L O S C O N D E S DE LÁ GOMERA
( A M P L I A C I O N K S Y RKCTIFJCACIONKS)
(Continuación)
ACLARACIONES AL CAPITULO IX
Óbito de'la condesa viuda doña Magdalena de Llarena Calderón:
Según el obituario que se custodia en el arobivo parroquial de Nuestra Señora
de^la Peña de Francia, en Puerto,de la Cruz—dato '4ue dabomos a la amabilidad
de don Rafael Sansón y Castro—esta viuda del conde don Juan Bau- '
tista, el segundo, fué sepultada en el convento dominico de San Pedro González
Telmo, fund'aciíhi de los caballeros de Lorenzo, '.uego representados por los Lla-irerias
y Benítez de Lugo, al día siguiente de su defunción, que fué repentina,
el 30 de abril de 1770. Asistierqn a su sepelio tanto fel Beneficio con crub alzada
de la parroquia, como las comunidades de frailes dominico», franciscanos y
agustinos. Se le hicieron, durante 8 días, oficios fúnebres mayores y menores
en toda» las iglesias del citado puerto-. (Lib. 69, fol. 135 v2.)
Por cierto que este convento fué pábulo de las llamas, siniestros muy fre-ouientes
por aquellos tiempos, en esta clase de edificios religiosos, en la noche
del 19 de di-ciembre de 1778.- Quemóse la imagen del santo patrono y se destruyó
todo el edificio, hasta que fué reedificado, con el socorrido auxilio de aportaciones
de personas piadosas.
Katalicio del conde don Antonio José y de algunos hermanos suyos;
iSegún un libro de cuentas generales que existia en el archivo de la casai-
¿uerte de Adeje, nació don Anitonio José el 7 de mayo de 1708, a las mueve de
la noche.
Don Juian Bautistfi Domingo, el 6 de aigosto de 1711, a las 7 de la mañam»;
don Esteban Francisco Ventura, el 30 de enero de 1713, a las 2 de la madrugada
(1); doña María de la Encarnación, séptima de estos hermanos, el 11 de febrero
de 1717, a, .las 8 de la noche.
(1) Ya que este don Elsteíban perteneció como capitular a la egregia y
apostólica catedral de Toledo, para que nuestros leítores se hagdn c^rgo de la
HEMCR^TECA P, MUNICIPAll
Sania Cruz <¡B lenerifi I " ^^'
Detalles de lugar sobre algunos enterramientos de Herreras en la Corte:
Dada la transformación urbana que, de pocos años a esta parte, se ha hecho
en la antigua villa y corte, en la cual se han derribado templos y imanssanas de
casas correspondientes a los siglos XVII y XVIII, a título de curiosidad pasamos
a dar sucinta noticia de los teniplos en que fueron inihumados, allá, algunos
de estos Herreras, detalle del que prescindimos en el texto principal.
El convento de P. P. dominicos del Rosario, en que fué sepultado el conde
don "Antonio José, .justaba al principio de la calle de los Convalecientes,, lueigo
llamada Ancha de San Bernardo, número 9 antiguo. Fué fundado ÍMM: don Octac
vio Centurión, marqués de Monasterio, en 1646. En su iglesia se veneraba la
célebre y devota efigie del Santo Cristo del Perdón, obra del artífice Pereira,
una de las más reverenciadas en Madrid. Este convento estuvo dedicado, después
de la exclaustración, a cuartel de la Guardia de Alabarderos,' haata que
lÍTié derribado y convertido en solar. Todavía en la "Guía de Madrid", año de
1858, figuraba su iglesia.
La de San Millán, donde se de^positó el cadáver del coronel don Juan Bautista,
que estuvo agregado al regimiento de Soria (2), era .por entonces ayuda
de parroquia de San Justo, sita en la calle del Sacramento, iglesia esta última
que fué reconstruida en el XVIII por el cardenal-arzobispo de Toledo, infante
don Luis de Borbón, y a sus expensas.
En este último templo de San Justo—interesante y evocador rincón dtí Madrid
clásico—estaba el panteón de los Coallas, donde fué sepultada doña Juana
de Herrera, esposa del marqués de San Juan de Piedras Albas. E.«ta familila
de Coalla, cuycT palacio creemos que todavía subsiste frente a Puerta Cerrada
y que en tiem'pos de la República todavía habitaba la actual representante de
los Condes de la Gomera, la incluye el Licdo. Jerónimo Quintana en s.u "Noble-aa
imadrileña", como una de las 64 casas amayorazgadais matritenses, no de
granjeria, sino de .muy buena renta y calidad en nobleza, anteriores al establecimiento
de la corte en la villa del oso y del mad'róño. La ig:lesia de San Justo
importancia que en aquella fecba revestía su Cabildo, recordaremos aquí que
en la Basílica había en aquella época dos coros, el del Arzobispo y el del Deán..
Coüíponíase el primero de los siguientes: Arcediano de Toledo, Arcediano
de Talavera, Capiscol, Tesorero y canónigo, Arcediano de Calatrava, Abad de
Santa L'eocadia.y canónigo y Vicario de coro; 17 canónigos, 22 racioneros y 17
capella.nes de coro, entre ellos algunos canónigos llamados extravagantes, nom-bi:
ados ipor antiigüedad.
El <ípro del Deán constaba de éste, que era además canónigo. Arcediano de
Madrid y canónigo, Maestrescuela y «anónigo doctoral. Arcediano de Guadala^
jara,« Arcediano de Alcaraz y canónigo. Abad de San Vicente y canónigo. Capellán
mayor y canónigo, 14 canénigos. entre ellos un doctoral, 21 racioneros y
14 CBipellanes de coro. Además la ^Capilla real de los Reyes nuevos,, independiente
de los anteriores coros, que estaba integrada por un capellán mayor, 24 capellanes,
un .sacristán y otros ministros.
Nuesitro don Esteban de Herrera pertenecía, pues, a ambos coros a la ve*,
como Vicario de COTO y Arcediano de Alcaraz y canónigo.
(2) El regimiento infantería de Soria fué creado en 1591, constaba entonces
de 8 batallones. Consistía su uniforme en casaca, chupa, calzón, solapa y
botón blancos. Cuello, vuelta y vivos morados. * - •
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es hoy pontificia y en la misma calk perdura el palacio del cardenal Jiménez
d« Cisneros, notoria por haiber servido de estrecha prisión al famoso valido Antonio
Pérez, de la que logró escaparse con auxilio de su esposa, .la desrventura-da
doña Juana Coello y Bozmediano, refugiándose en Aragón, su ,país nativo.
Contigua estuvo la hoy desaparecida casa del "Cordón", propiedad de la familia
de Ariais Dávila, que habitó dicho secretarft) universal o de regio desipaoho, y que
también le sirvió de larga prisión, además de haber sido su habitual residencia
en tiemipos de su omnipotencia ministerial con Felipe II, a quien, después natu-ral'mente
detractó, contribuyendo a nuestra infame leyenda negra.
DatOB sobre el Alférez mayor de Tenerife:
Don José Nicolás de Val cárcel Lugo y Pranchi, esposo de doña Magdalena
de Herrera, página 136 del texto, fué nombrado Alférez mayor, sucediendo a
su padre, por real decreto expedido en Buen Retiro el 30 de noviembre de 1756 y
el Cabildo le dio posesión del cargo en sesión de 26 de abril de 1757. Ya había
fallecido en 1760, conforme consta en acta de la expresada Corporación municipal
de 12 de mayo del expresado año. Le sucedió en la dignidad concejil, su
hijo don Francisco Juan de Valcárcel y Herrera, nombrado en real cédula, expedida
en Aranjuez, el 28 de junio de 1774. Posesionóse el 7 de junio de 1775 y
fué el último que desempeñó este oficio edilicio; pues sus descendientes lo aban-t'onaron
antes de ser declarado a extinguir,, por no residir en esta ciudad, ca-~
becera del Municipio, como fíe mandó últimamente por el Consejo de Castilla,
real orden de 28 de febrero de n&5.
