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SAN AGUSTÍN DE LA OROTAVA
Paradigma aproximativo a la arquitectura religiosa en Canarias
Por Alfonso TRUJILLO RODRÍGUEZ
La iglesia del exconvento de Nuestra Señora de Gracia —San
Agustín—, de La Orotava, cuyo estado de conservación ha causado
recientes —y actuales— inquietudes, va a salvarse de verse convertida
en un montón de ruinas. Al parecer, la ayuda económica de la Dirección
General del Patrimonio Histórico-Artístico está en marcha. Veamos
qué valores justifican en ella tal intervención urgente.
LA FUNDACIÓN
Como acertadamente escribió Viera y Clavijo, ya desde la última
década del siglo XVI la Orden de San Agustín deseaba establecerse
en La Orotava. Lugar rico y apetecible a la hora de los repartos
tras la Conquista, por la fertilidad de su suelo y abundancia de aguas,
asentándose allí las que llegarían a denominarse familias de las «Doce
Casas», entre las que se encontraban los mismos descendientes del
Adelantado, en los mismos albores del XVI se había formado un
importante núcleo urbano, al cuidado de cuyas almas habían comenzado
a dedicarse, además de los curatos correspondientes, algunas
Ordenes Religiosas. Simultáneamente con los Agustinos, habían hecho
la solicitud de una fundación los Religiosos de Santo Domingo,
y así surgió una cuestión que se diría de «competencia», por lo que una
Real Provisión de 1592 vino a darles la negativa a aquéllos. Los Agustinos
no cejaron en sus deseos ministeriales, y así, hacia 1648, algunos
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de ellos pasaron a residir en la cabeza del Valle de Taoro, no sin ciertas
celotipias justificables. Por fin, el 29 de Enero de 1671 «consiguieron
ajustar una capitulación con los principales vecinos», que «se convinieron
en fabricar, como patronos, una iglesia suntuosa», y «en efecto,
se fabricó y se ve que por su grandiosidad y hermosura es una de
las mejores de La Orotava»... Edificó el convento el maestro fray
Baltasar de Molina en la antigua ermita de San Roque, con claustros
«muy alegres y espaciosos, con aulas de filosofía y teología», siendo
«el principal aliciente de la devoción de los fieles la imagen de Nuestra
Señora de Gracia» (1).
LA CONSTRUCCIÓN
Así pues, a partir de aquel 1671 puede datarse la construcción
de la iglesia y convento de San Agustín, que se prolongaría, cuando
menos, por los datos que vamos a aportar, hasta finales de aquella
centuria, siendo sus primeros Patronos Don Domingo Grimaldo Reiso
Benítez de Lugo y Don Pedro Grimaldo Benítez de Lugo.
La nota documental más antigua que hasta el presente ha podido
aportarse corresponde al año de 1677, en el que el «maestro de cantería
» Juan Lizcano se obligaba a entregar 200 cantos para la obra
que ya se hacía (2).
De 1684 es el testamento del maestro Domingo Rodríguez Ri-vero,
en el que declara que tenía labrada mucha cantería del convento,
y que Juan González Agolé y él habían ajustado «la obra de cantería
de la iglesia» (3). Según Don Pedro Tarquis, al maestro Rodríguez
Rivero, que intervino asimismo en las obras de Santa Catalina y el
Cristo de Tacoronte, en las naves de Nuestra Señora de las Nieves de
Taganana, y en otros monumentos de la isla, corresponde la construcción
del cuerpo de la Iglesia de San Agustín, con cantería dorada de
Acentejo (4). En cuanto a Juan González Agalé, a quien se debe la bella
portada del Hospital de Dolores de La Laguna y otras obras, co-
(1) Viera y Clavyo: «Historia de Canarias», Edición Imprenta La Provincia,
Las Palmas, Tomo IV, p. 259.
(2) Dato del Arch. Miguel Tarquis, Dpto. de Arte, Universidad, La Laguna.
(3) Ibidem.
(4) Cfr. Pedro Tarquis: «Diccionario de Arquitectos, alarifes y canteros que han
trabajado en las Islas Canarias». Anuario de Estudios Atlánticos, Madrid-Las Palmas,
Año 1965, n.o 11, pp. 274-5.
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rresponde haber continuado la labor del maestro Rodríguez Rivero,
y a su intervención debe referirse, al menos en gran parte, la portada
del convento orotavense (5).
