B I b 1 i o g r el f í a
GEISENDORF-DES GOUTTES Lee' prisoimiers de
gruerre au tcmp^ du Pi<emier Empirp. Vol. I: Geale* et
pontoiis d'Espasrne. • L'Expiedition et la captivité d'Anda-•
lousie, len 49, 560 pá^s. con 50 viñetas y 27 láminas. Prefa-
^ CÍO de Gugiclfno Fíerreru; Ginebra, Ijahor y Rirís, Nouvc-
I lies Ekiitions Latines, l932.-^Vor. II: Les archipels enchan-teurs
et farouehes. Balieares et Cañarles. Cabrer», l'ilc tra-gique,
en 49, 645 págs. con 63 viñetas y 30 láminas. PT^-
facio de A, GrfafiSet; Ginebra, Labor, 1937.
Con el título destacado de "Geoles et pontons d'Espagnc" (cáreoies y pontones
de España), publicó mi amigo e1 sabio investigador ginebrino Geisenrtorf-
C!6S Gouttes, doctor en Ciencias políticas, nu magnífico estudio acerca de los
prisioneros franceses tomados por los españoles durante las guerras napüleóni»
ca« del Primer Imperio. En su conjunto es una oBra maestra, repleta de notas e
ilustrada ;Con documentos interesantísimos hasta ihoy desconocidos por erudi'tos
e0pañoles y franceses, ^^os grabados y las láminas en tricolor dan m'iyor importancia
al volumien; la mayor parte de ellas son reproducciones de estampas do
la época conservad-as" en los museos.
La paciente labor del autor y el estudio de fuentes españolas y francesas,
cristalizó en un primer volumen, luminoso y concienzudo, que interesa por'igual
a las dos^naciones, y en España a la región andaluza principalmente, teatro de
los cbmbates que dieron origen a la cautividad de los prisioneros francases, objeto
principal del libro.
El volumen está dividido en tres libros: I. De Bayonne a líaylen. (Le prologue
du díame).—II. La terreur noire. (Du Gudalquivir a la mer).— Ilf. Cadix
et la géhenne des pontons. La labor seria, profunda y metódica de Mr. Geisen-dorf
tiene un Carácter tan Científico que se enlaza con la historia universal. Por
primera vez, dieé Mauríce Eeclús, tenemos una narración exacta, que •permito
tevisar un proc««o histórico juagado hasta hoyi de un moáo muy superficial (1).
El prefapio, del^ido a la pluma áfl.conocido pensador G.Terrero, es de una
(1) "Pour la premiare fois, le récit vraiment complet qui permet de revi-
^aer un procés historique par trop sommairement jugé. Ouvrage rémarquable."
Matirice Reclu«, (Le Temps.) - '
• 369
emotividad digna'del libro y de un alto valor Viistórico y moral. Traduciremos
algunos párrafos que confirmarán nuestro aserto:
"La gruerra de España —^dice Perrero—, fué el choque paradójico y decisivo-entre
fuerzas tan arraigadas como las del antiguo régimen y el imperio napoleónico,
que era una ficcjón revolucionaria de la-monarquía y una ficción monárquica
de la revolución. Los campesinos españoles enseñaron' a las grandes
naciones de Europa,.a sus estados mayores y a'sus diplomático^ que en vano
lo buscaron durante diez años, el punto vulnerable del formidable enemigo. IQué
lección para los hombres dé Estado y para los hombres de guerra!
"M. Geisendorf-des Goutes ha vuelto a estudiar ésa historia para contarnos
especialmente la trágica odisea de los prisioneros. La suerte de aquellos desgraciados
puede ser considerada como un episodio secundario en la historia de
las grandes guerras de la Revolución y del Imperio. Pero en esto justamente
estriba el interés del libro. Es necesario de tiemipo en tiempo, contemplar de
cerca los indecibles horrores que se ocultan en- los pliegues de la historia, pliegues
que a la distancia de un siglo no se ven, y dejan a los ojos de la posteridad
una tersa superficie..."
"Geisendorf-d'es Goutes nos muestra a cuantos excesos llegaron hace más
de un siglo dos pueblos civilizados, que se dejaron arrastrar por los furores de
una guerra sin ley. Esperamos que este libw), compuesto con la paciencia laboriosa
del erudito y escrito con la imparcialidad riel hombre honrado, ayudará a
impedir qü€ semejantes horrores se repitL.n. Es por eso por lo que deseo sea
concienzudamente leído y seriamente meditado."
La dedicatoria con que nos ofreció el señor Gcisendorf su primer volumen,
son palabras que mucho agradecemos por lo expresivas; califica "la invasión
francesa de "tragique aventure oú, des deux cotes du Pyrinées, tant de patriotes
ont inutilement souffert". frases que confirman las aseveraciones de Perrero
(2). \ • . ,
El segundo volumen, más interesante para las Canarias que^el anterior,
comenzó a prepararlo su autor, por lo que se refiere a este archipiélago, en el
año 1930, fecha en que por intermedio de un buen amigo nos escribe solicitando
antecedentes de los prisioneros franceses enviados a este arohipiélago. Desde
entonces hasta el año 1936 nuestra correspondencia no tuvo interrupción, crean-
00 una- amistad personal difícil de olvidar.
Para adquirir datos de archivo y obtener una impresión personal de las islas,
el señor Geisendorf visité Tenerife en los dias 27 y 28 do marzo de 1932,
formando parte de una misión científicn a bordo del "Mexique", y tuvimos la
satisfacción y el honor de acomipañarle en la rápida excursión que realizó desde
Santa Cruz a La Laguna, y de allí a la Orotáva y. el Puerto de la Cruz. Parte
de las láminas de su libj-o son fotografías tomadas por el sabio ginebrino.
(2) Este primer volumen lo dedica Geisendorf: "a ma mere, a ma fenime,
í. ma soeur, a ma filie, Car, si l'on veut prevenir et abolir á jamáis l'odieuse guerra
diagression c'est aucoeur et á la energie des femmes qu'il faut maintenant
s'adiresser."
370 ' •
En Las Palmas fué cumplidamente atendido por los miembros del "Mvi«eo
Canario" que designó a D. Agustín Martinón Fernández -para que le' acompañara
y auxiliara en la búsqueda, de documentos. Con ese material y el obtcnidí»
respecto a las Baleares, el señor Geisendorf compuso el segundo volumen de su
obra, que comprende una exposición preliminar y tres libros, que titula: I.—"Cabrera,
rile tragique", (XX caps.). H.—"Grandes Baleares et Pytuses", (III
naps.). III.-^"Les oubliés de l'Atlantide", (VII caps.). Este último contiene el
relato de los prisioneros franceses enviados a estas islas, que para nosotros es
la parte de más interés. Estudiemos brevemente los capítulos de.este último libro.