La ig'lesia parroquial de San Sebastián, villa>capital:
Por su libro de cuentas parroquiales, que arranca de abril de 1619, feíha
de la visita del Licdo. Juan Sánchez Vizcaíno, beneficiado de la Palma y visitador
por el obispado en las isla.s de Gomera y Hierro, consta por declaración
del mayordomo de fábrica y sargento mayor de la isla, Alonso Ruiz de Vivar,
que ©1 primitivo volumen se había perdido en el incendio y robo que el año am»-
terior habían ocasionado los moros en aquella villa. La iglesia quedó sólo de
paredes y hubo que techar provisionalmente la capilla mayor, habilitándola para
«I culto. La devota imagen del Santo Cristo que allf se veneraba y que había
sido aderezada en Lisboa, fué llevada, después de aquel terrible suceso, a
Tenerife, para ser restaurada. En el reparo de dicha capilla y sacristía lintervi-ttieron
los siguientes artesanos: Juan Fernández, carpintero, y Luis Merino,
maestro albañil, pero el completo reparo del •edificio, que primitivamente era
de una sola nave, la cual estuvo descubierta unos 17 años, no se terminó sino a
mediados del siglo XVII, año de I654i, fecha aproximada en que se adquirió el
iprimitivo órgano, que se trajo por mediación del Conde. Quedó el edificio encalado
por dentro y por fuera y enlosado su piso, con losetas extraídas de la "Can^
tera" en dicha isla y laibradas por Blas de Acosta, ladrillos ihecho» en la laguw-ta
del valle Santiago y cal sacada de la comarca de Puntallana. Tamibién se
construyó el coro bajo con taí^estros y oficiales hechos, venir de Tenerife. La
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campana se haibía traído de Flandes hacia comienaos de aquel siglo y sus pilas
las haibía esculpido Antonio Hernández. El • órgano había costado unos 2.200
reales.
Las obras de la parroquia, proseguidas muy lentamente, tomaron de nuevo
algTÍn impulso en el siglo siguiente. En tiempos de la mayordom.ía del capitán
Nicolás de Espinosa, castellano del castillo de Buen Paso, cuentas del año 1710,
parece se volvió a enlosar el templo y se laibró una nueva pila con material procedente
de "Los Cristianos", suponemos de Tenerife, y trabajaron en esta abra
los artesanos Nicolás Delgado y Cristóbal Lorenzo. Años adelante, cuentas de
1721, se restauró y mejoró la obra de la capilla mayor, se hizo la puerta llamada
del "Perdón", gradas del presbiterio, una ventana, etc., con cantería originaria
del valle de Santiago (Alajeró), reformas que estuvieron a cargo del maestro
Cejas, y se colocó en ol retablo un sagrario grande para la custodia, tabernáculo
que fué construido en Tenerife y costó 925 reales. El retablo databa de
comienzos del siglo anterior y fué pintado por Domingo Pérez.
En,la visita pastoral que en 5 de noviembre de 1745 realizó a la parroquia
el obispo don Juan Francisco Guillen, rnandó que se ampliase la capilla maiyor
y su. presbiterio. El mismo día ibendijo la capillc^ dé Nuestra Señora del Pilar,
que se haibía terminado desde el 12 de octubre anterior, y dio licencia para levantar
otra colateral bajo el título de Nuestra Señora del Rosario, para lo cual
había de retirarse un poco hacia atrás la sacristía, lado de la Epístola, y que se
construyese una sala capitular en la cual pudiesen congregarse el clero y hermandades
para sus juntas y elecciones, que venían celebrándose en la misma
, iglesia. De los anteriores trabajos encangó Su Iltrma. al teniente coronel de mi-licia
®, golbernador de las armas de la isla y su Alcalde mayor, don Diego Bneno
de Acosta y Noroña, "por su especial inteligencia y singular devoción y zelo, como
todo lo ha manifestado en la fábrica de <Uia. capilla de Ntra. Sra. del Pilar".
Era tradicional en el Hierro y en la Gomera la religiosidad de esta familia.
En este lapso de tiempo, que a grandes rasgos relatamos, fueron visitadores
de la parroquia gomera y de la del Hierro IQS siguientes personajes ecle-fiásticos:
El citado Licdo. Sánchez Vizcaíno, el 7 de abril de 1619; el Dr; don
Diego Vázquez Romero Botello, dignidad de Tesorero de la catedral de Cana>-
rla y provisor y vicario general, en 1625; el Licdo. Cotízalo Báez Borge», en
1682; en el mismo año, por diciembre, el Licdo. Lucas Andrés, racionero de Canaria;
el Dr. Vázquez Romero, ya citado, volvió a ser visitador dfe las citadas
parroquias en los años de 1638 y 40; el Dr. don Eugenio de la Santa Cruz, .provisor
y vicario general, en 1642, en cuya época jestaba terminado el bautisterio
en la parroquia gomera; el Licdo. Francisco López Navarro consta que visitó
en el Hierro,<'por noviembre de 1644, y probablemente también en la Gomera;
el Licdo. don Pedro Eseovar Pereir», prebendado de Canaria y luego obispo electo
de Puerto Rico, visitó estas parroquias en dos ocasiones, en 1649 y en el 64;
el Licdo. Francisco Lorenzo Fagúndez., en 2 de febrero de 1659; el Licdo. do*i
Juan Pinto de' Guisla, abogado y beneficiado de la Palma, el 8 de octubre d*
1(664; el Licdo. don Juan Bautista P ^ g i o y Maldonado, abogado e insigne poeta
palmero,^ el 10 de octiAre de 1680; el Br. Alvaro Gil de Acevedo, en 1686; éi
Licdo. Manuel Díaz Boza y Lima, en 1689; don Francisco Manrique de Lara,
cura de Vallehermago, el J l de c-^gosto de 1690, quien úmcamente tuvo comisión
P'ara la Gomera (3). La mayoría de lasi anteriores feolías corresponden a las die
visitas en la Gomera, pero entre ambas parroquias sólo había diferencia de pocos
días de visita a visita.
En el siglo siguiente fueron visitadores de las dos mencionadas parroquias
matrices:
El Licdo. don José de Tovar y iSotelo, abogado, el 12 de septiembre de 1705
y en agosto de 1719; don Cayetano Padrón de la Barreda, beneficiado, comisa->
rio del Santo Oficio y de la Cruzada y vicario de la isla del iHfierro, por agosto
de 1725; don Sebastián Trujillo Umpiérrez, beneficiado de Fuerteventura, por
agosto de 1733; Br. don Diego Alvarez Orejón y Solazar, beneficiado de la Gomera,
estuvo en el Hierro el 6 de noviemibre de 1754.
En el anterior sifflp realizaron visitas pastorales a aquellas Lsilas, los obis
pos don Francisco Martínez, por febrero de 1604; don Cristóbal de la Cámara
y Murga, en 16.30, y don Bartolomé García Ximénez, por septiembre de 1675. Fin
él siguiente, hasta su mitad, don Pedro Dávila y Cárdenas, llegó al Hierro el
27 de julio de 1733 y a la Gomera el 6 de agosto siguiente; don. Juan Francisivj
Guillen, que aportó al Hierro, el 2 Je seipíiembre de 1745; iposteriormente
desembarcó en la^ Gomera el 17 del mig^mo mes. Desde esta última isla tenían
la costumbre los diocesanos de regresar a Tenerife por Adeje. Haibía de transcurrir
unos veintidós años para que aquellas islas vieran desembarcar en sus
playas a un nuevo pastor y jeirarca. Tales eran las dificultades que entonces
ofrecía la navegación interinsular por estar nuestros mares plagados de piratas.
(Archivo y notas del Cronista de la Gomera; idem idem del autor.)