En 1687 todavía no se había construido la capilla mayor, toda
vez que en ese año se sigue un pleito entre el Prior, Fray Diego de Escobar,
y los propietarios de una casa trasera, Cristóbal Cardo y Constanza
Méndez, que aquél deseaba adquirir para el emplazamiento de
la cabecera de la iglesia, lográndolo mediante el pago de 2.243 reales
en que se evaluó, tras sentencia de la Real Audiencia de Las Palmas (6).
Sin embargo, poco debía de haberse adelantado en las obras,
puesto que, según un documento del 23 de noviembre de 1693 que hemos
transcrito del Archivo Histórico Provincial, descubrimos que por
entonces se hallaban al frente de las mismas los maestros Domingo
Rodríguez Bello y Diego de Miranda, a quien se debe el tercer cuerpo
de la Torre de la Concepción lagunera, San Diego del Monte y
otras construcciones. En dicho documento se puntualiza ante el escribano
de tumo:
«... Domingo Rodríguez maestro del ofício de cantería vecino
desta dicha ciudad y dijo que por quanto juntamente con Diego
de Miranda maestro del dicho ofício y vecino desta dicha ciudad
se obligaron a haser en el templo de Nuestra Señora de Gracia
sita en el conbento de San Agustín de la villa de la Orotava la
obra que contiene un papel que hisieron con los capitanes Don
Domingo Grimaldo Reiso Benítez de Lugo y Don Pedro Grí-maldo
de Lugo vecinos de dicha villa con las condiciones que
de dicho papel consta su fecha en abril dies y nuebe del año
pasado de mili seiscientos y nobenta y dos años y porque mediante
los achaques que a padecido y padese el otorgante no
puede asistir personalmente a dicha obra por hallarse imposibilitado
de salud cuanto por que no puede dar cumplimiento a
lo que es de su obligación =por tanto en aquella vía y forma
que por derecho puede y deve y como usando del que en este
caso le compete se aparta y desiste del derecho y acsion que le
toca y pudiere tocar y perteneser contra los dichos Don Domingo
Grimaldo y Don Pedro Grimaldo y sus bienes por razón de
dicho papel y sin reserva para sí cosa alguna lo sede renuncia
(5) Ibidem, págs. 171 - 2.—Se documentan los datos en «Papeles sueltos que
pertenecieron al convento de Nuestra Señora de Gracia (San Agustín) de La Orotava».
Arch. de la Exclaustración, Santa Cruz de Tenerife, actualmente en el A.H.P.T.,
Sección «Conventos».
(6) Ibidem, pp. 181-2.—Remite al «Libro de la Fundación del Convento de
Nuestra Señora de Gracia», Orotava. Archivo de la Exclaustración. Hoy en A.H.P.T.
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y traspasa en el dicho Diego de Miranda para que en todo y por
todo dé cumplimiento a dicho papel y cobre de los susodichos y
bienes todo lo que le pudiere tocar y perteneser por rason de
dicha obra... = y estando presente el dicho Diego de Miranda...
dijo que la aseptava...= Domingo Rodríguez Bello =R.=
Diego de Miranda = R.» (7).
Todavía al año siguiente encontramos a otro «maestro de alba-ñilería
», Lázaro de Miranda, el cual otorga, el 20 de julio de 1694,
la carta de pago correspondiente a las obras que había realizado en
San Agustín, según el tenor siguiente:
«En la Villa de la Orotava desta ysla de Thenerife en veinte
dias del mes de julio de mili seiscientos noventa y quatro años
ante mí el presente escribano público y testigos ynfraescriptos
paresió presente Lázaro de Miranda maestro del oficio de albañi-lería
vecino desta dicha Villa a quien doy fe conosco y dixo
que en conformidad de la escriptura de obligación que otorgó a
fabor de los Capitanes Don Domingo Benítez de Lugo ya difunto
y Don Pedro Grimaldo de Lugo y Ponte vecinos desta Villa
como personas nombradas por los Conpatronos del templo de
nra. Señora de Gracia borden de S. Agustín desta dicha Villa
la qual otorgó ante el escribano D. Pedro Alvarez de Ledesma
escribano público de esta ysla en el año pasado de mili seiscientos
noventa y dos, se obligó a hazer todas las tapias de paré que
hubiere en dicho templo menos las que fueron obligación de
Diego de Miranda maestro de cantería, consertadas cada huna
a nuebe rreales por (roto) factura y porque a cumplido con su
obligasión y se an medido las tapias que hizo en dicha obra que
son tresientas y treinta y nuebe tapias y media que al presio referido
de nuebe rreales ymportan tres mili dosientos y veinte
rrs. y medio y así mesmo, asentó en dicha obra en los empujes
de los arcos siento y veinte esquinas a tres quartos cada una que
importan quarenta y sinco rrs. y asi mesmo setenta y seis rrs.