• "^
Introduction. Au lendem.ain de Trafalgar.^—El autor describe Gomeramente
el combate de Trafalgar, la causa de la derrota de la escuadra francesa y el valor
de los españoles. Parte de 11 armada se refugió en Cádiz unida a la nuestra.
Eran «¡ico buques de línea y otros menores, mandados por Rosilly. Tres años
después, la traición de Napoleón originó el levantamiento nacional del 2 de mayo,
y la declaración de guerra a Francia por la Junta Suprema de Sevilla. Los
navios de Rosilly bombardeados por el castillo de Puntales cayeron en poder
del gobernador Moría (14 d? junio de 1808), badendo prisioneras a las tripulaciones.
Seis meses después, aquellos marinos fueron trasladados d* los pontones
a las casern'as del castillo de San Carlos (1808-18Ó9). Esta narración era necesaria
para estudiar los*sucesos posteriores.
Capítulo I.—Les terres oonvoitées,—.En bella prosa, Geisendorf describe el
archipiélago canario, especialmente a Tenerife: "Cuando a través de las brumas
acumuladas por los vientos alisios aparece, muy alto sobre el horizonte, el cono
nevado del Pico, ese Teide tan celebrado que los antiguos llamaron Pico del Infierno,
parece que surge de las olas del Océano algún espejismo inexplicable.
Cuanto máe se acerca uno^ más aumenta la ,sensación de dirigir.se a un mundo
desconocido para el cual no está preparado el europeo." Así comienza el autor
este -capítulo, para luego darnos a conocer en rápida visión la historia clásica
del archipiélago, la conquista normanda con Gadifer de.la Salle y Juan de Be-thenoouTt,
hasta llegar a Diego de Herrera y Alonso Fernández de Lugo (3).
Franjáis, anglais et espagnols aiíx prises.—Este epígrafe pertenece al capítulo
I, y lo dedica el autor a narrar breivemente las coríerías de los corsarios
bretones en estás islas (Stímbreuil, Jambe de Bois, Caylüs, etc.), las depredaciones
de los injj-leses desde Drake hasta Windon, y el deliberado intento de Nel-son
de someter a Tenerife, terminando con el envío que por primera vez dispuso
la Corte española, áe prisioneros f'ranceses en el año 1792 cuando la guerra
del Bosellón, siendo destinados algunos de estos prisionero» a'las islas de Lan-zairóte
y Püerteventura con ©1 objeto de cultivar la tierra. Quizá allí se fundieron
con los descendientes de Betljencourt en los que rconoci^ron un mismo ori-
(3) Por no estudiar con detención la historia de las Canarias, cae M. Gei-sepdorf
en él yerro de atribuir a don Alonso Fernández de Lugo la conquista de
Gran-Canaria. Dice hablando de ese militar: "L'une apíés l-'autre, les iles de la
Grande Canarie et de la Palme tombérent sous sa couipe... Mais á Tenerife... la
conquéte fut moine aisée." (Op. cit. pág.^38." Omite a Rejón y a Pedro de Vera,
verdaderos conquistadores de aquella isla.
371
«en, o quizá fueron repatriados en 1795 (4) después de la paz de Basilea, dice
Geisendorf. ^
Querelles ct intrigues de clans.—El autor recoge en esta apartado la Resta-ción
seguida én Tenerife hasta crearse la Junta Suprema de Canarias. Los errores
son debid.os al Legajo 62, Elstado, de los archivos nacionales d€ Madrid ( 5 \ ~
y a los "Apuntes" de D. José Desiré Dugour quí sigue a la letra, y que contienen
equivocaciones de bulto.. Resucita, por consiguiente, la enemiga personal entre
el Teniente de Rey D. Carlos O'Donnell. al que tilda de intrigante, y el
Marqués de Casa-Cagigal, Comandar.te general del archipiélago; enemiga que
comienza por las.esposas de ambos militares, y negada hoy por los histori«do-
»es; también afirma erróneamente que el Teniente coronel D. Juan Creagh
acusó en el Cabildo abierto al Comandante general como desafecto a Fernando
Vil, a lo que debemos agregar errores de fechas y confusión de hechos. El examen
de las actas originales echa por tierra esas calumnias forjadas por los enemigos
de Ip Jutjta Suprema.
Capítulo II.—Les équipages die Rosilly.—Origines et appréts d'unle djepoi^-
tion.—El 29 de junio de 1808, el general Moría gobernador de (íádiz se dirigió
al Coman'Wante general de Canarias para que informara de las posibilidades de
enviar a esta provincia un contingente de prisioneros de la escuadra francesa,
contestando la Junta que se podrían admitir como máximo 1.200. El 2 de mayo
de 18fl9 embarcaron con dirección a Tenerife 1.500 . prisioneros (exactamente
1.484) que llegaron el 11 de dicho me.s. Geisendorf padece el error de consignar
como fecha el año J^ilO en vez del 1809, que señalan lals actas originales examinada.*
por nosotros. Es muy posib]e que el yerro fuera debido a la interpret%
ción del texto de Desiré Dugour o a la historia de Millares Torres.
Premier» owntacts.—<Con fácil,pluma narra Geisendorf la llegada de los prisioneros
y las disposiciones de la Junta Suprema de Canarias para alojarlos.
L'as fuentes que utiliza son las más seguras, por referirse a las sesiones de dicha
Jnnta y a las aetas de la Sección de Guerra, datos que le fueron enviados por
el que esto escribe, amableme-nte facilitados por el señor D. .Jolongo Tabares,
por i-ntermedio de nuestro querido amigo el Dr.' D. Tomás Tabaré» de Nava.
Esos documentos pertenecen al archivo familiar, de aquel caballero, por heren-cih
del insigne patricio D. Juan Tabares de Roo, vocal-secretario de la Junta Suprema,
de Canarias (6)., También en el periódico "Correo de Tenerife" aparecen
noticias interesantes sobre este asunto.
(4) Hemos examinado documentos en los que consta que los prisioneros
recluidos en la Orotava solicitaban el misimo año de 1795 asistir a los oficios divinos,
deseo al que accede el Obispo don Antonio Tavira, y en su vista el Co-mpndante
general dan Anti>nio Gutierre?, ordena que fueran a la iglesia conducidos
por un .sargento y dos cabos. Esta disposición se hiz.o extensiva a los que
Tesidían en La Laguna, y por ello sospechamos que no existían prisionero» en
otros pueblos de la isla.