Figuraron por ese tiempo y ipor tanto tuvieron intervención directa en. la
reconstrucción de las lentas obras de la parrtMiuia matriz de Nuestr.i Señora de
la Asunción de la villa gomera, los siguientes mayordomos, a quienes pudiéramos
conisiderar como obreros mayores parroquiales, todos olloA pertenecientes
a la décima séptima centuria:
Cristóbal Díaz de Aguiar, antes de ser incendiada la parroquia por los mo-
(3) Consta por el libro de Visitas de la citada parroquia de la Asunción,
que durante el siglo anterior hicieron visitas pastorales a ambas isilas., Gomera
y Hierro, los siguientes obii.-pos: pon Alonso de Virués, que ya conocemosi, en
1542; don Diego T)ey.:\. une co'trarihnicnte a lo nue ;'firma con; equívoco Viera,
estuvo en islas, visitó en 1558 y constí^ presidió un cabildo de «u catedral, el
29 de m^yo del rño s'gtr.ente; 'Fr. Juan de Alzóralas, Jeifónimo, en 1571, que
luego falleció en Canaria, 1574; don Cri.«itóbal Vela, en 1578; don Femando de
Rueda, en 1584, fallecido durante la sianta visita y sepultado en la parroquia de
la Concepción.de esta ciudad, año 1585; y don Francisco Martínez de Cenicieros,
ya entrado él «siglo XVII, en 1604.
Independientemente de los anteriores prelados las realizaron, en calidad de
Visitadoreá, los que sigu*n:
El Licdo. Juan Toscan'», vicario de la Gomera, en 1537; el Br. Antonio Mon^
tes de Oca, en 1544; el Licdo. Luis de Padilla, canónigo y provisor, en 1591; él
Dr. Juan Vivas, maestrescuela dé Canaria, en 1550; Marcos González de Luna,
vicario foráneo de la' Gomera, en 15€1; don .Juan Salvago, arcediano de Canal-ria,
ert 1568 y en 1574; Licdo.. Aceituno, canónigTo, en 1577; Licdo. Gabriel Ortiz
de Saravia, en 15&1.
- • iéi
ros; sargrento mayor de la isla, Alonso Ruiz de Vivar, que y« lo era en IWl,
feoha en que realizó una visita a la iparroquia, el Licdo. don Má^^el Mujicaí,
caoónigó de Canaria; dc^n Gonzalo de la Peña; capitán Pedro Fernández Méndez,
desde 1634; Licdo. don Gonzalo d-e la Peña, vicario de la Isla y coihisario
del Santo Oficio, que falkció en su hacienda de "Chejelrpes" en Í645; Licdo. Sebastián
Rodríguez Cubas,, vicario de la Isla; capitán don Melchor Peraza de
Ayala, por los años de 1690 o 91, consta que lo era; alférez Cristóbal de Armas
Acevedo, que finalizó el siglo.
En el XVIII ocuparon la expresada mayordomía {¡arroquial los siguientes:
don Juan de Unzana y León, beneficiado y vicario de la Isla, d«sde 17O0; capitán
Nicolás de Eapinusa, que rindió cuentas en 1710, por medio de apoderado
por hallarse ausente en Gaiachico; Juan Rodríguez Martel, desde 1717, en cuyo
tiempo se hicieron reparos de importanicia en la capilla mayor y en su retablo;
don Enrique de Morales figuraba como tal en agosto de 1733, fallecido el
12 de enero de 1735; presibítero don Bernardo Gabriel de Castilla, sucesor del
anterior, presentó su renuncia en 30 de junio de 1752. A este sucedió uno de
los más celosos mayordomos que "tuvo entonces la parroquia, el presbítero don
José Rodríguez Fragosa, quien acometió la obra de ampliación de la actual capilla
mayor y la sacristía. Se dio en lijuste las obras al maestro Pedro Pérez de
la Cruz, traído de fuera, y trabajaron en ellas los siguientes artesanos: labrante
Bemaibe Oropean, que hizo el arco triunfal y el jambaje de las puertas de la
sacristía; Francisco Benítez, Tomás Padilla, Manuel Francisco Pérez, José Padilla,
José González, Antonio Gámez y Esteban Quintero; posiblemente la mayoría
de estos obreros eran forasteros. El 4 de marzo de 1763, día memorable
para aquellos fieles, fué trasladado solemnemente el Santísimo Sacramento a
al nueva capilla y establecidas en ella las augustos funciones del culto. Faltaba
emprender la construcción de las naves laterales de la iglesia.
No se puede decii-' que en estos modestos templos nuestros, carentes de aque-~
lias masas enormes y de aquellas agujas que invitan al pensamiento creyente
a elevarse sobre las cosas míseras de la tierra, pretendiendo acercarse a las excelsitudes
de la Divinidad, respiren el profundo sentimiento religioso que de»--
pierta la cate4ral gótica; pero esos templos nuestros, lo repetimos^ fuerop el voto'—
oración de piedra—de varias generaciones de nuestros mayores, muchos de
ellos surtiergidois allí mismo en el sueño eterno. Y para los que amen e.^a tradición
que debemos llevar en el alma, porque no está impresa en leyes positivas
tú escrita en pragmáticas sancionadas por los hombres, e.sos templos de columnas
táscanos, con techos ^ e alfarjería mudejar, de airc.'ias torres o modestas espadaña^
con campanas que ahora tañen alegres, ya lúgubres, recordando a nuestros
muertos y más hondas tristezas, evocan recuerdos gratos a nuestra infancia,
infunden al ánimo una piedad consoladora y respeto para la religióm de
nuestros antepasados. El siglo del filosofismo, sin embargo, despertó en Canarias
una santa fiebre para la reconstrucción y mejora de sus templos, muchos
siguiendo los planos del canónigo tinerfeño don Diego, Nicolás Eduardo Villa-rreSl.
La catedral de Canaria, las iglesias parroquialigis db la villa de la Orota-va,
de Garaobico, de Gáldár, y de la Concepción de esta, ciudad, ,por no hacer
ftiención de otros monumentos religiosos, constituyen paradigmas de lo que
Ié2
venimos afirmando, al lado de la reconstrucción de las parroquias más modesi-tas
de la Gomera y del Hierro. Y en estas construcciones o restauraciones, se reprodujo
el fenómeno de que ya había hecho mérito el benedictino dom Joan Ma-billón
en los anales de su Orden, que era de ver a hombres poderosos envanecidos
d« su-estirpe, lo mismo que a sus mujeres delicadas, tirar de un carro o llevar
sobre sus hombros piedras, maderas, cal y , demás material de construcción
necesario para el santo edificio. ¡Admirables ejemplos de sencilla y fervorosa
piedad, de que hoy se carece!
Aunque ya en nuestras islas comenzaba—naturalmente con menor contagio
en las menoreg—^la afición de nuestras clases ilustradas al racionalismo que
precedió a la Enciclopedia, se creía aún que el sostén más sólido de la Mioral era
la Religión y-no ibasada meramente en la razón, que prescinde de todo resorte
místico o metafísico.
• ' Aquellos predecesores nuestros, aunque como el publicano de! Evangelio.
se ebrifesaban como hoy y como ayer falibles y pecadores baldados por la culpa,
se debatían atritos ante los tremendos problemas que se derivan de la Teodicea,
instruíd'os como estaiban, mientras que la masa popular no había rertegad'o de la
primera de las virtudes teologales', en las verdades de la revelación, del diogana
y I8U9 misterios. Y como tributo de gratitudi* dé amor y de acatamiento a la Divinidad
increada, así como en posible descargo de sus conciencias, acaso aciMi-gojadas,
todos contriibuían con lauticia generosidad, a .esta clase de abras piad'o-sas
que culminaban en levantar estos templosi, moradas de Dios. He aquí la explicación
del .profundo isentido popular religioso de esa época.
