Informe sobre un via|e
SX SSTDDIO A r o s AHCHIVOS DB HOMA T BSPAÑA FABA II.T7STHAB I.A BI8TOSIA
PBIICITIVA DB I.AS I8I.AS OANABIAS, BBAI.IZASO BAJO LOS AUSPICIOS SB LA
OSTXBBEICHISCH-DBVTSCHX WISSBNSGHAFTSniI.PB.
Cuando los estudios antropológicos y elnográficos iluminen sufi-cJcnlumente
las circunstancias en que los europeos, en el siglo XIV, vinieron
de nuevo en relación con las islas Canarias y hallaron en ellas
una población que, sin duda, no había estado siempre aislada enteramente
de Europa, pero que vivía entonces en plena Edad de la Piedra,
los resultados que se obtengan serán de un singular interés. El estudio
du la cultura y de la raza de este resto aislado de las antiguas poblaciones
norte-africanas y europeas puede suministrar no sólo la solución
do los problemas históricos propiamente canarios, sino también otros
que afectan a la historia de la cultura y de las razas antiguas de Europa
y del N. de África. Se puede esperar que la solución del problema canario
dé luz a problemas científicos más vastos.
La blibliografía sobre las islas Canarias y sus aborigénes, ha alcanzado
un gran volumen, pero sin dejar de reconocer que en él se contienen
trabajos excelenfes, es lo cierto que falta un estudio definitivo.
1)08 causas han contribuido a ello: de un lado muchos diletantis han
tcaltajado sin método, de otro los diversos especialistas, aislados, han
oanacido de la suficiente unión y prescindido de la ayuda de las disci-l'Viiius
auxiliares.
Los antropólogos o aficionados a la antropología buscaban cráneos
mientras abandonaban otros restos de esqueletos y olvidaban casi siempre
tJ lugar exacto de los hallazgos y perturbaban groseramente la as-lialiiicaclón
de las culturas; asi en Tenerife es ya muy difícil hallar
datos útiles por culpa de lo destruido. Dominaba la absurda creencia
d6
de que todos los habitantes eran uniformemente guanches, que todos
tenían idéntica cultura, tanto cuando la conquista como en épocas an-tei'ií-
res. El primero que se rebeló contra tal error fué Rodolfo Ver-ncau.
Creía que en las islas tenemos, por lo menos, tres razas: dos doli-cocéJ'alas,
que identificaba con la prehistórica de Gro-Magnon y la sé-
¡iiilica, respectivamente; y otra braquicéfala, todavía insuficientemen-io
estudiada. Sostenía, también, que existían diferencias de cultura entre
Jas islas y aún dentro de ellas; afirmaba la mezcla de razas, que ori-uiiió
un tipo mixto que aún hoy persiste en la actual población. Se puede
pues decir que Verneau halló el método justo para el estudio de los
prcblemas canarios en el campo antropológico y etnográfico. Pero, en
cambio, es cierto que no agotó el tema.
El aspecto filológico del iproblcma no ha obtenido hasta hoy ningiin
fsludio suficiente. Viera y Glavijo dio ya un vocabulario que ha sido
sucesivamente repetido y comparado con otras lenguas. Se ha comprobado
que cietras palabras de algunas de las islas tenían parecido con
palabras berberiscas y por haber conseguido por tal camino aclarar el
sentido de 20 entre 5 mil de ellas, se ha deducido que en las islas Ga-uarias
se hablaba un dialecto berberisco. Todos los autores antiguos,
empero, coinciden en admitir entre las diversas islas fundamentales
diferencias dialectales, o acaso mejor propiamente lingüísticas. Los pocos
parecidos con el berberisco tanto pueden proceder de palabras tomadas
en las islas más vecinas, como de un origen co¡nún. un parentesco
genético; ipero todo juicio es prematuro hasta un más suficiente
estudio.
El lado histórico del problema fué tratado muy pronto. Las "No-ticas
Históricas" de Viera y Glavijo constituyen para su tiempo una
obla maestra en la que utilizó, aunque sin la debida crítica, todas las
íuenles posibles. Los posteriores trabajos liistóricos de Ohil y de Millares,
reúnen y presentan materiales del más alto valor y al jjreve estudio
de Torres Campos hay mucho que agradecer. A su lado hay una
multitud de otros pequeños trabajos excelentes, j)ero la materia está
uiuy lejos de haber sido agotada. Si han sido aducidas la mayor parte
de las fuentes falta en estos trabajos una investigación crítica de las
mismas. La historia de las islas Canarias y de su conquista y colonización
está todavía por escribir, para lo cual se precisa una reunión previa
del material. Y en esta historia, el primer problema que es preciso
tener en claro es el etnográfico, porque del sentido de sus noticias de'
pende la inteligencia del resto. Así se puede decir con todo derecho
que el problema canario, tanto en su totalidad como en sus detalles,
espera todavía resolución.