(6) Bl autor se refiere a los mss, custodiados en el Archivo Histórico Nacional
Junt^ Suprema gubernativa del Reino. Junta de Cananas. (Sección de Estado,
legajo 62j letra K.) •
(6) En la sesión del 22 de julio de 1809, la última de la Junta Suprema
de Canarias por haberse ordenado su disolución en 6 de junio anterjpr, figura
entre otros importantes acuerdos el nombrar una comisión que custodiase
372
Capítulo III.—Accueil sans chaleur. Tmitement sans larguicr.—Con los px-tractos
y copias dé documenta citados, Geisendorf compone la primera parte de
este capítulo, poniendo de relieve el hecho de que la Jutitii Central establecida
en Sevilla no conti'ibuyó con cantidad alguna al sostenimiento do los prisionero
que envió a esta provincia, apesar do las representaciones de esta Suprema
que carecía de fondos para hacer frente a carga tan pesada.
Dépots et cantonnentents; lile de Tenerife.—El autor'estudia y describe los
diversos lug'ares de Tenerife a que se enviaron prisioneros franceses, o sea la
Villa de la Orotava, Icod, los Realejos, Giiimar, Garachico, Candelaria, La La-guna'y
Santa, Cruz. Aprovecha los datos <|ue le transmitimos y que nos facilitó
el patricio don José Rodríguez Moure, y compone un relato ameno y atrayente
d« l_as condiciones en que vivían los deportados en esta isla, incomparablemente
mejor que en las Baleares,
. He de la Grandfe ü'in«rie.—Las fuentes de que dispone (ieisendorf son nmy
incompletas, pues se limitan a los "Diarios" de don Isidro Romern(«¿;ebaHos y
don José Agustín Alvarez Rixo, la historia del señor Millares y "Recuerdos de
un noventón" d* don Domingo José Navarro.. Faltan documentos oficiales, pues
los archivos del Ayuntamiento de Las Palmas desa.i)arecieron en el incendio ocurrido,
el año 1842. Con e.sas fuentes, muy escasas, el autor desarrolla el tema
de esite epígrafe, narrando la distribución de los prisioneros en Las Palmas y
en la ciudad de Arucas.
lie de la Palma.—Siguiendo el testimonio de Romeit) Ceballos y de Alvarez
Rixo,'afirma el sabio ginebrino que a Gran Canaria llegó.•«na segunda expedi-
•ción de 800 hombres y que los enviados a la Palma serían de esta segunda remesa
(7). No podemos seguirle en esta aseveración, a pesar de los testimonios
que invoca, porque la fecha de la primera expedición, equivocada, coincide con
la segunda (mayo de 1810); y además, porque' existe una terminante declaración
del Gobierno, transcrita en 3 de diciembre de 1809 por- el capitán general
, d e estas islas, aun en la Península, don Carlos Lujan, manifestando que no se
enviarían más -prisioneros (Cfr. el "Correo de Tenerife" que publici dicha na-*
ticia). '
Pour vivre aver cinq sois par jour.—Se estudian en éste apartado las precarias
condiciones en que vivían los prisioneros franceses que solo tenían asignados
dos reales de vellón par día. Ha de tenerse en cuenta que el tipo de vida
medio en esa época flo eraí muy elevado; que un oficial del ejército percibía una
los documentos de la extinguida Junta, hasta la resolución que el Rey tomiara.
Esta comisión no llegó a funcionar, quedando en poder de su secretario, Tabares
de Roo, el archivo de aquélla, que por herencia ha llegado hasta nuestro estimado
amigo doji Alonso Tabares, su actual y digno poseedor.
(7) Este error hizo que M. Geisendorf asegurara el haber recibido este archipiélago
unos 2.300 prisioneros, número excesiívo para unas islas tan castigadas
por la miseria. Dice: "Si done aux quinze cents hommes du premier coontin-gent
un ajoute les huit Centa du setoud c'est á utv total de deux miUetrois Cents
hommes que s'élevérent les deportes de Cadix..." Aumenta la confusión el informe
de Villaret de Joyeuse, eomandante de los buques destinados ^ recoger
los prisioneros de este archipiélago, que leva el número de los deportados a 2.800,
de los cuales murieron 500 y otros 500 quedaron en las islas, pero como los re-piatriados
no fueron 1,800, el error es evidente.
• , 873
onza al mes y vivía con holgura. Por eso, al quejarse el cónsul francés Cuneo
d'Ornano de lo «scaso de la soldada, le contesta el Comandanto general que si
nO era suficiente aquella cantidad para subsistir, la razón era la miseria del
país; y que era de desear que los prisioneros españoles recibieran en Francia
un trato semejante y la libertad que tenían aquí los franceses para procurarse
con su trabajo un sueldo mayor, como en efecto así acontecía.
Capítulo IV.—Les trois piales de Pharaon.—<!on vivos colores describe
Gcisendorf la fiebre amarilla.que atacó a Santa Cruz y Las Palmas por los años
(le 1810 a 1811; la in^a'sión de la langosta en Gran^Canaria, y como consecuencia
de estos males, el es'pectro del hambre hizo su aparición. En verdad fueron
tres grandes azotes de las islas.
•Capítulo V.—Pour éohapper aux troubles publics.—Comienza este capítulo
describiendo el asesinato de dos franceses que residían de antiguo en el Puerto
de la Cruz, por las turbas enloquecidas que bajaron de la Orotava, así como el
castigo que recibieron. A continuación narra tres evasiones por mar de prisioneros
franceses realizadas en diversias épocas, si bien alguna fracasó. Las fuentes
que utiliza son las ya indicadas.
Capítulg VI—Le repjatriement d|p la onziéme 'hl'ure Es el último referente
a Canarias. Desterrado Napoleón en la isla de Elba, se trató por el Go--
bierno de la restauración de repatriar a los prisioneros residentes en la Península,
Portugal, Baleare,* y Canarias. Tras larga y laboriosa gestión oficial, el
23 de noviemibre de 1814 dos buques de la marina francesa surgieron en *el
puerto de Santa Cruz: uno el "Flgyptienne" embarcó 504 prisioneros, y' otro,
la "Caravane" 438, en total 987. Como se enviaron 1,484, la diferencia, o sea
497 (8), corresponde en parte a los grupos que se fugaron, a los que muFÍeron
de eflfemedad natural o de la fiebre amarilla, y a un núcleo numeroso que voluntariamente
se quedó en las islas, donde habían croado familia e intereses.