ACLARACIONES AL CAPITULO X
Vacimifentb de la condesa doña IVlarina: detalles de su casamiento:
Vio la luz primera doña Mariana Leonor en el puerto de Garachico, que .aunque
ya población dtecadente, todavía compartía con la villa de la Orotava, el an
tañón prestigio de ser habitual residencia de familias que se vanaigloriaban d<-
su estirpe. En su parroquia matriz recibió a los pocos días de su natalicio, el 14
de. marzo de 1739, las aguas bautismales y se impusieron a la tiernepita infanta
de los Señores de la isla de Fuerteventura, los nombres de Marina Leonor. Tenía
doble vínculo de parentesco en sexto grado civil, con su espo.so el Conde don
Domingo; .a am,bos echó sus bendiciones nupciales en !a villa de Adeje, el Rvdo
P. Lector, fray José del Cristo Domingo de Herrera, de la Orden de menores do
Saín Francisco.
Pleito por las aguas de Tahodio:
Los Condies de la Gomera, como marqueses de Adeje, poseían tres y med'ú
sextas partes del caudal de fgua de la cuenca de Tahodio, y las dos y media reatantes
las venía utilizando, por cesióh que le hizo el CabiMo de Tenerife, el VÍ
cindario del lugar y puerto de Santa Cruz, pero como dichas aguas no se medía;i,
M
ello era motivo de frecuentes reclamaciones por amibos condueños, hasta que la
Comandancia general dio el año de 1708 un auto, en ei que se mandaba al alcalde
encargado de las aguas, Antonio Dorta, que procediese a separar aimbas aguas
en el (barranco de Tahodio, reservando a «ada parte su porción, "cuyo auto—ae-grán
se expresa en isesión cabildeña de 18 de febrero de 1758—no resulta haberse
ejecutado", por cuya causa habiéndose trabado un pleito desde 1757, entre
el Conde y el lugar ,el personero local don Bartolomé Ar^tonio Montañe?,,
acudió al Cabildo, para que se procediese a cumplir lo que hacía medio siglo había
mandado observar la Comandancia general, la cual por propio interés de los
asuntos marciales encomendados a su cuidado, venía interviniendo en esta ma-teria
de abastecimiento de aguas en el luigar y percibiendo lo« ingresos que proporcionaban
los derechos de aguada de los buques que tocaban en el puerto,
tanto que, a partir de 1707, haibía dispuesto su aprovechamiento y cojiduceiór
al lugar por m«dio de canalones de madera, a expensas de la Real Hiacienda, d"
los pósitos del Cabildo y de donativos de particulares, entré los que se señaló,
p&r la esiplendidez en su aportación, don Bartolomé Casabuena, quien contribuyó
con 8.000 reales de plata. El resultado de este pleito tuvo que ser favorable
al Con<íe.
Este probleima del aibastecimiento de aguas a Santa Cruz ha estado secular-miente
latente en la caipital de la provincia hasta hace .pocos años. Pero en el
siglo pasado fué acometido con gran interés, solucionándolo de pronto, por mu-cihos
años, el general don Francisco Tomás Morales, en 1828, con la decidida
cooperación del Municipio. Acueducto y túnel de Tahodio o de Aguirre, que quedaron
terminados ihacia 1835 y ascendió su costo a 8.000 duros.
Defiende el Conde don Domingo sus prerrogativas, '
contra el Corregidor de Tenerife:
Era función privativa de todo Corregidor hacer visitas periódicas a todos los
lugares de »u demarcación, tanto para corregir abusos, como hacerse cargo de
sus necesidades. En septietnibre de 1754 recorría, en unión de sus adjuntos los'
regidores .perjyetuos don <Gaibriel Román y don Francisco García, todos los pueblos
d« Tenerife su corregidor don Agustín del Castillo, mientras que quedaba
en IJA Laguna hecho cargo de la Jurisdicción real el teniente de Corregidor,
Licdo. don J o ^ María Bueno y Espinos'a, hombre entero « hijo preclaro de la
isla del Hierro,.(véase su biografía en REVISTA DE HISTORIA, pág. 207, tomo
22); ipero como intentar» visitar ila villa de Adeje, se opuso a ello lel aipó-derado
del Coiide don Domingo, que era don Francisco del Castillo Santalice»,
por tratarse de hecho contrario a la condición de señorío particular que tenía'
dicha villa, para lo cual hizo exhibo -ante el mismo Corregidor que ya se encontraba
en los términos de Chasna o Vilaflor, de la titulación señorial correspondiente.
Dio entonces aquella autoridad un auto en el miamo dhasna, el O de septiembre
del ipropio año, en el que mandaba susipender su propia visita a la expresada,
Ínterin no se resolviera otra cosa ante el Juzgado del Teniente gene
ral, Licdo. Bueno, ante quien se personó una representación del Conde, por medio
del procurador Manuel Antonio Suáret, en justificación de su derecho.
ié4
Mandó el juez, antes de resolver, que los Escribanos del Cabildo certificasen
si constalba o no que Vos Corregidores en anteriores visitas generales, realizadas
desde 1655 para acá, habían visitado a Adeje. Igual mandato, con aseso-miento
del mismo Licdo. Bueno, había decretado el Corregidor del Castillo Ruiz
de Verigara, en. el lugar de Icod, el 10 de diciembre. v
Resultó de la certificación de los escribanos del Concejo, que se unió a los
autos, que en ninguna de las visitas corregimentales realizadas en los años de
1678, 1694 y 1724, se habían extendido al señorío de Adeje, ni tampoco en la de
1707, en ía cual el Corregidor don José Antonio de Rojas ihaWa dado comisión
para que la ihiciese en el lugar de Isora, el alférez P.edro Alvarez de la Cruz.
Vistos estos antecedentes-; en auto expedido por el Corregidor de 15 de diciembre,
con parecer de su teniente general letrado, se declaró la improcedencia de
practicar la disputada visita y solamente continuarla en los demás lugares dp
Tenerite. Quedaron así a salvo las prerrogativas dominicales del Marqués d"
Adeje. •
52 Conde había, sin embargo, utilizado todas las vías legales para oponerse
al intento del Corregidor, toda vez que hp.bía entablado la misma reclamación,
quizá invocando su fuero castrense, ante el general Bernardi, quien, en otío auto
de 8 de noviemlbre del citado 1764, man^ó imperativamente al Corregidor "excuse
entrar en dha. Villa de Adexe y su término comprehendido en el Señorío,
a exericer acto de visita", proveimiento que fué notificado al Corregidor y sus
adjuntos, en Vilaflor, d'os días más tarde. Por este tiempo er coronel don Per
nando del Hoyo Solórzano y Sotomayox, en concepto de tutor de su ¡hijo menor
del mismo nomibre, iSeñor de la villa de Santiago, intentó parangonear la acti,-
tud del Conde don Domingo, protestando de la visita que el Corregidor realizaba
«n su valle y villa, pero aquél se limitó, auto del 14 de noviembre ante el secretario
de visita, Luis Antonio, López VUlavicencio, a disponer que la parte
usase de su deredho ante quien correspondiera, por no haberse presentado exención
para no realizar tal visita. (Leg9 1, Y, Arch. mpal. Laguna.)
Besipecto a los Jueces de residencia para las islas de señorío, era asunto ventilado
por el Consejo de Castilla, años hacía, según ¡se deduce de una iprovisióm
expedida por la Audiencia de Canaria, el 16 de octubre de 1750, con la cual se
daba por ibueno el nombramiento que de juez de residencia para el Hierro y \P.
