LOS CONDES DE LA OOMERA
(AMPLIACIONES T RECTIFICACIONES)
ADVERTENCIA
Desde que dimos a la puiMiddad el trabajo que lleva el presente título gené-rj'eo,
tuvimos el propósito de publicar a continuaición un Apéndice que le hirviera
die complemento, dal^do a conocer otras noticiáis y documentos que de haberles
llevado entonces al texto principal, le hubiera sobrecargfadió, haciendo del
•misano una lectura pesada y poco amena para el lector, sobre todo para el profano
en materias de este earácter, aunque tengan bastante de vulgarizadoras.
. Diversas ocupaciones nuestras han impedido hasta ahora que lleváramos a
la práctica esta aspiración, aunque hemos aprovechado el tiempo para introducir
en esta segunda parte, algunas aclaraciones al* indicado texto, resoiltado todlas
ellas de posteriores investigaciones, ya que por algo el historiador, si quiere Henar
con honradez su papel, tiene que rectificarse a cada momento, ante nuevas
comprobaciones documentales, por mucho cuidado que ponga tanto en la exége-sis
de los procedimientos ideográficos como en los teleológicos, para que tales interpretaciones,
la de los hechos históricos, tengan un valor siquiera mediaTia-mente
científico, el que nos fuera dable lograr en esta rama de conocimientos
humanos.
Ya sabemos, ni. tenemos esa pretensión, que no hemos llegado en el estudio
algo minucioso de estos proceres isleños, a resultados definitivos, pero al menos,
.••i se nos consiente exponer esto, quizá hayamos contribuido con alguna aportación
nueva, que añadir a las muchas de otros autores clásicos de mayor prestigio,
que anteriormente han abordado este tema de los antiguos señores territoriales
de las islas de Gomera y Hierro, ya extinguidos y cancelados en §1 tiempo,
legítimos vastagos agnados de aquel Diego García de Herrera, conquistador que,
como no se ignora, consolidó en las islas menores occidentales de nuestro Archipiélago,
la obra de ganarlas para Oastilla, que inició el Barón normando, afortunado
émulo, mediante no muy leales Artes, de su compañero en la empresa,
Gadifer de la Salle.
Nos conformamos con nuestro intento, que ofrendamos a la historia particular
de las citadas islas, a reserva die que otros con mejor acierto y suficiencia,
amplíen y coimipleten esta monografía en lo venidero,, lo que no nos dolería.
270
Aq^ARACIONES AL CAPITULO L
La tutoría de don Guillen y su hermana:
• ' \
La tutoría de los entonces menoires don Guillen Peraza de Ayaila y su hermana
doña Inés de Herrera, fué concedida a favor de don Alongó de Lugo, por
real cédula de 16 de febrero de 1502. Pero como esta tutoría tenía que darla el
Gobernador de Canaria, el presunto tutor otorgó poder ante Vallejo en él lugar
de Santa Cruz, para que en su nombre recibiera el expresado encargo, Bartolomé
Ramírez, de maños del Gobernador de Canaria, Antonio de Torres. Tal poder
parece ser que no tuvo efecto, porque pocos días después, el 30 de junio del citado
año, Lugo da nuevo poder en esta ciudad de la Laguna, ante el mismo es-rribanó,
al procurador Francisco Jimémez, para que se personase en Jüanaria a
efectuarlo, pues parece que el futuro Adelantado no podía por entonces trasladarse
a la vecina isla, por tener que hacer viaje -aja Corte.
Primer testamento del conde don Guillen Peraza:
Haat» habe pocos años, en lo que descubrió un joven estudiante de Filosofía
y Leitras, don Enrique Marco Dorta, en el archivo de protocolos de Sevilla, había
permanecido completamente' ignorado un testamento que el conde don Guillen
Peraza ha'bía otorgado en la citada capital andaluza, d 24 de maraó de 1531,
ante Antón Ruiz de Porras, protocolo y oficio tercero, libro 19, foJio» 201 al 205.
Dicho instrumento es interesante desde un punto de vista sobretodo familiar;
pues fija y aclarj, a través de declaración solemne del interesado, un punto
hasta ahora dudoso. Nos referimos a la verdadera primogenitura de los Condes
' sucesores, que hasta ahora había permanecido—^lo estuvo d'esde el siglo XVII— '
confusa, tanto que cuando un siglo más tarde trató de esclarecerse, ya se habían
borrado los antecedentes que hubieran podido revelarla con exactitud y certeza.
