br6n
y loa sefioreí Pedro de Vergara, alguacil mayor» e Guillen Castdlaino".
/ ' Por el cmtenido de «ste acuerdo, viéneae 'en conocimiento -que él cargo de Pnifo*
ñero y «u nombramiento era negocio arduo» no sólo'por los disturbios a que lA «lae-dein
diba kqpir, «ino por los que él nombrado podía promover amparado del cms» lA
n eoiidiciAa'cni-bdi«M«i demoftr¿Bdtil6 el hecho de que nombrado Albomot my'
78;^
dio por tan bien cérvido que ordenó se le diera una ayuda considerable de coisUs.
Uniendo a tan recomendables partes una gentileza varonil nada común, acrecida en
. mucho por el garbo lusitano/prendóse de doña Leonor de Lugo, viuda de su tío Francisco
de Lugo, la que a su mucha belleza y alta alcurnia, juntaba ana regular conveniencia,
realza<!k> todo por una aguda inteligencia y sagaz ingenio.
Pero cuando más dichosos parecían los amartelados esposos, pues la felicidad sonreíales
con laa gracias de uii nuevo vastago, que si hizo padre al marido d^ d o ^ Leonor
y llevó a ésta a la maternidad por cuarta vez, la desgracia cernióse sobre aquel
hogar, conduciendo al caballero Alfar o a las negruras del cadalso, y a la viuda y al hijo
a prolongado luto.
Parece, según tradición, que habiendo cometido un homicidio Pedro Fernández de
, .Ufaro, a fines de 1627 <o principios de 1528, fué preso, procesado y condenado.a muerto
por ía justicia ordinaria, sentencia que el Adelantado Jiizo cumplir en la Orotava,
lugar del delito, y donde en público patíbulo Alfaro fué degollador con,la espada por la
mano del Verdugo, como noble y caballero (26X.
La impresión que tan trágico suceso causara en el público de una colonia apenas
fundada,, y la diversidad de opiniones que produjera dada la malquerencia que tenía el
de 1512, sin nueva elección siguió en el ofició hasta 1518, a pesar de haber cumplido
cuatro años de su tiempo, siendo preciso para hacer nuevo nombramiento el que íe
aprovechara la residencia que al viejo Adelantado }e hizo el licenciado Sebastián Bri-cianos
en 11 de junio de 1518, para lo que se tomó el siguiente acuerdo el 28 dd mismo
mes, que demuestra la oposición que a, una nueva elección hacía don Alonso y parte
del Cabildo. Dice así:
"En el se trató de la orden que se ha de tener en la elección de Personero y que
«ea la más firmemente que se pueda, porque así se faga serán Sus Altezas servidos
e bien de esta isla. Acordóse queden este cabildo hay once regidores... que cada uno de
ellos... juramento ante todas las cosas, tanto por si... el nombre de aquel qUe le pa^e-c^
ere que debe ser elector e después de sus cédulas.., echadas en un bonet... y de allí
re saquen seis c4dulas de ellas por orden y aquello» que se hallaren sean electores pa--^
rá úegipti nonhbrar al dicho Personero de entre si o entre los vecinos buenos del pueblo,
e la orden ha de ser que los dichos electores en la Iglesia en presencia de los regidores
que allí se hallaren juren solemnemente que bien e fielmente elegirán al Personero,
él cual elegido sea recibido en Cabildo e faga la solemnidad del juramento y las ^
otras solemnidades que de derecho se requieren, se le dé podei* segrún en este caso se'
requiere, e pareciendo a sus mercedes ser bien fecho e ordenado para la Via que dicha
es, púsose en efecto' e luego su merced recibió juramento de todos los dichos señores
once, r e d o r e s en forma debida e de derecho, sobi^e la señal de la Cruz e sobre Dio«,
Santa Haría e palabras d^e los Evangelios, so cargo del cual es mandado, y ellos prometieron
que ellos eligirían para electores una bUena persona cual su conciencia diera
y entendiera, e fecho el dicho juramento, cada uno escribió en un papel un nombre del
que quería que fuese elector e fecho se echaron en un bonet... once cédulas y el señor
licenciado tomó el bonet en la mano y las revolvió y sacudió de una i>arte a otra, eansi .
feého dijo que en d nombre de Dios e de Sus Altezas y sacó una por una e hallaron
0UC los electores siguientes: Juan Perdomo—Iborte Fernández—García...—Nico-
. Ibi d* Valdés—^El Bachilter Rodríguez-^y Jaime Jovel—y luego quedó esta orden en
m fedA. Fueron los once regidores, 1". Jerónimo de Valdés, 2f. Guillen Castellano,
S».'Andrea Xnáres^Jailinato, 4°. Rafael Fonte, 6«. Juan de trujillo, 6». Pedro de Lu-gtí,
7". Él badiiller de Vsx Casas, 8°. Alonso de las Hijas, 9*. Eíl licenciado Valc&rcel,
10". JuanRuiz de Raquena, y ll**. Bartolomé Benítez.—Por ante Antón de Vallejo*.
(25) En 26 de jnnió de 1628, por ante Bartolomé Jovel, eitando en la cárcel, se-*
g6n fli^resa, testó Pedro Fernández de Alfaro, manifestando estiar preso por la Ja»>
%iei« reai. La.tetcte d« la hijo dlóisela a la viuda el 6 de agosto del mismo año, p«r
«nto B«^rdino Jwtiaitno,' «xpresandio. <{^ue el menor eontaba tres meses.'
sepindo Adelantado, fácil es de entender, máxime cuando la actitud dolorida de la viuda
y sus demoBtraciones plañideras dieron al hecho un subido tono patético que interesó-
a su favor la opinión pública, porque apenas Secutado su marido, se le vio qofe
animosa dirigióse al patíbulo y apartando el concurso subió al cadalso, y luego de
abrazar y besar el cadáver del hombre Rimado, empapó las tocas en 1» sangre aún caliente,
publicando a voz en grito que con aquel sangriento trofeo ella misma en persona
iría a la Corte d€ los Reyes para p^dir venganza contra el que suponía autor de BU
-quebranto.^ «1 Adelantado don Pedro Fernández de Lugo, en su concepto, verdadero
don Pedro el Cruel de Tenerife (26).
En que doña Leonor de Lugo hiciera estos extremos por la muerte de su esposo,
que prometiera vengarse ^y que intentara hacerlo poniendo a tal fin iodos los medios a
Su alcance, no cabe dudarlo, pues aunque los historiadores'no estuviesen acordes en el
(26) Si en eV fervor de sii opinión, doña Leonor prometió ir en persona a quejar-fe
del Adelantado, s_u pariente, no lo hizo sino por poder, por acusar su presencia en
Tenerife en la» años sucesivos los siguientes do(him«nto«:
En 6 de agosto de 1528' le fué discernida, por ante Bartolomé Jovel, la tutela de
sus hijos Inés, Mencía y Francisco, de su primer matrimonio, y la del Francisco que
lo era del segundo.
En 11 de agosto y 4 de septiembre del mismo año, otorgaba dos poderes para cobrar
ciertos maravedís que adeudaban en España a su hijo Francisco, como heredero
de su ajusticiado padre, y otro ante García de Estrada para querellarse de don Pedro
de Lugo. . '
En febrero de 1529 vino a Tenerife eV licenciado Pedro Fernández Reina, para juex
de residencia de don Pedro, que fué la primera-que por su gobierno se le hi«o a este
Adelantado, y qué demuestra que si bien pudo concederse por las quejas- de doña Leo- -
ñor, no lo fué porque ella lo solicitara en persona.