Gomera, hecho por el Conde en favor de don Miguel de Fuentes. Seigún dicho
documiento, el Consejo de Cas.tilla en reunión de 10 de marzo del mismo año,
haíbia revocado los ca,pítulos VI y VII del auto acordado de 19 de septiemibre dei
que servían de método a las prácticas de los juicios de residencia, incidente
que ihabfa ganado el Marqués de Adeje, aunque no pudo extenderlo^^a su villa d,
l^deje. Se insertaba en la provisión del citado Real Acuerdo de Canaria, upu
certificación de los escribanos de aquella Audiencia, sobre la antigua práctica
de tomar residencias a las Justicias y ministros de las islas de señorío y lugares
de esta clase, excepto la villa de Adeje, que "son islas •(le Hierro, Gomera,
Lanzarote y fuerteventur.a y las villas de Sntiago en thene. y Agüimes en Canfi,
era y avia sido áombrar íil menos cada diez as. los qi^e suceden dueños de la.-.
jufisdicciones persas, letradas que' tomen las residencias, quienes presentaiban
los noTObramtos. ori^nalea en esta Aud* donde se aprpvava y se mandaba des
/
\
166
paohar Provn. con inserción de ellos, nombrando pr. Essno. al receptor a qri. to-taiba
por tumo y pr. algl. un mro. archiero de los que sirven en este tribuí, quie
nes acompañaban a las referidos Juezes p- actuar en dbas. residencias las qe.
después remitían originales pü su aprovan. a este tribunal, como todo constaba de
los papeles y recados qe. quedan en poder de este acuerdo". (Leg^ 14, B, A<^
nupal. citado).
Pran, pues, los Condes de la Gomera los que extendían los nombramientos
de Jueces de residencia, para las islas de su señorío, bien que sujetos, a la alita
aprobación de los Oidores de Canaria. Quede aclarada en este sentido cuamto
hemos manifestado en el párrafo sejrundo, titulado "IJOS Jíveces de Residencia",
página 28 de este volumen, cuando se ,puiblique aparte.
La Casa-fuerte de Adeje; '
Hace unos pocos años que cayó en nuestras manos, diligente y amatolemen-te
proporcionado por don Daniel Fernández del Castillo y Martín, copia de un
curioso plano qutñ levantado en 1873 existía entre la documentación de la mentada
Casa-fuerte, residencia entre señorial y campera, de los Cond«s-niarqueses.
que desde sus .muros hacían sentir su poderío no sólo en apartadas comarcas de
las 'bandas d^el sur de Tenerife, sino en las islas de Gomera y Hierro. Por dicho
plano podemos venir en conocimiento d« cual era la^ disposición de la Casa-fuei;^
te, antes de que un incendio la destruyera «n, tiempos modernos, haciéndola vo
raz pasto de sus llamas, incendio que se nos antoja simbólico, como si nos dier-í
a entender que en Canarias habían fenecido para siempre, íancelados en la Historia,
grandezas de abolengo y estirpe detroras.
El inmenso edificio, que tenía a\i entrada principal hacia el naciente, esta'ba
constituido esencialmente ,por una traza cuadrilonga, casi cuadrada, de unas 96
varas castellanas de lango, por 94'4 varas de ancho, si no ^miente la «scala deil
plano, estando su mayor disposición dispuesta en .-entido de este a oeste. Su
trente en el lado menor del cuadrilongo, orientado hacia el este.
Hacia I» izquierda entrando,' esquina del sur, que corresponde a una éspeciw
de torre del homenaje, estaban adosados al edificio general, el castillo co;i pip
zas dé artillería a la barbeta, dando frente al sur, una ciíadra, la bagasera y la
cárcel, junto al castillo, con dos huecos con igual orientación. A la derecha formando
un trazado especial, especie de punta de diamante hacia el Norte, den
tro de la cual aparece una casa pequeña con salida directa a la plazoleta de la
Casa-fuerte, estalban los departamentos de los esclavos que trabajaban en el fa>-
moso irtgenio de azúcar que tuvo la casa y el último que existió en Tenerife, de
los tienrupos antiguos. En aquella época,' 1873, estaban Convertidos en un corrai
de gallinas.
Al traapasffer los umbrales de la casa, se penetraba en un amplio patio, eü
cuyo centro existía un jcirdín. A mano derecha, lado menor del .paralelógramio,
estaban el colador de aguas y varias c>ocinas y a la izquierda, alguna» habitaciones,
como la portería y otras que tenían acceso al castillo y torre del hojue-naje,
eibc.
Prosigüi«i)ido patio adelante, estaban a la izquierda los (graneros, luego la
contaduría, seguida del oratorio de la casa. En el fondo, que parecen haiber sido
las habitacionies particulares de los Marqueses, hacia la izquierda, estaban
la sala principal, dormitorios, comedor, con ventana al oeste, cocina inmediata,
desipensa, otra cocina mayor y despensa adosado al lado menor, oeste del cuadrilátero,
lo .m,iismo que otros grallineros y huerta de árboles y hortalizas; éstas
salientes y como adosadas al trazado recular del edificio genera!. Otras habitaciones,
como las destinadas a la servidumbre, oficinas y viviendas de los escri
bientes de la casa, casi ocupaban el lado del poniente, con varios pazadizos.
Hacia el lado derecho entrando, de oeste a este, estaban dispuestos, según
el plano citado, el la^ar, con una d* sus salidas al campo ihacia el norte, encuadrado
en la esquina noroeste, a continuación una ihuerta, a la que seguía 'otr'a
donde estuvo el antiguo ingenio, lindando con otra cuadra, pegada a los antiguas
departaméhtos de los esclavos, mencionados arriba. Unidos a la expresada huerta,
lado norte, indica el plano en dirección oftste, .sucesivamente, la herrería, pa-nftd'ería,
homo® y estanque. Tal «s lo más saliente del antiguo edificio, que en'
aiquella fecha, por no ser ya residencia de sus antiguos dueños, sino del Administrador
y eniplead'os de contaduría, posiblemente tendría variaciones y distintos
usos las que fueron habitaciones particulares de los Marquéses-condés. La
superficie total de la Caajk-fuerte con sus anejos, ocupaba unas 11.780 varas
cuadradas.
Nos cuenta Sabino Berthelot en su Histoire naturelle des lies Canaries, escrita
en colaiboracióti con su compañero Barker Webb, que todavía cuando hacia
1820 visitó aquella Cftea-fuerte, que hasta pocos años conservaba un curioso archivo,
cuyos expoliatíos restos 'han ido, muy recientemente, a parar al MUSEO
CANARIO, de Las Palmas, que en sus desiertas salas, se encontraban todavía
algún mobiliario procedente' de la época señorial, arn^as antiguas y unas cuantas
armaduras; todo fué paulatinamente desapareciendo. Es de presumir que lo.s
viejos' € interesantes tapices que se encuentran en la iparroquial de Adeje, sean
procedentes de la Casa-fuerte. El último Conde-marqués "que la utlizó terapo
'raímente como morada, fué don Domingo de Herrera. Ningún otro posterior titular
de su estirpe, iretspasó sus tunibrales. Melancólicamente .pensaría esto alguna
vez el ilustre próéer tinerfeño, al considerar que en él terminaría eu raza.
Pleito por las tierras 4f Alojera:
Las tierras d# Tamargada en unión de las< de Alojera, generalmente las
arnendaba la Casa condal, las pñmeras en 400 reales y las segundas en 1.250
reales anuales. La familia de Marichal entabló pleito al Conde por la poaesiár.
ée Alojera, Lo«tguera y "Cerco Verde", alegando estar incluidas en la data que
fué 4ad& al ascendiente de aquélla, Juan Maridhal, pero la Audiencia de Oa-t
»wia sentenció a favor del Conde don Domingo. Alojera estaba arrendada desde
1752 y lae tierras de Tamargada, situadas en el término de Valldiermoso^
lindando con el de Agulo, el 28 de noviembre de 1763, celebrados amibos com-tratos
ante el escribano de la Gomera, Padilla. (Arch. del croniait» Femándea
Pérez).