- He aquí los principales detalles del expresado testamento, el cual naturalmente
quedó anulado por el segundo que eíl testador otorgó en esta ciudad lagu-
Designa por sus legítimos y universales herederos a sus hijos don Luis Pe-
' f a z a de Ayala, don Gaspar, don Baltazar, don Melchor,' don Pedro, don Sebais-tján,
don Diego y doña Leonor, "mis fijos legítimos e fijos legítimos de la dicha
doña Miaría de Castilla, mi muger, los quales ayan cada ;uno de ellos'de mis
bienes .quatrocientos ducados de oro, el qual dicho don luys, mi fije* mayor,
mando que cumpla con los otros sus hermanos, mis fijos". Declara heredro de su
mayorazgo de las islas de la Gomera y el ,H|¡erro, a isu hijo don Luis y su legítima
descendencia, «égún las reglas que entonces regulaban esta materia, pues
parece ihaberlo instituido anite_ Fernando de Frías, escribano rea]. Tal mayorazgo
de haber existido, como •seevidencia en este documento, es muy ixrobable fuera
^ihulado por defectos' legales o redamabión de perjudicados, pues no quedó el
iieñor rastro de su vigencia en su* sucesores, tanto ique las primeras vincula-cíoneis
de la Casa condlaj, que desde luego no comprendieron ya todas las islas
271
del primitivo señorío, por haberse fraccionado entre parientes^ son a partir del
XVII, coimo queda consignado en la priijiera parte.
Aparte hace los legados que a continuación se reseñan, a saber: "e mandio
a ibeatriz férnandes, fija de gonzalo ferntndes e de irrufiria de tapia, vecina de
la ysla de la palma, cien ducados de oro, porque rruegue a idiois por mi anima e
j)or los cargos en qiie le soy". Ajqui el testador reconoce su anterior mal proceder
con la legataria, por haberla hecho madre dte varios hijos, haciéndola víc-
, tima acaso de fementidas promesias <ie reparación caJballerosa, que luego se imposibilitó
xie cumplir; "e mando a doña Ana e doña Beatriz e a doña caftalina,
mis fijas que yo ove seyendo soltero, en beatriz fernandéz, vecina de la isla de
ia pailma, que están con la dicha condesa mi muger, a cada una de ellas, trezien-tas
ducados de oro, que son por todas nuevécientos ducados, para el estado que
cadia una de ellas quisiere tomar"; "e mando a doña y,nés, mi hija, que yo ove
-intes que me casase en catalina ynfante, vecina de la ysla del Hierro, que tiene
la condesa mi muger, «tros trezientos ducados de oro para ayuda al estado que
c,uiisiere tomar"; "e mando a doña elvira, mi fija, que yo ove siendo caseido, que
está en poder de una persona dé 'la cibdad de granada, dozientos ducados de oro
•vara ayuda a el estado que quisiere toVniar"; "e mando a don diego guill&n, ¡mi
íijo, que yo ove en la dicha María rramircz, cien ducados de oro e mando» á dion
ftrnandlo, mi fijo natural, hermano de las dichas doña María y doña Catalina y"
doña leonor, que yo ove antes de ser casado, cien ducados de oro".
Tambi-én lega aunque con carácter condicional, a voluntad de sus albaCeas,
otros cien ducados a una niña que parió en 1517, la, nombrada Catalina Infante,
"aunque yo no he estado satisfecho que la niña era mía..."
No menciona entre su prole ilegítima a su hijo don Nicolás de Santiago o
Peraza de Ayala, habido en la isla del Hierro en Justa Alonso de Magdaleno,
lo que siempre tuvo en mucha afrenta, según tradición que aún permanece en
dtoha isla, mientras vivió, su hidalgo padre, el viejo castellano y poblador de la
isla, Alonso de Magdaleno, que tenía muy presente aquello de que al Rey se
ctelbe la vida, mas no el honor inherente al sano sentimiento de casta. Indudablemente
no había nacido don Nk-olás, que debió haber venido al m'Undo hacia 1544,
porque en 12 de marzo de 1574 aparece declarando en Canarias, como encartado,
ante el Visitador de aquella Inquisición, Bravo de Zayas. Tenía entonces de
S2 a 33 años y por estar enfermo, moraba en casa de un tal Peralta. La varonía
de este hidalgo, que desde entonces usaba' Don, cuando a linajudos sujetos de su
tiempo no se les consentía anteponer tal partícula, por oponerse a ello las pragmáticas
reales, se prolongó en la Gomera hasta el siglo XVIII, y en el Hierro,
por hembra, hasta el presente. Y por lo que hace a doña Ana, la mayor de las
hijas habidais en Beatriz Fernández Tapia, casó en la Gomera con el capitán
Diego Prieito Melién ,regidor y gobernador en la expresada. Una' hija de. este
matrimonia, doña Isabel de Bobadilla, fué esposa de Martín Manrique, tronco
en la Gtxmera de los Manriques de Lara, que pertenecían al mismo linaje y
apellido que se ilustra en Gran Canaria, con mejor notoriedad, por tratarse de
un teatro dje maywres ocasiones áf distinción y relieve, nunca por unáa eselaí-'
recida ascendencia, propia áe la nobleza heredada. Esa nadie podía entonces dar^
la ni quitarla, porque el Rey podi« facer caballero, mas no iidalgo. La pobneza
272
no se avino nunca con 'la distinguida condición de caballero, pero sí con la de
liidalgo. HIe aquí la diferencia entre caballero e hidalgo, de donde salió una copla
popular, que lo sancionaba:
Vuestro don, «eñor Hidlalgo,
No es el dbn del algodón.
