El retablo del Altar Mayor de la Parroquia
de San Juan de Telde
Tanto por sii antiííüoflnd, romo por su extraordinario y rerono<'iJo
mérito artístico, pues es la mejor y miís valiosa joya de ia ifílcsla parr(t-quial
de San .loan Bautista, de la ciudad de 'fídde. merece este retal)!o
una des(;ripción detallada y unnuoiosa, amén de un estudio concienzuilo
y (uiidadoso.
Es este magnífico retal)lo un políptico escultórico del siglo de oro
de los retablos flamencos, con tallas en madera de estilo gótico ya decadente,
como lo demuestra el realismo extremado que en él campea, donde
aparecen una figura coja y varias ])izcas, y los paños son tan complicados
y con pliegues tan múltiples ly angulosos que j)arecen esculturas
barrocas.
'Gompónese nuestro retablo de seis com|)artimieidos o "postigos"
que, bajo un elegante arco conopial, enmarcan otras tantas escenas de
la vida de la Santísima Virgen, y son:
LA VISITACIÓN, con cinco figuras, a saber: la Virgen y su prima
Santa Isabel que se abrazan; Zacarías, con un tocado muy característico
de la época; un pastorcillo sentado graciosamente, con un pie montado
sobre el otro, en una gruta que, con la cabeza ec'bada atrás, bebe
ávidamente agua de un porrón de líarro; una figura orante de niño, qui-z;
í el más tarde Licenciado Hernán García del Gastitlo, hijo de] donante,
que aparece cobijado por un numto cerrado en el pecho por uiia esmeralda,
con el característico pelo rizado y cortado en cerquillo por la
irerde, dejando en la parte de delante dos pequeños mechones en forma
de cuernos, moda tan usada en la época por la gente no^ble. GoTrupletan
este cuadro unos almenados castillos, ovejitas blancas que pacen y triscan,
algún árbol y casas flamencas de escalonados gabletes.
LOS DESPOSORIOS, con ocho figuras: la Virgen coronada por diadema
de oro que estrecha la mano al venerable anciano José, que hice
su clásica calva; un sacerdote de la Antigua Ley, cpn la caraclerística
mitra, que los bendice y que es un Obispo de aquellos tiemipos, y cinco
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a(!onipañant(>s ataviados con vostidos. tocados y calzado de la épooa, do
mi realismo lau maravilloso que parecen (Hipias exactas de los flamencos
de entonces; entre estos últimos llaman la atención una figura de
niujer colocada en piúiner término, cuihierta con la clásica y graciosa toca
adornada con chajias de ovo en las sienes y frente, que (deva a la altura
del ihondjro La mano abierta con la palma vuelta hacia fuera, proba-bienu'nte
señal de reverencia usaiia en los templos en aquel tiem'po a la
manera que hoy cruzamos los brazos, y otra mujer, igualmente ataviada,
que jiasa entre sus dedos un rosario de ouce cuentas; ¿utensilio religioso?
¿de adorno?; probablemente lo primero, pues lo venuis en manos
de dos de los personajes, en. escenas que se desarrollan en el templo,
o sea en los Desposorios y la Circuncisión.
LA ANUNCIACIÓN. Al contemplar esta escena, lo itrimero que llama
la atención es observar que son dos los célicos mensajeros que saludan
a la Virgen; mas, apenas que nos fijenuis, verenms que uno sólo,
y que es el Arcángel Gabriel, ostenta en su diestra el cetro, signo de autoridad,
siendo el otro solamente un ángel coadjutor; la Virgen aparg-
(.'e, con un libro abierto sobre un reclinatorio, en postura orante y vuelve
su redondeado rostro de expresión ingenua, romo turbada y admirada,
al oir el saludo de los alados mensajeros; en la parte alta aparece
la barbada figura did Padre Eterim entre dos querubines, motivo extraño
y no acostumbrado; sobre dos rej>isas góticas se yerguen arrogantes
las figuras de los profetas Isaías y Malaquías. Una cama, un sofá y un
nrnuirio con ánforas de hari'o y platos colocado en primer término'Com-pletan
la escoma.
