Tomo I. Año F. fnEiilfeOTieA P. WUmülPAll Ocfubre-DIclembre 1924
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fHEMíROTíCA P. «UMIÜIPAl |
I Senta Gfuz de Tenerife J
EVISTA DE HmS TORIA
Director: B. BONNET Y REVERÓN. Redactor-Jda: J. PERAZA OE AVALA Y VALLABRieA.
Proplatario-censor: DACIO V. DARÍAS Y PADRÓN.
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B s ^ u d i o s et:nog;rá.flcoss
Los primitivos habitantes de Canarias
II
EMOS demostrado en e! capítulo anterior, que ramales
arios fueron Invadiendo el África del Norte, desde los tiempos
del faraón Tahutmés 3° hasta Ramsés 3.°, desembarcando
en el promontorio que más tarde había de llamarse
Cirenáica (Trípoli) y principalmente en la costa inmediata
al lago Tritón, hecho que constituye el fondo histórico de las tradiciones
griegas localizadas en esas dos regiones, tales como la del héroe
Yolao, honrado por una fracción de la población libia como su
antepasado; los de Poseidón y de Athena, en la edad prehistórica
adorados en los alrededores del lago Tritonis, así como la leyenda
de Jason y ios Argonautas que la tradición hace desembarcar en
África.
Las tribus más numerosas de los pelasgos que invadieron el África,
debieron ser las de los Lebu (libios) y la de los Maschuashas (maxios).
Desde el lago Tritón, ios arias avanzaron a la vez hacia el Oriente y
i^ j hacia Occiderite. empuiados de vez en cuando oor nuevas tribus eml-
98 REVISTA DE HISTOEU
grantes que se desbordaban del Asia Menor, tales como las de los
shardanas, los turschas, y otras. Unidas todas, emprendieron las expediciones
que llevaron el espanto a Egipto, reseñadas ya por nosotros,
consiguiendo establecerse, tras varias tentativas, en una parte
del Delta.
Por el Occidente, las tribus arias continuaron avanzando, deteniéndose
algunas veces en las partes más fértiles de la Libia, para luego
seguir su marcha progresiva, mezclados en algunas localidades con
ramales protosemitas, hermanos de los egipcios.
En el promotorio Cirenáico y en las inmediaciones del lago Tritón,
moraban las tribus de sangre aria más pura, como los Zavecos,
de cuyo nombre deriva el de Zeugitania; los Gizantes o Bizantes, que
dieron nombre a la Bizancena; los Maxios «orientales> llamados después
Moros o MauritanoSy que dieron origen a la región denominada
Mauritania. Todos ellos eran labradores así como los Mahu-harias
Gomer-harias, diferenciándose de sus vecinos, los Auseos y los
Machlios que eran pastores y en sus costumbres, especialmente los
Auseos, que practicaban la comunidad de mujeres.
Jjia reg'iózx del .^^.tlas
Lentamente, pero de un modo progresivo, las tribus arias fueron
corriéndose de la Zeugitania a la Argelia y de allí a la región de la
Mauritania, año de 1288 antes de Jesucristo, atravesando el valle del
Muluya, hasta el oasis de Figuig, apareciendo ante su vista la región
del Atlas, una de las mejor limitadas del mundo (1).
(1) Se extiende esta región hasta el cabo Num y el Ued-Draa, largo río intermitente que desemboca
en el Atlántico a la altura da las Canarias: por el sudeste llega al Mediterráneo, al sur del oasis
de Gabes. Comprende, según los geógrafos, una de las raras protuberancias del continente africano,
una especie de península burdamente bosquejada, cuya osamenta forma el Atlas, con notable unidad
geográfica.
Las cordilleras del Atlas abren un largo pasillo del Este al Oeste, de la Argelia al Atlántico. Viniendo
de Argelia se ve ensancharse el pasillo en una llanura que puede llamarse Altiplanicie snb-atlán-tica.