Porque para tener don
HIaoe falta tener algo.
E« aquella fecha de distinciones sociales jerarquizadas por el abolengo^ nin-í.
i'in hidalgo pobre, osaba llamarse caballero, porque se cubría del mayor de'los
ruííotiños, pero sí podía ponderar lo esclarecido de su ascendencia. En una pala-bra,~
todo caballero era noble, pero todos los nobles no eran caballeros, habRati)-
do —claro está— en un sentido puramente nobiliario.
Alfonso el Sabio, definió, perfectamente esita diferencia en su ley de Parti-cas:
"FidaügTiía es nobleza que viene a los ornes por linage". Caballero es el que
)ia sido armado tal "por mano de ame que caballero sea".
Confiesa que en Granada tuvo hijos con Mería Ramírez, más arriba citados,
hija de Fernán Sánchez de Arenas, en la collación de San Pedro el Viejo. Hace
«HÜsiones al testamento, hoy desconocido, de su madre doña Beatriz, y declara
ser deudor a su futuro yerno, Diego Prieto Melián, vecino de la Gomera, de mil
ducados de oro, y q ' " poseía un ingenio de azúcar en Vall« Gran Rey.»
En caso de que ocurriera su deceso en Sevilla, manda enterrarse bien en el
monasterio de Santiago de la Espada, o en el de la Concepción de Nuestra Señora
en la collación de San Juan, pero que si falleciere en la Gomera o en el Hie-iro,
se efectuase su sepelio en la iglesia mayor o parroquia de ellas, con cará<c-
J e r provisionail, hasta que se fabricara en la primera de las citadas islas, el convento
bien franciscano, dominico o agustino que tenía meditado.
Ratifica la fundación del convento, a cambio de que los frailes estuviesen
obligados a úecir y rezar perpetuamente "cada día" misas rezadas, una en honor
de Nuestra Señora de la Concepción y otra a la del apóstol Santiago. Instituye
en la isla del Hierro una capellanía de misas rezadas mensuales en la ermita
de Santa Catalina, y que al capellán se le diese para morada suya la casa
<iue allí tenía, demás de 40 ducados de OTO de renta, sobre buenas posesiones en
Gomera y Hierro, un cáliz y paz de plata, unos ornamentos! de seda rasa, un misal
y otros recados de altar, renta de unos 5 ducados para ara, hostias, etc. Sería
patrón de esta institución piadosa, el heredero de su señiorío y título.
Tal es a grandes rasgos expuesto, sin entrar en otras consideraciones que
lodrían sugerirse, lo esencial del testamento escuetamente comentado, donde
fiUeda^al descubierto la psicología de don Guillen con todas sus virtudes y defectos,
propios de su tiemipo, su desenfado moral, sus rasgos de generosidad muy
cercanos a lo pródigo, SMS mismos remordimientos y el anior a los de su casta y
.iívngre, aunque salve las naturales diferencias entre su prole legítima y la bastarda,
hija de sus flaquezas y pasiones, que quizá en expiadón de sus faltas,
producidas por sus muchos devaneos galantes, trata de compensar con fundaciones
y mandas piadosas, que le sirvieran de salvo conducto ett ultratumba. Aun-
278
c(ue no sobrado de haberes, dado lo exig'uas que eran entonces las rentas de sus
señoríos, agravadas por sus deudas y gastos de pleitos en Granada, su título de
Conde, el primero que hubo en Islas ,y lo ilustro do su antigua prosapia, de seguro
constituyéronle en Canarias como el más autorizado de sus personajes. No
en vano era legítimo nieto de los últimos Señores, bien que nominales, de las islas
de 'Canaria, como entonces se llamaba a nuestro Archipiélago afortunado. La
ouerte adversa y sus disgustos familiares arrancáronle de su pedesital isleño;
cruzó por última vez el Atlántico, alejándose melancólicamente de su Itaca ca-raria';
situóse en la villa de Madrid para seguir de corea sus contiendas judiciales
civiles, contra sus propios cercanos deudos; allá vivió pobre y oscurecido,
según todas las probabilidades, y allá terminó su vejez sin el consuelo filial
de los suyos, lleno de sombríos remordimientos. Ellos bordaron su desconocida
tumba.
Provisiones y datas otorgadas por don Guillen:
Por olvidó invoiluntario dejamos de consignar en la primera parte ya publi-
-ada, algunas de las disposiciones o determinaciones de este Conde, en relación
con sus señoríos, sobre todo en lo que hace referencia a las mercedes de datas
que prodigó en sus islas. Veámoslas:-
Data del valle de Echereda, en la isla de la Gomera, a favor de Juan Díaz,
ron fecha 13 de noviembre de 1519. Comprendía desde el barranco de la villa de
San Sebastián, hasta su parte de arriba en la cruz de la cumbre de Hermigua.