El profesor Dr. Eugenio Fischer, de Berlín, ataca desde algunos
años el aspecto antropológico de la cuestión y comienza con método la
investigación sobre los cráneos y esqueletos conservados, ayudándose
con el estudio de la actual población viviente, porque en ella pudo ver
indudables rasgos derivados de la antigua, a pesar de las afirmaciones
de algunos aurores sobre la supuesta extinción de esta liltima. También
87
luí demostrado que en la actual población se halla indudable el tipo
de Gro-Magnon. Finalmente, yo mismo redacté un plan para dar cima
al estudio de estos problemas etnográficos e históricos, de los cuales venía
ocupándose desde hace más de diez años; trabajo que tuve ique
abandonar por la retirada del americano Homer H. Kidder, que es quien
financiaba la empresa. Aún así el interés por estos fundamentales problemas
me llevó cerca del profesor Dr. E. Fischer, gran antropólogo, animoso
y entusiasta, al que propuse la realización de un amplio plan para la
silución total del problema canario, cuya primera etapa está en la presente
exposición de mi viaje científico. Antes de exponer sus resultados
y profundizar en los mismos, quisiera dibujar el método y dimensiones
del plan en pocas palabras,
lEl problema tiene cinco diferentes aspectos: El antropológico, el
etnológico, el arqueológico, el Ihistórico y el filológico. En este orden
el aspecto histórico ocupa su lugar debido, pues su sulueióu depende
de las otras cuestiones previas. Sólo obtendremos de las fuentes escritas
una historia segura y definitiva del descubrimiento, conquista y colonización
de las islas, si agrupamos debidamente estas fuentes con todos
sus detalles, y si a ello añadimos una etnografía segiura que es tan
necesaria como ellas mismas.
Si para la solución del problema histórico hemos aprovechado la
ayuda de los hallazgos arqueológicos no menos que los de cráneos y
esqueletos, objetos de estudio del método antropológico (todavía auxiliado
por la persistencia de los rasgos de la antigua población en los
actuales habitantes) podrá escribirse con toda seguridad esta historia
diíinitiva de las razas insulares, que nos daría, además, una importante
contribución al problema general de la herencia racial. La comprensión
do la etnología de las islas hace necesario añadir a las antiguas fuein-i
tea conocidas los resultados de la arqueología y el estudio etnográfico
do la (población actual. El problema arqueológico alcanza resultados
definitivos con su cotejo con las investigaciones de la raza y de la cultura
de las islas, como para éstas es indispensable la ayuda de aiquél.
Es de desear que algún eminente prehistoriador conduzca competentemente
estos trabajos arqueológicos.
El problema lingüístico debe ocupar un lugar final, porque más o
menos tiene su solución en los otros aspectos. Tal solución se hallaría
cuando se hubiese reunido material suficiente. I^as fuentes históricas
suministran a la filología numerosos nombres propios de personas y
de lugares, tanto en documentos inalterados como en otros más o menos
corruptos. Se pueden llenar las lagunas del material actual mediante
los datos que suministre la investigación para cada una de las isla».
Y al final siempre se puede contar con la posibilidad mejor aún la seguridad,
de hallar algún día en algún archivo el decisivo texto lingüístico
tan deseado siempre. Reunido este material con las «palabras
Uo españolas del actual dialecto insular, que son muy numerosas, eli-niinando
de ellas la forma fonética actual, podremos remontarnoa a la
antigua lengua; también con ayuda de los actuales provincianismos
«•spañoles de las islas y la comparación de las evoluciones de sonidos
españoles. Solamente asi, con el acopio completo de todo el material,
hiiremos una investigación científica.
•Menéndez Pelayo dice con razón que todo tratamiento presente del
problema científico de las lenguas a estilo de diletanti es trabajo perdido
que no hace más que aumentar la confusión.
Veamos ahora los resultados del viaje. A petición del profesor Fis-cher,
la Sociedad Auxiliar de Ciencias Austro-alemana (O. D. W.), cuyos
trabajos tanto han hecho (para la ciencia alemana, me concedió una
bolsa oficial de 3.000 marcos en 1929, para el estudio de los problemas canarios,
auxilio que fué aumentado todavía, en vista de los gastos cuantiosos
necesarios para la fotocopia de documentos. A todas las personas
que intervinieron en la consecución de estos medios indispensables para
mis propósitos, el señor ministro de Estado, Smidth Olt, los curadores
de la O. D. W., el prof. Fischer, así como a las que me facilitaron
amplia licencia, el director del Museo Etnográfico de Yiena Dr. Fritz
Il;ick, el señor ministro de Instrucción de Vicna, vayan mis expresivas
gracias.
Inicié mis estudios a comienzos de enero del 1930, en los archivos
romanos del Vaticano y do la Sagrada Congregación de Propaganda Fi-de.