EL NACIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. A más del
Niño, la muía y el buey, San José y la Virgen y un niño orante, el mjs-nu)
que vimos en el postigo de los Desposorios, contiene siete pastores
de aspecto safio con el jtelo a la merx,'adera, cubiertos con el áspero sayal
con capucha que, más tarde, tomaron por hábito los hijos del Sera-fin
de Asís y llevan pendiente de la cintura la espada o daga de estilo;
entre éstos se distinguen dos tocadores de gaitas, uno de ellos bizco, q;ie
soplan con tal fuerza que no parece sino que van a reventar y que ejecutan
su oficio con un realismo sorpremlente.
LA CIRCUNCISIÓN, con odio figuras, y, más el Niño; es curioso observar
que Simeón, anciano de luengas barbas y pronunciada calva, lleva
sendos quevedos montados sobre sus narices, anacronismo usado no
sin gracia que da un aspecto de gravedad al dicho personaje que. por
cierto, es un fraile de la época. Las figuras todas de este postigo son muy
interesantes; así vemos a las Jiuijeres con los graciosos locados que sir-
\ en de marco a sus cabezas, adornado con chapas de oro, ocultando el
cabello, excepto una parte de las trenzas que caen por delante en torno
u las orejas; dos de ellas alzan la mano en señal de reverencia, y una
pasa entre sus dedos el rosario de once cuentas que termina en su i>arte
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inferior en un borlón y empieza en la superior en un arco que le sirve
de agarradera.
LA AOORACION DE LOS SAmt>S HEVES. Tiene ocho figuras vestidas
a la oriental y el Niño; una de ellas colocada en primer término y
de perfil, y que es un centurión romano, aparece coja y tiene un parecido
tal con el Conde de Romanones qué asdmlbra y que hizx» exclamar
al gran patriota General Priino de Rivera, al contemplarla: ¡Hasta aquí
llegas, travieso'Conde!
* * *
Que esta obra sea de los albores del siglo XVI y de origen flamenco,
jtarecen comprobarlo, aparte de las vestimentas de las figuras que son
de la época y país indicados, unos motivos ornamentales alegórico-simbólicos
colocados en los parteluces del postigo más alto; Son éstos:
en el parteluz de la derecha, la efigie de Isabel la Católica que retiene
bajo la punta de su espada a un moro de 'pesado turbante que yace bajo
6US pies, mientras en su mano siniestra mantiene un libro abierto, símbolo
evidente del triunfo de la Fe cristiana sobre la Media Luna alcanzado
por dioha reina; en el parteluz de la izquierda otra figura que publica
a las claras su origen flamenco y bruselense; es Santa Gúdula, pa-trona
de Bruselas, vestida según la época, sosteniendo en su diestra mano
la legendaria linterna. No cabe duda, pues; es este uno de aquellos
retablos 'que a fines del siglo XV y principios del XVI salían por docenas
de los talleres de Bruselas inundando el sur de Europa y pueblos de ultramar.
¿iQuién trajo y cuándo vino a esta parroquia esta preciosa joya?
Estos son los interrogantes que pugnan por salir de las puntas de nuestra
pluma, después de la descripción (hecha de nuestro retablo y las coíi-sideraciones
que llevamos expuestas.