Provisión del Conde, su fecha 11 de septiembre de 1532 (?), sobre la dehesa
de la Gomera, que debió estar en la jurisdicción de Chipude, y que parece
había sido concedida antes en "arriendo a Juan Osorio y a Cristóbal Moreno,
quienes habían producido queja al Conde. En esta provisión condal, se prohibe
la entrada de ganados en dicha dehesa y hacer^iembras en ella, sin licencia de
los antes expresados. Al efecto establece la siguiente tarifa de multas a los contraventores:
900 mrs. a los introductores de bestias caballares o asnales, de lo
cual la tercera parte se dedicarían a las obras del señor Santiago, ermita que
dlebió estar entonces fabricándose, otro tercio al juez real y el último, a los expresados
Osorio y Moreno. La cabeza de res vacuna, tendría un real de pena;
la cítballar, uno id'em; cabeza de asno tanto domesticado como salvaje, medio
real; cabeza de puerco, lo mismo; y la cabeza ovejuna o cabruna, 10 mrs. Asimismo
en esta ordenanza se prohibía la siembra o poner colmenas en la dehesa,
bin licencia de los usufructuarios, bajo pena de 2.000 mr?. distribuidos por terceras
partes en la forma indicada más arriba.
Con fecha 12 de julio de 1533 hace donación doní Guillen a favor de Mateo
Calero y a sus heredros y sucesores, del valle de Joel, en la misma isla, que
linda con el lomo cke Tagumeche ^ las cuevas de Tegeguáne. Sobre este valle
hubo después pleito entre Calero y Antonio de la Peña Zamora.
Con la de 28 de mayo de 1539, libra el Conde provisión a la isla del Hierro,
nombrando en ella Juez de Apelaciones a Gutierre de Santibáñez y le da comi-sián
para que residencie a Juan Hice,
274-
Hace merced, su fecha 29 de enero de 1542, a Pedro Gutiérrez, vecino de
Garachico, para que pudiere cargar en la isla del Hierro, toda la madera de pino
y sabina que quisiese.
Al mismo Pedro Gutiérrez le expide en esta ciudad de La Laguna^ con feí-cha
2 de ag-osto de 15..., nombramiento de Alcalde mayor de la isla del Hierro.
Estando en Sevilla don Guillen por el año de 1550 concedió datas en la Gomera
en beneficio de particulares y/entidades. En 20 de enero del expresado establece
un canon en favor de la ermita de San Salvador, de Alajeró, que podía
hacer efectivo el mayordomo de diciho santuario, Luis Sánchez Moreno. Consistía
en un 6% del valor de la cantería blanca que se extrajera entre "Valle Gran
Rey y Chipude, salvo que fuera para la construcción de monasterios, iglesias
y ermitas de la isla. El mismo Conde puso a continuación de esta especie de pri-vileg'io:
"Esto por quanto sacáis cantería para el Sr. Sn. francisco de los Reyes
y no a de estar detenido a lo dho. el conde de la Gomera". Se ve, pues, por esta
merced, que en este año estaban fabricando en San Sebastián el convento franciscano.
Data de cien fanegas de tierra en la isla del Hierro, a favor de Henrique
Fonte, vecino de Tenerife. Su íeoha^ 28 de enero de 1561.
A favor del anterior Luis Sánchez Moreno?, nombrado regidor de la Goi-mera
en San Sebastián, el 17 de septiembre de 1557, hizo el Conde varias datas
de tierras de sequero «n el término de Alajeró, el 20 de abril de 1539, parai el
llano de Mahón, otra el 6 de agosto de 1542," idem en el llano de Tabaibe, también
de la jurisdicción de Alajeró, el 28 de junio de 1540.
Constan otras mercedes de datas concedidas por don Guillen sobre tierras
en la Gomera a favor de Alonso Domínguez en la cabeziada de Aregalane, 16
de septiembre de 1543; otra a favor de Guillen Peraza, "mi primo", y a Francisco
Muñoz, en Sebastián de la Gomera, el 18 de diciembre de 1519, etc.
Estando en Madrid, el 27 de abril do 1572 o 62, hizo merced de capitán ge-reral
y depositario general en,la isla de la Gomer?i, "con el Primeiro Boto en
cavildo de la dha. mi isla de la Gom9", a Martín Manrique, que es salbiJo estaba
casado con s.u nieta doña Isabel de Bobadilla, hija de doña Ana de Ayala y
del capitán Diego Prieto Melián, regidor- y gobernador que fué de dicha isla.
(Pleito'sobre uso deil título de Conde de la Gomera, signatura 1923. Arcll. Histó-"
rico nacional.)