167
IHsposiciones testamentarias:
Se salbe que el Oonde don Domingo otorgó sus últimas disposiciones y por
eillas legó el tercio de sus bienes libres a su esposa doña Marina, estableciendo
urna iiriiposición de 300 pesos, entre otras mandas que hizo, para la adquisición de
un órgano dedicado a la iglesia del convento franciscano de «u villa d« Adieje,
posiblemente el que hoy poses aquella parroquia, y según una carta del presbí
tero don Gaspar ^e Torres, escrita en Puerto de la Cruz el 3 de a<gosto de 1810.
dirigida a los herederos de la Condesa viuda doña Marina, dice así: "El exmo.
Sor. Dn. Domingo, mi Amo, dispuso en su Testamento que las Ymagenes die
Candelaria grarvde de buena pintura y pequeña en papel y otra de Guad|J^T>€
de a cuarta (está en mi poder) las gozara mi Sra. la Condesa ipor sus días y
después la suplicaba que las dejase al convento de Religiosas que más fuere de
su devoción, que lo encomendasen a Dios por medio de sus devotísimas Yma.ge-nes.
V. V. harán lo que juzíguen por conveniente". •
Al fallecer la condesa-viuda doña Marina, que en efecto fué sepultada en
el convento de Santo Domingo de la villa de la Orotava, amortajada con el há
ibito de la Virgen inmaculada de la Concepción, se encontró entre sus papeles
uno escrito torpemente de puño y letra de ella, con fecha 29 de ijunáo de 1767,
que terminaba con las siguientes expresiones: "Jesús María y Joseplh el corazón
bos dio y el alma mi Rustra esClavn enbustera y bilisima D. Marinilla la
Pecadora", en cuya memoria hacía variar promesas que luégt> veremos.
Patronos generales como eran los Condes de la Gomera y Marqueses de
Adeje, de la Provincia de Nuestra Señora de Candelaria, Orden de Predicadoreis.
era natural que sintieran preferencia y eligieran .para su última y definitiva
morada, las santas casas de estos religiosos. La que en la villa de la Orotavn
eligieron estos últimos esposos de la Casa de Herrera, fué la iglesia del convento
de San Benito, uno de los principales de su orden en la provincia y famoso por
estudios mayores que sostuvo de Gramática, Filosofía y Teología, convento e
iglesia que se debieron iprincií)almente a la piedad de la ilustre prosapia isleña-de
Mesa, cuyos Marqueses de Torrehermosa les dedicaron su proteccióp y esti
ma. Bn su solar estuvo la ermita de San Benito Abad y de ella fueron patronos
los anteriores caballeros, cuya vieja casa solariega, que aún ftstenta el blasón
familiar, está situada enfrente. Su bello templo y sus capillas han sufrido modernamente
modificaciones, al ser cedido a los P. P. de la Congregación de Sbn
Vicente de Paúl. Sus antiguas cátedras, dotadas por el Licenciado Carmenati ,
Otro pireclaro bienhechor de este convento, dieron nomlbradía a la enseñanza to-mfsítica
y de ellas salieron aventajados y célebres varones. • •
La piedad y cristiandad de la condesa doña Marina:
Detalles fntimoe;
Mujer excesivamente piadosa y devota, como todas las de su tiempo, parece
que en el fuero íntimo de su conciencia, habiendo enviudado joven y hermosa
como era, a juagar por un retrato que Ihasta ipoco conservaiban en Sa'rtta
Cruz de Tenerife, lejanos parientes y que parece ser <iue ha pasado a eer pro-
168
piedad muy recientemente d« la familia de Salazar Ascanio en la Orotava, tuvo
sus vacilaciones y dudas, aunque a toda costa quería conservar su viudez. De aquí
que encalbezara el papel de que antes se 'ha heciho mérito, así: "Promesas en el
nombre de la SSta. trinidad mediante los meresimientos da Mi señor Jesucristo
y la ihinmacudada Consesión de María Santísima Vn. que tengo echas para que
Dios melibre de las tentasiones de los tres enemigos de mi alma y no me deje
caer en ellas y .espesialmente me libre de casarme".
Bajo las antecedentes condiciones, prometía, 12: dotaV con 4.000 pesos al
hosipital de la Villa, empleando aquel capital en viñedos o tierras de pan, sembrar.
Aclara que esa cantidad la tenía destinada a terminar la iglesia de lois
Pt^. Jesuitas de la propia villa, lo que no pudó efectuar por ihaiberse decretado
lia, expulsión de la Compañía. 2-': Una misa cantada todos los miércoles del año
ante la imagen del patriarca San José, de las monjas claras de la vill&. 39: Re
parto del diezmo o décima de todas sus rentas y del trigo en beneficio de los'po
bres o necesitados. 42: Dejar a la virgen de Nuestra Señora de Candelaria "ui
aderezo de diamantes, "que mi Difunto esposo que gose de Dios, me degó por
•ser la alaja que más estiimo" y antes si la Virgen alcanzase de su divino Hijo,
la gracia necesaria para que profesase en un convento, propósito que nunca realizó.
Por último confiesa ingenuamente que rezaba diariamente un padre nuestro
y avemaria a San Jjjan NeVomuceno para que alcanzase del Señor "el que
mire por m.i honra y No me case...". Era, pues, para esta virtuosa dama, una
verdadera pibsesión el permanecer en estado de viudez, al contrario de lo que
recomienda la Biblia. ¡Misterio* delcorazón humano!
¿ Respetaron sus herederos estos propósitos y promesas condicionales de la
difunta, ya que parece que a última hora —así consta en su obituario— no hizo
testamento? Lo ignoramos, aunque sabemos por la continuación de lii
carta del presbítero Torreíi, que fué hoirtbre de la e^ntera confianza de los Condes,
que los principales herederos de la Condesa viuda fueron sus bermanos don
Fernando Matías, presbítero, y doña Clara Beniteí de Tjugo, ésta casada con don
Alonso de Llaren'a Carra.sco, señor del mayorazgo de Peña en la isla de la Go
mera, don Ignacio de Llanera y don Domingo Valcárcel. íPapeles de Moure,
Económica de Tenerife).
Los funerales de doña Marina Leonor, benéfica y compasiva señora, providencia
de de^eredados de la fortuna, que lloraron su muerte, costaron entonce;*
más de imil pesos, cantidad exhorbitante para la época. Yi detalle curioso, el día
d« su sepelio sé repartieron a los pobres de la viilld, unos 15 pesos y 12 cuartos,
lo que no' era muy corriente. En vida y dijérase que también en muerte, supo la
ilustre extinta, llenar el doble precepto, médula y esencia del .cristianismo, d"
la Caridad, Sentimiento a quien justamente llamó San Pablo reina de todas las
virtudes y síntesis de la perfección en lo humano.
Feehaa de las defunciones en Madrid, de la
condesa doña ílorencia y de su esposo:
Aunque la "Gula de la Grandeza" de Jerónimo de Zúñiga, año de 1787, ñ- "
iguraiba doña Florencia, ya viuda, como habitando en urta casa-palacio en loa
169
Mostense^s, y su jiuera doña Miaría de la EncarnaciÓTi^Alvareí de Toledo y (Jon-
^aga, hija dé loa Duques de Femandina, Príncipes de Paterno, y otros títulos,
en »u ipalacio situado en Puerta Cerrada, falleció el 18 de mayo de 1784. Posí
Wemente viviría doña Florencia bien en la suntuosa casa que perteneció a los
Condes del Águila o en aquella otra que lo fué del Conde de Revillagigedo. De
todas maneras allí estuvo situado el famoso convento de San Nonberto, de P P.
canónigos premostratenses, cuyo convento fué derribado por los franceses.
auTtque su iglesia reconstrtiída en 1778, t<;nía una bella portada, otora inigeniosa
de don Ventura Rodríguez, y en «u solar se levantó después la plaza de me)y¡fido
de loa Mostenses. ' ^
La fecfha de la defunción de su esposo, fué el 23 de julio de 1^80, esto e»,
cuatro años antes. .