Pero aún tardó muchos años esta señora en hacer viaje a la Península, pues así lo
acredita la otorgación de otros documentos, a saber: -
En'23 de abril de 1529, otorgaba con sus hermanps la escritura dé partición de
los bienes de sus padres, Bartolomé Benítez d^ Lugo y Mencía Sánchez de la Cuerda»
por ante Alonso Gutiérrez; y en 29 de agosto del mismo año un poder por ante dicho
oscribano. , .
En 1530, a 6 y 25 de ener^, otorgaba otrasi escrituras por ante Bartolomé Jovel.
En 1532, a 5 de julio, y por ante Alonso Gutiérrez, dio poder doña Leonor it su yerno
Pedro Enríquez para cobrar del segundo Adelantado cierta cantidáfl de maravedis que
éste debía a los hijos de su primer matrimonio con Francisco de Lugo, para cuya cobranza
puso ejecución y fué nombrado juez especial el licenciado Alonso Sánchez. Olivares,
oidQr de la Audiencia de Canaria, lo que se comprueba con el poder que doña
Inés dé Herrera, como apoderada de su marido eV segundo Adelantado, dio por ante
Alonso Gutiérrez, en 4 de julio, al licenciado Alonso Yanes D&vila, a Juan Medrano y
Luis Velázquez, residentes en Granada, para qu'6 en nombre de su esposo siguieran la
apelación que tenía puesta contra la sentencia de remate que había dado el oidor Sánchez
Olivares. ... , , j
Después de ésta apelación, y no antes, fué á viaje de doña Leoiior a España con
sus hijas doña Inés (que era la mujer de Pedro Enríquez), y doña Mencía, que casó en
Granada con el licenciado Jerónimo de la Vega. Consta todo así de las escrituras otorgadas
en Tenerife, en nombre de doña Leonor, por su yerno Pedro Enriques, en 8 de
mayo de 1636, y otra en 1536, por ante Diego Déniz; y en 1545 otorgaba también «n
Tenerife el otro yerno» licenciado JerÜitímo de la Vega, en nombre de su suegra, ante
Gaspar Justiniano, y feáia'ás de noviembre^ una escritura de transacción, por la qu*
se viene en conocimiento de que en 18 de septiembre de 1544 la doña Leonor era Tecina
de Granada.
' Por último, etta valerosa mujer moría en Sevilla, existiendo en Tenerife una co-
Pi* de su testameiiíto otorgado en esta ciudad y protocolado en 1668 ante Diego Pirec.
8 0 - ; ••/•:•. ••
hedió de su presencia en el cadalso y frasea pronunciadas, que sí lo están, los poderes
que ella dio para incoar la instancia y el tesón con que la prqsiguió toda su vida, serían
monumentos bastantes para acreditarlo, pero deducir de estos mismos hechos el mito
de que por la ida a la,Corte d^ doña Leonor con «us tocas ensangrentadas y sus quejas,
la reina doña Juana había^ mandado de Juez de residencia al licenciado Cristóbal
de Valcárcel, con la-secuela de que el Adelantado para sobornarle le caSd con eu sobrina
la célebre Ricíúiembra doña Isabel de Lugo, hija de Pedro de Lugo y de Elvira Díaz,
eon más que de la residencia resultó la deposición de don Pedro del gobierno de las islas
de Tenerife y La Palma, según dejamos expresado, es sin duda el error más burdo
que puede'tegistrar la historia, y la injusticia má& notoria que la tradición callejera
puede cometer con^pa un hombre tan noble y de méritos tari relevantes cOmo fué el
segundo Adelantado de Canarias.
Y fué error burdo porque Cristóbal de Valcárcel, cuando fué ajusticiado Pedro
Fernández de Alfaro, ya hacía muchos años que estaba en Tenerife (27), cabalmente
traído a la I^la por el propio don Pedro, por encargo de sU padre el primer Adelantado.
También es grosero error porque al ocurrir la ejecución de Alfaro, ya tenía Valcár-cfl
once años de casado'con la "Ricahembra" (28); y es injusticia notoria la que se
comete con don Pedro.de Lugo al afirmarse que-fué depuesto del gobierno de Tenerife
y La ^alma por esta criminal extralimitación de 8U\autoridad, que gratuitamente se
¡e supone, según tendremos ocasión de patentizar en el curso de estos datos biográficos.
Por el cotejo de las fechas de lo« documentos citados en la^.notas antecedentes,
queda demostrada la falsedad de las especies extendidas dé que doña Leonor fuese en
persona a la Corte a quejarse de don Pedro, y la de que el licenciado Cristóbal de Val-\
o¿rcel fuera el jue¿ de residencia ^ue conoció de ésta-supuesta crueldad, con más el
error cometido por nuestro historiador Viera al suponer ia deca]í>itación del caballero
Alfarq anterior a la ojvosición que el Adelantado hizo al nombramiento de Perüonero
general de la Isla, porque «Ohio se ve por las fechas, la cédula en <}ne se sentencia el'
derecho de la Isla fué obtenida un año antes de la muerte de Valcárcel, iA> eátará denfás
hagamos la crítica de este hecho para deducir la culpa que en él le cabe a don Pedro
Fernández de Lugo.
Para ello no hay que perder d§ vista que los Adelantados, Gobernadores y Justicias
mayores de Tenerife y La Paln» ejercían la administración d« justicia por .medio
de tenientes letrados, a los que daban salario competente, además de los derechos 3 gajes
del oficio, reservándose en esté ramo para s( las apelaciones de los proveídos de
(27) El licenciado Valcárcel,vino a Tenerife en 1514, por teniente dd prlme:^
Adelantado y juez de residencia del licenciado Cristóbal Lebrón, teniente anterior;
consta de su recibimiento en el cabildo del 26 de abril de dicho añov
En 22 de junio de 1616, ante Juan Rniz de Berlanga, a requerimiento de Valcárcel,
el primer Adelantado confesaba que, por »u encargo, au hijo don Pedro había con^
tratad al licenciado Valcárcel para que viniera a Tenerife por su teniente con el salario
de 70.000 maravedís anuales, qué aprobaba dicho asiento y pagaría el salario.
Admitiistró, pues, la justicia Valfeárcd desde él 26 dé abril de lj514 hasta til 14 de
f«ibren> de 1616, en que vino de teniente el -dajptor Sánchez de Lebrija, por real eédnla,
eomo lo ftii el Valcárcel* i
Bn 16Í8, 8 }!2 de febrero, el Adelantado le nombró regidor por la vacante d« Pedro
Mcji», y ejerzo «1 oficio hasta 1686, en que muri^. I
X28> Cristóbal de Valcárcel casó con doña Isabel de Lugo, a la que decbtn 'Ih
BleulemBfa";, pOt «u mvéhahermostira y cuantiosa' hacienda, en 1617. Cón«ta del re-i^
dft'lii doto «rtoi'gado «nlBSS ante el eactíbano Juan Máiquez.