Constan en el archivo del diligente y laborioso Cronista de ]a Gomera, don
Luis Fernández Pérez, otras datas relativas a antepasados suyos:
Tiene la primera fecha 22 de octubre de 1618, haciendomerced a favor de
Pedro Paxe, su vasallo, de un pedazo de tierras y aguas en el término de Ohipu-o'e,
dondie dicen el valle de Guarcho.
Otra, expedida al parecer de puño y letra del conde don Guillen a favor de
Andrés .de Jerez, su vasallo, de unas tierras en el citado término de Chipude y
valle de Budiene, dándole por linderos en la parte de abajo, el camino que va de
i; dicho término para el VaiUehermoso; por arriba, el lomo que va a dar a M'a-yurto,
lomo arriba y montaña de Amaguca, yendo al camino de la laguna grande,
volviendo hacia el camino de arriba, que se dirige a la montaña de Chenere-pire,
al bailaderp o montaña de Garajonay, cawidno que sale a la montaña de
275
Tamargache, etc.^ nombres que consignamos por tratarse de toponimia antigua
gomera. Su fecha la de 20 de agosto de 1540.
ACLARACIONES AL CAPITULO II
El primogénito de don Guillen:
No nos duele rectificar, ya que el propósito honrado del historiador es perseguir
la verdad y servirla con austeridad, respecto de que el primogénito diel
conde don Guillen Peraza no fué don Gaspar de Castilla, como parecía deducir-be
del segundo testamento de aquél, en el cual se quejaba de que este hijo rebelde
le había arrebatado la- jurisdicción señorial en la Gomera. Lo fué su heredero
en el título, don Luis Perawi de Ayala, como expresamente lo declara su
padre en el hasta ahora ignorado y consabido testamento otorgado en Sevilla.
•Cuando falleció este don Gaspar, se encontarba su padre en Madrid y por
entonces dio poder al famoso Alonso de Espinosa, gobernador que fué de la Gomera
y después perpetuo del Hierro, el 3 de agosto de 1571—otros dicen en
1551—para que recibiese la herencia que haliía dejado el don Gaspar.
Fallecimiento de don Luis Peraza, primogénito:
Este don Luis falleció en Sevilla el 19 de junio de 1591 y otros ponen como
fecha de su voluntad testamentaria la de 18 de mayo del mismo año.
7Í1 conde don Antonio Peraza y Rojas. El convento franciscano gomero:
Antes de emlbarcar en la Armada "Invencible" consta que' este don Antonio,
titulándose Señor de la Gomera, y llamándose don Antonio de Castilla Ayala y
Rojas, figura como testigo en una escritura otorgada el 19 de abril de 1588 en
tu villa de San Sebastián de la Gomera, ante Miguel Blanco del Corral, entre
el convento franciscano de Los Reyes y el regidor de aquella isla, Gonzalo de la
Peña. En este instrumento público los frailes franciscanos otorgaron a favor del
citado regidor la redención de un tributo de 280 doblas, reservando otras 20 de
principal, sobre bienes que al Peña había legado María de Arce, según testamento
hecho el 11 de marzo de 1582, ante Diego Hernández Baca, con expresa
reserva de aquellos tributos destinados a terminar la iglesia del convento, cuya
fábrica se quería entonces apresurar.
El rédito de las 20 dobla® se dedicaba a pagar la limosna de misas en •sufragio
del alma de la testadora. Figuraron como ve^ndedores los Padres Pr. Bartolomé
Casanova, provincial; Fr. Benito de San Francisco, guardián del convento;
Fr. Manuel de Santa María, predicador; Fr. Nicolás de la Coticepcién,
Fr. Francisco Romano y Fr. Luis Forte, presbíteros y conventuales, además de
Luis Díaz de Madrid, síndico a la sazón del convento y teniente de Gobernador
de la Isla. Todos estas datos nos consienten primero dar a conocer la relativa
importancia de la- comunidad que en dicha época tenía el convento de francisca-
276
nos en la Gomera, y la época aproximada en que se estaba terminando la obra
en fábrica de su iglesia. (Papeles «onvento franciscano, Gomera, Arch. Histórico
Nacional^)
La armada holandesa; detalles:
Cuando en cumplimeinto de órdenes del Consejo de Castilla, la Audiencia de
Canaria, en provisión de 8 de julio de 1775, mandó establecer un Registro de
Hipotecas en la Gomera, como tamibién se dispuso lo propio para la isla del Hierro,
se insertó en dicho mandamiento judicial un escrito en el que se exponía
que en 1599, la escuadra holandesa "desembarcando sus tropas entró a saco la
Villa y pueblos principales inmediatos, no reservando cuantos papeles pudieron
haber que no se llevasen, de modo que de todos los instrumtos.., memorias, testamentos
y demás de la población de aquella Isla, hasta aquel tiempo celebrados,
, no quedó Documente, pr. donde pudiera reconocerse a los obligados a la satisfa-ción..."