y medio que le abona en su quenta el dicho Capitán Don Pedro
Grimaldo de ocho tapias y media de paré que hizo en las dos
esquinas de la fachada las cuales eran de obligación de Diego
Miranda que dichas partidas suman y montan tres mili trescientos
quarenta y dos rreales como consta de la quenta del
dicho Capitán Don Pedro Grimaldo al otorgante y del susodicho
a resivido en dinero de contado en las partidas que constan de
dicha quenta que aprueba por ser lexitimas y berdaderas y por
no pareser de presente se da por contento y entregado de di-
(7) A.H.P.T., La Laguna, Escribano Ángel Domínguez Soler, Protocolo n." 722,
fol. 365.
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cha cantidad p)or ser en su poder la toda su boluntad sobre que
renuncia las leyes de la pecunia no bista ni contada prueba de
la paga y entrega como se confieren de que otorga resivo y carta
de pago a fabor del dicho Don Pedro Grimaldo de Lugo y Ponte
y se obliga a que en ningún tiempo... = ... y asi lo otorgó y no
firmó porque dixo no savia a su ruego lo firmó un testigo sien-dolo
presente Luis Francisco de Xeyta y Lucas Perreras =
Ante mí Marcos Guillamaz de Vera esc. pu. = rubricado.» (8).
Resumiendo, pues, y a partir de la suficiencia de estos datos, queda
bien dociunentado que la construcción de la iglesia de San Agustín,
en La Orotava, se llevó a efecto, al menos desde el año 1671 hasta el
de 1694, pudiendo haberse continuado las obras hasta algunos años
después, y que en ella colaboraron los maestros de cantería y albañi-lería
—que así se denominaban por entonces a los arquitectos— más
afamados y solicitados de la segunda mitad del XVII en Tenerife.
Sin duda alguna que, simultáneamente con las obras de la iglesia,
habrían marchado las del convento, adosado a la misma, con su claustro
y dependencias, que, tras la desamortización de Mendizábal en
1835 y exclaustración consiguiente, quedó destinado a acuartelamiento,
hasta el momento actual en que se consolidan los trámites de su adquisición
por parte del Ayuntamiento de la Villa para su posible destino
a Casa de la Cultura.
DESCRIPCIÓN DEL TEMPLO
El templo, de planta basilical, se alza a tres naves de casi igual
altura, ligeramente más elevada la central, con crucero saliente que
da lugar a dos capillas colaterales, y una amplia capilla mayor, con las
sacristías correspondientes. Exteriormente, no obstante tal distribución,
da la sensación de un solemne bloque cúbico.
El sistema de aparejo en los muros es a base del mampuesto
tradicional en la arquitectura canaria, con piedra y barro, debidamente
enfoscado y enlucido, limitándose la labor de sillería a las esquinas,
fórmula que emparenta nuestras formas constructivas con soluciones
portuguesas. Por el costado Norte, que da a la calle del Calvario,
el largo paramento, correspondiente al cierre de la nave del Evangelio,
(8) A.H.P.T., Orotava, Escribano Marcos Guillamaz de Vera, Protocolo n.° 3.356,
Ibis. 162 V. - 163 r.
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ostenta cuatro arcos de medio punto, tres de ellos determinando otras
tantas portadas ciegas, y solamente uno conservando su puerta de la
época en que el terreno exterior quedaba al mismo nivel de la planta
de la iglesia. Todos los paramentos, lateral y superiormente, se orlan
con cenefa de esgrafíados mudejaristas mediante un sistema geométrico
de círculos secantes enmarcados por un estrecho comienzo de pequeñas
arquerías que determinarían el arranque de una posible red
de rombos, constituyendo todo ello el caso más representativo de tal
técnica ornamental que podamos hallar en el Archipiélago.