«stos husmos tenientes, de la« que conocían debidamente asesorados, según dejamos
dicho en la nota 28, asesoría que luego de establecida la Real Audiencia de Canarias
u ella estaba encomendada por la ley, y como el estaiblecimiento.de la Audiettcia fué en
1B27 y la ejecución de Alfaro tuyo lugar en 1528^ seguramente este alto tribunal intervino
en lá sentenciav porque aiinque supusiéramos que el Adelantado no se asesorara
de los oidores, como era su obligación, y si sólo con asesores de su nombirainieoto i/n-
Tenerife, al confirmar la sentencia dada por su teniente letrado, Alfaro se habría de
alzar de ella y acudir a la Real Audiencia, que tan a manó tenía, si no es que la Audiencia
conoció del crimen cometido por Alfaro desde antes de la sentencia, como parece
indicarlo el mismo reo en s;t> testamento, al decir que estaba preso por la justicia real,
titule que sólo se daba a los funcionarios judiciales de nombramiento directo de k«
Reyes, todo lo que evidencia que en este desgraciado asunto no fué don Pedro.de Lugo
quien condenó a Pedro Fernández de Alfaiw, sino el que/4iiz(i ejecutar la eenien-nia,
o, a lo más, el que la confirmó como Adelantado, presidente de los jueces de aleada.
Pero aún suponiendo que don Pedro hubiera sido el que como Justicia mayor da
Tenerifei^ hiciera prender al Alfaro por el delito cometido—que por lo que se deja didie
no se puede suponer—, que conociera de la causa, que diera la sentencia y.que la mandara
a ejecutar, aún así ¿de cuándo acá puede ser reprochable «I castigar'al delincuente
? ¿ $erá más benemérito dejar impune el d'elito porque el reo sea caballero poderoooi
valiente soldado o pariente del juez- Ciertamente que los detractores de don Pedro por
este motivo, más hubieran alcanzado,en la opinión si en lugar de calumniarle de inju»-
to y cruel le apellidaran de duro e inexorable, porque estos dictados caben dentro áú
hombre rectilíneo, que es el epíteto que a nuestro parecer correspohde aplicar a elte
Gobernador de Tenerife y La Palma hasta hoy tan discutido. '
. , . H , ; - ; ' - ' ' - ^ ' - - ' ' •••• ' , Vil ;
' . . , • • ^ •
Bien poraue las quejas de doñá.Leoilor de Lugo llegaran a la Corte, o porqtte «1
licenciado Pedro Fernández Reina no tuviera en ella otro acomodo, lo cierto fué tp^
a los siete meses no cumplidos d^ la muerte de Alfaro, se; presentó en Tenwife edn ri
carácter de juez de residencia ael segundo Adelantado don Pedro FernAndM de Loco,
quien le entregó su vara y la de 'sus tenientes por febrero de 1629 (^), «n ninguna
difícultad, porque tan convencido estaba d<on Pedro de Lugo de lo re^to y ajl^stado de
3U gobierno y de lo justificado de sus acciones, quei a peéar do la malquerenck ijae
ronocía en sus émulos^ para que su presencia no les embarazara, dio poder y las ina-
(29) Por faltar el libro capitular de 1528 y parte del de 1529, no se puede fijar
ron precisión el día en que el licenciado Reina comentó su. residencia, per^ por un poder
otorgado en 22 dé febrero de 1529, ante el escribano Alcpio Gutiérrez, por d Ade-i?
intado, el alcalde mayor Rodrigo de Cambrolen, el alguacil mayor Cristóbal de W
tüé», lo» tenientes licenciados Pedro Fernández y Rodrigo de Alfaro, y unos algttacilas,
para que los representara Juan Gómez de Anaya en la residencia que les tomábÁ Pedro
, Fernández Reina, viénese en conocimiento que de la fecha de este poder a la de 11 de
«ñero anterior d<bió ser el comienzo del gobierno del juez de residencia, poique «n esta
última fecha el Adelantado conocía en una tutela como Justicia mayor, inelinÜi^o-^
not a creer fué en 22 de febrero, porque de ese día data el título que de aXeaJde de
Santa Cruz hizo el lieencmdo Reijiía en lá persona de Luis de Liígo, nointiTainiento que
loa jueeea de residencia solían hacer el día en que tomaban posekón, o $1 ^pnient* t
-mAs ttaáKt.'
8 4 ^ > •
el trato que se habría de dar a los indios que sujetaran al dominio español, las que los
detractores de España debieran conocer. De estás cápitulacioties—kjue transcribiremos
como ajíéndice al terminar nvjestro trabajo—hállase copia íntegra én los autos, del pleito
de los Adelantados con el Estado, folios 135 al 139.
Después de obtenidas las capitulaciones vino a-noticia de don Alonso que, desde
5 de agosto del año anterior, la Corte había nombrado juez de residencia de su padte
én la persona del licenciado Ramóh de Estupiñán Cabeza de Vaca, bien'porqup fueran
a cumplirse los cuatrb anos de la última o porque las quejas de los émulos la anticiparan,
que sería lo más -cierto, pero ya fuera por .una u otra causa, conociendo don
Alonso que si la residencia de su padre llegaba a Canarias se malograría la expedición
a Santa Marita, acudió al Emperadoi; exponiéndole sus temores y suplicándole la suspenderá
Ínterin no'se habilitara la empresa 4 que padre e hijo se habían comprometido
con la Corona, lo que, pareciéndole justo a Carlos V, le fué otorgado, despachándose
orden al licenciado Estupiñán para que regresara a la Corte, pues ya hallábase en
.viaje. '' \
Este^ntuerto hecho al licenciaido'de deshacer el camino que tenía ándsulo valióle
el nombramiento de oidor de la Audiencia de Canarias, por real cédula del 23 de mayo
íé 1535, y por otra de 30 del mismo mes .conf irmábasele el nombramiento de juez de
residencia del Adelantado, y sus oficiales, pero con la condición de que no habría de
eomienzarla Ínterin la armada que hubiese áe ir a Santa Marta no se diera a la vela, lo
'que cumplió al pié de la letra, pues aunque tomó posesióp de su plaza de oidor en Canarias
el 10 de novieif)bre, estando aun en las islas erAdelantado, no pasó a Tenerife
hasta el 28 del mismo, mes,-'en que sabiendo que ya el Adelantado había pacido, hizo la
travesía, y én las salas del Cabildo se le recibió por juez de residencia, de Ití que volveremos
a ocupamos más adelt^nte.
, Ínterin que don Alonso, en virtud de los poderes de'su padre, ponía bajíderas en
Sevilla para reclutar gente, y .concertaba las embarcaciones en que la expedición habria-
86 de Realizar (31), uñ nuevo sinsabor v i ^ a llenar el vaso de las repugnancias qufe las
Canarias hacían sentir a don Pedro, porque en el mes de agosto, cuando más ocupado
ahdaba en el reclutamiento de soldados y en \ás preparativos de armas y battimentoe
para el viaje, la muerte de su virtuosa mujer, doña Inés de Herrera, antergróle los últi-'
mos días de su estancia en el país, por el que tantos sacrificios haW arrostrado déade
su conquista.