Por lo expuesto, el ataque de los holandeses a la isla de la Gomera, produjo
gn'andes daños y estragos, destruyendo sus archivos principales, que radicaban
en su villa-capital. (Papeles y Arch. Histórico Nacional citados.)
Don Pedro Juárez de Castilla:
Tami>oco fué el benjamín de los hijos legítimos de don Guillen, sino don
EWego, lo que explica el apego que al parecer su padre le tuvo siempre, como
más sumiso a la autoridad paterna.
La esposa de don Pedro, llamada como sabemos, doña Leonor de Castilla y
lu prima, era hija de otro don Pedí*© Suárez de Castilla, probablemente poseedor
ded mayorazgo de su linaje en Sevilla, y de doña Urraca de Guzmán. Testó doña'
Leonor en Sevilla el 18 de noviembre de 1594 y en esta su última voluntad hace,
precisamente refe;fencia a los cargos o empleos de su marido. ^
La expedición de Hernando de Soto:
L^ amplia bahía de San Sebastián de la Gomera vio más de una vez fondeada
en S.US aguas las carabelas de Colón y las naos de los conquistadores y pobladores
del Nuevo Mundo. Una de las más puras glorias de la España conquis-todra
y civilizadora, caballero cristiano sin tacha y culto, gran figura en las epopeyas
indianas, digno, por tanto, de mejor final del que la suerte le deparó, conquistador
del Perú a las órdenes de Pizarro, donde se señaló, además, como defensor
del desgraciado Inca Atahualpa, nombrado,más tarde Gobernador de Cuba
y adelantado de la Horida, Hernando de Soto, en suma, tocó en el puerto de
San Sebastián de la Gomera, un -señalado día de Pascua, 21 de abrU de 1538, en
viaje para Amé|áca. Don Guillen Peraza tuvo el honor de concederle hospedaje
en su s«ñorial morada, lo mismo que a la esposa del ilustre conquistador y pariente
suya, doña Isabel de Bobadilla, proporcionándole motivo para que el magnífico
cronista Garcilaso de la Vega perpetuara el nombre del Conde de la Gomera
en la "Historia de,la íliorlda", escrita por la pluma florida y amena del'
citado Garcilaso. ,
27t
Venía con Soto en unión de la armada de México, compuesta de 20 naos
grandes y a bordo de la capitana, el "San Cristóbal", todas las que iban bajel
su mando hasta Cuba, La armada suya, preparada para la conquista de la Florida,
componíase de 10 unidades de menor tonelaje, con 950 hombres de guerra,
8 sacerdotes seculares y 4 frailes, sin contar la marinería.
\ El conde don Guillen obsequió a la escuadra y le proporcionó víveres, combustible
y agua. Y a tanto llevó su fineza con el adelantado Soto, que consintió
que fuera con su prima doña Isa¡bel de Bobadilla, una hija natural suya, de celebrada
hermosura, llamada doña Leonor de Ayala, que casó después con Ñuño
Tovar, teniente de Gobernador del mismo Soto, lo que éste tuvo tan a mal, no
sabemos parque razones, que lo destituyó. Zarpó la escuadra de la Gomera tres
oías más tarde, con rumibo al Nuevo Mundo. La armada de México iba a cargo
de Gonzalo de Salazar, subordinado a Soto, y mandaban distintas carabelas,'
naos y bergantines de este convoy marítimo, entre otros, el citado Tovar, Andrés
de Vasconcelos, Alonso Ronco, Diego García, Pedro Calderín, el maestre de
campo Luis de Moscoso, Arias Tinoco y otros marinos de reputación.
El adelantado Soto no volvería a ver la Madre-patria y en las orilla» del
Missisipí, cuyas aguas le sirvieron de sepulcro, finó su vida, agotada por los
sufrimientos y las penalidades de aquella atrevida expedición, qne^ duró cuatro
años, en que tee ensancharon los conocimientos geog^ráficos de aquellas intrincadas
y antes inexploradas regiones.
Don Baltazar de Castilla:
Al tratar de este personaje en el texto oftitimos noticias que ahora juzgamos
de interés consignar, ya que en el Perú tuvo un papel destacado entre
aquellos conquistadores y en el torbellino dramático de sus sangrientas facciones,
que terminó por exterminarle.
Parece que este don Baltazar, que no «abemos si fué gomero o sevillano, era
adicto al marqués don Francisco Pizarro, pero cuando este conquistador fué asc-
£>inado en Lima el 26 de junio de 1541, por la facción del joven Diego de Almagro,
que así vengó la muerte de su padre de igual nombre, se unió a los alma-gristas,
sobre todo cuando este Almagro hijo le dio satisfacción por haber matado
también a García de Alvarado, su amigo. Poco después don Baltazar medió
en los conatos de un avenimiento que se intenta entre don Cristóbal Vaca
de Castro, emisario de Carlos V con plenas poderes para terminar las contiendas
entre aquellos conquistadores, y el rebelde Almagro. En la batalla del valle
de Chupas, ocurrida el 16 de septiembre de 1542 entre Vaca de Castro y los
almagnristas, que fueron vencidos, don Baltazar figuraba entre la caballería que
llevaba el estandarte del ejército de Almagro, quien fugitivo y apresado en el
camino del Cuzco, fué degollado en esta ciudad, cuando apenas pasaba de los 22
a los 24 años.