La fachada se concibe a triple portada —una por cada nave—,
las laterales limitadas a sus arcos de medio punto, con sendos ventanales
simétricos en la misma vertical. Destaca por su gran desarrollo
la portada principal, que sin duda alguna se debe a la intervención del
maestro Juan González Agalé, con cierta colaboración de Diego de
Miranda. Llama la atención la belleza de su traza. Se desarrolla a doble
cuerpo superpuesto, posiblemente coincidente con la nomenclatura
de «puerta y claraboya» de que hablaba el último maestro citado en la
escritura para San Agustín de La Laguna, según observación de Don
Pedro Tarquis (9): el cuerpo bajo, correspondiente a la portada propiamente
dicha, y el superior, que es un amplio ventanal que da a la parte
central del coro. El sistema de sustentación se estructura a base de dobles
pilastras bastante planas, con su frente cajeado, al igual que los
elevados pedestales en que apoyan, si bien éstos, para la portada, decoran
su cajeamiento con un motivo de tipo cuadrifoliado de palmetas,
con dos más pequeñas en su eje ecuatorial, y los del ventanal, con
listeles cruzados en aspa. Mientras en éste el arco permanece fiel al
medio punto ligeramente rebajado, el de la portada se soluciona en
carpanel. Los capiteles de las pilastras, de filiación corintia en su origen,
han desarrollado una sola fila de hojas, no ya de acanto, sino de
diminutas hojas de palma, y, sobre ellas, cuatro caulículos de emparejada
simetría. El arquitrabe muestra escalonadamente las tres platabandas
de rigor, y el friso se decora con cinco rosetas de minuciosa
estilización en sus pétalos. Sobre el cornisamiento se desarrolla un
frontón triangular que se parte con dos roleos de finos listeles helicoidales.
Las pilastras del ventanal apoyan sus pedestales en dos ménsulas
salientes, interpretadas como sección de comisa que no rematara
un sistema, sino que sirviera de punto de arranque del mismo. Coró-
(9) Pedro Tarquis: op. cit., pág. 201.
I4ÍI
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nase arriba, sobrepasando la línea de la cubierta a la altura de las soleras,
con un frontón curvo partido avolutadamente, sobre cuyos lomos
laterales se yerguen sendos pedestales que sustentan bolas, en
tanto que, a través del rompimiento del frontón, y a partir de la cornisa,
mediante un pedestal prismático de frente igualmente cajeado,
seguido de un segundo cuerpo bulboide, surge la cruz del remate.
Los batientes de la portada son de madera tallada con casetones
decorados con rosetas, mientras que los del ventanal muestran un
sistema de cuarterón sin otro dato ornamental.
En contra de ciertas apreciaciones que se han hecho de esta bella
portada como renacentista, con disculpable error de modos y
cronología, su estilo barroquizante queda bien de manifiesto, tanto
por el sistema de retranqueamientos producidos a partir de la situación
de las dobles pilastras a distintos planos, con la consiguiente ruptura
de la horizontalidad de las líneas, como, y principalmente, por la solución
de ir superponiendo fórmulas tan deliciosamente caprichosas
como el arco carpanel, un sistema adintelado, un frontón triangular
partido con sus volutas, un arco rebajado, y el canónico frontón curvo
y hendido del remate, con la incorporación del pedestal bulboide que
sirve de apoyo a la cruz. Todo ello en base a un módulo de proporción
rectangular que imprime tensión ascendente a esta zona central de la
fachada, contrarrestando la pesada horizontalidad de la misma. Ahora
bien, no se trata aquí de un desaforado barroquismo, sino de aquel
barroquismo tranquilo que, partiendo de fórmulas bajorrenacentistas
mantenidas, caracteriza al que nosotros hemos aplicado la denominación
de «barroco isleño», tal fielmente representado en nuestros retablos,
como corresponde a la misma influencia de un clima benigno en
nuestra forma de ser, y en el cual asimismo pueden verse incorporados
algunos elementos indianos, como el motivo ornamental de las pequeñas
hojas de palma y las cuadrifolias que hemos indicado.
A un lado, y en ángulo recto con el plano de la fachada de la iglesia,
se alza otra portada que fue portería del convento, y hoy entrada
al amplio patio porticado de arquerías —verdadero claustro—, en
el que los rezos y los cuchicheos monacales, a partir de la Desamortización
de Mendizábal de 1835, se vieron sustituidos, hasta no hace
mucho, por las voces de mando y el traqueteo de las armas, y hasta
fechas recientes por el deambular tranquilo de un reducido destacamento
militar del regimiento de Infantería número 49. De todas maneras,
tal destino de acuartelamiento colaboró al menos a que las es-
^-
11
3'a.