Si la muerte de doña Inés de Herrera tuvo por causa el disgusto de la partida de
<u marido y de su. hijo a tan lejanas tierras u otta eausa ajena a esta pena, no lo cabemos
decir, aunque nos inclina a creerlp así el mucho amor que dejnostraron .tenerse
loi esposos, no sólo por.lc^ repetidos viajes que con él hizo ella a Espafia, y a la gmi)
coiiÜbmaa que en su discreción le dispensaba él, confiando!^ antes que a nadie su-ve-prMentación
para todo en poderes públicos, sino principalmente por las amorbsaB ex-pte>
km«s eon que la doña Inés testimoniaba el cariño y respeto a su esposo en á te»ta-
•awnto que otorgó pocos días «ntes de inorir, por ante, el escribano Melchor de Contre-ras,
eim fecha 9 de agostó de 1686, en que declara que su marido estaba preparándoie
pan «mpriuider viaje con rumbo a Santa Marta.
(Si) E»to( conciertos los hacía don'Alonso en nombre de so padreriH)>r4*M «n el
misAio'|ied«f qoé le ¿abia dado,para las capitulaciones, tenía cláusula especial para ha-o
«r f»lMm{ir«ato«t caso d» que'M le c<Hie«dier»4á gracia.
rado de sus quebrantos en cuanto pudo, y como se le invitase a contar sus aventuras
hízolo a toda la voluntad de agradecido, j con tan vivos colores en el decir y t^nta ponderación
de los encuentros guerreros y/ riquezas de aquella tierra dé oro, qué reverdeciendo
en el viejo militar los ya marchitos laureles de Tagaost y Bezobrithe empezó a
soñar despierto, viéndose en su íantasfa conquistador de grandes territorios y numerosos
pueblos, y nadando en riquezas que arrojaba como piltrafas a la jauría de acreedores
de su padre que jfio le dejaban momento de reposo con sus ladridos e impertinentes
reclamaciones, tanto más insufribles cuanto' que procedían de gente sórdida y de
plebeyo i>ensar, porque a su juicio no entendían que el oro y la riqueza los da Dios para
lustre del vtíTor y el heroísmo; y tanto se le asentaron estas especies que decidió
fontinuar la carrera de conquistador que con ardoroso entusiasmo había emprendido en
sus años juveniles, y, al efecto, llamó a su hijo don Alonso y comunicándole su plan, con
toda la cautela que pudo envióle a España con plenos poderes—que otorgó efl L« Laguna
el 22 de diciembre de 1534, ante Alonso Gutiérrez,—^para que agenciara del rey y
emperador Carlos V las capitulaciones necesarias para la conquista de'la provincia de
Santa Marta, vacante por la muerte de Labastida, quien había impu^to este nombre a
la primera ciudad que en ella fundó (80), por los nombres de Magdalena y Marta que
en 22 de julio del año de su descubrimiento dio ál gran río Magdalena y a su mayor
afluente, en memoria de las dos hermanas del Evangelio, en cuya fiesta se descubrían.
Llegado don Alonso a la Corte, el gran prestigio de que disfrutaba en ella don Pedro,
por su reconocida pericia militar y extremado valor,.con más los que aun refluían
sobre «u personal de la bueha memoria de su padre, facilitáronle al hijo la resoludAn
favorable de la comisión que llevaba, y a los dos meses juntos de otorgársele el poder
en Tenerife obtenía para su padre y para sí unas ventajosas capitulaciones para la conquista
de la dilatada provincia de Santa Marta, que extendía sus límites entre los de la
de Venezuela y Cabo de la Vela y la de Cartagena, y de mar a mar, cuyos goWnado-
Tes respectivos eran Pedrode Heredia y Bartolomé Antonio de Bélalcázar.
En «stas capitulaciones don Pedro, y por su muerte su hijo don Alonso, debían
conquistar y poblar para España tan extensa región, obligándose a llevar a fU costa
mil quinientos homares de a pié y doscientos de a caballo, y en cambio conoedisseles
la Capitanía general y Gobierno de la Provincia con él título de Adelantado, por dos
vidas, o sean las de padre e hijo, con el sueldo anual de un cuento de maravedí», contando
desde el día en que la expedición se diera a la vela desde cualquiera de l(is puertos
¡de 1M islas Canarias. Además se le daba facultad para fabricar dos fortalezas, cuyas
tenencias habían dé tener por isalario sesenta y cinco maravedís anuales cada una;
y mientras la total conquista no se realizara y se Ifs asignara tanto número de vasallos
indios !como fuera su mérito, se le abonaría la dozava parte del oro, pedrería y .perlas
-íue tocaren a la Corona; y, por último, se le había de abonar por una sola vez cuatro
mn ducados para ayudk de costas de la expedición, con niás ciertas franquicias y privilegios
que se concedían a los que le acompañaran, formando parte muy principal die
«stas capitulaciones las advertencias laudables y prevenciones que se le hacían sobre
(80) Así lo dice Pedro Simón y con él Ciro Bayo ín «Los Caballeros del Dorado",
página 18; pero sea comq lo dicen estos autores o por lo que indica Ciesa, lo que »í es
<4^iO'<is que .no fué impuesto el n<Mnbre de provincia de Santa Martk por don Pedro
^ lingo, -en recuerdo dd solar de Santa Marta de Ortiguera, q\^e fué de sus n^ayores,
eoBitf afirma Viera, pues esta denominación la tenía desde antes de García de Lenha,
cctno consta evidentónente da las capitulaciones del emperador Garlos V.
8 4 ^ > •
el trato que se habría de dar a los indios que sujetaran al dominio español, las que los
detractores de España debieran conocer. De estás cápitulacioties—kjue transcribiremos
como ajíéndice al terminar nvjestro trabajo—hállase copia íntegra én los autos, del pleito
de los Adelantados con el Estado, folios 135 al 139.
Después de obtenidas las capitulaciones vino a-noticia de don Alonso que, desde
5 de agosto del año anterior, la Corte había nombrado juez de residencia de su padte
én la persona del licenciado Ramóh de Estupiñán Cabeza de Vaca, bien'porqup fueran
a cumplirse los cuatrb anos de la última o porque las quejas de los émulos la anticiparan,
que sería lo más -cierto, pero ya fuera por .una u otra causa, conociendo don
Alonso que si la residencia de su padre llegaba a Canarias se malograría la expedición
a Santa Marita, acudió al Emperadoi; exponiéndole sus temores y suplicándole la suspenderá
Ínterin no'se habilitara la empresa 4 que padre e hijo se habían comprometido
con la Corona, lo que, pareciéndole justo a Carlos V, le fué otorgado, despachándose
orden al licenciado Estupiñán para que regresara a la Corte, pues ya hallábase en
.viaje. '' \
Este^ntuerto hecho al licenciaido'de deshacer el camino que tenía ándsulo valióle
el nombramiento de oidor de la Audiencia de Canarias, por real cédula del 23 de mayo
íé 1535, y por otra de 30 del mismo mes .conf irmábasele el nombramiento de juez de
residencia del Adelantado, y sus oficiales, pero con la condición de que no habría de
eomienzarla Ínterin la armada que hubiese áe ir a Santa Marta no se diera a la vela, lo
'que cumplió al pié de la letra, pues aunque tomó posesióp de su plaza de oidor en Canarias
el 10 de novieif)bre, estando aun en las islas erAdelantado, no pasó a Tenerife
hasta el 28 del mismo, mes,-'en que sabiendo que ya el Adelantado había pacido, hizo la
travesía, y én las salas del Cabildo se le recibió por juez de residencia, de Ití que volveremos
a ocupamos más adelt^nte.