Los apellidos de Anceaume, Jorge (George), Maffiotte, Fernaud, Melq'ue*! Beau-tell,
Baudet, en Tenerife; y en Gran-Canaria los de Boreste, Boissier, Chainp-saur,
Duchemin, Ripoche, Gauthier, etc., y muchos más transformados en apellidos
españoles, demuestran fueron muchos los "qu'avaient séduits le doux cli-mat
des Cañarle sou les yeux plus doux encoré des Ca-nariennes"", dice elegantemente
Ge^sendorf.
La obra de M. Geisendorf-d&s Goutes os, volvemos a repetirlo, un estudio
detenido, concienzudo y total de la triste odisea de los prisioneros del primer
Imperio. Los vencidos en Trafalgar recibieron en las Canarias un trato tan humano
y ^cariñoso que honra a nuestros antepasados; así lo confiesa también el
señor Geisendorf en su hermoso libro, modelo de crítica moderna y de erudita
investigación.
B. BONNET
(8) El 24 de diciembre de 1814 el conde Bengnot, director de los puertos
y arsenales, dirige al marisca! Soult, entonces Ministro de la Guerra, un informe
en que le dice: "Suivant ce que miécrit M. Villaret de Joyeuse, lieutenant de
vaisseau, chargé en chef de cette riiission, il a laisíié aux Canaries cinq cents
autres franeáis qui av.aient été aussi transportes comme prisonniers en 1809..."
Esos 500 franceses son lo? 497 que indicamos, de los que han de deducirse naturalmente
los fallecidos y los que se evadieron.
874
HERNÁNDEZ BENITEZ, DR. PEDRO.—El Santo
Cristo del Altar Mayor de la paiToquia de San Juan Bautista
die Teldie. 24 páginas en 4^. Las Paltnas. Imp. España,
1941.
En las breves páginas de este folleto nos presenta el autor en prosa fluida,
pulcra y castiza, la historia de tan venerada y milagrosa imagen, desde sus características
faciales y cuerpo en general, irradiendo sentimiento religioso y
un sentido realista emocionante, con la descripción,de Ja'cruz, a las tradiciones
sobre la venida de la expresada imagen, su devoción, milagros, bajadas y anei-dotario.
El texto de este folleto, que se lee de un tirón, es sumamente atractivo y -erudito
por los datos y descripciones avalorados con textos del historiador teldsn-se
del siglo XVII Dr. Marín y Cubas, y del Archivo Parroquial de la citada Parroquia
de San Juan.
Para demostrar que la efigie del Santo Cristo vino a la isla de Gran Canaria
entre los años 1&&2 y 1556, procedente de América y muy probablemente
de la ciudad de Veracruz en la Nueva España, hace hincapié co.Y prolijos antecedentes
históricos, como desde los puertos de la Madera -—hoy do la Garita^--
Melenara y Gando, eíi la precitada ciudad de Telde, fundación del Conqu'isita-dor
Cristóbal García del Castillo, salían y hacían escala obligada durante el si-gR)
XVI en rutas a las Indias Occidentales, nurnerosos cargos y navios conduciendo
los ricos vinos y azúcares de esta isla de Gran Canaria. A este respecto
dice que a cambio de estos caldos afamados y de las remieles y de los azúcares
se confeccionó y remitió al entonces Lugar dé Telde con destino a su Iglesia,
la Sagrada efigie del. mentado Santo Cristo, cuya materia es "fungosa, papí-rea
o bombicínea, del corazón de pinas del maíz semejante al blanco del cora-záp
del ramo de la higuera, del junco ó hinojo".
El trabajo que nos ocupa, por su presentación tipográfica, por la parte documental
que encierra, de alto valor histórico-arqueológico-religioso, por la,galanura
de dicción y por la unción y espíritu apostólico que en todo él se manifiesta,
merece ser calificado de monografía de extraordinario interés e importancia,
viniendo a enriquecer la Bibliografía de la devoción a la Sagrada imagen
del Cruigificado. Hasta el presente sólo conocíamos los estudios históricos sobre
los Santos'Cristos de La Laguna y Tacoronte de. los e,scritores P. QuirQs, Rodríguez
Moure. Bonnet, etc., pero no del Santo Cristo del Altar Mayor de Telde,
a pesar de lo copsignado sucintamente en la Historia inédita dé Marín y
Cubas. Por eso el estudio monogjráfico del Pbro. Dr. Hernández Benítez tiene
doble importancia toda vez que es el primer autor que nos presenta trabajo de
esta índole sobre la devotísima y popular efigie del Santo Cristo dé Telde.
Al éxito alcanzado por el autor en sus otras obras: "Ilistoria de^la Parroquia
de San Lorenzo", "Viaje a Tierra Santa", "El Retablo del Altar Mayor de
Telde", "Vestigios Arqueológicos de la Ciudad de Telde" e "Inscripciones y grabados
rupestres en el Archipiélago Canario", añade l^^oy el Dr. Hsmández Benítez
el que le dispensa la monografía que nos ocupa. , ,
^ S. JIMÉNEZ SÁNCHEZ
8?5
kERNANDEZ, PEDRO; Phro De Arqueología caita-ria.
Inscripciones d(el Barranco ée Balos, en Gran Canaria.
("Falange", Las Palmas, 26 sept. 1941.)
Eln este breve artículo, ilustrado con dos grabados, da cuenta sumaria sti
A. de apreciaciones de que ya teníamo's noticia jinterior por otros conductos. No
se trata en realidad de un estudio objetivo de los grabados del flarranct) de Balos,
(conocidos y citados desde largo tiempo, por lo menos desde Chil, Estudios,
II, 1889, pero de los cuales ciertamente no conocemos publicación alguna); el
A. se limita a 'adelantar interpretaciones personales de estos grabados, en los
i}ue halla simbolismos cíistiano-primitivos con una facilidad que nos desconcierta.
En realidad todo ensayo de interpretación debe seguir y no preceder al estudio
y publicación de esta clase de monumentos. Sabemos que el A. y sus colaboradores
han obtenido copias de los grabados, una muestra de las cuales acompaña
al artículo. Di todos modos, creemos de nuestro deber advertir, sin poner
en duda la escrupulosidad die las copias, que el dibujo no es ya aconsejable en estos
trabajas más qué como comiplemento de la fotografía, cuando ésta resulta
insuficiente. Un buen operador obtiene casi siempre resultados satisfactorios
con la cámara y, acompañados de escalas, son insustituibles. Estimaftios que esta
labor sería más útil y menos expuesta que la de dar libre curso a la fantasía.