HS-i?
3
149
tancias conventuales hayan podido conservarse en pasable estado,
mediante ciertas restauraciones y remozamientos.
Esta que fue portería, tiene un alzado de tres cuerpos, con total
aparejo de sillares labrados en la piedra volcánica que llamamos
molinera, del orden isódomo y a tizón. El primer cuerpo queda determinado
por la entrada con arco de medio punto, que cabalga sobre
un baquetón que sobresale del paramento a manera de prolongación
de impostas. Mediante la correspondiente comisa saliente, se da paso
al segundo cuerpo, en cuya zona central se abre una amplia ventana
con ricas labores de tea, bajo un dintel adovelado, flanqueada, a uno
y otro lado, por dos enmarcamientos o cajas que ocupan dos meritorios
relieves, uno de ellos en mármol, representando a Nuestra Señora
de Gracia, no exento de mérito artístico, y a San Agustín, quedando
cada cual coronado por sendos frontoncillos triangulares. Sobre la
ventana, un tercer motivo marmóreo con el emblema agustino. El
tercer cuerpo es el de campanas, a manera de espadaña de vanos
geminados con sus arcos, y arriba, como ático, un último arco de más
estrecha luz, escoltado por arbotantes de volutas ornitomorfas y los
pedestales de bolas correspondientes, para rematar, encima, con una
cruz. Las líneas de esta portada son indudablemente más severas y
más ceñidas a soluciones renacientes, justificable por el pretendido arcaísmo
de un arte «provinciano» alejado de la metrópoli. No obstante,
la presencia de los arbotantes aludidos pone el oportuno sello de la
época en que fue realizada.
Interiormente, el espacio queda armónicamente organizado con
las tres naves, siendo la central más ancha que las laterales en unos
tres metros, y segmentándose, hasta el crucero, en cuatro crujías determinadas
por esbeltas columnas de orden toscano sobre altos pedestales.
En éste, los soportes se transforman en elegantes pilares cruciformes,
en los que las medias columnas de cada uno de los cuatro frentes
rematan en capiteles no tanto de orden compuesto cuanto de aquel
sistema de hojas de palma, con sus caulículos clásicos, a que hemos hecho
referencia. Para el arco de triunfo, dichos pilares cruciformes quedan
reducidos, por empotramiento en los muros que inician la amplia
capilla mayor, a la mitad. Tal capilla determina una cabecera rectangular.
El sistema de cubierta se resuelve, según la fórmula mudejarista
de tanta raigambre en las Islas, de acuerdo con el esquema de par y
nudillo en las naves, con su harneruelo correspondiente, quedando
FSÍ{,
151
hig. 4.—Planta de cubierta de la iglesia de San Agustín, La Orotava. De un original
(escala 1/50) de la Oficina Técnica de aquel Ayuntamiento.
Fig. 5.—Detalles de artesonados en techo de la iglesia de San Agustín. La Orotava.
De un original (escala 1/50) de la Oficina Técnica de aquel Ayuntamiento.
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limitada la labor ornamental de la lacería a los tirantes. Pero en las
tres crujías de la nave del crucero y en la capilla mayor, la cubierta
se atiene a la solución de artesonados ochavados, y mientras que en los
correspondientes a las capillas colaterales la labor de lazo se limita al
paño octogonal central o almizate, para el crucero propiamente dicho
la lacería, en alternancia con motivos simétricos estrellados, se extiende
a la totalidad de los faldones, quedando el fondo de la artesa
decorado con un altorrelieve que representa a Nuestra Señora de Gracia,
estofado y policromado, y en la capilla mayor, cinco espléndidos
perillones colgantes a manera de estalactitas. Todo ello elaborado con
esa delicadeza que siempre ha caracterizado nuestras labores en tea,
y que ha justificado, a mayor abundancia, el hecho de que a nuestra
arquitectura tradicional se la haya considerado obra más de carpinteros
que de arquitectos.