, Ínterin que don Alonso, en virtud de los poderes de'su padre, ponía bajíderas en
Sevilla para reclutar gente, y .concertaba las embarcaciones en que la expedición habria-
86 de Realizar (31), uñ nuevo sinsabor v i ^ a llenar el vaso de las repugnancias qufe las
Canarias hacían sentir a don Pedro, porque en el mes de agosto, cuando más ocupado
ahdaba en el reclutamiento de soldados y en \ás preparativos de armas y battimentoe
para el viaje, la muerte de su virtuosa mujer, doña Inés de Herrera, antergróle los últi-'
mos días de su estancia en el país, por el que tantos sacrificios haW arrostrado déade
su conquista.
Si la muerte de doña Inés de Herrera tuvo por causa el disgusto de la partida de
<u marido y de su. hijo a tan lejanas tierras u otta eausa ajena a esta pena, no lo cabemos
decir, aunque nos inclina a creerlp así el mucho amor que dejnostraron .tenerse
loi esposos, no sólo por.lc^ repetidos viajes que con él hizo ella a Espafia, y a la gmi)
coiiÜbmaa que en su discreción le dispensaba él, confiando!^ antes que a nadie su-ve-prMentación
para todo en poderes públicos, sino principalmente por las amorbsaB ex-pte>
km«s eon que la doña Inés testimoniaba el cariño y respeto a su esposo en á te»ta-
•awnto que otorgó pocos días «ntes de inorir, por ante, el escribano Melchor de Contre-ras,
eim fecha 9 de agostó de 1686, en que declara que su marido estaba preparándoie
pan «mpriuider viaje con rumbo a Santa Marta.
(Si) E»to( conciertos los hacía don'Alonso en nombre de so padreriH)>r4*M «n el
misAio'|ied«f qoé le ¿abia dado,para las capitulaciones, tenía cláusula especial para ha-o
«r f»lMm{ir«ato«t caso d» que'M le c<Hie«dier»4á gracia.
Vlíl
SI don Alemio llag« a Tenerife a tiempo d« recibir la bendición de su madre tampoco
nos es posible asegurarlo ni negarlo en absoluto, aunque de la poéa innieba que se
ruede conjeturar sobre este punto más bien da indicios de que el hijo estaba ausente,
por las fechas de los documentos a que la llegada de los barcos que habían de conducir
la expedición dio motivo a celebrar.
Según consta en la escritura de fletamento que el Adelantado otorgó en 3 de no-
• >viembre de 1585, por ante Alonso Gutiérrez, escribano público, los navios eran tres: el
galeón "San CristóW" y las naos "La María" y "Sancti Spiritu", de que eran mayoral
y pilotos, respectivamente, Men Rodríguez de Valdés, NicoUs de Ñapóles y Alejandro
Cortés, vecinos de Sevilla. Pero en este año, célebre «n los fastos de Teneirife por los
sucesos realizados y los que se avecinaban, no eran sólo estas naves las que batían -al
viento sus flámulas y grímpolas en el puerto de Santa Crut, porque en la rada de Aflata
hallóse anclada la armada de don Pedro de Mendoza, también otro de los Adelantados
de América) que con el-carácter de Gobernador y Capitán general de la provincia
• del Río d« la Plata y, Mar del Sur marchaba a las Indias de Su Majestad, y en conserva
d4 esta armadfi habían venido los navios deVdoñ Pedro, según conloa 4e escritora otorgada
en La Laguna el 16 de septiembre de 1635^ ante el escribano Herirán Goiaálec
Aunque era grande la prisa que don Pedro y su hijo se daban pún terminar lOa
últimos detalles de la' expedición, por lo que el i^antenimienio de tanta gente les im^
portaba, y a pesar de que, en la escritura de fletamento declaraban los irilotos que h*-'
brían de levar anclas dentro de seis días, la marcha del Ádelahtado adn se detuvo por
«na veintena? más de días, por lo que para prevenir cualquier alboroto de iwrte de 1»
soidadesca ociosa determinó enviar,de precursora una de las naos con toda la gente qué'
' pudiera llevar, cUyo niando confió al licenciado Jerónimo de Quesada, al qu¡B llevaba <
ajustíkdo por su teniente de Justicia mayor, sin darse cuenta de que este mando habría
de servir de aprendizaje al noyd golilla para manejar gente de guerra y ponerse en
aptitud de sucederle én el gobierno. Este ^anticipo de la salida del barco en que iba et
licenciado Quesada y la gente a sus órdenes consta del pleito de los Adelantado* con
W Estado.
Ke acobardó «i don Pedro la noticia dé la nueva residencia que le esperi^ pof su
Addantamiento de Canarias y gobierno de ,las islas de Tenerife y La Palma, ni menos
deseonñó del favorable resultado de la misma, porque del examen de su conducta
nada la concientia le acusaba;, y así para prevenir en su ausencia el gobierno vitalid9
d« las dos islas que tenía de por vida, por gracia de la Corona, en IS de octubre de 1586,
año de su partida para Santa Martas ante el escribano Alonso Gutiérrez usa los sigiúen-tes
iftulM: "Yo don Pedro F'emández de Lugo, Adelantado de las islas CjEinarias y Go-l>
emador perpetuo de esta isla de Tenerife y la de San MigUel de La Palpsa y Capitán
Reneral de la Provhmla de Santa Marta y Mar del Sur por Su Majestad..,", expreaan-áo
los motivo^ de esta forma: "que por,cuanto va en ;servicio dé Dios Nuestro Sefior y
Ae Su Majestad a la dicha conquieta de la provincia de Santa Marta, y la gobemació^ll,
de la» islas ¿t Tenerife y La Palma es suya y le pertenece por merced y priovisión real
d« SM Majestades, que de eUos-tiene perpetuamente por los días fie su vida, y ha de
•Mar y deja sus Itigarteniefttés letiíados que residan en eUas..^. que en esto nomlura y
deja «1 licenciado Cristó&al de VAlcárcel y Francisco dé Lugo, y lea da poder para que
tt««frdelavmndél<ijtt«rtia«." .
-. /
sin duda alguna dificultad se les presentó a los nombrados para admitir íos cargos
que les confería don Pedro, porque en 30 del mismo mes designaba por su teniente
para la isla de Tenerife al licenciado Juan de Santa Cruz, y para la de La Palma al
licenciado Alonso de Belmonte, nombramientos que confirmaba en 7 de noviembre in-•
mediato, por ante el repetida Alonso Gutiérrez, y pareciéndole %ún poc&s las prevenciones
tomadas, en este mismo día 7 de noviembre y por ante el mismo escribano, al
qv^e se conoce ocupaba c^si a diario al terminar su última estancia en Tenerife, confirióle
poder al licenciado Santa Cruz para que en la residencia qu«'se le iba a tomar
^respondiese a los cargos que se le hicieran, conforme lo tenia autorizado'por los poderes
que le tenía dados a dicho fin, en 26: de agosto y 6 de octubre del mismo año,,otorgando
aún otros poderes más en el día 14 del repetido noviembre para la administración
de sus bienes.
. Finalmente, en nuestra búsqueda han aparecido dos documentos de alta importan-
Aa, por venir a esclarecer uno de ellps un hecho que hasta hoy como que deslustraba
la memoria de don Alonso,,el hijo de don Pedro; y el otro porque explica una de.las
costumbres usadas por los caudillos de expediciones a las Américas.