E. SERRA
CRUZ Y GARCÍA, TOMAS.—Breves apuntes historióos
de la villa d(e Guindar. Santa Cruz de Tenierif«, Imp. Católica,
1940, 8?. '
Esta obrita,. que aun publicada hace algún tiempo no pudimos ver hasta
ahora, es. en cqtijunto una evocación sentimental de Güímar y de su ambiente
tradicional y popular. Esos temas, simpáticos por sí mismos, son avalorados oon
abundantes datos folklóricos. Pero además e! A. inicia su trabajo con unas noticias
históricas, en las cuales si en lo tocante a la conquista se limita a seguir
dócilmente a Viana, en el capítulo "Furdación. de Güínaar" reconstruye los hechos
con base docum.ental inédita, salvo una anterior publicación^periodística del
misnio Sr. Cruz (núm. extraordinario ^e "Hoy", Enero 1S34). Demuestra que la
fundación del ingenio, origen de'la actual viilla, debe remontarse a la donación
real a Francisco de Vargas, en 1505, y no a Pedro de Alarcón, como s« ha su-
Vpuesto, quien 16 adquirió de los sucesores del primero, en. 1556. Solo unos planos
y grabados se .echan de menos, para completar esta interesante obrita.
. . El Municipio de Güimar ha tenido eV acierto de saber apreciar la labor del
Sr. Cruz, nombrándole su cronista oficial.
7 S^
376
MA^tCY, G.—'La vraie dtiestination. des "pintaderas" des
lies Cañarles. Tillada ¡aparté d*el "Journial rtela Soeiété d|js
Africanistes", tomo X, págs. 163-180 (año 1940).
Este ilustre amigo, Profesor de la Uaiversidad de Arfcel, y conocido berbc-rólogo,
acaba de enviarnos este folleto, último de sns trabajos dedicados a nuas-trp
Archipiélago. ' ""
Tras una exposición de las fuentes y opiniones acerca de las pintaderas,
incluso del origen del término y comparación con las amoricanijs; Mr. Marcy
señala que el origen, el carácter y uso de las pintaderas canarias deben ser idén-tioos
al de los sellos empleados aún por los bereberes, para cerrar—con impronta
de arcilla—las cámaras individuales de las fortalezas-graneros o "agadir" de
los indígenas de Berbería. En opinión de Marcy las cuevas del Barranco de Valeren,
son un ejemplo de la existencia de tales graneros en Gran Canaria.
Nos limitamos por ahora a consignar esta ligera indicación del interesante
trabajo de Marcy, a modo de recibo del mismo, pues tenemos el propósito de publicar
en breve, en esta Revista, -traducción de este folleto, con varias notas sobre
su contenido.
J. ALVAREZ
SARMIENTO VALLE, ARTURO. En el fiel. Diciem-ciembre
1940; II pág. 49.
"Ediciones en El Fiel" de la Jefatura Provincial de Propaganda de Las Palmas,
acaba dn publicar el segundio y tercer trabajos de los anunciados, intitulados
"En el Fiel" y Nuevos comentario'S en el séptimo curso <^e Bachiller". Ambos
constituyen ensayos notables del joven escritor Arturo Sarmiento Valle.
En "En el Fiel" nos presenta Samiento, con frases atildadas, preñadas de
filosofía, el concepto que el autor tiene de "mantenersÉC en eJ fiel" en el desconcierto
de nuestros días, entre opiniones entrecruzadas y entre el confusionismo ,
de ideas y puntos de vista. ^ ,
En el segundo tra^ajo-erísayo filosófico nos dice como "la enseñanza de la
Filosofía conduce a normas de todo buen Magisterio: Formas niás que informar;
educar además que instruir"; y nos presenta una Crónica de Arte interesantísima
en la que aconseja nohacer "mucho caso del Arte por el Arte, ni "creer que
los regífnenes fuertes y jerárquicos cortan las libertades del artista". íermina
este notable eiísayo del culto profesor Samiento con un capítulo intitulado El
"Buen Sentido" de Santo Tomás, con motivo de la fiesta áe la Cultura y del
Doctor ^ngélico.
Dos trabajos, pulcramente redactados por el autor, que le "honran y enaltecen,
y bien presenta^dos por Imprenta España.
. * o* J * t9«
. á7l
SEPARAD.
Llamamos la atención de los investigadores canarios sobre la revista que
con este título, (el nombre de España en hebreo), acaba de aparecer como órgano
a la Escuela dé Estudios Hebraicos, dependiente del Consejj Superior de
Investigaciones científicas.
Pudiera parecer que publicación tan especialiy.ada en n%da se relacione con
los estudios relativos a Canarias, pero SEFARAD, además de temas propiamente
hebraicos, pretende abarca]; todos los problemas históricos, arqueológicos y
lingüísticos de Egipto y todo el Oriente próximo.
De ahí que al hablar de los problemas de \:\ antigüedad africano-seYnita
(p. 141 y siguientes) se fije en el "tipo uniforme camita que se extiende poi*
el Mediterráneo y hoy mismo encontramos en Ins Islas Canarias" (p. 1B2); y
señale varios trabajos recién publicados o próximos a aparecer (p. 143), relacionados
con nuestro archipiélago. Los problemas lingüísticos y estudios de"desciframiento
de escrituras más o menos directamente relacionados con Canarias
son también apuntados en este número primero (p. 162 y 178); así como otras
muchas cuestiones actualmente en investigación, que garantizazn contactos antiguos
de pueblos asiánicos, camíti,cos, etc.. con crviliaciones egipcias, medite-"
rráneas y del África Menor.
PORLIER, ANTONIO.—Descubrimiento y conquista de
las Islas Canarias. Di.sertación higtóricU... tectiita d|e ondlen
de la R. Ar^diélni^ de la Hiiitoria... 1755. (Biblot|éca C«mlR-rfa,
Sta. Cruz idjc Tfaaerifa, 1941), en 82.
Después de la enorme cantidad de volúmenes y folletos que el pasado año
dio al público, de una sola vez, la Biblioteca Canaria y de los cuales ya tuvimos
ocasión de hablar, algunos otros han ido apareciendo o bien sabemos que es-'
tan en prensa. El que encabeza estas líneas es un texto histórico curioso, por lo
menos indicador del estado de nuestra historiografía local en el miomehto que
precede a los trabajos de Viera y Clavijo. Debe incluirse en aquel grupo de obras
que no pudiendo ya ser estimadas como fuentes, carecen todavía del esfuerzo
crítico y de* investigación que Viera representa para nuestra historia. Aun así,
Por.lier, hombre de su tiempo, aplica por lo menos la crítica del buen sentido, ya
que no la científica, y por ello su obra es muy superior a las que la-precedieron,
como la de Marín y Cubas, si dejamos aparte las posibles7uentes, perdidas después,
que este último pudo utilizar y acaso estropear. La dirección de la Biblioteca
Canaria, que parece haber recogido alguna dé nuestras sugerencias, como la
de consignar la fecha de estannpación, merece plácenles por estas ediciones; ©n
un plan de igual luadestia se hicieron en el pasado siglo las de la Imprenta Is-;
leña, que han resultado luegtvindispensables.