Laa pretenaion^e de Hierro y Gomera:
Serridoo de Iti familia de Bueno:
• ^ . t
Aunque lo que vamos a exponer y tratar acerca de una materia que rda^
clonada íntimamente concia lii^toria'.particular de ambas islas, se sde un poco
del marco, que, paralelamente con las noticias de la familia de los Herreras, am
tes de desplazarle sus descendientes hacia la ^adre-^patria, nos parece conveniente
no omitií, poniendo de paso de relieve el abandono e indefensión en que
se encontraiban aquella^ islas, sin querer referirnos a tiempos,bien cercanos, cora
» si mis habitantes viniesen a ser una especie de parias dentro de la comunidad
canaria, a quienes los que se tenían por hermanos mayorea pudieran pre-gruntarles
despectivamente, como Escipión Nacisa al campesino, cuyo voto so-
Mcitaiba: ¿Qué, aeaso andas con las manos?, viendo que éstas eran callosas de-libido
al cotidiano y honrado trabajo de la esteva que con frecuencia se cambiaba
por el fusil' o el chuzo, cuando la Patria lo demandara.
Nos referimos a una pretensión de todo punto razonable y equitativa, que
en «1 XVIII tuvieron aquellas islas menores, conjuntamente'con las orientales
cte navftgar los .productos naturales de cada una permitidos, a nuestra» posesiones
oe Indias, de lo que estaban injustamente excluida», víctimas del ,egoI* ,
•mo de la« favorecida®. Por lo que a la dej Hierro respecta ya henww iniciadlo
este tmna en la página 808 y siguiei^te dé sus "Noticias generales históricas"
aunque entonces la fortuna no nos habla sido propicia en el exacto conocimiento
dtí njemorial que, con aquel motivo, había devado la Isla al Consejo de Indias,
bien q'Ue inútilmente lo intentaanos, hasta que en una investigación r«ilÍT
,aada en el airclhivo procedemte del antiguo Cabildo secular de la isla de la Pal
ma, la casijalidad nos dejmTÓ no sólo el memorial del Hierro sino el de la Gomera,-
cuya lectura brindamos a nuestros lectores, insertándolos a continua^
dión. BéloB aquí: *
"Steñor: Liyisla del Hierro A.'L. R. P. dé V. M., expone: que consistiendo
•US principales' frutos en vinos, aguardtes. y frutas secas, estos no tienen la
wt{inaci6B wm&n en la provincia, porqe, sus naturales no tienen otro aiiñtrio
<H)» ^»spaáa de li« costos de navegación a las demás Islas, dros. de «ctraeción
dé lá Ma», loe d* entrada ó AlinnojarífazgOj en laa demáe, coetas de AlinuUrfil y
170
otros, s« ven en la píecisión de vemderlos a mui vajos precios a los Capit®,
Mres. de navios y demás sug«tos que trafican en la neyociaciAn -de Ynd«. Este
comercio, que aunque el presente está mui dévil, por las razones que han
expuesto a V. M. las denjás Islas, nó obstante es- el ramo útil de la utilidad
que se suele conseguir en el retomo de cacao. Las tres Islas Reáleng'as disfrutan
este alivio én virtud dé las razones qe. representaron a la Rl. Persona, que
en vista de ellas sé dignó estimarlas pr. justas, para deferir a la permisión d*.
Toras, para Caracas en conformd. del reglamto. y oAlenanza de 6 de Diciemibpe
dea¿718. Eiv la isla del Hierro y demás.'a saber, Gomera, Lanzarote y Fuerte-ventura
existen mayores motivos, como se evidencia del contexto de la íll. Provisión
del Consejo de Castilla, que en caso necesario se demuestra en el expediente
de incOTiporacjdn de esta» Islas a la Corona, qtie se trata con mucha
viveza p5 la segtiridad y defensa de aquella Provincia por la concesión de todas:
En estos términos y que el único fomento de comercio cO:n que puede animarse
y alentarse en iservicio de la Corona, e? la permisión de algunas tona
p9 el iputo. de la Guaira, porque p* los otros de permisión, aun con el eistemia
de comí libre, se expone la isla a ¡padecer algún quebranto, qxie sería muy
considerable, respecto de su pobreza y hallarse en los principios de adelantarse,
lo que no es regular .padecer en el ibuque pS la Guaira,- ¡pues en «J acíwite-cÍ7nto.
de no utilizar, íio perderá; en cuya atención ^' '
SUPca. rendidamte. a V. Mu qe. en consideración a lo expuesto y sin perjuicio
del buque concedido a las islas de Teñe., Can* y Palma, «e digne conoe-do-
le la permisión de doscientas Tons. para Caracas anualmte., o dé dos a do®
as., o'en la conformd. que fuere del Rl. agrado a V. M. pagándose a la Rl. Hai-zienda
los tiros, establecidos en dha. Ordenanza y bajo de las mismas reglas,
o excepción que en caso que si la isla no tuviere frutos para llenar el buque,
sean preferidas las islas de Gomera, Lanzarote y Fuertevcntura. Gracia q^f
espera de la clemencia de V. M, ^ ,
Madrid y'Dicieme. 7 de 1771. En virtud de poder y como vezino de la T»
la, JOSEPH MARTA DlBL PILAR BUENO, Y ESPINOSA (tibro de Provisio
raes, fol. 825 y vto.—Ayuntamiento de «Santa Cruz de la Palma).
La petición de la isla de la Gomera estaba concebida en estos términos:
"Señor: El capitán Dn. Felipe Antonio Bueno y Espinosa," Goverjiador d<>
las armas de la Ysla del Yerro, A. 'L. R. iP. de V. 'M., expone: que la «f«trida
Yflla ha representado a V. M. los wmcJios, atíaisos que padece por loíi ningtnioa-arbitrios
que tiene para poder beneficiar los frutos que prodyice, pues el au-*
mentó común que pudiera tener lo lucran íos_ Capitanes, Maestres y demá« per
«mas de las tres Yislas que posehen «olémente el Comercio d* Yndias, el ea.-
plicante se halla también ácendado en la i»la de la Gomera, que ipor correr ei.
ella el mismo eistema, que en la del HSerro, no pueden girar »us'veclno« los
frutos con el orecirnto. devido, además de esto los naturales de amibas Mae su»-
fren ca«i una es>pecie de servidumbre ipara el logro de «trasportes, Waje y al»
gún buque ¡para la América, porque si es persoma de algún h a l ^ , le cuesta
miuy caro el Flete y Ibuque, que regularanente én»pjefian sus haci^ftdiaa por no
tener la cualidad de cargador, y «i es pobre el servicio de quátro, eeis o ócho^
«Sos a loe» «rajetos <pi« naveg-an ipw» que lo» lleven de criadt», y poco mero»
^ 171
acontece al reigreso de la An)érica para Islas, de forma que padecen ]as dios
Islas unos atraso.s muy considerables al paso que existen en ellas las mismas
razones y aun mayores que ¡mobieron a la Rl. Clemencia para la permisión de'
comercio a la América, pues en todos tiempos sus naturales se han defendido
con viffor de las invasiones de los enemigos de la Corona: las dos Islas se
hallan muy conti^as con suficientes frutos para llenar el buque que se pre-t
«T\de, y con buenos Puertos para el seguro de los vageles que puedam mave-gar,
en cuya atención reproduciendo lo representado por la isla del Yerro
Suplica rendidamente a V. M. que en consideración a lo expuesto, se digne
mandar se una este Memorial al presentado por la Ma del Yerro, y en vista
de ellos, conceder la permisión de toneladas para Caracas a aigabas Islas en It.
conformidad propuesta por la del Hierro, o fuere del Rl. a ^ a d o de V. M. para
él alivio del suplicante, y demás vezinos de ellas: que así lo espera,de la bfe
nipiidlad y clemencia de V. M. Madrid. Diziembre 27 de 1771, en virtud de Pó-d
«r, JPH. MARÍA DEL PILAR BUENO." .