Es el primero la escritura que en 5 de noviembre de' 1535 otorgó a su hijo don Alonso,
obligándole a darle la quinta parte del dozavo que el Emperador le había señalado
de las pertenencias a su Corona en la provincia de Santa Marta, de todas las rentas,
quintos de presos, rescates y cabalgadas, donación que le haría en recompensa 4^ lo*
trabajos sufridos en su viaje a la Corte para agenciar la conquista y en* el reclutamiento
de barcos, gente y armas en la ciudad de Sevilla.
Tal documento §e hizo, sin duda, a "requerimiento de don Alonso, a fin de precaverse
de las prodigalidades de su padre, pues ya hemos dicho que como buen soldado
preocupábase poco áé las riquezas, y así n ^ c a las creía bien empleadas sino eran consumidas
en las empresas que su honor de guerrero demandaba.
Es el otro documei^to el de Ip fe, palabra y pleito-homenaje que .cbmo caballero hi-jcdalgo
el Adelantado hizo, en 7 de noviembre y por ante escribano, a todos los que
ilian a lá conquista de Santa Marta, de que por cuanto cargaren y descargaren en los
puertos de la conquista no les llevaría los derechos que como a jefe le pertenecían, sino
únicamente los que correspondieran al Emperador.
Cumplidos todos los deberes de cristiano, jefe de la expedición, y como Adelantado
de Canarias y gobernador y justicia mayoí de las islas de Tenerife y La Palma, al fin,
en la secunda quincena de noviembre de 1535, dióse a la vel& del puerto de Santa Cruz
don Pedro Fernández de Lugo, para la provincia de Santa Marta, acompañado de lucido
séquito de prestigiosos militares. i •
/
. ' . , • ' • . ' • ,IX' ;
Mientras don Pedro surcaba los mares en busca de la gloria n^ilitar, único anhelo
de au vida, sus émulos de Tenerife y, «egún creemos, los que también debia tener en las
otras islas del Archipiélago, donde su mano dura de Adelantado de Canarias segura-mentí
hubo de dejA-se sentir,- uniéronse todos para hinchar la residencia, máxime
cuando habrías^ de tomar al enemigo ausente, a quien no se quería tender puente de
Fundóme en suponer-que don Pedro debía tener enemigos en las fslaa que no«Tan
• ' «•
de su gobierno político—aunque sí del' militar y judicial por stt cargo de Adelantado—,
ein que la última visita periódica que en 1^31 leS hizo, no se atrevió o no quiso realizarla
personalmente, comisionando para que ^ su nombre la ejecutara a su teniente
letrado él licenciado Alonso Y^nez Dávila, el que para poder llevarla a cabo hubo de
nombrar por su delegado eu la tenencia de Tenerife a Antón Jovel.
Pero fueran juntos o Separados en el acusar los enemigos de don Pedro en el Archipiélago,
lo cierto fué que en cuanto llegó a Gran Canaria la noticia de que el Adelantado
se había dado a la vela para Santa Marta, se pusd en camino el oidor de aquella
Audiencia licenciado Ramón de Estupiñán Cabeza de Vaca, y presentándose en cabildo
el 28 de noviembre recibiósele por juez de residencia y, en su virtud, entrególe la
var^ de teniente Antón Jovel, y la de alguacil mayor Marcos Verde.
Ksta residencia a don Pedro dilatósele hs^ta poco antes O poco después de su muerte
ocurrida en Santa Marta, a consecuencia de las heridas que recibió ¡peleando con los
peruleros, según afirma Ciro Bayo en "Los Caballeros del Dorado" (82), y por tanto
Sin que perdiera el gobierno de las islas de Tenerife y La Palma como resultado del
juicio dé residenfcia que se le seguía, error que plenamente se, desvanece «on la fecha
de, 21 de abril de 1538 en que tomó posesión, en calidad de gobernador y justicia mayor
de ambas islas, el dicho licenciado Alonso Yánez Dávila, primero a quien la Corte agraciaba
con este cargo en 6 de octubre de 1537, según refiere Núfiez de la Peña, y tanto
fué asi el carácter de gobernador de Tenerife y La Palma con que murió don Pedro en
Santa Marta, que en la estancia.que hizo en Tenerife su hijo don Alonso Luis, de retorno
de la conquista, por las causas que luego se expresarán en su lugar oportuno, en
una escritura que otorgó en La Laguna, a 17 de febrero de 1537, da a su padre los títulos
de "Adelantado de Canarias, gobernador y justicia mayor de las islas de Tenerife
y San Miguel de La Palma, y Adelantado, gobernador y capitán general de la provincia
de'Santa Marta-y Mar del Sur en Indias de Su Majestad", títulos que segura-
Tiente no se los hubiera dado ni el escribano los consignara si en dicha fechaí tan cercana
a su óbito, se hubiera sabido en Tenerife que estaba depuesto del gobierno. Parece,
pues, evidente que a d,on Pedro la muerte, y no el Rey, le privó del gobierno de Tenerife,
y qué si a su fallecimiento la Corona no nombró para este gobierno a su hijo y
sucesor don Alonso Luis, no le hizo con ello agravio alguno, puesto que ya se dejó de-
. mostrado que ni don Pedro ni su padre obtuvieron el gobierno de las dos islas conquis-cadás
por este' último cou carácter de trasmisible a sus herederos y sucesores, sino con
el meramente personal y de por vida en el uno y en el otro, «onceptb éste del que creemos
ha salido la mayor parte del mito de deposición y pena injusta a los sucesores de
varones tan esclarecidos. • •
Desvanecidas, á nuestro entender, las inexactitudes que sobre la memoria del segundo
Adelantado de Canarias ha puesto la precipitación y falta de estudio de los hi«-
V toriadores regionales que han escrito sobre este personaje, veamos lüiora cuál fué su
gestión de Adelantado, gobernador y conquistador de la provincia de Santa Marta o
tiefras fabulosas del Dorado, para lo que se precisa hacer ver previamente cuíJ era fl
estado de esta región anvericana al aportar a ella nuestro héroe.
;Sabida cosa es que las tierras del Adelantamiento aniericano dado a don Pedro
Fernández de Lugo descubriólas Rodrigo de Labastida, andaluz y esctribano de Triana
(82) Cóinsta el año de la muerte dé don Pedro en los autos del pleito de los Ade-
' Untados con el Estado. ^ ^
en Sevilla, que no dudó en trocar ía péñola de curial por la espada de aventurero, y los
'protocolos, tintero y salivadera por las l)aratijaisi y pepas de buhonero.
Igualniente es sabido que en su se^ndo viaje a las Indias se avecindó en Santo
Domingo, que en 1525 volvió Sobre su primer descubrimiento y con su coloiíia fundó .
la ciudad dé Sa-nta Marta, la segunda ciudad del Continente, casi a la desembocadura
del ríú Magdalena, la q.ue tuvo que abandonar malhendo para ir a morir a Santo Domingo.
'
Por muerte de Labastida sucedióle en el gobierno de Santa Marta y su tierra. García
de Lern^a, pero, fallecido éste en 1531, la colonia volvió a quedar entregada a sus
propias fuerzas y gobierno del Cabildo de la nueya ciudad, hasta que aportó a. ella jel
barco en que Gonzalo Jiménez de Quesada servía de precursor a don Pedro de Lugoj su
principal; que á los pocos días fondeaba eVgaleón y la.nao que conducía el reato de la
gente que transportó, la que si no alcanzaba al número de mil quinientos hombres que
h&bí& capitulado, la calidad de los mil soldados que llevaba bien podría valer por tres
mil plazas, porque Va, totalidad era de valor acreditado, y la mayoría de nobleza y gente
d« cuenta en asunte» de guerra.