•
El sistema del Atlas, está formado eu Marruecos por una poderosa cordillera, el Alto-Atlas, franqueada
por otras cordilleras subordinadas; al norte, el Atlas-Medio y al sur el Anti-Atlas, delante del
cual el DJebel-Bani señala el último esfuerzo de plegamiento de la costa del Sahara
El Atlas-Medio, unas veces con eslabones estrechos, otras en terraplenes, en los que subsisten huellas
de antiguos lagos, alcanza hasta 4.200 metros de altura al sur de Fez. El valle del Tensift, por el
lado del Atlántico, y del Muluya', por el lado de Argelia, lo separan del Alto-Atlas.
El Alto-Atlas empieza a poca distancia del Atlántico, alcanzando i'apidamente grandes alturas, en
las cuales persiste la nieve durante casi todo el año. El ^a»?/»/'/es un puuto culminante, al sur de
Marruecos, que eleva su cumbre de pórfido a 4.500 metros; más al este, el Aiachí domina el alto valle
PRIMITIVOS HABITANTES DE CANARIAS 99
Xja ixx-v-asióxx d.e l a i^«dla\iritaixla
Según demuestran las investigaciones modernas, los arios penetraron
en la Mauritania por los valles del Muluya y el oasis de Figulg,
viniendo de la Zeugitana y de la Numidia, la actual Argelia.
Descendiendo por aquellos valles, los arioé verían como aquellos
angostos pasillos se ensanchaban paulatinamente, convirtiéndose en
extensas y fértiles llanuras regadas por abundantes aguas, de las que
tomaron posesión enseguida.
Sin embargo, esto no ocurrió sin tenaz oposición de los indígenas,
y hemos de convenir que en sus primeros choques con los protosemi-tas
y los ramales negros que entonces ocupaban aquella región, los
arios fueron rechazados; pero aumentado su número con nuevos contingentes
que continuamente llegaban, reunieron fuerzas considerables
que oponer a los defensores del territorio disputado, venciéndolos
completamente. Los negros fueron expulsados del país, rechazándolos
hacia el desierto, y los protosemitas, unos fueron desterrados, otros
emigraron voluntariamente, y los que prefirieron quedarse entre los
vencedores fueron reducidos a servidumbre o en condición de esclavos,
situación que cambiaba cuando abrazaban la religión de sus
señores.
de Muluya, llega a 4.25U metros. A partii'del cuello de Neüs, (IJÜQ metros) los pasos de una vertiente
a otra están a alturas elevadas, como el de Tisfn Tellnet, (2.634 metros)
El Alto-Atlas es una barrera poderosa que abriga el N. 0. de Marruecos de los vientos sofocantes
del Sahara. Hacia el norte las aguas fertilizantes alimentan oasis y cultivos de trigo, cebada y legumbres;
la población se ha extendido a lo largo de las pendientes inferiores de los terraplenes cultivados,
süstenid .s por muros de piedra seca, existiendo aun bosques de pinos de Aleft^, encinas verdes y Tuyas.
Entre el Alto Atlas y el Anti-Atlas se abre a orillas del Atlántico la llanura del Ded-Sas; a lo largo
de este río se extiende el «valle má.s rico del mundo» según Poucauld. Aun en verano, las corriente
aéreas que vienen del Oeste traen humedad y una frescura relativa a esta sucesión de jardines.
En el valle del Sus, dice Reclus, de suelo en extremo fértil, merced al agua y a los acarreos que
los torrentes llevan de dos montañas paralelas, el Atlas y el Anti-Atlas, hay muchos pueblos rodeados
de palmeras, olivos y arganes; allí no habitan nómadas, pues la fecundidad de las tierras brinda por todas
parles al cultivo. Éu otro tiempo, la cuenca del Sus gozaba fama por su industria en la Edad Media
y sus habitantes alcanzaron renombre por su inteligencia, su saber e iniciativa.