E. S.
8f8
SERBA RAFOLS, ELIAS.—,Los Portugueses en Canarias.
(Universidad de La Laguna.—Discurso inaugural
del año acladémico 1941-1942'.-—La Laguna, Imp. Curbelo,
1941.—82 págs. con un gráfico).
Premuras ,de tiempo y espacio nos obliga^' a esquematizar la referencia de
este importante estudio del Muy litro. Sr. Decano de nuestra Facultad, don
Elias Serra, cuya, personalidad científica anteriormente probada en repetidos
trabajos de la misma índole, excusa toda ponderación. Hace varios lustros, bien'
í jeno a que alguna vez habría de tratar personalmente de estos temas en una
revista de Canarias, leía en una de Cataluña un artículo del Dr. Serra sobre los
catalanes en Canarias. El A. ha continuado metódicamente ampliando el estudio
de los diversos elementos peninsulares en la historia de Canarias, de lo que son
muestra su Discurso inaugural universitario de 1926-7, el documentado artículo
publicado en este mismo tomo de la REVISTA (págs. 19S y 281) y el discurso
úue ahora trato de comentar.
Encajado el tema en la más bella época de la historia lusitana, se presta a
meditación el hecho de la colonización de la Corona de Castilla, afianzada en
momentos de culminación atlántica de Portugal y rematada simultáneamente
con la empresa de Granada, que .parecía absorber el esfuerzo total de la cristiandad
castellano-aragonesa, en la que no faltó la colaboración de los vascos
occidentales, acaso los más inidicados para una expansión atlántica de la Corana
de Castilla. -
El A. enfoca la interpretación inicial de las navegaciones y conquistas portuguesas
fM África como una continuación de la Reconquista peninsular, de la
guerra al moro; de la Extremadura, al N. del Tajo, y el Allem-Tejo, se pasa di
Allem-Miar. Así en los casos de Ceuta (1415), Tánger (1437), Al cazar-Seguer
(1455), etc.v ante cuyas dificultades—omocionadamente relatadas, hasta el desastre
de Alcazarquivir, por G. de Reparaz—la gesta lusitana evoluciona hacia
una cruzada general, omnicristiana, en busca del Preste de Etiopía o de las Indias,
o del Gran Jan de Tartaria. Entonces, las intervenciones pontificales de
1442 y fechan posteriores, citadas por Jordaó y Ramos-Coelho, que amplían los
análogos esiuerzos de 1418 y 1436, referentes concretamente a Marruecos. És
de notar cíitio la primera expedición de los normandos, en pro de la Corona da
Castilla, a Lanzarrfte, es trece ajios anterior a la primera fazenda portuguesa
en África, que es la de Ceuta.
Una nuevia, evolución se produce al pasar los portuguesss del golfo de Gui-rea.
Se había llegado allí rápidamente, sólo cinco años después del paso del Río
de Oro, en 1436, y siete de haberse doblado el temeroso Cabo Bojador, en 1434.
Pero en 1442, el ínclito infante Dóm Henrique obraba aún como "^Regedor" de las
Orden de Cristo, subordinada al Papa, como imitador del Santo Rey fnances y
admirador del mallorquín Beato Raimundo, es. decir, tomandft la Guinea como
base d« la Cruzada católica, universal, para co^er de revés ál infiel marroquí:
la Afrícan Crusade, como la denomina el historiador norteamtericano Beazley.
379
Pero pronto, ante el fracaso, se trueca la empresa bélica en otra comercial y colonial,
de navegantes y geógrafos, que el inmortal Infante organizó con métodos,
científicos unos, y tomados otros de las exploraciones pesqueras, creando
un (stilo colonizador que ha sido imitado, con los más eficaces resultados, por
Inglaterra y Holanda. » - , ,•
Es estudiado perfectamente por el A. el engranaje de la cuestión de Canarias
con la epopeya oceánica lusitana. El talento práctico de Dom "Henrique, "ge-niíil
estadista portugués", no dejó de aproveciiar nuestro archipiélago; mientras
le fué necesario para su finalidad total mucho más -amplia, cediendo sin lucha
• a/ite Castilla cuando tuvo otras bases para el avance de la circunnavegación
africana.-
El A. explica la causa técnica o científica de los ¡¡recoces descubrimientos
genoveses del siglo XIV, adelantándose a los países atlánticos, y recuerda la intervención
de las individualidades italianas en la primera organización naval de
Portugal. Alúdese a la navegación misteriosa de 1291, a la carta o portulano de
Dulcert en 1339, a la expedición italo-lusitana de 1341^—tan interesante para la
etnografía y lingüística guanches—a la mallorquína del año siguiente, a la ne-j;
licencia de facto de Alfonso IV dé Portugal ante el nombramiento del Príncipe
de la Fortuna en 1345, y a las incursiones esporádicas como la de los gallegos '
en 1386, de otros navegantes andaluces, del vasco Martín de Ávendaño o,la de
Conzalo Peraza en 1399. Investígansej las causas de la preferencia de Béthen-.
court por Castilla, posponiendo a Francia, Portugal y Aragón, a pesar del interés
que por la cruzada africana había mostrado Alfonso V el Magnánimo
(1416-58)'.
Cuando el problema adquiere su real importancia es durante la etapa de la
'ínclita generación" de los "altos infantes"—según califioaciohes de Camoens—.
hijos de Juan I Avis. Entonces Portugal sigue una política africana tan firme
como hábil y diplomática. Es curioso el pleito que castellanos y portugueses sos-
, tienen (1435) a^te la Curia Pontificia, en la solemne ocasión del célebre Concilio
de Basilea, como consecuenccia de las exploraciones de J. de Trasto y d* F.
lie Castró por Gran Canaria en ^415 y 1424. Pero más interesante, en el terreno
de los hech-o^, es el positivo derecho que Enrique el Navegante adquiere aprovechando
las divergencias entre el Conde de Niebla, los Casaus y Maciot de Bé-thencourt,
tras eí pintoresco rapto o liberación de ^ t e por na'os portuguesas.