Cuando el Emperador Carlos V nombró primer virrey del Perú a Blaaco
Núñez Vela en .1548, se produjo en la colonia cierto descontento, del que se
uprovechó Gonzalo Pizarro para levanta* nueva bandera de rebelión y *en este
iiUevo partido se afilió nuestro don Baltazar, yéndose con el general de la ar-
278
mada pizarrista, Pedro de Hinojosa, al Panamá, donde no quisieron recibir a
éste, habiendo mediado en las pláticas que hubo para dar solución al asuntov
Años más tarde, en 1547, el presidente La Gasea en una reorganización del ejército
de la colonia nombró a este inquieto don Baltazar de Castilla, capitán da
infantería, porque Hinojosa, habiendo abandonado el partido de Gonzalo Piza-rro,
se había sometido a. don Pedro La Gasea en el mismo Panamá, desde noviembre
del año anterior. Era muy amigo del díscolo extremeño Francisco Hfer-nández
Girón, que medio sosegado durante el gobierno de don Pedro La Gasea,
aprovechando más tarde- un interregno a la muerte del virrey don Antonio de
Mendoza, que había fallecido el 21 de junio de 1562, promovió una guerra civ:!,
aurante la cual llegó a tener sospechas de su amigo don Baltazar de Castilla, que
r.l intentar irse de la ciudad de los Reyes, fué detenido de orden de Girón por su
maestre de campo y licenciado Diego de Almagro y éste hizo en seguida dar garrote
a don Baltazar (1553) y al contador Juan de Cáceres, como sospochosos
de conjuración, "y por el gran escándalo, sentimiento y temor—dice Herrera en
•sus "Décadas'"—^que causó este caso tan atroz en la Ciudad, Francisco Hernández
hizo grandes, demostraciones do sentirlo nmcho, y en público reprendió al Ll
cenciado Alvarado, por no se lo haber comunicado" ("Décadas" VIII, lib, 8, ca-iiítulo
XIV). Hernández Girón no tardaría en seguir su mismo destino trágico.
Abandonado de los suyos y hecho prisionero en Atunjauja, murió decapitado en
Lima el 7 de diciembre de 1554.
Don Sebastián de Castilla: . -
Como su anterior infortunado hermano, tuvo la desgracia de ser uno de los
¡irotagonistas de aquella página oprobiosa que en medio de sus ambiciones e
ii'.temjperancias, escribieron los conquistadores del imperio de los Incas, luego de
realizar aquella gesta bajo la dirección esforzada y legendaria de los Pizarros
y de los Almágros.
En la conquista se había distinguido don Sebastián que al decir de viejas
crónicas, era joven magnánimo y libera), de buena y grata presencia. En unión
de otros conquistadores distinguidos, que se reunieron en el convento dominica-iid"
dte la ciudad del Cuzco, tomaron el graVe acuerdo de asesinar al marisca)
Alonso de Alvarado en la prim,era ocasión que se les presentase^ isignificándose
entre loé más exaltados. Egas de Guzmán, que pretendía ferozmente matar a
casi todos los vecinos del Cuzco que obtuvieron repartimientos y enviar a Castilla
al Viirey, al Arzobispo y a los Oidores, "pue.s—decía—se habían tan mal entendido
y igobernado en executar las órdenes del Rey, con que la havían perdido
la tierra*.
Conocedor don Sebastián de Castilla de que el mariscal Alvarado sospechaba
algo de la trama urdida en lel convento de Santo Domingo, se apresuró a evadirse
nocturnamente de' la ciudad del Cuzco, en unión de otros parciales suyos, llamado
desde las Charcas, misterios de su aciago destino, por Vasco Godínez, su
futuro matador, bajo cuyo puñal traidor había de encontrar fin poco honroso.
Alvarado había dado orden a Pedro de Hinojosa^ que estaba en el Potosí, que
prendiese a don Sebastián, cuando llegase por allí, y de paso le daba aviso de
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que le querían matar. No obstante, Hinojosa se abstuvo de causar el menor daño
al fugitivo, antes le dio muy buena acogida en la Plata, regalándole, y aun tuvo
;a franqueza, creyendo en la hidalguía de su huésped, de mostrarle los avisos
que tenía de Alvarado.