El Anti-Atlas separa el país del Sus que está al norte, de la región del Draa, al sur. Medianamente
elevado, precedido hacia el sur por la cresta estrecha del Djebel Banl, qué le es paralela, acaba hacia
la frontera argeliua por altiplanicie i pedregosas con campos de alfa, El »a'í-2)rfla quelo riega es
un torrente, más que un río, furioso en las crecidas súbitas, reducido casi siempre a 30 o 40 metros de
anchura, siendo suíiciente, no obstante, para regar una faja de jardines y palmerales. Otros oasis del
límite del Sahara son los de Tafilete y de Figuig, inmediato este a la frontera lu-geliua.
El uad Draa desemboca, como el Sus, en el Atlántico, haciéndoto el primero frente a la isla de Lan-zarote.
El Draa recibe como afluente el Dades, cuyas orillas, alli donde las aguas no corren entre paredes
de piedra, están cultivadas, viéndose muchas casas en sus alrededores. En uua longitud de 16!)
kilómetros, las vertientes del valle de Draa aparéc^en cubiertas de aldeas, huertas y olivares, y sobre
los promontorios de los Aguediim'se alzan de distancia en distancia antiguas torres de defensa de Í 0^
X2 metros de altura con almenas y barbacanas, construidas por cada aldea.
100 &EVI8TA DE HISTORIA
El Alto-Atlas paralizó algún tiempo este primer movimiento invasor
de los arias, quienes tiicieron asiento en todo el país comprendido >l
norte de esa cordillera, extendiéndose hasta las costas del Atlántico.
Desde fecha tan remota existen vestigios de núcleos de población que
atestiguan el tiempo que duró la dominación aria, cultivando, sin duda
también a lo largo de la costa la tierra negra y compacta.llamada tírs,
que sin riego puede sembrarse de trigo y de cebada. La cebada, que
abunda mucho, madura antes del mes de mayo.
Entre los años 1200 al 1100 antes de Jesucristo, las tribus arias
situadas al norte del Atlas comenzaron^ descender por los pasos y
desfiladeros de aquella cordillera, penetrando en los valles del Sus y
el Draa; esta irrupción no se verificó sin lucha, porque por el valle de
Tensift y desde Argelia habían ocupado esas regiones ramales arios,
oponiéndose éstos al avance de aquéllos.
Detenido un instante el movimiento invasor, la llegada de nuevas
tribusarrolló a las que se oponían ala entrada de aquellos contingentes.
Otras tribus emprendieron el camino ya allanado, estableciéndose una
corriente de emigración hacia los valles del Sus y el Dráa que duró
mucho tiempo, quizás siglos, al cabo del cual, los arios dominaron en
toda la Mauritania, así como en sus costas, desde Tánger hasta el
cabo Juby actual, y en tierra firme y por el sur hasta el desierto de
Sahara.
En el transcurso de estos hechos, el estado social y político de los
arios se fué transformando paulatinamente; a la organización de la
tribu sustituyen vastos reinos, regidos por antiguas y venerables dinastías.
Los historiadores antiguos no hablan de esos movimientos de la
raza aria, siendo lo expuesto por nosotros descubierto modernamente
por diligentes etnógrafos y filógogos, cuyas conclusiones, por ahora,
no admiten duda alguna.
Herodoto, en el libro 4 °, párrafo 184, habla de un modo vago de
esos pueblos, vaguedad e imprecisión debida a falta de datos seguramente,
pues el Padre de la Historia usa de un estilo que corrobora lo
indicado por nosotros. Véase lo que dice el indicado historiador en
las líneas que siguen:
«Más allá de los Qaramantes, a distancia también de diez leguas
de camino,-se ve otro cerro de sal, otra agua y otros hombres que viven
en aquellos alrededores, a quienes dan el nombre de Atlantes; son
los hombres anónimos que yo conozca, pues si bien a todos en general
se les da el nombre de Atlantes, cada uno de por sí no lleva en particular
nombre alguno propio. Cuando va saliendo el sol le cargan
de las más crueles maldiciones e improperios, porque es tan ardiente
__ PRIMITIVOS HABITANT£8 DE OAMABIAS 101
aiií, que abrasa a los hombres y sus campiñas. Tirando adelante otras
diez jornadas se tiallará otra colina de sal y en ella su agua; cerca del
agua, gentes que allí viven. Con esta cordillera de sal está pegado un
monte que tiene por nombre Atlante, monte delgado, por todas partes
redondo, y a lo que se dice tan elevado, que no alcanza la vista a su
cumbre por estar en verano como en invierno siempre cubierta de nU'
bes. Dicen los naturales que su monte es la columna del cielo; de él
loman el nombre sus vecinos llamándose los Atlantes, de quienes se
cuenta que ni comen cosa que haya sido animada ni durmiendo sueñan
jamás>.