En el suelo, ante la capilla mayor, una lápida sepulcral señala
el lugar de enterramiento, en 1813, de Don Segundo de Franchy Lugo
Llarena y Calderón, Marqués de la Candia, según el siguiente epitafio:
«Aquí yace el Sor. Dn. Segundo de Franchy, Lugo, Llarena y Calderón,
Marqués de la Candia, Coronel de Ynfantería, veedor que fue
de los Reales Alcázares de Sevilla, y Corregidor Capitán á Guerra
de las Ciudades de Ronda y Xerez de la Frontera que falleció el día
29 de Febrero del Año 1813». Sobre el epitafio, el correspondiente
escudo de armas.
El coro, alto, se halla situado a los pies del templo, cabalgando
sobre la primera crujía, siguiendo en su trazado una línea quebrada.
Entre las labores ornamentales que muestra, son de destacar los motivos
funiculares o torsos que asimismo se han señalado como aporte
portugués.
La iglesia está dotada de seis retablos, de los que, por su especial
mérito artístico, cabe destacar el de la capilla colateral cabecera de la
nave del Evangelio, el mayor, y, en las naves los dos colaterales del
mismo lado del templo, y uno de los de la nave de la Epístola.
El primero de ellos es el retablo que debemos denominar de San
Fernando, aun cuando su hornacina central esté ocupada por una Virgen
del Carmen de los talleres de Olot. Este retablo es uno de los más
bellos ejemplares del que insistimos en llamar «barroco isleño». Es
muy posible que hubiese sido tallado por el maestro retablista y escul-
155
tor Lázaro González de Ocampo (10), que había realizado para 1691
los tableros tallados del primer cuerpo del retablo salomónico de la
titular de la iglesia de la Concepción, constando asimismo que en 1696
retornaba a La Orotava comprando «un pedacito en La Candia» (11).
Claro está que Lázaro González, de haber trabajado en San Agustín,
no podía haber realizado jamás el retablo mayor, que es de estípites,
sistema que no se impondría en las Islas hasta sobrepasado el primer
cuarto del XVIII, por lo que deducimos que, en todo caso, en aquel
retorno habría ejecutado éste de San Fernando más de acuerdo con su
estilo, sobre todo por lo que a motivos decorativos y gruesa factura del
tallado se refiere. De todas formas, ahí está el retablo con sus dos cuerpos,
el primero de hornacinas, el segundo de lienzos, al igual que el
ático. Las columnas del cuerpo bajo son del tipo entorchado o melco-chado
en los dos tercios superiores de la caña, de molduración de cartelas
y espejo el inferior, mientras que las del segundo cuerpo ostentan,
con igual subdivisión, la decoración de estrías ondeantes ofreciendo
en las acanaladuras menudos motivos imbricados. La ornamentación
es de espléndidas tarjas de avolutados recortes, localizadas
principalmente en el banco y en el frontal, en tanto que en el
ático los aletones juegan en pronunciadas curvas haciéndoles de estribo
a los machones y enmarcando los típicos motivos frutales del
trópico. Las pinturas son bastante meritorias, y caen dentro de las
maneras de Quintana, más marcadas en el lienzo que ocupa el ático
con una copia del Cristo de La Laguna. En cuanto al San Fernando,
es obra destacable, en talla completa estofada y policromada con minuciosos
motivos decorativos, dentro de las soluciones de la imaginería
barroca en las Islas, y no se hace muy difícil un cierto parentesco
con el San Fernando que, para la Catedral de Las Palmas, realizara
el maestro Alonso de Ortega en 1692, si bien el de San Agustín resulta
más hierático y frontalista, según los modos del maestro Lázaro.
El retablo de la capilla mayor, por lo ya anotado no puede ser
anterior al segundo cuarto del setecientos. De dos cuerpos, se destina
el principal a hornacinas, y el superior a pequeños lienzos de marco
elíptico. Los estípites son notorios por su elevado canon y riqueza
(10) Cfr. Alfonso Trujillo Rodríguez: «El Retablo Barroco en Canarias», Las
Palmas de Gran Canaria, 1977, T. I, págs. 94-95, y T. II, págs. 25-26, y Figs. 239
a 243.
(11) Pedro Tarquis: «Lázaro González, el escultor. ¿Hizo otros trabajos en La
Orotava?». Diario «La Tarde», 2 4 - 1 - 1957.