Confiado Hinojosa, despreciaba los leales consejos que recibía d^ sus amigos
y los repetidos avisos de posibles traiciones, tanto que en una ocasión y casi en
tono de desagravio para el fementido don Sebastián, le tomó amistosamente de
la mano y llegó a decirle: "Que su ,not)le sangré, crianga y presencia, le habían
Inclinado a honrarle y amarle, más que a ninguno de sus deudos y amigos, aunque
entre ellos havía muchos de mérito y valer..." En efecto, don Sebastián, que
?.n el fondo no tenía una perversidad nativa, parece ser que por entonces todavía
no abrigaba intenciones siniestras contra su generoso protector, aun(iuc~ poco a
poco, llevado de su ambición, fué modificando su honesta conducta y cóimporta-
.niento, que en final de cuentas, trocó por la doblez y el engaño..
En 1552, los soldados que andaban en la provincia de las Charcas, acordaron
levantarse en contra de Hinojosa y matarlo, tomando por jefe de la rebelión a
nuestro protagonista don Sebastián de Castilla, que no tardaría en dar tan re-íjrensible
paso, dejándose llevar de las diabólicas insistencias de su funes.to ca-liiarada
Egas de Guzmán, que preconizaba el asesinato de Hinojosa, quien con
Increíble ceguera, seguía mostrándose incrédulo ante los repetidos avisos que recibía
de que recelase de su falso amigo y huésped. Pero, como escribe la crónica,
!a ingratitud dio el último empujón hacia el abismo de la perdición y del deshonor,
y la ambición, de consumo, pudieron más que don Seba-stián, personificación
(le la inconstancia en los pensamientos.
Llegó, pues, el infeliz momento en que nuestro protagonista, que ya no veía
"la hora de verse con mando y con imperio", pues como observa Herrera en sus
'"Décadas", las malas compañías, perdición de muchos, le habían hecho aprender
vituperables costumbres y alevosía en sus obras, decidió, rompiendo con todos
los miramientos y entrando en tratos con la bajeza, matar a su noble y magnánimo
amigo Hinojosa, aunque "le remordía la conciencia y no quisiera ser el primero
en aiquel caso, pareciéndole que la ley del hospedaje era sacrosanta, y que_
para él sería notable mancha y felonía, señalarse tanto". Vano intento de que-verse
lavar las manes como Pilatos.
Poco importaba para el caso que nuestro don Sebastián de Castilla no fuese
el autor material del asesinato que en la mañana del 6 de mayo de 1552, (ejecutaron
alevosamente en la persona del general Hinojosa, eTi la villa de la Plata,
sus cómplices Garci Tello de "Vega y Anselmo de Herviás, porque don Sebastián
que tomó en el acto el título de Capitán general y Justicia mayor, que se hizo
dar por el Ayuntamiento de la villa, era el principal culpable de hecho tan in^-
digno y criminoso, que no tardaría en pagar con la misma falsa moneda, pues
c.uién se vale de traidores para conseguir bastardos fines, pone en trance de pregón
de subasta su propia cabeza.
Las medidas de gobierno que tomó, unas veces temblando de .miedo, por lo
que podía excederse en ellas, ¿sentiría los horribles remordimientos de Mac-beth?,
y otras braveando que habría de matar a todo el mundo, pronto le enajenaron
apoyos. Vasco Godínez y Baltazar Velázquez, consecuentes parciales y
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fieles a la .memoria de iHí,nojosa, se presentaron poco despué& en la villa de la
Plata. Fueron bien recibidos por don Sebastián, quien dijo al primero que estaba
dispuesto a cederle el mando; pero viendo el mismo Godínez el inminente fracaso
y locura de aquella rebelión efímera do las Charcas, decidió suprimir violentamente,
vengando de paso el asesinato de Hinojosa, a don Scbastiáni. Comunicó
£U propósito a otros sediciosos, "y abrazándose con don Sebastián, lo mataron,
ayudando a Baltazar Veláziquez, por el amistad de Godínez. Y muerto don Sebastián
de muchas heridas, le sacaron a media noche a la plaza gritando: "¡Viva
G1 Rey, muerto es el tirano!". Públicamente se gloriaba Godínez de haberlo hecho
él, "y con esto desmayaron los culpados en la rebelión". ("Década VIII, Herrera).
En el pecado llevó la penitencia de su miserable y amargo triunfo, este don
Sebastián de Castilla. Pronto expió con la ley de Tallón, su crimen político,
manchado con las negruras de la deslealtad y de la ingratitud, aunque no fuera
ni por su cuna ni iwr su- sangre, un "porquero" o "arriero" de los que en acfue-
Uas tierras andaban entonces "hinchados como odres de viento, con vestidos de
frana y seda", que dijera despectivamente, con más o menos exageración, el virrey
Blasco Núñez Vela, otra de las víctimas de aquel período ignominioso y
anárquico en la naciente colonia, levantada sobre los escombros de un imperio
indiano dilatado y vasto.
Dacio V, D A R Í A S Y PADRÓN
(Continuará)