En el testamento otorgado por Cristóbal García del Castillo, anle
el Escribano público de esta ciudad, Hernán Gutiérrez, en martes trece
de Febrero de 1539, se lee:
"E otrosí mando que si no estubiere fecha e acabada la Capilla Mayor
de San Juan y sé tomare la sepultura 'para me sepultar en-el lugar
que de suso e señalado, se haga en el pilar y entre el arco toral y la Gti-pilla
de Francisco de Garrión, que Dios haya, un altar de madera y se
ponga en él tni retablo de pincel que yo tengo en mi casa que hice traer
de Flandes, que es de la Imagen de la Santísima Anunciación de Nuestra
Señora, el qual altar sea adornado con los ornamentos susodichos
de lo que tenga cargo el susodicho patrón e que en él se digan las dichas
misas que yo mando desir mientras se dixeren en la dioha iglesia de
San Juan. Y en caso que al tiempo de mi fallecimiento esté fecha la Capilla
que el altar se 'haga y coloque en el lugar sobredicho y que todo
lo necesario para el ornamento del altar se cumpla y se pague de mis
bienes-"
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. ¿Se referia (Cristóbal García del iCaslMlo a nuestro retablo, ni íha:blar
de su "retablo dé pincel" en el testamentó dioho? Alguien quiso ponerlo
en duda y Ihasta negarlo; mas, son tantas y tan poderosas las razones
ique imiUtan en favor de la identidad entre nuestro retablo y el "retablo
de pincel" que no podemos menos ique inclinarnos decididamente a estimarlo
así. Veamos los motivos en que se funda nuestra presunción:
•Cristóbal iGarcía del iGastillo, al darle nom^bre a su retablo, lo llama "de
la Imagen de la Santísima Anunciación de Nuestra Señora" y ¿quién
nó ve, si examina el didbo retablo, cómo, si algún título específico se le
había de dar, n i n ^ n o más apropiado que éste? En efecto, la representación
de este Misterio de la Anunciación aparece en el postico central
y es, sin duda alguna, la escena principal del retiablo y a la que so refieren
cronológicamente todas las demás; así vemos, a su derecha, las escenas
de LOS D,BSPOSORiIOS y LA VISITACSION (anteriores al Gran
Misterio), y. a la izquierda, iLA CSrROUNiOISlON y LA ADOUACION DE
LOS SAÍNTOS RiBYiBS (posteriores al Gran Misterio) y encima, como
complemento de El y alrededor del cual giran todas las demás, la escena
de BL NAIGIMIBÑTX) DE NlUBSTRiO SEÑOR JESUGRISTO.
iGonfirma nuestro aserto una inscripción que "magna cum labore"
hemos sorprendido en el respaldo del retablo y que, según nuestro gran
paleógrafo Aigustín Millares Garló y otros que han sido consultados, dice
así: "'Para el Señor lOristóbal García" y, no existiendo, ni en su testamento^
ni en ningtin otro documento noticia de otro retablo, es evidente
ique loque hubo aquí fué un error de copia, poniéndose por el copista
jiinoel dónde decía cincel en el testamento de Oristóbal García del Castillo
ya dioho.
iPor otra parte y a mayor abundamiento, a través de los distintos
documentos existentes en el aróbivo parroquial, hemos observado como,
desde el momento en que Cristóbal García del Castillo dona su retablo
de "pincel" a esta Iglesia, la capilla en que es colocado empieza a ser
llamada, indiferentemente, por los fieles y por los señores Obispos en
sus Visitas Pastorales, con los nombres de Gapilla de la Anunciación,
del Nacimiento, de la Visitación, de la Adoraoi<in, de la Concepción,
etc., y si leemos los libros de iRelaciones y testamentos más antiguos,
veremos como son innumerables las misas mandadas a celebrar a cada
uno de estos títulos y no a otros. ¿No indica ello que, desde entonces, fué
colocado allí nuestro retablo y que era apellidada la Capilla con los
nonTbres de las distintas advocaciones de cada uno de los postigos?