Esos hombres sin nombre propio, indican claramente la ignorancia
de Herodoto acerca de tales pueblos; los dicterios al sol y la fábula
del Atlante son leyendas de las que aun no se ha demostrado su
significado
Xios arlos exi leis islas OaxLarlas
Ya hemos visto en párrafos anteriores a las tribusiirias llegar en
su movimiento expansivo a las costas occidentales de Marruecos, y
también hemos indicado la manera de vivir esas tribus, sosteniendo
incesantes luchas, ora entre ellas mismas, ora contra los pueMos extranjeros
que las rodeaban. El vigor de esa raza que se extendió por
casi todo el mundo antiguo, el ardor de sus empresas, su carácter, y
su espíritu de heroísmo, fueron consecuencias de su desarrollo precoz
y de sus virtudes guerreras.
Esto dicho, sigamos estudiando el movimiento de estos hombres.
Descendieron por los valles del Sus y del Draa hasta las orillas-del
Atlántico, continuando su avance por la costa africana hasta el Cabo
Juby actual, punto quizás, el más meridional de sus exploraciones.
Desde las costa occidentales del África tos arios se lanzaron al
mar, obedeciendo a su fuerza expansiva, en busca de aventuras, o
empujados por las guerras intestinas sostenidas por 4a posesión de los
ricos valles de la Mauritania.
Conociendo, como en efecto conocian, el arte de la navegacii^,
bastó que se apartaran un poco de la costa africana, para enseguida
divisar las islas de Lanzafote o de Fuerteventura, muy cercanas al c^i-tinente.
Desde ese momento preparóse la expedición para reconocerlas y
asentarse en las tierras recién descubiertas. Desde luego, nuestro
^02 ÉÉVISTÁ DE HlSTOÍllX
coiiocintiento íaÉérca de lá forma y ocasión en que se verificó el establecimiento
de ios arios en nuestro archipiélago, no lo podemos pre-disar,
piéro en líneas generales podiemos deducir que por los años
1150 al 1110 antes de Jesucristo debió efectuarse.
Es indudable que las tribus arias al penetrar en las Canarias encontraron
en el archipiélago una población troglodita perteneciente
a la raza de Cro-Mághón con la qUe tuvo que luchar, hasta que se
fusionaron en parte, o celebraron pactos respetando el territorio que
ocupaban ambos y su mutua independencia.
De las tribus que se arriesgaron a la empresa, la principal o di-rectorü.
del movimiento sería la de los Mahu-haria que antes de ahora
hemos nombrado. La expedición partió del cabo Nun donde mueren
las últimas estribaciones del Anti-Atlas y desemboca el Draa,
puntos geográficos bien señalados para indicar una nueva ruta a pueblos
emigrantes. Los invasores arribaron en las costas orientales de
Fuerteventura por algunos de sus puertos, tales como el de las Lajas,
Tegurame o el de Tuineje.
Desde la costa los arlas se desparramaron f)or todo el país
construyendo ciudades o fortificaciones desde las que se defendieron
no solo de los habitantes de la isla, sino también de las sucesivas
oleadas de inmigrárítes que el África arrojaba sobre ellos. La muralla
que separaba a Jandía del resto de la isla, tendría igual objeto que
las fortificaciones ya nombradas, o sea el defenderse de sus enemigos.
Estas construcciones estaban formadas de grandes piedras, muy bien
trabajadas, perteneciendo al tipo llamado ciclópeo o pelásgico análogo
al usado en Micenas y Argos, pregonando esto el origen ario de
ambas.