Maciot cede a-los deseos de don Enrique (1448), y el Infante nombra formalmente
autoridades y funcionarios portugueses en Lanzarote, aunque no cree
prudente reforzar sus gentes de armas'. No dura mucho esta situación; los lan-zaroteños
arrojan violentamente (1450) al gobernador portugués Antón Gonzal-vez
y sobreviene el período de hostilidad, ya que no de guerra oficial, entre ambas
Coronad peninsulares. Los portugueses dom;inan el mar, llegando a bloquear
los puertos castellanos, pero fracasan en los desembavos. Paralelamente a esta
i-ituación de las islas orientales, se produce una notable competencia entre los •
, pprtugUeses y Fernán Peraza, encastillado en San Sebastián de la Gomera, Los
,clanes gomeros admiten la influencia dé uno u otro rival; y el resultado, pra-tado
con copiosa documentación, es' la cristianización y civilización parcial d-e
la isla, sin sometimiento por !as armas.
380
Por fin, don Enrique se desembaraza de sus pretensiones a las Canarias en
1554. Plausible y documentada explicación encuentra de este hecho el A., en el
peligro que para la Guinea portuguesa—que comienza a ser desde 1448 una espléndida
promesa económica—representaba la amenaza castellana. En suma, las
Canarias fueron cambiadas por la Guinea. Hasta la época.de los Reyes Católicos
no se perfecciona diplomáticamente la solución de este problerpa.
Pero ha de tenerse en cuenta que, no sólo Lanzarote y la Gomera, sino
también Puerteventura y el Hierro, sirvieron de puntos de apoyo pacífico a los
navegantes portugueses, en su avance por las costas de,Guinea, según sonsignan
la Crónica de Azurara y la Inforrnáción de 1467, publicada por Torres Campos.
Después de muerto el ínclito Infante, se produce en la cuestión alternativas
menos transcendentales, como la extravagante cesión de Enrique IV de Castilla
a dos caballeros portugueses (1455) de los derechos a las islas mayores; y el
novelesco episodio de Diego-da Silva Meneses (1466), tan celebrado por los cro-ristas
regionales, como olvidado por los peninsulares. Pero ni España, en el
reinado del abúlico Enrique IV, ni Portugal, faltando el gran Infante, tienen
plan ni política definidos. Enrique IV revocó (1468) su absurda concesión de 1455.
La Guerra de Sucesión, que siguió a la muerte de Enrique IV, tuvo sus consecuencias
para Caparlas en la hostilidad portuguesa, y para la Guinea en la
renovación de las pretensiones castellanas sobre la misma. En cambio, españoles
y portuguesas colaboran en el siglo XVI en la lucha' contra los musulmanes de
Santa Cruz de Cabo de Guer. A veces, sin embargo, los portugueses se aliaban
a los bereberes frente a las incursiones de los canarios.
A fines del siglo XVI y hasta 1640, fueron muchos los inmigrantes portugueses
en nuestro archipiélago, según prueban los registros de la Inquisición.
La completa documenitación, con que el A. avala todos los pormenores de su
trabajo, y su copioso conocimiento de fuentes y de bibliografía, no solamente las
clásicamente conocidas en el Archipiélago, sino también las extranjeras, desde
¡as medievales hasta las más recientes, aumentan el indudable valor de la obra
del Dr. Serra, tan fecunda, por otra parte, en ideas, sugestiones y explicaciones.
Complétanla varios apéndices documentales de la época de AlfonSo V de Portugal
y la copia de algunos capítulos, muy interesantes para Canarias, de la Crónica
portuguesa escrita entre 1448 y 1453 por Gomes Eannes d'Azurara, impresa
en 1841 y de la que, ejcistiendo traducciones .inglesa y francesa, sólo había
noticia en las Canarias por una copia manuscrita del difunto patricio D. Luis
Maffiotte.
Añade el^A. a su documentación pr&piamente histórica, alg'unas consideraciones
etnográficas, artísticas o lingrüísticas, en relación con la influencia por-luguasa
en Canarias. La obra, esmaltada con oportunas citas del poema de Ca-moens,
termina con una invocacipn a la memoria del P. Anchieta, er'apóstol ti-nerfeño
del Brasil. . ' •
O. DE APRAÍZ
881
LORENZO CACERES, ANDRÉS DE.—Malvasia y
Palstaff. Los vinos de Canarias. La Lagunb, Instituto de
Estudios Canarios, 1941, 49.
Aunque parte de este trabíijo fué objeto este mismo afio, de una lectura añ
una reunión privada del Instituto, y tuvimos entonces una primera ocasión de
apreciarlo, es un texto de naturaleza tal, acaso influido de los vinos que le sirven
de tema, que no admite ser apurado de un solo trafco, sino saboreado despacio
y en calrna. Publicado con algún_ retraso, nos vemos obligados ha emitir
un comentario en éstas corumnas, sin disponer de esta calma qUe juzgamos necesaria
para disfrutarlo plenamente.
En efecto, este ensayo, igual que los anteriores d* Lorenzo-Cáceres, pero
siempre superando el último al precedente, es literariamente un fino trabajo de
ataurique en él que la impresión de conjunto, aún siendo muy sugestiva, nó da,
de mucho, la medida del caudal que atesora. Hay que acercarse, pesar por separado
las brillantes imágenes que entretejidas constituyen el texto para comprender
esta rara técnica de trabajo,, que constituye por si solo la originwlísima
manera literaria del A. Y lo más curioso es que esta preocupación artística
qu.e creeríamos que le ab.sorbe y que él aplica lo mismo a temas estrictamente
iiterarios como los lopescos que a éste, a primera vista predominantemente económico,
se hace, en nuestro amigo Lorénzo-Cáceres, compatible con la prolija
labor de erudición, de rebusca bibliográfica, de'puntualizáción de citas y de fe-dias
precisas, de ordenación de datos, cuanto más raros, mejor. Es un tipo de
literatura que exige la misma preparación que un denso trabajo erudito de profesor
plúmbeo, pero que luego se disfraza con él más desconcertante vestido
poético.
Este nuevo género, pues honradamente nos veríamos en aprieto si tuviésemos
que encerrarlo en alguno de los encasillados de la vieja retórica, culmina
en esta obra que en hábil prosia estudia minuciosamente no sólo la repercusión
literaria de nuestros famosos vinos canarios, sino también su comercio, desde
sus primeras exporta'ciones casi hasta nuestros días, y su cultivo y vicisitudies
en la isla misma. En lo tocante por lo menos a esta Isla, que fué la de los vinos
canarios por excelencia, él A.» ha hecho el más largo de los capítulos dfe su historia
económica. Quedarán todavía gn la penunAra los orígenes y breve vida
de la riqueza azucarera, que es la que echó los fundamentos de la prosperidad ti-
. nerfeña a raíz de la conquista; también precisan un estudio especial el período
tintóreo de la cdchinilla y acaso más aun el todavía presente de la banana (del
que ni siquiera hemos podido saber, acaso porque está en la memoria de la mayoría,
la fecha y lugar exacto en donde comenzó el cultivo en plan de exportación).