Además, en nuestro afán de avalar nuestro modesto trabajo con el
parecer de las más grandes autoridades en la materia, hemos consultado
a los distintos y más principales Museos de Europa, adjuntando una
buena foto de nuestro retablo y todos, excepto el del Prado (estaba entonces
en manos de los "sabios" del mal llamado y malhadado Frente
Popular) nos han contestado atentamente, viniendo a confirmar nuestra
qiipdesta opinión. Así, el Dúrector del Victoria y Albert Museum, de
Londres, en carta de dos de Mayo último, nos dice: "En contestación a
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su carta fechada en doce de Abril, debo informar a usted que la opinión
del Guardador del departamento de Arquitectura y Escultura referente
al retablo del cqal usted nos envía fotografía, es casi seguro
trabajo flamenco. La fecha, según nosotros podemos juzgar por los detalles
de la fotografía, parece ser del siglo XVI y no de fines del XV y
ei tallado puede niuy bien pertcnec-er a la segunda decena del siglo porque
el trabajo flamenco de tallistas fué algo retrasado. La lectura más
probable de la inscripción estudiada por el Bibliotecario es: "PAlIlA KIJ
SEÑOR XIX) (GIRilSTOBAL) GARiClliA, v, posible, pero con menos proba-hilidad:
"^PIAÍIA EiL SEÑOR GiHRlSnX) G-RAiCIA". Y el Conservador de los
Reales Museos de Bellas Artes de Bélgica, nos escribe, en ocho de Mayo
último: "Después del regreso de una larga ausencia, ihe recibido vuestra
carta de Abril último; por ello, antes que nada, mi excusa por no
liaberle contestado más antes. Por la repi'oducción (fotograbado) que
me envía del retablo yo estimo que se trata de una obra en extremo interesante.
Por lo que yo 'puedo apreciar es prot)ablemente un retablo
escultór/iío de fines del siglo XV o principios del XVI, de origen bra-
'bancón (Bruselas o Malinas). La complicación de detalles y ornamentación
es muy característica de los retablos de aquella época."
Colocado muestro retablo en didha Capilla que. con el título de la
Concepción, había fundado el Lic(Miciado Hernán Gart^ía d(d Castillo, hijo
mayor del donante Cristóbal, bien pronto hubieron de convencerse sus
herederos de que ohra tan magnífica no ¡todía tener el lucimiento merecido
en etla y de que, aun a trueque de que aquella quedara desmejorada,
había que cum])lir la voluntad del testador y trasladar id retal>lo a
la iCapilla Mayor, donde ya lo vemos en los comienzos del siglo XVII,
(m ique se pagó por el Mayordomo de Fábri<;a, Don Diego Romero Tello
y 'Carroño, al pintor Joan Rodríguez, treinta y tres reales "oor hacer
dos cuadritos de los cuatro Evangelistas, para pf)nerlos junto al Sagra-i'io
que está en el retablo del Altar Mayor".
Más tarde, a principios <iel siglo XVIII y respondiendo a un Mandato
del Obispo Don Bernardo Vicuña, que ordenó se levantara una
cuarta el "quadro retaldo" para agrandar el Sagrario, de tal manera
que ifuera capaz para la custodia grande nueva, el escultor canario Diego
Martín de Campos, que vivió en ésta varit s años, casando aqin' donde
aparecen bautizados varios de sus hijos, i'onstruyó el actual retablo de
lea del país, colocando en su centro el antiguo.
Fué poco después cuando el Capitán Diego López Montañés, natural
de ésta y residente en Nueva Veracruz de Indias (le Su Majestad, no teniendo
herederos forzosos, dejó a esta Iglesia umi parte de sus bienes,
para dorar el retablo del Altar Mayor y fundar una escniela. y, desde esa
fecha, siíguiendo la moda imperante entonces, calificada por los franceses
de lujo bárbaro, fué clorado nuestro retahlo, desapareciendo aquella
policromía primitiva en que '])red(miinaban los matices rojo, azul, verde,
dorado y Illanco, que, a juzgar por lo que de ella resta en las figuras
de segundo término, le daba un aspecto más realista e ingenuo.
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Consérvase esta soberbia obra en buen estado, rlespiiés (io más de
cuatro siglos de estar en este tenuplo, dando un rotundo mentís a los
gárrulos parlanchines de arte, pedantes empedernidos, vestales ruborosas
e histéricas, que se rasgan las vestiduras y claman hipócritamente
contra la Iglesia, ciuuido algún accidente fortuito nos pi'iva de algunu
o[)ra de él; ¡como si la Iglesia, esa Iglesia lan traída y tan llevada, tan
maltratada y calumniada cuando de obras de arte se trata, no fuera casi
]a única—lo repetimos—casi la única guardadora y conservadora de
ellas!
Ciudad de Telde, Marzo 2(\ de líXiS.—^11 Año Triunfal.
Dr. Pwlro HERNÁNDEZ.
Pbro.