Copia de los anteriores memoriales fueron enviados desde Madrid para
informe, el 29 de mayo de 1772; tal es la parsimonia con que se procedía en
el Consejo de Indias, posibleínente debido a influencias contrarias. (Ibidem).
Como se desprende de los anteriores memoriales, la familia de Bueno fué.
durante caisi todo el siglo XVIII, la providencia, defensa y anuparo de los intereses
morales y materiales de ambas isla« ífomera y herrefia, honroso papel
que pocas veces suipieron desempeñar ni atribuirse los misimos Condes, ni taín
poco faimilias dé ilustre abolengo como los Manriques en la Gomera y los ESsf
pinosas en el Hierro, todas ellas de anteícedentes más remotos, si cabe,^que e8^
tos Buenos piadosos y patriotas, amantes del süelo^nativo, que subordinaron
sus propios interese» particulares a los generales de sus islas nativas, adelantándose
a su tiempo y a su generación, estancada en el apocamiento y" la apatía.
Don Felipe Bueno era el mayorazgo d* su Casa, cuyos bienes se repartlam
en amlbais islas, y don José María, su hermano menor, fué activo defensor de
la« libertades bien entendidas de su pueblo. Ambos caballerosos y buenos cris-
.tlanos, fueron arrebatados tempranamente a la vida; bajaron a la tumba en
medio del respeto y consideración de sus paisanos. Había nacido dort Felipe
en San Sebastián de la Gomera. Complácese el cronista en rendir la expresión
agradecida de sus respetos a la me^ioria de estos patricios, espejo de virtudes
cívicas y privada», pocas veces imitadas por generaciones sucesivas contemporáneas,
en tales islas hermanas.
De los memoriales dé Gomera y Hierro se trató eni los Cabildos de las islas
realengas, que fatalmente informaron en contra de aquella razonable pe-ticidn,
por considerarla i>erjudicial a sus intereses. Véase a continuación lo
que em oesió^ de 22 de noviembre de 1773, se trató en el Cabildo palmero, presidido
accidentalmente por el diputado del común, don José de Valcárcel y Lut
o , por impedimento del oidor don Antonio de Villanueva Pacheco, que a la
sasón intervenía diéha Cóiijwracióñ municipal.
Aparece, informando elVifcdico y procurador mayor, don Aiwbrosio Staf
ford, que hace una hreve reseña de nuestro comercio con América desd» los
tieropo» de Carlos V hasta que. en 1611, comenzó a limitarlo Fdipe IJI; qaa
172
entonces» había exceso de productos para nuestras Indias, "de qe. nase el rigor
de los Capitanes de los navios p9 «on los cargadores y demás tripulación y la
Ynposi'bilidad de estos veas, cosecheros en poder tolerar el cresido Costo da
las labores de sus frutas, quando antes con solo el útil de estos pr. dho. comerí-cio
se puso en pie esta Isla para la mayor defensa de los enemigos, lo q. !pr. esto
y su conservn., aia suplido el Soberano cosa alguna, en su real pasienda". EJn
otro párrafo exponía que después de de<>lararse libre el comercio de América,
la Palma había cesado en el disfrute de los puertos menores por la abundanr
cia de productos introducidos en ellos "y si a la devilidad con qe. al prestemite
ee halla el.de caracas se aumentara Ja pretensión del Hierro y Gomera, qü»-
dari ygualmcmle destruido de todo comercio. Es e^ta Isla la más Pobre de la»
tres principales y pr. ello es qtie deve prestar todo cuidado a fin de evitar mx
na. ruina pr. la pretensión presente"; que la Palma se sostenía entonce» úiid-icament
© de sus telares y que para surtirse estos «e traía la seda de la GoK
m«ra, que era el género que allí abundaba y no el vino, conslguieindo exjrartar
tal artículo en rama, aunque el reglamento de 171® lo prohibía "nos fuera muy
Perjudicial, pr. no poder lesta Isla proveer de sedas respective el coiwujno de
sus telares y a toda^ las d*más pr. qe. carecieran de los' tafetanes- de qe. se
«urten y. ae bierajj: en el enpeño de traerlos de reino» estraños". Otra» razones
iiuvocaba, algumu^ sofísticas, como' aquella de qile para 'el exportar el Hierro
«18 agxiaiídientes había que hacerlo saber aiwes al Señor de la Isla, "pr. si est
lo quisiere, de lo qe. se colixe qe. dha.' pretencion coiy la circunstancia de qe. su
señor, solo fuera por el Señor y no por sus vasallos...", concepto equivocado,
pues tanto los gomeros como los herreños gozaban de idénticos derecho® de
ciudadanía y franqueza qué los vecinos de las islas realengas, con la única condición
de que no depesndían directamente de la Corona, en i»arte de ciiyos derechos
se subrogaban los Condes en lo relativo al cabro de quinto» o derechos
aduaneros dominicales y la valiosa facultad de poner en ellas eos justicias o
autoridades, fuera de lo ouaJ en cualquier cuestión de tipo judicial civil, tenían
qué someterse ante aquéllas, como «iiniple» particulares, en la primera
instancia. Ya hemos visto que tatito sus Cabildo» como los particulares litiga
ron sus derechos ante los tribunales de justicia, en contra de »ue propioK Se
ñore» jurisdiccionales. De todas manera», vplvierdo id uniforme,: la Ciu<lad o
ayuntamiento de acuerdo con el alegato de su procurador mayor y síndico, todo
en una pieza, acordó oponerse a la solicitud de herreños y gomerob, rem'
tiendo copia de esta acta al Juez superintendente de Indias (4).
Fracasó rotundamente el empeña de ^ojnerda y herreños, ahupado» en
a<|ac^a ocasión, por sus patriota» patricios. Por nuestra parte, no no« cal»
hacer mayores comentarios. Pudieran tomarse en distinto «entido, porque ha»
bituadoB como estamos a que la crítica envuelva ataques de algún- género pe»
caiminóso, o, por el contrario, a aue se trueque én golpea sah'umados de lisonjero
incienso, por más que,ahora se cinérea los dictadoe de la convicción, pareceria
(4) En lo primitivo todas las islas tenían derecho a comerciar con Indias
j?!.t?.^?5^i'^i^*} ' * * ' ^ de 28 de «eptiembre de 1534, ratíficada en la de 11 dte
dlclOTitore del Tnismo año. Las naves a su retomo tenía» q»e rendir viaje en ei
puerto d« Seviü»» ^ v
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<Í« aeguro mteresaáo, cuaiMÍo no indiscreto. Pero si hemos de atenernos a la
letra^escrita, "en algunas actas capitulares antiguas, la Palma que entonces se
opuso a lá ¡pretensión conjunta de Gomera y 'Hierro, también fee lamentaba en
ocasioiles de egoísmos interinsulares que redundaban en su daño, e«to es, de la
misma Palma. .
Con lo anterior, ponemos, por ahora punto final al propdsjto que no« guió
al decidimos a añadir estas ampliaciones y rectificaciopes a nuestro anterior
volumen sobre los Condes de la Gomera, confoi^ne quedó declarado en •! prólogo
de esta Mopografía, ipero como no se trata de una simple genealogía, co-m<
i ¡parece desprenderse de aquel tttulo, sino también de los anales de Gomera
y Hierro, aquellos que tengan el propósito de escribir la historia particular sobre
todo de la primera de las citadas ifilasi, quizá encuentren én estos relatos
algún material que escogrer y aprovechar, entre el mucho' inútil, acaso, que
aquí Wmos acumulado, en nuestro deseo de que nada se piorda para la historia
áe tan caras islas. Un apéndice, que puiblicaremos a continuación, completará,
relativamento, este modesto trabajo nuestro^
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Daclo V. DARÍAS Y PADRÓN
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