Efectivamente, entre los expedicionarios que seguían a don Pedro contábase a su
hijo don Alonso Luis, por su lugarteniente; a doh Diego de.Sandoval, por maestre dé
campo; a don Juan de Orejuela, caballero cordobés y alférez de los tercios de Itidia,
por sargento mayor; y a Diego dé ufbina, Diego de Cardona, Diego López de Haro,
.Gonzalo'Juárez de Itemón y Alonso de Guzmán, i>or capitanes; y al licenciado Gonzalo
Jiménez de Quesada, por teniente de justicia mayor. Esto por lo que haoe a la gente
reclutada en •Sevilla póí don Alonso, que no era menos lucida la plápa mayor de la ,
ngenciada por el propio don Pedro en Tenerife, aporque en ella figuraban Pedro Benítei
de Lugo, hijo de Bartolomé de los mismos apellidos; Frimcisco de Bahamonde, que' luego
llegó a la cumbre de la fama; Lázaro Fonte, Francisco de Válcárcel, Miguel López,
Alonso de Gallegos y otros más que las genealogías de familias ilustres mencionan
también entre sus distinguidos pariente^. (Ciro Bayo, "Los Caballeros del Dorado", página
H; y Viera y Clavijo, "Historia de Canarias", tomó II, página 312.)
Posesionado don Pedro en su.nuevo mando en los comienzos de 1586, como la ciu- .
dad de Santa Martk era harto pequeña para alojar a, tanta gente, su primer cuidado fué
el formar barracones cer<ia dJel mar para que en ellos se acogiera provisionalmeinié la .
gente que había llevado, sin incomodidad de sus antiguos moradores, ínterin se procedía
,8 la necesaria ampliación del poblado, y para no tener a la tropa en ila ociúsi(^ad,
que entre! soldados es sieinpre ocasión dé peligro, y tambi^ para desalojar la .peqúe-
2% ciudad de tanto habitante, diapuso se hiciera una salida para ir reduciendo y lim-
.lítiando de indios enemigos las inmediaciones d'e Santa Marta, a lá que con su bravura
tenían sitiada, confiando el man4o del pequeño ejército a su hijo don Alonso Litis, él '
que, vailente y entendido, en menos de un año dio feliz término a ^u comisión, no sin
• tíot) desgraciadamente se suscitaran agrias diferenciáis entre padre e hijo en materia
de intereses, porque mientras don Pedro, guerrero dé lo» de antiguo molde, creía aún
que; al soldado bastábale con el pasbr y la gloría del noble ejercicio, y en conftomidad
«jiit este ciit^rio tenía mandado se pusiera en la Tesorería todo el botín de pedrería y
<»>o hAfta qtié«e terminaran las expediciones yUegafa la hora del reparto, sú hijo don
Alonso, más conocedor 'del espfiritu de codicias y vicios que en- su tiempo ya reihaban
.eii^,k« aventureroi, (édía se hiciera el reparto de cada presa según se tomaba, a fin
.•de te&etjos contentos y más decididos a soportar las infinidas penalSdodes que. mfríaD
• • • . - " f " • - • '• • - : . ' .' , , . . • . . . . ' • • -
6ii ttn país «n el que s6\o el cliáia era enemigo no despreciable, adem&s d« que cot}. esta
condición de reparto haibía él contratado a la gente que condujo de Eapaña.
A tal grado llegaron l^'s quejas y reclamaciones del hijo, y a tal la testarudez áeH,
padre, que entendiendo don Alonso que de continujir en la conquista darfa el espectáculo
de tener que dcsobediecer a don Pedro y romper ruidosamente con él, determinóse a
huir para evitar trance tan doloroso; y así, habiendo obtenido en la última, acción un
botín de oro por valor de quince mil pesos, con pretexto de acompañar a lo* heridos para
curarse, regresó & Santa Marta, y tomando ocho o diez mil con su paje, en «1 silencio
de la noche transportólos a una nao, y embarcándose en ella emprendió viaje a BS4-
paña, aunque tuvo que rendirlo en Tenerife por el mal estado del barco y temor a los
corsarios, de los que se vio perseguido. (Ciro Bayo, obra citada, página 26; y autoe del
pleito de los Adelantados con el Estado.)
Cuando sé hizo púWica ^n Santa Marta la huida de don Alonso recibió su padre
un golpe terrible; pero él, que«ra tan duro para sí mismo, no levlantaría la mano para
su hijo; y así fué, porque además de mandarle procesar por el delito de deserción, que
en au sentir'había cometido, fletó otro b^co en su persecución con carta «1 Emperador
asaz cruda e ignominiosa para don Alonso Luis, pues decía: "Envié a don Alonso, mi '
hijo, a hacer una entrada a las tierras nevadas, término de esta provincia de Santa Marta,
con cierta gente, y allí tomó de indios Ofdho o diez nül pesos. Los tomó y robó sia
pagar a Vuestra Majestad, y dejand» a los soldado» en el hospital se ha^ embarcado y
huido escondldamente. Pido a Vuestra Majestad le mande a castigar severamente y de
ninguna manera le permita entr^ en Canarias estando yo aquí, que es un tizón para
la honra de "casadas y doncellas." Por lo visto, don Pedro, en BU enojo al acusar de ladrón
a 8U hijo, olvidábase qtte a éste le corresipondía el quinto del dozavo dé la Cotona,
que el mismo le había cedido por escritura en Tenerife, según queda dicho. -'
Tan desagradable «pisodio entre padre e hijo tráelo Juan FIórez de Ocaris en U
página 603 de su "Nobiliario del Nuevo Reino de Granada" y dé él lo han tomado otros
autores que lo agravad más de lo jus.to, por ignorar la rigidez del cará^^ter de ápn Pedro
y las muchas y buenas partes que concurrían en su hijo, como veremos to 1<M datos
biográficos que dedicaremos a nuestro tercer Adelantado de.Canarias. ;.
' Este trabajo quedon Pedro tomó amanifiesta afrenta, no dejó de mtfrtiñearle más
de lo que él quisiera por lo corrido <jue resultaba; pero, repueíto algún tanto, determinó
lascar remedio al apuro en que se veía, y al efecto acordó reconocer lo» naci«nte8
del río Magdalena, ofneciendo el mando de la expedición, con «1 título de Teniente g«-
vnerál de la Jomada, al licenciado Gonzalo Jiménez de Quesadá, que, coráo queda ^ ^ ,
r¡> había llevado de teniente de Justicia mayor, al que aceptando él encargó maulóle
desi^aohar nombramiento en 12 de abril de 1637.
- En 7 del mismo mes púsose en marcha él nuevo teniente general con ochocientos
hombres de & pie y cien de a caballo, y emprendió aquel famosísimo éxodo en que las
. Rventuras fueron tantas y de tal magnitud que su sencilla narrativa recuerda los faii-\
taslas de las Mil y una iioches, y a proporción de ellas la pedrería y él oro obtenidos
en los botines de guerra, los que Corolau en su «Historia de España" destaca tan d«ta-
Jladameftte que su lectura causa el natural asombro, rayano en la incredulidad sd no lo
autorisáran otros historiadores que contestes en hechos tan interesantes le dan 8«Uo de
credulidad.