Me proponía en este último, obtener una rica cosecha de noticias
eobre Canarias, pero mis trabajos resultaron en él infructuosos y me
convencí de que a pesar de su riqueza nada contenía de mi tema. Se explica
porque las Canarias tuvieron obispos propios desde mucho antes
de la fundación de la indicada Congregación, desde Clemente VI y desde
1402. Aún así debo exipresar mi agradecimiento para S. E. Mon. Mar-chetti
Selvaggiani y el Director Mon. Monticconi que me mostraron los
ricos tesoros de su archivo, importantísimo para la historia del África.
Más provechosos fueron mis trabajos en el Archivo Vaticano, en
el que recibí el inapreciable consejo y ayuda de Mon. Mercatti, su Rector
y de sus colegas P. Brunkatterbag, R. Marx y B. Savio. Debo también
a los auxilios de M. Rius Serra, que trabajaba a la sazón en el
tii'chivo y que me suministró valiosas indicaciones y rccomcndaciories
}iai'a España, su país.
Cierto es que no tuve la suerte de dar con el tan deseado texto lín-gijístico
que arroja luz definitiva en los problemas que nos ocupan, pero
en el actual estado de los trabajos de catalogación, sería prematuro asegurar
que no existe, aunque se hayan inventariado muchos millares de
documentos. Pero de todos modos, sin poder asegurar un resultado
exhaustivo, puedo ofrecer un importante conjunto de documentos inéditos.
Estos documentos hallados pueden agruparse en tres series: 1.°
docs. anteriores a la conquista, hasta 14(00; 2.° docs. del tiem))o de esta,
de 1400 a 1500; 3.° posteriores a la conquista, hasta la completa asimilación
de la población indígena. Conviene además separar los docs, referentes
a la conquista de los que atañen propiamente a los indígenas. El
primer grupo lo constituyen principalmente los referentes a la investí-
29
dura del Príncipe Luis de la Cerda en 1344, por Clemente VI, como rey
do las Islas Canarias y los nombramientos de los primeros obispos que
desde luego no aparecieron nunca ¡por ellas; y los documentos sobre las
expedidas de conquista de los catalanes contra las islas, acompañadíis
del envío de misioneros y catequistas. Estos docs. pueden considerarse
ahora como casi completos, algunos de ellos ya publicados de antes por
casualidad. Se deduce de ellos que las Islas Canarias eran conocidas en
los puertos mediterráneos italianos y catalanes a partir de la mitad del
siglo XIV; los catalanes por lo menos tenían en aquel tiempo puestos fijos
y establecimientos comerciales en ellas y eran devueltos a su patria
como catequistas, canarios conversos que hablaban correctamente el
catalán por haber vivido como esclavos o, al menos, prisioneros, en Mallorca.
Puede darse por seguro que de aquí arrancan las noticias sobre
misiones franciscanas a las islas en aquella épica. Ello presenta como
ridículo el supuesto que 50 años después, por lo menos, los canarios miraran
como pájaros a los buques Bethencourt; más bien hay que pensar
que cien años de capturas y rapiñas en las costas isleñas hicieron
perder a los indígenas la costumbre de navegar que seguramente tuvieron
antes. De este grupo de documentos haré una breve publicación
bajo el título de: "El conocimiento de las Islas Canarias en el siglo XIV."
El segundo crrupo comprende en primer lugar los privilegios dados
por Benedicto XIII a los primeros conquistadores. Son muy importantes
porque no solamente aclaran la obscura cronología de este tiempo
sino que al fin resuelven el problema de las relaciones de J. de Bethen-court
y Gadifer de la Salle. Ya en 1630 se publicó la Historia de J. de
Bethencourt, ciertamente con numerosas confusiones y alteraciones,
publicación que no fué sospechosa hasta que apareció el ms. qoie le sirvió
de base, hov en la Bibl'othenue National de París. Entonces se vio
la poca fidelidad de la publicación v menos crédito todavía se le pudo
dar ni conocerse el ms. oriorinal de Boutier. el compañero espiritual de
Oadifer, en posesión del British Museum. Hoy fundados en documentos
seffros no nos queda ya duda alffuna de q\^o Gadifer de la Salle entró
en la empresa en un absoluto pié de igualdad, que le correspondía
en verdad la mitad d*^ la conauista y que sólo después fué desposeído
de su derecho por J. de Bethencourt. Los privilegios de Benedicto XIII
nombran sin distinción ala-una a los normandas, igual es su patronato
íohre las ielesins, como todos los demás derechos. La ünica ipreferen-
'•ia de J. de Bethencourt consiste en míe es nombrado en primer lusrar.
El sensible desconocimiento de este documento permitió afimar. frente
a Aviñón. un nombramiento unipersonal de Roma a favor de Bethencourt.
Este trruno de documentos debe ser publicado en un pequeño trabajo
titulado "El papel de Gadifer de la Salle en la conquista de iGana-
Has".
DR. D. J. WOLFEL.
nal. Miraiio MmoanJinoo na VIUVA