Pero 'los vinos que llenan la vida de la isla del siglo XVI al XIX, si algo
todavía nos ocultan, es simplemente que no ha quedado memoria escrita de ello.
Vida ciertamente azarosa la de este comercio; primer-o se cifra su aspiración
en la exportación a Indias. Luego, cuando el mercado inglés se hace bastante
amplio par» absorber toda nuestra producción, la separación de Portugal
y la alianza inglesa con esta nación ños pone ante un rival privilegiado, la isla
de la Madera que nos va suplantando en el consumo británico. En el siglo XVIII
382 • -. .
se produce el curioso fenómeno de los años de prosperidad cuando la guerra
asóla a Europa y 'la crisis en cuanto los ejércitos son licenciados. El vino "la leche
del soldado", ti^ne su consumo en los campamentos. Las guerras napoleónicas
son el último ejemplo de esta prosperidad marcial, y con doble motivo, pues
los vinos peninsulares son consumidos a pie de cepa y apenas produce^i. Luego
no precisa siquiera la llegada de las plagas del siglo XIX, para que en Tenerife
se arranquen las cepas ¡para sembrar cereales!
. ,'Una parte, y no la menos interesante del contenido de la obra, se vierte en
unasv"notas", que como pequeños tratados independientes, con título propio, siguen
al texto. Allí, sé exponen puntos tan intereisantes como las opiniones sobre
el origen de nuestras cepas, sobre el exacto valor de la VOÍ sack, con que en
Inglaterra se conocieron estos vinos, de las presas de ellos, que realizaban los
piratas, como de preciado tesoro, etc., etc.
Monografías así son las que pueden hacer posible algún día, por parte de
algún hábil constructor de grandes síntesis, que en verdad no conocemos, trazar
en ordenado esquema la evolución histórica de las Canarias, ligando en un haz
su vida política, lá económica, la artística, la espiritual. Empresa difícil que no
es probable pueda alcari'zar todavía un resultado estimable, aunque hay algún
temerario que la está esbozando. • ,
Y ahora tenemos qije hacer unas rectificaciones tocantes a la nota titulada
"Nicol«, Sifcory y una lárnina^', sóbrelas que, justamente, nos ha llamado la atención
nuestro amigo Sr. Bonnet; - ~
Ante todb la afirmación "que del volumen de la Biblioteca Provincial, signatura
83-2/17, 'Ihan sido cortadas y separadas" las hojas que contenían, las relaciones
de los viajeros citados, sólo es resultado de un examen insuficiente del
dicho volumen. Revisad^) ante funcionario de la Biblioteca, se ha comprobado
que, afortunadamente, ahora iguial que cuando en 193.3 se utilizó esta colección •
íacticia para la edición del fa.wículo I de "Fontes"; el primero de lo® manuscritos
que reúne el tomo, comprende, entre otros textos, dichas relaciones de viaje
traducidas al castellano, en los folios 90 r. a 91 la de Nicols, y 97 a 104 v. la de
Scory (foliación moderna que ahora se le ha dado). No ha habido pues mutila-^
ción ni sustracción alguna, como hace constar el A. en advertencia inserta posteriormente.
Pe otro orden son las demás observaciones que nos ruega Bonnet hagamio»
constar. Si es cierto que no conocía la-obra de Pré.vost, que cohtiene refundidas
estas relaciones de viaje, los textos por él- publicados fueron traducidos de las
obras, originales que los dieron a conocer: "Principal Navigations", de Richard
Hakluyt (2.» edic., 1599, II, parte 2.», págs. 3-7), y "Purchas his Pilgrimage..."
(!l626, Vil, Afyica, chap. 12, págs. 784-87), de cuyos corresiponddentes pasajes
posee fotocopias que tiene,a disposición de los estudiosos. Cuanto a'la fecha del
Nicols ya la fijó enta-e 1553 y 1582, coincidiendo, sin. sospecharlo, con Prévost,
Finalmente tocante a la lámina famosa de la cueva sepuicral, la tomó de la
"Allgemeine Historie", reduciéndola al formato de esta Revista, sin creerla ori- '
ginal de aquella publicación alemana, no sólo por el nombre del dibujante, sino
. 383
porque sospecha que está basada uii otra que, según sus noticias, aconipaña a
ia relación del médico anónimo acerca de Tenerife, publicada por Sprat, Obispo
de Rochester, en la Historia de la Sociedad Regia de.Londres, lámina y relación
que por las circunstancias sobrevenidas no pudo obtener oportunamente.
Partiendo de esto, no cree Bonnet admisible que la lámina por él reproducida
sea una mera composición artística diC Cóchin, hijo, pues "posibleinente el médico
anóninio envió un boceto r, apunte a base dW cual se dibujó Iq lámina de
Londres y por tanto todas.las reproducciones derivan de una primera que no
inventó el genio del artista". También la pregunta de Bonnet de si Nicoís visitó
la'cueva dibujada tiene a su juicio un fundamento, pues en Güímar qjie conoció
como los demás pueblos de la Isla, t-e relacionó con los descendientes de los
jruanches y en apibas narraciones la de Nicols y la de Sprat, se coincide en el número
de cadáveres de la cueva. Dice Nicóls "he visto alguna vez trescientos de
estos cuerpos en una sola cueva" (I haue seene caves of 300 of these corpses to-gether),
y Sprat "el autor contó en una sola cueva de trescientos a cuatrocientos
cuerpos". Es una coincidencia muy significativa, nos dice Bonnet, que las cavernas
visitadas por cada uno de estos viajeros contuvier'an un húmero tan aproximado
de momias.
Sea de esto último lo que fuere, pves nos parece cosa baladí, estas rectificaciones
de Bonnet las creemos interesantes y hemos entendido de nuestro deber
recogerlas en este lugar, sin oposición al juicio ya formulado sobre efl sugestivo
contenido -y los copiosos datos acumulados por el A. en la obra que comentamos.
La presentación'material de la obra merece unas palabras. Hecha en los talleres
Curbelo, tío se ha.,escatimado ningún cuidado para que no desmereciese
del atildamiento del te'xto. Notable la vistosa cubierta de racimos, en el modelo
ya adoptado por el Instituto, parólos otros fascículos de su Sección de Conferencias
y Lecturas, de la que éste es el tercero.
E. SERRA.