De esta muralla, dice el P. Abreu Qalindo en su Historia, libro 1
capitulo XI, página 33, edición de 1848, lo siguiente:
«Estaba dividida esta isla de Fuerteventura en dos reinos, uno
desde donde está la villa hasta Jandía, y la pared de ella; y el rey des-ta
parte se llamó Áyoze, y el otro desde la villa hasta Cotralejo, y estese
llamó Quize, y «partía estos dos señoríos u/za pared áe piedra
que va de mar a mar cuatro leguas». „
Del nombre de la tñhti Mahu - haría se derivó el de los
habitante^ del país, que aun hoy se conocen con la denominación de
Majoreros. Abreu Galindo escribe Mahoreros; de suerte que la co-rrupdóii
dé esta palabra es evidente y su origen y derivación sin género
de duda.
A la vez el prefijo de la voz Mahu-haria, Mahu, tiene su origen en
e! vocablo ramoá'iff o T'mahu, con él cual los egipcios designaron algunos
ramales ipíelásgiQos de ojos azules y cabellos rubios que inva-o
¿•RIMITIVOS HABÍTANTES DK CANARIAS Í03
dieron el Delta, y que en general significaba gentes del Norte porque
dada la situación geográfica del Egipto y la del Asia Menor, esos
pueblos invasores llegaban del Septentrión.
De la unión de ese apelativo con la raiz, se formó el de Mahu-hü'
ría y por aspiración y debilitación de vocales, el de majoreros act\ja\,
que demuestra su filiación con los arios, o pelasgos, llamados también
pre-helénicos.
La proximidad de Puerteventura a la costa africana, nos induce a
afirmar que las primeras invasiones se efectuaron por esa isla. Robustece
nuestra opinión, el siguiente distico o estribillo cantado a mediados
del siglo XVII por sus tiabitantes, según la respetable autoridad
del escritor canario don Isaac Viera:
«De Tuineje a Berbería
se va y se viene en un día».
que claramente denota la cercanía de la costa africana, visible desde
Puerteventura en los días que la atmósfera está límpida, cosa que no
ocurre desde Lanzarote.
Por consiguiente, debemos aceptar que la invasión de esta isla se
efectuó desde la de Puerteventura atravesando el estrectip de la Bo -
caína que las separa unos 11 kilómetros, alcanzando tierra por el sur
de Lanzarote, en la punta de Matagorda o en la de Pechiguera.
La distancia entre ambas islas se acorta por existir entre ellas , un
islote o peñón llamado isla de Lobos de tres kilómetros y medio de
extensión, que toma su nombre de los muchos lobos marinos que en
otra época salían a la orilla a gozar del sol, de cuyas pieles se confeccionaban
cintas para curar ciertas enfermedades; también este islote
fué nido y refugio de piratas.
El paso se facilitaba de una isla a otra mediante el peñón ya indicado,
si bien no negamos que también llegaron directamente de África
tribus arias, pero la afirmación de Abreu Qalindo, al decir: «Los
naturales destas dos islas Lanzarote y Puerteventura se llaman Maho-heros...
» (Libro 1°, capítulo IX. página 29) confirma nuestro
aserto de que los Mahu-harias poblaron ambas islas.
Asimismo,e¡ nombre de //ar/a, raiz de la voz Mahu-Haria,demües-tra
la filiación que .pretendemos establecer con las gentes que invadieron
a Puertevenlura. Todos sabemos que Haiía es el pueblo más
septentrional deianzaiote, que sería el punto extremo de las corre-^
rfes de aquellos hombres, o por lo menos el postrer recinto fortificado
de la isla.
También hemos de hacer notar que el cabo o punto de Parlones,
104 REVISTA DE MISTOHÍÁ
O de H-ario-nes, guarda similitud con tas voces ya analizadas por nosotros,
sin que pueda esto considerarse como meras casualidades, pues
desde el punto de vista filológico están comprobados su origen como
un liecho probado, si bien no se ha prestado a este estudio la importancia
que merece.
B. BONNET. y
Se continuará.