Coroíau dice asi: "Salió de Santa Marta el 5 de abril de lfi87,y después de ocho
pieaes ds márcluí, arrostrando los peligros de Uus dáñalas llenas de sierpo», tálMliOf
. • \ . ' . . . '
y mosquitos, y tener que abrirse ipaso cortando espesuras de arixilado y matorrales de
síelvas vírgenes, llegaron diezmados por' las enfermedades de calenturas y otros padecimientos
a las tierras altas, en las que los indios los recibieron de paz, por Lo que el
general, licenciado Gonzalo Jiménez de Qu'esada, ordenó, bajo pena de la vida, no se les
quitara nada ni matarlos."
"En abril de 1538, después de hacer alianza con algunas tribus y escaramuzar con
Otras en la ciudad de Bogotá, dopde mandaba el rey Zipa, y aunque tuvo tiempo de en-
.terrar áus tesoros, fué tan rico el botín de oro y esmeraldas, que sacados lois quintos
para el Emperador y del resto nueve partes para el Adelantado y siete para Qu«sada,
lé tocó a cada soldado "^juinientos doce pesos de oro, mil veinticuatro al de á caballo y
dcS mil cuarenta y ocho a los oficiales, sin contar las esmeraldas."
"La relación-de aquellos botines que más parecen cuentos de las Mil y una noches,
aun aumentaron en la capital del rey Quimuichateca, donde llegaron el 20 de agosto
dol niismo año, pues las paredes del palacio estaban revestidas de lámina^ dé oro bruñidas,
y del saqueo de éste regio edificio formaron, segrúri testimonio del mismo Que-sada,
tal montón de oro y esmeraldas en el patioí que los soldados de a pie que lo ro-
^ deaban no se veían del uno al otro lado, y los de a caballo sólo del pecho arriba."
A los pocos meses de emprender la marcha su troipa no llegaba a la mitad' de lo«
hombres que había sacado de Santa^Marta, y en marzo de 1538 sólo le restaban ciento
sesenta y seis soldados, coil los que Vemdó a los zipas y a los yagues, y fundó la ciudad
de Santa Fé de, Bogotá del Nuevo Reino de Granada, y en ella entró más tardé
con Sebastián de Belalcázar y Nicolás Fedérman, cuando la gente de estos dos últimos
se encontraron con las de .él en la diligencia de buscar la tierra del oro, y después d«
hacerse a^nigos y comipartir entre los suyos la nueva colonia de Bogotá, partieron juntos
a dar cuenta a, Carlos Y de los descubrimientos que habían hecho y de las proezas
que dejaban realizadas. - ^ ^
Mientras Gonzalo Jiménez de Quesada, como teniente de don Pedro Fernández de
T<ugo, que se había quedado en Santa Marta, seguía el descubrimiento que se le había
fncomeñdado, el Adelantado por su parte preparaba otra ex5)edición que él, en persona,
había de conducir; y, en efecto, según refiere Herrera Piedrahita en la primera
parte del libro octavo, capítulo primero, de su "Historia del Nuevo Reino de Granada",
después de derrotai' a los indios de Bónda y dé Tayrona y de abrirse paso con la es-
' pada, al frente de sus tropas, por esifíesos montes y escarpadas montañas, desde cuyas
alturas los indios le hacían tenaz tesistencia, arrojándole flechas, troncos de árboles y
peñascos, lo que le dio motivo para el famoso hecho que realizara de arrojarse intrépido
al peligro del paso de un profundo valle, a la cabeza de sus tropas, logrando atravesar
aquellas Termopilas, que hasta hoy publican tanta hazaña con el nombre de "Paso del
Adelantado", en memoria de «u heroica valentía.
Después de esto^ heohps, deseando don Pedro dejar recuerdo imperecedero die su
inándo eh esta región, fundó la ciudad de Tenerife a orillas del Magdalena, y poco de»-
' pues, según Coreiau, moría guerreando con los perulero», y llevado su cadáver a Santa
'Marta» en esta ciudad recibió cristiana sepultura, según consta del testamento de don
Alonso Luis.
Así terminó su carrera Ihortal este esforzack) caballero que retrasó su aparición en'
esta vida, poniae-sutipo, por anticuado, a la verdad no encvadraba ya; en la éipoca en
'Cine descriUó m ói4>ita.
^ Lá muerte de don Pedro súpose en k Corte antes que en Tenerife, y loe vecinos d»
91
esta isla conociéronla antes que el teniente del fiíkdo, Gonzalo Jiménez de Quesáda,
porqué éste vino a saberla cuando recibió en Bogotá a Sebastián de Belalcázat, que
fué quien se la comunicó, como^ indica Ciro Bayo en su repetida obra, a la páffina 86.
Al bajar a la tumba don Pedro, el Cabildo de Santa Marta volvió por tercera vez a
reasumir el mando de la colonia, porque si bien tocaba <9u gobernación con el Adelan-
'tamiento a don Alonso Luis, su hijo, contó éste hallábase ausente y del teniente general
Gonzalo Jiménez de Quesada ninguna noticia se tenia, los regidores creyeron de su derecho
tomar las riendas de la Provincia, y así lo realizaron.
Pero como don Pedto con la maerte ni liqjiidiaba sus responsabilidades de gobernante
ni saldaba sus deudas de conquistador, su abintestato abrióse a instancias de sus
acreedores, y no bastando a pagar las gruesas cantidades que en oro, piedras y perlas
te^a en el depósito de los botines, hi^bo necesidad de sacar a subasta hasta las camisas
de su uso personal y hasta la última correa de los ameses de sus cabalgad'uras,
oración necrológica la mejor y más laudatoria que de su gran valía pudiera hacerse en
el país del oro, y que ayuda a vindicar su memoria con todos los honores y demostrar
que la austeridad de sus virtudes de guerrero y conquistador sobrepujaban en imucho a
los defectos que como gobernante pudiéransele imputar en justicia, por lo que no hay
que dudar que don Pedro Fernández de Lugo era mucho hombre para sólo gobernar a
Tenerife y La Palma, pequeñas islas del Océano, donde las qi^isquillas y resquemores
de pueblos cortos y en estado de consolidación, emx>equeñeGÍan y rebajaban su abultada
personalidad. .
Por toílo lo relacionado, queda demostrado: que don Pedro Fernández de Lugo, segundo
Adelantado de Canarias y gobernador y justicia mayor de las islas de Teiíeri-le
y San Migfuel de La Palma, tuvo estos cárgoS hasta el día en que murió; que nunca
fué depuesto del gobierno de estas,islas; que por la sentencia de muerte que mandó
ejecutar en el caballero Pedro Fernández de Alfaro, ni fué desposeído del gobierno, ni
residenciado por Cristóbal de Valcárcel, ni éste casado con la "¡Ricahembra" jwr vía
•te soborno; que si se equivocó al oponerse al nombramiento de f*ersonero general de
Tenerife, sólo erraba en la forma del procedimiento, pero sin dejar de tener razón eá
el fondo; y, por último, que no impuso a la provincia de Santa Marta «rte nombre, como
afirma Viera y Clavijo. En una palabra, que de toda la prueba aducida nos resulta
nn segundo Adelantado de Canarias distinto del que nos hablan hecho conocer harta
ahora, llevados del mito que sobre él corría del «Don Pedro el Cfuel de Tenerife".