Número 100 *" ' * Octubre-Diciembre de 1952
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SECRETARIADO DE PDIIICACIOHES DE LA DlilVERSIDAD DE LA LAGUNA
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
REVISTA DE HISTORIA
Directort el Decano, Dr. Elias Serra R&foU'
TonQ XVIII Li lagoni ili Tinitifi (Islas Ciñitiis) i Uto XXT
100 números de "Revista de Historia'
Desde su aparición, en la ya lejana fecha de 1924, esta revista se
ha publicado como trimestral, y a cada uno de estos lapsos de tiempo
ha correspondido un número correlativo, sin más salvedad que la del
periodo en que dejó de publicarse, en los cuatro años 1934' 1937. Es
verdad que a menudo, y ya desde sus primeros tiempos, un fascículo
o entrega ha correspondido a dos trimestres y se ha señalado con dos
números sucesivos, de manera que el número real de cuadernos no corresponde
al de números seguidos. Es éste achaque muy común a las
revistas de nuestro país, fácilmente censurable para quien no viva
su real elaboración,- pero que los que estamos dentro sabemos inevitable,
pues no depende tanto de factores económicos como de los
habituales retrasos en el cumplimiento de los compromisos en que
incurrimos todos, tanto redactores como tipógrafos, y que la costumbre
tolera benignamente hasta el punto de que, cuando se exige el
cumplimiento en fecha previamente pactada, uno es mirado como indeseable
perturbador. Asi nos ha ocurrido a nosotros, que al fin hemos
sido despedidos de todas partes como incompatibles con el dulce
y apacible ritmo de trabajo acostumbrado.
Vienen a cuento estas consideraciones, más bien melancólicas,
en esta ocasión de publicar el número 100 de REVISTA DE HISTORIA,
porque esta efemérides —que debía ser de alegría y optimismo entre
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el reducido grupo de los que hacemos esta publicación y el no mucho
mayor que la sigue con asiduidad— nos alcanza en momentos de
máximas dificultades para proseguir nuestra labor. Basta observar
que este número, que corresponde al último trimestre de 1952, aparece
—y nos consideraremos dichosos si lo conseguimos— a fines
del año 1953, impreso en taller y lugar imprevistos, fuera de la isla
de Tenerife. Y todavía añadiremos que, si las esperanzas que tenemos
de contar con un nuevo impresor en esta ciudad de La Laguna
no se cumplen para un futuro inmediato, será preciso suspender
simplemente esta publicación. Corresponde esto, en realidad, a un
aumento o intensificación de la vida intelectual de la isla; las publicaciones
periódicas, verdad que en general de corta vida o de irregular
aparición, se multiplican; se editan cada vez más libros y éstos
con un cuidado y exigencia editorial antes desconocidos y que honran
la apetencia insular de perfección. Correspondiendo a estas
nuevas demandas, algunos talleres se han remozado o adaptado a
ellas sus medios de trabajo, pero es evidente que han quedado muy
atrás en capacidad de producción; si ello puede conllevarse para la
edición de libros, resulta mortal para las revistas periódicas.
Pero, en fin, hemos de ser optimistas: las dificultades de que nos
lamentamos son de orden material y aun no afectan al aspecto económico,
que podemos enfocar con confianza merced, ante todo, al
apoyo constante del Excelentísimo Cabildo Insular de Tenerife, más
generoso y más de agradecer porque no exige en compensación ningún
género de supeditación o control de nuestra obra, en la que, por
tanto, deposita la confianza suficiente para estimar que no haremos
Jamás uso inadecuado de los medios que nos facilita. También el
Excelentísimo Cabildo Insular de La Palma nos apoya, bien que
en forma más limitada, y nuestros suscriptores nos dan una aportación
que está muy lejos de cubrir nuestros pagos, pero que contribuye
a ello, contribución que no queremos reforzar mediante un
cómodo aumento de cuotas, porque sería ineficaz en fin de cuentas y
en cambio reduciría la difusión local de la revista, en contra de
nuestros fines. En fin, la Universidad, aparte de aceptar, dentro de
ciertos límites, la nivelación de nuestros gastos, contribuye de una
manera sustancial y decisiva con sus medios de trabajo —libros,
fotocopias, grabados— y sobre todo con el ambiente y la colabora-
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ción personal de muchos de sus profesores, a que nuestra empresa
sea posible.
En efecto, el ambiente, la colaboración no sólo no nos ha fallado
nunca sino que progresivamente se extiende y consolida. Sólo la
pálida muerte, siempre tan traidora e inesperada como segura e inexorable,
se ha cebado estos últimos años en las filas reducidas de
los colaboradores más asiduos de REVISTA DE HISTORIA: Emilio
Hardisson, en 1949; Buenaventura Bonnet, en 1951; Sebastián Padrón,
en 1953, se han despedido sucesivamente de nosotros hasta
tanto que sigamos su indeclinable camino. También ha fallecido recientemente
Don Lorenzo Betancor, cronista que fue de Lanzarote
y asiduo colaborador de los primeros años de REVISTA DE HISTORIA.
Pero desde entonces había dejado de escribir. Se juzgará de la gravedad
de estas bajas en nuestras filas, si se piensa que aun remontándonos
a los orígenes de esta revista, que ya hemos dicho son
lejanos, sólo hallamos entre los habituales autores que en ella colaboraban
a Don Emeterio Gutiérrez López, de Icod, fallecido en 1939,
que precediese a aquellos amigos perdidos. Pero los que quedamos
no podemos abandonar la partida sin hacer deshonor a los que murieron
casi con la pluma en la mano y, en fin, otros nuevos vienen a
sustituirlos y vendrán mientras haya amor al pasado, a la verdad
y a la tierra en que nacimos o vivimos. Contando, pues, con apoyos
morales tan vastos y con voluntades que han hecho del trabajo cotidiano
y de la profesión histórica un destino inflexible, no es dudoso
que nuestra obra proseguirá, cualesquiera que sean las piedras que
surjan en su camino. Somos un grupo siempre reducido, pero con
vocación resuelta, y frente a los obstáculos tendremos a veces que
amoldarnos, pero no nos estrellaremos. Para probarlo, bastará decir
que el original que teníamos reunido a intención de este número
centenario es tan copioso, que al mismo tiempo que lo estamos imprimiendo
con tantas dificultades, con otra parte de dicho original
hemos planeado ya otro número extraordinario, con el que pensamos
llenar el año 1953, y así ponernos al día para el momento en que
tengamos un taller unido a nuestra empresa por solidaridades afectivas
y culturales, más sólidas que las puramente comerciales.