156
de molduras y secciones. Ornamentalmente, son mucho más festoneados
los del segundo cuerpo. El nicho central es de gran desarrollo,
cubriéndose con bóveda de medio cañún nervada, y decorándose con
hinchada talla. Es la única parte del retablo que se doró. Los motivos
ornamentales son de técnica muy aristada, como trabajados a formón,
llamando la atención por su originalidad los del frontal. Está consagrado
a la titular. Nuestra Señora de Gracia, escoltada, en las hornacinas
laterales, por las imágenes de vestir de San Agustín y Santa Mó-nica,
dentro de un estilo barroquizante no falto de calidad, sobre todo
la cabeza del Santo Obispo de Hipona. Santa Mónica se atribuye a
Estévez (12).
En el retablo que ocupa la cabecera de la nave de la Epístola, de
traza de severidad tendente al neoclasicismo pero con algunos motivos
de rocalla a manera de placas adheridas, conviene fijar la atención
en la bella imagen del Cristo del Perdón. Perfecta en sus detalles
anatómicos y plena de realismo barroco, es imagen de talla completa.
Tiene actitud genuflexa apoyando una de las rodillas en el
globo terráqueo. Como oportunamente observara Miguel Jarquis en
su monografía sobre la «Semana Santa de Tenerife» (1960), el anónimo
imaginero supo dotarla de «un hondo sentimiento religioso», ofreciendo
la particularidad de que sus ojos no son de cristal, conforme
a la normativa tradicional barroca, y «como a primera vista parece,
sino pintados al óleo y recubiertos con cristal». Cronológicamente
puede corresponder a finales del XVII o principios del XVIII, habiéndosela
atribuido a Lázaro González de Ocampo. Este Cristo del Perdón,
mostrando a la contemplación su cuerpo llagado, viene a ser
una variante del dureriano «Schmerzensmann» o «Varón de Dolores».
De los retablos de las naves destacamos el primero colateral de
la nave del Evangelio que, trazado a base de pilares almohadillados,
se decora con delicados motivos chinescos, pintados, de pájaros y
flores, por lo que debe datarse de hacia mediados del XVIII. En él se
encuentra la imagen del Señor de la Humildad y Paciencia, de acertado
realismo, pudiendo referirse a la segunda mitad del XVII y relacionarse
con la obra del escultor garachiquense Blas García Ravelo,
de quien sabemos había trabajado para La Orotava tallando en 1667
el Señor Predicador de la iglesia Matriz. La iconografía del «Humildad
y Paciencia» guarda igualmente relación con la temática dureriana
(12) Cfr. A. Trujillo: op. cit., T. I, p. 150, y T. II, Figs. 411 a 416.
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aludida, difundida por Europa a partir del siglo XVI y extendida en
el arte religioso de Hispanoamérica por los Jesuitas (13).
Hay otros dos retablos que, sin llegar a la gracia estética de éste,
se enmarcan también en la tipología rococó del «trompe-l'oeil», con
la presencia en ellos de los típicos motivos pintados de los acaracolados
y la rocalla (14).
CONCLUSIÓN
De esta visión histórico-artístico-descriptiva de la iglesia del
exconvento agustiniano de Nuestra Señora de Gracia de La Orotava,
puede colegirse que, arquitectónicamente, es uno de los más representativos
monumentos que, dentro de las formas barroco-mudejaris-tas,
encontramos en Canarias, hasta el extremo de que la descripción
que hemos hecho puede servir de paradigma para la comprensión de
tantas y tantas construcciones religiosas de nuestros siglos XVII y
XVIII.
Corriendo peligro de ruina, como en tantas otras ocasiones otros
meritorios monumentos de nuestro arte, es una garantía para su conservación
saber que, restaurada ya su techiunbre con el aporte económico
de los vecinos de la Villa conscientes de su valor, y con las medidas
preventivas oportunas, con esa ayuda económica que «oficiosamente»
nos consta enviará la Dirección General del Patrimonio Histórico
Artístico, no se desmoronará. San Agustín de La Orotava, pues, se
salva. Pero, ¿cuántos «San Agustín» hay en nuestro Archipiélago?
Alfonso TRUJILLO RODRÍGUEZ
(13) Véase Fernando M. Várela: «Sur les origines iconographiques du Christ
de L'Humilité et de la Patience, une dévotion propagée par les Jésuites en Amérique
Espagnole», en «Gazette des Beaux Arts», París, Décembre 1975, p. 207.
(14) Cfr. A. TriyiUo: op. cit., T. I, pág. 205, y T. 11, Fig. 586.